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Peliculesque
Guillermo Samperio
MARIO, UN ESCRITOR del noreste del país, amigo mío, fue a ver una película francesa en un cine de barriada cercano al Metro en la Ciudad de México, por allí de Balderas, una película buena, pero como hay sexo y violencia, los cines de poca monta las exhiben, y tiene éxito tanto en los cineclubes donde van hombres de gazné y mujeres con joyas de buena calidad y vestidos de moda, como en estos cines porno donde asisten mujeres de los estratos bajos y hombres que trabajan de albañiles, basureros, obreros de poca monta o padrotes de los barrios bajos, y de pronto una mujer se le acercó a Mario, escritor aventurero, y le dijo que si no quería que se la mamara, pero él se desconcertó y no expresó palabra en tanto nervioso y sorprendido de la oferta y la mujer le explicó que si él deseaba en la parte donde estaba la cámara de proyección tenían un bar pequeño y que allí él podía estar a gusto con ella en lo que se le antojara y así Mario no se hizo tanto del rogar y se dejó subir al bar, conducido y ya abrazado por Elisa, según dijo ella que se llamaba, él le dijo que su nombre era agradable y cuando ella le preguntó cómo se llamaba, él respondió que Joaquín mientras ella le lanzaba el mismo piropo, así que subieron y entraron al bar pequeño con varios sillones largos con forro rojizo de falso cuero, donde ya había unas cuatro parejas, dos de las cuales ya estaban cogiendo, sobre mesitas se notaban los vasos con licor, así que Mario pidió dos cubas, se las llevaron, bebieron y brindaron, platicando de lo grande que se estaba poniendo la Ciudad de México, la violencia del país y de lo guapos que estaban ellos, entonces ella le bajó la bragueta y le metió la mano entre los calzones en lo que les ponían las cubas, para entonces José Joaquín o Mario escritor ya tenía el pene parado y no alcanzaba a concebir encontrarse en ese tugurio que era la sala de proyección de la película francesa y en donde sólo se escuchaban las voces en francés de las actrices y actores de la película, aparte de los cuchicheos del tugurio-sala de proyección y mientras pensaba en esto, Elisa ya le había sacado el pito y se lo empezaba a lengüetear, “de una vez”, le dijo Mario a ella y sin esperar otra palabra se metió el miembro del hombre hasta el fondo de la garganta, garganta viajadora, luego de mamar un buen rato le dijo a Mario escritor que si de plano no se la quería coger, negociaron el precio y ella se desvistió sin apenarse de sus llantas, es más al escritor las llantas lo exaltaban más y antes de montarse en ella se terminó su cuba, así que estuvieron coge y coge hasta que se terminó la película y como Mario ya había visto la película y, obvio, a la protagonista, una rubia suprabuenona y cachonda y se la iba imaginando, recordó que su amiga la de pelo negro, la más cruel en los asesinatos y robos que perpetraron ambas nada más porque sí, esa de pelo negro había muerto de un centenar de disparos y como el asunto había sido entre la vegetación apretada, la rubia la jaló hasta una cueva y dejó que pasara el tiempo, entonces, más después, la rubia la incinera con ramas de abetos, y ahora la rubia, ya cercada por la policía, intentado escapar tomada de la mano de Mario, llegan al borde de un precipicio y allí Mario le empieza a dar por el culo, a petición de ella en el entendido de que ambos son viciosos de esa forma de coger, se van acercando, entre metida y metida al borde del precipicio, mientras un centenar de policías (no olvidar que son franceses) en lugar de suponer que la pareja se puede lanzar al vacío desde donde todo se ve pequeñito como un río de juguete que de seguro es ancho y caudaloso, esos policías estaban observando y haciendo comentarios sobre cómo estaban cogiendo la rubia y Mario y cuál posición era mejor que otra, y mientras platicaban de ello, se iban acercando a la pareja y, sin darse cuenta, siguieron hacia adelante con el fin de observarlos desde otro ángulo, y para entonces no eran ya pocos los policías que tomaban fotos y filmaban, pensando en sus colecciones, y al olvidárseles que habían cambiado de ángulo para realizar sus tomas, los policías, como soldados de plomo, iban cayendo de espaldas al precipicio hasta no quedar ninguno, extraño final porque la policía francesa tiene fama de ser demasiado inteligente y en opinión de Mario escritor hubiera sido mejor final ver a la mujer y a él caer al precipicio sin darle la oportunidad a esa estupenda policía de realizar suicidio masivo cuando en rigor a quien habría que sentenciar era al gobierno francés l
La poetisa estadunidense Elizabeth Bishop (1911–1979) fue una de las figuras más destacadas de la poesía en habla inglesa a mediados del siglo XX. En 1956 obtuvo el Premio Pulitzer por su libro North & South. También recibió los premios National Book Award y el National Book Critics Circle Award, y fue la primera mujer en obtener, en 1976, el Premio Internacional de Literatura de Neustadt. Tradujo a Octavio Paz, João Cabral de Melo Neto y Carlos Drummond de Andrade. La siguiente entrevista, hasta ahora inédita en español, fue realizada en marzo de 1978.