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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 15 de noviembre de 2015 ■ Núm. 1080 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

El

Derecho de Gentes: los dominicos y el origen del Derecho Internacional Público

Bernardo Bátiz

Gonçalo M. Tavares: el contrato social en el Apocalipsis luis GuillerMo ibarra Entrevista con C arMen b oullosa

riCardo veneGas

El Universo en la biblioteca • Bestsellers: una cuestión de tamaños


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Universum, Flammarion, Autor desconocido, grabado, París,1888

El Derecho Internacional Público

Fuente: wikiwand.com/ Dominio público

es la rama del Derecho que dicta “las normas que regulan las relaciones y procesos de interac-

Estrelleros

ción que se dan entre los Estados”, y este corpus jurídico, de capital importancia en un mundo globali-

Manuel Martínez Morales

zado como el actual, tiene sus orígenes en lo que se conoció como Derecho de Gentes, cuyas raíces se remontan hasta la antigua Roma, y que encontró su mejor definición en la mente y la pluma de la orden católica de los Dominicos. De estos orígenes y de la relevancia actual de dichos conceptos históricos versa el ensayo de Bernardo Bátiz que ofrecemos a nuestros lectores. Publicamos además una entrevista con la escritora mexicana Carmen Boullosa, un ensayo de Luis Guillermo Ibarra sobre el autor portugués Gonçalo m . Tavares, así como un artículo de Esther Andradi acerca de los ochenta y cinco años del Instituto Iberoamericano de Berlín. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

R

ara vez alzas la vista para mirar el cielo nocturno. Las titilantes luces que adornan la noche son para ti parte del paisaje cotidiano que das por visto y, por tanto, nada te significan. Buscas el asombro, sin encontrarlo, en el monótono ruido de las máquinas, en los símbolos y signos que los medios arrojan a diario sobre tu dócil espíritu, en los falsos escándalos del espectáculo, o en las superficiales fórmulas de la mercadotecnia y la administración de empresas. Dentro de la burbuja que te compraron para protegerte de la vida, la que habitas desde el primer segundo de tu existencia, ni remotamente imaginas la existencia de libros sagrados como el Zohar, cargados de sabiduría ancestral: “No hay una sola brizna de pasto en todo el mundo que no esté controlada por una estrella o un planeta en el firmamento.” Tu indiferencia ante el firmamento estrellado, amado hermano, no siempre ha sido. En tiempos remotos aparecieron hermeneutas de los cielos, así llamados astrólogos, quienes ya en la Castilla de Fernando e Isabel, los Reyes Católicos, recibían el fastuoso nombre de estrelleros. Hombres apreciados y respetados por su saber. Era entonces España uno de los mejores centros de ciencia cosmográfica, contando la Universidad de Salamanca entre sus profesores a uno de los estrelleros más grandes de la época, Abraham Zacuto, quien enseñaba siguiendo el sistema de Copérnico. Según sus raíces, astrólogo es aquel que busca conocer los astros pero, atendiendo a su quehacer concreto consignado por la historia, podríamos decir que el astrólogo busca el saber en las estre­ llas, busca la historia de cada brizna de pasto, el destino de cada hombre en el caminar de las estrellas. Estrelleros brillantes como el nombre de su oficio, Johannes Kepler o Abraham Zacuto, elaboraban detallados horóscopos para nobles y plebeyos, a la vez que desarrollaban una precisa cartografía celeste. El Almanaque perpetuo de los tiempos, de Zacuto, sirvió de base para el cálculo de las efemérides que utilizaron con notorio éxito navegantes españoles y portugueses del siglo xV (La ciencia y la técnica en el descubrimiento de América, J . Rey Pastor, Espasa Calpe, 1970). Con el paso del tiempo, inflada ya la soberbia humana por el dogma positivista, la astrología devino en pura astronomía; no más descifrar el destino mediante la lectura de los mapas estelares, ahora bastará con describir las posiciones de los astros como puntos abstractos en el espacio celeste. Pero has de saber que al rescate llegó la astrofísica, ciencia que vuelve a interesarse en la historia del universo, del sistema solar, del planeta Tierra y sus habitantes, a partir de lo que ocurre en el corazón ígneo de las estrellas. Aun así, se mantiene el abismo entre el saber científico y la hermenéutica astral. Por eso hermano, por no hacer caso de las estrellas, tu vida es simple movimiento browniano gobernado por el azar, aunque tú, víctima del marketing y del consumismo, te crees dueño de tu destino cuando no eres más que una partícula agitada por el adoctrinamiento enajenante a que eres sometido. Para aliviar un poco tu disimulada melancolía, mal absoluto de este siglo, sugiero que vuelvas tu mirada a la prodigiosa historia del hombre en el cosmos. Y te invito, sin costo alguno, a que en estas noches claras dirijas tu vista al cielo; cierto estoy que encontrarás alguna estrella que refleje tu sonrisa

Directora General: Carmen Lira Saade, Director: Hugo gutiérrez Vega(†), Jefe de Redacción: LuiS toVar, Edición: FranCiSCo torreS C órdoVa , a Leyda a guirre r odríguez y r iCardo y áñez , Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo g arCía n oriega , Diseño de portada y dossier: marga Peña, Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a LeJandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: Las reglas de la balanza mundial Collage digital de Marga Peña

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Sema­ nal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


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15 de noviembre de 2015 • Número 1080 • Jornada Semanal

El universo en la biblioteca Esther Andradi

LOS 85 AÑOS DEL INSTITUTO IBEROAMERICANO DE BERLÍN

“C

omo ciertas ciudades, como ciertas personas, una parte muy grata de mi destino fueron los libros”, le gustaba decir a Jorge Luis Borges. Y agregaba: “¿Me será permitido repetir que la biblioteca de mi padre ha sido el hecho capital de mi vida? La verdad es que nunca he salido de ella, como no salió nunca de la suya Alonso Quijano.” Aunque los agoreros vienen anunciando desde hace tiempo la extinción del libro como objeto, hay bibliotecas que gozan de envidiable salud. Es el caso de la Biblioteca del Instituto Iberoamericano de Berlín, que este año festeja su ochenta y cinco aniversario. La inigualable escritora brasileña Clarice Lispector, en su relato “Felicidad clandestina”, compara al libro con un amante, y alguna vez escuché a Mario Vargas Llosa revivir con especial vehemencia su paso por las bibliotecas que marcaron su vida de lector y escritor. Evocó por ejemplo la Biblioteca de la Universidad de San Marcos, donde hacía tanto frío que la gente estaba obligada a leer con el sobretodo puesto. O la Biblioteca Nacional del Perú, donde gracias a una generosidad que admitía el ingreso de niños, grupos escolares completos solían jugar a la pelota en la sala de lectura, así que convenía mantener la cabeza cuanto más gacha sobre el libro, mejor, a fin de salvarse de un pelotazo. O la Biblioteca de Madrid, donde en tiempos del Generalísimo, si alguien deseaba leer Tirant lo Blanc, la novela que el mismísimo Cervantes había considerado como el mejor libro del mundo, necesitaba el permiso del Arzobispado. Y así fue recordando don Mario su epopeya de lector hasta que le tocó el turno al Instituto Iberoamericano de Berlín, donde investigó para su novela La fiesta del chivo. Porque, aunque parezca paradójico, la más grande de las bibliotecas de Europa especializada en los países de Iberoamérica, está en la capital alemana. Encontrar en pleno corazón de Berlín esta cantidad y calidad de documentación mayoritariamente en español y portugués es una experiencia inigualable. El Instituto Iberoamericano de Berlín nació en 1930, por obra y gracia de Ernesto Quesada, el primer sociólogo argentino, “un adelantado de su época: la cuestión obrera, así como los derechos de las mujeres, le arrancó varios textos”, según escribe la historiadora argentina Dora Barrancos. Quesada donó los ochenta y dos mil tomos de su biblioteca particular y la de su padre al Estado prusiano, con la condición de que “sirva como célula para fundar un Instituto Latinoameri-

cano, es decir, como la base de un centro para cultivar las relaciones entre la cultura alemana y latinoamericana en el corazón de Alemania”. Dicen que su segunda esposa, que era alemana, tuvo un papel muy importante en esta decisión. A esta donación se le sumaron unos veinticinco mil volúmenes traídos de la Biblioteca de México por Hermann Hagen, un joven geógrafo de Marburg, invitado al país por el presidente Plutarco Elías Calles, así como las colecciones de la biblioteca de un Instituto Iberoamericano fundado en Bonn y disuelto pocos años más tarde. Desafortunadamente, poco después de fundado el Instituto Iberoamericano, comenzarían los pasos marciales del nacionalsocialismo y el redoble de las marchas alemanas. Mal tiempo para puentes culturales. Así es que en aquel período de oscuridad, el flamante centro cayó en la órbita de la propaganda nazi. Logró sobrevivir sin embargo a ese oprobio, y también los duros años de reconstrucción del país de postguerra, y ya por los sesenta comenzó a renovarse el interés académico por la literatura en español y portugués. Llegaron por aquellos tiempos, participando de encuentros literarios, Rosario Castellanos, Eduar-

Encontrar en pleno corazón de Berlín esta cantidad y calidad de documentación mayoritariamente en español y portugués es una experiencia inigualable.

do Mallea y J. L. Borges, entre otros, pero es en los años setenta, cuando se produce el llamado Boom de la literatura latinoamericana, que la Biblioteca del Instituto Iberoamericano adquiere bríos propios. Parafraseando a Borges, este universo (que algunos llaman Biblioteca), consta de un millón doscientos mil tomos que abarcan Ciencias Geográficas, Económicas y Sociales, Etnología y Estudios de América precolombina, Lingüística y Literatura. Cada año se adquieren unos dieciséis mil títulos, y posee, además de libros, unos veintinueve mil diarios y revistas (cuatro mil quinientos bajo suscripción), colecciones de texto en microficha, mapas, fotografías y una envidiable fonoteca con tesoros de la música de los países iberoamericanos, desde sus orígenes hasta la actualidad. Entretanto se ha especializado en material absolutamente imprescindible para la investigación: filminas y programas de partidos políticos que ya no existen, territorios del incunable que sobrevuelan el ordenador y los anaqueles, encuentros de libros y diarios desde las últimas décadas del siglo xix , hacen que esta Biblioteca sea el lugar de peregrinación y trabajo de escritores, estudiantes y especialistas e investigadores de todo el mundo. El edificio del Instituto, ubicado en el ala izquierda de la Biblioteca Nacional, allí donde aterriza el ángel de Wim Wenders en la película Las alas del deseo, se encontraba en los confines del sector occidental de la ciudad, a pocos metros de la Potsdamer Platz, entonces el baldío más grande de Europa, sembrado de minas, amurallado. Cuando en 1989 cayó el Muro y la ciudad se reestructuró, el Instituto quedó ubicado en pleno centro de Berlín y en el marco de un conglomerado arquitectónico y cultural único. Sin embargo, como después de la unificación las arcas de la ciudad se convirtieron en un bolsillo sin fondos, estuvo a un tris del cierre definitivo. Fue entonces que Ícaro volvió a renacer de sus cenizas, y una ola de protestas nacionales e internacionales unida al apoyo y la solidaridad de intelectuales como Carlos Fuentes, Jean Franco y Mario Vargas Llosa, no sólo lograron salvarlo de la debacle sino consolidar su existencia. Ahora el Instituto, que festeja sus ochenta y cinco años en octubre, ostenta una dorada juventud. La Biblioteca sobrevivirá, como afirma Borges en su memorable relato. Acaso porque los libros, a diferencia de las personas, cuanto más antiguos más bellos, y cuanto más duraderos, más luminosos

Fuente: kulturforum-berlin.de


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15 de noviembre de 2015 • Número 1080 • Jornada Semanal

Tres poemas Contra guiño olvidoso

La ciudad seca

Guillermo Landa

José Remus G.

In memoriam Hugo Gutiérrez Vega

Ningún ritual de exequias bastaría para bajar contigo a la callada cripta que guarda tus cenizas.

la ciudad está seca

quinientos años la secaron

y donde no hay agua no hay vida

Mientras tu alma siega vida eterna

las paredes lisas

No chiste la canción de despedida

en los buses apenas

desenlagriremos todo duelo.

si no cantamos como tú cantabas

a tus amigos muertos tan queridos. Parvo es el tiempo que me queda

de senescencia para que recuerde

tus garbosos poemas, tus joviales

reencuentros, tu amistad fortunada, tu saber de alimentos terrenales,

tu magistral talante y tus corbatas.

los vientos indiferentes se rozan los pasajeros mirando a lo lejos para otro lado

tapan sus oídos

con músicas ajenas ¿quieres agua? Sólo un vaso Y uno sólo

Igual podría ser de tierra

Hoy me ha caído encima Hjalmar Flax

cada quien su camino cada quien su destino

para Hugo Gutiérrez Vega

Hoy me ha caído encima como un árbol gigante y en silencio absoluto la muerte de un amigo.

Nadie se ha dado cuenta. No he movido ni un párpado. Soy otro más sentado al fresco en este patio

entre gente que come, que conversa, que soba su teléfono móvil, solos o acompañados.

Nadie se ha dado cuenta, ni tiene por qué darse.

El derrumbe es adentro, privativo es su estruendo y el enorme abandono y el hondo desaliento.

Hoy me han caído encima los pedazos del templo que durante dos décadas él y yo levantamos tan delicadamente, tan cuidadosamente.

Y a pesar de que va más de un mes que lo sé,

hoy me ha caído encima, sin avisar, su muerte. Y a penas sobrevivo.

apenas en el monstruoso

Mausoleo de la Revolución

–que murió hace muchos años– a sus pies hay una fuentecita

donde los niños bailan sobre sus chorros y lo demás es pavimento gente de rostros duros

como fachadas de piedra sólo en esa fuentecita al pie del Mausoleo hay pies mojados

y unas sonrisas vivas


15 de noviembre de 2015 • Número 1080 • Jornada Semanal

Cuestión DE tamaños Edgar Aguilar SOBRE BESTSELLERS, NOVELAS DE GRAN EXTENSIÓN Y MINIATURAS

S

opesemos. Pongamos en una charola de la balanza un débil volumen; en la otra, un mamotreto –algunos autores ya han reparado en su utilidad como arma contundente sobre la mollera– de poco más de seiscientas páginas, que los hay. Los llamados (que bien merecido se lo tienen) best­ sellers son idóneos para este gramaje desigual y harto compulsivo. Recientemente nos encontramos en librerías de “tiendas departamentales” un libraco con dichas y desproporcionadas características. ¿Mencionaré su nombre? Tampoco se trataba de ninguna novedad, quiero decir, de ninguna novedad editorial. Pero allí estaba, un poco a la vista, un poco a la distancia, un poco incluso a la defensiva, como tantos otros esplendentes ejemplares de corte sospechosamente policíaco, periodísticos, de aventuras, y de jóvenes y bellas autoras escribiendo acerca de todo y nada a la vez. Deseamos dejar asentado aquí que, a falta de títulos menos alentadores, los nombres de nuestras autoras predilectas de literatura seria deben ser rimbombantes, casi extranjerizados: las Luiselli; las Nettel; las Glantz; y en el caso de nuestros autores: los Fadanelli; los Bellatin; los Villoro. (¿O es que, inadvertidamente, nos encontramos algo rezagados?) El libraco en cuestión no se veía nada mal. Gordinflón todo él, advertía con opípara suficiencia la cuarta de forros de un asesinato “accidental”, una huída “apresurada”, una trama “abarcadora” y un desenlace “inesperado”. Y al iniciar la lectura, un narrador antojadizo nos presenta a un cocinero que cocina espléndidamente el prezzémolo, la mortadela de venado siciliana para robustos y ebrios leñadores o la pizza sin carne “todos los viernes por las noches”, no logrando con ello más que retardar y retardar (como si se buscara a toda costa el ingrediente apropiado y el punto de cocción exacto), para esas alturas de la merienda, el ya tan apetecido asesinato “accidental”, lo cual irremediablemente desembocaría en lo demás: abandonar la lectura. Pues bien, ante la carencia de algo más sustancioso, nos resolvimos entonces por una pieza ligera. Una suerte de antipasto, si se quiere. Una novelita sentimental y dura. ¿Mencionaré su nombre? Un lector experimentado sabrá sin duda a qué obra nos referimos. Hemos de aclarar sin embargo que “ligero” no es de ningún modo equivalente al nefasto anglicismo light, por supuesto. Se trataba de una jovencilla inocentona y macilenta pero delicadamente hermosa que residía en el malviviente Bowery de Nueva York de finales del siglo xix . Ágil, precisa y conmovedora, esta novelita de un injustamente olvidado autor estadunidense vale –y pesa– por su dinamismo narrativo, sus

personajes grotescos y su ambiente degradado por una falsa moral. ¿Qué más puede uno pedir? Ñam, ñam, ñam, se me objetará. Pero esto es fácilmente reversible: las comidas ligeras son generalmente el preámbulo de un suculento platillo. Aunque por sí mismas algunas nos parezcan una verdadera y hasta consistente delizia. Mas no podemos detenernos en gustos personales. Sería como descalificar de antemano a un gran oponente. La novela del cocinero tiene lo suyo. ¡Vaya que lo tiene! ¿Pero dónde radica su lado flaco? (¿Ha percibido el lector la ironía?). Su lado flaco radica precisamente en su extremada obediencia a la glotonería literaria. En escribir páginas y páginas que sólo consiguen en un lector desesperado, ansioso y más bien desganado entregarse de lleno a su exorbitante falta de apetito. Los malos bestsellers (pues partimos de que los hay también recomendables), en este sentido, juegan con la sana disposición y la buena voluntad del lector. Atragantan a éste de datos superfluos, reminiscencias extenuantes, episodios fuera de contexto (y a veces de lógica); y le llenan la cabeza al amodorrado lector de cosas increíblemente triviales, sofocantes y soporíferas que es impostergable de una vez por todas salir huyendo antes de caer de bruces sobre la mesa. Pienso como de pasada en las novelas –de mediana extensión– de Beckett y casi me desdigo de lo anterior, pero Beckett es otro boleto, pues su “aburrimiento” es extraordinariamente deliberado. Así, la balanza se inclina hacia uno u otro lado en el mejor de los casos. Esta balanza, no obstante, es engañosa. Hay obras descomunales en cuanto a volumen que nunca se convirtieron en bestsellers. Allí están las novelas de Zolá, por ejemplo. Su capacidad de “almacenamiento” depende de muchos otros factores, como el tipo de lenguaje empleado, la reiteración y minuciosidad para abarcar un conflicto, la prolijidad en el detalle, el tiempo narrativo, etcétera, etcétera. En cambio, las novelas de Proust o Víctor Hugo sí lo fueron en cierta medida. ¿A qué se debe? Si bien, por otro lado, ninguna pequeña obra maestra en cuanto a volumen se le considera un bestseller. Y la mayor parte de los grandes escritores universales, desde Melville o Dostoievsky o Dickens o Balzac –para no irnos muy lejos– hasta Hemingway, García Márquez o el propio Fuentes tienen por lo menos una o acaso dos inolvidables obras maestras en miniatura. Después de todo, las librerías en nuestros atribulados días seguirán exhibiendo pesados y gruesos volúmenes que prometerán mucho por el simple hecho de su robustez. También habrá modestas novelitas escritas con “brillantez y aplomo” que prometerán mucho y que probablemente no valgan la pena la mayoría de ellas. Pero el esfuerzo será, si sirve de consuelo, menos agotador

Ninguna pequeña

obra maestra en cuanto

a volumen se le considera un bestseller.

Ilustración de Huidobro

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15 de noviembre de 2015 • Número 1080 • Jornada Semanal

Gonçalo M. Tavares: E el contrato social en el Apocalipsis ES UNO DE LOS MÁS DESTACADOS ESCRITORES PORTUGUESES. “LA RABIA SE DOMESTICA” DICE EN SU LIBRO AGUA, PERRO, CABALLO Y CABEZA.

Los héroes ejemplares se han ido. “Aquellos que ahora pasaban, eran la basura de la humanidad, los desechos que los hombres decisivos habían dejado atrás para que, si fuera posible y necesario, los servicios de limpieza de la ciudad los recogieran y enviaran lejos, un lugar del que su hedor no pudiera regresar”. Fuente: RTP/ flickr/CC BY-NC-SA 2.0

Luis Guillermo Ibarra

n una entrevista de hace más de tres años, Gonçalo m . Tavares (1970) expresaba con palabras categóricas: “Los episodios violentos en Europa no vendrán con metrallas sino con leyes.” A esta vieja idea en la conformación del mapa de la civilización occidental, le confería el escritor nacido en Lauda, Angola, criado en Aveiro y arraigado en Lisboa desde los dieciocho años, un carácter profético. “La rabia se domestica”, dice la frase de uno de sus cuentos incluido en el libro Agua, perro, caballo y cabeza, obra en la cual capta con singular destreza verbal las conductas animales y violentas de los hombres. Para Tavares esto es muy claro. Como buen heredero de la tradición de Charles Dickens y de Balzac, nada de lo que sucede en este mundo vertiginoso es extraño a la literatura. Quizá por tal motivo, se desplaza en sus textos una poética que busca encontrar ese sentido de las cosas. “En las masacres la sintaxis cambia”, afirma en otro de sus cuentos memorables. En una ciudad como Lisboa, en la cual se “vende el corazón al lado de los periódicos del día”, “la maldad no se distingue”; ésta “no tiene una marca en la frente como las vacas que tienen enfermedades”. La catástrofe moral resiste en sus constantes tentativas de reorganización, los contratos sociales en la época del Apocalipsis implantan los anuncios de una locura. En su novela Jerusalén, Tavares refiere que “la necesidad de matar es mucho más noble que la necesidad de comer”. Los restos de la sociedad se controlan en la propia sumisión o resignación de los héroes. Las utopías se reducen a fórmulas para sostener los museos de la destrucción en la ciudad. En ellos “las personas aceptan la ley, si no sería peor”. En la obra de Tavares las resistencias están en los caminos del dolor y la enfermedad, estados en los que es posible acercarse a un dios cualquiera. Theodor Busbeck, personaje de la novela mencionada, es un médico, investigador, obsesionado con la historia del horror, la violencia y de todos “los espejismos de la mente humana”. Su objetivo principal es encontrar la “relación entre el horror y el tiempo”, “la estabilidad histórica del horror”. La historia, para el eminente médico, es imposible de estudiar sin esa “sustancia determinada”. De ahí que se pueda situar como un rango de normatividad a ciertos momentos de horror en la historia de la humanidad. Este interés para instalar las formas de control de la violencia será una línea constante en Tavares. Las palabras de uno de sus narradores son claves en la materialización de esta idea: “La salud mental en cuanto agrupamiento organizado y eficaz en la restricción de la violencia.” Otra de sus novelas, Aprender a rezar en la era de la técnica, el personaje Lenz Buchmann estudia la historia desde otra perspectiva. El paso del tiempo lo marca la suplantación de los cuerpos como si fueran formas de desecho. El hombre vive hipnotizado, de cara a “ciertos hechos, sin darse cuenta de otros movimientos” históricos. La evolución de los cuerpos en los espacios humanos está condicionada por la temporalidad que va marcando la técnica; “la secuencia de decapitaciones técnicas”. “La síntesis de la humanidad” se constituye en la simple base para descifrar “quién irá en tu lugar”, o en la sencilla propuesta “dame un nombre por el cual sustituirte”. La relación entre cuerpo y objeto, reproducción y desecho, entretejen de esta manera el espacio en el cual “el miedo es el misterio de la velocidad”. La política en el mundo es la política de la salud. Las nuevas guerras están en la mente humana. Tavares, a la manera de los surrealistas, busca relaciones entre los objetos lejanos, un hallazgo que logre la descripción cabal de un mundo fincado en la locura. El arma y el bisturí conforman el símbolo activo que disecciona y controla a la vez esta nueva realidad, una realidad “más pegada a la muerte que a la vida”. Estos extremos que se sostienen en pilares corroídos arrojan emociones perdidas, las señales del hombre que “aprendió a ser un animal mejor” en este mundo de indiferencia y sumisión. Los héroes ejemplares se han ido. “Aquellos que ahora pasaban, eran la basura de la humanidad, los desechos que los hombres decisivos habían dejado atrás para que, si fuera posible y necesario, los servicios de limpieza de la ciudad los recogieran y enviaran lejos, a un lugar del que su hedor no pudiera regresar”. Gonçalo m . Tavares es un profesor de historia de la ciencia en la Universidad de Lisboa que no deja de introducir en ella el caudal inagotable de su imaginación. El resultado son historias que arrebatan al mundo la organización de su disonancia, el maquillaje de la crueldad y la sangre. Hay una búsqueda de totalidad en sus novelas que por fortuna se queda en el camino, dejando siempre abiertas las interrogantes, facilitando la posibilidad de un regreso a fascinantes fábulas, como la del personaje de Bloom en su novela Un viaje a la India

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15 de noviembre de 2015 • Número 1080 • Jornada Semanal

No todos salen del mismo molde “EN TODO HAY TRAICIÓN PORQUE TODO ESTÁ VIVO”.

Foto: José Antonio López/ La Jornada

entrevista con Carmen Boullosa Ricardo Venegas Nació en 1954 en Ciudad de México. En 1976 obtuvo la beca Salvador Novo del Centro Mexicano de Escritores y Bellas Artes, y en 1992 la de la Fundación Guggenheim. Fue redactora del Dicciona­ rio del Español en México de El Colegio de México. Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, austríaco, holandés y francés. Entre sus libros de poesía se encuentran La memoria vacía (1977), El hilo olvida (1978), La infiel, Ingobernable (1979), La salvaja (1989), La bebida (2002), Salto de mantarraya y La delirios (1987), entre otros.

–Alguna vez dijo: “El escritor le saca a la gente todo cuanto puede utilizar y hacer parte de su libro, con mayor o menor fortuna.” ¿El poeta trabaja del mis­ mo modo? –Hasta un cierto punto, por su relación con la lengua (un bien colectivo) y por la necesidad acústica, porque se alimenta de lo que el poeta escucha (y, claro, lee). –Si “los textos literarios son seres vivientes y co­ men, como el vampiro, sangre fresca”, ¿de qué ma­ nera al poeta se le compensa la vida que pierde por su oficio? –Comer sangre fresca no necesariamente es robarse la vida, me parece. No se pierde vida por el oficio: se gana vida. –Usted escribió la novela Mejor desaparece (1987) con una beca del Centro Mexicano de Escritores. ¿Qué relevancia tienen las becas y los premios en la trayectoria de un escritor, en este caso del poeta? –Sí, escribí mi primera novela cuando tenía la beca del Cme, otra novela con la Beca Guggenheim, un buen número como becaria del Fonca, y La otra mano de Le­ panto con la del Cullman Center de la Biblioteca Pública de Nueva York (nyPL). Los apoyos económicos le compran tiempo al escritor. Para el novelista, ganar tiempo es siempre una lucha. ¿Cómo puede escapar el escritor a la maquinaria de “producción” si no es con algún apoyo generoso? El “producto” literario tiene una lógica distinta que el industrial –por eso disgusta la asociación de estas dos palabras. Las becas dignas lo saben. –¿Podría compartir algún momento de su infancia o adolescencia que la haya encaminado hacia la escritura? –Mi papá nos leía en voz alta por las noches, para arrullarnos. Leía lo que él quería leer. Eso, y que en la

casa hubiera libros y se hablara de ellos sin duda influyó. Lo demás lo he contado mil veces. –“Porque en ti anida el mar, eres su guía,/ y de ti la más torpe raíz bebe su espina:/ porque tú eres el viento/ y eres también la boca virgen/ que muchos metros ocultan.” ¿De qué fuentes abreva la poesía de Carmen Boullosa, qué autores y amigos le han impulsado? –Desde que tengo memoria he leído. Es imposible decir de dónde “abrevan” mis poemas. De lo que escucho en la calle, de los sonidos cotidianos, de los autores que he leído y releído, de mis preocupaciones, de mis alegrías; del silencio, también. No sé si de los amigos. Pero sí de lo que vivimos colectivamente. –“En todo hay traición porque todo está vivo...” ¿Será el poeta el “animal metafísico cargado de congojas”, como afirma Huidobro? –No estoy de acuerdo con Huidobro. Ni muchos poetas –pienso por ejemplo en Tomás Segovia– estarían de acuerdo con mi afirmación: “En todo hay traición porque todo está vivo.”Yo creo que el poeta tiene muy distintas personalidades. El poeta no sale siempre del mismo molde. –La cito:“Es posible que mi oficio de escribir no haya tocado mis áreas volitiva y racional sim­ plemente porque carezco de ellas. Soy un atado de bajas pasiones proclive a la gran aventura que es escribir.” ¿Ya es imposible abandonar la escritura? –No recuerdo el contexto en que lo escribí –o dije, que es lo más seguro. Pero sin duda era una broma. No se puede escribir sin lo racional y sin la voluntad. No sé si es imposible abandonar la escritura, pero no tengo ninguna intención de hacerlo

“Porque en ti anida

-U

sted ha dicho: “Nunca me pongo en la dis­ yuntiva de si soy poeta o novelista o drama­ turga. Pienso que soy escritora y ya.” ¿Qué lugar ocupa el poeta en la sociedad de hoy? –El poeta juega hoy un papel complejo. Marginal, sin duda –porque la poesía hoy, aun en sus formas aparentemente espontáneas, pertenece al territorio de la palabra escrita, y porque si acaso se enseña a leer, no es a leer poesía (para leer un poema contemporáneo es necesario haber leído a los poetas clásicos y a otros contemporáneos–, y dos veces marginal porque la poesía contemporánea no tiene ya la cualidad nemotécnica de la de hace dos siglos. Foto: Guillermo Sologuren/ La Jornada

el mar, eres su guía,/ y de ti la más torpe raíz bebe su espina:/ porque tú eres el viento/ y eres también la boca virgen/ que muchos metros ocultan.”

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Número 1080 • Jornada Semanal

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El Derecho de

los dominicos y el origen del Derech Bernardo Bátiz

LOS CONCEPTOS DE GUERRA Y SOBERANÍA, ESTRECHAMENTE RELACIONADOS CON ESTA FIGURA JURÍDICA. CREADA EN EL SIGLO XVI, AFIRMA QUE TODA AUTORIDAD DEBE RESPETAR LOS DERECHOS ESENCIALES DEL SER HUMANO.

L

a rama del derecho que hoy conocemos como Derecho Internacional Público se denominó en sus inicios Derecho de Gentes. Se trata de las normas que regulan las relaciones y procesos de interacción que se dan entre los Estados y su estudio es de un interés capital, pues tiene que ver con el concepto de soberanía y con el fenómeno más recurrente y dramático de la historia universal que es la guerra; también, y cada vez más, con el candente tema de los derechos humanos. El conocimiento del tema no es ocioso ni tiene sólo un interés histórico para eruditos. El Derecho de Gentes es la raíz de modernas ramas del Derecho vivo, presente hoy como barrera para detener abusos de la fuerza, que lo mismo pueden provenir del Estado que de alguna entidad ilegítima, o aun de un organismo internacional. La fuerza, el uso de ella, tiende al abuso si no encuentra diques que la detengan. El Derecho de Gentes tuvo el gran mérito de haber señalado reglas para la convivencia entre Estados y regulaciones para la guerra, por encima del apotegma cínico según el cual en ella todo se vale; también tiene el acierto de haber sostenido que el poder, la autoridad, está obligada a detenerse frente a los derechos esenciales del ser humano. El término Derecho de Gentes tiene una historia que viene de lejos. Para los juristas romanos equivale en algunos casos al derecho natural; lo reconocían como el derecho de todos los hombres, a diferencia del derecho exclusivo de los ciudadanos romanos, sostenido por la autoridad de la ciudad primero y después por la del imperio. El Derecho de Gentes fue

para los latinos un conjunto de reglas que la razón natural establece entre todos los pueblos; el jus gentium de los romanos no es un término preciso como otros del derecho civil; se basa en el derecho natural, tiene que ver con lo evidente, con lo que la razón nos descubre inmediatamente como justo, con independencia de una ley positiva que lo sancione o sostenga. En su momento histórico, el Imperio Romano se desmoronó por el cerco de los bárbaros, pero también por la callada rebelión del pueblo convertido a la nueva fe cristiana en contra de las instituciones más injustas del

La Orden de Predicadores fue una de las organizaciones que desde entonces y a través de los siglos, con la participación constante de sus mejores frailes, conservó primero la idea antigua del Derecho de Gentes.

sistema social latino. Con una peculiaridad: quienes se enfrentaban al Imperio, lo admiraban, lo veían como una gran construcción útil para la vida ordenada y era un modelo a imitar; lo combatían, cierto, pero querían conservar el sistema jurídico, admiraban sus puentes y caminos, envidiaban su organización militar y la vida relativamente segura de sus ciudades. Por ello, gracias a esa admiración y deslumbramiento, el Imperio nunca fue destruido del todo, conservó sus estructuras y fue como un recipiente que sólo cambió de contenido. El mimetismo de los bárbaros del este y el norte de Europa, que llegaban al Imperio como enemigos y se convertían en colaboradores, tuvo un doble efecto: sus jefes de bandas, sus reyezuelos de tribus y hordas se fueron haciendo romanos y pronto abrazaron la nueva fe que se extendía por el mundo. La sociedad surgida de esos encuentros y coincidencias recibió como propia y a beneficio de inventario la herencia grecorromana. De Grecia tomaron la filosofía, la hondura del pensamiento, la estética, la metafísica, la ética. De Roma la idea de una gran organización política con un poder central, el derecho romano y su sólida civilización. Se destruyó mucho, pero también se conservó y se rescató mucho. A esta labor contribuyeron en forma determinante las instituciones medievales de origen cristiano que aparecieron primero tímidamente y tomaron después presencia abierta y generalizada. Estas instituciones fueron en un inicio los monasterios, la organización episcopal y parroquial en expansión y, al madurar los tiempos, las universidades. Fue en esas estructuras nuevas, frescas, centros de saber, de oración y de trabajo, donde se preservó la cultura grecorromana, mezclada en proporciones justas con la fe, que continuaba extendiéndose.

LA (COM)UNIÓN DE LOS DIVERSOS Una de las instituciones rescatadas y puestas al día por la coincidencia de la cultura antigua y la aparición del cristianismo fue precisamente el Derecho de Gentes, útil para armonizar diferencias y evitar choques violentos en las relaciones de ese nuevo mundo, verdadero mosaico de fuerzas y potestades de toda índole: el poder imperial, reyes, príncipes, señores feudales, ciudades libres, obispos y monasterios con poder territorial y militar, gremios armados, cofradías... toda una lista de autonomías más o menos relativas según su propia fuerza. Todo ello apuntando al choque, al rompimiento, pero en ese maremágnum de diferencias se mantuvo la Prefacio del Codex Juris Gentium Diplomaticus. Fuente: blogs.loc.gov


Gentes:

ho Internacional Público

unidad principalmente por la fe común en la doctrina de Cristo, pero también por el jus gentium rescatado del derecho romano. Es aquí en donde se cruzan nuestros temas. La Orden de Predicadores fue una de las organizaciones que desde entonces y a través de los siglos, con la participación constante de sus mejores frailes, conservó primero la idea antigua del Derecho de Gentes, luego la sistematizó y finalmente la puso al día cuando más se necesitaba, cuando españoles y portugueses descubrían el resto del mundo o “integraban el globo”, como dirá León Bloy. La integración del globo, el descubrimiento de América, fue un fenómeno de ida y vuelta. Los europeos se encontraron con un nuevo mundo pero los “descubiertos”, los americanos originarios, también supieron entonces asombrados que había otro mundo, que existían pueblos y naciones del otro lado del mar. ¿Cómo sucedió esto? ¿Cómo es esa historia en la que el Derecho de Gentes y frailes dominicos son protagonistas? En 1216, al inicio del trascendental siglo xiii , el papa Honorio iii aprobó la propuesta de Domingo de Guzmán, hombre de fe, de pensamiento y de acción; dio el fiat a la Fratrum Praedicatorum, la orden mendicante de frailes predicadores, conocidos como dominicos por su fundador Santo Domingo, como domini canes, canes del Señor por su celo y tenacidad. En pocos años la orden creció, sus hábitos blancos y capuchas de lana para el rigor de las largas caminatas se hicieron familiares en toda Europa y su fama de fieles al obispo de Roma, de sabios, humildes, serviciales, elocuentes, corrió de burgo en burgo y de nación en nación, y muy pronto muchos de ellos aparecieron brillando por derecho propio en las florecientes universidades europeas. Dice el erudito Antonio Gómez Robledo que ni la pobreza ni las largas horas dedicadas a la oración, ni el tiempo al servicio parroquial, fueron en detrimento de su vocación principal: la predicación. Como es lógico, para predicar se requiere de lenguaje amplio, preparación, estudiar, leer, instruirse, y de eso se ocuparon los dominicos. Sería interminable, y ha sido obra de especialistas, seguir paso a paso los ochocientos años del camino de la Orden y hacer referencia a todas sus aportaciones en torno al Derecho de Gentes. Destacan a través del tiempo, como frutos de su contribución, entre otras muchas, dos instituciones jurídicas contrastantes pero complementarias: el Derecho Internacional y la aceptación general de los derechos humanos, tema todavía de los hermanos predicadores de hoy.

De Vitoria sostiene que ni los europeos, ni el emperador, ni España tienen derecho a sojuzgar a los pueblos americanos con los que se encontraron en sus viajes transatlánticos y aventuras guerreras.

Unos ejemplos, momentos culminantes en esta historia, por demás conocidos, del entrecruce de los predicadores con el tema de que se ocupa el Derecho de Gentes serán suficientes aquí.

EL REVOLUCIONARIO SANTO TOMÁS La primera gran contribución al asunto es de Santo Tomás de Aquino. Es él quien construye el basamento, es él quien aporta la materia prima sobre esta rama del saber humano. No habían pasado aún cuatro décadas de la bula de Honorio iii cuando ese fraile oriundo del sur de Italia y de nombre Tomás, callado y observador –el “buey mudo” para los poco perspicaces que lo vieron llegar a las aulas–, fue quien explicó con maestría los fundamentos del orden social según el pensamiento cristiano. Este sabio, con su lugar bien ganado como fundador de la Escolástica, teólogo, bien enterado (se dice que en

sus obras se encuentran citas de más de doscientos cincuenta autores) fue también, según la opinión de Gallegos Rocafull, un revolucionario: “Santo Tomás –dice este escritor– para quien no haya superado la idea burguesa del orden, es un revolucionario, un innovador.” Chesterton confirma esta apreciación cuando dice que “los mendicantes y el aristotelismo perturbaron el orden establecido”, y agrega: “No defendían el desorden ni el caos, defendían un orden auténtico, no los intereses creados.” Ese orden auténtico, basamento de lo que tiempo después sería desarrollado por sus hermanos dominicos, es la aportación de Santo Tomás de Aquino, la clarificación de lo que debe ser una República cristiana, un orden social según la buena doctrina que él defendía, difundía y explicaba al escribir. El primero de los principios de ese orden fue definir al hombre, por su propia naturaleza, como ser social. Siguiendo a Aristóteles, Santo Tomás identifica a la persona como ser autosuficiente, con un fin propio e intransferible, sin que esto sea óbice para descubrirlo simultáneamente como parte de la sociedad. El ser humano es un todo como persona, y es también parte de otro ente mayor que es la sociedad. Tiene, por lo tanto, una doble naturaleza individual y social, deberes éticos como persona, ante sí mismo, y deberes sociales frente a su comunidad. La persona, individuo y parte de la comunidad, persigue lo que requiere para sí, como ser singular y también lo que busca la sociedad, el todo que lo abarca como parte. El bien común es el concepto fundamental del orden social, es una concatenación de fines, los individuales y los sociales, que se eslabonan; un fin lleva al otro, no hay que sacrificar a ninguno, precisa Gallegos Rocafull explicando el pensamiento de Santo Tomás. Quien busca el bien común de la sociedad, consiguientemente busca también su propio bien, escribió Santo Tomás en la Suma Teológica. De esta verdad se sigue la necesidad de la organización social que permita mantener la diversidad de funciones en armonía unas con otras, deber éste de la autoridad y de la ley. En su cátedra de Filosofía del Derecho, Rafael Preciado Hernández, maestro emérito de la unam , enseñaba cómo el pensamiento de Santo Tomás explica que los fines específicos del derecho y la sociedad organizada son el orden, la seguridad, la paz social y, por encima de todos, la justicia. Para la Escolástica, cito a Gallegos Rocafull que a su vez sigue a Santo Tomás, “la sociedad tiene un bien intrínseco que es su propio orden, la ordenada relación de sigue

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ENSAYO sus miembros”, y agrega que “el bien propio no puede existir sin el bien común ya de la familia, ya de la ciudad, ya del reino”. De este principio, congruente con el mensaje del Evangelio que llama a amar al prójimo, pronto, unos pocos siglos después y siguiendo el hilo conductor de la idea inicial expuesta en la Suma Teológica, se llegó sin dificultad alguna a la concepción de un bien común universal, para regir entre las naciones, expuesto en la doctrina del Derecho de Gentes.

FRANCISCO DE VITORIA: DEL BIEN COMÚN AL BIEN GENERAL No hubo dificultad alguna al dar el paso siguiente, trasladar la idea del bien de una comunidad específica al bien general del mundo. Los dominicos del Renacimiento lo hicieron cuando enfrentaron las nuevas circunstancias imposibles de prever en el siglo xiii y tuvieron que construir, en el siglo xVi, su propia doctrina sin traicionar ni abandonar la doctrina inicial, que les sirvió de punto de partida. Cuando la realidad de los descubrimientos, la exigencia política de los imperios, la codicia, las rivalidades de los reinos, exigían un orden nuevo para las nuevas circunstancias, los teólogos juristas, casi todos ellos de la Orden de Predicadores, Domingo de Soto, Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas, Julián de Garcés y otros más, siguieron el camino iniciado por el Doctor Angélico, su predecesor y maestro, que les legó oportunas herramientas para los debates en la defensa que tuvieron que asumir. A Santo Tomás lo vemos como algo más lejano, como un personaje de otra realidad; en cambio, a los frailes que se ocuparon de los problemas concretos de nuestro continente, todos comprometidos con la aplicación del Derecho de Gentes, los encontramos más cercanos a nosotros, a esta época y a los países latinoamericanos en general y a México en especial. De Vitoria es el de más penetración intelectual; elabora los principios de la nueva rama del derecho a partir del pensamiento aristotélico tomista y construye una doctrina sólida, reconocida hoy como el punto de partida del Derecho Internacional Público; tuvo además un indudable valor personal al atreverse a opinar en contra de la voluntad imperial y al poner en tela de juicio las ideas expuestas por el jefe de la Iglesia. Se enfrentó sólo con sus ideas y su autoridad moral a los poderes supremos de su tiempo y salió avante. En sus Relecciones, De Vitoria propone tesis que señalan un rumbo a la historia. Sostiene que ni los europeos, ni el emperador, ni España tienen derecho a sojuzgar a los pueblos americanos con los que se encontraron en sus viajes transatlánticos y aventuras guerreras. No hay derecho de conquista, no hay un título originario para adueñarse o apoderarse de tierras pobladas, no hay legitimidad alguna para sojuzgar, esclavizar y dominar. Dice De Vitoria, con claridad y con todo el peso que le da su saber y altura moral, que “el emperador no es el dueño o soberano de todo el mundo” (Imperator non

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est dominos totius orbis). Con esta sentencia niega no sólo que el emperador de Alemania y rey de España tenga derecho a imponer autoridad alguna a los pueblos de América, niega también que tenga derecho sobre sus tierras y bienes, y contradice con ello la bula de Alejandro Vi , que repartió los continentes entre España y Portugal como si fuera el dueño de la Tierra. Definió también De Vitoria, para de ahí en adelante, el derecho a la guerra justa, el derecho a oponerse con la fuerza a la agresión externa; sentó las bases para condenar las guerras de agresión, las expediciones para obtener territorios o para sojuzgar a otros pueblos. Francisco de Vitoria fue el jurista académico, el teórico que enseñó desde la cátedra la doctrina del Derecho de Gentes; llegó a él por el camino de la teología y sentó escuela; los otros dominicos de esta historia, que son muchos –pero los más destacados son sin duda Las Casas, Montesinos, Garcés–, fueron por decirlo así los litigantes, los que llevaron al

Monjes cristianos ayudan a liberar a esclavos llegados a América, grabado, siglo XVII. Fuente: wikiwand.com/ dominio público

No hay derecho de conquista, no hay un título originario para adueñarse o apoderarse de tierras pobladas, no hay legitimidad alguna para sojuzgar, esclavizar y dominar. terreno de la realidad la defensa de los principios del derecho de los pueblos indígenas a ser respetados; son los que hablaron, predicaron, escribieron, denunciaron los abusos, defendieron a las víctimas frente a sus opresores, en el lugar mismo de los atropellos y también anduvieron incansables, de un lugar a otro, cruzaron el océano cuando fue necesario y hablaron en la Corte de España ante reyes, prelados, virreyes, reales audiencias o adelantados. Se enfrentaron a todo el aparato político de su época sólo con su palabra y su ejemplo personal.

DE MONTESINOS Y DE LAS CASAS: DIGNIDAD Y LIBERTAD Fray Bartolomé de las Casas es el ejemplo más acabado del defensor de los indígenas; fue en su juventud

testigo y partícipe de las guerras injustas en contra de los indios en las islas del Mar Caribe, fue uno más de los aventureros en busca de fortuna, pero pronto, por el “Sermón de Adviento” de otro dominico, fray Antonio de Montesinos, inició un cambio en su fuero interno; la realidad y la palabra lo conmovieron y convirtieron. Vivió la crueldad contra los dueños de la Tierra y al escuchar la denuncia valiente de Montesinos, su actitud interior cambio drásticamente. El “Sermón de Adviento” fue definitorio, su divulgación en España causó un gran revuelo, levantó una polémica enconada en ambos lados del Atlántico, de su influencia surgieron las primeras medidas protectoras de los americanos, fue una especie de incipiente declaración de derechos humanos y, al igual que hoy, dividió a la sociedad en defensores de los derechos de los oprimidos y defensores del cómodo statu quo. Un resultado colateral de tan histórico sermón fue la sacudida interna en la conciencia de Bartolomé de las Casas, provocó la renuncia a sus encomiendas y su incorporación a la Orden de Predicadores, primer paso en el camino que no abandonó nunca y por el cual alcanzó el título de Padre de los Indios. De Fray Julián de Garcés o . P ., primer obispo consagrado para el continente americano, con sede en Tlaxcala, cabe decir, que tan convencido estuvo de los principios del Derecho de Gentes y tan sólida era su formación, que bastó una fundada y sólida carta enviada al papa Paulo iii por conducto de otro fraile dominico, Bernardino Minaya, para influir en la decisión que llevó a la expedición de la bula Sublimis Deus del 1 de junio de 1537. Este documento clave enderezó la historia que se había torcido por la maldad y la codicia. En él se reconoce expresamente la calidad de seres humanos de los indígenas y sería inexcusable no compartir la siguiente cita textual. Habla Paulo iii : “Determinamos y declaramos, con autoridad apostólica, que los indios, aun cuando estén fuera de la ley de Jesucristo, en ninguna manera han de ser privados de su libertad y del dominio de sus bienes… que en ningún modo se debe hacer esclavos y si lo contrario sucediese sea de ningún valor y fuerza.” El Derecho de Gentes asciende así al máximo nivel de autoridad en un documento fundamental de la doctrina y del derecho canónico de la época, y deja claro desde entonces y para siempre, en el ámbito del deber ser, la dignidad y la libertad de los indígenas americanos. Hoy nos parece penoso e inexplicable, si no es por la conciencia torcida y la ambición desatada, que se pusiera en duda la calidad humana de los habitantes originarios de América. Entonces, en el siglo xVi , fue necesario enderezar las cosas, aclarar los conceptos, imponer la verdad y esa labor correspondió a los dominicos, a los Fratrum Praedicatorum, que lo hicieron muy bien, que defendieron en su lugar y en su momento el Derecho de Gentes, de nuestras gentes americanas, y nos dejaron a nosotros, los de otros nuevos tiempos, tan agitados como aquéllos, tan llenos de injusticias, un ejemplo que no podemos eludir

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Plateros”, donde un burócrata de poca monta sale adelante con el sencillo hecho de pedirle al virrey que le convide de su rapé. El virrey accede, por estimar mezquino no ofrecer un polvo y marcharse. Al enterarse los vecinos y superiores de la aparente cercanía con el gobernante del ingenioso Tirado de la Calle, lo colman de regalos para ganarse los favores del virrey. Una costumbre que no se ha perdido. Esta es una obra fundamental que nos replantea el sentido de recorrer las calles del centro de la capital mexicana y llama a reapropiarnos de una ciudad a veces tan distante. Su inclusión en la Biblioteca Mexicana del Conocimiento garantiza su acceso en las bibliotecas públicas •

Las calles de México, Luis González Obregón, Biblioteca Mexicana del Conocimiento, México, 2014.

LA CRÓNICA COMO REFLEJO DE LO INTERIOR RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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a amplísima obra de González Obregón le ha valido halagos durante generaciones, entre otras causas, por permitir al lector conocer aspectos hasta entonces difusos de Ciudad de México. Es uno de los autores más destacados para lograr comprender México desde una perspectiva histórica con vista a la individualidad y no a la colectividad. Homenajeado en vida como cronista de la ciudad, decía Artemio del Valle-Arizpe sobre él: “Es al único mexicano que por sus altos merecimiento se la ha tributado un homenaje en vida. Y honrando así a su historiador, se ha honrado la ciudad.” Las calles... habla de leyendas y sucedidos, señala los nombres antiguos de las calles de la ciudad y narra varios episodios peculiares que dan nota de la idiosincrasia local. Los nombres mismos de las vías denotaban la importancia que se concedía a ciertas actividades y cómo lo eclesiástico destacaba como rector de la vida local: “Calle del Colegio de las Doncellas”, “Calle del Baratillo de caballos”, “Calle del vinagre”, “Calle del indio triste” y muchas más. El recorrido de González inicia con la etapa colonial. Nos recuerda los excesos religiosos, donde los autos de fe del siglo xvi incluían quemar vivos a los herejes en la Alameda o dar garrotazos. Para el siglo xvii , los autos de fe y las procesiones eran “a la par que espectáculos edificantes, recreo y pasatiempo”, lo que explicaba que los espectadores ocuparan lugares en las calles “desde las vísperas”, lo cual no se traducía en virtudes privadas: el autor cita las memorias de un paseante de la época, quien se refería a un pío varón, “gran limosnero de conventos y generoso bienhechor de la iglesia” como quien llevaba “la vida más escandalosa a que puede entregarse un vicioso sin recato ni conciencia”. La doble moral y las formas de sobrellevarla aparecen a lo largo de las narraciones, muchas con visos de mera crónica donde se ofertan datos que serán reveladores por sí mismos de las costumbres sociales. Se habla del hacer, pero también del vestir y del comer; incluso se agrega un menú de las fiestas reales: pantagruélico sería decir poco. También hay varias que denotan el siempre publicitado ingenio del mexicano, como “Los polvos del virrey. Sucedido del portal de Mercaderes y esquina de

Pedagogía del anhelo. Una vida en las normales rurales, Rubén Rocha Moya, Ediciones La Otra y Universidad Autónoma de Sinaloa, México, 2015.

NORMALES RURALES: EN LA ZONA DE ABANDONO MARIANA DOMÍNGUEZ BATIS

Veamos a la escuela popular no como una necesidad social simplemente, sino como el fundamento de nuestra lucha futura... Ignacio Manuel Altamirano

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yotzinapa, 26 de mayo de 1969. Un telegrama urgente llega desde Tixtla a la sesión plenaria del consejo normalista, celebrado a las brasas de la reciente noche negra de Tlatelolco. La Secretaría de Educación anuncia que cerrará la mitad de las normales rurales, amenaza que será cumplida un año más tarde. Ya para entonces el gobierno acusaba a las normales de formar guerrilleros. El sistema normalista –fundado en los años veinte con el ideal de masificar la educación popular de la Revolución–, había sido golpeado de diversas formas por los cristeros, más tarde en el asalto al Cuartel Madera y, entonces, con la orden de Gustavo Díaz Ordaz de mutilarlo sin más y reducirlo a su mínima expresión. Othón Salazar, Lucio Cabañas y Genero Vázquez habían pasado por las aulas de las normales y ahora inspiraban a los jóvenes aspirantes a profesores, como Rubén Rocha Moya, apodado por sus compañeros como El Burri o también El Flaco Batequis. Tradición crítica es lo que abrevó Rocha Moya en el internado de la Normal Rural de El Quinto, Sonora, la cual lo condujo a ser secretario general de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México en el momento en que arribó el funesto telegrama, y más tarde rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa. Zambullirse en sus recuerdos fue lo que hizo el autor de Pedagogía del anhelo. Una vida en las normales rurales, para explorar la historia, así

como el significado de la práctica, esencia y contenido de la “noble tarea” del sistema normalista, pero desde la mirada de un personaje particular: El Burri, es decir, él mismo en su juventud. Ir a torear abejas, ordeñar vacas o limpiar la porqueriza es lo que narra, a manera de testimonio, el normalista; pero también detalla las novatadas, las travesuras estudiantiles, aunadas a las discusiones académicas, la reflexión, la confrontación de ideas entre iguales y con el profesor. Todo para dar una idea de cómo se aprende a ser maestro en una normal rural. Noble era la oportunidad para jóvenes del campo y de escasos recursos –como lo sigue siendo ahora– de estudiar en una escuela normal y poder escalar en el entramado social, a través de la educación, para devolver algo a los suyos. Acciones represivas han perseguido a los jóvenes normalistas desde hace décadas. La “intención juvenil de emancipar a los pobres y acabar con las injusticias” ha sido fustigada con persecución, tortura, muerte, cárcel y hasta exilio. Por más de cuarenta y cinco años, el gobierno ha reprimido, ignorado y ninguneado a los normalistas, quienes históricamente han sido un “pilar indiscutible de la lucha estudiantil”, recuerda el autor. El colmo de la “brutal represión” es la tragedia de Iguala, que dejó desaparecidos a 43 jóvenes. Es tiempo de voltear a ver la historia de las normales, que hoy en día merecen una mejor suerte, afirma el sinaloense. Tiempo de observar su experiencia ya no en afán persecutorio, sino para encontrar soluciones que contribuyan a mejorar un sistema educativo que continúa en crisis en pleno siglo xxi en México •

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En nuestro próximo número

EL QUIJOTE DE CERVANTES: el verdadero aniversario Enrique Héctor González

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Naief Yehya

Agustín Ramos

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UANDO WALTER JAY me buscó para pedirme que leyera y opinara sobre el manuscrito de su novela, Gabito, después publicada en Jus con el título El camino de las casas cansadas, faltaba mucho para que fundara la editorial “De otro tipo”, a la que me invitó para ayudarlo a decidir el primer libro que lanzaría. Así reencontré a un autor al que había tratado muy poco, décadas antes y con un nombre que él transformó en Pterocles Arenarius por razones que explica en “El mensajero”, cuento donde actualiza lo mejor de Rafael Bernal.

Pterocles resultó el autor de la novela elegida, Una muerte inmejorable, donde se confrontan, sin escarnio pero sin ninguna concesión, valores asumidos como “lo normal de las metrópolis” o bien como “el costumbrismo provinciano”. Con tema tal no es ninguna hazaña encontrar influencias tanto de Dos Passos y Ken Kalfus como de Hamsun y Queirós. Sin embargo, las múltiples influencias literarias, filosóficas, vitales de Arenarius, no se evidencian tanto en sus novelas como en sus cuentos y crónicas, porque los epígrafes, no siempre estrictamente literarios ( j . Campbell, r . Caillois), desarrollan o ilustran narrativamente la idea o la cosmovisión contenida en ellos y, aparte de ser la entrada al texto, a veces rinden homenaje estilístico al autor citado, como a Rilke en “Preferir el mundo” o a Ruesch en “Naturaleza moribunda frente a dos jóvenes...” Hablando de citas, en su prólogo a los Cuentos de Cthulhú, Rafael Llopis parece calcar la forma de vida del protagonista de Una muerte inmejorable antes de que le detecten un mal sin cura. Claro, Llopis se refiere a Lovecraft, quien “…incapacitado para la lucha, se encerró en el pesimismo de su soledad impotente, entre dos viejas tías solteronas, rodeado de muebles antiguos y empolvados. Hasta los treinta años no pasó una noche fuera de su casa”. El horror de la vida real de Lovecraft se vive en Nueva Inglaterra; el del protagonista de Arenarius, en Guanajuato –no en Cuévano, porque el Guanajuato de esta novela no se ve en forma oblicua sino a lo derecho, sin prejuicios ni aires de superioridad. A un guanajuatense de buena familia y mejores costumbres le diagnostican una enfermedad en fase terminal. Él anda por los cuarenta de edad, tiene una prometida a la que jamás ha besado; vive con dos tías, hermanas del difunto padre y cuñadas de una mujer de talento artístico que tras la viudez huyó de la aldea. Al enterarse de lo que padece, el protagonista se encierra días en su recámara. Su ostracismo activa la alarma de la prometida y de las tías y hace que la madre regrese a consolarlo. No a conmiserarse ni a expresar arrepentimientos zoquetes; viene con su amante y con una amiga que, en un parpadeo, abre los ojos del desahuciado. Y entonces, como algunos otros personajes de la narrativa de Arenarius, el enfermo tiene una revelación casi mística.

Will Eisner, padre espiritual y moral del cómic (ii y última) piOnerO No han sido pocos los homenajes póstumos que ha recibido Eisner: hay dos libros biográficos, numerosos textos analíticos y académicos, se han filmado dos documentales y cada año se organizan docenas de conferencias sobre su obra. Sin embargo, uno de los trabajos más sobresalientes que se han hecho sobre sus setenta años de carrera y su legado es el espléndido libro Will Eisner: Champion of the Graphic Novel (Abrams, 2015), del expresidente de dc Comics, editor e historiador, Paul Levitz, quien reconstruye la carrera de Eisner desde sus inicios, pasando por la genial decisión de formar una empresa en 1936 con Samuel Iger para ofrecer contenido a revistas en un mercado que estaba en crecimiento. De esta manera se profesionalizaron sus servicios y pudo cobrar un precio justo por su trabajo, algo extremadamente raro en la época. Además, algunas de sus historietas sobrevivieron hasta 1968, como Blackhawk. Esa fue la época en que creó a Sheena y en 1940 a su personaje más famoso: Spirit, un cómic en el que experimentó ampliamente con ángulos fílmicos, con composiciones dinámicas y provocadoras combinaciones de elementos. Jules Feiffer dijo de Eisner:“Era menos un artista, aunque era muy artista, que un investigador y un técnico.”

Otras vidas

Primero con la amiga de su madre, luego con su prometida, en las juergas y sus consecuentes descubrimientos, el protagonista comienza a practicar, entre aventuras propias de una muerte inmejorable, la subversión moral, política y carcelaria (subversión textual y figurada, si aceptamos el encierro pueblerino como una prisión mental). Entre el costumbrismo y el naturalismo, con una actitud a la que puede aplicarse la definición que Rafael Llopis hace de la segunda etapa de la obra de Lovecraft : “Tal apertura de horizontes hizo de él un escritor realista... ”¡Cómo! -exclama al respecto Bloch¿Realismo en la obra de h.p.Lovecraft? ”¡Pues claro que sí! –Prosigue Llopis–. ¿Quién como él ha descrito con tanta exactitud y tan convincentemente las zonas rurales de su Estado? ¿Quién si no él ha sabido pintar con suma claridad la decadencia de las gentes y de las costumbres de esta región? En esta segunda época, el propio Lovecraft se declara realista…” Y más adelante, Llopis cita algo de Wetzel sobre Lovecraft que mutatis mutandis también podría aplicarse a Arenarius: “Para él el Puritanismo representaba el apogeo del Mal. En este sentido, se le puede considerar como un escritor realista a lo Balzac, que, siendo partidario de cierto grupo social y perteneciendo a él, supo en su amargura, y acaso sin pretenderlo, pintar su descomposición real.” Varias huellas del sublimador del horror real que fue Lovecraft, se hallan en Una muerte inmejorable. Pero la filiación de Demoníaca, novela anterior de Arenarius, es más directa y lleva el apellido Sade… •

Cuando comienza la persecución moralista de los cómics en eu , Eisner dio un giro y se dedicó a producir incontables manuales y guías en forma de cómic, así como material promocional para diversas empresas. Adicionalmente se dedicó a educar a numerosas generaciones de artistas gráficos. Pero sus obras maestras vendrían en la década de los setenta, con el desarrollo de sus novelas gráficas, en particular Un contrato con Dios, de 1978, el cual tiene lugar en la comunidad judía ortodoxa neoyorquina, una locación que no parecía particularmente excitante ni muy atractiva para el mainstream o el underground. La obra era amarga y fascinante; en ella se mostraba la vida de la comunidad, la religión, la ambición y el amor paternal con una efectividad narrativa espectacular.

Campeón de la nOvela gráfiCa El libro de Levitz fue presentado en el Comic Con de Nueva York de 2015, por su autor, acompañado de algunas de las personalidades más exitosas del mundo del cómic como el dibujante, empresario y autor de la exitosa serie Spawn, Todd McFarlane, Denis Kitchen y Raina Telgemeier. Las siguientes son algunas de las intervenciones más relevantes de esa formidable mesa.

McFarlane: Cuando descubrí y me enamoré de los cómics de superhéroes, por ahí de 1975, no entendía lo que hacían los viejos autores, pero eventualmente me fue interesando el sentido del diseño de Eisner, quien no necesitaba de bazucas ni de capas para contar historias maravillosas. Su destreza como narrador de viñeta en viñeta era asombrosa. Yo siempre preferiré a alguien que sepa narrar que a un gran artista visual que, cuando no sabe articular una trama, en realidad debería dedicarse a hacer portadas. Eisner era mejor contando historias que dibujando. Su influencia en mi generación fue inmensa y lo que aprendió la generación siguiente de nosotros por efecto dominó también está en deuda con Eisner. Kitchen: Cuando yo comencé a publicar cómics en la década de los sesenta no había nada; era imposible recuperar viejas ediciones ya que los cómics simplemente se tiraban. Muy pocos los atesoraban. Conocí a Eisner en 1978 y se interesó mucho por lo que estábamos haciendo al tratar de reeditar viejos cómics, así como descubrir nuevos autores. Era un tiempo en que los editores eran todos unos déspotas y ladrones que estafaban a los artistas. La situación ha evolucionado al punto que ahora vienen más de 150 mil fans a un evento como el Comic Con. McFarlane: Eisner era como un abuelo generoso que siempre estaba motivándonos para correr más riesgos. Y en gran medida a eso se debe que hoy sea el mejor momento en la historia del cómic alternativo: basta considerar que los grandes estudios, como Warner y Disney, siguen creciendo y son dueños de una cantidad gigantesca de contenidos (catálogos completos de superhéroes) que los tendrá ocupados por un rato haciendo películas, libros y demás. Mientras tanto, los otros grandes, como Universal, Lion’s Gate y Fox, entre otros, necesitan desesperadamente contenido. La ambición los ha hecho poner atención a todo lo que sucede en la escena del cómic y no únicamente en los fenómenos más exitosos. Esto no tiene precedente y abre enormes posibilidades en el mercado, aun para autores que hacen trabajo muy poco comercial. Así que debemos agradecerle a Dios tal codicia desenfrenada. Kitchen: Eisner siempre luchó por hacer visible la diversidad cultural en sus cómics. Su trabajo era autobiográfico, e histórico, y exploraba todos los géneros. McFarlane: Toda historia se mueve hacia la literatura cuando cuestiona los fundamentos de lo que es ser humano y eso hacía constantemente Eisner •

JORNADA VIRTUAL

Algunas influencias en Arenarius

TOMAR LA PALABRA

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........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1080 • 15 de noviembre de 2015

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germaine@casalamm.com.mx

El Duelo de Francisco Toledo

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UNQUE LA VORÁGINE DEL mercado del arte y la frivolidad de nuestra sociedad del espectáculo han hecho todo por corromper a los artistas de nuestro tiempo, por fortuna todavía hay almas que se salvan y que utilizan el poder del arte para transmitirnos experiencias estéticas auténticas en medio del caos que nos abruma, o para mover conciencias y denunciar las injusticias y atrocidades de nuestro mundo actual. Es el caso de Francisco Toledo, el creador y activista social que mueve montañas con el poder de su arte ajeno a las modas y a las presiones del mercado; un arte que defiende el valor de la factura manual, personal, poética en su esencia más profunda.

En su lucha contra la corrupción, la impunidad, el autoritarismo y la sordera de nuestros gobernantes, Toledo hace arte y convoca a manifestaciones pacíficas. Elabora una cadena y un candado de papel para clausurar simbólicamente la obra del Centro Cultural y de Convenciones de Oaxaca en el Cerro del Fortín; recorta y pinta los rostros de los 43 desaparecidos en Ayotzinapa en papalotes que echa a volar por las calles de Oaxaca; interviene fotografías antiguas para denunciar la siembra de maíz transgénico… Y ahora nos sorprende con una impresionante exposición en el Museo de Arte Moderno ( mam ), integrada por un centenar de piezas en cerámica realizadas durante los últimos seis meses. Toledo es un genio en la experimentación artesanal de sus refinadísimas obras que abarcan toda suerte de técnicas y materiales. La cerámica ha sido una de sus pasiones desde que se inició hace décadas en el taller del extraordinario maestro Hugo Velázquez, en Cuernavaca. Ahí conoció a Claudio Jerónimo López, a quien años más tarde invitó a crear el taller Canela en San Agustín Etla, Oaxaca, donde se realizaron estas piezas. Hace unos años, durante el rodaje del filme documental El informe Toledo, tuve la oportunidad de ver al artista trabajar con el barro en el taller del ceramista Adán Paredes, también en Etla, donde preparaba las piezas para otra gran exposición que se presentó en el Museo de la Secretaría de Hacienda en 2006. Una escena de la película plasma el proceso de elaboración de un cocodrilo maravilloso que después sería llevado a escala monumental en la escultura que el maestro realizó para la explanada del Museo de Historia Mexicana de Monterrey, Nuevo León, cuyo proceso también quedó registrado en el filme. Ahí vemos el prodigio de las manos del artista modelando el barro como si fuera un juego de niños, entre risas y bromas, con una soltura inconcebible que sólo se consigue con el absoluto dominio de la técnica y el vuelo libre de su imaginación desbordada. En este tenor se palpan las piezas recientes en el mam, cuyo tema gira en torno a la violencia, reunidas bajo el significativo título Duelo. Estas obras nimbadas de una poesía melancólica son impactantes y conmovedoras, y expresan en un grito callado el dolor que aqueja el alma del artista por los trágicos sucesos en Guerrero y en memoria de la represión que vivió en carne propia en los años setenta en Juchitán, cuando militaba a favor de la Coalición Campesina Estudiantil del Istmo de Tehuantepec (Cocei). El color rojo –que evoca la sangre derramada, la rabia y el coraje–predomina en estas piezas dispuestas en una museografía teatral que acentúa su carácter dramático. Duelo

Se perciben guiños de humor negro, quizás como arma y escudo contra la barbarie. Vasijas, platos y urnas escultóricas, realizadas todas con una delicadeza extrema, revelan la maestría del ceramista. Llevado por la intensidad de los hechos que evoca, Toledo expresa en toda su violencia y con eficacia extrema la crueldad de los hechos que vemos todos los días, casi con indiferencia, en los bombardeos mediáticos. El maestro traduce su experiencia personal y la realidad desgarradora que nos circunda en un arte que sobrecoge y conmueve; un arte que manifiesta el duelo y la solidaridad. Hay tristeza, dolor, furia, rebeldía: el espectador no puede quedar indiferente. Qué capacidad la de Toledo para convertir el horror en belleza, a la manera de Goya y el expresionismo alemán. Pensadores como Freud, Lacan, y más recientemente el italiano Gianni Vattimo, han estudiado el vínculo entre arte y violencia, no sólo como la reproducción de una realidad, sino como una experiencia estética transformadora. El Duelo, de Francisco Toledo, nos duele a todos y nos invita a reflexionar sobre la responsabilidad civil del arte, en un mundo cada vez más afectado por la banalidad y la indiferencia •

David Gilmour, de vuelta al paraíso

E

L SER AMADO SE acercó y, pese a nuestro ruego para no recibir presente alguno, extendió un paquete hacia nosotros. Era nuestro cumpleaños. Resignados, lo recibimos con el miedo de que un error de talla nos mandara por horas a alguna tienda departamental; de que provocaríamos disgustos al dar nuestra opinión sincera sobre un objeto innecesario. Pero no, al rasgar el papel vimos un grupo de aves escapando de la jaula tirada frente a un lago, bajo el cielo amenazante. Sonreímos. Era el nuevo disco de David Gilmour, guitarrista de Pink Floyd.

Lo primero al abrir la edición especial (barata realmente) es un sobre “estampado en París”, en cuyo interior aguarda una postal ficticia del club Chat Noir. En ella hay una pintura de Johnny Dewe Mathews, inspiración para Gilmour y su mujer (la escritora y letrista Polly Samson). Junto a la postal hay una bolsita de plástico y, allí, una púa, una plumilla de las que usa el mítico guitarrista. Atrás del sobre está un pequeño póster de doble cara en el que se anuncia la próxima gira. Su calidad resalta a la vista y al tacto. Siguen dos pequeños libros de pasta dura en negro mate. El primero es el conjunto de letras, créditos y fotografías de grabación. El segundo nos deja atónitos. Se trata de un pasaje del Paraíso perdido, de John Milton, pilar de la literatura anglosajona. En él y en los grabados del legendario Gustave Doré –que también lo acompañan– está basado el sentido de su lírica (“es la idea de enfrentar a quien quiere imponerte su voluntad”, dice Samson). Conmovedor y provocativo, anticipa dos sobres más con sendos discos. Emocionante, el disco de video comienza con la filmación de improvisaciones inéditas, remanentes de los cono cid os Barn Jams de 20 08. Cuatro palomazos, para decirlo en castilla roncanrolera, que representan el último pietaje conocido de Richard Wright, tecladista de Pink Floyd que muriera poco después de acompañar a Gilmour en la gira del disco On An Island. En otras secciones veremos los dos videoclips animados que el guitarrista y su esposa produjeron para “Rattle That Lock” y “The Girl In The Yellow Dress”. Igualmente, conoceremos la ponencia que dieron en el Borris House Festival of Writing & Ideas, y claro, presenciaremos sesiones de grabación con músicos notables. Eso y otros extras. El disco de audio, por su lado, comienza de madrugada con la pieza “5 am”, primera de seis orquestadas por Zbigniew Preisner, compositor polaco conocido por musicalizar las películas de Kieslowski. En ella, Gilmour ofrece los primeros destellos de su guitarra solar. Es un momento de reflexión inaugural. En segundo sitio está “Rattle That Lock”, que da

nombre al álbum y que arranca con el anuncio melódico de los trenes tgv franceses. Una cita que el guitarrista grabó con su teléfono y que luego germinó en casa. Aquí ya suena la banda con coros femeninos y el órgano Hammond a cargo de Phil Manzanera (exRoxy Music), su productor. Entonces llega la fantástica “Faces of Stone”, gobernada por una guitarra electroacústica sobre compás de seis octavos. Sus aires folclóricos no evitan reminiscencias floydianas, sobre todo en el fraseo vocal, en una teatralidad donde caben dos solos de guitarra eléctrica. “A Boat Lies Waiting” es la número cuatro. Dedicada a Richard Wright, comienza en aguas quietas apenas rasgadas por tímidas melodías. Cantada en colaboración con David Crosby y Graham Nash, supone melancolía pero también el reencuentro tras la muerte. Con ánimo diferente,“Dancing Right In Front of Me” presume la madurez vocal de Gilmour, su capacidad como multiinstrumentista (toca pianos, teclados, bajo, órgano y guitarras). Escrita como otras en colaboración con su esposa Polly, “In Any Tongue” nos lleva al territorio de “Comfortably Numb”. Especie de ruego celestial, en ella se suma Daniel Gilmour, el hijo, para tocar el piano. Con la familia reunida se desata el que probablemente sea el mejor solo de guitarra del disco. “Beauty” es la que sigue. Se trata del segundo poema instrumental, una suerte de intermedio con el sello de autor: la guitarra es ave que guía a la parvada.“The Girl In The Yellow Dress”, la más jazzística, cuenta con Jools Holland al piano (sí, el conductor de televisión), Robert Wyatt en la corneta (sí, el de Soft Machine) y el virtuoso saxofonista Colin Stetson.“Today”, la penúltima, tiene un espíritu funky en el que destaca el bajo de Guy Pratt. El álbum termina con la décima: “And Then…”, última propuesta instrumental donde ocurre lo que tanto esperábamos: la guitarra llega a las estrellas para alumbrar, desde la alta noche, una pelea entre Dios y el Diablo. Nada más que decir: gracias: Gilmour ha vuelto. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

@LabAlonso

ARTES VISUALES

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

15 de noviembre de 2015 • Número 1080 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

NO NO SABE BIEN a qué huele su casa hasta que alguien llega y lo señala. Nuestras casas huelen a nada, a la nada de nuestra costumbre, al propio cuerpo que nos acompaña siempre como una sombra. Esa nada es el punto de partida en el que se montan los demás olores, las demás presencias, por puro contraste. Es un misterio en realidad por qué dejamos de oler nuestra casa, nuestro cuerpo: los olores cotidianos desaparecen por la repetición, por estar inmersos en ellos. ¿Será que todo aquello a lo que nos acostumbramos desaparece, como los olores?

Los mexicanos somos muy limpios y perfumados; las pocas estadísticas en que sobresalimos, lo leí hace poco en la prensa, son las del baño. Las mañanas huelen a gente duchada; los albañiles, en las tardes, dejan la obra con el pelo húmedo. Hace poco vi en el periférico a uno de los trabajadores bañándose a jicarazos en una pila improvisada: mientras los automovilistas nos pudríamos en nuestro smog, este hombre se echaba el agua al torso con entusiasmo, se frotaba con el jabón, se secaba. Ha de haber quedado limpísimo, como para la fiesta. En las noches los muchachos salen con el pelo mojado a buscar a las novias. En una época, la calle olía por las mañanas a colonia Sanborn’s y Aqua Velva. Ahora saltan los perfumes dulzones de los centros comerciales en medio de la multitud, como animalitos. Los animales marcan sus territorios con sus olores; uno se marca a sí mismo o extiende su presencia perfumándose. Algunas personas se quedan a vivir en el elevador tiempo después de haberlo abandonado por medio de una colonia persistente, un per fume pegajoso, una insistencia como un graffiti en el aire: Gutiérrez estuvo aquí (y el olor no se va). Y sin embargo, dicen que los aromas que nos conectan, igual que el olor irritado de los gatos o el cansado de los perros, son los más íntimos, los de glándulas y sudor. Ésos que a duras penas percibimos, como el olor de nuestra casa, y al igual que éste le hablan de nosotros a los extraños. Indiscretos como la trompetilla que celebra el final de la digestión. ¿Qué fue del legendario México florido, aromoso a perfume de azahar y yerbabuena? Leo las viejas crónicas y en ellas Ciudad de México siempre es fresca, puro flor y fruto en el aire: los viajeros que van a Tlalpan, a Xochimilco, a San Ángel cantan sus trayectos embalsamados de perfumes. Antes los camiones podían oler a alfafa o a cilantro, no faltaban las señoras que cargaban sus atados. ¿Y ahora? ¿A qué huele nues-

tra pobre ciudad? Yo dudo que haya olido muy bien antes de la invención del desagüe: bastantes sorpresas debían correr por los canales, secretos revelados que la gente lanzaba desde las ventanas, obsequios de los caballos al adoquín. Pero ahora es peor, me temo: una mezcla de gasolina, basura, humo, humanidad y lo mismo que corría por los canales. Y garnacha y grasas trans. Pero eso sí: de repente pasa uno cerca de un parque y lo acaricia el jazmín que aquí llamamos el huele de noche como una especie de mensaje de otro mundo. Y las panaderías con su santo olor que decía López Velarde, el aroma del azúcar que nos adormece, o el o l o r del café en el tostador. Y el aroma del Metro, tan cosmopolita: todos los Metros del mundo comparten el mismo olor a humedad y cansancio. Los viajeros provenientes de Tokio y de París llegan a la terminal 2 del aeropuerto de Ciudad de México a las siete de la mañana y son recibidos por un olor intolerable que se cuela graciosamente por los agujeros como de queso Roquefort que rodean toda la construcción. Bienvenidos, parece decirles el olor, a la región menos transparente del aire. Los pasajeros de camino a Guadalajara o a Mérida reciben la misma, cálida despedida, promesa de olores más afortunados en otros lugares. Hace unos pocos años se atardeció un nuevo olor en la zona de la ciudad que habito. Huele como a chocolate apaciguado, pensaba yo, ¿habrá una fábrica por aquí? Ninguna fábrica, era un basurero que con el viento airea misteriosas inmundicias, muy lejanas del verdadero olor a chocolate –ése que despide la molienda de El Mayordomo en Oaxaca, por ejemplo– muy cercanas a eso que vivimos y respiramos aquí. El mismo basural que alegra el aeropuerto. Un olor hecho de sudores, efluvios y desechos, un olor orgánico e inórganico por el que buscamos nuestras propias rutas, más perfumadas. Somos lo que olemos y lo que no olemos, eso que ni qué •

PASO A RETIRARME

U

H

ACE RATO QUE ESTA columna, malamente, no se hace cargo de la televisión que se supone, junto con la vasta relación de conexiones entre medios y sociedad, justificante de estas semanales publicaciones. En su descargo el aporreateclas puede argumentar obviando congénita haraganería: 1. Que ya no ve tele, cosa por demás falsa y/o 2. Que hace mucho que no hay nada nuevo o que valga la pena en la televisión, cosa que es verdad a medias porque hace unos meses, a mediados de 2014, la cadena usa Network (propiedad de nbc -Universal) lanzó el episodio piloto de una nueva serie de suspenso, creada por Sam Esmail, ambientada en el mundito de los hackers (mundo ciberpunk por antonomasia), esos geniecillos no siempre buenos de la computación que se saben todas las mañas lo mismo para cometer un ciberfraude bancario que para librar redentoras pero sórdidas batallas en guerras de intrusiones cibernéticas, espionaje y robo de información. La serie, que en realidad se estrenó hasta junio de este año, se titula Mr. Robot y ha tenido una estupenda recepción tanto del público como de la crítica. Mr. Robot se narra en dos planos, el de el ciberterrorismo (con interesantes planteamientos morales que van desde la crueldad evidente pero necesaria de una decisión que buscando un bien colectivo sacrifica a individuos inocentes hasta la relatividad del fin que justifica los medios dependiendo de dónde está parado uno, que puede convertirse rápidamente de héroe en perpetrador o viceversa) y el de la paranoia del protagonista, un ingeniero en sistemas con serios problemas de personalidad (es terriblemente introvertido, paranoico habitante de un perpetuo desbarre psicológico por su adicción a la mor fina) estupendamente interpretado por Rami Malek, a quien ciertamente sus anteriores personajes adolescentes y vampíricos (en franquicias como Crepúsculo) no le hicieron un ápice del enorme abono actoral que le brinda su personaje de Elliot Anderson en Mr. Robot. Aunque propiamente Mr. Robot es el personaje no de Malek/Elliot, sino el de Christian Slater, quien en uno de esos saltos sorprendentes de cine a televisión (y de regreso) hace también un excelente trabajo interpretando a un ciberterrorista con serios problemas de empatía: psicópata conoce a psicópata, o algo así. Básicamente la trama (otra vez, siendo ciberpunk por definición se trata de “cine negro”, o más bien de “televisión negra”) gira alrededor del ímpetu justiciero de un don nadie con terribles impedimentos casi patológicos en el desarrollo de su vida social, pero que posee una inteligencia computacional extraordinaria

que lo sitúa como un verdadero prodigio de la informática, capaz de penetrar y comprometer cualquier sistema de seguridad electrónica. En la otra esquina se encuentran desde luego grandes corporaciones que se adueñan de todo (precisamente como hacen algunas trasnacionales en el mundo real) y sus desalmados ejecutivos casi todopoderosos. En Mr. Robot, la némesis de Elliot es el atildado y cruel directivo de Evil Corp, Tyrell Wellick (¡otro psicópata en la convención!), interpretado por el actor sueco Martin Wallström (sus diálogos en sueco con su mujer embarazada y sadomasoquista son estupendas inserciones de mala leche). Al final es inevitable, después de ver un episodio de Mr. Robot (como sucede con cualquier serie televisiva más o menos buena, desde Wallander hasta Law and Order, pasando por Game of Thrones, Malcom In The Middle, Los Simpson, Breaking Bad o cualquier otra de esas que han reinventado el medio) hacer una odiosa comparación con las producciones televisivas nacionales para el costalazo anímico: parece que la televisión mexicana, en contraste con las del mundo (incluyendo series brasileñas o españolas) está condenada a recrear porquería. A pesar de que, por ejemplo, Televisa sea un emporio mundial de las telecomunicaciones, sus producciones televisivas son de calidad ínfima y narrativamente intragables. Mientras en otros lugares la televisión reedita la realidad (o intenta reinterpretarla para comprenderla mejor) acá se encasquilla y anquilosa por decisión propia. Supongamos que porque México sigue siendo un país donde la basura vende y la calidad, por el contrario, estorba. Pero el contraste más grande vendría de pensar al respectivo público. Uno, el que cuestiona e interpela y en consecuencia aprecia ser sorprendido. Y el otro, el conforme, intonso, inconsecuente. El que sintoniza La rosa de Guadalupe o falsos noticieros de notas subastadas al mejor postor •

CABEZALCUBO

Drama hacker o convención de psicópatas

Cruce de olores


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1080 • 15 de noviembre de 2015

Orlando Ortiz

Luis Tovar @luistovars

N

O RECUERDO CÓMO LLEGÓ a mis manos aquel libro hecho en pésimo papel, con impresión deficiente y, en general, con las características de los libros baratos y feos porque se pretexta que son fabricados para la “divulgación”. Tal vez lo adquirí no atraído por detalles artísticos de la portada, sino porque era uno de los primeros títulos impresos en la Cuba postrevolucionaria, con un tiraje de 50 mil ejemplares, lo que demostraba que iba en serio la preocupación por la cultura, por llevar la literatura a las clases desfavorecidas hasta ese momento: campesinos, pescadores, proletarios.

Del autor nada sabía, jamás había escuchado su nombre, ni siquiera a Emmanuel Carballo o Miguel Donoso Pareja, en aquel entonces los, para mí, críticos más enterados de la literatura hispanoamericana. En la Universidad también estaban José Luis González y Ernesto Mejía Sánchez, pero a ellos los sentía más enterados de “los clásicos” o casi clásicos, que de autores “recientes” o casi recientes, porque Onelio Jorge Cardoso había nacido en 1914. En otras palabras, ya tenía sus añitos cuando triunfó la revolución castrista. Sin embargo, compré el libro porque era de cuentos, y el género siempre me ha apasionado. Confieso que antes de adquirirlo lo pensé dos veces, porque tenía apariencia de literatura “costumbrista y comprometida”, y en aras de costumbrismo y compromiso se han cometido muchos abusos y atrocidades literarias. Al hojearlo me topé con frases como “¿Te figurabas que se puede de poeta salir ileso por la vida?” o “quizá por no tener mucho qué decirle, o acaso por callar lo mucho que pensaba...” y algunos párrafos que me sugirieron que allí había un narrador de altos vuelos. Mis “sospechas” se confirmaron: Onelio Jorge Cardoso era un narrador sorprendente. En el volumen que menciono, los cuentos fueron ordenados cronológicamente, de ahí que el primero esté fechado en 1940 y le siguen otros que desde las primeras horas denotan una malicia narrativa increíble. No se daba información sobre dónde habían aparecido o si pertenecían a un volumen; por la cuarta de forros me enteré de que en 1945 su cuento “Los carboneros” había ganado el Premio Nacional Hernández Catá. Al parecer solamente entonces se fijaron en él y le editaron su primer libro, en nuestro país, Taita, diga usted cómo, y trece años después El cuentero, en la Universidad Central de las Villas. Lo que me atrajo desde el principio de los cuentos de don Onelio, fue su capacidad para manejar la oralidad sin caer en el folclorismo, por lo tanto, muy alejado de pintoresquismos guajiros falsos.

También me sorprendía su habilidad, a veces, para tratar asuntos dramáticos que se deslizaban en el filo de la navaja; pues lo fantástico acechaba (sin intención peyorativa lo digo) y siempre se arribaba a puertos humanos, cargados del dolor o el desencanto de sus personajes y salpimentado con gotas de sabiduría popular, que no pretenden serlo. Sus campesinos enfrentan problemas rurales con vocabulario muy cubano y natural, como contaría su historia un campesino cubano interesado en sólo contarnos su historia. Lo mismo sucede con los pescadores y los pobres. (Casi todos sus personajes lo son, mas no se nos presentan con pinceladas melodramáticas, sino como si su condición fuera de lo más normal y cotidiano; asumen su pobreza con algo de desenfado y en tono de chacota, que por contraste subraya la tristeza y agudiza el filo de casi todos sus cuentos.) Algo también característico en los cuentos de Jorge Cardoso (el Jorge es apellido, me comentó cuando tuve la fortuna de conocerlo), me imagino que instintivamente puesto que no estudió letras, son los comienzos. Responden a lo que la mayoría de los grandes cuentistas recomiendan: desde el inicio deben interesar al lector. Por ejemplo, uno de los más inquietantes arranques cuentísticos que conozco es el siguiente: “¡Quién se va ahora a acordar de Samuel! Nos lo han muerto después de veinte años de su muerte. ¿Quién lo hizo y por qué, si él estaba entre nosotros mejor que muerto, superior a cuando estuvo viviente y se oía su guitarra? ¿Quién lo ha muerto sin matarlo esta tarde que está lloviendo en el pueblo?” Hay quienes señalan que en la obra de don Onelio se distinguen dos etapas muy definidas: la que va de 1940 a 1964, y la posterior a 1965. Para ellos la distinción estriba en que incorporó asuntos urbanos en la segunda. Desde mi punto de vista, la diferencia es que acentuó “el compromiso con la revolución”, pero lo hizo con muchísima habilidad y conservando, por fortuna, las cualidades de su narrativa •

L

A SECCIÓN LARGOMETRAJE MEXICANO –de ficción– del decimotercer Festival Internacional de Cine de Morelia ( ficm 13) estuvo compuesta por nueve cintas: Bictor Ugo (Carlos Clausell), Mientras la prisión exista (Nicolás Gutiérrez Wenhammar), El placer es mío (Elisa Millar) y Yo (Matías Meyer), todas de 2015, agrupadas aquí bajo el estigma triste del tedio vuelto imagen y/o la impericia mal disfrazada de innovación u osadía. Las otras cinco son, también producidas este año, Un monstruo de mil cabezas (Rodrigo Plá), Te prometo anarquía (Julio Hernández Cordón), Sopladora de hojas (Alejandro Iglesias Mendizábal), La casa más grande del mundo (Ana v. Bojó-

rquez y Lucía Carreras), y finalmente Almacenados (Jack Zagha Kababie). Seis filmes mexicanos más fueron exhibidos, sólo que fuera de competencia: 600 millas, de Gabriel Ripstein; La calle de la amargura, de Arturo Ripstein; Chronic, de Michel Franco; Desierto, de Jonás Cuarón; Las Aparicio, de Moisés Ortiz-Urquidi, así como Las elegidas, de David Pablos; salvo la primera, de 2014, todas registradas este mismo año. Si se extrapola esta cantidad de filmes respecto de la producción promedio registrada en los últimos tres o cuatro años, resulta que en el f i c m 13 fue exhibida la séptima parte, o bien un trece o catorce por ciento de dicha producción. Esto permite, si bien con algunas reservas, tener un panorama de la naturaleza actual del cine mexicano de ficción.

tres cortes tres Bajo las anteriores consideraciones, puede afirmarse que dicho cine presenta por lo menos tres cortes bien definidos: el primero consta de esos filmes de soporífera inoperancia que alguna vez, y hasta hace realmente poco tiempo, tuvieron un valor de búsqueda formal y conceptual innegable, quizá un poco en respuesta extrema a las fórmulas cinematográficas más manidas pero, al mismo tiempo y de manera preponderante, hechas como lo están a causa de precariedades de diverso signo, sean económico-materiales, sean de capacidades fílmico-narrativas, o bien producto de decisiones creativas que no por conscientes resultan menos fallidas. El segundo corte lo componen cintas cuya principal apuesta radica en la historia que cuentan, es decir en el guión, más que en valores de producción tales como el reparto, la banda y el diseño sonoro, la fotografía, la edición, etcétera; por supuesto, sin que con esto último quiera señalarse ninguna deficiencia en particular, ya que las películas del ficm13 que pueden ser agrupadas en este corte no acusan deficiencia formal de ningún tipo sino, en ciertos casos, todo lo contrario.

Desierto

Eso sucede con las cinco cintas que completan la sección en competencia que, felizmente, no pueden ser usadas a manera de valium colectivo: Almacenados, Un monstruo de mil cabezas, Sopladora de hojas, Te prometo anarquía y La casa más grande del mundo. En ellas, así como en La calle de la amargura, Las Aparicio y Las elegidas, hay como mínimo el arco dramático aristotélico indispensable para que sea posible hablar de una historia cuyas partes son reconocibles sin deplore de ausencias o carencias, y que conduce de un punto alfa a un omega tanto de la trama como de los personajes que la encarnan. Más allá de la búsqueda específica y de los resultados concretos de cada una –tan dispares como la reiteración machacona de un discurso resobado en el caso de Arturo Ripstein, o el truco fácil pero fallón de llevar al cine una serie televisiva más o menos exitosa, signada por la truculencia y el falso escándalo, en el caso de Ortiz-Urquidi–, de todas puede afirmarse, para decirlo en términos coloquiales, que sí están contando algo. De todas ellas sobresale, por méritos de los que se hablará aquí más adelante, Las elegidas, segundo largometraje de David Pablos, quien ya había dado muestras de pulso firme y discurso propio en su ópera prima, La vida después (2013). El tercer corte aludido está compuesto por 600 millas, Chronic y Desierto, y su principal distintivo consiste en su vocación de extranjería: si bien se trata de producciones registradas en este país y dirigidas por mexicanos, las tres apuntan su principal foco, tanto narrativo como formal, a la realidad, la cotidianidad y la idiosincrasia estadunidenses, y son relacionadas con México, en el caso de Desierto, de manera directa; en el de 600 millas sólo tangencialmente, y en el de Chronic sin relación identificable. No se enarbola aquí el péndulo de decir si esto es “bueno” o malo”, sólo se registra la naturaleza de este cine que prefiere mirar hacia el otro lado •

CINEXCUSAS

Morelia 13 (iii y última)

Don Onelio

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

15 de noviembre de 2015 • Número 1080 • Jornada Semanal

Voces de Chernobyl La historia oral de un desastre nuclear Lukasz Czarnecki

S

vetlana Alexievich construye su libro a partir de solitarios monólogos. Voces de Chernobyl se divide en tres partes. La primera se titula “La tierra de la muerte”, la segunda, “La tierra de la vida” y la tercera, “Azorados por la tristeza”. Cada parte, de entre sesenta y setenta páginas cada una, consta de monólogos relacionados explicita e implícitamente con la tragedia de Chernobyl ocurrida hace casi treinta años, el 26 de abril de 1986, tragedia equivalente a “350 bombas atómicas lanzadas en Hiroshima” que fue obra de un solo actor. No hay nadie más, tampoco hay Dios. Cuando uno ha vivido en plena contingencia cósmica, arrojado a las fuerzas del azar, los monólogos solitarios profundizan la tristeza, el abandono y el olvido. Así, la primera parte es sobre la muerte: “Morir no es difícil, pero da miedo. No hay iglesia. El sacerdote no viene. No hay nadie para confesar los pecados.” Así es la perspectiva desde la muerte metafísica, hasta la muerte dentro del país: “Rusia nunca ha salvado a su gente, porque es muy grande, es sin fin”, pasando por la muerte individual, porque “la vida del hombre es como la hierba: florece, se seca, y luego se va al fuego”. En la segunda parte Alexievich describe la vida después del accidente nuclear en Chernobyl. “La vida es la lucha”, dice uno de los entrevistados por Alexievich. Chernobyl se convirtió en la tragedia presente en la vida cotidiana. Esa tragedia se relaciona con los engaños y cinismos del aparato estatal. De ahí, se podría decir que Alexievich retoma la reflexión literaria en torno a las obras de Leonid Andreev, Máximo Gorki, Anton Chéjov, Lev Tolstói, entre otros, donde aparece la figura tragicómica del malenkij chelovek, el hombre pequeño bajo el poder estatal. La tercera parte analiza el poder. Resulta que las decisiones del aparato del Partido Comunista de Bielorrusia y de la Unión Soviética se basaron en el cinismo y el engaño. El poder no protege a la gente ante la tragedia. Según Allexievich, para

existir, el poder político necesita engañar a la gente, y ésta no imaginaba la gravedad de la situación, ya que “estaba en campos sembrando, moviéndose, preparándose para la Pascua. Estaban pintando los huevos de Pascua. Decían: ¿Radiación? ¿Qué es esto? Nosotros no recibimos ninguna orden. Las únicas preocupaciones de arriba son: ¿cómo va la cosecha? ¿cómo va todo?” La historia oral de Chernobyl es la historia de un crimen de Estado que nunca fue condenado por omisión durante y después de la tragedia. De ahí la acusación tan fuerte a la clase política. Dice Alexievich: “Nuestros políticos son incapaces de pensar en el valor de una vida individual, pero nosotros tampoco somos capaces de ello.” Engañar a la gente es la única tarea del poder político: “Todo está bien aquí. Los niveles de radiación están bien.” En un monólogo se subraya: “Todos los comunistas son criminales.” Cabe destacar que se trata de un tipo de poder político no sólo comunista o estalinista, sino también del poder que tiene la otra cara de la Guerra fría: el poder de Estados Unidos. Cuando los días 6 y 9 de agosto de 1945 cayeron las b o m b a s n u c l e a re s d e s d e e l E n o l a G a y , e n cumplimiento de la palabra del presidente Harry Truman, sobre Hiroshima y Nagasaki, nadie pensaba que se convertiría en el visto bueno para seguir construyendo plantas nucleares. Así comenzó la Guerra fría. El siguiente presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, convenció a la opinión pública y a los gobiernos de que el átomo puede ser positivo para el desarrollo del país y de las personas e implementó el discurso “El Átomo para la paz” (Atom for Peace) como modus operandi. Durante la Guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética se desató una carrera armamentista nuclear. Comenzaron a construirse plantas atómicas en los países aliados como Japón, donde la central nuclear Fukushima Daiichi fue construida a principios de los años setenta gracias a la ayuda de expertos de Estados Unidos. Habría que añadir que

fue construida a orillas del Pacífico. Después del movimiento Hibakusha de las víctimas que sobrevivieron a las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, preguntarían retóricamente: “¿Cómo fue posible construir centrales nucleares en el país cuya historia reciente tiene la sombra de Hiroshima y Nagasaki y todavía más, en el mar?” Habría que añadir: en el mar cuyas olas son tan inquietantes en las zonas donde las placas sísmicas masivas de la tierra se sobreponen. Después de Hiroshima y Nagasaki se preocuparon por dejar de construir plantas e investigar la utilización del átomo. Sin embargo, gracias al programa Atom for Peace siguieron trabajando en el proyecto. Por otro lado, en sitios como la República Socialista Soviética de Ucrania, también a principios de los años setenta comenzó a construirse la central nuclear con el nombre de Vladimir Ilich Lenin. La construcción de las centrales nucleares de ambos lados fue una competencia. El eslogan de la planta de Chernobyl, "Winners of the Socialist Competition” (Ganadores de la Competencia Socialista), lo demuestra porque en ella ocurrió el accidente el 26 de abril de 1986 y provocó la mayor catástrofe en la historia de la humanidad. Después de casi veinticinco años, un accidente similar ocurrió en Fukushima, el 11 de marzo de 2011. Al final del libro aparecen las voces de los niños en un apartado titulado “Coro de los niños”. Son las voces de Alyosha de nueve años, Anya de diez, Natasha de dieciséis, Lena de quince, Yura de quince, Olya de diez, Snezhana de dieciséis, Ira de catorce, Ylya de once, Vanya de doce, Vadim de nueve, Vasya de quince, Anton de catorce, Marat de dieciséis, Yulisa de quince, Katya de quince y Boris de dieciséis, porque la historia oral no se acaba, la historia oral y la vida misma siguen. Porque para Svetlana Alexievich contar las historias no es para nada reconstruir el pasado o retratar el presente, sino contribuir el futuro, como la misma autora-reportera señala: “Sentí que estaba grabando el futuro.” •

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