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KATHERINE MANSFIELD Y CLARICE LISPECTOR EL RIZOMA NARRATIVO DE
En el marco del 8 de marzo, día internacional de la mujer, este artículo revisita la obra de dos autoras disímiles entre sí, imprescindibles ya, pero sobre todo que siguen siendo hoy en día redescubiertas y validadas en toda su extensión: la neozelandesa
Katherine Mansfield, fallecida hace un siglo, en enero de 1923 y la ucraniana-brasileña Clarice Lispector, quien abandonara el mundo en 1977.
Para abordar el registro literario en la obra de Katherine Mansfield y Clarice Lispector es útil la figura del rizoma, basado en el concepto abierto que crearon los filósofos franceses Gilles Deleuze y Félix Guattari. Pensar el rizoma literario es inscribir la literatura en la diferencia, en lo abierto, en lo no concluyente, sobreviviente a toda época o tiempo.
Lo que proponen los mencionados pensadores franceses en su libro Mil mesetas es un pensamiento rizomático hecho de mesetas, porque una meseta no está ni al principio ni al final. Prevalece culturalmente una idea que en Occidente todo culmina y, al mismo tiempo, todo precede en un sistema. Pero con el pensar rizomático nada termina y todo tiene valor intrínseco al aprehenderse en sus multiplicidades y diferencias temporales.
Es justamente el enjambre literario que nos ocupa en el presente texto, aquél en el que la lectora y el lector va a salir afectado, desterritorializado o territorializado, herido o agrietado, emplazado, desollado incluso y hasta sanado, todo ello si apelamos a que la literatura también puede ser ese campo minado que nos confronta con nuestra propia existencia para hacerla más intensa, abierta, y acaso también más afectiva, cuando llegamos a esos mapas distintos del que nos fueron trazados. ¿Es la posibilidad de renacer en muchos otros territorios el “rizoma”? Que la respuesta sea la vastedad y la permanencia de la vibración, y también las únicas consignas de las escritoras que nos ocupan.
Katherine Mansfield, la pionera del cuento moderno
EL PASADO 9 de enero se cumplieron cien años del fallecimiento de quien, para la crítica literaria, fue la primera cuentista de habla inglesa, llamada por algunos “la Chéjov inglesa”, aludiendo al prodigioso cuentista ruso, a quien ella desde luego descubrió en traducciones francesas.
Katherine Mansfield es la hija rebelde por excelencia, o diferente a lo que se podía considerar la hija perfecta en la época victoriana. Muy pronto, a los diez años, daba muestras de su inquietud literaria escribiendo en una revista escolar, aunque tendríamos que definir su carrera literaria entre 1909 (año de su primera publicación) y 1922 (falleció en enero de 1923). En sólo trece años, Mansfield creó vastos mundos que habitaron personajes femeninos diversos pero, sobre todo, que se salían de un canon victoriano al que la literatura inglesa estaba acostumbrada. Sobre estos personajes, Beatriz Espejo señala:
Le preocupaba la problemática femenina bajo luces diversas. La parturienta, la criada, la coqueta, la culta dama, la casada tradicional, la soltera desprotegida, la vendedora de sombreros, la artista en ciernes, le inspiraban pequeños e inmensos dramas personales debidos casi siempre a las desventajas de una índole biológica. Son incompatibles con las señoritas de sonrisa placentera, atentas a concertar matrimonios que les aseguren la felicidad y una renta vitalicia, en el mundo Victoriano que Jean Austen pintaba. Las mujeres de Katherine Mansfield –más de nuestra familia– pertenecen a los estadios de la clase media o de la burguesía del siglo XX, y están emparentadas con las sufragistas o con las que en un momento dado impulsaron los movimientos feministas actuales.
Todos estos personajes femeninos habitaban la prosa breve de Katherine, quien eligió al cuento