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Berger John

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 8 de Enero de 2017 ■ Núm. 1140 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán

(1926-2017)

Arte,

resistenciA y esperAnzA Luis Hernández navarro, ricardo Guzmán WoLffer y á nGeLa P radeLLi

• cómo resistir a Las fuerzas deL oLvido • aPuntes sobre La canción • PaLabras J ohn B erger


Danza

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Apenas comenzando el año, el lunes 2 de enero falleció el pensador, poeta, novelista, ensayis-

Estatua del dios indio Shiva Nataraja, Señor de la danza

ta, dramaturgo, guionista, crítico de

Maurice Béjart

arte y pintor inglés John Berger, quien el 5 de noviembre del año pasado cumpliera 90 años de edad. Para Berger, “el lenguaje es el más grande honor de los hombres, la herramienta con la que busca apasionadamente la verdad”, como bien decía Elena Poniatowska de este autor insustituible y dueño de una sensibilidad excepcional. Amigo y colaborador constante de estas páginas, Berger sabía que la resistencia y la esperanza son piedra de toque para enfrentar los desafíos y las injusticias del mundo contemporáneo. Con tres prosas y un poema del propio autor, así como textos de Luis Hernández Navarro, Ángela Pradelli y Ricardo Guzmán Wolffer, le decimos hasta siempre al artista exquisito y al crítico de lucidez insobornable. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

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anzar es, sobre todo, comunicar, unir, convivir, y tocar al otro en un plano fundamental de la existencia. La danza es unión: unión de un ser humano con otro, con el cosmos, con Dios. La lengua hablada se mueve en el dominio de lo ilusorio. Las palabras, aunque aparentemente fáciles de comprender, pueden ocultar imágenes que nos engañan y nos conducen a un laberinto interminable de la semántica de Babel. A menudo, una larga plática lleva más a la argumentación que a la concordia entre los hombres. Danzar es también hablar el lenguaje de los animales, comunicarse con las piedras para entender la canción de los mares y el mensaje de los vientos, descubrir con la guía de las estrellas, acercarnos a las alturas de la existencia misma. Danzar es trascender nuestra exigua condición humana y fundirnos plenamente en la profunda vida del cosmos. En los albores de toda civilización, el hombre golpea furiosamente la tierra con sus pies desnudos. El ritmo vio la luz, luego el sonido y el espacio, y el trance. De la unión con fuerzas invisibles nace la danza. Si miramos con cuidado el origen de todas las culturas, siempre encontraremos a la danza, caracterizada por las siguientes manifestaciones, separadas pero complementarias: 1. El bailarín solitario: el sacerdote, el chamán, el iniciado en las tradiciones secretas de la comunidad encarna todas las fuerzas primarias de su grupo étnico, su tribu y su pueblo. A través de la danza, entran en comunicación con la Divinidad, con la esencia y el Ser. Son los intermediarios entre Dios y los seres humanos. El bailarín sagrado es solitario, pero en su condición de sacerdote o sacerdotisa representa a la humanidad a la que pertenece, y lleva a cabo los rituales con toda la energía del grupo, la ciudad y el imperio. 2. El bailarín en grupo: el profundo sentimiento de pertenencia a un grupo étnico, económico y cultural en común da lugar a una danza en la que los individuos ex-

presan su reconocimiento al hecho de que son una comunidad unida por las mismas tradiciones. Estas manifestaciones nos llevan a descubrir dos aspectos de la danza presentes en su forma original. Danza sagrada: un ser humano, en comunicación solitaria con la Divinidad, con las fuerzas de lo invisible. Danza social: el grupo humano, unido por lazos geográficos y culturales, reafirma su identidad. En la danza, el pie provee la energía conductora; el ritmo emerge antes de o a la par con la música. (Es aquí, de hecho, donde se consuma la danza.) La mano ejecuta su propia melodía: flor, llama, mariposa… y en el caso de la danza social, una mano toma a la otra, y el grupo cobra vida. Así nace la unión, la ronda, la farandola, la cuadrilla y el square dance. A mediados de los sesenta viajé a India. Desde mi infancia, gracias a mi padre, ese país me era tan familiar como cualquier ciudad francesa. Sin embargo, debido a la segunda guerra mundial y la ocupación alemana, sumada a nuestra pobreza, algunas ciudades de Francia parecían inalcanzables e incluso místicas. El Bhagavad-gita era uno de mis libros favoritos, junto con Molière, Nietzsche y Baudelaire. Las cosas no han cambiado desde entonces. India es en realidad un subcontinente en el que todos los climas, todas las razas, todas las religiones, todas las culturas, autóctonas o de fuera, se dan cita. Ir de Kerala al Himalaya por Rajastán es como viajar del sur de Marruecos a Mont Blanc, con una escala en las mágicas islas tropicales donde el agua y el verdor conservan el bochorno de las flores y las frutas tropicales con que sueñan los marineros. Y entonces partí a India buscando… Lo que realmente esperaba era conocer a un verdadero yogui (raros y ocultos como suelen estar) que pudiera guiarme por ese camino mundano y desconocido. Gracias a amigos indios que vivían en Europa, llevaba una carta de recomendación para uno de estos seres invisibles. Invisibles no por acto de magia, sino porque a diferencia de los gurúes europeizados o americanizados, son personas aparentemente normales, que no se

Directora General: c Armen L irA s AAde , Director: H ugo g utiérrez V egA (†) , Jefe de Redacción: L uis t oVAr , Edición: F rAncisco t orres c ó r d o VA , A L e y d A A g u i r r e r o d r í g u e z y r i c A r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r A n c i s c o g A r c í A n o r i e g A , For mación: m A r g A p e ñ A , D i s e ñ o d e C o l u m n a s : J u A n g A b r i e L p u g A , R e l a c i o n e s p ú b l i c a s : V e r ó n i c A s i L V A ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A Le JAndro p AVón , Publicidad: e VA V ArgAs y r ubén H inoJosA , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: El artista polígrafo Foto de Cristina Rodríguez/ La Jornada

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y civilización

8 de enero de 2017 • Número 1140 • Jornada Semanal

EL BAILARÍN Y COREÓGRAFO FRANCÉS MURIÓ EN 2007. SU OBRA MAESTRA ES LA CONSAGRACIÓN DE LA PRIMAVERA 1956.

distinguen de los transeúntes cotidianos salvo por su mirada. Conocí al maestro: –¿Por qué quieres hacer yoga? –Creo que me puede ayudar a fortalecer mi vida y avanzar en mi trabajo. (Sobra decir que esta conversación se llevó a cabo con la ayuda de una joven estudiante que hizo de intérprete.) –¿A qué te dedicas? –Soy bailarín. –La danza es un regalo de los dioses. Shiva-Nataraja es el señor de la danza. Es un arte difícil. ¿Cómo es tu danza? Me dio pena explicar. ¡De hecho, no sabía cómo era mi danza! –Supongo que entrenas todos los días y haces ejercicios. –¡Sí, por supuesto! No sabía cómo explicarle. Y él dijo: –¡Muéstrame! Vi que había un barandal de madera rodeando la terraza donde estábamos sentados en el suelo. –Hacemos ejercicios en una barra como ésa. –Adelante. Respiré hondo, me sentí más nervioso de estar frente a él que en una noche de estreno. El suelo era de madera natural pulida pero no resbaladiza, lo que me permitió hacer un trabajo sencillo y cuidadoso. Después de cuarenta minutos, ni su cuerpo ni su mirada se habían movido. Sudando, le dije: “Es lo que hacemos cada mañana. La barra.” Largo silencio. Después: –¿Por qué quieres hacer yoga? Si tu trabajo mental es libre y tu cuerpo firme y relajado, si dejas que el ejercicio te guíe y no al revés, si no deseas nada salvo el ejercicio por su verdad y belleza, tienes tu yoga. No busques en ningún otro lugar. Haz lo que llamas “la barra” por su belleza, sin pensar en el progreso, porque sólo progresamos cuando abandonamos la idea de progreso. –Desde entonces, para mí, la barra no tiene que ver con una técnica, un estilo, una cierta forma de danza. Es una forma de yoga que vigoriza mi cuerpo y mi mente y me ofrece la oportunidad de acercarme a cualquier forma de danza, porque toda danza participa de una misma esencia. El problema es siempre pasar del arte tradicional al así llamado mundo del artista. –¿Quién construyó los templos en Egipto, Europa, Asia? ¿Qué artistas anunciaron las danzas de India, África o Bali? ¿Es la firma, incluso la de aquellos que se cuentan entre los más grandes, el verdadero progreso? El arte tradicional siempre permanecerá como la fuente de inspiración, y los que aspiran a ser artistas (entre los cuales he de contarme) siempre tendrán que recurrir a las tradiciones y fuentes fundamentales del ser. Sin el sentido profundo de lo sagrado, sin la contribución comunitaria de la danza en su aspecto social, mi arte no significa nada. No soy más que un eslabón en la cadena de la civilización que a veces es ascendente, pero que por lo general sólo da la apariencia de progreso. Durante mis años de búsqueda, mi descubrimiento de Japón en los sesenta fue como un destello de

inspiración. Desde niño me había fascinado el país del sol naciente. Había leído a Sei Shonagon, había explorado la escultura y los templos de Kioto y Nara, había visto las películas de Mizoguchi y Kurosawa, había sido tocado por todos estos ejemplos de gran belleza e inteligencia. Yo sabía de la rápida modernización emprendida por Japón, y los éxitos japoneses en el campo de la tecnología, todos tan diferentes pero siempre notables y a la vanguardia del mundo actual. Primero descubrí el teatro japonés, el Noh, el Kabuki, el Bunraku –formas de arte en las que las palabras, la danza, la música y el sentido del espacio forman un todo. Me fascinó ver en estas manifestaciones del pasado su modernidad complementaria y darme cuenta de hasta qué punto este teatro, esta danza eran lo que otros representantes del teatro europeo y yo habíamos estado buscando con tanta ansiedad. Después de pasar un día experimentando el Noh, empapado de la modernidad, abstracta

y lírica de esta danza de épocas pasadas, y sobre todo impresionado por su atemporalidad, salí a ver los rascacielos, los aparatos electrónicos, los Shinkansen, los anuncios, las tiendas llenas de objetos inútiles, y todo me pareció como salido de otra época. En contraste, sentí que las artes tradicionales japonesas encarnaban para mí la esencia de la civilización del futuro. El progreso material casi siempre es un engaño y la verdadera modernidad se descubre en épocas distintas a la nuestra, ¡en las que la palabra “moderno” es tan usual! El Panteón es moderno, Shakespeare es moderno, Johann Sebastian Bach es moderno, el santuario de Ise-Jingu es moderno. ¿Pero acaso la esencia de la danza no reposa en su habilidad de trascender el tiempo y, a través del ritmo, el pulso de nuestro corazón, de encontrar de nuevo la eternidad en lo humano?

Traducción del inglés de iván garcía Maurice Béjart. Foto: Jewish Chronicle Archive / Heritage-Images. Fuente: Britannica Online for Kids

danzar es trascender nuestra exiGua condición Humana y fundirnos PLenamente en La Profunda vida deL cosmos .

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El eterno retorno de Antonio Valle

Tonan

AYUDA A SOPORTAR LA TRISTEZA EXISTENCIAL Y LOS INNUMERABLES INVIERNOS.

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Foto:Roberto García Ortiz / La Jornada

ada que se acercan las fiestas de fin de año recuerdo el libro Peregrina y extranjera, de Marguerite Yourcenar. La encantadora francesa dice que la Navidad, tal como la conocemos actualmente, es una derivación de la fiesta pagana del Natale Sole Invictus (nacimiento del sol victorioso). Quizá, porque como dice Rainer María Rilke, “la verdadera patria del hombre es la infancia”, nunca olvidé a Yourcenar explicando que la puerta solsticial del invierno en realidad inaugura el verano astronómico. Realmente no existe mejor fecha que la Navidad para negar la ficción de la idea lineal del tiempo –uno de los lugares comunes más caros para la “filosofía postmoderna”– porque justamente la Navidad verifica el mejor de los mitos: el eterno retorno de la luz. A eso se debe que Enero (del latín ianuarius) sea el primer mes del año y que lleve por nombre Jano, dios que tiene dos rostros con los que observa el pasado y el porvenir. Rilke, los niños y algunos poetas y narradores han experimentado la fascinación que provoca la temporada invernal. No existe otra estación del año que estimule los más profundos sentimientos de amor y paz; sin embargo, por su misma naturaleza oscura y fría, el invierno también es un período en el que mujeres y hombres experimentan desasosiego y depresión. Las posadas tienen como antecedente las Saturnales, celebraciones romanas que duraban del 17 al 23 de diciembre, tenían como objetivo aliviar a la población de la oscuridad y el frío (y la consabida depresión), estas festividades culminaban el 24 de diciembre en una celebración que hacía recordar la chispeante apoteosis del carnaval. En el fondo de este ambiente navideño en Roma palpitaban los ecos de los misterios eleusinos, ritos de iniciación que tenían como origen el rapto de Perséfone por Hades. Este mito griego, que se originó, y que al mismo tiempo dio origen a la agricultura –y a la cultura de Occidente en general–, explicaba que la doncella Perséfone debería permanecer durante la época de invierno enterrada en el inframundo para surgir radiante en la primavera, así se verificaba el proceso evolutivo de las semillas que permanecían enterradas para germinar y producir alimentos. La estación invernal se efectúa durante el tiempo en el que la Tierra entra en la constelación de Capricornio, quinto signo, de naturaleza negativa femenina (como Perséfone que, dice el mito, se encargaba de propagar

malestar sobre la superficie terrestre). Es interesante recordar que Capricornio es una constelación de cualidad cardinal (los otros signos cardinales son Aries, Cáncer y Libra), evento que provoca formidables desequilibrios y ambivalencias. No es imposible que la aparición de la Virgen de Guadalupe efectuada el 12 de diciembre signifique un contrapeso para equilibrar al símbolo de Perséfone buscando nivelar la pérdida de luz y calor, es decir, de amor en la Tierra. Tonantzin Guadalupe es la madre protectora de los mexicanos que se encuentran en situaciones simbólicas, ficticias o reales de orfandad, imagen-símbolo que ayuda a soportar las noches frías y el aliento de Hades que se cuela por los resquicios de las casas y el alma. El invierno es una época de paradojas, de amargura y felicidad, por eso es un tema al que han recurrido escritores de todos los tiempos y latitudes para indagar en sus desconcertantes efectos.

LA VIRGEN, PERSÉFONE Y EL FÉNIX

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ntre los primeros textos decembrinos de México encontramos el Nican Mopohua, escrito en náhuatl entre 1540 y 1545, relato del género místico y sobrenatural que documenta las apariciones de la Virgen de Guadalupe en el cerro del Tepeyac. Como algunos códices precolombinos, fue escrito sobre pulpa de maguey en el que consta que durante los días 9, 10 y 12 de diciembre de 1531, cuando la mayoría de la población nativa se encontraba en una especie de orfandad producida por la súbita muerte de sus dioses, período en el que todavía arreciaban entre los indios las epidemias traídas por conquistadores y colonos de España, se llevaba a cabo la asombrosa aparición de la Virgen amorosa. Era un tiempo en el que se impartían clases para aprender a pedir limosna y en el que los indios se ayudaban a soportar su triste existencia apoyándose en el pulque y el aguardiente. Es así que, entre el dolor y la búsqueda de una alternativa anímica, entre vapores de bebidas espirituosas, da inicio la literatura invernal después de la conquista en México y Latinoamérica. Tanto la imagen de Tonantzin Guadalupe, así como el contenido supernatural del Nican Mopohua, cuyo original, se presume, fue robado por las tropas estadunidenses durante la invasión a México de 1847, ha estado presente en momentos clave de la historia mexicana y –por supuesto– ha ayudado a soportar los rigores astronómicos de inumerables inviernos y sus consiguientes depresiones, verdaderas olas de melancolía cuyo síntoma más notorio es la elevación del consumo de bebidas embriagantes. ¿Cuic amo nican nica nimonanatzin? ¿Cuix amo nochehuallotitlan, ne cauhyotitlan in tica? ¿Cuix amo nehuatl innimopa cayelitz?

¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría?

Yo mismo, hace ya más de veinte años, durante una noche de gracia, tuve un vislumbre de esa imagen que tanto ha asistido a los mexicanos. Aquella noche, ya muy cerca de la puerta solsticial del invierno de 1994, escribí: “Rompe mi corazón de piedra/ Haz que vomite niebla/ Déjame mirar tu manto/ Flor de fuego primordial ya gira con la Reina/ Flota entre relámpagos la fuente que a sí misma se inventa.” A propósito de fuentes celestes milagrosas, Borges escribió “La secta del Fénix”, ave mitológica de plumaje rojo, anaranjado y amarillo incandescente, “que se consumía cada quinientos años por acción del fuego para resurgir de sus cenizas.” Dice el maestro argentino: “No hay templos dedicados especialmente a la celebración de este culto, pero una ruina, un sótano o un zaguán se juzgan lugares propicios. El Secreto es sagrado pero no deja de ser un poco ridículo.” Y agrega: “He merecido en tres continentes la amistad de muchos devotos del Fénix; me consta que el secreto, al principio, les pareció baladí, penoso, vulgar y (lo que aún es más extraño) increíble […] Lo raro es que el Secreto no se haya perdido hace tiempo; a despecho de las vicisitudes del orbe, a despecho de las guerras y de los éxodos, llega, tremendamente, a todos los fieles. Alguien no ha vacilado en afirmar que ya es instintivo.” Evidentemente Borges se refiere al Fénix como símbolo de resurrección y parece decirnos que con excepción de criminales y suicidas (que también son falange), la mejor parte de la humanidad parece formar parte de esa “secta” irredenta que por instinto se mueve en el territorio de la esperanza. La ambivalencia es radical, mientras que para el mito griego la tierra se abre para que Hades rapte a Perséfone, símbolo femenino que posee un semblante siniestro, en México aparece una madre virgen y amorosa, mientras que en otras naciones (incluyendo zaguanes y basureros) tarde o temprano reaparecerá el Fénix como símbolo de resurrección.

NOCHE DE INVIERNO Y PALABRA FECUNDANTE

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tro texto clásico de la temporada invernal en México es Navidad en las montañas, de Ignacio Manuel Altamirano, novela que transcurre durante la noche de Navidad de 1871. El narrador es un personaje que ha militado en las filas liberales durante la Guerra de Reforma, y construye una preciosa galería de costumbres mexicanas: Pero entonces, allí, en presencia de un cuadro que me recordaba toda mi niñez, viendo en el altar a un sacerdote digno y virtuoso, aspirando el perfume de una religión pura y buena, juzgué digno aquel lugar de la Divinidad;


Guadalupe

ntzin

y la adoración de Los Reyes

el recuerdo de la infancia volvió a mi memoria con su dulcísimo prestigio, y con su cortejo de sentimientos inocentes; mi espíritu desplegó sus alas en las regiones místicas de la oración, y oré, como cuando era niño.

Se confirma el “dulcísimo prestigio” de los sentimientos de la infancia haciendo sencilla la travesía por la puerta solsticial. No en balde el Papa Constantino, trecientos años después de Cristo, hizo lo necesario para que la fiesta pagana con ribetes de carnaval del sol victorioso fuera sustituida por una celebración que conmemoraría el nacimiento del Niño Jesús. En ese sentido escribe Santa Teresa de Ávila: “Pues el amor/ nos ha dado Dios,/ ya no hay que temer,/ muramos los dos.// Danos el Padre/ a su único Hijo:/ hoy viene al mundo/ en pobre cortijo.// ¡Oh gran regocijo,/ que ya el hombre es Dios!/ no hay que temer,/ muramos los dos.” Nuevamente aparecen los misterios de nacimiento, muerte y resurrección, es decir de purificación a través del amor. Santa Teresa deja latente la idea de que es preciso alcanzar la pureza de los niños para acceder al cielo de la esperanza en la tierra. San Juan de la Cruz dice al respecto: “Mi dulce y tierno Jesús/ Si amores me han de matar, / Agora tiene lugar.// Del Verbo divino/ la Virgen preñada/ Viene de camino/ Se le da posada.” He aquí la palabra fecundante avanzando hacia los anfitriones, quienes aguardan humildes la llegada del pequeño Salvador con fuego, velas y luces de Bengala, con una actitud trascendente que ayude a escapar del

mal a un niño Dios asediado, representación dramática de la saturación de la oscuridad que se acerca a su fin en la puerta solsticial de invierno. Sin embargo, aún tenemos que librarnos de los postreros efectos de la hecatombe del sacrificio de los niños inocentes, suceso que en México se recuerda de manera paradigmática, casi insolente, el 28 de diciembre. Georges Trakl, en su poema “Noche de invierno”, hace una descripción perfecta de la vertiente siniestra de la temporada: “Ha caído la nieve. Después de medianoche abandonada,/ ebria de vino, la oscura región de los hombres,/ la llama de su hogar./ ¡Oh, la tiniebla!// Negra escarcha. La tierra es dura, amargo el sabor/ del aire. Malos signos conforman tus estrellas.” Con su canción, “Amarga Navidad”, José Alfredo Jiménez, ese poeta y filósofo popular de México, describe parte de las vibraciones letales de la temporada: “Acaba de una vez/ de un solo golpe/ por qué quieres matarme/ poco a poco// Si va a llegar el día/ en que me abandones/ prefiero corazón/ que sea esta noche.// Diciembre me gustó/ pa’ que te vayas/ que sea tu cruel adiós/ mi Navidad/ No quiero comenzar/ el año nuevo/ con este mismo amor/ que me hace tanto mal.”

DE JANO A LA CANDELARIA

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abriel García Márquez dijo que la fiesta de san Nicolás, después de dar tumbos por Europa desde el siglo xViii , “pasó a Estados Unidos, y éstos nos lo mandaron para América Latina con toda una

cultura de contrabando: nieve artificial, candilejas de colores, pavo relleno y quince días de consumismo frenético al que muy pocos nos atrevemos a escapar”. Truman Capote escribió un durísimo cuento de Navidad a través del cual, pensando en la frase: “infancia es destino”, es posible explicarse por qué el gran narrador a la postre moriría por sus excesos y adicciones. Paradójicamente, aunque Dylan Thomas fue un poeta que también murió bebiendo, escribió, entre muchas historias verdaderamente amorosas, “Navidades infantiles en Gales”: Al mirar por la ventana del dormitorio, al ver la luz de la luna y la interminable nieve del color del humo, descubrí las luces en las ventanas de todas las demás casas de la colina, y oí la música que salía de ellas y se perdía en la larga noche que caía de prisa. Apagué la lámpara de gas, me metí en la cama. Dije algunas palabras dirigidas a la sagrada y cerrada oscuridad, y me dormí.

Mitologías del año que acaba es un pequeño y prodigioso libro escrito por don Alfonso Reyes; como dice Adolfo Castañón en su prólogo, el maestro nos recuerda que “los días del calendario tienen rostro”, que más allá de la historia oficial fluye una historia personal y privada. “Al acabar el año –dice Reyes– si aludimos a nuestras historias inconfesas nadie quiere entendernos […] Y seguimos hablando a solas, a trompicones, como los arroyos y los ciegos.” Frase sorprendente que nos hace pensar en Borges y en su relato “Funes el memorioso”: “Lo recuerdo (yo no tengo derecho a pronunciar ese verbo sagrado, sólo un hombre en la tierra tuvo derecho y ese hombre ha muerto) con una oscura pasionaria en la mano…”, o en “El guardador de rebaños”, de Alberto Caeiro: “Soy un guardador de rebaños./ El rebaño es mis pensamientos/ y todos mis pensamientos son sensaciones.” El dios Jano, contemplando ambos sentidos del tiempo, nos lleva a un fragmento del poema de t .s . Eliot “La travesía de los Reyes magos”: “Todo esto fue hace mucho tiempo, según recuerdo,/ y lo haría otra vez, pero quiero dejar esto asentado:/ ¿nos embarcamos en tamaña travesía para ver/ un Nacimiento o una Muerte? Hubo/ un Nacimiento, sí. Tuvimos prueba de ello/ y no quedaron dudas. Yo había visto antes/ nacimientos y muertes, pero entonces/ me habían parecido diferentes;/ para nosotros este Nacimiento/ fue como una agonía amarga y dolorosa,/ como la Muerte, nuestra muerte.” No muy lejos de la puerta del eterno retorno invernal, hacia el 2 de febrero, mes que fue llamado así “en honor a las februa en las Lupercales (de lupus, el lobo, el fauno) romanas”, Jano vislumbra a la Virgen de la Candelaria entre aromáticas velas, tamales, danzas y jaranas que prefiguran ya las fiestas sensuales y calientes del carnaval

Fragmento del códice Nican Mopohua, 1548

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Berger John

8 de enero de 2017 • Número 1140 • Jornada Semanal

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EL CONTADOR DE HISTORIAS

Luis Hernández Navarro

LO QUE PENSABA DE LA MIGRACIÓN QUEDÓ GUARDADO EN SU LIBRO UN SÉPTIMO HOMBRE. NOMBRAR LAS CONSTELACIONES

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ohn Berger se convirtió en escritor porque deseaba ser pintor. Estaba en una escuela de arte cuando una amiga lo llevó a un programa de radio para que describiera cuadros. Unos minutos después de hablar ante los micrófonos sobre una obra de Van Dyck, comenzó a convertirse en escritor. Daría el paso definitivo poco más tarde. En 1956, en plena Guerra fría, con treinta años de edad, la urgencia de intervenir en la vida política más activamente lo llevó a abandonar las espátulas y los pinceles para dedicarse de cuerpo y alma a la escritura. Sintió una irrefrenable necesidad íntima de contar lo que necesitaba decirse, ante el riesgo de que, si no lo hacía él, había el peligro de que nadie lo hiciera. Con el paso del tiempo, escribir se transformó en algo más para él, no sólo una urgencia política, pero igual ya no volvió a pintar. Esa necesidad provenía también de otra pasión profunda nacida de tiempo atrás: de las cosas no dichas en casa de sus padres durante su niñez, que tuvo que descubrir por sí mismo a edad temprana, cosas como la muerte, la pobreza, el dolor (de los otros) y la sexualidad. Escribir se volvió entonces una actividad esencial, que le ayudaba a buscar sentido a lo vivido y a continuar. Un afán explicado con precisión de cirujano por Susan Sontag: “Sólo lo que es capaz de narrar puede hacernos comprender.” Berger se transformó así en uno de esos personajes que –como él mismo explicó– tendidos de espaldas, contemplando el cielo nocturno bajo la égida de una multitud de estrellas, dieron nombre a las constelaciones: un contador de cuentos, un deletreador del infinito. No era la primera vez que incursionaba en el mundo de las letras. Integrante del ejército británico al finalizar segunda guerra, ayudaba a sus compañeros de armas que no sabían escribir a redactar las cartas para sus esposas, familiares y amigos. Fue, además, desde 1951 y durante diez años, colaborador de la revista New Stateman. Muy pronto el sabio desarrolló, desde las profundidades del valor supremo de su experiencia, una escritura basada en un estilo y una voz alejada de los formatos convencionales del mundo académico. Prófugo de la enseñanza escolarizada, su educación formal concluyó con apenas dieciséis años. Según explicó: “Deseaba estar en la calle, donde las historias nos hablan y consideraba que la vida fuera de la universidad era mucho más interesante y misteriosa.” Fue así como concibió la escritura como una actividad que no tiene un territorio propio. “El acto de escribir explicó– no es más que el acto de aproximarse a la experiencia sobre la que se escribe.” Autor de multitud de libros, nunca se pensó a sí mismo como un escritor profesional de trascendencia. Redactó cartas, poemas, discursos, artículos, historias,

SUS CAVILACIONES ACERCA DE ESTE SIGLO PUEDEN LEERSE EN EL CUADERNO DE BENTO. libros y notas. Fue a un tiempo poeta, novelista, crítico e historiador de arte, dramaturgo, guionista cinematográfico, dibujante, ensayista y, por encima de todo, contador de historias. Las forma que le dio a sus libros surgió siempre del tema. A pesar de su diversificada actividad literaria, no incursionó en la autobiografía. “No tengo deseo de escribirla –dijo. Todo lo que me interesa de mi vida pasada son los momentos comunes. Los momentos que, si relato de manera adecuada, se unirán a otros, inumerables, vividos por gente que no conozco de manera personal.” Sus obras son él mismo, arte y vida fundidos. Un elemento común en casi todos sus escritos de “ficción” es el uso del tiempo presente en el relato, en lugar del pretérito imperfecto. “El tiempo de la crónica, del relato del narrador, es el presente histórico”, escribió en un ensayo sobre Crónica de una muerte anunciada, de su admirado Gabriel García Márquez. Un contador de historias –explicó en distintas ocasiones con la paciencia de un profesor de párvulos con sus alumnos– es distinto a un novelista. Lo es, de entrada, porque los contadores de historias preceden a los novelistas; probablemente están ligados al origen de la humanidad. Lo que cuentan es público mientras que lo que los autores de ficción escriben proviene de la esfera privada. El contador de historias no narra experiencias propias sino historias que vienen de la escucha y la interpretación de lo que ha sucedido a los demás. No inventa personajes sino que hace una síntesis de varios de ellos. Y esos personajes adquieren vida propia a través del tiempo que viven. Su tiempo y su historia les pertenece a ellos y no al escritor. Y el misterio de su narración, a diferencia de las novelas, nace de algo que el

autor conoce muy bien. En cambio, el novelista inventa otra realidad: su propia obra. Los contadores de historias –advirtió Berger– son los secretarios de la muerte. Todos llevan el mismo sentido del deber, la misma vergüenza atravesada (producto de que los narradores han sobrevivido y sus personajes han partido), y el mismo orgullo oscuro que les pertenece personalmente no más que las historias que cuentan.

ARTE Y POLÍTICA

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n 2013, después de la caída del Muro de Berlín, la disolución de Unión Soviética, el triunfo del neoliberalismo y en plena guerra contra el terrorismo, John Berger refrendó que seguía siendo marxista. Toda su vida adulta lo fue. Su visión del mundo, su compromiso político, su papel como intelectual público estuvieron marcados por esta realidad. Una realidad a la que arribó arrastrado por el arte. Con profunda originalidad pero desde este lado de las barricadas, el escritor analizó la batalla que se da en los tiempos modernos en el mundo del arte. Según explicó recientemente el filósofo Robert Minto en Los Angeles Review of Books, para Berger este combate titánico ha enfrentado dos posiciones antagónicas. De un lado, una que afirma que el arte es valioso porque plasma la visión de un artista; es un bien en sí mismo en la medida en que tiene éxito en esta tarea. Esta es la concepción del autor de Puerca tierra, y es lo suficientemente amplia para englobar todas las diversas y contradictorias posiciones de las distintas facciones del arte moderno. Del otro, una postura que proclama que el arte es valioso porque cuesta, es decir, que valora la

El subcomandante Marcos le regala su pipa al escritor John Berger durante las conferencias del Coloquio Internacional In Memoriam Andrés Aubry, San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 16 de diciembre de 2007. Foto: Víctor Camacho/ La Jornada


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John Berger durante su visita al Caracol de Oventic, Chiapas, donde se reunió con la Junta de Buen Gobierno, 14 de diciembre de 2007. Foto: Víctor Camacho/ La Jornada

obra artística en tanto mercancía. Por eso, sostiene Berger, es necesario hacer un esfuerzo imaginativo que va en contra de todas la tendencias contemporáneas en el mundo del arte: se requiere ver las obras de arte liberadas de toda la mística que las une como mercancías. El analista sostuvo que al considerar la dimensión histórica del arte, su juicio sobre una obra dependía de que ésta ayudara o no a los hombres a reivindicar sus derechos sociales en el mundo moderno. Empero, “debía considerar también otra faceta trascendental: la cuestión del derecho ontológico del hombre”. Frente a la barbarie del nuevo orden económico, Berger fue un escritor comprometido con la lucha diaria, directa, cambiante. En esa su contienda, su más poderosa arma, el contar historias, se convirtió en afilado sable contra la permanente victoria de la vulgaridad y la estupidez, en una herramienta para resistir. Resistir – explicó el autor de Páginas de la herida– no significa sólo rechazar la absurda imagen del mundo que se nos ofrece desde el poder, sino también denunciarla. Porque cuando el infierno es denunciado desde adentro, deja de ser infierno. Los relatos de Berger, sus obras artísticas, son una vía creativa y original de nombrar lo intolerable, de exorcizar los demonios del poder. Alejado del dogmatismo doctrinario, del lenguaje perezoso y de los lugares comunes, fue un implacable critico del capitalismo, al que, en una época de transformismo lingüístico, llamó una y otra vez por su nombre. Fue un formidable constructor de referencias (mojoneras las llamó también) para comprender el mundo actual. Una de sus últimas mojoneras fue la de proponer que en el contorno del planeta vivimos en una cárcel. ¿Qué clase de cárcel? ¿Cómo se construyó? ¿Dónde está situada? Esa penitenciaría no es –asegura– sólo una metáfora. Es mucho más que un gulag. Es una prisión donde la finalidad de casi todos sus muros (los reales, los electrónicos, el patrullaje, los interrogatorios) no es mantener a los prisioneros dentro para regenerarlos, sino mantenerlos fuera para excluirlos. Una cárcel en la que millones de obreros explotados brutalmente son reducidos al estatus de criminales. El planeta –sentenció John– es una prisión y los gobiernos obedientes, sean de derechas o de izquierdas, son los pastores, los guardias.

Estrechamente ligado a la lucha de liberación del pueblo palestino, el escritor de De A para X. Una historia en cartas– pensó la situación que se vive en Palestina como una metáfora de lo que sucede en el mundo, en el que se ha construido un muro para separar ricos de pobres. Berger fue, también, un defensor de la cultura campesina, en la que encuentra –a partir de su propia experiencia de vida en una comunidad rural en los Alpes franceses– una de las enormes riquezas de la humanidad; no un lastre del pasado sino una reserva del futuro para otro mundo alternativo. “Puede–escribió– que la experiencia de supervivencia del campesino esté mejor adaptada para esta dura y lejana perspectiva que una esperanza progresiva, continuamente reformada. Desencantada e impaciente, en la victoria final.” El autor de Un séptimo hombre vio en la eliminación intencionada o planificada del campesinado uno de los más importantes fenómenos globales en marcha, un fenómeno con absoluta centralidad política, como lo muestran las incesantes oleadas migratorias hacia los países desarrollados. Un asunto de primer orden abordado por distintos pensadores. Entre ellos, Berger vio como una figura y un movimiento clave al subcomandante Marcos y a los zapatistas, que inventaron un vocabulario completamente nuevo para hablar de la política mundial, debido, en parte, a su preocupación por el campesinado. Al analizar la renovación del lenguaje de la resistencia y el deseo desde el campo del zapatismo, el autor de Una vez en Europa encontró una curiosa similitud entre las “Siete piezas sueltas del rompecabezas mundial”, escrito por el vocero de los rebeldes del sureste mexicano, y la visión del infierno que el Bosco pintó en su Tríptico del milenio hace más de cinco siglos. La obra del artista del Ducado de Bravante –dice Berger– se ha convertido en una extraña profecía de la imagen del mundo que hoy difunden los medios de comunicación bajo el impacto de la globalización, con su criminal necesidad de vender sin pausa. La relación entre los zapatistas y el escritor fue estrecha, constante, profunda y cordial. Se remonta a los primeros días de la rebelión y al intercambio epistolar entre Marcos y John, recogido en El tamaño de una bolsa. Tam-

bién a otros escritos del crítico de arte incluidos en libros como Fotocopias, textos como Bosquejos para un retrato de México o dibujos al carbón del subcomandante. Berger asistió en San Cristóbal de las Casas al Coloquio dedicado a Andrés Aubry en diciembre de 2007 y se entrevistó con la Junta de Buen Gobierno de Oventic. En el encuentro narró su reunión con los indígenas rebeldes, como si fuera uno de sus análisis de una obra de arte: “Tenían autoridad sin ningún rastro de autoritarismo. Y créanme que el autoritarismo, una vez adquirido, esclerosa toda la vida de las personas. Esos pasamontañas, lejos de hacerlos menos humanos, los hacía más. Bien sé aquello de ‘usaron las máscaras para hacerse visibles’. Mas ¿por qué es así? Lo puedes leer en sus ojos. Y los mensajes de los ojos son la menos controlable de las expresiones faciales, y en consecuencia la más sincera.” “En segundo lugar, los indígenas sabían que decían la verdad, porque no hay una sola verdad. Nada afecta más la calma que decir mentiras, o verdades a medias. Las mentiras producen miedo en quien las dice. En este sentido, ningún miembro de la junta tenía miedo (eran fearless). Y ser así significa que estás muy familiarizado con el dolor.”

LA CEREMONIA DEL ADIÓS

J

ohn Berger fue un hombre extremadamente solidario y generoso. Su hija Katja lo definió como un pozo cuando escuchaba y una fuente cuando hablaba. Oía con paciencia y atención, guardaba largos silencios antes de hablar, usaba las palabras con una precisión de relojero y saludaba o se despedía con cálidos abrazos. Los poemas están más cerca de las oraciones que los cuentos, apuntó. Y anticipando su deceso escribió en Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos una especie de plegaria: “Lo que más me reconcilia con mi propia muerte es la imagen de un lugar: un lugar en el que tus huesos y los míos sean sepultados, tirados, desenterrados juntos.” Reconciliado con su ausencia, hoy descansa juntos a esos otros huesos en Quincy, el pueblo en los Alpes franceses que escogió para vivir


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arte, Como resistir a las fuerzas del olvido

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(fragmento*) n el orden global totalitario del capitalismo financiero especulativo en el que vivimos, los medios no dejan de bombardearnos con información, pero esta información es casi siempre una diversión planeada, que nos distrae la atención de lo que es cierto, esencial y urgente. Mucha de esa información tiene que ver con lo que alguna vez llamamos política, pero ahora la política fue subsumida por la dictadura global del capitalismo especulativo, con sus comerciantes y grupos bancarios de presión. Los políticos, tanto de derecha como de izquierda, continúan en sus debates, en sus votaciones, en la aprobación de resoluciones, como si no fuera así. El resultado es que su discurso no se refiere a nada. Es inconsecuente. Las palabras y los términos que utilizan y repiten –como terrorismo, democracia, flexibilidad– se vaciaron de cualquier significado. A lo ancho del mundo sus públicos siguen sus cabezas parlantes cual si atisbaran un interminable ejercicio escolar o una clase donde aprendieran retórica. Pura mierda. Otro capítulo de la información con la que nos bombardean se concentra en lo espectacular, en los eventos violentos y chocantes dondequiera que ocurran por el mundo. Asaltos, terremotos, embarcaciones capturadas, insurrecciones, masacres. Una vez mostrados, cualquier espectáculo es reemplazado por otro. Casi no existen explicaciones pacientes ni seguimientos. Nos llegan como impactos, no como historias. Son el recordatorio de la impredictibilidad de lo que puede ocurrir. Demuestran los factores de riesgo en la vida. Añadamos a esto la práctica lingüística utilizada por los medios en su representación y descripción del mundo. Es muy cercana a la jerga y lógica de los expertos en administración y manejo. Cuantifica todo y casi no hace referencia a la sustancia o a la cualidad. Se ocupa de los porcentajes, de los virajes en las encuestas de opinión, de las ci-

Foto: Víctor Camacho/ La Jornada

John Berger fras del desempleo, las tasas de crecimiento, las crecientes deudas, las estimaciones de dióxido de carbono, etcétera, etcétera. Es una voz que se siente a gusto con los dígitos pero nada tiene que ver con los cuerpos vivos, o con los que sufren. Y no habla ni de remordimientos ni de esperanzas. Entonces, lo que se dice públicamente y el modo en que se dice promueven una especie de amnesia cívica e histórica. La experiencia nos es arrebatada. Los horizontes del pasado y el futuro se borronean. Estamos siendo condicionados a vivir en un interminable e incierto presente, reducidos a ser ciudadanos en el Estado del Olvido.

Mientras, lo que ocurre a nuestro alrededor va de mal en peor. El planeta se sobrecalienta. La riqueza del planeta está siendo concentrada en menos y menos manos, mientras la mayoría está mal alimentada, no encuentra sino comida chatarra o de plano pasa hambre. Más y más millones de personas están siendo forzadas a emigrar con ínfimas posibilidades de sobrevivir. Las condiciones laborales se tornan más y más inhumanas. Aquellos que están listos para protestar contra lo que ocurre hoy, o resistir ante esas fuerzas, son legión. Pero los medios políticos para hacerlo son por el momento poco claros o están ausentes. Necesitan tiempo para desarrollarse, así que hay que esperar. Pero cómo esperar en tales circunstancias. Cómo esperar en esta condición de olvido. Recordemos que el tiempo, como lo explicaron Einstein y otros físicos, no es lineal sino circular. Nuestras vidas no son puntos en una línea –una línea que hoy es amputada por la voracidad instantánea del orden capitalista global sin precedentes. No somos puntos en una línea, somos los centros de círculos. Tales círculos nos rodean con testamentos dirigidos a nosotros por nuestros predecesores desde la Edad de Piedra, y por textos que no se dirigen a nosotros pero que nosotros presenciamos. Son textos de la naturaleza, del universo, y nos recuerdan que la simetría coexiste con el caos, que el ingenio puede burlar las fatalidades, que lo que deseamos nos tranquiliza más que las promesas. Entonces, sostenidos por lo que heredamos del pasado y por lo que testimoniamos, tendremos el coraje para resistir y continuar resistiendo en circunstancias aún inimaginables. Aprenderemos a esperar en la solidaridad. Y al infinito seguiremos valorando que juremos y maldigamos en todas las lenguas que conocemos

*Publicado originalmente en el número 1060 (28/VI/2015) de este suplemento.

Traducción de ramón vera Herrera John Berger firma autógrafos, durante la presentación de su libro Con la esperanza entre los dientes, editado por La Jornada, Ciudad de México, 19 de diciembre de 2007. Foto: Cristina Rodríguez/ La Jornada


Berger John

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(1926-2016)

resistenciA y esperAnzA BERGER, DE ORIGEN BRITÁNICO, MURIÓ EL PASADO 2 DE ENERO EN PARÍS A LOS 90 AÑOS. DEDICÓ SU VIDA A PINTAR, ESCRIBIR Y A REALIZAR CRÍTICA DE ARTE. ENTRE SUS OBRAS SOBRESALIENTES SE ENCUENTRAN LA NOVELA G. Y EL ENSAYO MODOS DE VER.

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apuntes sobre la CanCión

(fragmentos*)

John Berger

I a canción con La que más me acuer-

do de mi madre es “Shenandoah”. Algunas veces ella la cantaba al terminar alguna comida cuando había invitados y si ocurría algún momento de plenitud silenciosa. Su voz de contralto era suave, melodiosa y nada dramática. La canción, incluida en el cancionero de mi padre, data de mediados del siglo xix . El valle de Shenandoah era un lugar de asentamientos indios en la mitad de Estados Unidos. Oh Shenandoah I long to see you, away you rolling river Oh Shenandoah I long to see you, Away, I’m bound away ‘cross the wide Missouri.

[Son ya siete años/ de la vez que te vi/ y escuché fluir tu río// Son ya siete años/ de la vez que te vi,/ Lejos, nos vamos lejos./ Cruzando ancho el Missouri]

En cada una de las canciones hay distancia. Las canciones no son distantes, pero la distancia es uno de sus ingredientes, al igual que la presencia es uno de los ingredientes de cualquier imagen gráfica. Esto es cierto desde el principio de las canciones y el principio de las imágenes. La distancia separa o puede ser cruzada con tal de propiciar una reunión. Implícitamente, todas las canciones (y a veces de forma explícita) se refieren a viajes. I wish I was in Carrickfergus only for nights in Ballygrand I would swim over the deepest ocean -the deepest ocean- for be your side.

L

as canciones envueLven con sus brazos al tiempo

ran Parte de Lo que nos ocurre en la vida es

innombrable porque nuestro vocabulario es demasiado pobre. La mayoría de las historias se cuentan en voz alta porque el narrador confía en que

*Publicado originalmente en el número 993 (16/III/2014) de este suplemento.

[Quisiera estar en Carrickfergus/ unas noches tan sólo en Ballygrand/ Nadaría el océano más profundo/ –el océano más profundo–, con tal de a tu lado estar.]

El río era tributario del Missouri que se une al Mississippi. Se volvió una canción cantada por negros porque en Estados Unidos el Missouri separaba el sur esclavista, del norte. A los boteros y marinos también les gustaba cantarla. En ese entonces, el curso inferior del Missouri tenía mucha navegación. Mi madre me la cantaba cuando yo tenía uno o dos años de edad. No era frecuente, no era un ritual, y no tengo el recuerdo preciso de que me la cantara a mí solo. Pero ahí estaba la canción. Un objeto misterioso entre otros que había en la casa, pero del cual yo estaba consciente de que estaba ahí –como una camisa en la cajonera, para ocasiones especiales.

Las canciones se refieren a secuelas y retornos, a recibimientos y despedidas. O para ponerlo de otra manera: las canciones se le cantan a una ausencia. La ausencia es lo que las ha inspirado y es a eso a lo que responden. Al mismo tiempo (y la frase “al mismo tiempo” adquiere aquí un significado especial) al compartir la canción la ausencia también se comparte y como tal se torna menos aguda, menos solitaria, menos silenciosa. Y esta “reducción” de la ausencia original que ocurre en el compartir propio del canto, o incluso en la memoria de dicho canto, la experimentamos colectivamente como una victoria. A veces es una victoria leve, a veces está encubierta. “Me podía envolver”, dijo Johnny Cash, “en el cocuyo tibio de una canción e ir a cualquier parte; era invencible.”

‘Tis seven years since last I’ve seen you, Away, we’re bound away. Across the wide Missouri

III histórico sin proponer la utopía. La colectivización forzada de la tierra, con la hambruna que causó en la Unión Soviética y luego en el Gulag soviético, con las enciclopedias de sentido engañoso que lo acompañaron, se iniciaron, se prosiguieron implacables y se justificaron siempre en nombre de una utopía donde el hombre soviético, nuevo y sin precedentes, pronto habría de vivir. Del mismo modo, la siempre creciente pobreza humana que es creada hoy a nivel global, y el saqueo del planeta que prosigue, son implementados y justificados en aras de una utopía que será garantizada por las Fuerzas del Mercado, cuando no se les regula y se les deja operar libremente. Esta es una utopía donde, en palabras de Milton Friedman, “cada hombre pueda votar por el color de la corbata que desea”. En cualquier visión utópica, la felicidad es obligatoria. Esto significa que en realidad es inalcanzable. Dentro de su lógica, la compasión es una debilidad. Las utopías desprecian el presente. Las utopías substituyen la esperanza con dogmas. Los dogmas están grabados en piedra. Por el contrario, las esperanzas vacilan como la llama de una vela

[Ah, Shenandoah/ Añoro verte,/ fluyendo lejos, río/ Ah, Shenandoah/Añoro verte/ Me voy, me voy muy lejos/ Cruzando el ancho Missouri.]

‘Tis seven years since last I’ve seen you and hear your rolling river

narrar una historia pueda transformar un suceso innombrable en algo familiar, en íntimo. Tendemos a asociar intimidad con cercanía y la cercanía con una cierta suma de experiencias compartidas. No obstante, en realidad, los extraños totales que nunca se dirán una sola palabra entre sí, pueden compartir una intimidad. Una intimidad contenida en el intercambio de una mirada furtiva, un asentimiento con la cabeza, una sonrisa, el encogerse de hombros. Una cercanía que dura por minutos o lo que dura una canción que se canta o que se escucha juntos. Es un acuerdo en torno a la vida. Un acuerdo sin cláusulas. Una conclusión espontáneamente compartida entre historias no contadas que se reunieron en torno a la canción presente.

II

G

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las manos de John berger

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Ángela Pradelli (fragmento*)

Foto: Ángela Pradelli

B

erGer tenía cincuenta años cuando vino a vivir

esta es una edición bilingüe, él lee una parte en inglés y luego yo sigo en español. Después Berger busca la exquisita edición de 1994, que incluye fotos y dibujos y afirma que leer un poema significa ser transportado pero no al futuro ni al pasado. Que sólo hay un aquí y ahora. Un tiempo y un lugar idénticos al de la lectura del poema y que lo incluye todo. Berger hace también sus preguntas. Quiere saber, por ejemplo, qué enseño en la escuela, cuántos años tienen mis alumnos, cómo son las clases, qué escriben los estudiantes. Me cuenta que él escribe poemas desde los doce pero no conserva ninguno de esa época.

a Quincy entre los campesinos de montaña. –Mi educación formal había concluido a los dieciséis, pero entre estos campesinos de Quincy, aquí, entre las montañas, yo aprendí tanto como en una universidad. Y de pronto aparece entre nosotros Páginas de la herida. De repente, así como aparece siempre la poesía. Se instala ahí como un suceso que hay que abordar. Buscamos un poema en especial, así que vamos y venimos por sus páginas, nos demoramos. Sus manos otra vez, esas manos. Cuando por fin lo encontramos, como

Me pregunta también por mis parientes en Italia, que conoce muy bien esa zona del norte, la comuna de Coli, me dice, y se dispone a escuchar las historias familiares. Quiere detalles y a veces vuelve a preguntar para que la respuesta sea más larga. Y entonces hablamos de la inmigración, de la hambruna de los pueblos, de la separación de las familias, los hermanos que no pudieron volver a verse nunca más, de las tristezas y de las fatigas, de las madres y los padres que fueron envejeciendo habiendo perdido para siempre todo contacto con sus hijos, de las guerras. Parece que a Vincent la caminata sobre el banco le abrió el apetito. –¿Qué hora es? –pregunta Berger–. Podríamos tomar una copa de vino. Entonces se levanta y corta primero unas rodajas de pan fresco y las dispone sobre la mesa. Luego toma de la alacena una botella de vino y busca las copas en el armario. El ventanal de la cocina es grande y desde aquí se ven las tierras cultivadas y un recorte del pueblo. Se ven también, y parecen cercanos, los picos blancos de los alpes y el modo en que la nieve fulgura desde esa altura. Estamos parados frente a la mesada de la cocina. Muy cerca de nosotros hay un canasto lleno de nueces. Mientras él descorcha el vino, yo hundo mis brazos entre las nueces hasta tocar el fondo del canasto. Al oír el crujido de las cáscaras Berger señala hacia afuera. –Todas estas nueces son de ese mismo árbol –dice. El nogal que se ve tras la ventana es un árbol grande, fuerte. Llenamos las copas. –Brindemos –dice Berger, y cada uno a su turno elige para ese brindis sus propias palabras, que son deseos, y que quedan flotando sobre la mesa.

animales sin papeles John Berger BECERRO Nos comen a muchos de nosotros –y a casi todos de nosotros en tiempos de hambruna. Pero también nos envidian. Es un ejemplo de eso que le llaman “tener la sartén por el mango”.

LAGARTIJA

serve, tratan la comida como una propiedad. La adquieren, y al masticarla, la meten en el banco. Nosotros le damos a la comida el trato de algo que nos hallamos por puro azar. Matamos por comida, peleamos por comida, pero nunca pensamos que la tenemos garantizada. Los mal comidos de ellos se acercan a la comida como nosotros, pero la comparten más.

Los acompañamos bajo el cerro. Los chamanes lo saben.

SERPIENTE Dibujo de John Berger

(fragmentos*)

PERRO Perro, habiendo vivido con ellos por tanto tiempo, es el animal de los olvidos, Mueve su cola cuando halla un recuerdo.

Las historias naturales que escriben son, para ellos, una descripción furtiva del paraíso perdido. En cambio, para nosotros, el paraíso no es sino un nuevo amanecer.

ZORRO

COCODRILO

RINOCERONTE

Ellos viven con remordimiento y miedo. Nosotros vivimos con miedo y anticipación. Esto implica que entre nosotros no existen las mentiras. Sí, hacemos tretas, pero nunca olvidamos que son tretas. Ellos se mienten a sí mismos. Y la necesidad de hacerlo explica tal vez lo complejo de sus lenguajes.

Miro comer a los bien comidos de ellos. Tienen dos modos diferentes de comer: uno, cuando comen acompañados y hablan, el otro cuando comen a solas. En compañía tratan la comida como distracción placentera de su búsqueda de algo más. Es un acompañamiento a la ambición. Cuando comen solos y sin que nadie los ob-

Para nosotros el tiempo no existe. Cuando estamos en algún lugar, el tiempo es algo que nos precede o nos persigue I *Animales sin papeles, John Berger (textos) y Atziri Carranza (tintas), Ítaca/La Cabra Ediciones, México, 2013.

versiones de ramón vera Herrera


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Insisto, hay que ver las manos de este poeta, manos que tienen las marcas del trabajo en la tierra, en la escritura, la pintura. Hay que ver estas manos. Después miramos algunos libros de fotos y hablamos sobre las diferencias entre foto y escritura. –No podría decir cuándo me inicié en la fotografía. Lo que sé es que siempre he reaccionado a las imágenes de cualquier tipo, no sólo a las fotográficas. Y cuando publiqué poemas que incluían fotos mi intención no era que la fotografía fuera una ilustración, no, no me gusta esa idea. Yo quiero que la foto sea un texto del mismo nivel que el poema. Muchas veces incluso primero surgía la imagen y recién después escribía el poema. El perfume del vino es dulce pero también huele a maderas y, como los deseos del brindis, queda en el aire, sobre la mesa, entre nosotros. –Una foto –dice Berger– es una instantánea. Un fotógrafo puede tomar muchas fotos, y descartarlas y volver a tomarlas y continuar así. Pero una imagen nunca está terminada. Un texto en cambio nos visita y luego nos abandona. Salimos juntos de la casa. Ni bien pasamos la puerta, la imagen del poeta Mahmoud Darwish desde la gran foto que cuelga alta en la pared hace que nos detengamos allí frente a él. –Era mi amigo –dice Berger–, y está muerto. Luego, por unos segundos, en silencio, Berger se queda mirando el paisaje del otoño en Quincy. Las hojas amarillas de las plantas que se desprenden y caen livianas, las ramas de los árboles que empiezan a quedarse peladas. Nos despedimos en el porche. Por alguna razón, su abrazo tan fuerte me recuerda el nogal cargado de fru-

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Dibujo de John Berger

tos en el jardín. Habíamos pasado la tarde leyendo poesía, hablando de la tierra y los lugares, de las lenguas. Habíamos tomado vino e imaginado otras vidas en otros tiempos. Nos contamos historias familiares y hablamos de los fracasos y los sueños. En la última imagen que tengo de este encuentro, una imagen que es también un poema, lo veo a Berger parado en el medio de la calle. Nos sigue con su mirada celeste y levanta el brazo bien alto para saludarnos mientras nosotras empezamos a bajar por el camino entre montañas. Con la distancia el poeta debería verse más pequeño a medida que nos alejamos. Pero no. -Ya no nos volveremos por la autopista –me dice Paulina mientras andamos todavía por las calles de Quincy. -¿Y por dónde entonces? –le pregunto. –Por adentro –me contesta Paulina-, volveremos por adentro y así atravesaremos los pueblos.

palabras John Berger

(de Páginas de la herida) John Berger fuma la pipa que le regaló el subcomandante Marcos durante los trabajos del Coloquio Internacional In Memoriam Andrés Aubry en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, 16 de diciembre de 2007. Foto: Víctor Camacho/ La Jornada

Y eso hacemos, vamos pasando uno a uno todos los pequeños poblados y los nombramos exagerando la pronunciación en francés. Ya casi termina la tarde cuando llegamos a la frontera con Suiza. Pero hay algo raro. Aun cuando el aire empieza a oscurecerse cada vez más porque el sol ya está poniéndose detrás de las montañas nevadas, nosotras nos volvemos de ese encuentro como quien regresa de una iluminación que, en su brevedad, durará sin embargo para siempre y traerá una y otra vez la misma imagen. Nos abrazamos en el porche para despedirnos, después John Berger nos acompaña con su mirada celeste, se para en el medio de la calle, siempre grande y tan fuerte como un nogal, nosotras nos alejamos, él levanta el brazo bien alto y nos saluda agitando su mano

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*Publicado originalmente en el número 836 (13/III/2011) de este suplemento.

II

Garganta abajo Se precipitan La gente y la sangre

La lengua es la primera hoja de la columna vertebral bosques de lenguaje la rodean

en los helechos inalcanzable aullaba un perro

como un topo la lengua abre madrigueras en la tierra del habla

una cabeza entre labios abrió la boca del mundo

como un pájaro la lengua vuela en arcos de palabra escrita.

sus pechos como palomas se le posan en las costillas

La lengua está amordazada y sola en la boca.

su hijo mama el largo hilo blanco de las palabras

en nuestro próximo número:

amParo dáviLa entre La Poesía y eL cuento eduardo cerdán

La Jornada Semanal @JornadaSemanal jsemanal@jornada.com.mx


ARTE Y PENSAMIENTO ........

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Naief Yehya

Agustín Ramos

“echauri (a María): Estamos charlando del agente provocador […] De Sócrates, mujer. Le decía yo a Verónica que no entendía por qué la acusó. ” verónica (con voz monótona): El chico no tiene la culpa. Lo golpearon. El gobierno pactó con los viejos líderes comunistas, quería deshacerse de Matarazo, que era el peligro real para él, y se aprovechó de Sócrates para acusarme […] Los comunistas hicieron el Movimiento Estudiantil para politizar al pueblo, como dicen ellos, y en la confusión deshacerse de Matarazo […] ” echauri . Entonces yo llevaba la razón y Sócrates es un delator cínico y un agente provocador. ” verónica : No. ¿Acaso no lo llevaron al mitin de la matanza, que los comunistas organizaron? ¿Por qué fue él y no fue Marcelino, el otro líder juvenil? Querían matarlo ahí mismo, y como salió vivo, los policías, por órdenes del director, lo golpearon para que me acusara…” Sócrates y los gatos es una obra genial y dolorosamente problemática de Elena Garro. La flagrancia biográfica de la autora dentro del hecho histórico al que alude, el movimiento estudiantil de 1968, más la tesis que propala en esta pieza teatral, harían de su escenificación una provocación artera y una ofensa similar a la que montaron los payasos trágicos del Senado de la República contra los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, contra Belisario Domínguez y contra el mínimo de decencia. Una verdadera lástima, porque es escasísima la literatura que presenta al ser de su creador de forma tan cabal. Empleando magistralmente los recursos surrealistas propios de su temperamento y genio, Elena Garro consuma en esta obra un realismo capaz de mostrar al cuerpo en la plenitud lamentable de sus prisiones, pavores, obsesiones, delirios... La protagonista, Verónica, y su hija, hallan un falso refugio después de involucrarse torpemente en el movimiento orquestado –según la tesis de Garro– por políticos inescrupulosos de izquierda y derecha y protagonizado por un ejército inocente y por estudiantes manipulados. “En el fondo de cada comunista –dice la protagonista– hay un rastacuero, un arribista social patético.” Lo que esta visión tiene de completa y radiográfica de un ser humano desamparado y sin más escudo que sus apegos y manías, lo tiene de epidérmica y obtusa en cuanto a la interpretación del movimiento estudiantil y de sus dirigentes reales. Empero, visión e interpretación se complementan para proyectar, si cabe decirlo así, la imagen de una coherencia extrema frente al ‘68, la voz desnuda de Elena Garro

Elena Garro

con sus miserias y su grandeza. Ahora bien, el hecho al que se alude en Sócrates y los gatos revela una ceguera total respecto a la manipulación de los jóvenes y a la inocencia del ejército. El desenlace en la Plaza de Tlatelolco fue un crimen de Estado a estas alturas imposible de desmentir, una masacre premeditada contra manifestantes pacíficos e inermes que ejercían, organizada e insobornablemente, su derecho a demandar, fundamentalmente, el cumplimiento de la Constitución. Se sabe, asimismo, cómo operaron las fuerzas gubernamentales, policíacas y militares, y cómo en el escalamiento, la infiltración y la capitulación final intervinieron políticos como Corona del Rosal, Luis Echeverría e izquierdistas del pri , del pps y del Partido Comunista Mexicano. Menciono con todas sus letras al pcm porque la Garro confunde a los comunistas independientes con los miembros de un partido liquidador de movimientos sociales y, llegada la ocasión y la orden moscovita, de revolucionarios antiestalinistas… En la novela testimonial Los días y los años, el representante de Filosofía en el órgano rector estudiantil, Luis González de Alba, recrea una discusión entre presos políticos en Lecumberri sobre la participación del pcm , insignificante durante el auge del movimiento y como usurpador y traidor después de la matanza y del encarcelamiento de dichos representantes: “¨[…]eso de llamar comunistas sólo a los del partido es una trampa de ustedes pues de ahí se puede llamar anticomunistas a quienes los atacan. “–Pues si acaso hay comunistas sin partido… “–¿Tú crees que no? Eso sí está bueno.” En México, a medio siglo de un movimiento que aún espera justicia, en vista del hartazgo de la clase media, de la resistencia magisterial e indígena y de los aprestos electoreros para disputar con todo la Presidencia, más que agua pasada presenciamos un pasado en claro o, más poética y exactamente, los recuerdos del porvenir •

El último voto de Obama en la onu poder y esquizofrenia Tras la elección de Donald j. Trump y hasta el 20 de enero de 2017, Estados Unidos vive un extraño período, un interregno donde dos soberanos, el presidente saliente y el presidente electo, compiten por imponer su voluntad: Obama para preservar su legado y Trump para impedírselo. Trump se ha rodeado de ejecutivos de la industria petrolera y Obama ordenó una prohibición permanente a la perforación para extraer petróleo en partes del Atlántico y el Ártico. Trump asegura que desmantelará el obamacare y el presidente afirma que, de hacerlo, millones de personas quedarán a la deriva sin servicios de salud. Estos y otros debates han desatado una guerra de declaraciones cada vez más agresivas que han dado por terminado el breve momento de civilidad entre el presidente y su sucesor. Pero el tema donde las diferencias entre ambos han sido más intensas es sin duda el conflicto entre Israel y Palestina. Obama tuvo una relación tensa, distante y complicada con Benjamin Netanyahu; no obstante, le entregó el paquete de ayuda militar más grande de la historia: 38 mil millones de dólares en diez años, sin pedir nada a cambio, ni siquiera sugerir un regreso a la mesa de negociaciones a la que no han vuelto desde 2014.

Jugar con fuego Los vínculos de Donald Trump con la extrema derecha y grupos supremacistas blancos y antisemitas han resultado una más de las inquietantes contradicciones del magnate, quien por un lado tiene en el esposo de su hija Ivanka a uno de sus principales asesores, Jared Kushner, quien es judío ortodoxo y, por el otro, coquetea con racistas, desde David Duke hasta los neoreaccionarios del Alt-Right. En su desbocada euforia por conquistar el voto marginal y antigubernamental, ha insinuado que todos son bienvenidos. Incluso en las pocas ocasiones en que ha condenado a grupos e individuos extremistas siempre parece hacerlo con un guiño de complicidad. Trump no ha tomado formalmente el poder y ya ha anunciado varias rupturas con la política bipartidista que ha dominado por décadas y con los protocolos elementales de la diplomacia: dice que mudará la embajada estadunidense en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, lo cual es una provocación enorme debido al carácter internacional de la ciudad y a que significaría un reconocimiento del derecho israelí a toda la ciudad. El presidente electo seleccionó como embajador en Israel a su abogado de bancarrotas, David Friedman, un fanático sionista que se opone a la solución de dos Estados y está a favor de la colonización judía de Cisjordania.

La úLtima ruptura Por su parte, el gobierno de Obama también rompió con los dogmas de la relación entre su país e Israel al votar por la abstención en la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de la onu que condenaba la violencia palestina contra civiles israelíes, así como la construcción de asentamientos en los territorios ocupados. La resolución fue aprobada por catorce votos a favor. Históricamente eu siempre ha vetado cualquier resolución que critique a Israel. De hecho, en febrero de 2011, el gobierno de Obama vetó una resolución muy similar a la del viernes 23 de

diciembre de 2016. Hoy la situación es distinta ya que la construcción de colonias en tierra palestina se ha multiplicado y acelerado notablemente, además de que el Knesset estudia la forma de “legalizar” estas viviendas. El voto, a fin de cuentas, es simbólico, ya que no impone castigos reales, pero sí puede dar lugar a sanciones y a señalar a los ciudadanos israelíes que viven en los asentamientos, así como a los productos que se fabrican ahí para que no sean considerados en los acuerdos comerciales entre Israel y otras naciones. Los gobiernos europeos podrán decidir si desean imponer restricciones a sus ciudadanos y corporaciones que tengan negocios con empresas y bancos localizados en territorios ocupados. Asimismo, es un primer paso para que los palestinos lleven el caso de los asentamientos a la Corte Internacional de Justicia.

oportunidad El problema de Israel y Palestina es en esencia de desconfianza, resentimiento y ambición. El gobierno de Netanyahu y sus aliados prefieren el statu quo para seguir expandiendo asentamientos y destruyendo toda posibilidad de un Estado palestino viable, de tal manera que no tiene que hacer concesiones ni perder el apoyo de los radicales. Los asentamientos son “hechos en el terreno” y vuelven imposible cualquier separación de acuerdo con líneas divisorias históricas. Los regímenes israelíes no han sentido ninguna presión para resolver el espantoso dilema de la ocupación. Este voto le dio la oportunidad a Netanyahu de hacer un berrinche público y denunciar a quienes lo han traicionado; sin embargo, en realidad es una oportunidad notable para considerar la decencia y buscar una solución justa. Ya sea volver a las negociaciones de los dos Estados o bien integrar a los palestinos como ciudadanos de un solo Estado israelí y palestino •

JORNADA VIRTUAL

Recuerdos del porvenir

TOMAR LA PALABRA

naief.yehya@gmail.com


Jornada Semanal • Número 1140 • 8 de enero de 2017

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germainegh@casalamm.com.mx

Francis Picabia: crear contra viento y marea

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RANCIS PICABIA NO ES uno de los artistas más conocidos del siglo xx , pero sí uno de los más fascinantes y enigmáticos. A lo largo de cincuenta años exploró todas las corrientes artísticas surgidas con las vanguardias históricas y no se contentó con ninguna. Lo suyo fue el cambio permanente, el ir y venir de la figuración a la abstracción, de la metáfora poética al conceptualismo, de la seducción por la vía estética a la repulsión por la vía de la provocación. Audaz, irreverente, desafiante, inaprehensible… Junto con Picasso y Duchamp, Francis Picabia es una figura paradigmática del arte moderno, cuya influencia permanece viva y latente en la actua-

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lidad. El Museo de Arte Moderno de Nueva York ( moma ) rinde homenaje a este creador inclasificable y escurridizo que dejó su impronta en el desarrollo de las vanguardias internacionales y particularmente en la propia urbe de hierro, donde fue reconocido y celebrado desde su primera incursión en 1913. El título de la muestra es un aforismo de su autoría que deja en claro su necesidad de movimiento: Nuestra cabeza es redonda para permitir al pensamiento cambiar de dirección. Su arte es también redondo: una creación en permanente cambio y devenir; un arte abierto, arriesgado, sin límites: un arte que se escapa al encorsetamiento y que es difícil de definir. Esta gran muestra retrospectiva integrada por alrededor de doscientas piezas confirma que Picabia sobrevoló por la cima de la creación de su tiempo y no se posó en ninguna rama. Abrevó en muchas fuentes y no se sació 1 con ningún agua. Revisar su larga y prolífica trayectoria, a más de medio siglo de su muerte, nos da la oportunidad de apreciarlo más allá de la etiqueta dadaísta por la que ha sido mayormente reconocido y recordado. Francis Picabia nació en 1879 en París en el seno de una familia acomodada –de padre cubano, heredero de un emporio de la caña de azúcar y madre francesa, de la alta burguesía– y gozó toda su vida de una buena posición económica que le permitió alternar su carrera artística con actividades extravagantes en la alta sociedad. Se dio a conocer en la escena parisina hacia 1899 con una pintura impresionista que sorprendió por su exquisita factura a un tiempo que irritó a los puristas por su rechazo al trabajo au plein air y su gusto por pintar a partir de reproducciones fotográficas o tarjetas postales. Se relacionó con el círculo de artistas de Montmartre centrados en el incipiente cubismo y, hacia 1910, inició su amistad con Marcel Duchamp, quien alabó siempre “su fina y acerada inteligencia crítica”. A través del cubismo llegó a la pintura no representativa y creó un impresionante corpus de obras que exploran todos los vericuetos formales hasta aterrizar en la abstracción total. En 1913 viajó a Nueva York para participar en el Armory Show, la gran exposición que dio lugar al despegue de la modernidad artística en Estados Unidos. Es ahí donde surgió su fascinación por el dinamismo futurista inspirado en las máquinas, el cual derivaría en sus muy celebradas pinturas mecanoformas. Desde entonces, su vida y obra se alternaron entre Nueva York, París, Barcelona y Zürich, centros vibrantes de intensidad artística en los que desarrolló las distintas etapas de su polifacética creación. A partir de 1920 participó activamente en el movimiento dadaísta y se desató su afán provocador y su incisiva crítica a todo lo relativo al establishment. Cuando Breton fundó en 1924 el grupo surrealista, Picabia se alejó de ellos y continuó su obra plástica por su cuenta, incursionando en estilos y temas tan diferentes y cambiantes que resulta difícil pensar que pertenecen al mismo autor. En los años sucesivos, su pintura atravesó por el realismo fotográfico, en ocasiones basado en imágenes extraídas de revistas porno, el arte informal después de la segunda guerra mundial, el collage asociado al diseño gráfico, y es pionero de una técnica basada en la superposición de finísimas capas de pintura a las que llama transparencias. Al final de su vida padeció el desinterés de la crítica y del mercado, contra el cual había luchado siempre por considerarlo un monstruo devorador. Su obra se volvió introspectiva y hermética, dominada por una abstracción que en ciertos momentos alude a figuras y signos. Aislado y ajeno al mainstream, murió en París en 1953 sin traicionar en ningún momento su filosofía: “Un espíritu libre se toma libertades con la libertad misma.” Picabia se tomó la libertad de ir siempre contra viento y marea • 1. Mujeres con bulldog, 1912 2. Muy extraño cuadro en la Tierra, 1915 3. Salomé, 1930

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ARTES VISUALES

@LabAlonso

Más de 460 músicos murieron en 2016

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ADA AÑO MUEREN CIENTOS de músicos notables que ven ensombrecida su despedida por coincidencia o acercamiento con la de grandes figuras. Especialmente feroz, 2016 deja casi quinientas ausencias rastreables a su paso. Algunas fueron tan sentidas que la lectora, el lector, las recordará con facilidad: George Martin, David Bowie, Prince, Leonard Cohen, Juan Gabriel. Otras, sin embargo, merecen atención ante 2017 y antes de que la Gran Segadora recomience su afilado ciclo. Ojalá el recuento sirva como guía hacia derroteros impensados en la musicalización de Navidad. Comenzamos con tres bajistas extraordinarios: Bob Cranshaw, Rob Wasserman y Victor Bailey. El primero fue inseparable del saxofonista Sonny Rollins, leyenda del jazz con quien tocara por más de cinco décadas. Músico de dotes cálidas, destacó asimismo en la pedagogía. Debería conocerlo en el pietaje del programa de televisión de los sesenta Jazz Casual. Rob Wasserman, el segundo, se abocó a experimentar con el contrabajo eléctrico de seis cuerdas tanto en solitario como en duplas y tríos que llamaron la atención desde los años ochenta. Recibió un premio Grammy, fue bajista de Lou Reed por mucho tiempo e hizo música con Bobby McFerrin, Jerry Garcia, Brian Wilson, Stephane Grappelli, Branford Marsalis, Elvis Costello y más. Escúchelo con su “Oda a Pablo Casals”. Tenía una profundidad muy especial. El último, Victor Bailey, ha sido de los grandes virtuosos del instrumento. Sustituto de Pastorius en el aclamado Weather Report, destacó como líder así como maestro. Búsquelo con su propia banda en los noventa o acompañando a Madonna y Lady Gaga en vivo. Así de multifacético era. Otro que dijo adiós este año fue el enorme Keith Emerson, tecladista del trío de rock progresivo Emerson, Lake & Palmer. Él se suicidó. Tristemente, no pudo soportar la evolución de una enfermedad que le impedía tocar. Virtuoso como pocos, se le deben excepcionales composiciones y aproximaciones al repertorio popular (“Peter Gunn”) y clásico (“Cuadros de una exhibición”) pero a la manera ruda y provocadora de su combo con Greg Lake y Carl Palmer. Diferente fue la extinción del armoniquista y guitarrista Toots Thielemans. Se despidió a los noventa y cuatro años tras una carrera que le permitió tocar, girar y grabar con tipos tan peligrosos como Oscar Peterson, Bill Evans, Dizzy Gillespie, Kenny Werner, Elis Regina y Paquito D’Rivera. Un titán. Conózcalo a través de cualquier versión de “Bluesette”. Muerto a los ochenta y tres, el argentino Gato Barbieri se suma a la lista de los desaparecidos en 2016. Inspiración para el nacimiento de Zoot (saxofonista en la banda de los Muppets que llevaba sombrero y lentes negros), pasó por un arco amplio en el mundo del jazz. Del free al lado de Don Cherry al smooth más irrelevante, se dio el tiempo de componer partituras como la de Último tango en París, filme de Bernardo Bertolucci. Tres años más viejo era Nikolaus Harnocourt, director, chelista, violista y escritor austríaco especializado en música clásica de los siglos xix y xx . Ganador de todos los premios y reconocimientos posibles en Europa, América y Asia, debutó en la

Scala de M ilán en 1970 dirigiendo a Monteverdi. Vale la pena acercarse a su trayectoria mientras dirigía a la Filarmónica de Viena. Mucho más joven (a los cincuenta y un años) murió el baterista de la banda de metal Megadeth, Nick Menza, así como John Berry (a los cincuenta y dos), fundador del grupo de hip hop americano Beastie Boys. Uno sufrió ataque al corazón mientras tocaba en Los Ángeles, el segundo afectaciones cerebrales que lo tuvieron en demencia por meses. A los setenta y un años murieron Naná Vasconcelos y Allan Zavod. El primero fue, probablemente, el más celebrado percusionista brasileño fuera de patria. Además de hacer discos como solista colaboró con paisanos como Egberto Gismonti y Milton Nascimento, y con colegas como Pat Metheny. El segundo tocó teclados para una pléyade inigualable: Duke Ellington, Glenn Miller Orchestra, Cab Calloway, Gary Burton, Herbie Hancock, Jean Luc-Ponty, George Benson y Frank Zappa. Los Eagles perdieron al fundador y multiinstrumentista Glenn Frey, ícono estadunidense. Earth, Wind & Fire se quedó sin el gigantesco Maurice White, baterista, cantante y compositor, hermano de sus coequiperos Verdine y Fred. Leon Russell, miembro del Salón de la Fama del Rock, también perdió la vida. Fue colaborador de Dylan, Harrison, Elton John, b . b . King y Clapton, nomás. De todos, empero, el deceso más conmovedor fue el de Paul Kantner y Signe Toly Anderson, miembros de Jefferson Airplane, ocurrido casualmente el mismo día y cuando ambos (él y ella) contaban setenta y cuatro años de edad. Dicho esto, visitemos a todos estos grandes músicos hoy que podemos abrazarlos con un click, poniendo freno al hambriento futuro. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

8 de enero de 2017 • Número 1140 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

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ADA DÍA VA UN RATO, con cualquier pretexto, a ver a la chica de la Sonrisa Amigable. Así se llama el local que ella preside de ocho de la mañana a ocho de la noche. Se especializa en eso, en ser una presencia, algo tangible en una realidad donde ya nada sucede de manera concreta. En un momento dado, la gente empezó a exigirlo, presa de la angustia y el enojo ante los inconvenientes de realizar todas sus compras, sus trámites y al final su vida por medio de la Nube. Quiero hablar con una persona de verdad, decían, quiero a alguien detrás de un mostrador. Las autoridades de la Nube inventaron por eso la Sonrisa Amigable. Eligen a las chicas más

bonitas, más amables de cada barrio, o a los muchachos más amigables, francos. No es fácil conseguir ese trabajo, deben tener el aspecto de ser alguien en quien confiar, no cualquiera puede dar esa impresión. No tiene tanto que ver con el sexo –para eso hay servicios especializados en la Nube, para todos gustos y manías, desde luego– sino con encarnar al muchacho o la muchacha que dejaría de hacer cualquier cosa que estuviera haciendo para ayudar a una viejecita a cruzar la calle. Uno va y realiza sus intercambios, sus compras, sus peticiones frente a ellos o con ellos, y se tranquiliza. Alguien real, alguien concreto les responde, los apoya. Esa persona no se podría comprometer de ninguna manera a que los objetos solicitados llegaran a la casa, ni a que el trámite se cumpliera satisfactoriamente, pero la sensación de estar acompañado de alguien solidario en el proceso es invaluable. Ya no queda mucha gente en su ciudad, los escasos niños juegan en los parques los fines de semana y desde luego Proc va a mirarlos, a admirar que aún quede algo de vida, una promesa para todos, pero no es suficiente. También sabe que nadie se fijará en él, no tiene amigos más allá de los virtuales. En la Nube podría llegar a ser popular si se esforzara, pero le cuesta, ni siquiera sabe si detrás de esos amigos que le dan los buenos días cada mañana, bromean o se quejan de los trabajos que tienen que entregar, hay alguien real. Tampoco sabe si los cálculos que realiza cada día, cada semana, cada mes, para la Empresa Virtual de Construcciones a . c ., llegan a algún lugar concreto. Le parece un poco ridículo que el nombre de la empresa aclare que es virtual, ahora todas lo son. Uno de sus amigos de la Nube le dijo que eso era vintage, él no entendió. Envía sus cálculos a la Nube y de la Nube le llega un dinero que intercambia por comida, ropa y algunas fantasías, también en la Nube. Los objetos llegan por

medio de vehículos sin chofer, ésos que recorren la ciudad como fantasmas a grandes velocidades, y que nunca se estrellan entre sí, eso lo maravilla. Una vez preguntó en la Nube si alguna vez esos vehículos habían chocado. Alguien respondió que sólo una vez. El sistema es perfecto. Desde que vivimos en la Nube todas las ciudades se han vuelto perfectas, reguladas, ecológicas. Aun así, él no podría vivir sin la chica de la Sonrisa Amable. “Tu amiga verdadera”, reza el letrero de neón junto a la cortina metálica. Tiene una sonrisa hermosa, exquisita, ha llegado a pensar. No necesita decirle mucho, ella parece comprender que sus transacciones son meros pretextos para intercambiar unas pocas palabras. ¿Qué necesita hoy, señor Proc?, vamos a ver… Y sumerge sus hermosos ojos color almendra en la pantalla con la sola finalidad de ayudarlo. Es capaz de hacer cola durante horas para llegar a su sonrisa. Le han dicho que hay un joven muy amable a cinco cuadras, increíblemente rápido y eficaz, pero él prefiere a la chica y desde luego no quiere que el proceso sea rápido, lo saborea como un caramelo que sabe se va a terminar. Y claro, no faltan las sospechas, como la de su vecina la señora Trac. Un día dijo distraídamente que la chica era como los coches sin chofer, como los niños que juegan en el parque, siempre de la misma edad, como los perros de sus otros vecinos, que ladran sólo cuando se necesita y jamás hacen sus necesidades en la calle. Qué desagradable la señora Trac, qué desagradables sus vecinos, él mismo cuando atisba su rostro verdadero, ceñudo y arrugado, se considera profundamente desagradable. Compró un espejo que le muestra una cara amable y lisa, falsa pero verdadera como su alma, como el alma que le muestra a la chica de la sonrisa amigable. Qué haría sin ella, sus días no tienen otro sentido que ir a verla a la misma hora. La gente de su edad lo necesita •

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runk History es un programa que se transmite por el canal Comedy Central, desde hace diez años de su lanzamiento en 2007 (con antecedentes en la serie Funny or Die, desde 2003, en el mismo canal y por sus mismos creadores, Derek Water y el director Jeremy Konner), y que de alguna manera renovó algunas formas de hacer televisión. Se trata básicamente de hacer que alguien, un actor, un bloguero, algún creador artístico, cuente un episodio comúnmente conocido de la historia nacional de su país. El experimento fue inicialmente estadunidense, pero ya hay versiones de otros países, como Gran Bretaña o, precisamente la que nos ocupa, Drunk

History México, el lado borroso de la Historia, producido aquí por el capítulo local de la productora internacional Viacom, pero el chiste es que la narrativa no sea del todo coherente, sino con algún grado de… ebriedad. Sí, de intoxicación alcohólica. El experimento es en realidad simple. Se convoca al entrevistado –o narrador– y se lo emparenta con un episodio de la Historia que, aunque siendo de conocimiento general, debe llevar intrínsecos también algunos giros inesperados, o una historia oculta. Luego a ese narrador invitado se le brindan unos tragos de su elección, tantos como crea soportar, y ya entonado –y más de uno(a) en una borrachera bastante divertida– se lo entrevista a cuadro para que dé su versión del episodio histórico correspondiente. De manera simultánea (pero con la voz en off del entrevistado) un grupo de actores presta su oficio para ilustrar el episodio en cuestión según lo va narrando el borracho o borracha invitado. Los actores hacen lip sync, es decir, prestan su expresión hierática a la voz del narrador intoxicado, y el resultado puede ser realmente divertido porque los dichos de los narradores, cada vez más dominados por la embriaguez, se vuelven absurdos. Agarrando parejo, desde don Miguel Hidalgo o Porfirio Díaz hasta Adolf Hitler, las grandes historias de la Historia contadas por borrachas y borrachos se despojan de sus aires de grandeza y se vuelven de a pie y divertidas. Allí desfilan Frida y Diego, la leyenda de El Dorado y la Revolución cubana. No soy fan de Eugenio Derbez y estuve a punto de cambiar el canal cuando reconocí su voz porque, en México, Derbez es el presentador que va anunciando los diferentes episodios, quiénes los van narrando y, detalle nada menor, cuál fue su veneno de elección. Pero debo admitir que aquí don Eugenio renuncia al protagonismo ramplón que usualmente exhibe. En la versión estadunidense original, en los

primeros episodios actúan por ejemplo Winona Ryder, Adam Scott, Jack Black y Don Cheadle, comiquísimos. En la versión mexicana se puede notar una tendencia a invitar a personajes con alguna relevancia mediática, gente salida de programas de Televisa o t v Azteca , incluyendo videobloguers y youtubers que si bien pueden tener opiniones antagónicas con algunos matices del malestar popular de los últimos tiempos en México, de todos modos el resultado final es cómico, y ese es el propósito del tinglado: hacer reír. Y lo logra. Algunos de los narradores en la versión mexicana han sido músicos; otros son gente de las redes sociales, como Alejandra Rodríguez, comiquísima en su narración de la muerte de Benito Juárez (y un estupendo Héctor Suárez como don Benito). Pero también fueron muy chistosos los episodios contados por otros participantes, como la delirante historia de los Niños Héroes, según la platicó el comediante y artista gráfico Coco Celis ; la crónica del nacimiento del Himno Nacional, por Alejandra Ley; la presencia del Che Guevara en México, según la platicó Sofía Niño de Rivera con varios tequilas entre pecho y espalda o la absurda historia de los hermanos Rodríguez, iconos del automovilismo depor tivo mexicano, según la narró a trompicones Jonás González (de Plastilina Mosh) después de zamparse casi una botella de güisqui. Sí, es cierto que los narradores borrachos de Drunk History México cuentan muchas tonterías, inexactitudes y yerros, y varios de ellos deliberadamente se pitorrean en el camposanto del nacionalismo mexicano, pero sus versiones, hilarantes, disparatadas y de eses arrastradas, erizadas de eructos e hipos, ataques de risa y breves instantes de lucidez creativa, son bálsamo que cura solemnidades idiotas y nos permite reírnos un poco de nosotros mismos. Y de las bestias que dicen gobernar tanto monumental desgarriate •

CABEZALCUBO

Historia de borrachos

PASO A RETIRARME

Sonrisa amigable


Jornada Semanal • Número 1140 • 8 de enero de 2016

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Orlando Ortiz

Luis Tovar @luistovars

Invisible vuelto visible

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S POSIBLE QUE PARA algunos suene raro esa palabra, “tradicionista”, pues estamos acostumbrados a escuchar “tradicionalista”, cuando se habla de autores como don Artemio del Valle Arizpe o don Luis González Obregón, entre otros, que tomaron el rumbo de escribir (dirían mis nietas) “como viejitos”. Opinión que se refuerza cuando vemos alguna fotografía de dichos escritores. Y, en efecto, en su prosa late el siglo xix en cuanto a giros, expresiones y sintaxis, pero sobre todo la temática es lo que le da ese olor a vetusto, o mejor dicho, a antigüedad, de la buena, pues hay que distinguir entre antigüedad y antigualla. No sé en qué años apareció el menosprecio de la intelectualidad hacia autores como los mencionados, ni el motivo de esa actitud. Supongo que el prejuicio estaba teñido fuertemente por la ideología. El Diccionario de uso del español, de María Moliner, trae, como segunda acepción de tradicionalista: “Nombre aplicado en España a los carlistas, por profesar ideas extraordinariamente conservadoras.” En otras palabras, y en general, podría decirse que el tradicionalismo, en segunda instancia, es una doctrina conservadora. Tradicionista, en cambio, según el drae, es un narrador, escritor o colector de tradiciones. De ahí que yo me incline por denominar a don Artemio y a González Obregón más tradicionistas que tradicionalistas, sin que por ello pretenda presentarlos como escritores renovadores o revolucionarios. Es más, su extracción de clase podría ubicarlos y haberlos inclinado precisamente a elegir los temas y el modo de escribirlos, pero no más que eso. A diferencia, por ejemplo, de Rafael Bernal, que fue militante cristero y, sin embargo, nadie lo acusa de conservador o reaccionario y sí lo alaban como autor de El complot mongol, elogio muy merecido, aunque desconozcan otras obras de él también extraordinarias. ¿Podemos tildar de reaccionario a quien se siente atraído por temas del pasado, sin ser historiador, sólo porque cedió a la curiosidad de husmear en papeles y librotes antiguos? Confieso que es fascinante hacerlo, y a veces sin necesidad de empolvarse en los archivos, porque ya los tradicionistas lo hicieron y nos han legado historias, leyendas, costumbres, tradiciones y giros de nuestro lenguaje interesantes en ocasiones, historias pavorosas, o también regocijantes. Y no me quedo con los dos “viejitos” mencionados; en nuestras letras, desde la época de la Colonia hallamos autores inclinados a hablarnos de las calles de la gran Ciudad de México y lo sucedido en ellas; no olvidemos a don José Joaquín Fernández de Lizardi (su “México por dentro y por fuera” es una joyita), al cual, por cierto, nadie se atrevería a tachar de reaccionario o conservador. (Curándome en salud, diré que a Guillermo Prieto, Altamirano, Zarco o Riva Palacio, si bien poco anteriores a Obregón y Valle Arizpe, habría que ubicarlos más como cronistas que tradicionistas, pues la obra de estos últimos es resulta-

Artemio del Valle Arizpe

do de meter las narices en archivos y bibliotecas, y la de los otros es producto de su mirada, sensibilidad y vivencias.) Creo que el soslayamiento de los autores mencionados se debió en gran medida a una reacción similar a la que hubo contra los muralistas cuando los artistas e intelectuales mexicanos se “internacionalizaron” y orientaban la nariz sólo hacia arriba y adelante (antes de que Echeverría fuera Echeverría, es decir, presidente, y utilizara la expresión como eslogan de campaña). Pero si nos detenemos a pensar un momento, ¿habrían llegado a nosotros noticias de los nombres de las calles y motivo de ellos, o historias, leyendas y consejas como la Mulata de Córdoba, la Monja Alférez, el café La gran sociedad, La Güera Rodríguez, etcétera? Incluso historias picarescas, porque nuestros “viejitos” en ocasiones no rehuían tratar asuntos pícaros, sin llegar a lo obsceno. Un gran manantial para sus escritos fue, sin duda, la Colonia, período que para autores de otras regiones hispanoamericanas también lo fue. Incluso algunos se les adelantaron, y en particular don Ricardo Palma, autor peruano al que se le atribuye, precisamente, la creación de este género que nos ocupa. Ricardo Palma se refirió así al género: “...la Tradición no es más que una de las formas que puede revestir la Historia, pero sin los escollos de ésta [...] El tradicionista tiene que ser poeta y soñador. El historiador es el hombre de raciocinio y de las prosaicas realidades”. El tradicionista, por lo tanto, se toma libertades para inventar y eso no agrada a muchos. Nos ocuparemos de esto en la próxima columna •

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UIZÁ LA PRIMERA y al mismo tiempo la más importante de las características de un filme documental es su capacidad para hacer visible lo que parece invisible: situaciones, objetos, lugares, personas… todo aquello que, no obstante existir, es considerado como si en verdad no existiera o, mejor dicho, sencillamente no es considerado, pareciera volverse realidad hasta que una cámara lo registra y un cineasta organiza un discurso visual y auditivo que dé testimonio. Lo anterior sólo es una verdad parcial, desde luego, puesto que se basa en una perspectiva externa, es decir, la de quien hasta ese momento desconociera el objeto de atención del documental. Por simple y estricta lógica es muy distinto el punto de vista interno, el de quien no sólo está en conocimiento previo del tema sino, como de hecho sucede en infinidad de casos, él mismo es el tema. En otras palabras, ese hipotético sujeto/ objeto de registro y de análisis –lo último si el documental es bueno y no un mero acumulado de pietaje– está definitivamente seguro de su propia existencia, sin importar que un cineasta llegue a él y genere una “prueba”, o jamás de los jamases le toque en suerte que su vida, su lugar, su situación, acaben siendo materia prima para un filme documental. Entre esos dos mundos hay, sin embargo, una especie de interregno, cuya naturaleza parece reflejar la creciente bipolaridad de la sociedad occidental contemporánea: por un lado es un ámbito cada tanto más angosto, en virtud de esa tendencia contemporánea de actuar como si solamente aquello que aparece en los medios de comunicación alcanzara el estatus de cosa real, lo que ha generado una compulsión más bien enfermiza a mediatizarlo todo sin importar cuán baladí o carente de interés común sea –póngase por caso los quince años de Rubí–, pero por otro lado puede funcionar como si se tratara de una suerte de intersticio a través del cual lo “mediático verdadero” y lo verdadero a secas llegan, así sea fugazmente, a mirarse cara a cara.

anatomía de un crucero El grito de los coyotes (México, 2016), tercer largometraje documental de Rafael Rangel, consigue ampliamente lo último: que se haga visible una realidad que siempre ha estado ahí por más que se quiera ignorarla. Visible, hay que insistir, para todos aquellos que no forman parte de ella, pero en este caso con el agravante de que todos la conocemos porque nos la topamos prácticamente todos los días y, sin embargo, actuamos como si la ignoráramos o peor, como si no existiera, que es tanto como suponer el absurdo de que si la ignoramos, má-

(Continuará.)

El grito de los coyotes

gicamente desaparecerá de nuestro entorno. Rangel se propuso el registro a fondo de un punto específico de la geografía urbana y de quienes día con día trabajan ahí, ubicado al oriente de la megalópolis, y con ello logró que la mencionada característica básica de un documental se convirtiera en virtud: el microcosmos de “la curva”, uno de tantos cruceros citadinos atestados de vehículos y de vendedores ambulantes, vale como representación exhaustiva y minuciosa de un modo entero de vivir la vida: el de esos miles o decenas de miles de habitantes de Ciudad de México que subsisten vendiendo congeladas, cigarros sueltos, chocolates, doraditas de nata, botellas de agua, cacahuates, banderitas y otros cientos o quizá miles de productos que cualquier automovilista ve todos los días, por todas partes, ofrecérsele mientras espera la luz verde del semáforo. Ellos están ahí, algunos como Miguel, desde que tenía cinco años de edad y hasta sus actuales cuarenta y tantos, y su mundo se circunscribe casi exclusivamente a “la curva”, adonde sus propios padres lo llevaron a vender hace más de tres décadas y de donde confiesa no haber salido más que de manera fugaz; como el Negro, que acabó pernoctando en las planchas junto con otros adictos; como el primo de Jimmy, que a sus quince años lleva diez ganándose unos pesos en el crucero “para comprarse zapatos”, y Rangel los retrata, a ellos y a muchos otros que son como ellos, lo mismo ahí que en sus casas; registra sus historias y lo hace sin asomo de sensiblería, sin editorialismo alguno, consciente no sólo de que es innecesario sino también sería injusto: a la realidad le basta consigo misma, con su contundencia más allá de opiniones, para hacerse perfectamente visible. Con El grito de los coyotes, Rafael Rangel cierra una trilogía documental notable que completan Preludios. Las otras par tituras de Dios y Un día en Ayotzinapa 43 •

CINEXCUSAS

Algo de algunos tradicionistas (i de ii)

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

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ohn Peter Berger (1926-2017) es conocido sobre todo por su ensayo Modos de ver; la persistencia de esta obra se da, entre otras razones, por su aplicabilidad a conceptos ajenos a la pintura. Considerado uno de los “altos pensadores” europeos, las derivaciones de su mirar se tradujeron en obras de creación, no sólo de análisis, y su activismo llegó a lugares inesperados (Chiapas, Estambul, Palestina y más). “La vista llega antes que las palabras”, dice al inicio de Modos... Hoy más que nunca es verdad esta afirmación. En la postmodernidad del individuo como elemento preponderante, lo visible es lo que existe: los noticiarios deben mostrar primero la imagen. La manipulación de eso que se muestra al ojo y no al intelecto, es moneda corriente. Berger explica cómo las palabras, generalmente ajenas a la fotografía misma, la manipulan para darle un significado según la orientación que desea darle el publicista. Una de las preocupaciones de Berger era la justipreciación de las obras de arte, pero desde la actualidad y con una mirada colectiva, ajena a los eruditos que se autonombran poseedores del conocimiento, cual monjes medievales. Como si la explicación de la obra y lo que la rodea fuera necesaria para su percepción y disfrute. Y esta disyuntiva permanece en todas las latitudes: bastaría nombrar a algunos funcionarios culturales cuyo discurso público no oculta su desdén por las expresiones artísticas populares. En las funciones de ópera transmitidas desde el Metropolitan, casa de ópera, se oferta una plática “introductoria” para quienes desconocen todos los recovecos musicales y argumentales de una obra que se sostiene por sí misma y donde la subtitulación de los diálogos y arias basta para entender de qué se trata. Pero en un México donde la educación es un problema fundamental suele abusarse de las explicaciones museográficas. No es necesario, establece Berger: el espectador tiene su propia experiencia. “¿A quién pertenece propiamente la significación del arte del pasado? ¿A los que pueden explicarse sus propias vidas o a una jerarquía cultural de especialistas en reliquias?” El tema actual es la opción tecnológica de sacar del museo o de la Iglesia cualquier obra para verla en el Metro, la casa o el lugar menos pensado: Berger precisa que la perspectiva del pintor aplicada al cuadro distingue las épocas artísticas. Si en el Alto Renacimiento la perspectiva centra al mundo en el ojo del pintor, como si fuera el punto de fuga infinito en una impresión fija, como si se congelara un instante, después vino el cine y la posibilidad de que el espectador tuviera las más

8 de enero de 2017 • Número 1140 • Jornada Semanal

obra, por su concepto grupal, ajeno a la inserción original de cada lienzo. Berger pone a la pintura y su estática contra el cine y su movilidad. Expresiones artísticas distintas permiten ejemplificar el fenómeno humano en tanto que la pintura es abarcable de una mirada y ya el espectador analizará esa totalidad diseccionable: hay una simultaneidad para ser refutada o corroborada. Este fenómeno artístico es oponible a otras formas creativas donde el espectador debe esperar el desarrollo para obtener todos los elementos: el tiempo que tarde la película o la lectura del poema o los actos de la función de teatro. Y esa visión de Berger sirve para comprender otras expresiones humanas y para dividirlas entre aquello que debemos esperar o lo que podríamos entender en una exposición al momento en que se muestra. Lo atractivo de los “milagros religiosos” reside en que en un instante se revela el misterio: en apariencia no se requiere de mayor desarrollo para evidenciar esa verdad que se expone: en sí misma es una demostración. Esta opción de contemplar en su totalidad la obra pictórica explica el fenómeno del coleccionista; quien posee el retrato de una cosa también se adueña del aspecto representado de ese objeto (o persona, en tanto modelo estático que pierde su vitalidad, con independencia de qué tan vívido haga el retrato el autor). Ello explica formas expresivas como el hiperrealismo o el cómic. Los cristales que vemos llenos de destellos multicolores no existen en la realidad: sería necesario colocar luces de distintas intensidades en ángulos específicos para lograr que el candelabro o el vaso tuviera esa brillantez y, además, permanecer estáticos en su contemplación, pues cualquier desplazamiento modificaría lo que vemos. El cómic tampoco corresponde con lo que se dibuja: no hay personas con las proporciones que suele usar la Ilustración de Juan Gabriel Puga amplísima gama de ilustradores o comiqueros o artistas gráficos, según la obra. Pero así se posee una fantasía en la versión del autor, apreciable por su técnica o por las formas desarrolladas: el coleccionista busca tener la mayor cantidad de aspectos del objeto multiplic a d o . B e rg e r e s t á i n f l u e n c i a d o p o r Wa l t e r Benjamin, de ahí que no sorprendan los apuntes relacionados con la unicidad de la obra y cómo se consideran objetos de posesión. Si en su momento la realeza se distinguía por sus colecciones de pinturas, hoy el volumen del consumo y la necesidad de individualizarlo hacen que ediciones viejas de cómics o reproducciones digitales de pinturas sean apreciables y costosas, sin importar que los tirajes sean de millones de ejemplares. Berger nos sigue señalando a dónde dirigir la Wolffer mirada •

dispares tomas, liberándose de la inmovilidad que implica detenerse ante una pintura para ver si se logra el reflejo anímico o conceptual con el autor o si, más fácil, se obtiene el gozo de la mera contemplación. Ahora el cine permite que en una toma el espectador contemple la reducción del universo al planeta, a los techos de las casas, camine entre los habitantes y concluya a nivel celular: tal experiencia visual no puede disociarse del concepto del tiempo que transcurre ante nuestros ojos. El valor de lo que vemos, explica Berger, termina por determinarse por aspectos de mercado, utilidad y grado de reproducciones: Picasso lo captó cuando hizo gráfica en miles de reproducciones. Lo visual termina por ser discurso, información que se acepta o desecha. Hoy, con facilidad impensable hace unas décadas, se puede modificar una obra con el simple hecho de recortarla digitalmente. Si cada rostro pintado por Botticelli se aislara, estaríamos ante una nueva

La mirada ineludible de John Berger Ricardo Guzmán

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