■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 8 de noviembre de 2015 ■ Núm. 1079 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Guennadi Aigui y la rebeldía del fuego B e i D a o , I vá n G a r c í a y G e o r g i n a M e j í a Doce poemas y dos tex tos de A i g u i
La pintura en libertad de William Turner: Anitzel Díaz Poetas del mundo Latino: un festival con arraigo José María Espinasa Entrevista con L uis F rancisco A costa • P eter P érez y el humor como crónica
Dos cuentos
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Génesis Febronio Zataráin Varias veces candidato al Premio Nobel de Literatura, amigo íntimo de René Char, Boris Pasternak y Nazim Hikmet, proscrito y condenado al ostracismo durante más de treinta años en la extinta Unión Soviética por “subvertir los fundamentos del realismo socialista”, el enorme poeta Guennadi Aigui es un gran desconocido en lengua
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s el primer día; al fondo del mar se ve el horizonte, y el cielo se eleva arqueándose; la alegría del sol rebota en el agua y se esparce por la Tierra. La Tierra es un tambor; elefantes, cebras, búfalos, caballos lo celebran. En el sexto día los pitecántropos afilan piedras, luego las encajan en bisontes, tapires, gacelas. Hagamos el Edén y en medio del desierto aparece un oasis; luego la mano de Dios entra en la caverna, atraviesa el fuego, toma un pitecántropo que ronca, lo arrulla en su palma mientras hacia el oasis vuela, y a ras del ojo de agua lo recuesta. Entre higueras y palmas, el hombre se despierta. Se levanta, camina y estira uno de sus brazos para cortar un mango; luego muerde zanahorias, tomates, ajíes y rábanos; vuelve a dormirse y en uno de los sueños los dedos de Dios le tocan las costillas, abre los ojos y ante él se encuentra un rostro similar al que aparece cuando bebe agua. Ella lo llama Ag, y él la llama Ig. Ella le ofrece su mano, él la toma; luego día tras día se tocan, se lamen, se pegan. En una de sus caminatas divisan una cueva. No entren; en ella dominan el caos y las tinieblas. Ag se asusta, Ig mira una serpiente que se agacha y entra. Sigámosla... Al salir del otro lado de la cueva, los dos se ven desnudos y, avergonzados, se cubren. Primero nace Og, y luego Eg; cuando crecen, uno labra la tierra, y el otro es pastor. De sus progenitores aprenden que al treceavo plenilunio hay que llevar ofrendas al lugar donde alguna vez estuvo la entrada de una cueva. Ahora Dios los observa; a uno acumulando el grano, al otro contando estrellas. El día del holocausto Dios no se controla y se deja llevar; del cordero chupa hasta el último hueso; al canasto repleto de verduras y de frutas, ni siquiera voltea a verlo. Una noche oscura Og abandona su choza; luego, sosteniéndose en su pica, deambula por los montes hasta que encuentra a Eg dormido sobre un farallón, y sin pensarlo dos veces le entierra la pica en el pecho
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española, idioma en el que sólo existe la antología Lugares en el
Hurbanistorias
fuego. De las causas de dicho desconocimiento hablan Iván
Adolfo Vergara Trujillo
García y Georgina Mejía, mientras el poeta chino Bei Dao lo hace de la importancia de Aigui en la literatura mundial, y ambos textos acompañan la breve selección de poemas y los dos textos en prosa de este autor de origen chuvasio que ofrecemos a nuestros lectores. Completa el número una entrevista con el extinto promotor cultural, tallerista y escritor mexicano Luis Francisco Acosta, así como un artículo sobre el célebre pintor inglés William Turner.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
In memoriam Rockdrigo
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pesar de su neurosis, de su saña, lo que le gustaba de ella –él me lo dijo–, era su caos, su imperfección: miraba sus cicatrices deseando curarle las heridas pues, mientras todo el mundo la creía fría, indolente, él la adivinaba viva. Quizá por eso se enamoró. Cuando se decidió, la anduvo rondando tres días con sus noches, sin comer, sin dormir, nomás pensando en cómo acercarse sin asustarla. Malo como poeta, al final optó por la fórmula de las frases cortas que, colgadas de música, hizo flotar hasta ella. Así, guitarra en mano, soplando la armónica –con el pretexto de ganarse unas monedas–, le cantó en los autobuses, en el Metro, en los cafés. Al principio ella no le hizo mucho caso, pero el mensaje de este melenudo ensortijado –siempre de gafas, con gorros extraños–, que le proclamaba al mundo entero su amor impúdico por ella, de algún modo la conmovió. Y tanto le cantó que, al final, ella también se enamoró. Se fueron a vivir juntos y, si bien es cierto que tuvieron temporadas buenas, ella –de naturaleza punk– era difícil: por la noche, invariablemente, él recorría su cuerpo, olfateándola con apetito rupestre, buscando su verdad; regularmente ella le respondía, generosa, aunque había veces que, con sus ataques de pánico, hasta el desayuno le negaba. “Pero todo es parte del amor, ¿cierto?”, o al menos eso pensaba él –persona decente–: los caprichos de ella, aunque dolían, parecían extasiarlo y, lejos de protestar, los agradecía. Y anduvo él de aquí para allá, siempre con ella, viviéndola, hasta que llegaron a aquel edificio de la calle de Bruselas. Cuentan que, un jueves, de madrugada, de regreso del primer brindis de La Jornada, subió los cinco pisos del edificio, llegó a la azotea, abrió su cuarto y, sin prender la luz, la contempló dormida. La luminosidad que ella irradiaba, desde allí, desde lo alto, se percibía mítica, mitad blanca, mitad amarilla; y en la oscuridad, sin ruido, le susurró cosas bellas, cosas de amor. Ella lo escuchó, con los ojos cerrados, dejándolo suspirar hasta el amanecer, cuando se quedó dormido. Y así, con la primera luz del sol, lo contempló y lo supo puro. Fue el 19 de septiembre de 1985 cuando ella, su amada, se irguió en sí misma por un momento, lo arropó entre sus brazos y, con todo su amor, se lo llevó para siempre a morar en sus entrañas, allá, en el origen de todas las cosas
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Directora General: Carmen Lira Saade, Director: Hugo gutiérrez Vega(†), Jefe de Redacción: LuiS toVar, Edición: FranCiSCo torreS C órdoVa , a Leyda a guirre r odríguez y r iCardo y áñez , Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo g arCía n oriega , Diseño de portada y dossier: marga Peña, Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a LeJandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: El ardor crítico de la poesía Collage digital de Marga Peña
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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Poetas del Mundo Latino: un festival con arraigo
José María Espinasa
Homenaje a poetas en el Zócalo de Ciudad de México. Foto: Francisco Olvera/ La Jornada
SU PREMIO ANUAL HA SIDO ENTREGADO A LEDO IVO, JUAN GELMAN, TOMÁS SEGOVIA, ALÍ CHUMACERO Y HUGO GUTIÉRREZ VEGA, ENTRE OTROS.
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ntre los varios festivales de poetas que hay en nuestro país, el de Poetas del Mundo Latino es el que más raigambre tiene. Impulsado por el escritor Marco Antonio Campos, ha conseguido sobrevivir a las veleidades de los gobiernos estatales y las instituciones que lo patrocinan –se ha efectuado en Morelia, Oaxaca y Aguascalientes, con extensiones a otras ciudades cercanas. Desde hace unos años parece consolidarse en la comunidad hidrocálida. A su paso por el dF suele haber algunas lecturas en esta ciudad capital. Una de las particularidades del festival es que otorga un premio anual, a un poeta mexicano y a otro de lengua latina. La nómina no tiene desperdicio: Ledo Ivo, Juan Gelman, Tomás Segovia, Alí Chumacero y Hugo Gutiérrez Vega, entre los que no están entre nosotros. Nos ha descubierto poeta como Nuno Júdice y Joan Margarit. Este año la distinción fue otorgada al poeta mexicano Antonio Deltoro y a la poeta venezolana Yolanda Pantin. La poesía de Antonio Deltoro apela siempre a una comunión, más que a una comunicación, con el lector. Y en esa senda ha ganado cada vez mayor claridad, desde sus primeros poemas publicados en la década de los setenta, reunidos en Algarabía inorgánica, hasta los más recientes aparecidos en libros –El quieto, Los árboles que poblarán el Ártico– o en revistas y suplementos. Poesía, pues, que comulga con la experiencia y con la idea que la subyace o en la que se materializa, gracias a un verso concebido como depositario de un ritmo de la música conversada, que se extraña ante el mundo como novedad y sorpresa pero también como cotidianidad y reconocimiento vital de los otros y de uno mismo. Poesía de la serenidad dispuesta al sobresalto, para decirlo con palabras de Lezama Lima. Su poesía es a la vez una lírica que apuesta a una especie de santidad laica, como la que a veces entrevemos en Antonio Machado, y tiene también un cierto dejo de fin del mundo, de inminencia del apocalipsis, momento en que la esperanza ya no es una postura
ante el mundo sino un estado del ser. Si pensáramos en el mundo bien hecho de Jorge Guillén, Deltoro tal vez diría que no, que no está bien hecho, pero que sí es el mejor de los mundos posibles en la medida en que su condición de posibilidad lo hace bueno. Así esa quietud, que propone uno de sus libros más recientes, no debe ser confundida ni con una aceptación de ese mundo que nos rodea ni con una indiferencia, porque esa quietud no es mansedumbre sino una manera de estar activo. Antonio Deltoro, hijo de refugiados republicanos españoles, aprendió de ese sustrato libertario que la condición de bondad que tiene el mundo viene precisamente de la aceptación de que se trata de una posibilidad cuyo destino es la libertad (a la que podemos agregar sin dudar, la justicia y la igualdad, de esa vieja consigna que no hemos podido cumplir). Cuando antes señalé su tono apocalíptico también quedaba implícito que su poesía se abría al mundo otro aquí en esta Tierra, o tal vez en otro mundo, y que el margen entre quien quiere paz, justicia y libertad para los hombres en un aquí muy concreto, aunque se pregunte dónde es o está ese aquí, y el que vislumbra, sin creer del todo, un más allá, un horizonte en el que esos dioses que nos abandonaron regresan y nos encuentren inmersos en la construcción de esa posibilidad, de esa redención. Aclaro: no estoy seguro si Deltoro terminará alcanzando una iluminación religiosa, digo que él está dispuesto, y nos predispone a nosotros sus lectores, a aceptarla si llega. Yolanda Pantin, por su lado, ha dicho en algunas ocasiones que la poesía es para ella una construcción de la persona que es. Me parece una manera muy inteligente de definir no una estética sino una actitud ante la escritura y ante el mundo. Es probable que en ese asomarse a los abismos de su alma con que empezó esa construcción ella haya sentido miedo. De allí su voz seria, fuerte, contundente en sus primeros libros. Pero no se arredró y fue aprendiendo a transformar ese miedo en asombro y ese asombro en melodía.
Pronto, yo diría que desde el comienzo, su poesía se caracterizó por una violencia no siempre soterrada, a veces muy evidente, pero muy propia aunque ella escribiera para compartirla y de hecho compartiéndola, con una época, un país, una lengua, unos amigos, unos amores. Poesía de mujer en el sentido mejor de esa expresión, aunque en realidad en esa expresión no hay sentido malo nunca, aunque se quiera. No cuenta en esto el carácter anecdótico. Intento decir que su poesía tiene un acento fuerte y no pocas veces violento, pero no es sentimental ni plañidero, sí, en cambio, lleno de sentimiento intuido en ese trabajo sobre el habla que nos revela nuestra condición de seres en el mundo. Así, a lo largo ya de una dilatada obra de más de treinta y cinco años de escribir poesía, Yolanda construye en efecto una admirable identidad, desde su inicial Casa o lobo (1981) hasta sus más recientes poemas. La elección implícita en la “o” disyuntiva de ese su primer libro se ha vuelto una inclusiva “y” que no evita elegir sino que elige ambos polos, como debió ocurrir con el conocido cuento de la Caperucita Roja. La recopilación de treinta años de poesía, titulada certera y escuetamente País, da cuenta precisamente del crecimiento de esa edificación de ella misma que mencioné líneas arriba. Yolanda Pantin ha construido una personalidad bien definida, en la que el mundo que ella vive se ve a la vez reflejado y cuestionado, visto con exigencias y también con generosidad, todo ello amalgamado por un talento evidente. Las palabras anteriores debían haber sido leídas por mí durante la entrega de ambos premios en la ciudad de Aguascalientes el 26 de octubre pasado, a la que no pude asistir por razones de fuerza mayor. Sirva aquí su publicación como desagravio a los premiados, a los organizadores del encuentro y al público asistente. Los premios celebran a los que los reciben pero enaltecen a quienes los dan. Felicidades al jurado por su decisión, felicidades a los premiados y larga vida al Encuentro de Poetas del Mundo Latino
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VOZ INTERROGADA
8 de noviembre de 2015 • Número 1079 • Jornada Semanal
entrevista con Luis Francisco Acosta Ricardo Venegas
El oficio de escribir y tallerear FUE MENTOR DE VARIAS GENERACIONES DEL TALLER DE CREACIÓN LITERARIA DE LA UAEM. Luis Francisco Acosta en agosto de 2014. Fuente: launion.com
Miembro del taller literario de Juan José Arreola y maestro de varias generaciones en el taller de creación literaria de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (uaem), Luis Francisco Acosta (México, df, 1943-2015) formó parte de aquella generación de “la onda” que abrió una brecha significativa para las nuevas camadas de escritores. Poeta, cuentista, periodista, tallerista insustituible y promotor cultural, partió recientemente,
Participábamos en congresos y después se hizo un programa editorial y me pusieron a mí al frente. Realizábamos todos los libros de la Secretaría de Extensión de la Universidad, donde estuvo con nosotros por tres años Javier Sicilia, que en ese entonces era el director del Centro Cultural Universitario. Por otro lado también yo traía mi experiencia, estuve en el taller de Juan José Arreola, que más que un taller era su casa, en la calle de Lerma; nos reuníamos con varios amigos, y yo tenía contacto con algunos escritores por la preparatoria en donde estudié; el presidente de la sociedad de alumnos era René Avilés Favila, yo era el secretario de la sociedad y el director de difusión cultural era José Agustín, antes de irse a Cuba con su primera Margarita.
a los setenta y dos años, con plena conciencia del lenguaje: “porque yo soy/ el cauce y el torrente/ el principio y el destino/ la simiente y el fruto/ el ángel y el hombre/ el dolor y la dicha/ el humus donde yace y resplandece/ la orquídea transfigurada”.
-¿C
ómo te iniciaste como tallerista? –Cuando comencé eran varios talleres, uno auspiciado por el iSSSte a cargo de Eliana Albala en el parque Melchor Ocampo de Cuernavaca, eso fue en los años ochenta. Estaba el chileno Poli Délano con su taller; había gente interesante como María Zacarías. Jenny Hayen llegó al taller de la uaem con un poema y tres capítulos de novela; todas las noches iba a mi casa y ahí la terminó. Le puso un nombre y pa pronto lo tumbamos. Le había puesto Por el barrio de San Lorencito, que era un barrio que se incendió, pero esa novela tenía una ventaja, que todos los nombres de las calles, desde el primer apunte que ella hizo, eran nombres de emociones, de sentimientos y de estados anímicos, la calle principal se llamaba Los anhelos. Fue ahí donde le sugerí titularla Por la calle de los anhelos y ganó el premio de primera novela. Hubo varios que ganaron ese premio, pero desde el principio conceptué una finalidad para el taller, que era justamente enseñarles a escribir. El taller no pretendía hacer estrellas sino que comenzaran a escribir e impulsarlos, aunque sí hubo estrellas.
El taller no pretendía hacer estrellas sino que comenzaran a escribir e impulsarlos, aunque sí hubo estrellas. –¿Cómo te relacionaste con tu generación? –Estuvieron varios amigos de primera, algunos de ellos talentosos, creo que el más brillante era Jorge Arturo Ojeda, quien luego luego publicó una novela que tituló Como la ciega mariposa, pero obtuvo una beca para irse a Alemania y aprendió bien el alemán, volvió, se clavó en el Politécnico y sigue ahí trabajando en aspectos culturales. Había varias personas, algunos no escritores. Uno de los vocales de la sociedad de alumnos era Ricardo Rocha, que después se hizo locutor, pero escritores eran Federico Campbell y otros que se eclipsaron rápidamente, como Arturo Guzmán, un estupendo poeta muy cercano a Arreola. A los que más impulsaba Juan José era a los que hacían narrativa y yo hacía narrativa, tengo dos libritos y publiqué en Cuadernos del Unicornio. –¿Cómo comenzaste a publicar? –Entré a trabajar a la xen , que era una estación de radio de música de concierto. El encargado de la promoción, Claudio Link, hizo una revista, Sele Musica, y
esa fue mi primera publicación en serio; tenía dieciocho años en agosto del ’60, de ahí publiqué muchas cosas, todo está disperso en todos los periódicos locales del momento. Publicaba porque pagaban muy bien: la Revista de América, Hoy... Conservo todo ese historial. –¿Cuál era la dinámica de los suplementos? –Cuando entré nada más existía un solo suplemento, el de Novedades, el famoso México en la Cultura, de Fernando Benítez. Tenía puertas abiertas, pero en un momento se pelearon con los O’ Farrill y la gente migró a la revista Siempre! Fue en el año ’64, más o menos, que crearon un suplemento, se llamaba La Cultura en México, lo tomó Carlos Monsiváis. Él y yo éramos buenos amigos desde la Facultad de Filo sofía, cuando yo entré él ya estaba saliendo, pero él estaba en Letras y yo en Filosofía. Ahí hice grandes amigos, como Max Rojas, que ha publicado y ganado varios premios; a él lo vi en el Encuentro de Poetas Latinoamericanos en Tabasco, le dieron el premio de la publicación del año. Después de crear La Cultura en México surgieron muchos, cada periódico local tuvo el suyo, el Ovaciones, entre otros. Creo que publiqué en todos. Había un periódico cuyo encargado del sduplemento era Luis Spota. Fui conociendo a todos en el medio, en ese periódico trabajé como corrector durante dos años. Después me pasé a El Día, el director era Alberto Peniche Blanco. Todos los periódicos comenzaron a tener suplementos. Algunos dieron un giro porque ése era un periódico de sociales y se convirtió en uno cultural muy influyente de la época. Y la cultura se concentró en la Zona Rosa, ahí encontrabas a todos los escritores jóvenes y los ya formados. Ahí llegamos todos los escritores, pero había un grupo muy bien identificado en el que estaban los mayores, Elena Poniatowska y Eduardo Lizalde llegaban con Arreola; también había jóvenes que comenzaban a acercarse a él, como Ethel Krauze. Finalmente me casé muy joven, a los veintiún años, y un año después tuve el primer hijo de seis; eso también me alejó, aunque no mucho porque trabajaba en el ambiente periodístico, pero dejé de escribir temporalmente. Cuando me divorcié, emigré a Cuernavaca y aquí estuve trabajando en publicaciones locales hasta que entré a la universidad a dar clases. Empecé dando clases en otras áreas y finalmente se formó el taller, que tuvo altas y bajas y muchos cambios. Esto fue en 1988
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Péter Pérez
y el humor como crónica Ricardo Guzmán Wolffer
ANTES QUE CANTINFLAS, PERSONIFICÓ EL ESTEREOTIPO DE MEXICANO INGENIOSO, SOBREVIVIENTE DE LA CIUDAD DE MÉXICO DE LOS AÑOS CINCUENTA. LO CREÓ EL PERIODISTA JOSÉ MARTÍNEZ DE LA VEGA.
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ntre las muchas actividades del periodista José Martínez de la Vega (México, 1907-1954), sobrevive por su vigencia la creación del personaje Péter Pérez, el indómito detective de Peralvillo que fuera protagonista de los cuentos cortos del autor y de varios guiones de radio. Aparecidas originalmente en 1952, las ingeniosas historias del detective remiten a la crónica citadina y a los estereotipos mexicanos que desde la década anterior se fraguaban y terminarían por inmortalizarse en figuras como el enorme Cantinflas de sus inicios y demás cómicos que hacían de lo cotidiano la mofa para dejar ver cómo era ese México posterior al “milagro mexicano”, donde las clases de menores recursos solían reivindicarse por su ingenio y por su aceptación de la sociedad que les tocó vivir. Péter y Cantinflas se unen en ese imaginario nostálgico donde bastaba tener agudeza y saber buscar las oportunidades para sobrevivir; incluso si el detective sólo contaba con dos camisas por guardarropa: así como Cantinflas no llegaba ni a cinturón o gabardina, Péter duerme vestido sobre un petate en la accesoria donde atiende a su clientela. No cantinflea, pero impone su inteligencia a civiles y policías, especialmente al Sargento Vélez, quien nunca resuelve los crímenes, pero tiene la honestidad de pedir ayuda a Pérez. En estos tiempos de desdén oficial por la violencia cotidiana, ya suena a broma que los cansados procuradores de justicia pidan ayuda a la ciudadanía o que acepten las movilizaciones privadas para defenderse del crimen. De ahí parte de la eficacia del humor de Martínez de la Vega, quien logra virtuosamente evitar el albur o el doble sentido en sus cuentos, donde no por bien hablado evita la crueldad que toda nota roja supone. Péter se burla de los detectives de pipa y gabardina, pues finge fumarla sólo en presencia de la clientela y cada tanto describe lo usada que es su ropa. Mediante el mecanismo de la burla con retruécano, nos enteramos de la realidad mexicana en los años cincuenta del siglo pasado. En “El indio redimido” nos recuerda el autor que los indios redimidos no existen, excepto “en la propaganda oficial. Ya ve usted que prefieren ser braceros”; cuando revisa el cadáver concluye que fue asesinado por un rival político, pues se había disfrazado de indio para aparentar pertenecer “a las masas”, pero como fue un “asesinato electoral” no será castigado, pues “los asesinatos electorales no son tomados en cuenta por las autoridades”. La vigencia de tales afirmaciones es notable. En “El crimen de estudio” hay un asesinato por un error, pues el pistolero es “un aspirante a politiquillo y retrasado mental por añadidura”, ya que al escuchar la palabra “cámara” sufre una confusión “por torpe concatenación de ideas: cámara, elección, yo revolucionario, no de los de Madero, naturalmente, bulla, asalto, casilla, tiros…” y mató al actor. En “La lata de sardinas”, el detective ve al muerto, “no tan muerto como el sufragio efectivo, porque todavía no apestaba” que tiene una lata de sardinas al lado.
Tras sus habituales pesquisas, comprende que es la firma del asesino: como es camionero la ha dejado pues “una lata de sardinas, por lo apretadito, es lo más parecido que existe a un camión”. En “El vendedor misterioso” el marchante que miente con sus anuncios es aplastado por la turba que se arremolina para comprar, engañada por el letrero que reza “precios de antes de Cárdenas”, pero en letras minúsculas consta el precio que resulta carísimo: como los de atrás empujan y los de adelante, cuando han logrado leer las letras pequeñas, no se pueden hacer para atrás, caen sobre el hábil vendedor, que paga con la vida sus mentiras. En “El paro de brazos caídos”, evidencia el mal estado de la clase obrera al descubrir que un saboteador logra detener las actividades en la fábrica con el sencillo método de dejar caer una moneda de plata amarrada y arrastrarla unos metros para luego regresarla a su bolsillo: como los obreros tienen oído de pobre, el mero sonido de la moneda de plata contra el piso los consterna y obliga a dejar su actividad para dedicarse a buscarla. Y peor, como eso sucede en Monterrey y es estereotipo, con todo y el estrépito de las máquinas, “no hay regiomontano que pueda dejar de escuchar el ruido que hace una moneda cuando cae”. Además de la crítica política y social, Péter remite al humor. En “El asesinato de Mensolele”, la bailarina exótica muere tras horas de escuchar obligadamente la lectura de su raptor, la Divina Comedia, de Dante: muere de desesperación debido a su inexistente bagaje cultural derivado de leer historietas y ver películas musicales estadunidenses. En “El cuarto cerrado”, librando la clásica batalla de la literatura de detectives, a lo Agatha Cristhie, resuelve el misterio de la muerte en el cuarto cerrado por dentro, con ventanas impenetrables, con el sencillo método de establecer… que el cuarto no tiene techo, aunque sea impenetrable por tierra: lógico, el asesino sólo tuvo que brincar la pared y ahí está resuelto el misterio. En “El asesinato de 80 centavos”, la mujer deja noqueado al marido porque no lo ha reconocido luego de que se bañara, cambiara de ropa y llegara borracho para comunicarle haberse ganado la lotería y exigir el débito conyugal: en defensa personal, le acomoda un planchazo en el hombro y lo toma por muerto al pedir la ayuda de Pérez. Péter Pérez no pretende competir con los detectives clásicos ni con la novela negra estadunidense, tan en boga en los años cincuenta: es un divertimento como pretexto para comentar las dificultades de una clase social engañada por el triunfalismo revolucionario del que nunca termina por beneficiarse, pero que tenía posibilidades de sobrevivir con sus pocos ingresos. También nos habla de un México donde la violencia era un hecho aislado, con una extraña finalidad personal del asesino, y que siempre era castigado, a pesar de la incompetencia de la autoridad policíaca. Un México lejano y, tal vez, deseable. La literatura como nostalgia sonriente
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Guennadi
Aigui
Iván García y Georgina Mejía
Gennadi Aigi y su hijo Alexei. Fuente: ndbooks.com
entre nosotros
POETA CHAMÁNICO DEL VERSO LIBRE. LUGARES EN EL FUEGO, ÚNICA ANTOLOGÍA EN ESPAÑOL DEL ESCRITOR CHUVASIO.
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convicción? No lo sé bien. Hay una atmósfera que surge del poema, una distriasta donde sabemos, fuera de la antología Lugares en el fuego (2002), bución de los versos en la página, espacios blancos, vacío, palabras que conpreparada por José Manuel Prieto, no existe otro volumen en español que vocan, organización al fin del lenguaje, que no es arbitraria, y que actúa sobre recoja la obra del poeta chuvasio Guennadi Aigui (1934-2006), quien el lector. Pienso en un mapa donde están señalados los accidentes del terrefue candidato al Nobel en varias ocasiones. Existe, sí, una breve muestra no, ríos, lagos, montañas.” de sus notas sobre “sueño y poesía”, traducidas del francés por Ernesto Hernández En efecto, los poemas de Aigui avanzan como pulsos verbales del corazón. y publicadas en la revista Poesía y Poética (1996), donde también aparecieron las Surcan su propia oscuridad en la página, donde cada verso se asoma como un primeras versiones de Prieto. Por último, está un largo diálogo publicado en la relámpago, y de esa mezcla de luz y oscuridad nace su “verdad titubeante” (Gola). revista Mula Blanca (2012), que también se tradujo del francés. Como refiere Prieto, Aigui fue el primer gran poeta de la poesía rusa en usar Aconsejado por Boris Pasternak y Nazim Hikmet, Aigui abandonó el chuvasio el verso libre. ¿Habrá tenido alguna incidencia el propio Hikmet, que a partir de y en 1960 comenzó a escribir en ruso. Ese cambio jugó un papel decisivo, pues los años cuarenta pasó de la métrica regulada al vera partir de esa lengua fue traducido a otras como aleso libre en su propia obra? Lo cierto es que el origen mán, francés, portugués e italiano. ¿El español dio campesino de Aigui, como lo ha referido él mismo al respecto alguna señal de vida antes de 1996? De varias veces, tuvo un peso decisivo en su aventura acuerdo con Prieto, que trabajó auxiliado por el au“Jamás experimenté, poética (su papá fue un campesino traductor de Pustor, no. Tal parece que en español su trabajo se cosimplemente no tengo tiempo hkin y su mamá una obrera que le transmitió el amor noció casi al mismo tiempo que en Rusia, donde por los ritos paganos). Una muestra de su “fidelidad comenzó a publicar apenas en 1991, debido a la cenpara eso. Aprecio a los poetas a lo popular” está en su antología I canti del popoli del sura del régimen soviético. Volga, dedicada a su abuelo materno (Jakur, el cha“¿Quién conoce Chuvachi? De allí nos viene Guenexperimentales, los sigo con mán de los jumankk) y publicada en italiano en 1986, nadi Aigui”, dice el argentino Mario Arteca en un poeque habría fascinado a Pasolini. ma, lo cual muestra que el desconocimiento en el interés, pero no sé si sus Aigui trabajó al amparo de algo vivo y oscuro. Por medio hispánico es generalizado. Por ese motivo, un lado, tomó con absoluta seriedad el chamanismo: proponemos ahora esta traducción de sus poemas, búsquedas y hallazgos son “Si los gritos-sobresaltos chamánicos despiertan alapoyándonos en la antología brasileña Silencio y go esencial en las profundidades de la lengua de un clamor (2012), organizada por Boris Schnaiderman necesarios para la poesía poeta, éste debe atenerse sin embargo al más doloro(el más importante traductor del ruso en Brasil) y Jeso descenso a los abismos de la Patria-drama, debe rusa Pires. No sobra decir que, ya desde 1964, Schnai‘naturalmente-libre’.” comprenderse a sí mismo. Si el interés por el chamaderman, en compañía de Haroldo y Augusto de Camnismo se convierte en un signo de autenticidad de pos, ha venido siguiendo el trabajo de Aigui. nuestro propio nacimiento, qué mejor. Si no, Para acompañar sus poemas, de Silencio y clamor el tema es artificial.” Por otro lado, aunque en tradujimos también las declaraciones que hizo por relación con esta misma seriedad, Aigui dio la muerte de René Char (con quien platicó intenuna respuesta clave para acercarnos a su idea samente desde 1968). Además, de la antología Childrenovadora: “Jamás experimenté, simplemenand-Rose (2003), organizada por Peter France, te no tengo tiempo para eso. Aprecio a los poetradujimos el prólogo de Bei Dao y algunas tas experimentales, los sigo con interés, pero no reflexiones que dio en 1985 a un periódico sé si sus búsquedas y hallazgos son necesarios yugoslavo. para la poesía ‘naturalmente-libre’. La novedad Por último, queda citar al poeta Hugo Gola, en poesía, creo yo, nace orgánicamente dentro cuya revista nos trajo la voz desconocida de de la tensión global de la lengua, no por la vía de Guennadi Aigui (de hecho, tanto Lugares en el la experimentación.” Naturalmente-libre, dice el fuego como la entrevista de Mula Blanca, origipoeta. La infancia campesina y la insurrección de nalmente estaban destinados a publicarse en sus la lengua están fundidas allí en un solo aliento. Quiproyectos editoriales): “Cuando empecé a leer zá por ello Gola ve ríos, lagos y montañas en sus Conversations à distance, de Guennadi Aigui, sentí páginas. Quizá el poema ha de crecer, oscura y lumienseguida, tan sólo con hojearlo, que estaba ante nosamente a la vez, como un grano de avena un poeta mayor. ¿Qué es lo que nos transmite esa
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EXPULSADO DEL INSTITUTO LITERARIO GORKI, PADECIÓ “UN OSTRACISMO DE CASI TRES DÉCADAS”. TACHARON SU POESÍA DE “ALIENADA, SIN VÍNCULOS CON LA VIDA”.
Bei Dao
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n junio de 1992 conocí a Guennadi Aigui en el Festival Internacional de Poesía de Rotterdam. Además de organizar lecturas de poesía, este festival tiene la tradición de invitar a los participantes a tomar un taller en el que el trabajo de un poeta contemporáneo se traduce a otras lenguas. La obra elegida para ese año fue la de Aigui. El poeta chino Song Ling y un holandés especialista en cultura china asistieron al taller cada mañana y fueron llevando sus traducciones al chino de los poemas de Aigui. El estilo claramente único, inusual de su poesía me sorprendió. De inmediato le pedí a otro poeta
Su lengua materna es el chuvasio. La fuente de su espíritu poético se desprende de las canciones folclóricas chuvasias, cuyo rastro se remonta hasta los vastos y ocultos pliegues de las antiguas religiones y leyendas. Un niño del campo chuvasio llega a Moscú, incorpora a la poesía rusa y al modernismo europeo aquello que está próximo a una cultura antigua, y los fusiona. Quizá podríamos decir que en este punto la poesía rusa logró escapar de un bosque represivo, cruel e infinito, con raíces aún más fuertes en la provincia que la mantenía cautiva, doblegando sus talentos y esperando el momento justo para emerger de nuevo.
la prosodia siempre oprime al pensamiento, atenta contra la libertad.” Leer la poesía de Aigui es una suerte de aventura. Sus poemas contienen un código especial basado en una dicción precisa, una estructura de frases, versos discontinuos, intervalos de espacio y signos de puntuación. Los lectores deben descifrar el código para penetrar realmente en su poesía. En la primavera de 1994 recibí una invitación de la República Chuvasia en la que me preguntaban si podía asistir a la celebración por el sexagésimo cumpleaños de su poeta nacional, Aigui. Desafortunadamente, no pude ir. Casi diez años después, los poe-
Guennadi Aigui
y la rebeldía del fuego
chino que lo entrevistara y publiqué ese material, junto con nueve de sus poemas traducidos por Song Ling, en el tercer número del periódico literario Today –Jintian, en chino– de ese año, que yo mismo dirijo. Por primera vez los poemas de Aigui estuvieron al alcance de los lectores chinos. Después, durante aquel verano, Aigui y yo dimos unas conferencias en una escuela de escritores en Copenhague. Una tarde fuimos a un bar y bebimos hasta la medianoche. La conversación fue iluminadora: él era sociable, sensible y tenía un conocimiento muy agudo de las cosas. Conversar con un poeta mientras se bebe abre un camino diferente para entender su poesía (véase el ensayo “Historias de alcohol”, de Bei Dao, en El poeta y su trabajo 27). En un ensayo dije una vez que existe cierto número de eslabonamientos dorados en la poesía mundial del siglo xx . Y al referirme a la cadena de la poesía rusa, mencioné tres nombres: Mandelstam, Pasternak y Aigui. Quizá esta cadena debiera incluir a otros, pero estas tres voces son para mí las más innovadoras y originales. Cada una complementa a la otra, formando en conjunto un profundo espíritu humano que ha soportado un gran sufrimiento y que también puede transformar la piedra en oro. Como estudiante en el Instituto Literario Gorki hacia finales de los años cincuenta, Aigui convivió con Pasternak –quien acababa de recibir el Nobel y era víctima de ataques– y finalmente se hicieron amigos íntimos pese a la gran diferencia de edad. Fue Pasternak quien lo animó a escribir en ruso, forjando así dos eslabones de esta cadena dorada. Como resultado de ello, Aigui fue expulsado del Instituto Literario Gorki y vagó por Moscú sin residencia fija ni dinero, viéndose a veces obligado a pernoctar en las estaciones del Metro.* Prácticamente desconocido para el público ruso hasta los años ochenta, su escritura también se vio obligada a permanecer en la clandestinidad. Aigui nació en 1934 en un remoto pueblo al sur de la República Chuvasia. Tanto Moscú como San Petersburgo se encuentran a más de 800 kilómetros de allí.
La literatura es una ideología en el primer plano de la resistencia, que a menudo transforma el discurso oficial en una especie de eco. A diferencia de la mayoría de las obras literarias, los poemas de Aigui surgen del interior del lenguaje para producir desde allí su rebeldía, como cuando se remueve la leña debajo de una tetera hirviendo. Su intención es romper el sistema de rimas y la carrocería lingüística de la poesía rusa tradicional para encontrar un poderoso y nuevo sistema de prosodia. En aquella entrevista que dio para Today, dijo: “Una ideología autocrática siempre tiende a sistematizar como una forma de asimilación y hace que cada palabra lleve puesta una sólida armadura… Desde otro punto de vista, puede decirse que el uso de la rima es como jugar ajedrez. Es decir, aun cuando las piezas se mueven continuamente, cuando se llega a un límite no hay más que repetición. El ritmo musical y la prosodia de un poema fluyen naturalmente –pasado un cierto tiempo– desde el interior de sus demandas compositivas, el cual permite que la forma de esos elementos despierte convertida en una rebelión de significados. Hablando en términos generales,
mas de Aigui despliegan una vitalidad aún más sorprendente, única entre sus contemporáneos. En contra de las vanas pretensiones de un paisaje postmoderno, él escribe sus poemas como un testamento: el amor y la fe son nuestras raíces siempre presentes, nuestra fuente de vida
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* Sobre la expulsión de Aigui, Boris Schnaiderman, en el prólogo a Silencio y clamor, señala lo siguiente: “En el acta de su expulsión del Instituto, se especificaba el delito: ‘elaboración de un libro de versos hostil, que subvierte los fundamentos del realismo socialista’. Esto acarreaba una condición realmente dramática, pues un joven en esa situación quedaba prácticamente excluido de la vida profesional.” Schnaiderman también señala que allí comenzó para Aigui un ostracismo de casi tres décadas: “Sin posibilidades de defensa, fue atacado en sesiones públicas por la poesía que estaba escribiendo, pues se la consideraba ‘alienada’, sin vínculos con la vida, hasta que acabó siendo expulsado de la Juventud Comunista (Komsomol) y se le impidió por muchos años publicar sus versos” ( n . del t .).
Poemas
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Guennadi Aigui
Fuente: modernpoetry.ru
L o nuestro
J ardín -T risteza debo llegar con mis labios a sus ojos infinitos
es (acaso) el viento que inclina – tan leve (hacia la muerte) al corazón
S in título y en las colinas camina un hombre que es como la Voz y la Respiración entre los árboles que parecen aguardar su primer nombre
E n medio del campo y allí se despiden los caminos – se dicen adiós: se proyectan – entrecruzándose en el pasado (indeciblemente amado) en el futuro (como si royera en algo de “su” y de disimulado hostil la vida clamor-vida)
P ágina
y entonces habré de sorprenderme con las venas pulsando dulcemente, bajo los párpados, y he de comprender que esos ojos claros ligeramente trémulos y enfermos son lo que son por su transparencia y su incorpóreo y he de amarla con mis manos y mis labios, con el silencio, el sueño y los caminos de mis versos con la mentira – para el Estado con la verdad – para la vida con los andenes de todas las estaciones donde estaré por última vez mirando en los cambios de ruta el lomo caliente y negro de las locomotoras y la dejaré para siempre en las filas y refugios de los pueblitos terribles de Siberia para ir rumbo a la matanza de los hombres de mi propio siglo
D os epílogos
y penetra el sonido solemne del otoño: refulge el órgano – refulgen los girasoles
E l pueblo como templo y las almas –como cirios– encendiéndose unos a otros Romashkovo, 6 de enero de 2002
trasiego de semillas sencillez del agua – y un cielo – como un sueño esta altura que ve – inadvertida para otros – incluso desconocida totalmente – otra pobreza límpida de la Tierra que en nosotros habla un poco: “de tanto estar en el mundo el humo – de las chimeneas – se disipa”
s
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2 algo de un blanco pobre de hospital ponen el campo en movimiento tus pasos – quiera Dios que podamos tratarnos con esta quietud – y el camino detrás de la ventana – detrás del portal – se apagaba poco a poco – húmedo y triste “eso es todo” se oía murmurar como si fuera un camino de la tierra 1
S ilencio (2) y sin embargo, callarse es un don, y para mí mismo: el silencio
R osa del silencio para Boris Schnaiderman
y ahora el corazón o simplemente la ausencia el hueco tenso – como cuando se enfría poco a poco en la espera el lugar de la plegaria (lo puro – permanencia – en lo puro) o – a los arrebatos del dolor que crece (o – a veces quizá hay dolor – en un niño) frágil desnudo-vivo cual impotencia de pájaro
V erano con P rantl 2
D edicatoria
(4) Sueño: Nicho-Campo de Prantl.
(18) Y él mira a través de la canción.
(19) La pobreza: un cincelador.
(20) Y la luz crepuscular de los pinos en el sueño.
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A mi querido Boris – (y también: con un abrazo de fuego para mi querida Jerusa!) – – como a un Hermano de Sangre (en el prístino vitalicio Familia – y Parentela!) lo mucho que – como uno solo – hemos sufrido: juntos! – (“oh esto permanece” – como algo eterno!... – cual dádiva lindísima: en nuestra resistencia vital…) – con amor, con fidelidad y ternura: Guena
Simplemente – luz: Indigencia y Pureza. Campo y piedra.
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Y: C írculo del A mor
Traducción de Iván García y Georgina Mejía Notas: 1. Nota del traductor francés León Robel, recogida por los traductores al portugués: de acuerdo con el testimonio del gran poeta chuvasio Vaslei Mita (1908-1957), el padre de Aigui, un campesino, canturreaba esas palabras. 2. Karl Prantl (1923-2010). Aigui escribió en 1997 casi cuarenta líneas para una exposición en Suiza del trabajo de este escultor austríaco (n. del t.).
Callarse. Piedra.
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Y: círculo del amor para la querida Jerusa Rosa-llama de Brasil Linaje-de-flor-del-“Cuaderno” de la antigua Nogueira Búlgara frente a la presencia susurrante de las Plantas-Que-No-Se Parecen-A Nada (según Gália de una cierta – hela ahí! – Maleza Violeta) Gália se corrige: “¿Boris? Quizá lo tengo araucariamente-firme pero – mejor dicho – Constante” con amor Aigui
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Guennadi Aigui
Aprender a respetar la palabra H
e reflexionado mucho sobre lo “hermético” en relación con René Char. La unión entre la vida y la palabra, en su caso, siempre se dio de un modo extraño. Su influencia en toda la poesía europea siempre existió y seguirá existiendo. Considero que su influencia es al mismo tiempo evidente y secreta, y que esta última es mucho mayor que la primera. Me parece comprensible, porque en su poesía, sin duda, se oculta un gran secreto, al que asociamos con la palabra “hermetismo”. Cuando los lectores dejan de respetar la palabra, cuando no la toman en cuenta, la palabra se respeta a sí misma y se vuelve orgullosa en el buen sentido; no se cierra, sino que adquiere una dignidad mayor en sí misma, y entonces la palabra poética parece decir: “El tema no es si se quiere o no se quiere tener algo que ver conmigo. Pero si lo quieren, deberán tener una relación profunda, seria.” Yo creo que el así llamado “hermetismo” significa una confianza en el ser humano, pero confianza en el ser humano creador, que se
Poesía e infancia LA IMAGINACIÓN HUMANA, CREATIVA “COMO LA DE DIOS”.
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uizá en la poesía contemporánea necesitamos acercarnos a la infancia-como-ser, no sólo en cuanto “corazón-y-sentimiento”, sino también como un asunto de principios. No se trata únicamente de la necesidad de rememorar esa “frescura de impresiones”. En la infancia confiábamos más en el mundo, estaba abierto ante nosotros, y nos parecía un mundo-Universo auténtico. Haríamos bien en recordar todo esto. Dado que en nuestra percepción del mundo (no nuestro conocimiento) hemos reducido el mundo-como-universo a un nivel alarmante, lo hemos convertido en un pequeño mundo-bazar, que nunca va más allá de “las órbitas alrededor de la Tierra”. ¿No es cierto, acaso, que precisamente en esta “era espacial” nuestro sentimiento de universalidad, del Mundo-como-Universo, es cada vez más pequeño? Este pequeño mundo de miedos terrenales y miedos… ¿realmente experimentamos algo más que eso? Pero no seamos condescendientes con el ser-dela-infancia, pues está embelesado por el milagro de la existencia de un mundo inexplicablemente-cargado-de-sentidos (buena parte de la naturaleza nos muestra que no fue creada sólo para el ser humano). El “tema de la infancia” puede significar hoy más que simple nostalgia. Puede estimular “problemas teóricos” en la poesía contemporánea. Por ejemplo, pese a todo nuestro conocimiento (paradójicamente, todo esto sucede en esta “era del conocimiento”) vivimos y colocamos nuestro ser en una atmósfera extraña… Para nosotros, la creación está muerta y ha
terminado, no hay en ella una manifestación constante de la fuerza creadora, sino anónimas “leyes del universo”, como si hubieran sido “dadas” de una vez por todas –todo se encamina a la experimentación del mundo como si estuviera concluido (una vez más, no hablo aquí de conocimiento, sino de la percepción del mundo)– ¿qué posibilidades tiene allí la poesía para “remontar”? –y no obstante, me digo a mí mismo, no lo he perdido todo si con mi ser-niño que un día fui puedo recordar aquello que una vez me dio alcance, más remoto que la luz del sol tendida sobre mi pueblo. Tengo mi razón “personal” para volver a mi infancia en pensamiento-y-poesía. Aun el mundo humano que veía en ese tiempo, relacionado a esas lejanas impresiones, era más noble de lo que me he encontrado desde entonces. No creo que sea una simple idealización. Aquel era un mundo de gente paciente de verdad, gente “de pueblo y de campo”, cuya gran belleza estaba en la necesidad de un mínimo trabajo para hoy y mañana. Yo vivía en un mundo en el que la imaginación humana (y esto es, quizá, lo único de lo que realmente podemos decir que fue hecho “a Su imagen y semejanza”), sí, vivía en un mundo en el que la imaginación de la gente parecía estar dirigida a su verdadero destino; no era amarga o destructiva, sino creativa, “como la de Dios”
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vuelve coautor, co-poeta, un igual del poeta. Si uno lee atentamente a René Char, puede verificar que nunca deja de traer luz a una persona o llevarla ante un brillo muy singular, de traerle sabiduría. En el hecho de que semejante personalidad y semejante poeta, definido a menudo como “hermético”, haya alcanzado un reconocimiento tan grande, y se haya vuelto en vida una gloria nacional, se encierra, creo yo, la circunstancia de que la noción de lo popular en el arte de la palabra se haya modificado en la segunda mitad de siglo, e incluso en un período mayor, y a mi modo de ver, radicalmente. Lo popular no significa “eternamente” accesible, no tiene que ver con una cierta claridad comprometida, destinada al gran público. Lo popular (y la obra de Char, según me parece, justamente lo demuestra) es una exposición compleja de las raíces más profundas de la ética y estética, conjugadas con las fuentes de la cultura nacional, y que se hacen sentir aún hoy, cuando las recordamos, cuando descubrimos en nosotros mismos nuestra fidelidad a ellas. A mi entender, la obra de René Char, como la de ningún otro, exige que se formule y se resuelva nuevamente el problema de lo popular en el arte poético, con una nueva profundidad y una nueva fundamentación teórica
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Guennadi Aigui
Fotos: modernpoetry.ru
Teatro sagrado. Los "coloquios" de México, Miguel Sabido, Siglo xxi Editores, México, 2014.
El Puro Cuento, Núm.14 (Cuento catalán), Editorial Praxis, México, 2015.
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