Suplemento Semanal, 11/10/2019

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AUTORRETRATO ATORMENTADO DE

FRANCIS BACON Saúl Toledo Ramos

SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 10 DE NOVIEMBRE DE 2019 NÚMERO 1288

La sensibilidad y el genio de Jane Austen Eve Gil

Insomnio y soledad de E.M. Cioran: una teoría del suicidio Alejandro García Abreu


LA JORNADA SEMANAL

Portada: Rosario Mateo Calderón

2 10 de noviembre de 2019 // Número 1288

AUTORRETRATO ATORMENTADO DE FRANCIS BACON Homónimo del filósofo inglés del siglo xvi creador del empirismo, el artista plástico irlandés Francis Bacon es uno de los máximos ejemplos –junto al celebérrimo Vincent Van Gogh– de lo que suele conocerse como el “creador atormentado” y, quizá no por casualidad, un pintor cuyas obras son valuadas en decenas de millones de dólares: su tríptico dedicado a Lucien Freud, por ejemplo, fue vendido en el equivalente a más de 2 mil 700 millones de pesos. No obstante tal éxito post mortem, la incomprensión y los prejuicios no han abandonado a este autor sui generis, dueño de un estilo y un universo temático inimitables, en los que se dan cita la angustia existencial y el dolor, pero también la más profunda belleza de un alma siempre en la búsqueda de su propia redención.

Albatros Febronio Zatarain A Luis Eduardo Aute antes de que parta Quiero bucear en ti, Mar, mirar tus delfines, tus tortugas, tus medusas, dejarme envolver por tus cardúmenes, ir más allá de tus gentes, de tus barcos y de tus pueblos sumergidos, llegar a lo más profundo, a tu jardín, y tocar las rosas que tienen los pétalos escarchados de sal. uuu Entrar a tu cabaña, al fondo del jardín, poner leña en tu chimenea y encenderla. uuu Quise encenderte, Mar, pero el agua se resiste a dejar de ser agua, insiste en buscar al pez, y ya no soy pez, ni siquiera anfibio, mis aletas hace mucho se volvieron alas y mis agallas desaparecieron. Necesito el aire, por eso estoy emergiendo. uuu

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Te soñé, Mar, y me zambullí en ti y mientras te abría dejaste de ser mar para volverte pradera y yo dejé de ser pájaro y me volví perro y corría en ti y un ruido que tapaba los ladridos me atrajo y me detuve y una locomotora venía y vi cómo su rostro se acercaba y cómo el humo que salía de su frente se quedaba atrás y yo quería entrar en ese rostro y fui perro y locomotora a la vez y luego perro de nuevo y llegué a la arena y sentí tu espuma en mis patas y vi cómo las crestas de tus olas se

arqueaban hasta que reventaban y me lancé contra un arco y contra otro y nadé nadé nadé. uuu Extraño tus islas, Mar, tus continentes, tu tierra firme. Quisiera ser marmota para hibernar en una de tus grutas, hormiga para explorar cada milímetro de ti, topo para recorrer tus galerías subterráneas, rinoceronte para trotar en ti y hacerte vibrar, avestruz para esconder mi cabeza en ti, comején para deglutirte y construirte, dromedario para penetrar en tu desierto y acampar en uno de tus oasis. uuu Encontré una de tus costas, Mar, pero no era ni de arena ni de piedra; era de hielo y de nieve. He estado volando y no he podido encontrar tierra firme. Vuelo para dejarte atrás pero tú te extiendes y yo me agoto. Desciendo, me acurruco en tu agua firme y escucho tu susurro. uuu Entreabro los ojos y ante mí la niebla; a la distancia, dibujo una isla. Me sacudo y alzo el vuelo y siento mis alas como si fuera Pegaso, entro en la brisa y siento sus caricias. Me doy cuenta de que nací para esto. Alcanzo la isla y quiero mirar del otro lado. Me poso en la cima y veo otro mar sólido y, a lo lejos, un pájaro tirado l


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LA SENSIBILIDAD Y EL GENIO DE

JANE AUSTEN

Una acertada semblanza de la famosa autora de Sensatez y sensibilidad, Orgullo y prejuicio, La abadía de Northange y Amor y amistad, entre otras, Jane Austen (1775-1817), una de las siete hijas del reverendo George Austen, que firmaba con un simple “By a lady”, y que sin embargo retrató la “buena sociedad” de su época con inusitada precisión y a veces fulminante ironía, y de quien g. k. Chesterton llegó a afirmar: “Jane Austen no se inflamó, no se inspiró para ser un genio, ni siquiera lo persiguió; simplemente era un genio.”

Eve Gil ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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uántas Catherines, Elizabeths y Marías desfilarían incautas frente a miss Austen, hija del vicario, quien, aparentemente absorta en su tejido, las escuchaba con devoción casi antropológica para, apenas quedar a solas, extraer un cuadernillo de su estuche de costura y tomar nota de cada chisme, cada noticia, cada encantador mohín? A decir de uno de sus sobrinos, tía Jane había impedido que repararan la puerta principal de la vicaría que rechinaba horrible cuando alguien entraba: su alerta para esconder los legajos o cubrirlos con un secante. Imposible suponer que la simpática hija del reverendo George Austen, consagrada al primor, a sus sobrinos y a hornear pasteles, fuera autora de las exitosas Sensatez y sensibilidad (1811) y Orgullo y prejuicio (1813), cuyo autor firmaba simplemente “By a lady”. Novelas donde terribles sucesos de la época (la Revolución francesa) no existen, ajenas por completo a su contemporaneidad con autores como el marqués de Sade. Dice Carlos Fuentes, “Tampoco hay mineros o comerciantes londinenses, porque el autor los desconoce y, al tratarlos, se expondría al fracaso. Y Jane Austen es de los escritores que no fracasan. Pueden fracasar, en su afán totalizador, Dostoievski o Balzac. Jane Austen, no.” Es probable que Jane escuchara hablar de sus propios libros mientras tejía, deprisa y acompasadamente, bufandas para sus sobrinos, y los comenta-

Retrato de Jane Austen. Imagen de la Universidad deTexas. Tomada de https://commons.wikimedia.org/ wiki/File:Jane_Austen_coloured_version.jpg

rios la habrán hecho sonreír complacida. Nacida el 16 de diciembre de 1775, en Steventon, Hampshire, sexta de siete hermanos, pensaría como Emma, su más autobiográfica heroína, “[…] una mujer soltera con buena fortuna siempre es respetada, y puede ser tan inteligente y de trato tan agradable como cualquier otra persona […]” A decir de Fanny Austen, otra sobrina, tía Jane no era tan refinada como su talento hubiera permitido esperar. Tanto Jane como Cassandra, su adorada hermana, eran absolutamente indiferentes respecto a las modas… y en el caso concreto de Jane, su conocimiento mundano lo sustraía de terceras personas. Leerla nos hace imaginarla encantadora y divertida, un tanto maliciosa y poseedora de una devastadora ironía que reservó para su pluma, de lo contrario no hubiera sido tan apreciada en su comunidad. No fue falta de oportunidades lo que la hizo permanecer soltera. A decir de Carlos Pujol, se supo de dos aspirantes a la mano de miss Austen: un irlandés de nombre Tom Lefroy, así como otro joven que la asediaba en el balneario de Devonshire, y moriría en la flor de la edad. Como Emma, la casamentera aficionada, parecía muy ocupada arreglando las / PASA A LA PÁGINA 4


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Xilografía de Joan Hassall que ilustra una escena de la novela Persuasión, 1975. Tomada de: https://www. sea.museum/2017/07/25/revisiting-persuasion-janeaustens-naval-novel/

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vidas de los demás como para pensar en sí misma, sospechosamente inmersa en el bordado y entreteniendo a sus numerosos sobrinos, dieciocho en total, que la idolatraban. Ni siquiera parecía demasiado inteligente, lo que los ingleses denominan blue stocking (“marisabidilla” para los españoles), quizá porque, como sospecha Catherine Morland, la inteligencia sólo puede acarrearle desdicha a una mujer. Y sin embargo, Jane Austen era muy inteligente. g. k. Chesterton se referiría a ella en los siguientes términos: “Hombres como Coleridge o Carlyle prendieron sus primeras antorchas en las llamas de místicos alemanes o especuladores platónicos igualmente fantásticos; atravesaron calderas de cultura donde personas menos creativas incluso podrían haber ardido en las llamas de la creación. Jane Austen no se inflamó, no se inspiró para ser un genio, ni siquiera lo persiguió; simplemente era un genio […]”. Las novelas de Jane, por cierto, distan de recurrir a las almibaradas descripciones distintivas de la “novela rosa” que, en cambio, se observan obsesivamente en novelas de autores varones como Samuel Richardson. Jane se dirigió a los críticos de su tiempo a través de su divertidísima novela La abadía de Northanger: “Nosotros (los escritores) no nos desampararemos unos a otros; somos un cuerpo herido. Aunque nuestras producciones han llevado más placer, en más cantidad y calidad, que cualquier otra especie literaria en el mundo, ningún género ha sido tan menospreciado. Desde las atalayas del orgullo, la ignorancia o la moda, nuestros adversarios son casi tantos como nuestros lectores. Y

La escritura de Jane Austen tenía mucho de crítica social, que llevaría al punto de la maestría en La abadía de Northanger, una no tan inofensiva sátira de las novelas góticas.

mientras que las habilidades del nonagésimo compendiador de la historia de Inglaterra, o las del hombre que reúne y publica en un volumen una docena de versos de Milton, Pope y Prior, o un ensayo del Spectator, y un capítulo de Sterne, son elogiados por mil plumas, parece haber un deseo casi general de desacreditar la habilidad y subvalorar el trabajo del novelista, y menospreciar obras recomendables por su genio, encanto y belleza.” Hoy entendemos que Jane no se limitó a retratar a la sociedad a la que pertenecía, esa afectada clase media. Hizo algo más interesante: exponerla, sin llegar a ridiculizarla, aunque su visión de la misma, acaso a pesar de sí misma, es acerada, particularmente en sus escritos tempranos, reunidos bajo el título Amor y amistad, donde accedemos a una Jane Austen quinceañera, elevada al cubo, que todavía no se imponía límites y seguramente no pensó publicar esos papeles que, dicen, escribió para divertir a su padre… es una Jane Austen que descuida las buenas maneras que cultivaría posteriormente como un exuberante jardín. A esa época se remonta también el primer borrador de la más menospreciada de sus novelas, Lady Susan. Las novelas de Jane Austen son atípicas desde el instante en que destaca en sus heroínas virtudes dudosas para la época, como la seguridad en sí misma de Elizabeth Bennet, de Orgullo y prejuicio, o la autosuficiencia de Emma. Elizabeth se quiere lo suficiente para no derrumbarse ante el ostensible desprecio de Darcy que a voz en cuello señala no considerarla lo suficientemente bonita para invitarla a bailar. Estas jóvenes se mantienen graciosamente al margen de las maquinaciones de una madre o tía dominantes, y de amigas y hermanas desesperadas por atrapar marido, y si bien no se identifican con semejante anhelo, no vacilan en aportar buenos consejos y hasta trazar estrategias. La relación entre mujeres es otro de los rasgos destacables de la novelística de Austen, donde


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Pintura de la granja Wyards (1815) de Anna Lefroy, sobrina de Jane Austen. Foto del irlandés Tom Lefroy, aspirante a la mano de Austen.

la solidaridad y ternura mutuas se sobreponen a cualquier rivalidad o envidia que pudiera surgir en el camino. Las mujeres austenianas tienen claro que, de darles a elegir entre el amor romántico y su mejor amiga, ganaría la última. Pocos percibieron que la escritura de Jane Austen tenía mucho de crítica social, que llevaría al punto de la maestría en La abadía de Northanger, una no tan inofensiva sátira de las novelas góticas. Catherine Morland, su heroína, pertenece a la genealogía de Don Quijote y Madame Bovary; una lectora confundida entre la ficción y la realidad, víctima de su imaginación. Es de las pocas heroínas bobas de Jane (“inocente”, la llama la novelista gótica Margaret Oliphant); diríase que Jane se complace en atormentarla. Evidentemente no le guarda la mínima ternura, aunque le permita terminar felizmente casada con el antipático Henry Tilney, casi una parodia de Darcy. En La abadía…asistimos al periplo de una jovencita que se sueña heroína de una novela de Ann Radcliffe (la que evidentemente Jane ha leído con fruición como todas las chicas de su generación); llena de peligros, fatalidades, retratos antiguos, inexplicables portazos y vientos gélidos. Hija de un matrimonio convencional, sirve de dama de compañía a una señora demasiado buena para su gusto (preferiría ser un poco maltratada) que la lleva consigo a Bath donde conocerá a Isabella, la amiga que siempre soñó, y a Henry, el hombre de sus sueños, aunque no lo bastante peligroso, de quien la distanciarán una serie de malentendidos perpetrados por el hermano de Elizabeth, John Thorpe, encaprichado con Catherine. Y justo cuando parece que no existe la posibilidad de reivindicarse ante Henry, surge la oportunidad, planteada por el adorable matrimonio Tilney, padres de Henry, de que Catherine la acompañe a la abadía de Northanger. Hasta Henry pasa a segundo plano pues lo que más excita a Catherine es la posibilidad de vivir en una abadía de verdad, donde de seguro

Portadas de Persuasión y Orgullo y prejucio. (la segunda en la edición de 1813).

se verá rodeada de misterios y peligros… aunque cuando cree encontrar un antiguo manuscrito al fondo de un baúl, se topa con cuentas de lavandería. Conforme transcurre su estancia ahí, la joven pasará de la decepción (ningún mueble es anterior al siglo xv, ni una antigua chimenea y un ejército de criadas en vez de una sola… en las novelas góticas las fortalezas son atendidas por un solo criado) a un terror creado por sus propias fantasías que la llevan a suponer que el recinto alberga a una supuesta esposa muerta del señor Tilney. La vida privada de Austen, presiento, es algo más rica que la de una chica de su condición y circunstancia; algo más que eventuales escapadas a Bath y algún furtivo coqueteo tras las agujas de tejer. Juraría que su estuche de costura resguardaría algo más que apuntes para novelas. El primer golpe fuerte sería la repentina muerte de su amado padre en 1805. Una serie de problemas financieros derivados del deceso de George Austen la orillarían a admitir la caridad de sus hermanos, lo que sin duda debió afectarle tras toda una vida de libertad en ese sentido. Por entonces estuvo a punto de ceder al matrimonio con un terrateniente de nombre Harris Briggs-Marchitan. Se anunció, incluso, el compromiso, pero miss Austen terminaría dejando plantado al pretendiente casi al pie del altar. Esa pudo haber sido la razón por la que decidió mudarse a Southampton con uno de sus hermanos; eso, o los primeros síntomas de la enfermedad de Addison, dolencia de los riñones –si bien algunos estudiosos presumen que en realidad murió de cáncer en un seno– que la llevaría a la muerte el 18 de julio de 1817, en brazos de su querida hermana a quien heredaría los derechos de su obra, habiendo publicado sus libros más conocidos, excepto La abadía de Northanger y Persuasión, la más sobria de sus novelas. Muchos años después, entre 1923 y 1926, se publicarían su inconclusa novela Los Watsons l


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INSOMNIO Y SOLEDAD DE E.M. CIORAN:

UNA TEORÍA DEL SUICIDIO

Alejandro García Abreu ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Se cumplen setenta años del primer libro de e.m. Cioran escrito en francés: Breviario de podredumbre, y lo conmemoramos con una evocación de esa suerte de “tratado sobre el suicidio” que constituyen algunos apuntes provenientes de Cuadernos. 1957-1972, del autor de Silogismos de la amargura, En las cimas de la desesperación, La caída en el tiempo y Breviario de los vencidos, entre otros libros. Hijo del sacerdote ortodoxo Emilian Cioran y de Elvira Comaniciu, e.m. Cioran nació en Răşinari, Transilvania, el 8 de abril de 1911. Conoció a Eugène Ionesco y a Mircea Eliade en 1928 en la Universidad de Bucarest, donde estudió filosofía. En 1933 obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Berlín. Tres años después regresó a Rumania, donde impartió clases en la preparatoria Andrei Saguna, en Brasov. A finales de los años treinta viajó a la capital francesa, también gracias a una beca, para terminar instalándose definitivamente en París. Ingresó al Instituto Francés de París en 1937.

Una doble renuncia En 1940 ocurrió uno de los acontecimientos más significativos en la vida de e.m. Cioran: comenzó a escribir en francés. Posteriormente ocurrió otro: el 18 de noviembre de 1942 conoció en un comedor universitario a Simone Boué, con quien comenzaría a vivir en París en 1947. Antes, en 1946, diversos lectores celebraron otro gesto demoledor: Cioran renunció a su nacionalidad y se declaró apátrida. Implicó una doble renuncia: primero a la lengua –sus primeros siete libros fueron escritos en rumano–, posteriormente a la nacionalidad. Cuando fue publicado por Gallimard en 1949, Breviario de podredumbre –su primer libro en francés– fue bien recibido por la crítica e incluso fue galardonado al año siguiente con el Premio Rivarol, destinado a enaltecer el mejor trabajo escrito en francés por un autor extranjero. Después del otorgamiento del Rivarol tomó una decisión radical: se propuso rechazar todos los premios que se le concedieran a partir de entonces, incluido el Roger Nimier, que ganó en 1977.

El final Años después, en 1993, según Simone Boué, Cioran “pierde completamente la razón”. Padeció la enfermedad de Alzheimer. Significó la devastación de una mente. Falleció en París, el 20 de junio de 1995. Boué no escapó de la tragedia. Murió ahogada en una playa francesa el 11 de septiembre de 1997, en vísperas de la corrección de pruebas de los Cuadernos, de Cioran. Los restos de ambos están sepultados en la misma tumba, en el cementerio de Montparnasse.

Los Cuadernos Los Cuadernos, de Cioran –que comienzan el 26 de junio de 1957 y se interrumpen en 1972– fueron descubiertos, copiados y editados por Simone Boué poco tiempo después de la muerte de su


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E.M. Cioran. Foto: Rogelio Cuéllar

cidó en París. Se arrojó al Sena desde el puente Mirabeau la noche del 19 al 20 de abril de 1970.]

autor. Éditions Gallimard publicó mil páginas de la obra póstuma en 1997. Para las traducciones posteriores, los editores extranjeros decidieron hacer una selección de trescientas páginas. Una amistad de veinte años y una larga experiencia como traductora al alemán de la obra de Cioran indujeron a Verena von der Heyden-Rynsch a seleccionar los apuntes presentados en la antología Cuadernos. 1957-1972 (Tusquets, 2000). Los Cuadernos resultan un conjunto de esbozos, reflexiones, notas intelectuales y apuntes personales que constituyen “en parte la materia prima de aforismos y fragmentos filosóficos posteriores”, aseveró la editora. Llevan fecha los acontecimientos considerados importantes, como las noches de insomnio y el pensamiento en la muerte. “En la tapa de los cuadernos i, ii, iv, viii, x, se lee: ‘Para destruir’. En el primer cuaderno, Cioran añadió: ‘Todos estos cuadernos, para destruir’, y también en los cuadernos viii y x. Y, sin embargo, los guardó y ordenó cuidadosamente… Lo ayudaron a ajustar cuentas con el universo y sobre todo consigo mismo. Día tras día desgrana fracasos, sufrimientos, angustias, terrores, rabias, humillaciones. Detrás de este desgarrador relato secreto se eclipsa el Cioran diurno, burlón y tónico, divertido y cambiante. Pero, ¿acaso no afirmó en varias ocasiones que sólo tomaba la pluma cuando tenía deseos de ‘pegarse un tiro’?”, escribió Simone Boué en el “Prefacio” de Cuadernos. 1957-1972 de Cioran. “Es que siempre y en todas partes está solo. solo cuando vivo y solo cuando muerto. […] Solo en vida y doblemente solo en la muerte. En junio de 1995, Fernando Savater escribía en El País una despedida emocionante que concluía así: ‘Adonde ahora vas tienes que bajar solo’. Recuerdo también el título con que se reunieron en 1990 en Humanitas algunos artículos de juventud escritos en rumano, ese hermoso título que para mí resume a Cioran: Soledad y Destino”, concluyó Boué.

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El suicidio En 1988 corrieron rumores del suicidio de Cioran en la prensa francesa. No resultaba una idea extravagante por la complejidad del denso entramado de su obra, por su tendencia al desasosiego, por sus reflexiones sobre la muerte voluntaria. Subrayé los siguientes pasajes en Cuadernos. 1957-1972:

2 de agosto de 1957 Suicidio de e.: un abismo inmenso se abre en mi pasado. Mil recuerdos exquisitos y desgarradores salen de él./ ¡Le gustaba tanto la decadencia! Y, sin embargo, se ha matado para escapar de ella. uuu

24 de febrero de 1958 Desde hace unos días, vuelve a rondarme la idea del suicidio. Cierto es que pienso en él a menudo, pero una cosa es pensarlo y otra sufrir su dominio. Acceso terrible de obsesiones negras. Me va a ser imposible durar mucho tiempo así por mis propios medios. He agotado mi capacidad para consolarme. uuu Caroline von Günderode. Nadie ha pensado en ella tanto como yo. Me he saciado con su suicidio.

[Caroline von Günderode fue una poeta alemana del romanticismo. Se quitó la vida a los veintiséis años de edad.]

La reflexión sobre la vida no carece necesariamente de fin. Entraña un límite, ya que, cuando rumiamos su objeto, resulta imposible no toparnos tarde o temprano con el suicido, que detiene la progresión del pensamiento, que se erige como un muro ante la reflexión. Así, cuando nos perdemos en la ola de la vida, el suicidio se presenta como un mojón, un punto de referencia, una certidumbre, una realidad positiva: por fin tiene el pensamiento algo sobre lo que rumiar, deja de divagar. / En el vértigo que se apodera del pensamiento en cuanto se aplica a la vida, es decir, a la ola misma, el suicidio parece como un pretil.

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13 de abril de 1965 El médico a cuya consulta fui ayer por lo del intestino me preguntó si “pensaba en el suicidio”. “No he pensado en otra cosa en toda mi vida”, le respondí. Me miró con aire satisfecho, quiero decir bobo.

Desesperación “sin motivo”, sin conciencia de desgracia, sin ningún sentimiento de decadencia –desesperación pura– y de nuevo la certidumbre –en modo alguno triste– de que el suicidio es la única salida, el único consuelo, la puerta, la gran puerta. Pasar al otro lado eludiendo a la muerte. La desesperación no me deprime, me eleva. / La desesperación es distinta del desconsuelo, es llama, una llama que atraviesa la sangre.

uuu Resulta consolador que haya un Piotr Rawicz en París. [Piotr Rawicz, nacido en Ucrania y exdeportado en Auschwitz, vivía en París desde 1947. Su novela, escrita directamente en francés, Le sang du ciel (Gallimard, 1961) fue traducida a una decena de lenguas. También publicó Bloc-notes d’un contre-revolutionaire, ou la gueule de bois (Gallimard, 1969). Se suicidó en mayo de 1982.]

uuu Primavera y suicidio son para mí dos conceptos conexos. Es que la primavera representa una idea para la que no estoy maduro o, más exactamente, que no entra en mi sistema. uuu

uuu Kleist y Rodolphe (el personaje de Mayerling) buscan y encuentran los dos a mujeres con las que matarse. Esas propuestas de suicidio en común, ¿a qué pueden corresponder? ¿Será miedo a morir solo o –lo que es más probable– necesidad de acabar en esa plenitud que debe necesariamente preceder a la muerte compartida?

16 de junio El insomne es por necesidad un teórico del suicidio. uuu

Escribir sobre el suicidio es haberlo superado.

uuu uuu Adamov se está muriendo en un hospital de París. Esa noticia me ha conmovido más de lo que habría pensado. Las amistades difuntas no son necesariamente amistades muertas. / “…Esa embriaguez de alejamiento que precede y facilita el suicidio.” (Drieu, Récit secret.) uuu En mi texto sobre el suicidio, olvidé precisar que en mí el suicidio es una idea y no un impulso. Eso explica las contradicciones, las cobardías, los titubeos que ese gran tema me inspira. uuu 3 de enero de 1968 Acabo de encontrarme con Celan, al que no había visto desde hacía un año; ha pasado unos meses en un hospital psiquiátrico, pero no habla de ello. Se equivoca, pues, si lo hiciera, no tendría ese aire violento (y que siempre tenemos cuando disimulamos algo capital que todo el mundo ha de conocer). / Cierto es que no es fácil hablar de nuestras crisis. ¡Y qué crisis! [Paul Celan se sui-

Cuanto más tiempo pasa, más me acostumbro a las realidades más sombrías (suicidio, horror del nacimiento, etcétera), sin ninguna reserva mental de pena y desolación. Concibo lo irreparable sin tristeza. Estoy inmerso hasta el cuello en el desconsuelo objetivo, evidente, impersonal. Llanto con ojos eternamente secos. uuu 7 de diciembre De vez en cuando recibo cartas desesperadas, inspiradas más o menos por el Breviario y a las que debo responder. Como la mayoría de las veces se trata de pensamientos de suicidio, me esfuerzo por quitárselo de la cabeza a quien me escribe. Pues alentarlo no es posible, la verdad, por mil razones. Lo malo es que mis cartas, forzosamente edificantes, no pueden ser más convencionales y en contradicción con lo que pienso de verdad. Ese papel de “apoyo moral”, de confesor laico, que he debido asumir, no es la menor ironía de mi vida. Sobrevivir a un libro destructor es siempre penoso para un escritor l


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8 10 de noviembre de 2019 // Número 1288

AUTORRETRATO ATORMENTADO DE

FRANCIS BACON Mucho se ha dicho y se dirá sobre la personalidad y la obra del controvertido pintor irlandés Francis Bacon (1909-1992), famoso por su su tríptico dedicado a Lucian Freud (1969), vendido en 142 millones 405 mil dólares, pero también por obras como Estudios para figuras en la base de una crucifixión (1944) y Estudios para figuras en camas (1972); y sus inquietantes autorretratos. A 110 años de su nacimiento aquí se recuerda la poderosa vigencia de su trabajo.

No dibujo. Empiezo haciendo todo tipo de manchas. Espero lo que llamo “el accidente”: la mancha desde la cual saldrá el cuadro. La mancha es el accidente. Bacon, en entrevista con Marguerite Duras, 1971. …pinta carne asquerosa en cuadros horribles Margaret Thatcher, sobre la obra de Bacon.

I Nada de sobresaliente tiene el exterior del predio ubicado en el número 7 de la calle Reece Mews, en South Kensington, Londres. En sus entrañas, no obstante, palpita el recuerdo y la emoción: de 1961 a 1992 ese local fungió como taller-estudio del pintor irlandés Francis Bacon. La palabra “caos” alcanza su más alta dimensión al admirar la habitación en la que trabajaba el artista. Era un enorme laberinto contenido en un área de unos cuantos metros, mismos que su habitante saturó de pinceles, tubos de pintura a medio terminar, lienzos nuevos y usados, periódi-

Saúl Toledo Ramos |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

cos, libros, fotografías, discos de vinilo, basura de todo tipo, ropa sucia y una acumulación indiscriminada de objetos exclusivamente discernibles para su demiurgo. Bacon sostuvo que en varias ocasiones intentó plasmar obra en otros espacios. Le fue imposible. Era como si aquellas cuatro paredes hicieran latir su vena creativa, de manera tal que de ahí salieron imágenes que conmovieron al mundo. Los herederos del autor del Retrato de un hombre bajando las escaleras (1972), decidieron donar el taller a la Galería Huge Lane, en Dublín, muy cerca del lugar de nacimiento de Bacon. Un grupo de curadores y arqueólogos, entonces, se abocaron a la titánica tarea de inventariar y trasladar el contenido a su nuevo recinto, procurando hacer la más fiel reconstrucción de aquel hoyo negro, del que probablemente era fácil entrar, pero muy arduo salir. Desde 1998 permanece abierto para el disfrute de los interesados. A final de cuentas, ese estudio es la obra más compleja que Bacon legó al mundo.

II Sus biógrafos dicen que Bacon era disciplinado para el trabajo. Las primeras horas del día las ocupaba, precisamente, a la labor artística. Al caer la tarde, se vestía con elegancia y se dirigía a The Colony Room, club privado del cual era miembro fundador. Ahí se entregaba al alcohol y buscaba con quién satisfacer sus apetitos corporales. Su tendencia sexual –era homosexual–, por cierto, lo conflictuó de por vida con su padre, de quien se sentía odiado. El hombre era entrenador de caballos –uno fracasado, según Bacon– y no soportaba la homosexualidad de su vástago, por lo que las agresiones en contra de éste eran constantes y penosas. La concepción que Bacon tenía de su progenitor, sin embargo, se tornó intrincada –y quizá patológica– cuando el muchacho comenzó a sentirse atraído físicamente por esa autoritaria figura. Practicó entonces la única solución a su alcance: involucrarse con los ayudantes del preparador de equinos, con los cuales experimentó sus primeras vivencias sexuales. Años después, Bacon declararía que le gustaban los caballos, pero los graves recuerdos que le traían de su adolescencia lo imposibilitaban para dibujar alguno.

III La asistencia a una exposición de Pablo Picasso conmovió tanto al joven Francis Bacon que, en ese momento, decidió que sería pintor. Bacon idolatró a Picasso; dijo de él que lo había inventado todo y que después del malagueño había poco que proponer. Empero, el derrotero seguido por el irlandés fue totalmente distinto al del creador del Guernica y Les demoiselles d’Avignon, y demostró así que en el universo de las artes quedaban aún muchos terrenos por explorar. Fueron pocas las clases que atendió en ese tiempo. Bacon fue casi totalmente autodidacta.

IV Bacon, con el torso desnudo, posando para una fotografía. El pintor tiene los brazos levantados y en cada mano la mitad de un animal al que se le miran huesos y músculos. Es una estampa curiosa: esos trozos de carne muerta, ya sin sangre que los anime, deben ser de peso considerable; sin embargo, el artista parece sostenerlos sin mayor esfuerzo. En otros retratos se le ve sin un asomo de sonrisa, con lo ojos hundidos en esa cara circunspecta; la mayoría de las veces, mirando directamente al objetivo de la cámara y, por ende, a nosotros. En los autorretratos la seriedad es la misma y a pesar de las deformaciones ensayadas en el rostro, es evidente que esas piezas son el espejo de su autor mismo.

V Durante su vida Francis Bacon amó y fue amado. Su relación más intensa, al parecer, fue la que sostuvo con George Dyer, tanto así que llamó atención de la bbc de Londres para llevarla al celuloide (Love Is The Devil, John Mayburn, 1998), protagonizada extraordinariamente por Derek Jacob, como Bacon, y Daniel Craig –quien después cobraría fama por sus interpretaciones de James Bond– como Dyer. La anécdota dice que Bacon descubre a un sujeto –Dyer– entrando a robar a su estudio. Lejos de atacarlo, lo reconforta y le ofrece ayuda. Luego de ese episodio, se vuelven protagonistas de un enlace que duró varios años. Esta romántica historia, en la que un delincuente es seducido por su posible víctima, robustece el mito, pero nunca fue confirmada por Bacon, aunque tampoco negada. Otra


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versión dice que Bacon vio a Dyer solitario en un bar, y ofreció comprarle un trago, y que de ahí nació su romance. Como quiera que sea, lo evidente fue que a Dyer le pesó mucho vivir bajo la sombra de aquel monstruo de la creación: durante uno de los períodos de mayor éxito del pintor, Dyer atentó por tercera ocasión contra su vida –y logró su objetivo en esta oportunidad–, ingiriendo una importante cantidad de somníferos.

VI En 2013, un poco más de dos décadas después del fallecimiento de Bacon, su tríptico dedicado a Lucian Freud, pintado en 1969, se convirtió en una de las obras más caras de la historia. En una puja salvaje que duró apenas 6 minutos, fue vendida en 142 millones 405 mil dólares. Hay, sin embargo, otras obras a ponderar. En 1953 Bacon tomó como modelo el retrato que Velázquez hizo del papa Inocencio x y ofreció una versión fantasmagórica en tonos púrpura, amarillo, negro

y blanco, en la que el cuerpo del religioso se difumina y deja ver el vacío que hay tras él. Lo más llamativo, sin embargo, son las manos crispadas sobre los descansos de la silla y el rostro sin paz, la boca completamente abierta, en una mueca dolorosa; los ojos no tienen el brillo ni el orgullo que muestran en la pintura de Velázquez, y los trazos del pincel dan la impresión de estar frente al retrato de la eterna y existencial angustia humana. Cada uno los tres tablones de Estudios para figuras en camas (1972) contiene sendos cuerpos, sin duda humanos: se aprecian rostros, piernas, brazos; están dispuestos en distintas poses, pero el genio del artista los ha metamorfoseado en bultos anormales cuyos miembros se encuentran confundidos unos con otros. Las partes donde aparentemente se sitúan las cabezas están rodeadas por finos círculos negros; las de ambos lados terminan en flechas, como sugiriendo movimiento. Sobre la cama de la lámina central parece haber dos y no sólo un cuerpo. La escena es iluminada por tres focos que expelen una triste luz amarilla. El (homo) erotismo del tema no deja lugar a dudas sobre el vacío existente y la soledad entre los amantes. Dicen los especialistas que los cuadros de Matthias Grünewald dedicados a la crucifixión y al martirio de Cristo, fueron el patrón que Francis Bacon siguió para detallar Estudios para figuras en la base de una crucifixión (1944). Nada más alejado ente sí, no obstante, que las propuestas de ambos artistas. A pesar de la gravedad de la situación plasmada, Grunewald buscaba dotar de belleza a sus composiciones. A los dolientes cerca de la cruz de la que pende, ya muerto el Mesías, con su pena a cuestas se les admira descompostura, pero dignidad; aflicción, pero honor. En cambio, las de Bacon son tres bestezuelas delirantes y carcomidas, mutiladas quizá por sus propios hocicos hambrientos. El trío vale como representación de toda esa multitud enajenada y frenética que describe la Escritura, apostada en la vía que conducía de Jerusalén al Gólgota, punto donde el redentor habría de ser martirizado y sacrificado. No hay rastros de esto último en las secciones de la obra; es su título lo que da la clave para descifrarlas. El fondo naranja-ocre imprime a sus pálidas carnes un dramatismo que desborda

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los páneles: involucra al espectador y lo hace casi escuchar el aullido que expelen sus feroces bocas. De la influencia que Bacon recibió del cine, sin agregar más, recordaremos su versión del grito, en un fotograma del Acorazado Potemkin (1925), filme paradigmático de Serguéi m. Eiseinsten.

VII Francis Bacon, creador de todo ese desolado cosmos, celebrará, donde se encuentre, 110 años de haber llegado a este mundo. Tras ochenta y dos de estar entre nosotros, se desvaneció de la vida, tal como los actores de sus pinturas. Con la diseminación de sus obras en museos y colecciones privadas alrededor de todo el mundo, será muy difícil que se le pueda olvidar l

Obra de Francis Bacon: Tres estudios para un autorretrato, 1979. Dibujo: Figura gritando, 1990. Estudios para figuras en la base de una crucifixión, 1944.


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LA RAZÓN, ESA DIOSA ODIOSA Siete tipos de ateísmo, John Gray, Sexto Piso, México, 2019.

Enrique Héctor González ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

SI EL CORAZÓN tiene razones que la razón desconoce, como reza el enrevesado credo romántico, otro tanto debe decirse del cerebro y sus regurgitaciones reflexivas, sus atisbos a verdades supuestamente inamovibles pero siempre limitadas y provisionales, su intensa fe en objetos y objetivos que resulten evidentes para todos. La odiosa diosa de científicos y algunos filósofos, de demócratas liberales y algún despistado fanático fundamentalista que se despierta de pronto con la conciencia sucia y recapacita, la Razón con mayúsculas, es una devoción que ha servido hasta para fundar feligresías tan descarriadas como la fe en el progreso y en la tecnología.

No obstante, y con más razón que sin ella, John Gray, filósofo británico especializado en asuntos que atañen a las demarcaciones espirituales de la actualidad (el respeto a los animales, la muerte de la utopía, las religiones apocalípticas), examina en su obra más reciente, Siete tipos de ateísmo, distintas formas de la racionalidad que han derivado en justificaciones de por qué se dice, o se cree, o se está seguro de que Dios no existe. El trabajo es serio, se advierte bien documentado y no parece sino derivar de inquietudes muy personales e investigaciones muy difundidas de Gray, razones que no impiden reconocer que, siendo innegablemente meritoria la naturaleza de su estudio, una falla grave del libro es que no haya merecido lugar, en el espectro de su interés intelectual, un examen que se antoja lógico y pertinente al agnosticismo, ese ateísmo inseguro, respetuoso, precavido, desencantado y a su modo feliz. Evidentemente no son la misma cosa y uno se queda pensando si para Gray sí lo son (y por ello quizá evite la tautología) o si le pareció impropio estudiarlo por tratarse de un asunto distinto, en cuyo caso no debió obviar las razones de su deslinde para que éste no pareciera un lamentable descuido. Solamente alude a él, al agnosticismo, dos veces en la obra, como de pasada y nada más que para subrayar que John Stuart Mill fue educado bajo la lupa agnóstica por su padre. Sin darle ese nombre, asimismo analiza la fenotipia escéptica, por así llamarla, de Joseph Conrad, y sugiere el concepto “olvidado” al hablar de Kant, “el gran sabio ilustrado [que] había mostrado que la realidad era incognoscible para la razón humana”. Y para de contar. Siendo el agnosticismo una amplia llanura cuyas colindancias son esas dos poderosas cordilleras que llamamos creencia religiosa y ateísmo negador, es extraño que Gray se muestre más preocupado por demostrar cómo los extremos se tocan que por dedicarle, así sea un mínimo capítulo, a esa vasta planicie donde el desentendimiento de Dios no significa enaltecerlo o vituperarlo sino resignarse a no saber nada de él. El examen de Gray es cordial, metódico, a ratos deslumbrante por la concisión y la educada manera con que nos muestra su dominio no sólo de la brújula filosófica sino también de la literaria. Pasa naturalmente por Nietzsche, por el desapego (que Gray llama “ateísmo místico”) de Schopenhauer, por la certeza conradiana de que “la vida no nos conoce y nosotros no conocemos

la vida” –sin vincularla en absoluto con el agnosticismo más puro, como queda dicho. Se detiene en la profunda influencia cristiana de los tipos de ateísmo que digiere, desde el cientificismo radical y el humanismo laico hasta el jacobinismo comunista, las teologías negativas y el misoteísmo (literalmente, odio a Dios) del Marqués de Sade, sin dejar de lado ni la fe racionalista de la Ilustración ni la íntima inaprehensibilidad del mundo vista desde el taoísmo. Llama la atención que asuma el milenarismo político y el credo liberal como formas equivocadas de lo mismo: un furor idiota por imponer, al final, una ideología religiosa, tara heredada del cristianismo; y la llama porque se nos ha impuesto la creencia de que sólo el odio salvaje del mahometanismo militante es una forma lamentable de ejercer los preceptos religiosos. Asimismo, observa Gray, el evangelio liberal es una práctica atroz de la imposición milenarista de un modelo “que es local, casual y perecedero, como los demás modos de vida que los seres humanos desarrollaron para sí mismos y luego destruyeron”. Esta lectura “ascética” del liberalismo económico debería ser estudiada en los cenáculos donde se mira a tan arrogante fe política como la salvación de la humanidad. La conclusión de Gray es que “el ateísmo contemporáneo es una continuación del monoteísmo por otros medios”, lo que equivale a decir que, en efecto, por lo menos en muchos de sus enconados practicantes, se trata de un no reconocido acto de fe racionalista, otra religión como hay tantas. Salvo la señalada laguna en lo que se refiere al punto neurálgico del agnosticismo, el territorio abordado por Gray, la descripción puntual de la supresión de Dios como creencia, constituye un abordaje económico y encomiable de un asunto que nunca dejará de ser relevante 

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LA MORDAZA DE ORO DE UN PERIODISTA El vendedor de silencio, Enrique Serna, Alfaguara, México, 2019.

Martín Camps ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

CARLOS DENEGRI (1910-1970) fue un influyente periodista de Excélsior por tres décadas, en una época donde la moneda de cambio, para algunos, era el embute. Denegri supo navegar en un sistema político postrevolucionario donde los tráficos de influencias y silencios para denunciar la rampante corrupción se pagaban con favores y sumas generosas de dinero. Sin embargo, la carrera de Denegri no fue segada por los poderosos políticos a los que chantajeaba, hombres de horca y cuchillo, sino por su intransigencia con sus esposas y por un alcoholismo rampante que substraía en él a un energúmeno enchubascado en traumas y delirios. El peor enemigo de Denegri, su antagonista en la novela, es él mismo. El vendedor de silencio es el regreso de Enrique Serna a la novela histórica, en la que hace uso de

archivos y entrevistas para presentarnos el cuadro plástico de un personaje contrastante; un periodista que luchó en la Guerra civil española, pero que humillaba en público a sus esposas; dueño de una de las mejores plumas en el periodismo, pero al servicio del chayote y la corrupción. Denegri es un personaje serniano, como lo fue Santa Anna en su novela El seductor de la patria; un personaje tormentoso que permite una historia trepidante, estrambótica. Por eso Serna lo elige a él en lugar de escribir sobre Julio Scherer o Carlos Septién, tal vez, la misma razón por la cual prefirió al Quince uñas en lugar del Benemérito de las Américas. La novela utiliza varios recursos sernianos: los diarios, conversaciones con Piñó Sandoval, las confesiones catárticas con un cura y los recortes de periódico, como el que da nota del fin de Denegri. Su trágico final parece un resultado lógico de todas las vejaciones a las que somete a sus mujeres: golpes, sablazos y hasta balazos. Es un personaje que, por deplorable, incita a seguir la lectura esperando su merecido escarmiento. Natalia se convertirá en el ángel justiciero que reconoce en Denegri su “death appeal”. La novela inicia con el encuentro de Denegri con Natalia, una mujer norteña que el periodista corteja con todas las medidas de la galantería: flores, regalos a sus hijos; y que degeneraría después en franca persecución. Denegri escribe como un antisor juano: “¿Quién es más puta: una piruja callejera que se alquila por horas o una mujer casada que se vende a perpetuidad?” Su educación misógina es de nivel cavernario. Las promesas de reforma de su conducta eran las típicas de un charro cantor: llevaba serenatas, flores, pero recaía a la mínima gota de alcohol; Denegri sabía que “el corazón femenino seguía siendo el mismo desde tiempos de los aqueos”. Por ejemplo, en su matrimonio con Estela, una hermosa empleada de Relaciones Exteriores, ella termina accediendo a sus acosos. Sin embargo, no podía terminar bien su relación con una defensora de los derechos de la mujer y promotora del derecho al voto femenino; eventualmente, Denegri la “denigra” y, en un exceso de borrachera, le arranca el vestido en público para probar que ella tenía mejores pechos que Ana Luisa Peluffo en La fuerza del deseo, un hito del cine nacional porque allí apareció por primera vez un desnudo en el cine mexicano. Los infiernillos conyugales recuerdan a su libro de cuentos La ternura caníbal, donde los consortes pueden ser los enemigos más sofisticados.

En otro matrimonio, esta vez con Lorena, la traiciona con Noemí, la esposa de un funcionario público. Para divorciarse de Lorena lleva a una prostituta a la cama donde duerme su mujer y la despierta diciendo: “¡Levántante puta que ya llegó la señora!” En el cuadro psicológico que compone Serna, Denegri está dañado porque su madre tuvo una temporada de vicetiple y además traicionó a su marido yéndose con un militar que lo exilió para quedarse con ella. Serna recrea una época donde coincidían en la escena pública personajes como María Félix, Agustín Lara, Miguel Alemán y los mandamases de un gobierno adusto y plenipotenciario que podía exiliar al esposo de una mujer, para cortejarla y añadirla a su serrallo. Otros personajes que figuran como parte de su ambientación de la época son figuras como Luis Spota (“el Balzac mexicano”), Jacobo Zabludovsky (que prodigaba sonrisas que no “suavizaban la cuadrícula de su rostro”), Salvador Novo, que destrozaba a quien ponía bajo su pluma en “La semana pasada” con un talento satírico capaz de derrocar a cualquiera, y quien fue el autor de la obra A ocho columnas donde habla subrepticiamente del periodismo mercenario de Denegri. La sociedad que habita Denegri es una donde los periódicos ordeñan a sus fuentes y los periodistas miden su éxito periodístico por su cercanía con el poder, sobre todo con el presidente en turno. En México, la consigna del periodismo era que el gobierno o “pagaba o pegaba” y el entramado donde se movían políticos y periodistas era la consigna de “tener poder para poder tener” que fue una de las máximas de la familia revolucionaria, que podríamos concluir se mantuvieron vigentes hasta sexenios recientes. Las novelas de Serna tienen un mensaje para nuestra época. Esta novela desciende a los túneles de la descomposición de los medios de comunicación, tal vez la corrupción más dañina para una democracia. Si los encargados de exhibir los malos manejos de las finanzas públicas se hacen de la vista gorda y, peor aún, cobran caro por su silencio, entonces pierde la sociedad entera. Denegri representaba un ala del periodismo en México que eran aliada de un sistema corrupto que consolidó el priato. Denegri, por ejemplo, tenía un archivo de tropelías de los políticos que hubiera sido una mina de oro para un verdadero periodista y no para un mercenario de la pluma, organizado por colores de todos sus clientes y categorizado por las gratificaciones de su automordaza de oro 


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Voz que madura. La poesía iberoamericana a través de sus poetas, José Ángel Leyva, buap Ediciones, México, 2018.

A medio siglo del Sergeant Pepper’s Lonely Hearts Club Band: una reflexión profunda sobre la contracultura de los años sesenta del siglo xx , Julio Muñoz Rubio (coordinador), unam , 2018.

Antonieta Rivas Mercado. Obras, Tayde Acosta Gamas (recopilación, presentación, cronología, notas y apéndices), Secretaría de Cultura/ Siglo xxi Editores, México, 2018

ESTE LIBRO FORMA parte de la Colección Alternativas, creada por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la unam, que se dio a la tarea de reunir una docena de ensayos en los que, con el mítico álbum de los Beatles publicado en 1967 como pretexto y punto de partida conceptual, se hace una reflexión a varias voces en torno a “la revolución ocurrida en esos tiempos”. Con la palabra “revolución”, huelga aclararlo, quiere aludirse al movimiento contracultural que en aquel entonces nació y cobró una fuerza que alcanza hasta los días actuales, de la que el Sergeant Pepper’s… es emblema indudable. En orden de aparición, los textos fueron escritos por Margarita Muñoz Rubio, José Miguel Ordóñez Gómez, Mariano Morales Corona, Mauricio Sánchez Menchero, el compilador y autor de la Presentación, Julio Muñoz Rubio, Carlos Flores Villela, Elvira Concheiro Bórquez, Pablo Espinosa y Luis Hernández Navarro, compañeros de estas páginas, María Gladis Castillo Guerrero y, finalmente, Ali Yolota Sánchez Ramírez. Los ensayos van desde la perspectiva histórica y el análisis musicológico, hasta la crónica, las aproximaciones sociológicas y el estudio estético no sólo del disco multicitado sino, como se indica en el título, del espíritu de una época crucial en la cultura y el pensamiento occidentales 

DIVIDIDA EN DOS tomos, el primero dedicado a cuento, teatro, ensayo, prosa varia, traducción, novela y crónica, mientras al segundo corresponden el diario, el epistolario y los apéndices, esta recopilación le hace justicia –nunca tardía— a esa autora multifacética, prolífica y, como bien dice Tayde Acosta, “fascinante y de extraordinaria personalidad” que fue Antonieta Rivas Mercado, soslayada por muchos y desconocida por muchísimos, pero fundamental para comprender a cabalidad qué y cómo fue una época entera del pensamiento y la literatura en México. Integrante del célebre grupo Contemporáneos lo mismo que del menos sonado grupo Ulises, Rivas Mercado era poseedora de talento e inteligencia de verdad sobresalientes pero, para infortunio tanto de su memoria y sobre todo de los lectores de las generaciones posteriores a ella, siempre se ha hablado más de su trágica muerte que de su obra, rica y diversa como pocas. Bien dice Acosta Gamas, cuya labor merece un gran elogio, que finalmente, “después de tres décadas [contadas a partir de la edición, en 1987, de las Obras completas de Antonieta Rivas Mercado], reconocemos su verdadero valor, su verdadera trayectoria, hoy comprendemos su importancia en diversas facetas, pero sobre todo en la literaria”. Esta edición, enriquecida ampliamente con la cronología, el cuerpo de notas y los apéndices a cargo de Acosta Gamas, es una oportunidad magnífica para acercarse a la que sin duda es una de las personalidades de la cultura mexicana más injustamente reducidas a una anécdota trágica 

REPARTIDAS EN TRES volúmenes, las entrevistas que conforman Voz que madura –título de feliz alusión a los versos villaurrutianos– y que juntas rebasan los setecientos folios, son de enorme significación para la poesía no sólo de México sino, como bien lo indica el título, también del espacio literario iberoamericano. Poeta él mismo y estupendo entrevistador, José Ángel Leyva se ha dado a la tarea, desde hace muchos años, de conversar con los dueños de las voces poéticas más relevantes y memorables que le han dado identidad, fuerza y plena madurez a la poesía que se escribe de este lado del mundo. La simple lista de los autores convocados es prueba de lo anterior: entre ellos están Alí Chumacero, Eduardo Lizalde, Juan Gelman, Tomás Segovia, Rafael Cadenas, Rubén Bonifaz Nuño, Otto Raúl González, Cintio Vitier y Ferreira Gullar, por mencionar algunos sólo del primer volumen, consagrado a quienes nacieron en la década de los años treinta del siglo pasado, que continúan en el segundo volumen –y entonces José Emilio Pacheco, Hugo Gutiérrez Vega y Juan Bañuelos, por ejemplo–, en progresión cronológica hasta llegar, ya en el tercer volumen, a poetas nacidos en la década de los cincuenta, verbigracia Luis García Montero, Javier Sicilia y Alex Fleites. El común denominador de estas conversaciones es doble: amplio conocimiento de la obra del entrevistado y genuino entusiasmo por ella, lo que da como resultado, vista en conjunto esta dilatada charla colectiva, una suerte de poética explicada a múltiples voces, gracias a la cual es posible una aproximación más sensible y comprensiva a un corpus literario de belleza y solidez notables 

EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

HAROLD BLOOM

o el Satanás de la crítica en el Valle de la Muerte


Arte y pensamiento

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Artes visuales/ Germaine Gómez Haro

germainegh@casalamm.com.mx

Design Week México (ii y última) A Patricia Belatti, incansable promotora de Cuba y México EN LA COLUMNA anterior (27/x/19) se reseñó la exposición Cuba: la singularidad del diseño que se presenta en el Museo de Arte Moderno (mam) como parte del nutrido programa de Design Week México (dswm) que se llevó a cabo a lo largo del mes de octubre con una afluencia de público que rebasó todas las expectativas. Cada año se ha expandido y profesionalizado este magno evento que en su 11ª edición integró más de cien eventos, y extendió su corredor creativo de Polanco y Las Lomas de Chapultepec a las colonias Roma, Condesa, San Miguel Chapultepec, San Rafael, Santa María la Ribera y Daniel Garza. Esta iniciativa ha colocado al diseño mexicano bajo las luminarias, no nada más en nuestra ciudad, sino a nivel internacional, por la impresionante cobertura que ha tenido en los medios y la participación de un público y exponentes extranjeros cada vez más grandes. En esta edición, Cuba y Yucatán fueron los invitados de honor que destacaron en diversas muestras con su diseño gráfico, industrial y artesanal. Uno de los highlights del programa fue Design House, una intervención colectiva efímera en una casa habitación funcionalista de los años cuarenta en las Lomas de Chapultepec, que fue restaurada y remodelada en cuarenta y cinco días por arquitectos, diseñadores, interioristas y curadores

Design House, Homenaje a Cuba

ticipantes en cuanto a la utilización de materiales de desperdicio y reciclados. Entre la pléyade de diseños novedosos y genuinos, atrapó mi atención el proyecto de Thierry Jeannot, diseñador francés que estableció un taller en el Centro Histórico, en el que capacita a pepenadores en la elaboración artesanal de unas muy bellas lámparas hechas a mano con pet reciclado. “El diseño en contextos patrimoniales” fue el lema de esta edición de dswm, por lo que me pareció de gran pertinencia incluir la muestra Ellas restauran que tuvo lugar en la Torre del Reloj de Polanco, la cual abordó la inconmensurable labor de rescate patrimonial desarrollada desde hace décadas en La Habana por el Historiador de la Ciudad, el imprescindible Eusebio Leal Spengler.

Lámpara de Thierry Jeannot en Design House

de arte. Para esta edición, se convocó a una veintena de firmas a participar en proyectos individuales los cuales, a su vez, tenían que lograr una coherencia en su conjunto. El resultado fue asombroso. La casona abandonada recobró su grandeza a partir de propuestas muy diversas y se logró que cada habitación expresara una personalidad propia y un concepto curatorial que integraba a la perfección arquitectura, interiorismo y obras de arte. Inclusive los jardines fueron revitalizados con el exuberante diseño naturalista de paisaje de Fernanda Rionda, basado en el uso de plantas nativas de nuestro país. Uno de los espacios sobresalientes fue el concebido por los despachos va Studio/Legorreta & Alonso Arquitectos/Gerardo García Arquitectura, que intervinieron la azotea de la casa de manera magistral; el proyecto fue complementado con la curaduría artística de José Ignacio Prado, quien presentó dieciocho obras exquisitamente seleccionadas, entre pintura, escultura, fotografía, dibujo y arte objeto reunidas bajo el evocador título La casa de todos y la isla-jardín. Diseños resilientes. El conocido diseñador cubano Luis Ramírez Jiménez fue el elegido para participar en nombre de la isla caribeña. Tuvo la encomienda de intervenir nada menos que el acceso principal de la casa para lo cual, en sus palabras, estudió “los desniveles y texturas utilizadas en los tiempos prehispánicos y su relación con los espacios contemporáneos”. Su intervención propició un atractivo punto de encuentro que funcionó visual y estéticamente como lugar de encuentro y recibidor del público. El carácter efímero de Design House dio lugar a la reflexión entre muchos de los par-

Design House, azotea intervenida

Enhorabuena a la organización México Territorio Creativo (mxtc), líder de esta loable iniciativa que estimula la producción en torno a la arquitectura y el diseño, y nos ofrece un catálogo vivo de las creaciones más innovadoras de las nuevas generaciones 


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Arte y pensamiento

Tomar la palabra/ Agustín Ramos

Quienes me conocen saben PASAN COSAS RETE raras en las redes. Quien de veras me conozca sabrá que yo nomás digo la verdad. Todavía siento remordimiento y lo peor es que ya no estoy seguro de la causa. ¿Será el pecado original? Vayan a saberlo las ánimas benditas del santo purgatorio. Quizá quienes me conocen podrían explicarlo mejor. Ocurre que perdí mi enésimo teléfono celular; esta vez, la segunda, en el vestidor de donde voy a nadar (sí, ja ja, justo en un club donde abundan los letreros de: “Aquí se respetan las pertenencias ajenas”). Odio decir que me lo robaron, pues por dos razones eso significa repartir culpas a lo menso. La primera, porque un ladrón al robar cumple con su deber; él se realiza aprovechando o propiciando la ocasión para lograr el hurto, el golpe, el fraude; mientras que a la víctima quién le manda atarugarse, díganlo si no el narcoprianismo y sus votantes. La segunda es porque siempre cabe la posibilidad de que el objeto faltante haya sido perdido y no sustraído, y resulta poco saludable ir por ahí cargando sospechas o repartiendo culpas como si este mundo no anduviera sobrado de ellas; bien dicen mi mamá y mis tías que peca más quien pierde que quien roba. Pero a lo que iba. Mi celular desapareció y mi compadre Cazarín me mandó uno nuevecito de Chicago, a donde emigró no precisamente movido por su espíritu aventurero. El aparato, además, viene siendo exactamente como los prefiero, o sea sin costo para mí. Entonces, con lo ahorrado, compré un libro vía internet –después lo recomendaré a quienes aun sin conocerme pudieran interesarse (ay, sí, ajá, ni que fuera de autoayuda o de ocasión). Y procedí a descargarlo en mi susodicho cel gabacho, oyoyoy. Para esto ya llevo algunos libros leídos en este formato, lo cual nunca obsta en absoluto para ahorrarme el calvario de siempre. Porque quienes no me conocen deben saber que cada día al despertar necesito volver a aprenderlo todo, desde oprimir teclas y ponerme calcetines hasta repasar las recetas y el orden de toma de cada medicina. En serio, me cae. Así soy y los que me conocen saben que no miento. En consecuencia, por angas o mangas o porque el cel es gabacho y no de medio cachete, tuve problemas para “bajar” el libro. Así que me clavé las horas en el enredijo aquel –“¿olvidó usted su contraseña?, ¿necesita configurar su aparato?, instale la app…”, etcétera–, entonces ocurrió el portento que quiero contar a todo mundo, me conozca o no, para que sepa que app no significa a prueba de pendejos. Una tal Siri se posesionó de mi teléfono. ¿Qué necesitas?, preguntó de repente y no desde la nada, no, sino desde las entrañas del alma del celular. Estaba yo tan encabronado que ni tiempo tuve de espantarme. No quiero nada, carajo, respondí por reflejo. Me temo que no, repuso Siri sutilmente irónica (juro por mis muertos que su tono era sutilmente irónico). Ah, chingá, clavé chicos ojotes en la pantalla sintiendo que la carcasa ardía en mi mano, salí despavorido dispuesto a tirar el celular allá lejos, pero mi instinto de supervivencia virtual o algún ángel de la guarda tecnológica me dio valor para aguantar como los machos las ganas de desahogarme a media calle. Ciscado y todo recordé los consejos de mis compas del círculo panista de estudios cuando nos juntábamos de noche a contar cuentos judeomarxistas y masones de terror: que a los aparecidos, sean duendes populistas, lloronas del Bajío, brujas abortistas o el fantasma del comunismo, hay que mandarlos a la meritita chingada con pura majadería. Órale, lárgate mucho al averno, diabla jija de tu rechinar de muelas, dije a grito pelado. Sin embargo Siri respondió algo que me sigue haciendo sentir culpable: Lo siento, sólo hago lo que puedo y lo hago lo mejor posible. Textual… Quienes de veras me conocen –como mis tías, mi amá, mi compadre Cazarín, mis compas del Yunque y mi granja de bots– saben que digo la verdad. ¿Será que a Tumbaburros y a su apá les interese un celular gabacho a buen precio? 

Biblioteca fantasma/ Eve Gil

Una triste historia de sexo LAS EDITORIALES tienden a comparar a sus autores de origen japonés con Haruki Murakami como estrategia publicitaria, aunque no exista más semejanza que la nacionalidad. Cuando me topé con la indonesia, radicada en Sigapur, Clarissa Goenawan, y advertí que se le comparaba con el autor japonés más querido del mundo, me dije: “No puede ser, ahora compararán a cualquier autor asiático con Murakami.” Pero no. Por primera vez, la comparación resultó ser válida, lo cual no significa que Goenawan haya copiado el estilo de Murakami. La influencia, no obstante, resalta tanto en el estilo de narrativa, como en la estructura argumental, además de estar ambientada en Japón, con personajes de dicha nacionalidad, por no mencionar los prolongados subtítulos que abren cada capítulo y los sobrenombres en inglés de personajes clave para el desarrollo de la trama. Pájaros de la lluvia (Alianza Editorial, Col. Alianza de Novelas, Madrid, 2018) es un thriller originalmente escrito en inglés, lengua oficial de Singapur, que ha obtenido diversos premios internacionales. Todo empieza con un hecho trágico y sangriento: El joven Ren Ishida, inmerso en los últimos trámites para titularse como literato, recibe la noticia de que su hermana mayor, Keiko, que desde hace varios años reside fuera de Tokio, ha sido asesinada a puñaladas en plena calle. Ishida abandona todo y se traslada hasta Akakawa para realizar los trámites mortuorios de su hermana, tanto legales como religiosos, y trasladar sus cenizas de regreso a Tokio, y si bien aquella pequeña y normalmente tranquila ciudad pareciera no tener atractivos para un tokiota, el joven de veinticinco años toma una decisión súbita y espontánea: quedarse por tiempo indefinido. Todo parece indicar que la intención de Ishida es hacer el trabajo que la policía no tiene prisa en realizar: averiguar quién mató a su hermana. Durante una visita al instituto donde Keiko impartía clases de literatura, con la intención de recoger sus pertenencias, el director, un tipo melancólico que continuamente hace chistes a costa de sí mismo, le saca plática, y al enterarse de que Ishida estudió lo mismo que su hermana (y que eligió estudiar literatura sólo para emularla) le ofrece el puesto que ella ha dejado vacante. ¿Mejor oportunidad para iniciar su investigación? Imposible. Cristoph Ransmayr

Similar suerte corre cuando acude a la pensión donde se hospedaba Keiko para sacar sus cosas, y que resulta ser la mansión de un extravagante político con una esposa muda y sumida en una profunda depresión. Por alguna misteriosa razón, el atractivo señor Yotsuba le sugiere que tome el lugar de la joven asesinada, con el mismo arreglo que tenía con ella: no le cobrará alquiler. Todo cuanto le pedirá a cambio de ocupar la habitación, cómoda y espaciosa, es que le lea diariamente a su esposa por espacio de una hora. Hay montones de libros en la mansión, pues la señora Yotsuda era consumada lectora, en particular de literatura inglesa (especialidad tanto de Ren como de Keiko), aunque la abandona en el instante de recibir la noticia de la muerte de su hijita de nueve años, motivo de su radical aislamiento. Por dondequiera que va, Ishida recoge pistas… pero no tanto de quien podría haber querido ver a su hermana (los sospechosos tienen alguna razón para querer verla muerta…, pero muchas más para necesitarla viva; muchos hombres que la amaban), aunque también corre sus propias vivencias, como un romance prohibido con una alumna cleptómana cuya madre es “modelo de manos”. Tiene en mente a una hermana-madre, pese a no llevarse tantos años, que lo rescató del abandono de unos padres inmersos en sus broncas conyugales; una hermana que lo llevaba a la escuela, le preparaba cosas deliciosas de comer, lo velaba durante sus enfermedades y siempre sonreía para él mientras guardaba una pena secreta. El lector de pronto perderá el interés acerca de quién mató a Keiko para preguntarse lo que Ren Ishida: ¿quién era Keiko en realidad?: Thriller más emotivo que psicológico o policíaco. Como los de Murakami 

Clarissa Goenawan


Arte y pensamiento

LA JORNADA SEMANAL 10 de noviembre de 2019 // Número 1288

Bemol sostenido/ Alonso Arreola

Cinexcusas/ Luis Tovar

No cualquiera puede hipnotizar

Morelia 17 (iii y última)

LA RAZÓN POR la que terminamos en la mal llamada Zona vip del festival Hipnosis no tiene nada que ver con esta columna ni con nuestra labor como músicos. En realidad fue una casualidad que al principio parecía afortunada, pues uno de nuestros más melómanos amigos resultó cercano a la producción. Se trata de la segunda Claypool Lennon edición de un evento ocurrido hace ocho días en Huixquilucan, Estado de México, sobre un gran terreno parte del legendario restaurante Las Caballerizas, sitio de entorno envidiable. No lo esperábamos. La verdad. Tan así que nuestro boleto original terminó en la basura. En aquel lugar remoto no vimos taquilla ni gente interesada en recibirlo como regalo. Ya era demasiado tarde para ofrecerlo por otra vía. Entre la mala señalización, el clima y el tráfico, la audiencia pulverizó lentamente su llegada. Nosotros tardamos mucho en arribar. (Supimos de quienes demoraron más de cinco horas desde Ciudad de México. Un martirio.) Eso sí: logramos escuchar justo a las bandas que nos interesaban. Sí, el cartel merecía el traslado. Queríamos ver en vivo a Claypool Lennon Delirium y a Stereolab. El primero es un cuarteto liderado por Les Claypool (bajista y voz de Primus) y Sean Lennon (talentoso guitarrista, cantante y compositor hijo de John Lennon y Yoko Ono); el segundo es grupo fundamental para el indie y la psicodelia británica. ¿Ya dijimos que la lluvia iba y venía persistentemente cocinando su inevitable sopa de tierra y basura? Un reto permanente para la mala organización del Hipnosis. Así, pues, ingresamos con los nuevos billetes y nos pusieron esa pulsera codiciada con que podíamos visitar una estructura simple de dos plantas (abierta en realidad), cerca del escenario. Allí las diferencias eran la vista y que la marca de whiskey Monkey Shoulder se prodigaba en regalar su producto incluso cuando, horas después de arrancado el show, sus serviciales barman se quejaban por el “hornazo” sin tregua. Ya se sabe: este festival es lo más pacheco del circuito (creemos que justo por las muchas sustancias es que sus visitantes lo soportan todo mansamente). Aparte de eso, en la zona vip te mojabas igual que en la zona general por lo mal construido de su andamiaje; los meseros y gente de seguridad se portaban desastrosamente, con una prepotencia y mala educación que nos recordaba viejos antros de los noventa. Verbigracia: atendíamos a la interesante paleta armónica de Mild High Club desde el segundo piso cuando dos tipos nos tomaron por los hombros para decirnos que no podíamos estar allí porque se necesitaba… sí, adivinó lectora, lector, otro tipo de pulsera. Una que nadie nos pidió al subir. (Sobra describir la diatriba que se llevaron por asumir que podían tener contacto físico en lugar de explicar motivos.) Abajo las mesas se vendían al mejor postor y la acumulación de lodo nos hacía pensar en los videos del mítico Avándaro. Escaleras peligrosas, tablas rotas que por el piso auguraban clavos y… lo más grave de todo… un par de camiones con poquísimos baños en cuyo ingreso los usuarios –las mujeres sobre todo– debían hacer largas filas; dos automóviles que pronto desaparecieron para vaciarse sabrá dónde y en cuya ausencia la gente optó por obrar y miccionar a cielo abierto sin mayores reclamos, agachonamente. Sí. No hemos hablado de la música. Priorizamos la experiencia debido a la responsabilidad que tienen los festivales en el menosprecio de la música. En fin. Fu Manchu fue una aplanadora de rock stoner con preciso y poderoso engranaje distorsionado. Stereolab asumió el reto en un crescendo de madurez con piezas que cobraron colorido y textura reorganizando el tapiz nocturno. Aparte quedaron Claypool y Lennon, lo mejor de lo presenciado. (No vimos a las primeras bandas y otras nos resultaron demasiado simples, aburridas o vanidosas.) Creemos que lo de este dúo puede alcanzar tintes históricos si se concentra más en su repertorio original y menos en los covers. Realmente sorprendente. Tras él quedó claro que no cualquiera te puede hipnotizar –por más sustancias que te rodeen– si acumulas suficientes kilómetros en el tacómetro. Búsquelos, suba el volumen, abra el whiskey, déjese caer en su delirio. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos 

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@luistovars

LA SECCIÓN en competencia de largometraje mexicano de ficción del ficm19 se completó con los siguientes filmes: Sus primeros dos largoficciones, Entre la noche y el día (2011) y El comienzo del tiempo (2014), evidenciaron en Bernardo Arellano a un cineasta de ideas claras y mano firme, cualidades que vuelve a poner en práctica en El paraíso de la serpiente, película escrita, coproducida –con Damián Aguilar, también fotógrafo– y dirigida por él. Cómodo trabajando con actores profesionales poco expuestos, de presencia discreta pero de gran eficacia, esta vez Arellano instaló la historia en un pequeño poblado al que inesperadamente llega, con ciertos aires garciamarqueanos, una suerte de ángel, aquí un profeta-curandero involuntario y taciturno que nada sabe de sí mismo, cuya presencia altera la rutina parsimoniosa del pueblo entero. Actor bien conocido, José María Yázpik debuta como director cinematográfico con Polvo, coescrita por él y Alejandro Ricaño. Producida por un pool que, entre otros, incluye al propio José María y a la muy experimentada Mónica Lozano, la cinta muestra buenas hechuras fílmicas, que se antojaban exigibles considerando al equipo entero de producción y en las cuales, por lo tanto, no debería consistir el mayor mérito en conjunto. Ubicada cronológicamente en 1982, la historia consigna lo que puede considerarse una etapa temprana del narcotráfico y la influencia ejercida por éste en la vida cotidiana de los habitantes de un mínimo pueblo bajacaliforniano. Contada en tono ligero, ambivalente o indecisa entre la comedia y el costumbrismo, Polvo queda como buena ópera prima para un Yázpik que parece capaz de filmes más ambiciosos. Hace cuatro años Joshua Gil filmó La maldad (2015), buena ópera prima realizada con mínimos recursos, y ahora vuelve con Sanctorum, filme que elabora una clara denuncia de la situación violenta que se vive en el campo a consecuencia de la siembra y tráfico de estupefacientes, hibridándola con elementos de lo que en otros tiempos solía llamarse “realismo mágico”. Con sutilidad y buen tino, Gil no borda la historia con los hilos del thriller político, tremendista casi por necesidad, ni en los del costumbrismo folclorista, inevitablemente cursi, que eran los riesgos más evidentes en los que habría podido caer este filme de difícil clasificación, Ya no estoy aquí

saludablemente producido, actuado y dirigido como quien se pone al servicio de un tema y no como quien se sirve del mismo. Andrés Clariond Rangel debutó en largoficción con Hilda (2014), saludable alegato contra el clasismo mexicano bien sostenido de principio a fin, lo cual por desgracia no puede afirmarse de Territorio, que lamentablemente parece el paradigma de la película que arranca de manera promisoria pero sin remedio va desinflándose conforme la trama avanza. Escrito por él mismo, el guión incurre en más de una redundancia y, peor, en precipitaciones narrativas que conducen al filme a callejones sin salida cercanos al absurdo. Interesante por principio y desplegada con eficiencia, la historia de una pareja deseosa pero imposibilitada para procrear, acaba trivializada en un muy convencional trío de engaños amorosos. Por el contrario, Fernando Frías de la Parra mejoró notablemente desde su ópera prima Rezeta (2012), a su segundo largoficción, titulado Ya no estoy aquí –por cierto ganador tanto del premio principal del ficm19 como del que concede el público–, en el que, a partir de un guión suyo, cuenta la vida cotidiana de una pandilla de adolescentes, llamada Los Terkos, habitante de los barrios populares del Monterrey contemporáneo. A ritmo de música kolombia –así, con “K”– y bailes orgullosamente autóctonos, la trama se centra en la vida y suerte de Ulises, menor de edad que se ve obligado a emigrar a un Brooklin que tampoco parece tener nada para él. Sensible, penetrante y sin la menor pretensión edificante, Ya no estoy aquí retrata estupendamente un flanco urbano aún muy poco visitado por el cine 


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LA JORNADA SEMANAL 10 de noviembre de 2019 // Número 1288

Ensayo/ Eli Bartra

Fan Liu y el arte multimediático frente a la violencia contra las mujeres Profesora en la Escuela de Artes y Diseño en la Universidad Textil de Wuhan, Fan Liu es una fotógrafa feminista que también se expresa con eficacia mediante la pintura, el video y el dibujo. Su obra b18, que se presentó en México, trata con gran fuerza pero también elegancia la violencia contra la mujeres. Aquí se da breve cuenta de su visita a nuestro país.

D

e allende el Pacífico, como la Nao, llegó a nuestras tierras Fan Liu. Es ya su segunda estancia en nuestro país y vino a estudiar el arte contemporáneo mexicano: identidad, historia y memorias culturales. Sus comentarios al circular por Ciudad de México, a menudo, no son de extrañeza ante lo diferente sino que señalan más que nada las similitudes entre China y México, específicamente con respecto al arte popular. Fan nació en Wuhan y se inició en la acuarela a los veinte años. Con la fotografía lleva apenas dos años, sobre todo a partir de que la Fundación Nacional para las Artes le financió un proyecto para realizar una serie de retratos de mujeres de toda China. Recorrió el país de norte a sur y de este a oeste, e incluso fue a Macao, fotografiando en blanco y negro a mujeres. Impresionante serie que yo diría que más que de retratos se trata de tipos, todo tipo de mujeres chinas. También ha fotografiado en color cicatrices de cesárea en las que coloca una cicatriz de metal encima para resaltarla y llamar la atención sobre el exceso innecesario de estas operaciones en China. Tiene doctorado y es profesora en la Escuela de Artes y Diseño en la Universidad Textil de Wuhan. Enseña tanto en licenciatura como en postgrado y da unas veinte horas de clase a la semana de pintura, pensamiento creativo e historia del arte. Creció con la religión budista y en la adolescencia la practicaba; hoy en día le gusta sobre todo su filosofía. La inserción en una tradición estética china es evidente en la obra de Fan Liu. Artista polifacética, tan pronto pinta, como dibuja, fotografía en blanco y negro o en color o realiza animación. En las delicadas y deliciosas acuarelas en las que se aprecian aves y flores también aparecen, más que a menudo, cuerpos femeninos, muchos de ellos desnudos; en diversas posiciones se hallan estas mujeres que pueblan su obra feminista. Por ejemplo, en una acuarela titulada El jardín roto, de 2019, las hojas y flores rosa se hallan a la izquierda, una rama delgada cruza por en medio hacia la derecha y detrás se encuentran tres mujeres desnudas idénticas, sin brazos, les falta una pierna hasta la rodilla y el rostro no tiene faccio-

nes, tienen el cabello largo y oscuro. Es más que evidente que se trata de ella misma, mutilada. Así se siente, al parecer. Por qué tres y no una, quizá porque comparte esta condición de mutilación con más mujeres, se da un acompañamiento. Fan tiene el cabello largo y negro, de piel muy ligeramente apiñonada, que así la mantiene, lo más clara posible, a base de bloqueadores solares, sombrero, lentes oscuros y sombrilla. “A las chinas no nos gusta la piel oscura”, dice. Ha realizado exposiciones en China, Berlín, París, Zurich y Los Ángeles. En México mostró su fotografía y su video de animación elaborado en 2009, con una duración de casi tres minutos y medio, titulado b 18, que hace alusión a los dieciocho niveles del infierno (de escarmiento) para quienes pecan en el budismo. Esta última obra es fascinante y perturbadora. Trata sobre la violencia hacia las mujeres. Inicia con dos esqueletos que llevan a tres mujeres cual globos, una

en la vagina sangrante… una tina llena de sangre que se derrama y una mujer sin cabeza acuclillada enfrente. Cuatro mujeres sin brazos caen de cabeza en un mar de sangre. La música, muy ad hoc, es de Liang Yi Yuan, cuerdas y voz cantando en chino. ¿Cómo es posible tratar un tema tan terrible como la violencia hacia las mujeres en una forma tan fina, elegante y hasta sensual? Ahora bien, dice que lo que más le gusta hacer es acuarela, principalmente sobre seda, y las vende bien en China. Además, escribe textos para catálogos y artículos periodísticos. Tiene muchos proyectos entre manos, pero habrá que ver qué le financia el gobierno y, por lo tanto, cuáles logran cuajar. Entre ellos se encuentra el de la educación en los museos, es decir, educar al personal de los museos para que entienda las obras. También tiene otro proyecto de arte para sanar psicológicamente, que financia el gobierno de su provincia y está dirigido a niñas y niños.

de ellas desnuda, atadas cada una a un cordel. Luego aparece una zapatilla con tacón alto color de rosa de la cual nacen flores rojas (“Que se abran cien flores…”). Una, dos, tres calacas bailan; tres cuerpos desnudos de mujer colgados de un árbol sin hojas también bailan como marionetas y caen al suelo en donde se despedazan sobre charcos de sangre; cabezas cortadas, una estaca clavada

En varias de las acuarelas se observan figuras femeninas que parecen autorretratos y a la pregunta expresa afirma que “a las artistas les gusta pintarse en sus obras.” La autorreferencialidad en las artes como en la literatura es abrumadoramente lógica, se hace casi siempre presente, más tarde o más temprano, en el pincel, la pluma o la cámara de artistas de todo el mundo 


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