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Juan

Bañuelos y la espiral del tiempo (1932-2017)

antonio Valle Cuatro poemas

Juan Bañuelos

El México innumerable de C ristina P aCheCo

Cathy Fourez La migración en tiempos de t rumP

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 7 de Mayo de 2017 ■ Núm. 1157 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Agustín EscobAr LEdEsmA


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creación

7 de mayo de 2017 • Número 1157 • Jornada Semanal

Humus Joaquín Olalde Quintanar

Recientemente, el poeta Juan Bañuelos dejó de estar físicamente entre nosotros pero, más allá del posible lugar común, su presencia no habrá de abandonarnos: bastaría con Espejo humeante, su primer poemario, para considerarlo una de las voces más altas, fuertes y necesarias en la literatura mexicana en general y la poesía en particular. Autor del entrañable poemario El traje que vestí mañana, entre una larga lista, Bañuelos es una de las personalidades artísticas e intelectuales más respetadas, para muchos en particular debido a su siempre firme compromiso social y político. Empero, la obra poética del nacido en Tuxtla Gutiérrez en 1932 va muchísimo más allá de lo que suele tildarse de “literatura comprometida”, como queda manifiesto en la semblanza escrita por Antonio Valle, así como por la mínima muestra de la poesía de Juan Bañuelos que ofrecemos a nuestros lectores.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

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das por los participantes creaban sobre la superficie on un suave zumbido apenas audible, la escotilla del suelo sombras cardinales incontables. del teletransportador se cerró dejando a su ocuA la hora 3000 en punto, el destino habría de iniciar pante en un ambiente tibio y levemente iluminasu marcha a fin de provocar el gran final de todo lo exisdo en azul. En cuestión de segundos M3f desapareció de tente ajeno a ellos. El exterminio último. La degradala vista de los que vigilaban el proceso innumerablemención total. La reivindicación del poderío irrefutable de te repetido en los últimos minutos. Los sistemas volvieHumus como único patrón y guía del universo. En el gran ron a la posición inicial y un Scl tomó su lugar ahora. Nuesalón, los M, seguros de su infalibilidad, se interconecvamente la escotilla se cerró y, sin que mediara evento especial alguno, esta operación siguió repitiéndose a taron unos a otros formando una red invisible de penintervalos regulares. La luz mortecina indirecta que ilusamiento y flujo energético desconocido fuera de las minaba el sitio de forma constante, no permitía imaginar fronteras de Humus, con lo que sus deseos y decisiones el estado que guardaba la existencia afuera, en el desierse transmitían instantáneamente. Todo estaba listo. to. Paredes metálicas puContados estaban los inslidas, cristal obscurecido, tantes faltantes para la pisos de cerámica gris, cuenta regresiva. Se acticorredores interminables varían mecanismos comde paredes cóncavas, alplejos y fantásticos de tos techos con cúpulas agresión, sólo concebicuajadas de cableado, y bles por esas criaturas un eterno y sordo murmuterribles herederas de un llo de magnetismo exaoscuro pasado, originacerbado, lo envolvían torias de aquel lugar que do dejando inadvertido y un día, muy lejano ya, se aislado el exterior. había llamado Tierra. Ya en su destino, M 3f Dieciséis miembros e m e r g i ó ro d e a d a p o r de la jerarquía M , obnuuna suave nube de fino bilados hasta la exasvapor violeta en el centro peración en sus planes mismo del gran salón. de exterminio, no repaDirigió de inmediato sus raron sin embargo, una pasos hacia su levitante vez reunidos, en la auTeletransportation Unit dentro de cabina de teléfonos, Street Art, Madrid, España asiento anatómico, que sencia casi llegado el la esperaba formando parte de un conjunto de ellos, momento final de dos integrantes del clan, quienes a mismos que eran ocupados por otros tantos M , los que través de una pared de plasma del gran salón desaorientados todos hacia el enorme ventanal elíptico, parecieron del mismo sin ser notados. M 3f había deformaban así una especie de jurado. Afuera, creando cidido rebelarse y, atrayendo hacia ella a M ns, emprenun grupo heterogéneo, cientos de figuras continuaban dieron juntos el peligroso escape que no consistía haciendo su aparición, todas y cada una de ellas a parsolamente en una planeada huida, sino en algo más tir de una fina nube de vapor de diferentes tonalidades contundente, algo digno de un M . según se tratara del transportado. Los S cl formaban el Llegado el momento, ambos se materializan en el grupo más numeroso, los K f , H i y R n, provenientes de centro vital mismo del pequeño planeta donde se rigen ciberdinastías guerreras, se arremolinaban en torno a las claves de toda actividad. Mediante un halo de energía grandes hologramas icosaédricos de vehículos artillaradiante que emerge de pronto del cefalotórax de M3f, dos. Más allá podía advertirse, entre la gran polvareda, los sistemas ahí confinados inician una secuencia inverla presencia de innumerables C 1 D 1 F 1 y C r, todos ellos sa hacia la autodestrucción. alineados en filas apretadas que semejaban tallos veEl cielo se ha tornado rojo, un gran destello lo abarca getales cortados uniformemente. Cuatro débiles soles todo. Desde una pequeña y veloz nave en el espacio, iluminaban desde puntos equidistantes entre sí en la dos seres tomados de la mano observan absortos el fin bóveda estelar este anfiteatro, y las sombras proyectade Humus

Directora General: c ArmEn L irA s AAdE , Director: L uis t ovAr , E d ic i ón : F rAncisco t orrEs c órdovA y r icArdo y áñEz . Coordinador de arte y diseño: F rAncisco g ArcíA n oriEgA , Formación: m ArgA P EñA , Diseño de Columnas: J uAn g AbriEL P ugA , Relaciones públicas:

v ErónicA s iLvA ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A LEJAndro P Avón , Publicidad: E vA v ArgAs y r ubén H inoJosA , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: El poeta con su traje que vistió mañana Foto de Guillermo Sologuren/ La Jornada

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


3 7 de mayo de 2017 • Número 1157 • Jornada Semanal © Flor Garduño, Lecciones de botánica, Suiza, 1997

José María Espinasa

¿DesDe cuánDo?:

la fotografía de Flor GarDuño (la construcción del instante) © Flor Garduño, Autorretrato, México, 2015

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esde cuándo estoy mirando esta fotografía? Miro desconcertado alrededor, pues he perdido la conciencia temporal de contemplación. Esto es lo que debió alarmar a los primeros hombres que vieron una fotografía: el tiempo ya no volvería ser el mismo nunca más, los verdaderos creadores en este arte lo que hacen es no tanto detenerlo sino diversificar los ritmos. Explico: puedo pasar muy rápido delante de una foto –por ejemplo un espectacular en el periférico, lo veo fracciones de segundo– o puedo detenerme ante ella, minutos o hasta horas, sin agotarla. Las fotografías de Flor requieren tiempo, si usáramos un símil técnico se diría que necesitan “mantener abierta la obturación del lente” para captar la gama de grises, lo rotundo del negro, lo iluminador del blanco, el pliegue del fruto que envejece –o rejuvenece, depende, porque una de las cadencias distintas que es la foto admite ir hacia atrás o hacia adelante– ante nuestros ojos. Nuestra mirada permanece abierta, en toda la polisemia de la palabra: no entendemos lo mismo si lo

que está abierta es una puerta, un fruto o los ojos, aunque se presten implicaciones y explicaciones. Tener abiertos los ojos es mirar estas fotografías: ¿cuánto tiempo llevo delante de este ojo de caballo que me mira, de esta granada, de esta alacena que me mueve a tomar algo de ella y en la que el miedo al ridículo me impide hacerlo? Pero –además– y aquí está uno de los rasgos de un buen fotógrafo, una imagen lleva a la otra: nos cuenta una historia. Claro, no de la manera tradicional del cuento, la novela o el cine, sino como por iluminaciones a la manera de cierta poesía. Por eso construye series, agrupa fotos que se eligen entre sí, a veces a lo largo de muchos años, composiciones de insólita evidencia, caballos fragmentados por el acercamiento –la panza es un planeta con más evidencia que Marte–, objetos encontrados al azar, cuerpos transformados en artesanías. Alguna vez, en otra ocasión, pensé ante las fotos de Flor Garduño que tenían, a pesar de su evidente maestría técnica, una condición de artesanía metafísica: que no sólo estaba trabajada la placa, el negativo, la

impresión, sino que también lo estaban los objetos, las cosas, los paisajes, los cuerpos fotografiados, y no sólo porque hubiera un elemento de composición interna de la imagen, sino porque había un trabajo del tiempo –objetos herrumbrosos, flores marchitas, cuerpos tersos hasta en la más evidente arruga– que parecía planeado para esa foto, y que mostraba de forma rotunda su evidente densidad. Pienso en el Caballito en la nieve o Mercurio, o incluso en las diversas composiciones, donde se dispone de objetos y se “hace” una fotografía como se compone una pieza musical. Para los pintores el hecho de que el tamaño –el formato– condiciona el lenguaje del cuadro, y por lo tanto el sentido, resulta obvio: de la miniatura al caballete y de ahí al mural puede haber un abismo, pero del cual se toma posesión sólo en el ejercicio de su ejecución. ¿Es esto obvio para un artista de la lente? Una foto de pasaporte ampliada muestra cosas que no estaban en ella antes, y la vuelven inservible para un documento de identificación; igualmente un espectacular pierde contenido al ser reducido a una tarjeta sigue

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© Flor Garduño, The Stranded Lovers, México, 2009

postal. Pero en las obras de Flor lo que cambia es la relación entre ellas, su “crecimiento” (en el sentido más elemental: el espacial) las vuelve menos solitarias, menos –y dudo al poner la palabra– autónomas, las integra a una mirada-secuencia, a una historia. A la pregunta contestaría que no, que no lo es de la misma manera. En la foto el concepto de ampliación es de uso corriente incluso para el aficionado; en la pintura no. Pero el abismo que se abre es tal vez mayor en esa condición ampliable de la impresión, más vertiginoso en Talbot que en Picasso. El artista tiene conciencia de su formato en la pintura desde el origen mismo, el tamaño de la tela, la dimensión de la pared, mientras que el fotógrafo sabe que ese formato puede cambiar después. Más allá de que en el momento del obturador se piense en un determinado tamaño. Me voy a detener un poco en lo que he llamado bodegones. Me gusta el sabor vetusto de la palabra para designar esos frutos o esas flores casi fosilizadas en vida, cambiantes e inmutables al tiempo, la granada o la piñanona nos prestan su evidencia vegetal para volverse pétreas, mientras que en otras fotos lo pétreo se vuelve vegetal. Si se acepta que utilizo pétreo como sinónimo de muerto y vegetal de vivo, la parte que los une sería lo óseo: algo mineral pero vivo. Por eso la importancia de ciertos detalles: la cabeza de ave en Como un suspiro. El abigarramiento de alacena contrasta con la sencillez casi zen de estas naturalezas, de una limpieza clásica en su composición. Y de pronto esa condición-mineral-vegetal nos lleva en Maternidad a otra cosa, la yegua a punto de dar a luz es un planeta donde nuestra mirada se posa como el primer hombre que mira/pisa tierra desconocida. La naturaleza silenciosa se resuelve en un nivel astral. Y eso nos ha hecho cambiar de serie, a esta secuencia de caballos fragmentados (tal vez tengan en la memoria las extraordinarias fotos ecuestres de Flor en el pasado) por close-ups se diría que caprichosos y que a la hora de verlos en la foto resultan obligados. Cuando Flor fotografía la barriga de la yegua o los belfos del caballo no está dando el detalle de una totalidad sino creando una totalidad nueva. Su tendencia a la abstracción es lo suficientemente inteligente para nunca cruzar el umbral y mantener su condición reconocible. El caballo, desde los trabajos de Mulbridge en foto, pero en la pintura desde mucho antes, es sinónimo de movimiento, el galope es una condición esencial suya in-

cluso cuando permanece inmóvil pastando. El close-up de Flor parece condensar en la foto esa condición de galope, precisamente al estar fuera de la foto, ni siquiera sugerido pero todo evidencia. ¿Alguien recuerda aquel extraordinario Lancelot del cineasta Robert Bresson narrado por las pezuñas de los caballos? Esos fragmentos de caballo tienen por un lado el sentido de reenviarnos a las naturalezas muertas, mas bien naturalezas vivas, que comparten la forma de mirar con las frutas, y por otro nos lleva hacia esos otros caballos de juguete –los mismos y tan distintos–, dibujados en una cerca o en un muro, tan a galope como los primeros. Flor en sus fotos maneja distintos tonos, sin abstenerse de la solemnidad y el humor al mismo tiempo, incorporando un detalle que refresca la composición; la nieve de sus fotos no da frío, incluso más que calor provoca un candor –como en Hortensias o en Un personaje distinguido, en donde cierta inocencia reencontrada al azar nos devuelve una alegría no exenta de melancolía. Así el blanco y negro de estas fotos resuelve una enorme disyuntiva de la física: el blanco, la gama de grises y el negro son “colores”, vemos en colores esas fotos en blanco y negro; por la sutil gama de variaciones que maneja el fotógrafo entendemos la riqueza de © Flor Garduño, Caballito en la nieve, Suiza, 1996

esa gama, es infinita. Su potencial es tal que hay fotos que huelen y saben, en las que los labios sienten la frescura de la nieve o la sal de la geometría redoblada en el espejo, el vaho de la respiración, el rezo solemne de una ceremonia apenas intuida. Se trata, pues, de fotos mucho más allá de las simplificaciones didácticas que sitúan a la realidad de un lado y a la imaginación del otro. Por eso, por ejemplo, los peces de Imagen mística salen a respirar como flechas hacia el cielo, ballet que bailan para el fotógrafo –o para el que mira la foto– de la misma manera que la inmovilidad de Dos peces no deja de ser parte también del baile, como saben quines practican el tango o el danzón. Por eso definir el arte de Flor como el de un cazador de instantes es no decir todo, porque si bien admite el azar, éste no es su objetivo (curioso que los fotógrafos llamen al lente “objetivo”, y no a lo fotografiado, ¿entonces qué sería el “subjetivo”?) sino un aliado más en la composición final, final que –por cierto– no está cerrado, admite las transformaciones de las que se habló líneas arriba: formato, técnica, secuencia, historia. Así, las fotos de Flor Garduño son instantes que revelan el sentido de la duración, condensaciones de tiempo pasado y futuro, por eso tan evidente presente, por eso tan carnales y terrosas, tan de ese barro que después se hizo carne y –todavía después– se hizo verbo. Algunas fotos de Flor me recuerdan aquel aforismo de Valéry –el poema no se acaba, se abandona– que sin darse cuenta de que no coincidía del todo con su supuesta frialdad soltaba en cualquier momento. Las fotos –diría Flor– no se concluyen, se abandonan, y es precisamente el abandono –gesto inevitablemente intenso– lo que constituye la creación. Si el espectador se ha situado en el lugar del fotógrafo cuando se va de una foto a otra también abandona su contemplación, la abandona por otra contemplación, pero guarda en su mirada interna la anterior y acumula esa experiencia fotográfica, crea un universo visual propio. Por eso es pertinente preguntarse desde cuándo estoy delante de esta foto. ¿Estaba ya aquí cuando llegué o estaba yo cuando llegó ella? Una foto extraordinaria: ese juego de gato abismal jugado con las rosas ¿lo había visto alguna vez así, algo tan elemental como el “tres en línea” vuelto una apuesta metafísica? En esa foto están condensadas todas las jugadas posibles, tirada de dados que transforma el azar. Flor Garduño construye sus historias, las modifica, las entrega a sus espectadores, ellos van de una a otra foto, regresan, avanzan, son paseantes de un laberinto fascinante, con tantos minotauros y eurídices como se quiera, asombrados de que ese laberinto no nos aprisione sino que nos libere. Actualmente está en exhibición en el Centro Cultural Banamex la exposición de Flor Garduño, La construcción del instante


5 7 de mayo de 2017 • Número 1157 • Jornada Semanal

El México innumerable de

Cristina Pacheco Cathy Fourez SUS HISTORIAS DE MÚLTIPLES Y ENTRAÑABLES PERSONAJES YA SON LEGENDARIAS EN ESTE DIARIO Foto: Yazmín Ortega Cortés/ La Jornada

Cristina en una escena de su programa Aquí nos tocó vivir. Fuente: oncetv-ipn.net

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on su cuerpo etéreo, su paso funámbulo y su voz de papel biblia, Cristina Pacheco, vestida de una plasticidad elástica, “hace camino al andar” por los arraigados y mutantes acentos de la cacofonía diurna: contempla, descorre la cortina, destapa la lámina para dialogar con otros Méxicos. Miscelánea de la literatura policial, Pacheco entra en los cuartos cerrados para olfatear el bullicio del pozole en la olla de barro, explorar la relojería de barrio, los talleres de alfarería o escuchar la musicalidad de una graciosa juguetería. Le encanta untarse de la calle, beber de su vaivén en perpetua invención. Allí, sin que descanse el pulso del tránsito, da con inéditas voces ordinarias al alcance de todos, pero a las cuales nadie ve o presta atención. Pacheco no trabaja con vidas humanas, convive con ellas al rescatar la mirada de doña Felipa, sentada monacalmente en su banquito y quien, a los casi ochenta años, cuida de sus campanitas de Irlanda en el Mercado de Madreselva en Xochimilco, e imagina las fragancias de la selva lacandona en sus ramos y macetas; lo mismo hace al saborear el aroma de la santita pucha y de los endiablados ojos de mamón en Pan Segura, la panadería más antigua de Ciudad de México –sobre todo cuando México está del cocol; y también al entrar en la lilipu-

tiana librería de don Tolentino Flores, de uno y medio por dos metros, posada de miles de revistas, diccionarios, ensayos, ficciones que visitan la creatividad tan imprevisible de los habitantes de la región más transparente. El programa televisivo Aquí nos tocó vivir nunca se extravía hacia la exhibición de un “México lindo” fantaseado por la economía turística; tampoco sucumbe a la utopía de un pasado bucólico ni se desvía hacia la idealización o la victimización de las personas retratadas. En la interrogación, en el matiz, en la contradicción, el microuniverso de Pacheco conversa con la serenidad y los tormentos, los combates y las desilusiones, se preocupa por prácticas laborales y tradiciones en vías de extinción, por oficios que muchos mexicanos idean para sobrevivir. Olvídense de los baches, de las coladeras, de las albercas gratis en los pasos de peatones, Cristina Pacheco les ruega volver a caminar por las calles para aprender en vivo las identidades, nutridas de pasiones y de penas, de un México que, si bien a causa de la ola de uniformización del mundo suena a veces a epitafio, sigue resistiendo. De la obra narrativa de Cristina Pacheco destacan microficciones que documentan tanto la fugaz felicidad como las inagotables tragedias. Ahí, niñas y niños, jóvenes y mayores, ancianas y ancianos, desde su habla

social, capitulan o se rebelan frente a la inclemencia de carestías y de desigualdades. Ahí, todas y todos, en un trasfondo de falsas pistas y mediante el artilugio del suspense, se mueven por repentinas incongruencias, propias de la extrañeza que es la vida. Los personajes viven desenlaces inesperados que estremecen, espantan o asombran para recordar el carácter inestable y proteico de la realidad. De hecho, en las narraciones de Pacheco todo cambia de rumbo, se invierte brusca o sigilosamente con el fin, muchas veces, de hacer estallar posturas preconcebidas sobre el enamoramiento o el envejecimiento, y con la meta de proponer una reflexión sobre, por ejemplo, lo que en el México rural o urbano significa ser mujer, ser hombre, dentro y fuera de casa. Desfilan, entonces, mexicanas y mexicanos de papel que no dejan de inventarse a sí mismos para tratar de festejar la existencia; desfilan, también, mexicanas y mexicanos que no pueden escapar de un país donde la violencia rivaliza en crueldades, donde la potencia de la barbarie los convierte en blancos... o en criminales potenciales. Como los filamentos de pasta que flotan en el caldo de carne, de pescado o de verduras y que con la cocción se van engomando, pero con las burbujas se moldean y se distorsionan para nunca parecerse, todas las historias de Pacheco son “Sopita(s) de fideo”. Por muy similares que sean a nivel temático, modulan, desde una emisión inimitable, voces que desubican y cuestionan nuestras certidumbres acerca de la familia, la indigencia, la brutalización de las relaciones humanas, o de la dicha. Al respecto, aunque Pacheco describe cuadros que toman en cuenta vidas desoladas, insultadas, abusadas, vandalizadas, no descarta nunca las chispas de alegría que salpican los itinerarios de sus personajes y que se hallan en la sencillez humana hasta en un humilde consomé humeante. Sus historias de fideo invocan el olor triste y la textura aterradora en que habitan seres deficitarios en lazos humanos y con excedente de orfandad, pero jamás se pierden en representaciones únicamente plasmadas desde el ángulo del abatimiento, porque son historias que saben a qué saben las innumerables caras de México. La literatura de Cristina Pacheco habla de México, no desde el poder sino desde la vida, y decirlo así es ya transformarlo y creer en otra “palabra”, la “que recobra en su sonido/ la materia deshecha del olvido”, como algún día nos susurró José Emilio, su poeta


crónica

7 de mayo de 2017 • Número 1157 • Jornada Semanal

La migración en UN ATISBO A LA VIDA COTIDIANA DE MIGRANTES EN CONSTANTE AMENAZA DE DEPORTACIÓN PEQUEÑO CALEIDOSCOPIO DE PERSONAS SIN PAPELES QUE SUSTENTAN CON SU TRABAJO BUENA PARTE DE LA ECONOMÍA DE ESTADOS UNIDOS

Agustín Escobar Ledesma trocas para llegar a tiempo a su trabajo. Algunos letreros señalan la magnitud de los frutos levantados por la mano de obra inmigrante: giant strawberry. Es tanto el tráfico vehicular a esta hora, que algunas patrullas de la policía local se apuestan a un lado de la w Main St. para agilizar la vialidad, porque si los trabajadores llegan tarde las fresas se pueden echar a perder.

Los TiemPos de dios

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uando soñé que un grupo de indocumentados, entre ellos mi hijo de dieciocho años, era acorralado y sometido por hombres vestidos de negro y armados que bajaban de la Bestia, encabezados por Donald Trump y Barak Obama, no lo pensé más: tomé un avión a Tijuana y, en San Diego, por su comodidad y baratura, me enrielé en el Amtrak, hasta la Costa Central de California, región agrícola integrada por varias ciudades, habitadas mayoritariamente por mixtecos oaxaqueños que pizcan brócoli, cebolla y fresa. De hecho, durante el trayecto, quienes se sitúan del lado izquierdo del tren admiran las doradas playas de California en tanto que los del derecho pueden observan los enormes campos de cultivo en los que se alcanzan a distinguir miles de trabajadores agrícolas indocumentados que trabajan sin descanso.

Noche de Paz… Es el mediodía del 25 de diciembre de 2016 en Santa María. Dos chicas del color de la tierra de la mixteca oaxaqueña entran a cvs Pharmacy, en el 733 East Main Street. Angustiadas, preguntan si alguien habla español, enseguida inquieren por la pastilla del día siguiente, y qué cuantas horas después la pueden tomar. Al final preguntan por el precio. Cuarenta y ocho dólares se les hace demasiado; sin embargo, es tanta la urgencia, que sacan de entre sus pertenencias la cantidad señalada en arrugados dólares. En la calle se asoma una pertinaz y helada llovizna, empantanada con el discurso de odio del presidente electo.

Tráfico A primera vista el tráfico vehicular nunca se congestiona; los automóviles circulan libremente por las anchas y bien trazadas avenidas. Sólo se satura la avenida principal antes de las siete de la mañana, cuando miles de jornaleros agrícolas, la mayoría de ellos indocumentados, se dirigen a los campos de cultivo a bordo de

Cecilia es cachanilla. Desde hace un año trabaja en una panadería de San Luis Obispo, amasando pan por las noches y, cada ocho días, cuando acude al banco para cambiar el cheque de algunos cientos de dólares que gana con el sudor de su frente, los fumiga con perfume de Victoria’s Secret, “para que rindan más”, dice. La residencia de Cecilia es su propio automóvil y va por el mundo señalando que vive los tiempos de Dios, como un mantra que le ayuda a vivir ante la adversidad cotidiana; otra de las brújulas en su vida es el zodiaco, que le ayuda a entender y comprender las decisiones y acciones de las personas que la rodean, de acuerdo con el signo que las rige. En invierno el mar de Pismo Beach, pequeña ciudad turística, es todavía más frío que la nariz de los renos de Santa Claus. Eso no obsta para que, por las mañanas, Cecilia se sumerja en las heladas aguas de la playa, junto a pelícanos, nutrias y focas.

Fishman Salvador es de Aguascalientes. Trabaja en un hotel de Pismo Beach desde hace más de veinte años, aseando las habitaciones en las que se hospedan los turistas que llegan a este lugar, principalmente en verano; es padre y madre de sus cuatro hijos y paga mil 500 dólares mensuales de renta por la pequeña casa en la que vive. Todos los días, después del trabajo, va al muelle con sus cañas de pescar porque esto y las cervezas son las únicas actividades que le permiten relajarse de la dura vida del sueño americano. Salvador dice que el presidente Trump es un perro que ladra envalentonado por el odio, el racismo y la misoginia, y que Barak Obama, con su carita de yo no fui, fue uno de los peores presidentes, porque se apoyó en la comunidad latina para llegar a la presidencia gringa, haciendo promesas de legalización de los indocumentados que nunca cumplió y se convirtió en el mandatario que más deportaciones ha realizado, casi dos y medio millones de personas.

donde estudió una licenciatura en gastronomía. Hace alrededor de un año, mientras vivía en la perla del caribe, enamoró a una linda muchacha mexicana, quien se convirtió en su boleto de salida de la Isla al casarse con ella para llegar a vivir a Ciudad de México. Meses después, sin decir agua va, Juan Carlos abandonó a su reciente y amada esposa, tomó un autobús a Tijuana, cruzó la frontera y se entregó a los agentes de migración de Estados Unidos, acogiéndose a la Ley de Ajuste Cubano que Estados Unidos implementó a favor de los cubanos en la década de los sesenta a partir del triunfo de la revolución de Fidel Castro, que señala que cualquier ciudadano de la Isla tiene derecho a permanecer en suelo gringo y hacerse ciudadano estadunidense un año y un día después de haber ingresado a territorio gringo. Juan Carlos tuvo suerte. Todavía no sale de su asombro por el hecho de que el presidente Obama anulara la política de “pies secos” el 12 de enero de 2017, dejando a miles de cubanos varados en México y en Centroamérica que, a partir de esa fecha, son tratados como cualquier otro migrante indocumentado que toca a las puertas del imperio.

KeNdra Kendra es mánager de un hotel en Pismo Beach. Durante el último día de 2016 compartió champaña con los inquilinos que llegaban a hospedarse a este sitio turístico propiedad de su papá, un terrateniente millonario que recién cumplió noventa años y se casó con una mujer japonesa indocumentada cincuenta años menor que él por lo que se convirtió en ciudadana estadunidense y, además, le obsequió un automóvil último modelo como regalo de bodas.

Las fresas de isidoro Después de trabajar en la pizca de fresa durante cuarenta y cinco años en Guadalupe, pequeña población perteneciente al condado de Santa Bárbara, Isidoro no puede trabajar más; a sus sesenta años de edad, su columna vertebral está deshecha y mantiene, desde hace cuatro años, un juicio en la corte en contra de la empresa que se niega a concederle una pensión después de literalmente haberse partido el lomo durante tanto tiempo. Isidoro llegó a Estados Unidos proveniente de Irapuato, Guanajuato, a los quince años de edad y, aunque es residente, sólo ha regresado a su tierra en dos ocasiones, porque la mayoría de sus familiares también está en este país, algunos de ellos en Texas.

Pies secos coreografía de La migracióN Juan Carlos es un joven que trabaja en un car wash de Arroyo Grande. A sus compañeros de trabajo les dice “chico” o “hermano”, porque es de La Habana, Cuba,

Lucy es de Sinaloa, tiene la nacionalidad gringa y es profesora en una escuela primaria de Santa María, aun-

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tiempos de TruMp que primero, cuando llegó indocumentada, trabajó algunos años en labores agrícolas. En la lucha por mejorar sus condiciones de vida, Lucy diseña coreografías para “quinceañeras” (así se les denomina a las fiestas de quince años en California), con bailes regionales de México, aunque a veces los vecinos le han solicitado coreografías de narcocorridos, con metralletas y gente imitando la parafernalia de este subgénero musical. Lucy tiene dos hijos, uno de quince y otro de veinte años que estudian becados gracias a sus buenos promedios en la high school y en la universidad. A su hijo mayor no le gustaba participar en este tipo de bailes típicos de nuestro país; sin embargo, Lucy lo incentivó pagándole tres dólares la hora, situación que finalizó cuando el joven sintió el suave contacto de la mano de una jovencita como él.

caciones a México para visitar el Tepeyac y postrarse de hinojos ante La Guadalupana.

Las boTáNicas

punto de cumplirse, herían o mataban a otro interno para no salir libres, porque sabían que los deportarían a sus países de origen, sitios en los que la pobreza y la violencia son extremas.

idiosiNcrasia

Cuando alguien contrae alguna infección de las vías respiratorias o del estómago, generalmente recurre a la automedicación y al mercado negro de las “botánicas” que venden antibióticos hechos en México por Mavi Farmacéutica, situada en la Colonia Pantitlán de Ciudad de México. Las botánicas son tiendas que expenden talismanes, amuletos, veladoras, figuras sacras del panteón católico, así como santos de la cultura popular, como Jesús Malverde, Juan Soldado y la Santa Muerte; también venden “productos naturales” procesados en envases de plástico y otros objetos para ensalmos y brujerías.

En las pequeñas ciudades de la Costa Central de California, cuando alguna persona pierde su billetera o extravía algún objeto identificado, los mismos vecinos que lo encontraron se lo llevan a la puerta de su hogar. Esto es algo común, lo mismo que la puntualidad del Amtrak, cuya ruta es la Pacific Surfliner, que bordea la Costa Central de California y cuyos horarios, que están marcados en cada estación, son cumplidos con exactitud. Si el tablero señala que el tren pasará a las 07:31, a esa hora llega, ni antes, ni después.

Las 13 esTacioNes

iNdocumeNTado

Álvaro estuvo encarcelado durante cinco años en Los Ángeles por traficar cocaína, marihuana y otras drogas ilegales. Esa actividad ilícita le permitió hacerse de una buena casa, automóviles, lotes de joyas y miles de dólares que, en su momento, gastó a manos llenas. Una de las casas la regaló a uno de sus amigos y, cuando cumplió su condena, fue a buscarlo para que ahora le ayudara en reciprocidad; sin embargo, cuando llegó ante la que fuera su casa, encontró que su amigo y sus familiares estaban en la más absoluta pobreza, situación que lo conmovió tanto que terminó por dejarles los cinco dólares que llevaba en el bolsillo. Álvaro ya no vende drogas y tampoco está en Los Ángeles. Ahora, cada vez que puede, platica que cuando estuvo en prisión conoció a algunos centroamericanos que purgaban largas condenas por asesinato o por traficar drogas como él, y que se encontraban tan a gusto en la cárcel que, cuando sus condena estaba a

Mi hijo, que soñaba con ser volador de Papantla en su más tierna infancia, arribó a una de estas ciudades de la Costa Central de California con visa de turista hace año y medio. Se graduó en una high school y ahora estudia en un college, en donde practica futbol soccer, el deporte que más le apasiona y que le ha llevado a jugar en Las Vegas, San Francisco, Los Ángeles, Fresno y otras ciudades de California. Los fines de semana trabaja en un car wash lavando automóviles a diez dólares la hora y, a veces, cuando le va mejor, se lleva veinticinco dólares de tips. Sus compañeros también son indocumentados que cada fin de semana lavan las perreras de la Border Patrol. Al igual que León Gieco, sólo le pido a Dios que el monstruo grande que “pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente”, no atrape a mi hijo ni a los millones de indocumentados en Estados Unidos que son quienes, con su mano de obra barata, sostienen al estado de California como la séptima economía del mundo.

La guadaLuPaNa En sus días de descanso es cuando Enedina tiene tiempo de acordarse de su natal Sinaloa porque, aunque tiene setenta años de edad, debe trabajar todas las noches en una lavandería de Santa María, lugar en el que, en cuanto el sol se sumerge en el Océano Pacífico, el frío llega fuerte de la mano de la oscuridad durante el invierno. En su casa, que adquirió hace veinticinco años y que continúa pagando, da hospedaje a cuatro indocumentados, porque ella vive sola desde que su marido murió y sus hijas se casaron. Preocupada, señala que vivir en Estados Unidos es un infierno en el que la gente solamente trabaja para pagar las mensualidades de la casa y del coche. También señala que casi nadie puede ahorrar porque los servicios son muy caros, y que los indocumentados que logran guardar algo es porque viven hacinados en cuartos, no se emborrachan y casi todo lo que ganan se lo envían a sus familiares de México, Guatemala, El Salvador y Honduras. El sueño de Enedina es ir de va-


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JuanBañ Antonio Valle

y la espiral del tiempo EL GRAN POETA CHIAPANECO RECIENTEMENTE FALLECIDO DEJA UN OBRA LLENA DE SENSIBILIDAD SOCIAL Y ALTA CALIDAD ESTÉTICA. MUCHOS DE SUS POEMAS SON EMBLEMÁTICOS DE LA POESÍA DEL SIGLO XX MEXICANO

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xisten lugares comunes que sirven para ocultar virtudes, lugares comunes que enmascaran universos insólitos o innovadores; por ejemplo, la idea superficial de que Juan Bañuelos desarrolló una obra poética que atiende de manera exclusiva las necesidades espirituales y sociales del pueblo mexicano, característica que, siendo verdadera, además de legítima, en realidad pretende ocultar o descalificar las características de una poética personal, poderosa, vasta y extraordinariamente culta y original. Por supuesto, el debate que divide a los poetas que poseen una mayor sensibilidad social de los que fundamentalmente atienden a sus impulsos personales, se ha constituido en una controversia de larga data; controversia que, expuesta en términos llanos, expresa la lucha de quienes ponen mayor énfasis en el dolor ancestral de la humanidad y otra que apuesta por concentrarse en los valores estéticos personales. En ambos casos el oficio de poeta demanda, además de una una sensibilidad excepcional, una gran inteligencia. La disyuntiva entre los “poetas sociales” y los “poetas individualistas”, expresada como lugar común (y también corriente), suele ser más ficticia que real –y colocando aparte a escritores con pretensiones poéticas que en realidad son “divulgadores” de panfletos políticos, o a los escritores “publicistas” con fines comerciales que escriben malos versos–, la línea que divide a ambos es porosa. Los poetas que poseen mayor sensibilidad social suelen ser endemoniadamente buenos. Es el caso de poetas fundacionales como Walt Withman, Pablo Neruda o César Vallejo. A la inversa, poetas estéticamente muy favorecidos, como Ezra Pound, t . s . Eliot y Odysseas Elytis han sido sumamente sensibles a las dificultades y luchas de sus respectivos países y comunidades. Sin embargo, la disputa emprendida por inte-

lectuales y artistas contra las burocracias comunistas durante la llamada guerra fría (particularmente después de la Guerra civil en España) dejó en situación de fragilidad a los artistas que tenían inclinaciones poéticas más ligadas a sus sociedades. Es increíble que este tipo de poetas tuviera que sentir vergüenza por no fingir demencia ante las atrocidades que han padecido los pueblos del mundo entero; poetas que, abordando temas como la injusticia, la discriminación, la desigualdad o la violencia, han aguantado adjetivos que los descalifican por parte de los administradores en turno de la República de las Letras, funcionarios y comisarios culturales que, por otro lado, suelen administrar los recursos culturales al amparo de los gobernantes. Sin embargo, en un país como éste –a todos nos consta– tales temas son el pan nuestro y el trago amargo de todos los días; una situación que, por cierto, comenzó hace muchos años en algunos lugares cuyos nombres uno quisiera olvidar, pero que a fuerza de ser noticia consistente, tendrían que escribirse capítulos cotidianos de la historia universal de la infamia.

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i bien la ignominia no es exclusiva de México, para explicar las actitudes y posiciones de un poeta como Juan Bañuelos es preciso recordar algunas historias de la nación, por ejemplo, la historia que protagonizó el movimiento de la ruptura que, al finalizar la década de los años cincuenta y durante toda la década de los sesenta, culminó con lo que se conoce como el Movimiento del ‘68. Dicho movimiento generacional tuvo expresiones políticas importantes como la renuncia de Octavio Paz a la embajada de México en India, aunque suele olvidarse que un grupo de escritores chiapanecos había publicado en un temprano 1960 el libro La espiga amotinada, que en lo fundamental ponía en cuestión los usos y costumbres que tendían a homogeneizar, alinear (y alienar) las actividades creativas y literarias en torno al concepto de un “nacionalismo revolucionario” que ya comenzaba a entrar en crisis, aprietos no sólo políticos y económicos, sino también en el terreno espiritual y cultural. El llamado “milagro mexicano” se había agotado y comenzaba a mostrar su faz temible. Para describir el contexto cultural y político de la época que nos permita ubicar algunas de las definiciones poéticas de Juan Bañuelos, que publicó “Puertas

del mundo” en La espiga amotinada y “Escribo en las paredes” en Ocupación de la palabra, citamos aquí algunos apuntes que Margaret Randall escribió en un artículo titulado “Recordando El Corno Emplumado”, que publicó la sección de testimonios de la revista Casa de las Américas, núm. 280, en 2015. Dice Randall: “El México de los sesenta estaba vivo de maneras que nunca había experimentado. Los sitios arqueológicos mayas y aztecas aún eran profusamente explorados: sus secretos sólo habían sido parcialmente sacados a la luz. Esta afirmación puede darnos una idea de la situación en la que se encontraban las comunidades y culturas indígenas; si uno de los activos patrimoniales más importantes del país apenas se encontraba en proceso de exploración y descubrimiento, podemos imaginar la situación real de pobreza y marginación en la que se encontraban las comunidades y culturas indígenas.” Enseguida la coeditora de El Corno Emplumado dice: “La Ciudad de México estaba construida sobre la gran ciudad precolombina de Tenochtitlán, y la película de tiempo entre ambas era asombrosamente tenue.” Esta “película de tiempo” no sólo se vive y se percibe en Ciudad de México, sino también en ciudades como Oaxaca, Mérida, Cuernavaca, Puebla, Xalapa o Tuxtla Gutiérrez. Todas estas capitales permanecen rodeadas de sitios arqueológicos importantes que tensaban y tensan una película de tiempo asombrosamente tenue, película temporal que seguramente hizo que Octavio Paz afirmara que en México existe una verdadera “asamblea de pirámides”, territorio en donde es posible encontrar simultáneamente realidades del siglo xvi y del siglo xx. Si, como dice Borges, “toda coincidencia era ya una cita”, no es casual que la primera versión del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes fuera otorgado a Juan Bañuelos precisamente en 1968, por su libro de poemas Espejo humeante. Esta publicación, cuya luz precolombina lo acompaña desde el mismo título, al mismo tiempo significará un proyecto de creación y exploración del mundo indígena, no sólo del pasado precortesiano sino del tiempo de distintos períodos históricos, que lo llevará a pensar en una especie de crisol por el que se filtran e irrigan diferentes ideas en torno al tiempo, como las ideas de tiempo mítico y de tiempo real. De esta forma, va configurando una estela poética sumamente movediza, una poética del tiempo encontrado, descubierto, y el de un tiempo encontrado y vuelto contra sí mismo. Buceando en los testimonios de Margaret Randall, ella explica que durante la década de los sesenta “los poetas mexicanos, al igual


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ñuelos (1932-2017)

El poeta Juan Bañuelos en entrevista con La Jornada, 27 de junio de 2006. Foto: Guillermo Sologuren/ La Jornada

que filósofos y escritores de otros países, también se mostraban activos. Muchos de éstos habían encontrado en México un refugio tras la derrota de la República en la Guerra civil española, de la ocupación nazi de Europa y de otras situaciones amenazantes. Pienso en Julio Antonio Mella, León Trotsky, Víctor Serge, mi amiga la arqueóloga Laurette Séjourné, Leonora Carrington, León Felipe, Edward Weston, Tina Modotti, Anita Brenner, Cedric Belfrage, Mathias Goeritz, Agustí Bartra y Erich Fromm”. Vaya lista de intelectuales y artistas que encontraron en México un clima propicio para continuar sus procesos de creación. De esta lista, los nombres de Agustí Bartra y Laurette Séjourné se vinculan de manera directa con la obra de Juan Bañuelos: el del poeta español porque fue quien redactó el prólogo de libro la Espiga amotinada y el de la arqueóloga Séjourné, sobre todo por escribir Pensamiento y religión en el México antiguo (Fondo de Cultura Económica, 1957), obra que Juan Bañuelos apreciaba particularmente por la erudición y el despliegue del carácter espiritual de las cosmovisiones precolombinas. La editora de El Corno Emplumado apunta que, en algunas universidades prestigiosas de Estados Unidos, se establecieron programas de maestría mediante los cuales se graduaban “poetas que se atenían a las reglas vigentes”, además de que “los tribunales o las aduanas estadunidenses prohibían libros importantes tildándolos de pornográficos”, por ejemplo Trópico de cáncer, de Henry Miller, y Aullido, de Allen Ginsberg. Dice Randall que la revista que dirigía al lado de Sergio Mondragón publicó a diversos autores mexicanos entre los que destacaba Juan Bañuelos. Además del poeta chiapaneco, la legendaria revista publicó textos y poemas de Juan Rulfo, Rosario Castellanos, Octavio Paz, Carlos Pellicer, José Emilio Pacheco, José Carlos Becerra, Homero Aridjis, Thelma Nava y Efraín Huerta, entre otros poetas mexicanos. Finalmente, El Corno Emplumado, que “apoyó inequívocamente el movimiento” se vio en la necesidad de “cerrar sus puertas cuando”, dice Margaret, ella misma, obligada por las nuevas condiciones de represión, “tuvo que pasar a la clandestinidad en 1969”.

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se es el contexto cultural. Ahora bien, la verdad es que el déficit crítico hacia una obra tan importante como la de Juan Bañuelos es enorme. No obs-

tante, se agradecen los ensayos y las muestras de poesía publicados en la revista Alforja, en donde, por ejemplo, Rubén Bonifaz Nuño dice que “la poesía de Juan Bañuelos no se acerca a quienes prefieren las antenas de la televisión a las ramas de los árboles, o los cirios mortuorios a los apacibles relámpagos de la mañana”, y Claudia Hernández del Valle-Arizpe señala que “es precisamente la percepción aguda del conflicto, del ultraje, del crimen –y no sólo del amor y de la belleza–, lo que define al autor de El traje que vestí mañana”. Justamente el título de este libro nos invita a reflexionar en torno a la devoción que el poeta chiapaneco guardaba por la obra de César Vallejo. Dice Bañuelos: “Leí a Vallejo antes de irme de mi pueblo y recién lo entendí ahora. Él sí supo escuchar cómo los indígenas adoptaron el español pero, sobre todo, cómo lo adaptaron de acuerdo a su sentido del tiempo y del espacio. Por eso El traje que vestí mañana es, además de una referencia a Vallejo, un homenaje a los indígenas.” El verso de Vallejo dice así: “El traje que vestí mañana/ no lo ha lavado mi lavandera:/ lo lavaba en sus venas otilinas,/ en el chorro de su corazón,/ y hoy no he de preguntarme si yo dejaba/ el traje turbio de injusticia./ Y si supiera si ha de volver;/ y si supiera qué mañana entrará/ a entregarme las ropas lavadas,/ mi aquella lavandera del alma./ Que mañana entrará satisfecha,/ capulí de obrería, dichosa/ de probar que sí sabe, que sí puede/ ¡cómo no v A PodEr!/ azular y planchar todos los caos.” En este extraordinario poema en donde el tiempo se mueve hacia todas partes, coexisten todos los tiempos; es un tiempo vivo, como el azogue en el que se desplaza Hermes, o como el médium que Rimbaud proclama ante el advenimiento de una nueva estética: “el poeta no ha de ser simplemente artista, sino un verdadero vidente. Su destino no es el cielo azul de los parnasianos, sino el abismo sin fondo de lo desconocido”. Tal como la idea de “azular y planchar los caos”, Juan Bañuelos escribe en “Instantáneas de una estela maya”: “ver desaparecer/ el tiempo de afuera/ que ha sol/ tado su hi/ lo en el o/ tro extremo/ del deslumbramiento…” O la idea del vidente ciego que bucea en los abismos de la inconsciencia personal y colectiva en el poema “Esta noche y sus viejos nómadas de blanco”: “Y todavía, todavía el ciego Tiresias va cojeando mientras recuerda al mar.” Por supuesto se trata del mismo legendario Tiresias que aparece en Edipo rey y en Antígona, de Sófocles, en Las bacantes, en Ifigenia en Táuride y en Las fenicias, de Eurípides, en la Odisea, de Homero, en Séneca, en Ovidio, en La divina comedia,

de Alighieri, en Milton y en La tierra baldía, de t . s . Eliot, quien en “El sermón del fuego” dice: “Y yo Tiresias todo lo he sufrido de antemano,/ todo lo ocurrido en esta cama o diván,/ yo que me senté a los pies del muro de Tebas/ y caminé entre los muertos más profundos.” Por su parte, el poema de Bañuelos augura: “El astro de Quetzalcóatl anda buscando sitio entre la noche./ La noche con todas sus estrellas gira como un viejo molino de palomas,/ y nosotros, resueltos ya en ruinas, de esta carroña deliciosa/ sabremos ser tierra, sabremos ser fuego –sabré ser pájaro/ y su vuelo–/ y consentiremos en nuestro propio corazón al hombre./ Ahora cerca del espíritu vamos a crear la palabra (un arco iris movido por el aire)./ Que el tiempo nos separe como separa los días y las aguas,/ que la palabra sea como la mano de Ananías y veamos/ por una sola vez,/ por una, lo que no podíamos ver.” Como se sabe, “Ananías fue y entró en la casa, y después de poner las manos sobre él, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo. Al instante cayeron de sus ojos como unas escamas, y recobró la vista; y se levantó…” En un poema gemelo titulado “Viento de diamantes”, el poeta chiapaneco se interroga: “¿De qué remoto sueño hemos caído? ¿Por qué somos una rueda que grita enloquecida?” Rueda del infortunio que gira en una época de caos entremezclados, caos que es necesario “azular y planchar”, caos de una época signada por una inconsciencia que se cree, se piensa y se imagina consciente, mas ninguno de los tiempos es para siempre porque, como dice el poeta chiapaneco: “¡No más que olas somos. Nos levantamos brevemente… para seguir siendo mar.” No, la fuerza de Juan Bañuelos no es producto de una vocación retórica (como pensaba Paz), ni posee finalidades persuasivas. La fuerza del poeta parecen provenir de “los golpes que daban mi padre y sus ayudantes sobre el yunque, como los golpes rítmicos de los poetas griegos y latinos (grandes forjadores)”. Justamente del padre (y la lealtad a su nombre y a su ley) le viene la fuerza al poeta Juan Bañuelos, que al abismarse en los tiempos múltiples de las poéticas occidentales, se experimenta a sí mismo para también nutrirse del tiempo mítico y abismal que experimentan las culturas precolombinas. Sabrá la serpiente tan amada por Laurette Séjourné encontrar un sitio en la noche, y al fin sabremos ver a través de la finas volutas del Espejo humeante, al fin sabremos ver…


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Cuatro poemas Juan bañuelos

C ontra la soledad Estoy a boca y llanto sometido a abismos silenciosos como peces, y tú, mi hora y señal, sólo enterneces el polvo que ya tengo compartido. ¿Qué diente hambriento, agudo, se me ha hundido que repite su hazaña tantas veces como minutos, días, años, meses, mi piel a dentelladas la han tejido? Colgando de mis huesos van las horas. Sólo amando a mi pueblo he de perderte, oh soledad, que fiel, todo coloras. Señas me dejarás, mas no en tus redes he de dormir herido. Si he de verte, fuera de ti he de estar aunque te quedes.

u nánime Esta garganta erguida como un árbol, calcárea como el humo suspendido en la memoria de los muertos, canta las cosas por venir, esparce la sedición de la esperanza, y en el ariete de la imagen la estación de la cólera es más seca que un verano de sal. Esta garganta erguida como un árbol florece una canción de plaza pública, una canción que vaga por las calles y nos inunda y nos congrega y es como el mar hecho de tantas gotas, y es como el eco en las montañas que responde y responde a muchas voces, y es como el sol hecho de tantas manos que sostienen el espejo de todos.

H abitante amoroso Porque salgo a la noche y te llamo y llorabas y el aire afligido y el espanto tan tierno y mi cuarto y tu boca qué enjambre qué enjambre de húmedas sombras.

o boe noCturno (l a Ciudad ) Nos lo dijo la noche reclinada como una mujer vieja En aquella colina: Partimos la soledad como el pan más amargo. Y aun así hemos seguido viviendo. Callamos puertas, deshojamos muros, Nadie nos vio correr tras el último tranvía de la noche. Repasé caminando las palabras de arena Que les dije en el bar a los amigos, Y era mi boca la boca del silencio Mordiendo aquellas cosas. (Me custodia la ira con su puño de rejas, Con el sonido extinto de la sombra. Después, Mi tardo andar imita la dirección de un río O el camino de hormigas alrededor de un árbol.) Leo un anuncio de neón Que besa obscenamente la espalda de una estatua, Alguien hace el amor Y el mundo es más hermoso, Y es cierto que el sereno ronda su última vuelta Porque yo empiezo a ser testigo de los sueños. A estas horas hay muchos hombres que van y vienen Alegres, preocupados, en el medio de la calle O avanzando contra un muro. Es la hora en que la fiebre sube a los enfermos Como una hiedra sonámbula y flotante. Con los ojos fijos la música de un viejo cabaret Madura lentamente el deseo, La quemadura busca querencia en la ceniza, Y recuerdo que es jueves Sólo por darle un nombre al tiempo. Los silbatos de las fábricas cercanas Me traen preocupación y frío, Y me duele la noche y el auto que frena de repente Y el llanto del recién nacido. Lo ordena el viento oscuro Para que tú recibas las balas Del guerrillero fusilado, Para que ames Aun desangrando en luto. Y grita. Grita con toda tu piel como si fuera La lengua del mar mezclada con la noche. O aún mejor: ponla tensa como un tambor que suene Y despierte a los hombres.


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LEER

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Inventario. Antología (tomo ii), José Emilio Pacheco, Ediciones Era/El Colegio Nacional/Universidad Autónoma de Sinaloa/Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2017.

UN LECTOR VOCACIONAL ELENA MÉNDEZ

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e interesa, nada más, hablar de lo que me gusta”: con esa contundencia, José Emilio Pacheco rehusaba la etiqueta de crítico. Se consideraba, más bien, un “lector vocacional”. Esa faceta se muestra espléndidamente en su Inventario, columna cultural que publicó durante cuatro décadas. El tomo ii de Inventario contiene noventa y seis textos publicados entre 1984 y 1992 en el semanario Proceso. Según Gabriel Zaid, Pacheco “hizo talachas a las que nunca ‘descenderían’ hoy muchos becarios, periodistas culturales e investigadores que tienen cosas más importantes que hacer que cuidar los intereses del lector anónimo”. Pacheco pertenece, como Martín Luis Guzmán, Alfonso Reyes y José Vasconcelos, a la estirpe de grandes literatos mexicanos que “murieron con la pluma en la mano”. Lo que el autor afirmaba sobre Jorge Luis Borges bien puede aplicarse a él: “Vio en nuestra miseria cultural una infinita riqueza: serán nuestras todas aquellas obras, ideas, estilos de que sepamos apropiarnos. Del calumniado siglo xviii español Borges recogió la idea, tan presente en Feijoo y Jovellanos, de que ningún tema es ajeno, todo debe someterse a crítica y análisis y ser divulgado y compartido.” Juan Villoro sostiene que Inventario es el “laboratorio de los muchos escritores que Pacheco pudo ser”. Vaya que sí: hay acertadas mezclas de géneros e ingeniosas apropiaciones en los que “el ansia de perfección es la única norma”, como establecía Pedro Henríquez Ureña. Si bien en el primer tomo se advierte que fueron excluidas las versiones primigenias de los poemas del autor –por decisión suya–, en este volumen aparece “Alta traición” en un texto homónimo, donde se abordan la génesis y metamorfosis de tan celebrado poema. Pacheco corregía, incansable e implacable, su obra, tal como Octavio Paz, a quien osa ‘profanar’ con la genialísima “(Pseudo)-Raíz del Hombre” en ocasión del Nobel que Paz recibiría a finales de 1990. Alejandro Toledo asegura que Pacheco “de todo lo que comenta tiene los pelos en la mano”. Baste un ejemplo: al documentarse para un artículo redactado en 1984 sobre ¿Águila o sol?, se percató de que no había reseñas de 1951, año en que se publicó ese poemario al que califica de “deslumbrante”. Tampoco halló estudios posteriores sobre el mismo.

Acaso la cualidad más celebrable de Pacheco –aparte de su erudición sin pedantería– sea su profunda autocrítica. No sólo reconoce cuando se equivoca, sino que admite su manía de corregirse hasta el infinito, hechos que toma con humor: “el redactor de Inventario corrige tanto que sus originales parecen escritos a mano y revisados a máquina”. “En mi opinión, uno está obligado a entregar siempre el mejor texto posible”, aseguraba, y añadía: “Estoy al servicio de los textos, no pretendo servirme de ellos.” Estaba consciente de que su manía crispaba a los editores, entre ellos, a Vicente Rojo: “Dice que Carlos Monsiváis y yo no somos escritores, sino reescritores.” Si Aldous Huxley viajaba con su colección de la Britannica, para rodearse de sabiduría portátil, con mayor razón podría viajar uno con el Inventario en la maleta, pues sus poco más de dos mil páginas, repartidas en tres tomos, no se comparan a acarrear los veintinueve volúmenes que tanto hicieran las delicias del autor inglés y de Borges, a quien sirvió de inspiración literaria. Si usted quiere descubrir por qué Alberto Moravia consideraba la novela A sangre fría como un “libro inútil y nocivo”, cuánto le pagaban a Anne Sexton por llorar en sus recitales poéticos, cuál es el libro por cuya edición llegaron a pagarse quince mil pesos oro –la cifra más alta que haya alcanzado una obra en español–, cómo influyó Adolfo Bioy Casares en la nouveau roman, en qué se asemejan los magnicidios del emperador Julio César y el de Álvaro Obregón, en qué radica la importancia para la cultura mexicana de El Hijo Pródigo, una revista que “fue a la vez, elegante y pobre”, ante cuál narrador ruso mostraba benevolencia Stalin, quién de los Contemporáneos soñó la muerte de Federico García Lorca cinco años antes de que ocurriese, cómo benefició la minería mexicana a la industria fotográfica y los motivos por los que El Periquillo Sarniento se volvió la novela de la corrupción, dese un paseo por estas páginas. Pacheco alguna vez afirmó: “Creo que el mayor éxito y triunfo que se puede alcanzar es que lo que uno hace ya no le pertenezca, sino que sea parte de otra vida.” Él alcanzó ese triunfo en vida: que su obra fuera parte íntima, entrañable, de la gente. Y ahora, en su ausencia, lo sigue logrando •

Cuaderno Alzhéimer, Juan Gerardo Sampedro, Ediciones b, México, 2017. Esta es una novela donde las relaciones humanas se trastornan, se vuelven duras, conflictivas y, al mismo tiempo, abren el camino hacia la compasión y la ternura, al involucrarse los personajes en las condiciones de una de las más temibles enfermedades de la edad madura: el Alzhéimer. Alonso Peralta, viejo reportero de nota roja y especialista de retrato hablado, busca obsesivamente a una asesina serial de los años setenta en una época actual donde todo es violencia. Pero Alonso, abandonado por su mujer, sufre de principios de Alzhéimer. En palabras de Arnoldo Kraus a propósito de Cuaderno Alzhéimer, “la vida duele, somos memoria y pasado, ¿pero qué somos cuando desfallece la memoria? Sampedro se lo pregunta en esta novela donde el presente también es una obsesión por el pasado”.

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La Jornada Semanal

En nuestro próximo número

CENTENARIO DE JUAN RULFO. Las mujeres en el universo rulfiano

s o p m a C o i n o t n A Marco jsemanal@jornada.com.mx


ARTE Y PENSAMIENTO ........

7 de mayo de 2017 • Número 1157 • Jornada Semanal

Francisco Torres Córdova

Ricardo Venegas ricardovenegas_2000@yahoo.com

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES La huella Para Gabriela Chico Goerne Cobián

Aún puede sentir el roce de sus manos ávidas. Su corazón late con tal intensidad que puede escucharlo. El silencio y los recuerdos la acompañan. Por la ventana puede ver ya sólo las luces del puerto; escuchar, oler el mar, cómplice de su secreto. Sólo fue una aventura, se repite. Pero nunca se había sentido tan viva. La había cautivado. Jamás había pensado que pudiera ser infiel. Pero se dejó besar, y un beso llevó al siguiente y sus manos voraces encontraron los caminos y la luz de la tarde y las olas mansas y el agua salada y el rumor de las palmas y la luna que se asomaba apenas y los cuerpos enardecidos y saber que no habría un mañana, que había sido sólo esa noche, que al día siguiente tendría que regresar, volvería a levantarse temprano, a preparar el desayuno, a llevar a los niños a la escuela, arreglar la casa, lavar la ropa. Aquello no puede, no quiere, no intentará lavarlo. No quiere borrar la huella •

Ricardo Yáñez DE PASO El dedo –Yo prefiero que me muerda un perro a que me muerda un ser humano –dice el cirujano a Marcos–, es menos infeccioso. Lo mordió un pasajero –Marcos es taxista–, quizá drogado, que no le quiso pagar. El chofer está a punto de perder el meñique de la mano izquierda (lo perderá, mas aún se resiste). –Mejor perder sólo ese dedo, o la mayor parte de él –indica el médico–, que por soñar dejar que el mal avance. Se trata sólo de un segmento del cuerpo… Calladamente el hombrezón asiente. Gacha la cabeza, desde su bata azul y en su cama sentado, lagrimea. Horas después regresará eufórico del quirófano, elogiando el saber de un joven doctor: –Me bajaron a Rayos x, pero él me vio y dijo que no se requerían. En casi nada e instruyendo a la vez a los estudiantes sobre mi caso, realizó la amputación. Un discreto contento invade a los otros pacientes, cinco, que en medio de una vaga sensación de extrañeza (vuelve a su casa, se reincorporará al trabajo) algo alelados se escuchan a sí mismos felicitarlo •

bitácora bifronte

ftorrescordova@gmail.com

monólogos compartidos

Nadie se baña en el mismo Ríos

Plegaria de la anoréxica

H

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ace dieciocho años, cuando Ernesto Ríos comenzaba a prefigurar los rasgos de su obra plástica, mencioné en un texto a Leonardo (da Vinci), quien advertía que las etapas de evolución de un artista eran sólo distintas facetas de su universo, es decir, un hombre con muchas formas a través del tiempo, una unidad variable. Para un pintor que se reinventa, tiempo y espacio son el “eterno retorno”. Aunque hoy sabemos que el río nunca es el mismo. Algo semejante ocurre con Ernesto Ríos (Cuernavaca, Mor., 1975): el viajero comprueba en sus travesías un cambio en la mirada. Se puede viajar en un cuadro sin moverse de su sitio, como lo propone el Tao Te King. A través del uso del símbolo y del mito, Ríos nos entrega una noción de los códigos que el ser humano ha usado desde tiempos inmemoriales, y que hoy continúan entre nosotros. Constelaciones, la reciente exposición de Ríos Lanz en la galería Sismo de Ciudad de México, lo confirma. Lo mismo prefigura una galaxia, el estallamiento de una supernova, o un mapa que nos invita a descifrarlo. A veces es un signo de pesos el que aparece con la lupa, con el detalle, como la ironía con la que se construye nuestro tiempo, un mercado que todo lo consume. En su obra se advierte la influencia de la literatura, lo cual lo sitúa en esa estirpe de pintores-lectores, una especie casi extinta. Dice Jorge Luis Borges: “Está bien que se mida con la dura/ Sombra que una columna en el estío/ Arroja o con el agua de aquel río/ En que Heráclito vio nuestra locura/ El tiempo, ya que al tiempo y al destino/ Se parecen los dos: la imponderable/ Sombra diurna y el curso irrevocable/ Del agua que prosigue su camino.” Por lo anterior, no es extraño emparentar la escritura de sus códigos con la escritura poética de un redactor de imágenes que traza con la caligrafía de una Remington los bordes de un sendero o la mancha de impresión de un horizonte más amplio: una simbología inherente a la humanidad. Un poco esto es la propuesta que Ernesto Ríos ha emprendido desde su taller, en sus viajes y en su escritura minuciosa: maquinaria que imprime la potencia del significado y la polisemia de su obra. El armazón de estas obras obliga a mirar con detenimiento, a contemplar; también puede tocarse con los ojos ese alter ego que somos y que el arte se encarga de confirmar constante: espejo de las cosas, nido de efímera existencia, “todos y ninguno”, a la manera de Octavio Paz, pero al final, registro siempre de lo que fue. Paul Valéry afirmaba que “el pintor piensa en términos de pintura”, a lo cual podría añadirse la intuición creativa y el enfrentamiento que el propio Ernesto ha sostenido con los recursos que la tecnología y el conocimiento le han dado. No es una empresa común replantear el mito del Minotauro, el cual expresa una vigencia abrumadora si advertimos que la humanidad necesitará un hilo de Ariadna para salir de sus laberintos •

o hay escape del espejo. Su ojo blanco se mete por los míos y me encuentra en todas partes, aun en la rojiza oscuridad detrás mis párpados cerrados. De día y de noche asedia mis contornos, los dilata y los derrama por mis hombros y caderas, los ablanda con su celo y abajo en mi barbilla cuelga sombras viscosas y violáceas que crecen hasta el pánico o la ira. Afuera, adelante, atrás, en la coronilla y en las plantas de los pies cunde su presencia innumerable, me sitian sus miradas incesantes de burla y de reproche, los dedos de sus luces que aflojan morbosas mi cintura y abultan mi vientre. No puedo rodearlo porque siempre me rodea y tampoco puedo atravesarlo sin dar conmigo en él al otro lado, llena de pliegues temblorosos las rodillas y los brazos, inmensa en mí y sobradas las mejillas. Nunca cede o silencia su elocuencia y parte a parte asalta mi cuerpo y lo confina al grosor de sus reflejos. A mis ojos no hay piedra o mazo que lo rompa, pues si acaso entonces cada astilla me devuelve al infinito lo que ve que veo, este bulto amorfo, desmedido y sudoroso que ha enquistado en mis pupilas y en el soplo entrecortado de mi nombre. Ubicuo y tenaz como los dioses oscuros que alberga y obedece, su materia no sólo son el vidrio o el metal: está en el agua detenida y en los fondos y lomos bruñidos de ollas y cucharas; en la piel pulida de manzanas y ciruelas, en el eco de la calles y en el aire que engorda mis pulmones; está en el cartón, el alambre, el yeso y el engrudo de muñecos insomnes y perfectos al neón de las vitrinas, y en las prendas finas que los visten por supuesto con la talla exacta que ostenta sin vergüenza lo imposible, trabajadas sus figuras con esmeros digitales, complacidos en su mundo pulcro y apacible. Asoma en el papel lustroso de revistas y enormes carteles de azotea, y uno a uno en todos los pixeles que me miran sin recato, que vigilan despiadados el crisol de mi silueta. Está imbricado sin descanso en las palabras que me zumban al oído sus consignas de belleza, lucro y pertenencia y así me azuzan a la envidia y envenenan mi alimento. Es lúcido y taimado; soy su cómplice y su engendro. A base de goma de mascar sin el demonio del azúcar, dos sumisos cacahuates, un bocado de queso y media hoja de lechuga cada día por ejemplo, el hambre que me deja poco a poco me engrosa la muerte con su peso desde adentro. Soy una anciana en el cuerpo socavado de una niña. Pero eso apenas lo vislumbro ahora, ya las uñas quebradizas y casi mondas las encías, el pulso lento y lejano, ácida la boca que me come y me vomita, enjuta y ambarina la piel en el umbral de mi esqueleto. Porque sé que el tiempo que tengo cada vez es más silencio, más distancia en sus orillas y es más hondo el fondo del espejo que me anuda, imagino y ruego un aguacero, un torrente limpio y vigoroso de estruendos y de vientos que rompa los cerrojos que me cierra; que luego así se oxiden los mercurios de su ojo siempre abierto y me devuelva el parpadeo de los míos y salga de la celda que me impone de pesos, contornos y medidas; que los aromas y sabores de la tierra cierren las grietas azules de mis labios y mi lengua, y vuelva a mi vientre y pensamiento el calor del alimento. Que regresen los días de mi sangre, que se ondulen musicales mis caderas y de la reja de mis huesos otra vez mis pechos despunten a la vida… •

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Número 1157 • 7 de mayo de 2017

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com

Antonio Zúñiga y su laboratorio del cosmos colectivo

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ON HISTORIAS COMUNES de anónimos viajantes, Antonio Zúñiga, quien escribe y dirige este montaje en y de Carretera 45, continúa explorando ese mundo en bisagras de “la gente” en lo colectivo, a partir del registro de un cúmulo de subjetividades en un horizonte de sucesos arbitrarios, relativos y circunstanciales que, bajo el orden de la escena, cobran sentido por acumulación y asociación de los grandes temas que obseden también su dramaturgia más formal: lo femenino en sus crisis identitarias, la pobreza como una episteme involuntaria, el duelo y la falta, esa incompletud abismal de sus personajes que hoy transitan entre “juaritos” (así se refiere a la primera capital de los feminicidios, Ciudad Juárez) y la colonia obrera. Son demasiadas cosas las que he colocado en estas primeras líneas que intentan describir cómo a las alternativas de análisis se suman las preocupaciones, los temas y las posibles soluciones técnicas y escénicas que Zúñiga despliega gracias a la decisión de hacer una dramaturgia in situ, de la mano de “la gente” y observando las imágenes tan “exclusivas” del df ( cdmx descoloquializa el df , pronto hablaremos de la cdmx de Chava Flores, Guadalupe Trigo y Emilio Carballido), que le recuerdan a su ciudad tan al norte de las preocupaciones nacionales, inevitablemente focalizadas en la violencia y sus preludios, en el asesinato y sus preludios, en las incapacidades expresivas y sus preludios, entre la mortal inequidad y sus preludios. Zúñiga es un dramaturgo cronista que hace que las cosas sucedan en la escena como en apariencia pasan allá afuera. Allí donde viven y sufren las personas, presenta sus flujos de conciencia sin que lo sepan, y trazan sus monólogos interiores sin que tampoco se enteren de que eso es una figura de la retórica.

LA OTRA ESCENA En la escena de Zúñiga los personajes parecen personas y lo que dicen parece más cercano al delirio que a un monólogo interior o a un flujo de conciencia dostoievskiano. Sin embargo, a diferencia de la particularidad del delirio, lo que expresan nos importa y nos muestra cómo somos. De ahí su poética, su universalidad y el alejamiento paradójico de la sustancia que anima su teatro: la cotidianidad, el presente y su domesticidad. Eso que queremos cambiar es lo que repetimos, es lo que siempre termina por sucedernos. Zúñiga no es el primero que muestra que la ilusión viaja en tranvía, en microbús, en Metrobús o en autobús, como escenarios que van de la nostalgia al desencanto y de la violencia al crimen. Ya lo hicieron Carlos Fuentes, José Agustín, y explícitamente Luis Arturo Ramos (Violeta-Perú, de 1979) y Armando Ramírez (Pu, de 1977, y después Violación en Polanco, de 1980). La clave de lo colectivo tam-

bién fue una experiencia (in progress) significativa por su incursión en lo popular colectivo y lo colectivo popular, del grupo Contigo América (el de Mara Hernández, Hilda Valencia, Sloane y Braidot), en uno de los extremos del Zócalo capitalino en el intento de reproducir la polifonía del lugar. Ignoro si Zúñiga conoce esas experiencias nacionales, pero su proceder estético pareciera indicar que sí, y las supera porque sus contenidos políticos miran en varias direcciones: una de ellas la frontera, otra, la consistencia de lo colectivo que tiene varios ejes, uno de los cuales es la indiferencia de la masa “ígnara” (como la concebía Ricardo Garibay) por el dolor y la miseria ajenas, y otro, que forma parte de sus preocupaciones medulares, las historias de amor que implican el travestismo, la sexualidad (su compulsividad y la fetichización de la prostituta como sujeto femenino y al mismo tiempo moneda de cambio), el abandono, la infidelidad (más como forma de la exclusión y la devaluación que como signo de la traición). Todo pasa sobre ruedas, como si se tratara de un sueño infantil en uno de esos “buses” que circulan todavía en Ciudad Juárez a los que, como en el df, sube toda una serie de personajes que no ocultan que su presente viene de lejos y que ha pasado por una serie de metamorfosis que pueden incluir el viaje de regreso de mariposa a larva. No vale la pena enumerar cada episodio porque sus contenidos anecdóticos sólo respaldan la enorme capacidad performativa de Humberto Yáñez, Margarita Lozano, Abraham Jurado, Christian Cortés, David Bravo y Antonio Becerril. Y digo performativa no por una petulante rimbombacia, sino porque esa es una función especular del personaje frente al relato de su propia historia. Hay mucho más que decir, pero tendrán que verlo por sí mismos los lunes y martes de todo el mes de mayo en el Teatro Jiménez Rueda •

Antonio Zúñiga

Alonso Arreola @LabAlonso

Sobre el Circuito el Indio por Vive Latino

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AS CRÍTICAS QUE SOLEMOS hacer a quienes producen grandes festivales musicales tienen que ver con la falta de compromiso que muestran hacia nuevas generaciones de artistas, con la poca visión ante la industria del futuro, con la obsesiva fijación que prestan a grupos estáticos, a marcas insensibles que sólo garantizan negocios a corto plazo. Muchas veces hemos sido rabiosos al escribir sobre el confort desde el cual se llenan carteles a lo largo y ancho de México y Estados Unidos –con los mismos nombres– sin que los inversionistas impulsen el desarrollo de una escena local o, peor aún, lastimándola. Pues bien. Hoy es día de señalar lo contrario, de reconocer que uno de los mayores festivales del continente decidió mirar fuera de las ciudades dominantes no en un afán de reproducción expansionista, sino de conciencia por un futuro a ras de suelo. ¿Se trata de un negocio? Sí. ¿Busca beneficiarse y que sus patrocinadores ganen? Desde luego. Estarían locos si lucharan para perder. Estaríamos locos si los viéramos como almas de la caridad. La salud financiera es esencial. Siempre ha sido así. Todo gran festival del orbe cuenta con apoyos públicos y privados para existir. Eso no está mal. Sucede que en sitios como México, tan dados a la corrupción y el egoísmo, las ideas conspiracionistas están a flor de piel y nos hacen sospechar justificadamente. Pero en este caso sabemos que la intención es positiva pues, casualmente, nos tocó ver su nacimiento de cerca. Hablamos del Circuito Indio por Vive Latino que arranca este mayo. Una idea simple, idílica, pero de enorme complejidad logística. Un proyecto creado en el magín de Gerardo Rosado, fundador y director de Discos Intolerancia, productor con el que hemos coincidido en muchos momentos. Una persona generosa cuyo enfermizo paternalismo ha sido trascendental en el rock mexicano de las últimas dos décadas y a la que se sumó Jordi Puig, creador

BEMOL SOSTENIDO del Vive Latino. Y sí. Entendemos la duda que se presenta en sus ojos, lectora, lector. Pero nosotros hemos decidido confiar en las personas más allá de marcas, compañías o instituciones. Son tiempos terribles para la subsistencia y movilidad de grupos musicales y una plataforma como ésta nos da esperanza. Básicamente, lo que busca es impulsar una profesionalización sustentable a través de la circulación mensual de doce grupos en doce foros de ciudades diferentes. De inicio plantea siete ciclos, cada uno con 144 conciertos. Lo mejor, hay que decirlo, es que los precios de las entradas serán bajos y que en su repartición consideran que la mayor ganancia sea para los músicos. Además: los foros serán apoyados con equipo e infraestructura y la transportación, hospedaje y alimentos de los artistas están contemplados en la inversión. Algo onírico. Tal vez crea que estas condiciones son normales, comunes. Sepa que no. En este momento resultan extraordina-

rias. Son cada vez más los artistas dispuestos a regalar su trabajo con tal de darse a conocer y cada vez más quienes usufructúan talentos ajenos sin arriesgar nada. Son cada vez menos los promotores y productores que apuestan por géneros híbridos. Hablamos de una situación negativa reforzada por los medios de distribución de música digital y por formas de consumo impersonales; por la falta de experiencias individuales que subrayen el significado de lo que vemos sobre un escenario. Nos hemos olvidado de construir historias que cobijen nuestras ingestas más placenteras, atentos a concursos sobre músicos, chefs, mecánicos, buscadores de tesoros… Sobre artes y oficios reducidos al sofá que mantiene quieto al mundo. Así las cosas, las ciudades involucradas en los primeros ciclos del Circuito son Ciudad de México, Cuernavaca, Guadalajara, Morelia, León, Oaxaca, Pachuca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Texcoco y Toluca. En cada plaza los músicos consagrados, consolidados y emergentes compartirán beneficios de manera igualitaria. Los géneros representados serán muchos, todos inclinados a la música independiente. Del metal al jazz pasando por el pop alternativo y cualquier fusión, por descabellada que parezca. Las bandas anunciadas para los dos primeros ciclos incluyen a Carla Morrison, Jumbo, Madame Recamier, Pato Machete, Yokozuna, Descartes a Kant, Sonido San Francisco y Esteman, entre otras. ¿Le parece que nuestra columna de hoy es un mero anuncio? Lo sentimos. Hay algo de cierto. Muchas veces nos hemos mostrado hipercríticos con quienes lideran la industria musical. Este Circuito, creemos, puede reivindicar a algunos y establecer un modelo replicable que provoque cambios importantes en la vida de foros pequeños y bandas en crecimiento, ambos esenciales para la cultura nuestra de cada día. Conózcalo de cerca, critíquelo y ayude a que sea mejor. (Ya tienen una aplicación.) Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


ARTE Y PENSAMIENTO ........

7 de mayo de 2017 • Número 1157 • Jornada Semanal

Verónica Murguía

Jorge Moch

Mortal de necesidad

Un debate de lamentos

al presupuesto destinado a la salud y a la educación (la única vía para tener una vida sana y médicos que nos auxilien cuando falle la carrocería). En la propaganda oficial hay una abundancia de cursilería purísima con la que se nos asegura que México es grandioso, especial. Había un anuncio de una idiotez ofensiva, que afirmaba que la violencia en otros países no debía asustarnos, porque los mexicanos sabemos arreglar las cosas hablando, echándole ganas juntos y una retahíla de mentiras dulzarronas que nadie cree. Ni los funcionarios que lo encargaron, vaya. En este país sobran la violencia, la corrupción y la impunidad. Falta aquello que realmente hace que un gobierno sea mínimamente digno de respeto: la solidaridad con los gobernados, la protección de sus vidas, su salud y sus bienes. La capacidad de trabajo, la honestidad. Supongo que asumir la fragilidad de la vida haría de los gobernantes mejores servidores públicos. Se sabe que en los triunfos romanos, esas opulentas ceremonias con las que se festejaba la victoria sobre al menos 5 mil enemigos en el campo de batalla, es decir, no sobre civiles inermes, un esclavo solitario tenía un papel esencial. Este hombre iba detrás del triunfador, sosteniendo la corona de laurel sobre su cabeza y murmurándole al oído “Mira atrás y recuerda que sólo eres un hombre.” Es decir, vas a morir, aunque traigas detrás a un ejército vencido, un montón de tesoros, prisioneros y oro. Los soldados esperaban en el campo Marte (sí, por eso se llama así); el desfile se dirigía al templo de Júpiter Optimus Maximus, el dios mayor. En medio de la gloria militar obtenida con valor, astucia y suerte; después de la hazaña, de sobrevivir a las privaciones y el peligro, el recordatorio: vas a morir, aunque hoy seas como un dios. Ay, que píldora de Ubicatex tan potente. Lástima que aquí no existe ese medicamento •

Y

ACUSACIONES. Y CHISMES. Y dimes y diretes. Quizá lo más cercano al show business en México, poniendo aparte televisoras, table dances, narco tienditas y circos, sean las elecciones y en ese tenor lo más llamativo como espectáculo son los debates. Eso y las tomas accidentadas del poder en el Congreso o en palacios municipales y estatales, entre zipizapes, insultos y consignas de partido. Cada que hay elecciones, en cuanto escucho de un bando o del otro que hay que tomar la tribuna, corro por palomitas, cacahuates y un mezcal. En los debates que por cualquiera razón se realizan en México, usualmente los candidatos no debaten. Debatir es oponer ideas y argumentos, responder frontalmente cualquier infidencia y ofrecer de manera sucinta una respuesta

alternativa a un problema específico. Suele decirse que alguien gana un debate porque es más hábil, tiene mejor oratoria, su retórica es avasalladora o simplemente tuvo mejor agilidad mental que sus adversarios. Al menos en teoría un debate enriquece el diálogo político, lima asperezas de trato o simplemente supone la exhibición y el roce de los estandartes ideológicos cuando son antagónicos. Pero en México no. Acá los debates políticos son invariablemente tres o cuatro tarugos lanzándose acusaciones mutuamente. Pleito de lavanderas. Tú la traes. Cualquier debate entre candidatos en México es un intercambio de acusaciones y una exhibición de cinismo. E invariablemente los peores son los candidatos oficialistas, es decir, cuando al régimen, como ahora, le da por aparentar que es democrático y que cree en la validez de las elecciones; en la cuantía moral de los candidatos de los partidos; en la capacidad de los mexicanos para dirimir nuestras profundas diferencias mediante la liturgia del sufragio y, en suma, que es en la vía electoral donde solventamos los ciudadanos nuestras inquietudes. Sí, chucha… Puáj. Es muy chistoso ver un debate en México porque en eso sí son muy transparentes nuestros politicastros: son incapaces de reconstruir un consenso o, vaya anatema, reconocer como prioritario el interés público y común por encima del personal, partidista o de grupo. Allí de muestra el botón: la realidad cotidiana. El prian y sus satélites han saqueado y arramblado con lo que era México hasta al menos unos quince años. Hoy somos una pálida sombra de lo que fuimos y lastimero remedo de todo lo que pudimos ser como nación. preAllí, de muestra, el pre sunto debate entre los

candidatos a la gubernatura del Estado de México de hace un par de semanas. Cuánto cinismo el de un Alfredo del Mazo asediado por la innegable realidad que es herencia de demasiados sexenios malditos, imbricados, sucesivos: al menos desde las gestiones de César Camacho, Arturo Montiel, el mismo Enrique Peña o el actual desgobernador, Eruviel Ávila: pura finísima representación del grupo Atraco Mucho. Cuánto cinismo el de una Josefina Vázquez Mota metida hasta el colodrillo en enjuagues turbios, empezando por ese mundo de dinero que recibió del gobierno de Peña y que sigue sin desglosar satisfactoriamente, y sabiendo todo mundo, como es el caso, que la señora Vázquez Mota le apuesta a perder, según se dice, para volver a cobrar. Cuánta ingenuidad de Delfina Gómez en pensar que las elecciones en el Estado de México se pueden ganar limpiamente, pese a campañas de calumnia y desprestigio, propaganda negativa o la machacona, goebbelsiana, repetición de una mentira. Cuánta mediocridad de los candidatos del pt , Oscar González, y del prd , Juan Zepeda. Qué deliberada anonimia, la de la candidata independiente, Teresa Castell. Qué pobre debate. Pero qué jauja para la tele. Porque los debates en campaña le encantan a la televisión. Invariablemente el moderador de cualquier debate político es un conductor reconocido del ambiente televisivo. A manera de maestro de ceremonias. En circo de una pista, donde nunca faltan los falsos leones ni los más alambicados payasos. Podría decirse que los debates son lo más parecido a una arena de luchas en el ámbito político. creeY sí, algunos todavía cree mos en el Santo •

CABEZALCUBO

N DÍA ESCUCHÉ al brillante patólogo y escritor Francisco González Crussí decir que la vida es, en todos los casos,“de origen venéreo y de diagnóstico fatal sin excepción”. Una verdad como el aire: nacemos del contacto sexual entre dos seres y moriremos. No hay de otra.“Muere Alejandro Magno y muere su porquero”, reza el refrán medieval y yo añado, pues soy hija de un siglo que toma en cuenta la vida animal, que el puerco morirá también. Por supuesto, esto es difícil de asimilar. Tanto, que la mayoría se las arregla para taparle el ojo al macho. La muerte les pasa a los otros. A la abuelita del vecino, quien además estaba muy anciana; al que se subió al coche con el borracho infame; al que levantaron en Veracruz; al que se contagió de una bacteria ama-

LAS RAYAS DE LA CEBRA

tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

U

zónica; a la que se palpó el bulto en el pecho, etcétera. Los más miedosos o menos imaginativos llegan a culpar a la víctima: eso le pasa por no cuidarse, por no tomar vitaminas, por no hacerse la mamografía, murmura el mezquino, pasando por alto que nadie escoge enfermarse. Establecemos una distancia falsa entre lo que va a pasar tarde o temprano y nosotros. Supongo que para poder vivir. Olvidarlo todo el tiempo y totalmente es un triunfo equívoco por varias razones. Primero, porque va a ocurrir y pasada cierta edad –ay– podemos comenzar a intuir nuestra fecha de caducidad. Esto añade intensidad a todo: una ganancia. Además, uno se da cuenta de que ya no puede posponer nada, problema enorme para una procrastinadora de marca mundial como yo, un ser atarantado que comienza todos los lunes en la mañana a enderezar el rumbo de su existencia y que para el miércoles en la tarde ha desistido. Otra razón por la que no debemos ignorar nuestra fragilidad es que hacerlo nos despoja de la posibilidad de sentir empatía. Nunca se es menos comprensivo que cuando anda uno sano, feliz y optimista. Si estuviéramos mínimamente conscientes de la apabullante crueldad del azar, seríamos más generosos con el prójimo, menos desdeñosos. Quizás habría menos codicia. Yo no sé si los integrantes del gobierno toman pócimas mágicas, hacen pactos con el Diablo (esto suena especialmente plausible, y eso que no creo que exista el demonio) o creen que los millones de pesos que han sustraído del erario evitarán su decadencia física y la muerte. Ignoro si creen que están hechos de otro material o si están convencidos, a fuerza de escuchar aduladores, de que las leyes naturales no se les aplican. Lo que sé es que no tienen capacidad empática. Si no, imposible explicarse los recortes

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Ricardo Guzmán Wolffer

Luis Tovar @luistovars

El asesino entre nosotros La lectura de El gallo está muerto, de Ingrid Noll (Shanghai, 1935), muestra cómo cualquiera puede ser un asesino, basta con tener la motivación correcta. La asesina es Rosemarie, una solterona de cincuenta y dos años a la que no le ha ido bien con los hombres, que por andar con un casado y ser descubierta tuvo que cambiar de trabajo. Desdichada desde pequeña, con una oficina donde labora sin ser tomada en cuenta más que para hacer el trabajo que nadie más quiere, su triste vida brilla cuando se enamora del profesor Witold en una conferencia: por fin tiene una ilusión, aunque no lo conozca. Y así todo cambia: se vuelve una verdadera investigadora que logra dar con el domicilio del también escritor. Pasa las noches vigilando el inmueble hasta que presencia el encuentro entre él y su esposa alcohólica: ellos llegan a agredirse y Rosemarie interviene para ayudarlo, pues le ha disparado a la borracha cónyuge, para rematarla cuando él está dormido de borracho. De ahí en adelante le pierde el miedo a asesinar: a su mejor (o única) amiga, por suponerla amante del hombre que ama; a la verdadera amante del hombre; al policía que investiga los crímenes, y más. Ella está cierta de que el crimen es la única manera de evitar la maldición que su amiga le ha referido:“No conozco a ninguna mujer de cincuenta años que tenga la gran felicidad. Sólo existe una felicidad pequeña, una felicidad corta.” La disfrutable narración de Noll sorprende por dúctil: la línea de pensamiento de la cincuentona asesina es de una lógica sorprendente: nada tiene que perder y apenas podría suponérsele relacionad a c o n l o s c r í m e n e s q u e va n floreciendo a su paso, la mayoría producto de su espontaneidad para tirar balazos o empujar a la temeraria amiga. Y la facilidad en el asesinato también le permite analizarse y aceptarse: se reúne con un viejo pretendiente ya casado y se siente asqueada por aquel tipo que pretende cortejarla estando ebrio, con lo cual se cuestiona si Witold no la encuentra repugnante de igual forma. La asesina es real: cuando piensa en matar a su amiga por suponerla amante de Witold, se hace la promesa de dispararle sin que medie diálogo alguno, como sucede en las películas. Cuando la mata se enferma de culpa: vómito y sudoraciones, todo en nombre “del derecho a la felicidad y el amor”. Luego se repone del trance y la euforia inicia al pensar: “Si toda esa gente supiera que tengo dos cadáveres en la conciencia y que, si me lo propongo, puedo matar a otras personas.” El poder que conlleva dominar a la muerte la embriaga y cuanto le rodea lo relaciona con sus dotes asesinas, sintiéndose capaz de matar a quienes le resultan molestos, como los burócratas de la oficina de seguros que comen en exceso y platican tonterías. Entonces el amor inicial por Witold es sustituido por la sensación de poder; lucha por dominar bajo la etiqueta del amor y, sobre todo, comprende que el asesinato puede solucionar más de un problema: cuando una compañera de caminata le increpa por solterona y chismosa, y le hace una impu-

GALERÍA

La lucidez del maestro

A

QUÍ SE HA DECLARADO más de una vez y volverá a ser dicho: para sus bienquerientes –nada más obvio– e inclusive para sus malquerientes si alguno queda y aunque jamás lo dirían públicamente, es claro el primerísimo sitio que ocupa Jorge Ayala Blanco no sólo en el ámbito de la crítica cinematográfica, sino también en los de la teorización, el registro histórico y la docencia relativos a cine. También se ha mencionado en esta columna, y felizmente cada vez más espacios mediáticos así lo reconocen, que el trabajo de Ayala Blanco no destaca únicamente por la singularidad absoluta de su discurso sino, sobre todo, por la inusual agudeza y la claridad de puntos de vista –descontada su proverbial ironía– con las que enfrenta el fenómeno cinematográfico. Concebida por él mismo hace ya más de medio siglo, la estructura analítica de la que suele valerse Jorge le pertenece sólo a él y, como es natural, nadie como él para aprovechar dicha estructura, ir adaptándola de acuerdo con los tiempos, las necesidades y la incorporación de nuevas lecturas y filmes, y entregar como resultado un ejercicio críticoensayístico admirable, del que hemos aprendido muchos de quienes nos dedicamos a estas labores.

La Letra eLe

Ingrid Noll

tación de asesina (con razón, claro), Rosemarie se limita a dejar caer una secadora eléctrica en la tina donde se bañaba su compañera para cerrarle la boca. Para no quedarse con la duda, le hunde la cabeza en el agua por quince minutos. Las muer tes se suceden y, claro, no puede haber un final feliz completo en esta narración que recuerda a Patricia Highsmith con su maquiavélico El talentoso Mr. Ripley. Los estereotipos se rompen con esta solterona a la que habría que evitar en la vida real. Si los años noventa hicieron voltear hacia los asesinos brutales y notorios, con obras como Hannibal y el American phsyco, de Bret Easton Ellis, ambos llevados a la pantalla con gran éxito, El gallo está muerto, que debutó en 1991, pasó inicialmente desapercibida para la industria gringa, pero hizo florecer a esta escritora alemana con varias entregas más. Noll aportó una asesina contraria al estereotipo de la joven impetuosa, y nos entrega a esta mujer sola, aburrida y triste, y a quien la casualidad, en parte, la hace ver el alcance de sus posibilidades: si la mente lo piensa, ya está hecho. El personaje funciona por los contrastes entre la culpa y el empoderamiento, entre la duda sobre si se salvará de la cárcel y el ímpetu para seguir, pero que actúa libre ante la ineficacia policíaca. Literariamente, nos deja el dudoso consuelo de ver que la ineptitud persecutoria no es exclusiva de un país con noventa y siete por ciento de impunidad criminal •

Canónico lo quiera o no, le guste o no, Jorge Ayala Blanco claramente ignora el significado de la palabra “descanso” y, aparte de seguir impartiendo su cátedra –ya mítica– en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos y hallarse en la preparación de próximos volúmenes de crítica, recién ha publicado el duodécimo título de su célebre serie bibliográfica dedicada al análisis de la cinematografía nacional. A La lucidez del cine mexicano le anteceden La aventura… –que el año próximo cumplirá sus primeras cinco décadas–, La búsqueda..., La condición…, La disolvencia…, La eficacia…, La fugacidad…, La grandeza…, La herética…, La ilusión…, La justeza… y La khátarsis del cine mexicano y, por cierto, tan pronto como este mismo año, quienes no hayan podido acceder a esta serie absolutamente indispensable para aprehender completo nuestro cine podrán hacerlo, así sea en soporte digital únicamente. “Lucidez mínima”, dedicada al cortometraje, “Lucidez documental”, alusiva al género noficción,“Lucidez femínea”, para el cine realizado por mujeres, “Lucidez prima” para los que recién han comenzado,“Lucidez secunda” para quienes han conseguido trascender su propio debut, todos antecedidos en el volumen por “Lucidez póstuma”, para los filmes recientes hechos por directores con larga trayectoria y por “Lucidez summa”, enmarcados en el lapso de 2013 y 2014. Como lo sabe cualquiera que ha seguido el trabajo de Ayala Blanco, como en los anteriores once títulos de la serie, los incluidos en La lucidez… son textos inéditos, pues el maestro no publica en diarios ni re-vistas su exhaustiva revisión del cine local, de modo que las ochenta y tres aproximaciones/interpretaciones/ revisiones/reinvenciones ayalescas tienen, como componente no extra si--

no fundamental, el haber sido elaboradas para recibir una lectura cuidadosa, pausada y reflexiva en medida mayor a lo que suele suceder con las entregas periódicas. Véase, a propósito de Nosotros los Nobles, un fragmento mínimo surgido de la pluma vigorosa de este autor que es mucho más que un crítico: La lucidez descastada hace un retrato-crónica social múltiple. El retrato-crónica de los ricos desmotivados, el retrato-crónica del horror y del agujero negro de un mundo sin tarjetas de crédito, el patético retrato-crónica de unos típicos representantes de nuestra clase ociosa y parásita vueltos náufragos urbanos casi humanos que no saben siquiera calentar una olla en la estufa ni lavar o escurrir una blusa ni lidiar con la falta de electricidad o con un agua oxidada del lavabo (¿Y si mejor nos entregamos?). Pero eso sí Nobles hasta el final. En épocas de crisis económica, burlarse de los ricos reditúa. Así sea en forma superficial, frivolona y caricaturesca, Alazraki confiesa mofarse de manera explícita de los ricos y de sus costumbres porque así se lo señaló un profesor de su escuela gringa al tratar de explicar el éxito de las películas de Frank Capra durante la crisis socioeconómica estadunidense que precedió al estallido de la segunda guerra mundial y después y después. […] La lucidez descastada apuesta por una funcionalidad expresiva sin demasiada imaginación. Con poco da al clavo.

Lucidez, lo que se dice lucidez, la del maestro Ayala Blanco, por supuesto •

CINEXCUSAS

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ENSAYO

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Un Caballo de Troya para el satélite Ulises i

Norma Ávila Jiménez

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ecientemente la Orquesta Sinfónica Nacional interpretó un concierto dedicado a la música incluida en varias de las películas dirigidas por Stanley Kubrick. Lo más seguro es que, desde antes de entrar a la sala del Palacio de Bellas Artes, buena parte del público ya traía en mente la introducción de Así hablaba Zaratustra, identificada con 2001: Odisea del espacio. Muchos debieron recordar que, después de verla, deseaban llegar a ese año para visitar bases espaciales como las allí mostradas. El fotógrafo Juan José Díaz Infante Casasús reconoce ser uno de los cautivados: “Cuando era niño me prometieron una nave y mi reloj de Dick Tracy. Vivía emocionado con llegar al 2001 porque cuando tenía nueve años vi esa película que me impresionó. Actualmente me pregunto qué le pasó al futuro, dónde quedó el hombre en la Luna.” Subraya lo anterior porque el lanzamiento del satélite Ulises i , proyecto que dirige, se ha enfrentado a un sinfín de trabas.

G énesis de U lises i Después de ofrecer conciertos de vanguardia con el grupo Música de Cámara, navegar entre la videopoesía, el videoarte, internet, Transitio, los Encuentros de Ciencia y Arte en México y el Festival Play!, la lectura de un artículo acerca de cómo construir un satélite publicado en la revista Scientific American, le detonó el deseo de estructurarlo para presentar un proyecto, por lo menos en planos y diseños, en la Fonoteca Nacional en el Festival Play! de 2011. Consiguió las piezas, apoyos y patrocinios y, con un equipo de artistas e ingenieros que conformaron el Colectivo Espacial Mexicano ( cem ), arrancó el proyecto. La idea era hacer un nanosatélite denominado Tubesat, “una expresión minimalista” que permite el envío de señales desde el espacio, asegura Díaz Infante. Los especialistas del Centro Multimedia del Centro Nacional de las Artes, junto con el ingeniero francés Gerard Auvray, se encargaron del diseño preliminar y de producir los circuitos de los módulos. Mientras, consiguió el lanzamiento

con Interorbital Systems, empresa especializada en la construcción de cohetes ubicada en Mojave, Arizona. En diciembre de 2012 el cem invitó al Instituto Nacional de Astrofísica, Óptica y Electrónica ( inaoe ) a unirse al proyecto para integrar los módulos desarrollados en el Centro Multimedia, construir el de carga útil y encargarse de la programación de la misión, la generación de pruebas y la certificación. En 2001: Odisea del espacio, la secuencia de la danza entre la nave con la base espacial siguiendo las notas del Danubio azul es inolvidable, y eso es lo que al artista citado le gustaría que sucediera con Ulises i. Por ello, el satélite se elevaría acompañado por música de Arturo Márquez, Omar Gasca, Ramsés Luna, Hugo Solís y el grupo Cabezas de Cera, grabada en una computadora. Además de esta fusión ciencia-arte, el satélite comunicaría si tiene frío o se duerme, y saludaría con las palabras “venimos en paz, mi nombre es Ulises”, subraya el fotógrafo. Sería un proyecto poético, “considerando a la poiesis como una acción transformadora que da continuidad al mundo”.

l as tribUlaciones de U lises En un boletín de prensa del inaoe, difundido en febrero de 2016, el doctor Celso Gutiérrez, investigador y líder del Laboratorio de Comunicaciones de Radiofrecuencia y Fibra Óptica, aseguraba: “Ulises i es un proyecto de innovación científica y tecnológica de gran relevancia, el primer objeto en su tipo que se ha desarrollado en el país y está listo para ser puesto en órbita alrededor de nuestro planeta. Ya ha sido validado para cumplir con la misión científico-cultural para la cual ha sido diseñado y construido.” Una de las pruebas fue realizada en colaboración con el Instituto de Ciencias Nucleares de la unam , en el marco de las actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, en diciembre de 2015. El vuelo suborbital alcanzó una altura de 30 kilómetros y se alejó del sitio de lanzamiento 50 kilómetros.

Este Tubesat lleva sensores que miden la temperatura, registro útil para las investigaciones; tiene un interruptor que le impide consumir energía antes de ser liberado, y su batería de iones de litio suministra electricidad al satélite cuando no puede captar la luz solar. “Es el primer paso para, en un futuro, construir satélites que detecten gases contaminantes y de efecto invernadero”, explica el videoartista. El despegue se llevaría a cabo durante el último tercio de 2016, pero no se realizó por no haberse pagado el adelanto; se pasó la fecha acordada y Díaz Infante ha tenido que gestionar otro despegue. Como el héroe de la mitología griega que enfrentó adversidades en la guerra contra los troyanos, Ulises i ha lidiado con otros problemas: hubo cambios en la dirección del inaoe y la actual administración muestra interés, pero no le asigna ningún presupuesto al lanzamiento; para recibir apoyo de la Agencia Espacial Mexicana, Ulises i debería ser sólo carga útil y no un satélite completo, además de que la sct y el Instituto Federal de Telecomunicaciones le sugieren al inaoe abandonar voluntariamente la banda otorgada “porque, me informan, fue un error ya que es un satélite amateur”. Aquí cabe recordar otro proyecto inconcluso: el del satélite Satex 1, iniciado en 1994 y desarrollado por especialistas de la unam , el ipn y el cicese , entre otros. Tomaría imágenes de México, además de hacer pruebas de comunicación óptica, entre otras tareas; sin embargo, no se terminó. Un año después, en la unam se construyó el que algunos especialistas catalogan como el primer satélite hecho en México: el unamsat - b , cuya misión sería estudiar la órbita de los meteoritos que entran a la atmósfera. Al poco tiempo de ser lanzado, se apagó. La falta de interés del gobierno por apoyar la ciencia y la tecnología es tangible. Ulises i requeriría un Caballo de Troya para introducirse en la mentalidad de algunas autoridades y modificar ese desinterés mostrado frente al arte y la ciencia nacionales •


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