No ficcióN: Bajo el signo de B araka : periodismo narrativo y libertad. Gustavo Ogarrio Ser periodista en México: J avier v aldez y la no ficción. Luis Guillermo Ibarra Entrevista con la narradora argentina S elva a lmada . Marcos Daniel Aguilar Cuentos de S elva a lmada , m ariangela C amoCardi y m arilú o liva
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 9 de julio de 2017 ■ Núm. 1166 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
el Lado B de la literatura
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Bajo el signo de Gustavo Ogarrio
quienes todavía creen que existe una frontera infranqueable entre periodismo y literatura deberían reconocer que el nuevo género denominado no ficción demuestra que, si acaso aún existe, dicha frontera es notablemente porosa. La obra de Truman
DESDE EL CRíTICO DE MúSICA AMIRI BARAKA EN LA FAMOSA REVISTA FRee JAzz!, PASANDO POR TOM WOLFE, JIMMy BRESLIN, TRUMAN CAPOTE CON A SAngRe FRíA y POR SUPUESTO RODOLFO WALSH CON OpeRAción MASAcRe, ESTE ENSAyO ES UNA CERTERA APROxIMACIóN AL CONCEPTO DE PERIODISMO NARRATIVO qUE EN UN PRINCIPIO DESCONCERTó y GENERó EL RECHAzO DE LOS “PROFESIONALES DE LA LITERATURA”. POR ENCIMA DEL DATO DURO y PRETENDIDAMENTE OBJETIVO, EL nueVO peRiOdiSMO PRIVILEGIA EL PUNTO DE VISTA DEL NARRADOR y LE CONFIERE CALIDAD DE ESCRITOR.
Capote y Rodolfo Walsh, entre muchos otros, lo dejó claro hace ya décadas; la pluma de Javier Valdez, nuestro corresponsal recientemente asesinado, es una prueba más, lo mismo que la argentina Selva Almada y las italianas Mariangela Camocardi y Marilú Oliva, cuya narrativa no está “basada en hechos reales”, como reza la vieja frase, sino que habla directamente de una realidad siempre cruda y difícil. Completan este número dedicado al “Lado B de la literatura” sendos artículos sobre el cronista brillante que fue Javier Valdez, autor entre otros libros de narcoperiodismo, así como un ensayo sobre Amiri Baraka, el periodismo narrativo y la libertad. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
A la memoria viva de Miroslava Breach y de Javier Valdez
“¡FRee JAzz!”: eL perIODIsMO De cOncIencIA neGrA cOntrA LA nuevA escLAvItuD cuLturAL
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n 1961, todavía bajo el nombre de Leroi Jones, Amiri Baraka (1934-2014) publica su ensayo “La avant-garde del jazz”, que se volvería un manifiesto del ensayo periodístico militante de la black music, de la articulación entre el free jazz y la conciencia afroamericana de la negritud. Baraka reconoce que se inicia como un “difusor entusiasta de los músicos”, pero es rebasado por la “nueva ola” del free jazz y esto lo transforma en un militante de la revolución cultural que venía de la mano de una revolución política: Lo interesante es que, en este período, la agitación de la revolución real estaba diseminada por todo el planeta. Luego del éxito de Montgomery Bus Boycott a fines de 1956, Fidel Castro marchó sobre La Habana en 1959, Malcolm x apareció en televisión en 1960 –personalmente, fui a Cuba ese mismo año– cuando también comenzaba el movimiento estudiantil en Greensboro, Carolina del Norte… Es obvio, por lo tanto, que este espíritu mundial afectaba también a los músicos, a su música y a su audiencia.
Esta revolución que se expresa en los textos de Baraka estaba marcada por un deseo vehemente de transformación política y cultural que se oponía al racismo y a la opresión que vino después del asesinato de Malcolm x , que incluso le valió al mismo Baraka la acusación –por parte de los defensores de la música de la escala temperada y del acorde regular, los futuros mesías de la canción pop– de “racista”, por su defensa del nacionalismo negro que pautaba sus ensayos, crónicas, entrevistas y reportajes. En ese horizonte en el que se hundía lo viejo y se advertía el transatlántico de la libertad, Baraka también se imponía la
misión de organizar, con su periodismo ya profundamente narrativo, la comprensión de lo que todavía no llegaba del todo; anuncia la tensión utópica del free jazz con lo que cultural y políticamente lo envolvía, un torbellino en el que la música no sólo era música y la revolución política era también “énfasis microtonal, modal, afroasiático que estaba en todas partes”, una revolución de la música que traía también su propia reconstrucción del pasado y de ese presente casi alucinante en el que se mezclaban las “músicas transportadoras” de Thelonious Monk y John Coltrane, o de Ornette Coleman y Sonny Rollins. Para Baraka, lo que debía hacerse era “que el pueblo afroamericano reclamara esta música como nuestro legado y tesoro, y que valorara las canciones como himnos históricos de nuestras vidas y nuestras luchas”. ¿Cuáles eran los principales adversarios de esta música que Baraka narraba y de la misma revolución implícita en su periodismo narrativo? El grito de ¡Free Jazz! se dirigía contra la “prisión de la mediocridad americana” que en ese momento basureaba al blues como una música de “mal gusto” y que quería envolverlo todo con su estética de la nueva esclavitud cultural: la naciente música pop como la matriz que todo lo volvía homogéneo, que “modernizaba” y blanqueaba las otras músicas “manchadas por el color” para hacerlas asimilables a la refuncionalización del capitalismo puritano que tendría su momento más violento en la era que inauguraba las presidencias de Ronald Reagan (1981-1989). Así lo expresaría Baraka en 2009, al poner en perspectiva histórica su propia militancia narrativa y la posible emergencia de una “nueva ola” de la música no hegemónica en Estados Unidos, similar a la de los años sesenta del siglo xx : A pesar de la matriz cultural reaccionaria que ocultó gran parte de esta música durante los años de Reagan y Bush, y que produjo la hegemonía del retraso cultural y artístico del jazz fusión y de “Kenny Elevator” [aquí Baraka se refiere mordazmente a Kenny G , saxofonista que para él degradó el
Directora General: C armen L ira S aade , Director: L uiS T ovar , E d ic i ón : F ranCiSCo T orreS C órdova y r iCardo y áñez . Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo G arCía n orieGa , Formación: m arGa P eña , Diseño de Columnas: J uan G abrieL P uGa , Relaciones públicas:
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Portada: Realficción
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Baraka:
periodismo narrativo y libertad
El poeta y activista Amiri Baraka, durante la Black Political Convention, Gary, Indiana, 1972. Fuente: Youtube
“¿qué es esto, en nombre de Cristo? En otoño de 1962 se me ocurrió coger un ejemplar de esquire y leí un artículo que se titulaba “Joe Luis: el Rey vuelto hombre de edad madura.” El trabajo no comenzaba en absoluto como el típico artículo periodístico. Comenzaba con el tono y el clima de un relato breve, con una escena más bien íntima; íntima al menos según las normas periodísticas vigentes en 1962… mostrando la vida privada de un héroe del deporte que se hace cada vez más viejo, más calvo, más triste…”
jazz a música de elevador], del rock superficial y del rap más vacío –y que hizo que muchas veces, incluso en Nueva york, pasáramos semanas enteras sin ver a ninguno de los nuevos– hay en estos días algunos de los signos de que otra nueva ola viene en camino.
“¿Qué es estO, en nOMbre De crIstO?”: eL nuevO perIODIsMO cOntrA LOs prOfesIOnALes De LA LIterAturA
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tra gran revolución narrativa en el periodismo en Estados Unidos que se dio en esta misma época, más visible y difundida en América Latina al punto que se reivindica como parte del propio giro periodístico en las redacciones del subcontinente, fue la revolución blanca del new Jornalism, dirigida, según Tom Wolfe (1931), contra la misma novela estadunidense y su campo magnético de fuerzas culturales que impedían tomarse en serio tanto la dimensión artística como narrativa de los nuevos periodistas:
Así describe el mismo Tom Wolfe su ceremonia iniciática como lector de ese “nuevo periodismo” del que él mismo va a formar parte; textos periodísticos que también se podían leer como relatos breves y que ganaban para el periodismo cultural el punto de vista del narrador; la digresión y la reflexión narrativas por encima del dato y de la información “dura”; el riesgo de cargar de subjetividad el relato, a riesgo de ser acusado de “adornar” el texto o de inventarse los diálogos que de tan íntimos se antojaban inaccesibles para cualquier testigo. El mismo Wolfe se descubrió con reacciones condenatorias ante el relato de Gay Talese sobre el viejo boxeador Joe Luis: “Mi reacción instintiva, de defensa, fue pensar que el hombre había cargado la suerte, como suele decirse… lo había adornado, inventado el diálogo… Dios mío, tal vez había inventado escenas enteras, el mentiroso sin escrúpulos.” ¿qué era lo que los “profesionales de la literatura” no lograban comprender del nuevo periodismo que se quería narrativo, por encima del tradicional periodismo informativo? Wolfe alude al columnista Jimmy Breslin para ilustrar eso que estaba más allá de la com-
E l trabajo no comEnzaba En absoluto como El típico artículo pEriodístico .
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prensión narrativa de los que ejercían los géneros literarios clásicos y de sus críticos. Por lo regular, señalaba Wolfe, una columna era en ese entonces un premio para un buen reportero y que terminaba por fagocitar al mismo reportero para transformarlo en un mal escritor. Breslin logró combinar el trabajo periodístico de calle para encuadrarlo en una narrativa del acontecimiento diario; según Wolfe: Breslin convirtió en una costumbre el llegar al escenario mucho antes del acontecimiento con el fin de recoger material “ambiental”, el ensayo en el cuarto de maquillaje, que le permitiera crear un personaje. De su modus operandi formaba parte el recoger los detalles “novelísticos”, los anillos, la transpiración, las palmadas en el hombro, y lo hacía con más habilidad que muchos novelistas. sigue
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quizás fue Truman Capote quien llevó a una de sus más logradas expresiones este periodismo de escenas íntimas, de subjetividad cargada y casi barroca, de testigos imposibles en la escena del crimen, pero también en las escenas de la intimidad de personajes célebres y reveladoras de sentidos últimos. Capote encuadró la noticia del día a día en un ámbito narrativo que llegaba de manera indirecta a las verdades políticas o culturales y a las verdades complejas de los asesinatos. No sólo sus obras de más largo aliento en la no ficción, como A sangre fría, o la magistral Ataúdes tallados a mano, son el resultado de esta concepción que lleva el relato periodístico hasta sus últimas consecuencias, como novela periodística. En otras piezas “menores” –por ejemplo, “Una adorable criatura”, en la que relata una conversación con Marilyn Monroe– Capote le va a dar una vuelta de tuerca más a esta revolución narrativa en el periodismo estadunidense, al colocarse él mismo como protagonista de este encuentro con Marilyn y en el que poco a poco se va revelando la contraparte no glamorosa de la estrella trágica de Hollywood: “y ahí estaba yo, paseando por el vestíbulo de la Universidad de Chapel mientras esperaba a Marilyn.” Después de los funerales de Constance Collier, actriz de origen inglés y maestra de actuación de Marilyn, ésta y Capote se instalan en un restaurante chino de la Segunda Avenida de Nueva york para tomar champaña. El relato está llevado por el diálogo íntimo entre ellos y tiene como signo el presagio. Una Marilyn que “a veces quiere saber lo que va a pasar”, pero que luego piensa “que sería mejor no saberlo”. Un narrador-confidente que antes de concluir que esa actriz rubia y anónima con la que conversa en un restaurante de chinos es una “adorable criatura”, como la llamaría la misma Collier, ya nos anuncia el terrible desenlace de la actriz y de su fragilidad trágica, esto en una digresión final: “La luz se iba. Marilyn parecía esfumarse con ella, mezclarse con el cielo y las nubes, disolverse a lo lejos. quería elevar mi voz sobre los chillidos de las gaviotas y llamarla para que volviese: ¡Marilyn! ¿Por qué tuvo que acabar todo así?” El narrador periodístico que ilustra la noticia de la muerte de Marilyn Monroe con la evocación melancólica de un intercambio verbal concreto, un diálogo vivo marcado por lo que todavía no ha ocurrido, el presagio mortal de esa fragilidad íntima de la gran estrella de Hollywood.
“¿pueDO vOLver AL AjeDrez?”: eL perIODIsMO nArrAtIvO en AMérIcA LAtInA cOntrA LAs vIOLencIAs DeL estADO
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na de las matrices narrativas del periodismo contemporáneo en América Latina ahora se reconoce también en Operación masacre, de Rodolfo Walsh (1927–desaparecido por la dictadura en 1977), publicado en 1957; una obra en la que el escritor argentino reconstruye los fusilamientos clandestinos del 9 de junio de 1956, ante un alzamiento militar peronista en contra de la dictadura que se instaló después de la llamada Revolución libertadora que derrocó en 1955 al segundo gobierno de Juan Domingo Perón. Walsh se entera de esta matanza en un café de La Plata donde se jugaba ajedrez y comienza su relato sobre la verdad de los fusilamientos con la evocación de un tiroteo, seis meses antes de enterarse de los “hechos”. Al volver a su casa en una noche premonitoria de todas las violencias, el periodista argentino articula lo que serán los motivos para contar la historia y la per-
Rodolfo Walsh escapa a las etiquetas y canonizaciones académicas, afirma Osvaldo Bayer, y durante mucho tiempo su “narrativa” fue negada como uno de los comienzos del periodismo contemporáneo en Argentina y en América Latina. Esas historias que el narrador dudaba en contar ante la avalancha de una violencia que era ya, en 1956, terrorismo de Estado en Argentina, pero que al mismo tiempo articulaban con precisión artística todo el poder de un relato de denuncia que no titubeaba en usar los amplios recursos de la ficción. ¿qué sentido tiene esta imagen del juego de ajedrez ante el cual irrumpe el poder destructivo de la violencia? Walsh se responde como narrador-periodista si puede regresar al ajedrez, como una manera de colocarse ante la obligación ética de narrar la violencia para lectores de noticias no especializados en literatura: Puedo. Al ajedrez y a la literatura fantástica que leo, a los cuentos policiales que escribo, a la novela ‘seria’ que planeo para dentro de algunos años, y a otras cosas que hago para ganarme la vida y que llamo periodismo, aunque no es periodismo. La violencia me ha salpicado las paredes, en las ventanas hay agujeros Marilyn Monroe y Truman de balas, he visto un coche agujereado y adentro un Capote, 1959 hombre con los sesos al aire, pero es solamente el azar lo que me ha puesto eso ante los ojos. Pudo ocurrir a cien kilómetros, pudo ocurrir cuando yo no estaba.
manente tentación de renunciar a escribir sobre los fusilamientos, de regresar a la atmósfera del ajedrez: Tampoco olvido que, pegado a la persiana, oí morir a un conscripto en la calle y ese hombre no dijo: “Viva la patria”, sino que dijo: “No me dejen solo, hijos de puta.” Después no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado para una sola noche. Valle no me interesa, Perón no me interesa, la revolución no me interesa. ¿Puedo volver al ajedrez?
El relato de Walsh inaugura una tensión narrativa entre las posibilidades de una historia y la amenaza permanente de su fracaso en la subjetividad del autor: –Hay un fusilado que vive./ No sé qué es lo que consigue atraerme en esa historia difusa, lejana, erizada de improbabilidades. No sé por qué pido hablar con ese hombre, por qué estoy hablando con Juan Carlos Livraga.”
¿Cuál es el enigma de este narrador-investigador que Walsh hereda al periodismo y a la misma literatura en el ámbito latinoamericano? La decisión política de narrar periodísticamente un acercamiento al horror de la violencia de Estado; la ficción y la perspectiva de un narrador involucrado que afirma su libertad al contar tanto la subjetividad como el horror directo de la violencia, incluso contra las mismas estrategias de inhibición, persecución y exterminio que el Estado lleva a cabo o que deja correr y que cercarán a los narradores que le disputan el sentido de verdad de sus propias violencias. En 1970, al reflexionar sobre su trabajo, Rodolfo Walsh afirmaba que el arte de la novela ya sacralizada se había vuelto “inofensivo”: en el trabajo de investigación periodística se afirmaban ahora las “posibilidades artísticas” de los relatos que establecían una relación directa con los hechos de violencia. ¿Es esta casi invisible revolución narrativa de Rodolfo Walsh otra de las herencias del periodismo latinoamericano en el actual contexto de violencias de Estado? Al menos es también otro legado para los lectores de noticias no especializados en literatura, para un lector que, de alguna manera, lee su propia historia sublimada al máximo en la tragedia de la estrella de cine, en el boxeador que se derrumba con los años, en la violencia exterminadora del Estado que también suprime mediáticamente los caminos para articular verdades complejas sobre sí mismo. quizás estas tres formas del periodismo narrativo (que podemos identificar bajo el signo de la libertad del jazz o del periodismo narrativo que desafía a géneros “mayores” como la novela o de los relatos directos de Walsh sobre la violencia, pero al mismo tiempo profundamente artísticos) simplemente nos dejan en condiciones de responder a la siguiente pregunta: ¿queda algo de los periodismos “esclavistas” en el periodismo que ahora compite por conseguir que lo canonicen junto con sus artistas, obras y procesos políticos y culturales, para obtener el respaldo de un Estado cada vez más capitalista y puritano, violento y criminalizado, que se devora a sí mismo en su trágico espectáculo de Saturno neoliberal?
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Mariangela Camocardi
Quemada viva C
Obedecí engañándome con que asi no me reconozco en la esposa que me mira fijamente desde el volvería a ser el hombre que me enaespejo. Mi mamá, conmovida, murmura que estoy radiante. Una moró. Nunca estaba a la altura de sus exhora. Dentro de una hora, Marco será mi esposo: la impapectativas y mi abnegación no puso fin a sus ciencia hace parecer infinito el exiguo espacio temporal maltratos. Las sospechas le entorpecen la razón y que se interpone al para siempre. quizás seamos muy hacerla de rescatista no nos llevará a ninguna solución. jóvenes pero, ¿qué importa? Somos felices. Mi madre parece Entendí que estaba atrapada en un mecanismo morboso, celebrar un antiguo ritual que se transmite de mujer a rehén de un amor enfermo que se nutre de atropellos y mujer cuando fija sobre mi cabello negro el velo de endolor, que mata cualquier sentimiento. Tengo caje de mi abuela. Del brazo de mi papá, me encaveinticinco años y soy tierra calcinada. La únimino hacia la iglesita de este pueblo de mil ca sensación que no se marchita en mí es cristianos en un peñasco sobre el mar. La el miedo. Él medió el fracaso de nuestra gente me mira pasar y las viejas chismorelación transformándose en un creasas me auguran felicidad e hijos varotivo stalker. Se deleita aterrorizánnes. Sonrío y pienso en que quisiera dome con formas de persecución sólo hijas mujeres mientras atracontra las que soy inerme. Esvieso el portal y me dirijo hacia pero algún arrepentimiento y, Marco. Me contempla como si mientras tanto, todo se deyo fuera la Virgen venerada en rrumba. He perdido algunos vez de la efigie sobre el altar. empleos por las escenas púUn celular empieza a soblicas de mi exmarido. Mi nar. Insistente y tan fasticasa es un lugar hostil. Un dioso que me despierta. El caparazón vacío en el que lindo sueño se desvanece y me encierro tratando de la realidad me agrede: en la reaccionar en las cortas paupantalla aparece el número sas de silencio entre una llade Marco. La primera llamada mada y otra. A menudo, cae cotidiana de mil que se subsiaquí de sorpresa y el áspero vaiguen hasta bien entrada la novén de dimes y diretes alimenta che. El ansia me hace un nudo en la enésima riña y los opresivos senla garganta, me retuerce las tripas, timientos de culpa que me atoraniquila mi combatividad. Estoy desmentan. quería reconstruir una vida trozada, desgastada por las llamadas decente a partir de las ruinas de la desique se alternan a mensajes de texto impelusión y, en cambio, continúo lamiendo las riosos, martilleantes… Cambiar de número es supuestas heridas de un monstruo que reclama una inútil pérdida de tiempo: no sé cómo le hace, derechos que a mí me niega. pero no me pierde la pista. Él no acepta la separación y Simple pero eficaz, arte de Ghenna Sur Al quincuagésimo tono me derrumbo emotivamente. no me perdona que lo haya excluido de mi vida. Pasa de las – Tengo fiebre –silba en la bocina. amenazas a las súplicas para volver a entrar en ella, para impedirme que –Llama a tu madre –objeto. me aleje de él. Está más presente que cuando estábamos juntos, y la vengan–Por favor… –insiste –. Necesito una aspirina. za consiste en anular mi voluntad de resistirme a la violencia psicológica a la El pánico se apodera de mí. Está triturando en mí todo destello vital pero soy que me somete. Ay, por Dios, ¡y cómo se ensaña! Una sarta de golpes bajos que incapaz de negarme. Enseguida me abre la puerta y algo en sus ojos me enaniquila mi lucidez mental. Estoy a merced de un loco, incapaz de defenderme. ternece profundamente, una inquietud que me hiela. Ni siquiera la policía puede. –No me entretengo –digo mientras le doy la medicina. Se introdujeron en nuestra relación de inmediato. Me refiero a los obsesivos –¿Una cita? celos de Marco. Me tomaban por sorpresa sus arranques que nacían de estú–No empieces –replico. pidas incomprensiones, pero yo era la primera en justificarlo. “Me da pánico Extrañamente Marco trae en la mano una regadera y vagamente me preperderte”, decía. Lo tranquilizaba, pero no servía. Mientras más cedía a sus pegunto para qué le servirá en ese momento. quiero irme, apartarme de su feroz ticiones, más se deterioraban las cosas. Me adoctrinaba recriminándome sobre represalia verbal. Casi estoy en la puerta cuando me corta la retirada con un comportamientos que yo no reconocía en mí, pero que de todas formas trataba salto. Unos chorros rebosan del borde y a la nariz me llega un intenso olor a de corregir. Me aislé de mis amistades poniendo a Marco al centro de mi unigasolina. Antes de prever el gesto, me tira encima el líquido. Sorprendida, me verso. Ni siquiera esto fue suficiente: exigía más. Tuve que renunciar a mi tramiro la ropa empapada y después dirijo mi atención a Marco. Me doy cuenta de bajo en la oficina: veía rivales en todos mis colegas. Recluida entre las paredes que él también está mojado y veo que enciende un cerillo. Sonríe mientras se del hogar, pero “por él esto y más”, me repetía a mí misma cada vez que renunprende el fuego. El horror me paraliza: grito desquiciada y busco salvación en ciaba a toda relación social. yo, él, y lo demás fuera. la sala. Me agarra con un movimiento ágil y convulsionado y me clava a su cuer“Déjalo, hazme caso”, me exhortaba la única amiga que no se esfumaba po: me debato desesperadamente pero ardo como una antorcha junto con él. cuando pasaba cerca de mí. Después, la oscuridad “Con los maridos, hay que ser pacientes”, era la consigna de mi mamá. Tiene ideas anticuadas sobre el rol de las esposas. “Aguanta. Así es él pero te ama y, en una pareja, es la mujer quien se sacrifica.” traducción dE brEnda mora
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cuento
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Ser periodista BREVE y PRECISO HOMENAJE A UN HOMBRE DE ENORME VALENTíA y CRONISTA BRILLANTE DE LA MISERIA HUMANA GENERADA EN SU CIUDAD NATAL, CULIACáN, POR LA BARBARIE DEL nARcO DEBIDO A LA CORRUPCIóN y LA COMPLICIDAD DE LAS AUTORIDADES TANTO ESTATALES COMO FEDERALES. A LO LARGO DE SUS LIBROS y SU FAMOSA COLUMNA MALAyERBA, JAVIER VALDEz INVESTIGA y DOCUMENTA LA VIOLENCIA qUE AzOTA PARTICULARMENTE A SINALOA y EN GENERAL A TODO EL PAíS. PARA ÉL, NO SE TRATó NUNCA DE “CONTAR MUERTOS” SINO DE DAR VOz A LAS VíCTIMAS, RECUPERAR SU DIMENSIóN HUMANA, SUS HISTORIAS y SUS NOMBRES. A UN MES y MEDIO DE SU ASESINATO, LAS AUTORIDADES NO HAN PODIDO ESCLARECER LOS HECHOS NI DAR CON LOS CULPABLES.
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l Río Tamazula recorre y divide la ciudad de Culiacán. quien por obra de la casualidad cae en este espejo de la naturaleza, que clama hacia todos los horizontes su belleza, no se imagina que se encuentra en las entrañas de un infierno, en el edificio pulverizado de una sociedad degradada. Un nuevo monstruo llamado narco-estado alimenta esa deshumanización, rindiendo homenaje a todo acto de barbarie y corrupción. Para las autoridades el credo parece ser el deseducar, volver a la ley de la selva, que cada uno atienda el mandamiento lógico del “sálvese quien pueda”. Los tentáculos oscuros no tienen límites y alcanzan cualquier acto cotidiano. “El narco ya se metió en la cocina”, “cohabitamos con el narco, copulamos con el narco” insistiría y subrayaría muchas veces Javier Valdez. Ante la nueva configuración de la realidad, los estudios culturales se han puesto de cabezas buscando la construcción de nuevos términos en aras de incluir y analizar los fenómenos de violencia extrema y el aniquilamiento del valor de la vida. Cualquier prefijo agregado, llámese pre-cultura o subcultura, no alcanza para abarcar el hundimiento y la deforestación de todo rasgo de humanidad. La crónica, como género periodístico, impone su posibilidad representativa del legado de las nuevas y horrorosas historias de las zonas de riesgo. Javier Valdez asumió con creces su papel de observador de estos nuevos contextos, salió a la calle a recorrer los territorios devastados, a “descubrir un mundo siniestro y violento por medio del periodismo”. Su idea no era “contar los muertos”, sino plasmar sus historias, recorrer el desgarramiento, el telón de sangre, la caída de esa inmensa legión de víctimas de un país urdido en la corrupción. Su trabajo, como afirmaría en su libro Los morros del narco, tenía “el firme deseo de ver más allá en el corazón y en el rostro de los implicados en el narcotráfico en México”. Sin embargo al hablar de los implicados descendió hasta el último escalón de los infiernos cotidianos, en los que urde la cultura de la marginación complementada con el espejismo de los “sueños pordioseros” y efímeros que ofrece la actividad del narcotráfico. Los cientos de historias de su columna semanal Malayerba evocaron y representaron, durante más de una década, la vida cotidiana de un sector de la población del norte que vivía atrapado en las atmósferas de-
lirantes y espinosas del narcotráfico. Lo que sienten, sueñan, desean e idolatran una infinidad de personajes constituye algo que bien podría llamarse “la tragedia humana”, una tragedia mostrada por fragmentos, piezas o pinceladas. Seguirla es abrirse paso en una totalidad de aluvión, adentrarse en un mosaico de sombras de una sociedad urdida en la violencia y en su fracaso moral. En una entrevista publicada en el semanario Ríodoce en el año 2006, con motivo de la presentación de su primer libro Azoteas y olvidos, Liliana Plascencia definía a Javier Valdez como “el periodista, el amigo, el escritor, el espectador-personaje que como Virgilio va por la ciudad mostrándonos a esos héroes anónimos”, “el ser solitario que se diluye entre la multitud para desnudar esta ciudad tan nuestra, tan suya, con sus hombres y sus mujeres, con sus paisajes y sus indiferencias”; “el cronista”, que “se rebela ante la posibilidad de que Cu-
“El narco ya sE mEtió En la cocina ”, “cohabitamos con El narco, copulamos con El narco ” insistiría y subrayaría muchas vEcEs j aviEr v aldEz . liacán se convierta en un cementerio gigante donde las personas pasan desapercibidas”. Estamos hablado de hace más de una década. El país y la ciudad de Culiacán empiezan a torcer el camino para entrar en una espiral de cientos, miles de asesinatos a raíz de la “guerra del narco” fraguada por Felipe Calderón. La sensibilidad del cronista describe y traza, con anterioridad, los círculos de los nuevos territorios. Desde ahí emergen los olvidados de esta guerra, los desheredados, los hombres, las mujeres, los jóvenes y los niños que son empujados por un sistema injusto a cumplir los más horribles y peligrosos mandatos. El salto que dan estos personajes para salir de la pobreza será una historia intensa y degradante, llena de precipicios, con una garantía casi segura: su lucha culminará con el fracaso total, con la muerte o con una marginación aún mayor. Al sacar de la oscuridad a las víctimas anónimas,
otorgándoles la posibilidad de tener una voz, Javier Valdez no olvida a los hombres empoderados de esta nación. El “yo acuso” no deja de estar latente en sus libros. En estas geografías de la erosión humana la participación de políticos, partidos políticos, empresarios, gobernantes, narcotraficantes es directiva. En Javier Valdez se comprobaba claramente la premisa del maestro Kapuscinski sobre el periodismo: “los cínicos no sirven para este oficio”. El cronista se sumergió así en los territorios demarcados con sangre y fuego, en los que el acto de matar y traficar se volvía un acto normativo, tolerado y alimentado por los gobiernos en turno, tanto locales, nacionales, incluso internacionales. Poco a poco una infinidad de lectores, que se fue contando por miles, empezarían a ver en el escritor y periodista a un personaje clave en la reconstrucción de la realidad derruida del presente en México y en su estado natal Sinaloas. Sus breves historias y crónicas, contadas en un lenguaje llano, acompañado con giros llamativos y algunas veces desconcertantes, pero muy puntuales –“Un ladrido de fuego que relame abandonado”, “La oscuridad se ríe en silencio, se burla atascada de coca”–, en ocasiones decían más sobre esa realidad que cualquier obstinación conceptual o teórica que pretendía explicar el presente. De ahí que para muchos académicos extranjeros haya sido fundamental echar mano de la obra de Valdez para entender de una manera más cabal el fenómeno del narcotráfico y de la violencia. La guerra del narco trajo consigo la construcción de nuevos términos y nuevos usos del el leguaje. Sin embargo el uso de estas nuevas palabras no implicó el florecimiento de éste. A la postre, el vocabulario de los sectores sitiados por el narcotráfico se contrae, la dicción se vuelve cada vez más ilegible. Los contextos violentos se acompañan de incomunicabilidad. Se habla peor en un medio en el que impera el despojo de la dignidad humana y la devaluación de la vida. Es en este enorme desbarrancadero en el que Javier Valdez reconstruye el diccionario de la descomposición moral y la violencia, un compendio de términos escritos a punta de sangre, irracionalidad y delirios por sus propios personajes. Miss narco (2007), Los morros del narco (2011), Levantones: historias reales de desaparecidos y victimas del narco (2012), Huérfanos del narco: los olvidados de la guerra del narco (2015) no serán libros sur-
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Javier Valdez Luis Guillermo Ibarra
gidos de simples ocurrencias. Emergen de esa pavorosa pedacería de la realidad del norte mexicano del siglo xxI . Nombres, acciones, conductas de lo más pavoroso, sangre, mucha sangre, una nueva insensibilidad ante la muerte, demarcan este camino. El pulso del riesgo de los implicados con el paso de los días se transformará en un riesgo para todos. En Culiacán, afirmará en muchas ocasiones el propio Javier, no se ocupa deberla ni temerla para que te asesinen. En su libro Levantones.. documenta esta realidad. La línea entre elegidos e inocentes cada vez se vuelve más débil. “La privación ilegal de la libertad, las desapariciones forzadas, en su modalidad más salvaje e implacable” por parte de la delincuencia organizada, “la sufren soplones, traicioneros, rivales de algún cártel, policías o militares; pero también obreros, carpinteros, periodistas, doctores, comerciantes, jóvenes que hacen de la calle el paraje de las ilusiones o muchachas en flor que estudian o buscan trabajo.” Nadie merece desaparecer ni ser asesinado pero todos pueden desaparecer y ser asesinados fácilmente sin que se persiga a culpables. En una tierra como Culiacán se sintetiza el microcosmos de la descomposición nacional por la violencia. A pecho abierto se pueden gritar las palabras que alguna vez emitió un personaje del escritor centroamericano Castellanos Moya en su novela el asco: “En este país los políticos apestan particularmente…quizá sea por los cien mil cadáveres carga cada uno de ellos.” Javier lee en el interior de la sociedad la nueva construcción de un mundo orwelliano sin cargas ideológicas. La vigilancia implementada por la delincuencia y el Estado llega hasta los rincones más insospechados. Todos somos vigilados y cualquier libertad que se quiera asumir estorba. Cuando el Comité para la Protección de Periodista le otorga en New york el Premio Internacional a la Libertad de Prensa 2011, no pone reparos en afirmar: “En Culiacán, Sinaloa, México, es un peligro estar vivo, y hacer periodismo es caminar sobre una línea invisible marcada por los malos, que están en el narcotráfico y en el gobierno.” El periodista se enfrenta así a un Leviatán con dos cabezas que apuntan a donde mismo. Se enfrenta a un Gran y Mal Hermano dispuesto a todo –dispuesto al crimen por supuesto– con tal de seguir erguido en la putrefacción de su poder. La lección de Javier Valdez se desprende de la resistencia, de su capacidad y su tenacidad para enfrentar sólo con el armamento de sus palabras a ese poder, por el hecho de haber enarbolado la idea de la libertad humana, la honestidad y el respeto, sin ningún tipo de demagogia. La participación de Javier Valdez en el periodismo no dejó de lado en ningún momento las causas sociales, la lucha por los más vulnerables y desamparados. No puso ningún reparo en denunciar todo tipo de agresión a la dignidad humana. En los últimos años este desamparo tocó a fondo al gremio del periodismo. La desaparición
y la no ficción
y el asesinato de cientos de compañeros eran el espejo de la intolerancia y la corrupción extrema de los gobiernos locales y federales. En su libro narcoperiodismo: la prensa en medio del crimen y la denuncia, Javier Valdez describe mejor que nadie el panorama del oficio en este país: “El gran pecado, el imperdonable delito, escribir sobre los dolosos acontecimientos que sacuden a nuestro país, denunciar los malos manejos del erario, las alianzas entre narcos y mandatarios, fotografiar el momento exacto de la represión, darle voz a las víctimas, a los inconformes, a los lastimados. El gran error, vivir en México y ser periodista.” La ciudad en la que Javier nació, creció, vivió y realizó su trabajo, en la que fue asesinado sigue ahí. Igual de apática que siempre, la “Ciudad de mierda” como le ha denominado, con justa razón, en medio del coraje, el director del periódico Ríodoce, Ismael Bojórquez. Culiacán es la tierra en la que se condena y se persigue con mayor intensidad la agresión a un perro que el asesinato de un ser humano. La ciudad con más cafres, con más bestias, con más asesinos, con una aportación de corrupción sumamente importante a la nación mexicana, con una barbarie que crece día a día como si se tratara de un modelo pedagógico a seguir, con un arsenal de políticos corruptos perdonados y poderosos. Javier Valdez, cofundador de Ríodoce y corresponsal del periódico La Jornada, documentó de manera objetiva y profesional esa enorme barbarie. Su trabajo fue contra viento y marea. Rompió todas las barreras en las que quiso infiltrarse la censura. Nunca en la historia de Sinaloa hubo un periodista más leído, más querido y de mayor trascendencia en el mundo. Nunca, en Sinaloa, una figura ha sido más llorada por su muerte. El reconocimiento, como siempre sucede, le llegó desde fuera. Muchos queremos pensar que Javier Valdez sigue ahí, que puede abrir de nuevo
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en México:
la puerta de aquel café céntrico de Culiacán, aparecer otra vez en la cantina de El Guayabo, donde era un cliente insustituible los martes y los sábados; que acompaña de nuevo con la batería al saxofonista Pedro álvarez en el bar El Mesón, observarlo otra vez, con sus pasos lentos e inagotables, al recorrer las calles de la ciudad; escuchar sus saludos, sus palabras y sus frases inconfundibles. Pasan días y más días del asesinato de Javier Valdez y el gobierno de quirino Ordaz Coppel en Sinaloa sigue mostrando su incapacidad para localizar a los culpables. Sabemos ya, a estas alturas, que quirino es parte de los malos y de los males del Estado, como lo fue su antecesor Mario López Valdez, y como lo han sido todos los que han sembrado esta enorme semilla de impunidad organizada. Mientras tanto, el rostro de Javier recorre la ciudad en carteles, mantas y murales que exigen justicia. “que las paredes hablen, bato, ya que la ciudadanía calla”, dice uno de ellos, “Javier Vive” se lee en otro. Sabemos que ante la denuncia y la búsqueda de la verdad del trabajo periodístico de Javier Valdez se ha impuesto la irracionalidad de los hombres que gobiernan la miseria, la corrupción, el crimen y la barbarie. De nuevo nos han arrancado un inmenso “árbol lleno de pájaros” para dejarnos aún más desamparados. Hace muchos años bromeaba con Javier Valdez sobre la posibilidad de escribir una novela a cuatro manos; jamás la escribimos, jamás la escribiremos, jamás comentaremos de nuevo sobre aquel proyecto fallido. No obstante, sigo pensando en las muchas manos: cuatro, veinte, cientos, miles de manos y de voces que hoy se necesitan para revertir la miseria de nuestra realidad, para unirnos con fuerza a esa otra gran lección que nos dejó Javier Valdez: no callar ante la impunidad y la corrupción y exigir justicia por los miles de desaparecidos y asesinados en este país
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Voz interrogada
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entrevista con Selv Marcos daniel aguilar
La no
el L
Foto: Mardulce editora. Fuente: www.wikiwand.com/ CC BY-SA 3.0
EN SU LIBRO cHicAS MueRtAS, ESTA NARRADORA ARGENTINA TRATA EL HORROR DE LOS FeMinicidiOS COMO DEBE TRATARSE: PRECISAMENTE COMO UNA NO FICCIóN. EN SU OBRA BUSCA “REIVINDICAR EL LENGUAJE POPULAR y PONERLO A TRABAJAR A FAVOR DE LA LITERATURA”.
Acostumbrados a la narrativa de ficción, en los años recientes han llegado a México libros de no ficción de autores y periodistas que podrían conformar un Lado b de las letras argentinas. entre las voces más potentes de la joven generación de escritores sudamericanos se encuentra Selva Almada (entre Ríos, Argentina, 1973), cuyos escenarios y expresiones, alejados del cliché bonaerense, han llamado la atención tanto de los lectores como de la crítica iberoamericana. charlamos con esta “rara” escritora de la provincia, quien no hace mucho irrumpió en México con su crónica Chicas muertas, sobre los feminicidios en su país, y con la colección de relatos El desapego es una forma de querernos.
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ivimos en un mundo globalizado, hoy se encuentran tus libros en Mé xico y en otros países, ¿qué opinas sobre la posibilidad de leer obras en nuestro idioma procedentes de cualquier lugar? –Eso es genial, que los libros puedan circular entre los países y que podamos leerlos, me parece enriquecedor. Si nos la pasáramos leyendo la literatura que hacemos en nuestros países eso sería bastante pobre. En lo que estaría en contra es que esas literaturas pretendan globalizarse desde su escritura, desde su producción; es decir, si yo leo un libro de un mexicano quiero darme cuenta que estoy oyendo y leyendo el libro de un mexicano y no uno que podría ser de un ecuatoriano o de un español por el uso de un lenguaje uniforme. No me interesa la uniformidad del lenguaje. Me parece genial que la globalización permita la circulación de esos libros y autores y dé una mayor difusión. Hay muchos autores que viven pensando la globalización y escriben pensando que quieren que su libro se publique después en España y para ello trabajan un lenguaje uniforme, un lenguaje que se pueda entender en cualquier país hispanoparlante. Esa literatura no me interesa, me parece prefabricada para circular.
–Hoy eres una joven referente de la literatura ar gentina e hispanoamericana. ¿alguna vez te imagi naste esto? –yo no me imaginé nada nunca. Considero que fue un factor de buena suerte, desde que decidí que quería escribir me lo tomé muy en serio. Si quería ser escritora debería trabajar en que la literatura tenga algo particular. y eso me movilizó. La crítica y la prensa comenzaron a poner atención a mi obra. yo trabajo la escritura sintiéndome cómoda y después es un misterio por qué unos libros llaman la atención y otros no. Pero eso no me preocupa. A veces hay buen camino para los libros, a veces hay indiferencia. He platicado con escritores sobre compañeros a quienes les va bien y hay una exigencia por parte de lectores y críticos de que escriban siempre libros geniales. Pero un escritor puede tener una obra dispareja, puede haber un escritor de muchas novelas, pero con sólo una novela genial, y con eso ya dio bastante a los lectores. Hay mucha mezquindad por parte de los lectores, periodistas y críticos, porque siempre esperan a que des el mal paso.
–¿en argentina hay pugnas entre grupos de escritores o entre autores peleándose las becas y los premios? –Me parece que es igual en todas partes. Hay escritores que son más de armar controversias o de quejarse porque siempre invitan a unos y nunca a ellos. Hay quienes piensan que hay escritores que ocupan lugares que merecerían ellos y están en su derecho de pensarlo. Hubo un problema en 2014, cuando Argentina fue invitada al Salón del Libro de París, entonces se soltó la controversia entre los escritores que fuimos y los que no fueron. Decían que todos los que fueron éramos kirchneristas, pues era el partido que gobernaba en ese momento. Ha habido otros instantes de la vida de la literatura argentina cuando había escritores que formaban corrientes enemigas entre sí, pero ahí había un nivel de literatura y de reflexión más intenso; ahora eso se ha perdido. En el pasado estaba el grupo Florida contra el grupo Boedo, eso ya no pasa nunca más, hoy creo que los escritores argentinos están preocupados por publicar, por pasar de la editorial pequeña a la editorial grande y porque los inviten a las ferias. –sobre el lenguaje, ¿por qué decides escribir en este tono anecdótico, con lenguaje local y a veces metafórico? –yo empecé esa búsqueda justo con los textos incluidos en el desapego es una manera de querernos. Son textos vinculados a mi infancia, los personajes, la manera de hablar son recuerdos de la infancia y después eso se transformó en la materia de lo que yo quería escribir, como lo que hice con Ladrilleros. A mí lo que me interesa rescatar es el lenguaje de mis lecturas, un lenguaje muy popular de una literatura que circuló mucho en Argentina entre revistas, cómics, fotonovelas, novelas románticas y western. Eso se leía mucho, lo leían obreros como mis padres. Hoy eso ya no existe, ahora las revistas son carísimas, pero yo crecí con esa literatura sin un vocabulario elevado. Busco reivindicar ese lenguaje popular y ponerlo a trabajar a favor de la literatura. –en tus libros tratas la vida de los trabajadores del campo, de los obreros, se nota ese tono cotidiano, muy periodístico, de una tradición alejada del ca non fantástico de la literatura argentina. Hay un canon fuera de lo fantástico, como rodolfo Walsh. ¿te sientes más apegada a esta tradición? –Sí, Walsh es un referente de la no ficción argentina, pero también Roberto Arlt y sus aguafuertes porteñas
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va Almada
o ficción:
Lado B de la literatura y todo lo que hizo vinculado al periodismo y a la crónica, por supuesto que son escritores que tengo en mente. Pero también a María Moreno, una escritora que admiro mucho, quien es la cronista más brillante en Argentina. Pensaba en ellos en el momento de darle la vuelta a mi crónica o a mi “no ficción”. Pasa también que ellos vienen del periodismo y eso a mí me faltaba porque no vengo de ahí. ¿Cómo resolver una no ficción no siendo periodista? Tuve que inventar un método para hacerlo, mucho más pegada a la literatura que al periodismo. Del periodismo tomé la investigación, la entrevista, el trabajo de campo, pero a la hora de contarlo, de escribirlo, tomé las herramientas que tenía que eran las de la ficción de la literatura. –sobre la tradición de la ficción literaria, que es lar ga, ¿de qué autores te sientes heredera? –Hay muchos, a mí en distintas épocas me han gustado distintos autores, y han tenido influencia en lo que escribía en ese momento. Por ejemplo, hay un escritor y una novela que yo siento que me abrió el ojo de trabajar con la oralidad y de llevarlo a la página, éste es Ricardo zelarayán con su novela piel de caballo. Además de que zelarayán es un gran poeta, esa impronta poética que me gusta encontrar en la prosa, ese lirismo en la prosa que viene de la oralidad, eso me parece que ayudó a darle lirismo a mi propia prosa. Después te puedo mencionar a Horacio quiroga y a los poetas de la provincia de Entre Ríos, como Juan L . Ortiz y Arnaldo Calveyra, quienes trabajaron mucho el tema del paisaje, de la geografía, de la vegetación que está presente en mis relatos. –entre ficción y no ficción algunos han denominado a tu literatura como literatura del interior a lo anto nio di Benedetto. –Claro, zama, de Di Benedetto es una de esas novelas de cabecera, y Di Benedetto es fundamental para mí. Era un gran escritor secreto escribiendo en el interior, en la provincia de Mendoza, trabajando en el periodismo y escribiendo una obra que no circulaba demasiado fuera de su provincia y que, en realidad, cuando empezaron a reconocerlo, cuando él volvió a Argentina después del exilio, ahí es cuando todos dijeron que volvía uno de los escritores más grandes que había en Argentina y que estaba vivo. Se murió dos años después de volver, no llegó a disfrutar del descu-
brimiento que la crítica y los lectores estaban haciendo de él. Pero no es un escritor que hoy se lea mucho. –eres de la generación de los nacidos en la década de los setenta. ¿Qué narradores te llaman la aten ción por sus trabajos? –Hay una escritora que me gusta y creo que hace un trabajo novedoso desde el lenguaje; se llama Gabriela Cabezón Cámara, los lectores se encontrarán con algo novedoso. Otro es Hernán Ronsino, que también trabaja la periferia, el interior. Hay otro autor, cuya primera novela se llama Australia, Santiago La Rosa, y ahí hay una mirada súper interesante, además del trabajo de escritura. y no quiero mencionar más, pues dejaría muchos fuera, eso es injusto. –Hay autores argentinos que escriben sobre los te mas sociales y políticos, sobre la crisis económica, la dictadura, en pro o contra del kirchnerismo. ¿cómo tratas estos temas? –En la literatura no me interesa dejar un mensaje político e ideológico, aunque mis personajes sean obreros, pero eso tiene que ver por mi origen, pero no me interesa bajar línea cuando escribo una novela. Obviamente se filtra todo lo que uno es y piensa y de pronto aparece de manera clara o difusa. Por ello, cuando escribí chicas muertas elegí la no ficción, ahí yo sentía que debía dejar claro que estaba hablando sobre los feminicidios, sobre lo que pienso del machismo y sobre esta herencia cultural tan difícil de erradicar. Por ello elegí ese género que me permitía decir lo que pienso sobre la misoginia. Pero en mi vida personal sí tengo una idea política muy clara: creo que la función de los escritores y los artistas es ser críticos al poder sin importar cuánto simpaticemos con quien esté en el poder, en ese momento hay que ser siempre críticos, debemos estar siempre en la vereda de enfrente del poder. –a propósito, ¿qué piensas sobre los más de diez años de gobierno kirchnerista y sobre el actual go bierno de Macri? –yo sentí simpatía por algunas medidas que tomó el gobierno kirchnerista, había cosas que eran tan obvias y te preguntabas por qué nadie las había hecho antes, como descolgar los retratos de los dictadores de la galería de presidentes argentinos. yo soy feminista y fue una pena tener una presidenta mujer que no se
ocupó de lo que nos importa a las feministas, como la legalización del aborto. Había cosas con las que simpatizaba y otras con las que fui crítica. De alguna manera había llegado a un agotamiento, lo que provocó que llegara hoy este presidente que nadie puede creer que sea el presidente de los argentinos. Creo que nos esperan años muy duros. ya estamos sufriendo cosas desastrosas con este gobierno de Macri. Ninguna administración neoliberal trae algo bueno para las clases más desprotegidas. Será un gobierno para unos pocos y que la mayoría que se las arreglen. La cultura en el nuevo gobierno ya no interesa. –acabas de hablar de los feminicidios, un grave pro blema en México y en toda américa Latina. ¿cómo observas la violencia aquí y en el resto de la región? –El tema de la violencia de género en México llega bastante a Argentina y llega por acciones como las marchas de Vivas las queremos, Ni una Menos. y el tema de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, por ejemplo, se recuerda mucho en Argentina. El tema de las desapariciones nos toca mucho a los argentinos, tuvimos 30 mil desaparecidos en la última dictadura y es algo de lo que uno no se puede reponer, entonces si ocurre esto en México también nos pega a nosotros. ¿Dónde están los cuerpos? Esa es la pregunta. Hasta que no aparece un cuerpo para las familias no se puede cerrar eso. No es posible que en época de democracia desaparezcan 43 estudiantes como si se hubiesen esfumado, para que ocurra esto debe haber una convivencia con el poder político, no pueden estar ajenos ni el gobierno ni las fuerzas policiales o armadas
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Marilù Oliva
yo soy
la * iglEsia
Y
o soy la iglesia. No inmensa pero maciza. Mi fachada conserva la huella, en la reciente piedra a la vista, de la antigua sobriedad a la cual fueron obligados los primeros constructores. En falso neoclásico, con aquel portal en arquitrabe, entre dos nichos vacíos ribeteados por pilastras y capiteles compuestos que da la idea de una potencia románica que ya no existe sino en el recuerdo. Domino la plaza y las calles que me tocan los costados desde hace casi mil años; algunas han cambiado de nombre, otras ni siquiera existían. Soy la iglesia dedicada a la Santísima Anunciación: el nudo inexplicable de la concepción virginal. Cuántas veces ha sido mencionado en el altar este término cargado de misterio. Se me ha tributado una dedi catoria ilimitada, si no fuera porque no entiendo su destino: no me ocupo de los poderes de los que los hombres me invisten. No sigo sus impulsos hacia las divinidades, las atmósferas de incienso y devociones, las homilías: estos hombres, por más que se esfuercen en alcanzar el cielo, se quedan siempre con los pies atascados en el fango. yo aplasto el piso con ellos, los hospedo en mis suelos, pero la diferencia entre las personas y yo es que estoy hecha de ladrillos. que no engañen los arquitrabes lignarios ni los frescos del siglo xVII : mis huesos, mis cartílagos y mi epidermis grabada son de piedra. No tengo un corazón, no tengo una fe; sin embargo, acojo a quien sea que se presente. No rezo, pero observo. y recuerdo. Recuerdo los millares de pasos que han pisoteado mi sagrario. Pies descalzos, pies envueltos en sandalias renacentistas, pies alegres de novias. El calzado ha atravesado las modas y las condiciones económicas, secundando caprichos y limosnas. Pies de soldados armados, de pueblerinos cansados, tacones de nobles emperifollados. zapatos serios de matronas o negros de viudas, afrancesados elegantes para hombres adinerados. Tenis de jóvenes devotos. Recuerdo a todos los visitantes y a los huéspedes fijos, por los siglos de los siglos. De entre todos, la recuerdo a ella, sus sandalias de goma, su cadenita llevada con gracia, su sonrisa tan blanca como para quebrar el azulado cielo de aquella tardía mañana de septiembre. No es domingo, ni se celebran ceremonias; sin embargo, hoy mi puerta está atiborrada de gente. Vaivenes, cuchicheos, sospechas. Los muchachos se acercan abatidos, silenciosos. Algunos adultos mantienen la mirada abajo, otros lloran. No lo comprenden. No puede haber pasado, no en esta pequeña y tranquila ciudad, en el epicentro de la comunidad. Muchos depositan ramos de flores al costado de mis dos grandes escalones, pronto el cemento debajo de la fachada se colorea con puntos lilas, blancos y otros colores tenues. Manchas amarillas y verdes. El perfume de las rosas se propaga más allá de la fragancia de las mentiras calladas. Los transeúntes se acercan con cautela, pegan mensajes en el portal y en los muros en los que han escrito frases de afecto y de duelo. Todas dedicadas a ella, la muchacha desaparecida hace diecisiete años, cuyos restos encontraron ayer en el desván, cuarenta centímetros en la parte interna del techo. La adolescente de sonrisa cándida y de las sandalias con suela de goma, aquella que en una mañana de otoño titubeaba mientras alguien trataba de convencerla de que lo siguiera. Un golpe directo al estómago de los hombres de la división criminalista de la policía cuando la vieron hace algunas horas. De ella queda la osamenta, la ropa desVitral de Burne-Jones, Iglesia de Todos los Santos, 1893 Fuente: Wikipedia/ dominio público
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gastada por el paso de las estaciones y una sensación de impotencia que apestaba el ambiente. El forense confirmará que la joven fue asesinada de trece golpes con un arma punzocortante. Encontraron los restos cubiertos de tejas, declaran que probablemente el cadáver fue escondido con pedazos de madera y otros roblones, unidos entre sí con clavos. Se dice –y yo sé que aquello es verdad, porque conozco todo lo que acontece dentro de mí y en los espacios limítrofes– que no es posible tener escondido tantos años un cadáver en un lugar como éste. Incluso habrá pasado alguien, allá donde la encontraron, en más de tres lustros. ¿Alguien sabía? Sí. Alguien sabía. yo soy los muros y me he plegado a la voluntad de los tiempos. Mi estructura medieval de tres naves se ha restringido a un solo corredor, con varias capillas, un techo artesonado, un transepto y un ábside semicircular; poco conservo de mi primera cara. Si realmente quieren ver lo que queda de original, vayan a los dos registros que quedan del campanario, pero cuidado con los engaños del tiempo: la inmutabilidad no pertenece a la materia. yo soy los muros y veo todo. Lo que vi aquella mañana de hace diecisiete años no puedo contárselo a los hombres. ¿Cuánto crédito podrían dar los hombres a un edificio que es sólo una construcción y que no posee los atributos místicos que ellos le confieren? Aquella mañana. Era un domingo de septiembre y el otoño se asomaba sin presunciones. Ella vestía un lindo suetercito que le había hecho su mamá. Le hacía compañía una amiga, parecía serena. Llegó él y hablaron. Él, aquella mañana, tenía una intención fortísima de ruina y destrucción. Debajo de la chamarra escondía unas largas tijeras, pero nadie lo hubiera sospechado porque hablaba y sonreía. He aprendido algunos idiomas a través de su eco. He escuchado durante siglos el latín en cantinela de las misas y las confesiones deplorables de millones de arrepentidos. Reconozco las vigorosas inflexiones. He oído secretos, he escuchado y visto de todo. Pero lo que sucedió aquel día no había sucedido nunca en la historia milenaria de la ciudad. Habrán sido las once y media cuando ella se despidió de su amiga y se dirigió a la casa del cura por la entrada lateral. Ella no quería, pero él había sido muy insistente. Le había prometido un regalo por haber pasado sus exámenes finales. Había hecho énfasis en la bondad de ella, a quien no le interesaba el regalo: era una muchacha de corazón blando como el pan y le parecía muy descortés despreciar aquel gesto evitándolo. Él la había conducido con engaños dentro de mí, pasando precisamente por la casa del cura. y antes
de subir por mis escaleras, ella lanzó una mirada al altar, donde el cura oficiaba todavía la misa de las once. Aquello la hizo sentir no precisamente protegida, pero al menos animada. Al fin y al cabo estaba en su iglesia. Lo había seguido por la escalera, hasta el primer piso. Habían pasado la biblioteca y el salón de música, arriba por dos nuevas curvas, y allí estaba la habitación del párroco en el segundo piso –puerta cerrada, recámaras vacías– y más escaleras hasta el tercer piso: las salas de reunión de los jóvenes le habían hecho recordar tardes en compañía. y justo allí, de repente le brincó el corazón dentro del pecho. ya no se sentía segura, quería regresar. Pensaba en una excusa que no fuera muy grosera, había osado dar un paso atrás, pero él la detuvo y estrujó; decía que ya habían llegado y que después regresaría a su casa, sólo debía ser paciente, faltaba el último esfuerzo. “¿Ves?, ¡aquí está la escalera!”, le señaló con el dedo, mientras subían los peldaños empotrados en el campanario. “Pero está muy inclinada...”, intentó ella poner resistencia, mirando asustada la escalera de madera colocada en posición casi vertical. Después se giró hacia atrás y una sensación de algo irreparable la dominó. Había desechado de inmediato ese mal presentimiento: siempre intentaba encontrar el lado bueno de las cosas. “ya llegamos. ¡Anda sube!” Ella nunca había visto mi terraza. No se eleva sobre toda la ciudad, sólo sobre las casas antiguas, pero concilia los ánimos con las nubes y, con la típica magia de todos los ángulos expuestos al cielo, prodiga emociones a quien sabe que padece de vértigo. El corazón le seguía brincando a la muchacha, tropezaba con las aristas prominentes de un azulejo zafado, él quería mostrarse amable: “Cuidado, no te vayas a caer.” El pensamiento de que pronto se libraría de aquel asunto la llevó a continuar. Rozó con las manos mi techo y cosquilleó el campanario, la cercanía le creó un extraño efecto, una subversión de las distancias: como si el lugar de culto se hubiera reducido haciéndose pequeñito, casi una maqueta. Se deslizaron detrás del campanario, después por la claraboya del desván, finalmente otras escaleras, esta vez para bajar. Cuando se abrieron de par en par a la derecha los grandes postes de la cercha que izaba la nave del techo, ella entendió que estaba en el corazón de mi esqueleto. Le pareció que temblaba, no creyó que se pudiera penetrar tan adentro de un lugar sagrado, lo enseñan implícitamente hasta en el catecismo: los templos están hechos para que se les mantenga a cierta distancia. En ese momento –mientras bajo sus pies, más allá de los casetones decorados y de decenas de metros de aire con olor a incienso, los fieles asistían a las lecturas del evangelio–, una angustia terrible la
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había envuelto, más terrible que la renuencia con la que había cargado. La conciencia de la lejanía del mundo y de su infinita soledad. Lo que sucedió después yo lo recuerdo con la claridad lacerante que imponen las violencias inauditas. Pero lo que ha sucedido entre los triángulos de mi cercha, nadie me lo preguntará. Se lo preguntarán a los criminalistas, que traerán certezas entrelazadas con dudas y la confirmación de la sospecha. Se lo preguntarán a testigos ausentes y la pregunta desgarrará la ciudad: ¿cómo fue posible que un cuerpo haya sido custodiado en mi techo, sin que nadie jamás se haya dado cuenta? ¿Es plausible que quien cuidaba la estructura haya permanecido ignorante de todo? ¿quién, y por qué, alguien, solapó al asesino? ya lo sé: no se me interpelará. Mejor, para muchos, si me quedo callada. Porque si yo hablara, develaría cosas que nadie quisiera escuchar. Develaría la inmundicia y algunos me considerarían poco fiable. Porque yo soy sólo la iglesia y no me intereso en los hombres, ni ellos se ocupan de mí, a menos que se trate de idealizarme o de adornarme para una fiesta
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traducción dE violEta hErnándEz
*Tanto este cuento como “quemada viva”, de Mariangela Camocardi (ver página 5 de este suplemento) fueron tomados de la antología ni una más. 40 escritores contra el feminicidio (Fabrizio Lorusso y Clara Ferri, coordinadores de la versión mexicana, Ed. Universidad Iberoamericana León, 2017). Traducción de una obra colectiva que se editó originalmente en Italia, coordinada por la escritora Marilù Oliva. Los cuentos se basan en historias reales de feminicidios y, lejos de referirse sólo a la realidad italiana, se presentan como universales y arrojan una imagen impactante de esta problemática social, cultural y política. Las traducciones son de estudiantes y egresados de la carrera en Letras Italianas de la UNAM , bajo la revisión de Clara Ferri y Benjamín Maldonado Carrillo. La obra fue traducida gracias a una contribución a la traducción asignada por el Ministerio Italiano de Relaciones Exteriores y de la Cooperación Internacional. Fundamental ha sido el apoyo de la editorial italiana Elliot, de la coordinadora del volumen en italiano, Marilù Oliva, de las y los autores participantes, de los y las traductoras, y de la asociación italiana Teléfono Rosa para la defensa de los derechos de las mujeres. Para conseguir el libro: https://www.facebook. com/commerce/products/1266050806826175/ o bien en https://goo.gl/nov55z, así como en www. libreria-morgana.com
en nuestro próximo número:
El movimiento perpetuo de
FranCiSCo Toledo Germaine Gómez Haro y Antonio valle
La Jornada Semanal @JornadaSemanal jsemanal@jornada.com.mx
ARTE Y PENSAMIENTO ........ Agustín Ramos
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ODO LO VIVIDO se empoza en el alma. El golpe a Excélsior, la intimidación a Proceso para omitir una noticia incómoda y el retiro total de publicidad gubernamental; el asesinato de Manuel Buendía, la serie de transferencias subrepticias iniciadas con el unomásuno, la reconversión de buenos reporteros en portavoces impúdicos del presidente en turno, la presión por la vía del veto, el periodismo subsidiado y el manejo oscuro de las inserciones pagadas; el embute en metálico o el pago en especie (yates, viajes, fincas y exenciones fiscales, así como becas,
acción. ¿Cuántos la apoyaron convencidos de que es una causa legítima y por defender una paga que se adelgaza quincena a quincena debido al mencionado “horror económico” depauperador de mayorías y arruinador de empresas medias para beneficio de los monopolios transnacionales y de unas cuantas familias seminacionales? Lo ignoro. Como también paso por alto el lema estalinista de “hacerle el juego a…” La violencia contra el periodismo libre, plural, independiente, no puede soslayar los motivos de los paristas, sus intereses, sus convicciones, sus niveles de formación, sus aspiraciones y percepciones. Levantada pero latente, la huelga sacó a flote la confusión de todo el mundo y el odio vivo del periodismo de derecha; pero también representa la oportunidad de ver a La Jornada con ojos nuevos, de cambiar lo necesario para que resulte redituable y justa en tanto empresa, para que sea un producto colectivo capaz de dignificar a los trabajadores de cualquier rango. Porque, de algo podemos estar seguros, los intentos de desaparecerla del panorama periodístico nacional no cejarán ni vendrán por un mismo flanco. Para frenar el divisionismo interno es urgente reparar lo reparable, dialogar con quienes habiendo tomado partido por cualquiera de las partes principales en conflicto, busquen oír y hacerse oír. Para eso pueden servir las palabras. Ahora más que nunca es cuando el periodismo que no disfraza ecos ni silencios necesita del diálogo abierto y de la máxima aproximación posible a la objetividad •
Antoine Volodine y el esperanto narrativo
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A OBRA DEL FRANCÉS Antoine Volodine (Charlone-Sur-Saone, 1950) es de una contemporaneidad apabullante. Escribe en su lengua nativa, el francés, con temperamento ruso y, sin importar el lenguaje literario de origen, su universo narrativo constituye un esperanto que sobrepasa lo que se conoce como “universalidad”. Por si fuera poco, Volodine es capaz de partirse en muchos, lo que técnicamente designaríamos “heterónimos” pero que, en muy particular caso, se transforman en coautores y, más allá, reemplazan lo que tradicionalmente llamamos “personajes” e incluso, como en su libro El post-exotismo en diez lecciones, lección once, se presentan como teóricos, creadores y experimentadores de sus propios géneros literarios. En Volodine, el neologismo no es simplemente una nueva palabra, es también un nuevo sentido. Los críticos pretendieron ubicar a Volodine como autor de ciencia ficción, cosa que no parecía del todo descabellada, no al menos en el caso de su novela Ángeles menores, que posee múltiples referentes de la llamada ficción especulativa, entreverados con elementos fantásticos, pero Volodine rechaza radicalmente esta o cualquier otra etiqueta (se le ha querido vincular también con el realismo mágico, y él no niega su admiración por García Márquez y, especialmente, por Juan Carlos Onetti). Volodine no sólo es un autor: es un género que a su vez produce subgéneros como la narratura y el post-exotismo, entre otros. Ángeles menores se lee como una emocionante novela, pero según nos lo explican Volodine y sus heterónimos o coautores, desarrolla lo que denomina “narratura”, que tiene un fundamento más político que estético. La narratura, se nos explica, no es sino una variante de los textos post-exóticos; instantáneas novelescas que fijan una serie de circunstancias –emociones, sensaciones, conflictos– entre lo estrictamente imaginario y el recuerdo, que algo tiene también de imaginario. Ángeles menores recrea un mundo post-apocalíptico y post-bárbarico que empieza a resurgir de sus cenizas gracias, qué ironía, a lo que los supervivientes pretendieron borrar de la faz de la tierra: el capitalismo, circunstancia de la que se culpa a un hombre llamado Will Scheidmann, concebido por un colectivo de ancianas tricentenarias que, a medio abandonar en un asilo en los páramos, optan por crear un hombrecito de tela que se alternan para “incubar” bajo sus almohadas, hasta lograr que se vuelva humano, o algo próximo: una especie de Frankenstein que aprende a vivir entre las dolencias que le producen sus torpes remiendos, pero termina
traicionando los ideales de las abuelas que lo condenan al paredón… pero algo sucede que desvía el rumbo de las cosas. Para llegar hasta este punto de la historia, los involucrados, muertos algunos, narrarán, a través de los supervivientes que también son un tipo de médiums, un flujo de acontecimientos que van desde los recuerdos del mundo desaparecido, hasta los pormenores del actual, donde existen nuevos ricos que afrontan casi tantas incomodidades como quienes mantienen puros sus ideales. Los coautores de El post-exotismo en diez lecciones, lección once, son p r e sos políticos que, tras perder control sobre sus vidas, se reapropian del lenguaje y la literatura que les han sido arrebatados. A través de breves textos imaginativos, entreverados con la narración central del libro, que no es exactamente una novela sino una teoría literaria ficcionada, abordan las ideologías que confrontan –y emparentan– los totalitarismos con la llamada democracia. Se discute además la sutil diferencia entre mentira y ficción, o verdad agazapada y no-mentira, otro rasgo del quehacer literario que parece obsesionar al Autor confundido entre la masa de coautores. Ese empeño de regar una especie de trampillas con tal de estorbar, cuando menos dificultar una clasificación, hizo suponer a los críticos de los primeros títulos de Volodine que se trataba, en efecto, de un colectivo de escritores con nombres predominantemente rusos, pero no: Volodine es un narrador de ficción con un genio y una tozudez más propias de un científico que de un literato: un científico literario. Y el primer gran autor de la era global. En México está publicado por una pequeña editorial oaxaqueña que sólo genera de tres a cinco títulos muy selectos al año, Surplus Ediciones, y está por publicar su novela ganadora del Premio Medici, Terminus radiante, todas y cada una traducidas por Iván Salinas •
BIBLIOTECA FANTASMA
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TOMAR LA PALABRA
Eve Gil
Palabras, ¿para qué?
puestos diplomáticos y canonjías por parte de mecenas con erario público a sus mejores cómplices). En este clima de guerra militar a punto de ser legalizado, todo parece agresión contra la prensa que se niega a obedecer la línea de plata o plomo y a beneficiarse mediante el “pago por no pegar”. Se arrincona, se silencia, se quiebra un invaluable proyecto de periodismo cultural crítico en medio de un mutismo estrepitoso. Se amenaza velada o explícitamente a los periodistas no venales; se les acosa, persigue y asesina, de rodillas, en plena calle, a plena luz, a veces ante familiares menores de edad. Y además de lo duro, lo tupido sirve para diluir crímenes de Estado como los fraudes electorales, el espionaje cibernético selectivo y de amonestación, la corrupción de Enrique Peña Nieto manifiesta en la continuidad de otorgamientos a su socio constructor y en la caricatura de imputaciones a Javier Duarte como pago por su dinero sucio para la campaña presidencial de 2012. Con tal control de daños se interrumpen dos vuelos de un tiro, distrayendo la testificación pública y notoria de la impunidad y acallando las voces que documentan mediante investigaciones serias dicha impunidad. Ese contexto se integra en un sistema económico global deshumanizador que no tiene reparo en arrasar toda la vida del planeta. Este “horror económico” abisma las desigualdades y estimula los enconos. Con todas las virtudes comparativas que se quiera, con sus tintes cooperativistas y su obvia diferenciación con respecto a las corporaciones esclavistas que leal o deslealmente compiten contra ella, La Jornada es una empresa. Una empresa formada por todos los que en ella prestan sus servicios. Por ello, aunque sea una fuente de trabajo que informa y aporta fundamentos críticos a la sociedad y aunque su producto final –informar, reflexionar y comunicar– dignifique colectivamente a sus hacedores y les proporcione sentido de pertenencia, no puede estar exenta de la enajenación ni de las contradicciones, luchas, pugnas y tribulaciones financieras inherentes a toda empresa, periodística o no, consecuente o no. Por esa razón aplaudo la solidaridad, no total ni incondicional ni siniestramente interesada, con quienes participaron en el paro laboral y lo hicieron de buena fe, o bien por carecer de información imprescindible y convencidos de la justicia de su
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........ ARTE Y PENSAMIENTO
Jornada Semanal • Número 1166 • 9 de julio de 2017
Alonso Arreola @LabAlonso
Magali Lara: el adentro y el afuera
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L TRABAJO DE MAGALI Lara (Ciudad de México,1956) se dio a conocer ampliamente en los años ochenta, en el contexto del retorno de la pintura que volvía a generar impacto después del auge del conceptualismo en los setenta. Magali comenzó su carrera como dibujante en 1977 y esa práctica la ha acompañado a lo largo de su trayectoria. Su trabajo dibujístico es tan importante como su pintura, y se expande con mucha fortuna al terreno de la gráfica y de los libros de artista. Actualmente se presentan dos exhibiciones paralelas que, en su conjunto, conforman una retrospectiva de su quehacer artístico: en el Centro Cultural Jardín Borda de Cuernavaca, Morelos, se exhibe la muestra Intimidad del jardín. Pinturas 1985-2016, integrada por cuarenta y nueve pinturas, mientras que en el Museo del Chopo la exposición Del verbo estar reúne una buena cantidad de dibujos, obra gráfica, también algunas pinturas y una selección de sus libros de artista. Tuve la oportunidad de visitar la exposición del Jardín Borda con la pintora, quien comenta para La Jornada:“Mis dibujos del ’77 muestran 1 los inicios y es un mundo totalmente diferente, por eso no se incluyeron aquí. Mi obra es muy variada en técnicas, aunque las obsesiones son siempre las mismas. Hay gestos pictóricos que se repiten a veces en un contexto figurativo, a veces en uno abstracto.” El curador Carlos e. Palacios reunió las obras sin un sentido cronológico, lo que le permite al visitante adentrase en el universo pictórico de Magali desde una mirada libre que no hace distinción entre la figuración y la abstracción: son dos caras de la misma moneda. Llama mucho la atención ver cómo la carga dibujística que es tan fuerte en los años ochenta y noventa, una línea poderosa que juega con toda suerte de objetos y elementos vegetales y orgánicos con la misma soltura con que lanza líneas enmarañadas y trepidantes, deviene hacia 2005 en composiciones abiertas donde el color, la materia y el trazo gestual son los protagonistas. A Magali le ha interesado la literatura japonesa y el budismo zen y esto se puede palpar en algunos de los textos que incorpora a sus pinturas, así como en sus atmósferas etéreas y luminosas en las que pareciera que no pasa nada y, por el contrario, pasa todo. Comenta la artista:“Hoy en día, como tenemos tantos códigos de representación con los que convivimos, leemos perfectamente lo abstracto como una narración. Uno de mis temas es el adentro y el afuera, y sí se puede decir si un dibujo es angustioso, amoroso o lo que sea.” En ese diálogo entre el adentro y el afuera es donde reside la fuerza de las pinturas y dibujos de Magali Lara. Figurativas o abstractas, sus obras nos hablan de emociones que provienen de un universo femenino cargado de erotismo que está siempre latente, unas veces en forma explícita y otras de manera velada. En sus dibujos tempranos, que se pueden ver en la muestra del Chopo, predominaba una línea delicada y frágil que poco a poco fue agarrando vuelo y tornándose densa en su calidad expresiva. Después aparecieron los objetos de uso cotidiano en ambientes domésticos: la habitación, la cama, el baño, la regadera, el foco, la televisión, la mesa, la silla, las macetas… Y la presencia de la autora se hizo texto: ahí estaba Magali escribiendo sus ideas, sentimientos y deseos, sus fantasías y sus frustraciones, sus gozos y dolores. Texto y dibujo se entreveraron en su búsqueda de fusionar el adentro y el afuera. Sus obras, a lo largo de tres décadas, han expresado sus emociones y pasiones a partir de líneas, manchas, objetos y el despliegue de un mundo orgánico de una sensualidad irreverente y desenfadada. Su mundo vegetal es metáfora exquisita del cuerpo humano, así sus árboles son troncos y cuerpos, son columnas vertebrales que sostienen sus fantasías; sus flores son vulvas que son pétalos que son lenguas:“Un lugar que no sea el cuerpo o el cuerpo disfrazado de otro. El otro animal soy yo”, escribe Magali. Un capítulo fundamental en su trayectoria ha sido la creación de hermosos libros de artista, los cuales tengo la impresión de que en nuestro país no han tenido el reconocimiento que debieran. En el Chopo se presentan varias vitrinas con ejemplares de estos trabajos realizados en ocasiones en colaboración con autores como Carmen Bou2 llosa, Silvia Molina, Emma Cecilia García o la fotógrafa Lourdes Grobet. Son pequeñas joyas visuales que se nos presentan como un compendio de los deseos y obsesiones de la artista, o, más bien, ¿no serán como haikús pictóricos? Un guiño a la esencia del zen: menos es más • 1. El árbol de la intuición, de la serie "El árbol del cuerpo" 2. Máscara, de la serie "Máscara"
ARTES VISUALES
Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
Instrumento sin dueño…
“¿
De quién es esta guitarra?”, pregunta uno que llegó temprano al estudio y mata el tiempo calándola en sus manos. “Es de aquí”, responde el ingeniero que se apura cargando cables.“O sea que es de todos y de nadie”, agrega el primero. Tras unos minutos en que suenan arpegios de reconocimiento, el segundo agrega: “Pero suena bien, la hemos grabado muchas veces.” Dejándola a un lado, decepcionado por su ajuste, el músico dice entre dientes:“Sí, pero le falta cariño.” En otra parte del mundo, simultáneamente, un saxofonista practica con distintos instrumentos que una marca de renombre le ha ofrecido antes del concierto.
Con todos consigue un fraseo eficiente, buen tono y una aparente comodidad. De pronto toma el más viejo –se nota por su falta de brillo y tiene uno que otro raspón– y entonces, aunque su calidad y juventud son evidentemente menores, suena con una complicidad diferente. Todos lo notan. “Este es el mío”, señala sonriente. Y es que los instrumentos son como las casas y los automóviles: si no se usan se joden o permanecen dormidos. No es romanticismo. El paso cotidiano de las manos sobre cuerdas, mástiles y diapasones mantiene despierta la madera, esa materia que se sabe árbol y canto en sus orígenes. Lo mismo sucede con metales, huesos y pieles. Unos recuerdan al calor de la fragua y otros al de la sangre; todos reconocen la fricción que por constante los mantiene soñando distancias. No pasa lo mismo con las violas que aguardan dueño en una tienda ni con el piano que, arrodillado en la sala de una casa que ostenta un lujo inmóvil, se ha ido quedando mudo, sordo a base de tanto olvido. Es así: maderas y metales piden océanos para navegar, de lo contrario están hundidos en su flotación portuaria. Como la guitarra enclaustrada que en la vitrina de una tienda neoyorquina va muriendo, poco a poco, a causa de un precio que la vuelve intocable. Pasa entonces que alguien se atreve a solicitar su prueba –luego de que el encargado abre mil candados y la toma con un par de guantes blancos– para obtener un resultado tan triste como inevitable: la guitarra está en coma, sin voz ni oídos. Qué diferentes los objetos que hicieron historia coincidiendo con músicos que los poseyeron sabiamente durante un tiempo específico, luminoso, y que pueden sobrevivir generaciones. Ellos reverberaron, se retroalimentaron y cumplieron destino porque fueron compañeros de batallas en las que cupieron amores, mimos e inspiración, pero también maltratos, descuidos y desatinos. Ejemplo es la trompeta doblada de Dizzy Gillespie. Su forma singular se produjo cuando alguien cayó
sobre ella dándole un ángulo de 45 grados, así como un sonido que fascinó al jazzista. O el bajo de Jaco Pastorius, convertido en fretless (sin los trastes de metal) luego de que el músico lo modificara con la plancha de su madre en un hecho que cambiaría la historia del instrumento. El más destacado, por supuesto, sigue siendo el Violín del Diablo; el Guarnerius que perteneciera a Niccoló Paganini a inicios del siglo xix y que año con año se deja tocar y grabar por los ganadores del concurso dedicado al virtuoso genovés. En tal sentido, recientemente se estrenó el documental La guitarra vuela dedicado a la compañera de Paco de Lucía, un instrumento que tuvimos la oportunidad de tocar y que conmueve por la energía que le otorga nuestra imaginación. Otro valor intrínseco e inseparable que nos obliga a enaltecer un instrumento: saber que allí se compusieron tales piezas; que allí se improvisaron tales otras; que su resonancia le dio la vuelta al mundo definiendo las más intrincadas falsetas del flamenco. Todo ello, aunque subjetivo, afecta su estancia en la habitación que la contiene. Otras películas que provocan estas reflexiones son, desde luego, El violín rojo, El piano, La guitarra de Gardel, abocadas a enseres específicos. Algo diferente a lo que ocurre en Todas las mañanas del mundo, El viaje del acordeón o El alma del bandoneón, valiosas pero genéricas. Pensamos también en el libro Las aventuras de un violonchelo, del mexicano Carlos Prieto (escrito para su propio chelo), en oposición a El contrabajo, novela psicológica de Patrick Süskind dedicada, entre otras cosas, a la personalidad general del instrumento. Pensamos en todo esto abatidos por el insomnio, miedosos de reencontrarnos con nuestro propio cómplice al que no hemos tocado en dos semanas. Silencioso en su funda no sabemos si está dispuesto al canto. De una forma u otra, lo sabemos, siempre hay que comenzar la conquista desde cero, humildemente, pues es él quien de verdad nos tañe. Veremos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
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Jorge Moch Ana García Bergua
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
La energía secreta del fleco
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AY PERROS CON FLECO que estoy segura de que agradecen a los humanos que les despejen la vista. El fleco, sin embargo, los torna demasiado humanos, como cantantes de los sesenta, y no dejan de inquietarme por lo mismo. El fleco me parece uno de los adminículos más propios de nuestra especie, la verdadera rebelión contra la naturaleza, de la que surgieron las faldas y los cortinajes. Por supuesto me refiero al fleco corrido, ése que no se aparta nunca pues dejaría
de ser fleco, que cubre la frente como un peine puesto de cabeza. Como el que lucía el pintor japonés Fujita, amante de los gatos y de autorretratarse con aquel fleco que contribuía, junto con los redondos lentes, a ocultar misteriosamente su bello rostro oriental. El fleco es la amenaza perpetua de clausurar la mirada y volverse animal de nuevo. Por eso el asesino que Javier Bardem interpreta en la película No Country for Old Men, de los hermanos Cohen, trae uno de horror, que hace a un lado. A veces el fleco da la impresión de que se porta con la finalidad de tener un pretexto para soplar hacia arriba, como un gesto de liberación. Si uno viaja en el Metro temprano por la mañana, puede encontrar una legión de mujeres de muchas edades, todas con un enorme tubo en el que se han enrollado el fleco, separado con gran precisión de una cola de caballo tan estirada que tensa las sienes. Los ignorantes creen que ese tubo sobre la frente (por lo general de plástico rosa, a veces azul) sirve para curvar el fleco exageradamente por extrañas razones estéticas, pero en realidad es una muestra del dominio de la civilización sobre sus propios inventos. Ay de aquel que rete a una secretaria de sienes tensas y tubo en la frente, en plena posesión de su poder controlador, pueden ser terribles. Además, el tubo sobre la frente les transmite secretos profundos que las ayudan a enfrentar el arduo día y vencer los dolores de cabeza provocados por la ignorancia de sus jefes.
La desesperación de La gorra Hace muchos años fui, en la noche, a visitar a un anticuario de La Lagunilla. Iba a recoger unos instrumentos antiguos –un compás, un astrolabio, una brújula–, que adornarían el estudio de Sor Juana en una serie de televisión sobre la Décima Musa. Trabajaba yo para una espléndida vestuarista y decoradora inglesa, quien me lo pidió un poco de emergencia, pues la escena se rodaba al día siguiente. Nuestro anticuario –gran conocedor, en varias ocasiones habíamos ido a que nos socorriera con muebles y objetos de diferentes épocas para las películas– usaba una gorra perpetua, de día y de noche, que nos daba siempre que pensar. ¿Ocultaría algo aquella gorra a cuadros, más bien voluminosa, algún chipote eterno, alguna calvicie, otro rostro quizá, más pequeño? A veces, entre escena y escena de alguna película, me preguntaba yo por aquel curioso secreto y esa noche pen-
sé que tal vez vería al anticuario sin su gorra, pues iría directamente a su casa. Sentí cierta emoción no exenta de miedo. ¿Me toparía acaso con el hombre elefante, tendría nuestro amigo una calva tan reluciente como la que hizo a uno de mis familiares perder la seriedad el día en que fue a pedirle auxilio a otro en una circunstancia grave y descubrió el larguísimo mechón que en el día se enrollaba cuidadosamente como queso de Oaxaca? Admito que soy una morbosa; con la edad he mejorado un poco, no mucho, y pido disculpas por esta baja pasión. Quizá, haciendo honor a su oficio, nuestro anticuario dormiría con camisón largo, gorro de dormir y bigotera como Groucho Marx. En realidad, la casa no era muy distinta de su tienda de La Lagunilla. De hecho, estaba igualmente llena de salas y comedores de distintas épocas, apilados con lámparas, adornos, ropas y otros objetos. El buen hombre abrió la puerta en camisa y con la eterna gorra en la cabeza. Ni en la casa se la quitaba, qué misterio. Me recibió con amabilidad, me ofreció un jerez que decliné cortésmente, me dio mi astrolabio y partí en el Metro de regreso a mi casa. Esa noche caminé entre los soldados que vigilaban la entrada a Coyoacán por Francisco Sosa con una mezcla de temor y desencanto. Después soñé que, merced a un salto audaz de los que sólo se dan en sueños, le arrebataba la gorra al anticuario. Debajo había, por supuesto, otra gorra igual, como sucede siempre con los misterios, y debajo otra y otra y otra, hasta la desesperación. El astrolabio no ayudaba a orientarse en aquella profundidad •
Para todas las víctimas, otra vez, de este #GobiernoEspía
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ARECE QUE TWITTER, la red social de la concisión, por aquello de los 140 rigurosos caracteres por mensaje, está adquiriendo cierta relevancia peculiar: exhibe descarnadamente la estulticia esencial de los hombres más poderosos del orbe que, invariablemente, son los presidentes de las naciones. O expresidentes, tal que ya se verá… Es como si Twitter fuera una suerte de filtro, de lente mágico
Los tuits de Vicente Fox son una verque desnuda al emperador, nos lo muestra en gregüescos mientras el gonzante colección de claudicaciones imbécil se pavonea en imaginaria tú- que van desde las bravatas propias del nica, como en el clásico. Y es que poder ranchero que ya le conocemos, hasta presidencial y humildad aparentemen- su lamentable adhesión al priismo que te no casan en una misma frase. O será tanto decía aborrecer cuando era canque a los presidentes los envalentona didato de algo. Como Trump (tiene algo comprobar qué estimulante resulta de parecido, en lo bravucón y deslenel ejercicio de la libertad de opinión, guado, pero sobre todo en lo tonto), se ésa que precisamente a algunos suele desnuda a sí mismo a tuitazos: Fox ha confesado públicamente que conspiserles tan ingrata… Baste leer (o peor todavía, contex- ra contra la democracia en México con tualizar) por ejemplo los tuits del presi- tal de que no llegue nunca al poder Andente mexicano actual para conocer de drés Manuel López Obrador. Pero los tuits más divertidos son sus pocas luces, o de su ese sí, coruscante cinismo –como cuando lamenta la sin duda los del evidentemente acomsuerte de las víctimas de un atenta- plejado y revanchista, y presunto bodo en cualquier país del Primer Mundo, rrachín sempiterno Felipe Calderón mientras omite perversamente hablar Hinojosa, que es en Twitter un auténde las víctimas de su régimen corrupto tico bufón, atareadísimo en su circo y criminal. Los tuits de Peña Nieto hue- de criticar al régimen socialista en len a simulación y maquillaje, a esceno- Venezuela pero ciego a las atrocidagrafía, a ajeno: apuesto que ni siquiera des que causó su nefasto paso por la los escribe él. Tendrían terribles errores Presidencia de México. Sus tuits son tan comprometedores que su propia ortográficos. Quizá ningún mandatario en funcio- mujer lo ha calificado de estigma, tannes está metiéndose constantemente to que se avergüenza y los borra desy por su cuenta en complicados be- pués, o se los borran. Como cuando a renjenales creados por él mismo como principios de abril publicó uno en el D o n a l d Tru m p, q u e e s h oy s i n ó n i- que intentó hacer un jueguito de pam o internacional de idiotez y abuso. labras con el nombre de una candidaSu peor enemigo no es la prensa, ni los ta de Morena y luego, cobarde como liberales demócratas de su país; ni es, lo borró para luego arrepentirse siquiera su antagónico símil norcorea- y arremeter contra los seguidores de no: el peor enemigo de Trump es Do- Morena llamándolos, claro, como buen nald Trump con un celular en las deli- yúnior, “pejechairos”. Y ese enano mencadas manitas. Sólo él mismo, Trump tecato fue presidente de “todos” los tuitero, ha desenmascarado una y otra mexicanos, ajá. Pero el mejor tuit de vez a Trump defraudador. Es gracias a Calderón, el que lo retrata perfectaese absurdo protagonismo tuitero que mente en su vulgaridad y su desatino ahora veinticuatro demócratas están de borracho, fue a mi juicio el que puimpulsando un comité especial que blicó y borró casi inmediatamente en reúna a psiquiatras y especialistas en días pasados, en la noche del 1 al 2 de conducta humana para determinar si julio, y empezaba con algo así como el orate anaranjado es apto mental- “Shu…”, para después soltar un par de mente para seguir al frente de la Casa vulgaridades. Retrato genuino del chaparrito pelón de lentes que nos Blanca. Lástima que no tuvimos Twitter en desgració el país. Quien, por cierto, no satisfecho con tiempos del inefable pelón Salinas. Sus detractores le hubiéramos podido cau- tanta masacre, parece que quiere volsar algunas agruras, borrarle un poco ver al trono por medio de la candidatuesa sonrisita socarrona que parece bus- ra de su señora esposa… como si lo fuéramos a permitir así nomás… • car el soplamocos…
CABEZALCUBO
Twitter y los presidentes
PASO A RETIRARME
Cosas en la cabeza
Jornada Semanal • Número 1166 • 9 de julio de 2017
........ ARTE Y PENSAMIENTO Luis Tovar
Juan Domingo Argüelles
Twitter: @luistovars
Cine y censura (ii y última)
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NTRE TODOS LOS GÉNEROS literarios el de la poesía es el más íntimo. No es que no pueda serlo la prosa narrativa, pero en la prosa narrativa es más fácil distinguir el yo literario del yo personal. En cambio, en la poesía, incluso si no es autobiográfica, el yo poético del yo personal tiende a fundirse. Pensemos en Neruda y en Borges. Podemos abstraernos en lo poético, pero no hay duda de que en sus poemas están presentes siempre las experiencias personales de Neruda y de Borges. Escribir poesía es siempre algo más intenso e íntimo y no obedece a urgencias ni a compromisos. La poesía no es un trabajo; la poesía es un milagro. La poesía
sucede. Por ello no deja de ser algo extraño que alguien se proponga hacer un libro de poemas sobre esto o sobre lo otro, a menos por supuesto que esa sea la obsesión de su vida. De otra forma, la disciplina, con un tema determinado, sólo puede producir ejercicios poéticos, pero no necesariamente poesía. La poesía más que un trabajo es una epifanía. Si la poesía no es una imperiosa necesidad emocional e intelectual, será simplemente un juego, un pasatiempo. Y no está mal que lo sea, pero como pasatiempo puede ser también bastante aburrido. Hay pasatiempos más divertidos. Por otra parte, la inteligencia es maravillosa, pero se enfrenta a un drama ineludible, el cual fue definido y descrito, lúcida y poéticamente, por Antonio Machado: “El intelecto no ha cantado jamás, no es su misión.” La poesía es también música. Ritmo. Ineludiblemente. Lo dice Carlos Pellicer (en su “Discurso por las flores”):“Las palabras con ritmo –camino del poema–.” Porque no hay nada, ningún arte, ninguna manifestación estética, más integral que la música. La poesía intenta ser música o al menos integrarse a la música desde los tiempos en que era acompañada por la lira. Pero la máxima virtud de la música es que no necesita de palabras para ser poesía. Carlos Edmundo de Ory, el poeta español, dice en un poema: “Maldito sea yo, que no sé tocar ningún instrumento.” Aunque, por lo demás, quizá sea mejor no tocar ningún instrumento si no es con la más alta maestría. Escuchar la música, gozarla, amarla, debe ser un mejor destino que echarla a perder. La poesía es, además, inspiración, aunque ésta sea indefinible, inefable en el mejor sentido. Octavio Paz, en El arco y la lira, quizá el libro moderno más importante que se haya escrito en la lengua española sobre poesía, escribe:“La voz del poeta es y no es suya. ¿Cómo se llama, quién es ese que interrumpe mi discurso y me hace decir cosas que yo no pretendía decir? Algunos lo llaman demonio, musa, espíritu, genio; otros lo nombran trabajo, azar, inconsciente, razón. Unos afirman que la poesía viene del exterior; otros, que el poeta se basta a sí mismo. Mas unos y otros se ven obligados a admitir excepciones. Y estas excepciones son de tal modo frecuentes que sólo por pereza puede llamárselas así.” Nadie sabe qué es la inspiración, pero existe. El endecasílabo perfecto de San Juan de la Cruz “un no sé qué que quedan balbuciendo” es un milagro del
espíritu, una epifanía. Millones de individuos que saben mucho sobre poesía y didáctica de la creación poética, académicos y lingüistas muy capaces, nunca podrán igualar algo así, aun si dedicasen cada minuto de su existencia a conseguirlo. No solamente no es probable, sino que, definitivamente, no es posible. Por arte de inspiración, de pronto, unas palabras se transforman en algo inolvidable ya para siempre:“Abril es el mes más cruel...”Y hasta los peores poetas tienen sus buenos versos. Dijo Borges: “No hay poeta, por mediocre que sea, que no haya escrito el mejor verso de la literatura, pero también los más desdichados. La belleza no es privilegio de unos cuantos nombres ilustres.” Incluso al cerebral Paul Valéry se atribuye la siguiente certeza: “Los dioses facilitan el primer verso; los demás, los hace el poeta.” Recordemos de qué modo Octavio Paz define, indefinidamente, la poesía, con todos los sustantivos posibles e imposibles:“Oración, letanía, epifanía, presencia. Exorcismo, conjuro, magia. Sublimación, compensación, condensación del inconsciente. [...] Experiencia, sentimiento, emoción, intuición, pensamiento no-dirigido. Hija del azar; fruto del cálculo. Arte de hablar en una forma superior; lenguaje primitivo. Obediencia a las reglas; creación de otras. Imitación de los antiguos, copia de lo real, copia de una copia de la Idea. Locura, éxtasis, logos. [...] Visión, música, símbolo.” Es natural que un poeta, cualquiera, no se sorprenda del todo al conseguir, unas poquísimas veces, algo parecido a la belleza y a la música. Lo más probable es que eso que se salva, o lo que puede salvarse, se deba al arte de ese demonio del que habla Paz, invocado, rogado por el conjuro de la magia y el lenguaje primitivo. Sólo lo demás es suyo •
JORNADA DE POESÍA
“Hija del azar; fruto del cálculo”
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NDEPENDIENTEMENTE DE LA DIMENSIÓN precisa de sus valores estrictamente cinematográficos, el principal acierto de Obediencia perfecta –de la que se comenzó a hablar aquí la semana pasada– no es diegético sino de contexto, pues hasta ese momento –un 2014 tardío si se le coteja con la época de las primeras denuncias y acusaciones en contra de quien fuera solapado y encubierto por el pontífice Wojtila, quien por cierto después sería considerado “santo” por su feligresía– la filmografía nacional no contaba con una sola producción explícitamente referida a esos hechos reales. El antecedente más inmediato era El crimen del padre
Amaro, que filmada más de una década antes y, a su vez, también adaptación de una obra literaria, ésta del portugués Eça de Queiroz, más bien alegorizaba la venalidad eclesiástica contemporánea y nacional. Así pues, y para decirlo de modo sucinto, Obediencia perfecta vino a llenar un hueco del que ni documentales como Agnus Dei: cordero de Dios, de Alejandra Sánchez, se habían ocupado, en tanto –conviene insistir– abordan la pederastia religiosa sin particularizar o, cuando lo hacen, no ha sido sobre el multicitado Marcial Maciel. Además, conviene no soslayar ese otro fenómeno contextual consistente en el abismo que, quiérase o no, separa la difusión, la repercusión y la memorabilidad pública de un filme de ficción y de uno documental.
a ver a qué horas Sobre el segundo de los temas potencialmente álgidos en lo cinematográfico mencionados aquí –religión, sexualidad y poder–, considérese Yo soy la felicidad de este mundo (2015) o, mejor aún, la filmografía entera de Julián Hernández, uno de cuyos principales intereses temáticos es la sexualidad, en su caso, en la vertiente homoerótica. Es precisamente esta segunda condición la que le confiere a la obra entera de Hernández el más distintivo de sus rasgos y, al mismo tiempo, lo que la vuelve uno de los principales referentes de irreverencia e “incorrección política” en el espectro fílmico nacional, no sólo de los últimos años, y esto es así con independencia de la calidad intrínseca y la buena o mala recepción de cada uno de sus filmes en particular. Lo que quiere destacarse aquí es la saludable presencia de un corpus fílmico sin el cual el cine mexicano, visto de conjunto, luciría aún más pacato, mocho y reproductor de clichés prejuiciosos y discriminatorios, de lo que de por sí suele lucir. En otras palabras, si algo no hace Hernández es autocensurarse, y para comprobarlo bastaría incluso con citar el título del cortometraje documental que filmó
en 2015: Muchacho en la barra se masturba con rabia y osadía. En cuanto al poder, tercero de los temas que muchos acaban por soslayar, ya por conveniencia, ya por desinterés, el paradigma no es una película ni una filmografía en particular, sino una constante deplorable: tratándose de cine de ficción, en México pareciera imposible llamar a las cosas –y sobre todo a las personas– por su nombre. Es aquí, donde la denuncia se torna cada vez más apremiante, el ámbito en el que nadie se atreve pues, como sabe cualquier residente en el país, al que se atreva pueden enfriarlo, y eso si antes logra terminar un filme que, por supuesto, no habría sido hecho con ningún apoyo económico estatal. Así las cosas, esa cordillera de silencios que ensordecen luce en la parte más alta un puñado de alegorías apenas, de ejercicios metafóricos y alusiones la mayoría de las veces tan vagos o tan lejanos que parecen aludir a cualquier realidad y no a la mexicana contemporánea en específico, y todo tan escaso y de tan cortos alcances que lo más destacable sigue siendo la propuesta de Luis Estrada, cuyo discurso fílmico, empero, fue transitando de la iconoclastia en aquel entonces cimbrante de La ley de Herodes (año) al ejercicio insuficientemente paródico de La dictadura perfecta (2014). Por eficientes que resulten, la caricatura y el humor negro claramente no alcanzan a llenar un hueco que sólo puede ser colmado por la realidad misma, ésa que, en literatura y como puede verificarse en este número de La Jornada Semanal, lleva el nombre de no ficción y, sin ser sólo periodismo ni sólo denuncia, también es un oficio literario, es decir, artístico. Los ensayos al respecto son menos que escasos, mientras los asuntos y los personajes reales que deberían estar siendo reflejados en la pantalla no hacen sino acumularse. Esa es una de las tareas pendientes, entre muchas otras, del cine nacional de ficción, que a ver hasta cuándo se saca el bozal de la autocensura •
CINEXCUSAS
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La mujer en su cama*
CREACIÓN
9 de julio de 2017 • Número 1166 • Jornada Semanal
(fragmento) Selva Almada
E
sa noche, la del 15 al 16 de noviembre Andrea, una hermosa estudiante del profesorado de psicología, no había ido al baile del club Santa Rosa como el resto de las jovencitas sanjosesinas. Esos bailes eran famosos en la zona. Mi tía y sus amigas iban siempre. Cuando mejor se ponía era cuando el animador y pasadiscos de la noche era el Pato Benítez, uno que tenía un programa de radio en l t 26. No sé si el Pato Benítez era un muchacho apuesto, me parece recordarlo más bien flacucho y narigón, pero como trabajaba en la radio todas las chicas, empezando por mi tía, le andaban atrás. Igual no viene al caso. No sé si era quien animaba el baile de esa noche, pero bien podría haber sido. Entonces esa noche Andrea no estuvo en el baile con su hermana y la barra de amigos. Salió un rato con su novio a dar vueltas en moto por el centro y tomar un helado. Luego, a eso de doce de las noche se despidieron: ella tenía un examen importante y debía estudiar. Cuando lo acompañó hasta la calle, vio que se venía la tormenta, así que se apuró a entrar y meterse en la cama, con los apuntes en la mano. En el dormitorio de al lado, pegado al que ocupaba con su hermana, dormían los padres y el hermano más chico. Leyendo sus fotocopias, Andrea se quedó dormida. Una hora después tal vez la tormenta que chillaba y refocilaba sobre el pueblo, tal vez un
ruido adentro de la casa, tal vez un mal presentimiento, despertó a su madre. La mujer fue directamente al dormitorio de las hijas, encendió la luz. La que había ido al baile aún no había regresado, su cama seguía vacía, con las sábanas tensas metidas bajo el colchón. La otra, Andrea, dormía, parecía dormir. Algo en la aparente armonía del cuerpo acostado boca arriba, los brazos a los costados, el cubrecama doblado sobre el pecho de la muchacha, el cabello prolijamente esparcido sobre la almohada, algo llamó la atención de la mujer. Medio abombada por el sueño, no podía decir qué era lo que le hacía ruido en esa postal de Bella Durmiente. Hasta que se dio cuenta: sangre, unas gotitas de sangre en la nariz. Sin atreverse a tocarla, llamó a su marido. ¡Vení! ¡Vení te digo! A Andrea la mataron de una puñalada en el corazón, mientras dormía en su propia cama. no intentó defenderse, pero su cuerpo quedándose sin aire y sangre habrá sufrido espasmos, movimientos convulsos, durante dos o tres minutos, el tiempo que lleva morirse con una herida así. Sin embargo, su cuerpo estaba como tranquilamente dormido. El o los asesinos, antes de salir de la habitación, acomodaron amorosamente el cadáver de la chica. A partir de que se supo la noticia se dijeron muchas cosas. Todo ese verano hablaríamos de la chica muerta, su asesinato sería tema de conversación una y otra vez, aun cuando se terminaron las novedades y el caso empezó a estancarse.
Decían que para ir a dar aviso a la policía el padre se había vestido y se había puesto zapatos acordonados. Los zapatos, sobre todo, eran un elemento de sospecha. Ante algo así, aseguraba la gente, uno sale en pijama y en patas, no se detiene a ponerse las medias y atarse los cordones. Decían que cuando la policía llegó, la madre había limpiado los pisos del dormitorio, dado vuelta el colchón y cambiado las sábanas. Además había lavado el cuerpo de su hija y le había puesto un camisón. Decían esto y muchas otras cosas. La gente decía, inventaba porque no había, nunca hubo, novedades de la justicia. Los padres y el novio encabezaron la lista de sospechosos, pero tampoco hubo pruebas concretas que los incriminaran. Ni razón alguna de por qué alguien la quería muerta. La gente tejió y destejió a gusto. Se habló de magia negra, secta satánica, narcotráfico, prostitución, un amante celoso. Pasaron veinte años y nunca se supo nada ni se resolvió el crimen. Probablemente el asesino de Andrea siga respirando el olor a tierra mojada que precede a las lluvias y sintiendo el sol sobre su cara. Mientras ella mira crecer las flores desde abajo •
*Del libro El desapego es una forma de querernos, Random House, 2016.
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