Suplemento Semanal

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LA JORNADA SEMANAL

Portada: Juan Gabriel Puga

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TOLEDO NUNCA MUERE (FRANCISCO TOLEDO, 1940-2019) Fue en el ya lejano 1959 cuando, en la mítica Galería Antonio Souza, Francisco Toledo montó su primera exposición individual. Seis décadas después, la noche del jueves 5 de septiembre de 2019, se anuncia la muerte del pintor, escultor, dibujante, grabador y ceramista, pero también promotor y activista cultural, fundador de casas de cultura, escuelas de grabado, revistas, editoriales y cineclubes, así como activista incansable a favor de causas ecológicas, políticas y sociales, quien desde hace incontables años representaba lo mejor y más valioso de nuestra reserva espiritual colectiva. La gigantesca generosidad del maestro Toledo, enraizada en las nubes de una cultura milenaria de la que él fue digno heredero y continuador, debe ser guía y ejemplo de una labor cultural forjada en la sensibilidad total y el compromiso inquebrantable.

TOLEDO

NUNCA MUERE A los amigos oaxaqueños que hoy se sienten huérfanos

El pasado jueves 5 de septiembre perdimos al más grande artista de nuestros tiempos, y a un ser humano insustituible: nuestro querido Francisco Toledo, cuya inesperada partida ha levantado olas de tristeza en nuestro país. Toledo se nos escapó calladito y huidizo como era, para que nadie lo detuviera. Siempre odió las cámaras y los reflectores, y en su último acto no iba a hacer la excepción. Se fue con la elegancia y la discreción que caracterizaron su vida, signada por la difcil virtud de la congruencia.

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Germaine Gómez Haro ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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onocido, venerado y respetado en su terruño simplemente como “el Maestro”, al cual no había necesidad de agregar un nombre o apellido, el Maestro era sólo uno, el único, y lo seguirá siendo. El Maestro de Maestros: un ser humano de una calidad ética y moral intachable, generoso, honorable, valiente, y poseedor de una creatividad que no conoció límite alguno. Era además un caballero absolutamente encantador, un conversador de pocas palabras pero sustanciales, de un humor agudo y sagaz, matizado por una fina ironía que salpimentaba sus relatos hablados y pintados. No veremos más al Maestro caminando apresurado y apesadumbrado por las calles oaxaqueñas, saludando con su acostumbrada timidez y gentileza a propios y a extraños, pero en realidad el Maestro no se va porque su huella permanece en su portentosa obra artística y en sus invaluables proyectos culturales y sociales. Al escuchar en estos días la composición musical de Macedonio Alcalá que se ha convertido en el “himno” de Oaxaca, pensé con sentida nostalgia: Toledo nunca muere.

La mirada del Maestro Conocí a Toledo a mediados de los años noventa cuando se comenzaba a hablar del boom de la pintura oaxaqueña, fenómeno propiciado por el regreso del Maestro a la ciudad de Oaxaca después de una estancia en Europa, su incursión en la creación de museos y centros culturales, y el surgimiento de las primeras galerías de arte. Tuve el privilegio de tejer una amistad con ese personaje que admiraba profundamente desde mi juventud y conté con su generosidad para realizar numerosas entrevistas para este diario y para la realización de la película El informe Toledo, del director Albino Álvarez, estrenada en 2010 y en la que quedó plasmada su actividad humanista y su vocación de servicio a la comunidad. En el filme expresa: “Cuando yo participaba en Juchitán en los ochentas, Tamayo me decía: ´Ya deje de hacer cosas y póngase a trabajar. Usted es un pintor, no un político. Con esa voz que tiene tan chiquitita no va a hacer gran cosa´. Y bueno, debí de haberlo escuchado. Pero no, hay algo que me jala para otro lado”. Tamayo no percibió que su paisano de “voz chiquitita” tenía un corazón grandotote en el que palpitaban su amor por su tierra y el compromiso de atender, denunciar y resolver las injusticias de la sociedad. Qué fortuna que el Maestro no le hizo caso a su coetáneo y siguió adelante, contra viento y marea, en sus incansables luchas que corrieron paralelas a su inagotable quehacer artístico. A lo largo de este año el Maestro organizó tres exhibiciones: Francisco Toledo. Obra reciente, en la Bodega Quetzalli en la ciudad de Oaxaca, e Imagen y texto en la Galería de Arte Mexicano (gam) en Ciudad de México; ambas versaron sobre la relación del artista con la literatura, que fue una


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Para resistir a la ignominia Cada proyecto emprendido por Francisco Toledo (1940-2019) significó un refugio del arte y la tradición. Cada gesto de activismo implicó la aurora de espacios creativos y, a la vez, representó la indignación ante la violencia y las múltiples formas de abuso. Fue un rebelde en contra de la injusticia y la desigualdad y uno de los artistas visuales más importantes de las últimas décadas. Toledo, hombre generoso y genial promotor cultural que transformó la subsistencia de los oaxaqueños, se impregnó de la herencia juchiteca. Voló 43 papalotes en honor de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Consiguió que McDonald’s no se instalara en el corazón de Oaxaca. Ayudó a los damnificados del terremoto de 8.2 grados que asoló el 7 de septiembre de 2017 la tierra istmeña. Se opuso a la utilización de transgénicos en México. Protegió el patrimonio arquitectónico y cultural del centro de la ciudad de Oaxaca. Convirtió su propio activismo de corte estético en una onda expansiva de conciencia cívica. Impidió la construcción de hoteles de lujo, expansiones de carreteras de cuatro carriles y estacionamientos de asfalto. También se le atribuye la suspensión del desarrollo de un teleférico a Monte Albán. Transformó a Oaxaca en uno de los principales centros culturales, artísticos y políticos de México. “Por dedicar su tiempo y arte a la protección y valorización del patrimonio, el ambiente y la vida comunitaria de su tierra natal”, Francisco Toledo fue reconocido con el Premio Right Livelihood Honorario en 2005. El galardón fue creado en 1980 para “honrar y apoyar a organizaciones y personas valientes que proponen soluciones visionarias y ejemplares a las causas profundas de los problemas globales”. Rechazó el viaje para recibir el premio y fue su hija Natalia Toledo quien se trasladó a Estocolmo para recogerlo en su nombre. Los ejemplos de su resistencia y su solidaridad son insoslayables.

Alejandro García Abreu

inagotable fuente de inspiración desde sus inicios, a la par de las historias y leyendas de los pueblos del Istmo de Tehuantepec que se transmiten por tradición oral. La tercera continúa actualmente en exhibición en el Museo Nacional de Culturas Populares en Coyoacán y se titula Toledo ve. Esta ambiciosa muestra está integrada por cerca de ochocientos cincuenta piezas y muchos se preguntarán por qué un artista contemporáneo de la dimensión de Toledo se exhibe en un recinto dedicado a las culturas indígenas. Unos días previos al deceso del Maestro tuve el privilegio de hacer el recorrido con la directora del recinto, Lluvia Sepúlveda, quien, hablando todavía del artista en vida, me expresó lo siguiente: “Esta exposición intenta reflejar lo que el Maestro ve y cómo se inspira en la naturaleza, en los objetos de la vida cotidiana, todo lo que adopta, adapta y transforma en algo totalmente personal y contemporáneo. Toledo quiere transmitir a los jóvenes diseñadores que no volteen hacia el exterior en busca de inspiración, sino que dirijan su mirada a su entorno, a nuestras culturas indígenas. Por eso eligió este museo cuyo rango de actividades es muy amplio. No somos un museo de arte popular, nuestra misión se expande a todo lo que tiene que ver con el mundo indígena y los artistas contemporáneos que trabajan con las comunidades tienen cabida

aquí. Ahora mismo tenemos una pequeña exhibición de un joven artista mixteco, Olegario Hernández, y los diseños de joyería en papel de la estadunidense Kiff Slemmons, quien colabora con Toledo en el Taller Arte Papel Vista Hermosa en Etla.” La directora y también curadora del museo me explicó la complejidad que significó la selección y montaje de una exposición tan vasta y diversa que integra obras provenientes de colecciones particulares, de instituciones y del acervo personal del Maestro. Pero lo más significativo es que el propio Toledo, en coordinación con su esposa Trine y su hija Sara, cuidó de principio a fin hasta el más mínimo detalle de esta epopeya curatorial y museográfica. El resultado es de una belleza y elegancia sublimes. Toledo invirtió largas horas en la organización de esta muestra que ahora resulta imprescindible y que percibo como su gran despedida. Quiso presentar al público capitalino un extenso panorama de la incansable labor que desarrolló a lo largo de su vida con los artesanos oaxaqueños y que fue una de sus más grandes pasiones. Toledo ve destaca su faceta de diseñador, quehacer que desarrolló en forma paralela a su pintura, escultura y grabado desde sus remotos años de formación en el Taller Libre de Grabado de la Escuela de Diseño y Artesanías. Y al ver aquí este


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Artista y maestro de la insurgencia Toledo combinó magistralmente el activismo y la creación artística. Su legado es invaluable. Deudor y a la vez generador de la vanguardia, su distinción se remite a los días de aprendizaje en Oaxaca y París. Maestro de la insurgencia e íntegro artista de proyección universal, Toledo demostró con sus acciones y con su obra la necesidad que reina en el corazón del mundo, en la esencia humana, referida por Platón.

Alejandro García Abreu

“gabinete de maravillas” nos preguntamos: ¿Qué veían esos ojos inquietos y pispiretos que convirtieron lo más insignificante en obras de arte? Unos ojos intensos cuya luminosidad hablaba mucho más que sus palabras. Toledo observaba, escudriñaba, oteaba a su alrededor y captaba todo lo que para la mayoría pasa inadvertido: petates, comales, anafres, cucharas, parrillas, ollas, juguetes, tejidos, canastas… el repertorio infinito de enseres domésticos y utilitarios que conforman ese universo de prodigios que son los mercados mexicanos y que fueron su fuente inagotable de inspiración. Toledo atrapó con su mirada alacranes, tortugas, caracoles, gusanos, gatos, murciélagos, arañas, peces, elefantes, pulpos… y construyó su propia arca de Noé fantástica en vidrio, bordados, felpa, metal, papel, madera, piel, barro, mica, plumaria, mosaicos hidráulicos, plata, oro, toda suerte de materiales y técnicas tanto tradicionales como experimentales. Quienes han viajado a Oaxaca y visitado el Instituto de Artes Gráficas (IAGO) y el Centro de las Artes de San Agustín en Etla (CASA), dos pilares del movimiento cultural oaxaqueño creados y auspiciados por el propio Maestro, estarán familiarizados con esta producción, pero seguramente para muchos de los miles de visitantes que ha recibido el museo, esta exposición ha sido una revelación. Aquí se comprueba que todo lo que Toledo vio, lo convirtió en arte.

“El arte que hace ver” Ahora que el Maestro ya no está con nosotros, intuyo que su presencia en el Museo de Culturas Populares se entiende por su generosa intención de expresar su reconocimiento a los artesanos anónimos que fueron coautores de muchas de las piezas. En estas obras queda patente el amor que profesó a su cultura zapoteca, su incansable labor en la preservación de las lenguas indígenas y de las

Francisco Toledo, fotos de Manuel Álvarez Bravo, de la serie Patio y corredor Benito Juárez, 1973, en Francisco Toledo: obra 1957-2017, t. iv Fomento Cultural Banamex.

tradiciones, y su vocación de lucha en la defensa del medio ambiente y de las causas justas. Muchas de las piezas en esta exhibición dan cuenta de sus batallas perennes: los papalotes dedicados a los desparecidos de Ayotzinapa, los carteles contra el maíz transgénico, los libros de iluminar para niños que promueven la salvaguarda de las lenguas originarias, los juegos didácticos bilingües en zapoteco y español. Hay que subrayar que su trabajo con los artesanos ha generado un importante modelo de economía local sustentable. Decía María Zambrano que “el arte que se ve como arte es distinto del arte que hace ver”. El de Toledo es un arte que hace ver más allá de sus formas, que atrapa y conmueve, que sacude e inquieta, que revela y desvela por su capacidad de provocar sorpresa, ese sentimiento que difícilmente se experimenta hoy en día en tantas gélidas muestras de arte contemporáneo reiterativas en mensajes vacuos y banales. Toledo vio a su alrededor con ojos de niño arrobado y creó piezas que fascinan porque expresan el valor de nuestras tradiciones ancestrales en un lenguaje plenamente contemporáneo. En sus diseños, tradición e innovación forman un lazo indisoluble, son tramas de la misma urdimbre. El artista deviene artesano y, a través de su mirada, el artesano oaxaqueño se vuelve artista: la unión de ambos dio origen a un arte auténtico que tiene sus raíces bien plantadas en nuestra tierra, y trasciende las fronteras del arte contemporáneo. Por eso, Francisco Toledo es el Maestro de Maestros, y nuestro más grande artista l


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FRANCISCO TOLEDO: EL VIAJE DEL HÉROE Como el héroe de las mil caras, en la vida, el arte y las instituciones creadas por Francisco Toledo, felizmente pueden reconocerse las etapas clásicas que han recorrido los grandes héroes culturales del planeta. Una de las características más significativas es que el maestro Toledo parecía vivir a contrapelo de una realidad histórica y social que se había constituido en una especie de apartheid. La vida del Maestro pareció haber sido dedicada a recuperar y reposicionar la cultura original de un país eclipsado de su propia historia; especialmente por La Conquista y por los tres siglos de dominación colonial, aunque es necesario reconocer los breves respiros que tuvieron la culturas ancestrales durante la Independencia, la Revolución y el Cardenismo. En armonía con la madre Tierra Durante más de medio siglo, el maestro Francisco Toledo fue creando un mundo distinto. Lentamente le fue ganando la partida al mundo utilitario, salvaje y discriminador. Tal vez por eso, además de los indígenas, fueron los poetas –esos personajes que escriben sus versos como en trance– quienes humildemente se acercaron para traducir sus trabajos y sus obras. En su libro Los mitos en el tiempo, Joseph Campbell dice que “la participación mística entre la madre y el hijo y el hijo y la madre es la dicha definitiva”. Establecer la sintonía en el universo es el objetivo más alto de la mitología. La vida y la obra de Francisco Toledo parecen haberse dirigido a que él mismo, junto con nuestra sociedad irracional, volvieran a armonizarse con la madre Tierra y con el universo. Ya desde muy joven Toledo comenzó a actuar en consecuencia: justo cuando comienza a forjar su destino para hacer el sendero clásico del héroe, separándose de su familia y de su cultura

madre, es decir de la cultura binizá o zapoteca, que tuvo una de sus expresiones políticas más sobresalientes en el Istmo de Tehuantepec. En una perspectiva simbólica, y como parte del imaginario popular, el maestro Toledo puede parecer un ser fantástico, como los que aparecen en sus bestiarios, en la portada de Las enseñanzas de don Juan, o como el último de los grandes chamanes mexicanos, figura mítica e histórica que, además de establecer una historia paralela y vasos comunicantes con la imagen de Emiliano Zapata, podría articularse con el canon espiritual de oaxaqueños ilustres como la sanadora María Sabina y los anarquistas Flores Magón, todos ellos héroes culturales nacidos en la mítica Huautla de Jiménez.

Didxazá, la lengua de los relámpagos

Antonio Valle ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

El filósofo Giambattista Vico (1668-1744) pensaba que la primera noción de lo divino surgió cuando el hombre experimentó la voz del

De la exposición Duelo (cien piezas de cerámica), Museo de Arte Moderno, Ciudad de Mexico, 2015-2016, Foto: La Jornada /Cristina Rodríguez.

trueno. Una tesis semejante es la que sostiene un artista binizá, quien ha dicho que la lengua zapoteca o didxazá puede traducirse como “la palabra inclinada”, metáfora que evocaría a los relámpagos, cuya fuerza esplendente y sonora serviría para iluminar los recintos oscuros de la ignorancia. Esta versión de la lengua zapoteca se articula y cobra sentido con el concepto de cultura o guendabianni, que sería algo así como el tona, nahual, doble o alma iluminada por el verbo fecundante. Justamente una de las primeras instituciones creadas y patrocinadas por Toledo fue la Casa de la Cultura de Juchitán (Lidxi Guendabianni) institución cultural de carácter indígena que puede traducirse como “la casa de la luz que ilumina el alma”.


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Pocos años después de que Giambatistta explicara la metáfora de la lengua como un relámpago, hacia 1660 se sublevaron los indígenas de Tehuantepec, siguiendo a un indio llamado Gerónimo Flores, para después formar un cabildo zapoteco al que se integraron comunidades huaves, mixes, zoques y chontales. Sin embargo, tras irse con la finta, como parte de la política clásica utilizada por las autoridades coloniales, después de traicionar a los alzados terminaron descuartizando al rebelde Gerónimo (como a Tupac Amaru) mientras asesinaban, mutilaban y desterraban a una cantidad indeterminada de indios rebeldes. Historia que leímos en alguna de las inolvidables ediciones patrocinadas por Toledo.

El tlamantinime de Juchitán Más allá de las vulgaridades diseminadas por los sectores racistas de México, la condición más importante para ser considerado indígena es hablar alguno de los sesenta y nueve idiomas originales. Sin embargo, la manera más poética y eficaz que Toledo encontró para transmitir y comunicar su cultura fue, tal y como lo hicieron los antiguos sabios tlamantinime, a través de la pintura. Tal vez esa sea la razón por la cual, desde la década de los años setenta, floreció un importante movimiento plástico en Juchitán. En aquel momento prevalecieron las artes visuales sobre los escritores zapotecos que estaban en proceso de formación, cuestión que no deja de ser importante porque al fin y al cabo los zapotecos, más allá de las expresiones de sus juglares y cantantes, pronto tuvieron un discurso propio sobre la política y la cultura. En el ensayo La literatura de los binnizá. Zapotecas del Istmo -recuperando algunos de los planteamientos escritos por Víctor de la Cruz-, Irma Pineda señala que la literatura zapoteca que se sostuvo de manera oral al paso de los siglos fueron el Libana o discurso de ancianos, el Diidxagola, el proverbio o refrán, Riuunda: poemas y canciones, y el Diidxaguca’–diidxaxhiihui’: mentira y cuento, géneros que conservaron -e incluso renovaron- las poéticas y narrativas en las que Francisco Toledo abrevó para resignificarlas en algunas de las piezas más importantes de la plástica nacional e internacional. Algunas de esas obras forman parte del universo fantástico con el que interactuó con escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Henry Miller, José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis.

Una brecha entre la Escuela Mexicana y la Ruptura Como es sabido, Francisco Toledo nació al comenzar la década de los cuarenta, época en la que se desarrolló la segunda guerra mundial, a la que siguieron la postguerra y la llamada Guerra fría. Durante esos años, Gandhi dirigió con éxito el movimiento pacifista con el que India logró independizarse de Gran Bretaña. Justamente una de las figuras favoritas del maestro Toledo era el líder espiritual indio con cuya historia tenía algunas coincidencias, por ejemplo, los viajes de “iniciación” a Europa para posteriormente volver a sus respectivos países de origen con el objetivo de hacer valer la historia y la cultura propias. En el caso de Toledo, el logro fue tener una visión de la historia del arte occidental y sus vanguardias. Sin embargo, antes de volver a México se asoma a los mundos vecinos de dos grandes artistas oaxaqueños radicados en París: Rufino Tamayo y Rodolfo Nieto.

Al finalizar la década de los cincuenta y hasta mediados de los sesenta, como todos los artistas plásticos de México, Toledo se encuentra entre las tensiones generadas por la estética tradicional de la llamada Escuela Mexicana de Pintura y el movimiento de Ruptura. No obstante las violentas tensiones conceptuales, políticas y estéticas, Toledo diseña, como Tamayo y Nieto, un sendero autónomo en el que echando mano de las técnicas aprendidas en Europa revitaliza al pasado mítico y plástico mesoamericano, pasado (y presente) cuya riqueza, profundidad y diversidad, los artistas de la época por lo general consideraban agotado. La controversia entre el estalinismo de Siqueiros y las veleidades trotskistas de Rivera –además del discurso nacionalista con que el oficialismo pretendía educar a las masas–, para una década convulsionada como la de los sesenta, resultaba ser anacrónica, rígida e inoperante. Los artistas del movimiento de Ruptura, si bien lograron brincar la nacionalista “frontera de nopal” (José Luis Cuevas dixit), al mismo tiempo parecieron olvidarse del problema de la identidad cultural de un país enorme. Era la misma vieja controversia en torno a la esencia de “lo mexicano”, ese concepto cuestionado por Octavio Paz y por el grupo de intelectuales que simpatizaba con sus tesis sostenidas en El labe-

rinto de la soledad. Sin embargo, la inédita lectura que Toledo hacía de la problematica cultural de los mexicanos, manifestada de manera expresa en sus obras de arte, además de su labor como activista y como un creador fuera de serie de una docena de instituciones culturales, rebasan, como se dice en el argot político, a tirios y a troyanos, es decir a la izquierda elemental y dogmática y a la derecha “modernizadora” que pretendía cerrar el gigantesco e inocultable capítulo de la historia nacional precolombina, eso sí, sin que ambas posturas dejaran de aprovechar las ruinas y despojos de ese pasado; unos para vender folclor y otros para vender turismo. Por supuesto, los indios de carne y hueso –como el mismo Toledo- estaban borrados de esos mapas filosóficos y existenciales.

Un chamán renacentista en Mesoamérica Algunos pintores nacidos en Juchitán lograron liberarse de la inevitable influencia de Toledo, otros no corrieron con la misma suerte y sus propuestas se reducen a repetir temas y estilos fácilmente identificables con las obras del maestro juchiteco. Los menos, finalmente, no lograron mantenerse a la altura espiritual y ética que Toledo había hecho valer, como los usos y costumbres en Oaxaca.


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La historia de Francisco Toledo documenta el éxito de un artista al que el largo período neoliberal le hizo “lo que el viento a Juárez”. Toledo ha dicho que buena parte de las fuentes que lo nutren provienen del cómic. Es interesante recordar que forma parte de una generación en la que una historieta podía alcanzar una tirada de 350 mil ejemplares; además, esta expresión de la cultura popular se emparienta (obviamente) con algunos códices precolombinos y con documentos de manufactura indígena del periodo colonial. No es gratuito que la fachada del Museo del Estanquillo fuera rotulada con personajes de Rius y de Gabriel Vargas, dos maestros de la historieta. Este pequeño museo alberga la colección de Carlos Monsiváis, cuyas piezas van de la fotografía a la miniatura pasando por maquetas, dibujos, caricaturas y grabados, además de La Gaturna, manufacturada por Toledo para conservar los restos del magnífico cronista. No es una coincidencia que en Toledo ve, la última exposición del maestro, estén presentes una serie de objetos y artefactos con los que el maestro juchiteco termina por fundir sus propuestas con los objetos producidos por artesanos y artistas de diversas disciplinas. Así lleva hasta el final un largo proceso en el que termina por cuestionar radicalmente al arte y a los artistas que, durante el largo periodo neoliberal, acorde con su filosofía, hicieron todo lo posible por imponer una concepción individualista. Por último, a estas alturas del deterioro ambiental, todo mundo sabe que son las comunidades indígenas quienes todavía pueden hacer una defensa efectiva de los recursos naturales. Acorde con el activismo ecologista del maestro Toledo, su labor se vincula con el destino de los pueblos de Oaxaca y su

Izquierda: De la exposicion Duelo, de Francisco Toledo, Museo de Arte Moderno, Ciudad de Mexico, 2015-2016. Foto: La Jornada /Cristina Rodríguez.

reos ales é a s r a : Map cias natu éxico res, de M b d m a n , ho rsid se ise r lores nive o emb U c p e , a s l s , e e y l n a d a l a im a− zc st

d Revi ia, an an, se me leyen en la y violenc z za y ó u e i l r a b c a i r e tr tu un nía escr se en a −na n iro da de irau boles lidad leíd entreteji ón X ia, co r se r á m u o f a y d R tes rea ay za y Tole n d a e i e j o L d e u c . a t f s e c tes, nci ha, deli eres, seers e Fra rpien a hec d e d “Con ríos, muj , para po s o a t r s e ll ob , dad figuDerecha: De la exposicion jugan n −ca n. La casas reali unió chitá ncarna en e con n doble: s u e J , d e n a La Nueva Piel del mundo y el e t s señ s aéreos d lazas−; e apices; se mbié es ta tad que e p t Amante de la materia, Francisco pa n e son n sus s ma ujos u vol es qu s telas y e n sus dib Toledo, Galeria Myl, Ciudad en lo l o a s n i , s e u ra difum fantasma vida en s de Mexico . Foto: La Jornada/ línea es ob za de e Toledo de e i s p rojos a a r Cristina Rodríguez. h b lim ec ad ién o ras h ecisión y a obr tamb os r as. L s í p f E a . e r s L c le ha s.” itog atura ione sus l y en cias n e indicac ciones n e s e d ica de pr dicios y e ind e icios tivismo d d de in n i s c o a m u defensa cultural y política. Toledo es una especie de mis en s iana. aron cotid oper a chamán renacentista mesoamericano que, no obsr e man

tante su lealtad a la alta cultura precolombina que se hace tangible, por ejemplo, en la manufactura de su joyería, de sus máscaras y cerámicas, sostiene simultáneamente una lealtad absoluta con las expresiones del México profundo, por ejemplo en el arte político y conceptual de sus papalotes (los invencibles, los más baratos, los que no caben en la muerte, Silvio Rodríguez dixit), paráfrasis que funciona para explicar algo acerca de la relación perdurable, mística y juguetona del Maestro con la muerte, símbolo al que podía dotar incluso de erotismo; oxímoron fantástico de un hombre extraordinariamente sensual y amoroso, cuyo profundo sentido del humor logró cristalizar algunas de las máximas aspiraciones de Carlos Monsiváis: primero, que no existe postura más rebelde e irrebatible que el humor irrigando a la política; segundo, que la cultura solo podía avanzar en nuestro país cuando, a la manera de Mozart en La flauta mágica, la cultura popular irrumpiera de manera libre, democrática y festiva en todos los escenarios de la vida pública en México l

n d ro Aleja Abreu ía G a rc

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FRANCISCO TOLEDO DE LOS PIES A L

En esta breve conversación nos asomamos a algunos aspectos de la historia familiar del Maestro de Oaxaca, parte de su formación en Europa y Nueva York, todo como en voz baja, entre pausas y silencios llenos que no poco dicen de la personalidad del gran pintor y activista, hijo de un zapatero, uno de seis hermanos, cuya mirada plasmada en su obra es un hito en mundo del arte mexicano y mundial.

Elena Poniatowska |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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o quería yo mucho a Juárez ni a Margarita Maza de Juárez hasta que Toledo insistió. Lo conocí muy joven, muy greñudo, muy bonito. Caminaba por la calle mirando sus pies. Y me hizo pensar: “¡Qué bonitos pies!” Delgaditos, sensibles. Dicen que nadie ha tenido pies más bellos que María Asúnsolo. Muchos hombres se enamoraron de sus pies. Seguro, muchas mujeres también se enamoraron de los de Francisco Toledo porque son una joya. También valen porque supieron tomar el buen camino.

–Francisco. ¿por qué no me dices cómo empezaste a dibujar de niño y todo eso? –Eso ya es muy lejano, ya... –Pero ¿cómo fue? (Sonríe y deja caer una de sus manos delgadísimas y nerviosas). –Pues como todos los niños, ¿no? todos los niños dibujan, todos, pues ya. –¿Y luego? –Pues dibujaba yo y ya. –Y luego. –Pues ya. –Pero ¿dónde dibujabas? ¿En las paredes? –Sí, (sonríe) a veces en las paredes. –¿Te regañaba tu papá? –No. –¿Expusiste en Juchitán tus primeros dibujos? –No… Mi familia emigró hacia el sur de Veracruz; mi padre siempre tuvo la idea de que debía yo ir a Oaxaca a estudiar y como a los trece años entré a la secundaria en Oaxaca. Allá supe que había una escuela de pintura y un tío mío me llevó a inscribir.

–¿Dependía de Bellas Artes? –Era la escuela de Bellas Artes de Oaxaca. La escuela era mala, los maestros no iban ni nada, pero había una cosa muy importante, una biblioteca de arte donde vi lo primero que más me impresionó; curiosamente en un catálogo de la Galería de Inés Amor vi una exposición de don Manuel Álvarez Bravo. Esa es una de las cosas de las que me acuerdo, así como dibujos de Blake, eran poquitos libros, pero me sirvieron mucho; fueron importantes para mi desarrollo. (En William Blake hay una visión apocalíptica del mundo encabezada por un ángel exterminador. ¿Por qué se identificó este niño zapoteca, delgadísimo y fino con el fin del mundo y sobre todo con Blake?)

Manos como pinceles de carne y hueso –La primera enseñanza y la primera cosa importante para mí fue Blake. Había en la escuela otros muchachos que ya eran pintores y ya sabían un poco más y ellos fueron realmente maestros de los jóvenes porque los otros tenían tal vez el puesto por ser señores de edad y si llegaban a dar clase era de poco interés lo que enseñaban. En cambio, con muchachos un poquito mayores que nosotros, nos íbamos a pintar al río, a hacer paisaje, a ver. Tal vez lo más importante era la convivencia... Y la biblioteca… Dejé de ir a la escuela en segundo año de secundaria porque no pasaba de año, creo que repetí dos veces el segundo año. Yo ya quería ser pintor, yo pensaba que eso era lo que yo quería. Entonces mi familia me mandó a México para ver si


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A CABEZA

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Entrevista con Francisco Toledo ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Los primeros to pasos: el conflic juchiteco En 1972 fundó de controversia. to en ex vo tu gión. es a Toledo nunc er el arte de la re itán para promov ch Ju de rero ra Ob ltu n Cu s de la Coalició la Casa de la tó para las sesione es pr uerda la se ec −r cio I pa PR es En 1974 el e se oponía al qu ), EI OC (C tuao m diantil del Ist con otros intelec Campesina Estu is−. Toledo, junto ag M ta de la vis re os la str ro es Garnica en co surgieron periodista Dolor , del que poco a po to iien es im pr ov la m nó el promover do la COCEI ga les, se encargó de los en 1981, cuan bo os sím añ en de s on ué ier lista desp que devin de izquierda socia izquierda política o. el primer gobierno o nd ones de lo ocurrid sie rsi o, ve pi ici les dencia del mun pero hay múltip o, to led To ien a im ó ov uy m ib provocó el iísta. Se le atr cribió: “Toledo no de hegemonía pr nti−cita Garnica− es e ois br rebeldías en el co De s er ra ot ivi a Por ejemplo, Ol terior de México in te el en Fr en l o de ec es cía itán, que ha a las actividad libertario de Juch a en Nicaragua y ist in en r nd sa do n lva ció Sa lu ido en El lar, la revo ferozmente reprim nente, en particu eración Nacional, Lib sucia en México, de tí ra ar er M gu o a nd un Farabu rama general de no pa el amente En . os rada y pretendid esos mismos añ o aclarada ni decla sid ha no traño ex ha un fec o la que aún a presenta com isodio juchiteco se ep el ad y lid ió, ist na ex rso a nunc parte a la pe e se debe en gran víc su e fu ni caso mediático qu otagonizó tista que no lo pr cire s tra o visibilidad del ar ad alt as ahí”. En 1983 fue tima, pero estuvo donó Juchitán y an Ab . rte ue m bir amenazas de ra se la Casa de la Cultu las colecciones de áfiGr tes Ar de stituto trasladaron al In ). GO (IA ca cas de Oaxa

Alejandro García Abreu

cambiando podía yo... y llegué a México en el ’56, solo; bueno, tenía unos primos aquí; vivimos juntos un grupo de paisanos en el mismo edificio. Me inscribí de nuevo en la secundaria, porque los estudios de Oaxaca no son los mismos que los de aquí (sonríe) o no lo eran en ese entonces y todo lo que había yo estudiado no servía (echa un suspiro muy hondo, muy aburrido) Y ¿qué más? (El mismo se responde). Me inscribí en una cosa que estaba allí en la Ciudadela que era un taller libre de arte o no sé qué cosa... –Y ¿de quién era ese taller? –Creo que dependía de Bellas Artes y creo que lo dirigía Chávez Morado. Entonces empecé a hacer litografías; había un maestro Castelar, pero yo era el único alumno porque era una escuela recién fundada, sólo yo trabajé con él un año. Después me cambié a una casa que era de gente del sur de Veracruz y una de las veracruzanas estaba casada con el pintor Roberto Doniz (hermano de Rafael) y Doniz llegó un día a comer a esa casa y le dijeron que yo vivía allí y que yo era pintor. Entonces Roberto Doniz vio mis cosas y se las llevó a Antonio Souza, y Antonio Souza dijo que quería conocerme y Doniz me presentó con Souza y ya. –¿Qué te dijo Antonio Souza? –Que le llevara yo más trabajo y que un día íbamos a hacer una exposición. –¿Te ayudó? –Sí, Souza vio el trabajo; hizo la primera exposición en ’58 o en ’59 en Estados Unidos, en un lugar de Texas. En México, Souza hizo la primera exposición en su galería en la calle de Génova y me fue muy bien en ventas y todo y logré reunir un dinero

y Souza me dijo: “Antes de que te lo gastes, deberías de ir a Europa, creo que puede ser muy importante para ti, conocer, ver museos” y entonces, pues fui… (Toledo echa otro suspiro muy hondo, pero ahora me sonríe. Otra vez deja caer sus manos encogidas, pero no dobladas en dos, sino a todo lo largo como tacos, de suerte que el pulgar y el meñique deben tocarse. Se ven muy bonitas así, parecen pinceles de carne; se parecen también a las figuras fálicas ocres y rojas que él pinta en sus cuadros). –Para mí fue muy importante conocer a Souza porque él tenía una visión de las cosas. –Pero si no hubieras expuesto en la galería Souza, de todos modos habrías salido adelante, ¿no? Porque tu talento hubiera reventado, hubiera explotado… (Sonríe) –Esas cosas no se saben. No sé. –¿El destino? ¿No crees en él? –No sé. –Tampoco yo sé. En fin, ¿qué pasó allá en Europa? –Souza me dio direcciones de gente que había que ver... bueno, me dio la dirección de Tamayo, que vivía entonces en París y entonces fui a su casa, creo que a una casa en el Barrio Latino, ¿no? Allá lo vi. –¿Y Tamayo también fue generoso? –Mucho muy generoso. Cuando vio mis primeras cosas me dijo: “Pues tráigalas porque cuando yo venda mis cosas, también puedo vender las suyas.” –¿De veras? –De veras, eso fue en el ’60. Entonces tenía esa ayuda de Tamayo, de lo que él vendía... pues...

Izquierda: Máscara roja, Francisco Toledo, 2017. Al centro: Obra donada por Toledo a La Jornada. Derecha: Sin título, obra donada por Toledo a La Jornada, 1980.

–Entonces le tienes mucha devoción a Tamayo... –Cariño, sí. –Mucho cariño. –Sí, claro. Es que es un gran, gran pintor. Después él se tuvo que regresar a México pero logró que una persona me diera una beca para ayudarme a vivir, ¿no? –¿Y no tenías ni un solo centavo? –Bueno, mi familia podía ayudarme, pero ya teniendo las relaciones de Tamayo y la venta, pues no necesitaba gran cosa… –Oye, pero ¿eras un niño que no tenía nada? –No, no. –¿Muy pobre? –No. Bueno, o sea mi padre sí fue muy pobre; él era hijo de zapatero, yo le ayudé a mi abuelo a los zapatos, a pegar las suelas, a traer la goma. Y mi madre sí tenía una posición un poquito mejor porque en su familia eran matanceros, mataban cochinos; ellos son de Ixtaltepec, un pueblo entre Ixtepec y Juchitán y cuando vino la Revolución, muchas familias se fueron a refugiar a Ixtepec y la familia de mi padre que por el lado materno eran familiares del Che Gómez, el líder de ese entonces tuvo que huir porque mi abuela estaba casada con un hombre que era contrario al Che Gómez. José f. Gómez. El Che Gómez, o sea que los rojos y los verdes estaban allí en mi familia… (ríe) / PASA A LA PÁGINA 12


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EL IMPRESCINDIBLE TOLEDO Publicado originalmente en 2015 en estas páginas, este texto contiene la entrevista que la crítica e investigadora de arte Germaine Gómez Haro sostuvo con Francisco Toledo para festejar su 75 aniversario, así como una revisión de la relevante y múltiple labor ejercida día tras día por el artista plástico, luchador social, activista, promotor cultural y ambientalista, todo a la vez, que supo ser el maestro Toledo.

Germaine Gómez Haro |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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a cita con Francisco Toledo en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) era a las 10 horas. Al acercarme cinco minutos antes me encontré con una fila de niños perfectamente alineados que aguardaban su entrada al recinto. Era un grupo de primero de primaria de la Escuela Benito Juárez, según me informó una de las profesoras. Qué maravilla que tengan esta oportunidad, pensé. El IAGO es un espacio lleno de vida y qué estimulante es ver siempre a un numeroso público de muy diversas edades consultando su fabulosa biblioteca, integrada por más de 50 mil volúmenes, la cual crece literalmente día con día, gracias al amor que el Maestro profesa a los libros y su persistencia por conseguir los títulos importantes recién publicados en el mundo. Toledo me recibió en el exuberante patio del fondo, donde había unas mesas preparadas para acoger a los niños después de su visita. La cita era para conversar sobre sus proyectos recientes. El Maestro no tiene tregua. Que si la protesta contra el maíz transgénico, que si Ayotzinapa,

que si la defensa de las lenguas zapotecas, que si el atentado contra el área natural en el Cerro del Fortín… Y todavía tiene la cortesía de aceptar una entrevista, con lo poco que le gustan. –¿De dónde saca tiempo para estar al frente de tantos proyectos? –Ahora que tengo barba blanca y canas, ¡ya no tengo tanto tiempo! Ya son setenta y cinco años y están pesados. ¡Qué va! El Maestro se da tiempo para todo, y todo lo lleva a cabo con una energía contagiosa. Por eso ha conformado un contingente de discípulos, colaboradores y cómplices que lo acompañan en sus contiendas sociales y políticas, y lo apoyan en la realización de sus aventuras filantrópicas y artísticas. Por eso también habla siempre en plural, nunca da el crédito a su persona. Lo suyo es un trabajo con y para la comunidad. –Ya se ha publicado mucho todo lo que hacemos, sólo me repito –me dice con su voz suavecita. –No, Maestro. En Oaxaca pasan muchas cosas, se pelean y se ganan muchas batallas. Es un ejemplo para el resto del país. No hay que cansarnos de difundir todo lo que con tanto esfuerzo y esmero se hace aquí. Los niños llegan al patio, saludan al Maestro y con sonrisas luminosas agradecen los cuadernos que les han regalado. En sus portadas vemos imágenes de grabados antiguos: un xoloitzcuintle, una víbora de cascabel, una tortuga, elegantes figuras finamente impresas. Nada más alejado de los diseños de dibujos animados o mujeres encueradas que aparecen comúnmente en los cuadernos escolares. Este es uno de los proyectos que el Maestro está luchando por concretar: la producción de

estos hermosos y finos cuadernos para distribuirlos gratuitamente en las escuelas públicas. Ya circulan en algunas regiones, pero se necesitan patrocinios para llegar más lejos. –No tenemos nada en contra de las mujeres encueradas que aparecen en los cuadernos – comenta Toledo entre risitas-, pero estamos tratando de mostrarles a los niños una estética diferente. Estas son láminas antiguas y en la contraportada se incluyen textos en zapoteco y en español. La idea es que lleguen a las cuatro zonas de habla zapoteca donde se están realizando talleres de enseñanza y divulgación de estas lenguas que no se entienden entre sí. Parte de este esfuerzo se ha financiado con la impresión de esta carpeta. Me muestra el facsímil del libro Esopo, editado originalmente en Oaxaca en 1849, y ahora bellamente reproducido por Juan Pascoe, acompañado por un grabado del Maestro y contenidos dentro de una elegante caja forrada de lino. Una joya bibliográfica realizada por Ediciones Toledo y la Fundación Alfredo Harp Helú con cuya venta se patrocina el programa de los cuatro talleres.

Toledo filántropo y activista social La reivindicación de la lengua zapoteca ha sido una de las prioridades del artista desde que regresó a Juchitán en 1965, tras una estancia de un lustro en París. En 1972 creó la Casa de la Cultura de Juchitán, su primera incursión como promotor cultural. Ahí también sembró la semilla de la biblioteca y la colección de gráfica internacional que hoy cuenta con más de 12 mil obras que forman parte del acervo del IAGO. Su pasión por los libros lo impulsó a apoyar un proyecto editorial bajo el sello del Ayuntamiento Popular y la revista Guchachi Reza (“Iguana rajada”, en lengua zapoteca). En 1983


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El legado: proyectos memorables

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Jorge A. Pérez Alfonso, corresponsal de La Jornada en Oaxaca, destacó los proyectos más ambiciosos de Toledo: la fundación del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), espacio para consulta gratuita, misma que a la fecha cuenta con más de 61 mil libros y una colección de más de 24 mil piezas de arte incluidas obras de Pablo Picasso, José Guadalupe Posada y Rufino Tamayo; el Centro de las Artes de San Agustín, fundado el 21 de marzo de 2006; y el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, albergues todos de múltiples talleres, exposiciones y ponencias, en las que participaron artistas de talla internacional. Otros destellos culturales de Toledo resultaron el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural del Estado de Oaxaca (Pro-Oax), la aportación de materiales didácticos a diversos centros de aprendizaje, el otorgamiento de becas a alumnos de escasos recursos, la defensa de las lenguas indígenas y la participación en el desarrollo del único estadio mexicano con un sello artístico absolutamente definido: creó la reja monumental del estadio de beisbol Alfredo Harp Helú de los Diablos Rojos, en la que plasmó símbolos del deporte recurriendo al rayo láser para cortar con precisión el metal. Suscribo las palabras de Jesús Silva-Herzog Márquez: “El artista del deseo fue el guardián de todas las seducciones: los árboles, las voces, la herencia, los libros, los oficios, las imágenes y los sonidos, el juego, la imaginación. Nadie ha hecho tanto por tantas causas concretas de cultura como Francisco Toledo. Hablar de la orfandad en Oaxaca no es repetir el lugar común. No solamente murió su gran artista. Murió también su cuidador. / No deja de ser llamativo el que el artista indómito, el creador inclasificable, haya sido también −aunque suene solemne− creador de admirables instituciones culturales. Jardines, bibliotecas, archivos, cines, revistas, editoriales, talleres, fonotecas, colecciones, museos, galerías, escuelas, traducciones llevan su marca, aunque no lleven su nombre”.

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surge Ediciones Toledo, donde se publicaron importantes trabajos de historia, arte y literatura, y desde 2006 encabeza la editorial Cálamus. En Juchitán hizo sus pininos como activista social y político al incorporarse a la Coalición Obrero-CampesinoEstudiantil del Istmo (COCEI), que luchaba por el poder municipal y estaba ligada al movimiento cultural generado por la Casa de la Cultura. También ahí sufrió en una manifestación la primera agresión por pronunciarse contra la corrupción priísta en la zona, un hecho violento que propició su salida definitiva de Juchitán y su regreso a la ciudad de Oaxaca. En 1988, Toledo funda el IAGO, centro neurálgico de su actividad filantrópica y social, al que le siguen el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, la Biblioteca para Ciegos Jorge Luis Borges, la Fonoteca Eduardo Mata, el Cine Club El Pochote, el Taller Arte Papel, y quizás su proyecto más ambicioso, al que ha dedicado los últimos diez años y que hoy en día es –sin temor a equivocarme- el centro cultural más importante de nuestro país: el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa) en Etla, donde se imparten talleres de gráfica, fotografía, literatura, danza contemporánea, teatro, cine. CaSa recibió el año pasado a más de 5 mil alumnos provenientes de diez países y veinticuatro estados de la República, aunque la mayoría de los beneficiados vienen de las comunidades oaxaqueñas. Se han organizado en este Centro exhibiciones de creadores mexicanos y extranjeros del más alto nivel en artes visuales, diseño, arquitectura y artes populares. Es un centro interdisciplinario que incluye en su programación cursos y talleres teóricos y prácticos, con la presencia de destacados artistas e intelectuales que vienen de diversas latitudes. En el contexto de la defensa del patrimonio artístico y ambiental –no nada más en Oaxaca, sino en el

resto del país– Toledo creó en 1993 el Patronato Pro Defensa y Conservación del Patrimonio Natural y Cultural del Estado de Oaxaca (PRO OAX) apoyado por un grupo de artistas y personalidades influyentes, un organismo a través del cual se han librado numerosas luchas como la defensa a migrantes desamparados y a mujeres indígenas encarceladas injustamente; la protesta contra la instalación de McDonalds en el Centro Histórico de Oaxaca; la protección de la zona arqueológica de Monte Albán; el rescate del río Atoyac que atraviesa la ciudad; la irresponsable tala de árboles centenarios y la presencia de horribles bancas de concreto en el zócalo; la construcción del Wal Mart en Teotihuacán; la mediación en el conflicto político-social del 2006 entre el gobierno y la APPO, el intento de rescate del exconvento de Santa Catalina de Siena (hoy convertido en hotel), la intromisión ilícita de Casas Geo en las comunidades y, en tiempos más recientes, la denuncia del maíz transgénico, de la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa y del desastre ecológico que supone la construcción del Centro de Cultura y Convenciones en el Cerro del Fortín, por cuya protesta fue agredido violentamente en días pasados, hecho que ha consternado e indignado a todos los que sabemos que tiene toda la razón y exigimos una respuesta responsable e inmediata por parte del gobierno del estado. A lo largo de todas estas batallas –y las que haya faltado mencionar-, Toledo ha sido sujeto a todo tipo de calumnias e intrigas, pero nada ha sido capaz de quebrantar su postura ética y moral que lo ha convertido en el activista cultural y social más respetable que tiene nuestro país. Tuve el gran privilegio de formar parte del equipo de producción de la película El Informe Toledo de Albino Álvarez, estrenada en 2010 y en la que ha quedado plasmada su vocación de servicio a la comunidad. Nunca dejaremos de agradecerle las

Francisco Toledo elaboró 43 papalotes con los rostros de los estudiantes normalistas desaparecidos desde el pasado 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero.

incontables horas que nos regaló para la filmación de este testimonio visual de su admirable actividad humanista. Con la sencillez que lo caracteriza, comenta en el filme: “Cuando yo participaba en Juchitán en los ochentas, Tamayo me decía: ´Ya deje de hacer esas cosas y póngase a trabajar. Usted es pintor, no político. Con esa voz que tiene tan chiquitita no va a hacer gran cosa.´ Y bueno, debí de haberlo escuchado. Pero no, hay algo que me jala para otro lado.” Qué fortuna que no le hizo caso a Tamayo. Con esa “voz chiquitita”, Toledo ha llegado lejos y los resultados están a la vista. Es un líder imprescindible, toda vez que en ningún momento ha dejado de ser un extraordinario creador.

Toledo, el artista La pintura de Toledo fue celebrada desde su primera exposición en la galería de Antonio Souza en 1959, cuándo éste le sugirió abreviar su nombre de pila –Francisco Benjamín López Toledo– y firmar Francisco Toledo. Su soltura y espontaneidad / PASA A LA PÁGINA 12


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innatas fueron la piedra de toque de una creación artística que abarca pintura, dibujo, gráfica, escultura, cerámica y, en los últimos años, el desarrollo de un variado corpus de piezas realizadas en conjunto con excelsos artesanos: bordados, lámparas en papel, diseños en vidrio, joyería, tapices y objetos en felpa, mosaicos hidráulicos, tejidos en hilo de cobre con aplicaciones, rejas en hierro forjado, vitrales, diseños elaborados en placas radiográficas, todo esto en combinación con los artesanos a los que invita a trabajar en el CaSa, donde también participan renombrados artistas que incursionan en una plataforma de experimentación entre la tradición y el arte contemporáneo. Siguiendo al Maestro, los artistas donan sus diseños y regalías a CaSa para dar continuidad a otros proyectos y hacer autofinanciables los talleres. Omití mencionar al Maestro que nuestra charla tenía como objetivo este texto para conmemorar sus setenta y cinco años. A él no le gustan las celebraciones, y mucho menos ser el foco de atracción. Pero esta fecha es sólo el pretexto para recordar, subrayar y divulgar su incesante dedicación, durante más de cinco décadas, al trabajo social. Este país sería otro si existiesen muchos Toledos, y no hay que cansarse de decirlo, como tampoco hay que cansarse de agradecerle su infinita generosidad, su encomiable ejemplo de humanismo y solidaridad. Para fortuna de nuestro atribulado país, Toledo no se cansa y no se derrota. Según sus propias palabras: “Sigue la mata dando…” l

ón ión i c con reús ora pas ales ión e se , texto ida t” c b a u r s en y a q o e t en l l l Co ativa anim en la coloabgía, enleos animioa está cos nbêtes sav es l r s cre or lo o consistem de zoeoco sobdreel bestiaerckett: “le os los may las B p ch ave ed lbu tod raíces s uel Tol ta Á io Pa cl En ra

a t il am de esul : “ y las o. L eS vez do r Em bió cri hojas , una entra ega mplo José Toled ’est, d en]. s l e l í s e e c e b s n e S a j d d su yl te s sa enent as agó ra d os. ne Par es. U oem la ob omm imale y Ar cillas nteri luyen . Asc f o p a r e e con de C os an ardoz hierb cem do in ovad rito nta s n e L l esc incue ican iente [ C e s o l o r a a s l T i y ó c un en oem a . Lu cesar layas as. En ; naci s p nen e com prov a n p o s n en o sin las u fe es xio vad .” s co , ar on qu pígra res , com as, de das la a reno encia ula c e refle eces a e l e , m lgan ranc n to se h spar e p xia inc el qu en a e r yas ad ev pla e cab as ba Uno za. No a tran gón s a, en hiler e asfi / ó l l s c í r , d a a evo s olas es, de va, se turale era, a y Ar oolog y un tigio fagos i s do a ó / z a r a v e n z e l c a m n b e l i r v e s o n d á m d e la n sa To do pr al un las cu cia m s con rdad Car lbum rva ar la./ Si mar, tasm n r m o l l e Á n u del as de ncien tima la ve do p en r la c a bata por e o/ fa edad n a o ín n g do da e are n la c ones der recor nclui el ma s de l lidas n ras le oqu pued i u o é i d u c b / c p o u a o a a s o , l í s l p or o a tim chec oril des / Joya // Hab jos./ D uerp ar./ P otr sus re s arí a a l / o P c . . m o en y d m s n “A te io o ñas bit Emil rada: o escu facció muer tenía era su n del el pez / m j o o á i n ia di lujo tre ss om El e José la m ere / C e/ pu prop ningu i algo s ojo o mu al ref .” . e d s r sob uerto arent an su ces:/ mo s ero lo uand ran y nece p p o c m ab rte Co pe ni a ncerr ellos zas./ erra,/ ar./ Y e evap le pe i e e s e t u m u b la aq s ca el jos lo q de so ira su ser os m a/ lo l mar ro n d b re u ell ren bra e a a j o la Ale ía A rec

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–¿Y entonces? –Se fueron a vivir a Ixtepec y bueno, pues era una familia muy grande la mía, mi abuelo era zapatero y, ella, mi abuela, vendía en el mercado, iba a comprar cosas a Juchitán para venderlas en Ixtepec. Y cuando se casó mi mamá, mi padre, pues no tenía trabajo y se fue a Arriaga, Chiapas, y allí estuvo trabajando de dependiente en el comercio. Después se tuvo que regresar a Ixtepec y después se fue al sur de Veracruz... –¿De qué trabajaba él? –En la talabartería, porque como mi abuelo era zapatero, él conocía un poco. Entonces en el sur de Veracruz había muchas pieles, lagarto, mucho lagarto y entonces él hacía cinturones. Y entonces toda esa época fue una época difícil para él, pero después prosperó y entonces a una parte de mis hermanos sí les tocó pobreza, pero a mí me tocó un poco menos pobreza, menos que a mis hermanos. Nosotros éramos siete hermanos, tres hombres y cuatro mujeres. Uno murió en un accidente. –¿De coche? –Sí. Y mi padre también en un accidente de coche; hace poco, hace tres años. Pues eso. (A veces la voz de Francisco Toledo se adelgaza hasta ser sólo un murmullo. Tengo que preguntar: ¿Qué? ¿Qué? Y entonces la levanta un poco. A veces, cuando se anima y habla largo, lo interrumpo imprudentemente para que me aclare tal o cual nombre, y rompo así el flujo de sus palabras. En algunas se detiene; cuando dice “mi padre” lo siento triste. Cuando dice que su abuelo era zapatero, como que mira muchos zapatos o muchas suelas; se multiplican los zapatos. Con su abuelo Benjamín iba a buscar el pegamento para las suelas.

El Nuevo Catecismo, la Iguana Rajada y otras historias Carlos Monsiváis a veces se despide con un: “Voy a Nueva York a ver a Toledo”, y yo le pregunto por su

Nuevo Catecismo para indios remisos: –¿Qué hace Toledo en Nueva York? –Pinta. Entonces los visualizo a los dos bajo los altísimos rascacielos; “little Mexican jumping beans”, como llaman a mi hijo Mane en Estados Unidos, y me pregunto qué hará Toledo, quien viste de manta y guaraches y cruza un paliacate sobre su frente, entre el frío, la nieve, la dureza del acero, del vidrio, del plástico, del inglés y las exigencias de una galería de arte. –En Nueva York, me representaba una galería; es más fácil ir allá que mandar las cosas, empacarlas, pagar seguro, porque antes tuve que ir a preparar las exposiciones allá. He estado allá un año, la última vez me quedé ocho meses. –¿Y en Europa? –Más. Aguanté más. Creo que cuatro años más. –¿Cómo que aguantaste más? ¿Sufriste allá? –Sí (quien sabe qué murmura; no alcanzo a oírlo). –¿Por qué sufriste? –El clima y esas cosas. –¿Te dio frío? ¿No pintaste bien allá? (Ríe ahora sí) –No, pues sí, pero bueno, pues la nostalgia, la soledad, estar aislado, no pertenecer a ese lugar, sentirse aparte. –Y ¿no te resulta estimulante? –Pues claro que sí es estimulante, pero por otro lado, está lo otro... –Leonora Carrington se fue a Nueva York para entender para qué es esta vida y allá se quedó con su perro Baskerville. –Pues tal vez tenga ella más capacidad de adaptación, no sé. –¿Ya no irías a Nueva York ni a Europa? –Por temporadas cortas sí, por razones de trabajo sí, pero creo que regresaría a Juchitán también por temporadas para trabajar y seguir trabajando en la revista. En esos años, la revista trimestral Guchachi Reza,

“Iguana Rajada” florecía como floreció la Casa de la Cultura en Juchitán en 1972 gracias a Toledo, a Víctor de la Cruz, a Macario Matus, a Gloria de la Cruz, que publicaron además de un diccionario castellano– zapoteco, una cosecha de canciones zapotecas de Tehuantepec, poemas, fotografías, historia, que Víctor de la Cruz reunió en su Antología de la literatura Zapoteca: la flor de la palabra. A partir de ese momento, la gran dádiva que es Francisco Toledo a nuestro país, se abrió de par en par y regaló todo, como quien reparte panes, pintura, libros, fotografías no sólo de Manuel Álvarez Bravo sino de Sotero Constantino Jiménez, un entrañable fotógrafo juchiteco, y siguió regalando, hasta el 5 de septiembre de 2019, costumbres, tradiciones, formas de vida e imágenes de mujeres tan rotundas como las juchitecas que retrata Graciela Iturbide. A partir de entonces, Oaxaca, tan culturalmente asombroso no sólo por Monte Albán o Hierve el Agua, sino por la maravilla de Toledo, contagió a todos, los hizo recuperar la memoria colectiva, les crecieron flores en la cabeza y dijeron la historia verdadera de los héroes verdaderos que son los oaxaqueños que hoy lloran a Toledo porque antes lucharon a su lado en la cocei (Confederación Obrera, Campesina, Estudiantil del Istmo) y levantaron la cabeza para ver volar al cielo a quien voló papalotes con el nombre de los 43 estudiantes normalistas asesinados en Ayotzinapa y donó tesoros y talentos y caminos y tejidos. Además de las mujeres de Juchitán que retrató Graciela Iturbide y la desmacdonalización de Oaxaca, le debemos a Toledo la total luminosidad de un estado fuera de serie que el pintor cobija con su corazón y en el que campea el talento de seguidores pintores, alfareros, grabadores que tejen con el cuidado de las tortugas o saltan como conejos, coyotes, sapos, burros, escarabajos y un sinfín de bordadoras y maestras mezcaleras y dibujantes que aspiran a ser como él, aunque pronto descubren que Toledo es único e irremplazable l


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DOS LIBROS DE VICENTE HUIDOBRO, ANTIMAGO Y POETA Ecuatorial/ Poemas Árticos, Vicente Huidobro, Universidad Autónoma de Nuevo León/Fundación Vicente Huidobro/El Golem Editores, México, 2018.

Marco Antonio Campos ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

EN NOVIEMBRE DE 2018, gracias a una coedición de la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Fundación Vicente Huidobro y El Golem Editores, se publicaron en un solo volumen, para festejar el centenario de su publicación, Ecuatorial y Poemas Árticos de Vicente Huidobro (“antimago y poeta”, como se llamó a sí mismo el poeta chileno en el Canto iv de Altazor). Mallarmé con “Lance de dados” en 1897, los futuristas italianos en 1909, y manifiestamente Blaise Cendrars (“La prosa del transiberiano”), y Apollinaire (Alcoholes) en 1913, habían abierto de par en par las puertas de la vanguardia en Occidente. Los poemas tradicionales, en metro y rima, se habían vuelto una camisa de fuerza, y se quería desajustar y desarticular la poesía, en suma, hallar nuevas vías. Lo lograron. No obstante los poemas en metro y rima, o sólo con metro, los siguieron escribiendo a la par del verso libre o versos experimentales muchos de los mejores poetas del siglo xx.

En lengua española quien abrió las vanguardias fue Huidobro con estos dos libros, Ecuatorial y Poemas Árticos, en 1918, y seguirían en España los ultraístas en el mismo año, tomando como modelo a Huidobro, y lo continuaría, sin ser consciente del todo de las explosiones vanguardistas, el peruano César Vallejo con Trilce en 1922. La diferencia entre ambos tal vez es que en el tiempo que Huidobro los escribe estaba en París y rodeado por pintores y poetas de gran talento e imaginación, y Vallejo vivía aisladamente en ciudades del Perú, incluso Lima, a las que apenas llegaban las novedades del extranjero. Huidobro fue pronto famoso, y creció su fama con Altazor y Temblor de cielo (1931); la gloria de Vallejo vendría después de su muerte en 1938. Pero uno y otro tuvieron, a su manera y por diversas vías, continuaciones de gran calado en Latinoamérica como en alguna parte de la obra de Octavio Paz y Haroldo de Campos, de Gonzalo Rojas y Juan Gelman, y también, desde luego, en una cauda infinita de poemas de malos imitadores. En unas líneas de la contraportada de la edición de noviembre pasado, el poeta chileno Óscar Hahn escribe: “La presente edición incluye dos libros emblemáticos de Vicente Huidobro: Ecuatorial y Poemas Árticos, ambos publicados en Madrid en 1918, es decir, hace exactamente un siglo. Son nada menos que los textos inaugurales de la Vanguardia en lengua española. Tanto Ecuatorial como Poemas Árticos emplean todas las audacias tipográficas que la nueva estética de esos años patrocinaba: exclusión de signos de puntuación, uso innovador de los espacios en blanco y versos enteros en mayúsculas.” Habría que añadir que los versos con mayúsculas son los habituales, pero hay también versos y palabras con mayúsculas que están en plano inclinado. Asimismo, en los poemas hallamos alguna doble columna, aliteraciones (“en la trinchera ecuatorial/ trizada a trechos”) y numerosas rimas intencionadamente consecutivas. Uno y otro libro huidobrianos son el primer gran paso, que culminaría en 1931 con la publicación en Madrid de Altazor, un libro-poema al cual todos debemos un poco, y cuyo Prefacio es uno de los momentos más bellos de la poesía del siglo xx en nuestra lengua y quizá de cualquier siglo. Ya en estos libros hay el orbe de palabras que en su repetición armónica definen un estilo: paracaídas, ascensores, banderas, pájaros en general pero

también individualmente golondrinas, gaviotas, ruiseñores, alondras, y claro, violín, guitarra, olas, y en fin, Cristo en vuelo en un avión o solo… La poesía parece un juego de niños que esconde una ironía espléndidamente ingenua. Como si Huidobro al escribir no olvidara (la expresión es de López Velarde) “los Santos Lugares de la niñez”. ¿Cuántos versos de estos libros no nos hemos repetido en la memoria o dicho en conversaciones y nos sorprenden como la primera vez? “Yo quería ese mar para mi sed de antaño”, el cual me hace imaginar las aguas del Pacífico en el balneario chileno de Cartagena; “El último verso nunca será cantado”, que da la idea de que la poesía vivirá más allá del tiempo; “Eras tan hermosa que no pudiste hablar”, que encanta a las mujeres cuando lo oyen; o “Yo he tenido en mis manos todo lo que se iba”, que en un instante da la impresión absoluta de la fugacidad de lo habido. Es una larga discusión entre los críticos del chileno. Para mí más que emocionar, Huidobro buscó ante todo, con la creación de imágenes insólitas, asombrar o maravillar. Es como si tuviera un mapamundi y con él colocara y volviera a colocar, con manos prodigiosas, ciudades, pueblos, ríos, montañas, bosques, llanuras… Le gustaba de esta manera hacer y rehacer mundos. Por último, no queda más que aplaudir esta edición conmemorativa en Chile y en México de los dos poemarios de aquél quien nació a los “33 años el día de la muerte de Cristo”, un árbol máximo de la poesía en lengua española del siglo xx 

EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

JOHN BERGER Alejandro García Abreu

Y LOS INFINITOS MODOS DE ENTENDER EL TIEMPO


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LA JORNADA SEMANAL 15 de septiembre de 2019 // Número 1280

Arte y pensamiento

Tomar la palabra/ Agustín Ramos

José Martí contra la inadmisible ingenuidad SÍ, UNA DIPUTADA plurinominal del pan preside la Cámara de Diputados… En La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo, Vladimir Ilich Lenin fustigó al cretinismo parlamentario. En un estudio de la fes Federico Engels explica la crítica de Lenin: “Para los reformistas el parlamento burgués es algo ‘sagrado’, aun cuando no lo es ni siquiera para la burguesía, para quien el centro real de decisiones no es el parlamento sino los consejos de dirección de la banca y de los grandes monopolios, desde donde se elaboran y encaminan realmente todas las leyes y medidas que afectan la vida de la gente.” Lenin tomó la frase “cretinismo parlamentario” de Federico Engels, quien consideraba como enfermedad incurable tal cretinismo. A su vez Carlos Marx empleó el calificativo contra los oportunistas: “Ellos [los socialdemócratas de Zürich] están tan infectados de cretinismo parlamentario que no admiten críticas.” Y en el mayo francés de 1968, el izquierdismo se definió como la medicina contra la enfermedad senil del comunismo. Sin embargo, no es necesario remontarse ni a revolucionarios ni a enfermos europeos habiendo en la América Nuestra referencias muy saludables. José Martí, ferviente admirador de Benito Juárez, creía que en política era inadmisible la ingenuidad. “La política es la verdad –dice en un texto titulado “Ciegos y desleales”. La política es el conocimiento del país, la previsión de los conflictos, y el deber de allegar las fuentes necesarias cuando la imposibilidad patente del acomodo provoque o justifique el conflicto […] Cuando se habla en nombre del país –continúa José Martí–, o se dice lo que de veras dice el país, o se calla. Es lícito y honroso aborrecer la violencia, y predicar contra ella, mientras haya modo visible y racional de obtener sin violencia la justicia indispensable al bienestar, pero cuando se está convencido de que por la diferencia inevitable de los caracteres, por los intereses irreconciliables y distintos no hay modo pacífico suficiente para obtener siquiera derechos mínimos en un pueblo donde estalla ya, en nueva plenitud, la capacidad sofocada, o es ciego el que sostiene, contra la verdad hirviente, el modo pacífico; o es desleal a su pueblo el que no lo ve, y se empeña en proclamarlo.” También es de José Martí esta otra lección: “Sin plan de resistencia no se puede vencer un plan de ataque. El que arremete unido ha de encontrar unido al que le quiera resistir. Es la hora de allegar todos los recursos, de poner todos los recursos en común. Aprontar fuerza a la masa, eso no es crimen. Ayudar la asonada sangrienta, con que quiere el enemigo descabezar, a tiempo todavía, la guerra en Cuba, fuera crimen. Quitarle de las manos la asonada; marchar firmes y a la vez; preparar, y armar, el brazo; unir para el ataque invencible las fuerzas todas que serían vencidas si atacasen antes de la unión; poner en este trabajo continuo, sin impaciencia y sin desorden, todo nuestro influjo y todos nuestros recursos, ése es nuestro deber.” Última lección, 1974. Debate internacional sobre el golpe de Estado de Pinochet, participan el economista belga Ernest Mandel y la militante comunista de la Unidad Popular chilena Gladys Marín. Es en el auditorio de Filosofía y Letras, o en el auditorio de la facultad de Ciencias cuando ésta se hallaba en el circuito interior de Ciudad Universitaria. En el momento cumbre del debate, Mandel critica al gobierno de Salvador Allende por no escuchar a los cinturones de obreros ni a las organizaciones campesinas que exigían armas ante el inminente golpe de Estado. Gladys o algún compañero suyo invoca la tradición chilena de respeto a la legalidad que posibilitó el acceso del pueblo al poder mediante los votos. La respuesta de Mandel es en esencia la siguiente: mientras ustedes se apegaron todo el tiempo a la tradición de legalidad, la derecha chilena y el imperialismo hicieron trizas esa tradición de un solo golpe 

Biblioteca fantasma/ Eve Gil

Rebelión en la estrella de Kentucky LA CRÍTICA EUROPEA, anglófona y, principalmente, la nórdica, otorgan gran importancia a la literatura infantil y juvenil pues cumplen una función extra: la de crear lectores… además, claro, de deleitar a lectores ya formados de todas las edades. En este rubro, una autora imperdible es la estadunidense Kate DiCamillo (Filadelfia, 1964) cuya virtud más destacable es no subestimar la sensibilidad ni la capacidad reflexiva de sus jóvenes lectores. Publicada en 2001 y recientemente rescatada por Océano en su colección “exprés”, La rebelión del tigre es una pequeña y exquisita joya que quebranta los clichés que contaminan de generalidades la mente de quienes desairan el género. Rob, el protagonista, es un niño de diez años que vive en un sórdido motel junto con su padre, y padece una enfermedad nerviosa que nunca se menciona pero, deduzco, es psoriasis. Pese a ser inquilino de la Estrella de Kentucky, Rob asiste a la escuela –más por costumbre que por exigencia de su padre, sumido en una profunda depresión– donde sus compañeros, además del clásico bullying, procuran no acercarse a él pues lo consideran un foco infeccioso. Pero Rob permanece indiferente al rechazo, inmerso en el dolor que comparte con su padre a causa de la terrible muerte de su madre. La inercia predomina en la existencia de este apagado niño, que a todo responde “sí, señor”, “sí señora”, porque en realidad nada le importa. Incluso cuando el director lo manda llamar para aconsejarle que no regrese a la escuela hasta que haya superado su enfermedad, pues los padres de sus compañeros han manifestado su preocupación de que sea infecciosa (no lo es), el muchachito responde, sin mover un músculo: “Sí señor.” En el fondo, Rob celebra tener un pretexto para no regresar a la escuela, al menos por una temporada, pero las cosas cambian cuando, casi al mismo tiempo que sufre este flagrante acto de discriminación, ingresa a su escuela una niña con un singular vestido, colorido y lleno de remiendos, que en el acto la ubica en la mira de los bullies y que, contrario a Rob, posee una lengua afilada y está muy bien dotada para usar los puños. Su nombre, Sixtina, se volverá también motivo de pullas. Algo más tarde, Rob se enterará, a través de la propia Sixtina, Kate DiCamillo

que sus padres decidieron nombrarla así porque se conocieron en la Capilla Sixtina, origen que no puede ser más romántico… aunque actualmente estén divorciados. Rob abandona la rutina escolar sin que su padre reaccione ante tamaña anomalía, y lo pone a ayudarle en las labores con que garantizan su estancia. Es entonces que una serie de milagros parecen concatenarse ante sus ojos. El primero, y más sorprendente, la súbita aparición de un tigre enjaulado en el jardín trasero del motel, se ignora con qué finalidad –que no podía ser buena, tomando en cuenta que el propietario del motel es un explotador– y casi al mismo tiempo la visión de Sixtina y su vestido remendado y fúlgido descendiendo del camión escolar a las puertas del Estrella de Kentucky. Algo triste, y a la vez mágico, predestina a estos dos niños rechazados por sus rarezas a estar juntos, pese a haberse visto apenas unas horas en la escuela, y en el tigre enjaulado encuentran ese punto concreto de unidad. Pero mientras Rob se resigna a cumplir la encomienda precisa del hotelero, que es alimentarlo, Sixtina está empeñada en liberarlo para que corra libre como el viento. Willie May, una dulce matrona que funge como camarera, se convertirá en una especie de árbitro que sin embargo comprende, y admira, la adulta sensatez del pequeño Rob y el desarrollado sentido de justicia de Sixtina, que acaricia al animal como si de un gatito se tratara… como si él supiera que, después de todo, no son tan diferentes. La rebelión del tigre es un libro muy breve que puede leerse en un día, pero sus poderosas imágenes y contundentes frases; la ternura que nos invade ante la situación del niño huérfano de madre y la carismática rebeldía de Sixtina, son ese tipo de cosas que la gran literatura no se permite abandonar 


Arte y pensamiento Bemol sostenido/ Alonso Arreola

LA JORNADA SEMANAL 15 de septiembre de 2019 // Número 1280

Cinexcusas/ Luis Tovar

@LabAlonso

@luistovars

Casa del Lago, seis décadas

De viajes y destinos colectivos

JUSTO HOY, seis décadas atrás, se inauguró la Casa del Lago Juan José Arreola, primer espacio cultural extramuros de la Universidad Nacional Autónoma de México. Su director fundador fue, precisamente, el escritor jalisciense que hoy adorna su nombre. El sexto, por cierto, fue el poeta y diplomático Hugo Gutiérrez Vega (1975-1977), hombre con fuertes ligas con este suplemento que la lectora, el lector, sostiene en sus manos –o recorre en Joëlle Léandre pantalla. Alrededor de ellos han orbitado otras figuras señeras de la cultura y la academia, entusiastas todos y que supieron sortear limitaciones económicas, distorsiones burocráticas y épocas de tremenda agitación social, para alimentar un espíritu libre, esencia de su origen como laboratorio artístico. Hablamos de gente como Tomás Segovia, Juan Vicente Melo, Héctor Azar, Eduardo Lizalde y, en tiempos mucho más recientes, José Luis Paredes Pacho, Julieta Giménez Cacho y José Wolffer, su actual director. Con ellos se han producido y montado piezas dramáticas, musicales, plásticas, dancísticas y toda clase de experimentos, happenings y exhibiciones que, junto al Lago de Chapultepec, han contribuido especialmente a la vida cultural de Ciudad de México. Su bien conocido nacimiento, empero, muestra una historia muy peculiar que este día vale la pena recordar. Todo comenzó con los trabajos en un enorme jardín que celebraría los cien años de la Independencia de México. Fue idea del mandatario Porfirio Díaz. De estilo afrancesado, el inmueble que hoy nos ocupa quedó destinado al Club del Automóvil, proyecto privado de José Ives Limantour, entonces secretario de Hacienda. Tras la Revolución, por supuesto, pasó a ser parte de la nación y se volvió oficina para la Dirección y Administración del Bosque de Chapultepec. De espacio para la fiesta de Quince Años de Julia Carranza (hija de Venustiano Carranza) a residencia del expresidente Adolfo de la Huerta, la Casa del Lago pasó luego al control de la Secretaría de Educación Pública y, más tarde, a la Dirección de Estudios Biológicos y Herbario Nacional de la Secretaría de Agricultura. Con la construcción de Ciudad Universitaria y el traslado allí de múltiples instituciones, el lugar quedó abandonado. Fue hasta 1958 –por instrucción del regente Uruchurtu– que el rector Nabor Carrillo y el maestro Jaime García Terrés proponen establecer un centro cultural extramuros a cargo de Arreola, coordinador desde mayo del ’59. Pero, como decíamos al principio, fue el 15 de septiembre del mismo año cuando oficialmente se inaugura la Casa del Lago con una exposición pictórica más un concierto flotante. En tan inusual tinglado, además, hubo declamaciones de Juan José Gurrola y del propio Juan José Arreola. Es por ello que a partir de hoy deberá poner atención a las actividades que sucedan con motivo de su aniversario. Musicalmente podemos señalar algunas opciones relevantes. Este martes 17 comenzará un taller de improvisación de cuatro días con la contrabajista y compositora francesa Joëlle Léandre, célebre tanto por sus colaboraciones con Anthony Braxton, John Zorn, Fred Frith y Sylvie Courvoisier, como por estrenar obras de John Cage. El sábado 21, a la una de la tarde, arrancará la lectura performática Memoria de papel sonante. Un mecanismo impulsado por sesenta páginas con acontecimientos significativos en cada año del edificio. El mismo día, pero a las seis de la tarde, tomará el escenario principal la propia Joëlle Léandre, acompañada por el clarinetista Ben Goldberg y la pianista Myra Melford, otros dos referentes de la improvisación internacional que, cuarenta y ocho horas antes (el 19), sonarán a dúo en el Teatro Degollado de Guadalajara por el aniversario del programa Sólo Jazz de Sara Valenzuela. El día 22 ambos repetirán la dosis en Casa del Lago pero con invitados de Ciudad de México: Luis Miguel Costero (tabla y cajón), Israel Cupich (contrabajo) y Gabriel Puentes (batería). Prepárese entonces para sumarse a estos y otros festejos que, incluso entre angustias o desasosiegos cotidianos, no han de pasar desapercibidos en su corazón. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos

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LA INTENCIÓN ESENCIAL de Sonora (México, 2018), tercer largometraje de ficción del realizador Alejandro Springall, parece clara: se trata de alegorizar la composición sociocultural de México y, al hacerlo, representar la compleja problemática inherente a dicha composición. Es en ese sentido que los personajes, con sus respectivas personalidades, carácter y atributos, en términos dramáticos tienen un peso específico cuando menos equivalente, si no es que mayor, al que se le otorgó a una trama definitivamente convencional si se le analiza desde la perspectiva genérico-cinematográfica: amén de ser una cinta de época, cuya historia se desarrolla en el México fronterizo de 1931, Sonora es también una road movie de corte clásico que comienza con los prolegómenos de un viaje y concluye con el avistamiento de su conclusión, mientras los avatares diseminados a lo largo del mismo serán la materia de la historia por contar. En este último rubro anótense las dificultades, los acontecimientos súbitos, las peripecias, así como los encuentros/desencuentros entre quienes protagonizan el viaje. Creados a partir de la novela La ruta de los caídos (2012), de Guillermo Munro Palacio, los personajes perfilados en el guión coescrito entre John Sayles y el propio Springall fueron pensados evidentemente a manera de arquetipos, y si se salvan de quedarse en la baja estatura del estereotipo –lo cual por desgracia no sucede al cien por ciento– es gracias a la elevada solvencia histriónica de quienes desempeñan los roles principales: Joaquín Cosío en el papel de un nativo del desierto que, en sus mocedades, fue designado por el viejo sabio de su comunidad como heredero en una suerte de custodia en el desierto sonorense, a quien el alcoholismo lleva años de tenerlo postrado como un deshecho espiritual; Dolores Heredia en el de una mujer mestiza que, al enterarse de la muerte de su hija, a la que repudió años atrás, decide ir por sus nietos para evitarles un desamparo similar al que ella le infringió a su única progenie; Juan

Sonora

Manuel Bernal en el de un oficial de la policía fronteriza convencido de la bondad de su racismo, alimentado lo mismo de la lectura desavisada de Mi lucha, de Adolf Hitler, que de las disposiciones oficiales al uso en la época, según las cuales los chinos que habían llegado a México, que en el norte del país eran numerosos, serían lo mismo que hoy se dice de los mexicanos en Estados Unidos y los centroamericanos en México: que son portadores de todos los males, que le roban empleos y pertenencias a los habitantes locales, etcétera. Habría que agregar a Giovanna Zacarías en el papel de una mujer, también mestiza, inesperadamente convertida en conductora del automóvil en el que se desarrollará el largo viaje hacia Mexicali, a lo largo de la frontera con Estados Unidos. El resto de los personajes completan un cuadro que parece querer sugerir la idea de un melting pot nacional originario: además del indígena y los mestizos –súmese una mujer joven y sin familiares–, en el mismo automóvil van, desde el arranque o incorporados en algún punto, un pocho –faltaba tiempo, históricamente hablando, para que se les conociera como chicanos– y su socio, un estadunidense contrabandista de licor; un militar veterano de la Revolución, devenido en político y nuevo rico; un bracero a quien la gran depresión obligó a regresar a suelo nacional, así como un migrante chino con su esposa mexicana y la hija de ambos, que van huyendo de la referida persecución gubernamental ejercida en nuestro país contra la comunidad china, a principios de la década de los años treinta del siglo pasado. Una mujer mestiza en búsqueda de la reintegración y la reconciliación familiar, así sea póstuma; un blanquito perniciosamente ideologizado que defiende tesis racistas insostenibles, y sobre todo un indígena en quien descansan no sólo la resistencia cultural sino la guía hacia un destino colectivo menos ominoso: en eso consiste básicamente la propuesta alegórica de Sonora 


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LA JORNADA SEMANAL 15 de septiembre de 2019 // Número 1280

Ensayo/ José María Espinasa

El vuelo de Francisco Toledo

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on un creador como Francisco Toledo la muerte es un hecho que nos entristece. De nada sirve pensar que ya tenía edad para morir. Su manera de ser nos hacía pensar que era un joven eterno cuya presencia, al menos a los de mi generación, nos acompañaba como una figura de leyenda desde los años setenta. Cuando veíamos algo suyo nuevo siempre nos sorprendía y al mismo tiempo era sin duda eso lo que esperábamos. Recuerdo, por ejemplo, la primera vez que vi La lagartera en Monterrey, apenas unos meses después de su inauguración. Me quede pasmado por su sencillez y su riqueza, por su fuerza y su concentración en un artista que no había hecho, creo, escultura pública. Muchos días de mi infancia los pasé en Guanajuato, de donde era mi familia materna, y en la Presa de la Olla solía jugar en las esculturas del cocodrilo y la serpiente, antes de la subida al faro. Y de pronto me entró un deseo enorme de saltar a La lagartera y jugar como entonces en ese lugar. La mirada del vigilante que pareció adivinar mi intención lo impidió. A Toledo lo vi un par de veces en Oaxaca y si acaso intercambiamos un saludo, pero en cuanto había alguna exposición suya —aunque fuera un solo cuadro— corría a verla. Vuelvo a insistir en la palabra: pasmo. Hace unos meses fui a una galería en Polanco —colonia que detesto y evito cuanto puedo— a ver una serie de autorretratos. Tal vez unos veinte cuadros, fantásticos, en los que ya habla la muerte, quiero decir, la suya, porque la otra, la que llevamos todos como una sombra, está siempre asomándose en sus creaciones. Y nuevamente el pasmo; no me supe explicar la fuerza de esos autorretratos absolutamente extraordinarios en los que llevo meses pensando. Siempre siento que ante sus obras somos testigos de la inminencia de un desastre, en ellas no hay ese lirismo que hace festivas las pinturas de Rufino Tamayo o Rodolfo Morales sin quitarles densidad, pero Toledo no nos ahorra nada en su misterio, hasta sus pinturas y objetos más juguetones son dolorosos. Basta pensar en sus papalotes, que acabaron siendo ocupados por los rostros de los desaparecidos de Ayotzinapa. Sus obras hacen de la luz una oscuri-

dad más intensa. En los autorretratos plasma ese misterio que él se planteaba a sí mismo, ante el cual también se queda pasmado: los rápidos trazos casi paródicos de un rostro que había adquirido ya una condición icónica, sin ocultar ni la vejez ni el brillo que había en sus ojos, resultaban inquietantes. Cuando el Museo de Arte Moderno exhibió sus cerámicas, resultaban evidentes tres elementos que habían ocupado su interés en las tres últimas décadas: la necesidad de sentir al crear la presencia del trabajo físico, el deseo de colaborar con otros creadores y artesanos (no hacía diferencia), y la necesidad de hacer un arte más que utilitario, utilizable. Hace unos meses inauguró la que sería su última exposición, aún abierta, en el Museo de Culturas Populares (quien asista podrá comprobar las tres cosas: joyería, artesanía, textiles, objetos, mosaicos, cubiertos, platos, vasos). Y todo ello desde la fascinación del objeto encontrado y transformazdo, de las formas recicladas. Lo primero —el poner manos a la obra— era lo que le revelaba el sentido de crear y le imponía la corporalidad propia como presente (de allí el uso de radiografías en algunas obras). También por eso la sexualización de otras, así como la presencia de huesos, piedras y cartílagos. En los autorretratos, al estar poco presente el cuerpo, los rasgos del rostro eran descritos con elementos esenciales y parecían la inminencia de una decapitación que me hizo pensar en Goitia, no en sus autorretratos sino en sus colgados. El impulso de crear en colaboración o colectivamente es un rasgo que corre paralelo a su extraordinario papel como creador de centros culturales y como voz de algunos movimientos sociales. Sus iniciativas como editor —Calamus, Ediciones Toledo, El Alcaraván— son extraordinarias y su interés por el grabado se plasmó en innumerables carpetas y colaboraciones con escritores, así como en el iago (Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca). Todo lo contrario del artista en una torre de marfil. Su mirada era capaz, como la de los grandes creadores, de ver en cualquier hecho de la vida el sentido expresivo, sabiendo que esto implicaba un movimiento hacia los otros, un estar solo entre la multitud o acompañado de muchos en su soledad. Cuando alguien iba a Oaxaca yo le encargaba, más que mezcal o tlayudas, que me trajera libretas del Centro de las Artes de San Agustín, hechas con papel fabricado a mano en el taller que Toledo había impulsado. Nunca supe si ese papel servía para las carpetas de grabados o para pintar en él, pero para escribir era un lujo. Entre las paradojas que su vida creativa provocaba era la de ser a la vez un maestro —fue famoso su ojo para descubrir el talento en otros artistas— y ser inimitable. Cuando se hacen cosas similares a las que él pinta resultan pastiches poco logrados. En las noticias posteriores a su muerte se ha dicho que padecía desde hace un tiempo un cáncer que se lo llevó como a un papalote. El cangrejo era un animal de su zoológico personal, como el alacrán y el grillo, como el caimán y la iguana, como el murciélago. Animales cartilaginosos, huesudos, con algo calcáreo. Por eso su delgadez de campesino pobre; era impensable que Francisco Toledo estuviera gordo: demasiado inquieto, demasiado nervioso. Una de las sensaciones que tenía al ver sus pinturas y al seguir su trayectoria es que cuando pintaba estaba siempre en otra pintura; de allí también esa inminencia del desastre de la que hablé al principio. Si durante décadas fue una figura imprescindible, ahora que emprendió el vuelo lo será todavía más  La lagartera (detalle)


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