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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 16 de octubre de 2016 ■ Núm. 1128 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

GARRO

Elena

en su siglo

Juego y poesía: el teatro de E lEna G arro

MiGuEl ÁnGEl QuEMain

La piedra negra y el poder libertario de E lEna G arro

antonio VallE BorGEs y las mujeres, entre el rencor y el deseo

El límite de la felicidad

Un viaje París-Oaxaca


Fabrizio Andreella fabrizio108@yahoo.com

El límite de AL INVENTAR NUEVOS MIEDOS SE CREAN NUEVAS NECESIDADES. “COMPRAR NO CAUSA SATISFACCIÓN NI PERFECCIÓN”. Aunque no ha faltado nunca quienes lo discutan o redondamente lo rechacen,

Mientras no posea todo, el hombre no posee nada,

y salvo pruebas contundentes en

ya que en toda posesión sólo sentimos límites

contrario, Elena Garro es la escritora

N. Gómez Dávila, Escolios

mexicana más importante después de Sor Juana Inés de la Cruz y el siglo XX fue definitivamente suyo en tanto autora de una obra diversa, sólida y exquisita, que abrevaba lo mismo de la historia que de las llamadas alta y baja cultura, y se manifestaba en prácticamente cualquier género: poesía, narrativa, ensayo y, en particular, dramaturgia. En su caso, y para mal, más que los textos emanados de su intelecto poderosísimo ha pesado en el ánimo general el contexto convulso que a Garro le tocó vivir, así como las compañías vitales por ella elegidas. Con los textos de Miguel Ángel Quemain y Antonio Valle celebramos el primer centenario de esta autora fundamental, pero sobre todo buscamos abonar en contra del prejuicio que ha hecho de ella una suerte de brillante desconocida.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

U

I

no de los mitos más resplandecientes de nuestra época es la posibilidad de vivir una vida sin límites. Sea lo que sea que quiera decir esa aspiración un poco imprecisa (y tal vez por eso muy excitante), el culto a lo ilimitado es hoy motor y territorio del consumo espectacularizado que canaliza el natural deseo del hombre de superarse y entretenerse hacia el reino de los bienes serializados. Es un deseo que así transforma la ausencia de límites en una fácil declaración de intenciones dado que el deseo, para poder seguir existiendo, necesita dos condiciones esenciales: 1. Estar siempre a la búsqueda de un límite, exigir la identificación de un límite más allá del cual ubicar su satisfacción; 2. Disponer de un sobrante de energía en un curso insuficiente para contenerla gracias a la cual crece y se desarrolla. Vivir una vida sin límites significa entonces fundar la existencia sobre una búsqueda insistente o una invención maliciosa de nuevos límites para poder emplear la vida misma y la energía acumulada en el esfuerzo de sobrepasarlos. Como no es el límite el objeto del deseo, sino el hecho de sobrepasarlo, así no son los bienes nuestro objetivo real, porque lo que efectivamente ambicionamos es nada más consumirlos para poder desear otros más. Vida sin límites es entonces solamente un eslogan eficaz para promover el consumo espectacularizado de productos materiales e inmateriales, es un velo de imprudencia y osadía que cubre la mediocridad de cualquier acción que se reduzca a consumo, ya que la banalidad de la satisfacción consumista no aguanta el pasar del tiempo y no se transforma en experiencia de vida. II La fuerza del mito de la vida sin límites está en el hecho de que cada quien puede construírsela libremente gra-

cias a productos y prácticas que el sistema del consumo se encarga de introducir en el mercado. Claro, el shopping compulsivo no solamente de productos, también de sueños, proyectos, experiencias, relaciones, crea un preciso orden disciplinario cuando transforma el individuo en un guardián –entonces ocupado en una tarea y obligado a una limitación espacio-temporal– de aquellos objetos de los cuales se rodea para construir su identidad. Ese aspecto coercitivo se torna más sutil y penetrante cuando el consumidor se exalta –mucho antes de identificar el objeto de su deseo– simplemente saboreando su capacidad adquisitiva potencial. Es la sensación preferida de los muy ricos, que no pueden más disfrutar de la compra en sí porque ya es una experiencia aburrida, pero gozan el hecho de poderla hacer. Ese goce inmaterial es la “espiritualidad del dinero” y es burdamente llamada poder. Sin embargo, en un ambiente emocional que se caracteriza por la excitación reiterada de la cual depende el consumidor asiduo, estos aspectos represivos de la pedagogía social que impone el consumo se mimetizan perfectamente. La incontinencia emocional promovida por el consumo, entendido, en su forma espectacularizada, no tanto como instrumento para disfrutar la satisfacción de una necesidad, sino como estilo de vida y mensaje simbólico que oculta la insatisfacción anímica, nace de una incauta equivocación de la felicidad, entendida ésta como simple adquisición de piezas que faltan a una supuesta perfección satisfactoria. Pero esta incomprensión es funcional a la creación de consumidores suficientemente infelices para que tengan que desear el mundo prometido por los bienes en el mercado. III La felicidad es un mecanismo muy simple que suspende la tensión del deseo. Si se está dando una experiencia de consumo parece asomarse, pero ese estado decae cuando el objeto ha sido consumido. La conclusión del consumo puede ser provocada por agotamiento del objeto que ha prometido la felicidad o por agotamiento del placer provocado. En ambos casos el objeto deseado no tiene más la ca-

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Portada: La brillante desconocida

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la felicidad pacidad de atracción y ya no logra monopolizar la atención del sujeto anhelante. Luego, terminado el placer, el deseo recupera su soberanía. Y la infelicidad retoma el mando. Si la felicidad es la suspensión del deseo y si el deseo nace de la percepción de un límite, entonces es el límite que impide la felicidad. Pero para la felicidad, ausencia de límites no puede significar, como nos

nómico ilimitado. Aun deteriorado por la crisis sistémica del capitalismo globalizado, este mito productivo, linfa vital del consumo como ideología, es difícil de demoler, porque la admisión de su carácter ilusorio implica la asunción de la peor responsabilidad posible: la del fracaso, no tanto de lo que somos como de lo que profesamos. Por eso todos los partidos políticos declaran con

seis días, cuando Yahveh encontró en el hombre el límite a su creación. La voluntad creadora, que hoy es la simple expresión psicomorfa de la técnica, ha tomado la delantera sobre cualquier otra intención y se ha vuelto un proceso imparable que se autodestruye. La vida sin límites de los individuos y el crecimiento ilimitado de la economía se insertan, entonces, en el juego más grande e incontrolable de creaciones y destrucciones cíclicas originadas por el hombre que la técnica ha potenciado y acelerado. Sin embargo, el crecimiento ilimitado como condición esencial para la sobrevivencia del sistema demuestra su falsedad mucho antes de la crisis general del sistema mismo. Lo hace demostrando que más allá de un cierto límite, el crecimiento requiere, exige de los consumidores que se deshagan de las mercancías y disipen las pasiones que tienen –sin importar si siguen funcionando– para que la productividad siga adelante. Vivimos para consumir y consumimos para que el sistema económico del consumo siga viviendo. VI

hace creer la cultura consumista, sobrepasarlos incesantemente, porque esa actividad se revela como el inútil corte de las cabezas de la Hidra. La ausencia de límites es el umbral hacia la felicidad solamente cuando es la expresión del rechazo a priori de toda carencia y de una tierra prometida, y de la renuncia a aquella mirada que crea límites para superarlos, desencadenando así la tensión del deseo sumiso al resplandor de un objeto. IV La vida sin límites es la figura mitológica individual que corresponde a la colectiva del crecimiento eco-

términos y acentos diferentes lo mismo: que para salir de la crisis económica hay que construir las premisas para que suban los consumos, que la economía no puede marchar si la gente no compra. Conceptos que revelan la reducción del bienestar a lo que el sistema capitalista nos ha dado, es decir, el papel de engranajes en una maquinaria que exige nuestra participación psicoeconómica a través del consumo obligado de mercancías materiales e inmateriales. V Hasta ayer, el vigilante de una creación que el hombre esculpía sin correr el riesgo de destruirla, era Dios. Dios era el responsable del destino de la realidad. Hoy, al contrario, nosotros somos los dioses de este mundo porque somos los únicos que podemos destruirlo o salvarlo. El problema es que, a diferencia del Dios bíblico, no podemos parar nuestra creación después de

Que vuelvan a surgir los consumos es la receta gatada que todo hombre político repite como un mantra. Pero ¿qué quiere decir realmente? Que hay que inventar nuevas necesidades. ¿Y cómo? Inventando nuevos miedos y entonces nuevas seguridades alcanzable con nuevos bienes en el mercado (armas, seguros, psicofármacos, productos financieros); inventando nuevas normas y entonces nuevas certificaciones (del Iso9001 hasta programas escolares siempre más exigentes). Incrementar los consumos es la terrible admisión de nuestro destino como engranaje de una maquina acéfala. Aquí son evidentes los perfiles de esa fiera brutal que los griegos temían mucho: la desmesura. Hoy es una desmesura que se revela como pérdida del límite no solamente del hombre, sino también de su creación, la técnica, que ha llegado a la plena independencia en la gestión de sus horizontes. El pecado original de la técnica contra el hombre es similar a lo del hombre contra Dios: la rebeldía de la creación contra la voluntad creadora que la concibió. Entonces, el destino parricida de cualquier creación se ve confirmado también en el destino de la técnica que le roba al hombre el trono de la divinidad y, sin pedirle permiso o escuchar su opinión, se construye un mundo autónomo sin necesidad de seres humanos que trabajen, se encuentren entre ellos y disfruten de la felicidad como cualidad intrínseca de la vida natural


CREACIÓN

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Ilustración de Dave Greco. Fuente: myelectronicdays.blogspot

Diego Robles

Dicen que los changos no usan corbata “UNA VEZ PROBADO EL SABOR DE LA RISA Y DEL BESO NO TARDARON EN PROBAR EL SABOR DE LA PALABRA”.

E

Qui stultus exit stultus revertetur

n el principio no había nada. El universo era un abismo infinito cubierto por tinieblas, una soledad caótica en la que sólo habitaba Dios, quien después de permanecer algún tiempo en santa ociosidad finalmente dijo: “aprovechemos la oscuridad. Inventemos los fuegos artificiales; lucirán espectaculares y me liberarán del aburrimiento”. Entonces Dios encendió la mecha divina y comenzó la gran explosión. La sinfonía pirotécnica cubrió el espacio con una gaya melodía de luces que se extendía sobre la sonrisa omnisciente. Dios observó atento y feliz el resultado de la colisión cósmica y pensó que era bueno. El humo de la pólvora se expandió por el universo nublando el santo entretenimiento; al respirarlo Dios estornudó de forma titánica. Las moléculas de baba y moco que poseían una gran cantidad de santas bacterias enfriaron las brasas que aún flotaban incandescentes. La mezcla formó el caldo de cultivo propicio para lo que después se llamó vida. Las babas se hicieron agua, las brasas tierra, los mocos exuberante vegetación; las bacterias permanecieron bacterias hasta que recibieron el santo soplido. Entonces se transformaron en millones de ratas. Éstas invadieron la creación divina: unas volaron y se hicieron aves, otras nadaron y se convirtieron en peces; las caníbales en temibles fieras, las vegetarianas en apetitosas presas; las más bellas conservaron su roedora belleza. Unas más se subieron a los árboles y desarrollaron una condición primate. Dios vio esto y pensó que era bueno.

La creación azarosa y predeterminada tomó su propio ritmo de movimiento y transformación. Dios sólo tenía que observar. Puso especial atención en los monos que habitaban un árbol que creció en un huerto: holgaban plácidos sobre las ramas, apenas sentían hambre estiraban su brazo y un suculento fruto estaba a su entera disposición; se despiojaban alegres y sin prejuicios, copulaban todo el tiempo; no tenían que preocuparse por nada, vivían en una feliz ignorancia, sinvergüenza, gozosa, placentera. La vida en el paraíso era disfrutada por casi todos: uno de los monos no la pasaba tan bien, se apartaba de sus semejantes y los frutos del árbol le provocaban terribles diarreas; al notarlo Dios pensó que era muy bueno. En cierta ocasión, ese mono, harto de los malestares intestinales, se puso en huelga de hambre. Pasó seis días sin probar alimento alguno; al séptimo, por la debilidad que provoca la abstinencia, se desmayó. Permaneció en sueño profundo durante largo período de tiempo, hasta que una mona muy mona se compadeció de él y se acercó para ver qué le pasaba, pues no era bueno que los monos estuvieran solos y menos desmayados. El mono se despertó con un dolor en el costado provocado aparentemente por la rama sobre la cual había dormido. Se sorprendió al ver a la mona junto y cerca de sí, atenta a cada movimiento suyo. Para responder a los ojos preocupados, con señas, muecas y gritos manifestó que tenía hambre, pero que ya no quería comer más del mismo fruto; la mona comprendió y le propuso buscar juntos otro alimento. Aceptada la

invitación, bajaron del árbol, cosa que ningún mono había hecho antes y que por lo tanto escandalizó a la comunidad. Dios vio esto y pensó que era bueno. Recorrieron los jardines del huerto en busca del fruto ideal; pronto lo encontraron, colgaba tentador sobre las ramas del árbol que era habitado por la famosa serpiente. Como a la vista parecía delicioso, la mona lo mordió y comprobó que era igual al gusto; confirmada la información de los sentidos se lo ofreció a su compañero, quien con el hambre hasta las fauces no pudo menos que devorarlo inmediatamente; el estómago recibió el nuevo fruto con albricias y sin protestas. Hecha la digestión, la pareja sintió una sensación extraña en el cuerpo: una incontrolable carcajada nacía de sus entrañas provocada por el veneno que la serpiente había rociado para aromatizar su hogar. Dios vio esto con una sonrisa y pensó que era bueno. Después del jolgorio, los monos suspiraron, se miraron, se tocaron, se besaron, se gozaron y se hicieron uno; estos acontecimientos fueron producto de otro veneno, aquel que estaba latente en sus pechos. Entonces abrieron los ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Sintieron, por primera vez, un poco de vergüenza. Decidieron renunciar al paraíso que habitaban pues querían construir juntos el propio. Dejaron el huerto; caminaron, se vistieron y trabajaron. Una vez probado el sabor de la risa y del beso no tardaron en probar también el sabor de la palabra y con ella erguirse, multiplicarse y dominar la Tierra. Al ver esto, Dios sintió algo de culpa y pensó que tal vez sería malo


Borges

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y las mujeres,

Yolanda Rinaldi

entre el rencor y deseo “ERA OBESO Y TENÍA LOS PIES NOTORIAMENTE CHICOS”. “SENTÍA PÁNICO HACIA EL SEXO”.

P

or extraño que parezca, incluso para aquellos que no toleran a Borges, que se mantienen a distancia de sus posiciones literarias y políticas, sorprende saber que también fue humano, demasiado humano (Nietzsche dixit). Estela Canto, novia de juventud –a quien Borges dedicó El Aleph– dominada quizá por sentimientos ambivalentes halló lo que ansiaba revelar: la compleja personalidad sentimental de Borges y la exposición de discernimientos que el escritor dejó intactos y en penumbra, ya que por décadas teorizó acerca de lo divino y humano, pero evitó deliberadamente dar pistas sobre aspectos secretos de su periplo vital. Anclado siempre en la dimensión de la literatura fantástica, navegando en la mar de la experiencia mística, secreta, Jorge Luis Borges afirmaba que los sueños eran una pura diversión de su voluntad. Juegos intelectuales donde el sueño de amor no tenía cabida, al menos en una fórmula chabacana. ¿Por qué? ¿A qué respondía su modo de actuar? ¿Qué lo separó de Estela Canto? Íntimos amigos en los años decisivos del escritor – desde sus cuarenta y cinco hasta cincuenta y dos años– compartieron juntos esperanzas y frustraciones. La escritora argentina turba al lector por sus pinceladas acaso injustas y rencorosas; sin embargo, es verdadero el ultraje que padeció de un guerrero de contradicciones y de traiciones. Confiesa que alguna vez Borges le dijo una desconcertante frase: “Te ofrezco la lealtad de un hombre que nunca fue leal”, pues en este sentido Borges se reconocía incapaz de lealtad, aunque paradójicamente, siempre fue leal a sí mismo; fiel a su idea “un hombre es todos los hombres”, solamente a la hora de la muerte el hombre ve “su insospechado rostro eterno”, un gesto que Con su primera esposa indica su peculiar pensamiento cabalístico y medieval, inEstela Canto, 1945 capaz de vivir exigencias terrenales. Cuando Estela Canto realiza el retrato del hombre que amó –uno de los más grandes escritores en lengua española, que nació en Buenos Aires un mes de agosto de 1899–recuerda que era obeso y tenía los pies “notablemente chicos” y cuando saludaba ofrecía una mano que parecía sin huesos “floja, como molesta por tener que soportar el inevitable contacto”, la voz temblorosa que “parecía tantear y pedir permiso”, además de que sentía terror pánico hacia el sexo. Así ofrece con acidez una imagen escurridiza y elusiva de la persona que la abandonó a la intemperie y sin certezas, porque Borges sólo sentía necesidad del consuelo espiritual de fondo que le ofrecía doña Leonor Acevedo, su madre, artífice de su aplomo futuro –de figura ascética– y gloria. Con apariencia amable, pero avinagrada, Estela Canto traza paralelismos en su Bor­ ges a contraluz en donde dimensiona ángulos poco estudiados, como el mito griego más emblemático que no hace falta decir que habla de Edipo. Canto revela que para

Borges con su madre, Leonor Acevedo

doña Leonor Acevedo todas las mujeres eran unas intrusas –es coautora con su hijo del cuento titulado precisamente “La intrusa– cuyo final, a los ojos de Canto, es mezquino, cobarde y homosexual: una historia de matones, un par de hermanos, que comparten una mujer, pero ambos están enamorados y esto los avergüenza. Lo resuelven vendiéndola a un prostíbulo. Uno de ellos continúa el romance. Cuando el otro descubre el engaño decide matarla para salvar la relación fraternal. Leonor Ace vedo resolvió el desenlace del cuento: “¡A trabajar, hermano!... La maté… Ya no hará más perjuicios… Se abrazaron casi llorando. Ahora los ataba otro vínculo: la mujer tristemente sacrificada y la obligación de olvidarla.” Así la mujer, considerada una “cosa molesta”, fue eliminada no por odio sino por estorbar. Esa era la imagen para Leonor Acevedo de la persona o cosa que podía interponerse en una relación; “un espejismo que no existe,” y que no podía existir en la vida de Borges. Toda la rabia e ira de Canto están marcadas al ver entre madre e hijo un amor que considera “viril”; un pacto de sangre entre hombres. “Basado en códigos secretos y ni siquiera bien entendidos por las partes. No era una relación razonable, era un mandato”, un agobio psicológico que afectó la sexualidad del escritor, que quiso casarse con Estela Canto, tener hijos, incluso cuando terminaron él intentó suicidarse, pero nunca pudo desafiar a su madre. El principio del fin de la relación tuvo que ver con la larga noche que pasaron juntos en una cárcel tras ser aprehendidos en el parque Lezama por supuestas faltas a la moral, pero lo peor fue encarar el juicio de doña Leonor. Años después de haber terminado su relación amorosa “me dijo que finalmente había logrado tener relaciones sexuales completas con una mujer, una bailarina muy bonita, aunque no era inteligente ni del medio social, se refería a ella con cierto recato y vergüenza”. (Sin duda, son referencias personales polémicas, llenas de ruido y furia, como deslizar maliciosamente que Borges a los ochenta y cinco años se excitaba sexualmente sólo con leer poesía y que alguna vez fue cocainómano). Las mujeres se sucedieron como “intrusas” en su vida, Borges mantuvo sumisamente sus amoríos en el plano que su madre perfiló, inclusive el breve y equívoco matrimonio con Elsa Astete, que resultó rebelde, al grado que lo maltrataba: un día que lo abofeteó, fue encontrado después, sentado en el banco de un parque, mojado por la lluvia. Leonor resolvió el problema; triunfal vivió con su hijo hasta los noventa y nueve años y sólo al morir Borges cruzó el Rubicón; con libertad eligió a María Kodama que le ofreció una plena entrega espiritual. Imaginemos que dejó de parafrasear a las mujeres la letra del tango “Bailemos”: “El sueño de querernos no puede ser/ No intentes rebelarte.” Canto se rebeló. En ocasión del aniversario de su natalicio, Borges, el hombre genial, misterioso, que amaba la vida a pesar de las vicisitudes que lo marcaron, vive


La piedra negra y

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Antonio Valle AVE DE LAS TEMPESTADES, ELENA GARRO ES UNA FIGURA INDISCUTIBLE DE LA LITERATURA MEXICANA DEL SIGLO XX.

Elena

PARA ELLA, LA MUJER ES LIBRE POR LO QUE PIENSA Y NO NECESARIAMENTE POR LO QUE DICE. I. LA OBRA ANTES QUE LA VIDA Y VICEVERSA

L

a vida de Elena Garro es tan alucinante como su extraordinaria obra. Tal vez por eso ya no me asombra que a estas alturas, y toda vez que históricamente han quedado demostrados su enorme superioridad y talento, algunas escritoras e intelectuales me aconsejan que para escribir este ensayito “no haga caso de lo que se dice de ella, que nada es cierto, que cuando la crítica proviene de las mujeres, es por pura envidia; que cuando todavía levantan ámpulas sus declaraciones, se debe a las añoranzas de un poder político puesto en cuestionamiento; que la difamación a su obra y a su persona no es sino producto de la envidia que le tenía Octavio Paz (envidia reciclada por los incondicionales del excelente poeta, ensayista e intelectual mexicano), que cuando el ataque es a su fama como mujer libre y preciosa es porque viene de críticos y escritores machos y/o mediocres, cuando escriben o conferencian las académicas ‘dueñas’ de sus novelas”; dicen que me olvide de la vida de Elena Garro; en fin, me dicen que Elena es una feminista inmadura y que mejor me concentre en su obra.

II. NI FILIAS NI FOBIAS

N

o es legión, pero hay quienes la defienden a capa y espada, como si Elena Garro fuera una mártir, una santa de las sufragistas o una víctima absoluta de los poderes políticos y de las mafias intelectuales. La verdad es que en pleno siglo xxi la escritora superlativa continúa provocando una especie de batalla campal cuyo objetivo es denostarla o empoderarla dentro de la nueva (eterna) escena del arte y la literatura en México. Se piensa que al hablar de su vida y “milagros” uno se ve obligado a definirse a favor de ella y en contra de Octavio Paz. Sin embargo, como dice Alejandro Jodorowsky, “estar a favor de Alfa no implica estar en contra de Omega”. Más que juzgar las actitudes de Elena es preferible entender el contexto en el que sucedieron algunos de los acontecimientos más relevantes de la vida política y cultural de México a mediados del siglo xx, período turbulento que medio siglo después puede explicarse con el famoso oxímoron de Elena Garro: los recuerdos del porvenir. Más allá de las filias categóricas y de las fobias groseras, es tiempo de abandonar los papeles de jueces edificantes o de “madre ardientes” para comprender las “causas y azares” que dieron paso a una figura y a una obra excepcionales.

III. AVE DE LAS TEMPESTADES

“L

a pterodroma hasitata es una especie de ave oceánica. Realiza veloces vuelos rasantes sobre el agua batiendo las alas rápidamente, o sin moverlas, cuando aprovechan los vientos en contra.

La causa de su disminución se debe a la depredación humana directa. En los sitios donde se aparea su presencia suele ser causa de creencias en seres sobrenaturales. Esto se debe a que sus llamadas producen extraños sonidos en la noche y –como son difíciles de ver– suelen ser tomadas por brujas o diablos, cosa que ha originado toponimias como La Bruja, en Cuba; o Morne Diablotín, en Haití.” (Wikipedia)

IV. 1968

E

s increíble que a estas alturas de la postmoderna, hipercomunicada e inhumana realidad que vive México, a Elena Garro se le siga estigmatizando por su estilo de vida, por sus declaraciones, muchas de ellas políticamente ingenuas, así como por sus desplantes y actitudes. Estoy seguro de que a medio México le hubiera fascinado conocer “en vivo” a una mujer que, como hasta sus detractores afirman, era, además de atractiva, inteligente y subyugante. Esta escritora, verdadera ave de las tempestades, comenzó a desplegar los poderes de su pluma poco antes de que en México y en el mundo se desatara el ciclo de revueltas juveniles que transformarían algunas de las formas de vida hasta entonces conocidas en el mundo occidental, mutación cuya energía revolucionaria, social, política y sobre todo cultural, causará estragos hasta el presente. Francia, Estados Unidos, Checoslovaquia y México son algunos de los países en donde los movimientos juveniles tuvieron mayor repercusión, especialmente en torno a los temas de la transformación democrática de las instituciones, sexualidad y educación, libertades civiles (particularmente de información y expresión), en contra de la discriminación y de la intervención ideológica y militar colonialista. Durante este tempesElena Garro y su hija Helena Paz Garro. Foto: Lopategui.com

tuoso ciclo surgen movimientos ecologistas, hippies, feministas, homosexuales, guerrilleros, anarquistas, situacionistas, existencialistas y neosurrealistas. Entre otros movimientos contraculturales, se popularizan las literaturas beatnik y onderas, el happening y el pop art; es un tiempo en donde a ritmo de poesía y narrativa inédita, de rock and roll y de contratiempos jazzísticos las sociedades se tensan y destensan, se fracturan y reconstituyen, donde los movimientos juveniles tienen triunfos relativos (sobre todo en el terreno cultural) pero donde se dan los más politizados, o donde el poder es más autoritario e intolerante, son reprimidos. Tal es el caso de México, cuyas fatales consecuencias conocemos todos.

V. LA IMAGINACIÓN ES LA LOCA DE LA CASA: SANTA TERESA

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o son pocos los autores que consideran que Elena Garro padecía un delirio de persecución, espejismo que encaja con algunos síntomas de paranoia. Dice Lacan que la paranoia sumerge al sujeto en el desconcierto, delirio que va a suplir “la metáfora paterna desfalleciente, construyendo una metáfora delirante destinada a dar sentido y cohesión a aquello que carece de sentido y cohesión”. En algunas de las entrevistas que Elena Garro ofreció, podemos inferir que la presencia de su padre “desfallecía” literalmente por ausencia física, ya que durante largas temporadas Elena y sus hermanos eran dejados al cuidado de algunas trabajadoras de origen indígena que laboraban con su familia en Iguala. Su padre fue un español que Elena apenas deja ver en La semana de colores, serie de cuen-


el poder libertario de

Garro

Elena Garro, Adolfo Bioy Casares, Octavio Paz y Helena Paz en Nueva York, 1956

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lombino. La misma sensación persecutoria la encontramos con mayor plenitud en la novela Reunión de per sonajes, donde la protagonista es acosada por un tipo siniestro. En esta postmoderna historia en la que interviene el fantasma de Scott Fitzgerald, tanto los tiempos como el núcleo temático se mueven por todas partes, como el azogue. Justamente la idea del mercurio como elemento sine qua non de la hermenéutica, nos permite acceder al “sistema” de relaciones y umbrales en los que se mueven y atraviesan los personajes de la narrativa de Garro. Por ejemplo, lo que sucede con el personaje femenino de Julia en la novela Los recuerdos del porvenir, quien después de permanecer “sometida” física y sexualmente por el general que ha tomado en sus manos la vida y el destino de los habitantes de Ixpec, se las ingenia para huir con su amante en la búsqueda de su felicidad y destino. En la novela transcurren los acontecimientos que dan paso a ese porvenir que, a medio siglo de distancia, nos muestra la situación que padece un buen número de mujeres mexicanas, dentro de un escenario en el que, más allá del sometimiento del que fueron víctimas por caudillos y caciques de la revolución, todavía es más cruel por la práctica de la trata y por el feminicidio. Sin embargo, en Los recuerdos del porvenir también está latente el potencial libertario de las mujeres representadas por Julia, quien, mediante una estrategia en la que guarda silencio, logra hacer que su mente piense únicamente en lo que ella quiere y desea. Casi como si fuera una maestra budista, la heroína de Garro mantiene a buen resguardo su salud mental ante una realidad ominosa. Por otro lado, la madre de Elena Garro parece un personaje perdido en un mundo de libros del que sólo sale para acompañar a su esposo en sus viajes frecuentes. Se trata de un mundo encantado, como el del tío Boni, quien juega un papel iniciático en la vida literaria de la escritora.

VI. EL BUEN Y EL MAL HOMBRE

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Elena Garro y Octavio Paz. Fuente: tomada del libro de Patricia Rosas Lopátegui, Yo sólo soy memoria: biografía visual de Elena Garro, Ediciones Castillo, 2000

tos de corte fantástico, donde una niña suele desatar su poderosa imaginación narrativa bajo la mirada afectuosa, cómplice y comprensiva de algunas nanas y jardineros de la estancia familiar. Por ejemplo, en el relato “La culpa es de los tlaxcaltecas”, donde la interlocutora de Laura (heroína a quien daban por muerta) es la cocinera Nacha, a quien le confiesa que sus incesantes fugas (de la realidad) y su apostasía de lo sacrosantos valores occidentales, tiene que ver con “la traición” llevada a cabo por los tlaxcaltecas durante las guerras de conquista en México, y que, como la heroína tránsfuga tiene miedo, traiciona a su marido occidental. “La señora Laurita no era de ese tiempo, ni era para el señor”, dice Nacha. En realidad Laura pertenece al tiempo de la fuga, en este caso hacia un tiempo mítico de origen preco-

n un buen número de sus cuentos, novelas y obras de teatro vemos surgir las figuras de personajes masculinos, muchos de ellos de origen indígena, y otros como Felipe Ángeles, cuya figura masculina es la más alta y significativa en la obra de Elena Garro. Es bien conocida la anécdota en la que Felipe Ángeles cuestionó la brutalidad de los soldados haciendo un elogio del hombre de armas apegado a la legalidad institucional. Esta actitud marcó su trayectoria política y ética. No es casual que durante diversas movilizaciones agrarias, así como en el movimiento de 1968, Elena Garro manifestara su pertenencia a una estructura institucional, ya fuera a la Central Nacional Campesina o reconociendo la figura de Carlos Madrazo, quien se proponía transformar a México desde el Pri. Igual que Felipe Ángeles, quien fuera criticado por iluso e irrealista, Elena Garro fue vista como un personaje fuera de la realidad y naive. Como valiente ave de las tempestades, durante muchos momentos Elena Garro pareció vivir bajo la frase más célebre de Felipe Ángeles: “Por qué temerle a la muerte, si no le temo a la vida.” Entre el ejemplo del estratega maderista honorable y los militares corruptos se desenvuelve la obra de Garro. En realidad existe una correlación entre su literatura y sus posturas políticas. Hay quienes consideran que la novela Los recuerdos del por­ venir forma parte de la novela de la Revolución mexicana, cuando en realidad es una novela ferozmente crítica con dicha revolución. Por otra parte la estructura, el lenguaje poético y los recursos técnicos empleados en esta obra son inéditos. Algunos de esos hallazgos estructurales y conceptuales también se encuentran en

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El Llano en llamas y en Pedro Páramo de Juan Rulfo, en especial la idea supernatural de los muertos que viven y la del tiempo que vuelve. En ese sentido, la narrativa de Elena Garro se encuentra más cerca del estilo fantástico de Juan de la Cabada (a quien Elena admiraba profundamente) que a la fantasía narrativa de García Márquez; incluso su contenido es más cercano al de Borges (a quien también admiraba) y al de Bioy Casares, quien además fue el amor de su vida.

VII. EL PODER DEL SILENCIO

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urante los episodios de Los recuerdos del por­ venir, el pueblo entero parece ser la familia de Elena Garro, quien durante el episodio sangriento de la Guerra cristera (doscientos cincuenta mil muertos) sufre por la violencia machista de unas fuerzas armadas dirigidas por caudillos irresponsables. Entonces como ahora, los personajes femeninos encuentran en los poderes de la seducción una alternativa para sobrevivir, incluso para escapar de ese pueblo de muertos. Sometimiento y prostitución o rebeldía y fuga para hacerse de una realidad propia, de un destino donde a través del amor pueda reivindicarse a la mujer, dominio que tiene que ver con el deseo de libertad y plenitud sexual. Elena Garro nos dice que la liberación comienza por el pensamiento, que cada una de las mujeres es lo que piensa, no necesariamente lo que dice, estrategia de liberación fantástica para una época donde el poder patriarcal era incuestionable, poder que también es puesto en duda en las figuras políticas de caciques como Pedro Páramo, símbolo del macho alfa en el panteón de los grandes protagonistas de la novela mexicana.

VIII. LA PIEDRA ANGULAR O PIEDRA ROSETA

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iertas tradiciones hermenéuticas dicen que entre el alma y la piedra existe gran correspondencia; que la piedra bruta es andrógina, condición perfecta del estado primordial, instrumento que provoca la clarividencia de los chamanes. La Chatita Helena Paz Garro solía decir que su madre tenía mirada de hombre. La misma Elena Garro creía que el pensamiento masculino tenía una poderosa influencia en ella. Como en Shakespeare, a cuya profundidad y vastedad de inteligencia Harold Bloom vincula con la “energía” femenina que se movía dentro de su psique, es probable que en la mente de Elena Garro confluyera una energía dual de ambos signos, provocándole una plasticidad creativa muy especial, una capacidad chamánica para desenvolverse en la duermevela donde transcurren sus historias fantásticas. Como la piedra negra y parlante de Cibeles, el palladium de Troya, la piedra negra de La Meca o la Piedra triangulada del Tajín, podemos imaginar que la piedra angular de Los recuer­ dos del porvenir es como el reverso de la Piedra de sol, poema del insigne Octavio Paz. Elena Garro, a quien la idea del feminismo no le atraía particularmente, dice con voz poética y masculina al principio de su obra cumbre: Aquí estoy, sentado sobre esta piedra aparente. Sólo mi memoria sabe lo que encierra. La veo y me recuerdo, y como el agua va al agua, así yo, melancólico, vengo a encontrarme en su imagen cubierta por el polvo, rodeada por las hierbas, encerrada en sí misma y condenada a la memoria y a su variado espejo. La veo, me veo y me transfiguro en multitud de colores y de tiempos. Estoy y estuve en muchos ojos. Sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga


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Juego y poesía: el tea Miguel Ángel Quemain

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l conjunto de dieciséis obras que conforman el volumen dedicado al teatro de Elena Garro, publicado en una edición definitiva y suponemos (nunca se sabe) estabilizada por el Fondo de Cultura Económica, muestran una de las columnas que sostienen la figura ahora centenaria y consagrada de Elena Garro, siempre de, siempre en sentido contrario a otra de las figuras literarias definitivamente encumbradas, marmolizadas, en el siglo xx mexicano, Octavio Paz. Las otras dos columnas son el cuento y la novela, con procedimientos narrativos y hallazgos temáticos y estéticos, en densidades argumentales y simbólicas que la equiparan al poderío de Rosario Castellanos y José Revueltas. Aunque también se le ha medido con Rulfo y el otro precursor de la Revolución mexicana hacia el México modernizado y todavía tratando de desprenderse del campo mexicano en lo que tiene de voz colectiva, Agustín Yáñez, al filo de lo rural y lo urbano, de lo cosmopolita y el mundo local. Las celebraciones, o conmemoraciones solemnes de su centenario, obligan a pesar, o precisamente por el carácter oscurecedor de los reflectores, a asumir una tarea crítica y tratar de hacer, como proponía Barthes en Crítica y verdad, una valoración de la vigencia de la obra mediante mecanismos de desdoblamiento y distinción para ver las capacidades de recomposición del objeto bajo la mirada crítica.

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SE CUMPLEN SESENTA AÑOS DE LA PRIMERA VEZ QUE ESTA MUJER INCURSIONÓ EN EL MUNDO DE LA DRAMATURGIA.

n unos meses se cumplirán sesenta años de la primera incursión de Elena Garro en el mundo de la dramaturgia y el teatro vivo. Su cima es la puesta en escena que apalabra entre los oyentes el nombre del demiurgo que confecciona el verbo, que se actúa y vive sobre la escena y se vuelve audible aún para el iletrado: el corazón de esa madeja literaria que es la creación verbal y humorística de Elena Garro, dramaturga. Habrá que ver los aplausos devocionales de la prensa de la época, que algunos se atreven a llamar cultural, en comparación con el periodismo cultural de hoy, inexistente entonces como una práctica profesional de las noticias, los reportajes, las entrevistas y las crónicas, sí de las opiniones articuladas, ensayísticas o bajo el género de editorial y columnas que pontificaban en torno a lo que sería después la artificiosa división en fuentes (danza, teatro, música, literatura, editoriales, instituciones…) y en especialidades, unos dedicados a la recolección y redacción de información y otros a la opinión y a la interpretación bajo esas formas tan complejas de opinar que mucho se confundían –y todavía sucede– con la crítica o con el ensayo, cuando sólo son comentarios plenos de la palabra vacía cuya vía regia es el adjetivo. En el prólogo o introducción de la edición del FCe se consigna un fragmento del estreno en 1957 de una trilogía que dirigió Héctor Mendoza en el marco de la

Elena Muestra Nacional de Teatro, a cuya función asistieron mexicanos muy apreciados y auténticos y otros no tan auténticos, como las artistas que caminaron unos pasos largos para contemplar de cerca el triunfo de Elena Garro En los aplausos hay un tufillo excesivo de docilidad a la figura de la señora Paz, que a la distancia permite observar un arte que emerge fundamentalmente en la opinión de los convencidos y devotos amigos que asisten al teatro y lo mantienen medio lleno una temporada, como las de hoy, de poco más de quince días.

EL REGRESO DE ELENA

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s importante conocer la historia de cómo fi nalmente Elena Garro regresó, porque permite entender un proceso de interés, curiosidad, bienvenida y paulatina indiferencia, tan aterradora indiferencia; ésa que veríamos en la revista Proceso, las fotos de un rostro enloquecido, un cuerpo notablemente disminuido y las huellas que dejan las instituciones asilares, sean orfanatos (Elena Paz se había quedado huérfana) o manicomios, hasta llegar al interés festivo que hoy suscita de nuevo el avivar las cenizas de una de las escritoras más relevantes en la historia literaria y de la literatura mexicana. No es extraño que en nuestro país se inflen y desinflen las cosas. Que un día Proceso recoja la opinión de uno de los periodistas y críticos teatrales más reconocidos como De Ita: “es la más interesante autora del teatro mexicano y posiblemente de la lengua española”, y que siete años después los cuatro ojos de las tres Elenas estén redondos de hambre y susto por un futuro que se convertirá en un molino que las demolerá. El 3 de noviembre de hace un cuarto de siglo, Elena Garro volvía de haber estado en ninguna parte. El París al que llegó y del que se fue seguía inmóvil en su memoria. En las variadas conversaciones que sostuve con ella entre 1992 y 1996 no dejaba de recordar con precisión las direcciones de las perfumerías, las tiendas de bolsos, las de abrigos de piel, las de relojes, algunas librerías y las tiendas de alimento para gatos. Así de apretado era su mapa mental de una ciudad que no le guardaba secretos cuando la miraba desde la lupa de Balzac, Flaubert o Zolá. Lo mismo le sucedía con la Rusia zarista de sus escritores tan predilectos como los franceses pero con mayor fuerza, y aquí sin duda por su capacidad de hacer de lo escénico lo narrativo y de lo narrativo lo escénico. Me recuerda la idea de una novela teatral, carnavalesca según los dictados de Bajtín y las realizaciones de Pitol, que vuelve fársico lo más solemne en esa elasticidad genérica propia del teatro y tan difícil ya en la solemnidad de la novela del siglo xx , a menos que se trate de irreverencias como las acometidas por Philip Roth, Roddy Doyle, Colm Toibín, Pierre Michon, Claudio Ma-


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atro de

Garro gris, Vincenzo Consolo, Robert Menasse o Elfriede Jelinek, por mencionar a los más transgenéricos. Incluido los monólogos intensísimos de Dostoievsky, Gogol, Turguéniev, Gorki, Andréiev, Tolstói, Bulgakov (“No encuentro nada más teatral salvo los monólogos interiores, que le deben mucho al teatro, de Crimen y Castigo, que El maestro y Margarita”, me dice en entrevista: “todo está ahí para ser representado”, escenificado), Pushkin, y esa cauda enorme de voluntades esteparias y heladas que describían cómo el vodka licuaba esas exigencias religiosas y políticas atemperadas en los inviernos de hambruna desesperada para esa sociedad omnívora. Quien diga que no se le ha hecho justicia a la dramaturgia de Elena Garro puede indagar en la memoria escénica de nuestro teatro y se dará cuenta de que prácticamente desde su primera puesta en escena, la obra de la escritora ha tenido sus mejores críticos entre la llamada “gente de teatro”. Sandra Félix, Gonzalo Valdés Medellín (ahora con una obra de Schmidhuber), María Alicia Martínez Medrano, en Tabasco, han montado sus trabajos desde distintas perspectivas. Son esos artistas del trapecio quienes han actualizado un discurso que podría envejecer formalmente con sus obras divididas en actos –muy aristotélicas–, aunque sus devocionarios insistan en el carácter radicalmente innovador (lo innovador está en las posibilidades que tienen sus textos ser desconstruidos bajo la mirada de lo escénico) de su teatro. Tal vez asombre el poder unitario que poseen las obras en un acto. Me parece que esa esfericidad corresponde más al tejido de la cuentista que de la dramaturga, que compone el diálogo hasta llegar al fondo de un callejón sin salida donde sólo cabe la palabra “telón”, en finales tan abruptos que se ha dado en considerarlos absurdos y hasta surrealistas. Sin embargo, hay momentos espectaculares en los diálogos de la mayoría de sus obras. Su capacidad para crear situaciones, mostrar el lado hueco, el lado absurdo y obsceno de la vida ordinaria, es de una maestría de la que sólo puede encargarse el ejemplo porque describirlo es inútil. Me atrevo a citar aquí un breve diálogo que es ejemplar de esa ligereza para construir la situación en Andarse por las ramas: Polito: Sí, mamá. Las mancuernillas son como los lunes, que aparecen y desaparecen. Don Fernando: ¡Basta de disparates! Titina: Es cierto lo que dice Polito. Ha pensado usted, Don Fernando de las Siete y Cinco, en dónde se meten los lunes? En siete días no sabemos nada de ellos.

No es descabellado ni blasfemo decir que Sabina Berman, Estela Leñero, Bárbara Colio, Verónica Musalem, Leonor Azcárate y Silvia Peláez, tienen recursos más modernos y menos narrativos que Elena Garro. Ni qué decir

Carlos Fuentes postrado frente a su primera esposa, la actriz Rita Macedo y la escritora Elena Garro, en 1965. Foto tomada del libro Yo sólo soy memoria...

El 3 de noviembre de hace un cuarto de siglo, Elena Garro volvía de haber estado en ninguna parte.

de una de nuestras mayores dramaturgas, Berta Hiriart, quien tal vez no sea tan visible porque no escribe obras que polemicen con la página política o la nota roja. No se trata de buscar en este momento comparaciones porque, si aceptamos la convención de los estudios, todas las cuotas y hasta los presupuestos de género viven lo escénico como parte del desafío estético de su dramaturgia, y porque casi todas ellas están ligadas al proceso escénico e incluso a la docencia más difícil que es la del taller. Creo que Elena Garro todavía se “imaginaba cómo se vería” y no qué problemas formales implicaba “eso que se imaginaba” sobre la escena. Todo esto sin mencionar a Luisa Josefina Hernández, que logró un desarrollo y una madurez dramatúrgica que Elena Garro ya no tuvo la oportunidad de alcanzar, como pasó con Leonora Carrington (su Trompeta acústica es un buen ejemplo), cuyos textos e imaginaciones me atrevo a decir quedaron fechados en uno de esos calendarios a los que ya nadie les arrancó una hoja más ni tachó los días que le quedaban íntegros al año.

FUERA DE MODA Y EN SU CONTRA

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n el terreno del pensamiento crítico, del análisis, hay académicos y analistas notables que se han dedicado a explorar en diversos órdenes el teatro de nuestra escritora. Hay una fuerza indagatoria en los ensayos de Esther Seligson, Fernando de Ita, José Antonio Alcaraz, Gonzalo Valdés Medellín, Jaime Chabaud, Luis Mario Moncada (sean comentarios directos u oblicuos), Christopher Domínguez y José María Espinasa. Desde luego también están las elaboraciones con mayor densidad de Armando Partida y Alejandro Bullé Goyri (http://ortizote.blogspot.mx/) que han dedicado

espacio de investigación, docencia y meditación sin escuchar el rumor de las sirenas mediáticas que entronizan y hunden bajo el ritmo implacable de la oportunidad noticiosa obras eternas sometidas a ese capricho fugaz de los medios y los calendarios institucionales. Otros académicos como Gerardo Bustamante y Flor Díaz de León han aportado algunos puntos de vista sobre su teatro, y remiten por ejemplo a la publicación del cuento “El árbol o fragmento de un diario”, publicado en México en la Cultura, suplemento del desaparecido diario Novedades, y a La semana de colores, que es el antecedente de esta obra sobre la mujer indígena, el pecado y la culpa. A lo anterior debe sumarse la variada y amplia bibliografía en inglés en forma de journals, dossiers y tesis, como la doctoral dedicada a una parte de su teatro, Felipe Ángeles en particular, que sostuvo Kandace Kane Holladay sobre la visión histórica de cuatro dramaturgas mexicanas en 2011, lo que permite el acceso a una documentación muy actual en inglés. A ver quién se atreve a programar una conferencia sobre Revueltas, Huerta o Garro el próximo año sin afrontar el riesgo de parecer inactual o fuera de lugar. Todos los que menciono aquí tienen más de treinta años estudiando y vivificando a todos estos autores. Vistas en conjunto, las dieciséis obras que componen ese corpus conforman una reunión de personajes entrañables, susceptibles del tratamiento titulado Pai­ saje de Elenas, de Sandra Félix, o En busca de un hogar sólido, de Schmidhuber, porque como lo hicieran Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Donoso y Fuentes, los personajes son en realidad nómadas que van con su nombre o con otro de obra en obra, se comportan como entidades oníricas que poseen un material esencial pero modificable de acuerdo con cada sueño, cada pesadilla, cada imaginación y ensoñación, niveles por cierto con distinto acceso a ese material inconsciente que habita al poeta. Hay muchas cosas por venir, además de los trabajos que ya se publican ahora en el contexto de estas conmemoraciones, que de otro modo difícilmente verían la luz, como sucedió con las investigaciones de nuestros más importantes historiadores de la Independencia y la Revolución, que pasaron varios años de rodillas en espera de edición hasta que en 2010 empresarios, diputados, senadores, gobernadores, el mismo Poder Ejecutivo, les arrebataron para publicarlas en papel couché, aunque muchas de ellas todavía estén sofocándose en la transparencia del celofán


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16 de octubre de 2016 • Número 1128 • Jornada Semanal

Piedras, humanidad y otras fascinaciones

Piedras, Roger Caillois, prólogo de e.m. Cioran, Siruela, España, 2016. La lecture des pierres, Roger Caillois, Muséum National d´historie Naturelle/Éditions Xavier Barral, Francia, 2015.

...la piedra quería advertirme de que nuestra sustancia era común y que por ello algo de lo que constituye mi persona no se perdería con el fin del mundo. Italo Calvino, Si una noche de invierno un viajero

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omo la de la jardinería, la de los insectos, la de las supersticiones, la historia de las piedras atraviesa toda nuestra cultura. Esta historia, tan lejana e insólita, acaba por convertirse en una historia personal. Los nombres que corroboran esta historia en nuestra alma (o en nuestra memoria) pueden reconocerse en Plinio, Mi Fu, Hans Sloane, Mary Anning o el de un extraño que deambula por las calles sin rumbo fijo pero que en sus bolsillos lleva un montón de rocas tan anónimas como él, rocas que preserva como objetos invaluables. Esta persona podría ser, también, Roger Caillois (Reims, 1913–París, 1978), en cuya figura parecen acrisolarse docenas de figuras, tal como ocurre con las piezas que suele presentarnos en sus “escritos minerales”. Sin duda, uno de sus posibles retratos –pues dicen que acabamos por convertirnos en lo que amamos– consistiría en una imagen de su perfil en la que en vez de rostro apareciese el interior de una amatista. A Caillois, en efecto, se lo ha visto de distintas formas: como el inventor de Borges –según el mismo Borges solía relatar, ya que el francés lo había traducido para la editorial Gallimard, es decir, lo había descubierto. Cioran lo percibió como un decadente coleccionista de imágenes. Nosotros notamos en Caillois algo más que un célebre mitólogo: solemos imaginarlo como uno de esos hombres que padeció la “nostalgia de lo absoluto” –al fin y al cabo sus libros rastrean cuestiones primordiales para nuestra cultura pero con un sentido de sutil obsesión particular. Los juegos y los hombres y El hombre y lo sagrado son leídos tanto

GUILLERMO SANTOS

por curiosos como por especialistas. Mauricio Electorat define a Callois como un passeur: “passeur es alguien que, conduciendo, una barca o un bote, pasa personas, mercancías o animales de una orilla a otra, y también, en un sentido figurado, que los pasa a través de límite o de una zona prohibida. En literatura un passeur es, por extensión, alguien que hace que los textos crucen las fronteras, vertiéndolas de una lengua a otra”. Es cierto, Caillois es uno de esos autores que van a sus anchas por casi todas las disciplinas, y en cada una parece tener algo que decir: tal vez por ello pudo relacionarse con los surrealistas, para abandonarlos poco después y convertirse en un “investigador serio”: Estrella de Diego anota que nuestro autor “se aproxima a un grupo que, de un modo u otro, aglutina a Georges Bataille, Gaston Bachelard y Michel Leiris, algunos de los cuales tienen un papel esencial en la fundación del Collège de Sociologie”. Además de ello, a Roger Caillois se le conoce por originar una mítica compilación de relatos: La antología del cuento fantástico (1958), pionera en este ámbito. Habría que sumar a estas anotaciones su insospechada obra Mitología del pulpo. Tal vez allí donde Caillois se nos presenta de forma más esencial es en sus escritos minerales. En español, Piedras es un libro de sutiles ensayos que van desde los rasgos míticos –las piedras voladoras, las que contienen las figuras del dragón, aquellas que se reproducen como la hierba– pasando por la física de los minerales –su morfología, su ordenación, la materia– hasta la metafísica –donde el autor especula sobre existencias que han trascendido los límites terrenales gracias a sus extrañas pasiones. La edición que publicó el año pasado el Museo de Historia Natural de Francia –La lecture des pierres [La lectura de las piedras]– es de formato amplio, y nos presenta una selección de las piedras que el autor fue guardando en sus viajes por todo el mundo. En este volumen ya no tratamos de intuir las descripciones por medio de las imágenes de nuestra mente (como ocurre en Piedras), sino que vivimos las rocas, habitamos cada una como se habita una calle, una casa o incluso una ciudad: tan complejas son sus formas que las palabras se trasforman en líneas calcáreas, en círculos y sedimentos que se nos antojan imperecederos. “Las piedras no tienen léxico”, dice Caillois, quien buscó con precioso afán un lenguaje que pudiera representarlas. “Hablo de piedras –dice el autor– que siempre se han acostado al raso o que han dormido en su yacimiento y en la noche de las vetas. No interesan a la arqueología, ni al artista, ni al diamantista.” Sin embargo, páginas adelante anota: “Las pedrerías que se amontonaron en los depósitos de Golconda, los diamantes hoy guardados en las cajas fuertes de Ámsterdam tienen más valor y brillo. Les falta, estoy seguro, la belleza del astro abierto, de la corola en expansión.” ¿Qué convierte a una roca en amuleto? ¿Por qué ocasionan tanta fascinación como para convertirse en objetos importantes de cualquier cultura? Están por todas partes, pero a veces su simple manera de estar en el mundo les otorga una cierta carga de

misticismo. Incluso entre los libros abundan sus referencias. Aristóteles sostenía que por más que arrojáramos una roca al cielo, ésta jamás aprendería a volar. Plinio dedicó a las rocas los últimos volúmenes de su historia, que ahora conocemos como Lapidario. Fray Bernardino de Sahagún también anotó el poder de ciertas piedras que nuestros antepasados utilizaban como remedio, y que no es menos insólito que lo imaginado por los orientales. Uno de los más importantes escritos chinos, El sueño en el pabellón rojo, que a Jorge Luis Borges tanto fascinara, lleva el subtítulo de Memorias de una roca: “la diosa Nüwa necesitó rocas para reparar la bóveda celeste, acudió al Acantilado de lo Insondable, en la Montaña de la Inmensa Soledad, con la intención de fundir treinta y seis mil quinientos y un bloques […] de los que empleó treinta y seis mil quinientos. El bloque sobrante lo arrojó al Pico de la Cresta azul. Aunque parezca extraño, después de ser templada por el fuego había cobrado aquella roca una esencia trascendental. Como el destino de las demás fue servir para remozar la bóveda celeste y sólo ella había sido desechada para tal menester, día y noche los pasaba en lamentaciones, desconsolada y llenada de vergüenza”. Esa piedra terminó contando la historia del mundo. Se convirtió en heroína, en viajera, en sabia. En las piedras hay accidentes, pero éstos no son como nosotros los entendemos. Sus accidentes están marcados no sólo por fuerzas físicas, sino por fuerzas cósmicas que moldean y dan a las piedras una presencia mántica, son como planetas en miniatura. Caillois se preocupa en estos libros por “la usura del tiempo”, que no sólo desgasta sino que otorga figura y belleza a todos los objetos. Las imágenes que están esbozadas en el interior de las rocas, las líneas, los círculos, el orden geométrico y su bella irregularidad, proceden de miles, de cientos de miles y millones de años. Pero, ¿qué son los días para una roca? No sabemos si el mundo se parece a las rocas o las rocas al mundo: por eso, quizá, Caillois simplemente les llamaba “milagros”. Para el ser humano, cuya existencia abarca un mínimo destello, las piedras parecen estar fuera del tiempo. Después de cerrar el volumen de La lecture des pierres parece que son precisamente las piedras las que nos observan desde la otra orilla •

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Jornada Semanal • Número 1128 • 16 de octubre de 2016

Dos signos de un silencio rodeado de realpolitik. ezln, estética y marxismo, Miguel Ángel Esquivel, unam /Cisne Negro/Seminario Latinoamericano de Ideas Estéticas, México, 2016.

POR UNA POÉTICA DE LA INFAMIA ORLANDO LIMA ROCHA

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ensar políticamente la estética producida, construida y ejercida por el ezln en su ideario político y discursivo desde su organización político-militar y el silencio como su campo expresivo: tal es el objetivo que el esteta latinoamericanista Miguel Ángel Esquivel explora en su reciente obra Dos signos de un silencio rodeado de realpolitik. ezln , estética y marxismo. En efecto, la apuesta del autor apunta no hacia una estetización de la política, sino más bien por una politización de la estética. Esto es, una politización que se plantea a partir de la necesidad de un rescate teórico y reflexivo sobre los discursos del e z l n ante los embates de una estetización de la realpolitik que cotidianiza el poder de dominio. Discursos que se realizan no sólo por escrito, por cierto, sino también –y sobre todo– en una “poética del arte público” como un momento de intervención de ideas enteramente colectivo con un sentido y necesidad de expresión política y participativa en el marco de una pretendida “postguerra fría” globalizante y globalizada de la realidad nacional, regional y mundial. “El problema no es, enseguida, sólo frente al Estado y la nación que las excluye (y sitia) sino frente a la mundialización económica.” Así podemos ver expresado en el Zapatota, la Pipa o don Durito a estos campos de expresión de un ideario estético que, leído en su sentido de sensibilidad, permite avizorar políticas de credibilidad sobre la existencia y persistencia de una realidad excluyente, marginal, de miseria y explotación que se nos presenta cotidianamente. Es allí que se ajustan los tres ensayos contenidos en Dos signos de un silencio rodeado de realpolitik: el silencio como expresión estética de una práctica político militar asentada entre una dimensión utópica de transformación social radical y una realidad política opresiva y depredadora. Ante ello no cabe un silencio ajeno, sino un silencio contestatario bajo los signos de la estética y el marxismo. Una estética no indigenista, por cierto, y sí crítica

y autocrítica de indigenismos enajenantes que va más allá de todo arte-centrismo. Un marxismo no ortodoxo, acompañado de cierto althuserianismo en su estética “que la montaña desconstruyó” al asimilarse dialécticamente a una realidad concreta como la de Chiapas y, siguiendo una frase del maestro Alberto Híjar, “afectar todo el proceso” estéticamente a partir de la politización de la teoría. Tal es el sentido estético de liberación de los zapatistas. Una liberación de los “sin partido” que, con un ideario estético históricamente situado y utópico “concreta los signos de la utopía” de la libertad integralmente vital y digna. Utopía donde las figuras del Zapatota, la Pipa y Durito son “espacios de confrontación, tensión, síntesis y tendencia” estética que tiende puentes colectivos y políticos hacia un ejercicio participativo y democrático del pólemos. En suma, la obra de Esquivel es una provocación necesaria a reflexionar la política desde su dimensión imaginativa, creativa y técnica; estética en su conjunto. Provocación para repensar el “sentido comunitario [que] estaba en las palabras y era lo que había que aprender. Poesía, pues” como un medio de construcción política de los sujetos colectivos donde “el ezln hace confluir otras vidas infames” como las de los indígenas, obreros, campesinos, femeninos, infantiles y un gran etcétera desde la diversidad sexual y social colectiva toda. Y su lectura es, casi diríamos, imprescindible para atender a tales expresiones estéticas que son, también y por eso mismo, políticas • Enseñanza y aprendizaje en el siglo xxi, Fernando m. Reimers y Connie K. Chung (editores) Fondo de Cultura Económica. México, 2016.

LA EDUCACIÓN Y SUS METAS RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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as marchas, plantones y enfrentamientos de y entre algunos maestros colocan el análisis de la situación escolar en el tema laboral de los maestros, sin establecer si la permanencia de esos docentes combativos corresponde a los requerimientos reales de la educación nacional ni establecer cuáles pueden ser éstos en un análisis sistémico. En este libro se muestran y comparan políticas educativas (competencias, habilidades, currículo) de seis países (Singapur, China, Chile, India, eu y México) con vistas a su inserción en el siglo xxi y la juventud receptora de estos sistemas. Cada perspectiva tiene su valor: qué tipo de estudios nos puede ofrecer China donde hay registros históricos de casi 4 mil años. Se explica el sistema meritocráctico en el que durante siglos los exámenes de la corte real eran el filtro para escoger a los mejores estudiantes. Se cita a Confucio: “la excelencia en la educación te lleva a ser funcionario”, dando nota

de cómo rendimiento educativo y servicio público iban hermanados. Si así pudieran diseñarse programas de estudio en México, en temas como el servicio civil, y vigilar su cumplimiento, estaríamos en otro país. Salvo algunos puestos judiciales obtenidos por concurso de oposición, la mayor parte de la alta burocracia depende más de la cercanía del funcionario con el presidente en turno, donde ni siquiera se pide que conozca el área a la que se dedicará. Y esto también debe ser entendido como una consecuencia de esa educación en la que los niños y jóvenes van encaminados más a pasar de año con ciclos escolares parciales por movimientos magisteriales, que a adquirir los conocimientos básicos. Mientras no se comprenda que la escolaridad es una herramienta para la movilidad social, incluso en las condiciones actuales de recesión laboral, como sucede en algunas áreas castrenses, poco estímulo tendrán esos estudiantes surgidos de la educación ofrecida en parcialidades. En el capítulo de Chile se establece la compatibilidad que consiste en mostrar resultados por escuela y ligarlos a las sanciones a imponer a los educadores. Se implica la rendición de cuentas como forma de vincular a los implicados en el fenómeno escolar, con vistas a dar relevancia al aprovechamiento académico y adaptarlo a las capacidades necesarias del siglo xxi . En el tema mexicano se inicia con el peso que ha tenido en la educación pública el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación ( snte ) y, ahora, la Coordinadora disidente ( c n t e ). No puede dejarse a un lado el sistema educativo sin, de entrada, ver si se hará con o a pesar de los sindicatos implicados. El reclamo de la afectación laboral magisterial tiene un problema de fondo que no se ventila públicamente: se cuestiona la escuela cerrada, pero casi nada los contenidos educativos y la posibilidad de poderlos enseñar por esos maestros más preocupados en mantener el trabajo que en desarrollarlo en beneficio de los infantes. Un libro complejo que evidencia carencias mexicanas en aspectos fundamentales •

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La Jornada Semanal

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En nuestro próximo número

CRÍTICA DE ARTE Y HUMANIDADES: situación y perspectivas

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

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Naief Yehya

Agustín Ramos

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STA HISTORIA SE LLAMA Convertimos la lucha en patrimonio. Aparece en “el turno de los anónimos y… la historia oral”, en el tiempo de la igualdad, diría Ranciere. Y es el testimonio de un líder seccional de Tierra Blanca, Veracruz, don Manuel García Amador, sobre el movimiento ferrocarrilero de 1958-1959. Que “se suscitó –explica éste– por no querer otorgarnos, la gerencia de los ferrocarriles, aumentos acordes con la categoría y la dificultad de cada uno de los puestos.” Y sigue así: “Durante la huelga los comerciantes dueños de tiendas grandes como Barredo, don Pepe Mora y Plácido Álvarez, se portaron como los buenos. La gente llegaba y le fiaban, sin la certeza de que se les fuera a pagar. Y hubo más buenas acciones de la ciudadanía; por ejemplo, había un carnicero…” A la historia le antecede un prólogo de impecable rigor metodológico, aunque impregnado de un afecto filial que lejos de enturbiar esclarece la tarea historiográfica del autor. Sin ocultar pero sin exhibir lo entrañable de la seria aventura de reconstrucción histórica ni la nostalgia y el color que la animan, Arturo García Niño, doctor en historia e hijo de quien rinde testimonio, emprende la transliteración del movimiento ferrocarrilero en Tierra Blanca, lealmente, dejándose guiar “por la querencia” pero sin capitular de la veracidad y partiendo “de lo vivido”, que se fue gestando “en las conversaciones de la familia”, en un “modo de hablar” inmejorable para capturar “las pequeñas cosas invictas y echar cables a tierra para no perder el origen”. De tal modo, García Niño diserta sobre los factores históricos que confieren importancia al movimiento: la preponderancia del transporte ferroviario, el tránsito del aflujo de la revolución social a la instauración plena del capitalismo y de la corrupción gubernamental, así como las dinámicas internas y externas del movimiento al defender sus intereses y repudiar el latrocinio oficial, su desarrollo desde la periferia hacia el centro del país y la respuesta represiva del Estado. Así mismo, expone la pertinencia y la necesidad de la historia oral como fuente de primera calidad para la investigación histórica, sus orígenes rastreables en los testimonios de los esclavos en Estados Unidos y sus réplicas en Inglaterra, Italia y Francia. También confiesa sus arduos esfuerzos de historiador profesional, para convencer a un protagonista de esta epopeya, su padre, don Manuel García Amador, acerca de la trascendencia de su participación en el movimiento y de la importancia de la recuperación de esa historia como producto personal a la vez que colectivo, para discernir lo esencial y para sostener el equilibrio entre las fuerzas de una doble subjetividad –del autor y del ac tor, del hijo y el padre–, a fin de acertar en el blanco de la máxima objetividad posible, justo a través de una insuficientemente valorada historia oral que no admite ni pide condescendencia.

Paréntesis: Carlo Ginzburg en su estudio El queso y los gusanos, muestra que la cosmovisión de un molinero del siglo xvi no va a la zaga de la de Platón, y revalora la cultura oral, no escrita, en sus dimensiones estética, gnoseológica y axiológica. Tal valoración comprende, por así decirlo, tanto a la “alta” cultura de las clases dominantes como a la “baja” cultura de las clases subalternas, igualándolas en su aprecio y diferenciándolas en su especificidad. “Lo que pienso [del padre Lara, cura de la iglesia de Guadalupe, prosigue don Manuel] es que se dio cuenta de la injusticia porque era obvia con la invasión de la soldadesca y por eso se portó bien y solidario, como un terrablanquense… Bueno, esto es lo que pienso porque nunca le vi posiciones de avanzada y sí muchas conservadoras en serio. Pero con su acción de esa madrugada se ganó mi respeto y creo que el de muchas personas en la ciudad. Es que, a fin de cuentas, todos convertimos la lucha en patrimonio.” La propuesta de vida y la actitud de don Manuel ante las derrotas y la impotencia presentes constituyen una pertinente opción existencial y ética: convertir la lucha en patrimonio: frase bien engarzada por un gran ensayista y científico social que, al contextualizar, es decir al presentar la panorámica de qué y cómo del movimiento ferrocarrilero, aporta un relato tan suculento y nutritivo como las grandes narraciones épicas de Tucídides y Vasilikós, de Michelet y André Maurois, de Bernal Díaz y Martín Luis Guzmán •

Snowden, de Oliver Stone Desencanto Dejó la universidad para defender a su patria. Estaba harto de los liberales que criticaban a su gobierno y los motivos de la guerra, por lo que se enroló en el ejército. Al servicio de la nación descubrió la verdadera naturaleza del intervencionismo y las políticas siniestras del régimen. Entonces decidió dedicarse a denunciar los abusos de sus superiores y las conspiraciones del poder.

Oliver Stone

Una habitación De hotel El anterior párrafo describe al exagente de la cia , programador, hacker y legendario filtrador de información, Edward Snowden, pero también al cineasta Oliver Stone. Ambos tuvieron una evolución política semejante, el primero por la cibervigilancia de la población y la desaparición de la privacidad y el segundo por la guerra de Vietnam. Por tanto es fácil entender la solidaridad y admiración que siente Stone por Snowden, lo cual se hace palpable en la película biográfica Snowden, donde cuenta las razones que llevaron al protagonista, en 2013, a denunciar el alcance, capacidades y peligros del espionaje masivo que lleva a cabo la nsa con la complicidad de empresas de telecomunicaciones y algunas de las corporaciones más poderosas del mundo como Facebook, Google y Apple. Stone toma como eje de la cinta el encuentro en un hotel de Hong Kong entre Snowden (Joseph Gordon-Levitt), la cineasta Laura Poitras (Melissa Leo), el periodista y activista Glenn Greenwald (Zachary Quinto) y Ewen MacAskill (Tom Wilkinson), un periodista de The Guardian. Ahí tuvo lugar la entrevista en la que se concretaron las revelaciones que sacudieron al mundo y que eventualmente Poitras convirtió en el documental Citizenfour (2014), por el cual obtuvo un Oscar. Durante esta reunión claustrofóbica se narra en flashbacks la historia de Snowden, desde 2004, cuando entrena con las fuerzas especiales, hasta la fractura que lo obliga a salir del ejército, pasando por su ingreso a la cia (cuando sus principales influencias literarias eran Ayn Rand y Joseph Campbell), su transición a la nsa y a otras firmas contratistas de estas agencias de espionaje. En poco tiempo Snowden se ve involucrado en una investigación que va en contra de sus principios y valores y poco después descubre que el gobierno está construyendo un monstruo de vigilancia, un panopticón que eventualmente destruirá la democracia.

Provocación Pelotón, Wall Street y Salvador (las tres de 1986), Nacido el 4 de julio (1989) y jfk (1991) le dieron a Oliver Stone un lugar particular en la cinematografía estadunidense, ya que por varios años impuso con su cine polémico la agenda de discusión en la cultura popular. Otros de sus filmes tuvieron impacto,

como Nixon (1995), pero sus perspectivas dejaron de cautivar al público de masas. Con Snowden el realizador intenta volver a la controversia y obligar al público a reflexionar en torno al tema de la privacidad y la vigilancia. En sentido estricto, esta es una cinta rutinaria, reiterativa y didáctica. El director de Natural Born Killers se siente obligado a inyectar intensidad mediante acordes ominosos, tomas picadas, suspenso prefabricado y un romance un tanto estéril. Asimismo, recurre una y otra vez a imágenes digitalizadas que se sienten gastadas y redundantes. La épica de Snowden no da para un filme de acción, no obstante Stone es un cineasta astuto que logra hacer con esta historia un filme atractivo, impactante y necesario.

traición Como es bien sabido, Snowden logró salir de Hong Kong, pero una vez que aterrizó en Rusia su pasaporte fue anulado y quedó varado ahí. El gobierno de Vladimir Putin le dio un permiso de residencia temporal. Sin embargo, no puede viajar a ningún otro país ni regresar al suyo, ya que lo espera una inevitable condena por traición de la cual no podrá defenderse. Especialmente porque tanto Hillary Clinton como Donald Trump han anunciado que serán implacables con él en cuanto puedan apresarlo. Stone muestra a Obama prometiendo transparencia y respeto para los filtradores de información, algo que no ha cumplido en su régimen durante el cual más informantes han sido encarcelados, perseguidos y hostigados que durante cualquier otro gobierno estadunidense.

resPonsabiliDaD Snowden es un idealista desencantado, un hombre que cree en la responsabilidad y en los ideales de la democracia. Es difícil concebirlo como un traidor, como un soñador o como un ingenuo. Es claro que calculó el costo político, emocional y económico de sus acciones y la alta probabilidad de que terminaría en la cárcel, como Chelsea Manning. Es casi imposible que sea perdonado o que se le ofrezca un juicio legítimo. Por tanto, sólo queda seguir manteniendo viva la discusión y exponer por todos los medios la importancia de sus acciones, así que con todos sus defectos Snowden es una agradecible contribución a esta causa •

JORNADA VIRTUAL

Convertir la lucha en patrimonio (ii y última)

TOMAR LA PALABRA

naief.yehya@gmail.com


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Jornada Semanal • Número 1128 • 16 de octubre de 2016

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germainegh@casalamm.com.mx

Toulouse Lautrec y la Belle Époque

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L MUSEO DEL PALACIO de Bellas Artes presenta la espléndida muestra El París de Toulouse Lautrec. Impresos y carteles del moma , integrada por un centenar de piezas pertenecientes a la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York que inauguró esta muestra hace dos años con motivo de los 150 años del natalicio del artista. Los impresos de Toulouse Lautrec fascinan por la frescura y voluptuosidad de sus imágenes de las noches de cabaret en los años dorados de la Belle Époque, “la bohemia de París, alegre, loca y gris” que canta Charles Aznavour…

Toulouse Lautrec marcó un par1 teaguas en el devenir de la pintura moderna, tanto por su temática como por sus innovaciones técnicas y estilísticas. Entre los numerosos artistas que recrearon la bohemia parisina, Lautrec es el más auténtico pues conoció el mundo de la farándula desde sus entrañas, no como un simple observador de su entorno. Por eso sus obras destilan realismo y sinceridad: se palpa el claroscuro del alma de sus personajes que logró plasmar en imágenes plenas de vida y sensualidad. Henri Marie Raymond de Toulouse Lautrec nació en una cuna aristocrática en Albi, Francia, en 1864. Sus padres eran primos hermanos y ostentaban el título de condes de Toulouse; como consecuencia de su consanguineidad el pintor padeció una enfermedad genética que afecta el desarrollo de los huesos. Aunado a eso, sufrió dos fracturas en los fémures de ambas piernas, por lo que su estatura alcanzó apenas el metro y medio. Durante el largo período que pasó confinado a la cama en la adolescencia comenzó a esbozar sus primeros trazos. Ya restablecido, se formó en los talleres de los pintores León Bonnet y Ferdinand Cormon, donde entabló amistad con Van Gogh. Desde muy joven se sintió atraído por las escenas de baile y circos de Degas, pero su alma bohemia lo llevó al barrio de Montmartre, donde encontró su mayor fuente de inspiración en las bailarinas, cantantes y prostitutas que fueron sus leales amigas y musas. Fue cliente asiduo de los cabarets y café concerts, y pintó como nadie la noche parisina en los escenarios del Moulin de la Galette, el Moulin Rouge, Le Chat Noir o Le Mirliton. En sus lienzos captó con maestría y pasión la luminosidad teatral de las atmósferas festivas y el ritmo frenético del chahut (versión popular del cancán), y también ridiculizó la hipocresía de la nueva burguesía parisina que llegaba a los barrios bajos atraída por la nostalgie de la boue (nostalgia del fango), como se llamó a la curiosidad de las clases altas por las diversiones de los proletarios. En 1892, el renombrado cantautor Aristide Bruant comisionó a Lautrec el diseño del cartel para promocionar su presentación en el cabaret Ambassadeurs situado en los Campos Eliseos. El artista recurrió a un diseño simple y directo en el que destaca la figura de Bruant en primer plano para expresar su personalidad arrasadora. El dueño del establecimiento lo rechazó por parecerle simplón y de mal gusto, pero Bruant lo amenazó con cancelar sus presentaciones si no colocaba el cartel por todas las calles de París. Este hecho catapultó a Lautrec a la fama como diseñador de carteles publicitarios y marca el inicio del diseño moderno del afiche que se distingue por su economía de formas y uso de colores planos y vibrantes, inspirado en la estampa japonesa conocida como Ukiyo-e, que el artista admiró y reinterpretó creando un lenguaje visual inédito en el arte occidental. La exposición en el Museo de Bellas Artes resalta el valor de las artes gráficas que muy seguido quedan injustamente relegadas a un segundo término. Toulouse Lautrec es uno de los grandes maestros de la litografía de todos los tiempos y supo emplearla para fines publicitarios desde una visión plenamente moderna, toda vez que se sirvió de ella para realizar sus obras más íntimas, como las reunidas en la carpeta titulada Elles (Ellas), en la que brinda un homenaje a la sensualidad femenina en fascinantes escenas en las maisons closes (burdeles) donde pasaba largas temporadas dibujando a las prostitutas 2 que captó con ternura, respeto y dignidad. En 1899 su familia se vio forzada a internarlo en un sanatorio para intentar solucionar sus problemas de alcoholismo, mismos que no pudo superar y murió dos años después, cuando aún no cumplía los treinta y siete años. La exposición ofrece al público un fascinante recorrido por la Belle Époque parisina a través de seductoras imágenes que son un canto a la alegría de vivir •

Frino cortando rábanos

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ACE MUCHOS AÑOS, Octavio Paz le dijo a alguien:“Para ser poeta hay que vivir como poeta.” Veredicto profundo, la sustancia que supone cuestiona el presente artístico como nunca, y más. ¿Vivir como poeta? ¿Qué es eso en México y el mundo de hoy, cuando reina el entretenimiento y el mal artista busca convertirse en tiburón? No lo sabemos de cierto. Suponemos que tiene que ver con la córnea taladrando la piel de las cosas. La ambición superficial impulsa a la pirotecnia verbal y erotiza al artificio visual, narcisos transeúntes del anchísimo camino digital. Aun en tan terrible aliteración,

sucede de vez en cuando que alguien se diferencia de quienes presumen la pluma y la guitarra para beneficio de la pequeña fama, tal como el alcohol que en el alambique de cobre se separa. Frino, a quien hoy le presentamos, lectora, lector, es de los que saben acuñar la propia estampa con lentitud. Su talento y dedicado oficio nos ha hecho mirarlo con atención desde hace mucho, sabiendo que llegaría el momento para decirle que su riesgo mejora el aire en México. ¿Quién es Frino? Nacido en Torreón, Coahuila (tierra socavada y harta), Frino es antes que nada hermano gemelo –idéntico– de otro destacado de la pluma (Vicente Alfonso, cuya última novela ha sido publicada por Tusquets: Huesos de San Lorenzo). Por cuenta propia Frino es poeta, dramaturgo y músico con menos de cuatro décadas de vida, lo que sorprende al revisar su prolífica carrera. Es sociólogo y maestro en Estudios Latinoamericanos por la unam , donde cursa doctorado. Es maestro de Creación lírica en la escuela Del Rock a la Palabra, dirigida por uno de sus mentores: Memo Briseño. Ha obtenido el Premio Nacional de Literatura del inba y dos veces el Premio Obra para Títeres del Museo de Arte Popular. Ha sido becario del Fonca y del Fecac. Ha editado tres discos y cuatro libros. Los últimos de ellos vienen juntos (libro con disco) y como uno solo se llaman Cortando rábanos. Tal es el pretexto para invitarle a conocerlo. Este objeto es una puerta doble tras la que vive lo mejor de su inteligencia, creatividad, sensibilidad y compromiso con la palabra y la música; con las personas que más quiere y con lo que más le duele de su patria. Y no se trata de cuentos. No es una novela. No es una apuesta por la reseña. No es una colección de crónicas. No es cancionero. No es ensayo. Es todo y más, pero con el motor de la décima poética virtuosamente medida y acentuada, muchas veces deslumbrante. Hablamos de noventa piezas a través de las cuales Frino se toma el pulso para fundirlo con el de una comunidad inmediata de amigos músicos y artistas a los que paga generoso tributo (Jaime López, José Cruz, Hebe Rosell), pero que va más lejos y saluda lo mismo a David Bowie que a García Márquez, Saramago, al querido Hugo Gutiérrez Vega o Rubén Blades pasando por b. b. King, los Beatles y Rockdrigo; que ronda la ausencia de los 43, las vicisitudes de Nestora, el espíritu del 132, los asesinatos de la Narvarte o los abusos naturales en Tajamar. Por ello decimos que leer a Frino es leernos a nosotros mis-

1. Aristide Bruant en su cabaret, 1803 2. La compañía de la señorita Églantine, 1896 Ilustración de Chubasco

mos en años duros, cuando faltan bondad, empatía y nuevas formas de esperanza… Y que hace bien al alma. Ilustrándolo están las maravillosas obras de Víctor Vélez Chubasco. El perfecto prólogo es de Pedro Miguel y los plácemes en décima, por si fuera poco, son del legendario Guillermo Velázquez (sí, el león de la sierra Xichú). Armado bellamente por Ediciones del Lirio, contó con el apoyo del Museo de Arte Popular y de la Secretaría de Cultura de San Luis Potosí. El disco que lo acompaña contiene quince temas, trece de los cuales toman la poesía propia (los dos restantes fueron poetizados por el gran Alexis Díaz Pimienta, otro colega cercano al autor). Del blues al son pasando por el rap, el rock, la balada y la nana (preciosa por cierto), su contenido se esfuerza por empatar el múltiple reflejo temático del libro. Y lo logra combinando su voz con la Mula de Sietes, Danger, Adriana Cao, Betsy Pecanins, Juan Cristóbal Pérez Grobet y muchos intérpretes más. Tras lo dicho, le aseguramos que este amoroso trabajo refresca y fortalece la casa que lo contiene. Tomándolo ante un invitado dirá “tienes que ver esto”. Lo abrirá y encontrará, verbigracia: “La décima es alfabeto,/ es afrenta y es halago,/ es el sombrero del mago/ revelando su secreto./ Es adobe y es concreto,/ es calma chicha y tormenta,/ es oralidad e imprenta,/ fiesta de amigos cercanos/ y novia que entre mis manos/ cada noche se reinventa.” Entonces sonreirá sintiendo que un mundo mejor ha nacido, elevándose con el solo poder de las palabras. Obténgalo en librerías. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

@LabAlonso

ARTES VISUALES

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

16 de octubre de 2016 • Número 1128 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

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STUVE AHORA EN GUANAJUATO para hablar de Cervantes en el Coloquio Cervantino que organizan, entre muchos, el Festival Internacional Cervantino y el Museo Iconográfico del Quijote, a quienes no dejo de agradecer su amabilísima invitación, de la cual fue culpable también nuestro muy querido amigo Nacho Padilla. Además del disfrutable Coloquio sobre el genial manco, de cuyas obras se habló desde todos los puntos de vista –Cervantes en la literatura, claro, pero también en el cine, el teatro y hasta en el cómic–, tuvimos la oportunidad de ir a ver

algunos espectáculos del Festival, entre ellos la puesta en escena de Numancia, de la Compañía Nacional de Teatro. La puesta en escena de Juan Carrillo me impresionó –el trabajo de los actores con el difícil verso, la escenografía, el vestuario y la luz son realmente notables– y además pude darme cuenta de que ésta no dejaba de hablar sobre lo que sucede en nuestro país. El cerco de Numancia, de Cervantes, cuenta la historia de esta heroica ciudad celtíbera que resistió a los romanos durante veinte años. En el año 133 ac , el Senado romano decidió enviar a un ejército comandado por Escipión el Africano, quien mandó construir un cerco para sitiar la ciudad y vencer por hambre a sus habitantes. La obra comienza ya durante el sitio, cuando los numantinos tratan de negociar con Escipión, pero éste se niega. Así, con tal de no entregar su dignidad a los invasores, los numantinos prefieren quemar todas sus posesiones, matar a las mujeres, los viejos y los niños, y suicidarse. Al final los romanos entran a una ciudad muerta, llena de cadáveres. Escipión no podrá presumir el botín de su conquista en Roma y su victoria se considerará una derrota ante el trágico gesto de los númidas. Parece que la historia real no fue del todo así, pero Cervantes pone el énfasis en la victoria moral de quienes se sacrificaron con tal de no entregarse al enemigo. La puesta en escena de Juan Carrillo sigue el guión, por decirlo así, pero creo que va más allá, como decía, pues insiste en el tema del pueblo lleno de muertos, e incluso hay una escena en la que las mujeres –las primeras que deben morir para conservar su honor frente a los romanos– aluden a los asesinatos de mujeres que han ido aumentando en los últimos años en nuestro país. Confieso que al ver Numancia y, aunque la trama del gran Cervantes habla quizás de otra cosa, durante la escena de los muertos apilados en la ciudad desierta no podía dejar de pensar en un artículo que leí hace poco sobre

Escena de Numancia

el enorme campo de exterminio, como lo llamó la pgr , en el ejido de Patrocinio en San Pedro, Coahuila, a 80 kilómetros de Torreón, del que recientemente empezaron a dar cuenta los periódicos (en especial Eje Central cuyos periodistas hicieron un reportaje sobrecogedor aquí: http://www.ejecentral.com.mx/ patrocinio-campo-de-exterminio , y Raymundo Riva Palacio habla de él en El Financiero). En la fosa de Patrocinio se han encontrado, dicen los periodistas, tres mil cadáveres de personas asesinadas entre 2007 y 2012. Tres mil cadáveres que los cár teles que luchan en esa región han ido dejando en los últimos años, como el tiradero de sus luchas ciegas y sangrientas. Cadáveres que apenas se van identificando, a los que seguramente buscarán padres, madres, hermanos, hijos, los activistas del grupo Vida que han estado luchando porque se esclarezca qué pasó ahí. Tres mil muertos. Lo repito porque excede todo lo que podría imaginar, si acaso una tierra de nadie, donde la ley ha regresado al Medievo. Mi familia, ya lo he dicho mucho, viene de una guerra. Mi madre contaba que en su pueblo, en Aragón, se hablaba de dos mil muertos enterrados en fosas. Aquí aparecen fosas y campos de batalla de una guerra que no hemos elegido pelear, arrastrados por eso que carcome al país entero. En Colombia, al votar el “no”, da la impresión de que la guerra es una especie de enfermedad que contagia y no se puede parar. De repente, matar es fácil, escalofriantemente fácil, y las autoridades no se sustraen a esa lógica horrenda. Pienso en Numancia y en la idea de la derrota y la dignidad. El hecho de que en nuestro país llevamos derrotados mucho tiempo por la propia guerra. Nuestra dignidad consiste, al contrario de los numantinos en la obra de Cervantes, en estar vivos. Tres mil muertos. Sé que son parte de los más de veinte mil desaparecidos que se suman en unos cuantos años, pero no me lo aclaren. Quiero que el horror de decirlo tenga algún significado •

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IENTRAS YO ESCRIBÍA ESTO y tú lo estás leyendo mataron gente en Veracruz y siguieron desapareciendo personas allá y en el resto de nuestro México desangrado. Los últimos de ayer en el recuento fatal han sido sustituidos ya por nuevas víctimas que ahora son bultitos horriblemente premonitorios de guerra y muerte allí, esparcidos entre altos pastos verdes a la orilla de una carretera, como si fueran basura. Dos chavos y una chamaca que ya no son personas ni sueños ni futuro sino desechos, daño colateral. Más muchachos muertos. Otros chicos asesinados, troceados, quemados con ácido para engrosar el registro macabro de la

molicie mexicana. Estorbos. Malas noticias. Estadísticas que no se cuentan, pero cuentan mucho. Y ese recuento no lo vamos a ver en la televisión mexicana, que en muchos casos ha sido cómplice y colaboradora del régimen en eso de minimizar las críticas de la oposición al gobierno, de ridiculizar y hasta de perseguir activistas, periodistas incómodos –traicionando al gremio al que dice pertenecer, el periodístico, aunque lo suyo, lo suyo, es… la propaganda– o ciudadanos retobones. La televisión mexicana privada, la que hacen empresas como Televisa, tv Azteca y ahora también Cadena Tres, no cuenta la tragedia cotidiana de miles, cientos de miles de mexicanos que lloran un muerto o buscan en fosas clandestinas los restos de un ser querido, la mayor de las veces una chica o un muchacho muy jóvenes, arrancados con saña inexplicable de la vida, de su familia y su rutina. Porque le gustó a un hijo de puta delincuente y asesino. Porque quiso vender mota y eso le pisó el callo a un hijo de puta delincuente y asesino. Porque estuvo mal acompañado, en el lugar y la hora equivocados a ojos de un hijo de puta delincuente y asesino. Motivos idiotas y circunstancias propicias siempre van a sobrar. Porque hay territorios de México que han sido arrasados por una violencia bestial desatada tanto por grupos de la delincuencia organizada y el narcotráfico como por los sicarios de ese otro cártel que se dice gobierno. Ahí Tamaulipas, Coahuila, Sinaloa, Oaxaca, Guerrero o Veracruz. En Veracruz la principal televisora abierta es Telever, filial de Televisa. Y es corresponsable de la triste situación en que se encuentran los habitantes de ese estado aunque desde luego nunca vaya a aceptar ningún tipo de responsabilidad en ese nauseabundo caldo de connivencias en que las actividades delictivas de tanto servidor público corrupto y criminal terminaron convirtiendo, el rinconcito donde alguna vez hicieron su nido las olas del mar, en guarida de ladrones

y asesinos, de secuestradores y funcionarios corruptos y violentos y sus noches, en vez de diluvio de estrellas son repertorio de balaceras, incordios, agresiones y ciudades enteras bajo un no declarado estado de sitio cuando oscurece: porque en Veracruz gobierna al alimón con la corrupción, la impunidad y el cinismo, el terror más palpable. Por décadas (aunque nunca como en fechas recientes), Telever ha sido testigo de las marranadas del régimen priísta en Veracruz y lejos de denunciarlas las ha solapado y aplaudido. Sus producciones de entretenimiento, de calidad ínfima, no ocultan su ruin propósito enajenante. Sus espacios informativos o noticiosos se regodean en la alabanza al tiranuelo en turno de gobernador, al que sus locutores y comentaristas ni de chiste tocan jamás con el pétalo de una tímida crítica. En uno de los estados más violentos, en una de las épocas más violentas de su historia, la principal televisora veracruzana jamás ha hecho un recuento serio de las miles de víctimas de homicidio doloso, trata, desaparición forzada o secuestro. Abordar ciertas temáticas, argumenta la empresa, en el pasado la ha puesto en la mira de grupos violentos. La salida es conveniente: nadie en la opinión pública va a criticar que una televisora prefiera evitar ponerse en ruta de colisión con un grupo criminal. Aunque este sea un pretexto endeble que huele a complicidades. Pero si de lavarle la cara al régimen se trata, Telever siempre está en primera fila, obsequiosa. No es gratuito que una de sus conductoras de pseudonoticiero, Araceli Baizabal, compitiera en las elecciones de junio por una diputación abanderada… por el pri . Desde luego perdió porque el electorado veracruzano está harto, hasta el cepillo, hasta la madre del pri y de sus atildados personeros que luego, desde el intendente de palacio hasta el fallido gobernador, resultan vulgares, pedestres delincuentes que solamente sirven para contar sus anécdotas de corrupción y huida. Pregúntale a Duarte •

CABEZALCUBO

El silencio de Telever

PASO A RETIRARME

Tres mil muertos


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Jornada Semanal • Número 1128 • 16 de octubre de 2016

Orlando Ortiz

Luis Tovar @luistovars

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L 10 DE DICIEMBRE de 2010, Bernie Sanders pronunció en el Senado de Estados Unidos un discurso que duró alrededor de ocho horas. Su intención era tratar de hacerles ver a sus colegas lo nocivo que sería aprobar una reforma fiscal que sólo reproducía las nefastas medidas económicas que habían llevado a su país a un endeudamiento por 13.8 billones de dólares, y a incrementar la desigualdad, el desempleo, la pobreza, y al mismo tiempo a hacer más ricos a los más ricos:“En los últimos dos años, 15 personas han incrementado su fortuna en 170 millardos de dólares.” (Un millardo es mil millones, entonces, llanamente, el resultado es que

cada una de esas personas se embolsó más de once mil millones de dólares en sólo dos años.) Las dos líneas entrecomilladas en el párrafo anterior las tomé del libro Discurso. Sobre la codicia de las grandes empresas y el declive de la clase media, del mismo Bernie Sanders y publicado por Malpaso. Libro apasionante que nació de la transcripción que se hizo de ese discurso maratónico, confrontada con el diario de debates y con pequeñas correcciones para adecuar a la sintaxis de un texto escrito esas ideas e información presentadas oralmente. Es posible que la imagen de ese señor (Bernie Sanders), para muchos, sea la del sujeto que le peleó a la señora Hillary Clinton la candidatura por el Partido Demócrata. Sin embargo, no es del Partido Demócrata, mucho menos del Republicano, pero su trayectoria política es larga y siempre, e inexplicablemente, de izquierda. Es más, él se declara socialista. Fue alcalde de Burlington, Vermont, entre 1981 y 1989. Más tarde, y durante dieciséis años, representó a su estado en la Cámara Baja para llegar al Senado en 2007. Lo “inexplicable” no es que sea de izquierda, sino que siéndolo haya ocupado esos cargos a los que se llega vía electoral. Ha realizado su lucha sin pertenecer a ninguno de los dos partidos hegemónicos; es más, en el discurso pronunciado en 2010 culpaba a ambos partidos y al presidente Obama (y los anteriores) de estar coludidos para sacar la reforma fiscal que haría más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, e incluso a la clase media. Por eso afirmó:“lo cierto es que en los últimos cuarenta años, bajo gobiernos demócratas o republicanos, con el Senado o la Cámara de Representantes presididos por líderes demócratas o republicanos, siempre la tasa de desempleo ha superado el 7.2%.” Quien recorre estas páginas no puede dejar de preguntarse si se refiere al vecino país del Norte o a México, pues también señala que la riqueza está concentrada en el 1% de la población, quienes poseen más dinero que el 90%. Muchas de las reformas realizadas para exentar de gravamen a las grandes empresas y bancos han sido cabildeadas por Wall Street y el Departamento

del Tesoro. Sus maniobras han logrado que todos los ingresos generados entre 1980 y 2005 hayan ido a parar al 1% de la población. Al igual que en muchos otros países, se culpa del endeudamiento y la crisis financiera a los programas sociales, al seguro de desempleo y las tan llevadas y traídas pensiones. Estoy hablando de allá, no de aquí, donde según parece está por retirarse el Seguro Popular a varios millones de mexicanos. Sanders maneja a lo largo de su discurso datos duros, cifras espeluznantes que legisladores y mandatarios hacen a un lado cuando se trata de beneficiar a financieros y capitalistas. Ignoran que eso repercutirá en la educación (“hoy, en Estados Unidos, más del 20% de los niños viven en la pobreza”), en la creciente desigualdad del ingreso, por ejemplo que un alto ejecutivo de importante banco, en cinco años ha recibido alrededor de 110 millones de dólares como bonos más otros beneficios; se los dio un banco que “recibió cientos de millardos en préstamo de interés reducido y otras ayudas financieras de la Reserva Federal y del Departamento del Tesoro”, es decir, un banco que fue salvado con el dinero de los contribuyentes que cada vez son más castigados, pues allá (y en muchos otros países, incluido el nuestro) lo que impera es una ley de Robin Hood al revés, es decir, una tierra donde no se le quita a los ricos para darle a los pobres, sino se le quita a los pobres para darle a los ricos: La tierra de Nibor Dooh. Es curioso que a lo largo del libro encontramos mucha información denunciando esas arbitrariedades que están arrojando a la clase media al abismo de la pobreza, pero no señala que la culpa es de los gobiernos y los políticos que gravan el trabajo y no el capital. El libro hace pensar que ya es hora de que la sociedad haga que cambien las cosas en el mundo •

Parteaguas

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IEN SABE PEROGRULLO que los acontecimientos unánimemente considerados parteaguas tienen una condición cuádruple: una, que puede ser de manera permanente o cíclica pero siempre se vuelve a ellos; dos, que todo mundo tiene algo que aportar, sin que importe la participación o el atestiguamiento efectivos, o por el contrario se trate de un abordamiento por fuerza externo, bien porque el conocimiento que de dicho suceso se tiene procede de una o más fuentes documentales, bien a posteriori porque no se había nacido cuando el parteaguas en cuestión tuvo lugar; tres, que irremediablemente lo que cada quien pueda decir

buscará alguna forma de la totalidad pero se quedará corto; y cuatro, que esa condición inabarcable será semilla o humus para la gestación de nuevas aproximaciones, que habrán de repetir el ciclo. Tampoco ignora Perogrullo cuáles son, en México, los parteaguas que más obseden a su memoria colectiva. Para no retroceder demasiado en el tiempo, apúntense aquí dos indiscutibles: 1968 por el movimiento estudiantil y la matanza en Tlatelolco, y 1985 por el terremoto más fuerte que Ciudad de México ha sufrido a lo largo de su existencia. Este juntapalabras no recuerda nombres, pero más de uno ha de haber hecho notar la significativa especularidad entre ambos momentos históricos: ambos implican muerte y tragedia, pero mientras el inicio del primero se caracterizó por la organización colectiva y la identificación de intereses comunes y terminó bajo una lluvia criminal de balas oficiales, el segundo se desarrolló en sentido inverso, primero con la muerte súbita de igualmente innumerables personas, para dar paso a la organización espontánea de la sociedad, en el interés común y profundamente humano de salvar la vida, colectivamente hablando, ante la inacción pasmada de unas “autoridades” que, precisamente a las 7:19 de la mañana del 19 de septiembre de 1985, de manera intangible, altamente simbólica y al mismo tiempo contundente, vieron cómo empezó a derrumbarse su tradicional hegemonía.

los necesarios Tomando en cuenta lo anterior, no resulta extraño que la cinematografía insista, pero jamás lo suficiente, en abordar ambos parteaguas históricos. En el caso particular del terremoto del ’85, las aproximaciones han sido casi siempre tangenciales o meramente alusivas, y desde luego se habla aquí del cine de ficción, pues en el género documental el asunto es muy distinto. Al respecto cabe recordar la máxima según la cual un hito colectivo no puede darse por bien asimilado si los miembros de la colectividad no han sido todavía capaces

Escena de 7:19. La hora del temblor

de reflejar en la ficción todo aquello que dicho hito provocó y sigue provocando, en términos individuales pero sobre todo sociales. Ese es el contexto en el cual debe entenderse 7:19. La hora del temblor (2016), de Jorge Michel Grau, cineasta mexicano que en 1985 contaba doce años de edad, por lo que obviamente debe tener vívido en su memoria el recuerdo de aquel 19 de septiembre, lo que también puede decirse del escritor y aquí coguionista Alberto Chimal, que para entonces era un quinceañero. No sorprende, pues, que los comentarios al filme abarquen desde los encomios más o menos desmedidos hasta los reproches igualmente desaforados, lo primero de quienes han visto en 7:19 una síntesis apretadísima de mucho de cuanto se puede y es necesario contar al respecto, y lo segundo de quienes protestan porque les parece que falta demasiado, e incluso –con lo que este ponepuntos discrepa– que la tragedia fue “tomada a la ligera”. No hay tal: es claro que la cinta busca resumir, espaciotemporalmente, diversos elementos: sorpresa, miedo, instinto de supervivencia, conciencia de la muerte, sentimiento de culpa, condición de clase, denuncia de corrupción institucional y de inacción oficial… Y lo consigue, si bien de tanto en tanto un poco forzadamente, pero es preciso insistir en algo que coguionistas y director parecen haber tenido claro: o se tocaban dichos elementos así fuera apenas a título de suficiencia, o se soslayaban demasiados aspectos a favor del privilegio de unos cuantos. Lo último hubiera significado un empobrecimiento argumental por vía del tremendismo o de la sensiblería, y es de agradecerse que 7:19 haya hecho cuanto se pudiera por evitarlo. Detalle casual o quizá buscado: Demián Bichir y Héctor Bonilla, coprotagonistas, también lo fueron en Rojo amanecer (1989), la conocida e igualmente aplaudida/vituperada cinta cuyo tema es el otro parteaguas histórico mencionado aquí. Al final, más allá de pulgares arriba o abajo, filmes así son necesarios •

CINEXCUSAS

La tierra de Nibor Dooh (aquí y allá)

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

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ace muchos años, en un lejano país, nació la aventura del sueño de un artista adolescente. Fue en 1976, durante un primer viaje a México a sus quince años, cuando Christian Bramsen comenzó a soñar con este país. Se había enamorado. No de una mujer, sino de un territorio. De sus ciudades, sus aromas, sus habitantes, su pintura. Hijo del litógrafo danés Peter Bramsen y de Ingrid, también danesa, ocupada por su familia y por la artesanía del tejido, Christian hereda el exigente timón de un buque para nada fantasma: el taller de litografías Clot, Georges et Bramsen, el más prestigioso de Europa. Aventura anterior al sueño de Christian, la historia remonta a fines del siglo xix cuando Auguste Clot instala en la calle de Cherche-midi el que será el más antiguo taller original de litografía. Gracias a su habilidad y a sus dones de investigador, sobre todo en el dominio del color, atrae a los jóvenes Nabi, a quienes Ambroise Vollard solicitaba planchas para sus famosos álbumes de pintores. A partir de 1896 saldrán de sus prensas las más bellas obras maestras de la litografía en color bajo las firmas de Degas, Cézanne, Sisley, Renoir, Redon, Bonnard, Vuillard, Signac, Munch, Rodin y muchos otros. Hasta 1934, año en que le sucede su hijo André, Auguste Clot continúa la dirección del taller, donde recibe, entre otros artistas, a Rouault, Matisse, Denis, Roussel, Guillaumin, Foujita. Después de un período de calma, será necesario esperar la asociación del Dr. Guy Georges (nieto de Clot) y Peter Bramsen para ver resurgir la efervescencia de los primeros tiempos. En 1968 tiene lugar la mudanza del taller a la calle Vieille du Temple en el antiguo barrio del Marais. Mudanza épica cuando se piensa en el transporte de una máquina rotativa de prensa que pesa ocho toneladas. Una nueva generación sigue la mudanza del taller: Asgern Jorn, Alechinsky, Bram van Velden, Lindström, Wyckaert, Bury, Topor, Arman, Saura, Tabucchi, Voss, Michaux, Toledo, el primer pintor mexicano en participar en la leyenda del famoso atelier desde 1964. A la participación de Francisco Toledo seguirán otros artistas mexicanos como Coronel, Soriano, Cuevas, Parra, Gironella o Rojo.

16 de octubre de 2016 • Número 1128 • Jornada Semanal

En 1988, Christian sucede al capitán PeterNemo, así bautizado en un brillante y humorístico texto de Antonio Saura sobre la vida diaria en este buque. Si las generaciones de pintores se han sucedido con los años, el arte de la litografía ha también evolucionado: tratamiento del color piedra por piedra, experimentos de tintas entre Peter Bramsen y Alechinsky, utilización simultánea de cuatro colores en una sola piedra entre Christian Bramsen y el pintor y litógrafo mexicano Francisco Limón. Introducción de la aleación digital y la litografía. Pero si la técnica y el arte de la litografía evolucionan, la piedra no puede cambiar. Las únicas que sirven a la impresión litográfica, gracias a sus cualidades en relación con el agua y los cuerpos grasos, son piedras formadas por la sedimentación calcárea de caracoles hace 150 millones de años, cuyos depósitos se encuentran en capas profundas de los subterráneos de Europa. Su extracción sólo es posible en algunas raras regiones como la de Solnhofen en Bavaria. Al parecer, existe un depósito de piedra semejante en la zona de Orca en el norte del Golfo de México, pero situado a profundidades superiores. Christian asimila procedimientos de la litografía durante años de aprendizaje en el taller. Una iniciación que pasa de generación en generación, de maestro a aprendiz. No hay otra escuela. Pero si Christian aprende este arte, su obsesión por México no lo abandona. Así, cinco años después de ese primer viaje en compañía de sus padres, decide irse a México. Tiene veinte años y ha decidido realizar su sueño. Una mañana se levanta dispuesto a ir a comprar su boleto de avión, en el camino se detiene en un café donde un conocido le propone viajar a España. El destino encadena las cosas a su antojo y Christian se encuentra, días y kilómetros más tarde, en Andalucía. Regresa a París donde echa anclas durante un buen tiempo, matrimonio e hijos contribuyen a esta instalación, sin que por ello Christian deje de ver México, aunque a lo lejos, como la tierra prometida. 1988: Christian comienza a dirigir el taller. Llegan nuevos pintores, algunos de ellos mexicanos: Guillermo Arizta, Fernando Aceves, quien le presenta al toluqueño Francisco Limón. Éste, excelente pintor, se interesa en el procedimiento litográfico y se convierte en un aprendiz pronto convertido en un joven artesano. Limón vuelve a México hace siete u ocho años y se instala en la ciudad de Oaxaca, donde abre varios talleres de grabado.

Viaje París-Oaxaca de una máquina viva

Munch, Madonna

Si Christian Bramsen sueña con México, Francisco Limón sueña con París o más bien con la gigantesca máquina impresora de la calle Vieille du Temple. El azar nunca abolido interviene: Christian se entera de que una gran prensa de 1920, semejante a su máquina, será destruida como chatarra. Decide salvarla. Estas imprentas son raras en Europa. Enterado de su existencia, Limón la desea. Christian le regala las ocho toneladas. Hay que transportarla. Interviene el pintor Francisco Olguín, quien habla con otras personas. Un abogado mexicano pone el dinero para el transporte, un propietario inmobiliario pone un espacio. Primero en su género en Oaxaca, un estado donde existen 150 talleres de grabado, el taller que acoge la heroína de esta historia lleva su nombre: “La Máquina”. La epopeya sigue y como el container tiene una capacidad de diez toneladas, Christian mete también una prensa de brazos con rueda de madera, pieza ancestral de Clot, con el permiso de Peter Bramsen. En las dos toneladas restantes, Christian metió varias piedras de litografía, dos de ellas ya empleadas por Francisco Olguín y el Doctor en tatuajes Jerónimo Lakra, bajo la dirección de Christian. Por caminos del inconsciente, gracias al sabio azar, el sueño de Cristian Bramsen cobra realidad: irá viviendo en Oaxaca poco a poco año tras año sin dejar, por ello, su oficio de litógrafo. Le rêve est une seconde vie, escribe Nerval, pero vale la pena vivir el sueño despierto. Y Christian tiene esta suerte. Gracias a esta cadena de amistades, el histórico taller de Clot tiene ahora un sucesor en Oaxaca •

Vilma Fuentes

Miró, Le-Brahmane

Piedra litográfica

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