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Los otros filmes de a bbas k iarostami • H olden C auField y el cine

alFonso Peña

Las llaves del deseo: el surrealismo en Centroamérica

Farouk Caballero

El sabroso Pecado de laura restrepo

Fabrizio andreella

PLACER AL PLACER SIN DESEO.

■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

■ Directora General: Carmen Lira Saade

■ Núm. 1115

■ Domingo 17 de julio de 2016

■ Suplemento Cultural de La Jornada

DEL DESEO

DE

las

enFermedades

del alma

contemporánea


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17 de julio de 2016 • Número 1115 • Jornada Semanal

El sabroso Pecado Farouk Caballero SU NUEVO LIBRO FUE PUBLICADO BAJO EL SELLO DE ALFAGUARA. “EL CRIMEN ES EL PECADO AL QUE MÁS ESTAMOS ACOSTUMBRADOS LOS CIUDADANOS”.

Inclinada a desear más que a gozar, la sociedad actual ha convertido al deseo, permanentemente insatisfecho, en una falsa razón para existir, en tanto sólo es un acceso al ritual del consumo. Sin embargo, ¿puede existir el placer sin el deseo? ¿Qué sucede cuando las nociones de deseo, placer y felicidad se confunden? A partir de estas preguntas, el pensador y ensayista italiano Fabrizio Andreella pone el dedo en la llaga de una de las más extendidas enfermedades del alma contemporánea: la que convierte en materia de consumo masivo prácticamente cualquier manifestación del intelecto, ya se trate de la ciencia, la tecnología, el deporte, el arte, la religión y un largo etcétera. Completan el número un artículo sobre el surrealismo en Centroamérica y otro sobre Pecado, la novela más reciente de la narradora colombiana Laura Restrepo, así como una nota sobre el cine del recientemente fallecido realizador iraní Abbas Kiarostami. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

DEL DESEO

PLACER PLACER SIN DESEO. DE

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Foto: Cristina Rodríguez/ La Jornada

a noche estaba para pecar y Laura Restrepo lo sabía. El frío, los truenos y la lluvia le arreglaron la escenografía del miércoles 18 de mayo de 2016 en Ciudad de México. Un centenar de pecadores nos acercamos a la librería Gandhi de la calle Miguel Ángel de Quevedo para degustar el sabor que tiene Pecado, el nuevo libro de Laura Restrepo, publicado por Alfaguara. La presentación estuvo a cargo de la legendaria escritora Elena Poniatowska y del periodista colombiano Felipe Restrepo. Ambos acompañaron a la autora y entre los tres representaron, sin equívocos, a los lectores de Laura Restrepo: jóvenes inquietos, maduros aplomados y ancianos sabios. Elena Poniatowska inició la lectura del texto que preparó para la ocasión. Asoció los siete capítulos del libro con los siete sabios de Grecia y con los siete pecados capitales, para concluir que el Pecado de Laura Restrepo está conformado por “siete relatos perfectos”. La inmensa escritora mexicana destacó la crudeza de la actualidad al precisar que el “crimen es el pecado al que más estamos acostumbrados los ciudadanos del siglo xxi ”. Desde su crítica a la realidad, afirmó que este libro requiere de un lector cómplice, “que sepa en carne propia los desaguisados y horrores de estos pecatores”, como Laura Restrepo señala a los que vivimos en pecado. Poniatowska, a su estilo, entregó un contrapunteo que primero asestaba un golpe seco a la actualidad y luego daba paso a una sabrosa armonía. Sostuvo que Pecado está escrito con el sabor del bongó, y que su prosa es tropical: debe leerse con las caderas. Asumió con creces el papel de juez y dijo que era “imperdonable no entrarle al Pecado… lo peor es perder la rumba a la que nos invita la prosa y jugosa creatividad de Laura Restrepo”. Si las doctrinas religiosas advierten que no hay que comer del fruto prohibido, este Pecado nos invita a que lo devoremos; pues, según Poniatowska, hay que darle una mordida, así sepamos que su moraleja indica que “no hay manzana que no venga envenenada”. Enseguida, Felipe Restrepo inició su acertada intervención, porque le entregó el rol protagónico a la madurez de Laura y a la sapiencia de Elena. Su éxito fue mode-

rar una charla desde la sensatez del actor de reparto que aporta valiosamente al cumplir su papel para que las protagonistas brillen. Situación que a pesar del máximo esfuerzo, no pudo realizar Elena Poniatowska, pues cada que abrió la boca, dio cátedra. Felipe, micrófono en mano, preguntó por el género literario de este Pecado. Laura Restrepo expuso que ella misma no quería ponerle una etiqueta rígida de género literario a su Pecado. Para esto apeló a un chiste viejo: un hombre, frente a una dama, quedó mudo de nerviosismo. Recurrió a sus compañeros, quienes le soplaron al oído que le dijera: “¡Qué cara, qué ojos, qué gesto!” El hombre escuchó, pero no atentamente. Simuló seguridad y vociferó: “¡Qué carajo es esto!” Eso, eso es Pecado, una prosa con cara de bolero, ojos de novela y gesto de cuento. Restrepo invitó a los lectores a que decidieran el género, o siguieran su palabra, y al final de la lectura se preguntaran: ¿Qué carajo es esto?

EL ARTE CURA LA ESTUPIDEZ

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estrepo, pero Felipe, mencionó la evidente base pictórica de la que surgió la narración: El Jardín de las Delicias, de Hieronymus Bosch, El Bosco. La innegable relación con el mal le permitió al colombiano acotar que, precisamente el mal, era un personaje transversal en los siete capítulos. A lo que su compatriota agregó: “El verdadero personaje es la propia idea del mal. El mal nos ha acogotado, pero ni siquiera para lo malo somos los mejores.” Laura Restrepo esbozó el dolor y la hermandad que han sufrido, y sufren, México y Colombia a causa de la criminalidad. Ante esto, la voz de Poniatowska fue invitada de lujo para iluminar el diálogo. Refirió la importancia fundamental de las artes y directa, como es ella, sentenció: “el arte puede vencer la estupidez humana”. De inmediato conectó con la oscuridad que pintó El Bosco en su panel derecho: El infierno. Para Elena, México vive hoy en un infierno que se retrata en la injusticia, el dolor y el sufrimiento que llevan a cuestas “los padres de los 43 de Ayotzinapa”. Pero el infierno no es sólo mexicano: Laura Restrepo apuntó, sobre los refugiados, que Europa les “cierra la puerta sin ningún escrúpulo”, condenándolos a sufrir dentro de los límites de sus naciones, que se han convertido en vastos “campos de concentración”.

AL

Directora General: C armen l ira s aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: l uis t oVar , Edición: F ranCisCo t orres C ó r d o Va , a l e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i s C o g a r C í a n o r i e g a , Diseño de portada y dossier: m arga P eña , Diseño de Columnas: J uan g abriel P uga , Relaciones públicas: V eróniCa s ilVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argas y r ubén H inoJosa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: Engañados Collage digital de Marga Peña

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


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de Laura

Restrepo Del mismo modo, celebró que hoy Donald Trump esté vigente en la retina universal, porque configura un “gran payaso sangriento que nos permite ver la falta de ética”. Ese es, quizá, el gran tema de su libro. En la noche pecadora, mencionó la palabra “ética” seis veces y señaló el fracaso de la humanidad, que hasta hoy “no alcanza a construir una ética laica”. Desde la ética señaló las fallas del ser humano, quien de forma cruel conduce a los otros animales a la extinción. Y, como maestra de las palabras, invitó a modificar “respeto” por “cariño”, en beneficio de una sociedad diversa y gozosa de sus diferencias: “la palabra respeto dejémosla para Ginebra, hablemos de cariño y admiración con el que es distinto”. Ante este guiño esperanzador, Felipe Restrepo aprovechó para preguntarle por el final de su libro, que dista de ser desolador. Laura, contestó: “Yo creo en la dignidad del ser humano.” Bajo esa premisa re-

musicalidad salsera y champetera donde “uno acaba bailando todos los crímenes”.

GABO, SVETLANA ALEXIÉVICH Y COLOMBIA

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elipe Restrepo invitó a un pecador excluyente: García Márquez. Para Felipe, Gabo es tema ineludible cuando se presenta una obra literaria colombiana y contemporánea. Laura Restrepo asintió. Acto seguido, expuso: “Gabo es un titán, un árbol tan frondoso… tan espléndido, que se nos convirtió en una paliza.” Compararse con Gabo, para cualquier escritor colombiano, es recibir una paliza. Pero la imagen del árbol frondoso garciamarquiano encaja perfectamente en la difusión editorial de Laura Restrepo. Ella lo recordó: “en traducciones de mis libros me ponían mariposas amarillas”. Las portadas con el sello incon-

La escritora Laura Restrepo, durante la entrevista sobre su nuevo libro Pecado. Ciudad de México, 16 de mayo de 2016 Foto: Cristina Rodríguez/ La Jornada

cordó que su texto no tiene un final feliz, porque eso sería injusto, pues la vida no es El Jardín del Edén que pintó El Bosco. Añadió que en su proceso de escritura visitó las “barriadas más duras de Medellín”. Allí le sorprendió la cantidad de lectores infantiles que toman los libros como salida ante las dificultades de la violencia que heredaron de una época en la que no caía una hoja de un árbol sin la orden de Pablo Escobar. Esos niños le cuestionaron los finales dramáticos de otros textos de su autoría. Esos niños le pidieron que no escribiera finales felices, sino justos. Ella, con su Pecado, les cumplió la petición. Poniatowska volvió a intervenir. No afirmó que el final de la lectura fuera feliz; sin embargo, precisó que toda la obra está configurada por una “escritura jacarandosa” que narra delitos, pero que lo hace con una

fundible de Gabo hicieron que el lector asociara las letras de la autora colombiana con un genio universal, y así comprara sus libros, sin importar que en los relatos no volara ninguna mariposa amarilla y ningún niño naciera con cola de cerdo. Un refrán colombiano resume la provechosa anécdota: “al que buen árbol se arrima, buena sombra lo cobija”. Felipe, de todos modos, fue explícito y señaló que en Pecado hay “reminiscencias muy claras a lo que escribió Gabo”. Esto motivó una reverencia inmediata de Laura Restrepo: “No soy religiosa, pero ante García Márquez, me arrodillo.” De Gabo y su oficio periodístico, Laura Restrepo aterrizó en la última Premio Nobel de Literatura: Svetlana Alexiévich. Recordó lo equivocada que estaba la crítica de finales del siglo xx cuando, por la “necesidad de ensalzar la

literatura, iban en detrimento del periodismo de una manera muy torpe”. Por lo tanto, festejó el reconocimiento al periodismo que encarna Svetlana Alexiévich. Sin embargo, su festejo duró poco en la noche del Pecado. Con irrebatible sutileza reapareció la voz de Elena Poniatowska, quien fue más allá de la pompa del Nobel. Aclaró que no había leído completa la obra de Svetlana, porque “me aburre, se me cae de las manos, me aburre tanta desgracia, me aburre Chernobil”. Poniatowska no podía ser más enfática, hacía minutos hablaba del arte como una oportunidad para arrebatarle la estupidez a la humanidad, por eso no comulga con el arte que entrega sólo desgracia. El auditorio asintió con murmullos afirmativos. Ante esto, Laura Restrepo no pudo continuar con su diplomacia y pecó de sincera: “me da pena apoyar las palabras de Elena, pero sí”. Y es que, precisamente, Pecado es una narrativa que se alza en contra de la exaltación de la muerte, para elegir la vida como opción. El contexto político de diálogo entre guerrillas y Estado colombiano le permitió a Laura Restrepo traer a otros pecadores: el Ejército de Liberación Nacional ( eln ). La escritora mencionó lo benéfico que es para el país cafetero apoyar el camino del diálogo que hace semanas tomó esta guerrilla, en concordancia con lo que están haciendo las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia ( FarC ) y el Estado colombiano en La Habana. Para Laura Restrepo, el camino del diálogo es la puerta para silenciar los fusiles definitivamente y alcanzar la paz. Es aliada de la sensatez del eln , pero de inmediato les sugirió cambiar su postura, pues ante la vehemencia insurgente de morir por su causa, ella los invita a vivir, por esa misma causa. Laura Restrepo aseveró que ya no hay necesidad de aumentar el número de mártires. El tiempo es otro y por eso, utilizando un ejemplo de la caricatura Olafo el vikingo, concluyó que hoy el lema de “Victoria o muerte”, debe cambiarse, de una vez y para siempre, por: “Victoria o una alternativa razonable.” Las tres voces de la noche pecaron con lujo de detalles. La presentación del sabroso Pecado de Laura Restrepo cumplió a cabalidad con el propósito de tentar al lector, quien es invitado a ser cómplice de este Pecado que no es delito, que no es crimen y que, por literario, no deja de ser placentero. Pues, como lo señaló la fenomenal Elena Poniatowska: “pecar es muy sabroso… hay que entrarle”


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Holden Ca Ricardo Bada

EL GUARDIÁN ENTRE EL CENTENO CUMPLE SESENTA Y CINCO AÑOS DE HABER SIDO PUBLICADA.

Ilustración de Zennti. Fuente: deviantart.com

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na de las cosas que más llaman la atención en The Catcher in the Rye (El guardián entre el centeno), la novela de J . d . Salinger que cumple sesenta y cinco años de su publicación, es la curiosa relación que Holden Caulfield, protagonista y narrador de la misma, mantiene con el cine; ese cine al que dice odiar con toda su alma pero al que no deja de acudir a cada rato (“Odio las pelis como al veneno, pero imitarlas me divierte”). La relación es tanto más curiosa si se piensa que está dispuesto a mentir acerca de ella. Así, por ejemplo, en el capítulo 13, cuando recibe a una prostituta en su habitación de hotel y ella lo examina: “Te pareces a uno de una peli, ya sabes, ¿cómo se llamaba ése? Tú sabes de quien hablo”. “No lo sé” dije. No quería bajarse de mis malditas rodillas. “Claro que sí lo sabes, en la peli con Melvine Douglas. Ese que hacía el papel del hermano menor de Melvine Douglas, el que se cae del barco, ¿cómo se llama ése?”“No lo sé, voy al cine tan poco como puedo.” Habla en favor de la sinceridad de H . C . el hecho de que no oculte su mentira al recordar el episodio. (Nota bene: La peli es Captains Courageous, de 1937, el actor se llama Melvyn Douglas y el que se cae al agua no es su hermano menor sino su hijo, encarnado por Freddie Bartholomew. Gracias a este dato sabemos cuál debía ser el aspecto físico de Holden). Todavía en Pencey, Pensilvania, otro colegio del que acaban de expulsarlo, y antes de lanzarse a la odisea de su regreso a Nueva York, nos dice al cabo de una de sus salidas con dos de sus condiscípulos: “No me importó que no fuésemos al cine. Hubiera sido una comedia con Cary Grant y toda esa basura. Además ya había ido una vez al cine con Brossard y Ackley. Los dos se reían como hienas por una pura basura que ni siquiera era cómica.” (Nota bene: La novela transcurre poco antes de las vacaciones de Navidad de 1950, de modo que las pelis de Grant que podrían venir a cuento son I Was a Male War Bride, una estupenda comedia de 1949, o Crisis, del mismo 1950, un thriller donde Richard Brooks, guionista y director, declaró que había tratado de reflejar la situación que se vivía en la Argentina de Perón y su carismática esposa Evita. Es decir, nada de basura, como sostiene gratuitamente Holden.) Su actitud es muy distinta cuando va en compañía de Jane Gallagher, con la que –según todos los indicios, y aunque no lo confiese de una manera expresa– está algo más que encaprichado: “Cuando íbamos juntos a

algún estúpido cine, desde el primer momento nos dábamos la mano y seguíamos así hasta que terminaba la peli. No nos movíamos para nada ni convertíamos eso en una gran cosa. Con Jane no había que preocuparse si se tenía la mano seca o húmeda. Sólo se sabía que uno era feliz. Y con ella se sentía uno de veras feliz.” Igual le sucede con su hermanita menor, Phoebe, sin duda la persona a quien más quiere y, no sólo eso, respeta: “La puede llevar uno a todas partes. Cuando por ejemplo va uno con ella a una peli mala, sabe que es una peli mala. Cuando uno va con ella a una peli buena, sabe que es una peli buena. d . b . [el hermano mayor, escritor y guionista de cine] y yo la llevamos una vez a una peli francesa, La femme du Boulanger, en la que actuaba Raimu. Le pareció fabulosa. Pero su peli favorita es The 39 Steps, con Robert Donat. Se conoce la maldita peli de memoria, porque la he llevado a verla unas diez veces. Por ejemplo, cuando Donat está huyendo y llega a la granja escocesa, dice Phoebe en voz alta justo en el momento correcto: “¿Puede comer arenque?” Se sabe el diálogo entero de memoria. Y cuando el profe, que en realidad es un espía alemán, detiene a Donat con el meñique en el que falta una de las falanges, Phoebe se le adelanta y en la oscuridad me pone su dedo meñique en la nariz.” Y cuando Holden se introduce de noche en el hogar paterno, acosado por el deseo de ver a Phoebe pero sin que se enteren sus padres, quienes no están en la casa, una de las primeras cosas que Phoebe se apresura a comunicarle es la siguiente: “Ahora tienes que adivinar lo que hice hoy por la tarde. ¿Qué película vi? ¡Adivina! [Y sin tomar nota de que Holden le pregunta que a qué hora regresarán sus padres, Phoebe sigue:] ¡The Doctor! Es una peli especial, que la presentaron en la Fundación Lister sólo hoy. Es la de un médico en Kentucky que le echa una manta a la chica sobre la cabeza porque es una lisiada y no puede andar. Entonces a él lo meten en la cárcel y etcétera. Es muy buena.”“Espera un momento, ¿no te han dicho a qué hora...?” “Él se compadeció de ella, ese médico. Por eso le echó la manta encima, hasta que se asfixió. Por eso lo condenan a cadena perpetua en la cárcel, pero esa chica a la que le arrojó la manta sobre la cabeza lo visita todo el tiempo y le agradece por lo que hizo. Fue un asesino por compasión. Pero él sabe que se ha merecido tener que ir a la cárcel porque un médico no puede quitarle nada al Buen Dios.” (Nota bene: Un problema serio es identificar a qué pelis se refieren Holden&Salinger cuando las cuentan. Hay momentos en que lo dicen expresis verbis, al hablar de Phoebe y su pasión por The 39 Steps. Pero en cambio puede llevar algún tiempo ubicar la peli de que se trata en el párrafo ante-

rior. Descarto la única que se le parece en el argumento, One Against The World, de 1939, pero ni siquiera mi solícita amiga Miss Google me ayuda, hasta que me acuerdo del viejo Maltin’s, la biblia de los cinéfilos. Y el Maltin’s se evidencia como mejor informado que www. imdb: la peli podría ser The Doctor and the Girl (Phoebe habría omitido la segunda parte del título), una de 1949 y que la interpretan Glenn Ford, Charles Coburn y Janet Leigh. Pero el caso es que esa peli transcurre en Nueva York, no en Kentucky, así es que uno termina por preguntarse si Salinger no se burlaría del cine embrollando los recuerdos de quienes cuentan las pelis; tuvimos ocasión de comprobarlo con los recuerdos de la prostituta acerca de Captains Courageous]. El cine le sirve, además, para burlarse de sus semejantes. Así cuando en el salón de baile Lavendel saca a bailar a Bernice, una de las tres chicas de Seattle, que lo hace muy bien y de repente le dice: “Mi amiga y yo vimos anoche a Peter Lorre. El actor de cine. En persona. Había comprado un diario. Fue fantástico.” Eso parece inspirarle lo que organiza después de bailar con Laverne –otra experta–, al hacerlo con la tercera, Marty, cuyo desempeño como bailarina le arranca un comentario muy elocuente: “Con Marty tenía uno la sensación de andar cargando la Estatua de la Libertad. Me consolaba tan sólo el que le podía tomar el pelo. Por eso le dije que acababa de ver a la estrella de cine Gary Cooper al otro


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aulfield y el cine

lado de la sala. ‘¿Dónde?’ preguntó de lo más excitada, ‘¿dónde?’‘Ay, se lo ha perdido, en este momento ya no lo veo, ¿por qué no miró enseguida?’ Se quedó parada en medio de la pista y mirando por encima de todas las cabezas para ver si lo descubría. ‘¡Qué mala suerte!’, dijo. Casi le había roto el corazón. Me dio muchísima pena haberme burlado así de ella. De cierta gente no hay que burlarse, aunque se lo merezcan. Pero luego pasó algo de veras cómico. Cuando regresamos a la mesa, Marty les contó a los demás que Gary Cooper acababa de marcharse. ¡Por Dios, Laverne y Bernice casi se suicidan al oír eso! Se excitaron mucho y le preguntaron a Marty si ella lo había visto. Marty contestó que sólo había podido verlo un instante. Eso me dio el resto.” Para remachar la opinión que le merecen los actores de cine, leamos lo que anota en el capítulo 17 cuando sale en compañía de Sally al vestíbulo del cine, durante la pausa, para fumar (hoy tendrían que salir a la calle): “A nuestro lado estaba uno de esos estúpidos actores de cine, con un cigarrillo. No puedo acordarme de su nombre. En las películas de guerra siempre juega el papel de un tipo que se muere de miedo antes de la cosa empiece. Su acompañante era una rubia colosal y los dos trataban de comportarse de lo más indiferente que es posible, como si no supieran que todos los miraban. ¡Enternecedoramente modestos!” Pero, quieras que no, el imaginario del cine lo tiene por completo metabolizado. Se nota de forma muy clara cuando el ascensorista proxeneta del hotel le asesta un puñetazo en el estómago y desaparece con la prostituta: “Debo de estar loco. Realmente loco. En el camino al cuarto de baño me empecé a comportar como si tuviera una bala en el cuerpo. Maurice me había disparado. Me arrastré hasta el cuarto de baño para fortale-

“Te pareces a uno de una peli, ya sabes, ¿cómo se llamaba ése? Tú sabes de quien hablo”. “No lo sé” dije. No quería bajarse de mis malditas rodillas. cerme con un buen trago de whiskey o lo que fuera y estar en condiciones de poder entrar en acción. Me imagino cómo salgo del cuarto de baño completamente vestido y con un revólver en el bolsillo, casi sin tambalearme. Luego bajo a pie por la escalera en vez de tomar el ascensor. Voy agarrado al pasamanos mientras que de vez en cuando corre un poco de sangre por la comisura de mis labios. Bajo un par de pisos con las manos apretándome el cuerpo y dejando huellas de sangre y llamo al ascensor. En cuanto Maurice abre las puertas del ascensor, me ve con el revólver en la mano y empieza a gritar que le perdone la vida, con una voz chillona llena de miedo. Pero a pesar de eso le disparo. Seis balas en su barriga grasienta y peluda. Luego arrojo el revólver por el hueco del ascensor después de haber borrado las huellas dactilares. Luego me arrastraría de vuelta a mi habitación y llamaría a Jane. Tenía que venir y vendar mis heridas. Me imaginé cómo tendría en la mano un cigarrillo para mí del que yo fumaría mientras corría mi sangre. Las malditas pelis. Pueden arruinarlo a uno. No bromeo.” La metabolización llega incluso a afectarle por lo que se refiere a la elección de una carrera, como le dice

entre líneas, y sin darse cuenta, a su hermanita Phoebe: “Los abogados me parece que están bien, supongo yo, pero es cosa que no me atrae. Quiero decir que me parece bien cuando salvan la vida de personas inocentes, pero eso no es cosa que hacen los abogados. Tan sólo ganan un montón de dinero y juegan al golf y al bridge y compran autos y beben martinis y se les nota que son muy importantes. Y además, aunque a algunas personas les salvaran la vida, ¿de dónde puede saberse con seguridad que lo han hecho porque de veras querían salvarles la vida, o si no lo han hecho porque se quiere ser un abogado fabuloso al que todos le palmean los hombros y lo felicitan en la sala del tribunal, los periodistas y todos, porque el maldito juicio terminó, como pasa en las miserables pelis?” Por otra parte, no se puede ni debe descartar una actitud esnobista en Holden, casi lo podemos ver con la nariz arrugada por el asco y los ojos horrorizados cuando registra sin piedad este espectáculo del fin de semana en el corazón de la Gran Manzana: “Broadway estaba lleno y desagradable. Era domingo y recién a mediodía pero el gentío era ya muy denso. Todos querían ir al cine, al Paramount o al Astor o al Capitol o como sea que se llaman esos estúpidos antros. Todos iban bien vestidos, porque era domingo, y eso lo empeoraba todo. Pero lo peor es que a todos les importaba ir al cine. No podía soportar su vista. Puedo entender que alguien quiera ir al cine porque no tiene otra cosa que hacer, pero si la gente realmente se muere por ir allí y hasta se da prisa para llegar lo más rápido posible, eso me deprime locamente. En especial cuando cientos de ellos hacen cola a lo largo de toda la manzana y esperan con una terrible paciencia conseguir un boleto.” Justo por eso, es honesto en lo que afecta a su propia persona: “Juego muy bien al golf. Si dijese con qué pocos golpes hago la ronda completa nadie me lo creería. Una vez estuve a punto de aparecer en un cortometraje, pero en el último momento decidí que no. Si odio tanto el cine y a pesar de eso apareciera en un cortometraje, pensé, flor de hipócrita sería yo.” Holden Caulfield... Y pensar que en los años cuarenta hubo una pareja que protagonizó dos pelis de títulos muy parecidos, Dear Ruth y Dear Wife. Se llamaban William Holden y Joan Caulfield. Honni soit qui mal y pense!


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Las llaves del deseo: Alfonso Peña LA EXPOSICIÓN EN LA QUE SE PRESENTARON COLLAGES, FUSIONES, FOTOCOPIAS, OBJETOS TRIDIMENSIONALES… TUVO LUGAR EN MARZO DE ESTE AÑO EN COSTA RICA.

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a expo surrealista Las llaves del deseo tuvo una maduración y un proceso creativo y orga nizativo de quince meses. Fue en alguna “teúrgia del atardecer”, entre copas de cristal ahumado, diálogos, sensaciones e ideas, que una voz emergió del sueño y señaló: “Las llaves…”; asintió el poeta, dio su aprobación el psicoanalista y en medio de ese “laboratorio de imágenes” los demás dimos la aquiescencia. En esta muestra el “deseo” está presente y posee un latido multiforme: el deseo en su vertiente primigenia, con trazos gestuales, juegos del inconsciente, expresiones abstractas, la imaginería experimental, las propuestas figurativas, el automatismo excitante, el abanico poético. El hecho de realizar la exposición en el “territorio sagrado” de Mesoamérica, con su rica tradición, mitos y símbolos, aunado a la “magia ancestral” y críptica, nos insufló aliento para tratar de armonizar con los participantes de las diversas geografías. No es extraño que en las amplias salas dialoguen los diseños prehispánicos con los poemas visuales de aire catalán, los “objetos” de inspiración chamánica con los fotomontajes de “relieve holandés”, o las viñetas de origen maya y malekú, con los collages revestidos de “juventud” del mester Cruzeiro Seixas, las obras creadas en su taller de Oaxaca por Susana Wald y Ludwig Zeller y las innovaciones con sello clásico-surreal de Guy Girard o las tesituras poéticas de Claudio Willer, Eros Constantini, Leila Ferraz, Beatriz Hausner, Jhon Sosa, con la solvencia de los surrealistas checos. En el recorrido por el recinto, de pronto nos podemos encontrar con instalaciones como la concedida al poeta maldito Billy Sáenz, o las estructuras eclécticas del oriental Otto Apuy, o el hermoso montaje sobre papel de Rik Lina, una botella con organismos vivientes, una refrigeradora que rememora “las ingeniosidades” del profesor Tauro, o el leitmotiv de la expo con la rúbrica de GazeLoba: “Entrepiernas”... No faltan los objetos tridimensionales con el estilo arcaico de Miguel Lohlé, los libros en miniatura, las series de retratos de los vates surrealistas, las máscaras de Floriano Martins, el personal tratamiento del paisaje abstracto de Enrique de Santiago. La extraordinaria participación de collages (alrededor de trescientos), entre los diferentes artistas, es una expresión muy representativa y orgánica y en total conexión con el surrealismo, ya que esta técnica en sus diversos matices es una de las “experiencias” más “vivas” y “genuinas” del movimiento. Con esto se subraya que el surrealismo es vital y está en evolución permanente. La expo revela un sugestivo menú: “collages clásicos”, “técnicas mixtas”, “ensambles”, “fusiones experimentales”, “digitales” , “papeles amarillentos”, “fotocopias” y llamativos “poemas visuales”.

La Semana Cultural tuvo una nutrida participación con conferencias de la emblemática pintora Susana Wald, el poeta Floriano Martins, el “Taller de los sueños” del psicólogo junguiano Fabio Guevara, el lanzamiento del poemario Delirios de la lengua, de Aglae Margalli, la presentación del poemario On The Rocks, de Miguel Lohlé, la conferencia del artista Fernando Fuão en torno al collage en Brasil y el lanzamiento del libro Paralelo/centrífugo (poesía visual) de Amirah Gazel y Alfonso Peña. La Semana Cultural se coronó con una lectura de poesía colectiva en las “Ruinas de Cartago”, una pulcra y misteriosa construcción. Las llaves del deseo está enlazada con un catálogo profesional. Bajo la égida del polifacético artista italiano Gaetano Andreoni, las imágenes desfilan acompañadas de los textos, los efectos acústicos y los cadáveres exquisitos, toda una parafernalia de la imaginación creativa y el inconsciente. El website de la exposición es http://agorart.org/ las_llaves_del_deseo/es/inicio.html

Para concluir, la apertura compositiva de la expo se reafirma con la paráfrasis del teórico Laurens Vancrevel, en el apartado de “Ensayos temáticos” del catálogo: Deseo, esa salvaje y deliciosa fuerza de vida, ha preocupado siempre la conciencia humana, mientras que al mismo tiempo la encanta. Los filósofos trataron cuidadosamente de encajar el deseo dentro de sus siste mas éticos; los psicoterapeutas le dieron un lugar entre los desórdenes mentales, para poder curar a la humanidad del mismo; los códigos sociales lo redujeron a la invisible esfera privada donde fue aniquilado por códigos


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el surrealismo en

Centroamérica

morales de la decencia. Sólo los surrealistas se han atrevido a hacer del deseo en todas estas manifestaciones el núcleo de su filosofía de vida.

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nvitada a Costa Rica por la Fundación Camaleonart, institución de Arte, psicología y acción social, que trabaja hace más de diecisiete

años con el Movimiento Surrealista Internacional, la poeta mexicana

Así que no es de asombrarse que todo ese deseo y placer se convirtiera en uno de los principales motores del movimiento surrealista desde su concepción, cerca de hace casi un siglo. Las llaves del deseo encaja en una larga tradición de publicaciones, exposiciones y manifestaciones del tema. Para mencionar algunos: La Mariée mise à nu par ses célibataires, de Marcel Duchamp; la famosa y escandalosamente franca investigación colectiva de sexualidad realizada por el grupo surrealista en los años veinte del siglo pasado; L’Âged’Or, el milagro cinematográfico de Luis Buñuel; L’Union Libre, ese obsceno y encantador poema acerca del deseo de André Breton y su sorprendente libro L’Amourfou (“Amor loco”); y más recientemente las legendarias exposiciones colectivas; E.R.O.S. e Intrusion in the Enchanter’s Domain, además MarvelousFreedom: Vigilance of Desire” sin olvidar la última obra maestra de Buñuel: Ese obscuro objeto del deseo

Aglae Margalli como artista representante del grupo surrealista de México a participar en la primera exposición del Movimiento Surrealista en Costa Rica y Centroamérica: Las llaves del deseo, que se realizó en el Museo Municipal de antigua Capital de Cartago, así como a la semana cultural que precedió a la inauguración durante la cual presentó el poemario dedicado a Antonin Artaud, Los delirios de la lengua, publicado por ediciones Andrómeda, que dirige el escritor Alfonso Peña, quien también fue uno de los organizadores de esta aventura. En la exposición, sin precedentes en América Latina, participaron más de veintiséis países, con trescientas obras de 110 artistas

ricardo Venegas

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DEL DESEO

17 de julio de 2016 • Número 1115 • Jornada Semanal

Fabrizio Andreella fabrizio108@yahoo.com

EN LA ACTUAL SOCIEDAD DEL CONSUMO VUELTO ESP

NUESTRA VIDA CONSCIENTE SE UBICA EN EL ESPACIO

Todo mundo ha colaborado en esta conversión del placer en un espectáculo: los tecnólogos han ofrecido amplificaciones o alternativas artificiales a los placeres naturales, los empresarios los han transformados en mercancías adquiribles, los medios masivos los han indicado como nuevas e importantes necesidades, los intelectuales se han encargado de dar a los placeres mercantiles la dignidad filosófica de las emancipaciones, y los religiosos, de sazonar los apetitos manteniéndolos bajo el ala de la tentación. El placer ya no es un espacio secreto o íntimo y su publicidad lo alimenta.

LA FELICIDAD DE LA INSIGNIFICANCIA

Stencil de Pøbel en el Distrito Torggata, Oslo, Noruega. Fuente: commons.wikimedia.org/ CC BY-SA 3.0 Para mí el placer es preguntarse –lo inexplorado, lo inesperado, aquello que está escondido, es invariable y acecha bajo la superficie de lo mutable. Es el rastro de lo remoto en lo inmediato; de lo eterno en lo efímero; del pasado en el presente; de lo infinito en lo finito; esos son para mí los resortes del deleite y la belleza.

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H. P. Lovecraft, In Defense of Dagon

n otra reflexión compartida con los lectores de La Jornada Semanal (núm. 925) puse en la mesa la siguiente consideración: “¿Puede existir el placer sin el deseo?” Estas líneas quieren abordar esa pregunta. Si el deseo necesita conocer su fin para persistir, el placer no necesita conocer su origen. El primero exige tiempo y el tiempo es sometido por su tensa inclinación hacia el futuro; el segundo anula el tiempo porque vive en el presente absoluto. El deseo necesita una distancia para colmar, mientras el placer goza la disolución del espacio, porque en esencia cancela la división entre sujeto y objeto. ¿Pero qué pasa si las áreas semánticas de deseo, placer y felicidad se confunden?

ración, pero no corresponde a la verdad. Occidente ha desembocado en la sociedad del consumo espectacularizado, es decir en el abrazo orgiástico entre mercado, tecnología e información donde el empresario, el ingeniero y el editor se funden en un perfil único que se dedica a dirigir la emoción pública de las masas reducidas a un mero conjunto de consumidores individuales. Es evidente que el consumismo no es y no puede ser la tierra del placer. Es más bien la tierra del deseo, que no es lo mismo, porque el aparato productivo de este sistema tiene que inventar continuamente nuevas carencias y traducirlas en nuevos deseos. El deseo es una fuerza muy ventajosa para un sistema fundado sobre el consumo espectacularizado, que nos quiere dependientes de los sueños más que de las necesidades. En este contexto, los obscuros objetos del deseo que hoy nos capturan se convierten rápidamente en necesidades. De hecho, ya hemos cancelado la diferencia entre deseo y necesidad gracias al refinado e imponente trabajo cultural y psicológico realizado por los medios masivos, que subrepticiamente nos invitan a considerarnos almas indigentes.

EL DESEO DE CONSUMO

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os asesores de imagen de la civilización occidental la presentan como la tierra del placer y a la época actual como el momento histórico donde el individuo ha conseguido el derecho a gozar de sí. Según ellos, vivimos en un mundo que por fin, en el bien y en el mal, ha hecho del placer una forma de emancipación de los hombres y las mujeres. Resplandeciente y bien construida, esta imagen funciona muy bien para obtener consenso político y admi-

EL DESEO PÚBLICO

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esde la segunda mitad del siglo xx el placer está entre la tierra prometida y la isla misteriosa, algo que queremos exhibir como resultado y prueba de nuestra libertad. En la sociedad del consumo espectacularizado, la ostentación del placer conquistado es parte del placer mismo. Mejor dicho: en esta sociedad no existe un placer que se pueda definir como tal si es completamente independiente del mundo exterior.

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n este contexto, la satisfacción de las nuevas necesidades (con bienes de consumo que disipan temporalmente la insatisfacción provocada por su comunicación publicitaria) es considerada ineludible para alcanzar la felicidad. Esa meta lejana y al mismo tiempo omnipresente brilla y hace guiños desde las ubicuas pantallas del cuento oficial, donde la mitología laudatoria del progreso celebra el culto de la ilusión feliz. El mercado ofrece una plétora de gozos menores que no involucran el yo profundo sino solamente su parte exterior más excitable. Son deleites light, no frills, fast y wireless, low cost y last minute: suplentes de la experiencia del verdadero placer, vicarios fácilmente accesibles donde el exceso –mercancía muy cotizada por los pávidos– se torna paradójicamente en una prudencia fácil de vivir y ostentar porque casi siempre es una virtualidad o un grito en un ghetto protegido. Así, entretenimientos insignificantes que puntean la interminable avenida del deseo se venden como la única dicha que se puede disfrutar en un mundo que profesa una idea de felicidad como el libre y perpetuo acceso al ritual del consumo. Entonces, hay televisión y psicofármacos en lugar de exploraciones de lo ajeno y de la interioridad; pornografía y contactos en lugar de sexo y amistades; ansias y quimeras en lugar de ideas y creatividad; datos y estadísticas en


O DE PLACER

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AL PLACER SIN DESEO.

Las enfermedades del alma contemporánea

PECTÁCULO, EL PLACER HA SIDO PUESTO EN EL MÁS GRANDE ALTAR.

O, MANIPULABLE Y EFECTIVAMENTE MANIPULADO, QUE MEDIA ENTRE EL DESEO Y EL PLACER.

lugar de conocimientos y proyectos. Estos placeres solubles, anuncios de realidades efímeras, son elementos sintomáticos y a la vez terapéuticos del culto del deseo. Un deseo confundido con la autopista hacia el merecido aunque ficticio placer. La sociedad del consumo espectacularizado ha colocado el placer en el altar más precioso y en el anaquel más a la vista, simplemente porque lo puede promover como promesa de cualquier producto industrial serializado que suscite un deseo. Ahora bien, ¿qué tiene de malo querer placer? Por supuesto que nada. ¿Pero qué pasa si cuando creemos estar gozando del placer lo estamos simplemente deseando? ¿Qué pasa si el deseo se disfraza de placer, si el medio se vende como fin, si la promesa se exhibe como ya cumplida?

EL PRECARIO PLACER DEL DESEO

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stamos acostumbrados a ver el deseo como premisa necesaria al placer, como condición que permite individualizar, generar y conseguir el placer. Entre el deseo y el placer está el espacio donde vivimos casi toda nuestra vida consciente. El deseo siempre alude a un placer del cual depende su existencia. Pero también el placer parece poder

Nos parece, o nos gusta creer, que el placer no tiene secretos para nosotros, que es algo que conocemos muy bien, y así nos inclinamos inconscientemente a desear más que a gozar, y hasta confundimos el deseo con el placer, la excitación con el clímax.

existir solamente como destino del deseo, y entonces la relación de dependencia es biunívoca. En este vínculo aparentemente indisoluble se esconde una promesa cínica y mentirosa, porque el placer al cual tiende el deseo es forzosamente perecedero, víctima sacrificial ofrecida al tiempo, y entonces no puede hacer más que disolverse como un espejismo, un chispazo en la oscuridad. Sin embargo, por el hecho de que la esencia del deseo consiste en no aceptar mediaciones o reflexiones, la consideración de la fugacidad del placer que persigue no nos importa. Cuando deseamos no tomamos en cuenta que el placer prometido puede ser un instante presuntuoso que juega con la eternidad. Lo que nos importa es la excitación que nos regala el hecho mismo de desear. Pese a la evidente crueldad de un placer siempre perecedero y, por lo tanto, causa de sufrimiento, el consumidor, acostumbrado a depender de lo efímero, prefiere sumergirse en el charco de placeres fugaces en lugar de explorar territorios desconocidos que podrían esconder la fuente del placer perpetuo, es decir de la felicidad. El placer como fin del deseo es algo que el sujeto consigue como resultado de su esfuerzo. Y cuando llega el acmé del placer, el tiempo se parte en dos: el pasado como progresiva acumulación de deseo, y el futuro como desangramiento del placer y anuncio de su extinción. La caducidad del placer alcanzado por el deseo parece ser su esencia, con la consecuente amarga sensación de privación que experimenta el sujeto.

LA JAULA DEL DESEO Y LA LIBERTAD DEL PLACER

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la búsqueda de un placer estable e ilimitado preferimos la admisión de su inestabilidad y limitación ontológica, porque estamos más acostumbrados (y domesticados) a desear que a gozar. El esfuerzo del deseo nos excita más que el éxtasis del placer. Pese a nuestro orgulloso pavoneo como maestros en el arte del placer, nunca nos hemos dedicado a examinarlo y profundizarlo. Nos parece, o nos gusta creer, que el placer no tiene secretos para nosotros, que es algo que conocemos muy bien, y así nos inclinamos inconscientemente a desear más que a gozar, y hasta confundimos el deseo con el placer, la excitación con el clímax. Tal vez se debe a que, cuando deseamos, el ego es el lísigue

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vivida por el cuerpo y abandonarse a la realidad del yo más profundo, que no cabe en el ataúd del tiempo mental. Un placer que se manifiesta como ausencia de cualquier deseo perecedero y como capacidad de estar dentro del presente real y fuera del tiempo mental: esta es la región por explorar si todavía somos capaces de imaginar el placer como un valor, una forma del conocimiento, una realidad que nos da sentido, una experiencia humana que no puede ser recluida ni reducida a momentos efímeros. Este placer es una condición del ser que necesita solamente de nuestra conciencia para revelarse. Emancipándose del deseo, el placer puede prescindir del tiempo y reconocerse como uno de los aspectos más brillantes del ser. Así, el yo ¡¡Consume y calla!! Fuente: Consumehastamorir.com percibe su identidad profunda como unión con el ser, y goza de sí mismo y de toda la realidad en una especie de jubilosa saciedad psíquica.

der máximo de todas las energías de la existencia, mientras que cuando gozamos se ahoga en un mar que reconoce como más grande que él, y finalmente encuentra el valor para demoler sus límites, esas fronteras que con mucha atención y vigilancia había defendido hasta el acmé del placer. Por eso el placer más grande –es decir el amor naciente– nos transforma en imbéciles felices. Pero el corazón ebrio de amor no es propenso a tornarse imbécil, pues danza perfectamente impetuoso como un remolino, coloreando toda la realidad con su sangre. A tornarse imbécil es propenso el ego, que hasta entonces hemos encarnado e interpretado, y que de improviso se revela absurdo e inútil. El delirio amoroso, la locura de Eros, permite la experimentación momentánea de una vida libre de la subjetividad. Esa inocente idiotez del enamorado es entonces la liberación de la jaula de las normas que definen al personaje que creemos ser, mismas que nos quitan el placer de existir en un presente sin otros deseos.

Actualmente la propa-

ganda del consumismo no utiliza solamente la

EL DESEO CONTRA EL PLACER

publicidad y el marke-

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l circulo vicioso de deseo inagotable y delectación pasajera nos obliga a seguir migrando de una ilusión a la otra como apátridas del placer. Hay que enfrentarse, entonces, a una pregunta que suena inverosímil pero ya inevitable: ¿es verdad que no se puede conseguir el placer sin el deseo que lo precede? ¿Es verdad que el placer puede existir solamente como resultado de un deseo? Si la respuesta es afirmativa –y así es porque así lo creemos–, entonces el placer es una realidad en sí inconsistente y efímera, el simple efecto de una causa que no aguanta el paso del tiempo. Sin embargo, si invertimos nuestra manera de ver y construir la realidad, si descubrimos la posibilidad de un placer independiente de cualquier origen que no sea el hecho de existir, si en fin logramos desvincular el gozo del anhelo, entonces el placer ya no será una meta para alcanzar sino un estado del ser, una condición existencial al alcance de todos aquí y ahora. Claro está: el placer del deseo es tensión, empuje, esfuerzo, es el placer de la persecución, de la expectación, de la excitación levantada y luego aplacada. Aquí el modelo de referencia es el proceso económico de compra-consumo-desecho. Pero el placer sin deseo habla de una condición y una visión donde no hay metas ni esperanzas, sino simple relación y libre manejo de lo existente, consciencia de la posibilidad de gozar de lo que está al alcance y consciencia de la irrealidad de lo que no está allí.

EL PLACER SIN DESEO

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a ilusoria consonancia entre deseo y placer es desenmascarada por el hecho de que el primero pertenece claramente al reino donde tarde o temprano el goce prometido se evapora y se desvanece, mientras que el segundo es una condición natural del ser y se manifiesta como su atributo. Pero este aspecto del placer ha sido trágicamente olvidado por una civilización que ha decidido hacer del deseo su guía divina. Cuando empezamos a concebir el mundo bajo la luz que llega desde el futuro (la luz del deseo en forma de quimeras religiosas, ideológicas, tecnológicas o económicas), rechazamos la plenitud de la existen-

ting. Entre sus tropas también se encuentran el periodismo y el deporte, la pornografía y la ciencia, la política y las Iglesias, la cultura masiva y la tecnología, el arte y el entretenimiento.

EL EGO Y LOS LÍMITES DEL DESEO

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a plenitud del yo absorbido por el presente, por el ser, reduce el ego, que vive de miedos y deseos, de pasado y de futuro, a un papel secundario. La plenitud satisfecha consigo misma es una intensidad sin deseo, un ardor que no es gobernado por un deseo. Si el deseo, para que tome fuerza y se desarrolle necesita de un límite que lo comprima, el placer vive sin esta necesidad de voluntad y victoria, de límite y superación. La presión y el esfuerzo dan forma al deseo, mientras que el placer no tiene un perfil, ni una meta fuera de sí; se apoya en sí mismo y no es una reacción, sino una condición del ser. Sin embargo, la insistente búsqueda de deseos por parte del ego no es una simple diversión o una locura sin sentido. Es, al contrario, una ocupación muy seria que le sirve para formar y consolidar su identidad. La extinción del deseo es, de hecho, la extinción del ego que se identifica con su actividad en el mundo.

EL PLACER COMO APOSTASÍA cia. Allí el placer se tornó en un pordiosero que pide al ego que le entregue en la mano abierta unos centavos en forma de instantes dedicados a satisfacer unos deseos. Es precisamente el espejismo de algo por alcanzar en el futuro lo que revela la inconsistencia del placer prometido por el deseo. El placer es una experiencia en acto y, si es sólo una promesa, se transforma en el simple gusto de la esperanza. Gozar sin y antes de desear, es la vía para salir de la transitoriedad del placer efímero del deseo y abrazar la plenitud del placer de ser y del ser. Gozar este placer implica la destrucción del recorrido que va de los medios a los fines, de los deseos gritados al placer prometido. Punto de partida y de llegada, causa y consecuencia se juntan y mezclan en el placer verdadero que antecede al deseo y lo vuelve inocuo, divertido juego infantil sin esa severa formalidad a la cual lo obliga la consecución del placer.

PLACER Y PLENITUD

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a única posibilidad que tenemos para liberarnos de la ilusión del deseo es desvincular el placer del tiempo. Y para llegar a ese placer puro hay que salir de la realidad temporal construida por la mente, aclimatarse en la realidad del presente

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ctualmente la propaganda del consumismo no utiliza solamente la publicidad y el marketing. Entre sus tropas también se encuentran el periodismo y el deporte, la pornografía y la ciencia, la política y las Iglesias, la cultura masiva y la tecnología, el arte y el entretenimiento. A través de este poderío tentacular el consumismo nos confunde las ideas sobre la diferencia entre deseo y placer. Nos hace creer que desear es gozar, que el antojo es la satisfacción. La cita divulgada por Marx según la cual la religión es el opio del pueblo, toma hoy más fuerza que nunca porque en estos días la verdadera religión, la religión universal, es el consumo espectacularizado y el deseo es la pipa utilizada para inhalar este opio tan popular. Si fuéramos capaces de apostasía en contra de la religión del consumismo, podríamos distinguir entre deseo y placer y focalizarnos en el segundo, experimentándolo como realidad y no como promesa del deseo. Así, nuestra imaginación ya no sería el instrumento para esclavizarnos anclándonos a un futuro sostenido por la esperanza, ya no sería el camino para salir de la realidad; sería, más bien, el juego más bello dentro de la única realidad del presente, una danza que nos regalaría asombrosos puntos de vista sobre la realidad


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LEER

Jornada Semanal • Número 1115 • 17 de julio de 2016

El árbol detrás de la ventana. Panorama del reportaje literario polaco, Tomasz Pindel (selección y prólogo), Universidad Veracruzana, México, 2015.

LA LITERATURA COMO REALIDAD (O VICEVERSA) EDGAR AGUILAR Para Elena Poniatowska

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s ciertamente inevitable, cuando se habla del reportaje contemporáneo de altos vuelos, recurrir a la figura emblemática e insoslayable de Kapuscinski. El periodista polaco de abundantes y pronunciadas cejas rubias dejó, por lo que se infiere de esta nutrida selección, una sólida y a la vez renovada escuela del reportaje en su país que sorprende por su amenidad, su variedad de temas, su técnica expresiva y su indiscutible calidad literaria. De pronto, lo que parece un libro más bien fatigoso sobre el “panorama del reportaje literario polaco” reciente (después de la era socialista hasta nuestros días), se torna en un exquisito volumen de relatos que se leen como lo mejor de la buena literatura que uno puede hallar en la actualidad. Pensemos en una correspondencia con el cine: si el cine de ficción pareció haberse agotado y el documental vino a revivirlo, el reportaje literario viene siendo entonces un respiro de la mala literatura que ya nos tiene asfixiados. Por ejemplo: ¿sabía el lector que hubo un soldado polaco de nombre Ludwick Napoleon Dembinski, q u e l u c h ó e n l a g u e r r a d e M é x i c o - Te x a s d e 1 8 3 6 , y que, derivado de su muerte en combate, el gobierno de Texas decidió indemnizar a sus familiares directos con buenas porciones de tierra texana, lo que desencadenó una oleada polaca de supuestos herederos? (“Nosotros, los dueños de Texas”, de la también célebre Malgorzata Szejnert). ¿O que el fusil automático ak -47, mejor conocido como “cuerno de chivo” (uno de los favoritos del narco en México) o “el arma de los terroristas”, fue diseñado y elaborado por un modesto trabajador ferroviario ruso, posteriormente integrante del Partido Comunista de la Unión Soviética, condecorado por el mismísimo Stalin y nombrado miembro de la Academia de Leningrado? (“El camarada Kaláshnikov”, de Jacek Hugo-Bader). Podemos acercarnos a la trágica y más bien cómica historia de Adam, un antiguo traficante de tabaco y cigarros de postguerra venido a menos en un casi olvidado pueblo fronterizo de Polonia, que termina en silla de ruedas luego de un absurdo accidente, volcándose de este modo su vida familiar en un tormentoso compendio de “putas y burdeles” (“Adam y Ewka vivían en un paraíso”, de Wlodzi-

mierz Nowak). O enterarnos de un sangriento episodio relativo a la situación racial en Sudáfrica, en donde un par de esclavos-trabajadores de terratenientes blancos deciden cometer el asesinato de un arrogante líder comunitario (“La quema de hierba”, de Wojciech Jagielski). También podemos ser testigos del desenmascaramiento de la enorme y poderosa corporación estadunidense Amway, que poco después de la caída del comunismo en Polonia (1989) se asentó exitosamente en este país, logrando que cientos de trabajadores polacos –y éstos a su vez reclutando a miles– dejaran sus trabajos para engrosar las filas de todos aquellos que “tienen derecho a soñar”, pues, como rezaban los eslóganes de adiestramiento y convencimiento de la empresa: “No importa quién eres y de dónde vienes, sólo debes estar convencido de que puedes alcanzar el éxito.” (“1996: Llévanos al Diamante”, de Mariusz Szczygieł). O conocer la historia de un hombre en Varsovia que despierta sin recordar su pasado, quien para sobrevivir deberá adquirir una nueva identidad y así reintegrarse a la sociedad gracias al desinteresado apoyo del Centro de Búsqueda de Personas Extraviadas itaka de Polonia (“El hombre que se levantó de las vías”, de Wojciech Tochman). O adentrarnos en la vida interior de Mehemet Ali Agca, sus días en prisión luego del intento de asesinato en 1981 del papa Juan Pablo ii en la Plaza de San Pedro en El Vaticano, y la posterior relación de amistad entre el pontífice polaco y el terrorista turco (“El asesino de la ciudad de los chabacanos”, de Witold Szablowski). O entregarnos a una curiosa aventura perruna: ¿sabía el lector acaso que el número de ciudadanos con mordeduras considerables de perros callejeros que pueblan la hermosa y siempre enigmática ciudad de Bucarest ascendió, sólo en 2010, hasta trece mil? (“La ciudad de los perros”, de la muy joven y multipremiada escritora polaca Malgorzata Rejmer). Como se ve, la variedad de temas y geografías es notable. Habría que añadir los reportajes “El país romaní de Su Majestad“, sobre la migración masiva de la Europa Central a la Occidental, de Lidia Ostalowska; “Israel”, acerca de la vida de la gente de la calle y la sociedad israelí contemporánea, de Paweł Smolenski; “Los héroes de la selva”, sobre la lucha –a veces mortal– de los ecologistas defensores de la Amazonia, de Artur Domoslawski; y “El Rey Verde”, que es, a decir de los editores, “un viaje literario por la provincia húngara” y, al mismo tiempo, “un intento de análisis de la condición íntima del país en la actualidad”, de Krzysztof Varga. Muchos de los textos que integran la presente selección son fragmentos de reportajes de mayor extensión, publicados originalmente en la reputada Gazeta Wyborcza o en forma de libro. Reportajes que en realidad son verdaderas obras literarias, llámense novelas, crónicas, ensayos, entrevistas o relatos. Es por lo tanto difícil distinguir hasta qué punto un reportaje es un texto periodístico o un escrito literario como tal. Pero, como afirma Tomasz Pindel en

En nuestro próximo número

el prólogo: “Si preguntamos a un lector, conocedor del tema, qué tipo de literatura funciona mejor en la literatura polaca, la respuesta será probablemente: el reportaje.” Finalmente, si un lector acucioso llegara a cuestionarse, con justa razón, a qué se debe el título del libro, El árbol detrás de la ventana (puesto que en la portada vemos otra cosa y ninguno de los textos nos remite a ello), sólo resta decir que todo parece indicar que a los editores, al momento de discutir qué nombre darle a la antología, se les ocurrió el título mientras seguramente alguno de ellos observaba con aire nostálgico y meditabundo precisamente un árbol detrás de la ventana quizá de alguna gris oficina. La pregunta es: ¿sería un abedul? •

In memoriam El caballo de Neruda

Hace 112 años nació el Premio Nobel La tumba de Pablo Neruda (12 de julio de 1904-23 de septiembre de 1973) se encuentra frente al mar en Isla Negra. Ahí está la casa que no sabe cuándo le nació. “Era a media tarde, llegamos a caballo por aquellas soledades… Don Eladio iba delante, vadeando el estero de Córdoba que se había crecido… Por primera vez sentí como una punzada este olor a invierno marino, mezcla de boldo y arena salada, algas y cardos… Aquí, dijo don Eladio Sobrino (navegante) y allí nos quedamos. Luego la casa fue creciendo, como la gente, como los árboles…” En esa casa el chileno escribió Canto General. Quien visite la calle Poeta Neruda s/n en Isla Negra, El Quisco, en Chile, se topará con la historia del caballo. Lo vio en una ferretería de Temuco. Todas las veces que Ricardo Neftalí Reyes Basoalto –verdadero nombre de Neruda– pasaba por ahí acariciaba el hocico del equino; de tanto acercarse a él, lo quiso adquirir, pero sus dueños respondieron con hondas negativas. Un mal día un incendio lamió con lenguas de fuego el negocio que alojaba al animal. La gente gritaba: “salven el caballo de Neruda” y fue lo primero que la obediencia de los bomberos hizo. Finalmente Pablo compró su añorado caballo en una subasta y le organizó una fiesta el día que lo llevó a su casa. Quedan en ésta como testimonio de su amor por el mar y los barcos: mascarones de proa, réplicas de veleros, barcos dentro de botellas, caracolas marinas y dientes de cachalote. También se encuentran otras locuras de poeta: pipas, zapatos antiguos, máscaras y botellas de extrañas formas, recuerdo de las obsesiones del Premio Nobel de Literatura 1971.

@JornadaSemanal La Jornada Semanal

JOSÉ EMILIO PACHECO y la literatura compartida Xabier F. Coronado

jsemanal@jornada.com.mx


ARTE Y PENSAMIENTO ........

17 de julio de 2016 • Número 1115 • Jornada Semanal

Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Un santo –Un santo. Todo un santo. A madre no le creas. Que tenía mal humor, pues sí, a veces. Y que alzaba la voz, ¡y por qué no! Y que no le gustaba salir, pues no, la verdad no. Más de una vez dejó a madre vestida y alborotada. Pero nunca le puso la mano encima. Y a nosotros menos. Éramos once, yo la novena. Más las sirvientas, la abuela, madre. Padre tenía que romperse el lomo. Poca gente en la capilla, Victoria con los ojos arrasados, tres o cuatro viejas junto al féretro, bisbiseando un rosario. –Que llegaba tarde, y ¿qué quería madre? Éramos once. Entraba dando portazos y pidiendo de cenar. Angustiado. Todo el día en la imprenta. De un lado del plato las pruebas, los originales, lo que estuviera viendo; del otro madre, y su letanía. Un aroma de nardos y tabaco. –Con las menores, bien cariñoso era. Y, a veces, cada vez más veces, llegaba con muñecas, dulces, títeres. ¿Otra vez? –decía madre– ¿Otra vez la cantina? Nunca era tan bueno •

Rogelio Guedea rguedea@hotmail.com @rogelioguedea

AL VUELO Desayunar con los hijos Antes, poco después de clarear, les preguntaba a mis hijos qué se les antojaba para desayunar. Como es de suponer, los dos se enfrascaban en un largo debate que normalmente arruinaba la tierna mañana. Uno quería jot-quéis, la otra huevo cocido con jitomate. Como no se podía llegar a ningún acuerdo, yo, padre consentidor, terminaba cocinando jot-quéis y huevo cocido con jitomate. Desde hace un tiempo he cambiado la estrategia, basado en aquella conseja popular que dice que “a buen hambre no hay pan duro”. He dejado que a los sacrosantos hijos les apriete bien el hambre al grado de que me dicen que ya hasta “les arde el estómago”. ¿Así que ya les arde? ¡Sí, papá! Entonces les preparo lo que yo quiero o puedo: huevos a la mexicana, tacos de frijoles, birote con queso fresco. No bien lo pongo sobre la mesa cuando ya lo han devorado. Riquísimo, papá, riquísimo, dijeron hace un rato de la torta de huevo con nopales fritos. Me da gusto que les guste, les contesté, confirmando que las consejas populares por algo existen y reinan entre nosotros, sus siervos mortales •

bitácora bifronte j.m. Coetzee y Paul Auster: cartas

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ace casi una década, los escritores j.m. Coetzee y Paul Auster intercambiaron de manera frecuente una serie de cartas con la explícita voluntad de reunir su actividad epistolar en un libro; el resultado fue Aquí y ahora. Cartas 2008-2011 (publicado en español por Anagrama y Mondadori, en 2012). Conforme las cartas van y vienen (en una especie de juego de tenis intelectual donde se tocan asuntos tan variados como el deporte, la política, el mundo literario, el cine, el amor, la tecnología y la familia) el libro pasa de ameno a fascinante, colmado de momentos memorables, por ejemplo cuando abordan un tema tan recurrente como polémico en la vida de todo escritor: la figura del crítico literario. Paul Auster plantea la cuestión y fija su postura: “He dejado de leer críticas sobre mis libros, ya sean buenas o malas, pero otros me han contado lo suficiente como para que me sienta asaltado por un desconocido. Si te dan un puñetazo, te sientes impulsado a devolverlo. En esta situación eso no está permitido –lo que es sumamente frustrante–, pero el escozor es atenuado con el paso del tiempo.” A lo anterior Coetzee responde: “¿Tiene uno que reaccionar? ¿Tiene uno que escribirle una carta al director, o replicar a la crítica injusta? Al fin y al cabo, a los directores de periódicos les encanta esa clase de reacciones: no hay nada que les guste más a los lectores que una buena rencilla literaria en la sección de cartas. El escritor sabio se andará con cuidado en este sentido. Ha de saber que mostrarse irritado, ya no digamos escandalizado o (¡Dios no lo quiera!) dolido será fatal: lo convertirá en el hazmerreír de todos. Sabiendo esto, el crítico se envalentona más. Se vuelve como ese niño que le tira guijarros al gorila del zoológico sabiendo que lo protegen los barrotes.” Pero más allá de los cautivadores temas, anécdotas y digresiones contenidos en Aquí y ahora. Cartas 2008-2011, hay dos elementos que resplandecen por su relevancia: por un lado, el hecho de que, en el alba del siglo xxi , dos autores se propongan rescatar el género epistolar (cuando la fugacidad y fragmentación de los mensajes son las características más evidentes de nuestra comunicación) y, el segundo, la noción de amistad, fortalecida gracias al ánimo confesional de los interlocutores. Incluso, j.m. Coetzee en la primera carta dirigida a Paul Auster señala el punto de arranque: “He estado pensando en las amistades, en cómo surgen, en por qué duran –algunas– tanto tiempo, más tiempo que los compromisos pasionales de los que a veces se considera (erróneamente) que son tibias imitaciones.” Coetzee y Auster, en su correspondencia, son dos hombres que encuentran en la palabra escrita no sólo una forma de diálogo y discusión argumentada sino un sitio en el que la palabra “amistad” vuelve a tener sentido, un término desgastado y tan falto de luz en nuestro mundo “moderno” •

El fin de la casa Eleni Vakaló

Un día mi hijo mayor dijo “Hoy en la noche no volveré temprano a casa” Acosté a los niños Y creo que entonces miré nuestra casa Por primera vez Estaba vieja y el invierno con las lluvias tendría goteras.

Eleni Vakaló (Constantinopla 1921-Atenas 2001), estudió Arqueología en la Universidad de Atenas y luego Historia del Arte en la Sorbona. La crítica la considera miembro de la Primera Generación de Postguerra y, más ampliamente, del postsurrealismo. Es autora de dieciséis libros de poesía y de seis libros de crítica e historia del arte. En 1991 recibió el Primer Premio de Poesía Estatal y, en 1997, el Premio de la Academia; el doctorado Honoris causa por la Universidad de Salónica, en 1998, y el de la Universidad de Derby, en 2000. Véase La Jornada Semanal, núm. 1027, 9/ xi /2014 Versión de Francisco Torres Córdova

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Número 1115• 17 de julio de 2016

........ ARTE Y PENSAMIENTO O

Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com

Teatron.mx, la ambición totalizante de Edgar Ceballos

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UIEN CONOZCA A EDGAR Ceballos jamás dudaría de que es uno de los actores que ha contribuido a pensar, investigar y editar una parcela fundamental del teatro mexicano, así como a poner al alcance de los docentes y estudiantes textos fundamentales en la pedagogía teatral. Su editorial, que es todo un concepto de la ciencia de la puesta en escena, no ha parado de encontrar aportaciones para entender nuestro teatro y la manera de transmitirlo y discutir sus tendencias. Dicen que desde 1986 “editamos los textos más importantes sobre teoría teatral, operística, circense, dancística y musical a nivel de habla hispana. Nuestro acervo editorial es el más importante de toda Hispanoamérica, ya que contiene numerosas publicaciones sobre el arte del actor, técnicas de dirección escénica, construcción dramática, iluminación, danza, ópera, artes del circo, gestión de proyectos, públicos y teatro e historiografía, entre algunos temas”, aunque parecen olvidar que ya El Milagro, Paso de Gato y, en menor medida, editoriales con menos prisa, por describir de alguna manera su morosidad, como Libros de Godot, también tienen aportes muy importantes y en algunos casos más novedosos y actuales. Desde los años ochenta la creación de una gran biblioteca de las artes escénicas era el sueño compartido entre estos creadores: Sergio Jiménez y Ceballos, que hicieron posible este concepto con volúmenes que difundieron un pensamiento teatral hasta entonces sólo al alcance de especialistas. La dirección de Teatro de la unam fue el primer editor de esta aventura con los tomos dedicados a la dirección escénica y a las escuelas de actuación.

LA OTRA ESCENA A mediados de los ochenta y bajo la mirada de Emilio Carballido y Sonia Miró, Editores Mexicanos Unidos publicó también una de las colecciones más importantes de teatro y favoreció la aparición de antologías con nombres de desconocidos dramaturgos que, años después, signaron lo mejor de nuestra escena. La uam, en su colección Molinos de Viento, también selló con firmeza la convicción de que el movimiento de la Nueva Dramaturgia sería duradero y fecundo. Hago este apunte porque todo esto junto se dirige a la construcción compartida de un diccionario de las artes escénicas que se va armando con la ayuda de todos, como ahora invita Ceballos a completar este Frankenstein de cantidades muy irregulares de información vertida en unos campos que no tienen rigor académico y parecen una broma. Por otra parte, el sitio en línea no puede tener un peor título y sus áreas de incompletud muestran también los desequilibrios de nuestro teatro. Hay sitios infames que poseen los nombres de dominio que le corresponderían a

este espacio noble, aunque no es el único caso en que se toman nombres para revenderlos con avaricia. Esta base de datos con el tema del teatro y sus protagonistas durante el siglo xx se llama Teatron y se consulta de manera gratuita en www.teatron.mx. Contiene información de bibliotecas, hemerotecas, fototecas, archivos históricos, videotecas, entrevistas y medios de comunicación. Está formado por más de 3 mil registros y 2 mil fotografías y ofrece información de actores y actrices, directores, dramaturgos, escenógrafos, iluminadores, críticos, grupos y compañías, publicaciones y periodistas especializados en artes escénicas, y promotores teatrales, entre otros. Es la historia de todas las manifestaciones escénicas comprendidas entre el 1 de enero de 1901 y el 31 de diciembre de 2000. Las 3 mil fichas iniciales informan y contienen datos generales, actividad principal, resumen de trayectoria, fotografías y videos. Y si el lector no está satisfecho con lo que se presenta puede modificar la información, enviar fotografías o video de su propio registro u otro. Edgar Ceballos escribe La historia monumental del teatro del siglo xx, para la cual ha reunido a lo largo de más de tres décadas casi 25 mil libros, 6 mil recortes de periódicos, 20 mil fotografías, 8 mil programas de mano y el acervo en video más grande país: tiene registradas casi todas las comedias musicales estrenadas en México en el siglo pasado y obras de teatro digitalizadas. Teatron es un proyecto autorizado y apoyado en parte por la comisión de cultura de la Cámara de Diputados. Su valor es innegable, pero debe poseer el rigor de un horizonte académico para evitar el riesgo de convertirse únicamente en un punto de vista personal, parcial y que justifica las ausencias pidiéndole a un público lector que complete lo que haga falta, como si se tratara de una especie de Wikipedia •

Edgar Ceballos

Alonso Arreola @LabAlonso

¿Es Jacob Collier el mesías de una nueva música?

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JERCICIO HIPOTÉTICO para domingo veraniego: ponga en una habitación al músico más talentoso que conozca. Dele todo tipo de instrumentos de cuerda (mandolina, guitarra, banjo, bajo, contrabajo, dulcimer…), de teclas (piano, sintetizador, acordeón…) y percusión (batería, tabla, udu, djembé…), incluso algunos de aliento menor (ocarina, silbato…), así como los últimos recursos de software (programas) y hardware (computadoras, secuenciadores). También ofrézcale papel y pluma para que escriba letras, así como un micrófono para que grabe su voz. Luego dele tres años y, finalmente, escuche la obra producida. ¿Listo? Pues fíjese, lectora, lector, que, por bueno que sea el resultado de su elegido, estará lejos del juego combinatorio y la originalidad de Jacob Collier. Así de seguros estamos de su potencial. De su futuro. ¿No se puede saber? Bueno, él ya probó el experimento. Hoy, con veintiún años de edad, el londinense vuela irrefrenablemente hacia la cúspide en los mayores festivales del mundo y lidera listas de venta digital en veintidós países. (Nada de eso es garantía en estos tiempos mentirosos, cierto. Pero créanos: no se trata de un experimento proveniente de grandes disqueras, ni de una moda pasajera, ni de una ocurrencia vacua pergeñada en la red.) Como pocas veces ha sucedido, internet ha catapultado con justicia a un artista singular –multiinstrumentista de verdad– causando que millones se inclinen a su paso. ¿La razón? Lo posee todo. Frescura, talento, visión, ambición, ligereza, simpatía… y por si fuera poco, un mentor envidiable: Quincy Jones. Sí, hablamos del mismo Quincy que inventara discursos dominantes al lado de Michael Jackson; del mismo que trabajara con figuras como Miles Davis y que a sus

BEMOL SOSTENIDO ochenta y tres años señala –una vez más– nuevas rutas hacia una música total y culturalmente integradora que profundiza en complejos laberintos de armonía y rítmica, pero con una filosofía pop hermanada al entretenimiento. Repetiremos la última idea con algunas cursivas, pues nos parece toral al pensar en Collier: una música total y culturalmente integradora que profundiza en complejos laberintos de armonía y rítmica, pero con una filosofía pop hermanada al entretenimiento. Sí. De ese tamaño. ¿Cómo comenzó el fenómeno? Teniendo diecisiete años, cobijado por una familia de músicos, Jacob subió a la red algunos videos grabados en su habitación, vientre mismo de su persona sonora. Estudiante de piano en la Real Academia de Londres, gracias al eco masivo que causó se vinculó con el Laboratorio Multimedia del Instituto Tecnológico de Massachusetts para desarrollar apoyo tecnológico que le facilitara la interpretación de su música en vivo, tocando todos los instrumentos en solitario. Eso sí, su repertorio comenzó con retos grandes: arreglos a piezas de Stevie Wonder, Gershwin, Burt Bacharach

Quincy Jones y Jacob Collier

y diversos pianistas de indiscutible calidad. Esto llamó la atención inmediata de especialistas en jazz y música clásica, cansados de imitadores que no saben vincularse con los beneficios de su tiempo. Así las cosas, no conocemos persona que tras escuchar a Jacob Collier quede impasible. De inmediato sucede la mueca de embebecimiento, la mirada compinche. Poco importa, incluso, si lo que escuchamos cae en apetitos inmaduros por falta de sujeción o exceso de delirio. Vaya, no interesa si por ahora algunas de sus chocarrerías no alcanzan al corazón. Hay tiempo adelante. Podremos ser testigos de una fuerza que en años –veinte, verbigracia– podría esculpir a un genio de época. ¿Le parecen desmedidas nuestras palabras? Por lo pronto queremos que lo provoquen para que indague sobre su disco debut de 2016, In My Room, así como sobre las presentaciones que lo han hecho nacer en vivo (Montreaux Jazz Fest, 2016). Es importante que comience con las canciones que citaremos a continuación antes de abordar sus trabajos puramente vocales, a piano solo o en colaboración con aliados, como el también británico Jamie Cullum. En ellas sentirá el vértigo, la licuadora de tiempos, géneros y estéticas que produce en los parietales. Aquí los títulos a escuchar. De su autoría:“Hajanga” y “Woke Up Today”. Autoría de otros: “Eleanor Rigby” (The Beatles),“Close To You” ( b. Bacharach). En colaboración: “Don’t You Know” (con Snarky Puppy). En Vivo en el Summer Stage de Central Park, Nueva York: “p.y.t.”, éxito original de Michael Jackson. Sí. Creemos que en estos tiempos de confusión y violencia Jacob Collier contribuye a la entelequia de un mundo mejor, transformando su propia intimidad en una habitación gigantesca y compartida, a la manera del poeta e.e. cummings y su The Enormous Room. Seguiremos escuchándolo, justo ahora. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


ARTE Y PENSAMIENTO ........

17 de julio de 2016 • Número 1115 • Jornada Semanal

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tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

Corsarios en Miguel Ángel de Quevedo

Guerra sucia

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UCHAS VECES EN MI VIDA he querido ser hombre. No por razones sexuales o sentimentales. No creo en la envidia del pene, ese extraño mito freudiano. Tampoco me dan ganas de ser hombre sólo porque el lugar que se han dado ellos solitos en el mundo es más amplio y cómodo que el de las mujeres. He querido ser hombre, pragmáticamente, cuando me siento inerme por ser mujer. Gloria Steinem decía que una debía convertirse en el hombre con el que querría casarse. Yo me he querido convertir en un peleador de Muay Thai: en el campeón Martín Velasco, a quien conocí.

Hace dos días fui al súper. Mi coche es pequeño, de 2010, tiene varias abolladuras, le falta un tapón y una pieza cuyo nombre ignoro que va debajo de

una de las luces delanteras. E s m o delo austero, lo que quiere decir que la ventana se baja a mano y el aparato de sonido es pésimo. Es decir: un coche sin lujos, un poco feo. Llovía, yo traía un paraguas en la bolsa –en el lugar donde vivo no hay estacionamiento y dejo el coche en una pensión– y aunque cansada, iba alerta y de buen humor. Entonces, a unas cuantas cuadras del súper, el coche se apagó. ¡Pero si apenas hace seis meses le cambié el acumulador! ¿Se habrá mojado el motor?, me pregunté con las manos temblorosas. Le di vuelta a la llave y volvió a arrancar. Comencé a rezar plegarias tontísimas a los dioses del tráfico, dioses cuyas caras no puedo imaginar de tan detestables que serían. La avenida estaba inundada por trechos; frente al Centro Cultural Veracruzano había una decena de coches en doble fila, y de cuando en cuando un eucalipto dejaba caer media tonelada de agua sobre los parabrisas. Los peatones, ateridos, se amparaban bajo los toldos. Por más que los limpiadores iban a todo, no veía más que lluvia. El coche se volvió a apagar. ¿Sería mejor orillarse? ¿Tratar de llegar? Avancé, el coche apagándose cada vez con más frecuencia y yo cada vez más ansiosa. El de atrás parecía no llevar la prisa de la mayoría y no me insultaba. Entonces, al dar la vuelta a la izquierda enfrente de la calle de Ohio, el coche se apagó definitivamente. Puse las intermitentes y medio me bajé para poner los triángulos de emergencia, pero antes de que pudiera salir completamente del auto, un adolescente me salió al paso, metió la mano en la ventanilla y comenzó a empujar “¡No te preocupes, aquí estamos arreglando un coche!”, repetía. Yo le preguntaba

dequién era él, pero sólo de cía “Dale a la derecha, da dale a la derecha”. La lluvia nos empapaba y todo el mundo nos mentaba la madre, así que le hice caso.

Llegamos a una calle lateral. Un poli que conozco y que trabaja en un estacionamiento se me acercó y le pedí que me ayudara a empujar el coche, pero el jovencito no se iba, repitiendo que yo tenía suerte porque “estaban componiendo un coche, allí”. Apareció un segundo tipo: alto, fornido, autoritario. Me dijo que era mecánico, que me iba a ayudar. El poli le contestó que podíamos empujar el coche a la pensión. Pero en ese momento lo llamaron para que le trajera un coche a un cliente y se f u e, d e j á n d o m e c o n l o s d e s co n o c i dos. Lo que sigue es previsible, pero llovía y yo estaba aturdida; el tipo hablaba mucho, se le entendía poco, me daba órdenes. Que lo que había pasado es que el motor se había mojado; que él tenía amigos en las refaccionarias, que ahora mismo me traían lo que hiciera falta. Tuve la sensatez de no responder a la mayor parte de sus preguntas, pero me presionaba y abrí el cofre: “llama a tu marido; te paso a mi amigo el de la refaccionaria; no te cobro, te cobro poco, no me digas que no tienes”. Meloso y al mismo tiempo amenazante, hablaba sin parar. “No tengo”, respondí, y era verdad. Se impacientó porque me di cuenta de que mentía. Me dieron ganas de ser un hombre alto, fuerte y de mal carácter. Zlatan Ibrahimovic. El mecánico auténtico opina que manipularon la bomba de la gasolina mientras yo hacía el súper y que siguieron el coche, esperando que se apagara para venderme mi propia refacción en tres mil pesos. Pero no salió. Lo que me da más tristeza es lo que me dijo el mecánico auténtico: “Es que ya no se puede confiar en nadie. En México, el buen samaritano ya desapareció.” •

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Verónica Murguía

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ACE UNOS DÍAS EN Twitter encontré un “tuit” que decía recoger las declaraciones que habría hecho, en el transcurso de una presunta visita a la ciudad de Monterrey el 4 de julio, Margarita Zavala de Calderón respecto de las características etnográficas que supuestamente la señora Zavala atribuye a quienes simpatizamos o son seguidores de Andrés Manuel López Obrador. En esas supuestas declaraciones, la señora Zavala habría afirmado que los seguidores de amlo son gente “ignorante, de pocos estudios, con gran rencor social”, o cosa parecida. La nota especificaba que Margarita Zavala habría asistido a un acto, en una guardería, de una asociación civil vinculada al Partido Acción Nacional y a esa suerte de precampaña presidencial en que la esposa de Felipe Calderón parece estar enfrascada desde ahora. A quienes topamos con tan desafortunada y provocadora declaración nos pareció que el asunto al menos ameritaba circular en las redes y simplemente “retuiteé” el mensaje después de hacer una corroboración somera de que esa información fuera replicada en otros medios. Encontré cuatro réplicas más, es decir, al menos cinco medios electrónicos ventilaban la nota. Y no le di mayor importancia. Hasta que poco después empecé a recibir encendidos mensajes, algunos con contenidos francamente beligerantes, incluyendo un par de amenazas. Básicamente algunas personas (luego se dirían del norte, supongo que regiomontanos) me reclamaban que yo estuviera calumniando a Margarita Zavala. Una señora enérgicamente señaló que Zavala ni siquiera había estado en Monterrey en la fecha señalada por el presunto reportaje, del que empecé a sospechar. Otro medio publicó un comentario editorial al respecto y me comuniqué con ese editorialista, quien se mostró sorprendido y me aseguró que a su entender la nota era buena. Ya dudando hasta de la mosca que vuela, intenté ponerme en contacto con el medio fuente de esa información pero resultó imposible: el sitio de internet www. denunciamx.com parece ser en realidad un callejón cibernético sin salida. Si bien la dirección url es ésa, el portal aparece como Infonoticias. No hay correos ni teléfonos de contacto, ni un domicilio al que referirse. Aparece en todas sus notas (la mayoría de corte político, y mezclando notas reales con falsas como la que topé en Twitter) el nombre de Erika Rojas Juárez, pero no hay manera de hacer un rastreo de esa persona para establecer contacto con ella. El domingo 10 de julio, exactamente hace una semana, alguien me preguntó en redes por cierta nota de prensa que consignaba el asesinato en Veracruz del hijo de un dirigente magisterial de ese estado. La nota aparecía, otra vez, en www.denunciasmx.com Quienes transitamos las redes sociales en México sabemos perfectamente que hay un ejército de operadores (se dice que muchos de ellos operan desde instalaciones de una televisora) en redes –conocidos como “peñabots”– que trabajan para apuntalar en las redes la popularidad del presidente y también para brindar apoyo mediático a las iniciativas del régimen mientras atacan ferozmente –llegando a cometer ilícitos como amenazas y hostigamiento– a oposi-

tores, disidentes, periodistas y simples ciudadanos que se manifiestan hartos ya de este desgobierno rampante y criminal. Quienes retuiteamos ese mensaje después hubimos de publicar un desmentido. Margarita Zavala ni dijo eso ni estuvo en Monterrey en esa fecha. La información era, en efecto, falsa. ¿Y quién o por qué motivo se dedica a enrarecer de por sí un ambiente sociopolítico de suyo envenenado y conflictivo? ¿A quién puede convenir o beneficiar que se desaten campañas de desprestigio o linchamiento de personajes de la política en México? ¿Quién y bajo qué lógica opera www.denunciasmx.com o Infonoticias? ¿Cuántos portales falsos de noticias más hay operando y por qué? ¿Qué se puede obtener y para quién de aguas tan revueltas? ¿Quién parece estar buscando la desestabilización coyuntural, el desquiciamiento institucional y colectivo que suponen esas iniciativas de guerra sucia, de desinformación y de engaño? Llámenme conspiranoico, pero creo que no es aventurado señalar a Los Pinos. Donde son, como bien sabemos los mexicanos, expertos en el arte oscuro de la marrullería politiquera… de la que seguiremos viendo mucho, demasiado y más en el transcurso de estos próximos, aciagos dos años en ruta crítica hacia esas elecciones que serán, ni duda cabe, encarnizadas hasta la náusea •

CABEZALCUBO

Jorge Moch


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........ ARTE Y PENSAMIENTO O

Jornada Semanal • Número 1115 • 17 de julio de 2016

Luis Tovar

De anatemas y otras modernidades

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A IDEA DE UNA historia lineal que concluirá en un lugar donde el mal y la necesidad no tengan cabida, nació con el cristianismo y el regreso de Cristo que se difirió en el tiempo, pero no con el Evangelio. Para Jesús, el Reino, que las ideologías históricas definieron con otras categorías, no tiene mucho que ver con el futuro o con un más allá, sino con el aquí y el ahora que incluye al más allá. Para entenderlo hay que escuchar al Jesús poeta. La tradición evangélica nos dice que Jesús hablaba con parábolas (“Todo eso –dice Mateo (13: 34)– lo explicó Jesús a la multitud con parábolas, y sin parábolas no les explicó nada”). Esta forma en la que Jesús se expresaba y que gestó nuestro verbo “hablar” –parabolare, explica Giorio Agamben (“Parábola y Reino”), desconocido en el latín clásico, significa en griego “hablar” y adquirió en el Evangelio

el sentido de hablar como Jesús lo hace– tenía la forma de una comparación: “El reino de los cielos se parece…” a un sembrador, a un grano de mostaza, a la levadura... Así, ese lenguaje cifrado, hecho para que “quien tiene oídos oiga” (Mt. 11:15), nos dice que sólo es posible percibir la experiencia del Reino mediante la semejanza con algo que está aquí, que pertenece a nuestro mundo. El Reino, por lo tanto, no es sólo un acontecimiento que sucederá al final de los tiempos, de los que Jesús habla también (Mt. 24: 15-31) y que serán inminentes (Mt.15: 34). Es, además, por su inminencia, algo que está próximo, es decir,“al alcance de la mano” –es el sentido de la palabra griega eggys, usada también por los Evangelistas para hablar del Reino. Esto significa que el Reino, que está al final y que se refiere a las cosas últimas,“está esencialmente próximo a las cosas penúltimas a las cuales en las parábolas se asemeja. La semejanza del Reino es también una proximidad; lo Último [lo que está más allá o al final] es, al mismo tiempo, próximo y semejante”. (Agamben). En donde quizá mejor se expresa esto, que para nosotros los modernos es paradójico, es en el Evangelio de Lucas (17: 20-21) donde Jesús responde a la pregunta:“¿Cuándo va a llegar el reino de Dios?” Utilizo la versión de Agamben que es la más literal: “El Reino de Dios no viene de forma que se pueda ver, ni se dirá: helo ahí, ahí está. Porque el Reino de Dios está al alcance de su mano.” Aunque otras Biblias traducen está última frase por:“está entre vosotros”, en realidad, escribe Agamben, el original griego entos ymon quiere decir, según Agamben, “al alcance de la mano”. El Reino es así, para Jesús, una experiencia y un acontecimiento que, estando en el más allá, se da aquí y ahora, un acontecimiento que sólo experimenta quien puede tomarlo con su mano.

Pero ¿qué es el Reino? Jesús no lo define, pero podemos inferirlo por otras parábolas que hablan de una forma de amor nueva que, a falta de un nombre específico, los Evangelistas llaman ágape. No sólo un amor incondicional, que es de alguna forma el sentido de la palabra griega, sino, como lo muestra la parábola del Buen Samaritano, un amor al enemigo, un amor que sólo es posible cuando vamos al encuentro del otro sin cálculo alguno, en un abandono y una libertad semejantes a los de las aves y los lirios del campo (Mt. 6: 28), en un abandono que nos vuelve pura donación, como la de Dios “que hace caer su lluvia sobre buenos y malos”. El Reino es así un más allá que está siempre aquí como el grano de mostaza que se convierte en un frondoso árbol. Dostoievsk y lo expresó para el mundo moderno a través del Staretz Zósima de Los hermanos Karamazov. En medio de un universo devorado por las pasiones y el deicidio, Zósima, cuya vida es un testimonio de sus palabras, exclama:“No comprendemos que el mundo es el paraíso. Bastaría que lo deseáramos para que apareciera delante de nuestros ojos.” Contra la idea de un final de los tiempos que pretende un mundo sin sufrimiento –una idea que, al prescindir del presente, ha complicado el mal–, Jesús habla del amor como el Reino mismo, el amor, que no destruye el sufrimiento, pero que lo transfigura en vida y permite habitar el sentido y crecer en él, aquí y ahora. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, boicotear las elecciones, devolverle su programa a Carmen Aristegui y abrir las fosas de Jojutla •

CASA SOSEGADA

El lugar del Reino

LEJADA DE LA ETIMOLOGÍA que le da origen, en el Occidente cristiano la palabra “anatema” dejó de significar algo cercano a “ofrenda” y comenzó a usarse para denominar la excomunión –es decir la exclusión irreversible y en todos los sentidos, incluyendo el físico–, de un feligrés católico respecto del grupo religioso al que pertenece, hecho que lo condenaba a ser privado de todo aquello que la Iglesia lleva a cabo, de acuerdo con ella misma, para evitarle al fiel la condenación eterna. En ese ámbito de creencias, la anatematización era considerada como algo peor incluso que la herejía, en tanto implicaba maldecir y desterrar al anatematizado, se insiste, implicándole la imposibilidad de ser salvado. Con el paso del tiempo, el término trascendió la esfera religiosa de modo tal que, hasta la fecha, con “anatema” quiere decirse persecución, condena, rechazo absoluto a una persona, un comportamiento, una idea o un modo de pensar –si se quiere un ejemplo reciente, piénsese en el “populismo”, tan anatematizado y al mismo tiempo tan deliberada y estúpidamente mal definido. No es casualidad que la época de la historia en la que se vio surgir herejes y lanzar anatemas a diestra y siniestra, sea la misma cuando proliferó toda suerte de magos, brujos y hechiceros, todos ellos desde luego considerados culpables de darle a Dios la espalda y, por lo tanto, sujetos a proceso de excomunión y blanco de anatemas. De ahí es donde surge la expresión contemporánea “cacería de brujas”, con la cual quiere hablarse de persecuciones masivas y generalmente arbitrarias, por culpa de las cuales muchos justos van a parar al mismo costal que algunos pecadores; empero, el concepto suele usarse a conveniencia de quien lo esgrime, casi siempre movido por el miedo de recibir una punición merecida –y si se quiere otro ejemplo reciente, recuérdese al impresentable líder priista del Senado, Emilio Gamboa Patrón, “dándole p’atrás” a la iniciativa de ley anticorrupción conocida como 3de3, que habría ordenado a los servidores públicos dar a conocer su declaración fiscal, patrimonial y de intereses, según él porque hacerlo habría implicado una cacería de brujas.

1630 = 2016 Recusará quizás el amable lector lo dilatado del introito y lo digresivo de los ejemplos contemporáneos, pero este juntapalabras confía en que acto seguido ese par de pecados se le perdonen, ya que son motivados por lo que, tan evidentemente, termina siendo el trasunto –intención, insinuación, mensaje o como quiera vérsele– de La bruja (The Witch, Estados Unidos, 2015), escrita y dirigida por Robert Eggers, a saber: cuánto y cuán asombrosamente se parecen el siglo xvii y este todavía balbu-

ciente siglo xxi, en especial en lo que se refiere a prejuicios, supersticiones, estigmatizaciones, uso de flamígeros dedos y ostentación de morales invariablemente fatuas e inflexiblemente ufanadas de ser, cada una de ellas, la “única”, la “verdadera”, alejada de la cual sólo cabe bajar la cerviz y prepararse a recibir el castigo, que en este caso y volviendo al principio como buen uroboro, no es otro sino un anatema… Catalogada como cinta de terror, La bruja cumple más que suficientemente con aquello que dictan los cánones genéricos, pero esa eficiencia formal sólo es algo así como el excipiente de las medicinas, útil para que la fórmula activa entre con facilidad al organismo. Ciertas situaciones, escenas e imágenes del filme son memorables por sí mismas –verbigracia un amamantamiento pesadillesco en el que el director alude soterrada y retorcidamente a la célebre escultura de La pietá–, al tiempo que cumplen de manera sobrada con sus funciones narrativas, pero el énfasis de Eggers, o su objetivo de fondo, es muy otro y consiste en desnudar el alma humana para que se vean bien las purulencias que suelen adornarla, hoy como ayer, lo mismo en el seno de una comunidad protestante allá por 1630 y tantos que en este 2016, cuando una adolescente como Thomasin (soberbia, Anya Taylor-Joy) es forzada a transformarse en lo que no quería ser o ignoraba que en el fondo era, para sólo así escapar del destino manifiesto que su familia le tenía preparado y que implicaba no sólo anatema sino la muerte. Extremos ideológicos que se tocan y vueltas en redondo de la Historia, que tantas veces demuestra ser todo menos lineal y ascendente –como querían cándidos convenencieros al estilo Fukuyama–, en La bruja son expuestos tras el filtro de una cinta de época que es de terror que es pasmosa y terriblemente contemporánea •

CINEXCUSAS

@luistovars

Javier Sicilia


Los otros filmes de Kiarostami

19 de junio de 2016 • Número 1111 • Jornada Semanal

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Paulina Tercero

Ilustración de Juan Gabriel Puga

A

manera de despedida, recordamos al cineasta Abbas Kiarostami en una de las últimas presentaciones en público que hiciera en Ginebra, Suiza, siempre lleno de vitalidad y proyectos. Hay muchos iraníes en la sala. Lo sabemos de inmediato pues la risa es lo que los distingue de los demás estudiantes y cinéfilos que hemos acudido a la cita. Nuestro turno llega minutos más tarde: surge una nueva oleada de risas cuando una joven traduce del farsi la broma del cineasta sentado a su lado. Así celebramos, a dos tiempos, el humor de Abbas Kiarostami, en esa noche de junio de 2011, en la que el poeta, director, guionista y productor de cine nacido en Teherán en 1940, comparte lo último de su producción con el público que abarrota el auditorio de la Escuela Superior de Arte y Diseño de Ginebra. El director de la Sección de Cine, Jean Perret, hace de anfitrión y afirma que “es un encuentro privilegiado el que tiene Suiza con Kiarostami, quien en cuarenta años ha realizado una cantidad de trabajo considerable en el terreno del cine, haciendo documentales, fotografías e instalaciones, así como poesía, ya que Kiarostami es un gran poeta, su obra se publica con regularidad”. La afinidad con Suiza comienza en 1989, cuando el Festival de Cine de Locarno otorga al cineasta el Leopardo de Bronce por La casa de mi amigo (1987). Se trata del primer premio europeo que recibe el cine de Irán, al cual se ha comparado con el neorrealismo italiano en la manera casi documental de salir a la calle a filmar historias posibles con actores improvisados. Entre los favoritos de Kiarostami está Vittorio de Sica. El cineasta sonríe como adolescente tímido desde el estrado, detrás de las gafas oscuras que utiliza invariablemente porque, según explica alguien, “sus ojos son muy sensibles a la luz”. Kiarostami no tiene objeción alguna para contar con detalle cómo se filmaron las imágenes de los cortos que presenta esa noche. Afirma que en el oficio del cine el director es uno más, no el más importante, porque el cine es producto de una labor de equipo. En contraste con la visión del artista iraní –nos recuerda Dominique, la traductora– hay que ver que, por ejemplo, el idioma francés dedica dos términos para definir “director”: uno es réalisateur, que se refiere a cineastas/autores como Godard o Truffaut, y el otro es meteur en scéne, que define a quién dirige a un

equipo que lleva a la pantalla un guión que escribió otra persona. En años recientes, Kiarostami ha hecho a un lado los largometrajes para hacer cortos, documentales, instalaciones y poesía. Agrega que muchos consideran que un cortometraje es un trampolín para el que comienza, pero que él ha vuelto a tomarles el gusto y el sabor: son pequeños regalos que puede dar, sin preocuparse de nada más. Sin embargo, en 2010 vuelve a realizar una película, Copia certificada, protagonizada por Juliette Binoche y el cantante de ópera inglés William Shimell. Por primera vez el cineasta trabaja fuera de su país, con actores profesionales y con un guión que, por estructura y contenido, está más cerca del cine de Occidente que lo que Kiarostami acostumbra realizar. Binoche, gran actriz francesa, se presta al juego pues –inevitablemente– el realizador se aleja en repetidas ocasiones del guión durante la filmación, buscando lo espontáneo: que los actores se convirtieran en los personajes. Kiarostami habla de sus cortos, de lo difícil q u e e s f i l m a r d e u n m o d o d i f e re n t e a l d e Hollywood y de restricciones económicas. No obstante, recuerda que en Irán se filmaron cien películas ese año y sesenta en 2010. Con humor nos cuenta del lío en que se metió por incluir, sin malicia, una pieza de Mozart en una película porque sentía que la música del compositor austríaco estaba en perfecta sincronía con su visión de cineasta. Muy pronto unos hombres de traje y corbata le hicieron saber que debía pagar derechos por ese instante de comunión artística: una suma mucho mayor que el presupuesto que tenía asignado para la película. Los hombres de corbata no tomaban en cuenta que obviamente el beneficiario no sería Mozart sino los intérpretes de la partitura: toda una orquesta sinfónica… Hubo que cambiar la música. Sólo queda especular cómo se habría visto en pantalla la yuxtaposición de la música de Mozart con las imágenes del iraní Kiarostami. El cineasta está seguro de que Mozart hubiera estado satisfecho del resultado. El caso evidencia lo deficiente que es la legislación en materia de arte y el sinsentido de que argumentos como éste limiten las posibilidades de creación y colaboración entre artistas. Con una sonrisa leve, el cineasta parece pedir que le expliquen cómo funciona el mundo. Abbas

Kiarostami habla de lo solitario que es su oficio, de las interminables horas viajando y durmiendo lejos de casa. De la relación entre él y su público dice que cuando filma se concentra en aterrizar la idea que tiene en la cabeza, que en ese momento no piensa en el espectador. Pero, reconoce, su mayor temor en la vida es que alguien llegase a abandonar la sala antes del fin de la proyección de un filme suyo. Varios de los cortos del Kiarostami de los últimos tiempos son mudos y casi abstractos, apenas hace cambios de planos. Algunos han sido construidos a partir de fotos sacadas de archivos personales, donde aparece esa otra vocación del artista, tal vez más privada: la fotografía que captura las pausas entre una y otra toma durante un rodaje, o cuando el cineasta recorre el agreste paisaje de su país en busca del lugar perfecto para contar una historia. Tal es el caso del cortometraje llamado Roads, uno de los tres que tenemos el placer de ver esa noche. Roads podría ser el equivalente cinematográfico de un haikú, construido a partir de fotografías en blanco y negro de impecable factura que recuerdan a Ansel Adams por la luz y la gama de grises. Aquí, las imágenes de caminos inmersos en el paisaje son el único rastro humano y se vuelven el hilo conductor que lleva a cada espectador a un viaje que va hacia adentro. En los otros cortos la cámara está totalmente fija. Durante apenas minutos vemos dos historias sin diálogo ni personajes humanos: en el primero aparece la orilla del mar, hay tres huevos entre las rocas, que las olas golpean sin cesar. A cada golpe de mar el suspenso se vuelve intolerable. El otro video comienza tranquilamente a orillas de un lago suizo, una multitud de gansos son los protagonistas; uno de ellos toma la iniciativa y camina/corre hacia un extremo de la pantalla, los demás parecen dudar pero terminan por seguirlo. La escena se repite varias veces. No hay principio, nudo o desenlace, pero es evidente que los cortos tocan alguna fibra en el público pues, al encenderse la luz en la sala, las interpretaciones son tan distintas como igualmente posibles: algunos espectadores hablan de metáforas sobre la fuerza y la fragilidad de la vida y, para otros, en el segundo corto la política aparece de manera sutil y cómica. Nos sentimos aludidos, todos entendemos el lenguaje de Kiarostami •


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