SEMANAL
Centenario de la Bauhaus: arte y revolución en el diseño Román Munguía Huato
SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 2 DE JUNIO DE 2019 NÚMERO 1265
EL TAMBOR DE HOJALATA Y LA DECADENCIA DE OCCIDENTE. 60 AÑOS DE LA OBRA CUMBRE DE GÜNTER GRASS Moisés Elías Fuentes
La Real Academia Española y sus curiosos olvidos Juan Domingo Argüelles
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón
2 2 de junio de 2019 // Número 1265
EL TAMBOR DE HOJALATA Y LA DECADENCIA DE OCCIDENTE. 60 AÑOS DE LA OBRA CUMBRE DE GÜNTER GRASS Publicada originalmente en 1959 y convertida en película hace cuatro décadas, la novela El tambor de hojalata es la obra cumbre del narrador, dramaturgo y ensayista alemán Günter Grass, donde refleja con implacable fidelidad —desde la cínica y desencantada perspectiva de Oskar Matzerath, el mítico niño/adulto que narra su propia historia— las ambigüedades, miseria moral e infinita hipocresía características del mundo occidental, en las que consiste una decadencia de espíritu que Grass, Premio Nobel de Literatura en 1999, abordó constantemente en su rica y extensa obra literaria.
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LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA Y SUS CURIOSOS OLVIDOS Aquí se discuten tres palabras bien documentadas que por alguna razón –o sin razón, u olvido– no están incluidas en el Diccionario de la Real Academia Española, con lo cual se hace una crítica a su postura, y por lo tanto a la Academia que los sustenta, frente a los hablantes de nuestra lengua.
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n la Real Academia Española (rae) saltan de gusto y salen encarrerados ante los medios a anunciar que ya han incluido en su Diccionario (el famoso drae) boberías como “amigovio” y “papichulo”. Pero pasan de noche junto a términos como los sustantivos “garantismo”, “heterofobia” y “trigémino”, y los adjetivos “garantista”, “heterofóbico” o “heterófobo” y “trigeminal”. ¡Qué curiosos olvidos!, en tanto fatigan los ámbitos de la farándula para engordar el mamotreto. Veamos, dijo el ciego.
Garantismo versus legalismo El sustantivo masculino “garantismo” y el adjetivo “garantista” derivan, evidentemente, del sustantivo femenino “garantía” que, en el ámbito del derecho, suele utilizarse en plural y adjetivado: “garantías constitucionales”, y que María Moliner, en su Diccionario de uso del español, define del siguiente modo: “Derechos que la constitución de un Estado establece para todos los ciudadanos.” Ejemplo: “Fueron violadas sus garantías constitucionales.” Respecto del sustantivo “garantismo” (ausente en el drae), Miguel Carbonell, destacado especialista mexicano del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam, es autor del artículo “¿Qué es el garantismo?”, del cual citamos lo básico:
Juan Domingo Argüelles ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El garantismo es una ideología jurídica, es decir, una forma de representar, comprender, interpretar y explicar el derecho. Su difusión se debe sobre todo a la obra de Luigi Ferrajoli, quien a partir de 1989 ha construido una completa y muy estructurada teoría del garantismo penal. [...] El garantismo tiene por noción central o articuladora precisamente la de ‘garantía’. Ferrajoli define en términos generales a una garantía como ‘cualquier técnica normativa de tutela de un derecho subjetivo’. [...] El garantismo en materia penal se corresponde con la noción de un derecho penal mínimo, que intenta poner fuertes y rígidos límites a la actuación del poder punitivo del Estado.
En conclusión, el “garantismo” busca acotar los poderes del Estado a fin de preservar “los derechos subjetivos, sobre todo si tienen carácter de derechos fundamentales”. Si hay sospechas, por ejemplo, de que alguien torció la ley y, en consecuencia, de acuerdo con la aplicación estricta del derecho, tendría que impedírsele participar en una contienda electoral por un cargo de representación, la teoría del “garantismo” lo protege a fin de que pueda contender con el argumento de que, si se le cancela su derecho de votar y ser votado, se estaría atentando contra sus garantías constitucionales. Ejemplo: “Actualmente hay un debate sobre el garantismo opuesto al legalismo”. En el caso del adjetivo “garantista”, podría definirse, justamente, en oposición al adjetivo “legalista”, de la siguiente manera: que antepone a toda otra consideración la aplicación de la ley priorizando los derechos subjetivos y las garantías constitucionales. Ejemplo: “El Bronco se benefició con la decisión garantista del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.” La teoría del garantismo tiene ya treinta años y ha ido más allá del ámbito del derecho. Los términos “garantismo” y “garantista”, perfectamente válidos, forman parte del vocabulario periodístico. Por ello es una enorme torpeza que el drae no los incluyese en su edición de 2014 y aun antes, en la de 2001. Pero, aunque no aparezcan en las páginas del drae, dígase y escríbase “garantismo” y “garantista” (son términos correctos), como en los siguientes ejemplos: “El modelo garantista de Luigi Ferrajoli”, “el nuevo sistema penal acusatorio es garantista”, “los derechos fundamentales en la filosofía jurídica garantista”, “el garantismo en el derecho penal mexicano”. De paso, infor-
LA JORNADA SEMANAL 2 de junio de 2019 // Número 1265
Imagen: Madrid, inauguración del nuevo edificio de la Real Academia Española. tomado de es.wikipedia.org/ wiki/Archivo:Madrid,_inauguración_del_nuevo_edificio_ de_la_Real_Academia_Española._Alrededores_del_ edificio_a_la_llegada_de_SS._MM..jpg
mémosle a la rae que, en el motor de búsqueda de Google, hay más de un millón de resultados de “garantista”; 600 mil de “garantismo” y 208 mil de “garantistas”.
Heterofobia: la aversión que nadie nombra Con frecuencia se olvida que, así como existe la “misoginia” (“aversión a las mujeres”), existe también la “misandria” (“aversión a los varones”). En español, prácticamente todos los sustantivos tienen sus antónimos u opuestos. Escuchamos y leemos, habitualmente, el término “homofobia”, porque es uno de los grandes problemas sociales, pero, aunque su antónimo o contrario, “heterofobia”, sea menos frecuente en el habla y en la escritura, constituye también un problema que la gravedad de la “homofobia”, prácticamente, ha invisibilizado. La discriminación, la violencia, los crímenes en general y, en particular, los asesinatos producto de la “homofobia”, hacen que la “heterofobia” pase casi inadvertida, a pesar de que, especialmente en internet, este fenómeno se exprese de manera también violenta, al menos en términos verbales. Cuando alguien (especialmente, una mujer) escribe en internet la expresión “¡A los hombres no los necesitamos!”, está incurriendo en “heterofobia” y en deliberada amnesia, pues es obvio que alguien que dice esto trata de olvidar, o de ignorar, que está en este
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La teoría del garantismo tiene ya treinta años y ha ido más allá del ámbito del derecho. Los términos “garantismo” y “garantista”, perfectamente válidos, forman parte del vocabulario periodístico.
mundo porque un hombre y una mujer realizaron si no el amor, sí el acto sexual, el coito, para que naciera, para que existiera, y aun si se hubiese formado in vitro, esto es a partir de la fecundación en probeta, resulta claro que, al menos hoy, es indispensable el espermatozoide o gameto masculino (que produce el varón) para fecundar al óvulo o gameto femenino (que produce la mujer). Es muy distinto condenar el “machismo” a decir, simplistamente, que las mujeres no necesitan a los hombres o, al revés, que los hombres no necesitan a las mujeres. Veámoslo en términos idiomáticos y no ideológicos. El sustantivo femenino “homofobia” (del inglés homophobia) significa “aversión a la homosexualidad o a las personas homosexuales”. Ejemplo: “La homofobia en el mundo adquiere cada vez más expresiones de violencia.” De ahí el adjetivo “homófobo” (también “homofóbico”), que se aplica a la persona “que tiene o manifiesta homofobia” (drae). En cuanto al adjetivo y sustantivo “homosexual”, el Clave, diccionario de uso del español actual, lo define del siguiente modo: / PASA A LA PÁGINA 4
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Imagen del lema académico que permaneció invariable a lo largo de tres siglos. Tomado de http://www.rae.es/la-institucion/historia/ cronologia
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“Que siente atracción sexual por individuos de su mismo sexo”. (Citamos la definición del Clave, porque la del drae y la de Moliner son horrorosamente prejuiciosas e inexactas.) Ejemplo: “Oscar Wilde llamó al amor homosexual ‘el amor que no se atreve a pronunciar su nombre’.” Si todas las fobias son aversiones irracionales, la “homofobia” es una de las más estúpidas, como lo es también la “heterofobia”. Pero qué tan invisible puede ser la “heterofobia”, comparada con la “homofobia”, que ni el drae ni el Diccionario de uso del español, de María Moliner, incluyen este sustantivo femenino que, como es obvio, significa, en psicología, aversión, miedo o rechazo a las personas del sexo contrario, y, en sociología, miedo o rechazo a lo distinto o extraño y a los que no se parecen a nosotros ni actúan como nosotros, y es antónimo de “homofobia”. Y, al igual que la “homofobia”, es una manifestación del sexismo (“discriminación de las personas por razón de sexo”, drae). Es importante no confundir el sustantivo “heterofobia” con el también sustantivo femenino “xenofobia” (“fobia a los extranjeros”). Tanto el drae como el Moliner se brincan la palabra “heterofobia”, la omiten entre el adjetivo “heterodoxo” y el sustantivo “heterogeneidad”, como si el término y la noción no existieran. Desde luego, existen, aunque no estén registrados en el diccionario. Ejemplo: “La heterofobia se expresa también, al igual que la homofobia, en manifestaciones irracionales de violencia verbal.” De ahí el adjetivo “heterófobo” (también “heretofóbico”), que tampoco tienen cabida ni en el drae ni en el Moliner, pero que es del todo correcto y se aplica a la persona que tiene o manifiesta “heterofobia”. Ejemplo: “Algunas mujeres tienen duras expresiones androfóbicas y heterofóbicas.”
En cuanto al adjetivo y sustantivo “heterosexual”, el Clave lo define del siguiente modo: “Que siente atracción sexual por individuos del sexo opuesto.” Ejemplo: “Si a nadie le preguntan si es heterosexual, ¿por qué preguntarle a alguien si es homosexual? Si los diccionarios de la lengua española incluyen en sus páginas “homofobia” y sus derivados, deben incluir también “heterofobia” y sus derivados, del mismo modo que registran en sus páginas los términos “homosexual” y “heterosexual”, “homogeneidad” y “heterogeneidad”. He aquí algunos pocos ejemplos del uso de “heterofobia” y sus derivados: “heterofobia: el rechazo a lo diverso”, “la heterofobia no se considera discriminación” (claro, esto es lo que dicen los heterófobos), “heterofobia, hembrismo y racismo”, “la heterofobia no existe” (la heterofobia sí existe; lo que ocurre es que el término no está registrado en el diccionario de la lengua española), “si hay homofóbicos, hay heterofóbicos” (por supuesto: es un asunto de lógica). En Google hay 123 mil resultados de “heterofobia”.
Trigémino: tres veces gemelo El drae ha tenido más de un siglo para incluir en sus páginas el adjetivo y sustantivo “trigémino” (del latín trigeminus: literalmente, “tres veces gemelo” o “tres veces mellizo”), y no lo ha hecho porque no se le ha pegado la gana a la Real Aca-
Con frecuencia se olvida que, así como existe la “misoginia” (“aversión a las mujeres”), existe también la “misandria” (“aversión a los varones”).
demia Española. María Moliner, en su diccionario, ofrece dos acepciones: “adj. Se aplica a los hermanos nacidos en un parto de tres; adj. y n. m. Nervio sensitivo y motor del cráneo, que comunica sensibilidad a la mayor parte de la cara y el cuero cabelludo y anima los músculos de la masticación”. Recordemos la letra del son cubano “El paralítico”, de Miguel Matamoros, interpretado por el Trío Matamoros. Dice en la primera cuarteta: “Veinte años en mi término/ me encontraba paralítico/ y me dijo un hombre místico/ que me extirpara el trigémino”. La composición data de 1930, lo cual demuestra que, ya para entonces, era un término usado en el ámbito popular, tan popular como el del son cubano. Hoy, es utilizado ampliamente por médicos y fisioterapeutas. Sin embargo, la Real Academia Española sigue sin incluirlo en su diccionario, pese a que existe el Día Internacional de la Neuralgia del Trigémino, que se celebra el 7 de octubre. Supondrán los optimistas que, aunque el término esté ausente en el drae algo se dirá de él en el Diccionario panhispánico de dudas. ¡Pues no; ahí tampoco se dice nada del “trigémino”! Y si tiene usted dudas, al respecto, se queda con ellas. Por cierto, quien dio pie a la popularización del término “trigémino” en América fue un médico y charlatán español de nombre Fernando Asuero, que aparece mencionado en el son de Miguel Matamoros, en la cuarteta siguiente: “Dice un doctor farolero/ mucho más bueno que el pan:/ ‘Anda, ve a San Sebastián/ para que te opere Asuero’.” El autor de este inolvidable y maravilloso son refirió esto en 1930: “‘El paralítico’ lo compuse allá en La Habana en 1930. Lo hice porque en ese tiempo no se hablaba en Cuba de otra cosa que de un médico español llamado Fernando Asuero, que curaba la parálisis. El procedimiento que él usaba era inyectar un nervio que tenemos aquí en la nariz, que se llama trigémino, extirpándolo, y decían que con ese tratamiento se curaba la persona que estaba paralítica. Pero resulta que yo conocía a un billetero de la Plaza del Vapor, llamado Raúl Núñez, que era paralítico y que se trató con el doctor Asuero y no se había curado. Pensé entonces que eso de la cura era un truco, y compuse el son.” El estupendo son de Miguel Matamoros concluye, no sin ironía, que es más fácil curarse de la parálisis con la música, al escuchar el ritmo del son cubano, que con el bárbaro tratamiento del tal doctor Asuero. De ahí el estribillo: “Bota la muleta y el bastón/ y podrás bailar el son.” Como se ve, es más fácil enterarse del “trigémino” por medio del son cubano que por medio de la Real Academia Española y de sus asociadas de América. También podemos recurrir al Clave, en cuyas páginas leemos lo siguiente: “Nervio craneal que sensibiliza la mayor parte de la cara y actúa sobre los músculos masticadores.” He aquí su ejemplo: “Tiene parálisis de trigémino y no puede mover la mandíbula.” De ahí el adjetivo “trigeminal” (correspondiente o relativo al nervio trigémino) que, por supuesto, tampoco está incluido en el drae. Ejemplo: “Neuralgia del trigémino o neuralgia trigeminal.” Hoy, el uso de estos términos es amplísimo, pero la Real Academia Española prefiere llenar el drae de “amigovios”, “papichulos” y otras zarandajas de la farándula, antes que aportar conocimientos útiles y términos indispensables a los hablantes y escribientes del español. En Google hay más de seis millones de resultados del adjetivo “trigeminal” y casi dos millones del adjetivo y sustantivo “trigémino”. También, más de un millón y medio de la expresión “neuralgia del trigémino” y 220 mil de “nervio trigémino” l
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CURIOSIDAD Y VENGANZA DEL
GATO DE SCHRÖDINGER Aunque la expresión “aquí hay gato encerrado” señala que alguien oculta algo, también podría aplicarse a un experimento de física detonado al imaginar a un gato vivo-muerto dentro de una caja, lo que suena terrorífico. ¿En qué consiste?
“U
tilizamos gatos porque nos duran siete ensayos”: así dijo alguna vez Erwin Schrodinger (1887-1961), físico austríaco que hizo contribuciones trascendentes al desarrollo de la mecánica cuántica y sólo usó imaginariamente a un felino en un experimento mental. El doctor Alberto Güijosa, físico teórico del Departamento de Gravitación y Altas Energías del Instituto de Ciencias Nucleares de la unam, explica que “en el mundo cuántico hay dos ideas que casi se contradicen: la primera, que las partículas subatómicas pueden estar ‘indecisas’ respecto a su posición u otras propiedades (estado de superposición). Por ejemplo, si se tiene un solo electrón y dos cajitas, es posible colocar al electrón en una caja, o en la otra, ¡o en las dos a la vez!” Conocer esta información provoca mover dubitativamente la cabeza, al tratar de asimilar la paradoja. La otra idea, de acuerdo con las reglas de la mecánica cuántica, plantea que la “indecisión” desaparece en el momento en que un instrumento macroscópico —como los detectores que se utilizan para hacer mediciones— entra en acción. “Justamente aquí es donde pareciera haber una contradicción”, porque esos instrumentos, también integrados por partículas, deberían poder estar ‘indecisos’”. Sin embargo, la partícula se decide al ser medida —ocurre el denominado colapso. Aún no se sabe cómo pasa eso, “sólo tenemos partes de la respuesta” y a eso se le denomina problema de la medición.
Norma Ávila Jiménez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El gato decoherente Schrödinger ideó una excelente manera de ilustrar ese problema con el experimento imaginario aludido, con el cual la “indecisión” microscópica podía amplificarse hasta volverla macroscópica. “Para tratar de entenderlo, volvamos a pensar en el electrón de las dos cajitas y un detector que se conectaría a una palanca con un martillo amarrado a ésta.” Esa palanca bajaría o no, dependiendo el lugar donde el proceso de medición encontrara al electrón, o sea, en la primera o en la segunda cajita. Este dispositivo se instalaría dentro de una caja más grande, en la cual se colocaría un frasco de veneno debajo del martillo y a un erizado gato. Si la palanca bajara, el martillo rompería ese frasco, lo que mataría al minino, explica Güijosa. No hay que olvidar que el gato, el frasco, el martillo, la palanca y el detector están constituidos por partículas, por lo que las reglas de la mecánica cuántica implicarían que éstas también estarían indecisas, “¡así que el gato estaría vivo y muerto a la vez!”, ¡sería como un caminante blanco! Pero la cosa no para allí: el físico y matemático Eugene Wigner (1902-1995) propuso una secuela al experimento y agregó al “amigo de Wigner”, un personaje que abriría la caja del gato para observarlo. “Tomando en cuenta que sus ojos y su cerebro están hechos de partículas, estaría indeciso respecto a si está observando a un gato vivo o a uno muerto”, explica el especialista de la unam. Tal vez por ello Einstein, en una carta que le escribió a Niels Bohr refiriéndose a
la mecánica cuántica, le señaló: “El Viejo […)]no juega a los dados.” El concepto “decoherencia”, enfatizado por primera vez por Dieter Zeh en 1970 abrió otros caminos para tratar de entender qué sucede. Señala que cuando los objetos cuánticos interactúan con su entorno, comparten su indecisión. Esto implicaría que las numerosísimas interacciones del gato con el aire y la luz provocarían que cualquier indecisión se “escurriera” progresivamente a su alrededor. Se puede comprobar experimentalmente que eso ocurre en pequeñísimas fracciones de segundo. Con base en esto, varios investigadores han formulado nuevas interpretaciones, entre éstas la de los Muchos mundos, la cual propone que el universo es completamente cuántico y los objetos nunca se deciden, sólo parecen hacerlo. Si esto es cierto, el gato de Schrödinger estaría muertovivo y la mente del “amigo de Wigner albergaría simultáneamente esas dos opciones”. Aquí cabe recordar lo que decía el físico Richard Feynman: “Ni siquiera la propia naturaleza sabe qué camino va a seguir el electrón.” Para demostrar que estas alternativas están presentes incluso después de una medición, “tendríamos que hacer experimentos manipulando conjuntamente a los objetos y a la totalidad de su entorno, cosa que en la práctica es virtualmente imposible”, subraya Güijosa. Los científicos tienen mucho que entender; mientras tanto, en la imaginación de varios de ellos el gato de Schrodinger se defiende boca arriba tratando de no convertirse en zombie o planea su venganza, como propone la animación del búlgaro Chavdar Yordanov l
LA JORNADA SEMANAL
6 2 de junio de 2019 // Número 1265
CENTENARIO DEARTE YLAREVOLUCIÓN BAUHAUS: EN EL DISEÑO “¿Qué tienen que ver con la Bauhaus unas escaleras mecánicas en Medellín, unos caracteres gráficos en Amán, unos muebles de Londres, una iniciativa de agricultura urbana en Detroit y unas viviendas sin paredes en Tokio?”, se preguntan en el documental Mundo Bauhaus, difundido por la Deutsche Welle (dw) para conmemorar el centenario de su fundación el pasado primero de abril. ¿Qué tienen en común cientos de edificios y rascacielos del llamado “Estilo Internacional” erigidos en muchos países, con la Bauhaus?
Weimar, Gropius y la Bauhaus
Este diseño contemporáneo –arquitectónico, industrial, gráfico, tipográfico, de mobiliario, de cerámica, etcétera– hunde sus raíces profundas en la Bauhaus de 1919. Esta escuela se constituyó como una auténtica vanguardia artística y arquitectónica, la más importante del siglo xx, que trasciende hasta nuestros días.
El arte como utopía social
Román Munguía Huato ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Pocas semanas después de ser asesinados los revolucionarios Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Berlín, el 15 de enero de 1919, se funda la Bauhaus en la ciudad de Weimar. Producto de una revolución proletaria en noviembre de 1918 y de la derrota de la insurrección de enero de la Liga Espartaquista –aplastada violentamente por el ala derecha de la socialdemocracia encabezada por Friedrich Ebert–, la República de Weimar surge de una asamblea nacional el 11 de agosto. La derrota de Alemania significó una humillación para la naciente y poderosa burguesía germana que después emprendería, comandada por Hitler y sus huestes nazis, afanes imperialistas y nuevamente una guerra mundial. La abdicación del káiser Guillermo ii, el fin de la guerra y la desaparición del ii Reich desembocaron en el nuevo régimen republicano. Con la derrota estalló una crisis económica, social y política, pero también una efervescente creatividad en las artes y las ciencias. Este régimen tuvo vigencia de 1919 a 1933, precisamente el período de vida de la Bauhaus.
A partir de 1920 inicia un gran florecimiento cultural y artístico, como bien señala el historiador Eric Weitz: El espíritu de la revolución creó la sensación de que se abría un nuevo futuro, de posibilidades ilimitadas, que podía desarrollarse de forma más humanitaria. Y ello explica a su vez gran parte de los movimientos innovadores durante la República… La élite conservadora impugnó a la República de Weimar en su totalidad. El trabajo de los artistas, pensadores y arquitectos… fue muy cuestionado por los conservadores. Se trataba de la derecha establecida: los aristócratas, altos funcionarios, oficiales de las fuerzas armadas, banqueros, gente de la Iglesia, que no sólo eran antisocialistas y anticomunistas, sino también antidemocráticos. La revolución de 1918-1919 dejó intacto su poder. Estableció una democracia política, pero no terminó con la posición social y el poder de la élite ultraconservadora. Esa élite conservadora desafió a la República en todo momento. Muchos de los conflictos se centraron no necesariamente en la esfera política, sino también en los ámbitos cultural y social. Existió por ejemplo la “guerra de los techos de Zehlendorf”, en la que arquitectos y políticos conservadores, incluidos los nazis, argumentaron que los techos planos de la arquitectura moderna no eran alemanes. Para los conservadores, los techos debían ser a dos aguas y puntiagudos. Incluso se tildó a los techos planos de judíos.
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Imágenes: Vestuario de Oskar Schlemmer para el Triadic Ballet, Bauhaus, 1922. Acuarela del libro Visitas de Hess, Wassily Kandinsky, 1988 Edificio Bauhaus en Dessau, Alemania, diseñado por Walter Gropius.
La lucha de clases fue muy intensa, pero en la República ahora permanecía de manera latente y la oligarquía mantenía el poder dentro de un relativo equilibrio de fuerzas que se inclinó a su favor con la toma del poder por el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nazi) en 1933. El ascenso del fascismo fue la respuesta de la clase dominante alemana a los acontecimientos revolucionarios que siguieron a la primera guerra mundial. “La llegada al poder de los ‘nacionalsocialistas’ significará sobre todo el exterminio de la flor y nata del proletariado alemán, la destrucción de sus organizaciones” (Trotsky). La política de los socialdemócratas y los estalinistas fue mantener dividido e indefenso al movimiento obrero frente a la amenaza nazi, y el fascismo alemán fue abrumador como una terrible pesadilla hasta 1945. La postguerra generó una proliferación de variedades del radicalismo social –y como escribe Donald Drew Egbert en su libro El arte y la izquierda en Europa: de la Revolución Francesa a mayo de 1968– haciendo “surgir asimismo una gran variedad de movimientos artísticamente radicales, que entendían ser una parte integral de la revolución… Los movimientos modernos en las diversas artes y que recibieron su expresión más importante en la famosa escuela de la Bauhaus, no fueron –en términos políticos– específicamente socialistas o comunistas en su origen o en su desarrollo”. Tales movimientos artísticos subrayaban la importancia de una síntesis orgánica de las artes, sin formular distinción entre arte y artesano; síntesis propia del espíritu pedagógico de la Bauhaus. La historia de la Bauhaus inicia cuando Walter Gropius, berlinés (1883-1969), une la Escuela de Bellas Artes con la Escuela de Artes Aplicadas o Escuela de Artes y Oficios, en Weimar, tierra de Goethe y Schiller. Gropius fue su primer director y reunió a maestros de muy alto nivel y prestigio para la educación de las artes y el diseño. El nombre completo de la escuela era Staatliche Bauhaus (Casa de la Construcción Estatal).
La Bauhaus, síntesis del arte y el diseño modernos La escuela tuvo tres períodos: de 1919 a 1925; de 1926 a 1930, y de este año a 1933. Hubo tres directores: Walter Gropius, de 1919 a 1928; Hannes Meyer, suizo (1889-1954), de 1928 a 1930; Ludwig Mies van der Rohe, Aquisgrán, Alemania (18861969), de 1930 a 1933. Weimar, Dessau y Berlín, fueron las ciudades que alojaron a la escuela. Gropius escribió en abril de 1919 el Manifiesto de la Bauhaus: ¡El último fin de toda actividad plástica es la arquitectura! Decorar las edificaciones fue antaño la tarea más distinguida de las artes plásticas, que constituían elementos inseparables de la gran arquitectura […] ¡Arquitectos, escultores, pintores, todos debemos volver a la artesanía! No existe ninguna diferencia esencial entre el artista y el artesano ¡Formemos pues un nuevo gremio de artesanos sin las pretensiones clasistas que querían erigir una arrogante barrera entre artesanos y artistas!
Nunca en tan poco tiempo y en el mismo lugar se reunieron tan grandes maestros del arte y la arquitectura moderna: Paul Klee, Vassily Kandisky, Gropius y Van der Rohe. Algunos profesores de la escuela también pertenecían al Novembergruppe –Grupo de Noviembre, por la revolución alemana de noviembre de 1918–, movimiento artístico ligado al expresionismo, fundado en Berlín el 3 de diciembre de 1918. En sus miembros figuraron pintores y escultores, entre otros, como Kandisky, Klee, Lyonel
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Feininger, y Käthe Kollwitz; arquitectos como Erich Mendelsohn y Van der Rohe; compositores como Alban Berg y Kurt Weill; y el dramaturgo Bertolt Brecht. Ese año, también bajo el influjo de la Revolución, siguiendo el ejemplo de las asambleas de trabajadores y de soldados, se formó el Arbeitsrat für Kunst (Consejo Obrero para el Arte), de cuya dirección formó parte Gropius. Muchas agrupaciones de todo tipo anhelaban el cambio social necesario para “crear una nueva humanidad, una nueva forma de vida del pueblo… entonces el pueblo volverá a participar en la construcción de las grandes obras de arte”, escribió Gropius.
Dadaísmo, cubismo y otras influencias La Bauhaus también fue consecuencia de grandes movimientos artísticos que le precedieron, como Arts and Crafts (Artes y Oficios), encabezado por el inglés William Morris. El mismo Gropius reconoció la influencia de Morris y de John Ruskin. El Art nouveau o Jugendstil igualmente influyó. También fue precursora la Deutscher Werkbund (dwb. Asociación Alemana del Trabajo), fundada en 1907 para fomentar la colaboración entre la industria y el diseño; Gropius fue destacado integrante de la dwb, y siempre consideró que la separación entre bellas artes y oficios, ocurrida en la tradición académica, había causado un desastre en las artes. El dadaísmo, el cubismo, el suprematismo y el constructivismo rusos, De Stijl y la Secesión vienesa, fueron influencias contemporáneas sobre la Bauhaus. La Bauhaus no solamente es el fruto de una época que se sentía revolucionaria, sino también es producto esencial de los procesos políticos y económicos. De los primeros en relación con la lucha de clases, y de los segundos con el desarrollo capitalista de una industrialización tardía pero muy poderosa. La Bauhaus se trasladó en 1925 a la progresista ciudad industrial de Dessau, debido a la caída del gobierno provincial de Weimar en 1923 por causa del supuesto radicalismo político de la escuela. En Dessau existía un gobierno socialdemócrata que facilitó la construcción del edificio diseñado por el propio Gropius. La Bauhaus siempre recibió el apoyo de los partidos de izquierda y siempre fue atacada por la derecha política. En 1928 Gropius renunció a la dirección de la escuela y, ante la negativa de Van der Rohe, propone a Hannes Meyer, quien era entonces director de la sección de arquitectura. Meyer se declaraba abiertamente comunista y permitió la extrema politización izquierdista de la escuela. Consideraba que las reflexiones de Gropius acerca de la relación entre arte e industria eran superficiales y completamente dominadas por la estética. También era visiblemente simpatizante de la urss, ya para entonces dominada por Stalin. En los años treinta y en adelante, a Meyer podemos considerarlo un estalinista con una visión “marxista” de la arquitectura demasiada dogmática. El 1 de agosto de 1930, Meyer fue despedido por motivos políticos. Su sucesor fue Ludwig Mies van der Rohe. Tom Wolfe escribió en 1975 un libro: ¿Quién teme al Bauhaus feroz? El 30 de enero de 1930 la Bauhaus es declarada por el nazismo como fuerza política subversiva, “nido de comunistas” y como la élite de “color rojo”; bolchevismo cultural, judía y “arte degenerado”. En 1933, en Berlín se cierra la Bauhaus y el edificio en Dessau se convierte en sede de un cuerpo militar destinado a ejecutar a todo enemigo del nazismo. El contraste era muy claro: por un lado, el fascismo representa fielmente el totalitarismo de la barbarie social y, por otro, la Bauhaus la modernidad progresiva y una utopía social l
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8 2 de junio de 2019 // Número 1265
EL TAMBOR DE HOJALATA Y LA DECADENCIA DE OCCIDE 60 años de la obra cumbre de Günter Grass
Este 2019 se celebra un triple aniversario: 60 de la aparición de la novela, 40 de la película y 20 del Premio Nobel a Günter Grass. Escrita en París y publicada en Alemania en 1959, El tambor de hojalata, la obra maestra de Günter Grass –Premio Nobel de Literatura en 1999– es uno de los acercamientos más audaces y desprejuiciados a la niñez, al punto de que aún hoy importuna a las buenas conciencias, perturbadas por Oskar Matzerath, el protagonista que narra, desde su infancia fraudulenta, el horror de los adultos a la sexualidad, el pensamiento libre y la rebelión interior, revelando así la persistente decadencia del modelo de vida occidental.
N
acido en 1927 en Danzig (hoy ciudad polaca), al término de la segunda guerra Günter Grass se incorporó al Grupo 47, que reunió a jóvenes escritores alemanes y austríacos (en el grupo coincidieron, entre otros, Heinrich Böll, Paul Celan y Hans Magnus Enzensberger) que proyectaron cimentar la nueva literatura alemana, idea ambiciosa, toda vez que se propusieron trascender el simplismo revisionista que en más de una ocasión aqueja a los movimientos artísticos de las postguerras. De esos días y hasta su muerte, en 2015, Grass se dedicó de cuerpo entero a la literatura, dejando una obra prolífica que aún falta explorar. De hecho, El tambor de hojalata comienza con una reflexión sobre las diversas formas de escribir una novela: “Me han dicho que hace buena impresión y resulta modesto comenzar afirmando que hoy no hay héroes de novela porque ya no hay individualistas, porque se ha perdido la individualidad, porque el ser humano está solo, todos los seres humanos igual de solos, sin derecho a la soledad individual, y formando una sola masa solitaria, anónima y sin héroes.” Respecto de su vida, Oskar Matzerath toma dos decisiones como medios para conservar el albedrío: dejar de crecer, primero; trizar su historia personal y diluirla en la colectiva, después. Oskar, el protagonista, vive una existencia que Oskar el narrador habrá de enredar y tergiversar. Por eso alternativamente la realidad es ridícula, trágica e inverosímil: Posiblemente el Columbus se hundió simplemente, siguiendo el ejemplo de mi abuelo, y hoy sigue vagabundeando con sus cuarenta mil toneladas, salón de fumar, gimnasio de mármol, piscina y cabinas de masaje a, digamos, los seis mil metros de profundidad de la fosa de Filipinas o del abismo Ernden; se puede verificar en el Weyers o en los almanaques navales… Yo creo que el primero o segundo Columbus se hundió sólo porque el capitán no quiso sobrevivir a alguna deshonra relacionada con la guerra.
Moisés Elías Fuentes* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Aunque la historia ocurrida y la historia soñada se muestran por igual desmesuradas y contradictorias, Oskar se empeña en consignarlas para expiar la ambigüedad y los excesos de su historia
individual, la del niño-adulto, libidinoso digno del marqués de Sade y cobarde, que con su voz destroza cristales, como los nazis en la fatídica noche de los cristales rotos, pero que a la vez desafía con su tambor el orden patriarcal saturnino del nazismo. Encadenado a un mundo discordante, Oskar ahonda la discordancia al desdoblarse en narrador y personaje, de manera que habla de Oskar el niño en primera y tercera persona, e incluso con un “nosotros” exasperante, en cuanto confunde las acciones y pensamientos del narrador y el niño, al punto que a ratos no sabemos quién actúa y quién piensa. Así, en las fantasías de Oskar con el vestido negro de la señorita Kauer: El vestido negro de la señorita Kauer, con sus mil botones, me servía de partitura. Puedo decir sin temor que conseguía vestir y desvestir sobre mi hojalata, varias veces al día, a aquella flaca señorita, compuesta sólo de arrugas, abrochando y desabrochando sus botones al son de mi tambor y sin pensar realmente en su cuerpo.
Más allá de la perversión, la matronolagnia de Oskar niño deriva de la obsesión por burlar toda posible restricción, pero sin más gozo que el acto, que se vuelve estéril. Por ende, el deseo de Oskar niño por las mujeres viejas es una transgresión pero no un acto creativo, que no supera la necrofilia inherente al nazismo; de ahí la fijación de Oskar en los vestidos de la señorita Kauer y de la señorita Spollenhauer, amortajadas en sus trajes masculinizados.
Oskar Matzerath: la ambigüedad como bandera Nacido en la Alemania de la postguerra, Oskar observa la degradación moral de la nación, humillada por la derrota y más por el leonino Tratado de Versalles. De la humillación emerge la doble moral de los habitantes de Danzig, fieles a Polonia pero zalameros con Alemania, como la madre de Oskar, Anna, y sus amoríos con un alemán nazi y un judío polaco: Con la desintegración del alma esbelta y el exuberante cuerpo de mi mamá, se desintegró la amistad
ENTE.
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de dos hombres que se habían mirado en el espejo del alma de ella y se habían alimentado de su carne, y que ahora, cuando les faltaban ese alimento y ese espejo convexo, no encontraban otra cosa que sus reuniones varoniles políticamente opuestas, aunque, sin embargo, fumaran el mismo tabaco.
A despecho del axioma de Karl Marx según el cual la historia se repite como farsa, en El tambor de hojalata la historia individual y la colectiva se pervierten en una farsa destinada a la tragedia, y así como el triángulo amoroso se desarmoniza con la muerte de Anna, la vida alemana se trastoca a tal punto con el fin de la república de Weimar y el ascenso del nazismo al poder, que ha de terminar en un carnaval infausto cuya repercusión aún percibimos. Con sentido magistral de la relación entre historia y literatura, Grass cimentó la narración de El tambor de hojalata en dos discursos confluyentes: la novela picaresca española y Simplicius Simplicissimus, de h. j. von Grimmelshausen. De la picaresca hispana retomó el humor impúdico de pueblo común, encadenado a la rigidez moral impuesta por Felipe ii, adicto a la contrarreforma; de la novela alemana, la carcajada amarga de los sobrevivientes de la Guerra de los Treinta Años, que condenó a la miseria a millones de campesinos y artesanos; de ambas, la estética hiperbólica barroca, que cuestionó los principios éticos que fundamentaron la intolerancia religiosa que ensangrentó a Europa Con las lecturas Grass también descubrió las raíces de un ejercicio de la violencia que muchos creían –y aún creen– privativo del nazismo: la burocratización de la muerte. Y es que, en efecto, tanto los narradores de la picaresca hispana como Von Grimmelshausen atestiguaron la evolución de la intolerancia religiosa, que transitó de acciones más o menos aisladas a un sistema burocrático que volvió abstracto al propio cristianismo. Así como la religión se indeterminó, la dictadura nazi indeterminó el ejercicio político, de modo que Estado, partido y sistemas de control se hicieron indisociables abstracciones represoras de víctimas despersonalizadas. De ahí que Oskar pronuncia con indiferencia los nombres de las ciudades donde se verifica la guerra, perorata en la que apenas usa signos ortográficos, parodiando la pretendida exactitud lacónica de la burocracia nazi: En el año cuarenta y tres se habló mucho de Stalingrado. Sin embargo, como Matzerath pronunciaba el nombre de esa ciudad igual que antes los nombres de Pearl Harbor, Tobruk y Dunquerque, no presté a los acontecimientos en aquella ciudad lejana más atención que a los de otras ciudades que fui conociendo a través de los comunicados especiales; porque para Oskar las noticias de la Wehrmacht y los comunicados especiales eran una especie de lección de geografía.
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Natural de Danzig, que por años saltó del dominio alemán al polaco, Grass utilizó ese carácter dual como alegoría de la doble moral europea, con países que alternadamente son invasores y ocupados, imperios y colonias. Más temprano que tarde, la fluctuación lleva no a un mundo de esclavos que buscan libertad, sino a otro en que los sirvientes ansían ser amos y los amos temen perennemente ser rebajados a siervos. De este mundo neurótico procede la ambigüedad de Oskar, a un tiempo sincero y farsante, héroe y cobarde, leal y traidor. A contrapelo del trauma alemán, que presenta un colectivo culposo que carga los crímenes nazis, Grass develó el ambiguo espíritu de individuos deseosos de placeres y de intelectualismo, pero lejos de represiones morales. Y esos individuos reflejan el individualismo de la sociedad europea, libre de pecados, autocomplaciente, que culpa al colectivo por los delitos y se exonera en lo individual, por lo que Oskar no se preocupa de los muertos en el combate sino de lo que ha de llevar a París: Mientras que el dios de la embriaguez desatada me aconsejaba no llevarme absolutamente nada para leer y, si lo hacía, sólo un legajo de Rasputín, el astutísimo y demasiado razonable Apolo quería disuadirme por completo de ir a Francia, pero, cuando se dio cuenta de que Oskar estaba decidido al viaje, insistió en que me llevara un equipaje lo más completo posible: tuve que cargar con cuanto bostezo distinguido había dado Goethe hacía siglos, pero, por tozudez, y también porque sabía que Las afinidades electivas no podían resolver todos los problemas de carácter sexual, me llevé también a Rasputín y su mundo de mujeres desnudas, aunque con medias negras.
El trauma alemán devino para Grass en un espantajo inocuo, que asusta a la colectividad culpable pero no al individuo inimputable, que ha sido conducido a los hechos, pero no los propició, como Oskar, que participa en los actos, pero casi nunca los provoca. Por tanto, crímenes y culpas se vuelven abstracciones, como la política durante el nazismo y la religión en las guerras entre católicos y protestantes. A sesenta años de su aparición, en El tambor de hojalata se atisba la Europa actual, que se condena en lo colectivo y se exime en lo individual, de modo que las injusticias sufridas por los migrantes africanos y del Oriente medio se deben a la Europa abstracta y no a los europeos como individuos concretos. El resurgimiento del fascismo, el nazismo o el franquismo, devela sociedades que, ante su decadencia moral, intelectual y económica, prefieren despertar al demonio colectivo que confrontar a las almas individuales con las atrocidades cometidas. Sociedades incoherentes que se flagelan con listones de seda y se medicinan con autoengaños, como la alemana que Grass observó y retrató al compás de su tambor literario. * Nacido en Nicaragua en 1972, Moisés Elías Fuentes es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Universidad Nacional Autónoma de México y maestrante de Estudios Latinoamericanos por la misma casa de estudios. Poeta y ensayista, ha publicado, entre otros, De tantas vidas posibles y El lago y la torre. Seis poetas vanguardistas nicaragüenses.
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EL NEZAHUALCÓYOTL DE LEÓN-PORTILLA Nezahualcóyotl. Arquitecto, filósofo y poeta, Miguel León-Portilla, foem , México, 2018.
Marco Antonio Campos
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EN UNA EDICIÓN artística, hecha por el gobierno del Estado de México, donde se entrevé la mano mágica de Félix Suárez, se publicó Nezahualcóyotl, de Miguel León-Portilla. Con el bello estilo y el extraordinario conocimiento del mundo de los pueblos nahuas que lo caracteriza, León-Portilla logra no sólo un rescate de la vida del Tlatoani de Tezcoco, sino el contexto que le tocó vivir, con base en fuentes de primera mano: códices prehispánicos o códices antiguos
copiados inmediatamente después de la conquista española (en la conquista los españoles los habían destruido casi todos: Xólotl, Tlotzin, Quinatzin, En Cruz y Tepechpan); las crónicas de Fray Diego Durán, Fray Juan de Torquemada, Fernando Alva Ixtlixóchitl, Juan Bautista Pomar, y las dos grandes colecciones de poemas antiguos escritos en lengua náhuatl, Cantares mexicanos y, con un título extraño, Romances de los señores de la Nueva España. Al final del libro están todos los poemas conocidos de Nezahualcóyotl, en versión bilingüe, incluso los que tienen una notoria mano de los misioneros españoles, pero, pese a todo, desde hace medio siglo no dejan de deslumbrarnos por su belleza o conmovernos con sus preguntas y conjeturas. Nosotros sentimos especialmente próximos los de tono elegíaco. León-Portilla repasa la vida de Nezahualcóyotl desde 1418 a 1472, año de su fallecimiento: el asesinato artero de su padre, Ixtlixóchitl, en 1418, a manos de los tepanecas de Azcapozalco; sus sagaces fugas durante diez años a las calculadas trampas que le tienden Tezozómoc y Maztla, señores de Azcapozalco; la alianza con los mexicas y tlacopenses para derrotar a los tepanecas; el ascenso en 1431 como Gran Señor de Tezcoco; el inicio del dominio de mexicas, tezcocanos y tlacopenses, primero, sobre los pueblos del valle de Anáhuac y a lo largo de noventa años de gran parte de Mesoamérica; el engrandecimiento cultural y artístico de Tezcoco; la creación, como decía el cronista Juan Bautista Pomar, de “un gran aposento que era el archivo real de sus padres, en que estaban pintadas sus cosas antiguas”, es decir, los códices que narraban los hechos en pinturas preciosas; la funesta jugada de Nezahualcóyotl a Cuaucuahtzin, señor de Tepechpan –lo manda matar–, para casarse en 1540 con su prometida Azcaxóchitl; la feroz hambruna que azotó la región central en 1454; la muerte, a manos de mexicas y tlacopenses, por órdenes de Motecuhzoma Ilhuicamina y Totoquihuatzin, del hijo heredero de Nezahualcóyotl, Tetzauhpiltzin, bajo el supuesto de “que alardeaba de que era más poderoso que su padre” y que lo sufrió profundamente; el nacimiento de su hijo, Nezahualpilli, quien sería después el heredero del gran señorío; las construcciones de gran ingeniería: una, del dique, que contenía las inundaciones en la laguna e impedía las mezclas de las aguas dulce y salada, y la otra, del acueducto, que llevaba el agua potable de Chapultepec a México-Tenochtitlan y a Tezcoco; la zona
arqueológica de Tetzcutzingo, obra de ingeniería hidráulica, y claro, los palacios de su ciudad… Si el primer Motecuhzoma fue el gobernante que dio más gloria al imperio de los mexicas, Nezahualcóyotl representó, en el México antiguo, la figura prehispánica que correspondería en Europa, principalmente en Italia, al gran hombre renacentista. Una presencia magna como estadista, legislador, urbanista, arquitecto y el más alto poeta lírico, no sólo de lengua náhuatl, sino tal vez de cualquier civilización antigua americana. Si existieron otros poetas a su altura ya no nos llegaron en tal belleza y número sus composiciones. Motecuhzoma Ilhuacamina y Nezahualcóyotl eran primos. Como se sabe, hay un inolvidable canto que compuso para Motecuhzoma cuando estaba enfermo y viejo, y donde hay versos descriptivos sobre la laguna y m-t: “Donde están erguidas las columnas de jade,/ donde están ellas en fila,/ aquí en México,/ donde en las oscuras aguas/ se yerguen los blancos sauces,/ aquí te merecieron tus abuelos,/ aquel Huitzilíhuitl, aquel Acamapichtli./ ¡Por ellos llora, oh Motecuhzoma!/ Por ellos tú guardas su estera y su solio./ Él te ha visto con compasión,/ él se ha apiadado de ti, ¡oh Motecuhzoma!/ A tu cargo tienes la ciudad y el solio.” Los libros de León-Portilla nos han acompañado desde hace muchos años y nos han sido bellamente útiles en nuestros cursos y clases en universidades extranjeras. Los tres tomos de la Poesía náhuatl, o más precisamente, de la colección de los Cantares mexicanos, que publicó la unam en 2011, y que hizo con la colaboración –estudios y traducciones– de Guadalupe Curiel Defossé, Ascensión Hernández de León-Portilla, Liborio Villagómez, Salvador Reyes Equiguas, Librado Silva Galeana y Francisco Morales Varanda, es una nueva versión admirable de los poemas que ya había traducido antes, y muestra para siempre que en el siglo xv y parte del xvi se concibió uno de los mejores conjuntos de poesía de Occidente, como en Europa lo hicieron los trovadores, los sicilianos y los poetas del Dolce Stil Nuovo, en los siglos xii, xiii y xiv en diversos países. Conjuntos de poemas, con su propio código lingüístico, que no se parecen a ningunos otros. No hay palabras para decir todo lo que debemos a Miguel León-Portilla, orgullo universitario, orgullo de México, quien, como persona con nosotros –perdón la intromisión–, se comportó también con una nobleza de caballero
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EL LLAMADO DE SANTA TERESA Del delirio al amor, Alejandra Atala, Quadrivium, México, 2018.
Elena Poniatowska ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
EN SU DUODÉCIMO libro, Pies de trapo, publicado en 2017, Alejandra Atala se desprendió de sí misma para dejar al descubierto el duelo por su madre. La impresión que nos causó fue que no podría haber un libro más íntimo ni más desgarrador. ¿Cuántos salen airosos después de ese duelo tan primigenio, el de la primera separación, el de nuestro origen? Alejandra no sólo lo superó; lo compartió con sus lectores y, no conforme con eso,
ahora nos presenta a Teresa de Jesús, una vez más, de manera tan personal que el éxtasis de la poeta española parece propio. Hizo nuestra una experiencia divina, reservada sólo a unos cuantos. “Nada te turbe,/ nada te espante,/ todo se pasa,/ Dios no se muda,/ La paciencia,/ todo lo alcanza…”, parecía decirle Teresa de Jesús a Alejandra Atala mientras leía biografías, ensayos, obras y los múltiples estudios dedicados a Santa Teresa de Jesús. Nada la espantó, nada la detuvo, siguió adelante afanosa y lúcida con sus investigaciones hasta llegar a la mística ante quien cayó rendida e imploró: “Dadme riqueza o pobreza,/ dadme consuelo o desconsuelo,/ dadme alegría o tristeza,/ dadme inferno o dadme cielo,/ vida dulce, sol sin velo,/ pues del todo me rendí:/ ¿qué mandáis hacer de mí?” El resultado de este camino ascendente es Del delirio al amor, una hagiografía única que instaura el diálogo íntimo entre dos autoras unidas por la entrega. ¿Cómo fue el tránsito de Alejandra Atala a la comprensión de Teresa de Jesús? Sin duda, recorrió las tres vías, la purgativa, la iluminativa y la unitiva. “¿Cómo puede ser, amiga mía, que se ha detenido el andar de mis letras, en un temor que se instaura en el silencio y es un temblor en mi mentón que hace entrechocar mis dientes y es un ardor en mi garganta y pecho, la voz que mi oído escucha en la imposibilidad de continuar, a saber por qué…?” –preguntó Atala a la santa; quizá buscó la respuesta entre los cientos fervorosos versos dedicados a Dios. Fue tan sólida la conexión entre ambas que la vida de Teresa de Jesús y la de Alejandra Atala quedaron unidas. ¿Sabrá la monja de Ávila que en este siglo, una joven mujer, delgada y espiritual, la entiende y la cuida como la madre amorosa que perdió en la infancia? Mi admirada Angelina Muñiz-Huberman acierta al afirmar: “Obra breve, pero enjundiosa que se interna por caminos donde la ley del espíritu guía hacia una iluminación total que sólo pocos han recibido. Este es el propósito de la armonía de las palabras que Alejandra ha hecho sonar a lo largo de sus páginas.” Y sí, lo primero que se percibe es
la armonía y también la devoción que la propia Alejandra Atala, con su voz clara, armoniosa e inteligente, reparte sobre quienes la escuchan. La voz de otras mujeres debería ser escuchada, las voces de ahora, las de antes y la de quienes están por venir. Alejandra Atala, consciente de la importancia que tiene la difusión de la literatura escrita por mujeres, rescata la vida y obra de Santa Teresa de Jesús, nacida en Ávila, España, en 1515; la mística que nos legó “Las moradas”, obra que se compara a la de San Juan de la Cruz, el otro gran místico español. La propia Alejandra inició su camino gracias a un llamado similar al de Teresa de Jesús. Nuestra autora, poeta y ensayista, rescata en sus versos a la santa que habla del amor religioso y vivió su matrimonio con Dios con tanta pasión que aún después de seis siglos nos conmueven. Pocas autoras tan receptivas como Alejandra Atala, cuyo bello nombre de escritora salta a la vista. En esta biografía poética ambas autoras, Alejandra y Teresa, Teresa y Alejandra, nos llevan de la mano por el camino de la revelación divina
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El tlacuache aguamielero,Víctor José Palacios, Editorial Resistencia, México, 2018.
Cosmogonías infantiles
Abecedario íntimo, Jorge Hernández, Laberinto, México, 2018.
El alfabeto del poema
Vanessa Téllez
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ESCRIBIR LITERATURA infantil no es sencillo. Así como un niño frente a una obra de teatro puede ser el crítico más feroz con un solo bostezo, con un libro puede suceder lo mismo. El tlacuache aguamielero, de Víctor José Palacios, aunque de corte infantil, no dejará indiferente al adulto que lo lea. Publicado en edición trilingüe, inglés, español y náhuatl, se trata de una creativa reinterpretación de la cosmogonía mexicana. La historia nos introduce en la mitología del México antiguo a través de las aventuras de un personaje llamado Señor Tlacuache, quien desde el inicio se convierte en el puente de comunicación entre los seres vivos y los dioses. Ambientada con ilustraciones referentes a la historia, el cuento introduce a los niños en la historia mexicana con elementos característicos de su flora y fauna. La trama se centra en introducir, con base en referencias de esculturas y códices, la importancia del tlacuache como una figura que en el pasado rozó la divinidad. La importancia del personaje principal, además de vincular a los seres vivos con el mundo en el cual ahora habitarán, consiste en que tiene el poder de otorgar nombres a los elementos orgánicos que van llegando hasta él. Al mismo tiempo, el libro retrata la importancia que los dioses de las culturas mexica y náhuatl tuvieron en el pasado, como fuente de conocimiento y vinculación religiosa. No obstante, la imagen de las deidades no es abordada desde la devoción y formalidad, sino desde la cercanía y solidaridad. Mayahuel, diosa del maguey y de la embriaguez, aparece como una ayudante cariñosa del personaje principal. Otro ejemplo es Xiuhtecuhtli, dios del fuego y
Ricardo Venegas ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
del calor que, aunque menos efusivo que Mayahuel, aporta a su manera solidaridad al Señor Tlacuache. Tepeyollotl, dios de las montañas, y Mictlantecuhtli señor de lugar de los muertos, también aparecen a lo largo de la historia para ilustrar con sus palabras el respeto a las leyes de la naturaleza y la importancia de las acciones buenas en la vida. El libro reitera una visión cosmogónica que explica por qué el hombre y los otros seres vivos son como son y por qué continúan perpetuando ciertos comportamientos. La narración de José Palacios, no obstante la intención de enfatizar la importancia de los hechos mitológicos, se apoya en un lenguaje simbólico pero sencillo. El tlacuache aguamielero es una de esas lecturas imprescindibles, sin importar si se es niño o adulto. En sus páginas el lector compartirá momentos entrañables que, sin exagerar en el sentimentalismo, ofrecen más de una lección de valores necesarios para respetar todas las formas de vida presentes en la naturaleza y, al mismo tiempo, entender que la muerte es parte del ciclo natural de la vida
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
LOS DÍAS NO SON idénticos ni se viven del mismo modo, aún cuando la rutina parece generar réplicas del acto de existir. De marcar la diferencia, de eso se encarga la poesía. Sin una definición del oficio lírico, el volumen Abecedario íntimo (2018) de Jorge Hernández Cruz desgrana erotismo y un lenguaje lúdico, la presencia del padre, del hermano y también de los hijos. En el prólogo de esta edición, Felipe Garrido advierte: “Los poetas suelen tener ideas sobra la poesía, pero no saben qué es.” Y es cierto. Al que escribe sólo le corresponde navegar y recordar con Kant que “si el pájaro se da cuenta que vuela, cae”. Del mismo modo se sabe que la poesía no es un género de multitudes, por lo que muchos autores también tienen el privilegio de ser leídos de forma selectiva, aún cuando la poesía misma no se proponga ser de una élite. En una suerte de abecedario interior, el autor desdobla una serie de poemas que conforman un mapa significativo por su actualidad. Sucesos como el terremoto del 19 de septiembre aparecen en las líneas de este compendio: “Entre varillas, lozas y amigos/ mi carne queda retorcida/ mi corazón grita como animal/ Si dios lo viera se avergonzaría/ de la infamia de sus críos/ del imaginario que deja/ quizá sea su cansancio.” Si algo es cierto es lo que sentimos, la experiencia de la lectura y el impacto de lo leído, quizá éste sea el mejor ángulo del libro de Jorge. Mario Meléndez nos lo recuerda cuando dice: “Cruz nos recuerda que el sentido de pertenencia está cifrado por un pulso familiar irrepetible, que hace de la infancia, la amistad, el amor y todas las variables que desfilan por estas páginas, una travesía interior poblada de adioses y de ausencias, de ritos casi funerarios que nos hablan en un idioma crepuscular”
CAMILLE PAGLIA Y LYDIA DAVIS, dos figuras del pensamiento y la creación en E.U.
Arte y pensamiento
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Las rayas de la cebra/ Verónica Murguía La otra escena/ Miguel Ángel Quemain
Carpinteiro delira sobre el cuerpo de Ángeles Marín Sombras en el paraíso Groucho Marx
El club de Groucho TODOS CONOCEMOS la frase de Groucho Marx: “Jamás aceptaría pertenecer a un club que admitiera como miembro a alguien como yo.” Se sabe que la dijo cuando solicitó la membresía en un club con su nombre verdadero: Julius Henry Marx. No fue aceptado. Supongo yo que el apellido, por judío y, bueno, marxista, espantó a los prejuiciosos directivos, a quienes imagino con la facha de Trump y sus derivados. Luego, cuando en el club supieron quién era en realidad Julius Henry, abrieron sus puertas de par en par, pero Groucho ya no quiso entrar. Ignoro si fue miembro de alguna asociación. En mi opinión Groucho podría haber sido el rey del universo. Todos los clubes le quedaban chicos. El mundo entero era su club. La frase dichosa es uno de mis lemas. Jamás he podido pertenecer a club alguno: no doy el ancho, ni el angosto, ni la altura. No me siento cómoda en ningún colectivo. Claro que soy una inadaptada, pero el asumirlo puede tener sus ventajas. Me obliga a asumir mis decisiones. Traigo esto a colación porque he estado intrigada por noticias recientes: la primera, la mención de Emiliano Salinas Occelli como miembro de la secta nxivm, una asociación que promovía cursos de crecimiento personal y que era, en realidad, una secta que despojaba a sus miembros de todo, hasta la dignidad. El líder, Keith Raniere, tenía “derecho”, entre otras cosas, a ordenar que a sus socias les tatuaran sus iniciales en la cadera con un cautín mientras ellas repetían algo así como “Maestro, es un honor, por favor”, etcétera. Hay que decir que Emiliano Salinas no hizo nada parecido y que la prensa estadunidense reporta que, al escuchar los rumores sobre Vanguard, el título que Raniere exigía para sí, el cautín y todo lo demás, Salinas se separó de nxivm. La otra noticia que me llamó la atención fue el escándalo que se suscitó debido a un homenaje que se pretendía hacer al líder de la secta La luz del mundo, Naasón Joaquín García, en el Palacio de Bellas Artes. En mi opinión, si
se quiere saber de qué va esta secta, sólo hay que mirar sus templos: los edificios más extraños que he visto en la vida y eso que siempre he radicado en cdmx, lugar donde hay castillos normandos, torres forradas de azulejo y cúpulas rusas, todo en la misma colonia. Esta secta, originaria de Jalisco, surgió por un sueño en que Dios le comunicó al fundador que debía iluminar al mundo. El líder anterior al señor García, el del homenaje, fue Samuel Joaquín Flores, quien murió en 2014 y estaba seguro de ser el ángel de Apocalipsis. Si cualquier individuo, incluyendo a Groucho, manifestara cerca de mí que es el ángel de Apocalipsis, yo saldría corriendo y no pararía hasta que se me deshicieran los zapatos. No diré lo que opino de la reacción del gobierno, tanto de la cdmx como del país. Me dejó tan pasmada como quedo ante las iglesias de La luz del mundo. Las sectas pueden ser muy peligrosas, sobre todo aquellas en las que se exige obediencia, trabajos forzados y la donación obligatoria de dinero y tiempo. Suele pasar que, también, se incluye en el servicio la sujeción sexual. En Estados Unidos son una auténtica plaga y hay muchísimas que ofrecen vida eterna, felicidad, poder y dinero. Nada de esto es posible, pero siguen sumándose miembros reclutados, sobre todo, entre jóvenes y personas de pocos recursos (aunque nxivm esclavizaba personas ricas). Incluso hay psicólogos especializados en “desprogramar” a quienes deciden y logran salirse. Este año se cumplen veinticinco del desastre de Waco, Texas, donde murieron David Koresh –quien se creía Dios–, varios miembros de su secta y cuatro agentes de la fbi. ¿Qué es lo que impulsa a una persona a deponer su vida y dejarla en manos de otro? No tengo idea. Si me apuran, lo mismo que nos apremia a formar parte de algo: religión, partido político, porra del fut. Y creo que no hay necesidad de hacerlo: ya somos parte de algo, nos guste o no. La humanidad, hombre
SE PRESENTA Sombras en el paraíso, de Alberto Estrella, dirigida por Víctor Carpintero, con la interpretación de Ángeles Marín, en el escenario de La Teatrería mientras abren, recuperan, reconstruyen y reinventan el derruido Círculo Teatral, tras el sismo que alcanzó su inmueble, caja/casa de sorpresas teatrales, espacio solidario, de aprendizaje y creación, en franca oposición al mercantilismo teatral dominante. En ese peregrinar de espacio en espacio teatral, está también el peregrinar antológico, preciso y creador de Ángeles Marín, que se ha dedicado a indagar en el territorio mental, vocal y corporal de lo femenino, bajo una lupa cuyas revelaciones muestran que si se profundiza, lo femenino se convierte también en una plasticidad abstracta que alcanza a dimensionarse en dos o más sexos, en varias edades y condiciones. Si se pudiera hacer esa antología de las aproximaciones actorales que bajo distintas miradas literarias ha hecho Ángeles Marín de lo femenino, sería una muestra muy rica en el terreno interpretativo, en las posibilidades epistemológicas que un actor puede desarrollar para entender, más que a un personaje, un tema de lo humano que contacta con un psiquismo que podemos considerar femenino, sometido a distintas problemáticas que conducen al dolor, al insomnio, a lo psicótico, a la soledad melancólica. Carpinteiro delira sobre el cuerpo de Ángeles Marín las posibilidades expresivas de la espera, el dolor, el deseo, la impaciencia y la rabia. Dirige a una actriz y conduce un texto que también reconoce estas geometrías corporales y nombra y crea un lugar donde transcurre la actriz y su doble, su dolor, el de Alma y el de Doña José, su madre (impostada). La dramaturgia de Alberto Estrella es impecable y precisa, sobre un monólogo en espejo que también explora el dolor de un cuerpo femenino que se mira mirarse en una temporalidad múltiple. Estrella propone una enfermera (iluminada y colocada por Mónica Kubli, vestida por Alonso Quijano) en la continuidad, en las antípodas, en la oposición: la inmovilidad y el dolor crónico, un cuerpo esculpido en el rigor de la silla que imaginamos primero sedentario, inmóvil, pero al final la actriz nos lo revela en toda su estridencia dolora. Una dualidad que se teje con una sola actriz que en espejo desgarra un Yo que se alterna: madre/hija, con matices que sorprenden y que enjuician la naturaleza de la legitimidad que da lo consanguíneo, y formas de gratitud resultado de la adopción que se convierte en un secreto doméstico. “Por qué no me quisiste decir nunca quién me regaló contigo. Nunca me llamaste por mi nombre completo.” La propuesta ética, la moralidad de Alberto Estrella, es polémica, sobre todo en esa enfermera encarnada que recorre la sumisión y el hartazgo frente a situaciones que sólo empeoran, donde la eutanasia administrada sin consenso significa el poder absoluto de una compasión psicotizada por la reiteración inútil de un dolor caníbal. La repetición de una fantasía donde un mundo con opciones es el escenario de su libertad posible, eternamente pospuesta a una forma del mañana que no llega y que sólo la muerte del tirano hace admisible. El juego de la sexualidad es verbal, escénico y profundamente poético, de una verdad que Ángeles Marín instala en un cuerpo que se frota, que pliega y estira, que se entumece, que se pone a cuatro patas, “de perrito”, rebelde a esa soledad que enfrenta la cuidadora de la anciana ensillada, a la que se inquiere en un esbozo que se enuncia como doliente teoría del amor: “Alguna vez estuviste enamorada. Yo no. No quería meterme en líos. Dicen que el amor llega pero yo no creo, yo más bien pienso que uno va y lo busca, que uno elige de quien enamorarse... Tenía la fantasía de que un mecánico me llevara a su taller y ahí en un cuartito me hiciera todo toditito... que el cuerpo sienta lo que recibe… dejar salir con furia mis ganas así y jadear y decir más más adentro más más terminar así tirada sudorosa y no pensar que es pecado…”
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Arte y pensamiento
Notas de tres noches Dimitris Papadistsas iii
Mira, hace un último intento Si es necesario se limpia con su pañuelo Hasta despintarse Luego sale con su color natural Como cuando en un sótano brota Una alubia tierna y se tensa Y se asoma por la rendija que pasa la luz Se encuentra con un conocido lo saluda y le dice Que en el cuarto piso espera una señora Cuyos ojos se cierran y se abren Cada vez en otra página De modo que así más o menos te enteras Del contenido del libro Tomas su mano la escondes en una caja Y siempre la tienes a tu disposición Incluso cuando las cigarras están ausentes Y el cajón se incendia con los escritos Eso pensaba y sabía qué aprisa Van los telegramas con los buenos deseos O el anuncio de muerte.
Dimitris Papaditsas (Samos, 1922- Atenas 1987) estudió medicina en la Universidad de Atenas, pero debido a la guerra con Italia y a la ocupación nazi de Grecia, no se recibió sino hasta 1958. De 1943 a 1947 trabajó en la Cruz Roja y de 1951 a 1967 como médico y cirujano ortopédico en varios hospitales de la capital y de provincia. Fue director del Instituto Nacional de Rehabilitación de Grecia. Formó parte del grupo alrededor de Andreas Embirikos donde estableció relación con Nikos Engonópoulos, Odysseas Elytis y Nikos Gatsos, entre otros, y varios miembros de la llamada Primera Generación de Postguerra. Es autor de trece libros de poesía; obtuvo dos veces el Primer Premio Estatal de Poesía (1963 y 1980) y sus poemas, de vena surrealista, han sido traducidos al inglés, francés, italiano, húngaro y flamenco. Véase La Jornada Semanal, núm. 1203, 25/iii/2018 Versión de Francisco Torres Córdova
La casa sosegada/ Javier Sicilia
La era del desastre A LO LARGO de la historia humana ha habido grandes y profundas crisis civilizatorias –la caída de Roma, la Conquista, en el mundo amerindio, por nombrar sólo dos. Hoy asistimos a otra. Sin embargo, a diferencia de las anteriores, ésta no sólo es global, tiene, por lo mismo, un componente inédito que remite, más que en otros períodos, al imaginario judeocristiano del final de los tiempos. ¿Por qué? Contra lo que muchos suponen, crisis no quiere decir desastre, significa momento de decisión, es decir, la capacidad, frente a un desastre, de poder mirarlo de manera exterior. Si esa capacidad no existe, es imposible decidir nada. El desastre que hoy enfrentamos es de esa naturaleza. Surgido de lo que llamamos sistema, el nuestro no tiene capacidad de mirarse exteriormente y, por lo mismo, de vivir una crisis. La razón, como lo ha visto bien Jean Robert, es el mismo carácter sistémico de nuestra sociedad. El sistema (su mejor representación es la computadora, cuyos fundamentos están en la Máquina de Turing, en los años treinta) no es una herramienta evolucionada. Es otra cosa, inédita, distinta a lo que otras épocas conocieron. Carece, como la computadora, de exterioridad y de fines específicos y limitados. Es una intrincada red hecha de subsistemas interconectados entre sí (la escuela, el transporte, la salud, la economía, etcétera; de hecho es frecuente llamarlos sistemas), a los cuales, como en la computadora, estamos enchufados. Allí, la capacidad de mirar y de mirarnos de manera exterior es prácticamente imposible. Su universo, semejante al de la película Matrix, es tan absoluto y seductor que los que estamos enchufados a él no queremos, ni siquiera imaginamos la posibilidad de desenchufarnos o de suponer otra forma de vida. Por el contrario, demandamos más dosis sistémicas. Quienes no lo están, sólo desean enchufarse a él para consumir sus productos. Ese universo, que sólo alcanza para pocos, pero al que todos queremos acceder, nos impide cualquier exterioridad
y, por lo tanto, cualquier posibilidad de decidir. Si padecemos sus consecuencias –desastres ecológicos, destrucción de ámbitos comunitarios, darwinismo social, caos, barbarie–, pocos, como en Matrix, pueden asociarlo con el sistema y sus aparentes bondades. Cuando alguien lo cuestiona –los zapatistas— y propone otra forma de vivir, se le acusa de iluso, de premoderno, retardatario, enemigo del progreso, profeta de la desgracia. Atrapados en él, vivimos como si hubiésemos entrado a una velocidad descomunal y sin frenos en una carretera que carece de salidas. En esas circunstancias el desastre es inminente. Está insinuado en las condiciones mismas que lo producirán. La tragedia, lo enseñaron los griegos, está dada desde el momento en que sus protagonistas transgredieron un límite. No vivimos, por lo tanto, una crisis. Habitamos un desastre, cuyas consecuencias, a falta de una exterioridad que permita entenderla y buscar una solución (no puede existir una crisis sin crisis), son imaginables por el sufrimiento que ya provocan, pero impredecibles en sus consecuencias últimas. Quizá, como ocurrió en otros grandes desastres civilizatorios, lo que suceda al final no sea el fin. No podemos saberlo –“Nadie sabe ni el día ni la hora”, dice el Evangelio. Lo que, sin embrago, es posible decir, es que lo que surgirá del desastre será un mundo que nada tendrá que ver con lo humano tal y como lo conocimos antes de la era sistémica, un mundo en el que, como ya nos sucede a muchos, no nos reconoceremos en su deshumanización, un mundo sin un yo, sin un tú y sin un nosotros, un mundo de pocos que sólo se entenderán y percibirán como meros subsistemas sobre un campo de fosas y de osarios. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el ine
Arte y pensamiento
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Bemol sostenido/ Alonso Arreola
@LabAlonso
La Línea Año Cero CONOCIMOS A Agustín Fernández Mallo en la feria del libro de León. Nació en La Coruña hace 51 años. La inteligencia desborda por sus ojos. Tuvimos una charla breve al atardecer y luego otra más larga al amanecer. No se imagine cosas, nuestra lectora, nuestro lector... Sucede que salimos al mismo tiempo rumbo al aeropuerto para viajar en el mismo avión. El tipo es un crack, la verdad. Nos regaló su último libro de ensayos: Teoría general de la basura (cultura, apropiación, complejidad). Pendiente próximo, apenas terminamos su “Introducción e intenciones” y… vaya… lo que decíamos: Agustín es una lumbrera que produce ideas de interesantísima especie. Es así que hoy, lejos de intentar una reseña irresponsable (aún nos faltan cuatrocientas páginas por leer), deseamos señalar uno de sus primeros conceptos: “Sólo el sonido convoca el pasado en tiempo real.” Esa idea nos encanta. A ello agrega: “De ahí la importancia que se le da a las voces en los conciertos de música en vivo, los mítines políticos o el espiritismo.” Esto es cierto. Aquellos eventos cuyo sonido no conoceremos nunca deben ser reconstruidos con fantasía sumando los residuos duros (los hallazgos físicos) y nuestros agregados blandos (interpretaciones y ficciones en tiempo real). No importa cuánta información tengamos de lo ocurrido hace mil años o un par de días, sin el registro auditivo caeremos en la especulación. No hay
mejor ejemplo que el que cita el propio Fernández Mallo: “Que se sepa, la voz de poeta más antigua registrada son los 35 segundos de recitación del poema ‘América’, leído en 1890 por su propio autor, Walt Whitman, y grabado en un primitivo cilindro de cera.” Algunos argüirán que el video es un soporte aún mejor, pero aunque el video silencioso y la fotografía dejan una huella valiosa, carecen de eco y realidad espacial. Son imitaciones. Con esa grabación de Whitman nace lo que el autor llama la Línea Año Cero: “la línea de prueba palpable que separa a la realidad de la ficción en cuanto a la recitación de textos en nuestra cultura.” Músicos como somos, nos fascinamos pensando en cuál sería la Línea Año Cero de la ejecución musical. Ello nos llevó a repasar la invención del fonoautógrafo de Édouardo-Léon Scott de Martinville (ese aparato extraño que convertía el sonido en líneas que no se podían reproducir) y claro, de allí al fonógrafo de Edison. Hablamos del antecesor del gramófono que luego nos llevaría al tocadiscos, a las cintas magnéticas y finalmente al mundo digital.
Si lo recuerda quien nos lee, el fonógrafo grababa y reproducía sonido gracias a cilindros de cera en los que se surcaban vibraciones acústicas. Pues bien, la primera pieza musical reproducida por un aparato mecánico fue la composición infantil estadunidense “Mary Had a Little Lamb” (“María tenía un corderito”), el 21 de noviembre de 1877. Esa sería la Línea Año Cero de la música grabada. Antes de ello sólo se podía imaginar (por lo escrito en partituras, textos o por transmisión oral) a qué sonaban las composiciones de la antigua Persia, Monteverdi o los aztecas. La materia blanda superaba a la sólida. Hablamos de un siglo y medio, apenas, en que podemos escuchar quiénes fuimos/somos al hacer música… O mejor dicho –citando de nuevo a Mallo– cómo fueron las pasadas “huellas que vienen a decirnos cómo es nuestro presente, a construir una identidad contemporánea”. Con esta reflexión, vale decirlo, apenas metemos el dedo meñique en la onda piscina que se plantea en las primeras páginas del volumen editado por Galaxia Gutenberg. Así, la Línea Año Cero aplica para toda disciplina; constituye la red del yo y de la comunidad entera para generar cultura y territorio. Estas múltiples líneas contextualizan y permiten etiquetar los distintos entornos del hombre. Lo triste es que las interpretaciones dominantes ocurren en la mente –los límites– de los más poderosos. Se nos ocurre finalmente que atestiguar música en vivo nos provee, justamente, de una materia valiosa por su dureza fáctica, pues nadie podrá transmitirla fielmente usando palabras ni conseguirá la misma impresión con una grabación. En fin. Perdone el atasco mental. Son cosas que nos entretienen… a veces. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos
Dígase también una vez más: el estilo, la escritura misma, para no hablar de la actitud y la postura crítica ayalablanquianas vistas en conjunto, le resultan indigestas a Másdeuno, pero eso no habla mal de Ayala sino de Másdeuno, cuya indigestión es indicativo inequívoco de cierta adolescencia profesional, por llamarle de un modo amable, consistente en equiparar –craso, gigantesco error– el postmodernísimo “me gusta” con “es relevante” y, en consecuencia, ignorando por inconfesa incapacidad asimilativa –algo así como el muy pueril “si no le entiendo es que no está bien escrito”– un material teórico insoslayable, si lo que se desea es hacer crítica cinematográfica seria y no los mamarrachos –sobre todo en video, pero también cometidos a teclazos– a los que, por desgracia, Mediomundo se viene (mal)acostumbrando. Debería ser innecesario repetirlo, pero va también de nuez: el cine no existe sólo en la pantalla –la grande, aunque cada vez menos– sino, sobre todo, en los ojos y la mente del espectador, de tal modo que los correlatos teóricos, analíticos, críticos, en particular los vertidos en la escritura, son asimismo parte del fenómeno cinematográfico. Para decirlo rápido, no hay cine sin crítica y, a despecho de sus malquerientes, no hay cine mexicano –al menos desde mediados del pleistoceno sesentero– sin al menos un texto alusivo a cargo de Ayala Blanco.
[…] es la búsqueda de lo popular, la casi desesperada búsqueda de lo popular en el cine mexicano actual, cualquier cosa que sea eso, por el camino que sea y al precio que sea”. Lo dice a propósito del término “ñero”, mexicanísimo sustantivo aféresis de “compañero”, y lo dice a propósito del cine que revisa –un centenar de producciones entre largo, medio y cortometrajes de ficción, documentales y de animación, que van de 2014 a 2018–, pero aplica perfectamente a su ejercicio, pues el volumen entero es “sobre todo una cacería intelectual en pos de sus variaciones reflejas del lenguaje popular”. Dividido en los apartados “summa”, “franquicia”, “secunda”, “prima”, “documenta”, “mínima” y “feminea”, todos precedidos por “la ñerez…”, el cine mexicano actual es lo mismo tributario y crepuscular que obsedente, infrapornógrafo, indeterminado, femidiverso, feminvisible, materojete, remordido, predestinado, fáustico, familocéntrico, masturbatorio, lisérgico, victimológico, reciclado, idiotófilo… Al cine mexicano, bien se sabe, no es fácil verlo cuando no se trata de los predecibles y ya infaltables petarditos martahigaredescos, por englobarlos de algún modo. Para conocer –y entender– ese y todo el otro cine contemporáneo, ahí está La ñerez del cine mexicano. Lea y disfrute
Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
El más reciente del compaÑero Ayala Blanco AVENTURA, BÚSQUEDA, condición, disolvencia, eficacia, fugacidad, grandeza, herética, ilusión, justeza, khátarsis, lucidez, madurez, novedad… desde la ya lejana década de los años sesenta del siglo pasado (auténtico pleistoceno para las nuevas generaciones, por más que la realidad –de la cual el cine meidinméxico es obvia parte– muestra sin lugar a dudas una curiosa naturaleza cíclica, en virtud de cual lo/de/hoy tiene claros visos de otra/vez/lo/de/ayer), en todo eso ha consistido la cinematografía mexicana según la perspectiva de ese maestro incontestable de la crítica fílmica que es Jorge Ayala Blanco, catedrático del cuec desde 1964; Premio Universidad Nacional 2006 en Docencia en Artes; medalla Salvador Toscano al Mérito Cinematográfico y medalla Filmoteca de la unam, ambas en 2011; Premio Fénix de la Fipresci en 2015, entre otros reconocimientos a una labor que, como se ha dicho aquí en anteriores oportunidades, destaca no sólo por su longevidad, su constancia, su consistencia y su monumentalidad –es pasmoso advertir, al leerlo, cuánto ha visto, cuánto recuerda, cuánto y cómo asocia el maestro Ayala, no sólo cinematográficamente hablando– sino por su elevado nivel analítico y conceptual.
Hay de ñeros a ñeros La décimo quinta entrega de Ayala Blanco tocante a la cinematografía nacional lleva por título La ñerez del cine mexicano, y es el propio autor quien explica la razón del paraguas conceptual: “ñerez porque el tema central
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Cuento/ Diego Armando Arellano*
La habitación contigua Ilustración de Juan Puga
R
ecuerdo muy bien el momento de tu nacimiento. Tu respirar tranquilo, tu carita colorada, tus sollozos y esas manitas de nada apretando uno de mis dedos. Pronto vino una enfermera que tenía una voz muy suave y te apartó de mi lado porque tenían que alimentarte. Estabas pesadísimo e hinchado. Quería salir corriendo de la habitación y decirles a todos que eras una pelota. Pero me distrajo un ruido que escuché del otro lado del muro. Ahora mismo no podría explicarte lo que pasó exactamente, pero me asusté como pocas veces. La enfermera aún permanecía en la habitación cargándote, te juro que ella también sintió miedo. Me preguntó alarmada: ¿Está usted bien, señor? Y no pude responderle porque luego vino tu llanto escandaloso, el lamento de un bebé que no ha comido en horas y reclama el pecho de su madre. Te llevó con ella y cerró la puerta del cuarto. Me dejó solo. Entonces pegué el oído muy cerca de la pared, por donde claramente había escuchado que dos hombres conversaban. Uno más joven que el otro. Uno enfermo y el otro no. Pero no escuché algo más de la charla. Me recosté en el silloncito que había en el cuarto. Un sillón de color olivo muy cómodo que no voy a olvidar nunca. Como tampoco podría olvidar nunca el día que llegaste a nuestras vidas. Papá tose. Le digo que se detenga. Ya no hable, papá. Se lo suplico. Me seco una lágrima con la mano que tengo desocupada y que me sirve de pañuelo y de muchas cosas más. Mi otra mano la tengo enlazada con la de papá. A mi padre le ha dado un derrame cerebral esta madrugada. Se ha desmayado en la recámara, con mamá presente, sin que nadie lo haya podido auxiliar. Ahora habla con la boca y la voz distorsionadas. Tam-
bién tiene muerto un ojo, un brazo y una pierna no funcionan más. Ha recordado el día de mi nacimiento con una lucidez que me provoca pavor. El médico me ha confesado secamente que de esta noche no pasa: no hay nada que hacer, llegaron tarde, no puedo operarlo. Mientras pienso en repartir culpas pasa mi vida como una estrella fugaz en un cielo despejado: como en el tráiler de una película pero a la inversa, del final al principio. Y rápidamente recojo el último domingo juntos de nuestra vida, mi boda con Mariana el año pasado que lo hizo tan feliz, el único día que pescamos juntos, mi juventud viviendo en su casa, mi adolescencia feroz e incomprensible y mis primeros pasos con una memoria ausente: los primeros recuerdos que no conozco. Y de pronto, mientras le pongo stop a la memoria, escucho claramente una conversación del otro lado del muro. Estoy sólo con mi padre, él ahora duerme, y no puedo creerlo. Toco el timbre con desesperación para que acuda en mi ayuda una enfermera. Siento miedo. Un miedo espantoso. Acerco el oído a la pared de la habitación contigua y escucho que un hombre charla con una señorita de voz suave: –Señorita, no escucha que dos hombres hablan del otro lado de esa pared. Uno es más joven que el otro. Uno está enfermo y el otro no. – ¿Está usted bien, señor?, no hay habitación contigua. Luego, aterrado, dejo de escuchar aquella conversación, pues un niño muy pequeño ha comenzado a llorar escandalosamente.
*Periodista y narrador, ha publicado entrevistas, crónicas y cuentos en diversas revistas y periódicos como La Jornada, Luvina, Punto en línea (unam), La Rabia del Axolotl, Cuadrivio y La hoja de arena. Es coautor del libro de cuentos La jirafa (Universidad de Guadalajara).