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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 5 de Febrero de 2017 ■ Núm. 1144 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

El tiempo revelado de

Rodrigo Moya José Ángel leyva

La realidad en la época de la posverdad: F abrizio a ndreella • Entrevista con P aula Carbonell, narradora y cuentacuentos española • Qué es la poesía: Milo de angelis


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5 de febrero de 2017 • Número 1144 • Jornada Semanal

Bastaría su célebre serie de retratos del Che Guevara, o la no menos conocida fotografía de Gabriel García Márquez con un ojo morado, para considerar a Rodrigo Moya como el autor de imágenes icónicas del siglo XX, pero a Moya le debemos un sinnúmero de espléndidas revelaciones en ámbitos tan diversos como la política, la vida cotidiana, el espectáculo, el campo, el mundo obrero… También narrador y cuentista, hoy retirado del ejercicio cotidiano de su profesión, la semblanza que José Ángel Leyva hace de este fotorreportero –que es como él prefirió siempre definir su oficio–, mexicano nacido en Medellín en 1934, pone de manifiesto la fuerza y la vigencia de un acervo gráfico incomparable, acumulado durante décadas. Completan el número un ensayo de Fabrizio Andreella sobre la realidad en esta época de la “posverdad”, y una entrevista con la narradora y cuentacuentos española Paula Carbonell.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Universos p Alejandro Rosen

EL PASADO Y LA REALIDAD.

Para Myrna Salazar Álvarez

ensé que viniendo a Málaga te iba a recordar menos, pero la geografía de la melancolía es caprichosa. No sabía que el epicentro de ti se encuentra en este lugar, en algún punto de esta playa desierta bañada con un sol deslavado, irreal, que favorece los tiempos trastocados, que favorece que los universos paralelos se trastoquen, se confundan. Un viento frío me mueve el cabello una y otra vez; el mismo viento que recorren algunas gaviotas allá en lo alto, sin emitir sonido alguno. Parece increíble que mientras esas gaviotas trazan círculos, mientras ese mar oscuro se mueve perezosamente y yo permanezco acodado en un barandal, a la orilla de un peñasco, tú vives, comes, duermes, ríes, amas en otro lugar ubicado en ese universo paralelo que siempre estará vedado para mí. Parece increíble que en algún momento se hayan dado las circunstancias para que se fundiera el universo donde estás enamorada de mí, y éste donde nunca llegaremos a encontrarnos, donde me concibes como un error. Todavía hoy despierto en ese universo paralelo y siento tu cuerpo desnudo junto al mío. Allí me gustaba dormir con tus labios junto a los míos, con tu respiración sobre mi nariz. Me gustaba despertar y ver tu cabello increíblemente revuelto, tus ojos y tu sonrisa pacífica apenas naciendo, reconociéndome, comenzando a construir el lado bueno del mundo. Quizá no de todo el mundo, pero del mío sí. Kyrie eleison. En ese universo paralelo apenas hacia un mes que comenzábamos a

salir y te entregué el alma sin dudar y sin recato. Sabía que amabas a otro y no me importaba (¿cómo me iba a importar si eras lo que siempre había esperado?). Sabía que nunca serías totalmente mía y me conformaba con esas noches, esas mañanas que de cuando en cuando me regalabas. Sin duda enamorarse conlleva una especie de maniaca autovivisección: se busca extirpar, uno a uno elementos de sí, para experimentar sensaciones y el punto preciso que las produce. Contigo no fue distinto. No obstante sabía muy dentro de mí que nunca me llegarías a amar totalmente, que regresarías a ese universo que yo nunca debí haber conocido, y no me importaba que en algún momento me desgarrara separarme de ti. Así, se trataba de una ruleta rusa donde todas las cámaras del revolver tenían balas. Y no me importaba. De eso se trata enamorarse, arrojar todo, atarse una venda y dejarse guiar a sabiendas que se encamina hacia un precipicio. El Dr. Strangelove montado sobre una bomba que cae mientras ríe a carcajadas. Y mientras yo caía a velocidades vertiginosas buscaba en tu cuerpo aquellos caminos que, pensaba, el otro quizá jamás habría explorado, o por el contrario, buscaba esos caminos que habías gozado cientos de veces para tratar de recrear el placer que acostumbrabas. Quería que me dijeras todo lo que te había hecho gozar, y a la vez trataba de que lo callaras. Sabía que no me amabas, y aun así te planteaba la posibilidad de vivir juntos, de multiplicar ese milagro que me brindabas ocasionalmente. Me decías entusiasmada a todo que sí, que querías vivir conmigo, que

Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , Formación de Dossier: marga Peña, Diseño de sección de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: La mirada innumerable Foto de Rodrigo Moya, Nube de polvo, 1958, Ciudad de México

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CREACIÓN

s paralelos me amabas, que querías que tuviéramos un hijo. De manera semejante a Penélope, a la mañana siguiente lo olvidabas, y recomenzaba mi perorata de la cual –ahora me percato–, sólo yo salía parcialmente convencido. En este universo no me amabas, no me amas, pero por momentos –ante tu mirada de infinita ternura, por ejemplo– me convencía de lo contrario, que me amabas en todo lugar, bajo cualquier circunstancia. Aún despierto en ese universo paralelo y tengo en las manos el contacto de tu piel perfecta, y en los labios, en los dientes, tus pezones como zarzamoras, como fresitas llenas de un jugo que había que extraer poco a poco, con suaves movimientos de lengua y mínimas mordidas. Siento tu espalda desnuda contra mi pecho, tus pies helados que buscaban un poco de calor entre mis piernas como un par de huér fanos siempre solicitando calor, como peces tropicales cruelmente varados en el Ártico. Una vez que tus pies comenzaban a calentarse, tus manos tomaban las mías y las colocabas contra tu pecho para que vibraran con cada latido de tu corazón. Me gustaba repetirte antes que te durmieras, con tu cabello entre mi cara, en mi boca, que te amaba, que siempre te amaría. Quizá no me escuchabas; nunca me dijiste nada, y quisiera convencerme que hoy, en algún momento estás diciendo con ese ligero siseo que te caracteriza y que tanto amé: “yo también”, considerando que llegas tarde a todos lados. La impuntualidad, al menos en este universo, es parte de tu ontología, Myr. Siempre llegas tarde, disculpándote, preocupadísima, vencida ante tu propia impuntualidad que te angustia, pero de la que jamás podrás ya librarte, y ni lo requieres pues en tu universo el tiempo se determina de otras maneras; un tiempo que marca los momento precisos, los adecuados para llegar a las citas. Como cuando salimos por vez primera. Te vi a través del cristal del café donde acordamos vernos. Ibas atrasada al menos una hora. Por medio de un mensaje me habías advertido “No te vayas a ir.” No lo hice. Y qué bueno que no lo hice; fue el mejor día de mi vida. Tanto de éste, como de todos los universos que puedan llegar a existir.

S obre un mueble Se encuentra el inmenSo libro de b olaño que me regalaSte y que en algún momento he de terminar de leer . h ago frente a eStoS objetoS de manera individual ; colec tivamente me acabarían .

o quizá no intentan cercarme . q uizá agonizan y piden mi ayuda pueS Sin ti no Son capaceS de Sobrevivir.

Aún despierto en ese universo paralelo y tengo tus manos en las mías, tu mirada tierna. Allí, mis dedos recorren lentamente tu perfil, tus labios perfectos, la pequeña cicatriz circular en su frente –herencia de la varicela. Cuando logro reingresar en ese universo, algunos de sus habitantes corren a refugiarse, temerosos de que pudiera causarles algún daño. No saben que son las imágenes más hermosas de mi vida. Lo mismo sucede con tu cepillo de dientes, con tu bata de dormir que dejaste en mi departamento de este universo. Se esconden pensando que los arrojaré a la basura en un vano intento de paliar el dolor de la ausencia. Es cierto que en algún momento lo pensé, pero no fui capaz de hacerlo. Es lo único que me queda de ti. Debo reconocer, sin embargo, que son muchos los objetos que hay en mi departamento y que proceden de ese universo tuyo. Abro el cajón y aparecen los calcetines que me

regalaste. Por allá está el papel higiénico que traías cuando te quedaste conmigo. Cuando te quedaste y no. Abro otro cajón y aparecen los condones que no llegamos a utilizar. Sobre un mueble se encuentra el inmenso libro de Bolaño que me regalaste y que en algún momento he de terminar de leer. Hago frente a estos objetos de manera individual; colectivamente me acabarían. O quizá no intentan cercarme. Quizá agonizan y piden mi ayuda pues sin ti no son capaces de sobrevivir. O quizá no los traías contigo y los has ido colocando a mi alrededor desde ese universo paralelo que te gustaba pensar para evadir la realidad. Ese universo donde tú y yo estamos juntos, donde me amas. Si es así, cómo hacer para decirte que no quiero objetos, sólo extiende tu mano para que pueda tocarla una vez más, sólo una vez más. Para que te lleves este mundo, que borres esta playa con toda su monotonía que creaste desde tu universo. Aún despierto en ese universo paralelo el día que te compré chocolates, que te soborné diciéndote que te había comprado exquisitos chocolates. Quizá no era así, pero tú me retaste a probar algo mejor, que sólo existe en tu universo: me convidaste a que los probara entre besos, junto con nuestras lenguas. Sin duda es el platillo más maravilloso de éste o cualquier otro universo. Pero un día tomaste tus cosas, me dijiste adiós y regresaste a tu universo, a ese donde ya no puedo ingresar más que concibiéndolo como algo pasado, algo solamente mío. Y desde aquí ya no puedo seguir pensando en ti; me muero pensando en ti. Veo que este sol está cansado porque primero alumbra aquel universo que construiste para huir de mí. No me amabas, y reconozco que sí me importaba. Me rindo y me doy cuenta que en realidad soy ese oleaje monótono, vencido, ensimismado en su vaivén como elefante narcotizado. Desde este letargo líquido, además de un sol cansado veo a un hombre acodado que finge vivir, que disfraza los días de vida mientras piensa en ti; mientras piensa que ya no puede seguir pensando en ti, y sin embargo lo hace una y otra vez. Una y otra vez


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Milo de Angelis

Qué es la poesía LLAMAR A LAS COSAS POR SU VERDADERO NOMBRE.

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uando se pasa tanto tiempo de la vida leyendo versos, manuscritos, libros de poesía, movimientos literarios que remiten el uno al otro en un movimiento perpetuo, cuando se encuentran cada día nuevos poetas y se pasan las tardes discutiendo sobre una imagen o un adjetivo (y todo esto durante tantos años), entonces quizá es legítimo preguntarse qué es la poesía. No una poesía, sino la poesía. Con una poesía es fácil. Si leo El infinito, de Leopardi, puedo hablar por una hora del cerco de arbustos o del viento, puedo jurar que esto es poesía. Pero no es la poesía. Falta un elemento. ¿Cómo conecto esta poesía individual con la poesía? ¿Cuál es la esencia de esta criatura misteriosa que desde milenios continúa hablando a los hombres y fascinándolos? “Qué es la poesía” es una pregunta que, cada vez que aparece, me pone contra la pared. Me aterroriza y me pone los pies en la tierra. Tal vez la poesía juega a las escondidas, engendra a sus hijos, sus versos, y después se da a la fuga, pues no quiere ser vista o nombrada. Quizá es una criatura salvaje y huidiza o quizá es una criatura que golpea desde lejos con su arco sagrado. Queda la flecha vibrando en el tronco, pero no se sabe quién es el arquero. ¿Qué es la poesía? ¿Qué son esas líneas que se interrumpen y dejan un extraño espacio blanco sobre la página, qué son esas palabras escritas en un papel, esas palabras escritas a lápiz, como decía un poeta crepuscular, poesie scritte col lapis… Quizá en la punta de un lápiz, en la punta afilada y frágil de un lápiz está el destino de la poesía. A esta hoja de papel –lo más vulnerable del mundo– confiamos nuestra verdad, nuestra sombra, nuestro secreto, la zona oculta y ardiente de nuestra voz, la parte más esencial de nuestra vida. Dentro de este alfabeto, que en unos cuantos siglos tal vez desaparecerá, velamos por lo más querido e irremplazable que nos ha sido dado. Extraña paradoja de la poesía: apuntar a la permanencia y hacerlo con los medios más pobres, antiguos y precarios: fuera de la actualidad, fuera del comercio, fuera de la economía, fuera de todo, a veces incluso fuera de sí mismos, si escribimos con una parte de nosotros que no conocemos del todo, que es nuestra y no, que emerge de una zona oscura y secreta aun para nosotros mismos. Secreta y a veces perturbadora. Pero así ha de ser la poesía: para cambiar la vida de quien lee, un libro debe perturbar la vida de quien lo escribe. No escribes de lo que sabes, comienzas a saberlo con la escritura. No se escribe aquello que se recuerda, comienza uno a internarse en la memoria por los senderos de la palabra, que nos conducen a lugares insólitos e inesperados. La poesía es una forma de conocimiento ligado a la revelación. No a la fundación de un lenguaje, sino al descubrimiento de un mundo precedente. El poema revela algo que ya estaba allí antes de nosotros. Es por ello que la poesía está tan ligada al retor-

no, como enseñan Leopardi y Pavese. Los lugares que hemos amado nos hablan, vienen hacia nosotros, específicamente a nosotros, sólo a nosotros, hacen gestos, sonríen como las mujeres, son mujeres. Los lugares están vivos, son criaturas, tienen una voz. Y nos llaman, nos llaman a sí mismos, nos llaman a juicio: y nosotros, hacia allá donde nos fue dicho, nos dirigimos. Seguimos un camino, un claro, un escaparate, el muro idéntico a un palacio, un intercomunicador, el ruido de un camión: todo, en la conmoción absoluta del retorno, se deposita en nosotros, a la espera de ser nombrado. Los lugares que hemos amado están ahí, delante de nosotros. Pero cuanto más de cerca los miramos, más nos miran desde lejos. No es sencillo representarlos. Al principio sentimos una tensión encendida y vacilante, que busca todavía su precisión, una iluminación de la mirada, un enfoque más nítido del lugar de su adjetivo. Y es así que nosotros, tras haber sido llamados, tenemos que nombrar estos lugares, llamarlos por su nombre. Porque de esto trata la poesía. No tanto de expresar algo, sino llamarlo por su nombre, con su verdadero nombre, aquel que yace en el fondo, sepultado bajo una capa de nombres convencionales o algo así, y que ahora debemos excavar, llevar a la luz, imprimirlo en la verdad de una página, en su permanencia. Sólo en el retorno actúa nuestra espera más urgente: saber lo que realmente sucedió, saber qué sucedía tras bambalinas de lo que hemos visto, en el fondo absoluto que sostiene nuestra experiencia. Escuchar esta revelación se vuelve nuestra tarea y, al mismo tiempo, el fundamento de la palabra poética. ¿De qué lugares podemos hablar si no de aquellos que hemos conocido y que nos han conocido? Todo lo demás es turismo, new age, experimento. ¿Por qué el experimentalismo parece tan frívolo? Porque está ligado a la curiosidad y a la gula. Está ligado a una mirada que no sabe agradecer por cuanto tuvo: una mirada libertina, en el sentido de la vida estética de Kierkegaard. Para nosotros que no nos cansamos nunca de interrogarnos, el agua de ayer es insaciable, para nosotros que conocemos la aventura de la permanencia. Hay un puerto sepultado –decía Ungaretti– al fondo de nuestro ser y nosotros, bajando hasta lo más hondo, liberándonos de los pasatiempos de la vida cotidiana, concentrándonos por completo en lo esencial, podemos dirigir el camino hacia ese puerto, que es la meta última de nuestra vida. Pero para ello debemos entender quiénes somos. Y para entenderlo debemos retornar, debemos descubrir qué desató antiguamente nuestros pasos hasta el punto en el que nos encontramos. Es ésta la razón de que el viaje a nuestro puerto sea al mismo tiempo un viaje a lo que fuimos y que ahora podemos reconocer

Pintas del movimiento Acción Poética propuesta mural-literario que comenzó en Monterrey, Nuevo León, México en 1996, y se ha extendido a diversos países. Consiste en pintar e intervenir en bardas de ciudades con fragmentos de poesía

T raducción del iTaliano de i ván G arcía


VOZ INTERROGADA

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Contar desde quien tú eres LA ESPAÑOLA ESCRIBE LIBROS INFANTILES Y ES INTEGRANTE DE LA RED INTERNACIONAL DE CUENTACUENTOS. EL VIAJE DE LAS MARIPOSAS, BUSCANDO EL NORTE Y UN PERRO Y UN GATO, SON ALGUNOS DE SUS LIBROS.

entrevista con Paula Carbonell Edgar Aguilar Licenciada en Humanidades por la Universidad de Castilla-La Mancha, Paula Carbonell (Valencia, España, 1970) es ante todo narradora (contadora profesional de historias) y escritora de libros infantiles. Miembro de la Red Internacional de Cuentacuentos, ha publicado El viaje de las mariposas (2006), Buscando el Norte (2008), Un perro y un gato (2011), Gallito Pelón (2013), Un día en el mar (2014) y El dragón (que no era verde) (2015). Recientemente visitó nuestro país para participar en diversos festivales de cuentacuentos y presentar su más reciente libro, El más rápido (Lóguez Ediciones, 2016).

-¿C

ué c arac terístic as debe reunir un buen narrador o contador de cuentos? –Creo que principalmente debe tener buenas historias en su bolsillo. Partimos de allí, debe haber una buena historia, una buena búsqueda, tanto de la tradición como adaptación de cuentos literarios. Luego tiene que haber una buena escucha. En la narración es fundamental el público. Por eso es necesario poder ver al público, mirarlo, estar atento; incluso normalmente los espectáculos de narración son mucho más versátiles: hay que ser capaces de mirar, de contar y de escuchar al público y lo que necesite, así como de cambiar en un momento determinado la historia a otra, porque ves que son mucho más pequeños de lo que tú habías pensado, o mayores, y tienes que ser capaz de adaptarte. –Aunque tu trabajo está más orientado al público infantil. –Sí, porque en España prácticamente todo lo que se programa, o la mayor parte de lo que se programa, son funciones infantiles.

–Inicialmente te desempeñaste como promotora de lectura, y posteriormente pasaste a contar cuentos. ¿Cómo fue este proceso? –Yo hice un máster de promoción de la lectura y la literatura en la Universidad de Castilla-La Mancha; era el primer máster en España que había sobre literatura infantil y juvenil, y en el proceso tuve la oportunidad de participar en un taller en la biblioteca de Cuenca, trabajando la promoción lectora, y de manera natural se pasa a contar cuentos, empiezas con los más pequeños, pero luego ves que los mayores también están ávidos de historias y continúas. Y bueno, me preparé, estuve en distintos talleres, también de teatro, de clown, y es encontrar tu manera de narrar. Creo que un buen narrador es el que encuentra su propio estilo. En el teatro vas mucho más encorsetado, hay un director; en narración eres tú, cuentas desde ti, desde quien tú eres, si no seguramente estás haciendo un personaje y estás falseando. ¿Cuándo suceden los cuentos, las ganas de contar? Seguramente desde que el hombre tiene el uso de la palabra, lo que pasa es que ahora como que se ha profesionalizado. –Imagino que en lo que haces hay mucho de improvisación, entendiendo el término con el significado que le damos en teatro. –No es una cuestión de improvisación, que también la hay, quiero decir, tú juegas con las cosas que suceden con el público, pero eso no es improvisar. Lo que ocurre es que tú estás escuchando, estás viendo a un niño que está llorando, que está desesperado porque está buscando a su mamá, a lo mejor lo coges y lo estás metiendo en el cuento porque tienes a otras sesenta personas que no puedes dejar de atender, entonces coges al niño y dices “y estaba buscando a su mamá”, entonces la mamá te saca el braza y te dice “aquí”, entonces tú vas, se lo das, pero no dejas de contar la historia. –Además de narradora de cuentos, escribes libros para público infantil. ¿Encuentras una relación entre escribir y contar? –Creo que son dos actividades diferentes. No cabe duda que la palabra escrita suele ser la memoria de la palabra dicha. Pero creo que son dos registros muy diferentes, que tienen recursos muy distintos, quiero decir, uno puede ser un maravilloso escritor y un narrador espantoso. En la narración estás al servicio de un público que te escucha, en la escritura seguramente vas a dejar que interpreten mucho más, tú ya no vas a estar en el proceso en el que el lector lee. –¿Siempre te apoyas de imágenes cuando narras a un público? –Yo cuento con imágenes porque cuando cuento mis libros, las historias de mis libros, no quiero renunciar a las ilustraciones. Se trata de buscar un formato

que me permita contarlo con las imágenes, pero aquí ni siquiera es tomar el álbum porque no sería lícito. Yo no voy pasando las páginas y lo cuento, yo adapto algunas de las ilustraciones del libro para que me sirva a mi manera de contar. Normalmente cambio la estructura, puedo variar el orden, seguramente reducir mucho más de lo que hay en el libro; no voy a poder mostrar todas las ilustraciones, voy a hacer una selección, pero estoy adaptando a mi discurso narrativo las imágenes, no al revés. Para cada caso trato de buscar un formato que se adapte específicamente a ese cuento. Es esencial que para contar no te estorbe nada; si algo estorba en el contar y andas muy enredado y te distrae, mejor descártalo. Y eso te lo da normalmente el ensayo, la práctica o el propio contar. –En tu caso, ¿es más fácil valerse de animales a la hora de escribir historias para niños? –Bueno, fíjate una cosa. En El más rápido hay un leopardo que no está en el texto. Yo nunca me imaginé un leopardo en ese cuento. Fue la ilustradora quien hizo esa aportación, que es maravillosa, pero no fui yo. En El viaje de las mariposas aparecían insectos. Ese cuento en realidad era un homenaje a un cuento que me contaban de niña, que después he hecho una versión, que es Gallito Pelón, y El viaje de las mariposas no deja de ser lo mismo, un acumulativo en que se va encontrado amigos por el camino, un poco mi manera de entender la vida. En el Gallito Pelón me gustaba la metáfora de que se lo va comiendo todo; todo lo que nos “tragamos” en esta vida al final nos sirve de una manera, incluso lo malo. Lo bueno y lo malo siempre te va a servir después. Y sí, es verdad, con animales es más fácil a veces

Fotografías tomadas del sitio web de Paula Carbonell: https://paulacarbonell.com


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Fabrizio Andreella fabrizio108@yahoo.com

La realidad en la época HOY EN DÍA LA OPINIÓN GANA SOBRE EL DATO, LA SENSACIÓN SOBRE EL ACONTECIMIENTO, LA CANTIDAD SOBRE LA CALIDAD. HEMOS CAMBIADO EL DERECHO A CONOCER LOS HECHOS POR LA OPORTUNIDAD DE VER NUESTRA PALABRAS EN LOS ESCAPARATES DIGITALES.

Y es cosa maravillosa cómo lo que el hombre mucho desea y asienta una vez con firmeza en su imaginación, todo lo que oye y ve, ser en su favor a cada paso se le antoja Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias

1. LA EXAGERACIÓN COMO LENGUAJE

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espués de la breve época de la democracia representativa, el rol siempre más importante de los medios de comunicación ha alterado el equilibrio –frágil, porque está fundado sobre una ética común, que es la cosa más frágil en una sociedad mediatizada– entre información, opinión, debate, decisión y elección. El lenguaje de los medios, influenciado por los objetivos económicos de las grandes empresas de comunicación y por el deseo de la gente común de obtener la visibilidad anhelada, es hoy el lenguaje de la exageración. Ya sea que se hable de previsiones meteorológicas o de política, de deporte o de economía, las palabras siempre van cargadas de dramatización para lograr la atención del consumidor de noticias. El resultado es que ahora la realidad es algo menos interesante y creíble que su descripción exacerbada. Estamos acostumbrados (y probablemente somos adictos) a un mundo más agitado, excitante o siniestro de lo real. Un mundo de noticias más que de hechos, donde todo es sazonado con la picosa salsa de los superlativos y las hipérboles. Esto nos obliga a vivir de una forma muy emocional en una realidad construida con exageraciones espectaculares que nos cautivan por ser freak, kitsch o shock, es decir, los estrógenos en la carne de las noticias. De hecho, los numerosos programas de televisión basados en el enfrentamiento feroz de opiniones nos han adiestrado a frecuentar los instintos más irreflexivos e impetuosos. Nuestra psiquis ya está educada a recibir su ración de exultación y queja, miedo y asombro, indignación y adrenalina. Es un alimento que no se cocina en el horno de la veracidad y que los medios nos entregan a domicilio para nuestras conversaciones o monólogos interiores más maquinales, donde las emociones y las creencias son más determinantes que los hechos y los datos. Hasta ahora, esta realidad aumentada del lenguaje mediático se limitaba al entretenimiento y al negocio. Pero ya que la política es entretenimiento y negocio, esa jerga se derrama en el debate político, como demuestran las campañas para el Brexit y las recientes elecciones estadunidenses. La mentira de Boris Johnson y Nigel Farage de que el Reino Unido pagaba semanalmente a la Unión Europea 350 millones de libras esterlinas y los engaños de Trump lograron sus objetivos. La clásica manipulación

de la realidad se ha tornado una legítima forma de destreza política. Más grave aún es la deslegitimación sectaria del rival, la intolerancia como valor orgullosamente ostentado y la normalización de la violencia en el lenguaje político: el sexismo, el racismo y la homofobia hoy son temas, por un lado, de chistes y carcajadas, y por el otro de promesas electorales. En esta situación, el poder vuelve a pertenecer, en forma modernizada, al macho alfa, es decir, a quien impone su fuerza simplemente con la fuerza. Es el ser carismáticamente exhibicionista, espectacularmente animal, simpáticamente descarado. Es el político en la época de la post-verdad.

2. LA REALIDAD DE LA FALSEDAD

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esde la amenaza judía en la Alemania hitleriana y las armas de destrucción masiva de Saddam, hasta las patrañas de Trump (“Obama es el fundador de Isis” y “el desempleo en Estados Unidos ha llegado al cuarenta y nueve por ciento”), son todas mentiras que han hecho historia. La falsedad crea la realidad. En Rusia, el gobierno de Putin no solamente controla la información y elimina físicamente a los periodistas disidentes (como Anna Politkóvskaya y otros cien o más). Crea además noticias falsas sobre su adversarios y paga a trolls para diseminarlas en la red. En Estados Unidos hay quien hace de la creación y difusión de noticias falsas una profesión, como Paul

e n un mundo con demaSiada información dependemoS de quieneS noS Seducen con la imagen que máS correSponde a nueStroS miedoS y deSeoS .

Horner, que dijo al Washington Post: “Pienso que Donald Trump está en la Casa Blanca gracias a mí.” Y agregó: “La gente es estúpida, hace circular cualquier cosa. Nadie averigua las noticias. Así es como Trump fue elegido. Decía cualquier cosa y la gente creía todo, y cuando las cosas resultaron falsas, a la gente no le importó porque ya las habían aceptado.” Para tener una idea de las dimensiones del problema, durante la campaña para la elección presidencial en Estados Unidos más de 150 sitios con base en Macedonia hablaban de política estadunidense difundiendo invenciones reaccionarias, racistas, sexistas, ya que entre más exageradas son las mentiras, más gente las lee y las hace circular, y más remunerativas son para quien las inventa. Con la credulidad de los estadunidenses, los macedonios han ganado mucho dinero a través de la publicidad de Google.

3. TRUMP O LA FASE REM DE UNA SOCIEDAD DORMIDA

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a capacidad de convertir cualquier cosa en producto, cualquier uso en consumo y cualquier comunicación en entretenimiento es la fuerza glacial de nuestro sistema económico y cultural que privilegia al objeto sobre el sujeto. Alrededor de las mercancías hemos construido un sistema de comunicación para que sus existencias y sus ventajas sean conocidas por las multitudes. La eficiencia de este sistema ha llamado la atención del mundo político, alimentando la metamorfosis de los candidatos a gobernar un país en productos de consumo, anunciados con instrumentos de seducción utilizados sin escrúpulos. Trump y Clinton como Coca y Pepsi, Nike y Adidas, Visa y Mastercard. La realidad siempre ha sido menos importante que su representación. Así es ahora, pero en la sociedad postfactual, la representación trata no tanto de edulcorar la realidad sino de borrarla, desvinculándose de cualquier coherencia con los hechos. La forma de la representación es el producto mismo representado. Trump no exagera, Trump es su manera de exagerar. No usa sus fanfarronadas y agresiones verbales para exponer sus ideas como programa político, sino para excitar a sus simpatizantes y espantar a sus detractores. Pero las divulga sobre todo para ser la estrella onírica de la sociedad postfactual, que es la fase rem del sueño de la razón, notoriamente generador de monstruos.

4. LA COMPLEJIDAD Y EL CARISMA

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oy la confianza en las instituciones que producen verdades compartidas ha sufrido una caída muy grave: gobiernos, partidos políticos, Igle-


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de la

POST-VERDAD

Banksy, TV heads

sias, escuelas, sistemas de justicia legal, ya no tienen el aura y la reputación de antes. Entonces, los medios han pasado de ser difusores de aquellos discursos a ser el discurso. Hoy son la institución que más produce “verdades” y se llenan de mensajes que no necesitan ser fidedignos para ser tomados en serio. Parafraseando a Dostoievsky: “Si la verdad no existe, toda noticia está permitida.” La industria de la información, entonces, vive una crisis de identidad. Al perder clientes y ganancias se ve inducida, si no obligada, a contemplar siempre más contenidos sensacionalistas. La noticia gana sobre el hecho, la opinión sobre el dato, la sensación sobre el acontecimiento, la cantidad sobre la calidad. Este enredo crea un espacio vacío entre realidad e imaginación, verdad y aspiración donde el ciudadano, perdido por la falta de puntos de orientación, se deja guiar por los líderes más carismáticos, que lo invitan a simplificar y admitir la banalidad como descanso. La complejidad descorazona e induce a buscar refugio en las verdades más simples y en el hombre que denuncia con más fuerza lo que él mismo ha definido como una amenaza aterrorizante. Con la postverdad, la política carismática se reduce a eso: enunciar problemas más que resolverlos y banalizar la dificultad después de haberla utilizado para asustar. Es un método de marketing político que tiene éxito, porque en un mundo con demasiada información dependemos de quienes nos seducen con la imagen que más corresponde a nuestros miedos y deseos.

5. LA COMERCIALIZACIÓN DE LAS NOTICIAS

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os medios de comunicación tienen en sus entrañas una contradicción incurable: para poder seguir existiendo tienen que dar información que conquiste su espacio en el libre (y feroz) mercado. Pero una información, que es un producto comercial como cualquier otro, ¿puede ser objetiva? Los medios, por su condición de negocios que tienen que ser redituables, tratan de ser los altavoces de aquellas postverdades más atrayentes para más consumidores de noticias. Así,

con la excusa hipócrita de documentar la realidad, se hacen corresponsables del nivel de violencia verbal en el griterío colectivo. Vivimos de alimentos para el cuerpo y para la mente. Entonces, si la adulteración de alimentos es considerada un ataque a la salud del individuo y a la seguridad de la colectividad, y como tal es una conducta penalmente condenable, ¿por qué no utilizamos el mismo criterio para la manipulación de la información?

6. LA VERDAD Y EL DESEO

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ereza y orgullo, bien mezclados, dan vida a una modalidad de acceso a la realidad muy común. Rechazamos lo que contradice nuestras creencias y validamos lo que corrobora la idea que tenemos de nosotros y del mundo. La verdad es que no es cierto que queremos la verdad. Queremos una identidad fuerte, visible y apreciada a costa de la verdad. No estamos interesados en conocer la verdad porque preferimos transformar en realidad lo que nos gusta imaginar que sea verdadero. Nos rodeamos de fantasías más que de evidencias, y a la realidad, cuando nos permitimos verla, no le damos la atención y la venia de verosímil que le damos a lo que nos resulta agradable creer. Por eso hoy la veracidad de una afirmación depende del deseo de considerarla creíble.

7. EL LAUREL DE LA VERDAD

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n la época de la postverdad, el mundo es habitado por los crédulos, es decir por todos, porque vivimos como huérfanos de las grandes ilusiones de la modernidad y hambrientos del abrazo de una nueva verdad por adorar. Entonces transformamos en verdad la mentira política y en normalidad la exageración mediática, admitiéndolas y diseminándolas con entusiasmo o superficialidad. Lo interesante es que todo mundo cree que la manipulación de la verdad es responsabilidad de quien la piensa de manera diferente que él. En la sociedad postfactual no somos solamente víctimas de los condicionamientos a considerar el tamaño

de una noticia más importante que su veracidad. Somos también difusores más o menos conscientes de esos condicionamientos. La realidad se torna así invisible, y cuando se revela es tan diferente de lo creído, que la primera reacción es de negación. En este coctel de sospecha, desinformación y conspiración, las opiniones se enfrentan para ganar el laurel de verdad, acusándose recíprocamente de ser falsas. Con esta actitud, que hace de una idea una fe contrapuesta a otra, esparcimos nuestras semillas en el campo de la postverdad, donde una idea no tiene que ser comprobada, sino simplemente creída. Así, todo es rebatible con una simple reacción impulsiva, con la rabia, que ya no es un instinto sino también un valor. Y cuando los instintos se tornan valores, algo está en peligro.

8. EL DEVORADOR DE OPINIONES

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a atmósfera de intolerancia, zozobra, enfrentamiento y teatralidad que se percibe en la época postfactual es el respiro de nuestra sociedad, donde no se argumenta: se comparte o se censura. Nuestra verdad es defendida con fe intransigente incluso contra la evidencia, porque nos proporciona la identidad que deseamos o estamos acostumbrados a tener. El apego religioso a nuestras ideas, que a menudo son simplemente nuestros miedos y deseos en traje de gala, no nos permite concederle a las ideas ajenas ni siquiera el título de dignidad. De este modo, la verdad ya no es el fin o la dirección; es un medio como cualquier otro para afirmar la opinión propia. Por eso, hoy, con la verdad reducida a criada de la opinión, es la realidad misma la que se ha vuelto fundamentalista. Vivimos tiempos locuaces, tiempos en los que hemos canjeado el derecho a conocer los hechos por la oportunidad de ver nuestra palabras en los escaparates digitales que recogen nuestros instintos. Allí, el oceánico mito de la información se traga en un instante las gotas de nuestras sentencias, como Polifemo con los compañeros de Odiseo. Ojalá el rey de Ítaca nos ayude a salir de esta cueva.


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Retrato de Roberto el Güero Batillas, pistolero y expresidiario

Guerrilla en la niebla, 1966, Sierra de Falcón, Venezuela

El tiempo revelado José Ángel Leyva

EL FOTÓGRAFO NACIÓ EN 1934. CAPTURÓ LA DESIGUALDAD SOCIAL Y LOS DISTURBIOS POLÍTICOS. TAMBIÉN ES NARRADOR Y POETA. ES AUTOR DE LA SERIE EL CHE FUMANDO EN LA HABANA Y EL RETRATO DE GARCÍA MÁRQUEZ DESPUÉS DE QUE ÉSTE RECIBIERA UN PUÑETAZO DE VARGAS LLOSA.

El jefe, 1958, Ciudad de México

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ra un hombre de semblante frio, inalterable, pulcro y elegante, de cortesía parca, dispuesto a responder preguntas sin reservas. Para Rodrigo Moya no era nada del otro mundo, un trabajo de prensa, una curiosidad social. En el reportaje lo acompañaba su amigo Antonio Karam. Aún conserva, entre cajas de recuerdos, las cintas con la grabación de la entrevista. El director de la revista Sucesos para Todos, Gustavo Alatriste, le dio una orden concreta: “Hay que hacerle fotos al Güero Batillas.” Moya sabía que se trataba de un pistolero y expresidiario en decadencia. Nunca imaginó el joven reportero gráfico que esa serie de ocho fotos sería un icono en su trayectoria como fotógrafo, pero cuarenta años después. El Güero Batillas, hijo de madre mexicana y padre estadunidense, se inició en la delincuencia en su natal Los Ángeles, luego se forjó como gánster y sicario en Detroit, de donde vino a cumplir encargos de ciertos políticos mexicanos. Moya lo recuerda como un personaje muy interesante, más allá de su trayectoria de asesino y expresidiario; hallaba en él una apariencia felina y cierta teatralidad en sus movimientos. Les mostró cómo preparaba las balas expansivas para ejecutar a sus víctimas, a las que llamaba, con cierta dosis de ternura, “mis clientes”. Unas bolitas de platino, en la cacha de su pistola, alrededor de un tigre forjado en plata, representaban a las personas ejecutadas. “En ese momento –evoca el fotógrafo– aproveché la oportunidad y le dije, a ver Güero, dígame ¿cómo hace usted para matar? Él se puso de pie, abrió las piernas y en el instante que se llevaba la mano a la cintura me puse de rodillas. Yo encarnaba de algún modo el papel del ‘cliente’


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Después de la lluvia, 1955, Ciudad de México

La vida no es bella, región ixtlera del norte de México, 1965. Fotos: Rodrigo Moya

o de Rodrigo Moya y sentí todo el peso de su mirada. Se abrió el saco y empuñó el arma. ‘Así, siempre hago un solo disparo a la cara, para eso son las balas expansivas, y me voy caminando tranquilamente’, me dijo. Desde mi posición inferior comencé a disparar la cámara hacia él. Acrecentaba su dimensión, su brutalidad, al tiempo que ostentaba la elegancia del sujeto, con su sombrero tejano ladeado, su larga leontina, los pantalones con la raya muy marcada. No era una foto pensada, era simplemente la foto del día, un trabajo de prensa.” A esa fotografía y su anécdota las envolvió un manto de sombra durante más de treinta y cinco años, hasta que Rodrigo Moya emergió de un episodio fatal a causa de una pancreatitis por la que técnicamente estaba desahuciado y decidió mudarse a Cuernavaca. Fue entonces que él y su esposa, la ilustradora y diseñadora Susan Flaherty, descubrieron un archivo de centenas de negativos que abarcaban catorce años de labor periodística y de fotografía social de los años cincuenta y sesenta de México. Aunque, como el propio Moya reconoce, era sólo sesenta por ciento de lo que había conservado, pues el resto se perdió en la casa de una amiga suya donde dejó una cajita con cientos de tiras reveladas, en la redacción de los periódicos y revistas, en préstamos sin devolución que contenían todo el espectro de sus temas: el espectáculo, la intimidad, la política, el campo, la danza, obreros, calles... Su amigo, el crítico Ariel Arnald, le dijo un día: “La fotografía te ha salvado dos veces, la primera cuando no sabías qué hacer con tu vida y la segunda como sobreviviente, cuando se reconoce tu trabajo olvidado.” Hay fotografías icónicas de Rodrigo Moya: la serie del Che fumando en La Habana, en 1964, o conversando con Raúl Castro durante un desfile; el retrato de Ga-

Rodrigo Moya en el estado de Morelos. Foto: Yazmín Ortega Cortés/ La Jornada

briel García Márquez sonriente, luciendo el ojo morado a causa del puñetazo de Vargas Llosa, las manos de los ixtleros de Coahuila, los rostros negros de hollín de los obreros, la invasión de Estados Unidos a República Dominicana en 1965, Diego Rivera y Siqueiros posando su desprecio, la guerrilla guatemalteca y la venezolana entre la niebla de la sierra de Falcón, el clamor de rebeldía y justicia en el México de 1968. Centenas más que no ha dado a conocer u otras que no son tan identificables, como ésa que estaba en el pequeño

librero detrás de su escritorio, donde al frente de una marcha aparecen personajes reconocidos, como Arnoldo Martínez Verdugo, Froylán López Narváez, Pablo Gómez y una figura que a golpe de ojo me hace pensar en el sentido de la escena: Julio Scherer. Pero no, es un hombre que sobresale una cabeza del resto en esa primera línea de protesta contra el golpe de Luis Echeverría al periódico Excélsior, en 1976. Se antoja inverosímil, pero es nada menos que el músico griego Mikis Theodorakis, con la melena alborotada y un aire que sigue

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Allí lo que se leía eran historietas y revistas porno, pero no libros. Vi a un muchacho regordete, moreno y de inmediato me di cuenta de que era un novato. Al pasar me saludó, ‘buenas noches, mi cabo’. Me voltee con sarcasmo, pero él me preguntó: ‘¿qué lee?’ Le contesté desafiante: ‘un libro, baboso, ¿no ves?’‘Ya lo sé mi cabo, los libros son para leerse.’ Su respuesta fue tajante, y de inmediato agregó: ‘Pregunto, ¿qué libro es?’ Le respondí que una biografía de Leonardo da Vinci. ‘De casualidad ¿no será la de Dimitri Merejkovsky?’ Me desarmó. Además, encontrar un alma hermana en ese desierto cultural, era un hecho insólito. Me convertí en su protector, nadie podía meterse con él, porque además vino a formar parte de mi pelotón. Cuando egresé continuamos escribiéndonos y frecuentándonos. LueGabriel García Márquez el 14 de febrero de 1976, luego del incidente go perdimos contacto y vine a encontrarlo años descon Mario Vargas Llosa. Foto: Rodrigo Moya pués en los edificios Condesa. Laco evoca a Siqueiros. Vientos latinoameZepeda había regresado de China con ricanos de utopías y luchas de liberasu esposa, la poeta Elva Macías. Mi casa ción, tiempo de masacres y dictaduras era allí el centro de las tertulias con mumilitares, épocas de resistencia y aspichos artistas, gente de teatro, boheraciones democráticas, de ética revomios mexicanos, colombianos, gente lucionaria. Rodrigo la toma entre sus de varios países que traían novedades manos y cuenta: “Mikis Theodorakis musicales. Óscar Chávez estaba descucantaba esa noche en la Ciudad de Mébriendo el folclor latinoamericano y allí xico y, no obstante las restricciones a conoció a muchos músicos de fuera. los extranjeros a participar en política Cantábamos y charlábamos. Laco, con mexicana, fue a solidarizarse contra el una sonrisa bonachona, nos escuchaba agravio a la libertad de expresión. Si te a los demás. De pronto, interrumpía gusta, es tuya…” con una voz muy cariñosa, ‘hermanitos, ¿me permiten contarles algo?’Y empezaba a narrar una historia. Todo el munFOTORREPORTAJE Y ARTE do se callaba y dejaba de beber, era presa del poder oral de Laco, quien Nunca se imaginó que su labor perioademás nos hacía reír mucho. Terminadística tuviera el valor que le han dado ba un cuento y le pedíamos más, y así los especialistas y los historiadores. amanecíamos iluminados por su imaPara Moya, el fotorreportaje casi siemginación.” pre colinda con el arte, pero en pocas Antes de abandonar su carrera de foocasiones logra trascender esos lindetorreportero, Rodrigo Moya comenzó ros para colocarse en esa otra dimena bucear y a apasionarse por el mar, por sión significativa y estética. La negativa la gente de las costas. Hizo un repora verse a sí mismo como un artista y a taje gráfico sobre la matanza de tortureconocer su trabajo como tal, parte gas carey, muy demandadas por los más de un espíritu crítico y una exigenindustriales italianos para la fabricacia elevada de lo que hoy se ve como ción de guantes y zapatos, muy finos epidemia y gesto narcisista. “Lo que la y muy caros. Eso había ocurrido porgente descubre en esos archivos es mi que hubo una veda al cocodrilo y desvisión de una época, de esos momencubrieron que el pecho y las aletas de tos –apunta Rodrigo Moya–. Puede las tortugas eran un sustituto de caliemocionar, conmover incluso, pero la Rodrigo Moya posa, al centro, con un comando guerrillero. Sierra Falcón, Venezuela, 1966 (foto dirigida) dad. Moya comenzó haciendo folletos sigo viendo más como una técnica que sobre esos temas y luego se propuso como un lenguaje artístico. En todo publicar una revista: Técnica Pesquera, que apareció fotografías de los movimientos sociales a su alcance, caso la fotografía sería un arte niño, al que le queda de 1968 a 1991, con un total de 257 números. Miles de Moya abandonó la redacción de las revistas y los diamucho por crecer, no así el cine que nació con otras fotografías sobre los ecosistemas oceánicos, litorales, rios en 1968. En parte porque se había casado, tenía cualidades que emocionan y significan a la vez. ¿Qué puertos, pesca, personajes, paisajes marinos y submafamilia, el salario era muy bajo y porque había descudaría un fotógrafo por soñar sus fotografías antes de rinos. Un trabajo de clasificación muy arduo, que ha bierto otras pasiones mejor remuneradas y placentehacerlas, como lo hace un pintor? Pero el fotógrafo sódemandado toda su atención y la de su esposa, porras, el trabajo editorial y la fotografía marina. Recuerda lo sueña con las fotografías que ha hecho, con las que que no tan en el fondo un fotógrafo es un coleccionissu infancia en el Colegio Madrid, entre hijos del exilio la realidad le ha dado. El trabajo fotográfico tiene que ta. Así lo confirma también su acervo de moluscos y español, entre profesores republicanos, comunistas y ver sobre todo con la toma de conciencia de la realidad, otros ejemplares marinos, como los asteroideos, equianarquistas, y su adolescencia en una escuela militar. y sí, el fotógrafo puede llevar una segunda cámara, una nodermos etcétera, que muestra con mucho orgullo De esa época en particular, 1950, conserva la memoria segunda intención. Hablo del fotógrafo asalariado, coa sus visitas. Uno tiene la sensación de internarse en de su encuentro con Eraclio Zepeda, con quien lo unió mo lo fui yo, que debe cumplir órdenes de trabajo. Yo un bazar o en un museo donde saltan imágenes de una gran amistad y una idea semejante del mundo. El no rehuía una estética, pero la conciencia de lo que el distintas especies de vida. Rodrigo conserva la memointernado militar se encontraba en Camino al Desierto ojo ve es la materia prima de la cámara; por supuesto, ria y la imaginación con la que escribe sus cuentos de los Leones. La vida de los estudiantes era regida por puede surgir la oportunidad para esa segunda cámay poemas, que le han redituado premios literarios imuna disciplina castrense. ra, ese otro ojo impulsado por el instinto y el hallazgo portantes. Al final uno entiende el principio que rige “La relación entre los internos era de fuerza y de cade un significado más allá del hecho que registra.” no sólo su conciencia social, también la curiosidad de rácter, tribal y un tanto animal –relata el fotógrafo–. Un Moya empacó sus archivos convencido de que no vivir: mirar y ser mirado. Él es, como lo dicta su poema día me trasladé al patio de la segunda compañía para era un fotógrafo artístico sino apenas un empleado de “Este sigilo”: “Soy las mil fotografías de signo indesciencontrar un sitio tranquilo donde leer un libro. Tener la prensa mexicana, que pagaba mal y consideraba a frable/ amontonadas, sin rumbo ni horizonte.” interés por la cultura era casi como una práctica oculta. los fotógrafos como el último eslabón de la cadena periodística, tan desprestigiada por la corrupción y la autocensura. Hijo de padre mexicano y madre colombiana, nació en Medellín, en 1934, pero su familia se trasladó a la capital mexicana cuando él tenía dos o tres años de edad, junto con su hermana, quien había nacido en Bogotá, y sería una reconocida bailarina, Colombia Moya. Desde pequeño, Rodrigo se aficionó por los libros de arte y de historia de su padre, Luis Moya, escenógrafo y artista plástico. Realizó el Bachillerato de Ciencias para ingresar a la carrera de Ingeniería, en la cual sólo permaneció dos años. En la revista Impacto comenzó a trabajar junto al fotógrafo y reportero colombiano Guillermo Angulo, quien le enseñó fotografía a cambio de los conocimientos de Rodrigo en el manejo de las cámaras de cine. Aunque era asiduo a cuanta manifestación de izquierda se convocaba y tomaba


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LEER

Jornada Semanal • Número 1144 • 5 de febrero de 2016

El Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, Javier Sicilia y Eduardo Vázquez Martín, Era, México, 2016.

DE LECTURA OBLIGADA FABRIZIO LORUSSO

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l Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad es un esfuerzo de reflexión y de recopilación antológica muy bien logrado por Javier Sicilia, Eduardo Vázquez Martín, otros integrantes del movimiento y la editorial Era. Ofrece páginas de introspección profunda y síntesis atenta, no complaciente sino crítica, no sólo retrospectivamente sino orientada a los retos del futuro de un movimiento social cuyas ideas, herencias y experiencias son históricas y presentes, atesoradas y a la vez urgentes y actuales. Es un viaje necesario y realista por el México dolido y sangrante, pero también por el México digno y despierto, el que reconstruye desde los escombros, desde abajo, y no deja de denunciar los abusos de quienes están arriba. La lectura del volumen, compuesto por cartas, narraciones, documentos, debates, ensayos, poemas y análisis sobre México en sentido amplio, y sobre las vivencias y las andanzas del mpjd desde su nacimiento en marzo de 2011, significa un repaso por el horror y la rabia que atraviesa la historia del país. Con planteamientos y acciones, el mpjd ha podido dar visibilidad a la víctimas, antes silenciadas, de la narcoguerra calderonista y peñanietista. Ha podido revelar y denunciar con la poesía, el dolor, las marchas, las caravanas y la esperanza las perversiones de las mazmorras del poder y los poderes en México, que son a la vez políticos, fácticos, criminales, ideológicos y mediáticos. Dar voz a los sin voz, tarea de la historia desde abajo, del periodismo comprometido, de la historia oral combativa y de la ciudadanía en una democracia substancial, anhelada utopía del horizonte humano, ha sido un alcance tangible, irreversible, del Movimiento y de su épica. Nombrar, exponer rostros, caminar juntos, hacer comunidad, luchar contra las falsedades mediáticas y las mistificaciones gubernamentales, creando leyes y reincorporando a las víctimas a la ciudadanía plena con derechos, sobre todo el derecho a no ser criminalizados y nuevamente victimizados por los medios y el Estado. De eso se trató y se trata. Al grito de “¡Estamos hasta la madre!”, mismo que retumba en las calles hasta la fecha, el Movi-

miento puso un alto a la criminalización cínica y reiterada de miles de víctimas y, a la par, de quienes desde el periodismo, la defensa de los derechos humanos y la militancia social luchan por la verdad, la justicia y la reparación pacífica. “Dar claridad a un movimiento que nació del dolor de las víctimas y en medio del vendaval de la violencia que padece nuestro país”, es el primer propósito del libro, señala la contraportada. “Documentar esta modesta contribución de algunos cientos de mexicanos –que en su momento de mayor incidencia pública lograron movilizar a decenas de miles–, a los empeños hacia una paz con justicia, a la construcción de una patria digna, un estado de derecho, un país incluyente con libertad para todas y todos”, es el segundo. Pero la obra logra mucho más: nos lega una memoria y representa, sin duda, un documento histórico y una lectura obligada •

Una carta de Javier Garciadiego Ciudad de México, 30 de enero de 2017 Estimada Directora: Doña Carmen Lira Presente Agradezco profunda y sinceramente el honor de que un reciente libro mío (El Fondo, La Casa y la introducción del pensamiento moderno en México, Fondo de Cultura Económica, 2016) haya sido reseñado por el conocido estudioso Evodio Escalante, y que dicha reseña fuera publicada en La Jornada Semanal, núm. 1143, del domingo 29 de enero. Al principio de su análisis, Evodio Escalante escribe que le extrañó que yo haya omitido el papel de Lázaro Cárdenas en el asilo otorgado a los españoles que huyeron de su país al triunfo de Franco y en la creación de La Casa de España, luego convertida en El Colegio de México. Estoy convencido de que los libros que se reseñan deben ser leídos con especial atención. En la página 22 digo claramente que Daniel Cosío Villegas contó con “el apoyo presidencial” para la creación de La Casa de España y la invitación a los españoles que colaborarían en ella. Asimismo, en la página 75 vuelvo a repetir la importancia que tuvo Cárdenas en este proceso, pero en esta ocasión sí lo menciono por su nombre. También lo cito, con nombre y apellido, en la nota 11 de la página 42. Reconozco las precisiones de Evodio Escalante sobre una traducción temprana, de 1939, de los Manuscritos económicos-filosóficos de Marx, hecha por Alice Rühle-Gerstel, así como la de la Lógica de Husserl, de 1932, realizada por Adalberto García de Mendoza. Sin embargo, no creo que Evodio Escalante pretenda negar que Marx y Husserl fueron traducidos de forma sistemática, no aislada, y difundidos entre un amplio círculo de lectores por el Fondo de Cultura Económica. Su referencia a Heidegger me llama la atención: cita

dos traducciones publicadas en México que no fueron hechas por José Gaos, sólo que una apareció tres años después de la de éste, y la otra siete. Cita también una obra de nuestro Francisco Larroyo publicada el mismo año (1951) de la aparición de la traducción de Gaos de El ser y el tiempo; sin embargo, no menciona la deuda intelectual que Larroyo tenía con los escritos, cursos y conferencias del propio Gaos. Concluyo: Evodio Escalante dice que considerar que sólo los españoles influyeron en la transformación cultural de los mexicanos del siglo xx es un “error imperdonable”. Además del tono propio de un caudillo moral del adjetivo que utiliza, parece que equivocó en la lectura de mi libro, pues su obvio protagonista, de la primera a la última página, es el mexicano Daniel Cosío Villegas quien ideó y organizó la participación de los españoles mencionados en la transformación del Fondo de Cultura Económica. Sobre todo, me acusa de tener una “visión sesgada” de la historia, debido a mis afanes por lograr la “corrección política”. Lo acepto, tengo tantos sesgos en mi visión histórica como cualquiera, incluido Evodio Escalante. Su lectura de mi libro, que vuelvo a agradecer, también está “sesgada” por su propia “corrección política”, muy diferente a la mía. Las dos son igual de válidas o igual de incorrectas, dependiendo quien las lea. Aprovecho la ocasión para solicitarle la publicación de esta carta en el próximo número de La Jornada Semanal, así como para desearle, en lo personal y en lo laboral, un año con más logros que problemas, que seguramente los tendremos. Obviamente, le pido que haga extensivos mis deseos a don Evodio Escalante. Javier Garciadiego El Colegio de México/ El Colegio Nacional

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En nuestro próximo número

POÉTICAS INDÍGENAS: del desconocimiento a la inclusión Pedro de Niemeyer Cesarino

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Naief Yehya

Agustín Ramos

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a revista Correspondencia de Prensa Internacional publicó un ensayo-reportaje de la historiadora internacionalista Penelope Duggan, titulado “Las marchas de las mujeres: ¿de la protesta al movimiento?”, traducido por Jossie Chávez, fechado el 24 de enero y cuya versión original está en http://www.internationalviewpoint.org/spip.php?article4842. Aunque suscribo punto por punto el documento, sólo me ocuparé del discurso que pronunció Ángela Davis tras la manifestación feminista contra Trump el 21 de enero. Ángela identifica como “tierras indígenas” el sitio donde se verificó “La Marcha de las Mujeres”, es decir que

Angela Davis

para ella Washington, d . c . es de quienes nunca han renunciado a luchar por su tierra, su agua y su cultura. Considera que los manifestantes representan “las poderosas fuerzas del cambio… agentes colectivos de [una historia que…] no puede ser eliminada como las páginas web…” En mis años de prepa Ángela era la reina del afro. Jimi Hendrix, Bob D ylan y el resto –famosos o no– sólo eran súbditos de aquella gacela de cabello a lo Diente de León. León africano, pantera negra. Reina y animal perfecto en su cultivada naturalidad, en la esbeltez que le fue esculpiendo su historia personal (historia carente de sentido si, según su dicho, no derivaba en militancia social) y en la cara exquisita de ojos enormes capaces de atrapar la materia cercana y devolverla convertida en la máxima alegría o en la desolación más pura. Hay una foto suya a los veintiséis, cuando estaba en la cárcel; había llegado ahí predestinada, porque aunque suene a melodrama, habiendo nacido en el Deep South de Birmingham, Alabama (el 26 de enero de 1944), sólo le podía merecer prisión, o la muerte impune de varias vecinas adolescentes negras de su edad. Su biografía más fiel está en Si llegan por ti en la mañana vendrán por nosotros en la noche (Siglo xxi , 1972), obra suya y de “…otros perseguidos políticos”. Pero no menos puntuales para describirla son Autobiografía (Grijalbo, 1977) y Mujeres, raza y clase. Cuestiones de antagonismo (Akal 2004). En su proclama de “La Marcha…”, Ángela saluda la lucha por los derechos ambientales de los sioux de Standing Rock, y de Flint, Michigan, y a la gente de Cisjordania y Gaza; la huelga de los empleados de McDonald’s por mejor salario; el feminismo inclusivo y sin fronteras,“que nos invita a unirnos a la resistencia contra el racismo, la islamofobia, el antisemitismo, la misoginia y la explotación capitalista” de donde proceden la especulación financiera, las privatizaciones y la supre-

macía blanca, patriarcal y heterosexual. Pide solidaridad con musulmanes, migrantes, personas con discapacidad, prisioneros y mujeres transexuales de color. Se apoya en la universalidad de los derechos de las mujeres para gritar “¡Libertad y justicia para Palestina!”, celebra y exige la liberación de presos políticos, concluye señalando la necesidad de intensificar la militancia en demanda de justicia social y en defensa de la gente vulnerable. Y advierte: “Los siguientes mil 459 días de la administración de Trump serán mil 459 días de resistencia: resistencia en las bases… en las calles… en las aulas… en el trabajo… en nuestro arte y en nuestra música. Esto es sólo el inicio y, en las palabras de la inimitable Ella Baker, quienes creemos en la libertad no podemos descansar hasta que ésta llegue. Gracias.” Ángela Davis constituye un emblema de aquello que los poetas Aimé Césaire y Leopold Sedar Senghor llamaron Negritud y que, en forma casi imperceptible para mí, trascendió lo literario para confundirse con las luchas anticolonialistas, revolucionarias y antirracistas negras encabezadas por Franz Fanon, Martin Luther King Jr., Patricio Lumumba, Kwomo Kenyatta, Ben Bella, Kwame Nkrumah, los Soledad Brothers, George Jackson, Malcolm x , los Black Panthers (Bobby Seale, Huey Newton, Elridge Cleaver) y muchos más que alentaron mi pasión por la esperanza de un mundo mejor. Lo mismo significó para mí la parte del discurso de Ángela contra el racismo y la xenofobia, parte que dejé para cerrar pero que ella colocó exactamente en el centro político y personal: los negros, no sólo con sus luchas por la libertad sino con su mera presencia, sus colores, su sangre, imprimieron en la historia de Estados Unidos la marca irrestañable de la inmigración y la esclavitud. En razón de ello, dijo, acusar “de asesinato y violación y construir muros, no borrará la historia. Ningún ser humano es ilegal…” •

La guerra contra el humanismo Los orígenes de La toLerancia Es razonable imaginar que durante el Renacimiento, en esa zona difusa que hoy llamamos Occidente y sus alrededores, la humanidad pensante se encontraba desgarrada entre una cosmogonia religiosa medieval en decadencia y los albores del pensamiento científico. La visión de que la vida en la Tierra sólo era un paso o un requisito para llegar al Paraíso o el Infierno, dejó de ser dominante. En el siglo xv la relación entre la fe y la razón cambió conforme se fue fortaleciendo la idea de un Estado laico y la posibilidad de disentir con la Iglesia y no ser ejecutado en el intento. Estos triunfos del humanismo, pasando por el redescubrimiento del individualismo, nos llevaron –s i n d u d a e n t r e t r o p i e z o s , invasiones, genocidios y tragedias– a un mundo moderno que aspira a la fraternidad, la igualdad y la libertad, o aunque sea a la tolerancia y el respeto. Este idealismo a menudo permanece a nivel de discurso, pero es importante no perder la perspectiva de que representa un momento singular en la historia de nuestra especie. El humanismo impulsó las luchas contra los tiranos y los déspotas que justificaban su poder con mandatos divinos e ilusiones cósmicas, y también dio lugar a la humildad, ya no ante figuras mágicas, sino ante nuestros semejantes. La racionalidad, el escepticismo y la curiosidad fortalecieron las luchas de emancipación de los pueblos, la libertad de expresión, los deseos de autodeterminación y la defensa de los derechos de la mujer, las minorías, los discapacitados y los débiles.

Miedo aL huManisMo Resulta difícil imaginar, más allá de las distopías de ciencia ficción, un regreso a una era de rechazo de la verdad, de negación de la realidad científica y aceptar que las diferencias y conflictos sólo pueden resolverse por la fuerza. Sin embargo, esto mismo es lo que ha sucedido, con diferentes matices, cuando la demagogia populista ha tomado el poder, ya sea en la Alemania nazi, en Corea del Norte o en el régimen Khmer camboyano. Cada vez que un Estado renuncia a la comunidad internacional y se refugia en mitos raciales, en leyendas de identidad, delirios de persecución y fábulas de superioridad, el resultado es catastrófico y el costo en vidas es enorme. Denominamos fascismo a una gran variedad de corrientes de pensamiento autoritario, nacionalista, radical, racista, xenofóbico y proteccionista; y si bien hay inmensas diferencias entre el Chile de Pinochet y la Albania de Enver Hodja, estos gobiernos tenían en común el desprecio de la democracia, el afán totalitario y represor, el fanatismo militarista y el miedo a la multiculturalidad. Pero lo más importante es su desconfianza y rechazo de los valores humanistas y de la verdad.

AmericA First El discurso de toma de posesión del 20 de enero de 2017 de Donald j . Trump, ese renegado de la verdad, es una apropiada introducción a un régimen fascista, incendiario y nativista, que habla el lenguaje del populismo revanchista y está controlado por una banda de plutócratas. Ahí Trump presentó a un país amenazado, víctima de la rapiña y el abuso internacional y nacional. En una pobre y burda poética describió paisajes casi apocalípticos de miseria, explotación, abandono y desconsuelo, y concluyó con las palabras: “Esta carnicería americana termina aquí mismo y en este preciso momento.” Utilizar esa imaginería en un país rico, con tasas de crimen y desempleo bajas y con el poderío militar más apabullante del planeta sólo sirve para preparar agresiones internacionales, satanizar a la disidencia e intimidar a los marginados que luchan por sus derechos (la comunidad lgbt , Black Lives Matter y los indios que tratan de impedir la construcción del oleoducto Dakota Access, entre otros). Aunque Trump con su usual arrogancia presumió que él mismo escribiría su discurso –algo muy improbable dada su pobreza lingüística y enemistad con la gramática–, el Wall Street Journal publicó que los autores fueron su asesor y exdirector del sitio “noticioso” Breitbart News, Steve Bannon, y su escritor de discursos Stephen Miller: una paradójica colaboración que refleja algunas de las alianzas e intereses de este régimen. Bannon, un presunto antisemita vinculado con la extrema derecha, y Miller, un judío conservador, recurrieron a la frase America First, usada por neonazis y “grupos de identidad blanca”, pero sobre todo asociada al pionero de la aviación y militante aislacionista pronazi, Charles Lindbergh. No hay forma de entender este discurso más que como una declaración de guerra contra el humanismo liberal laico y como una furiosa retirada de los valores que definen la decencia básica. Nuestra relación con eu siempre ha sido complicada y por momentos sangrienta; hoy corremos el riesgo sin precedente de ser víctimas de los delirios de victimización de un demagogo •

JORNADA VIRTUAL

No borrarán la historia

TOMAR LA PALABRA

naief.yehya@gmail.com


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1144 • 5 de febrero de 2016

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germainegh@casalamm.com.mx

José Castro Leñero: ciudad caminada, ciudad pintada

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A CIUDAD HA SIDO un tema central en el trabajo de José Castro Leñero (Ciudad de México, 1953) desde hace muchos años. Imágenes de nuestra ciudad captada desde muy diversos ángulos y perspectivas. Actualmente se presenta la exposición Ciudad negra en la galería Aldama Fine Art (Palacio de Versalles 100 lb , Lomas Reforma, cdmx ) que reúne más de una veintena de obras que corresponden a dos series temáticas: paisajes urbanos y escenas de sobremesas. Esta galería, dirigida por José Ignacio Aldama, ha apostado por la buena pintura y con esta exposición muestra una vez más que en su local, sencillo y de pequeñas dimensiones, se montan exhibiciones muy selectas que han resultado verdaderas joyitas, como es el caso de la que aquí nos ocupa. Y en esta ocasión, el galerista apuesta también por un medio que comúnmente no es apreciado como se debiera: la pintura sobre papel. Como destacado pintor que es, José Castro Leñero ha investigado sin cesar todos los caminos de la creación pictórica hasta alcanzar el dominio que caracteriza su trabajo, y la presente exhibición da cuenta de ello. Su obra sobre papel es de extrema exquisitez y esta exposición podría considerarse una auténtica lección sobre la diversidad de técnicas empleadas todas con maestría: tinta, óleo, acrílico, gouache, acuarela, pastel, además de la gráfica. En ocasión de su exposición Mesas, sobremesas que tuvo lugar en la Casa Lamm en 2013, Teresa del Conde señaló con acierto:“Sus procedimientos son complicados de explicar y aunque tienen como arranque un determinado encuadre, son sometidos a acciones compositivas y simbólicas que determinan que se vean como lo que son: pinturas que no engañan al ojo preten- 1 diendo aparecer como fotografías pintadas.”.Y en efecto, aun si su punto de partida es la imagen fotográfica, José Castro Leñero conserva el encuadre de la escena que atrapó su ojo avezado, pero su trasposición al papel dista de la visión original por la libre manipulación que éste hace de ella. Lo que vemos en las pinturas es la atmósfera sensorial que el artista captó en su momento y que es plasmada a partir de construcciones plásticas que son estampas de instantes cotidianos reproducidos de una manera fresca e inmediata. El ritmo de las escenas varía de acuerdo al momento captado por el artista andariego que recorre las calles de la ciudad mirando y encontrando. Las escenas que reproducen a los peatones en su paso ágil evocan el dinamismo de las grandes avenidas, en tanto que otras desprovistas de figura humana sugieren su presencia a partir de objetos, como la bicicleta, la motocicleta o la hilera de cubetas dispuesta al borde de la acera. Los paisajes urbanos de Castro Leñero están vivos porque se respira la presencia del andar cotidiano en el que todos nos vemos reflejados. La serie paralela que se integra a los paisajes urbanos está compuesta por escenas de mesas –o más bien, sobremesas– en las que se está llevando a cabo un convivio. Los objetos están dispuestos en una especie de caos que sugiere la presencia de los comensales que no vemos: tazas, vasos, copas, caballitos de tequila, latas de cerveza, restos de alimentos, el celular, las gafas y otros objetos personales de quienes participan en el ágape conforman estas especies de naturalezas vivas captadas desde un punto cenital. Castro Leñero retrata la mesa cuando la reunión está en acción y la reproduce como sus paisajes, en un lenguaje directo y utilizando las técnicas más diversas. Así lo expresa el artista: “Trabajo a partir de la imagen, de un conjunto de registros, personales en su mayoría, que manipulo a través de diversas técni2 cas y vierto en soportes tradicionales. Se trata de la invención de un proceso de traducción de imágenes (fotografías, bocetos, dibujos, montajes) a una obra que se ajuste a mis propósitos. El punto de partida es la realidad percibida en una imagen, en la cual se van acumulando referentes y hallazgos derivados de la manipulación y experimentación.” La ciudad de Castro Leñero es una y mil ciudades. La misma y diferente: negra y blanca, blanca y gris, salpicada de colores pero sin un color preciso. Su ciudad es nuestra ciudad amada y odiada, reposada y febril, habitada por nuestros monstruos y nuestros deseos, nimbada por la sensaciones encontradas que nos provoca esta gran urbe, la mejor y la peor, pero siempre la más auténtica: así la percibimos en estas hermosas y conmovedoras pinturas • 1. Encuentro 2. Peatonal

ARTES VISUALES

@LabAlonso

Chris García

Michael Manring y Chris García en El 61

“M

E SIENTO MUY AFORTUNADO de tener varios conciertos en México el próximo mes y rompe mi corazón ver los problemas entre nuestros dos países”, escribió hace unos días el renombrado bajista Michael Manring en su cuenta de Facebook. “Sé que los temas involucrados son complejos y ciertamente no soy un experto en política, economía o relaciones internacionales, así que estoy renuente a ofrecer mis opiniones”, aclaró. “Habiendo tenido el enorme privilegio de tocar en México en varias ocasiones hay algunas cosas que puedo decir con absoluta certeza: que México es un país extraordinario con una cultura rica, inspiradora, un gran potencial y sobre todo gente que es pensante, amable, inteligente, trabajadora, honesta, creativa y resistente. Quiero ver mejor la calidad de vida de ambos países y quiero hacer algo para ayudar a que eso suceda”, concluyó. Lo citamos porque se trata de un amigo y colega notable –el mes pasado fue nombrado uno de los 100 Mejores Bajistas de la Historia por la revista Bass Player–, pero también porque su presencia ha echado raíces en nuestro país a lo largo de dos décadas, tanto como la de otros músicos estadunidenses con quienes hemos tenido contacto en estos días aciagos. Sobra decirlo: todos están ofendidos con las locuras de Trump; todos están interesados en estrechar lazos por encima de muros y fronteras, más allá del dinero. Así las cosas, Manring vuelve a México en un momento simbólico y, por si fuera poco, haciendo dúo con Chris García, multipercusionista de ascendencia mexicana radicado en Los Ángeles. Junto a él y bajo el nombre de Maniax, el otrora discípulo de Jaco Pastorius sonará en el Encuentro Nacional de Jazz de San Miguel Allende el jueves 9 de febrero, mismo ciclo en el que volverán a participar el sábado 11 como miembros del octeto de Salomón Maawad. Entre una y otra fecha, empero, Manring y García visitarán Ciudad de México para subirse al nuevo escenario de El 61, transformación del entrañable club Ruta 61 que durante más de diez años hiciera honores al blues en la colonia Condesa y que ahora evoluciona en nuestro Centro Histórico (Fray Servando 160, esquina 5 de Mayo). Con un aforo mayor, un mejor escenario y una misión que se abre a cualquier género interpretado con calidad (Blues, Jazz & Other Grooves), el sitio ofrece sabrosa comida uruguaya (La Chivitería), variedad de bebidas a precios asequibles y una decoración que propicia intimidad en torno a dos ejes torales: la música grabada, muestra del buen gusto de sus curadores, y la música en vivo, motor y pretexto esencial con el que se suman a la construcción de una voz citadina original, necesaria, distinta a la de los covers.

Ahora El 61 está más abocado a subrayar la comunidad y diálogo entre intérpretes y melómanos, a divulgar la historia del blues y del jazz entre los no iniciados, a reconocer públicamente la labor y trayectoria de músicos, promotores y entusiastas que desde la creación, la producción, la escritura, la fotografía o la simple transmisión de noticias de boca en boca, alientan los oficios de intérpretes notables que lo visitan desde el extranjero ( Texas Slim, Carlos Johnson, The North Sea Coyotes), así como los de talentos locales bien establecidos (El Pe r ro An d a b l u e s, L a s S e ñ o r i t a s d e Avignon, Lalo Chico, La Dalia Negra, entre muchos otros). Así, regresando a nuestra recomendación, lectora, lector, le diremos que si no vive en San Miguel de Allende o en Ciudad de México, podría escuchar a Michael Manring si visita San Francisco, Nayarit, el próximo 24 de febrero. Allá estará para acompañar al trompetista Jeff Oster en el San Pancho Music Festival (Plaza del Sol). Lo cierto es que en ese combo su papel es distinto al que desarrolla en Maniax, donde debe exacerbar su talento extraterrestre en torno a las percusiones de Chris García, de quien compartimos esta post data reciente: “Deseamos subirnos al escenario en México para decir ‘perdónenos p or los p olíticos y p olític as de Estados Unidos’… El único muro que hay aquí es el que está en sus cabezas. La música está más allá de las fronteras, políticas y culturas y por gracia de Dios iremos a México para hacer música con ustedes.” Compositor dotado y gran ejecutante, García combina tímbricas del México prehispánico con lenguajes tradicionales de India y África, todo al servicio de un discurso ecuménico, disfrutable, dirigido a compartir lo dicho por Manring en el pasado: “Ahora que vivimos tiempos extraordinarios, debo tomar medidas drásticas para lograr algo relevante. Quiero ser capaz de abrir mi mente a nuevas posibilidades, de buscar belleza aún no descubierta.” Acompañémoslos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

5 de febrero de 2017 • Número 1144 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

los chiles jalapeños, dice el queso. A mí me gusta ser amarillo y naranja, que es el llamado queso americano. Es el peor queso de todos, por supuesto, no tiene ningún chiste, carece de las sutilezas del queso gruyere con sus múltiples huecos y su íntima amargura, o del jardín azuloso y picante del queso Roquefort, para no hablar del ánimo juguetón del queso de Oaxaca que se amarra y se desamarra a la menor provocación, o del Cotija que se desmenuza con gracia y salero encima de las enchiladas. No, Estados Unidos eligió un queso americano (me abstendré de decir la marca porque eso me convertiría a mí en un queso) como presidente, y lo que no debería extrañar a nadie es que un queso piense como queso. El queso estaba harto de acompañar carnes y jamones en las hamburguesas y los sándwiches, quería protagonismo, que nadie opacara su dorada importancia, porque la gran aspiración de un queso amarillo, por si no lo saben, es ser un queso dorado. Nuestro queso (eso de “nuestro”, ya se habrán dado cuenta, es pura retórica) se había creado toda clase de empaques de ese color refulgente, representativo del valor –monetario–, la riqueza, el deslumbramiento, el flashazo, y por dentro quería sentir un gran orgullo de ser un queso amarillo, hijo de mamá y papá quesos amarillos, casado con un queso europeo converso, porque nada es más prestigioso que traer un queso humillado de pareja. Para que comprendieran la importancia y el orgullo de ser un queso amarillo –cosa que, tenía que reconocerlo, era un reto bastante difícil–, decidió que todo Estados Unidos debía estar poblado por quesos amarillos. Propagó la noticia de que todo, todo, sería uniforme queso amarillo, y muchos quesos amarillos se pusieron felices. Y para que ya no nos fundan ni nos revuelvan con nada, para que nada nos quite espacio, fortificaremos el molde que nos limita como quesos amarillos que somos y todo, todo,

todo, será queso amarillo. ¡Y brillaremos tanto que nos volveremos dorados!, gritó, y aplastaremos con la fuerza de nuestro queso a todo lo demás. Y todos los quesos amarillos, empoderados, votaron por él. Bueno, no todos los quesos amarillos, pero sí bastantes que no eran quesos ni amarillos pero creían que al hacerlo serían admitidos en el fondue naranja, e incluso algunos quesos de Oaxaca que pensaron que se podrían fundir y volverse amarillos para, sobre todo, pasar desapercibidos. Y para que no se interrumpiera la uniformidad de los quesos amarillos, al Gran Queso se le ocurrió que mejor expulsaba a los chiles jalapeños, las tortillas mexicanas, las pitas árabes y hasta a los champiñones. Por debajo de su copete –formado con una gran costra de cera anaranjada con el precio en el almacén– pensó, bueno, fluyó la idea como ocurre cuando un queso cree que piensa, que las ideas borbotean por el orificio equivocado, que en cuanto hubiese terminado con esa parte expulsaría también a los jamones, las berenjenas, los salamis y las salchichas de Frankfurt, cosa que ellos, de momento, no esperaban ni se les pasaba por la cabeza. Ni que fuéramos queso panela, decían, pero por si las moscas muchos se manifestaron por la quinta avenida. Así, el gran queso amarillo, bueno, no grande, extenso, desparramado, fofo, bueno, eso, conseguiría que su país se convirtiera en un enorme habitáculo de quesos amarillos, todos iguales, simples, lisos como él, y él mismo, claro, para entonces habría logrado ser dorado y los quesos lo admirarían y dirían oh, Donald, qué exitoso, huge, marvelous, big, enormous que eres tú. Donald, estarán de acuerdo conmigo, es el nombre perfecto para un queso amarillo y Trump es el sonido que hace el queso amarillo cuando cae, convertido en algo más, en la taza del excusado.Y eso pasa cuando un país, en vez de elegir un presidente, elige en su lugar a un queso amarillo •

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E NOS HIZO HUMO el “momento mexicano” y ni cuenta nos dimos. De unos años para acá –demasiados–, vivimos una sucesión interminable de violentas desgracias, tragedias y calamidades, a veces adobadas con desastres naturales cuando nos llueve sobre mojado– que tienen casi siempre un denominador común deleznable y hasta macabro: supone actos de corrupción, de maquillaje de actos criminales y de simulación de gobierno mientras se llenan los bolsillos de dinero ajeno los politicastros, corruptos y ávidos casi todos o por lo menos la mayoría de ese sindicato criminal que se compone de varias siglas partidistas, prianrdverdepanal, y sus serviles satélites y etcéteras en ámbitos empresariales o periodísticos. O quizá nunca hubo tal “momento mexicano”, sino simples proclamas tozudamente repetidas en la televisión a lo largo de una más de las fallidas pero costosísimas campañas propagandísticas de este falansterio de ladrones, narcos, asesinos y proxenetas que dice gobernar, porque precisamente la televisión ha sido, es y seguirá siendo la vocería oficial del gobierno mexicano. Porque en México, salvo alguna rareza casi siempre surgida en los mismos canales televisivos del gobierno pero prácticamente nunca en una emisión del duopolio servil de Televisa y tv Azteca, en realidad no existe la crítica abierta al gobierno, sino la sempiterna, ya conocida necesidad de lavarle la jeta al régimen. Por los enjuagues que se hacen con las concesiones de radiotelefonía, tipo de cambio con que el gobierno avasalla los mass media. Este es un régimen que tiene las pezuñas embarradas de sangre y mierda. Un régimen (y la palabra incluye desde luego a esos medios que son comparsa, no sólo a sus asalariados directos) que es traidor a la gente que lo haya votado y al espíritu libertario y nacionalista de la Constitución mexicana. Un régimen que usa los medios no para divulgar, informar o consultar a la población, sino para manipularla, esconderle información, engañarla y apuntalar desde el bombardeo mediático una agenda que parece dedicada al expolio: por décadas los gobiernos panistas y priistas se han negado a invertir en educación o tecnología, para el futuro, y mucho menos en servicios hospitalarios, vivienda digna o regulando el déficit alimentario para atemperar el presente, y en cambio se han dedicado a enaltecer al extranjero, a entregar nuestras riquezas estratégicas no renovables –sólo Fox y Calderón, los adalides de la derecha inútil, concesionaron a mineras extranjeras casi diez millones de hectáreas, valiéndoles un pepino las desastrosas consecuencias

que esas explotaciones mineras suponen para las comunidades campesinas o indígenas de la región, usualmente además relegadas a la marginación y el abandono, pero sometidas a brutales vejaciones y actos de represión cuando se han atrevido a protestar precisamente por ese menosprecio, que se traduce en la desaparición de su territorio, en persecución, golpizas, desalojos y no pocos asesinatos que siguen sin ser esclarecidos. Lo mismo pasa con activistas sociales o ambientalistas, y con líderes de oposición. En las últimas semanas han sido asesinados varios activistas del Movimiento de Regeneración Nacional en Oaxaca, pero a ésos y otros que han caído víctimas de la represión y la brutalidad, el gobierno de Peña Nieto ni los ve ni los oye, como su padrino Salinas hizo alguna vez con cientos de militantes y simpatizantes del prd cuando sí era oposición durante su sexenio maldito. Salinas, por cierto, sigue impune. Mientras tanto, Enrique Peña Nieto, el líder de la pandilla de criminales que nos arrambla el país, intenta hacer malabarismos con su nula aptitud y su descrédito frente al fascista orate que es ahora presidente de Estados Unidos, tratando de usarlo como cortina de humo para que no veamos la porquería de batidillo en que nos convirtió México y las chingaderas que pretende seguirnos asestando, entre las que “brilla” un venidero gasolinazo ora en febrero, grandísimo cabrón. No somos tontos los mexicanos, aunque hemos pecado de excesivamente pacientes. O agachones; pero ya estamos hasta la madre de la corrupción, las mentiras, las raterías, los secuestros, los asesinatos, las desapariciones y sobre todo de la impunidad. Ya estamos hasta la madre de los Duarte y los Peña, de los Yunes, los Anayas, los Zavalas y los Moreiras. De toda esa bola despreciable de ladrones, de asesinos, de pederastas, de verdaderos hijos de la chingada que nos tienen así. Tragando humo. Padeciendo incertidumbres •

CABEZALCUBO

C

OMO TODOS SABEMOS, el queso es una materia alimenticia uniforme, toda del mismo color y la misma textura. Cambia de queso a queso, pero en general un queso es todo él mismo y piensa y vive como queso. Por ejemplo, un queso necesita límites muy precisos, porque si no, al derretirse se desparrama por todos lados: los quesos necesitan moldes, muros y fronteras. A todos nos gusta el queso combinado con otras cosas, pero al queso en sí –algún día tuvimos que pensar lo que sentía el queso– no le gusta estar combinado. Mi naturaleza se altera con

Humo

PASO A RETIRARME

El día en que Estados Unidos eligió un queso amarillo como presidente


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1144 • 5 de febrero de 2017

Orlando Ortiz

Luis Tovar @luistovars

Algo de algunos tradicionalistas (ii y última)

Q

UIEN SE ANIME A incursionar en las páginas de don Artemio y de González Obregón, es posible que sienta haber leído ya esos textos, cuando en realidad únicamente los han oído. Sus temas ya son, por así decirlo, tan del dominio público, que ignoramos que fueron escritos por ellos. Esas tradiciones tienen su origen, como género, en Perú, donde Ricardo Palma comenzó a cultivarlo como una forma de generar identidad en la recién independizada nación. De ahí que el género también se haya cultivado, con sus peculiaridades, y a veces sin mucha fortuna, en lo que fueran colonias españolas. ¿Cuántas tradiciones escribió Palma? Creo que hasta el momento no se han podido recopilar todas, pues publicó en diarios, en libros, en su país y en España, donde fue muy leído, pues en Barcelona se hicieron unos volúmenes ilustrados, preciosos, que todavía a mediados del siglo pasado podía uno verlos (o adquirirlos, si había con qué) en las vitrinas de las librerías de viejo. Se agradece a Palma que no haya pretendido, jamás, contar la historia verdadera de Perú. Él se reducía a narrar anécdotas en las que no menospreciaba la participación de personajes históricos, no sólo de la Colonia, sino también del período de las guerras de independencia. Relatos amenos, las más de las veces contados con algo de humor y desenfado, salpimentados por la irreverencia, la malicia y la sátira, todo ello plasmado con imágenes muy afortunadas y una prosa suelta y rica en giros enriquecedores del lenguaje, que para nada despreciaban el habla del pueblo. Si bien pertenece a lo que se llama romanticismo tardío, es evidente su proclividad hacia el realismo, pero desde una perspectiva festiva. En sus tradiciones aparecen virreyes, obispos, cortesanos, escribientes, personas ordinarias, mujeres cautivadoras o no tanto, jóvenes protagonizando historias de amores fallidos o no pero siempre interesantes. Todos esas páginas pintan un cuadro de Perú rico en matices, sentimientos, humores, costumbres, tradiciones y diversiones. Comenzó a escribir sus primeras tradiciones antes de 1860, y puede decirse que siguió escribiéndolas hasta su muerte, ocurrida en 1919. También escribió teatro y poesía, pero no entraré en detalles porque me interesa señalar algo que como tradicionista singulariza a este autor con respecto a nuestro Valle Arizpe y González Obregón. Voluntariamente cometió la herejía de apartarse de la historia almidonada y del didactismo y se atrevió a relatar el aspecto jocoso de algunos episodios o personajes históricos. Muchos de ellos quedaron en los volúmenes aludidos. Pero fue todavía más allá. Escribió unas Tradiciones en salsa verde que fueron publicadas por primera vez hasta 1973, aunque se calcula que fueron escritas alrededor de 1901. En esta serie Simón Bolívar pierde la pose estatuaria, es igual de malhablado que sus soldados; pierden también el aura de perfección heroica o beatífica otros generales o clérigos de alto rango, y en el día a día de la gente común no disimula procacidades, todo lo dice sin falso pudor. Un ejemplo es la tradición titulada “La cosa de la mujer”: Una joven cae en la calle y pregunta al mozo que se acercó a ayu-

darla, “¿Ha visto usted cosa igual?”, refiriéndose a la pésima condición de la acera, causante de su traspié, y el mozo, confundido, responde:“...precisamente igual, pudiera ser que no; pero parecidas, con vello de más o de menos y hasta pelonas, crea usted, señora mía, que he visto algunas”. El manuscrito se conservó gracias a que en 1904 Palma le obsequió una copia a su amigo Carlos Basadre, confiando en que sería discreto y no las publicaría y evitaría que fueran leídas por mojigatos que se escandalizan más con palabras crudas que con acciones deleznables, pues en ellos la moral reside en la epidermis. El posible que hayan circulado clandestinamente algunas copias, pero finalmente el manuscrito fue a parar, como siempre, en una biblioteca gringa. El caso es semejante al Arte de las putas, de don Nicolás Fernández de Moratín, escrito en 1770 y publicado cien años después. Creo que don Enrique Diez-Canedo, en su Letras de América, sintetiza con acierto y elegancia suma lo que significa la obra de Palma, diciendo que mucho parecería que Terpsícore encabeza una danza festiva con sus hermanas “Clío, musa de la historia, y Talía, numen de la comedia, con Calíope, la heroica y con Melpómene, la trágica”, en regodeo amenísimo. Cuando don Enrique escribió esto, es posible que desconociera las tradiciones en salsa verde, mas no creo que de haberlas conocido hubiera cambiado de opinión. • Escena de La La Land

–¿

Y DE LAS NOMINADAS al Oscar qué has visto? –preguntó él. Como no estaban hablando de cine, a ella le sorprendió el brusco cambio de tema pero, acostumbrada a que sus conversaciones con ciertas personas giraran alrededor de, o consistieran básicamente en, sonrió para sí misma y, dándose un instante para pensar su respuesta, dio un lento sorbo a su té chai. –Pues no sé bien cuáles están nominadas –dijo al fin–, pero de las que ya vi, obvio que está nominada La La Land…

Él puso cara de “no me digas que no sabías”, pero no la interrumpió. –…espérame, también Animales nocturnos y esta otra, muy buena, Manchester by the Sea. Creo que nada más esas, pero te digo, no sé cuáles otras nominaron y suelen ser como seis o siete, me parece; a lo mejor he visto otra u otras. Antes de que se prolongara el breve silencio que comenzó a tomar forma, pero sobre todo antes de que él hiciera la consabida pregunta que siempre seguía a la que ya le había hecho, le devolvió la jugada: -¿Y tú? -Las tres ya las vi –respondió él, con ese aire ufano del alumno que ahora sí hizo la tarea. Otro mínimo silencio y luego, fatídicamente: -¿Y qué te parecieron? Ambos hicieron la pregunta al mismo tiempo. La coincidencia los hizo sonreír, pero dejó suspendida la decisión de quién contestaría primero hasta que ella, resignada a asumir el que se suponía era su papel a la hora de hablar de cine, comenzó: –Bien las tres, claro… –A mí igual, y por cierto qué chingona La La Land, ¿no crees? –ahora sí la interrumpió él, con ese aire entusiasta del alumno que, ahora sí, coincidió con lo que dijo la maestra. –Bueno, tanto así como chingona… –No me vas a decir que le pones peros, ¿o sí? –No, no es eso, la película está bastante bien. –¿Entonces? –Que tampoco es para que la endiosen –como él iba a protestar de nuevo, ella hizo con la mano el gesto típico de “pérame tantito”–; mira, el problema es que todos los años es lo mismo, empiezan con las nominadas al Oscar y hablan como si se tratara de puras obras maestras, cuando por supuesto no lo son, porque para poder decir eso tiene que pasar un tiempo al menos, además de que haya cierto consenso, y obvio, si quieres no todas, pero el asunto es que tal o cual película debería quedársete grabada no sólo a ti sino a la mayoría, y ojo, estamos hablando de películas que se supone tienen cierto nivel de calidad,

o dicho más fácilmente, no que las recuerdes porque fueron éxitos de taquilla, tipo X-Men o La guerra de las galaxias… Las del Oscar, pasa un cierto tiempo y ya se te borraron casi todas; la prueba es que dentro de un año, sin ir más lejos, ya ni las vas a recordar, o a ver dime, ¿cuál ganó el Oscar a la mejor película el año pasado? Pero así, de memoria, no se vale sacar el Google –remató ella. –Yo digo que La La Land, por ejemplo –se apresuró a decir él, más para escurrir el bulto que otra cosa–, sí es una de las que todo mundo va a recordar después de un buen tiempo. –A lo mejor, es muy probable, pero… –concedió ella. -¿Nada más probable? –se envalentonó él, con ese aire retador del alumno que, ahora sí, siente que puede cuestionar a quien ve como figura de autoridad, lo sea o no. –Nada más, por lo que ya te dije… Mira –enfrentó ella el rostro medio socarrón con que él recibió la negativa implícita–, con lo que no estoy de acuerdo es con el inmediatismo, esa manía de querer fabricar clásicos instantáneos que no te da chance de ponderar nada realmente, de dejar que baje tantito siquiera el ruido alrededor de tal o cual película. Además, piénsalo, ¿se puede hablar de un clásico instantáneo? ¿No te suena contradictorio? –Pues así como lo planteas… –respondió él, de nueva cuenta más para escurrir el bulto que otra cosa. –Perdóname la solemnidad, pero ¿por qué no dejar que solita tome su lugar en la historia del cine? ¿O por qué necesita de tanta ayuda para subir al trono? Y claro, no me refiero al Oscar, ¿eh?, sino a un trono de verdad, no uno que se consigue a punta de taquilla o de trending topics. Te repito que a mí me gustó y que me parece buena, pero cuando veo que no faltan los exagerados que empiezan a decir que es el mejor musical de todos los tiempos… Iba a preguntarle si era uno de los que pensaban lo último y qué otros musicales conocía, pero su gesto indicaba sin lugar a dudas que más valía cambiar de tema. -¿Y cómo te fue ayer? –preguntó por fin •

CINEXCUSAS

Bla Bla Bland

PROSAÍSMOS

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Una reiterada mirada al desierto del libro ENSAYO

8 de enero de 2017 • Número 1140 • Jornada Semanal

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José María Espinasa

L

os críticos, los estudiosos del mundo del libro, los comentaristas de la cultura expresan cada vez con más frecuencia su sorpresa ante el fenómeno editorial actual: en un contexto donde no hay un futuro optimista para la lectura nacen como hongos nuevos proyectos editoriales. Y esa sorpresa suele venir acompañada simultáneamente de una sonrisa de gusto y una mueca de desconfianza ¿Qué se esconde detrás de ese sarampión? La combinación forma no tanto un rostro de incredulidad sino de un enconado escepticismo de quien ya no se entusiasma a la primera ni a la segunda. Y el señalamiento sorprendido viene acompañado también por un cierto orgullo de la gran calidad de muchos de esos proyectos, misma que hace que las editoriales tradicionales y establecidas mejoren su oferta. El problema sigue siendo el cuello de botella de la distribución y la ausencia de librerías. Lo primero es endémico. En la Feria de Guadalajara reciente la misma queja, repetida desde hace treinta años, se escuchó en los pasillos: pocas son las distribuidoras y las que hay no suelen ser confiables, pagan con mucha demora y no ven con buenos ojos a los nuevos sellos, incluso cuando estos producen libros de gran atractivo formal. Lo de las librerías es terrible: tienen una oferta muy pobre, sus servicios al cliente son prácticamente inexistentes, e incluso en las mejor surtidas no se encuentra ni el diez por ciento de las nuevas propuestas ¿Cómo circulan? A esto hay que agregar el ya tradicional agotamiento de los suplementos y revistas culturales para informar sobre las novedades de esas editoriales –porque de Anagrama, Alfaguara y Tusquets sí lo hacen– y el apenas incipiente y poco efectivo mercado por internet. Por ejemplo: la propia fil de Guadalajara es sostenida por los eventos de editoriales españolas, más presentes que las sudamericanas, a pesar de que Latinoamérica fue la invitada de honor, y por las editoria-

Ilustración de Juan Gabriel Puga

les del Estado mexicano – f c e , Secretarías de Cultura, Universidades. La curva de una Feria que empezó buscando un espacio para el libro mexicano en el contexto internacional, espacio que encontró bien y pronto, ha empezado a descender desde hace ya varios años, por agotarse las recetas y por no mirar a las nuevas propuestas editoriales pues no pueden pagar sus costos. La insistencia en orquestar la cita en torno a Mario Vargas Llosa es patética. Eso sí: el baile de cifras será muy celebrado, miles de visitantes, millones de pesos en venta ¿Y la literatura? Está en otra parte. Incluso su parte económica, pues la Feria de profesionales, que incluye compra y venta de derechos, acuerdos de distribución e intercambio de experiencias es cada vez más pobre. Algo que lo muestra es que la Feria se vuelve pasarela política e incensario al mainstream. También para que la demagogia tenga su agosto justificando los presupuestos que se asignan a lectura y educación, pero sin mejorar ni la una ni la otra. Vuelvo a hacer la constante pregunta que se busca ignorar: ¿por qué tantas ferias del libro y cada vez menos librerías? Las primeras se hacen para sacarse la foto, no echan raíces aunque sean longevas. Y lo que cuenta es el simulacro de la lectura, no la lectura misma. El panorama librero es patético: una asociación de libreros sin peso ni política real, cadenas privadas que dominan el mercado e imponen un comportamiento, cadenas del Estado que se someten a ese comportamiento, ausencia de alicientes para la apertura de nuevas librerías, alta concentración de las que hay en Ciudad de México. Veo, por ejemplo, lo que ha ocurrido con editoriales realmente muy buenas, Sexto Piso y Vaso Roto. Las dos nacen como empresas mexicanas y ahora ya son hispano-mexicanas, con domicilio, oficinas y distribución en la península. Cada una tiene sus características propias, Sexto Piso con

un catálogo admirable de traducciones de ensayo y narrativa, y un incipiente número de autores mexicanos y –lo que genera envidia a otras editoriales– una distribución notable. Vaso Roto, más o menos lo mismo pero en poesía y con menos distribución al menos en México. Sexto Piso aprovecha y mejora el concepto de editoriales surgidas en los sesenta y setenta el siglo pasado, como Anagrama, y Vaso Roto emparenta con El Tucán de Virginia y Pretextos, con especial énfasis en las traducciones. Hace años, Alfredo Herrera, director de Verdehalago, un buen proyecto que terminó en crisis, dijo que para ser distribuidos en México los editores mexicanos tenían que simular ser editores españoles. La irónica frase, dirigida contra la absurda política de las librerías mexicanas de desprecio a las ediciones independientes, terminó volviéndose casi literal. Lo que nos lleva de nuevo a la pregunta: ¿cómo circula la creciente producción de libros independientes? De las cadenas de librerías sólo el Fondo de Cultura Económica es medianamente receptivo a la producción independiente y no hay prácticamente librerías independientes en el país (no creo que lleguen al diez por ciento, mientras que en España supera el cincuenta por ciento y en Argentina el setenta por ciento). Los puestos de venta que surgen combinan elementos como el tradicional café popularizado por Gandhi y El Péndulo, con galerías, boutiques, enotecas e incluso juguerías. Ojalá den en el blanco. La primavera editorial independiente encontraría así su contacto con los lectores. Mientras tanto, celebremos que la cosa sigue: les recomiendo, por ejemplo, la edición de editorial Mirlo de Dublineses con traducción de Marina Mena Guardabrazo, dirección curatorial de Alejandro Sordo y traducción visual de Luis Argudín (sí, desde luego, un poco pedantes los créditos). Un libro extraordinario que la labor de este nuevo sello vuelve a poner sobre la mesa de novedades •


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