SEMANAL
Joan Cornellá: el horror cotidiano y el cómic
Ricardo Guzmán Wolffer
El rebelde y la pantalla: entrevista con el cineasta Sebastián Hofmann
SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 17 DE FEBRERO DE 2019 NÚMERO 1250
RMC
FLANNERY O’CONNOR NARRACIONES AL FILO DE LA MORAL Eve Gil
La buena gente del campo(fragmento). F lannery O’C onnor
LA JORNADA SEMANAL
Ilustración: Rosario Mateo Calderón
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FLANNERY O’CONNOR. NARRACIONES AL FILO DE LA MORAL Breve y prolífica: así fue la vida de Flannery O’Connor, narradora estadunidense sobresaliente pero injustamente mal conocida y poco leída en México. Víctima del lupus, murió de manera prematura hace cincuenta y cinco años –con sólo treinta y nueve de edad– pero dejó un legado literario de notable solidez, en el que plasmó lo que ella misma definía como “un gran sentido del demonio”. Sangre sabia, su primera novela –llevada al cine por John Huston–, así como Un hombre bueno es difícil de encontrar y La buena gente del campo, de la cual presentamos un fragmento, son muestra palpable del talento narrativo y la aguda capacidad de O’Connor para registrar, con todos sus matices, las complejidades del alma humana. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Rosario Mateo Calderón FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga RETOQUE DIGITAL: Jesús Díaz, Ricardo Flores, Felipe Carrasco y Jorge García PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción
JOAN CORNELLÁ: E
Nacido en Barcelona, en 1981, Joan Cornellá Vázquez hace historieta sobre lo inmediato y devela el horror que rodea lo estable y previsible.
EL HORROR COTIDIANO Y EL CÓMIC
Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
scondida bajo las sonrisas casi permanentes de los personajes creados por Joan Cornellá en sus viñetas, la maldad más cruel explota para evidenciar que nuestra percepción del entorno no sólo es precaria: nos falta horizonte para percibir que incluso una señal de estacionamiento puede contener una historia tan inesperada como perturbadora. En la era de lo visual, donde la letra y sus contenidos son apabullados por la mirada del espectador -consumidor que debe ser retenida en no más de cinco segundos, Cornellá es experto en pasar por encima del resto de las imágenes. Basta ver uno de sus cartones para identificar su estilo desenfadado, básico y eficaz, donde personajes hechos con aparentes plantillas mantienen una sonrisa atractiva que se funde en lo terrible. Si el principio del mensaje es retener la atención del receptor, las viñetas de colores primarios con uno o dos personajes son suficientemente llamativas para poner atención a sus historias de seis cuadros. Un vistazo basta para comprender que el peculiar humor de Joan linda con lo grotesco, con el insulto perturbador y termina por ser una crítica al individualismo, tan caro a la postmodernidad contemporánea, lo mismo que una crítica contra los valores morales o éticos supuestamente básicos y universales. Las historias de Cornellá son hipnóticas. A partir de una aparente simpleza gráfica, trasmite personajes estereotipados que de un cuadro
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al siguiente pierden la parte de humanidad que supuestamente les caracteriza, y confronta al mirón a resistir el cambio totémico en tramas cortas pero perdurables. El humor de Joan Cornellá tiene la característica básica para resistir la avalancha de ofertas visuales en librerías y redes: sorprende. No importa cuántas historias de él se han visto, la siguiente puede ser inquietante, probablemente más que la anterior. En la era del consumo, lograr que el cliente visual no se canse es básico. Entre sus dibujos, casi infantiles, destaca que todas las personas, sin importar la edad, tengan los ojos negros, como si sólo tuvieran pupilas en las cuencas; quizá es el signo para comprender que los personajes de Cornellá han perdido la más elemental humanidad: la posibilidad de ver el mundo desde el interior, con la luz que un ojo completo puede recibir. Tal vez algunos observadores encuentren difícil convivir con más de un cartón a la vez: digerir el impacto visual puede ser complicado, pero es tolerable; hacer el análisis de lo que está en juego en una historieta de una sola página puede tardar horas o días. Verbigracia: ante un adicto inyectándose, un peatón huye, pero al ver a una niña llorar por el globo perdido en las alturas, éste la inyecta con la misma jeringa usada por el drogadicto. Y la cría sonríe. Se agrede a la inocencia de la infancia; se agrede a la doble moral de quienes son estúpidos como para suponer que las drogas pueden ayudar a los niños o se divierten a costa de esos pequeños al darles droga. Verbigracia dos: ante una mujer acompañada de un niño disfrazado de cocodrilo, un hombre vestido de cazador ataca y apuñala al menor. Enseguida los adultos están juntos y enamorados. Se agrede la maternidad, el sentido lúdico infantil, la comunicación entre los tres, y los sobrevivientes regresan a la animalidad brutal de “enamorarse” a costa de la vida del pequeño acuchillado.
Imágenes tomadas de: http://cornellajoan. tumblr.com/post/81667920363
El peculiar humor de Joan linda con lo grotesco, con el insulto perturbador y termina por ser una crítica al individualismo.
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La espiral de agresión e imaginación apenas comienza con las relaciones básicas: adultosniños, parejas, familia. Cornellá ataca al mundo real. Transforma los cuerpos humanos y los objetos fabricados y usados por éstos. Nada es lo que parece, nada es respetable por no ser constante. Un hombre blancuzco se prende fuego al ver los cuerpos asoleados de dos mujeres hermosas. Una se enamora de él al ver el cuerpo masculino hecho una pasta rojiza sonriente, se casan y pronto tienen tres hijos con la misma textura corporal que el padre: más que con piel, están cubiertos por una pasta rojiza que los hace repulsivos. Ante la mirada de reproche de la mujer, ahora desparramada de tan gorda, el hombre suda, al parecer preocupado. No sabemos si es por haber heredado la piel horrenda o por haber desfigurado a la mujer. Los cuerpos se transmutan entre explosiones de plasma: ante la mirada sonriente de una niña ante la computadora, un gato viola sangrientamente a un hombre. Eso espanta a la infanta, pero el humano se quita el rostro y el cuerpo violado resulta tener cabeza de gato. Al comprender que el gato ha penetrado a un gato antropomorfo, sonríe. El embarazo, la transexualidad oculta, los bebés agredidos salvajemente, los cuerpos mutilados, seres imposibles que sonríen ante el regocijo del otro, son sólo algunos temas del amplio repertorio de Cornellá. Con violencia y bajo grafismos amables, este humorista extremo nos recuerda que no somos permanentes, ni nosotros ni nuestras ideas. Evidencia que el mundo puede cambiar para peor mientras vemos una viñeta atroz, y muchos reirán con más de una historieta de este autor del siglo xxi, donde el pudor visual en las redes, las calles, la política y el mundo que amenaza con aplastarnos, parece haberse perdido l
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Tres poetas brasileños Sergio Campos La voz y el canto* A María Luisa No sabe la ansiedad de ser humilde no sabe si es estigma o virtud y cuanto más intensa es más plena y cuanto es más plena es más hostil No sabe la ansiedad de donde proviene porque se lanza al abismo que no mide y se hace fuego antes de ser leña y se hace manantial antes de tener sed Y es ansioso el amor puesto en cautela pero es mayor la ansiedad de ser esquivo porque no puede esclavizarse a ella En verdad el amor es más no siendo tanto pues si la ansiedad dice: “Aquí yo vivo” El amor le responde: “es donde yo canto” Arquetipo demente Tenga a la vista una tarde liberada de compromisos varios y humanos Adopte unaire de quien llega a la nada mirando el lado opuesto de sus planes Para ser más exacto: tome un tranvía que lo conduzca a la confusión de ser pasando por lugares donde y cuando sea posible desaparecer De ser‚ lávese en el sol de algún jardín Suponga la sensación de flotar y deje este soneto antes del fin.
Sergio Campos (Brasil, 1941-1994). Poeta y editor. Creó un sello editorial llamado Mundo Manual Edições. Autor de más de diez libros, su obra poética fue reunida y actualizada por él mismo poco tiempo antes de su muerte. Una edición crítica de esta obra –Mar anterior (2015)– fue preparada por Floriano Martins y Leontino Filho, editada por arc Edições. *Tomado del libro El lobo y el pastor, ediciones Mundo Manual, Río de Janeiro, 1990.
Donizete Galvao Fundador* Él fundó una ciudad en la memoria territorio de sueños donde todo acontece. Calles que son bosques que son ríos que son abismos en ilógica geografía. Muertos de la infancia hablan con amigos de ahora. Cruzan el escenario rostros conocidos en otras esquinas. Hay un horror de arma engatillada, dispuesta para comenzar el sacrificio.
Accidente Creyó que era vino el agua salada que bebía. Creyó que era camino el callejón que ahí estaba. Creyó que cuando llegara su hora una senda lo salvaría. Abrió la puerta. Cayó al foso. Silencio en las escaleras.
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Vagabundo Todo depende de la calma. Todo depende del alma. Es preciso trabajar la palabra derramando nuestro sudor sobre ella. Pasarmil veces el tamiz procurando que sea una verdadera joya. Después, déjala, simple y desnuda, expuesta al deseo de los otros. No es mía, ni tuya. Ni la quiero. No la amo más.
El gato El gato es solitario. Teje con calma el misterio del mundo. El gato es eléctrico. Pura energía recorre sus vértebras. El gato es orgullo. Sin sumisión, jamás se entrega. El gato es deseo. Lucha por la luna en los tejados. El gato es sagrado. Mirada en el ojo que brilla. Un estremecimiento. Parece que vemos a Dios. Donizete Galvao (1955-2014). Recibió en 1988 el Premio
Revelación, por parte de la Asociación de Críticos de Arte de Sao Paulo. Optó por una poesía en que la simplicidad, de una aparente naturalidad, retoma elementos sencillos de la vida: los animales del zoológico, una entrevista con otro escritor, las huellas del ganado, las plantas. Publicó siete poemarios.
*Tomados del libro Las Faces del Rio, Ediciones Agua Viva, Sao Paulo,1990.
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Floriano Martins Entradas invisibles* III Siento el peso de tu corazón. Dioses respiran en todas las puertas de mi ser. Me refugio en el cuerpo de cada uno de ellos, donde resuenan las palabras de fuego: “Aclamado por el silencio me convertí en un dios. Ahora, hijo mío, deambulo entre los mapas de un misterio sin fin.” ¡Fulgor de oscuridades! Atrás de esas columnas circulares cada uno de nosotros arrastra su pesada urna lacrada en la agonía. El hombre se alimenta de las fatales ataduras de sus delirios, ¡Oh viajante en las llamas eternas! Por entre las vértebras agitadas de la noche, un hombre sigue los pasos de su propia sombra. Un hombre y su copa de intemperies. IV La sombra es un orgullo secreto del sol. Todo hombre se acusa a sí mismo de conspiración. Un rostro voraz revela un ángel furioso. Padre mío, eres glorificado y ciego. Escucha el rumor del vértigo: estamos rodeados por sombras cercanas a los efectos del aceite puro de nuestras reliquias. Los lívidos despojos del vacío rodean las raíces del muerto. La tierra profiere sus presagios: “El padre estáguardado en tí. Es otra la oscuridad de tus dones.” Recogo el ramo de tu voz, el espíritu conquistado por una fiebre de vidrios. “¿Qué dioses amar si no a los extraviados? El tiempo se gasta en ofrendas. Los mitos jamás superan sus alucinaciones.”
Floriano Martins (Brasil, 1957). Poeta, ensayista, editor y traductor. Dirige Agulha Revista de Cultura y arc Edições. Estudioso del surrealismo y la tradición lírica hispanoamericana, tiene libros publicados en las dos áreas. Destaca la edición más reciente de Escritura conquistada - Poesía hispanoamericana (2018), largo volumen con casi setecientas páginas dedicadas al período de las vanguardias. *Tomado del libro Tumultúmulos, ediciones Mundo Manual, Río de Janeiro,1993.
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EL REBELDE Entrevista con Sebastián Hofmann Director, guionista, fotógrafo y editor, el mexicano Sebastián Hoffman debutó en largometraje de ficción con Halley, película ganadora de un Ariel por su maquillaje y el Noves Visions en el Festival de Cine Fantástico de Sitges, entre otros. Tiempo compartido, su segundo largometraje, comenzó a cobrar notoriedad cuando ganó el premio a Mejor Guión en Sundance y, al igual que Roma, de Alfonso Cuarón, está disponible en Netflix.
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e pronto llega el momento donde te cansas de ser un rebelde, te cansas de siempre querer llevar la contra”, dice Hofmann. “Me imagino que en un punto ya agarras ese cheque de 10 millones de dólares, te compras una pinche casa con alberca y aseguras tu vida y la de tus hijos, que me imagino que es lo que hicieron Burton, Sam Raimi, Peter Jackson.” Siempre aspiramos a algo mejor, como los personajes de sus cintas. En Halley, un zombi antisocial. En Tiempo compartido, dos parejas dentro de una malvada corporación hotelera. Esa es la culpable del éxito, su película de mayor presupuesto a la fecha, con gran distribución y hasta presencia de actores reconocidos como Luis Gerardo Méndez y Miguel Rodarte.
Un legado congruente Todo comenzó rentando cintas vhs en Ciudad
de México, en Tlalpan. Ahí Sebastián veía las películas de directores como John Landis, David Cronenberg y John Carpenter. “El cine de horror lo que tiene, y siempre me atrajo, es que son parábo-
Carlos Díaz Reyes ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Y LA PANTALLA
las. Usan el lenguaje de los sueños y lo fantástico. Y, por supuesto, siempre he tenido una fijación por lo grotesco –cuenta–. Ese era el tipo de cine que a mí me gustaba de chavo, el romanticismo siempre me daba hueva, Forrest Gump y esas películas siempre me dieron hueva porque yo era otro tipo de bicho.” En los años noventa, casi por accidente, se convirtió en niño actor, con participaciones muy breves en las cintas Bandidos (1991), Cándido de día, Pérez de noche (1992) y El tesoro de Clotilde (1994). Después comenzó a hacer experimentos. “Mi papá es fotógrafo, desde muy chavito agarré la cámara –recuerda el cineasta–. En algún punto yo quería ser artista, no sabía si ser más como videoartista, como que intenté por ahí. Mientras todos querían hacer un corto de tres actos, yo filmaba cosas muy abstractas, más atmosféricas, imágenes.” Sebastián estudió Artes Plásticas en una universidad en California, con una especialidad en cine y fotografía y durante sus veintes trabajó como fotógrafo de películas y editor de algunas otras. En 2010 estrena en internet la serie cómicosurrealista de cinco capítulos, Los micro burgueses, realizada con recursos mínimos en la colonia Tacubaya. Creada, escrita y protagonizada por él, esa locura de un mundo enfermizo refleja su filosofía de aquel tiempo. “Me valía verga, siempre me valió verga. Si yo tenía tres lápices y una camarita de video, me valía verga. Hice tantos videoclips y cosas, yo no podía parar. Siempre tenía una camarita, me robaron el equipo varias veces. Iba a la Casa de la Computación en el Centro y agarraba cualquier otra chingadera de cámara, lo que fuera; eran como pinceles. Todavía hasta la fecha lo veo así. Yo parto desde ahí, creo.” Pero, aunque ya es un director profesional, viéndolo en retrospectiva, considera que las mismas ideas prevalecen a través de esos videos amateur que todavía se pueden encontrar en internet. “Mis primeros experimentos narrativos todos son Tiempo compartido. Es muy cabrón cómo ahora se ven mejor, ahora hay mejores presupuestos, pero como que viene del mismo lado. Claro, hay una evolución. Durante muchos años me avergonzaba de mi trabajo, pensaba que no tenía mucho sentido y ahora siento que otra vez estoy reconectando con eso a través de leer a otros intelectuales analizando mi trabajo. A lo mejor Los micro burgueses vale más hoy que hace diez años que la sacamos […] Para bien o para mal, si yo me muero ahora pues ahí está mi legado; raro, corto, no tan extenso, pero congruente.” Hofmann no ha dejado atrás su rebeldía. La tentación de entrar en el sistema sigue latente, más
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cerca que nunca, pero él se rehúsa. Prefiere seguir por su lado, con su productora Somos Piano. “Siempre quise ser artista. Nunca voy a hacer cine comercial, yo no hago series, a mí no me contratan para hacer una serie de Netflix, no puedo. Nunca he dirigido algo que no venga de un lugar muy personal”, sentencia, aunque Tiempo compartido ya ese encuentra en el servicio de streaming desde noviembre del año pasado.
El secuestro de la pantalla Tiempo compartido se proyectó por primera vez
Arriba: Cartel de la película Tiempo compartido, tomado de: https:// www.facebook.com/ TiempoCompartidoFilm/ Abajo: imagen tomada de la película Halley, tomadas de: https://vimeo.com/ sebastianhofmann Fotoarte con imagen de Ap. Página anterior: imagen de la serie Los microburgueses.
en México en el Festival de Cine de Guadalajara y aunque el director asegura que no estaba tan nervioso como en Sundance, desde ese punto hasta el momento de la entrevista hay cuestiones que lo atormentan. “Le película se estrenó [en los cines] hace cuatro días y a mí todos los días en el teléfono me llueven elogios y me llueven insultos”, confiesa. Aunque los críticos especializados han sido generosos, el público general no tanto. Y esta doble recepción lo inquieta. “Obviamente no haces una película como Tiempo compartido para gustarle a todos. Para eso haces Coco o una comedia ligera, una comedia simplona, de ésas que puedo verme en un avión, de Adam Sandler.” El director asegura que México no es como París o Buenos Aires, ciudades que menciona como orgullosas de su cine, cuyo contenido tiene toda la intención de distinguirse de lo que se hace en Estados Unidos. “Aquí sí tenemos una bronca: estamos secuestrados por las comedias pendejas de Eugenio Derbez, que se hacen con la única función de ganar dinero, y hacen muchísimo dinero, y Derbez se pudre en lana, pero no aportan absolutamente nada en un nivel cultural, al contrario, hay un retroceso. Y los blockbusters gringos. Tenemos el mercado secuestrado por esas películas.” Asegura que la recepción negativa no le sorprende en México. Recuerda que Halley ganó sólo un Ariel y un par de premios más, mientras que en el resto del mundo obtuvo catorce galardones. “Nos pasa mucho eso de ser mejor entendidos en otros lados”, dice. No por nada los mexicanos tienen, en los últimos años, una fuerte presencia en festivales como el de Berlín o Cannes. “Estamos en todos los festivales de cine más importantes cada año, cabrón. Siempre que salgo de este país me aman por ser director mexicano, apenas me bajo del aeropuerto y dicen: ‘no mames lo que está pasando en México a nivel cinematográfico, la nueva ola de los últimos quince años para acá’. Y no sólo los güeyes estos que se fueron a Hollywood, que la están rompiendo por allá con Leonardo DiCaprio. Y en México mucha gente cree que el cine mexicano es malo; es una tragedia.”
Menos margaritas Hofmann cuenta que pertenece a la Sociedad de Directores, donde hablan de cosas como proteger el acervo cultural del país, sus derechos de autor y un tema común, casi ancestral: el tiempo en las
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pantallas. “Con México no se acaba la Colonia. Aquí llegan los gringos, les ponemos una alfombra roja y les regalamos margaritas, ‘here, take a margarita’. En otros países están atorándose a Netflix, a Amazon con impuestos; ‘a ver, oye, si vas a llegar acá y vas a apañarte el mercado, pérate’.” “Es como si fueras a la Comercial Mexicana, al Superama y sólo hubiera productos gringos, diez pasillos de productos gringos y un pasillo al final oscuro, húmedo, con productos mexicanos. Así nos sentimos. Vamos a presionar para que eso se legisle, somos el cuarto mercado más grande del mundo, los gringos lo saben, por eso están aquí. Están robándonos todo el oro y la plata, nos están saqueando. México es el país del saqueo.” Es por ello que está entusiasmado con el triunfo de Andrés Manuel López Obrador en la presidencia. “Hemos tenido cien años de gobernantes pendejos y una negligencia gubernamental y güeyes que no cuidan a sus hijos y estamos pagando el precio –señala–. Pero estamos muy unidos y está chingón. Ojalá pasen cosas, pero, no mames, vamos a estar súper encima. Con Alejandra Frausto que es una chingona, que es de Morena y es la nueva secretaria (ministra) de Cultura, vio Tiempo compartido y la celebró muchísimo, me encanta esa mujer. Me parece que por fin tenemos una secretaria de Cultura que además es alcanzable. Yo una vez traté de decirle algo al dinosaurio éste (Rafael) Tovar y de Teresa, en una cena de la Academia y me detuvo un guardaespaldas para que no me acercara al señor. Imagínate qué país teníamos, donde un director de cine de treinta años no puede llegar y decirle algo al secretario de Cultura.” Dice que es una cuestión ideológica, más que nada. No cree que amlo vaya a salvar al país, pero le agrada sentir que deja atrás un gobierno que “tocó fondo”. “Peor no nos puede ir, ya tocamos fondo con Enrique Peña Nieto, en cuanto a que no podemos tener un peor presidente que ese güey. No existe en el mundo.” Ahora, ya que amlo asumió la presidencia del país, dice que el asunto está en no quitarle la vista de encima. “No depende de él y hay que ser sus mayores críticos, hay que observarlo con lupa. Ha hecho un par de cosas raras, (Manuel) Barlett y la madre. Pero tampoco hay que brincar a conclusiones, yo creo que hay que darle el beneficio de la duda y hay que ayudarle a él, ayudarnos a nosotros. Hacer lo que podamos desde nuestras trincheras, cualquiera que sea, tú como periodista, yo, cada quien.” El futuro es incierto, pero él está tranquilo. Se anotó un buen éxito con su nueva película que le puede dar para mucho. Está en un punto donde puede seguir; claro, siempre y cuando no pierda su esencia, ni esas ideas que lo llevaron a donde está ahora. “Qué bueno, a mí me alegra, porque una película como ésta pudo no haber funcionado. Y me hubiera valido verga, la película se pudo haber ido al Festival de Cine de Puebla con pésimas críticas, no la hubiera visto nadie, me hubieran dicho: ‘Sebas, la cagaste’. Igual yo hubiera entrado en crisis: ‘bueno a lo mejor tengo que regresar al formato Halley, hacer una película no tan cara’.” l
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FLANNERY O’ Retrato de una joven escritora que siempre lo fue –vivió sólo treinta y nueve años–, de formación católica, que a los veinticinco ya había escrito Sangre sabia, su primera novela –llevada al cine en 1979 por John Huston– y que en sus obras Un hombre bueno es difícil de encontrar y La buena gente del campo, los “personajes buenos” son los que más pecan.
…Jesús es como Don Quijote arremetiendo contra ese Retablo de las Maravillas que es el mundo.
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uando en uno de sus ensayos Flannery O’Connor afirma que la narrativa, como el ser humano, está hecha de polvo, “y si desprecias cubrirte de polvo, entonces no debes intentar escribir narrativa”, lo sustenta con su propia vida, injustamente breve y, no obstante, prolífica. Salvo un par de estancias efímeras en residencias para escritores y un intento por vivir en Nueva York, sus treinta y nueve años sobre la Tierra empiezan y terminan en el estado de Georgia, “cinturón bíblico de los eu”. Hija de católicos irlandeses, O’Connor nace en Savannah, el 25 de marzo de 1925 y sus cartas, reunidas en El hábito de ser, genuino monumento a la vocación literaria, reflejan un temperamento feliz y luminoso que ni el terrible lupus, mismo que aniquilara a su padre, logró doblegar. “El bastón me otorga distinción”, dirá cuando, a los veintinueve años de edad, le detectan la artritis en la cadera, uno de los primeros síntomas del lupus que se le diagnosticará en 1951 y no le permitirá concluir la lectura de El tambor de hojalata, que deja justo a la mitad antes de pasar a la sala de operaciones, el 3 de agosto de 1964. ¿Cómo pudo una mujer tan joven, tan enferma, criada para ser granjera, escribir cartas maliciosas, crear caracteres tan complejos y configurar escenarios tan angustiantes? La propia Flannery responde: “Tengo un gran sentido del demonio.”
Eve Gil ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Antes de que su mala salud la postre, Flannery vivirá en Yaddo, una residencia para escritores en Nueva York donde, antes de los venticinco, redactará su primera novela: Sangre sabia, llevada al cine por John Huston en 1979. Sus relatos exploran la naturaleza humana con mucha más claridad y menos escrúpulos que los libros sagrados o la horda de sabios que han pretendido filtrarlos a través de sus propias conciencias; nos enfrenta con Dios en lugares y circunstancias inesperados, situándonos en el centro de conflictos tan emotivos como violentos. Con la misma sensibilidad con que describe un geranio, expone la oscuridad del alma de un psicópata. La anciana mentalmente confundida de Un hombre bueno es difícil de encontrar, escucha a lo lejos la masacre de su familia a manos de los cómplices de lo que pareciera un compasivo interlocutor, no del todo convencida de que ese hombre sea un asesino despiadado. Después de todo, la bondad es como el rostro deforme de su Mary Ann: dulce de un lado, deforme del otro. La domesticación de la bestia que forma parte de la naturaleza humana, a veces, no hace sino exacerbar dicha bestialidad, como en la nouvelle La buena gente del campo. Dios ha hecho al ser humano a su imagen y semejanza, conformado por una compleja red de emociones que han de bordarse –o deshilacharse– con el transcurso del tiempo y de las circunstancias: una idea típicamente roussianana, empática con el cristianismo. La buena gente del campo, cuyo título, como el de Un hombre bueno es difícil de encontrar podría parecer anodino, olorosos a Biblia, a campo, a caca de caballo, a silbidos de granjeros, pero nadie que lea estos dos monumentales relatos olvidará que tras la ternura y la bondad puede agazaparse el mismísimo demonio, en sentido más práctico que bíblico. Lo más atractivo de La buena gente… es que se le anuncia como semiautobiográfico pues, en efecto, la protagonista tiene muchos puntos en común con su autora: es una joven de treinta y dos años que aparenta diecisiete, emplea gafas, es rubia, alta y espigada… y tiene una pierna artificial a razón de un accidente. Ha cursado estudios universitarios de Filosofía –Flannery asistió al Georgia State College for Women, hoy Georgia College and State University y obtuvo un máster en Creación Literaria en la Universidad de Iowa, lo que despierta admiración, morbo y desconfianza en torno a ella por parte de los vecinos de aquella pequeña zona rural de Georgia, como le ocurre a la propia Flannery. La escritora, como su personaje, tenía una pierna inservible, pero no empleaba prótesis. Este fue el primer relato que publicó, en 1855, en Harper’s Bazaar. La protagonista se hace llamar Hulga, aunque su verdadero
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NARRACIONES AL FILO DE LA MORAL nombre es Joy –que significa “alegría– y su madre, la señora Hopewell, se niega a nombrarla Hulga. Si las cartas personales de la autora no nos engañan, la relación con su madre distaba de ser tan conflictiva como la de sus personajes. Se advierte, sin embargo, una cierta codependencia madre-hija, producto de la enfermedad de ésta. El relato se desarrolla en perfecta calma campirana, alterada apenas por los chismes de la señora Freeman –ayudante de la señora Hopewell–, pero la anodina existencia de la asexuada Hulga, que rechaza la felicidad tanto como a su nombre, comienza a alterarse con la incursión de un atildado vendedor de biblias en quien Hulga, con ese cierto “sentido del demonio” del que habla la propia Flannery, empieza a ver una oportunidad para darle un giro interesante a su vida. Y ella, que no es precisamente una femme fatale, se propone seducir a ese “buen hombre de campo”, como reiteradamente llama la señora Hopewell a Mantley Pointer. Hulga es cruel, acaso porque está demasiado habituada a ser el centro de la crueldad de los demás. No hay una pulsión sexual en su plan con Pointer, sólo una curiosidad nacida de sus estudios de filosofía; algo, digamos, “científico”. Pointer es su conejillo de indias. Lo considera un tonto y un fanático como a la mayoría de la gente que la rodea –Hulga es atea, rasgo que, definitivamente, no comparte con Flannery, si bien ésta afirmaba que moriría por su religión, pero no haría el ridículo por ella– y los sentimientos son todavía más insondables que su súbita necesidad de “retozar” con alguien que ni siquiera le resulta atrac-
Arriba: ilustración de Brenda Moncada Página anterior: ilustración de Juan Gabriel Puga Derecha: ilustración de Mario Netzul.
tivo. Lo que le atrae de Pointer es que representa lo que desprecia. Ella alberga demasiada amargura y desprecio en su corazón, algo que nadie esperaría de la tierna y paciente Flannery O’Connor, que escribe extensas cartas a sus admiradores y amigos. Lo primero que vuela por nuestra mente es que Pointer será víctima del capricho de una joven que de pronto se quiere graduar de “mala”. Pero con Miss O’Connor nunca sucede lo que el lector espera… mucho menos lo que el más ateo de sus lectores ruega al cielo que no suceda, y lo que empieza como un acto de seducción por parte de la joven de la prótesis, termina siendo la peor de sus pesadillas. Los “malos” siempre serán “los otros”, incluso si se nos presentan como salvadores, –¡Eres un cristiano! –susurra Hulga/Joy cuando ve venir algo peor que un ultraje sexual a manos de Pointer… algo que le arrancará su último jirón de libertad –¡Eres un buen cristiano! Eres como todos ellos…; dices una cosa y haces otra.” A lo que “el Perfecto Cristiano” responde: “Puede que venda biblias, pero sé cómo son las cosas….” Flannery no puede explicar la creación literaria de determinados autores en otros términos que no sean estrictamente teológicos. Ve en la escritura una prueba y una esperanza: “La gente sin esperanza no escribe novelas. Escribir una novela es una experiencia terrible, durante la cual a menudo se cae el pelo y los dientes se carían [...] Si el novelista no está sostenido en una esperanza de dinero, entonces debe estarlo en una de salvación.” Nuevamente afirmo que los relatos de Flannery son congruentes con lo que predica. En ellos hay un sufrimiento intenso, un compromiso con el dolor humano, aunque también hay mucho humor negro, inherente a la personalidad de su autora, según consta en sus cartas. “Hay –dice Joyce Carol Oates– algo de magnitud irreversible, a menudo la muerte por medios violentos.” A todo esto, Flannery le llama “misterio”. La misión del escritor, de hecho, parece entrar en contradicción con el ser católico, para quien el misterio debe ser eliminado, mientras que el escritor intenta redescubrirlo en disciplinas que exigen menos que la religión. Define al pecado como una contradicción: el abandono de un bien mayor por otro menor; en ese sentido, sus personajes “buenos” son los que más pecan. El mayor “pecado” o debilidad de Flannery: la vanidad. Continuamente se lamenta de salir tan mal en las fotos, y su mejor amiga y compiladora de su correspondencia, Sally Fitzgerald, admite que era mucho más atractiva en persona. Su mayor virtud: la seguridad en sí misma. Sin falsa modestia admite sentirse orgullosa de su trabajo y releerse con placer. No obstante, a la escritura la llama “don” l
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LA BUENA GENTE DEL CAMPO (FRAGMENTO)* Flannery O’ Connor ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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ulga se puso de pie y se dirigió a su habitación haciendo mucho más ruido del necesario; luego cerró la puerta. Iba a encontrarse con el vendedor de biblias a las diez de la mañana en el portón. Había pensado en ello la mitad de la noche. Al principio lo había considerado una broma y luego había atisbado sus profundas implicaciones. Tendida en la cama, había imaginado diálogos que eran delirantes en la superficie pero que llegaban a profundidades de las que no sería consciente ningún vendedor de biblias. El día anterior, la conversación que habían mantenido había sido de esa clase. Él se había detenido frente a ella y simplemente se había quedado allí. Tenía la cara huesuda, sudorosa y brillante, con una pequeña nariz
respingona en el centro. Su aspecto era diferente del que había tenido durante la comida. La miraba con franca curiosidad, con fascinación, como un niño que mira un nuevo animal fantástico en el zoológico, y respiraba como si hubiera corrido una gran distancia para alcanzarla. Su mirada le resultó familiar, pero no pudo recordar dónde la habían mirado de esa manera. Durante un buen rato él no dijo nada. Luego, en lo que pareció una aspiración de aire, susurró: –¿Alguna vez has comido un pollo de dos días? La muchacha lo miró con frialdad. Era como si el joven hubiera planteado la pregunta para someterla a su consideración en la reunión de una asociación filosófica.
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–Sí– contestó ella al rato, como si lo hubiera considerado desde todos los ángulos posibles. –¡Debía de ser pequeñísimo! –dijo el joven con aire triunfal; todo él se estremeció con risitas nerviosas, y se puso muy colorado, y cuando se calmó en sus ojos apareció una mirada de completa admiración, mientras que la expresión de la muchacha seguía siendo la misma –¿Cuántos años tienes? –preguntó en voz baja. Ella esperó un poco antes de contestar. Luego, con voz apagada, dijo: –Diecisiete. Las sonrisas de él llegaban una tras otra como olas que rompen en la superficie de un pequeño lago. –Veo que tienes una pierna de palo –dijo. Creo qu’eres muy valiente. Creo que’eres muy dulce. La muchacha permaneció impasible, rígida y silenciosa. –Camina hasta el portón conmigo –le pidió él–. Eres valiente y dulce y me gustaste en el momento en que te vi cruzar la puerta. Hulga echó a andar lentamente. –¿Cómo te llamas? –preguntó él con una sonrisa. –Hulga– respondió ella. –Hulga– murmuró él–. Hulga. Hulga. Nunca he conocido a nadie que se llamara Hulga. Eres tímida, ¿verdá, Hulga? –preguntó. Ella asintió con la cabeza, observando la gran mano enrojecida en el asa de la maleta gigante. –Me gustan las chicas con gafas –afirmó él–. Pienso mucho. No soy como esa gente en cuya cabeza jamás entra un pensamiento serio. Es porque puedo morir en cualquier momento. –Yo también puedo morir –dijo ella de sopetón, y alzó la vista hacia él. Los ojos del joven eran muy pequeños y marrones, con un brillo febril. Escucha– dijo él-, ¿no crees qu’hay personas que están destinadas a conocerse por to’o lo que tienen en común? ¿Cuándo tienen pensamientos profundos y to’o eso? Cambió de mano la maleta y ahora la más próxima a ella era su mano libre. La cogió del codo y se lo sacudió un poco. –Los sábados no trabajo –dijo–. Me gusta caminar por el bosque y ver cómo está vestida la madre naturaleza. En las colinas y bien lejos. Picnics y esas cosas. ¿No podíamos ir de picnic mañana? Di que sí, Hulga –dijo, y le dirigió una mirada agónica como si sintiera que estaban a punto de salírsele las entrañas. Hasta parecía tambalearse hacia ella. Esa noche, Hulga se había imaginado que lo seducía. Imaginó que los dos caminaban hasta el granero que había más allá de los dos campos, y allí las cosas llegaban a tal punto que lo seducía con facilidad, y luego, por supuesto, tenía que vérselas con el remordimiento de él. Un genio de verdad podía llegar a hacer entender una idea hasta a un cerebro inferior. Imaginó que ella transformaba su remordimiento en una comprensión más profunda de la vida. Ella le arrancaba toda la vergüenza y la transformaba en algo útil.
Fue al portón a las diez en punto, después de escapar sin que la señora Hopewell se percatara. No llevaba nada de comer, pues había olvidado que, por lo general, a un picnic se llevan alimentos. Vestía pantalones y una camisa blanca sucia; en el último momento, se había aplicado al cuello un poco de vaselina mentolada, ya que no tenía ningún perfume. Cuando llegó al portón, no había nadie allí. Miró la carretera desierta en ambas direcciones y experimentó la furiosa sensación de que la habían engañado, de que él sólo había pretendido hacerla caminar hasta el portón. Entonces, de improviso, él se puso en pie, muy alto, detrás de unos arbustos en el terraplén del otro lado del camino. Sonriente, se quitó el sombrero, que era nuevo y de ala ancha. El día anterior no lo llevaba y ella se preguntó si lo habría comprado para la ocasión. Era de color tostado con una cinta blanca y roja alrededor y le quedaba un poco grande. Salió de detrás de los arbustos con la maleta negra en la mano. Llevaba el mismo traje y los mismos calcetines amarillos caídos. Cruzó el sendero y dijo: –¡Sabía que vendrías!La muchacha se preguntó con acritud cómo lo había sabido. Señaló la maleta y preguntó: –¿Por qué has traído tus biblias? La cogió del codo, sonriendo como si le fuera imposible dejar de hacerlo. –Nunca sabes cuándo necesitarás la palabra de Dios, Hulga –respondió.
Las sonrisas de él llegaban una tras otra como olas que rompen en la superficie de un pequeño lago.
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Por un momento ella dudó de que eso estuviera sucediendo realmente, y entonces empezaron a subir por el terraplén. Luego bajaron hasta los pastos, camino del bosque. El muchacho caminaba ágilmente a su lado, saltando sobre la punta de los pies. La maleta no parecía ser ese día tan pesada, incluso la balanceaba. Cruzaron la mitad de los pastos sin decir palabra y entonces él le puso la mano sobre la espalda y le preguntó: –¿Dónde está la juntura de tus piernas de palo? Ella se puso muy colorada y lo miró furiosa, y por un instante el muchacho pareció avergonzado. No pretendía ofenderte –dijo–. Solo quería decirte qu’eres muy valiente y to’o eso. Supongo que Dios cuida de ti. –No –dijo ella, mirando al frente y caminando muy deprisa–, ni siquiera creo en Dios. Al oírlo, él se detuvo y silbó. –¿No? –exclamó, como si estuviera demasiado sorprendido para decir otra cosa. Ella continuó caminando y al cabo de un segundo él estaba a su lado abanicándose con el sombrero. –Eso es muy poco común en una chica –dijo mirándola de reojo. Cuando llegaron al borde del bosque, le puso de nuevo la mano en la espalda, la apretó contra sí, sin decir una palabra y la besó con fuerza. El beso, en el que había más precisión que sentimiento, produjo en la muchacha esa descarga de adrenalina que permite a una persona sacar un pesado baúl de una casa en llamas, pero en su caso toda esa fuerza fue directamente a la cabeza. Aun antes de que él la soltara, su mente, clara, indiferente e irónica, ya lo observaba desde una gran distancia, divertida pero también con lástima. Nunca la habían besado antes y le alegró descubrir que no era una experiencia excepcional y que todo estaba sujeto al control de la mente. Alguna gente podría saborear el agua si les decían que era vodka. Cuando el muchacho, que parecía expectante pero inseguro, la apartó suavemente de sí, ella dio media vuelta y siguió caminando, sin decir nada, como si eso fuese para ella lo más normal. Él llegó jadeando a su lado y trataba de ayudarla cuando veía una raíz en la que ella podía tropezar. Sujetaba los largos y oscilantes tallos espinosos y los mantenía apartados del camino hasta que pasaba. Ella le guiaba y él seguía con la respiración agitada. Salieron a una ladera iluminada por el sol que descendía suavemente hasta otra un poco más pequeña. Más allá se veía un techo herrumbroso del granero donde guardaban el heno. La colina estaba salpicada de hierbajos rojos. –Entonces, ¿no estás salvada? –preguntó él de pronto, y se detuvo. La muchacha sonrió. Era la primera vez que le sonreía l *Traducción de Marcelo Covián. Nórdica Libros, España, 2011.
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Leer
FILOSOFAR, UNA TRADICIÓN DE NUESTRA AMÉRICA Filosofar, historia y eticidad en nuestra América, Mario Magallón Anaya, Fides Ediciones/cialc -unam , México, 2018.
Orlando Lima Rocha DIMENSIONAR la especificidad de la filosofía en y desde lo humano, demasiado humano, situándola en sus redes sociohistóricas para captar los lazos de poder y mutualismo que la constituyen, es tarea de todo sujeto que reflexione sobre el llamado acto de filosofar en su sentido de praxis y, por eso mismo, como acto político situado en su realidad histórica. Ello implica dimensionar filosóficamente lo político del ser humano y destacar la dimensión política de la filosofía. Allí donde la pluralidad humana es condición de toda politicidad y donde la experiencia manifestada en ideas es condición de todo filosofar. Recuperar la memoria histórica desde la propia tradición y sus peculiares y diversos modos de filosofar ha sido el horizonte que ha marcado el
filósofo Mario Magallón Anaya desde un horizonte de complejidad interdisciplinaria y hermenéutica analógica. Tales son los fines de su reciente obra, Filosofar, historia y eticidad en nuestra América, que se posiciona desde el problema de los distintos sujetos sin historia, no sólo dentro sino también fuera del marco ciudadano de la modernidad (los marginados, excluidos, migrantes, infantes, etcétera) y su reconocimiento dialéctico e histórico, una cuestión que se orienta en un proyecto humanista configurado como modernidad alternativa radical de y desde nuestra América toda. Modernidad alternativa radical situada desde una democracia igualmente radical y orientada por una antropología no prescriptiva de la persona humana, entendida como antropoética política. Se trata entonces de una filosofía del hombre histórico, de su conciencia y sensibilidad material y espiritual, para dar cuenta de la historicidad de lo que se ha llamado nuestra América, cuyo devenir se realiza como “la persistente lucha por su liberación. En la antigüedad contra el imperio ibérico, ahora contra el neoimperialismo norteamericano” y el británico. Tales son las propuestas, honduras y horizontes de reflexión que el filósofo Mario Magallón construye, todas orientadas por la dignidad humana como fundamento y horizonte universalizable de toda relación humana ética e histórico-culturalmente diversa, en comunidad con criterios de convivencia horizontal. Dimensionar el tiempo como múltiple y diverso, expresado en distintos espacios y realidades históricas, abiertos por la proyección humana en sus modos concretos de vida: tales son las expresiones de esta utopía de democracia radical que se proyecta desde nuestra América. Lograrlas supone superar las situaciones opresivas del capitalismo en su faz neoliberal y de dependencia imperialista, donde la filosofía colabore desde una filosofía de la praxis que dimensione su papel ideológico en el proceso de lucha por la liberación humana.
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
Es preciso entonces, para Magallón, considerar el papel de la memoria humana como crucial para un proceso de liberación transido de olvidos y silencios, como crítica a la violencia de dominación excluyente. Violencia que es parte de la condición humana, considerada por el filósofo mexicano como una estructura diahistórica y fundante de nuestra realidad humana como una de sus dimensiones constitutivas. Al hablar de la historia y eticidad desde la filosofía, es necesario considerarla como expresión de una “historiografía antropológica de las ideas” en la forma de una historia de las mentalidades como su horizonte orientador, constituida de la historicidad de la dinámica social en que se inscribe (América Latina en este caso), interpretada desde una sociología del conocimiento y dotada de sentido y significación por una filosofía de la historia dimensionante de todo ámbito subjetivo de la historia asentada en sus expresiones vitales. Tal es el marco de lectura que Magallón confecciona en este volumen, asumiendo y realizando una lectura de la tradición histórico-cultural occidental que nos constituye como latinoamericanos; es un ejercicio de autognosis donde lo propio es resemantizado con la asunción abierta de lo ajeno en su dimensión antropológica, eminentemente humana, en pos de una democracia convivencial por una sociedad sin exclusión y un futuro posible de liberación humana en horizonte práxico y dialógico mundial
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ALFONSO CUARÓN EN LA ROMA Sergio Huidobro y Antonio Valle
Arte y pensamiento
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Artes visuales Germaine Gómez Haro
germainegh@casalamm.com.mx
Pintura y escultura, un binomio indisoluble NO SON MUCHOS los artistas mexicanos contemporáneos que llevan una trayectoria ascendente e ininterrumpida, con participación en importantes museos, centros culturales y galerías que han dado cuenta de una creación que llama la atención por su continua reinvención, y a la vez, por su fidelidad a sí misma. Germán Venegas (La Magdalena Tlatlauquitepec, Puebla, 1959) es una de esas rara avis y su arte conmociona cada vez que se exhibe. He seguido su trayectoria desde hace unas tres décadas y no deja de impresionarme su fuerza creativa y su inagotable capacidad de producción. Germán es un torbellino que se mueve con libertad y enjundia por todos los terrenos del quehacer artístico, tanto desde el plano formal como desde la dimensión intelectual y filosófica. Pintor, dibujante y escultor en la misma medida, su trabajo va y viene en el transcurso del tiempo aportando
Tlalocan
siempre nuevas propuestas y resoluciones técnicas que dotan a su obra de una fuerza vital. Actualmente se presenta en el Museo Tamayo la exposición Todo lo otro, que reúne 350 piezas entre óleos y temples sobre tela, dibujos con tinta sobre papel y esculturas en madera realizadas a partir de sus tres principales temas de inspiración: la cosmogonía prehispánica, el budismo zen, y las grandes representaciones de la historia del arte occidental. El recorrido inicia con un portentoso retablo de madera estucada y policromada dedicado a Tlaloc, dios de la lluvia, quien protagoniza de manera estelar la producción escultórica de Germán en los últimos años. En este ensamblaje de grandes dimensiones, vemos resumidas sus tribulaciones escultóricas, aunadas al explosivo colorido en el que predomina el azul-verde que simboliza a la deidad en contraste con el fondo fucsia, combinación que remite a sus pinturas ochenteras inspiradas entonces en el arte popular. Los retablos en relieve de madera ya sea al natural, policromados o dibujados, han sido una constante en su trabajo desde sus inicios en los años ochenta y son quizás una de sus predominantes huellas distintivas, y lo que mejor ejemplifica su fusión de la pintura y la escultura, unidad que el curador Juan Andrés Gaitán logra mostrar a lo largo de la estupenda museografía. Hay que recordar que Venegas inició su formación por tradición familiar como tallador y su paso por la Escuela de La Esmeralda le abre el camino al dibujo y la pintura, disciplinas que con el tiempo consolida y fusiona, como se ve claramente en esta muestra. La cosmogonía prehispánica ha estado presente en su trabajo desde sus inicios, pero en los últimos tiempos ha retomado con especial atención esta temática que ahora vemos plasmada en las numerosas esculturas de trazos primitivistas que hacen eco a las tallas vanguardistas de creadores como Picasso, Gauguin, Brancusi, Schmidt Rottluff, August Macke o Kirchner, en
El violín y la flauta
hibridación con la libertad expresiva de nuestro arte popular. Así lo señala el autor en entrevista para La Jornada Semanal: “Siempre ha habido una presencia del mundo prehispánico en mi trabajo pero no tan clara como en los últimos años. No solamente estoy rozando la idea de lo prehispánico, sino que me estoy metiendo con las deidades directamente. Las soluciones formales van ligadas a la idea de lo espiritual que estoy experimentando desde mi práctica de la meditación. De hecho, toda la exposición está planteando un proceso de veinticinco años de trabajo que va acompañado de mi práctica de introspección.” A lo largo de la muestra se percibe la evolución y las constantes en su creación pictórica a partir de los grupos temáticos en los que se palpan sus preocupaciones formales, técnicas y filosóficas que revelan un continuo diálogo del artista con sí mismo. Esta exhibición rompe con la idea de que Germán Venegas es un escultor que pinta, como erróneamente se le ha etiquetado: pintura y escultura son dos expresiones indisolubles en una creación que impacta, emociona y no deja indiferente al espectador
Bitácora bifronte Ricardo Venegas
La poesía de Juan Manz Ven, cosa, yo te diré tu nombre Eduardo Lizalde EN LAS PÁGINAS de Madera la mañana (La Otra, 2018), del poeta sonorense Juan Manz, se advierte el camino recorrido, la experiencia vital que nos permite ver y descubrir el tejido fino que sólo aflora con detenimiento; si la poesía es contemplación podríamos decirlo como el gran Hugo Gutiérrez Vega: “escuchabas el silencio de la creación”. Manz recobra esa distancia entre las cosas y el ser, y se aventura al lenguaje que anima lo que nombra: “Las palmeras/ vigilan/ que dentro de la casa/ madera y piedra/ cumplan su palabra.” Heredero de la tradición hispánica, el poeta deja entrever que la heredad es la continuidad del poema, como en Sonata de tierra adentro (1995-2007), porque cantarle a la tierra, a la semilla, al Valle del Yaqui de su natal Cajeme, es su manera de afirmar una condición de hombre que ha fraguado la
epopeya que narra la defensa de la madre tierra: “Tu voz de tierra adentro, hablar de río/ poniente inspiración del norte arenga/ llama a diario en silencio, en su reclamo/ a la conciencia sorda que nos ciega.” El paisaje, la sonoridad y la evocación dejan al descubierto aquellos rituales de la tribu donde los fundadores, los ancestros, los padres que nos antecedieron siguen entre nosotros. En Recital en fuga (2007) Manz vuelve al poeta visionario: “Ahora miran/ Los que saben ver a través tuyo/ el confín de lo entrevisto:/ universo próximo a marcharse/ a innumerables años luz/ de su entrada al tiempo.” También emparentada con la plegaria y el versículo, su poesía sorprende por los amplios registros de su lectura. Recursos como el caligrama (retorno a Apollinaire), las jitanjáforas (tan caras a Alfonso Reyes), el neologismo (Oliverio Girondo) y el uso de la métrica, hablan del conocimiento profundo de un poeta que ya es parte de nuestra tradición. Juan Manz Alaníz (Ciudad Obregón, Sonora, 1945). Es poeta, editor y promotor cultural, es autor de Oro verde (1982-2001); Con un rumor de canción y Para repasar el círculo (1984, 1986); Tres veces espejo (Apalba, 1996); Ciudad de siempre (1998); Padre viejo (2002-2013), entre otros.
En octubre de 2007, Escritores de Sonora, ac, le otorgó el reconocimiento por su trayectoria literaria, como parte del programa de su iii Festival de la Palabra. Parte de su obra ha sido traducida al inglés, francés e italiano y recogida en antologías como Bestiario inmediato (2000) y Vuelta a la casa en 75 poemas (2001), entre otras
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Tomar la palabra Agustín Ramos
Huachicol (i de iii) –A MÍ NO me dé guachicol, quiero refino del bueno. –Fue en Tulancingo donde oí por primera vez la palabra. No sé si en el tinacal de mi abuelo o en la plaza de los jueves, pero se refería a una bebida. Puede venir del latín pero muy/también de un nahuatlismo. Los serranos, y todavía más los huastecos, llamaban guaje, al igual que guachi, a las vasijas hechas, como las jícaras y los acocotes, con el cascarón de ciertas calabazas: se dejaba podrir la pulpa, se raspaba el calabazo hasta dejarlo hueco y eso era el guaje, aunque al principio todo lo que echaras te supiera a trapeador. La Academia Mexicana de la Lengua da una acepción de huachicol como bebida adulterada de caña, y otra fuente habla de tequila y aguardiente. En Tulancingo el verbo aguadar era el modo corriente de mentar el huachicol. Una refresquera industrial compraba pipas y pipas llenas de Sidral Cuauhtémoc, de Acaxochitlán, para aguadar el contenido y comercializarlo con la marca Mundet, los padres de tu novia te aguadaban el plan negándole permisos, la Iglesia aguadaba las fiestas obligándote a oír misa y los malos lecheros bautizaban la leche. La deriva verbal del huachicol como adulteración, transa y gato por liebre, pasó derechita de la aristocracia de briagos al arte propio de la delincuencia que se organiza para robar gasolina y venderla frau/arte en que los más pobres son quienes más se arriesgan y menos ganan, y viceversa, los más ri/arte que
por sus proporciones desemboca en la connotación del estilo de gobernar del pri, pan, partidos satélites y delincuencia organizada, entretejida, inconsútil, inmarcesible, que incluye, sin mayor forzamiento, tanto a la mayoría de magnates político-empresariales de México y a no pocos del resto del mundo, como a coyotes pepenadores del presupuesto, carne de cañón inflamable, porrismo analfabeta, sicariato resurtible, bandolerismo mediático, pellejo de la tambora y demás matraca lumpen. Resumiría esto como el período del huachicoleo narcoprianista. En este momento se va alzando el telón del capítulo huachicolero correspondiente a la energía eléctrica. Pero apenas la semana pasada comenzó el de las estancias infantiles. Entre tantas infracciones que sazonaron el fraude electoral de 2006, el sábado anterior a los comicios la radio difundió, profusamente, unos spots del panista Felipe Calderón prometiendo empleo a mujeres con disposición y tiempo para atender a niños en casas particulares. El 11 de enero
de 2007, el Programa de Guarderías y Estancias Infantiles para Apoyar a Madres Trabajadoras arrancó en Veracruz y en el Edomex. Durante la apertura Calderón recomendó mantener cerradas las cocinas para evitar riesgos. El 5 de junio de 2009 se incendió una guardería en Hermosillo, Sonora, ahí murieron cuarenta y nueve y resultaron heridos 106 bebés de entre cinco meses y cinco años. Aparte de la negligencia criminal que lo propició, el siniestro se relaciona con el huachicoleo narcoprianista. El negocio funcionaba desde 2001 por subrogación del imss y los copropietarios de la empresa se agruparon legalmente hasta 2006 como sociedad civil. Una de las socias, Marcia Matilde Altagracia Gómez del Campo Tonella, es parienta del entonces gobernador sonorense Eduardo Bours y de Margarita Zavala Gómez del Campo, esposa de Calderón. Éste dio el pésame en los medios de comunicación: “Nuestros pensamientos, nuestras acciones y nuestras oraciones están con las familias que hoy están viviendo esta terrible situación. Como mexicano, como padre de familia, como Presidente de la República estoy verdaderamente entristecido y consternado desde el momento en que me enteré de esta tragedia.” La revisión de cuentas del programa de estancias infantiles por parte del nuevo gobierno descubrió, ya sin demasiada sorpresa para la gente común, otro atraco al erario. Corrupción e ineficiencia. Nada nuevo, salvo ataques de desinformación e histeria que no pasarán a mayores como sí ocurrió con la gasolina (Continuará.)
Biblioteca fantasma Eve Gil
Masculinidad EN EL HAY FESTIVAL, celebrado anualmente en Oaxaca, suelen develarse “los grandes misterios de la literatura latinoamericana”. Nunca he entendido quién, ni sobre qué bases se destapa a un joven escritor –¿define la juventud cronológica la “novedad” o el “misterio”?– como futuro generador de portentosos libros. Por lo que a mí respecta, no he logrado memorizar ni uno de esos nombres, excepto el de Daniel Saldaña París (Ciudad de México, 1984), a quien descubro recién bautizado en el antedicho festival literario, a través de su segunda novela, El nervio principal (Sexto Piso, México, 2018) que me ha dejado la impresión de que, nombramientos arbitrarios aparte, trascenderá en el escenario literario continental. “Escribir sobre el pasado […] es escribir hacia adentro, no hacia adelante”, señala el narrador en tono inconfundiblemente autobiográfico y omitiendo su nombre. La gran protagonista es Teresa, la madre, aunque se trate de una enorme ausencia que termina por volverse omnipresente a través del discurso de búsqueda de su hijo menor. Para éste queda claro, desde la más tierna infancia, que Teresa no es una madre como las demás. Que a ella le gusta debatir sobre política y fumar holgadamente junto al portón de su casa. Al tratarse de un personaje que deambula en un escenario al que es por completo ajena, el niño parece prepararse inconscientemente para su repentina desaparición. Un día cualquiera del año 1994, Teresa se despide de sus hijos, como resuelta Daniel Saldaña París
a perpetuar la cotidianidad, como siempre, y nunca más regresa. Poco después les llegará la noticia de que esa madre poco convencional se ha enrolado en las filas del ezln y sus vidas sufren un impacto brutal: la figura materna crece desproporcionadamente, al grado que sólo es posible aborrecerla o idealizarla. El narrador opta por lo segundo, no así su hermana y su padre. Con un protagonista perseguido por retazos de experiencias vividas al lado de su madre, así como rasgos, guiños y peculiaridades de su personalidad, se desarrolla esta entrañable bildungsroman. Pese a empeñarse en hacer que embonen las piezas dispersas de la persona más definitiva en su vida, el joven no parece aguardar su regreso. Más que proceso de maduración o construcción de una vida, asistimos al desarrollo de un tipo de masculinidad que anhela estar a la altura de la madre, nunca
a la del padre, todo ello planteado en un tono conmovedoramente infantil, pese a estar narrado desde la prematura postración de un hombre de treinta y tres años: “Si quería hacer algo de valor con mi tiempo […] debía, al menos simbólicamente, convertirme en esa mujer que el destino o la genética me habían impedido ser.” La razón por la que considero que se trata de una experiencia personal del autor no tiene que ver con el empleo de la primera persona ni con que algunos datos coincidan con su propia vida, sino porque todo cuanto transmite es absolutamente genuino: la ansiedad por alcanzar la perfección con el origami, el terror de su enfrentamiento con un soldado cuando se lleva a cabo una revisión en el autobús foráneo donde pretende huir de casa, su aversión –y conmiseración– ante la necedad del padre de sepultarse en una vida rutinaria y carente de emoción, el cariño por una hermana valiente –aunque en modo distinto que su madre– que logra desprenderse de a poco del fantasma que lo merodea a él. Pero, más que nada, la conciliación con la desmesurada imagen materna. Pese a su aparente desenfado y gran elocuencia, El nervio principal nos aporta también la inolvidable memoria de una época, el minucioso retrato de una clase media a punto de colapsar, y se atreve a especular –y, posteriormente, incursionar– en la hondura de los personajes aparentemente impenetrables que rodean al joven narrador que, poco a poco, se nos va revelando también como un escritor que anhela llenar los huecos de su memoria a través de una novela. Saldaña París recobra el verdadero sentido de la obra literaria, no antepone la estética a la emoción. No deja duda respecto a lo que es y no es, una verdadera novela.
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Bemol sostenido Alonso Arreola @LabAlonso
Haragán de fina estampa LA PRIMERA VEZ que coincidimos con Luis Álvarez fue en 2003, durante un concierto colectivo en el Faro de Oriente. Convocados por Alfonso Figueroa, bajista de la Santa Sabina, participamos junto a varios proyectos en la presentación de un disco-ofrenda al desaparecido profeta del nopal, Rockdrigo González. Aquel día conocimos la potencia del Haragán y Compañía, banda que nos instaló un pendiente disipado años después, en un festival Vive Latino. Potente y disciplinado, el combo denota el compromiso, carisma y calidad artística de Luis, a quien fuimos a escuchar hace unas semanas al Foro del Tejedor de la colonia Roma, donde se presentó con cuádruple sold out en plan semiacústico. Dicho esto, una pausa obligada: ¿por qué si entendíamos la relevancia del Haragán no visitamos su repertorio desde antes? Simple y llanamente por el menosprecio que sufrió –y sufre– el mal llamado “rock urbano”, desde su desprendimiento del movimiento “rupestre” y hasta nuestros días. Como muchos nacidos en los setenta, nosotros crecimos soslayando el cancionero local en pos de la avalancha anglosajona y de sus imitadores clasemedieros. Esa es la verdad. Y sepa otra cosa, lectora, lector: si entrecomillamos esos géneros musicales es porque se trata de etiquetas más coyunturales que reales, identificaciones forzadas gracias a las cuales pagaron
“justos por pecadores”. Nos explicaremos mejor. Si bien es cierto que muchos representantes de la distorsión urbana enarbolan una mala calidad interpretativa y lírica por simple ignorancia o desdén, también lo es que varias de sus plumas trazaron rolas encomiables haciendo resonancia de la trova y la canción de protesta transformada por los Beatles y los Rolling Stones. De Rockdrigo a Rafael Catana pasando por Fausto Arrellín y Armando Rosas, los puentes entre la poesía y el barrio hallaron un tránsito de brillos innegables. Jaime López, Gerardo Enciso, Cecilia Toussaint y Nina Galindo son otros cuatro que surgieron alrededor de la misma época y escena, aunque más tarde movieron sus fronteras. Así, pues, hay un lastre que herederos talentosos como el Haragán siguen cargando: el estigma de una geografía alejada de los centros del poder y la moda, al margen de los medios tradicionales a los que por décadas incomodó una estética de concreto rudo. Y no escribimos con afán justiciero. Para nada. El éxito
que El Haragán ha conseguido a lo largo de tres décadas no necesitó de editores, periodistas o programadores afines. Con una docena de discos y más de siete millones de copias vendidas, así como giras en México, Estados Unidos y España, Luis Álvarez se mantiene en una zona de éxito y gran calidad interpretativa. Así lo constatamos –ya lo decíamos– el pasado 2 de febrero en el Tejedor del Péndulo Roma, cuando abordó sus discos A capella vol. i y A capella vol. ii –añadiendo temas de lo que electrifica en Haragán y Compañía– con una aproximación menos rockera, espléndida, en la que sus músicos brillan tanto como él. No faltaron “A esa gran velocidad”, “Amor de cada día” o “Aburrida la vida”, pero se dio la oportunidad de visitar espontáneamente “Tus planes de niño” de Arturo Meza y hasta un fragmento de “Kumbala”, original de la Maldita Vecindad. ¿Por qué subrayamos esto? Porque a su seguridad escénica se suma la humildad con la que reconoce el talento ajeno. No le tiembla la mano al hablar de influencias ni de la amistad de quienes le ayudaron a formarse. Eso es encomiable. Queden pues como despedida la invitación a escuchar a este Haragán de fina estampa y una lista para superar la barrera que –sin querer queriendo– el Tri de Lora instaló en la urbe fresa: busque a Tex Tex, Sam Sam, Liran Roll, Rod Levario, Banda Bostik, Mara, Interpuesto, Heavy Nopal y Charly Montana, así como a exponentes menos conocidos: La Trola, La Calle Rock y Tuzos. Con calidad variopinta o cuestionable, la mayoría desborda sinceridad. Haga sus propios juicios. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos
voy siguiendo huellas que yo misma puse en otros tiempos, me digo que ya no quiero nuevas cicatrices y por instantes creo que el único modo de evitarlas es quedarme donde estoy, con lo que tengo… Wiktor: Pero eso es la muerte, y además la peor de todas, por elegida y por anticipada. ¿La prefieres? Mira en torno nuestro: la devastación está por todos lados, a este sembradío de cadáveres no le hace falta sumar otra alma, ya tiene demasiadas, y nada se arregla desde la cobardía implícita en ser parte de un coro que canta la misma canción sin osadía, que se consuela diciéndose que más vale no arriesgarse, convenciéndose a sí misma de que es mejor el soliloquio. Afuera la guerra ha terminado, y te pregunto: ¿es necesaria la perpetuación de sus horrores pero ahora piel adentro, espíritu y baile y canto adentro? Fría porque no disparas ni disparo el proyectil que lo aniquile todo, ¿esta guerra contra tu arte, que es el mío, está sirviendo para algo más que fabricar lamentos a futuro que luego
intentarán inútilmente restañar heridas, ya que en el presente sólo alcanzan para inflamar los egos otrora lastimados? ¿Por qué permanecer en esa Varsovia traicionada, por qué salir de ahí de a ratos solamente, como quien toma aire desesperado tras la asfixia? ¿En dónde hay más belleza? ¿En llorar porque morimos o en negarse a la renuncia? Sólo hace falta tocarse el corazón, escucharlo atentamente, pensar despacio y hallar al ser querido en el alma de uno mismo; negarse al vacío, impedir que el silencio ensordezca las palabras. Seamos del tiempo la esperanza y la pasión, seamos la hermosa vida, el ascenso de una nueva sangre que irradie su luz y expanda sus dones… Zula: La insoportable que yo soy sin ti se contradice, me contradice, y hace que te busque inclusive donde sé que no estás, porque en el fondo sé que estás en todas partes… así pasen uno o quince años, así la lengua me traicione y el arrebato me devuelva a donde estaba, créeme y no me sueltes, y que no importe la distancia si es mera geografía, tan fácil de vencer cuando el continente que habitamos no está impreso en los mapas. Quiero salir de la trinchera, cambiar el campo de batalla por otro como aquel de nuestro origen, ya sea que esté en Berlín, París o Praga, porque mi amor por ti es grande, fuerte y diferente, porque pase lo que pase quiero estar contigo, porque sé que esto es único y grandioso y porque un amor como éste merece gente valiente que luche y viva por todos los que no lo hacen. Zimna Wojna (Guerra fría), Pawel Pawlikowski, Polonia/Francia, 2018
El Haragán
Cinexcusas Luis Tovar @luistovars
Antirrenuncia Para s.g.s. WIKTOR: ¿Será verdad que las explicaciones, las palabras a las que uno recurre a veces para sostener y preservar, pero sobre todo y siempre para entender, van a dar a un basurero? Me niego a creerlo, de verdad no puedo. Al principio, en algún tiempo, fuiste alumna y yo maestro, y bien sabes que la verticalidad del vínculo pronto acabó transfigurada en un horizonte donde tu silueta fue la costa y la mía la cordillera, de modo que el aprendizaje fuese mutuo y recíproco: te he enseñado certezas y perseverancias, un poco quizá de un mundo al que me tocó llegar primero; tú lo has hecho de vehemencia, fuego interno, miedos en fuga, talentos que alzan vuelo poco a poco… Es decir que nos hemos explicado, pues eso significa mostrarnos tal cual somos, y las palabras para hacerlo han sido más que eso sino tiempo, espacio, historia, cuerpo, acto, compartidos lo mismo que un futuro que se resiste a dar la cara y al que nos corresponde imaginar cada minuto y hora y día… Zula: Hemos tenido tanto en contra, comenzando por el secreto en que debemos mantenernos… te confieso que no sé cómo manejarlo a veces, me desespero y esa rabia invade todo lo que hago, y aunque sé bien lo que quiero contigo y con el mundo, aunque sé perfectamente lo que necesito, me da miedo y entonces digo “no”, golpeo, pero de inmediato me arrepiento; me doy cuenta de que
Guerra fría
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LA JORNADA SEMANAL 17 de febrero de 2019 // Número 1250
Teatro Javier Bustillos Zamorano
periodista: ¿Los narcos se lo dieron? expresidente: Sí.
¿Cómo se llamó la obra? personajes: Expresidente, Periodista, Presidente
Primer acto periodista : (Entrevista a expresidente ) ¿Qué le pareció el Gobierno de Salinas? expresidente: Bueno. periodista: ¿Qué le pareció el final de su Gobierno? expresidente: Pues terminó muy mal, ¿no?, primero permitió la gran corrupción por parte de su familia, sobre todo de su hermano. periodista: ¿De Raúl? ¿Qué tan grande estuvo eso? expresidente: Mucho. Permitió que Raúl y el hermano Enrique consiguieran contratos de manera indebida… periodista: ¿Cuáles contratos? expresidente: Contratos de Pemex, ya fuera de obra o de transporte. periodista: Le llamaban el hermano diez por ciento, ¿es así? ¿Diez por ciento por cada licitación que se echaba? expresidente: Parece que así fue. periodista: Raúl y Enrique robaron mucho, ¿y Carlos? expresidente: Sobre todo Raúl. periodista: ¿Y Carlos? ¿De dónde sacó su fortuna?, que la tiene y mucha. ¿La partida secreta? expresidente: Siempre había existido en México una partida secreta para cubrir gastos políticos, pero se abusó. periodista: Hace algunas semanas se armó el audioescándalo con Luis Téllez, porque se registró su voz que decía “se robó la mitad de la cuenta secreta”. ¿Usted cree que se robó la mitad? expresidente: Sí, es posible. periodista: ¿Cómo puede un Presidente robarse la mitad de la partida secreta? expresidente. Pues porque es secreta. periodista: ¿Y sí lo hizo Salinas? expresidente: Sí. periodista: De ahí la fortuna de Carlos Salinas. expresidente: Es posible. periodista: ¿De otros ámbitos? ¿De las licitaciones, por ejemplo? ¿También tomó su tajada? expresidente: Yo creo que sí, sobre todo Raúl. Conseguía contratos en el Gobierno. Se comunicaba con los narcotraficantes. periodista: ¿Con cuál o cuáles? expresidente: No recuerdo exactamente, pero con los que le dieron el dinero para llevárselo a Suiza.
periodista: ¿Desde cuándo Raúl Salinas tenía vínculos con el narcotráfico? expresidente: Yo creo que, sobre todo, a partir del gobierno de su hermano. periodista: Uno no puede más que pensar que lo hacía con el conocimiento, anuencia y complicidad de su hermano, el Presidente. expresidente: Sí. periodista: ¿Y con la participación activa de sus demás hermanos, Adriana y Enrique? expresidente: De Enrique sí se supo que hizo depósitos en Francia y que allá habían investigado y que esos depósitos tenían su origen en transacciones de narcotraficantes. periodista: ¿Se demostró en Francia o se acusó? Hubo un proceso abierto en Francia de investigación, eso es verdad… y en Suiza también. expresidente: Sí, pero Enrique se asustó y retiró el dinero. periodista: ¿Usted calificaría, con lo que sabe, con lo que me acaba de comentar, independientemente de que no haya un proceso ministerial en contra de nadie en ese sentido, pero que hay evidencias, informaciones que usted tiene, usted considera a Carlos Salinas de Gortari como un criminal? expresidente: No. periodista: Pero si habla de vinculación del hermano con el narcotráfico y presumimos que Carlos tendría que haberlo sabido, pues eso ya lo hace delincuente, ¿no? expresidente: Sí. periodista: ¿Es o no Salinas delincuente? expresidente: Desde ese punto de vista sí. periodista: ¿Qué es entonces Carlos Salinas? Use tres palabras. expresidente: Es cómplice de delitos de los hermanos. periodista: ¿Debería Carlos Salinas ser enjuiciado en México? expresidente: Yo creo que ya no sería conveniente. Se haría el escándalo. periodista: ¿Pero qué le podría pasar a un país como México? ¿No soportaría la democracia mexicana un proceso así? ¿No sería poner a prueba la democracia mexicana y poder llamar a cuentas a alguien que ejerció el máximo poder posible en este país? ¿Qué pasaría? expresidente: Otra vez, se vendría el escándalo. periodista: ¿No cree, Miguel de la Madrid, en alguna medida, por lo menos chiquita, en la utilidad del escándalo para la salud pública, si del escándalo surge un proceso de justicia? expresidente: No tanta. periodista: ¿No tanta justicia? expresidente: No tanta utilidad. periodista: ¿La justicia estorba para ejercer el poder? expresidente: A veces sí. periodista: ¿La impunidad es condición necesaria para que la maquinaria siga funcionando en México? expresidente: Sí.
Segundo acto
presidente: si me piden que exprese en una frase el plan del nuevo gobierno, respondo: acabar con la corrupción y con la impunidad. Pero al contrario de lo que pudiera suponerse, esta nueva etapa la vamos a iniciar sin perseguir a nadie, porque no apostamos al circo ni a la simulación. Pongamos un punto final a esta horrible historia y mejor empecemos de nuevo, en otras palabras, que no haya persecución a los funcionarios del pasado, y que las autoridades encargadas desahoguen en absoluta libertad los asuntos pendientes. Que se castigue a los que resulten responsables, pero que la Presidencia se abstenga de solicitar investigaciones en contra de los que han ocupado cargos públicos o se hayan dedicado a hacer negocios al amparo del poder durante el período neoliberal.
*Basado en la entrevista de Carmen Aristegui a Miguel de la Madrid, mayo de 2009.