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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 5 de marzo de 2017 ■ Núm. 1148 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Todorov

TzveTan

dialogar con la Historia RicaRdo Guzmán WolffeR, lauRa maRtínez-laRa, Gustavo oGaRRio y antonio valle


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TODOROV, UN INTERLOCUTOR PRIVILEGIADO

Trent Ware, The Virgin, mural en el Centro de la Pizza en El Paso, Texas

Febronio Zatarain

Lo dice bien Antonio Valle en su

Díptico migrante

ensayo: “definir la profesión de Tzvetan Todorov no es cosa fácil”, ya que el célebre autor de origen búlgaro, muerto el pasado 7 de

EL PUEBLO ELEGIDO.

febrero, incorporó a su impresionante bagaje intelectual amplios conocimientos sobre etnología, semiología, historia, psicoanálisis, filosofía, literatura, sociología, economía, antropología, historia del arte y varias disciplinas más. El resultado de todo ese conocimiento, así como de una lucidez y una capacidad de análisis fuera de serie, es una obra ensayística indispensable para entender a cabalidad no sólo la Historia sino también al tiempo presente, con todas sus contradicciones y desafíos. Los cuatro ensayos que incluimos aquí van dedicados a la memoria de este pensador fundamental, pero sobre todo son una invitación a conocerlo directamente y, a través de sus libros, dialogar con él.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

EL REGRESO

E

l voto de la desgracia llegó a las tierras del norte y los indocumentados, ante el estigma que les había colgado el presidente electo, se echaron de nuevo a andar. Las autopistas hacia el sur parecían procesiones de vehículos en pos de las bondades de alguna virgencita de vestido celeste y bordados de perlas. Jonás iba al volante de su Grand Caravan acompañado de su esposa y de sus tres hijas. Hacía dieciséis años había salido de Teloloapan, solo, sin nada, siguiendo las instrucciones de la Nena, su coyota. En la pick up los acompañaban otros dos pollos. Cuando llegaron a Iguala le preguntó a la Nena si pasarían por Acapulco. No, esa es otra carretera. Desde aquel domingo de infancia en que el pastor de la Luz del Mundo había señalado que a uno que se llamaba como él se lo había tragado una ballena, lo persiguió la idea de caminar por la costa. En Chicago seguido andaba por la arena y contemplaba esa ilusión de océano llamado lago Michigan. Mientras manejaba a paso de tortuga, pensó en lo que le contaban los familiares cuando platicaban por Skype; en los soldados de la Marina que los pararían a ocho kilómetros del pueblo, en la policía comunitaria que lo haría casi en la entrada, en los deLa Familia Michoacana que podían regresar a cobrar protección, a secuestrar y a robarse a las jovencitas recién entradas en la pubertad; pensó también en el rostro de horror de sus paisanos al oírse el tronido de un cohete o el chillido de una ambulancia, o el simple arrancón de un automóvil. Miró a sus tres hijas por el espejo retrovisor e instintivamente buscó llegar al carril de la derecha y siguió el primer anuncio de exit , y salió a una carretera solitaria que iba hacia el oeste. Where are we going, dad?, le preguntó su hija Nínive. A conocer el mar.

IMMIGRANTS’ MANÁ

A

noche soñé que Trump decretaba la expulsión de todos los inmigrantes y que nos regresábamos a pie. Avanzábamos por las faldas de las Montañas Rocallosas cuando un hombre de barba gris y cayado dijo que nos detuviésemos, que una voz desde las cimas lo llamaba. Pasaron dos semanas y el barbón no bajaba. Un hacker que había trabajado para Wall Street gritó: Al veterano ya se lo echaron los osos, hagamos una manzana cibernética y divirtámonos. Todos sacamos los iPhones, las tabletas, las laptops, los interconectamos y de la gran manzana salió la canción Voy a reír, voy a bailar, y la salsa se mezcló con la cumbia, la bachata, el pasito duranguense, con la cerveza y el tequila, con el perreo, con los labios, las lenguas y con me gusta tu cucu, y todos estábamos entregados al goce del Fruto Prohibido cuando se escucharon los toc toc del cayado sobre la cantera; volteamos a vernos y nos vimos desnudos; avergonzados, nos cubrimos. Momo, así le decían al barbón, miró su iPod donde había escrito el Decálogo Divino y lo estrelló contra el tronco de un encino. El castigo caerá sobre nosotros... Entramos a las áreas desérticas de Utah y luego a las de Arizona, y allí nos perdimos; no avanzábamos, nos movíamos en círculo. Se acabó la masa para las tortillas, para las pupusas, para las arepas... ¡Qué vamos a hacer! Tranquilos, los inmigrantes somos el pueblo elegido, ahora Dios nos castiga pero no nos matará de hambre; durmamos para guardar energía. Y con la primera luz del alba el cielo se llenó de nubes púrpuras que luego se volvieron rosadas y se precipitaron, pero no era agua lo que llovía, eran piezas de pollo de Kentucky Fried Chicken, de Popeyes, eran nuggets de McDonald’s... Mordía un hash brown cuando desperté

Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , Diseñ o y formación: m arga P eña , Diseño de Columnas: J ua n g a b r i e L P u g a , Relaciones públicas: V e r ó n i C a S i L V a ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: El pensador Fuente: commons.wikimedia.org/ CC BY-SA 2.0

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El pincel de Schönberg Ricardo Bada

ES RECONOCIDO COMO UNO DE LOS PRIMEROS EN ADENTRARSE EN LA COMPOSICIÓN ATONAL. NACIÓ EN AUSTRIA EN 1877 Y MURIÓ EN EU EN 1951.

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Arnold Schönberg, The Red Look, 1910

uando los amigos se ponen muy pesados preguntándome que cuándo, por fin, voy a escribir mis memorias, agarro varios rimeros de viejas carpetas rellenas de recortes y de apuntes, de fotos y de recorderis, e intento durante un par de días ordenarlos de manera cronológica, para después de un par de días abandonar la tarea, que excede mis fuerzas y mis ganas. Pero no sin que en ese safari por el pasado se me queden pegados algunos fragmentos del mismo, como éste que recupero ahora, al cabo de veinticinco años de olvido. Fue en enero de 1992 cuando en uno de los museos de arte contemporáneo más importantes del mundo, el Ludwig, de la ciudad de Colonia, donde vivo, se llevó a cabo una exposición de cuadros pintados por uno de los grandes creadores musicales del siglo xx , el austríaco Arnold Schönberg. Qué duda cabe (o sobra) de que desde el siglo recién pasado vivimos en la que llamo Era de las Exposiciones. Claro está que, para atraer al público, la oferta ha de ser cada vez más sutil, más sofisticada. Y cuando se anunció la exposición de que hablo me temí que se nos viniera encima una ola de violines de Ingres... al revés. Esto quizás requiera una explicación. De las cinco ediciones que consulté de la Enciclo­ pedia Larousse (la original) sólo la de 1931 le dedicaba un párrafo aparte al violín de Ingres. Lo traduzco: “Una leyenda bastante sospechosa pretende que el pintor Ingres estaba más orgulloso de su habilidad tocando el violín –siendo en ello por cierto asaz mediocre– que de su pintura, gracias a la cual había llegado a ser célebre. De ahí que se diga ‘Tiene un violín de Ingres’ al referirse a algún capricho o manía de la que un artista está más orgulloso que del arte en que destaca.” Este puede haber sido el caso de Schönberg. En el año 1910 le escribió a su editor una carta concebida, entre otros, en los siguientes términos: Usted sabe que yo pinto. Lo que no sabe es que mi trabajo ha sido muy elogiado por los entendidos en la materia. El año que viene voy a exponer. Y entonces pienso si no podría usted motivar a algunos mecenas para que compren mis cuadros. Estoy favorablemente predispuesto a hacerle un cuadro que valga como muestra. Estoy dispuesto a retratarlo de balde si me asegura que después me va a conseguir encargos. Por cada cuadro tamaño natural, de dos a seis sesiones de pose, pido entre 200 y 600 coronas. Es muy barato si se tiene en cuenta que por estos cuadros se pagará diez veces más dentro de veinte años, y cien más de aquí a cuarenta años.

Alban Berg con su retrato en el estudio de Schönberg, Viena, 1914

Lo notable es que treinta y nueve años después, los casi cuarenta que él mismo había anticipado para centuplicar el valor de sus cuadros, el propio Schönberg diga en una entrevista, con la mayor naturalidad: “Debo manifestar que, como pintor, era un absoluto amateur.” Sic transit, podríamos decir, y cerrar este capítulo, si no fuese porque uno de los museos más prestigiosos de la ecumene, en la ciudad de Santa Úrsula y sus no sé cuántas miles de vírgenes, le dedicaba una

muestra monográfica al ¿arte? pictórico del padre del dodecafonismo. Como bien se han figurado que no me perdí tal exposición, y estoy en condiciones de poderles decir que el violín de Ingres se convirtió en este caso en el pincel de Schönberg. Y no se sabría a ciencia cierta a quién admirar más: si a un aprendiz de brujo al que la manía del autorretrato hizo que se le rompiera en añicos el sentido [auto]crítico y perpetrase no menos de setenta fatamorganas de su rostro; o a los musealistas y/o exposiciócratas que, especulando con el morbo del visitante, nos propinaron una exposición como ésta a un precio de entrada por demás abusivo en aquellas calendas. Dicho sea de paso: al cabo de un cierto tiempo de recorrer la muestra, el desánimo le ganaba la mano a la honradez estadística y uno dejaba ya de contar los autorretratos schönberguianos en los que faltaba la oreja derecha o la oreja izquierda. Adelantándome a cualquier elucubración cronológica: Schönberg sólo visitó España, becado, en 1931, y no consta que asistiese a una corrida de toros con corte de apéndices auriculares. De manera que las explicaciones al fenómeno desorejador se pueden, a mi juicio, reducir a cuatro: 1. Velado homenaje a Van Gogh; 2. Anticipación subliminal a la crítica que se le habría de hacer a su carencia de oído –la de Schönberg– cuando crease el dodecafonismo; 3. Descuido al echar una mano de pintura para resaltar el fondo; y 4. Chapuza alpina, no tan distinta de la subpirenaica. Aunque no sé, no sé, porque en el lienzo # 61, en el borde superior, podía leerse con letra manuscrita de don Arnoldo “Selbstbild­ niss des Meisters [Autorretrato del maestro].” Resultaba, eso sí, conmovedor el óleo que sugería el entierro de Gustav Mahler. Como en muchos otros de Schönberg, hay en él ecos de Munch, pero en este caso de un buen Munch. Y por último, cuando ya estábamos abocados a gritar lo del Correggio ante un Rafael (“Anch’io sono pittore!”, o lo que es lo mismo, ¡También yo soy pintor!), en fin, cuando uno abandonaba la exposición, descubría que la mejor obra del Schönberg-pintor nos la habían colocado justo al lado de la puerta de salida... ¡y por fuera!, como una más de las obras maestras que tiene a derecha e izquierda en ese primer piso del Museo Ludwig. Es un retrato de Alban Berg, de cuerpo entero, el único cuadro schönberguiano de formato rectangular vertical, pintado con una intuición tal que uno se figura que ese día don Arnoldo estaba de a de veras inspirado y le faltaba papel pautado y le sobraba lienzo. Saliendo aquel día de enero de 1992 al aire libre y friísimo, a la plataforma de cemento que carga como en bandeja la catedral de Colonia y oculta la bella colina verde sobre la que se asienta (otro atentado ecológico y artístico, con agravante de garage subterráneo y alevosía), uno se detenía a pensar y concluía: que con los violines de Ingres de los pintores podía organizarse una orquesta Mantovani hortera, y con los pinceles de Schönberg de los músicos un Museo del Prado para daltónicos y estrábicos. ¿Sigo?


José María Espinasa

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En memoria de

Neus espresate LA EDITORA MEXICANA DE ORIGEN CATALÁN PUBLICÓ “GÉNEROS NO CONSIDERADOS GRAN LITERATURA”, REPORTAJES, CRÓNICAS Y LIBROS QUE SE VOLVERÍAN CLÁSICOS.

L

a edad de una editorial cómo se mide. Todos sabemos que cincuenta jugosas en otras editoriales, premios y compromisos, los dos son autores insignia y siete años para una editorial como era , en un país como México y en del sello, con las consecuencias ya conocidas a largo plazo (ambos multipremiael contexto del último medio siglo, cumplir esa edad es una verdadera dos, elogiados y leídos por las nuevas generaciones). Y sin embargo, dentro de esta política de autor tal vez sea más significativa la seguida, a partir de los ochenproeza que hay que celebrar. Y lo quiero hacer ahora a manera de hota, con la generación siguiente: Héctor Manjarrez, Jorge Aguilar Mora, menaje para el alma de ese proyecto, Neus Espresate. La David Huerta, Coral Bracho, escritores nada fáciles y que además mayoría de las editoriales surgidas en los años sesenta –un moya no contaban del todo con el impulso gremial de los happy mento dorado de la edición– han o bien desaparecido, few de los sesenta, encabezados por Fernando Benítez. o bien las absorbió un grupo corporativo, o bien han Incluso el marxismo imperante en los setenta cambiado tanto que ya no son reconocibles en lo que y ochenta, marcado por el desencanto del ‘68, son ahora. Los últimos años han sido muy difíciles las dictaduras en Chile y Argentina, y el cada para la industria editorial independiente, que vez menos prometedor desarrollo del régiha sufrido desde las crisis económicas, la demen castrista en Cuba, osciló primero hacia magogia y la política errática del Estado, los un cierto academicismo sociológico, pero problemas político-sociales –la Revolución con la conciencia de que era necesario cubana, el ‘68, la muerte de Allende, la revisar de raíz los planteamientos herguerra sucia, el terremoto, las elecciones menéuticos de un sistema de pensadel ‘88, la caída del Muro, el zapatismo, miento devenido cárcel ideológica. No el narcotráfico, el movimiento lopezofue sencillo ni rápido el reacomodo, y bradorista–, hasta la falta de poder el descrédito del comunismo, la caída adquisitivo, lo que en muchos casos del Muro y las revelaciones en casimplica cambios de gusto del lector y cada de los gulags fueron un fuerte replanteamientos de los propios autores de sus estilos, tesis e ideas. Todo golpe que obligó a la editorial a plantearse su razón de ser. Fueron varias ello ha puesto a prueba su capacidad las editoriales que acusaron el severo de adaptación y a la vez de permagolpe de la historia y creo que a era le necer coherente como proyecto. ayudó a superarlo su sustrato literaLa editorial surge en 1960 como la rio, el más libre y lúdico de sus regisalianza empresarial de tres profesiotros editoriales. nales vinculados a la edición –Neus Rescató no pocas cosas de su pasaEspresate, Vicente Rojo, Azorín– y toma do y se mantuvo fiel a una idea del oficio el nombre de las iniciales de los apellieditorial. Sus libros no sólo habían revodos: era . Su primer libro es sintomática y lucionado el ambiente intelectual y el trasignificativamente un libro-reportaje sobajo editorial (creó, bajo el paraguas de Vibre la Revolución cubana, debido a Fernancente Rojo, una verdadera escuela de diseño do Benítez y Enrique González Pedrero. Era editorial, con una generación notable de nueuna época de esperanza y el movimiento de vos diseñadores). En la Imprenta Madero se forFidel, Guevara y Cienfuegos la encarnó plenamenmaron innumerables correctores y editores, y en te. La editorial pondría énfasis en unos géneros torno a la editorial un núcleo operativo notable y con hasta entonces no considerados gran literatura, el reun desarrollo profesional dentro de la casa, como Marcelo portaje y la crónica, publicando libros que se volverían Uribe y Paloma Villegas, bajo la atinada, inteligente e inspiraclásicos –La noche de Tlatelolco, Días de guardar– y se situaría Foto: Cortesía Ediciones Era da dirección de Neus Espresate. de inmediato en un espectro de izquierda más o menos influido por La mejor virtud y la mejor arma para soportar crisis y conflictos fue preciel marxismo. Pero todo era asombroso, no sólo su línea editorial: su diseño desamente el respeto por el proyecto original: era no creció desmesuradamente bido a Vicente Rojo; sus autores –la generación de medio siglo, la de La Casa del –cuando sintió la tentación, allá por los años setenta, de inmediato reculó al sentir Lago, la Onda– y sus colecciones y sus riesgos. los riesgos–, pero tampoco renunció a su papel central en el panorama cultural Tuvo, además, la suerte o el buen tino de publicar libros que con el tiempo se mexicano, ni padeció de gigantismo ni se recluyó en la sombra; se asumió como volverían bestsellers de larga duración. El mejor ejemplo: Aura, de Carlos Fuentes. lo que era, y sin contradicción: una gran editorial independiente. era en narrativa De arriesgarse con libros muy difíciles, como el Paradiso, de José Lezama Lima, y y poesía mexicana ha publicado libros imprescindibles a la vez que secretos, como de publicar traducciones notables –pocas, menos de las que uno quisiera– de obras La obediencia nocturna, de Juan Vicente Melo y La señal, de Inés Arredondo. En maestras: Bajo el volcán, de Malcolm Lowry, Cuaderno del retorno a un país natal narrativa latinoamericana publicó El coronel no tiene quien le escriba y Paradiso. de Aime Cesaire, por ejemplo. Pero si bien Paz, Fuentes, Segovia, García Ponce, Entre los jóvenes de los años setenta, libros como Incurable, de David Huerta. CualJuan Vicente Melo, Inés Arredondo publicaron allí, fueron los más jóvenes de esa quiera de los títulos citados es un hito en su género. La colaboración entre Vicente generación los que, ya para los años setenta, le darían su identidad literaria: Pitol, Rojo y Octavio Paz fue fructífera y, del poeta, era publicó Marcel Duchamp o la Monsiváis, Pacheco, Poniatowska, así como un marxismo menos dogmático y orapariencia desnuda. Tal vez sea, sin embargo, el género ensayístico el que mejor todoxo sería su identidad ideológica. da la temperatura de una editorial: publicó La divina pareja, de Jorge Aguilar Mora En los casos de Pitol y Pacheco hay que ver la manera sabia y hábil en que se y a Roger Bartra le publicó su díptico sobre el salvaje. Gracias Neus por ello cultiva una política editorial de autor: son escritores de casa, y más allá de ofertas


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Laura Martínez-Lara MURIÓ EL 7 DE FEBRERO PASADO. FUE HISTORIADOR, CRÍTICO, TEÓRICO LITERARIO, LINGÜISTA Y FILÓSOFO.

Todorov

TzveTan

la voz de la resistencia

L

os bárbaros son quienes creen que los otros, los que los rodean son bárbaros.” Esta cita de Tzvetan Todorov –uno de los más grandes pensadores contemporáneos–, pone en la mesa algunos temas que recientemente se han vuelto relevantes: el creciente racismo, así como la falta de tolerancia hacia la diversidad de los pueblos que promueven los nuevos dirigentes de algunos países del mundo. En el momento en el que esta intolerancia se pone en boca de aquel que tiene poder, los ignorantes se salpican. Hoy en día urge releer a Todorov y volver a encontrar en sus textos la voz de quien escribió sobre la dignidad humana. Además de lingüista, dedicó gran parte de su vida al ensayo moral y político, y a lo que él llamó “las ciencias de la naturaleza”, pero también se dedicó a reflexionar sobre la historia, sobre todo la de los siglos xViii , xix y principios del xx . Entre su vasta obra (Teoría de la literatura, textos de los formalistas rusos; In­ troducción a la literatura fantásticas; La conquista de América, la cuestión del otro; Crítica de la Crítica; Las morales de la historia; etcétera.), sobresale Nosotros y los otros, un profundo estudio sobre la diversidad de los pueblos y la unidad de la es­ pecie humana. En este largo ensayo, el autor deja ver uno de sus intereses vitales: el diálogo, al cual reconoce como respuesta y llave de salvación, frente a diversos horrores humanos. Al respecto, escribe: “Escoger el diálogo significa evitar los dos extremos que son el monólogo y la guerra.” Preocupado por escribir una historia sobre la unidad humana y la oposición frente al mal, el nacido en Bulgaria apunta: “Conocí el mal durante la primera parte de mi vida, cuando vivía en un país sometido al régimen estalinista […] estribaba éste en la escandalosa disparidad que había entre las frases con las que se rodeaban los representantes del poder, la vida que llevaban y la que nos hacían llevar, la cual parecía inspirarse en principios totalmente distintos.” Al mudarse a Francia, su conocimiento del mal encuentra que se presenta bajo muchas formas, sin importar bandera o régimen social. Así, gracias a las lecturas y al ambiente en el que se desenvolvió, se familiarizó con el genocidio perpetrado por los nazis y con los efectos de las bombas atómicas lanzadas en Japón. Leyó sobre la guerra y los regímenes coloniales y, aunque él no fue testigo, sintió una profunda identificación, y no vaciló en “reconocer el mal como mal.” La pluma de Todorov también reflexionó en torno a la indiferencia hacia el sufrimiento ajeno y es aquí donde señaló otro tipo de maldad, silenciosa y grotesca: cuando ni los horrores de la guerra, ni las fuerzas irracionales de los dictadores trastocan el alma humana, la lucha se puede dar por perdida. Con respecto a esto, el autor no omitió la mención de algunos de sus compañeros, cuyas convicciones no parecían influir de manera significativa en su comportamiento; llevaban una vida de “pequeños burgueses” y pretendían tener un ideal revolucionario, pero, que de haberse realizado, hubiera hecho imposibles ciertas formas de su existencia a las cuales estaban apegados. Su obra queda vigente aquí y ahora, cuando parece que no hay vestigios de ciertos preceptos, como la compasión, la solidaridad y mucho menos la generosidad con aquel que pide auxilio; ese “otro” que se traslada sin rumbo y sin hogar. En un momento de la historia en el que el número de desplazados se incrementa día a día, las crecientes tiranías miran al débil como al culpable de todos sus males y levantan muros y extienden sus fronteras. Es por eso que uno de los pensadores más importantes de nuestro tiempo nos deja huérfanos en el peor de los momentos, cuando se necesitan más voces que se levanten a favor de la dignidad y de la igualdad. Hará falta esa pluma que escriba sobre las razas y la nación, los juicios universales y, sobre todo, la resistencia. En su libro Goya, a la sombra de las luces, Todorov habla así del pintor español: “Es un artista, de modo que no pretende imponer, sino proponer. Sus valores son conocidos –verdad, justicia, razón y libertad–, pero sabe mejor que sus contemporáneos qué trampas nos esperan en este camino. La verdad vivirá, sí, pero siempre y cuando no olvidemos los monstruos crueles.” La descripción que hace de Goya, a quien admira profundamente, bien se ajusta a la descripción que hoy en día podríamos hacer de Tzvetan Todorov. Quizá la voz de este sabio se haya apagado, pero nos dejó su prolífica obra: una esperanza para reencontramos con él en el diálogo y, tal vez, de ese modo aprender a vivir con los otros

Tzvetan Todorov en Fronteiras do Pensamento, São Paulo, Brasil, 2012 Fuente: commons.wikimedia.org/ CC BY-SA 2.0


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Gustavo Ogarrio

La encrucijada humanista de PARA EL GRAN PENSADOR DE ORIGEN BÚLGARO, LOS MOVIMIENTOS CONTRA EL COLONIALISMO Y LOS TOTALITARISMOS DEL SIGLO XX SE INSPIRAN EN LOS PRINCIPIOS DEL ILUMINISMO. EL RECONOCIMIENTO DE LA CONQUISTA DE AMÉRICA COMO UN RELATO ES UNA DE SUS MAYORES APORTACIONES AL ESTUDIO DE LAS NARRATIVAS DE LA VIOLENCIA EN PERSPECTIVA HISTÓRICA.

EL FORASTERO QUE BUSCA OTRA MATRIZ HUMANISTA DE LA ILUSTRACIÓN

¿Q

ué es la Ilustración para sociedades lejanas a Francia? ¿Qué es la libertad iluminista cuando es invocada fuera del contexto de la Revolución Francesa y es obligada a cambiar de naturaleza enunciativa, de comportamiento político? Al menos desde la rebelión esclavista contra los opresores franceses que dio lugar a la independencia de Haití en 1804, el legado humanista de la Ilustración y su recepción en tierras lejanas es contradictorio, paradójico y, hasta cierto punto, obliga a que los mismos principios de la Ilustración francesa experimenten una metamorfosis que tiene como telón de fondo el gran espectáculo de la invención de Europa por las filosofías y narrativas de los “conquistados”. El historiador José Luis Romero se refiere así a esta asimilación del principio iluminista de la igualdad que se vuelve contra su matriz política en Haití: Análogo fervor por las ideas francesas se había manifestado en otras partes de América. Naturalmente llegaron a Haití, y encontraron favorable acogida entre los esclavos. La rebelión contra los ricos plantadores franceses empezó en 1791, fue apoyada por la metrópoli revolucionaria y dio origen a un nuevo orden institucional que organizó el jefe de los insurrectos, Toussaint Louverture, a través de la Constitución de 1801; poco después, su sucesor, Dessalines, completa ya la ruptura con Francia. Era el primer gran triunfo en Latinoamérica del principio de la igualdad, aplicado, precisamente, a una sociedad fundada ostensiblemente en la desigualdad.

como su otra patria, y desde una excéntrica apropiación del “espíritu de la Ilustración”, Tzvetan Todorov (1939-2017) pregunta: “¿Qué imagen guardan los franceses de los búlgaros?” Todorov hace girar el legado humanista de la Ilustración hacia cierta periferia de Europa para fijar un punto de partida: esta imagen que produce la cultura francesa de los otros, de los búlgaros, es “bastante vaga”. Todorov hace alusión a Mijaíl Bajtín para encontrar el fundamento de su propia aventura iluminista, para deslizarse de la etnología, como representación cultural pero también con un sesgo colonial de culturas no occidentales, a la representación problemática y contradictoria de los otros que generan ciertas narrativas, en su condición de voces que han vuelto más compleja la imagen y el registro cultural de sociedades ajenas a la mirada humanista “occidental”. Afirma Todorov:

desde hace tiempo, varias voces han hablado en favor de la fecundidad, o incluso de la necesidad de este enfoque, sea cual sea la cultura estudiada. Entre ellas, uno de los primeros puestos pertenece indiscutiblemente a Mikhaïl Bakhtine, el gran pensador ruso. Bakhtine ha forjado un neologismo, vnenakhodimost´, que podríamos traducir por “exotopía”, que designa esta no pertenencia a una cultura dada. La exotopía, según él, no sólo no es un obstáculo para el conocimiento profundo de esta cultura, sino que es su condición. “La cuestión importante de la comprensión es la exotopía de aquel que comprende –en el tiempo, en el espacio, en la cultura– con relación a lo que quiere comprender creativamente”, escribe Bakhtine, y añade: “En el campo de la cultura, la exotopía es la palanca de comprensión más poderosa. Sólo ante los ojos de una cultura otra la cultura extranjera se revela de manera más completa y profunda.”

En la época moderna, que también es una época de conciencia creciente de la existencia de los otros, ha aparecido una disciplina completa que parte de la premisa de que la mirada exterior es una mirada más lúcida y más penetrante que la del autóctono: la etnología… Pero,

¿Qué “espejo extranjero” fue para el búlgaro Tzvetan Todorov los escritos de los “conquistadores” de América? ¿Qué relación existe entre este interés por esos otros, tan radicalmente ajenos en su historicidad como exteriores a Europa, como lo eran los seres humanos que habitaban el “Nuevo Mundo” antes de la llegada de los españoles, y la mirada de un búlgaro que busca en otra definición del iluminismo los rastros de su propia “exterioridad”?

Todorov invenTa oTra ilusTración, una revolución de la razón mucho más heTerogénea y que no siempre es obligada a

¿Qué es la Ilustración para un haitiano, o para un búlgaro, por ejemplo? Desde su peculiar situación enunciativa, en su interrogación de “extranjero”, nacido en Sofía, Bulgaria, y articulada a su elección de Francia

coincidir con el colonialismo europeo moderno

LOS NARRADORES DE LA CONQUISTA DESDE LA ENCRUCIJADA HUMANISTA En su libro El espíritu de la Ilustración, Todorov identifica con precisión el lado oscuro del iluminismo, una vocación colonial y la tentación de transformarse en una política hegemónica a través de cierto “universalismo ideológico”: “Uno de los reproches que suelen hacerse a la Ilustración es que proporcionó los fundamentos ideológicos del colonialismo europeo del siglo xix y de la primera mitad del xx . El razonamiento es el siguiente: la Ilustración afirma la unidad del género humano, es decir, la universalidad de los valores. Los Estados europeos, convencidos de ser portadores de valores superiores, se creyeron autorizados a llevar su civilización a los menos favorecidos. Para asegurarse del éxito de su empresa tuvieron que ocupar los territorios en los que vivían estas poblaciones.” Sin embargo, Todorov inventa otra Ilustración, una revolución de la razón mucho más heterogénea y que no siempre es obligada a coincidir con el colonialismo europeo moderno; señala que esta relación entre Ilustración y colonialismo fue más bien una estrategia para encubrir y legitimar las intervenciones europeas en Asia


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Todorov TzveTan

Tzvetan Todorov en Fronteiras do Pensamento, São Paulo, Brasil, 2012. Fuente: commons.wikimedia.org/ CC BY-SA 2.0

y África con los ropajes de un uso de la razón que gozaba de gran prestigio, como lo eran los principios de la Ilustración, pero que una vez en acción renunciaban al legado humanista de la Ilustración para imponer con suma crueldad el poder devastador del colonialismo moderno, una tendencia de larga duración y que, más que tener como matriz al iluminismo, recurría a una vieja y potente voluntad colonizadora de destrucción y autodestrucción. Sentencia Todorov: “La política de colonización se oculta tras los ideales de la Ilustración.” Más bien, los movimientos contra el colonialismo, e incluso contra los totalitarismos del siglo xx, se inspiraron con mayor fuerza en los principios del iluminismo. ¿Por qué la “conquista de América” es para Todorov tan importante en los problemas de representación política y narrativa del “otro” o de las “otras y “otros? En su libro La conquista de América. El problema del otro, Todorov comienza su hermenéutica de la invasión española en tierras americanas con una dedicatoria: a una mujer maya devorada por los perros por órdenes del capitán Alonso López de Ávila, hecho consignado por Diego de Landa en su Relación de las cosas de Yuca­ tán. El “descubrimiento” de América es el hecho más importante de la época moderna porque funda esta violencia de destrucción y autodestrucción del colonialismo moderno. Todorov afirma que todas y todos somos “hijos” de este hecho, de esta violencia deshumanizada que se expresa en la mujer maya devorada por los perros: “el siglo xVi habrá visto perpetrarse el mayor genocidio de la historia humana”. Quizás una de las mayores aportaciones de Todorov al estudio de las narrativas de la violencia en perspectiva histórica es haber reconocido en toda su complejidad a la “conquista” como un relato, el estudio en su dimensión narrativa de las figuras de Cristóbal Colón y Hernán Cortés, entre otros colonizadores-conquistadores-narradores. Relatores inesperados y definidos inicialmente por el pragmatismo de la empresa de conquista, Colón y Cortés paulatinamente van encontrando una forma particular de relatar, una perspectiva que

rebasa por mucho los fines meramente de sometimiento del “otro”. Estilo, composición, la ambición por el oro (que en Colón se transforma paulatinamente en la ambición por “descubrir”), así como la pulsión de Cortés por “comprender” para colonizar, serán los elementos básicos de sus enunciados complejos. Uno, Colón, se transforma en al narrador del “descubrir”; el otro, Cortés, en el narrador de la institucionalización de la conquista. Los dos son sujetos narrativos que exigen de sus “lectores” colocarse en la encrucijada de renunciar a la transparencia de lo que dicen sus textos para reubicarlos en la complejidad del “lugar” cultural e ideológico desde el cual narran: “El único remedio es no leer estos textos como enunciados transparentes, sino tratar de tener en cuenta al mismo tiempo el acto y la circunstancia de la enunciación.” Cristóbal Colón y Hernán Cortés son los primeros narradores-conquistadores de la articulación problemática y traumática entre “Occidente” y tierras americanas. Narran desde el “equívoco” y la ambigüedad que produce en ellos la figura de las otras y otros, pero también desde la pulsión colonial que todo lo arrasa. El forastero Todorov, el búlgaro que se apropia excéntricamente del espíritu del iluminismo, encuentra en estos relatos de conquista una “tipología de las relaciones con el otro”. La relación con la otra y el otro tiene tres dimensiones: Hay que distinguir por lo menos tres ejes en los que se puede situar la problemática de la alteridad. Primero hay un juicio de valor (un plano axiológico): el otro es bueno o malo, lo quiero o no lo quiero, o bien, como se prefiere decir en esa época, es mi igual o es inferior a mí (ya que por lo general, y eso es obvio, yo soy bueno, y me estimo). En segundo lugar, está la acción de acercamiento o de alejamiento en relación con el otro (un plano praxeológico): adopto los valores del otro, me identifico con él; o asimilo al otro a mí, le impongo mi propia imagen; entre la sumisión al otro y la sumisión del otro hay un tercer punto, que es la neutralidad o indiferencia. En tercer lugar, conozco

o ignoro la identidad del otro (este plano sería un plano epistémico).

¿Qué hay en las narraciones de la conquista para Todorov que implica también esa encrucijada humanista de comprender el legado de la Ilustración como un gesto excéntrico, heterogéneo, que va más allá de Francia, de Europa, y que muchas veces inventa con sus propias narraciones y representaciones su particular uso de la razón? La narración de un intérprete búlgaro en Francia, pero que también mira en perspectiva no eurocéntrica el legado iluminista, llega a la siguiente conclusión: “La época de la Ilustración se caracteriza por el descubrimiento de los demás en su extrañeza, tanto si han vivido en otro momento como si lo han hecho en otro lugar. Dejamos entonces de ver en ellos la encarnación de nuestro ideal o un lejano anuncio de nuestra perfección presente, como se hacía en épocas anteriores. Pero este reconocimiento de la pluralidad en el seno de la especie sólo es fértil si escapa del relativismo radical y no nos obliga a renunciar a nuestra humanidad común.” Para que esto suceda, la Ilustración debe dejar de comprenderse como una doctrina, es más bien una “actitud común” que busca incansablemente sus nuevos fundamentos en los relatos que se enuncian desde los traumáticos encuentros con los otros; el presagio de la otra y del otro es también el presagio de un nosotros capaz de estigmatizar, someter, ignorar o destruir. “El otro también soy yo”, se puede decir para concentrar toda la fuerza problemática de la encrucijada humanista que plantea Todorov. ¿Cuál es la posible poética del relato y de la memoria que Todorov elige para su excéntrica apropiación de la Ilustración?: “He elegido contar una historia. Más cercana al mito que a la argumentación, se distingue de él en dos planos: primero que es una historia verdadera (cosa que el mito podía pero no debía ser), y luego porque mi interés principal es más el de un moralista que el de un historiador; el presente me importa más que el pasado.”


Todorov

TzveTan

(1939-2017)

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el éxodo y …cuánto más los oprimían,

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tanto más crecían y se multiplicaban… Éxodo cap. 1 ver. 12

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efinir la profesión de Tzvetan Todorov no es cosa fácil; las disciplinas que practicó el maestro búlgaro se acrisolan en una serie de conocimientos entre los que figuran etnología, semiología, historia, psicoanálisis, literatura, filosofía, sociología, economía, hermenéutica, antropología, lingüística e historia del arte. Con ese crisol desarrolló varios modelos y a uno de ellos lo llamó “poética”, que es un sistema de conocimiento sumamente sutil y eficaz. Los mexicanos corrimos con la suerte de que Tzvetan Todorov, mientras leía a Bernal Díaz del Castillo, descubrió que el conquistador narraba la experiencia inédita del encuentro entre una avanzada occidental con un extranjero absoluto. La Historia ver­ dadera de la conquista de la Nueva España lo llevaría a interrogarse en torno a lo que significaba vivir con los otros, con lo radicalmente diferente, ese es el génesis de un ensayo axial y fascinante. Su método consiste en atravesar fronteras para articular procesos culturales en apariencia incompatibles; así, descubre intersecciones y “zonas grises” que sirven para acceder al conocimiento del otro y –gracias al análisis semiótico– al conocimiento de uno mismo. Justamente la idea de atravesar fronteras cobra sentido para reflexionar en torno a los procesos migratorios que a lo largo de la historia experimentaron, primero, los antiguos grupos étnicos, y después las naciones europeas que se abrieron paso, generalmente a sangre y fuego, por el continente, en esa vasta orografía multicultural definida como América. Todorov forma parte de un grupo de intelectuales europeos que se articularon en torno al estructuralismo francés, método que indaga acerca del lenguaje, la sociedad y la cultura, sistema cuyo planteamiento filosófico descubre las estructuras y el funcionamiento de las diversas partes que, relacionadas entre sí, establecen la producción de significado. El antecedente del estructuralismo lo desarrolló el etnógrafo Claude LéviStrauss a través del estudio de la mitología y de los sistemas de parentesco. Posteriormente este sistema incluyó las aportaciones de Jacques Lacan, mediante una vuelta de tuerca muy interesante del psicoanálisis, así como la revuelta crítica e irreverente de Michel Foucault. Otro de los grandes intelectuales con los que trabajó de cerca Todorov fue el semiólogo Roland Barthes, quien, una vez que el sabio de Bulgaria se instala en París (más o menos huyendo de la dictadura de su país de origen), lo promueve dentro del grupo de investigadores reunidos en la Escuela de Altos Estudios de París y en la revista Poétique, en la que continuó desarrollando sus teorías. Desde la década de los sesenta Todorov desarrolló algunas vías de conocimiento que le permitieron acce-


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y el diálogo con la Historia Antonio Valle NACIÓ Y CRECIÓ EN BULGARIA. EN 1923, HUYENDO DE LA DICTADURA DE SU PAÍS, SE TRASLADÓ A FRANCIA DONDE MURIÓ.

Tzvetan Todorov en Fronteiras do Pensamento, São Paulo, Brasil, 2012. Fuente: commons.wikimedia.org/ CC BY-SA 2.0

der a las expresiones o representaciones literarias entendidas como una parte de la comunicación total, al mismo tiempo que establecía la importancia que tenía la interpretación simbólica en distintos períodos históricos. En su libro La conquista de América, Todorov analiza la manera en la que el otro es percibido, imaginado, interpretado, anulado, asimilado, comprendido, usado, aniquilado, sometido, juzgado, aludido e incluso admirado y amado; en primera instancia por el navegante Cristóbal Colón y más tarde por Hernán Cortés y por Bernal Díaz del Castillo. 1492 es el año que “simboliza ya, en la historia de España, su Otro interior al vencer a los moros en la última batalla de Granada y al forzar a los judíos a abandonar su territorio; y descubre el Otro exterior, toda esta América que se volverá latina […] una expulsa la heterogeneidad del cuerpo de España, la otra la introduce irremediablemente”. Cuando el semiólogo analiza, a la manera de Roman Jakobson, ese complejo sistema de partes relacionadas entre sí, ofrece un ensayo que sirve, mediante un análisis comparativo, para comprender el proceso de integración-desintegración que ha experimentado México en

esa relación extraordinaria, enloquecida, injusta, subordinada, apantallada, humillada, maravillosa, violenta y fatal que, a través del dicho: “Pobre México, tan lejos de Dios (tanto de los antiguos como del nuevo que nos proveyó España en el siglo xVi ) y tan cerca de los Estados Unidos”, describe el axioma que pareciera determinar la ley amarga que nos ha tocado vivir en la parte norte de América; una extraña relación en la que, no obstante que perdimos la mitad del territorio y fuimos objeto de guerras de intervención absurdas e injustas, no impide que a estas alturas, incluso ya con Donald Trump en el poder, algunos tengan la osadía y el cinismo de decir que en realidad ya somos gringos. Está bien, como dice Carlos Monsiváis con profunda ironía, que ya no sabemos qué número de generación va de gringos nacidos en México, sin embargo el problema principal es que ahora, cuando los gringos han declarado a México como un país entero de personas non gratas, será difícil explicarles cómo van a subsistir (desde un punto de vista psicológico y cultural) esos vastos segmentos de nuestra nación profundamente identificados con un país cuyo gobierno, y amplias capas de su

población, no sólo nos desprecian sino incluso están dispuestos a agredir a diez millones de mexicanos a punto de ser repatriados, curioso concepto para definir un éxodo como cruel paradoja de la tierra prometida.

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ace unos días, algunos jóvenes comentaban que el muro que está a punto de acrecentar el presidente Trump en realidad para nosotros debe funcionar como un gran espejo. Evidentemente ese muro seguirá funcionando durante mucho tiempo como el obstáculo que siempre ha sido para dreamers o soñadores, pero sobre todo para jornaleros y trabajadores, para ese tipo de operadores de los que el ex presidente Fox dijo: “hacen los trabajos que ni los negros quieren hacer”. Sin embargo, un gran número de compatriotas encontrará en ese muro un espejo –por lo menos durante el tiempo en que persista este capítulo agravado de la locura americana– en el que, a pesar de que en México no son pocos quienes se asumen más gringos que los gringos de casulla al estilo New sigue

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cia extraordinaria en la que se encuentran millones de mexicanos (entre los que debemos incluirnos, así vivamos lejos del espejo galáctico que ha comenzado a levantarse en nuestra mente), y especialmente me he detenido en estos versos de Eliot: “Las pisadas resuenan en la memoria/ Bajo el paso que nunca dimos,/ Hacia la puerta que nunca abrimos”, para descubrir entonces que “el futuro se encuentra contenido en el pasado”.

sujeto, igual al yo, pero diferente de él (de Las Casas), con un infinito número de matices intermedios”, sería el caso de Gonzalo Guerrero, quien terminó por fundirse con el otro (los mayas) en la península de Yucatán, o el de Cabeza de Vaca, que después de sus naufragios en la Florida se vio obligado a experimentar desde dentro a las dos culturas, razón por la cual no se convirtió en el otro pero tampoco volvió a ser un español, digamos, puro. Después de analizar e interpretar los textos escritos por Cortés, Todorov explica cómo el entendiIII miento de los europeos hacia los otros pasa por el arte de la adaptación y de la improvisación. Evidentemente, olvamos con Tzvetan al siglo xVi cuando, en su esta clase de conocimiento encierra “el interés por el testamento, Bartolomé de las Casas establece otro, incluso al precio de cierta empatía, o identifica“la responsabilidad colectiva de los españoles, ción provisional”, de la comprensión de su lengua y el y no sólo de los conquistadores; para los tiempos fuconocimiento de su situación política, de la emisión de turos, no sólo para el presente. Y anuncian que el crisus mensajes en un código apropiado para aprehender men será castigado, que el pecado será expiado”, Toal otro, hasta que, finalmente, procede a asimilar a los dorov dice que “numerosos acontecimientos de la indios a su propio mundo. Grosso modo, Cortés actúa historia reciente parecen dar la razón a Las Casas. La como un avezado hermeneuta. esclavitud fue abolida hace unos cien años, y el coloOctavio Paz pensaba que Claude Lévi-Strauss tenía nialismo a la antigua (a la española) hace unos veinte”. sensibilidad y pluma de poeta. Durante muchos moEnseguida escribe una líneas que, sin deberla ni tementos, Todorov también se expresa al estilo de su merla, parecen dirigidas a millones de nuestros conadmirado etnólogo. Así, al final de su ensayo dice que hoy queremos “igualdad sin que necesariamente implique identidad, pero también diferencia, sin que ésta degenere en superioridad/inferioridad; […] aspiramos a volver a encontrar el sentido de lo social sin perder la cualidad de lo individual”, y cita al socialista ruso Alexander Herzen, quien a mediados del siglo xix escribió lo siguiente: “Comprender toda la amplitud, la realidad y la sacralidad de los derechos de la persona sin destruir a la sociedad, sin fraccionarla en átomos: ése es el objetivo social más difícil.” Al preguntarse si su libro, La conquista de América, ilustra una nueva actitud frente al otro, por medio de su relación con los autores y los personajes del siglo xVi, Tzvetan contesta que él sólo puede dar testimonio de sus intenciones, no del efecto que producen. Me parece que el efecto que debería producir en una época que prefigura un verdadero éxodo de retorno al país natal, es que tanto intelectuales como líderes sociales y de opinión, así como el servicio diplomático oficial, simbólico y cultural de México, deberían Fuente: commons.wikimedia.org/ CC BY-SA 2.0 estudiar con seriedad el sistema semiótico-poético propuesto por Tzvetan Todorov para comprender al otro, nacionales en eu : “Se han ejercido, y siguen ejerciéndose, numerosas venganzas contra ciudadanos en este caso al viejo Tío Sam, que hoy, si pensamos en sus de las antiguas potencias coloniales, cuyo único cripolíticas de ayer, no debería sorprendernos; al contrario, men personal es a menudo su pertenencia a la nación me parece que es una oportunidad histórica, propiciada en cuestión; los ingleses, los norteamericanos, los por las contradicciones no superadas en la propia formafranceses son considerados colectivamente responción social de Estados Unidos (cuyo registro se encuensables por sus antiguos colonizados.” tra en novelas como Lo que el viento se llevó, de Margaret Dice Tzvetan que el éxito de aquellos europeos del Mitchell, o en Absalon, Absalon, de William Faulkner) y, siglo xVi , encabezados por una pléyade de guerreros, por supuesto, tendríamos que aprovechar la vertiginomísticos, etnógrafos y excelentes escritores, se basó en sa/ominosa/esperanzadora coyuntura para revisar al su asombrosa capacidad para entender a los otros, cainterior de nuestra propia república las relaciones que pacidad con la que probaban su superioridad; además sostenemos con el otro, para así estar en condiciones de las citas de Colón, de Cortés y de Sahagún, presende entender al otro que vive más allá del muro real y virta una serie de transcripciones imprescindibles de Dutual que comienza a levantarse al norte del paraíso, ese rán, de Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, de Motolinía y de otro que también forma parte de nosotros (más bien Tovar, sosteniendo que para conquistar a las civilizaahora pienso en mí y en algunos otros cercanos y amaciones mesoamericanas fue menester el desarrollo de dos); pienso en Faulkner, en Bob Dylan, en el grupo Pearl un sistema tecnológico que se sintetizaba en la escriJam, en Poe, en Woody Allen, en Paul Auster, en Jack Ketura. Basado en una extraordinaria erudición, Todorov rouac, en Meryl Streep y en miles y miles de estadunidenestablece un sistema estructural cuyas fronteras linses gentiles, a quienes, siguiendo el sistema de Todorov, güísticas, temporales y físicas se desplazan e intersecde Las Casas y de Sahagún, deberíamos conocer profundamente y amar, al mismo tiempo que no estaría de más tan hasta que logra multidimensionar y descubrir al considerar que si se quedaran sin nosotros así sólo fueotro, descubrimiento que tiene varios grados, “desde ra por un día, el Tío Sam y quienes simbólicamente hoy el otro como objeto, confundido con el mundo que lo representa, tarde o temprano tendrán que lamentarlo rodea (visión de Cristóbal Colón), hasta el otro como

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England, inevitablemente –si es que habremos de sobrevivir como nación– tendremos que voltear a ver a nuestra propia historia, tendremos que hacer Varius Multiplex Multiformis ejercicios evocativos, cercanos a las ficciones históricas que hicieran Rulfo o Marguerite Yourcenar. Tal vez entonces, después de vivir durante décadas bajo una persistente lluvia de imágenes y productos, gran parte de ellos sumamente tóxicos, lentamente comencemos a re-conocernos en toda nuestra asombrosa y diversa vitalidad. Dice Todorov que la archiconocida frase: “los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla”, suele velar estrategias de manipulación política, ya que no por conocer la historia se sabe qué es lo que debe hacerse con ella. Todorov explica cómo Hitler instrumentó una campaña para recordar (machacar) distintos capítulos históricos de la humillación infringida a su país durante la primera guerra mundial y de esa manera exaltar el patriotismo alemán. Evidentemente mirar hacia nuestra historia no tiene el ánimo de volver a levantar aquella “cortina de nopal” de la que hablaba José Luis Cuevas en la década de los cincuenta, justamente cuando estaba por venirse abajo la Escuela Mexicana de Pintura que presagiaba la caída del nacionalismo revolucionario. Por supuesto, hacer memoria y revisar la historia nacional tampoco es para festinar el espíritu antigachupín del 15 de septiembre, cada vez más vacío y grosero, o nuestra francofobia agudizada en mayo. Más bien, tanto los enigmas que plantea la historia como el sistema semiológico y poético que desarrolla Tzvetan en La conquista de América, me llevan a este poema de t.S. Eliot: “El presente y el pasado/ Están acaso presentes en el futuro,/ Y el futuro se encuentra contenido en el pasado./ Si todo el tiempo es eterno presente,/ El tiempo no tiene redención./ Lo que podría haber sido es una abstracción,/ Posibilidad perpetua que permanece/ Solo en un mundo de especulaciones./ Lo que podría haber sido y lo que ha sido/ Señalan a un mismo fin, que es siempre el presente./ Las pisadas resuenan en la memoria/ Bajo el paso que nunca dimos,/ Hacia la puerta que nunca abrimos/ En el jardín de las rosas./ Mis palabras suenan/ En tu cabeza./ Mas no sé/ Con qué intención/ Importunar los restos de un cuenco de pétalos de rosa.” Yo tampoco quisiera importunar a ese abismal “cuenco de pétalos de rosa” si no fuera por la emergen-


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LEER

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El monstruo pentápodo, Liliana Blum, Tusquets, México, 2017.

El discreto retorno del ogro EVE GIL

E

l monstruo pentápodo, la más reciente novela de Liliana Blum (Durango, 1974), tiene su antecedente en un relato titulado “Zapatos Periquita”, incluido en su libro Vidas de catálogo (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2007), en el que un globero viola a una niña pequeña, historia valientemente narrada desde la perspectiva del depredador. Para una escritora que además es madre, no debe ser nada sencillo ponerse en los zapatos del monstruo de la pesadilla materna por antonomasia; meterse tan hondo que incluso le permita justificarse con la afirmación de que su víctima “lo provocó”. He hablado y escrito abundantemente sobre este perturbador relato y el espanto de sí misma que debió experimentar la autora. El monstruo pentápodo evoca en su título al más célebre pederasta de la literatura, el Humbert Humbert de Lolita, de Nabokov. Pero el cuarentón que enloquece ante el precoz encanto sexual de una niña de doce años le queda demasiado pequeño a Raymundo Betancourt, para quien una ninfeta de la edad de Lolita carecería por completo de atractivo. Raymundo, más que hacernos pensar en personajes literarios, nos recuerda legendarios monstruos de la vida real, y como la gran mayoría de ellos, se trata de un hombre de apariencia normal, incluso bonachona, que vive un íntimo infierno mientras se mimetiza con éxito entre la gente “normal”… si bien, en un mundo donde, incongruentemente, se ha desatado una paranoia antipedófila para la que inofensivas fotos familiares de bebés desnudos han adquirido la jerarquía de “pornografía infantil”, al tiempo que saca de sus madrigueras a los “amantes de los niños”, no falta quien detecte asomo de depravación en cómo el inofensivo Raymundo contempla a unas niñas en una alberca, y es gracias a la impulsiva llamada de atención de un padre de familia, que sale en su defensa Aimée, una empleada del balneario, que explica a los indignados adultos que Raymundo tenía una hijita que acaba de morir y solía practicar natación en ese mismo lugar: el gran cuento con que Raymundo ha empezado a enganchar a la mujer que, como señala la contraportada, es pequeña pero en otra forma: una enana con la estatura de una niña de siete años a la que el depredador corteja con la clara intención de volverla su aliada. Raymundo no es precisamente un asesino y/o violador serial. Para cuando la pequeña Cinthia se cruza en su camino en el parque, trepada en unos patines, el hombre de poco más de cuarenta años y sin profesión definida –aunque hace varias cosas relacionadas con la carpintería y la construcción, incluso colabora en obras de caridad– tiene sólo la violación de su hermana menor, que era demasiado pequeña para recordar, y una muerte en su conciencia. No se siente para nada orgulloso de

esta hazaña, producto más de la torpeza que de un real deseo de matar. Él simplemente quería que Normita lo amara tanto como él a ella, pero probablemente el sótano de su casa no era el sitio más indicado para encender su pasión… porque Raymundo está convencido de que las niñas de cuatro años pueden experimentar pasión sexual, y el lamentable estado en que queda su víctima no le deja más remedio que borrar todo rastro de ella. Con Cinthia, se promete, será diferente. No sólo acondiciona el calabozo del sótano como la principesca habitación que, supone, toda niñita desearía poseer, sino que además convence a su prometida, Aimée, de que funja como una especie de madre sustituta o hada madrina para la futura huésped. A Raymundo le lleva meses planificar el plagio de la niña, contando su paciente cortejo a Aimée, y cuando llega la hora le resulta extraordinariamente sencillo consumarlo, entre otras cosas, por una distracción de Susana, la madre, personaje que resulta banal, casi despreciable a través de los ojos de Raymundo, que en general siente asco por las mujeres adultas, pero que tras la desaparición de su hija adquirirá no sólo presencia sino extraordinaria complejidad, como sucede también con la madre del relato arriba mencionado: la sociedad machista se debate entre la cuasi canonización de la madre sufriente y el más rampante desprecio por no haber cuidado lo suficiente de su hija. Liliana Blum narra, con dosis exacta de crueldad pero también con precisa delicadeza, los pormenores del encierro de Cinthia, casi siempre a través del Diario o las cartas sin respuesta que Aimée escribe a Raymundo desde la cárcel. La ejemplar paciencia con que perpetra su crimen parece prolongarse en su proceso de seducción, casi cortejo, a la niña cautiva, que al menos cuenta con la, a veces, amable Aimée, que por su tamaño podría ser otra niña. No pasa mucho para que Raymundo empiece a toquetear a su presa y obligarla a corresponder, y lo que él refiere como “amor” va tornándose cada vez más un suplicio para Cinthia, que no comprende lo que está ocurriendo, pero experimenta un dolor que su captor percibe como “ingratitud”. La paciencia del pederasta va quebrándose… y se incrementa la peligrosa mezcla de culpa y celos por parte de Aimée. Al igual que su novela anterior, Pandora, que expuso a Liliana Blum como una de las narradoras mexicanas más temerarias e insólitas, esta pesadilla que mucho tiene de cuento de hadas contemporáneo, sin el ingrediente de la esperanza, El monstruo pentápodo nos reserva un final tan inesperado como desgarrador. Ningún lector que descienda a este sótano con escenografía de un cuarto de princesa Disney, olvidará jamás la aterradora –y descorazonadora– experiencia •

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En nuestro próximo número

MUJERES ESCRITORAS: Chimamanda n. Adichie Una entrevista y un ensayo de la autora nigeriana

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

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Naief Yehya

Agustín Ramos

“L

AS MARCHAS DE LAS MUJERES: ¿de la protesta al movimiento?” Esta pregunta de Penélope Duggan tendrá una respuesta categórica el próximo miércoles 8 de marzo. El 24 de octubre de 1975, Año Internacional de la Mujer, casi todas las islandesas se unieron para hacer de Islandia el mejor país para las mujeres http://www.bbc.com/mundo/noticias/2013/11/131105_islandia_mujeres_am A ello se añaden la movilización en Polonia el 3 de octubre de 2016 contra la ley restrictiva del aborto, la protesta en Argentina del 19 de octubre por la creciente tasa de feminicidios y la conmemoración, el 25 de no-

viembre del mismo año pasado, del Día Internacional contra la Violencia de Género. Esto y más deriva ahora en los llamados al paro mundial de mujeres en el Día Internacional de la Mujer. Múltiples organizaciones en más de tres decenas de países atienden la convocatoria del colectivo argentino Ni una menos. Entre estas organizaciones destaca la que suscribe la carta publicada en The Guardian, “Mujeres de América, vamos a la huelga. Ú n a n s e p a ra q u e Tru m p ve a nuestro poder”, que decanta y da continuidad a la Women’s March del pasado 2 1 d e e n e r o e n Washington. "Si se unen a nosotras las demás mujeres, libraremos a toda Grecia de la guerra", dice Lisístrata. Y cuando su vecina Cleónice le hace ver los riesgos de una huelga de esposas ante la fuerza física de sus maridos, Lisístrata responde:“Si el gozo no es parejo, no lo goza el macho.” Las acciones de este 8 de marzo consistirán en manifestaciones diversas, vallas, plantones, boicot de compras y sobre todo en ausentismo laboral en oficinas, comercios, fábricas, calles y en cualquier otro tipo de empleo. Motivos sobran. Sara Lovera da cifras de México: más de mil 800 feminicidios anuales, “siete de cada 10 mujeres sufren… en su vida algún tipo de violencia cotidiana… sólo tres de cada cien delitos de este tipo se castigan”. Y, anota, “los hombres en general están mal pagados [pero] las mujeres ganamos 30 por ciento menos.” La magnitud, profundidad y perspectiva de la convergencia feminista resultan evidentes en los abundantes hashtags y en la carta mencionada –cuya firma final es de Ángela Davis– donde se reconoce al colectivo Ni una menos, el triunfo legislativo de las polacas y las luchas por los derechos reproductivos en Corea del Sur e Irlanda, se marca una raya respecto de las feministas conservadoras capitalistas y, asumiendo que la violencia contra las mujeres se extiende a la violencia del mercado, de la deuda externa, de las relaciones de propiedad y de las políticas discriminatorias, se subraya la necesidad de organizar una huelga general que combine la lucha antimachista con la lucha anticapitalista para construir “un nuevo movimiento feminista internacional, con una agenda ampliada, antirracista, antiimperialista, antiheterosexista [anti-heterosexist] y antineoliberal”. También señala que la financiarización y la globalización cor-

Penélope Duggan

porativa han degradado la calidad de vida de los más vulnerables (como los migrantes). En suma, honrando al movimiento Occupy Wall Street, enarbola un feminismo para el noventa y nueve por ciento de la población, feminismo de base y anticapitalista, solidario con las mujeres trabajadoras, con sus familias y sus aliados en todo el mundo. Se habla mucho, las más de las veces a lo tonto, de que las mujeres nos inspiran a los hombres. Lo cierto es que sucede más que eso en el campo social. Las luchas de las mujeres inspiran a más mujeres. Cecilia Palmeiro, de Ni una menos, precisa que el objetivo es apropiarse de “la huelga como herramienta política para hacer oír nuestros reclamos, para intervenir concretamente en el orden de producción”, para que las mujeres se reapropien de su tiempo y consigan una división más equitativa del trabajo. Igualdad social y laboral y resistencia a las violencias económica, política y cultural. En Viento Sur, a través de la agencia Correspondencia de Prensa Internacional, Laia Facet narra:“Muchas escuchamos el discurso de Angela Davis en la Women’s March”, por tanto propone “combatir los repliegues nacionales que levantan muros donde el feminismo construye puentes”, y más adelante cita la consigna de las italianas: se non valgo, non produco, consigna retomada y redondeada por Cecilia Palmeiro al anunciar la huelga del miércoles: “Si nuestro trabajo no vale, produzcan sin nosotras.” H a y m o v i m i e n t o, q u e r i d a Pe n é lope •

Esquizofrenia y políticas de odio en la mente paranoide de Trump Antisemitismos El joven y novato periodista judío ortodoxo, Jake Turx, de la revista Ami, de Brooklyn, tuvo la oportunidad de hacerle una pregunta a Trump en su desquiciada e improvisada conferencia de prensa del 16 de febrero. Trump gritó que quería una pregunta amable y al ver a Turx con su larga barba, caireles y kipá, le dio la palabra. Tras elogiar a Trump por sus vínculos personales y familiares con la comunidad judía, le preguntó qué pensaba hacer la Casa Blanca sobre el aumento de ataques y amenazas contra centros judíos, cementerios y sinagogas en todo el país. Trump lo interrumpió y lo acusó de hacer una pregunta repugnante. El presidente dijo ser la persona menos racista y antisemita del mundo, calló al reportero y furioso lo mandó sentar. Trump es tan sordo a la crítica que fue incapaz de reconocer un comentario que le hubiera servido para lucir sus credenciales en pro de los judíos. Días después trató de enmendar el error tras su visita al Museo Afroamericano de Washington dc , por fin condenó el aumento de los ataques antisemitas (vandalismo y por lo menos sesenta y siete amenazas de muerte y bombas en lo que va de 2017). Si bien es agradecible que finalmente haya puesto atención a ese problema, no hizo mención alguna sobre el incremento de expresiones de odio y racismo, bajo su mandato, en contra de otras comunidades. Es justo señalar que el riesgo que corre la comunidad judía, por el momento, no es comparable con el que sufre la otra comunidad semita: los árabes y musulmanes, quienes sí están en auténtico peligro, no solamente de discriminación, ataques personales y bombas incendiarias de extremistas envalentonados por las políticas y las palabras de Trump, sino también por las deportaciones, hostigamiento de las agencias de espionaje y acoso de la policía, así como por la campaña de pánico e histeria que se manifiesta en la orden de prohibición a la inmigración musulmana.

el origen del odio El número de grupos antiárabes y antimusulmanes activos casi se ha triplicado en los últimos meses (de treinta y cuatro a 101) y los ataques aumentaron en un sesenta y siete por ciento con respecto a 2015, cobijados en el populismo y nacionalismo blanco que pregonan Trump y sus huestes. Los grupos antimusulmanes comenzaron a aparecer tras los ataques del 11 de septiembre de 2001, pero hasta 2010 éstos consistían en unos pocos extremistas fanáticos, admiradores de chiflados e ignorantes como Pamela Geller. Más tarde comenzaron las acusaciones de algunos republicanos y cristianos (¿fundamentalistas?) que aseguraban que los musulmanes buscaban imponer la ley sharia en Estados Unidos y que esa comunidad era una quinta columna, homogénea y siniestra, que conspiraba en contra de los derechos

de la mujer, los homosexuales y buscaba la destrucción de la democracia. Hoy grupos como Act for America (con unos 280 mil miembros y mil asambleas en el país) y el Center for American Policy, que enfocan sus ataques en contra de los programas de aceptación de refugiados, incitan crímenes de odio y han tenido enorme influencia en el régimen de Trump.

religión o políticA El elemento fundamental de estos grupos antiislámicos es que se enfocan en presentar una religión como si fuera un movimiento político y a un grupo étnico diverso como un ejército de militantes incondicionales de un credo de odio. Al enfatizar las palabras “fundamentalismo islámico radical”, término que muchos demagogos usan de manera intercambiable con terrorismo islámico, se impone un discurso reduccionista y carente de sustancia. ¿En qué consiste ser fundamentalista en una religión?¿En seguir al pie de la letra sus preceptos?¿Qué convierte en radical a un religioso: su disposición a transgredir o bien a obedecer su fe hasta el extremo? Es evidente que al utilizar esta formulación se intenta separar a una religión de las demás y se plantea que los fundamentos del islam promueven o implican el uso del terror con alguna finalidad. Desde una perspectiva histórica este ataque pobremente velado en contra del islam no es muy diferente a la visión que tenían los nazis del judaísmo. En ambos casos los inmigrantes y los descendientes de árabes o judíos, aun aquellos perfectamente integrados e incluso ateos, son considerados enemigos en potencia del pueblo y del Estado, sin importar sus convicciones o acciones sino únicamente sus orígenes familiares. El veto musulmán de Trump ha querido ser presentado como una estrategia para proteger al país de ciertos inmigrantes peligrosos, pero en realidad es parte de una campaña amplia que desde hace dieciocho meses ha marcado el zeitgeist estadunidense.

Oy vey! El intercambio entre Turx y Trump pone en evidencia la tensión y esquizofrenia de un individuo que habla el lenguaje de los grupos neofascistas y neonazis, y que ha explotado sus fantasías de destruir el Estado, al tiempo en que se presenta como un buen abuelo judío y el mejor amigo de Israel •

JORNADA VIRTUAL

Mucho movimiento

TOMAR LA PALABRA

naief.yehya@gmail.com


Jornada Semanal • Número 1148 • 5 de marzo de 2017

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germainegh@casalamm.com.mx

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ENTRO DEL MARCO de la pasada feria de arte Zona Maco se inauguró en el Museo Anahuacalli la exhibición Elemental, de Bosco Sodi, artista mexicano de gran reconocimiento internacional nacido en 1970 que radica y trabaja entre Nueva York, Barcelona, Puerto Escondido y Berlín. El museo construido por Diego Rivera para albergar su colección prehispánica ha presentado diversas muestras de artistas contemporáneos que dialogan con su singular arquitectura y su fascinante colección, exhibida dentro de una también muy particular museografía. El trabajo de Bosco Sodi, reunido bajo la curaduría de Dakin Hart –curador en jefe del Museo Noguchi de Nueva York– está integrado por pinturas y esculturas dispuestas en diferentes áreas del edificio, comenzando por la majestuosa explanada de acceso hasta la terraza superior, desde la cual se aprecia el paisaje de la reserva ecológica que lo circunda. A decir del artista en entrevista para esta columna, este museo le resulta un espacio familiar, ya que su madre lo llevaba de niño a los jardines y a las ofrendas del Día de muertos. No es de extrañar que Sodi se sienta fascinado con la arquitectura de piedra 1 volcánica con la que Juan O´Gorman construyó este recinto, si pensamos que su obra tiene un carácter netamente tectónico que remite a la poderosa esencia de la naturaleza. El visitante es recibido en la explanada de acceso por una instalación integrada por decenas de cubos de barro y una cuantas piedras volcánicas vidriadas, trabajo que el artista viene realizando desde hace unos años. Los cubos de barro de diversas dimensiones son piezas que destacan por la elegancia de su sencillez; obras diríase minimalistas de delicada factura que contrastan con las rocas de color rojo brillante. En ambos casos, el artista pone empeño en el proceso creativo y deja que el azar se encargue de terminar las obras. Sodi se da a la tarea de buscar las piedras en una cantera y en el taller de cerámica de José Noé Suro, en Guadalajara, las recubre de un barniz para lograr el efecto de vidriado en rojos encendidos o dorados. El proceso técnico es el mismo de la cerámica y el resultado es siempre impredecible, ya que cada pieza reacciona de manera diferente a la presión, temperatura y humedad del ambiente. Algo similar sucede con sus portentosos lienzos cubiertos de gruesas capas matéricas que alcanzan hasta los 15 cm de espesor. El proceso de sus pinturas también es muy particular. Acostumbrado a formatos de grandes dimensiones, el artista coloca los lienzos en forma horizontal sobre una base y 2 con las manos va aplicando poco a poco una mezcla hecha con aserrín, pedazos de corteza, fibras naturales, pegamento y pigmentos con agua que día a día van conformando la gruesa capa rugosa que las caracteriza. Este proceso lento y sin prisas puede durar hasta dos meses y el acabado final se da cuando la superficie comienza a agrietarse. Es entonces cuando el artista la considera terminada. El proceso creativo de Bosco Sodi –una auténtica cocina plástica– tiene que ver con la filosofía estética japonesa conocida como wabi sabi, de la que es conocedor y practicante, centrada en la fragilidad y la impermanencia de la condición humana, y la aceptación de la transitoriedad y la 3 imperfección estética. Su trabajo, tanto en pintura como en escultura, busca lo inesperado y lo fortuito, y tiene la cualidad de lo “incompleto” inherente al wabi sabi. En la sala central que alberga los bocetos para murales de Rivera se colocó una extraña escultura roja entre rocas del mismo color, rematadas por un fulgurante lienzo rojo. Es una pieza orgánica que surge de su gusto por jugar con la materia, en este caso los sobrantes de las pinturas. Una obra similar en bronce con una pátina azul recibe al visitante en la entrada principal. En la exposición en el Anahuacalli las pinturas y esculturas, en diferentes salas del recinto, dialogan íntimamente con los materiales volcánicos de la construcción y de las esculturas prehispánicas, y con las delicadas cerámicas de las vasijas y figurillas de estas culturas ancestrales. Cada pieza está estratégicamente colocada en un sitio muy bien elegido entre la museografía de la colección para que el visitante experimente la emoción de contemplar unas obras de arte plenamente contemporáneas que en su esencia son expresión del tiempo petrificado • 4 1, 2, 3, 4: Sin título, Bosco Sodi

ARTES VISUALES

Bosco Sodi: expresión del tiempo petrificado

@LabAlonso

Fernando Toussaint y la alcoba que nos contiene

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N LA RELUCIENTE ALCOBA sonaban Sacbé y Aguamala, dos de sus más queridos proyectos. Aleatoriamente, cambiando el sentido de la danza mental, se intercalaban orquestaciones de su hermano Eugenio, fallecido en otro febrero de seis años atrás. Escuchándolos serenamente aguardaban su hermana Cecilia, su hermano Enrique, su madre y otros familiares, todos rondando el féretro y la sonriente fotografía desde la que el baterista esperaba una nutrida afluencia de amigos y colegas convertidos en fuentes de anécdotas, risas y no pocos llantos.

Hablando con propios y extraños, así fue como hace exactamente una semana participamos en el encuentro que sólo por convocatoria de la muerte se hace posible. Los músicos Jaime López, Iraida Noriega, Juan Carlos Novelo, Luis Ernesto Martínez, Elizabeth Meza, Montserrat Revah, Vico Gutiérrez, Pepe Hernández, Chuco Mendoza, Ramiro del Real, Diego Maroto, José Manuel Aguilera, Gabriel Puentes y Armando Montiel; los productores José Manuel López Velarde, Memo Gil y Julio Rivarola; el fotógrafo Fernando Aceves; el comunicador Erick Montenegro… Estos y muchos otros personajes se dieron cita en el velorio de Fernando Toussaint para solidarizarse con su familia, cardinal en el cancionero mexicano e invulnerable ante destino tempranero. Conversando con añoranza en algún punto de la alcoba, recordamos, Iraida Noriega narraba la muerte de su notable padre y cómo, en un acto de amistad solidaria, Fernando Toussaint pasó por ella al aeropuerto para acompañarla en su dolor. Más aún, compartía el momento en que llegó a su casa un disco de Sacbé con los hermanos Toussaint en portada. Don Freddy Noriega lo hizo a un lado refunfuñando inicialmente por el peinado de aquellos jóvenes músicos. Empero, no pasó mucho tiempo para que el álbum girara dándole la razón a un talento promisorio y bien formado. Tanto que el cantante planeó un disco solista en el que sería apoyado por aquellos greñudos. “Hago el disco pero sólo si vienen Eugenio y Fernando Toussaint a grabarlo conmigo”, parafraseaba Iraida recordando las conversaciones de su padre con la disquera rca Victor. Por su lado y en la misma habitación, Pepe Hernández –bajista pionero del jazz y el pop nacional–, rememoraba cuando Fernando Toussaint se le apareció durante una prueba de sonido, casi cuatro décadas atrás, para sorprenderlo primero con su larga cabellera y luego con su virtuosismo en la batería. “Aunque no era mucho más grande que yo –decía Hernández– se volvió una especie de héroe que comenzó a guiar a muchos de nuestra generación.” Por su lado, José Manuel Aguilera observaba el

sorprendente advenimiento de los Toussaint a finales de los setenta. “Fue casi como de generación espontánea... Resultaba asombroso que de la nada surgiera una familia tan especial, con una personalidad tan bien formada.” En otro punto del cuarto, Jaime López, fiel a su incandescente asociación de ideas, citaba “Conducta en los velorios”, de Julio Cortázar: “No vamos por el anís, ni porque hay que ir…” Más aún: desde el silencio de su esquina la corona de flores enviada por el cantante español Alejandro Sanz subrayaba lo escrito horas antes vía Twitter: “No puedo creer que hoy nos dejara Fernando Toussaint, mi querido cherokee. Mi primer batería... Un corazón mexicano inspirado. Qué dolor.” Impulsados por quienes lo tuvieron cerca (nosotros tuvimos más amistad con sus hermanos), volvimos a aquellas noches del Arcano y Los Íntimos escuchando a Palmera, banda de fusión en la que Fernando lucía sus habilidades con Hiram Gómez y Alejandro Campos al son de “Run For Cover”, original de Marcus Miller. Aquellas noches de hace veinticinco años cuando ese y otros proyectos del jazz mexicano nos ayudaron a encontrar nuestro propio derrotero. Entonces teníamos una edad cercana a la que ahora viven Julián André Toussaint, Jan y Adrián Toussaint, herederos sonorosos de una familia que dará más de que hablar con el paso de los años. Estamos seguros. Así, finalmente entre abrazos y actualizaciones biográficas, poco antes de que el féretro abandonara la habitación, se puso a Miles Davis a todo volumen tal como solicitó el propio Fernando antes de morir. Con las melodías del álbum Tutu inundando el espacio, su rostro contento parecía agradecer desde la fotografía el generoso y prolongado aplauso que cerraba los discursos de sus hermanos. Triste colisión signada por el estupor y el cariño, la de hace siete días nos llevó de vuelta a la extraordinaria frase de Villaurrutia que cada minuto cobra sentido en el mundo, y que en este caso se encarnó felizmente: “La muerte toma siempre la forma de la alcoba que nos contiene.” Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

5 de marzo de 2017 • Número 1148 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

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ESDE HACE MUCHOS AÑOS leo a Adriana Díaz Enciso y escribo sobre sus libros, desde su primera novela de vampiros La sed (Colibrí, 2001), hasta la espléndida Odio (LunArena, 2014). Me fascina la manera en que prosa sus narraciones, un estilo que surge de su poesía y su afinidad con los románticos ingleses, construyendo seres y edificios de palabras, conmovedores y aterradores muchas veces, siempre abismalmente vivos. Entre mis libros preferidos de esta autora tapatía que encontró su ancla y su identidad entre los ecos de las fantasmales calles londinenses se encontraban los Cuentos de fantasmas y otras mentiras que editó Aldus en

Blackwood y Machen

2005, donde ella demostró moverse como pez en el agua en un género que pide una extraña mezcla de cálculo y poesía, herramientas que domina de sobra. Este año, Díaz Enciso –quien ya el año antepasado tradujo y editó una antología del cuento de fantasmas escrito por autores ingleses contemporáneos, Sombra del árbol de la noche. Nueva narrativa británica de fantasmas y portentos (2015)– nos ofrece un nuevo libro de cuentos en la colección El Guardagujas de la Secretaría de Cultura, Con tu corazón y otros cuentos. En él refrenda sus afinidades con m. r. James, Algernon Blackwood y Arthur Machen, entre otros padres del horror sobrenatural, al contarnos historias de presencias fantasmales que se apoderan de las vidas desesperadas y vacías. El primer cuento,“Con tu corazón”, es quizá el más hermoso del libro. Una mujer se comunica con la presencia del amado en los latidos que habitan sus cuerpos más allá de la realidad, en la savia y en la sangre: “Y entre mis oídos que te escuchan y el laberinto de tu corazón hay una distancia que se ensancha como un mundo, un mundo, un universo, pero mis oídos y tu corazón, tus venas, son los límites, las fronteras de ese universo. No hay nada más, hay oscuridad, un latido.” Cuento de filiación poética, habla de los espíritus que se encuentran por debajo de lo real y cotidiano, almas blakeanas que viven sus amores en dimensiones no por inmateriales menos verdaderas. La prosa de Adriana Díaz Enciso crea con sus filigranas a estos seres, o mejor dicho, a estas presencias sin rostro que pueden adquirir la forma de un remolino de hojas, como homenaje a m . r . James, y poseer a una mujer sola y profundamente infeliz. O pueden pegarse al cuerpo de un oficinista –uno de los mejores personajes de estos cuentos, Archibald Duke,“un hombre con un alto dominio del arte de la resignación”– asaltarlo cuando observa a un ratoncillo en el Metro de Londres e invadir su vida cotidiana para respirarle en el rostro su

infelicidad y evocar a la desdichada multitud de suicidas que pena entre sus túneles. También se manifiestan de repente con la forma de una deseada mujer intemporal que deambula entre las estatuas griegas del Museo Británico ante los ojos de un amante en busca del absoluto. Sus personajes anhelan algo que no está aquí y es por eso que atraen a esas presencias quizá creadas por su propio deseo o su propia soledad: Ya no había suaves susurros bebiendo sus secretos: no más olvido tranquilizador. Ya no le quedaban siquiera más secretos. La cama sólo era fría, estrecha y solitaria, pesada de hambre, plegarias no atendidas, la historia nunca escuchada de su vida desenredándose, perdiéndose como agua que corre, todo ajeno, vacío como un juguete roto: el sueño de un hogar. (“Vuelo de paloma”)

Adriana Díaz Enciso sitúa sus historias en las calles de un Londres moderno, con sus jóvenes deportistas, sus oficinistas ajetreados, las multitudes con su algarabía a bordo de los autobuses de dos pisos, ese Metro de mosaicos blancos, los barrios antiguos, las universidades y sus departamentos de letras. Sin embargo, sus personajes y sus historias lo recorren como si vivieran en un mapa superpuesto de espíritus literarios, el tigre de William Blake incluido. Con este libro, al igual que en sus anteriores, parece decirnos que el alma de un lugar y una cultura tienen una existencia tan fuerte e intensa que la picota de la historia moderna y las nuevas tecnologías nunca la lograrán destruir. Sedimento del espíritu, realidad de los fantasmas. Lejos de la autoficción y otros nuevos géneros que de sólo mencionarlos ya envejecen, Adriana Díaz Enciso ha sido fiel a sus incursiones por una de las tradiciones más nobles y hermosas de la literatura fantástica, creando una obra personal y mestiza que siempre maravilla a nuestra literatura •

Los desaparecidos no son banderas raídas ni miradas difusas, ni sonrisas fallidas. Historias bordadas en las venas. No son botín. La Alameda

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AS REDES SOCIALES han tomado ya el lugar de las televisoras mexicanas como vehículo noticioso. Baste comparar la audiencia que tiene el nuevo noticiero de Carmen Aristegui desde una plataforma digital, ya no televisiva, con los noticieros tradicionales de Televisa o tv Azteca. No es gratuito ni casual que en estos mismos tiempos en que la efervescencia política está en un punto álgido, Televisa haya anunciado el cierre de corresponsalías y sucursales como resultado de la caída indetenible de sus acciones en Bolsa, que acusa un deslizamiento de poco más del cincuenta y seis por ciento, mientras a la risible competencia que supone tv Azteca, del clan Salinas, sus más recientes informes financieros la dejan muy mal parada con una pérdida de alrededor de 3 mil 150 millones de pesos. Por eso fue que varios pseudolegisladores priistas, como fue el caso de Omar Fayad, hoy señor feudal en Hidalgo (pobres hidalguenses), han gastado esfuerzos en varias intentonas de censura en redes e internet, cosa que desde luego supondría un atropello colosal de las más elementales libertades y finalmente no les ha sido posible imponer. Puesto que el gobierno sigue sin dar muestras de interés en la tragedia colectiva de las desapariciones porque seguramente tiene cola que le pisen, la estafeta la tomó la sociedad, rebasando otra vez a las autoridades. Nacieron así colectivos voluntarios, muchas veces conformados por los familiares mismos de los desaparecidos, tal que sucede con los padres de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos en Guerrero o el colectivo Solecito Veracruzano, que ha desenterrado de fosas clandestinas cientos de restos humanos de víctimas de esta ola demencial de violencia que vivimos. La Alameda es un colectivo ciudadano, fraccionado en pequeños comités estatales, muchas veces unipersonales y desde luego sin remuneración de ningún tipo, voluntarios, dedicados a divulgar la filiación de miles de mexicanos desaparecidos. Niñas, niños, jóvenes de ambos sexos, jovencitas y hasta adultos mayores han desaparecido en “levantones”, muchas veces en la calle y a plena luz del día en un México cruzado constantemente por el crimen, al que lamentablemente se vinculan casi todas las policías mexicanas y no pocos elementos de las mismas fuerzas armadas. Como muchos mexicanos, decidí “adoptar” a un grupo de desaparecidos veracruzanos contabilizados por La Alameda (del Veracruz que ahora vuelve a desgobernar un impresentable como Miguel Ángel Yunes Linares, y en lugar de ponerse a enderezar el rumbo de ése que es más naufragio que entidad federativa, está

metidísimo en la guerra sucia del régimen prianista contra López Obrador). Diariamente retuiteo sus fichas de desaparición porque, como bien dicen los organizadores de La Alameda,“un retuit no se le niega a un desaparecido”, con la quizá peregrina idea de crear conciencia colectiva sobre uno de los fenómenos más espeluznantes y siniestros que hemos podido experimentar los mexicanos, el terror de Estado. Mis desaparecidos son seres humanos y no solamente índices de una estadística pavorosa: Juan Ernesto Santos Morales. Tiene veintidós años. Desapareció en octubre pasado de las calles de Soledad de Doblado que es, por cierto, el pueblo natal de Yunes Linares. Y ni así aparece. El caso de Gabriel Mayoral Peña y su esposa, Mariana Galicia Galindo de veintitrés años, es tristemente emblemático: ambos fueron detenidos por un pleito con un comerciante que les debía dinero. Fueron detenidos por policías de Córdoba, Veracruz, el 17 de junio del año pasado. La patrulla que se los llevó, de la policía “certificada” del entonces director de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez Zurita (quien podría salir libre por los fallos cometidos en su proceso, fallos evidentemente cometidos de manera deliberada para entorpecer el juicio) fue la unidad fs 258. El cuerpo de Mariana aparecería días después con señas de violencia. De su esposo sigue sin saberse nada. Adriana Montiel Ramos, de treinta años de edad y su pequeño hijo, Martín Alejandro Montiel Ramos, de poco más de tres años y medio en el momento de su desaparición, se desvanecieron a plena luz del día, después de un evento en el preescolar al que asistía el niño, en Coatzacoalcos, el 19 de noviembre de 2015. El 4 de octubre de 2015, Jonathan Leonardo Valencia Amador asistió a un bar en Cosamaloapan. Se le vio por última vez allí, hacia las tres de la madrugada. Nunca volvió a su casa • (Continuará…)

CABEZALCUBO

Mis desaparecidos (i de ii)

PASO A RETIRARME

De las presencias


Jornada Semanal • Número 1148 • 5 de marzo de 2017

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Orlando Ortiz

Luis Tovar @luistovars

RWF

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REO QUE ESTAMOS SUDANDO calenturas ajenas. Ya muchos han hablado del fenómeno Trump y de que nos puede llevar la trumpada, pero quienes deberían estar más preocupados son los vecinos, pues ya es evidente que de un momento a otro, o si se quiere de un tuit a otro, su presidente amanecerá dictador hecho y derecho. Sin embargo, eso lo dejaré para la próxima, pues ahora me interesa escribir que hace unas semanas estuve en Cuernavaca, en el homenaje que se le hizo a Raúl Moncada Galán, en el aniversario de su fallecimiento.

Raúl nació en 1926, estudió en la Escuela Nacional de Música y en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam , fue becario del Centro Mexicano de Escritores y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Morelos. Autor de más de treinta obras de teatro, doce novelas y dos volúmenes de cuentos, además de ar tículos y ensayos. Como maestro de teatro, montó numerosas obras en las diversas plazas en las que se desempeñó como maestro enviado por el in ba ... en fin, para mí, fue maestro y amigo por más de cincuenta años. Si bien sus inicios fueron como dramaturgo, no tardó en incursionar en la narrativa. Voraz lector y conocedor de Joyce y autores significativos en su circunstancia, y seguramente señalados por los tutores del legendario Centro Mexicano de Escritores (Rulfo, Arreola, Carballido, etcétera), asimiló sus recursos y supo aplicarlos (no copiarlos), al igual que los de su amigo y maestro, Rodolfo Usigli. Si bien conocí algunas de sus obras teatrales –que iban desde la tragedia hasta la comedia y la farsa–, fue en las puestas en escena. En cambio sus novelas y relatos tuve oportunidad de leerlos casi en su totalidad, pues los títulos de

(auténtico ayudante de Maximiliano), es posible que sintiera cierta imposibilidad para distinguir cuál fue escrita entonces y cuál en nuestros días. La escritura de Raúl Moncada Galán siempre tiene algo de ironía, de “malaleche” y “jacobinismo”, pues era lo que llamaban (¿siguen llamando?) un comecuras. Esto no excluía la reflexión, las preocupaciones políticas y existenciales. Su novela El hombre de humo cuenta el caso de un detective privado que es contratado para esclarecer la desaparición de un individuo, y luego de ardua investigación, se percata de que en la búsqueda del hombre desaparecido se encontró a sí mismo. En Hoy salí a buscarme, aparecida después de su fallecimiento (creo que todavía hay dos novelas inéditas, además de casi toda su obra dramática), se evidencia la inquietud por la filosofía del autor, pues nos cuenta ocho diferentes momentos (edades) de Daniel Oseguera Guillén, profesor de filosofía que intenta reconstruir su identidad para superar la “versión oficial” que se tiene de él. No menos interesantes son sus relatos breves. En El comprador de nombres. Cuentos de Tepoztlán, el libro cierra con “Historia de un aire”, narración que fue

Raúl Moncada Galán

este género sí fueron impresos. En algunas de sus obras teatrales y narrativas se percibe eso que su maestro Usigli denominaba “carácter antihistórico” (...”Lo que me determinó a dar a Corona de sombra un resuelto carácter antihistórico en lo que hace a la proyección de la historia y no al esqueleto de la cronología, fue la proximidad psicológica de los personajes...”, escribe Usigli en uno de los prólogos de dicha obra). Es el caso de Memorias de Maurice Delezé Spruch. Ayuda de cámara del Emperador Fernando Maximiliano de Habsburgo (1864-1868), novela en la que recurre al uso de apócrifos y muestra su capacidad casi filológica para captar y reproducir hablas de la época, además de armar personajes redondos, verosímiles y complejos. Si uno elige cualquier página de esta novela y la enfrenta a otra de las Memorias, de Luis Blasio

finalista en el Segundo Concurso Internacional Juan Rulfo de París. Creo que Raúl no se molestaría (seguro soltaría la carcajada) si cuento que cuando leí el título, imaginé que él, proclive a lo escatológico y lo burlesco, se refería con eso de “un aire” a una flatulencia. Supuse que leería algo quevedesco. En las primera líneas cambié de opinión. Terminé admirado de su capacidad para cambiar de planos y voces narrativas, y sorprendido porque jamás imaginé que Raúl pudiera manejar con tanta soltura y eficacia el relato fantástico y teniendo como base un pasaje bíblico. Esto me hizo recordar una conversación entre Sábato y Borges, en la cual el primero le preguntó a su interlocutor: si no cree en Dios, ¿por qué escribe tantas historias teológicas? Y el aludido respondió: Es que creo en la teología como literatura fantástica. Es la perfección del género •

N

ACIÓ EN BAD WÖRSHOFEN, Alemania, el último día de mayo de 1945, le pusieron el mismo nombre que al autor de la célebre Carta a un joven poeta, entre otras cosas era cineasta y, con cuarenta y cuatro filmes en su haber –hechos además en el apretado e intensísimo lapso de tres lustros–, cumplió más películas que años puesto que murió en 1982, a los treinta siete. Se llamaba Rainer Werner Fassbinder y el crítico alemán Wolfram Schütte –pero no sólo él– lo considera “posiblemente el único genio cinematográfico de la postguerra alemana”. El año pasado se cumplió medio siglo desde la primera vez que dirigió una película: con el cortometraje titulado El vagabundo (Stadtstreicher, 1966), Fassbinder daba inicio a una trayectoria cinematográfica que, dada la brevedad de su vida, necesariamente hace pensar en todo lo que ya no pudo filmar. Sin embargo, y como le consta a cualquiera que haya visto así sea sólo una de sus cintas, bastaría con El amor es más frío que la muerte (1969), Katzelmacher (1969), El mercader de las cuatro estaciones (1971), Las amargas lágrimas de Petra von Kant (1972), Todos los demás se llaman Alí (1973), Un año con trece lunas (1978), El matrimonio de María Braun (1979) o la serie televisiva Berlín Alexanderplatz, para estar de acuerdo con lo que Jean-Luc Godard dijera alguna vez, a propósito de la prematura muerte de su colega: “¿Y cómo quieren que no muriera joven, si él solo hizo lo esencial del nuevo cine alemán?” Toda la información anterior fue tomada de un libro espléndido titulado simplemente Rainer Werner Fassbinder, editado en 2016 por la Cineteca Nacional y que, así su nombre no figure en la carátula, se debe al trabajo minucioso, conocedor y francamente apasionado de Sonia Riquer, cuya discreción la ha movido a figurar sólo como responsable de la investigación y la compilación de textos, a pesar de que ella misma es autora de poco más de la mitad de los apartados en los que el volumen está dividido: nueve de diecisiete. Los escritos por esa germanófila contumaz que felizmente es Sonia, son el capítulo introductorio,“Rainer Werner Fassbinder, un creador inacabable”, y las reseñas/ ensayos correspondientes a los filmes que se exhibieron en una muestra retrospectiva el año pasado en la Cineteca Nacional: “Dos cortometrajes y un talento por descubrir” –a propósito de El vagabundo y El pequeño caos–, “El amor es más frío que la muerte”, “Katzelmacher”, “Baal”, “El comerciante de las cuatro estaciones”, “Todos los demás se llaman Alí” y “La ley del más fuerte”, así como el penúltimo apartado, “Los otros: impresiones y recuerdos”, consistente en testimonios que Sonia entresacó del documental Ich Hill nicht nur, dass ihr mich liebt. Der Filmemacher Rainer Werner Fassbinder (Hans Günther, Alemania, 1993), incluyendo los del cineasta Volker Schlöndorff, los cinefotógrafos Michel Ballhaus y Xaver Schwarzenberger, el productor Luggi Waldleitner y el actor Karlheinz Böhm, entre varios más.

El libro incluye también un conjunto de ensayos espléndidos, que Sonia eligió con el buen tino de quien conoce a fondo aquello de lo que se está hablando: “El tradicionalista que miraba hacia el futuro”, del citado Wolfram Schutte;“A time to love and a time to die”, que es el prólogo escrito por Doménech Font para el libro del propio Fassbinder titulado La anarquía de la imaginación (Paidós, 2002);“El grupo y el equipo”, tomado del libro Fassbinder, de Ronald Haymay (Ultramar, 1985); así como “Hanna Schygulla”, del ya referido La anarquía…, en el que el propio cineasta habla de quien fuera su principal cómplice y muchas cosas más. Contiene también un trío de entrevistas con Fassbinder: “En algún momento las películas tienen que dejar de ser películas”, conversación sostenida con Hans Günther Pflaum a propósito de Todos los demás se llaman Alí;“Imágenes que el espectador pueda llenar con su propia imaginación”, plática con Kraft Wetzel sobre la película Effi Briest;“He cambiado con los personajes de mis películas”, charla con Hella Schlumberger, y finalmente las respuestas que dio Fassbinder a un cuestionario que un grupo de escolares le enviara a distintas personalidades a principios de la década de los años ochenta, es decir un par de años antes de la muerte del cineasta. Por supuesto, quedan fuera de toda duda tanto la importancia como la enorme influencia que la obra de Rainer Werner Fassbinder ha tenido en las generaciones posteriores de cineastas, no sólo alemanes desde luego. Por desgracia, también fuera de duda está el tremendo desconocimiento colectivo que de un cineasta así de insoslayable padece un público, eso sí, sabedor al dedillo de los dimes y diretes de la fugacidad hollywoodense, eternamente sustituible y sustituida •

CINEXCUSAS

En un homenaje

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

5 de marzo de 2017 • Número 1148 • Jornada Semanal

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Las profecías sociales de Todorov Ricardo Guzmán Wolffer

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zvetan Todorov es una muestra de que el análisis que hoy muchos exponen como novedoso, puede rastrearse en la obra de pensadores de su talla. En Nosotros y los otros (1989) hay claves para descifrar el México contemporáneo. En el prefacio, Todorov explica su relación con el régimen estalinista, cómo pasó de ser un beneficiario a un crítico, en parte por las paulatinas dificultades de su entorno. el familiar y el de las amistades. Sería un exceso comparar la clase política mexicana con la estalinista, por más que se invoque la violencia de Estado tanto en las acciones (limitaciones económicas, muchas extremas, derivadas de políticas públicas; limitaciones en derechos humanos, como a la salud, al agua, etcétera; agresiones directas contra la población) como en las omisiones (en la defensa de connacionales en el extranjero; en la procuración y administración de justicia...). Pero hay resultados semejantes: Todorov explica que llegó a tener dos personalidades: “una pública y sumisa, la otra privada, que no se manifestaba más que en mi mente”. Hoy la tecnología permite que ese flujo mental individual se decante a las redes sociales y los guerrilleros de Facebook o de Twitter son capaces de lanzar las peores críticas y los insultos más rabiosos, pero, salvo muy contadas excepciones, nada de eso lleva a un cambio social. El gobierno no percibe tal expresión, individual o social, como una protesta formal que habría que afrontar en acciones o, por lo menos, pronunciarse en esas mismas redes. Así, desde la perspectiva del Estado, se trata de una útil válvula de escape para un descontento que, en algunos lugares, se ha manifestado. Todorov precisa la fuente del mal: “la escandalosa disparidad que había entre las frases con las que se rodeaban los representantes del poder, la vida que llevaban y la que nos hacían llevar, la cual parecía inspirarse en principios totalmente distintos”. Ahora que se vuelca la mirada al presidente gringo como fuente de los males inmediatos, solemos olvidar que las condiciones en que

vivimos se han germinado durante décadas sin que los cambios de partido en la presidencia se tradujeran en beneficios generales. Cada sexenio hay empresarios más que favorecidos, incluidos narcos y otros hampones. Pero esa es la vida pública de la que hablaba Todorov. ¿Qué se puede hacer al respecto? Muy poco. Luchar contra el narco, incluso al nivel de las autodefensas, es sólo una mínima parte del problema: las narcoinversiones y sus cómplices políticos abarcan casi toda la vida nacional. Las mafias “autónomas” de políticos, donde comienzan a pulular los gobernadores como muestra del nivel de corrupción, es una moda nada reciente, pero ahora se evidencia tanto por el descaro con que actúan como porque han dejado a todos sus coautores con poca participación. Antes repartían a casi todos los niveles de gobierno y a los aliados fácticos (sindicatos, contratistas y demás); ahora no. La respuesta ante esa aparente indefensión es la compenetración del pensamiento y la acción: el activismo: “palabras que apoyan los actos”. Autodefinido como un interlocutor con la historia, Todorov establece el punto central del discurso mexicano: nosotros (mi grupo) y los otros. Se habla de la universalidad de los valores, como bien manejó Trump en su campaña de odio hacia los extranjeros, hacia los arribistas, hacia aquellos que llegan para minar el modo de vida gringo: son los valores estadunidenses los que dice defender, bajo el argumento de su valía universal: el etnocentrismo, donde la sociedad desde donde se juzga tiene valores para imponer a los distintos. Esta perspectiva, en una nación como la estadunidense, pierde peso por el simple recuento histórico, pero es un esquema aplicable al mexicano, donde los bandos se dividen según quien haga el discurso: el pueblo contra los políticos; los pobres contra los ricos que acumulan fortunas a su costa; los delincuentes contra las víctimas del crimen y la impunidad, y así hasta donde las arengas puedan ser manejadas. Hay una pretensión de universalidad en la postura a defender, confrontada con lo particular. El discur-

so público establece la permanencia de esos valores, como si el hombre fuera un pedazo de arena que sólo se moverá un poco con el devenir de las olas y el tiempo. La perspectiva se va particularizando: primero es la sociedad entera la que debe tener cierto rumbo, por los valores a guardar o imponer: entonces, la sociedad entera debe representarse con una parte de la misma (“sociocentrismo”). La comprensión de la perspectiva individual no puede desligarse de la sociedad que lo envuelve, incluso cuando esa sociedad sólo sea asumida como su entorno inmediato. Es necesario conocer quién informa y cómo obtiene esa información para establecer, por lo menos, qué tanto alcance puede tener su panorámica. Todorov estudia a los filósofos franceses para concluir la necesidad de comprender las particularidades culturales basadas en los conocimientos empíricos, pero eso no lo hace genérico. “Lo universal es el horizonte de armonía entre dos particulares.” De ahí puede hacerse inteligible a los sectores atomizados. La mirada analítica de Todorov nos recuerda que la división en el enfrentamiento resulta, al menos en el planteamiento, errónea. Trump no se dirige a los mexicanos aislados, y se encuentra solo en un modo de mirar que comienza a ser minado por sus propios conciudadanos antagonistas. Los afectados por las políticas gubernamentales mexicanas no pueden desligarse del estado de su comunidad, como si fueran observadores que, indefensos, reciben los decretos oficiales en aumentos de la canasta básica o la imposición de “ideales” que no corresponden a la realidad cotidiana. No tenemos valores autónomos que imponer: hemos sido parte pasiva de esa “imposición” oficial de la nación que se construye con palabras ajenas a la vivencia de las mayorías, donde muchos prefieren extender la mano al gobernante en turno que plantearse el trasfondo de los hechos. Todorov no ha de callar •


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