SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 5 DE MAYO DE 2019 NÚMERO 1261
FEMINISMOS
CONTEMPORÁNEOS: INCLUSIÓN TOTAL Y OTROS PENDIENTES Entrevista con Nancy Fraser Maria José García Oramas
Entrevista con el filósofo holandés Rob Riemen ALEJANDRO GARCÍA ABREU La muerte digna: eutanasia, ortotanasia y muerte asistida MARIO CAMPUZANO El Don Quijote de Golo Mann RICARDO BADA
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón
2 5 de mayo de 2019 // Número 1261
FEMINISMOS CONTEMPORÁNEOS: INCLUSIÓN TOTAL Y OTROS PENDIENTES “El feminismo que ha devenido hegemónico ha sido para el uno por ciento de las mujeres, y necesitamos un feminismo para el noventa y nueve por ciento”: así de claro lo expresa la feminista, activista, catedrática de ciencias políticas y filosofía Nancy Fraser, estadunidense nacida hace setenta y dos años, autora, entre muchos otros títulos, del célebre Fortunas del feminismo. En la entrevista realizada por Maria José García Oramas, Fraser habla de la diversidad de las mujeres, así como de las problemáticas que enfrentan, en oposición a lo que, sumariamente, denomina “feminismo neoliberal”, cuya agenda es incapaz de representar a una totalidad que supera con creces a esa minoría.
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La Ciudad de México de Juan Villoro Entusiasta visita a un libro que consagra a su autor, Juan Villoro, como distinguido cronista de esta gran ciudad que padece y, a saber cómo, resiste malos gobiernos y sismos, delincuencias organizadas y desorganizaciones viales, inmobiliarias voraces, infinitos baches y mucho más, y se agrega a una lista en la que se cuentan, por mencionar sólo algunos, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, Vicente Quirarte, Elena Poniatowska y Cristina Pacheco.
Marco Antonio Campos ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
I En las últimas décadas, los habitantes de Ciudad de México podemos sentirnos orgullosos de contar con cronistas de primera línea, quienes desde distintos ángulos la han descrito en su historia pasada o reciente, como Eduardo Matos Moctezuma, Ángeles González Gamio, José Emilio Pacheco, Guillermo Tovar y Teresa, Carlos Monsiváis, Fernando Curiel, Vicente Quirarte, Sergio González Rodríguez y claro, Juan Villoro, quien acaba de publicar hace unos meses en la editorial Almadía su libro de crónicas El vértigo horizontal, un inmediato clásico del tema. Hay asimismo dos mujeres, cronistas excepcionales, Elena Poniatowska y Cristina Pacheco, que nos han recobrado personas, sobre todo entre los pobres y los perseguidos, a quienes ellas han vuelto literariamente personajes. Ambas han estado atentas asimismo a los hechos que han sido punto de inflexión de Ciudad de México.
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Desde adolescente, Juan Villoro destacaba por un amplio vocabulario, donde incluía imágenes y metáforas novedosas que era una delicia oírlas o leerlas. Tanto oral como escrituralmente, los rasgos característicos de Villoro han sido una prosa ágil, una penetrante capacidad de observación, un peculiar y gran sentido del humor (donde no excluye la burla hacia sí mismo), y por otro lado, sacar de un mínimo filón temático un lingote de oro. No faltan asimismo, para equiparar o dar densidad a lo escrito, las citas literarias. Villoro ha ejercido diversos géneros. Literariamente nosotros lo preferimos en el cuento, en el ensayo y en la crónica. Cuando empezó a escribir en 1993 las crónicas sobre Ciudad de México, como pasa tantas veces, Villoro no imaginó que a la larga terminarían en un libro. Cuando pasan los años y los lustros, un día, de pronto, el autor empieza a imaginar el conjunto y poco a poco van colocándose las piezas hasta que queda completo el tablero de ajedrez. Fervoroso lector de Julio Cortázar, a quien incluso en un tiempo se pareció mucho físicamente, Villoro, en El vértigo horizontal (Editorial Almadía, 2018), como en Rayuela, propone lúdicamente varias vías para leerlo. El juego de saltos rayueliano se vuelve en El vértigo horizontal un juego de artículos y crónicas que el lector-pasajero puede seguir con las estaciones del Metro de Ciudad de México que hay como índice y tomar el vagón a la hora que él quiera. Cuando yo era niño o joven, aun en la década de los setenta, no recuerdo una sola vez, o tal vez no presté atención, haber oído la palabra chilango para designarnos. Éramos los capitalinos o los del De Efe o veníamos de México, como si la ciudad fuera el país. Mi añorado amigo Guillermo Samperio se atribuía haber creado para nosotros la palabra “defeños”. No lo sé. No es muy fácil precisarlo. Es algo que ya corría y se oía en el aire. Al Distrito Federal también empezó a llamársele –no vamos a discutir lo evidente– el “Defectuoso” o el “Detritus Defecal”. Desde la década de los ochenta empezó a popularizarse en la República designarnos como “chilangos”. Villoro es la nominación que más utiliza y Ciudad de México es para él
Chilangópolis, la ciudad de los chilangos, a quienes aun nos dedica una inteligente crónica. En el funesto sexenio del gobierno de Miguel Ángel Mancera (2012-2018), el más desastroso que ha vivido nuestra urbe, cuando la ciudad se volvió un basurero y un gran nido delictivo, se decidió por decreto que se llamaría Ciudad de México y se usarían las siglas CDMX. Pero, como siempre, el gentilicio quedó en el aire. ¿O acaso podríamos llamarnos ciudaddemexiquenses?
II Cuando apareció La región más transparente, de Carlos Fuentes, todo mundo vio, aun el más lerdo, que era la primera novela que dibujaba el paso de la gran ciudad a la megaciudad, pero eso pronto resultó engañoso porque cada quince
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Fotos: La Jornada/ Marco Peláez
años la ciudad se afea y agranda, y ahora, lo menos que podemos decir, es que hay varias ciudades en nuestra ciudad, pero no sabríamos decir cuántas, ni podríamos conocerlas. ¿Cómo entender, observa Juan Villoro, una ciudad que se ha extendido setecientas veces en setenta años? Como escribe Juan, para un capitalino no importa qué distancia hay entre un lugar y otro, sino: “cuánto tiempo se hace”, y en esto no hay reloj que sea útil. Se oirían respuestas tales como: “a qué hora”, o “depende de qué tráfico hay” o “si utilizas bien las vías alternas”. La vida / PASA A LA PÁGINA 4
La ciudad horizontal y otros vértigos Juan Villoro, uno de los cronistas más notables del país, es también narrador, poeta y ensayista, autor de numerosos libros, como Palmeras de la brisa rápida, Arrecife y De eso se trata. Entre otros premios, ha obtenido el Herralde por El testigo, el Iberoamericano de Letras José Donoso y el Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas. En El vértigo horizontal (Almadía) hace una radiografía de Ciudad de México.
Adriana Cortés ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
—¿Cuándo dejó Ciudad de México de ser la Ciudad de los Palacios y la “región más transparente”? —La desaparición del cielo comenzó a principios del siglo xx. En El vértigo horizontal reúno una pequeña antología de poemas que atestiguan la pérdida del cielo azul. Es interesante seguir ese registro ecológico en nuestra poesía. En cuanto a los palacios, me parece que la ciudad ha pasado por varias etapas. Durante mucho tiempo el centro, Reforma y otros espacios emblemáticos se abandonaron; luego esas zonas se recuperaron y aparecieron nuevas versiones de los palacios. Pienso en grandes obras públicas como Ciudad Universitaria, el Museo de Antropología, El Colegio de México, el Museo Tamayo, la Biblioteca Vasconcelos, que en distintas épocas le han dado un perfil diferente a la ciudad, gracias a una espléndida arquitectura. Las megalópolis dependen de lo que destruyen, pero también de lo que construyen y Ciudad de México es un paradigma de ambas cosas.
—¿Por qué esta ciudad le provoca un vértigo horizontal? —Normalmente pensamos que el vértigo es algo que depende de perder el equilibrio y que ocurre “hacia abajo”. En Viaje al centro de la Tierra, Julio Verne hace que sus personajes tomen “lecciones de abismo” para sobreponerse a esa clase de vértigo. Sin embargo, las grandes extensiones también producen un mareo semejante: la pampa, una inmensa planicie de hielo o una infinita marea de casas bajas provocan la inquietud que viene de contemplar el infinito. Durante varios siglos Ciudad de México creció de esa manera. Durante décadas, la Torre Latinoamericana fue el solitario ejemplo de que la verticalidad era posible. Sin embargo, la especulación inmobiliaria y las nuevas técnicas de ingeniería han cambiado esto. Hoy la ciudad se vuelve vertical. No sé adónde conduzca esta tendencia, pero quise retratar en mi libro los últimos cincuenta años de expansión horizontal. / PASA A LA PÁGINA 4
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en nuestra ciudad sólo podría contarse si se hiciera un apéndice al Libro del Apocalipsis. Cuando nos preguntan si nuestra relación con Ciudad de México es de amor-odio, respondemos que es de amor-horror, y abrimos con sorpresa los ojos ante gente, sobre todo de los estados de la República, quienes nos dicen que es fascinante Ciudad de México. No en balde Juan Villoro, en uno de los dos epígrafes generales de El vértigo horizontal utiliza los versos finales de uno de los sonetos de Borges a Buenos Aires: “No nos une el amor sino el espanto/ será por eso que la quiero tanto.” Se está consciente del horror, pero es indisociable de la dependencia que uno tiene para vivir en la urbe. Y una forma de nuestra dependencia es que puede viajarse todo lo que se quiera por el mundo, pero en el fondo o simbólicamente, no salimos de Ciudad de México, o si se quiere, como se lee en el poema de Cavafis, siempre hemos llevado la ciudad dentro de nosotros o sobre nuestros hombros. Pero Juan Villoro sabe que desde fines de los setenta la estructura de casas bajas que dominaba se fue transformando y la ciudad se volvió, no un vértigo horizontal, sino un vértigo vertical. Algo detuvo la demencia de los desarrolladores inmobiliarios con el terremoto de 1985, pero en los últimos años la ciudad colapsó, o la hizo colapsar la banda de delincuentes mancerianos; el propio Miguel Ángel Mancera, Felipe de Jesús Gutiérrez (SEDUVI), Meyer Clip (INVEA), Miguel Ángel Cansino (PAOT), y diputados y exdelegados, entre muchos, Jorge Romero, Mauricio Toledo, María Antonieta Hidalgo, y el peor de todos, Leonel Luna, quienes deberían estar en la cárcel y algunos se protegen con una curul en el congreso. Los temas-estaciones del Metro de Villoro en este libro serían variadamente personajes, lugares, ceremonias, lo que él llama sobresaltos y, quizá lo más emotivo, los recuerdos personales. No hay casi estación del libro en que uno se suba al vagón y no halle un buen viaje. Un buen número de las crónicas de este libro cabrían en cualquier antología. De las crónicas, hay algunas que hablan directamente al corazón, en especial cuando las historias personales tienen como fondo o escenario los barrios bajos de la ciudad. Hay una que me toca más que otras, “El conscripto”, donde Villoro narra una historia de cuando tenía dieciséis años y hacía el servicio militar. Una ocasión, al salir Juan del servicio, que estaba por el Campo Militar I, equivoca la ruta y llega al violento Nonoalco y por una serie de casualidades o causalidades termina yendo a una fiesta de quince años, se enamora de la quinceañera, una muchacha pobre, bonita, de carácter,
con la que tiene los primeros escarceos eróticos. Creyéndose enamorado, vuelve a su casa y roba para irse con Lucía a Tijuana donde ambos estarán lejos de los prejuicios de clase de ambas familias. La va a buscar. Lucía lo despide sin miramientos. Hay momentos claves en que un joven puede perderse fácilmente, como se ve muy bien en las novelas de Patrick Modiano, e irse por las márgenes de la vida. Me parece que este pudo ser uno de ellos. Creo que además es un relato con el que Villoro puede muy bien crear una pieza teatral o un guión de cine. Muy acuciosas son sus crónicas sobre los niños de la calle, que en Ciudad de México son cerca de 17 mil, las cuales se leen con un nudo en la garganta, que nos hacen sentir inermes ante el tamaño del problema y son un vivo retrato de la terrible desigualdad e injusticia en nuestro país. No sin honda ternura y viva simpatía, en otra historia personal, cuenta la de su extravagante abuela, quien luego de tener todos los bienes, se aísla a vivir una vida de encierro, ermitaña y pobre, en una casa-vecindad de la calle de Bucareli, como si quisiera expiar todas las culpas, las que fueron y las que no hubo. El delicioso humor de Villoro depende de que los hechos o personas sean descritos con toda seriedad. Así son, por ejemplo, el relato-fábula sobre los extraterrestres que hasta ahora sólo han hecho visitas ocasionales de buena voluntad a Ciudad de México, o la crónica –que son dos– del policía que volando en su Chevrolet se trepó a las ruinas del Templo Mayor y que le permite a Juan
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—¿Monstruo de mil cabezas? —Todas las megalópolis suscitan imágenes de monstruos. Se habla de Leviatán, Moloch, La Hidra, Babel y podríamos agregar a la Coyolxauqui, que devora a sus hijos. Al mismo tiempo, ese monstruo concede oportunidades fascinantes. Sólo en una gran ciudad puedes sentir el anonimato, que te aísla pero también te libera; el extravío, que puede angustiar pero lleva a insólitos descubrimientos; la sensación de infinito, que te hace sentir disminuido pero te obliga a seguir adelante. Por primera vez en la historia de la humanidad la gente ha podido vivir en ciudades que, a lo largo de una sola vida, aumentan setenta veces en tamaño. Esta expansión astronómica desconcierta, pero también resulta fascinante.
—¿Una ciudad apocalíptica? —En una ocasión participé con Monsiváis en un coloquio sobre la ciudad en Darmouth College y él se empeñó en definirla como un sitio condenado, apocalíptico. Quizá lo hizo para divertirse asustando a los gringos. Poco después, empezó a hablar de la ciudad como un espacio postapocalíptico, donde los desastres no son percibidos como un anuncio de algo peor, sino como el resultado de una tragedia de la que ya nos libramos de milagro. Esta segunda visión me parece más productiva. Las catástrofes brindan un extraño estímulo. —¿Cuál sería su ciudad utópica? —Una ciudad sin burocracia ni más trámite que estar vivo.
Foto: La Jornada/ Marco Peláez
hacer reflexiones sobre el poder presidencial y la ciudad azteca que está debajo del centro histórico (“Un coche en la pirámide”). En esta crónica hay una imagen dolorosa, quizá la más terriblemente emblemática del libro. Juan acompaña al antropólogo Eduardo Matos Moctezuma, quien lo guía a través de un túnel que va del Templo Mayor a la Catedral, y Matos le muestra cómo bajo el altar hay una estaca clavada en una pieza prehispánica: una síntesis metafórica del genocidio y de la aniquilación de una civilización. En una divertida y singular crónica, “La pasión de Iztapalapa”, en días de la Semana Santa, los habitantes de los ocho barrios convierten la demarcación en la Jerusalén donde en sus últimos días sufrió, se le condenó y murió Cristo, y todos los habitantes, por una vía u otra, como en un famoso cuento de Borges, participan en el drama. Escribe Villoro: “En la Pasión de Iztapalapa todo es colectivo; ningún comparsa se singulariza, ningún gesto refuta lo hecho en otras ocasiones. Si acaso, el árbol en el que se ahorca a Judas es distinto.” La pasión se representa en Iztapalapa desde 1843. En otra espléndida crónica, “La angustia de la influenza”, Villoro nos hace volver a sentir la angustia y el ahogo de aquellos días de finales de abril de 2008 cuando la llamada gripe porcina trajo el terror a la ciudad y nos hizo ser apestados por un tiempo en las ciudades del extranjero donde llegábamos. Escribe Néstor García Canclini en el prólogo del libro acerca de los textos: “Son, a veces, investigaciones densas como las que –dice Clifford Geertz– distinguen a los antropólogos; por ejemplo, la muy documentada de los niños de la calle. Pero la mirada es igualmente incisiva en los relatos más lúdicos sobre Tepito. El Chopo, la burocracia capitalina, las ferias y los parques temáticos.” Como Ixca Cienfuegos en La región más transparente, Juan Villoro acaba siendo un ubicuo testigo de la ciudad, y parafraseando a Ixca Cienfuegos, Juan pudo haber dicho: “Nací en México, D.F., en 1956, y de la ciudad describí numerosos rostros y fui testigo continuo.” Y, fatalmente capitalino o chilango, concluir como Ixca Cienfuegos: “Aquí nos tocó. Qué le vamos a hacer.” Aquí, ya no en la región más transparente, sino en un laberinto donde todas las salidas, si las hay, dan al caos. En El vértigo horizontal Juan Villoro muestra y demuestra, con resplandor meridiano, el gran cronista que ha sido y es ●
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EL DON QUIJOTE DE GOLO MANN Como un breve homenaje a Golo Mann, historiador, filósofo y escritor, tercer hijo de Thomas Mann, a veinticinco años de su muerte, aquí se recuerda su reseña crítica sobre la gran obra de Cervantes, donde, entre otras cosas, se pregunta si Don Quijote se vuelve cuerdo “porque está punto de morir, o se muere porque se ha vuelto cuerdo”.
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ie Zeit era (ha perdido mucho de su categoría) algo así como el órgano máximo de la intelectualidad alemana, y es bastante seguro que a sus lectores se los tomó como modelo para no pocas estatuas de crucificados en el país: el tamaño de sus páginas desplegadas abona esta no tan impía suposición. Y fue en la redacción de Die Zeit, en los años ochenta del pasado siglo, donde uno de los popes de la feuilletonística germana, Fritz j. Raddatz, sugirió la conveniencia de disponer de un canon más o menos fiable de la literatura universal (más bien menos que más, ya que incluía cuarenta y dos títulos de obras de autores alemanes), aunque no aspirase a ser “el canon”. El resultado fue un libro, ZEIT-Bibliothek der 100 Bücher, título que no necesita traducción y que resulta ciertamente ambiguo. Pues bien: a fin de documentar la excelencia de su canon, Die Zeit estuvo publicando durante cien semanas consecutivas las reseñas de cada uno de esos libros, encargadas a plumas bastante
Ricardo Bada ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
cualificadas. Para poner nada más que una media docena de ejemplos, Heinrich Böll se ocupó de la Germania, de Tácito, Manès Sperber de las memorias de Casanova, Rolf Hochhuth de Moby Dick, Günter Wallraff de la novela de Emile Zola Germinal (imposible saber por qué eligieron ésta en vez de Naná), Rainer Werner Fassbinder dedicó su atención a la gigantesca Berlin Alexanderplatz, adaptada por él mismo a la TV; y a Golo Mann le tocaron en suerte las Confesiones, de Agustín de Hipona y El ingenioso hidalgo. ¿Por qué precisamente a Golo Mann el libro de Cervantes? ¿En recuerdo de las bellas páginas que su padre, Thomas, escribió sobre El Quijote mientras navegaba por el Atlántico camino del exilio en Estados Unidos? Chi lo sa! En cualquier caso lo recordamos acá con motivo del vigésimo quinto aniversario de su muerte (7/ IV/1994). Golo Mann inicia su reseña de una manera escéptica: “¿Hay hoy en día muchos que lean de cabo a rabo esta obra, de más de mil páginas? Apenas los habrá, a no ser que quieran escribir algo acerca de ella” (con lo cual ya nos está diciendo que él lo ha hecho... y/o así lo espero. Después lo cual sigue). “Se compone de una larga cadena de aventuras aisladas, de episodios. No faltan las repeticiones allí donde ya no era posible una superación, una imposibilidad que se pone de relieve bien pronto. De modo que se puede leer aquí y allá, pueden saltarse páginas. Por lo demás, se compone de dos partes, la segunda escrita diez años después de la primera. Si eso no se supiera, quizás no se notaría” (afirmación que no sé si es un elogio o un sarcasmo), “pero como se sabe, se nota”. Habla luego Golo Mann de las tres salidas de Don Quijote y recuerdo lo mucho que me reí cuando vi la traducción del final de ese párrafo en un diario español. Allí decía: “En cuanto a la mera distancia, si en las salidas uno a tres recorre cien, en la salida uno recorre diez”... frase que a Pitágoras le hubiese cortado el aliento. Pero lo que Golo Mann en realidad escribió, fue: “Por lo que se refiere a la mera distancia, las salidas uno a tres se
Foto: Cortesía del FIC
comportan proporcionalmente como el 1 con el 10 y con el 100.” Pitágoras puede seguir respirando. Más adelante, el tono se vuelve muy actual. Dice Golo Mann: “Paladín del bien, el caballero no pocas veces produce daños, llevado por la ira y la ofuscación. Arremete contra un rebaño de ovejas. Libera a unos ladrones que inmediatamente retoman su oficio. Es capaz de herir a las más inocentes de las personas, sin mostrar luego mucho arrepentimiento, porque siempre tiene razón. ¿Sería quizás a fin de cuentas un ancestro de esos terroristas españoles, que vuelven a atormentar el país, para darle libertad y felicidad a su pueblo? Una comparación que no cuesta mucho negar. Esos asesinos son malos. Don Quijote es bueno. Si hubiera alguien como él hoy en día, algo que resulta difícil imaginárselo, saldría a la palestra contra los terroristas, liberaría sus rehenes, trataría de convencerlos para concertar la paz... y creería en sus promesas, en el caso de que se las hicieran...” (No olvidemos que cuando Golo Mann escribe estas palabras estaba ETA en plena actividad terrorista). Su reseña se cierra con estas palabras: “¿Se vuelve [Don Quijote] cuerdo porque está a punto de morir, o se muere porque se ha vuelto cuerdo, porque ha comprendido que para alguien como él no hay nada que enderezar en este mundo? Esta pregunta no admite ninguna respuesta: además sólo es válida manteniéndose dentro de la novela. Pero si se la relaciona con Cervantes mismo, en un sentido biográfico, me atrevo a conjeturar lo siguiente: le sucedió al autor lo que más tarde les sucedería a otros. La figura que en un principio había concebido como tragicómica, tan sólo lamentable, se fue transformando en otra cosa tanto más cuanto más tiempo convivía con ella; le fue transmitiendo más y más de sí mismo, se enamoró de ella y la fue empujando delante suyo y a través del país hasta que tuvo que matarla para desembarazarse por fin de ella. Casi fue un suicidio, y de hecho Cervantes murió un año después” ●
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LA MUERTE DIGNA: EUTANASIA, ORTOTANASIA Y SUICIDIO ASISTIDO
Este artículo presenta los aspectos básicos y el marco legal en nuestro país de una situación de vida en condiciones de enfermedad en fase terminal, alentando así la reflexión y el debate respecto del derecho humano a una muerte digna, cuya necesidad es innegable y apremiante.
Mario Campuzano ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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tra vez una de esas pesadillas terribles que me asaltan desde el accidente de Juan, otra vez me invade la impotencia, la desesperación de no poder rescatar a un herido. Despierto por la ansiedad, atemorizado, culposo, sudando a chorros, con dificultad y miedo de volver a conciliar el sueño… En cuanto recupero la conciencia, se presenta la escena en el hospital: Juan acostado en esa cama donde le brindaban una serie de cuidados especiales para que no se llagara la piel, rodeado de los tres viejos amigos que lo visitábamos diariamente. Se recuperaba lentamente, pero continuaba sin poder mover ninguna de sus extremidades. Sin embargo, con alegría, nos contó que empezaba a recuperar sensibilidad. Fui corriendo a comentarlo con el médico de la sala que sonrió escéptico y comentó: “Son sus deseos, solamente”, y me acercó una aguja esterilizada y una torunda con alcohol indicándome que le picara en varias partes del cuerpo para comprobar si sentía. Lo hice y fue descorazonador: no sentía los piquetes. Juan, que por algo era el más listo del salón de clases, sacó también sus conclusiones y nos conminó: si recupero el movimiento cuando menos en uno de los brazos sigo adelante, pero en caso contrario no quiero seguir viviendo, ayúdenme o me suicidaré. Volví con el médico, le planteé el caso, Juan seguía vivo por medio del respirador mecánico que suplía las funciones de los músculos respiratorios paralizados, habría que desconectar el respirador, era su voluntad. Estuvo de acuerdo y le dije que por favor, por humanidad lo hiciera. Él reviró: yo soy médico, ustedes, sus amigos, son tres, voy a pasar visita a los demás pacientes y regreso en veinte minutos, desconéctenlo y morirá rápidamente. Regresé con los demás, les conté la postura del facultativo, nos miramos desolados, pasó el tiempo, el médico regresó y ninguno de nosotros se atrevió a desconectar el bendito aparato. Nos despedimos cabizbajos y emprendimos el regreso a nuestras casas. Más tarde recibimos una llamada del hospital comunicándonos que Juan había muerto. Volvimos y nos contaron el final: Juan se había mordido la lengua hasta cortarla y la sangre que
salió le inundó las vías respiratorias y le asfixió. Terrible, lamentable. ¿Por qué no pudimos darle una muerte más amable, más digna?, ¿por qué no pudimos desconectar el respirador mecánico y hasta pedir que le inyectaran un sedante antes de hacerlo?
Ortotanasia, eutanasia y suicidio asistido: marco legal en México PARA EVITAR SITUACIONES tan penosas como la relatada, se ha promovido en el mundo el concepto de muerte digna que suele ser poco claro para gran parte de la población y hasta para algunos periodistas. Comprende tres variedades: la ortotanasia, la eutanasia y el suicidio asistido; las dos últimas corresponden al rubro de muerte asistida, es decir, la forma de morir que requiere de la ayuda de otra persona, generalmente un médico. La muerte digna fue aprobada en la nueva Constitución de Ciudad de México en el artículo 11, en el año 2017, aunque carece de una definición clara y suficiente, como se puede ver a continuación: Artículo 11. A. Derecho a la autodeterminación personal. Toda persona tiene derecho a la autodeterminación y al libre desarrollo de una personalidad. Este derecho humano fundamental deberá posibilitar que todas las personas puedan ejercer plenamente sus capacidades para vivir con dignidad. La vida digna contiene implícitamente el derecho a una muerte digna.
Ortotanasia es el derecho del paciente (o de sus familiares cuando el enfermo está imposibilitado) de decidir rechazar procedimientos invasivos a su cuerpo o extraordinarios “cuando padece una enfermedad irreversible y su estado de salud es terminal”. Este último requisito es imprescindible. La ortotanasia evita los sufrimientos innecesarios y las situaciones dramáticas como la reseñada más arriba. En nuestro país se garantizó previamente con un trámite notarial llamado de “voluntad anticipada”, cuyo reglamento fue
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publicado en la Gaceta Oficial del Distrito Federal, el 4 de abril de 2008: “Reglamento de la Ley de Voluntad Anticipada para el Distrito Federal” (http://www.ordenjuridico.gob.mx/Documentos/Estatal/Distrito%20 Federal/wo27598.pdf) Las opiniones diferentes de los familiares son un problema frecuente, aun en los casos en que el enfermo ha expresado claramente su voluntad de que no lo sometan a medidas extraordinarias, pero ya no puede sostenerlo por un estado de inconsciencia. También en los casos donde un sector apoya la medida y otro la rechaza, en muchas ocasiones por motivos religiosos. El documento de voluntad anticipada garantiza que esto no suceda si es presentado a los médicos por el albacea responsable. En otros países esas diferencias de opinión han dado lugar a procesos judiciales entre los familiares que difieren, sobre todo cuando la secuela de la enfermedad es un estado comatoso sin salida. En nuestro país tuvimos como caso famoso y lamentable el del expresidente López Mateos, quien tras un aneurisma cerebral roto quedó en estado de coma por dos años, sostenido en esta situación por medidas extraordinarias como el respirador mecánico y otras. Eutanasia es “la acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente” (Organización Mundial de la Salud, OMS). En México no es legal y se considera homicidio. En Europa es legal en Bélgica, Holanda y Luxemburgo. En América, sólo en Colombia y Canadá. Suicidio asistido es la asistencia a otra persona que desea terminar con su vida para lograr que lo consiga; la diferencia con el apartado anterior es que el enfermo es quien activa el mecanismo que lleva a la muerte. Los países que permiten la eutanasia generalmente también permiten el suicidio asistido. En EU se permite en Oregon y hay un video sobre el tema: How Die in Oregon. Tampoco es legal en México. En los países donde sí lo es, requiere de procedimientos previos, como que un grupo de médicos establezca que el solicitante tiene una enfermedad incurable en estado terminal cercano y no quiere vivir el deterioro y sufrimiento que ese proceso final implica.
Freud y su muerte como ejemplo de eutanasia LAS DISCIPLINAS FORMALES, como las leyes y reglamentos, plantean situaciones ideales claras y precisas, pero la realidad concreta suele ser más compleja y poco precisa, dando lugar a algunas situaciones dilemáticas y muchas paradigmáticas, como la ya referida que corresponde estrictamente a la definición legal de la ortotanasia, o la muerte de Freud considerada clásicamente como eutanasia. Freud padeció durante dieciséis años, hasta su muerte en 1939, lo que en su tiempo se diagnosticó como cáncer mandibular, que generó veinticinco intervenciones quirúrgicas terribles y la necesidad de usar prótesis dentales y mandibulares molestas y dolorosas que, además, le causaban dificultades para masticar y hablar, de forma tal que en algunos períodos fue difícil que se comunicara. Hoy se dudaría de que una evolución tan larga del padecimiento correspondiera a un cáncer, y más bien se sospecharía una leucoplasia. En la última intervención quirúrgica que se le realizó quedó con dolores severos que soportó
Las opiniones diferentes de los familiares son un problema frecuente, aun en los casos en que el enfermo ha expresado claramente su voluntad de que no lo sometan a medidas extraordinarias.
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con estoicidad para no usar sedantes que le alteraran la conciencia y, además, se le infectó, lo cual causaba más dolor y molestias, así como un desagradable olor; todo lo cual lo condujo a un estado de gran debilidad, amén de que tenía ochenta y tres años de edad. Tiempo atrás había convenido con un médico cercano que, llegado el caso, le facilitara la muerte. Las condiciones descritas le hicieron sentir que había llegado el momento, mandó llamar a ese médico y le pidió que hablara con su hija Ana para saber si ella estaba de acuerdo. Pasado el cotejo con Ana, el médico le aplicó morfina en una dosis de un centigramo más que la dosis considerada analgésica y sedante; la repitió otras dos veces con intervalo de algunas horas. Freud estaba tan debilitado que murió con esa ínfima sobredosis. Todas estas penosas y terribles situaciones requieren en nuestro país de una definición legal precisa que permita su operatividad, como ya se ha hecho en varios lugares de la nación con otro tipo de problemas sociales, como el derecho al aborto en instituciones públicas para garantizar condiciones de seguridad médica que eviten la gran mortalidad que suele producirse por los abortos clandestinos. Mi consulta psicoanalítica incluye un número considerable de personas de la tercera edad y la muerte digna suele ser un tema frecuente en las sesiones psicoanalíticas de grupo y es, claramente, una demanda social que requiere discusión pública y solución legal, sobre todo si se considera que hay un número cada vez mayor de personas de esas edades que mantienen una vida activa intelectual, familiar, social, recreativa y, en muchos casos, laboral. Un ejemplo claro es el actual gobierno, empezando por el Presidente, donde hay varios funcionarios de los niveles altos que están en la sexta o séptima década de su vida y algunos, cuando menos tres, con más de ochenta años de edad. Esta generación está preocupada por no ser una carga para los hijos y familiares, y no desea enfrentar el último período de su vida en un estado de postración y deterioro creciente; de ahí sus demandas, o nuestras demandas, por mejor decir, de una muerte digna ●
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FEMINISMO Nacida en Baltimore, Estados Unidos, en 1947, profesora de Ciencias Políticas y Sociales, y activista feminista ampliamente reconocida, Nancy Fraser es autora del famoso libro Fortunas del feminismo y ¿Redistribución o reconocimiento? Un debate político filosófico en coautoría con el filósofo alemán Axel Honneth sobre asuntos de política de la identidad, el concepto de justicia social y la teoría feminista, movimiento que, sostiene, debe construirse con “un gran empuje desde abajo”, no sólo para el uno por ciento de las mujeres.
Maria José García Oramas ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Entrevista con Nancy Fraser* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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ntrevisto a Nancy Fraser en un contexto que no puede ser más propicio: las mujeres se han rebelado masivamente en su país contra un presidente que consideran misógino, han rechazado votar a una mujer que pudiera haber sido la primera presidenta de Estados Unidos, Hillary Clinton, y han emprendido una causa masiva y global que cada año involucra a un mayor número de mujeres de todo el planeta. Nancy Fraser ha sido actora fundamental de estos movimientos. —¿Este movimiento feminista global emergente que usted impulsa cuenta con una única agenda global? —No creo que haya algo remotamente cercano a una sola agenda feminista global y compartida por todas las mujeres, y diría que hay dos razones para no pensar de esta manera en la actualidad: una tiene que ver con una idea de la que mucha gente habla hoy en día, y es la diversidad de las mujeres: diversidad referida a la diversidad de los espacios sociales que habitan y a los problemas de la interseccionalidad, lo que hace que la situación de las mujeres trabajadoras, las mujeres de color, las mujeres trans, las mujeres indígenas, sea diversa y nos enfrenta también a un contexto postcolonial versus uno europeo o estadunidense metropolitano, por ejemplo. Las situaciones son muy diferentes y es completamente normal, natural y deseable que diversas movilizaciones feministas se desarrollen en diferentes lugares y con diferentes énfasis. —¿Entonces no tenemos una agenda común? —Me estoy refiriendo al hecho de enfocarse en diferentes preguntas, lo cual en sí mismo no es problemático, pero sí hay un segundo aspecto que considero que complica enormemente la cuestión de la agenda global y es que en realidad existen muchas ideas antitéticas y enfrentadas acerca de lo que es el feminismo, acerca de lo que implica la igualdad de las mujeres, acerca de lo
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CONTEMPORÁNEOS: INCLUSIÓN TOTAL Y OTROS PENDIENTES
que es la subordinación femenina y desde dónde se sustenta en nuestra sociedad, por lo que diría que hablando de la perspectiva de Estados Unidos, y aun cuando considero que no es únicamente una cuestión de este país, pues lo hemos visto en los últimos veinte años, de lo que se trata es de la emergencia de una corriente liberal hegemónica del feminismo o incluso podremos llamarle feminismo neoliberal que ha sido enaltecido, por lo menos en el ámbito mediático, y que se trata de un feminismo que sostiene una idea muy limitada y estrecha, diría incluso inadecuada, de lo que es la igualdad. No es en realidad un movimiento por la igualdad sino por la meritocracia, y a lo que me refiero es que incluye frases como “romper el techo de cristal o sobrepasarlo”. Es un tipo de feminismo corporativo que está sustentado en la situación de mujeres privilegiadas, educadas, profesionistas, mujeres empresarias heterosexuales que sostienen la idea de que el problema es la discriminación entendida en su aspecto más limitado y, por ende, sustentan que lo que tenemos que hacer es mover las barreras para que las denominadas “mujeres talentosas” puedan ascender en la escalera corporativa, incluso entre los militares, para obtener su merecido lugar con los hombres privilegiados de su misma clase. Este es para mí un feminismo muy limitado, respecto del cual estoy totalmente en contra y por ello formo parte de un esfuerzo que incluye a mucha gente y en muchos países y que está por desarrollarse, lo que yo llamo el feminismo del noventa y nueve por ciento, que es una alternativa a este feminismo corporativo, en la idea de un feminismo para la mayoría de la población. Y en esta idea del feminismo del noventa y nueve por ciento creo que es posible contar con algo similar a una agenda común, pero ha de ser muy amplia y con suficiente capacidad para que los diferentes grupos de mujeres, movimientos y luchas aquí y allá puedan desarrollar su propios énfasis y encontrar el modo de ir adelante para lograr sus propias necesidades y reclamos. Sin embargo, considero que algunas cosas que deben ser centrales para el feminismo del noventa y nueve por ciento son el que debe incluir una amplia definición de lo que significa la violencia contra las mujeres y no únicamente maltrato doméstico o violación, sino que incluya todas las formas de violencia estatal y policial que sufren las mujeres, incluyendo violencia económica, violencia ambiental y demás. Necesitamos
un panorama mucho más estructural de lo que la violencia involucra, y lo mismo opera para las cuestiones relativas a la organización de las formas de provisión y reproducción social. Las mujeres, como todas las poblaciones, están enfrentándose a un movimiento mundial de disminución del presupuesto, de recortes presupuestales estatales que apoyen las actividades de reproducción social. Esto, al mismo tiempo en que las mujeres están siendo reclutadas masivamente al trabajo remunerado, y el recorte de servicios estatales y servicios públicos es una perfecta combinación para una tormenta de estrés, para la locura cotidiana de tiempos acotados, por lo que una gran parte de la agenda feminista para el noventa y nueve por ciento hoy en día tiene que ver con la cuestión del aprovisionamiento social. Para el noventa y nueve por ciento de las mujeres no es cuestión de contratar una nana o no. –Cuando habla del noventa y nueve por ciento ¿se refiere a todas las mujeres, es decir a cada una de las mujeres en el mundo? -No, noventa y nueve por ciento no es el cien por ciento. –¿Qué es entonces? –Es noventa y nueve por ciento; a lo que me refiero es que el feminismo que ha devenido hegemónico ha sido para el uno por ciento de las mujeres, y necesitamos un feminismo para el noventa y nueve por ciento. La solución para el estrés cotidiano, para el tiempo que nunca alcanza y las presiones que derivan de la reproducción social para el uno por ciento de las mujeres, ha sido contratar mujeres emigrantes, gente de color, mujeres indígenas, pagándoles muy poco y manteniéndolas en situaciones muy precarias, sin ninguna prestación laboral. En muchos casos se trata de mujeres sin papeles, lo que las hace sumamente vulnerables al abuso. Esta no es una solución para el noventa y nueve por ciento. La única solución para el noventa y nueve por ciento es la provisión pública de servicios sociales, cuidado público de la infancia, servicios públicos de salud, soporte comunitario público, etcétera. Por lo tanto, la lucha contra las políticas de austeridad tiene que ponerse al centro del feminismo global para el noventa y nueve por ciento, puesto que los derechos laborales son prioritarios y por ello tenemos que volver
a hablar acerca de todas las diferentes formas de trabajo en las que las mujeres están involucradas, el trabajo remunerado, el trabajo relativamente formal, el informal, el precario, las mujeres sin papeles, el trabajo del cuidado. La justicia ambiental es también un tema muy relevante. En muchos lugares del mundo las mujeres tienen la responsabilidad principal de proveer abrigo, agua limpia, cuidado de espacios verdes, de granjas y tierras. Todo esto está marcado por una suerte de dinámica neoliberal peligrosa, que busca extraer valor de todas partes, así que estos son los énfasis que te dan un retrato diferente de lo que una agenda global de mujeres sería para mujeres como Hillary Clinton, cuyas ideas son, ya sabe, “romper el techo de cristal” “subir la escalera”. —En relación con la institucionalización de la agenda de género, ¿qué piensa usted ahora que tenemos tantas instituciones para las mujeres, tales como ONU mujeres, organizaciones no gubernamentales de mujeres, mujeres en todas las instituciones? ¿Es un logro del movimiento feminista en los términos de lo que usted considera que hay que avanzar, es decir, en relación con lo que usted denomina revisiones sensibles al género de la democracia y la justicia? ¿Hay una crítica estructural al capitalismo androcentrista y un análisis sistémico de la dominación masculina o se trata solamente de una nueva burocracia tecnócrata, que muchas mujeres denominan “femócratas”? Desde su punto de vista, ¿eso contribuye al movimiento o más bien lo desacredita? —Bueno, yo diría que en la medida en que este tipo de institucionalización está desarticulado de movimientos masivos de base, poderosos y radicales, entonces sí es algo problemático. Eso no quiere decir que estoy en contra de las mujeres involucradas en estas instituciones, porque muchas de ellas tienen muy buenas intenciones e incluso algunas ideas radicales sobre lo que he venido delineando pero, cuando estás en una institución, de alguna manera tienes que ajustarte a su cultura para lograr hacer algo, tienes que hablar su lenguaje, tienes que satisfacer a los financiadores si se trata de una ONG o a los poderes estatales si estás en un gobierno o en Naciones Unidas, así que el único modo en que esto puede ser útil es si se combina con un gran empuje desde abajo. Ahora tenemos este fenómeno, y sobre ello han escrito mujeres como Sonia Álvarez y otras, que se ha denominado
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la “onegenización” de las políticas feministas, lo que es un síntoma para desviarse de problemas estructurales en toda la organización de la vida política. Esto no es algo específico del feminismo, todos los movimientos sociales tienen este problema y no sustituye la movilización de las bases. —El feminismo entonces seguirá siendo una fuerza insurrecta y el tercer acto resurgente, como usted lo nombra en su obra Fortunas del feminismo, es entonces este movimiento del noventa y nueve por ciento y marchas como la que acabamos de ver en Estados Unidos en torno a la llegada de Donald Trump al poder. ¿Usted predijo que esto iba a pasar? —¿Me pregunta si estamos ahí? Bueno, es difícil decirlo, y quien pretenda hacer predicciones sobre lo que va a pasar, ni siquiera mañana, sería absurdo, pero podría decir que estamos en un momento muy intenso y de tensión, mucho mayor que cuando escribí la introducción de Fortunas del feminismo. La crisis de todas las formas de organización social, llámese neoliberalismo, capitalismo financiero o como se denomine, implican una crisis innegable y es lo que sostiene todo el sistema. El capitalismo ha perdido toda legitimidad y por desgracia lo vemos, de manera especial, en el poder y fuerza que mantiene el ala derecha de algunos movimientos, particularmente en sus formas de populismo de derecha, este populismo reaccionario que hay por todas partes y del cual, evidentemente, el fenómeno Trump en Estados Unidos es la estrella de la película. Pero no pienso que este populismo de derecha que estamos observando esté en una posición que pueda asegurar alguna estabilidad, o alguna alternativa segura a lo que yo llamo el neoliberalismo progresivo previo. Por eso pienso que estamos en una suerte de situación de
interregnum, es decir en una situación en la que las sociedades están profundamente desestabilizadas y ya hay mucha politización y radicalización –y habrá una radicalización mayor de la derecha, pero esperemos que también de la izquierda, incluyendo movimientos importantes de mujeres, pero aún no estamos listos para esta gran politización y radicalización masiva. Así que pienso que es una crisis real, no sólo a nivel estructural y objetivo, sino que las cosas se han vuelto disfuncionales. Se trata de una crisis donde las personas no se reconocen como tales y están emergiendo estructuras como las que nos habían aniquilado como personas en los últimos treinta años, y por eso considero que es al mismo tiempo un momento de peligro real, pero a la vez de alguna esperanza. Siento que puedo verlo ahora de una forma que no lo pude ver cuando escribía Fortunas del feminismo. Puedo ver ahora una apertura para un movimiento femenino genuino radical de la izquierda y es por ello que me he unido, junto con muchas personas, en este intento de construir un feminismo por el noventa y nueve por ciento. Creo que ahora el movimiento tiene piernas y que está atrayendo mucha atención. —Hablando sobre México y América Latina, usted estuvo en Argentina en 2014. Allí dijo que América Latina era la única región en el mundo que ha tenido un proyecto sostenido contra el neoliberalismo, tomando diferentes formas en diversos países. Sin embargo, casi todos los gobiernos de izquierda, como los de Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Brasil, Argentina, han sido acusados de severos casos de corrupción y han estado marcados por la tendencia de sus líderes de perpetuarse en el poder y atacar a los grupos de oposición. ¿Qué piensa de esto?
—De nuevo, esto muestra lo que sucede cuando haces algún señalamiento ocasional en un momento particular y en un contexto particular, no vale el papel gastado en el esfuerzo de escribirlo porque las cosas cambian muy rápidamente. Así que obviamente la situación general en América Latina ha ido hacia un serio y triste retroceso y es preocupante. La lección que yo tomo es que es que ciertamente se dieron procesos de desarrollo y muy prometedoras iniciativas en la llamada “marea rosa”, pero también estuvo presente el tema del clientelismo, incluida la corrupción. Sin embargo, fue un empuje importante por expandir la participación para los indígenas y para la gente de grupos urbanos empobrecidos. Lo que quiero decir es que fue un estallido real de energía democratizadora y un serio esfuerzo por parte de por lo menos algunos gobiernos, de replantear una política no liberal o antiliberal. Podemos decir que quizá Correa en Ecuador, en un cierto grado Fernández en Argentina, etcétera, ninguno de ellos fue perfecto pero yo recojo una lección de todo ello. Al menos una pequeña lección es que muchos de los gobiernos de la “marea rosa” se sustentaron en los altos precios de los productos básicos y esos recursos fueron utilizados –porque dependemos mucho de ellos– y fue algo que resulta inusual y no una situación permanente. El boom de los precios de estos productos permitió obtener, durante un período, una tremenda acumulación de capital a través del mercado y muchos los aprovecharon para distintas formas de redistribución, que fueron desde luego igualitarias, pero no las utilizaron para diversificar y reestructurar sus economías, de tal manera que cuando los precios de los productos básicos cayeron, estos países no tenían ninguna forma de reestructuración para sortear esta situación. Esta es una lección limitada, pero una lección más amplia relacionada con ella es que, en un mundo tan globalizado e interconectado como el que vivimos, la transformación de la estructura social en una región no es posible. Las personas solían decir que el socialismo en un país no es posible; ahora podemos decir que la transformación de la estructura social en un continente no es posible. Simplemente observemos el tema de los precios de los productos básicos, se trata de una economía mundial, no de un país, incluso si este es un país poderoso como por ejemplo Brasil, un gran país que pudo controlar todos estos factores externos. Lo que esto me dice, como alguien de Estados Unidos que, como usted sabe, incluso a pesar de su pérdida de credibilidad moral sigue siendo el elefante del cuarto, el poder mayor, es que especialmente en Estados Unidos tenemos la responsabilidad de hacer un cambio en nuestro país, en nuestra propia casa, porque lo que pasa en nuestro país tiene enormes consecuencias y por ello sentamos parámetros de lo que pueden hacer personas en otras regiones ●
*Nancy Fraser (Baltimore, 20 de mayo de 1947) es una filósofa política, intelectual pública y feminista estadounidense. Ha ejercido como profesora de ciencias políticas y sociales. En la actualidad es profesora de filosofía en The New School en Nueva York.1 Es ampliamente conocida por sus críticas y contribuciones teóricas en el ámbito de la filosofía política, especialmente es cuestiones de política de la identidad, sobre el constructo de justicia social y la teoría feminista.
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LA CASA EN QUE TODOS VIVIMOS 9tubohouse. Makoto Masuzawa y la residencia del señor H , Jeremías Marquines, Praxis, México, 2018.
Vanessa Téllez EN ESTE LIBRO, Jeremías Marquines, Premio Aguascalientes 2012, nos introduce al universo personal que una casa genera desde la visión de tres voces que, sucesivamente, de
manera física o simbólica hablarán de su paso por ella y la rutina que al interior se desarrolla. La obra de Marquines destaca por una movilidad constante. Los poemas invaden la intimidad para desglosarla y señalar los miedos tanto del Señor H como de la Señora H, personajes principales en el libro. El lector confirmará el rigor con que Marquines construye el territorio simbólico de su poesía. Se diría que los textos de este libro son metapoéticos, desglosamientos continuos de la vida y de todo aquel
que se nombre a sí mismo personaje principal. Los poemas de Marquines alcanzan metas personales del autor, convirtiéndose a ratos en meditaciones sobre la escritura y el poder de la rutina sobre la vida misma. Pareciera que Marquines extrapolara su admiración por lo divino y todo aquello que es invisible para el conocimiento humano. Este poemario registra la cotidianidad, repitiendo sin proponérselo la fórmula del haikú. El polvo que invade una casa o el caminar de un gato sobre los muebles no parecen
acciones trascendentales hasta que el ojo de Marquines señala la fuerza en cada situación, no para evidenciar lo anodino sino para señalar el espacio donde el ojo del lector pueda encontrar algo más que una modesta acción. Las observaciones de los personajes principales funcionan siempre con sutileza y profundidad, verbigracia: “El futuro de la casa es su pasado. El tiempo es hábito, la casa se habita. Al mirar una casa nos miramos a nosotros mismos.” El propósito del autor es hablar de la soledad desde la compañía. Se anuncia desde el principio que el motor del poemario es, además de la observación, la visión que cada personaje otorga a los sucesos. Las voces que hablan en el libro se asoman una y otra vez al fuego interior que mueve la casa donde viven, para a su vez señalar las fisuras por donde sus emociones anticipan otra fragmentación. La poesía de Marquines es un atentado contra la rutina porque señala, con veracidad y pruebas, el poder que ésta tiene para generar heridas. Destaca particularmente la voz de Makoto Masuzawa, quien atraviesa serenamente las acciones que suceden desde la primera página. El poemario entero es un apasionante recorrido al interior de una casa y sus habitantes, una invitación a observar la destrucción del tiempo y la labor inabarcable de vivir, y es también una meditación sobre la vida misma y el equipaje que vamos juntando con la intención de hacer más persistente la existencia z
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LAS QUE HOY YA NO ESTÁN Los objetos en el espejo, Rafael Fernández de Castro, Siglo XXI Editores/Universidad Nacional Autónoma de México/ El Colegio de Sinaloa, México, 2019.
Carlos Torres Tinajero ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
HAY FRONTERAS entre realidad y ficción? ¿Dónde empiezan y dónde terminan? Esas son las preguntas que surgen al leer Los objetos en el espejo. La novela llega a la médula de un conflicto social in crescendo en nuestro país: las desapariciones de personas en ciertas zonas del Estado de México, de las cuales dos terceras partes son mujeres. Para contarnos una parte de esta historia novelada, Fernández de Castro recurre al personaje Jaime Sámano, un periodista con una sensibilidad a flote, quien investiga el caso judicial de Sofía Sámano, estudiante de preparatoria, desaparecida en Valle de Bravo tras una fiesta escolar con un desenlace fatal.
La novela retrata una de las imágenes más escalofriantes del crimen en nuestro país: el cuerpo de una quinceañera a punto de ser identificada sobre la fría plancha del Servicio Médico Forense en Ecatepec. Desafortunadamente para él, esa niña de quince años sólo es una más, no Sofía Sámano. Quizá una de las virtudes más importantes en este libro es recordarnos que tras las cifras oficiales de desaparecidas en el Estado de México hay un rostro humano sensible, una mujer de carne y hueso, Sofía Sámano, quien hoy debería estar entre nosotros y ya no está. Un jueves, feriado por Día de Muertos, a Sofía Sámano la vieron por última vez en Valle de Bravo tras una fiesta en un antro llamado La Patona, con compañeros de la escuela. Un desconocido “se la llevó” para abusar de ella. Los demás asistentes regresaron a sus casas con la incertidumbre de tener una amiga “desaparecida”. Hay que enfatizar la dimensión humana y la carga emocional de la desaparición de Sofía Sámano. Hablar de desaparición es hablar de un limbo afectivo en la existencia humana. Los padres y los amigos de ella no sabían si estaba viva o muerta. La novela de Fernández de Castro dibuja uno de los desconsuelos más graves de cualquier persona en la actualidad. Cuando alguien muere, a pesar del dolor, los familiares conocen exactamente el trágico paradero; cuando una persona desaparece, al contrario, el desconsuelo es mucho mayor, pues la espera incierta tiende a desgastar emotivamente. En la investigación periodística de la novela, Jaime Sámano descubre que los responsables de la desaparición de Sofía Sámano estuvieron a cargo de Tobías, quien tiene una casa en Valle de Bravo y es hijo de Claudio Henkel, uno de los contratistas consentidos por el gobierno federal. La trama revela la lamentable vulnerabilidad social de las mujeres. No sólo se trata de la desaparición de Sofía Sámano; también, por desgracia, se cuenta la violación multitudinaria que sufrió a manos de algunos asistentes a La Patona, prófugos de la justicia. Otra parte de la novela retrata fielmente a la juventud en Valle de Bravo, para contextualizar los
posibles motivos de la desaparición. Se trata de muchachos con poder adquisitivo, fiesteros, acostumbrados al preocopeo y al cigarrillo antes del futbol, uno de los símbolos de identidad en aquella región del país. Fanáticos de cantantes extranjeros como Justin Bieber o Shakira, llevan a sus últimas consecuencias el desinterés por los otros, hasta desentenderse de las implicaciones éticas de sus actos. Poner al descubierto ese falso “nihilismo” es parte de la tarea periodística de Jaime, a través de entrevistas en La Patona, para darle un peso ético y social a la desaparición de Sofía. Empero, aparentemente “nadie vio nada”. Por azares del destino, a Jaime le entregan un sobre en una plaza pública con el teléfono de la familia Henkel y un catálogo de niñas “extraviadas”. Le piden dinero para que lo “conecten” con los dueños del negocio y lo llevan a un paraje desconocido, cerca de Avándaro. Al pedir información sobre el paradero de Sofía Sámano, se mete en problemas con la banda criminal. Para contarnos otra parte de la historia, Fernández de Castro recurre a un narrador-testigo. Joven, parte del ambiente festivo, tocayo del periodista, Jaime regresa a su casa en la zona residencial de Santa Fe en Ciudad de México para contarle a sus papás de la desaparición y del enfrentamiento entre las familias Sámano y Henkel. La importancia narratológica de Jaime es ser un contrapeso a la versión periodística reinante en la novela y arrojar cierta esperanza sobre la sobrevivencia de Sofía. Luego aparecen los cabos sueltos de la historia: tras el juego de “botella” con Tobías, Sebastián y Enrique Henkel, Salvador Vaca, el chofer de los Henkel, le ofreció un aventón a Sofía Sámano. En la madrugada, Salvador Vaca tomó decisiones irremediables que lo llevaron a arrojar el cuerpo de Sofía Sámano al lago de Valle de Bravo, como lo declara en su diligencia judicial. Rafael Fernández de Castro entrecruza elementos ficticios y reales para revelar una triste dinámica de violencia, y entrega una novela estremecedora en la que el protagonista no sólo es Jaime Sámano, sino las mujeres desaparecidas en el Estado de México, que deberían estar con sus familias y que hoy ya no están z
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
ENRIQUE VILA-MATAS o el brillo de lo auténtico en el arte Entrevista de Alejandro García Abreu
Arte y pensamiento
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Las rayas de la cebra/ Verónica Murguía
Aquiles y el Piojo LLEVO TODO EL DÍA escuchando a Miguel el Piojo Herrera en la radio: furioso, acelerándose él solo, con una dicción rarísima, retando al árbitro Arturo Brizio. En su arranque es muy fácil descubrir en qué momento la cólera le gana: “Que se ponga a trabajar”, repite, y hay algo en esa frase que lo irrita (o le gusta) y ¡zaz!, pierde los estribos. Piense el lector en lo que esta expresión quiere decir: perder los estribos equivale a ir sin control sobre un caballo, pues los estribos lo mantienen a uno en su lugar. En los estribos mete uno los pies. Y bueno, hay otra frase hípica para describir estas cosas: montar en cólera. A la que, como he escrito antes en este mismo espacio, imagino como una yegua roja con unos dientes como fichas de dominó y ojos llameantes. El Piojo anda siempre sobre la cólera y sin estribos, a merced de su hígado, de lo que la bilis le hace a su dicción, a sus rupestres modales, a su inteligencia y su capacidad para negociar. Siempre ha sido colérico, ha propinado patadas, etcétera. No aprende a controlarse porque en México, mal que bien, al iracundo se le respeta. Y la cólera, con la pena, no merece el respeto de nadie. Cualquiera se enoja: es un hecho biológico primario, una respuesta instintiva del cerebro reptiliano. Pero por alguna razón misteriosa, en México se dice de los
enojones que “tienen el carácter fuerte”, cuando en realidad lo tienen débil y ceden a sus pulsiones más primitivas. Fuerte es el que domina sus impulsos, su miedo, su ira, su dolor. Eso lo sabían los griegos, que esperaban que un hombre –un ser humano– se gobernara. Y es lo que las religiones más esclarecidas piden a sus devotos. Los lamas y los monjes budistas, que controlan hasta su presión arterial, lo logran porque no ceden a sus arranques más pueriles: los tienen sujetos por la voluntad y la inteligencia. No crean que digo esto desde el Olimpo de los Serenos. Soy tan enojona como el Piojo, por eso me fijo en él. Los errores más graves de mi existencia los he cometido bajo el influjo de esta emoción quemante y autoindulgente. La furia no me ha hecho más inteligente, más veraz o más nada. Me convierte en un ser que farfulla. Algunas veces me ha concedido una especie de audacia momentánea de la que suelo renegar después. Por eso soy una estudiosa de la cólera. No pierdo de vista que la piedra angular de la poesía occidental, la Ilíada comienza diciendo “Canta, oh musa, la cólera del pelida Aquiles…”.
Nunca he podido reconciliarme con la figura sobrehumana de Aquiles por eso, porque su cólera termina con la vida de su amado Patroclo, con la del hermoso Héctor y sólo se medio apaga con las lágrimas de Príamo sobre su mano asesina. Y estoy hablando de Aquiles, el más noble y valiente de los guerreros que han sido. Quizás de ahí viene el perdurable prestigio de esa emoción: tiene que ver con la guerra. Entre los vikingos el lugar de honor de los guerreros era para el berserker: el que se volvía loco de ira y no temía. Se arrojaba a la batalla y a veces se olvidaba del escudo, cubierto sólo de pieles de oso. Pero el berserker también podía matar a sus compañeros, enloquecido como un animal enfermo de rabia. Prefiero a los monjes de la Tebaida que se iban a vivir al desierto para luchar a brazo partido con sus pecados. Hubo uno que, en la soledad más rigurosa, batalló contra la ira durante quince años y apenas logró vencerla. Siempre me sorprendía la idea de su soledad iracunda: ¿con quién se peleaba Macario Egipcio si no veía a nadie? Ahora lo sé. Con el recuerdo de las ofensas, las burradas, las vanidades propias y ajenas. ¡Ay de las horas perdidas en los tediosos ejercicios de la ira! ¡Los diálogos imaginarios con los otros! Y mejor si sólo imaginarios, que los que realmente ocurren suelen terminar mal. Los padres de la Tebaida se decían entre sí “Dame una palabra” para meditar sobre ella. Yo necesito una palabra, sólo una: cálmate z
La otra escena/ Miguel Ángel Quemain
Armando de Maria y Campos, cronista de la maroma nacional LOS PAYASOS, poetas del pueblo, de Armando de Maria y Campos, es la crónica de varios aspectos relativos a las artes escénicas mexicanas. A ochenta años de su primera publicación se da la asombrosa puesta al día a cargo de Sergio López Sánchez, con una edición crítica que publica y promueve el CITRU del INBA. La edición, apostillas y selección iconográfica que Sergio López Sánchez ha hecho del trabajo de De Maria y Campos (1897-1967) no sólo pone al día la visión heterodoxa y amplia de uno de los mejores críticos y periodistas culturales, si acaso no es anacrónico ese adjetivo para referirse a uno de los cronistas de la escena mexicana más fecundos del siglo XX mexicano. Como bien señala el editor, se trata de un libro que se convirtió en una rareza, sólo asequible gracias a algunos libreros muy reconocidos en Ciudad de México, Guadalajara, Puebla y Monterrey. La edición actual ya está corregida, anotada y comentada, y tiene una iconografía amplia. Quienes critican a los coleccionistas de programas, notas y testimonios, se darán cuenta de que un trabajo como éste no sería posible sin esa exhaustiva base documental, sólo posible gracias a una vocación de archivista y pepenador que fructifica con el paso de los años, y
que permite apreciar las sugerencias que los materiales recuperados posibilitan. Esta práctica de llevar hasta el futuro crítico los papeles del pasado la comparte el editor, que tiene como punto de partida la primera edición de Editorial Botas, con los diecisiete capítulos que se conservan en esta nueva publicación, e incluye el índice descriptivo de cada uno. Gloso aquí las referencias rigurosas que López Sánchez introduce para poner en contexto este libro precioso y fundamental. Da cuenta de los primeros títulos que prologan la aparición del libro de De Maria y Campos. La figura de Francisco Monterde como uno de los primeros críticos e historiadores amateurs de la escena nacional es capital. A él le debemos Bibliografía del teatro en México, un recuento exhaustivo de los impresos de tema escénico publicados en México. López Sánchez refiere que siguiendo el orden cronológico, la Reseña histórica del teatro en México (15381911) es una obra monumental que “se publicó por entregas durante tres lustros de 1895 a 1911”. En 1961 salió la tercera edición, de 3 mil 379 páginas más anexos. El apunte interesante sobre el recuento de Olavarría es el señalamiento que hace López Sánchez de sus apreciaciones sobre los espectáculos que considera de segunda y no consigna en sus recuentos. “Es selectivo y no incluye en su obra actividades
contenidas en jacalones y teatrillos de barrio por considerarlos –él mismo lo dice con toda franqueza– locales de segunda categoría”, y justamente esos lugares considerados ínfimos constituyen el material de abundancia del trabajo De Maria y Campos, “humildes locales periféricos que trazan los espacios físicos y espirituales de una visión del teatro que va a lo más primigenio de las expresiones artísticas urbanas de entonces”. Cuántos de esos lugares son hoy también desatendidos. Es notable en De Maria y Campos el amor y el propósito de darle un lugar superior a lo escénico dentro de su lenguaje romántico. Baste un ejemplo que es definición de lo teatral y lo circense: “en México maroma es circo pobre, al aire libre; maromero: volantinero o equilibrista. Cuando la compañía empieza a ser importante y cuenta con gimnastas, funámbulos, volteadores y jinetes, fieras amaestradas, se le llama circo. El circo se instala en cualquier parte, en mitad de los caminos de la tierra y de los sueños del cielo, ca y cuando levanta las cortinas de su tienda enseña más geografía a los niños de todo el en mundo que los más sabios profesores de la m m materia. Nace de la nada. Donde hace horas se extendía un solar con alma de desamparo, en un abrir y cerrar de ojos un conjunto de soportes, de vigas y de cables y una lona, so crean el mundo maravilloso del circo. Tamcr bi se va en un parpadeo. Pero qué colecbién ción ci de recuerdos perfumados de imposibles, bl nos envuelve durante algunos días”z
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Arte y pensamiento
La casa sosegada/ Javier Sicilia
¿Qué es la poesía? LA PREGUNTA ES inmensa. Sobre ella, desde su nacimiento, que probablemente se remonte a la aparición del ser humano sobre la Tierra, se han dado tantas respuestas como la inmensidad de la pregunta exige. Todas las que conozco son hermosas, sugestivas y abisales. Todas, también, parecen coincidir en afirmar que la poesía es, de todos los lenguajes, el que posee lo más profundo del sentido del ser. De allí que los profetas hebreos dijeran que en ella se dice la voz de Dios (“Esto dice Yavhé”); los griegos, las voces de los muertos traídas por Mnemosina; Mallarmé, la de la tribu; Hölderlin, antes de su inquietante silencio, las del espíritu del pueblo. Podría seguir. Sin embargo, y pese a todo lo dicho sobre ella, hoy, cuando el sentido de un más allá misterioso, inefable, ya no habita en la conciencia humana, no sabemos qué es. Objeto anómalo en un mundo de mercancías, se le encierra en ediciones de tirajes cada vez más pequeños o en esos sitios web llamados blogs, o en recintos cerrados como el museo, a donde un reducido público –constituido en su mayoría de amigos– asiste a consumir una mercancía tan extraña como inútil, un vestigio del pasado. Algunos poetas podemos seguir pensando, diciendo y bordando sobre lo que han constituido las
respuestas a la pregunta, podemos, incluso, decir que lo que pensamos, sentimos y experimentamos sobre lo que la poesía es, sigue siendo verdad, como la existencia del sol oculto por la noche. El hecho es que la poesía que se expresa en el lugar natural del poema ya no tiene ni la capacidad ni la autoridad, que tuvo en otro tiempo, para fundar el sentido del ser. Encerrada y dispersa en su encierro, se ha vuelto tan indefinible, tan imprecisa que a lo único que podemos aspirar, los que aún la leemos o asistimos a escucharla en algún sitio, es a un acto de fe en tal o cual poema o en tal o cual autor; a creer que lo que dicen y nos revelan del sentido es verdad en nuestro ser. Yo, sin embargo, sigo creyendo que la poesía, no su ejercicio en el poema, todavía tiene la posibilidad de refundar, aunque sólo sea por momentos, el sentido del ser o, para decirlo en la forma modesta y acorde con un tiempo desacralizado del poeta y granjero estadunidense Wendell Berry, sigo creyendo que “la poesía tiene la responsabilidad de recordar, preservar y revelar las acciones acerca del pasado. Pero también tiene una enorme responsabilidad complementaria e
igualmente pública: ayudar a preservar y clarificar las posibilidades de una acción responsable”. Si es verdad que la poesía es lo que modestamente resume Berry, si es verdad que es un don, una gracia, una gratuidad que viene de lo más profundo del ser y fluye en el río subterráneo de la tradición, a pesar de todos las deslegitimaciones, encierros, dispersiones a la que ha sido sometida, para cumplir su labor de mantener vivo el sentido del ser, ella emergerá siempre en el espacio público sorpresiva e inesperadamente como aparece la gracia. México tiene varios ejemplos. Me referiré a uno, el Movimiento zapatista. En el que fue el subcomandante Marcos –una voz de tribu, como quería Mallarmé; “una botarga”, como se definió a sí mismo: “Por mi voz habla el EZLN”, una voz de los muertos o del genio del pueblo–, la poesía apareció con todo el peso de lo que las respuestas a las preguntas por la poesía nos han dado. A través de sus comunicados, de los símbolos y de los actos del zapatismo, volvimos a ver, a sentir, a acompañar y a ser interpelados por el sentido del ser. Allí, la poesía, como decía Mandelstam, fue una vez más “el arado que revuelve el tiempo para que las capas más profundas –la tierra negra del tiempo– puedan emerger a la superficie”. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el INE z
De cualquier modo Kikí Dimoulá Cómo de inmediato me reconoce este sonido que narran las fúnebres campanas.
Sobre todo no es cosa personal la corona de espinas en tu frente todos la llevamos
Tú, Cristo mío, no temas, dolor no tienes es uno más director de cine aniversario documental que sádicamente te crucifica de nuevo sólo el recuerdo clama y golpea
tú porque eres el hijo de Dios nosotros porque no lo somos.
Aun el beso aquel de traición que como un resucitado sin arrepentirse te entrega al sacrificio muerto está enterrado en el patio del director de cine Y la sábana blanca que a tu cuerpo exánime envuelve y aquí y allá mancha la sangre dispersa no te lamentes sangre no es amapolas bordan tus heridas para que parezcan un campo en primavera.
Kikí Dimoulá –Vasilikí Rodou su nombre de soltera–, nació en Atenas en 1931. Trabajó veinticuatro años como empleada del Banco Nacional de Grecia hasta su retiro en 1974. En 1963 el Grupo de los Doce le otorgó la Mención Honorífica por su trabajo poético; en 1972 recibió el Segundo Premio Estatal de Poesía; en 1989 el Primer Premio Estatal de Poesía, el Premio Kostas y Helena Ouránis en 1995; en 2001 el Premio de las Letras de la Academia de Atenas por toda su obra y en 2010 la Association Capitale Européenne des Littératures (ACEL) le otorgó el Premio Europeo de Literatura. Estuvo casada con el poeta Athos Dimulás. Es autora de dieciséis libros y su poesía ha sido traducida al inglés, francés, español y sueco. Véase La Jornada Semanal, núm. 1179, 8/IX/2017 Versión de Francisco Torres Córdova
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 5 de mayo de 2019 // Número 1261
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Bemol sostenido/ Alonso Arreola
@LabAlonso
Rafael Mendoza, un grande RAFAEL MENDOZA nos hizo llegar seis de sus discos. Cumplió palabra tras un breve encuentro motivado por el amigo compartido. Lo que habíamos escuchado de él era poco, pese a las muchas recomendaciones de cantautores en cuyas voces resonaba un alto respeto. Nunca habíamos hablado con él en persona. Qué buen compositor, letrista y guitarrista es. Perdónenos la ignorancia sus muchos y fieles seguidores. Ahora entendemos el porqué de tan unánime aplauso. No es gratuito que Óscar Chávez, Amparo Ochoa, El Negro Ojeda, Betsy Pecanins, Eugenia León y Nina Galindo hayan cantado sus canciones. Instrumentista original, Rafael se muestra inconforme ante progresiones y ritmos fáciles o simplemente funcionales. Es evidente su oficioso compromiso tanto en lo musical como en lo lírico. ¿Lo ha escuchado, lectora, lector? Si sí, repáselo y atestigüe su soliloquio A lira y voz el próximo 18 de mayo en el Cocoliche de la calle Versalles, en Ciudad de México. Si no, aproveche este domingo para acercarse a su valiosa y prolífera necedad (y también vaya a escucharlo en vivo). Esperamos que nuestras líneas abonen a su curiosidad y que desvele así su variadísimo repertorio. Para hacerlo pudiera seguir la siguiente ruta. Del disco ¿Qué me pasa?, debut con vena latina, comience dando atención a una trilogía que menciona
al sol: “De noche”, “Aquí y afuera” y “Puede ser”. La primera es una espléndida y ácida balada que le gustaría a Carlos Santana, apta para la madrugada. Un bajo ronronea comenzando la segunda de ellas, antes de que lleguen las armonías sofisticadas de sus coros. Es muy buena. La última aceptaría arreglos con orquesta o combo grande, pero nunca sabremos sus posibilidades para el baile. Eso es algo que nos gusta en la obra de Mendoza. Minimalista, con la guitarra y la voz al frente, continuamente da en la diana sin grandilocuencias vanidosas. Ello no quiere decir, desde luego, que no tenga grabaciones y arreglos con dotaciones mayores, también efectivas e inteligentes. Pero lo que más luce es su perfil juglaresco. Del disco Fin de siglo le recomendamos… prácticamente todo, comenzando por su texto introductorio. Allí dice: “Miembro del movimiento de la nueva canción desde los años setenta, Mendoza sabe escuchar todo aquello que aporte a su trabajo más allá de géneros, modas y encasillamientos tan selectivos como inhibido-
Rafael Mendoza
res del potencial creativo.” Para describir a otros cantautores estas líneas parecerían exageradas o soberbias. En el caso de Rafael, sin embargo, sólo hay que escuchar sus variadísimos experimentos para estar de acuerdo. Además, no importa la zona que pise, no pierde originalidad ni sacrifica personalidad. Acompañado por las seis cuerdas y un par de coros de Elizabeth Meza y Malena Durán, Fin de siglo es una obra que invita a la contribución activa. Escuchándola imaginamos capas que resuenan hasta la fuente originaria de cada canción. Música clásica, bolero, trova, blues, rock, bossa, balada… todo se mueve en flujos subterráneos, mas sin romper la definida corteza de un mundo que alcanza genialidad. Puede seguir entonces con el disco Esta locura, grabado en vivo en el Café Corazón, por el año 2003. Hay allí una docena de temas entre los que destaca el magnífico “¿Quién parará esta locura?” (también con versión en estudio), compuesto con cuatro décimas de pie forzado inspiradas en una canción de su amigo Marcial Alejandro. Hablamos de una brillante relojería cuya actualidad duele. En el disco, además, hay otros momentos gozosos en que se nota la admiración de Mendoza por el airado vibrato de José José. Puede entonces continuar con Soy mi voz de 2010; o con Esté donde esté de 2011; o con Mil años después de 2015… Eso es lo que haremos nosotros, justo ahora pues ya lo dijimos: todos estos fueron los títulos que nos compartió Rafael. A cada uno le puso el año de grabación con un plumón dorado. Desde aquí le agradecemos el eco y, sobre todo, el tantísimo talento. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos z
Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
Un cineasta por los cuatro costados HACIA EL PRIMER tercio del año pasado Rafael Aviña publicó Mex Noir, cine mexicano policíaco, en el que aborda con amplitud este género, relativamente soslayado por investigadores e historiadores. A principios de este año presentó No queremos olimpiadas, queremos revolución, breve y entrañable volumen que combina los apuntes autobiográficos con el registro puntual del cine que se ha hecho en torno al movimiento estudiantil de 1968. Apenas dos meses después, incansable y prolífico, el nacido en Ciudad de México entrega Un cineasta llamado Ismael Rodríguez, extenso volumen biográfico en el que se ocupa, dicho clásicamente, de la vida y milagros de quien es, en opinión de muchos especialistas, el director cinematográfico mexicano más relevante. Fiel a su costumbre, Aviña toma como punto de partida una investigación propia que se caracteriza por su profusión y profundidad, emanada de numerosas fuentes documentales lo mismo que de su memoria privilegiada –escucharlo hablar del cine mexicano clásico siempre es un auténtico placer–, todo lo cual redunda en un discurso que rebasa, y con mucho, la mera recopilación y exposición de datos para convertirse en un relato con aires de primera mano, tal como si el autor hubiese sido testigo directo de aquello que cuenta. Esa capaci-
dad de Aviña es la principal diferencia entre su trabajo y el de otros autores, afectados ya de una inexplicable arrogancia –por ejemplo, el tufo perdonavidas de Emilio García Riera es insufrible–, ya de una lejanía que raya en la indiferencia y que, lejos de abonar a una objetividad jamás asequible por completo, acaba por distanciar al discurso de su receptor. Por el contrario, y para bien, el trabajo de Aviña siempre rezuma conocimiento riguroso, pero también evidente gusto e inclusive admiración por el género, la película o el personaje del que se ocupa. Es el caso de Un cineasta llamado Ismael Rodríguez, editado por la Cineteca Nacional, que cuenta con investigación iconográfica igualmente rica a cargo del propio autor en colaboración con Patricia Talancón Solorio y David Guerrero Placencia. Dividido en treinta y dos capítulos, un prólogo y un epílogo, Aviña recorre las numerosas estaciones vitales y profesionales de este auténtico hacedor de estrellas, indudable luminaria él mismo, nacido en 1917 y muerto hace quince años. Ahí están los primeros pasos cinematográficos de Ismael y sus hermanos, igualmente dedicados al séptimo arte, su ascenso irresistible, la mancuerna inmortal que hizo con Pedro Infante,
el descubrimiento de la célebre Evita Muñoz Chachita, su trabajo con Germán Valdés Tin Tan, los cómo y los porqués de la cúspide del cine mexicano popular que significa la trilogía Nosotros los pobres, Ustedes los ricos y Pepe el Toro, así como esa otra cumbre insuperable, aquí de la comedia ranchera, que significa Dos tipos de cuidado, más un etcétera que los lectores harán bien en conocer de primera mano en el libro, del cual este juntapalabras no resiste la tentación de dar una mínima muestra: “Primero fue pizarrista, microfonista; después trabajó en construcción del set, posteriormente se encargó del equipo de sonido sin ser ingeniero […] Ismael fue siempre uno de los cineastas más jóvenes y prolíficos de su tiempo, miembro de una numerosa familia de diez hermanos, de los que sobrevivieron seis. Hijo de Ismael Rodríguez Granada y Maclovia Ruelas de Ro Rodríguez. Alumno sobresaliente en la escuela al que le gu gustaba adelantarse a su edad. Trabajó como extra sin co cobrar, fue asistente de sonido en el laboratorio de Jorge St Stahl. Obtuvo el premio por el Mejor Sonido a los 19 añ años de edad y fue el director más joven de su época. En 19 1939 fundó al lado de sus hermanos Roberto y Joselito la empresa Producciones Rodríguez y en 1940, además de fungir como editor y asistente de dirección, escribió el guión de ¡Ay Jalisco no te rajes! (1941), dirigida por su he hermano Joselito.” Dicho con otra frase clásica: el cine mexicano de la lla llamada Época de Oro no sería el mismo, y es imposible de entender, sin la presencia de Ismael Rodríguez. Esa es su importancia y, en consecuencia, lo es también de este nu nuevo libro de Rafael Aviña z
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Thomas Mann, la nobleza de espíritu y el arte como consuelo El intelectual Rob Riemen (Países Bajos, 1962) ha estudiado ampliamente el concepto Adel des Geistes, nobleza de espíritu, propagado por Thomas Mann. En Nobleza de espíritu. Una idea olvidada (Taurus, 2016) y en Para combatir esta era. Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo (Taurus, 2017), Riemen –ensayista, fundador y presidente del Nexus Institute, foro independiente e internacional creado para fomentar el debate filosófico y cultural y la reflexión intelectual sobre temas globales– destaca la figura de Thomas Mann (Lübeck, 1875-Zúrich, 1955). En esta entrevista, el escritor neerlandés ahonda en el pensamiento del autor de Los Buddenbrook.
Entrevista con Rob Riemen/ Alejandro García Abreu
–¿
Cómo distingues a Thomas Mann como el último representante de un humanismo distintivo, idea que George Steiner suscribe en el prólogo a Nobleza de espíritu. Una idea olvidada? –Pienso en el humanismo de Thomas Mann como una compleja noción de valores. Involucran una familiaridad con la potencia del espíritu humano. Su manifestación siempre es doble: frente al sufrimiento íntimo, personal; y frente a la perenne representación de la brutalidad en la Historia, con mayúscula. Es una correlación indeleble. –¿Mientras aguardabas la cena con Elisabeth Mann Borgese –hija de Thomas Mann y la mujer a la que se debe en parte la existencia de Nobleza de espíritu. Una idea olvidada– en el River Café, qué recuerdos te asaltaban? –Pensaba en una conversación excepcional con una vieja amiga. Cuando me preguntan sobre ella suelo decir: “Hija pequeña y ojo derecho del gran escritor Thomas Mann.” Pero en realidad la recuerdo como la mujer que decidió ponerse al servicio de una meta muy noble: luchar contra las amenazas que sufre el medio ambiente. Recuerdo, también, su cercanía a Wystan Hugh Auden, Albert Einstein, Indira Gandhi, Vladimir Horowitz, Robert Hutchins, Agnes Meyer, Jawaharlal Nehru, Roger Sessions, Ignazio Silone y Bruno Walter. Cuando la conocí tenía ochenta años y vivía en Halifax. Pienso en mi ensayo “El reto de Thomas Mann”, publicado con motivo del discurso que había articulado Mann Borgese en el marco de la Conferencia Nexus, como homenaje a lo que había aprendido de su padre.
–¿Qué opinas de Adel des Geistes. Sechzehn Versuche zum Problem der Humanität [Nobleza de espíritu. Dieciséis ensayos sobre el problema de la humanidad], libro en el que Thomas Mann reunió los ensayos que había escrito sobre los libros que lo influyeron? –Cervantes, Fontane, Freud, Goethe, Lessing, Nietzsche, Schopenhauer y Tolstói son escritores abordados en la antología personal. Era 1945. El libro condensa amargura en estado puro. Desde entonces el concepto de nobleza de espíritu cayó en el olvido. –¿De qué manera percibes el tiempo tras la lectura de “Lob der Vergänglichkeit” [“Elogio de lo efímero”], ensayo publicado por Mann tres años antes de su muerte? –El tiempo es el espacio en el que uno anhela armonizar para transformarse en la persona que cree que debería ser. En ese ensayo Mann expone los porqués de su respeto y de su admiración por el tiempo. Suscribo su planteamiento: el tiempo es un obsequio que merece ser tratado con decoro, ya que nos da la oportunidad de desarrollar nuestros talentos. Se refería al artista, individuo capaz de extraer lo perpetuo de lo fugaz. –Al saber que la lectura de los cuentos de Chéjov reafirmó a Mann en sus convicciones –el arte, la belleza y los relatos sólo contribuyen a liberar al humano de la angustia–, ¿qué pensaste sobre el devenir de la creación artística y del pensamiento? –Que ni siquiera el arte puede salvar al ser humano. El arte no es poder, sino consuelo. Lo sabía perfectamente Thomas Mann, quien alber-
gaba la esperanza de que su obra ofreciera a sus lectores algún tipo de consuelo. –¿Qué piensas hoy sobre “Cuarta lección. Thomas Mann”, incluida en Para combatir esta era: “Ninguna conferencia, medida técnica, institución jurídica, ni idea de gobierno mundial lograrán avanzar ni un ápice en dirección a un nuevo orden social sin que se desarrolle antes un clima espiritual alternativo, una nueva sensibilidad hacia la nobleza de espíritu”? –Que no aprendimos esta lección. Por ello ya ha sido olvidada, como reza el subtítulo de Nobleza de espíritu. Thomas Mann, José Ortega y Gasset y Paul Valéry indicaron que Europa pasaría por una crisis de la civilización incitada por la pérdida de valores espirituales. –¿De qué manera percibes la crisis moral, la progresiva simplificación de la sociedad occidental y los otros signos: la crisis económica, la ruina de la educación, la crisis de identidad y la embestida y el miedo crecientes a la libertad, temas explorados en Para combatir esta era…? –Esta crisis de la civilización es la auténtica amenaza a nuestros valores esenciales, que debemos resguardar para continuar existiendo como una sociedad civilizada. Mann confirmó que los signos que mencionaste son consecuencias de la crisis moral z
Traducción de Álvaro García.