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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 16 de julio de 2017 ■ Núm. 1167 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

El movimiento perpetuo de

Una entrevista de

Germaine Gómez Haro

Francisco

Toledo en sus primeros 77 años

antonio Valle

Toledo El alma de ciprés de M argarita M ichelena . m arco a ntonio c ampos antonio Sarabia y la inercia del olvido. José maría espinasa U2: treinta años de The Joshua Tree. s aúl t oledo r amos


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El alma de ciprés de Marco Antonio Campos El MoviMiEnto pErpEtuo dE Francisco tolEdo Mañana lunes 17 de julio, el oaxaqueño Francisco Toledo cumplirá sus primeros 77 años de

Marga

SI EL LIBRO CENTRAL DE MARGARITA MIChELENA FUE LA BIBLIA, EL SIGNO DE SU TONO A LA VEz TACITURNO y ELOCUENTE FUE EL CIPRéS, POR SU “VERTICALIDAD SOMBRíA”, AFIRMA MARCO ANTONIO CAMPOS EN ESTE CUIDADOSO ACERCAMIENTO A UNA OBRA qUE NO PIERDE VIGENCIA.

vida. Pintor, dibujante, grabador, escultor, fotógrafo, editor, gestor cultural, fundador de museos, institutos de arte, cineclubes y bibliotecas, así como defensor incansable del patrimonio histórico y artístico no sólo de su estado natal, el nacido en Juchitán en 1940 es mucho más que eso: en un país como México, escaso de ciudadanos así de íntegros, Francisco Toledo es una de nuestras más altas autoridades intelectuales, culturales y morales, y en ese sentido su aniversario debe ser motivo de júbilo colectivo. Con la entrevista exclusiva que le concedió a Germaine Gómez haro y el ensayo de Antonio Valle, con el maestro Toledo celebramos un año más de vida entregada al arte y al compromiso activo con el pueblo mexicano entero. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

M

argarita Michelena nació el 21 de julio de 1917 en Pachuca, hidalgo. Por el contenido de sus poemas, junto a Alí Chumacero (1918-2009), son los dos últimos ramajes del árbol del grupo de Contemporáneos. Podía haber pertenecido a ese “grupo sin grupo” si no hiciéramos caso de las cronologías. Cultivó sólo la poesía, ninguna otra expresión literaria. Publicó cuatro libros: Paraíso y nostalgia (1945), Laurel del ángel (1948), La tristeza terrestre (1954), y el mejor, El país más allá de la niebla (1968). Ella, que parecía haber leído toda la poesía francesa, tradujo magistralmente los Pe­ queños poemas en prosa baudelerianos. Como el mismo Alí Chumacero, su voz pronto maduró, e igualmente, en ciega aridez, ambos cantaron un mundo personal y un mundo exterior que se derrumbaban, y como Chumacero, pareció también escribir un solo poema. ¿Por qué una obra tan breve?, le pregunté en una entrevista de 1993 recogida en Literatura en voz alta (2000). Repuso: una, por una feroz autocrítica, y la otra, por miedo al fracaso. Siendo tan breve su obra, Margarita Michelena pensó incluso que debió ser más breve. Sin embargo, para otros críticos, como Juan Domingo Argüelles, su obra no tiene desperdicio. Si una figura de árbol da sus poemas es el ciprés, por su verticalidad sombría. Sus renglones líricos parecen escritos en hondas noches solitarias hasta el alba. Salvo en su primer libro, Paraíso y nostalgia, donde el estilo es aún titubeante e inseguro, a partir de Laurel del ángel su poesía se alza como el canto de una bandada de aves que se aleja del invierno. Como escribió la misma Margarita Michelena en el prólogo a una breve antología personal que publicó en Material de Lectura de la unam , la poesía era, apropiándose de una definición de Novalis, “la realidad última de los seres y las cosas”, y asimismo creía, como heidegger, que era “el ser por la fundamentación de la palabra”. Magníficamente lúcida, supo interrogar profundamente en su alma y darse respuestas de concentrada exactitud. En su ensayo sobre Fernando Pessoa, Octavio Paz se-

ñalaba que la verdadera biografía de un poeta está en sus versos; lo mismo pensaba Margarita Michelena. En efecto, porque si habríamos de definirla de alguna manera, diríamos que la poesía es la historia del alma, es decir, al contar del alma su historia, en ella cabe la descripción de toda suerte de actitudes, sentimientos y azares: la verdad, la sinceridad, el fingimiento, la mentira, la tristeza, el dolor, la alegría, el hubiera sido, el debió suceder… Margarita Michelena supo trasladar a su lírica, como Francisco de Asís, las pequeñas cosas del mundo, o para decirlo con López Velarde, logró “la majestad de lo mínimo”. Espíritu religioso, minuciosa lectora, su libro central fue la Biblia, pero estuvo muy cerca de la poesía de cristales de Mallarmé y Rilke, y en los Siglos de Oro españoles, por las variaciones en la silva, de San Juan de la Cruz y Fray Luis de León, quienes le enseñaron la vía de su métrica y su música. Es en la silva, en las combinaciones de heptasílabos y endecasílabos, donde mejor se eleva su música en el jardín sombrío de los cipreses. En el centro de toda su poesía, como el gran sol, como el gran solitario, se cifra Dios, o mejor, sostiene un soliloquio con Dios en el que está segura de que está siendo oída. Poesía en general cerrada, oscura, los temas de Margarita Michelena en casi toda su obra son el cielo que se perdió, la vida estéril en una soledad gastada, el polvo que nos recuerda que vinimos de paso, la muerte que vamos viviendo de continuo en la vida, el espejo que se niega a engañar, el sueño que construye teatros en movimiento, el desamor que devasta la ciudad del alma, los apegos familiares. No en balde en sus libros se repiten con cierta frecuencia palabras como destrucción, derrumbe, desastre, ruinas, niebla, tiniebla, sombras… La vida es una tarea inútil y los hombres están “confinados en un mundo enemigo”. quizá nunca Margarita Mi chelena se sintió digna de aspirar a la felicidad. En su espléndido segundo libro, El laurel del ángel, como en el siguiente, Tristeza terrestre, ya ha entrado a una magnífica madurez: su lírica ha alcanzado el canto, la máxima aspiración de un poeta en las cimas musicales. Así lo dice: “quien canta siempre, siente cómo un ángel/

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Portada: Todos un solo Toledo Francisco Toledo, autorretrato

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arita Michelena está invicto naciendo en su garganta.” Poesía, por ende, también para oírse, lo hace a veces hasta llevarnos al vértigo. La palabra surge de no sabemos dónde para fijarla en la hoja y después trabajarla hasta crear una variedad rítmica y una variedad de significados. ¿O por otra vía, en una suerte de Poética que hubiera encantado a Borges?, ¿no dijo ella misma?: “Esto es la poesía:/ no un don de fácil música ni/ una gracia riente./ Apenas una forma de recordar./ Apenas, entre el hombre y su orilla,/ una señal, un puente.” ya no es, como en Paraíso y nostalgia, sólo el bosque sombrío y sin salida, sino hallamos astillas de luz, signos que cifran, pasos que nos llevan a otra parte. De los árboles secos es posible salvar frutos. ha conocido la arquitectura del rosal y la inocencia del agua. También el yo ha empezado a volverse nosotros. Margarita Michelena –se deja entrever en Laurel del ángel– ha descubierto el amor o el amor la ha descubierto: ya no sólo es el amor a Dios sino el amor a la pareja. Algo del vacío se ha colmado. No olvida, sin embargo, el tono elegíaco. Como en su primer libro, se sabe dividida: entre lo que es y no es, y en ello, el sueño mágico y una vigilia árida, una soledad exhaustiva y una escasa comunión, frases musicales a las que sigue inevitablemente un terrible silencio. Como López Velarde, los contrarios son su esencia, y como López Velarde, los asume y la abisman. Por ejemplo, dice de manera desoladora: “Cierto es que llama fui, muy combatida/ entre contrarios vientos/ y no sé cuál de todos se ha apagado.” Pero donde hay más una honda escritura de amor y reconciliación es en su último libro, El país más allá de la niebla (1968), sobre todo en poemas como el dedicado a su hija Andrea cuando era pequeña (“Lección de cosas”), lleno de delicadezas y ternuras, esa hija que cayó desde la estrella para volverse rosal y pájaro; o aquel a la hermana recién muerta (“Inscripción fraternal”), quien cuando vivía era la mañana de fuego y la alegría del aire, pero muy especialmente “Notas para un árbol genealógico”, uno de los poemas extensos más bellos de la poesía mexicana. Escrito afiebradamente durante dos días y dos noches, en “Notas para un árbol genealógico” recuerda a sus muertos, a “los idos míos que no dejo partir”: ancestros, abuelos, tíos y en especial el padre, la madre y el hermano, quienes en el poema quedan enterrados noble y doblemente: bajo la tierra fría y dentro de los versos. O como me contestó en la entrevista de 1993: “yo estoy llena de ausencias, de muertos sin enterrar, de gente que amé y he perdido. En ese poema quise recogerlos a todos y darles cristiana sepultura, pero ese proceso, realmente ambicioso, se desarrolló casi solo. Nada más quité el ruido, porque a uno, cuan-

en el centenario de su nacimiento

LA OBRA DE ESTA POETA ES BREVE (SóLO CUATRO LIBROS DE POESíA) PERO DE GRAN DENSIDAD y PERFECCIóN FORMAL EN LA qUE RESUENAN, BIEN ASIMILADAS, LAS VOCES DE RILkE, MALLARMé, SAN JUAN DE LA CRUz, FRAy LUIS DE LEóN y LOS POETAS DEL SIGLO DE ORO ESPAñOL.

Foto: elindependientedehidalgo.com.mx

do escribe un poema, se le mete el ruido. Se mete la estática. Eso sobra y hay que sacarlo. Es una operación delicada y sensible de autocrítica feroz. Ahí dejé todo lo que tenía que decir y no volveré a decir más.” El poema a la vez como testamento y lápida. Dentro de esos pasajes de ternura y piedad recordemos al menos dos. Uno, al progenitor: “Padre, por mucho tiempo, por una vida larga,/ no supe de qué hablarte y cómo hablarte./ hoy la muerte cancela las distancias./ Nunca nos conocimos. Nunca, nunca/ nos vimos alma a alma./ Pero llegó el momento en que te fuiste,/ el momento en que ya no estabas./ y entonces sí que nos quisimos./ y entonces sí que te lloraba.” y el otro a la madre y al hermano indeleblemente unidos: “Aquí los tengo, de la mano/ a la madre de fragante falda,/ y al hermano de los ojos negros/ que ya me mi-

ran sin distancia,/ que me ven lo mismo que la luna/ se sumerge en el agua/ y hace fulgor la sombra de la acequia estancada./ he tenido que hablarte con tu hijo./ No quiero que lo dejes. Tómalo en mis palabras.” Desde “la caverna a la mitad del caos”, desde las raíces de la mitología y la historia vascas, hasta el momento en que quedan inscritos –profundizados– en el poema, se halla toda la ascendencia, pero también emblemáticamente se hallan todos los vascos, “los vascos navegantes y los vascos agricultores”. La autora intentó el poema absoluto, y logró la proeza. Margarita Michelena murió corporalmente el 27 de marzo de 1998, pero perdurará por los siglos gracias a poemas que reverdecerán como el árbol del laurel cuando alguien los lea y emocionado sienta que íntimamente son suyos


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Paisaje de los héroes abolidos Juan Manuel roca

Los trabajadores transportan estatuas de bronce

La historia, como las brujas, ama antes que nada las escobas. A cada tanto se dedica a barrer la estatuaria de héroes marchitos y efigies necrosadas: hombres que soñaban con la gloria y trazaban fronteras con su espada. Por ejemplo, el caudillo de todos los necios, el payaso siniestro al que enviaron al silencio los partisanos de Italia. Convertidos en raídos transeúntes de la historia, entre cascos rotos y radiadores oxidados, quedan restos de figuras de metal esculpidas en países esfumados sin remedio. Los héroes abolidos que batallaron en las guerras del olvido llegan en carromatos a un paisaje sombrío. Hablaban de la patria como de sí mismos, ahora van destinados al salón de la infamia. Los historiadores los mencionan entre dientes como quien habla de la guillotina en casa de Robespierre. Al cementerio de la historia llega una gavilla de anticuarios. Se inicia la subasta de espejismos.

al basurero de la historia. Alan Jolés (Cup de Grace)


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José María Espinasa

Antonio

S arabia y la inercia del olvido

Fuente: cronicadexalapa.com

ACASO POR NO SER PARTE DEL STar SySTEm EDITORIAL, LA OBRA DE ESTE IMPORTANTE NARRADOR DE LA GENERACIóN DEL ’68 hA PASADO PRáCTICAMENTE DESAPERCIBIDA EN MéxICO. A RAíz DE SU MUERTE ACAECIDA EN LISBOA APENAS hACE MES y MEDIO, EL SIGUIENTE ARTíCULO ES UN JUSTO RECONOCIMIENTO y UN ESFUERzO POR TRAERLO A LA MEMORIA E INCITAR A SU LECTURA.

H

ace tiempo, en las páginas de este suplemento conté mi sorpresa cuando r . H . Moreno Durán, el gran crítico y narrador colombiano, me habló por primera vez, hace unos veinticinco años, de Antonio Sarabia, revelación entonces de las letras mexicanas, según él, del cual yo no había oído hablar nunca. A sugerencia suya lo leí, y amarilis, novela sobre la figura de Lope de Vega, me pareció deslumbrante, y busqué entonces los otros libros que había publicado Sarabia. No fue fácil, en México no circulaban, era un perfecto desconocido a pesar de la atención que suscitaba en otros países de lengua española. Con el tiempo, tímidamente algunos empezaron a mencionarlo en panorama narrativo mexicano, pero sin mucha convicción. Sus novelas se fueron publicando sin llamar mucho la atención de la crítica mexicana. Era, en efecto, un caso extraño. Nacido en 1944, narrador tardío, perteneciente a la generación del ‘68, amarilis apareció en 1987 en Norma, editorial colombiana, y casi una década después en México, en Joaquín Mortiz, si no recuerdo mal. Cuando preguntaba por él me decían que era de San Luis Potosí, donde se había dado a conocer como poeta veinte años antes, que vi vía en Guadalajara y era un próspero industrial, que vivía en Francia dedicado a escribir… informaciones contradictorias que me hicieron pensar en algún momento que se trataba de un seudónimo. Convencido de que su importancia como autor es mayúscula en la generación del ‘68, pero sin tener que ver con ella, leí todo lo que pude conseguir entonces –Banda de moe­ bius, Los avatares del Piojo, Los convidados del volcán–, que me parecieron entonces menos buenos que ama­ rilis, pero tomé notas para un ensayo que con el tiempo se fue quedando en el tintero. La literatura enfrentada a las exigencias de la mercadotecnia es inclemente y, por razones extrañas, en un medio tan proclive a celebrar a los escritores y artistas que son reconocidos en el extranjero, Sarabia no estaba presente entre nosotros. Nadie –o muy pocos y en sordina– hablaban de él. ¿El precio que tuvo que pagar por no entrar en el engranaje del star system editorial, la televisión y similares? Puede ser. Sin embargo, según me contaba la gente que lo conocía, él sí busca-

ba su público y participaba en los mecanismos de autopromoción al uso. Alguna vez alguien me lo señaló entre los pasillos de Guadalajara durante una feria: “Ese es Antonio Sarabia”. En todo caso lo fui olvidando y hoy se me vuelve a aparecer con su necrológica: murió en Lisboa el 3 de junio de 2017, hace unas semanas, a los setenta y un años. había seguido escribiendo con constancia y recientemente había publicado una novela que ha merecido muchos elogios, No tienes perdón de Dios. La pre gunta es si ese dejar de lado del lector mexicano puede ser revertido. Durante los años ochenta y noventa, cuando los mecanismos comerciales fueron suplantando a la crítica, a las revistas y a los suplementos como referencia ordenadora de las lecturas, todavía hubo una cierta resistencia a sus mandatos. Se hablaba de escritores poco leídos, pero de alta calidad, como Jesús Gardea, Severino Salazar o Ricardo Elizondo Elizondo, e incluso la academia supo plantear cara a esa condición no sólo olvidadiza sino claramente despectiva ante esa literatura minoritaria. ya para el nuevo siglo la publicidad normaba los gustos y apetitos de los lectores. Un escritor que no vendía terminaba por ser un escritor sin lectores. Un último refugio fue la atención que se les prestaba en otros países o en otras lenguas. Por lo visto, Sarabia perdió en casi todos los frentes. De la quincena larga de libros que publicó en vida, según información de Wikipedia, en las librerías mexicanas dos o tres han accedido al limbo de “estar regis trados en el sistema”, pero eso no garantiza que los libros se consigan, pues su realidad virtual sustituye a la física. La crítica mexicana no le hizo caso, la publicidad de sus libros no prendió entre los lectores y, que yo sepa, la academia ni lo conoce ni le interesa, ocupada en hacer la tesis número mil sobre Carlos Fuentes. El problema es que esas condiciones de desconocimiento se vuelven valores de juicio: si nadie lo conoce es que no vale la pena leerlo. ¿Cómo salir de ese callejón sin salida? En México, por ejemplo, no hay el recurso de la biblioteca, pues son las planeadas para la investigación –la Nacional, la de El Colegio de México, la Ciudad de los Libros– o son para que los niños hagan la tarea, no hay las de modalidad intermedia, tan populares en Estados Unidos, que prestan a los lectores novedades editoriales.

En todo caso es evidente que Antonio Sarabia es una asignatura pendiente para el lector mexicano. Los pocos que lo conocen deberían hacer un poco de ruido sobre él, aunque fuera a partir de la triste noticia de su fallecimiento, para que se leyera más su obra. Cuando apareció amarilis se esgrimió como razón para la falta de lectores en México que una novela histórica sobre los amores de Lope de Vega a quién le interesaba. Pero varios de sus libros posteriores han sido sobre tema mexicano. Más allá de la reconstrucción histórica de la vida de Lope, Sarabia hace una novela apasionante en la cual los guiños al Siglo de Oro no hacen sino reforzar el placer de la lectura, pero no es para nada una novela para eruditos. También se ha dicho que la dificultad para encontrar sus libros, pues la mayoría no tuvieron edición mexicana, contribuye también a que no se lea. En todo caso, la generación de narradores mexicanos nacidos en los años cuarenta sigue siendo una caja de sorpresas para el lector y un terreno poco explorado por la crítica. Autores como Carlos Montemayor, Esther Seligson, Maria Luisa Puga y el propio Sarabia, que ya no están entre nosotros, junto a Juan Tovar, hugo hiriart, héctor Manjarrez, hernán Lara zavala y Marco Antonio Campos, crean un paisaje sin cartografía, un rostro en formación. Cuando se ha señalado la mala suerte editorial y peor estrategia de promoción de esa generación, que empieza por la aparición en los sesenta de las primeras obras de José Agustín y Gustavo Sainz, y que viene a cerrarse con casos como el de Sarabia, no deja de dar tristeza pues, además de los autores ya mencionados, narradores como Luis Arturo Ramos o Leonardo da Jandra merecerían ser más leídos aquí y conocidos fuera del país. quien quiera leer a Sarabia tendrá que ingeniárselas, pues sus libros no están en librerías mexicanas, si acaso en las de usado, o se los prestan o los lee en fotocopia (no hay tampoco ediciones digitales disponibles). Están agotados, dice el librero, y uno entiende que alguna vez lo tuvieron, tres o cinco ejemplares, que a lo largo de los años se vendieron y nunca pidieron reposición. En las leyes de la oferta y la demanda la mercancía –y en efecto, el libro lo es– sólo cuenta si es masiva. Ante la imposibilidad de leer sus libros más recientes vuelvo a releer amarilis y confirmo lo antes dicho: una novela extraordinaria


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Francisco To

en sus prime

Antonio Valle

LA ORIGINALIDAD y PODER ExPRESIVO DE FRANCISCO TOLEDO PUEDEN RASTREARSE EN EL DESARROLLO DEL ARTE EN MESOAMéRICA, y EN EL SIGLO xx ESAS VIRTUDES PRIMERO FUERON RECONOCIDAS POR DOS GRANDES SENSUALISTAS OCCIDENTALES: hENRy MILLER y ANDRé PIEyRE DE MANDIARGUES.

A

nte el 77 aniversario de nacimiento de Francisco Toledo, que tendrá lugar mañana lunes 17 de julio, y al enterarme del fallecimiento de José Luis Cuevas, recordé el ensayo Los signos de vida, de Marta Traba; sin embargo, antes de entrar de lleno a ese texto ya legendario, me permito citar a Ida Rodríguez Prampolini, quien en 1965 publicaba un artículo en el suplemento méxico en la Cultura, en el que anunciaba que “deberíamos estar contentos de tener entre nosotros a un talento de la categoría de Marta Traba”, aunque “me temo –decía la crítica de arte mexicana– le falta muy poco para convertirse en el dictador de mañana, quizá, y gracias a su genio, en el más peligroso de todos”. Ese mismo año Marta Traba escribió “El arte latinoamericano: un falso apocalipsis”, artículo en el que analizaba una exposición de latinoamericanos que trabajaban en Nueva york. Esa muestra –decía Traba– le había parecido “un espectáculo repugnante”, porque la mayoría de pintores latinoamericanos ratificaban la tesis de que “nuestros artistas han sido, son y serán discípulos mientras nuestros países no tengan fisonomía propia”, estatus de madurez que sólo podría ser consecuencia de la “evolución política y de su desarrollo económico”, ya que no era posible tener “personalidad sin ser aún persona”. Apenas habían transcurrido diez años cuando Marta Traba aseguraba que las obras de Francisco Toledo y de José Luis Cuevas planteaban “con pasmosa liquidez”, no sólo las dos caras de México, sino las de América Latina. No hay que olvidar que durante ese breve período histórico México vivió (experimentó y sufrió) el Movimiento estudiantil de 1968, los efectos de una represión sui ge­ neris y el correlato de una limitada apertura política.

a mediadoS de La década de los setenta, el Fondo de Cultura Económica dio a conocer el número 44 de la serie Testimonios del Fondo: Los signos de vida, libro de la citada historiadora Marta Traba. Sus sesenta y cuatro páginas fueron dedicadas a José Luis Cuevas y a Francisco Toledo. Todavía recuerdo el asombro que el ensayo de la genial argentina despertaba entre los jóvenes, a quienes, a través de esa “historia comparada”, lograba acercarnos a los mundos de dos maestros del arte contemporáneo de México. Desde el principio Marta Traba anunciaba un “anti-paralelo” de dos trayectorias artísticas que ni estética ni conceptualmente se tocaban; por un lado Cuevas trabajaba con la representación del mundo sórdido y decadente de las grandes ciudades, mientras que Toledo revelaba –recreando– algunos secretos de origen precolombino. De estas dos obras surgen “los signos de vida más tremendos que ha dado la pintura mexicana moderna”.

a diFerenCia deL enTorno rural en el que se desarrolla la obra de Juan Rulfo –mundo de poblaciones articuladas con obrajes abandonados y en decadencia–, la pintura de Toledo proviene de un mundo que –como es el caso de los zapotecos de Juchitán– no sólo resiste, sino que suele celebrar la vida fogosamente. El istmo mexicano ha sido objeto de estudio e inspiración de artistas, escritores, fotógrafos y viajeros que se han visto seducidos por su fuerza y alegría. Esta zona cultural forma una antítesis con el mundo literario de Pedro Páramo, que termina por caerse a pedazos, mientras el mundo –mítico y real– de Toledo está saturado de pobreza pero también de juegos y erotismo.

“no Hay máS ruTa que la nuestra”, fue la famosa expresión de Siqueiros cuestionada, con toda justicia, por los intelectuales y artistas de la ruptura, que se propusieron hacer valer sus creaciones al margen de los muralistas y de la Escuela mexicana de pintura. Paradójicamente, la misma idea también sirvió (y sirve todavía) para excluir de los discursos estéticos y de la política cultural dominante –ejercidos por algunos “intelectuales orgánicos oficiales– a las manifestaciones artísticas que provenían del campo; de ahí que algunos “cosmopolitas” acusaran a los artistas del interior de “provincianos”. Con ese tipo de argumentos pretendían echar al bote de la basura un arte cuyo proceso debía ser rastreado en la evolución estética de Mesoamérica. Fue necesario que se reconociera una obra como la de Francisco Toledo (primero por los afamados sensualistas occidentales henry Miller y André Pieyre de Mandiargues) para que se replantearan algunos fundamentos de los discursos dominantes de la crítica de arte contemporáneo en México. evidenTemenTe exiSTe una Línea de continuidad –nece-

sariamente transformada por el tiempo y los acontecimientos históricos, políticos y culturales– entre la obra de Francisco Toledo y el mundo prehispánico. No son menores las dificultades que esto presenta, considerando un proceso cultural que se fraguó miles de años atrás y que, gracias a su originalidad, logró sobrevivir desde la conquista y la colonia hasta el siglo xx en el que triunfa la modernidad, alcanzando un clímax tan dramático como violento en la postmodernidad del siglo xxi. Las expresiones poéticas de origen mesoamericano lograron sobrevivir, sobre todo de manera oculta, en las sesenta y nueve lenguas originarias que continuaron hablándose en México, así como en asombrosos objetos de uso doméstico como huipiles, enaguas, rebozos, alfarería, máscaras, utensilios y artefactos diversos; especialmente explorando de manera profunda

(y secreta) en los temas del humor, el doble, el otro (vislumbrado por los chamanes) la sexualidad y la muerte. Realidad que se vio asimilada, cuestionada y trascendida con las inauditas propuestas de las telas, esculturas y el arte-objeto de Francisco Toledo, manteniendo, entre la diversidad de temas y técnicas, una unidad de sentido que en algunos momentos se ha desbordado para “jugar” con algunos tránsfugas y creadores emblemáticos de la cultura occidental; por ejemplo con kafka, con el Pinocho de Carlo Collodi, William Blake, Borges, Poe, etcétera. diCe marTa Traba que la obra de Toledo “aparece como la versión de un mundo esencial que, a pesar de estar en nuestro origen, ya no nos pertenece”, interpretación que se contrapone con la función simbólica del mito. El problema principal que enfrenta la comprensión de una obra eminentemente contemporánea como la de Toledo, paradójicamente debe entenderse por la fuerza histórica impuesta durante la colonia combinada con el escaso conocimiento del mundo precolombino, que, a pesar de haber demostrado su enorme potencial, todavía sigue siendo mejor apreciado por extranjeros (sobre todo europeos) que por los propios habitantes de México, ya que si bien una gran cantidad de mexicanos dice admirar a los indios de un pasado idílico, desprecia “generosamente” a los habitantes contemporáneos (de carne y hueso) de las comunidades indígenas. A mediados de la década de los setenta, Traba decía que era irrevocable el papel que teníamos los mestizos al vivir en una “cultura fraudulenta” (se refería a la cultura que se vive en las grandes ciudades) y que sería pintoresco, además de infantil, pretender retornar a nuestros orígenes (precolombinos). Siendo válido ese razonamiento, que nos coloca en un limbo, muchas cosas que entonces parecían absurdas y exóticas lentamente se fueron imponiendo por su gran calidad; además, por supuesto, del reconocimiento de los sitios arqueológicos erigidos en todo el país, en el terreno de la medicina tradicional (con el empleo del barro y la irradiación de los baños de temazcal) la gastronomía, la arquitectura, la delicada nobleza de los textiles, el desarrollo de tecnologías sustentables, así como el éxito de grandes festividades culturales de origen prehispánico como la Guelaguetza, la Cumbre Tajín o de espectáculos como el de los Voladores de Papantla, siendo evidentes, además de importantes, las derramas económicas que las actividades indígenas generan para el sector turístico mexicano. eS evidenTe , Como diCe Traba en Los signos de vida, que había que resistir a los “nacionalismos ciegos”, para


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oledo ~

eros 77 anos gene rar “códigos particulares nunca desvinculados de cier tas modalidades idiosincrásicas mexicanas, cuyo conjunto, abarcando ciertas caras del poliedro sociocultural, terminaría por constituirse en una unidad identificadora”. En ese sentido, si bien fue muy importante derribar la “cortina de nopal” denunciada por Cuevas, también fue y es necesario hacer un ajuste histórico que nos permita terminar con cientos de años de exclusión y discriminación hacia los mexicanos que tuvieron y tienen “la desgracia de haber nacido en el seno de alguna cultura indígena”, largo proceso de una exclusión “ética, legal y jurídicamente” inadmisible, pero inocultable para quienes no somos ciegos ni fingimos demencia democrática en México. En aras de alcanzar la modernidad, por cierto, estadio anhelado desde el porfiriato y relanzado por distintos sectores sociales e intelectuales en distintos momentos históricos, se instauró una especie de apar­ theid presencial y virtual cuyas versiones, silenciosas o de escándalo, son cuestionadas intensamente en la actualidad. deCía La Gran HiSToriadora de arte argentina que de

nuestra comunidad original nos hemos acostumbrado a recibir expresiones marginales, por ejemplo, “artesanía repetitiva”, “folklore conservador”, arte de “pintores infantiles e ingenuos”, razones todas que nos obligaron a considerar el arte de Toledo como “un caso absolutamente inclasificable que se constituye en una especie de reserva única que nos allana el acceso a las fuentes y a la fruición de sensaciones, placeres y desciframiento de símbolos”. En efecto, además del placer directo que nos provoca, el arte de Toledo también ha servido para allanar el camino a los grandes yacimientos estéticos y espirituales en los que abrevaron numerosos artistas del Istmo de Tehuantepec. Delfino Marcial, Sabino López, óscar Martínez, Jesús Urbieta, Víctor Orozco, Miguel ángel Toledo, Francisco López Monterosa, Francisco Javier Regalado, Gustavo Lhopez, Soid Pastrana, Eziquio López Lucho, Demián Flores, Azteca de Gives y Natividad Amador, entre otros artistas de las generaciones de los años setenta y ochenta, son algunos de los pintores, escultores, grabadores y ceramistas creadores de lenguajes propios, de signos y símbolos, de formas animales y abstractas personales, divinas o profanas que se beneficiaron con los proyectos de difusión cultural, por cierto no sólo de corte étnico-precolombino, que el maestro emprendió a través de publicaciones como Guchachi reza, Ediciones Toledo y El alcaraván. hace veinticinco años escribí, en el catálogo de la exposición de arte Binnizá, que el arte simultáneo de

Francisco Toledo, autorretrato de la exhibición Naa pia´ (Yo mismo, en zapoteco), que se presenta actualmente en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (iago )

los creadores istmeños era el resultado de veinte años de experimentación en el que se expresaban distintas corrientes. Evidentemente se trataba de un arte cuyo origen podía indagarse en fuentes plásticas, simbólicas, míticas y étnicas de Mesoamérica, y que, exactamente igual que los artistas que experimentan al “otro lado del espejo”, de este lado también existía una variedad de estilos, técnicas y búsquedas personales, expresiones que “desde allá” intentaron ser desvirtuadas de diversas maneras. a mediadoS de LoS años setenta, Marta Traba pensaba

que el éxito que Toledo había obtenido en Nueva york o en París era parecido al que habían tenido los artistas en el Bateu-Lavoir cuando presentaron sus máscaras negras. Sin embargo, la historiadora argentina aseguraba que Toledo era sucesor “de la gran cultura comunitaria arrasada por la conquista española”. Decía que el pintor juchiteco nos ayudaba a reconocernos en el escenario de la cultura auténtica y, para comprenderlo mejor, sugería emplear el concepto de “mitopoiesis”, como un elemento que buscaba equilibrar a la vida. La Mitopoeia o mitopoiesis es un “género narrativo en el cual el autor crea un conjunto de conceptos, regiones, personajes, sucesos y arquetipos interrelacionados creando una mitología propia. Los autores de este género integran en sus ficciones temas (mitemas) y arquetipos mitológicos tradicionales con algunos fantásticos y de nuevo cuño. ( https://es.wikipedia.org/wiki/Mitopoeia ) eL PaSado LuneS 3 de julio de 2017 falleció el gran José

Luis Cuevas en Ciudad de México. El maestro, sobresaliente y polémico hasta el final, había registrado en sus obras la tragedia, la soledad y el dolor que se vive y

experimenta en las grandes urbes; ese día Francisco Toledo firmaba un convenio de colaboración con el rector de la unam , Enrique Graue, para el desarrollo del arte en México. víCTor CaTa , eSCriTor zaPoTeCo , dice en Dos casas, tex-

to publicado recientemente por La Jornada: Si buscásemos el porqué del desplazamiento de las lenguas indígenas frente al español nos toparíamos con la Cédula Real que expidieron los Borbones el 16 de abril de 1770, en donde se establece que se le quite el poder y los beneficios a todos los gobernantes indígenas que hablen o que consientan que se hablen las lenguas indígenas en sus territorios […] Esta misma política fue la que siguió José Vasconcelos en el siglo xx durante su campaña educativa, fomentada mediante las misiones culturales, donde los instructores con sus textos clásicos grecolatinos bajo los brazos recorrían el país, para enseñarles a los mexicanos a caminar con la lengua de España, algo así como decía el tío Andrés: para que no renqueemos en el mundo. víCTor CaTa , aL Lado de Macario Matus, Natalia Toledo,

Irma Pineda, Víctor Terán, Rocío González, Jorge Magariño, Víctor de la Cruz y Elvis Guerra, entre otros poetas, músicos e intelectuales zapotecos de ayer y hoy (además de sus aliados en todo el mundo), se han encargado de ir abriendo –junto a Toledo– el tesoro de El Dorado, que no era oro –como decía la “genial y temible” Marta Traba–: “eso jamás lo hubieran podido detectar los conquistadores, porque eran ciegos. El tesoro era la cultura auténtica, que, pese a los esfuerzos colectivos por liquidarla, aún pervive bajo la forma esencial de un universo animado. La obra de Toledo nos ha dado la prueba de ello.”


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entrevista con Francisco Toledo Germaine Gómez Haro El autorretrato en la obra de Francisco Toledo ha sido un hilo conductor a lo largo de todo su quehacer artístico y un tema que ha dado abundantes y variopintos frutos. En diversas ocasiones lo he escuchado decir –a propósito de su pintura– que no soporta repetirse, que ya basta de esto o de aquello, que se aburre y necesita buscar algo nuevo que lo estimule y lo divierta. Y justamente esa inquietud y ese desasosiego, aderezados con una curiosidad infinita, son lo que lo ha motivado a explorar tan

El movimiento perpetuo

diversos caminos y experimentar en las más variadas técnicas, materiales, formas y medios. “La pintura ya me cansó, siempre hago lo mismo”, y se pone a diseñar calcetines, lámparas en papel, objetos en vidrio, joyería, tapices, mosaicos hidráulicos, papalotes, tejidos en hilo de cobre, rejas en hierro forjado, vitrales, figuritas elaboradas en placas radiográficas, entre tantas otras creaciones inimaginables. Pero el autorretrato es un tema recurrente que no se ha agotado, y seguramente no se agotará pues es una de sus obsesiones. Con motivo de su exhibición Naa pia´ (Yo mismo, en zapoteco), que se presenta actualmente en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca ( iago ), conversamos con el maestro acerca de su trabajo reciente, una serie de 120 autorretratos pintados en tela y papel que son muestra de su siempre asombrosa maestría técnica y estilística. Ahí vemos a Francisco Benjamín López Toledo, su identidad oficial. Vemos a Chico´Min, su apodo familiar. Vemos muchas caras del artista: Toledo es muchos Franciscos, Toledo es muchos Toledos. Siempre el mismo, siempre diferente. Pero lo más importante es que vemos pinturas hermosas, exquisitas, sorprendentes, resultado de ese refinamiento que caracteriza su obra plástica. En 2015 se presentó en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México la magnífica exposición de esculturas titulada Duelo, que reunió un centenar de piezas. Pero hace muchos años que no se organizaba una exposición de pinturas como ésta que confirma que el artista es uno de los máximos exponentes del autorretrato contemporáneo a nivel mundial.

¿D

e cuándo son estas pinturas? –Las telas son de este año, los papeles no son de más de un año. Son obras que estaban por ahí arrinconadas y las retomé; tienen intervenciones de varios momentos y las voy cambiando. Se retocan, se borran, se tiran, se recuperan. Siempre es la misma historia de no estar seguro de lo que uno está haciendo. Bueno, tengo que dar el crédito a Manuel Serrano que me preparó unas telas que no absorben mucho y de alguna manera me permiten jugar más, borrar, quitar, y eso me dio el empujón para realizar estas pinturas. –¿Esa preparación da lugar a una mayor libertad de ejecución? –Bueno, realmente la libertad no existe. Pero da la posibilidad de una mayor soltura. –El género del autorretrato se remonta a la Antigüedad y los más grandes artistas de todos los tiempos lo han explorado. Usted lo ha desarrollado a lo largo de toda su trayectoria, ¿recuerda cuándo hizo el primero? –Tengo autorretratos de los cincuenta, cuando tenía catorce o quince años. No recuerdo bien qué me motivó a hacerlos pero tal vez fue la fotografía. Cuando descubrí la obra de don Manuel álvarez Bravo en un catálogo en la biblioteca de la Escuela de Bellas Artes me entusiasmé y quise ser fotógrafo. Fotografié muchas azoteas y me tomé fotos a mí mismo en ese momento. yo vivía entonces en una pequeña pensión y todo eso se perdió. –Años después desarrolló más en forma el autorretrato en fotografía. –Sí, eso fue cuando descubrí la Polaroid. Siempre me ha gustado mucho intervenir las fotos. Mientras leo revistas, las dibujo. En aquellos años usaba una punta de grabado para levantar los colores de las impresiones, era algo muy cercano al grabado. Se hacen surcos como en la punta seca y se les pone el pigmento o la pintura y luego se fija. A veces me ponía en el rostro unas rayas para hacer una máscara o colocaba hoja de oro. –Yo tengo la impresión de que esos trabajos en fotografía tienen un carácter más de experimentación

técnica y son quizás más lúdicos, mientras que los autorretratos en pintura implican su confrontación frente a su yo interno. Al mirarse profundamente al espejo, usted seguramente ve muchos Toledos y reproduce Toledos muy diversos: lo vemos ensimismado, soñador, atribulado, reflexivo, melancólico, asombrado, juguetón… ¿Se da conscientemente la operación de plasmar un estado de ánimo? –No creo que haya una intención de buscar un estado de ánimo, la tristeza, el alma o la psicología. yo más bien estoy ocupado en pensar en el color, el aguarrás, el secado. No recuerdo haber tenido ninguna voluntad de revelar ningún estado de ánimo. –Intención deliberada tal vez no, pero aquí tenemos más de un centenar de Toledos y todos son diferentes, no nada más en cuanto a técnicas y estilos, sino en cuanto a la esencia de su alma. Al menos así los percibo… –Pienso en los autorretratos de Rembrandt: nosotros vemos la vejez, la tristeza, pero yo siento que él estaba enfocado en su pincel, en su secado, en la materia. yo le pongo más atención al trabajo que a la cara que estoy viendo, que es la de siempre. Entonces, el tema es sólo un pretexto. Sí he pensado que me gustaría dedicar más tiempo a todo lo que va pasando en mi rostro, las arrugas, las canas, pero no tengo paciencia. Entonces la barba termina en un manchón blanco. Mis autorretratos no son muy veraces. –Yo pienso que sí son veraces… –No todos, inclusive hay algunos que son máscaras. Ahora quiero ver si puedo hacer una serie de retratos de los amigos pintores, de los familiares, para ya salirme del tema del autorretrato y ver si eso me lleva a otra cosa. Va a ser más divertido que ver la cara de uno mismo. –Pero la suya es una cara que cambia mucho: de pronto es insecto, luego calaca, máscara, mono, murciélago, trompo, martillo, felino… Hay intervenciones con mica, hoja de oro y de plata, collage. No hay solemnidad, hay humor y espíritu lúdico. Todo esto hace que nunca sean aburridos, sino todo lo contrario.


voz INTErroGADA

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o de Francisco –Algo hay de eso, pero yo ya estoy aburrido. –¿Y cuáles son sus autores de autorretratos preferidos? –Pienso en el Rembrandt de viejo que está en el museo de Colonia, y en el Bonnard boxeando frente al espejo. También hay algunos de José Clemente Orozco que me gustan mucho, ésos que están emparentados con el expresionismo. Recuerdo que de muy joven me gustaban los autorretratos de Juan Soriano, de Goitia, sigue

P

F

Toledo EL AUTORRETRATO ES UNA DE LAS MUChAS VERTIENTES DE LA PROFUSA CREATIVIDAD DE ESTE GRAN MAESTRO qUE DECLARA qUE SE ABURRE PRONTO y qUE NO SIEMPRE O MUy POCO SE PARECE A Sí MISMO.

aralelo a Su exhibición de autorretratoS en el iago, Se PreSenta en el centro de laS arteS de San aguStín etla (caSa) la MueStra

titulada Gráfica. colección Toledo/inba, integrada Por una Selección de MáS de doScientaS PiezaS que forMan Parte de la colección de

25 Mil obraS de Mil 400 artiStaS que franciSco toledo generoSaMente donó al inba hace doS añoS. eSta colección Se inició en loS añoS Setenta cuando el MaeStro fundó la caSa de la cultura de Juchitán y PoSteriorMente Se incorPoró al acervo del iago . l a exhibición eS excePcional PueS no Se trata nada MáS de la cantidad de PiezaS y la iMPortancia de loS noMbreS, Sino que Se Percibe el oJo acucioSo del artiSta - coleccioniSta que ha Sabido elegir laS PiezaS relevanteS de cada autor que ha adquirido a lo largo de MuchoS añoS .

la

oferta eS aMPlia y nutrida : eStán algunaS de laS grandeS figuraS cláSicaS coMo durero, goya, dauMier, toulouSe-lautrec, PicaSSo,

bonnard, redon, Miró, Klinger, becKMan, enSor, dalí, chagall, entre otroS, que alternan con nueStroS creadoreS nacionaleS: ruelaS, PoSada, rivera, orozco, SiqueiroS, taMayo, covarrubiaS, Soriano , r oJo , f elguérez , y laS nuevaS generacioneS , coMo S ergio hernández, dr. laKra y gabriel orozco, Por Mencionar algunoS.

En estas páginas y la siguiente: algunos de los autorretratos del maestro toledo presentados en la exhibición Naa pia´ (Yo mismo, en zapoteco), que se presenta actualmente en el instituto de artes Gráficas de oaxaca (iaGo )


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de xavier Guerrero. y hay una pintura de Stanley Spencer donde se retrata con su mujer, los dos desnudos como un par de chuletas, con toda la carne floja. Es impresionante. –Sus autorretratos son todos distintos porque usted es muchos Toledos con esa capacidad de hacer tantas actividades tan distintas: la suya es una personalidad caleidoscópica. –Eso me recuerda a Jorge Dubon que venía y me decía: “¡ya te pareces cada día más a tus autorretratos!” (ríe) Ese soy yo. –o cuando Gertrude Stein le reclamó a Picasso que no se parecía nada al retrato que le hizo el pintor y éste le contestó: “Ya te parecerás…” Y usted, ¿se parece a sus retratos? –Bueno, no lo sé, a veces. Me importa más pensar en el proceso. No me fijo en función del retrato sino en cómo el cuadro puede resultar mejor. –he adquirido muchas piezas a lo largo de los años pero también muchas han sido donaciones de los artistas. Nunca tuve el interés de hacer una colección personal. –Es un hecho que la presencia de esta magnífica colección que ha reunido a lo largo de su vida y que ha puesto al alcance del público aquí en oaxaca ha dado lugar al desarrollo de un importante movimiento de artistas gráficos locales, un fenómeno único en nuestro país. –Sí, de hecho ha venido la investigadora Deborah Caplow, quien escribió un libro sobre Leopoldo Méndez, y dice que es un fenómeno muy raro, que en ningún lugar del mundo hay tantos talleres de gráfica como aquí. Ella va a hacer un libro y será muy interesante ver todo lo que se ha hecho en el estado, pues no nada más hay talleres en la ciudad, sino que existen en lugares como huajuapan, Juchitán y muchos otros más. y es que la

biblioteca del iaGo también ha hecho mucho bien, ha formado a muchos jóvenes en la gráfica y en la pintura. La Biblioteca del iago cuenta con más de 50 mil volúmenes y crece día con día gracias a las constantes adquisicio­ nes de las novedades editoriales que el maestro patroci­ na. Las salas se han multiplicado y es emocionante ver la cantidad de usuarios leyendo y trabajando en estos espacios que invitan al recogimiento. –Cada vez que vengo a oaxaca me encuentro con novedades y gratas sorpresas. No había visto en el iago el nuevo taller “El alacrán”. ¿Qué están haciendo aquí? –Descubrimos que en la Escuela Normal Bilingüe de Oaxaca no hay material didáctico; ni sé por qué la llaman bilingüe, será porque suena más bonito, pero ni salen maestros bilingües ni ellos regresan a sus comunidades. Por lo tanto, buscamos apoyarlos con material y aquí se están haciendo los prototipos. hace poco leí un artículo en La Jornada donde venían unas declaraciones de la uniCeF que decía que en México la educación bilingüe es un desastre porque no se toman en cuenta las comunidades. Con estas maquinitas que tenemos en el taller se pueden hacer cosas modestas y estamos buscando el apoyo de la SeP, del iePo (Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca) o de la Normal para que incluya el material que proponemos y se imprima en tirajes grandes. Las Fábulas, de Esopo, ya se tradujeron al zapoteco, mixteco y mixe e inclusive ya se agotó la edición, y ahorita estamos por traducir “Luvina”, de Juan Rulfo, para que lo incluyan como libro de texto en las secundarias. Pero la idea es que se traduzcan a las lenguas indígenas los libros de matemáticas, de gramática, de geografía regional. y no sólo eso, se necesitan los maestros que hablen la lengua y regresen a enseñar a sus comunidades. Necesitamos el apoyo de las instituciones oficiales, si no el esfuerzo sólo llegará a unos cuantos. Nosotros solos no nos damos abasto.

–Yo sé que a usted le gusta conservar una discreción total. Siempre habla en plural cuando se refiere a lo que usted hace, aunque desde luego tiene muchos colaboradores y cómplices, pero es un hecho que usted es el alma y el motor de las acciones importantes que se emprenden y se logran aquí en oaxaca. Usted, maestro, es quien colocó los cimientos del fenómeno cultural que se ha desarrollado aquí desde los años ochenta, y del activismo social que ha logrado que se frenen algunos proyectos aberrantes de los políticos en turno. Usted es y será siempre un ejemplo para México. ¿Cómo le gustaría que lo recordaran las futuras generaciones? –No sé, no sé… Es una pregunta muy difícil. yo creo que los muertos se olvidan pronto. Vienen otras gentes que hacen más cosas y realmente no tenemos por qué endiosar a nadie, ponerlo en un altar, cuando lo que se hace es porque se tiene que hacer. Nadie es el gran benefactor, no hay necesidad de ponerle copal ni sahumarlo. No sé, yo me doy por satisfecho con lo que he visto que ha servido. Francisco Toledo cumple setenta y siete años mañana, 17 de julio. Son seis décadas de una intensa trayectoria artística que ahora podremos revisitar en buena medida en los cuatro volúmenes que integran su catálogo razo­ nado, una impresionante edición de la Fundación Cul­ tural Banamex y Turner, y de la cual los dos primeros to­ mos ya están en circulación. Cada libro cuenta con más de quinientas páginas y entre los dos, cerca de un millar de imágenes. Son cuatro décadas dedicadas a la creación plástica, alternada con la filantropía, el mece­ nazgo, el activismo social y la promoción cultural. Tole­ do no quiere un nicho en ningún altar, ni tampoco ser inmortalizado en una estatua de bronce. Pero no nos cansaremos de expresarle nuestro genuino agradeci­ miento por todo lo que ha hecho por Oaxaca y por nues­ tro país, y desearle una larga vida llena de satisfacciones. ¡Enhorabuena, querido maestro!


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LEER

Jornada Semanal • Número 1167 • 16 de julio de 2017

Lucha libre sin límite de sangre, Ricardo Guzmán Wolffer, Editorial, México, 2017.

NO HAY PEOR LUCHA QUE LA LIMITADA JAIME LÓPEZ

“¿

Era Drácula el oráculo de Transilvania/ tras los Cárpatos, mi amor, o sólo son mis nervios/ en la noche que se viene oscura sin remedio/ descubriendo al ocultista envuelto en pose vana?// Los mefíticos vapores que a su paso emana,/ soportables nada más lo son para el bohemio/ de nariz mefistofálica y colgado belfo,/ tan distante de la mano cierta vez humana.// Alejándome ya más que un verso alejandrino/ de la forma regular del buen soneto asceta,/ con dudosa sumisión pregunto al adivino:// ¿Era magno el Alejandro aquel o vil leyenda/ que montando aun en un caballo de prestigio,/ Velocípedo o Bucéfalo, me vale verga?” Uno que otra, una que otro se ha de preguntar: ¿y esa mamada, qué onda? Han de pensar que me a p ro v e c h o d e l a a m a b i l i d a d d e d o n R i c a rd o Guzmán Wolffer, quien me invitó a presentar su libro, para lanzar al aire en mundanal estreno uno de mis alejandrinos sonetos de factura dudosa… dudosa porque lleva por título dudosa sumisión, por cierto. Pues, ¡no!, ¡jamás! La maldad, que me arrebata, contra la bondad de monsieur Ricardo, nunca triunfará. Allons enfants de la patrie et caetera… Porque a dos caídas de tres, sin límite de tiempo, como se decía en la Era Clásica, porque era y ya no es el grito de batalla desde la gayola (¡a ver, gayola!), generalmente lanzado por una octogenaria damisela, sigue siendo: ¡Quiero ver sangre!... A lo cual contesta por acá un albur muy cortés: Pos sólo que estés en tu mes... taba yo pasando de la raya. En fin, la transilvana vena involuntaria del mexicano y la mexicana, whatever that means, Mr. Fox, you know, reclama sangre por siempre. Y los personajes de la historia tan local como universal son sólo eso: personajes, rara vez personas. Máscaras van, máscaras vienen, cabelleras caen, cabelleras crecen, encalvecen y hasta Alejandro Magno se dobló ante Pipino el Breve, que no Cuevas, el de otras arenas un tanto cuanto movedizas. Porque la quebradora, la tapatía, la doble Nelson, la de a caballo, son las llaves de la histeria global. El castigo a las carótidas es ruda poesía que clava sus colmillos en la técnica yugular del luchador con y hasta sin clase. Y de la filomena ni hablar, una especie en extinción. Ni tanto que queme al Santo ni poco para el Blue Demon. Senos aquí para celebrar el alumbramiento de este compendio de ensayos, entrevistas, lágrimas, risas y amor, con todo y sus geniales pies de foto, del

doctor Wolffer acerca del pancracio, eufemismo que da lo mismo en tratándose de Lucha Reyes o Lucho Gatica. Porque así como la democracia es el gobierno en que el pueblo ejerce la soberanía, según el Dinosaurio Larousse, en el pancracio manda el páncreas y el Panzón Pancracio es un cómico luchador que vence a sus contrincantes a punta de gracejadas (éste más que un chiste local es un test generacional). Pero el Doctor Wagner, célebre gladiador de aquellos tiempos en que amarraban con perros a los chorizos y arrojaban cerdos a las margaritas, junto con el stuntman galán del arrabal porteño, el gran Wolf Ruvinskis, son los antepasados culturales del Doctor Wolffer, así que, más respeto, por favor, señor escribano, que dicho sea de paso es quien redacta por Detroit. Es-cri-ba-no. Hot cake. Ya entendí. Prosigamos. Toda vez persignados adentrémonos a la Era de las Tabernas, donde el Tabernario más Lindo es el barman sin Robin. Porque, ¿por qué, por qué, por qué, hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, usáis máscara? El Pato Lógico usa máscara, el Lobo Tomías usa máscara, el Icoñoclasta a veces, pero el Cara de Haba en estos tiempos de sida también usa máscara, el Llanero Solitario… bueno, ése viene en bikini, mas ¿qué decir del Mil Máscaras y la vida que cada día está más cara? Todo gracias a Tranzón el Hombre Money… ¡Bu! ¡Compañeros del purrun (Partido Único de Rufianes Unidos… Nomááás)!: se les convoca a una marcha antifascista… favor de llevar sus antifaces. Porque va a haber gala en la noche, disfraces, baile y cantantes que no sé por qué todos usan playback, digo, estábamos en que todos usan máscara, menos mi cuate bato carnal René el Copetes Guajardo. Y órale, siéntense que ai les va la Gaver… naria más Linda. Acá entre nos, y como no iba a misa, no le iba al Santo; si me esperaba el infierno, mejor era estar con Blue Demon. Y en la tribuna las viejas ilustran y va de nuez: ¡Quiero ver sangre! Y todas felices y contentas con la de a caballo: la llave maestra de Chancro el Ensangrentado del Plátano, que en pus descanse el circuncidado. Y el réfere güey, como neutral Al Capone, se las pasa mejor a Tranzón el Hombre Money, ya que en el Lago de los Bisnes la Ley se hace de la vista gorda si su cartera engorda. Pero, bueno, la gayola hace olas: Órale, échale huérfanos, vamos ai, vamos ai, Blue Demon, vamos ai. Y, ¡ay!, qué raro que en esta época tan poéticamente correcta, la sangre derramada y remamada en el ring esté exenta del sospechosismo causado por el temidísimo, rudísimo sida, cuando en otros espectaculares deportes de un tiempo acá (porque hay un antes y después del Magic Johnson) al mínimo brote del vital plasma, viral probablemente, un jugador, por ejemplo, es obligado a abandonar la cancha y cambiarse la prenda salpicada del rojizo líquido propenso a la costrificación por una limpia y sin mácula o a ser taponeado con vaselina y venda para evitar contagio activo al pasivo contrincante o compañero en el roce y el contacto. Me dicen el Aguafiestas. Pero intentaré sacármela, nalgas contra la pared, fuera microscopios, con unos versos finales que aluden al subtítulo de

este excelente libro que nace en esta hora del ahora, amén, en pecado concebido por el sumo artífice de la letra libre, maese Ricardo Guzmán Wolffer: sin límite de sangre. “Desde el mismo origen/ en que el parto existe,/ todos los humanos/ gustan del sangrado,/ luego el plasma advierte/ al prever la muerte/ y acá a ras de lona/ la sangre apasiona,/ mágica y sublime/ es la lucha libre.// Mas para luchar/ hay que practicar,/ moverse en el ring,/ romper el script,/ ganar o perder/ no es tanto un poder;/ de rey o gandul,/ morada o azul,/ no importa el color,/ la sangre es dolor.// Sangrar es factor/ hasta en un actor,/ el teatro consiste/ en hacer creíbles/ ficticias mentiras/ y así convertirlas/ en reales verdades/ que exponen la carne/ en un escenario/ profano y sagrado.// ‘Sangre, Yago, sangre…’,/ exige este lance;/ fingir sin dejar/ de sentir será/ el método mismo/ entre estos dos ritos,/ en lucha y en teatro,/ por arte de ensayo,/ del caos, se cree,/ la creación emerge.// El bien sin el mal/ no existe jamás/ y no puede ser/ el mal sin el bien,/ del uno y del otro/ nos nutre el entorno,/ corriente se alterna/ por dentro y por fuera,/ ser técnico o rudo/ es un mutuo asunto •

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En nuestro próximo número

JOSÉ LUIS CUEVAS (1934-2017)

María José Cuevas, Miguel Ángel Flores y Saúl Toledo


ARTE Y PENSAMIENTO ........

16 de julio de 2017 • Número 1167 • Jornada Semanal

Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES La caverna E de aquellos que lo conocieron nadie supo decir qué vino a ser del capitán. Los unos juraban haberlo visto entre los muchos difuntos que había dejado la entrada del virrey Mendoza a la Cazcana, y otros dijeron que se había ido con Pero Ruy y con su hermano rumbo al Darién, y un sobrino suyo contó que lo había visto en la corte del César, y otros que se había perdido tras aquella niña que tenía la piel color loros y que ya lo conté en otra parte, y lo que yo para mí tengo por lo más cierto es que comenzó a seguir aquellas voces que oía y que a la fin bajó a la caverna y, como todos los que lo hicieron, que no pudo o no quiso volver. E digo que lo sé porque alguna vez el capitán me pidió que le leyera unos renglones que alguien le había dado y que él no entendía, mas no me dejó terminar y me arrebató el papel, y lo que yo recuerdo es cosa larga y mejor dejarla para otro día... [De Nuevas navegaciones... atribuido a Antón Gil, el Xamurado.] •

Rogelio Guedea rguedea@hotmail.com @rogelioguedea

AL VUELO Arte contra dinero Hoy fui a ver una cabalgata con un familiar muy querido. Es un espectáculo que me gusta, aun cuando muchos de los jinetes son de mero temporal y a veces no se caen del cuaco por puro milagro. En un momento del hípico desfile, mi familiar se emocionó y me advirtió que saldría el próximo año en la cabalgata, advirtiendo: pero en un buen caballo, para que, por lo menos, lo volteen a ver a uno. Como hacía unos minutos habían pasado unos muchachos descarriados montados en unos burritos patizambos, gala que nos pareció por demás jocosa, yo no tuve más remedio que decirle que si se trataba de convocar las miradas bien podríamos montar una burrita ataviada con una silla muy llamativa y una rienda trenzada, como la que traían los que acababan de pasar. Obviamente mi familiar no estuvo para nada contento con la propuesta, ni yo tampoco, pero sí con haber llegado a una simple conclusión que no se me había estrellado antes contra las narices: que para ser original no se necesita dinero, sino arte, el cual, bien utilizado, deja, dicho sea de paso, mucho dinero•

bitácora bifronte

El amor entre mujeres: "El beso de Safo" de Efrén Rebolledo

E

n 1916 el poeta hidalguense Efrén Rebolledo publicó Caro Victrix, un breve libro compuesto por doce sonetos que habrían de situarlo como un autor de culto. Arriesgado en sus temas, explora el erotismo con una precisión y profundidad pocas veces vistas en la poesía mexicana. En ese breve y oscuro universo donde se hace presente “la victoria de la carne”, se encuentra un deslumbrante poema, “El beso de Safo”, que aborda en catorce versos el encuentro sexual entre dos mujeres:“Más pulidos que el mármol transparente,/ más blancos que los blancos vellocinos,/ se anudan los dos cuerpos femeninos/ en un grupo escultórico y ardiente./ Ancas de cebra, escorzos de serpiente,/ combas rotundas, senos colombinos,/ una lumbre los labios purpurinos,/ y las dos cabelleras un torrente./ En el vivo combate, los pezones/ que se embisten, parecen dos pitones/ trabados en eróticas pendencias,/ y en medio de los muslos enlazados/ dos rosas de capullos inviolados/ destilan y confunden sus esencias.” Dos mujeres en plena desnudez, abrazadas (y abrasadas) en un experiencia llena de sensualidad y placer, en obvia referencia a la gran poeta griega Safo (610-580 ac ), considerada el emblema del amor entre mujeres, quien enseñó poesía y otras artes a sus discípulas en la isla de Lesbos (de ahí el origen de la palabra “lesbianismo”). Efrén Rebolledo presenta la escena general para luego describir (por medio de la sinécdoque y el uso de adjetivos exactos y deslumbrantes) cómo cada parte de los cuerpos adquiere una voluntad propia entre espasmos y ondulaciones: los senos, los pezones, los labios y los muslos que conducen al clímax de la unión final donde las dos vulvas, las “rosas de capullos inviolados”, se besan mientras “destilan y confunden sus esencias”, en un trance signado por el movimiento y la fijeza. Pero hay algo oculto en el poema, “algo” que sólo la métrica puede resolver: si medimos el quinto verso, “Ancas de cebra, escorzos de serpiente,” y atendemos a la coma después de “cebra”, el verso es un dodecasílabo y no un endecasílabo como todos los demás versos que componen el soneto. Pero no creo que sea un error del poeta (que demostró en toda su obra un alto rigor formal), por el contrario, en este verso se une lo que (aparentemente) no debería unirse: dos mujeres que se desean y, también, dos sílabas (separadas por una coma: la puntuación como regla moral al fin vencida); así, el verso puede medirse como un endecasílabo:“an-cas-dece-bra,es-cor-zos-de-ser-pien-te”. En “El beso de Safo” una mujer elige amar a otra mujer y el lenguaje emerge como una metáfora tangible del deseo natural e instintivo entre las amantes, entre el fuego y el agua:“una lumbre los labios purpurinos,/ y las dos cabelleras un torrente.” En este momento lírico la poesía une (mientras nombra) lo que otros separan y el poema es testimonio de esa maravillosa alianza •

Caín Sarándos Pavleas Hermano, yo soy Caín maté a mi hermano Abel el primero que vio correr la sangre del hombre ¡y lloré, lloré la noche dentro de mi tienda! ¡Si Abel pudiera resucitar para ir juntos al campo yo a sembrar y cosechar y Abel a pastar sus ovejas! Estoy condenado a vagar y a espantar este rostro de la tierra sin muerte solo y errante con el recuerdo de Abel… ¿dónde me oculto, hermano, dime, dónde me oculto? en la noche me espanta el rumor de los árboles, hasta el paso de la hormiga me da escalofrío y el sol me es ajeno, no lo conozco… ¿Hermano, dónde me oculto, dónde me oculto, cuando no hay piedad ni perdón, y el sudor del trabajo bajo el ardiente sol no cava una fosa para que yo me sepulte? Envidio a los cuervos que al morir pueden ocultarse en la tierra… envidio al aire que se alegra y al último insecto que puede cantar… Si pudiera perderme, ya no existir, como el rastro de las serpientes en las rocas, como el rastro de los pájaros en el cielo… y que la boca llena del arrepentimiento cese de gritar: ¿Caín, dónde está tu hermano Abel? ¿Caín, dónde está tu hermano Abel? Sarándos Pavleas nació en el pueblo de Platsa, Mani, en el Peloponeso, en abril de 1917 y murió en julio de 2005. Estudió filosofía en la Universidad de Atenas, luchó en la Guerra de Italia (1940-1941) y durante la Guerra civil (1946-1949), con el Ejército Nacional. Fue maestro de literatura griega clásica y moderna en varios liceos de Tracia y Macedonia. Publicó cuarenta y seis libros de poesía, tres de prosa y un ensayo. Obras suyas han sido traducidas al inglés, francés, húngaro y polaco. Véase La Jornada Semanal, núm. 766, 8/ xi / 2009 Versión de Francisco Torres Córdova

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........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1167 • 16 de julio de 2017

Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com

LA OTRA ESCENA

Sentido e interpretación del comentario teatral

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EMIÓTICA DEL TEATRO, del texto a la puesta en escena (Serie Teoría y Técnica, Paso de Gato), de Fernando de Toro, forma parte de una colección amplia y rigurosa que intenta tejer las redes de significado e interpretación de la crítica, el ensayo y la investigación semiótica en torno a la puesta en escena, la dramaturgia y las idas y vueltas entre estas formas de realizar la experiencia teatral que, en su conjunción, nutren las artes de la escena y hacen posible una de las formas de representación de lo humano más primitivas y complejas de nuestra historia artística, moral y política. Esta oferta es una edición revisada y actualizada de un trabajo que inició hace más de veinte años, se publicó finalmente en 1987 y se puso al día gracias a un seminario que el dramaturgo argentino Alejandro Finzi organizó en Comuahue, en la Universidad de Neuquén en 2011. Se hizo necesaria una amplia labor de gestión para que las instituciones culturales de cinco gobiernos estatales (Sonora, Querétaro, San Luis Potosí, Puebla y Durango), claro, la presecretaría de Cultura, Conaculta, y alguna otra institución de logo indistinguible, hicieran posible esta edición de cuatrocientas páginas que pone al día, en cincuenta y una de ellas, una bibliografía fundamental para entender no sólo la dramaturgia sino también lo literario, lo escénico y varias de las fronteras con lo lingüístico, lo plástico, musical, lo cual haría posible colocarla como eje en una tesis de postgrado que exija la mayor actualidad. Quien no sepa de dónde viene esta amplia reflexión literaria y escénica, debe saber que es del canadiense por adopción Fernando de Toro, quien ya tiene todos los grados y postgrados de la Universidad de Manitoba, en Winnipeg (donde es catedrático del Departamento de Literatura inglesa, cine y teatro), y de la Universidad de Montreal.

Fernando de Toro

Es un hombre bífido y desprejuiciado en una cultura en la que debe optarse entre inglés y francés. La Universidad Libre de Bruselas y la Sorbona también fueron su hogar, así que ya podemos imaginar hacia dónde se dirige parte de sus imaginación formativa. Según su ficha académica, está por concluir una ambiciosa investigación sobre “todo” el teatro de Samuel Beckett. El libro se apoya en un prefacio de José Ramón Alcántara, un académico destacado de la Universidad Iberoamericana, cuya pasión y conocimiento se reparte entre el Siglo de Oro, la teoría literaria, el teatro y la teología. El comentario de Alcántara muestra cuáles son las líneas que hacen de este trabajo una brújula semiótica, pero también mucho más que eso, pues implica la actualización de

un pensamiento que permeó en muchas universidades a fines de los sesenta y durante los años ochenta. En las primeras líneas de este libro organizado en nueve capítulos se lee a un Fernando de Toro que se va separando gradualmente del discurso semiótico que marcó la década de los ochenta, con un conjunto de paradigmas que al mismo tiempo fueron y son herramientas de análisis y que, todavía en muchas universidades, son el requisito metodológico para cumplir con un itinerario crítico que puede marcar trabajos señeros del primer Roland Barthes, Todorov, Greimas y Kristeva, entre los más destacados y primeros seguidores fieles de una estructura epistemológica que había que cumplir como parte de una larga y sinuosa tradición que venía del formalismo ruso, pasando por la Escuela de Praga. Las visiones primeras consisten en mostrar que lo teatral es un discurso, una seña de identidad con su conjunto de funciones, muchas extralingüísticas, como su carácter espectacular, donde ya coloca el diálogo con Pierce, para construir lo que llama la referencialidad teatral. Sigue las rutas de la complejidad y va hacia un terreno árido, complejo, polémico: la recepción teatral, y ahí explora las diversas teorías que van de los alemanes precursores a los franceses e ingleses, para explicar también que la función de la recepción y la lectura poseen unos ejes actanciales que consisten en que el texto mismo, la puesta en escena, la representación, posee un lector implícito y esa es una de sus funciones. El logro del libro y el espíritu que lo nutre es el cierre, con un ensayo sobre las teatralidades postmodernas, la desconstrucción y la escritura rizomática. Sitúa su noción de teatro moderno y postmoderno para ofrecer un panorama polémico también, riesgoso e imaginativo de la teatralidad en Latinoamérica. Semiótica del teatro es un libro obligado en todos los sentidos, un viaje del que ya no se regresa idéntico a sí mismo •

Alonso Arreola @LabAlonso

Fratta. Nubosidad variable

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IEZ, QUINCE, VEINTE... Son muchos los discos que aguardan digitalmente en el folder de Pendientes de nuestra computadora. Tantos como los que se acumulan en un sitio especial del escritorio, editados físicamente por artistas interesados en un eco diferente. ¿Cuál masticaremos hoy? Tratando de ser justos nos remontamos meses atrás y de pronto... está decidido. Hay uno que hemos abordado dos o tres veces y que siempre exigió una escucha especial que todavía no hemos otorgado: Nubosidad variable, de Fratta. Tenemos una deuda con él. Es el sexto álbum del compositor y multiinstrumentista guatemalteco –avecindado en México hace muchos años– cuya elegancia siempre nos ha causado gusto y respeto. Se trata de una colección de nueve temas que podríamos clasificar dentro del mejor pop experimental de nuestra ciudad. Desde su apertura con “Oficio”, Fratta exhibe dos ejes de la obra entera: la temática amorosa y el poder acuático de ritmos con acentuación atípica. Emparentada con “Agradecer” (tercera del disco), su matemática propone una suerte de vals roto por la suma de tres más cinco. En ambas letras, además, se establece un compromiso cariñoso de alta fidelidad. La segunda, “Alúmbrame”, guarda otro tipo de mecanismo que alterna compases de siete y nueve octavos, pero de manera natural, sin forzamientos innecesarios. Llegados a este punto, lectora, lector, vale decir que la música de Jorge Fratta fluye evadiendo falsas pretensiones. Digamos que su complejidad es un reflejo natural y no un envanecimiento fatuo. Ello hace que se deje pulsar con una sabia ligereza. Más introspectiva, “Una ventana por cada canción” es franca en sentido y soledad. Representa la llegada de la noche, algo de sufrimiento en un trabajo que es preeminentemente positivo, pese al cielo nublado. Escindiendo la obra por la mitad, “Ofrenda” es un juego de guitarra

BEMOL SOSTENIDO y voz, corazón alrededor del cual parece desarrollarse el concepto líquido y estacional del disco. Así lo dicta su letra. “Solsticio”, empero, regresa a una dotación en donde brillan la contención del extraordinario baterista Luis Ledesma y del prolífico guitarrista Santiago Ojeda. Su letra juega presentando una estampa estrafalaria en que se funden paisajes naturales, acciones, animales y elementos de la urbe humana. “Tiempo para armar”, balada reflexiva llena de pulidas aliteraciones, propone la posibilidad de autoconstruirse a partir de la incongruencia, mientras que “Álbum con fotos” dialoga con Julio Cortázar, escritor argentino cuya voz se presenta en una introducción fantasmagórica: “La ver-

dadera cara de los ángeles es que hay napalm y hay niebla y hay tortura. La cara verdadera es el zapato entre la mierda, el lunes de mañana, el diario. La verdadera cara cuelga de perchas y liquidación de saldos.” En ella sucede un rock con visos de latin funk cortesía del percusionista Rafael González, y en donde destacan los solos de guitarra de Gustavo Jacob. El viaje termina con la más breve de las composiciones, “Paramos sin parar”, un poema de voz y teclados que sobrevuela al arrepentimiento. Integrada a los experimentos verbales que la preceden, en ella observamos un rasgo constante de Fratta: equilibrar el misterio de su pluma con la efectividad de una música que se deja sentir y disfrutar sin dificultades. Los ganchos melódicos de su voz subrayan, además, la experiencia que ha tenido como músico de sesión y acompañamiento de numerosos colegas y entertainers que se han apoyado en su talento. De Timbiriche a Joaquín Sabina pasando por Julieta Venegas y Benny, el lenguaje de Fratta sabe expresarse con trajes variopintos, todos efectivos y atrayentes. Producido con el dinero de 181 fondeadores que lo apoyaron a finales de 2016, Nubosidad variable representa el regreso de una voz necesaria en el panorama mexicano. Otrora miembro de los grupos Ninot y Casino (sí, de los míticos que tocaban en Rockotitlán), Fratta ha editado también los muy recomendables discos Romántico desliz (1993), La espuma de los días (1998), Realidad (1999), Motel (2002) y Malafama (2008). Dicho esto, es verdad que nos tardamos en recomendarlo, pero en estos días de nubarrones y relámpagos hemos decidido bajar la velocidad, contemplar el paso de las lluvias con otra perspectiva. Es así que Nubosidad variable puede nacer cualquier día; sin embargo, resulta perfecto cuando el cielo se derrama con la inclemencia de estas semanas. Póngase el impermeable, tome el paraguas y búsquelo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos • Fratta


ARTE Y PENSAMIENTO ........

16 de julio de 2017 • Número 1167 • Jornada Semanal

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Jorge Moch Verónica Murguía

tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

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ACE UNAS SEMANAS, gracias a una relectura de la Ilíada, confirmé que no sé nada acerca de los ingredientes sibilinos que conforman un bestseller. Es un misterio impenetrable. Por una parte, todos sabemos que hay bestsellers que no valen el papel en el que han sido impresos: El código Da Vinci, Crepúsculo, Cincuenta sombras de Grey, etcétera. Por otra, están los bestsellers que se han ganado su lugar en el librero por razones artísticas, por ser buena literatura: la obra entera de García Márquez, Pedro Páramo, de Juan Rulfo, que me alegra ver entre los más vendidos en Gandhi, así como El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, Las batallas en el desierto, de José Emilio Pacheco y Noticias del Imperio, de Fernando del Paso. Todos en la lista de popularidad de esta semana. Por supuesto, hay colados inexplicables. Entre Orwell y Victor Frankl está el libro Padre rico, padre pobre, de Robert Kiyosaki, hasta donde entiendo, una especie de manual para pensar como un junior emprendedor. No faltan los libros de autoayuda, los negros del arroz. Y tampoco l o s d e f a l s a s o c i o l o g í a mexicana; pero no impor ta, en la lista de popularidad están varios de nuestros mejores escritores. La lista de The New York Times es más arcana. Se mezclan títulos formidables c o n libros que siguen un patrón predecible, mal escritos, peor pensados y sosteni dos por campañas publicitarias aplastantes. Algunos de los mejores libros están en un segundo aire gracias a la televisión, como la novela distópica El cuento de la criada, de Margaret Atwood, publicado con éxito merecido en 1985 y convertido ahora en el emblema de las amenazas que representa el esperpéntico gobierno de Estados Unidos; también está el caso de Juego de Tronos, pues el pobre de George Martin –sí, pobre, aunque hbo le haya pagado millones– no pudo terminar su serie, cuya primera entrega llegó a las librerías en 1996 y que ahora continúa sólo como programa de tele. Estos títulos suelen estar revueltos con autores que tienen dos y a veces tres novelas en el stand de “más vendidos”: John Grisham, Dean Koontz, James Patterson, Norah Roberts y Paulo Coelho. Los he leído a todos y son intercambiables, relatos genéricos que mezclan la aventura con el romance y que terminan obligatoriamente con final feliz, no importa si son policíacos, legaloides, new age o romances. Lo que pasó con la relectura de la Ilíada me puso a girar. La releí y quedé como siempre, pasmada y melancólica. Pasmada por la belleza y triste porque todos pierden vida, razón y dignidad en esa guerra tan hermosamente contada. Es una auténtica lección sobre la naturaleza humana, la violencia y su degradación, sobre el dolor y la locura. Suelo, después de cada inmersión en ese mundo, leer todo lo que se me atraviese y que tenga relación con Homero. La vez pasada fue Achilles, de Elizabeth Cook, un delgado volumen de poemas en prosa que me pareció maravilloso. Ahora me di de narices

con La canción de Aquiles, de Madeline Miller, una bobalicona novela en la que Patroclo, convertido en un pacifista, es el narrador. Aquiles se mete en su cama, lo despierta con besos en la nariz, juntos hacen jabón de aceite de oliva (el jabón fue inventado siglos y siglos después), comen yogurt y se educan con el centauro Quirón ¡en una caverna de cuarzo rosa! Tetis, como en El aro, tiene la esclerótica negra y la piel azul. Además, como si fuera una señora de Provida, odia a Patroclo por ser amante de su hijo. Esta versión políticamente correcta y cursi de la Ilíada me pareció un desastre. Entré en internet a ver qué podía aver iguar y en G oodreads comprobé que tiene 4.27 de puntuación promedio –lo más es 5– y 56 mil una opiniones. La Ilíada tiene, y me dio el ataque, menos puntuación: 3.83, aunque hay 269 mil 789 opiniones. Personas con faltas de ortografía y una idea disneylandesca de la épica le ponen peros a Homero y le dan las palmas a Miller. Me asomé a ver la puntuación de Cincuenta sombras de Grey. Tiene 3.67 y más de un millón de opiniones, mientras que Macbeth tiene 3.88 y medio millón de entradas. Si no contara la calidad de los lectores, que sí cuenta, aunque no se puede medir, ahí se irían dando un quién vive Shakespeare y e. l. James. Los siglos ya dieron su veredicto, el que vale. Homero cantó la cólera de Aquiles en el siglo viii ac. En doscientos años no estaré aquí, pero si algo queda, Homero perdurará y de Miller se habrá olvidado todo •

L

AS DE NUEVO LAMENTABLES escenas del dizque presidente y dizque canciller mexicanos en Hamburgo, durante la reunión del g20, en que ni Enrique Peña Nieto ni Luis Videgaray Caso escucharon –según ellos– a Donald Trump replicar en sus carotas que considera, tozudo e imbécil, que los mexicanos debemos pagar por su muro de odio y racismo, ese demasiado largo instante de tan incómodo silencio en la salita aquella de color azul, constituyen una de las más grandes humillaciones públicas que yo recuerde que le hayan sido asestadas a ningún presidente mexicano. A cuadro, en televisión internacional y ante pregunta expresa de una periodista extranjera. Como bien apunta mi querida Sanjuana Martínez en su texto de SinEmbargo del lunes 10, Peña prácticamente dejó de gobernar hace tiempo y solamente “nada de muertito”. Pero nos arrastra en su desprestigio. Las escenas de la foto de todos los presidentes, aprovechando esos mom e nto s p a ra e s t a b l e ce r f u g a ce s acuerdos y charlas por venir, muestran en efecto a un Enrique Peña solo, confuso, perdido. Aislado. Ignorado por sus pares. Ser un presidente así debe ser todo lo contrario a los falsos glamur o chabacanería que luego vemos en los anuncios promocionales de su imagen. Porque en realidad, nadie que no quiera sacarle algo se le acerca. El presidente de México se ve tan solo fuera de México como dentro de él. Y lo mismo aplica para su mujer, quien como otra vez señaló oportunamente Sanjuana, brilló casi todo el tiempo por su ausencia, quizá porque se fue de compras, aprovechando el viaje. Que nosotros pagamos. Llama mucho la atención por ejemplo que por protocolo la llegada de los mandatarios a la reunión inicial del g 20 la hacen siempre acompañados de sus cónyuges, pero Peña llegó con Videgaray. Según versiones que recogió Sanjuana, Angélica Rivera vive con miedo de nosotros, los mexicanos, de nuestras protestas y reclamos a su frivolidad y omisión ante las atrocidades que ha cometido su mazacote, y de que esas protestas y reclamos la alcanzan donde quiera que va; y no cuesta mucho trabajo imaginarla haciendo mohín caprichoso: “No voy y hazle como quieras.” Hemos visto varias escenas de públicos desencuentros de la pareja (aquella a su llegada a Inglaterra, hace unos años, en que se ve a Peña evitando darle el brazo a la Gaviota, o aquellas del balcón de Palacio Nacional, de un 15 de septiembre no muy lejano, de discusiones entre dientes y muecas de mal disimulo). Como se pregunta Sanjuana, quién sabe si vayan a seguir juntos cuando por fin acabe este sexenio maldito. Yo agregaría que dudo que sigan juntos ahora mismo. Más parece que guar-

dan apenas algunas apariencias. En fin. En realidad, eso es algo sin importancia. Volviendo a ese crisol de incomodidades y evidentes cobardías de los “representantes” mexicanos (jodidos, muy, pero muy jodidos debemos estar para que esos mandriles apáticos nos “representen”) tragando pinole en esa salita rabiosamente azul, la palabra, la entonación, el tono y el volumen de la respuesta de Trump fue, en todos esos ámbitos, tajante y sonora. Absolutely, dijo Trump. Que en inglés es una manera categórica de decir que sí. Mucho más tajante que un simple yes. Lo escuchó la reportera, que estaba en el extremo opuesto de la sala (y no sentada junto al presidente gringo, como sí estaba Peña, ni en una fila contigua, como estaba inmediatamente al lado Videgaray). Lo escucharon intérpretes y ayudas. Lo escucharon todos los miembros de la delegación estadunidense. Lo escucharon, fuerte y claro, todos los representantes de la prensa allí presentes. Y lo escuchamos fuerte y claro también millones de personas en México y el mundo que hemos visto y repetido esas escenas vergonzantes en televisión, pero sobre todo en redes sociales, porque las televisoras mexicanas y no pocos medios oficialistas fueron corriendo a lavarle la jeta al sátrapa y tratar de justificar su absurda, súbita, momentánea y al parecer muy conveniente sordera. Peña, como suele hacer, terminó empeorando todo aduciendo luego, ante las críticas, que el sonoro ladrido de Trump no pasó de un murmullo. Lo que no es murmullo sino clamor nacional, es que queremos su renuncia. Que se vaya por indigno, por medroso, por cobarde y poca cosa. Hablando sólo en términos de diplomacia y geopolítica, concepto s d e l o s q u e ev i d e nte m e nte e l señor Peña y su chicharito no saben ni papa. Sin contar desde luego el desastre nacional •

CABEZALCUBO

Murmullos, murmullos…

LAS RAYAS DE LA CEBRA

La misteriosa popularidad


........ ARTE Y PENSAMIENTO O

Jornada Semanal • Número 1167 • 16 de julio de 2017

Luis Tovar

Javier Sicilia

@luistovars

Ariel 59

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E

N 1928, LANZA DEL VASTO, entonces estudiante de filosofía en Florencia, se topó con el Evangelio y con la primera biografía de Gandhi, Gandhi de Roman Rolland. Aquellas enseñanzas llegaron a esas zonas profundas que hacen que un ser humano dé un giro de 360 grados, un giro que la tradición cristiana y el propio Lanza llaman “conversión”, cuyo significado es “transformarse, hacerse distinto” o, más sustancialmente,“dar totalmente la vuelta”. Abandonó entonces su vida de confort y, como lo dice el Evangelio, se echó a caminar con un bastón y unas sandalias. ¿Qué buscaba? Lo esencial en un mundo que se abría al entusiasmo industrial y se preparaba para la guerra. Poeta, filósofo y artista, tenía tras de sí un par de libros de poesía, una tesis inconclusa, que más tarde reescribiría bajo el título La trinidad espiritual, y varios cuadros y esculturas. Vivía de pintar retratos y de alquilarse por un par de comidas en las granjas. En aquellas caminatas a lo largo del sur de Italia comenzó a redactar un conjunto de aforismos que concluyó en 1938 dura n t e s u v i a je a India y su encuentro con Gandhi, y que publicó en 1945 bajo el título Principios y preceptos de retorno a la evidencia, con un subtítulo que podría haber escrito David Thoreau, el padre de Tolstoi, de Gandhi y, en cierta medida, del propio Lanza: Elogio de la vida simple. Lo que dice ese libro, escrito con el peso de la reducción voluntaria de su autor a una vida simple y al balanceo sobre sus pies –“Reduce tus deseos a tus necesidades y tus necesidades al mínimo”, escribe en él, y “Honesto es aquel que genera una relación entre lo que toma y lo que devuelve”–, es que la vida buena, la vida verdaderamente humana y libre es aquella que al renunciar a las dependencias y las prótesis industriales, y al poner un coto a las ambiciones y al espíritu de lucro, te lleva, a partir de renunciar a la maquinaria heterónoma, al trabajo manual, a la vida comunitaria y al servicio. Libro que antecede como un anuncio a La convivencialidad, de Iván Illich (1973), la claridad que Principios y preceptos de retorno a la evidencia descubre no sólo es la del sentido común, extraviado bajo capas y capas de las riquezas ilusorias de la modernidad, sino de esas verdades que, como decía Gandhi de su propia enseñanza, “son tan viejas como los cerros”. Para recuperarla, dice Lanza, hay que convertirse, y para convertirse hay que ejercitarse espiritualmente. Así, escribe:“Si desapruebas la mentira, deja la ciudad. Si desapruebas la banalidad, no leas los periódicos [habría que agregar, renuncia a la televisión, al Twitter, al Facebook]. Si desapruebas la fealdad del siglo, arroja de ti lo que viene de una fábrica. Si desapruebas las carnicerías, deja de comer carne. Si desapruebas el burdel, mira a todas las mujeres como a tu madre. Si desapruebas la guerra, no aprietes nunca los puños. Si desapruebas la miseria, despójate libremente”. O, como lo diría también Gandhi: “Si quieres combatir la miseria cultiva la pobreza.”

CASA SOSEGADA

Retornar a la evidencia

Lanza del Vasto

Hoy, bajo la profunda y grave crisis civilizatoria que vive el mundo y bajo el desastre de corrupción, miseria, podredumbre y criminalidad que vive México, leer Principios y preceptos de retorno a la evidencia y La convivencialidad, de Iván Illich, es recuperar no sólo la evidencia, sino, por lo mismo, un camino y una salida al atolladero en el que estamos. Al poner la marcha, el caminar, como un símbolo contra el industrialismo –Gandhi eligió la rueca–, el libro y la experiencia de Lanza, no sólo revelan la dignidad y las proporciones verdaderamente humanas, sino también el vínculo con la temporalidad y con la naturaleza y sus ritmos que la modernidad rompió. De allí esta poderosa crítica a la sociedad urbana, centro en el que, bajo el parasitismo, el hacinamiento, la prisa y la violencia, la evidencia se oculta y se olvida:“¿Qué cosas necesarias producen las ciudades?/ ¿Producen el trigo del pan que comen?/ ¿Producen la lana del vestido que usan?/ ¿Producen leche, producen huevo?/ ¿Producen fruta?/ Producen cajas. / Producen etiquetas./ producen precios./ Producen política./ Producen propaganda./ Producen ruido./ Nos quitaron el oro de la evidencia y lo extraviaron.” Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar, a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia y juzgar a gobernadores y funcionarios criminales •

La 4 a. Compañía

L PASADO MARTES 11 de julio se llevó a cabo la quincuagésima novena entrega del Ariel, el premio cinematográfico más importante que se otorga en México. Como rezaría una nota clásica, la gran ganadora de la noche fue La 4ª. Compañía, codirigida por Amir Galván y Mitzi Vanessa Arreola, que se llevó diez trofeos incluyendo los de mejor película, edición, actor, actor de cuadro –para Adrián Ladrón y Hernán Mendoza, respectivamente–, sonido, vestuario, diseño de arte, maquillaje, así como efectos especiales y visuales. Los siguientes filmes con más triunfos fueron Tempestad, con sendos Arieles por mejor dirección para Tatiana Huezo y fotografía para Ernesto Pardo, además de que ganó como largometraje documental, y Almacenados, de Jack Zagha, que también se llevó tres Arieles: por guión adaptado para

David Desola, y mejor actor –ex aequo con el referido Adrián Ladrón– para José Carlos Ruiz, así como coactuación masculina para Hoze Meléndez. Por su parte, El sueño del Mara’akame, de Federico Cecchetti, fue la mejor ópera prima y Emiliano Motta obtuvo el Ariel por mejor música original. Asimismo La caridad, de Marcelino Islas, ganó dos Arieles en las personas de Verónica Langer y Adriana Paz, como actriz y coactuación femenina, respectivamente. Con un Ariel cada una, Maquinaria panamericana ganó por guión original –coescrito por Joaquín del Paso y Lucy Pawlak–; Martha Claudia Moreno, de Distancias cortas, ganó como actriz de cuadro; María Evoli como revelación femenina por Tenemos la carne; y Paco de la Fuente como revelación masculina por El Alien y yo. Por último, cortometraje de animación fue para Los aeronautas, de León Fernández; cortometraje documental para Aurelia y Pedro, de Omar Robles y José Permar, y cortometraje de ficción para El ocaso de Juan, de Omar Deneb Juárez.

De canibalismos y otros tribalismos Es muy probable que, de los nueve largometrajes y tres cortometrajes que ayer obtuvieron al menos un Ariel, el lector de estas líneas haya visto acaso uno o dos, o de plano ninguno, y la culpa de que así sea por supuesto no puede ni debe achacársele a la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (amacc), otorgante los premios, pero tampoco a los filmes ganadores. La condición semiclandestina del cine nacional se debe por completo al desinterés, la impericia, la actitud convenenciera, el entreguismo y el conformismo, entre otros defectos graves, de quienes deberían poner lo mejor de sus empeños en que la situación fuese muy distinta. Apúntense entre los responsables, primero, a las “autoridades” de diversos órdenes –hacendario, legislativo, cultural–, que hace veintitrés años literalmente sacrificaron al cine nacional en el

altar comercial del tlc. Pónganse a continuación los beneficiarios directos de dicho suicidio cultural, es decir distribuidores y exhibidores cinematográficos, que se entregaron alegremente a la difusión masiva e interminable de cuanta basura, estadunidense casi al cien por ciento, les dejara el máximo de ganancias, sin que para lograrlo les importara pasarse por el arco del triunfo una legislación que debe provocarles risotadas, para no hablar de algo tan o más importante llamado identidad nacional y cultural, o idiosincrasia, conceptos que claramente ni por asomo conocen, como se supone que sí deberían conocer –iluso que es uno a veces– toda suerte de comentadores, glosadores, recomendadores y escribidores cinematográficos, tan amoldados al estado actual de las cosas que, a la hora de los Arieles y a todas horas cuando se trata de abordar al cine mexicano, sólo alcanzan a proferir la misma retahíla de cacayacas, monótona y cansina, por cierto alentada por un afán comparativo totalmente absurdo. Es verdad: a La 4ª. Compañía, máxima ganadora del Ariel 59 y estupenda cinta, la hemos visto poquísimos porque no ha sido estrenada comercialmente, pero lo mismo sucede con las otras ocho producciones, estrenadas o no. Parafraseando al maestro José Carlos Ruiz –que fustigó a la clase política cleptocrática al decir que no sabemos a dónde va a parar el dinero pero sí sabemos–, este juntapalabras no sabe, pero sí sabe, a quién le vendió su alma cinéfila Unosyotros: a una pereza intelectual que huye de las fatigas de la construcción colectiva de cultura, en este caso cinematográfica, idea por cierto implicada en el lema de la amacc (Re/conocernos). Para el perezoso Unosyotros siempre será más fácil y redituable “cantar” en otra clave de Re: re/petir, re/producir, re/incidir, re/ fritear, re/gurgitar, lo que se les dicte: hoy un superhéroe y mañana otro; esta semana un re-make y la que viene uno más. Allá él •

CINEXCUSAS

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CRÓNICA

I No quieres que termine. Deseas llenarte de esos sonidos, atrapar la escenas que transcurren frente a tus ojos, cerrarlos para perpetuarlas, recrearlas luego, una y otra vez, tal como las que revives ahora, de aquel día de 1987, en que vagabas por el tianguis de la colonia San Felipe y de repente estabas frente a una caja de cartón que contenía algunos discos, entre los que encontraste The Joshua Tree, en esos días la producción más reciente del cuarteto irlandés u 2. En la radio habías escuchado With or Without You, primer sencillo del álbum de 33 rpm , y tenías el antecedente de otros dos, extraordinarios: War (1983) y Unforgettable Fire (1985), de los que esta noche los músicos eligieron cuatro temas para dar inicio a la celebración que nos tiene aquí reunidos en el at & t Stadium: conmemorar los treinta años de aquella propuesta musical. Así, el emocionante recorrido empieza con “Sunday Bloody Sunday”, seguido por “New Year ’s Day”, a las que, como si fuera un largo poema cantado, encabalgan versiones portentosas de “Bad” y “Pride (in the name of love)”, números que fueron interpretados sobre la sombra de un extraño árbol, propio de climas calurosos. Al terminarlas, sobre una pantalla, aparecen las imágenes impresionantes de una carretera que, ni duda cabe, es la misma que atraviesa de uno a otro punto The Joshua Tree, el parque desértico en California. Al verla, quieres correr y esconderte allá, donde las calles no tienen nombre, en esos barrios pobres que puede haber en cualquier parte del mundo. En esos laberintos de todos lados en los que reiteradamente escudriñas pero no encuentras lo que estás buscando. Y tienes que refugiarte de nuevo en los recuerdos de hace treinta años, cuando en México se vivía una impresionante sequía de conciertos. Lo más cercano que llegaba u 2 era precisamente a Texas. Una estación de radio del otrora df –rememoras– lanzó una convocatoria para ganarse un par de boletos que serían el salvoconducto para llegar a Houston y disfrutar, ni más ni menos, de un concierto que promocionaba El árbol de Josué, la quinta producción en estudio de u 2, que por un poco más de 360 meses nos ha deleitado con piezas que son más que clásicos, como la que llegó en seguida: “Hay

16 de julio de 2017 • Número 1167 • Jornada Semanal

U2: treinta años del álbum The Joshua Tree Saúl Toledo Ramos una espina clavada en tu costado; estoy esperando, pero no puedo vivir contigo o sin ti”… No ganaste las entradas de aquella vez; se fue tu oportunidad. En medio de una lluvia hiriente viste un resplandor naranja. Si hubieras tenido una arma, habrías dispara hacia arriba, para abrir el cielo azul. Al año siguiente llegó a dos o tres salas nacionales Rattle and Hum (Phil Joanou, 1988), documental que ofrecía tomas de algunas presentaciones de aquella gira en Estados Unidos. Corriste al cine Tepeyac, cerca de la basílica para, al menos de esa manera, ser parte de aquella experiencia. ii

Hubieras querido que fuera mejor pero la realidad es otra: el sonido es un desastre, el eco se empalma con el eco y así la música es poco disfrutable. Parece que no hay ingeniero capaz de solucionar tal problema, pero a estas alturas ya es lo de menos. Tu voz, la de la muchedumbre y la de Bono, son una en el interior de la caverna. Vienen las cuatro piezas centrales del long play, probablemente en las que el letrista llegó a uno de sus momentos cumbres de creatividad poética: “Running to Stand Still”, “Red Hill Mining Town”, “In God’s Country” y “Trip Through Your Wires”. Subirse a ese tren de vapor, salirse del diluvio, saber que las líneas son largas y que no hay vuelta atrás. Dormirás bajo un cielo desierto y el sueño será como una droga; se escuchan truenos en la montaña; hay una nube de lluvia en el cielo desierto… La banda completa la figura del árbol con “One Tree Hill”, “Exit” y “Mothers Of The Disappeared”. Fuerte y bella esta última; universal, idónea para ilustrar sucesos terribles, como los acontecidos en Ayotzinapa: Media noche, nuestros hijas e hijos fueron abatidos, nos los quitaron. Oigan el latido de su corazón… iii

Al iniciar el primer encore se proyectan los ojos de Omaima Hoshan, la joven siria que actualmente vive en un campamento para refugiados en Jordania. Ha emprendido una tenaz lucha para que no se obligue a menores de edad

a ser entregadas en matrimonio. Una voz en off le pregunta que si algunos miles de personas se reunieran en un estadio para un concierto y ella pudiera dirigirse a ellos, ¿qué les diría? Contesta: “Que quiero ser feliz y quiero que ustedes lo sean. Quiero que la gente pueda cumplir sus sueños. Quisiera ir a América (sic) porque es un país de libertad y de sueños cumplidos.” La audiencia no regatea la ovación a tales palabras; excepto una pareja que acepta ser ilegal. “Lo pensamos mucho antes de venir. Vivimos en Austin y ya teníamos los boletos. Luego de que los compramos, el gobernador firmó la ley sb 4 (que obliga a uniformados locales a hacer trabajos de agentes de migración). Todavía nos falta el regreso y tenemos miedo de que nos vaya a parar la policía, nos pida papeles y nos eche a migración. Desde que entró el nuevo presidente, esto no tiene nada que ver con libertad. Bono no sabe lo que es vivir con este miedo.” Suena “Miss Saravejo” mientras se ven trozos de la vida cotidiana en el refugio habitada por Omaima. Luego viene “Ultraviolet (light my way)”, acompañada por retratos de destacadas mujeres en distintos terrenos, de varias puntos geográficos y de casi todas las épocas (ninguna mexicana, por cierto). La producción decidió incluir, entre otras, las estampas de Condoleezza Rice, Laura Bush, Michelle Obama y Hillary Clinton. Curioso, aquí en Texas, estado republicano por antonomasia: cuando aparece la fotografía de esta última, el edificio casi colapsa por tanto aplauso; al parecer, la añoran como presidenta… iv

Para despedirse, u2 obsequia “One” y “I Will Follow”, la más antigua de todas las tocadas (1980). Mientras abandonas el estadio recuerdas que u 2 llegó por primera vez a México en 1992, cuando ofreció cuatro conciertos memorables en el Palacio de los Deportes durante el Zoo tv Tour. Y volverá en octubre 3 de este año –casi un cuarto de siglo después de aquella ocasión– para continuar con la celebración de The Joshua Tree. Mientras, tú, con el grupo de cincuentones que abarrotó esta noche el lugar, te aferras con nostalgia a un pasado que sonaba mejor y diferente •

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