SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 16 DE DICIEMBRE DE 2018 NÚMERO 1241
LA CULTURA DEL
LIBRO FRENTE A LA MODERNIDAD DIGITAL
Juan Domingo Argüelles
LA JORNADA SEMANAL
Intervención digital sobre el cuadro de JeanHonoré Fragonard, Young Girl Reading, circa 1770. Fuente: wikipedia.org
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LA CULTURA DEL LIBRO FRENTE A LA MODERNIDAD DIGITAL Con el signo de lo veloz y lo inmediato como emblema, la cultura digital contemporánea provee a las nuevas generaciones de una sensación sólo a medias verdadera: la de no requerir más herramientas que no sean las cibernéticas para acceder al entendimiento del mundo. Como lo pone de manifiesto Juan Domingo Argüelles en su espléndido ensayo, frente a esa postura neoabsolutista, la feliz persistencia de una cultura del libro, ya milenaria, sigue demostrando su enorme valía de cara a la búsqueda de la plenitud personal y el bienestar colectivo, último y más alto cometido de toda adquisición de conocimiento. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova y Ricardo Yáñez COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Marga Peña FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga RETOQUE DIGITAL: Jesús Díaz, Ricardo Flores, Felipe Carrasco y Jorge García PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520.
DÍA A (El dolor, Giuseppe Ungaretti) E
scrito entre 1940 y 1946, este poema de Giuseppe Ungaretti pertenece al libro Il Dolore (1947), quizá el más directo y seco de su obra. Está escrito en recuerdo de su hijo Antonietto, muerto a los nueve años de una peritonitis, en 1939, sombra que lo seguirá continuamente en el curso de los años. Entre 1939 y 1946 fueron años trágicos para el gran poeta nacido en Alejandría: mueren el hermano y el hijo, empieza la segunda guerra mundial, debe volver a Italia de Brasil en el ’42, el 8 de septiembre del ’43 empieza la ocupación alemana, se afana la Resistencia, es tiempo de hambre, asesinan en abril de ’45 a Mussolini, Italia es derrotada. El colmo: una banda envidiosa del sindicato de escritores lo persigue y hace que pierda por algún tiempo su trabajo de profesor universitario. Cae enfermo pero se repone. En ese clima de sufrimiento e infelicidad escribe el poema “Día a día” y completa el libro. Son inolvidables los poemas de la sección “Roma ocupada”. Escribe Leone Piccioni: “Es el paréntesis, urgente, irremediable, el desahogo en el canto, la liberación en el canto, del Dolor, ‘mi libro que más amo’, como dijo Ungaretti.” A propósito de esos años, Ungaretti pudo haber repetido estos versos de Vladimir Holan que dibujan su situación y la situación: “Este es el tiempo en que es importante amar tu propia desgracia,/ porque es la de todo tu prójimo.” Nota y traducción de Marco Antonio Campos y Emilio Coco
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción
1 “Nadie, mamá, ha sufrido nunca tanto jamás…” Y el rostro ya desaparecido Pero vivos aún los ojos, De la almohada volvía hacia a la ventana, Y llenábase el cuarto de gorriones Hacia aquellas migajas esparcidas por el padre Para distraer a su niño…
2 Ahora podré besar sólo en el sueño Las manos confiadas… Y discurro, laboro, Apenas si he cambiado, temo, fumo… ¿Cómo es posible que rija tanta noche?
3 Los años traerán No sé cuáles horrores, Pero te sentía al lado mío, Me habrías consolado…
4 Nunca, no sabréis nunca cómo me ilumina La sombra que se me pone al lado, tímida, Cuando no espero más…
5 Ahora ¿dónde está, dónde está la ingenua voz Que al correr resonando por los cuartos Aliviaba la aflicción de un hombre fatigado…? La tierra la deshizo, y la protege Un pasado de fábula…
Giuseppe Ungaretti |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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DÍA 6 Toda otra voz es eco que se apaga Ahora que me llama una Desde las cimas inmortales
7 Busco en el cielo tu dichoso rostro, Y mis ojos en mí ya no vean otra cosa Cuando querrá también cerrarlos Dios…
8 ¡Y te quiero, te quiero, y es un continuo sobresalto!...
9 Enfurecida tierra, horrible mar Me separa del sitio de la tumba Donde ahora se dispersa El martirizado cuerpo… No importa… Siempre escucho más distinta Aquella voz del alma Que no supe aquí abajo defender… Me aísla, siempre más festiva y amiga De minuto en minuto, En su secreto simple…
10 He vuelto a las colinas, a los amados pinos, Y del ritmo del aire el patrio acento, Que ya no oiré contigo, Me quiebra a cada soplo…
11 La golondrina pasa y el verano con ella, y yo también, me digo, pasaré… Pero del amor que me desgarra quede No sólo un signo, un breve ofuscamiento, Si desde el infierno llego a algún sosiego…
12 Bajo el hacha la rama desilusionada Cayendo se lamenta apenas, menos Que la hoja al roce de la brisa… Y fue la furia que abatió la tierna Forma y la afectuosa Caridad de una voz me consume…
16 A las luces que suenan de los vidrios Cuadra un reflejo en el mantel la sombra, Al lustre lábil de una orza vuelven rebosantes hortensias del arriate, un ebrio vencejo, el rascacielos en llamas de las nubes, Sobre el árbol los brincos de un niñito…
13 Ya no me trae furores el verano, Ni la primavera sus presentimientos; Puedes declinar, otoño, Con tus glorias estúpidas: ¡Por un deseo despojado, invierno, Despliega la estación más clemente!...
Inextinguible fragor de olas Puede que llegue entonces en el cuarto y, a la firmeza inquieta de una línea azul, cada pared desaparece…
14 Ya a los huesos me ha descendido La sequedad otoñal… Pero prolongado por las sombras, Sobreviene infinito Un demente fulgor: La tortura secreta del crepúsculo Hundido…
15 ¿Sin remordimientos evocaré siempre Una hechicera agonía de los sentidos? Escucha, ciego: “Ha partido un alma Del castigo habitual todavía ilesa…” ¿Menos abatimiento será no oír De su pureza los intensos gritos Que sentir casi extinto en mí El temblor pavoroso de la culpa?
17 El clima es dulce y acaso al lado pasas Diciendo: “Este sol y tanto espacio Te calmen. En el puro viento, puedes oír mi voz y el tiempo que camina. Poco a poco he recogido en mí y cerrado El mudo impulso que hay de tu esperanza. Soy para ti aurora e intacto día”.
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EVODIO ESCALANTE en la filosofía mexicana
Despierto del sueño Y tan despierto me siento Que no es sueño lo que sueño Evodio Escalante
Un puntual análisis del pensamiento filosófico en la obra de un crítico literario ya plenamente establecido a través de sus múltiples trabajos, y de filiación marxista sobre todo en su estudio de la obra de José Revueltas titulado José Revueltas, una literatura del “lado moridor”
Carlos Oliva Mendoza ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
H
ace algunos años, 2015 en la librería del Sótano, presentaba el libro Las metáforas de la crítica. Centraba entonces mi intervención en un debate marxista entre Carlos Monsiváis y Evodio Escalante, y le daba la razón a Monsiváis. Al terminar, dijo que él le debía al autor de Días de guardar su inicio en la crítica literaria. Contó entonces que al salir de una lectura de poesía de José Joaquín Blanco, Monsiváis lo alcanzó para preguntarle si no quería escribir reseñas de libros para una revista que se leía en las peluquerías. Narro esto porque me parece que el reconocido crítico literario puede correr el riesgo de seguir en el salón de belleza, si no ponemos atención en su trabajo como poeta y como filósofo. (Por lo demás, a veces pienso que Monsiváis estratégicamente cultivó toda una serie de espacios, como las peluquerías, donde la verdadera post-nación se oculta… por el momento.) Pero aquí no abordaré el tema de la poesía, sino el oficio de filósofo, no sin antes hacer pública una hipótesis de trayecto y el señalamiento de algunos atajos que, por ahora, no seguiré. En 1979 Evodio Escalante publica, a los treinta y tres años, su libro José Revueltas, una literatura del “lado moridor”, posteriormente se editan ocho textos entre 1982, Tercero en discordia, el primero, hasta el ya citado Las metáforas de la crítica, en 1998. Si bien este último texto y el anterior, La espuma del cazador, incluyen aspectos netamente filosóficos, es el siguiente libro, José Gorostiza entre la redención y la catástrofe, publicado en 2001, el que marca el despliegue de un segundo momento filosófico en su obra. Este segundo momento es un estudio en profundidad, a partir de la poesía mexicana, sobre ontología y metafísica. La hipótesis es la siguiente: en Evodio Escalante hay dos improntas filosóficas relevantes, fundantes y fundamentales para la filosofía mexicana. Una, es un trabajo sin igual, como he dicho, de ontología y metafísica desde la poesía mexicana. Los libros que habrá que estudiar para fijar esa relación particular entre poesía, metafísica y ontología en el español de México son los siguientes: Elevación y caída del estridentismo; La vanguardia extraviada. El poeticismo en la obra de Enrique González Rojo; Eduardo Lizalde y Marco Antonio Montes de Oca; Metafísica y delirio. El canto a un dios mineral de Jorge Cuesta; Las sendas perdidas de Octavio Paz; Cinco cumbres de la poesía mexicana, más su texto ya mencionado
sobre Gorostiza y su trabajo, de 1995, sobre Alí Chumacero; sin olvidar lo que quizá será la pieza fundamental, su trabajo en preparación sobre Sor Juana Inés de la Cruz. La otra impronta relevante para la filosofía mexicana es una obra crítica, de carácter marxista, sobre el capitalismo de las últimas décadas del siglo xx. Mi objetivo es trabajar, analizar, sistematizar y, ojalá en el futuro, enseñar y desarrollar esas vetas. Aquí sólo hablaré brevemente de la segunda, aquella que de forma acabada, contundente y posteriormente abandonada está contenida en ese libro ejemplar: José Revueltas. Una literatura del “lado moridor”.
El realismo según Escalante Quiero hacer –disculpas nuevamente– otra
hipótesis de lectura. En torno al trabajo de Evodio Escalante hay tres personajes importantes con los que ha dialogado y/o directamente trabajado: Jorge Aguilar Mora, Bolívar Echeverría y José Revueltas. Simplemente quiero aventurar una idea: junto a Escalante, estos tres personajes son y serán centrales para la configuración de una parte muy importante de la filosofía mexicana. Un trabajo sistemático sobre las líneas que han abierto estos cuatro pensadores, al que yo sumaría la figura de Monsiváis, más allá de la priista división mexicana entre la academia y la República de las Letras, está por hacerse y sumar a una serie de voces que hace tiempo navegan tanto en la academia como en la vida pública, hacia fugas y espacios que ya constituyen atisbos de aquello que vendrá, necesariamente, ante la radical crisis del Estado, la Nación y el Capital. Ahora sí entro en materia. Quiero plantear algunas ideas que se desprenden del trabajo de Escalante sobre Revueltas y que, considero, se pueden independizar para operar en el corpus del marxismo y, específicamente, en la historia de la filosofía mexicana. Escalante ha planteado una idea sui generis de lo que es el realismo. Desde hace algunas décadas, sobre todo a partir de la revaloración de todos los formalismos rusos, desde las vanguardias pictóricas y musicales hasta el importante trabajo de la cinematografía de Eisenstein, ha quedado clara la relevancia del realismo dentro de la estética del siglo xx. El realismo, como ya lo indicara Engels, es una tendencia, concreta y materializada, que se toma, por su fuerza y despliegue técnico y moral, para dibujar una realidad toda. Esta forma de representación, que surge del conflicto y el enfrentamiento, generalmente de clase, pero que puede operar en el enfrentamiento racial o de género, tiene la desventaja de
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Escalante ha planteado una idea sui generis de lo que es el realismo. Desde hace algunas décadas, sobre todo a partir de la revaloración de todos los formalismos rusos, desde las vanguardias pictóricas y musicales hasta el importante trabajo de la cinematografía de Eisenstein. estancarse, volverse dogmática y desgastar su potencia de representación. Este es básicamente el problema que tiene una representación realista cuando es tomada como bandera desde el Estado. Sin embargo, pese a su recurrente fracaso, la recuperación histórica de los diversos realismos nos ha mostrado su vigencia en determinado momento, como una tendencia moral y social que operó en ciertos hechos de una historia y que se concretó como la tendencia de una realidad. A partir del estudio de la obra de José Revueltas, Escalante detecta un realismo aún más potente, que no sólo funciona exteriormente como tendencia y estilo, sino un realismo de carácter propiamente filosófico, que intenta captar un movimiento interno de la realidad que se encuentra
en “trance de extinción”, “en franco camino a desaparecer y convertirse en otra cosa”. Más aún, Escalante se pregunta de dónde vienen los datos o límites de esa configuración en trance. Si la respuesta clásica del marxismo es que viene de los explotados, que configuran esa condición en un hecho moral, ya en 1979 el filósofo señalaba que ese límite modal está dado por la misma realidad, no por un hecho subjetivo. Esta idea no tuvo, hasta donde sé, un desarrollo en la ensayística o teoría del poeta, pero es una idea que encuentra ya un desarrollo pleno y sofisticado en el marxismo contemporáneo: el límite y la forma de la realidad, en el capital, está dada por las tensiones materiales y prácticas que damos a las mercancías, único lugar donde, como una acción, acontece nuestro trato con las formas naturales que encierran formas de intercambio que no se sujetan a los sistemas de acumulación de dinero o crédito. Así pues, la tendencia de la realidad en el capitalismo no es simplemente acumulativa; como lo muestra la naturaleza o la animalidad, la realidad también es fugaz, evanescente. Tras esta idea no sólo se encuentra la poderosa y vigente tesis marxiana de la espectralidad social dentro del capital, sino que se atisba, de manera clara, la permanencia positiva de los usos y la materia dentro de nuestra socialidad. En ese contexto quisiera remitir a una idea muy fina, de corte marxista, que sostiene Escalante: El sistema, en cuanto conjunto orgánico, puede ser, y es, bastante reaccionario, pero el método –sostiene
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Evodio Escalante en 1985. Foto: Rogelio Cuéllar Fuente: www.rogeliocuellar.mx
Engels– está llamado a ponerlo todo de cabeza. Por ello, “la tesis de que todo lo racional es real se resuelve, siguiendo las reglas del método discursivo hegeliano, en esta otra: todo lo que existe merece perecer”.
La dialéctica de la degradación Aquí el asunto toma otro cariz. Desde esta
lectura, el marxismo vuelve a operar como una metodología frente al sistema absoluto del capital, no como una práctica espontánea. Este es uno de los puntos más complejos y actuales dentro del debate marxista. ¿Es el marxismo un corpus metodológico de acción o, por el contrario, es una lectura teórica de la realidad que sólo constata, de forma crítica y autocrítica, los movimientos espontáneos de la naturaleza y de lo humano? ¿O, acaso, puede planearse en otros términos el problema? Yo tengo una lectura sobre este punto específico pero no es importante ahora. Importante es seguir el desenvolvimiento de un marxismo que, junto al de Revueltas, ha sido obviado dentro del debate teórico mexicano y que hoy tiene una vigencia sorprendente. Escalante, pues, trabaja con base en la primera idea. La realidad, que ha indicado su constitución, justo más allá de una tendencia y un estilo, / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
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se articularía en una dialéctica de la degradación, no de forma espontánea, sino metodológicamente. La tesis tiene como sustento el pleno despliegue del capital, un curso del mundo que se manifiesta como un curso de acumulación de capitales. Escribe el filósofo: “Puesto que la lógica del mundo es una lógica de acumulación […] cada descenso, cada grado que se suma en la tabla de la degradación, es al mismo tiempo una manifestación de fuerza, y no puede entenderse sólo como decadencia o empozamiento en el infierno. Es también […] un paso adelante hacia el rebasamiento de este infierno.” ¿Cómo opera esa dialéctica no decadentista sino de degradaciones en el espacio del capital? ¿Cómo gira y se comporta el ser humano para intentar rebasar el infierno de la propia acumulación de capitales? La idea que percibo es la siguiente: el topos del capital, que yo imagino como una mónada, es para Escalante semejante al de una máquina autónoma y suficiente. Permanentemente realizamos un trabajo concreto de lectura frente a esa máquina, de desciframiento y, trágicamente, contribuimos por acumulación a un mismo efecto. Por ejemplo, en el caso del artefacto literario revueltiano, “la unidad de la máquina es de lenguaje”, nos dice Escalante, y ahí los “racimos, las acumulaciones del significante, cargado de adjetivos y asperezas –a veces ‘mal’ empleados desde la perspectiva de la corrección académica– y materiales de semidesecho, rebabas, excrecencias” operan para “potenciar la materialidad opresiva” y “cerrada del significante”. Ejemplarmente en Revueltas, este aparato se cierra, en franca resistencia a la forma de circulación mediática y mercantil de los espacios del capital. Sin embargo, siempre hay una manera, una clave para normalizar los racimos, las aspe-
rezas, los semidesechos, las rebabas, las excrecencias. Siempre hay una nueva mercancía que reconfigura la anterior y, a la vez, la condena al olvido. Esta cadena de mercancías logra la síntesis y el resumen del proceso de pauperización, de empobrecimiento de lo humano y lo natural. Ahí Revueltas, similar por ejemplo a Chaplin, se niega a entregarnos la fábrica de los sueños edípicos del capital e insiste en mostrar al capital como lo que es, la fábrica a secas, el carajo, la repetición violenta y psicótica que conlleva acumular dinero, dinero y más y más dinero.
El capitalismo y su lado moridor En ese escenario, es complejo pensar que nuestros usos y prácticas puedan reconectarnos con formas naturales no mercantiles. Sin embargo, Evodio Escalante, hace más de cuarenta años, y siguiendo las lecturas de Deleuze y Guattari, ya señalaba que en ese escenario se da un flujo revolucionario que oscila entre un lenguaje obsesivo (paranoide) y uno fugado (esquizoide). Serían dos los momentos clave de ese flujo, el ejercicio de desterritorializción y el de despersonalización. En el centro, propiamente, está el hecho de desterritorialización. Es un flanco incandescente y de riesgo total. Parte de un reconocimiento tendiente a morir o a cazar ese lado degradado y de muerte que entraña el proyecto moderno del capitalismo. Es buscarle al capitalismo, en todos los sentidos, el lado moridor. Debe ser una experiencia vecina a la que padece la o el migrante, la o el desplazado, el campesino y la campesina sin tierra o el ser transgenérico. Esos nuevos monstruos mestizos tienen en principio un horizonte de muerte
Evodio Escalante en 1985. Foto: Rogelio Cuéllar Fuente: www.rogeliocuellar.mx
en el capital. En ellos y en ellas la desterritorialización es permanente constatación material de la extinción y de la ausencia de un origen. Se reinventan y representan en esa cuerda floja que tiende la folía y la hibris –la locura y la desmesura– del capital. El momento periférico, por el contrario, es la despersonalización. Escribe Escalante: Si ha de aceptarse, con Lacan, que la estructura de la personalidad es una estructura paranoide en lo esencial, entonces habrá de admitirse que la primera propiedad de los flujos divergentes es la de iniciar (en el sujeto) procesos de despersonalización: una lucha de flujos por rebasar o romper esquemas corporales e ideológicos que contribuyen a la preservación, desde los dominios de la estructura psíquica, de las relaciones de producción y los aparatos de dominio existentes en la sociedad.
Esto es fundamental y paradigmático, por ejemplo, en las luchas feministas del siglo xxi. Así, pues, esas dos estructuras, de riesgo, audacia, pero también de daño, configurarían un flujo revolucionario y en tensión dentro del capital. Estos días, cuando el capitalismo muestra toda la envergadura de su crisis, tanto civilizatoria como ecológica, son un buen momento para regresar a ese pensamiento a la intemperie que tiene su obra fundamental en El capital, de Marx y que encuentra en la obra de Evodio Escalante a un ahora lejano marxista, que ha sido increíblemente sofisticado y radical dentro del pensamiento y la filosofía mexicana l
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MUERTE Y RESURRECCIÓN DE LA
EDITORIAL PRAXIS Recordatorio del lamentable caso de abuso y actos de corrupción de una empresa inmobiliaria, en connivencia con las autoridades, en contra de la sede y los bienes de una editorial de reconocido prestigio desde hace décadas en el medio cultural del país.
Mario Roberto Morales ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
A
gosto de 2015 fue el mes en el que se agudizó la agónica tragedia que para la cultura mexicana significó la destrucción –hasta ahora impune– de la espléndida Editorial Praxis, la cual durante más de tres décadas estuvo situada en el número 185, interior 000, de la calle José María Vértiz, en la colonia Doctores de Ciudad de México. La importancia de esta editorial es un hecho reconocido no sólo por numerosos intelectuales y escritores latinoamericanos, los cuales han visto publicados allí sus libros de poesía, cuento, novela y ensayo, sino también por parte de fotógrafos y pintores, e incluso políticos cuyos escritos y entrevistas vieron la luz bajo su sello. El criterio de la calidad estética ha sido siempre el eje de su producción editorial, más que las posibilidades de mercadeo de las obras publicadas. Esto, en los tiempos que corren, caracterizados por la medianía editorial –puesta en boga por los estudios de mercado en conglomerados de lectores moldeados en la levedad y el absoluto relativismo (valga el oxímoron) postmoderno–, resulta ser una esperanza en que el culto al simulacro y al espectáculo cambie en favor de recobrar la importancia central que para el desarrollo espiritual de los pueblos sigue teniendo el código letrado. Los libros que publica Praxis están muy cuidados en su contenido y en su diseño formal. Son piezas hechas con “delectación de orfebre”, como decía aquel revolucionario acerca del pulimento de su propia fuerza de voluntad, quien también aconsejaba “endurecerse sin perder la ternura”. La frase viene a cuento porque es justamente lo que ha tenido que hacer su propietario y director, el poeta Carlos López, Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias, de Guatemala, después de que en aquel fatídico agosto de 2015 la inmobiliaria Abec iniciara la destrucción del inmueble que albergaba a Praxis y la vivienda de su propietario, para construir allí un edificio de apartamentos. En efecto, después de que Carlos fuera amparado legalmente para que la constructora cesara su actividad y no demoliera los seis apartamentos que rentaba en el mencionado inmueble de Vértiz, la constructora –tal como consta en numerosas publicaciones mexicanas– corrompió a las autoridades de la Delegación Cuauhtémoc y del gobierno central de Ciudad de México, quienes autorizaron a Abec para demoler el inmueble junto con la maquinaria, los enseres de diseño, las computadoras, las bodegas repletas de papel y de libros, así como la vivienda de su propietario y director.
Arriba: Carlos López. © 2015, Secretaría de Cultura. Abajo: Editorial Praxis entre los escombros. Fuente: narrativayensayoguatemaltecos.com
Fue de sobra denunciado en su momento, por medios escritos y audiovisuales, que la constructora Abec ofreció a Carlos una irrisoria cantidad de dinero para que abandonara el inmueble, tal como hizo con el resto de inquilinos de la vecindad, los cuales accedieron ante las presiones de los abogados corporativos. Carlos acudió a la legalidad y fue amparado, por lo que no accedió evacuar su casa. Fue entonces cuando la destrucción de la misma empezó mientras él dormía. Al día siguiente, sin poder salir de su casa y mucho menos comer, debido a que se lo impedían los sellos que clausuraban su vivienda, Carlos fue entrevistado por la televisión mexicana y allí denunció abiertamente la situación. Después, al romper los sellos para salir y atestiguar que miles de sus libros eran apilados en camiones con destino desconocido, fue apresado por las autoridades y encarcelado. Al ser liberado, continuó, ya desde fuera del domicilio de Praxis, su lucha por que le fueran devueltos los bienes robados por Abec, los cuales son valorados en varios millones de pesos. Carlos enfermó gravemente durante meses y Praxis casi desapareció. Sin embargo, no dejó de otorgar su Premio de Poesía anual y de publicar sus libros. El espíritu rebelde de su dueño y director, así como el afecto de un puñado de amigos, hizo que tanto Carlos como Praxis volvieran florecer en la calle Chamizal, de Cuernavaca, desde donde su producción editorial se desarrolla hoy como antes. La cultura mexicana volvió a contar con esta importantísima editorial, gracias al tesón de su director, pero el caso legal se congeló en la desmemoria colectiva, así como la deuda que Abec tiene con él por los bienes robados y por los daños y perjuicios infligidos. A pesar de esto, Praxis se mueve, y el caso no ha muerto: la lucha de Carlos continúa. Es de esperar que los medios y los intelectuales, artistas y escritores que se solidarizaron con su causa vuelvan a la carga por la justicia y la ley, sobre todo ahora que México inicia una nueva era política en la que el gobierno obedecerá a la voluntad popular más que a la de las élites y que, como ha repetido Andrés Manuel López Obrador, su lucha contra la corrupción consistirá no en meter a la cárcel a un puñado de funcionarios públicos corruptos, sino en separar de tajo al poder económico del Estado mexicano. Ojalá esto signifique también justicia para Praxis y para Carlos López l
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LA CULTURA DEL En esta muy bien documentada reflexión sobre la palabra impresa en papel frente a las nuevas tecnologías digitales e internet, se propone una postura sensata y razonable que pondera las cualidades de ambos medios de generar, conservar y transmitir el conocimiento, y a la vez nos recuerda, con sencillez y contundencia, que la escritura es parte esencial de nuestro adn cultural.
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LIBRO
n octubre de 2008, en la Feria del Libro de Francfort, en Alemania, los especialistas y expertos vaticinaron que, en diez años, el libro electrónico acabaría con el libro físico. Ya transcurrió esa década y los profetas fracasaron –deberán buscar otra profesión. El libro en papel no sólo no ha desaparecido, sino que recobra fuerza frente al e-book, cuya producción oscila entre un tres y un veinte por ciento, algo realmente marginal en todo el mundo, porque, como ha señalado Carmen Ospina, de Penguin Random House (El País, 14/x/2018), “el e-book no ha mejorado la experiencia lectora, no ha aportado nada más allá de la compra inmediata”. Sin satanizar a las tecnologías de información y comunicación (tic), es necesario decir la verdad en relación con ellas luego de que se han ido extendiendo y adentrando en el mundo, acompañadas del discurso del mayor beneficio intelectual y cultural y el menor daño para el planeta. Pasada la euforia, y asentados en la realidad, hoy sabemos que los libros en papel son menos contaminantes, más durables y más fácilmente reciclables que los dispositivos digitales en particular, e internet en su conjunto. Que todavía los gobiernos y las empresas (en muchas ocasiones con auxilio de la academia y de los intelectuales) se empeñen en mantener en su discurso la cualidad “inocua” de
las tic tiene que ver más con negocio, con dinero y con ideología que con ciencia y con conciencia. Ni satanizar a las tic ni angelizar al libro en papel, pero sí reflexionar sobre la parte de responsabilidad que nos toca en estos usos. El ámbito de la academia tiene la influencia de la autoridad intelectual capaz de oponerse, en alguna medida (al menos, para crear conciencia) a la algarabía de la ideología de internet por motivos puramente económicos. Sabemos cuán útiles son las tecnologías digitales, pero evitemos el optimismo irresponsable y digamos algo, más allá de nuestra comodidad digital, sobre la importancia que aún tiene lo analógico. Alberto Manguel lo ha hecho en muchas ocasiones, pero la claridad con que expone sus argumentos en el ensayo Cómo Pinocho aprendió a leer es digna de tomarse en cuenta. Escribió: El presupuesto asignado a la educación es el primero que se reduce; la mayoría de nuestros gobernantes apenas saben leer; nuestros valores nacionales son puramente económicos. Se elogia de la boca para afuera el concepto de alfabetización y los libros se celebran en actos oficiales, pero, de hecho, en las escuelas y en las universidades, por ejemplo, la ayuda financiera de la que se dispone es altamente insuficiente. Además, en la mayor parte de los casos, ésta se invierte más en equipos electrónicos (gracias a una feroz presión de la industria) que en la letra impresa, con la excusa voluntariamente errónea de que el soporte electrónico es más barato y más perdurable que el papel y la tinta. Como consecuencia, las bibliotecas de nuestros centros de estudio están perdiendo rápido un terreno esencial. Nuestras leyes económicas favorecen el continente en lugar del contenido, ya que aquél puede comercializarse de una manera más productiva y parece más seductor. Para vender tecnología electrónica, nuestras sociedades publicitan sus dos características principales: rapidez e inmediatez.
Modernidad digital: inmediatismo, rapidez y otros (falsos) ideales La modernidad digital, desde los intereses
Juan Domingo Argüelles ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
económicos, nos ha impuesto estas dos características como ideales en una sociedad que todavía vive tensionada por dicha presión. Sí deseamos rapidez, pero no a cualquier costo. Jordi Nadal, en Libros o velocidad, pone un poco de mesura en nuestras ambiciones contradictorias y nos avisa sobre lo siguiente:
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FRENTE A LA MODERNIDAD DIGITAL Cuanta más velocidad, cuanta más superficie se cubre, menos profundo. La velocidad pero también la lentitud son precisas a este mundo. Las cosas buenas, sólidas, solventes, son intemporales. Y hablan, siempre, de nosotros. [...] El mejor pensamiento no es siempre sólo el más veloz, sino el más hábil, profundo, capaz de ver más y mejor, más matices y detalles.
En El culto a la información: El folklore de los ordenadores y el verdadero arte de pensar (1986), Theodore Roszak (1933-2011) denominó a la biblioteca pública “el eslabón perdido de la Edad de la Información”, dicho esto sin ironía ninguna, pues pensando en las bibliotecas estadunidenses, que, con un sentido idealista, funcionan como la más eficaz y eficiente red de servicios de consulta y lectura, que “viene ofreciendo sustento intelectual desde los tiempos de Benjamin Franklin”, auguró que su solidez institucional permitiría en ellas la perfecta convivencia de libros impresos y computadoras, pero también pronosticó que esa misma solidez impediría que se convirtieran únicamente en centros de tecnología digital. Los intereses económicos del culto a la información chocaron con un obstáculo muy difícil, al grado de que prefirieron ocuparse en otros ámbitos. Los pronósticos de Roskak partieron de un análisis cuyas conclusiones se han cumplido sobradamente más de tres décadas después. Sentenció: Quizá los entusiastas de los ordenadores tengan otras razones para prescindir de la biblioteca con tanta frecuencia. La motivación comercial más importante que hay detrás del culto a la información es vender ordenadores. Las ventas a bibliotecas cuentan muy poco en comparación con la perspectiva de colocar un microordenador de propiedad privada en todos los hogares. De hecho, si en las bibliotecas hubiera ordenadores a disposición de todo el mundo, sin tener que pagar nada, quizás algunos clientes en potencia desistirían de adquirir uno.
Hoy sabemos que son muchísimos los hogares en los cuales hay más de un dispositivo digital, más de una computadora, más de un smartphone, independientemente de que también haya hogares, en las zonas rurales más pobres del mundo, en donde jamás se haya visto un aparato de éstos. Conozco a más de una persona que carga no uno ni dos, sino tres aparatos móviles. Soy de los que creen que la escritura y la lectura, que la cultura escrita en general que heredamos del pasado, pueden convivir durante
muchísimo tiempo (como ocurrió con los mamíferos y los dinosaurios) con las tecnologías digitales, pero no sin el apoyo de la educación y, especialmente, de las bibliotecas y de la educación superior. Con las computadoras y con la tecnología digital se desarrolla un tipo de lectura y escritura distinta a la tradicional (a tal grado distinta, que Manguel ha sugerido denominarla de otro modo), pero no la cultura escrita de la que somos herederos desde la oralidad, miles de años antes de Cristo, hasta la profesionalización de la industria editorial en los siglos xix y xx y el surgimiento del e-book en el siglo xxi, pasando, por supuesto por la invención de la imprenta de Gutenberg a mediados del siglo xv. Lo cierto es que nada de esto hubiese sido posible sin las bibliotecas y sin la invención del papel, anteriores a la era cristiana, y sin las universidades del mundo occidental desde hace aproximadamente mil años, como las de Bolonia, Oxford y París. La cultura escrita que heredamos está íntimamente asociada a estos hechos y forma parte de nuestro adn cultural. Pongámoslo del siguiente modo: si algunas generaciones fueron hijas de la bombilla eléctrica y del teléfono fijo a finales del siglo xix, es obvio que las generaciones del siglo xxi son hijas del teléfono inteligente y de las plataformas informáticas móviles. La bombilla eléctrica modificó los hábitos: entre otras cosas, facilitó la lectura de libros hasta altas horas de la noche; no era lo mismo leer, dificultosamente, bajo la pálida luz de una vela, que leer bajo el resplandor de la lámpara eléctrica. El teléfono fijo logró que la gente pudiera comunicarse verbalmente por medio de lo que se llamó, en un principio, el “telégrafo parlante”.
Fuente: commons.wikimedia.org/ dominio público/ cc-by-sa
Pero las plataformas informáticas móviles y el teléfono inteligente hacen que el teléfono fijo se convierta en una antigualla, en una pieza de museo y, además, trastoca el sentido de la comunicación: es un teléfono, pero ya no sirve únicamente para hablar y escuchar, sino sobre todo para “mensajear”, esto es, para escribir y leer textos telegráficos, incluso con códigos sólo comprensibles para quienes comparten dicho argot. Es una evolución y una revolución en las comunicaciones, sin duda, pero al mismo tiempo es un retorno, simbólico, a la clave Morse de las primeras décadas del siglo xix y a la telegrafía sin hilos, de Tesla y Marconi, de principios del siglo xx. Esto prueba que toda tecnología está asentada sobre una anterior; que, generalmente, en su evolución, facilita la vida cotidiana, crea y modifica hábitos, pero hay una cosa que nunca resuelve: la angustia del ser humano. Lo mismo en los siglos anteriores a la era cristiana que en los dos milenios después de Cristo, y ahora en la era tecnológica de la informática, los seres humanos seguimos padeciendo, metafísicamente, de lo mismo, la angustia, ¡y nada mejor para comprobarlo que las redes sociales de internet!, que se han convertido en el nuevo confesionario, sólo que ahora al margen de la intimidad y no en la privacidad, con el sacerdote o con el terapeuta. Nadie podría negar que, pese a nuestro progreso renombrado, más de una vez –sobre todo si frecuentamos mucho internet– hemos estado dispuestos a darle, punto por punto, al mil por ciento, la razón a Macbeth: “La vida es un cuento / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
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contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, y sin ningún significado.” Y esta angustia no la curan ni los libros ni internet, pero internet, con su rapidez e inmediatez, no solamente no la cura sino la amplifica y multiplica en su más maligna banalidad. Los hábitos cambian, se adoptan otros que pronto adquieren la sanción social y se convierten en aceptables y aceptados, a pesar de la tensión social y contra las presiones conservadoras, pero lo seres humanos seguimos siendo los mismos, con la única diferencia de que la exposición social se ha amplificado y la idea del éxito y la fama han alcanzado grados de facilismo justamente por la eficacia de internet. En todo tiempo ha habido quienes han asesinado con saña a su madre, a su padre, a sus hijos; en todo tiempo hay quienes, contraviniendo la moral de la época, han practicado el exhibicionismo, el narcisismo y hasta el canibalismo. La diferencia es que hoy cualquiera puede hacerse famoso de la noche a la mañana –siendo esto justamente lo que persigue– por matar a su madre, destazar a su hijo, meterse un preservativo por la nariz y sacarlo por la boca, exhibir su pene, presumir sus implantes extragrandes y difundir la forma en que se comió al vecino y guardó lo demás en el refrigerador. Todo ello gracias a internet. Sin embargo, no podemos vivir quejándonos de la realidad nada más porque no se acopla a nuestros deseos. Lo que sí podemos hacer es contribuir a que esa realidad sea menos triste y menos dañina, incluso, si es preciso, auxiliándonos con el paradójico consuelo que nos brinda John Stuart Mill: “Es preferible ser Sócrates insatisfecho que un necio satisfecho” o, dicho por Carlos Fuentes: “Es preferible estar triste que estar tonto.” Es lo que nos corresponde a quienes todavía confiamos en los poderes redentores del libro y la cultura escrita, independientemente del soporte en que se encuentren. Un día el libro fue piedra o tablilla de arcilla, luego fue papiro y pergamino, después papel y ahora pantalla. Después, quién sabe qué será.
En búsqueda de la sensatez (con o sin smartphone) Los lectores también hemos cambiado, adaptándonos a las tecnologías, pero nuestra humanidad es la misma, a pesar de lo que se diga en relación con las mutaciones tecnológicas. En sentido opuesto existen los que, corriendo sus riesgos, jamás se suben a la plataforma del progreso. Si Paul Auster no tiene computadora ni teléfono móvil, si primero escribe a mano y luego pasa el manuscrito a la hoja de la máquina mecánica que ha tenido por décadas y a la cual llama “mi vieja amiga”, la Olympia de la que habla en su libro La historia de mi máquina de escribir, queda del todo probado que ningún gran escritor necesita computadora, pues tampoco la necesitaron Juan Rulfo ni Borges, aunque sí García Márquez y Vargas Llosa. Para decirlo con un obvio anacronismo, así como ni Sócrates ni Cristo tuvieron biblioteca, ni Dante ni Shakespeare ni Cervantes ni Balzac ni Tolstói ni Chéjov ni Dostoievsky ni Kafka ni Flaubert necesitaron computadoras. Las computadoras las necesitamos nosotros, no los escritores grandiosos ni los genios: las necesitamos los peatones de la cultura para tratar de hacer llegar la grandeza cultural, científica, artística e intelectual a quienes viven hoy, a causa de internet, inmersos en la banalidad, la frivolidad y, no pocas veces, en la estupidez y la locura virtual a la que se refiere Umberto Eco. No estoy diciendo nada que no sea cierto.
Un día el libro fue piedra o tablilla de arcilla, luego fue papiro y pergamino, después papel y ahora pantalla. Después, quién sabe qué será.
Tampoco Auster dice nada que no sea cierto. Hace cuatro años, en una entrevista para el diario argentino La Nación (Verónica Dema, 29/ iv/2014), el escritor afirmó: “Toda la gente quiere hacer grandes reclamos en favor de las nuevas tecnologías, pero si nosotros pensamos lo que pasó desde la Revolución industrial vemos que primero decían que el tren iba a cambiar el alma humana y simplemente hizo que la gente se moviera más rápido; después, que los aviones iban a liberar tiempo y espacio y que las computadoras iban a alterarnos el cerebro. Pero de lo que la gente se olvida es de que nosotros tenemos cuerpos, que somos nacidos del cuerpo de una mujer y que tenemos dolores, emociones, que amamos, odiamos, nos enojamos y después nos morimos. Y las computadoras no nos van a salvar del tiempo. Entonces, realmente no sé cómo la vida es tan distinta con computadoras.” En conclusión, seamos sensatos, seamos razonables, en vez de querer tener la razón. No regresaremos a las cavernas, porque no dudo ni un instante que aquel que retorne a las cavernas, más por exhibicionismo que por hartazgo social, querrá llevarse consigo su smartphone. Hay mucha gente que no sabe que hay vida más allá de internet. Avisémosle, aunque no por ello vamos a evitar noticias como la que leímos apenas el sábado 22 de septiembre: “Agotan en horas nuevos modelos del iPhone en la capital del país. Mexicanos se formaron desde el jueves en una tienda de Santa Fe.” La santa fe de la gente está depositada hoy en el iPhone. En lugar de crear una nueva religión a partir de las tecnologías digitales, podemos usar los avances tecnológicos para no olvidar nuestro pasado y para mantener viva la cultura heredada a la que no podemos renunciar, a la que no renunciamos incluso si decimos que no nos importa. En La industria del libro: Pasado, presente y futuro de la edición (2001), Jason Epstein sentenció: “Las nuevas tecnologías crean sus propias infraestructuras. [Pero] no suprimen el pasado, sino que edifican sobre él.” Siempre ha sido así, y no creo que deje de serlo, porque el presente está hecho de historia: de larguísima memoria l Foto: Megan Trace. Fuente. Flickr/ CC BY-NC 2.0
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MARAVILLOLOGÍA Basura, Sylvia Aguilar Zéleny, Nitro Press/Fonca, México, 2018
Eve Gil ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
EL TÍTULO de la más reciente novela de la sonorense Sylvia Aguilar Zéleny me hizo retroceder un poco. Basura es una palabra brutal cuando te la vierten encima, así nomás, quizá porque somos ignorantes respecto a lo que puede haber debajo de ella, según nos lo hace entender Alicia, que pepena desde que tiene memoria. Ella se vuelve lectora en medio de su diaria pesquisa. La gente tira libros, a veces nuevecitos, como el de Alicia en el país de las maravillas, del que adopta el nombre de su heroína, volviéndose algo experta en maravillología, neologismo que me vino a la mente mientras descubría el mundo interior de esta joven: “Increíble lo que la gente tira, abandona y olvida. Hasta lo más privado de las casas termina acá. Lo que unos dejan a medias acá nos completa.” Las otras dos voces entrelazadas con la de Alicia son las de Griselda y Reyna, una médica Méxicoestadunidense y una mujer transgénero que se prostituye en una ciudad fronteriza. Mientras Alicia parece exponer sus vivencias a una grabadora, Griselda habla hacia adentro, consigo misma, y Reyna se dirige a diversas interlocutoras, jóvenes aspirantes a prostitutas, y su cháchara sugiere que busca evadir su realidad aunque, inevitablemente, ésta la alcanza por momentos. A pesar de que sus discursos convergen, pareciera no existir ningún vínculo entre ellas; se les percibe como protagonistas de distintas novelas, lo que, lejos de mermar el interés, lo incrementa. De manera más que sutil, Aguilar va hilvanando las redes que conectan sus historias, sirviéndose de Alicia como punto de partida. Al narrar su infancia, Alicia, con todo y su sequedad, brinda a aquella época tintes míticos. La cercanía de su madre, quien suele pasarse diariamente al “otro lado” para hacer limpieza en casas “ricas” y hacerse de todo cuanto sus patrones desechan (comida, cacharros, ropa) suenan, en la versión de la joven, como una época de gran felicidad y abundancia. Lo que marca el término de aquel cuento de hadas es el reforzamiento de la vigilancia fronteriza y el incremento de la violencia en este lado. Alicia y su madre se ven orilladas a pepenar por sobrevivencia, cuando antes lo hacían para ver si encontraban algún tesoro de ésos que los
gringos son pródigos en tirar. Junto con el hedor que se adhiere a cabellos, piel y ropa de madre e hija, llega el miembro que su pequeña familia no parecía echar en falta, y aunque en un principio Alicia se siente orgullosa de tener un padre (o “imagen paterna”), aquella nueva felicidad empezará a salirse de su cauce cuando la niña adquiere formas de mujer y la madre se transforma en “madrastra”, y el “padre” en abusador. La doctora Griselda también carga una compleja historia familiar, pero al contrario de Alicia, tiene la fortuna de ser adoptada, junto con su hermana, por la tía Mayela, multifacético y entrañable personaje. Griselda se integra a un equipo de médicos estadunidenses para prestar servicio social a los habitantes de las zonas más míseras de la ciudad fronteriza, y es entonces que conoce a Alicia y experimenta la urgencia de ayudarla, si bien su interés abruma a la joven pepenadora que, a través de su olor y su actitud, se ha creado una barrera con respecto a la hostilidad del mundo. Reyna, la madrota callejera, se retrata de cuerpo entero a través de las anécdotas que narra a sus potenciales pupilas, desde su insólito pasado como “hombre de bien”, que incluso ha sido padre de familia, pasando por sus razones para buscarse un destino de mujer en las calles, algo que no sólo se toma con conmovedor profesionalismo, sino que la enorgullece. Del mismo modo en que Alicia encuentra un nombre propio entre escombros, Reyna se encuentra a sí misma a través de aquel diario recorrido que emprende a bordo de unos tacones de aguja, aunque por supuesto entrañe graves riesgos para su vida, en especial tratándose de una ciudad signada por la violencia. Si el encuentro entre Alicia y Griselda impacta la existencia de esta última, el que reúne los pasos de aquella con Reyna transformará definitivamente la vida de ambas. El lector sale de esta novela, breve en apariencia, pero rica en emotividad y vivencias, con una percepción distinta de la palabra que le da título, tocada, acaso, por una pátina de belleza… en la misma medida que, moldeando palabra por palabra, esta delicada narradora acondiciona los más sórdidos ámbitos como espacios propios para la indagación poética e imaginativa ●
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
LA NAVIDAD ES UN CUENTO
G. Fonseca, R. Garza, G. Ogarrio, J. Perucho y A. Valle
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MARIPOSA: ¿FLOR O INSECTO? La flor suprema, Jia Pingwa, Siglo xxi Editores, México, 2018.
Rosario Mateo ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
EN LA MAYORÍA de las culturas, las flores son objetos preciados a lo que se asignan significaciones más o menos precisas o constantes. En la época victoriana, por ejemplo, dieron pie a la floriografía, arte que consiste en enviar mensajes codificados; los sujetos se sirvieron así de los brotes de las plantas para expresar sentimientos que de otro modo nunca hubieran sido comunicados. La azucena se empleó para significar al corazón inocente; el clavel rojo, para el corazón que suspira. La rosa simbolizó el amor; el olivo, la paz; la flor de loto era el signo de la elocuencia y la ortiga el de la crueldad. ¿Y La flor suprema, de Jia Pingwa? Esta es una flor y a la vez un parásito. Es un hongo que germina sobre una larva, la mata y la momifica; luego, emerge del cadáver algo parecido a un tallo de color marrón. Es valorado por sus propiedades medicinales. Es insecto en invierno y flor en verano. La China rural es el hábitat o el escenario de esta flor extraña que comparte espacio con la pequeña Mariposa, protagonista y narradora de La flor suprema. La situación de la joven es tan antigua y contemporánea como la suerte por la que pasan miles de mujeres en ese país. Mariposa es hija de una pepenadora, medianamente educada y con
LOS LIBROS COMO HISTORIA
Los contrabandistas de libros y la epopeya para salvar los manuscritos de Tombuctú, Joshua Hammer, Malpaso Ediciones, España, 2017.
Ricardo Guzmán ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Leer aires de grandeza; la joven es engañada, secuestrada y vendida a un hombre llamado Heiliang, poblador de una aldea cuya existencia Mariposa nunca habría imaginado. “Esa noche terminé de tallar la raya 178 en la pared de la caverna…”: esta es la primera línea de la historia. Catorce palabras que nos instalan de lleno en la vida de Mariposa, mientras ella se encuentra en el lugar del rapto. Se trata de un sitio donde se esculpen estatuas de mujeres para que los varones puedan desposarlas; figuras que de tanto ser tocadas terminan por ennegrecerse. Un lugar en donde los ajos son de un solo diente: “lo muerdes y llegan al corazón”; donde “las calabazas son pequeñas y redondas, las guardas y duran más de dos años antes de pudrirse”. Un lugar donde los cuervos son anunciantes de sucesos futuros y las moscas son de dos tipos: “moscas de comida y de mierda”. En ese extraño sitio Mariposa aprende a ver en la oscuridad, pues la gente habita en cuevas donde la luz apenas penetra. En este lugar la joven se vuelve experta en hacer volar objetos por los aires, debido a que por mucho tiempo lanzó todo tipo de artefactos con el objetivo de que el hombre que la compró no se acercara a ella. En el perímetro de esa aldea Mariposa refunfuña día y noche; se transforma, adelgaza y se desdibuja. En este lugar se siente sola, ajena, sin futuro. En la aldea las catarinas son “rojas cual fierro encendido”; durante 205 días la joven las observa y se consuela pensando que una estrella le anunciará si realmente pertenece a este lugar o si existe otro sitio para ella. Los días siguen su curso y uno de tantos Mariposa es forzada por Heiliang. La joven queda embarazada y la vida cambia o se complica, pues ahora ya no sólo tiene que encontrar su estrella sino también la de Conejo, como decide llamarle a su hijo. A partir del nacimiento de Conejo, Mariposa se torna tranquila y aparentemente resignada a formar parte de ese sitio. Sin embargo, no deja de percibir que a los lugareños les gusta el escándalo, los conflictos, hablan a espaldas de los demás y murmuran frente a sus vecinos; todos los días son de pelea. Mariposa no encuentra ni el derecho ni el revés de esa gente.
No obstante la llegada del nuevo afecto, Mariposa no deja de pensar en su madre y el recuerdo de su vida pasada no la abandona. El número telefónico del sitio donde su madre rentaba un lugar para vivir es la única conexión que tiene con su mundo anterior. Cierto día llega hasta la casa del jefe de la aldea para marcar aquel número, pero la descubren y cuelga de inmediato. La esperanza de que alguien comenzara a buscarla, de que dieran con ella la anima, pues había alcanzado a decir su nombre a quien le había tomado la llamada. Días después, Zimi, una muchacha de la aldea, le confía que una mujer preguntó por ella; al parecer su madre por fin la había encontrado. Zimi le confió a Mariposa una manera segura de salir de la aldea para que pudiera reencontrarse con su mamá, pero algo inesperado estaba por suceder. La novela suma el refinamiento expresivo y la destreza para desenredar los hilos de las costumbres que llevan a sorprendentes coincidencias entre el mundo arcaico y el moderno. La flor suprema nos lleva así a preguntarnos por esa primitiva condición humana que nos mantiene recluidos en cuevas ideológicas, a veces en verdaderos sótanos o criptas. Conviene disponerse a leer esta obra para pensar en las similitudes de nuestra vida con las de una joven que vive enclaustrada en el lejano Oriente, sin olvidar que en nuestro país muchas mujeres, en efecto, han sido secuestradas o desaparecidas
ENTRE LOS LUGARES míticos del Sahara, Tombuctú era conocido desde la Edad Media. Centro cultural durante mucho tiempo, fue necesario recuperar los bienes más preciados para familias enteras: los libros. Hammer narra la historia documentada de ese rescate de libros escondidos por décadas, siglos, algunos perdidos ante la falta de un lugar adecuado para su guarda. Expuesta la historia del lugar para establecer la dificultad local y nacional para hacer una biblioteca, estamos ante un difícil camino que termina por convertir a los libros en objeto de contrabando. Contado como una novela histórica, este reportaje conduce no sólo a esos autores que hablaban de lugares exóticos y, como una fantasía borgesiana, a establecer como el bien más valioso de familias y ciudades esos libros escondidos por generaciones en un cofre oculto en las paredes de la casa milenaria; también amplía el relato para mostrar una zona convulsionada por la violencia, las disparidades religiosas, los políticos salvajes y
los delincuentes que tanto matan por pretextos de credo como hacen contrabando de cigarros. El atractivo relato sobre libros y bibliotecas se empareja con la cronología de un país complejo en el que intervienen factores internacionales poco publicitados, a veces para ayudar, a veces para aniquilar. Los eruditos, como Haidara, pasan de las lecturas a la aventura de recabar, primero en su entorno y luego en lugares peligrosos y lejanos, esos otros libros que deben ser expuestos al mundo entero, no sólo para evidenciar la complejidad de una cultura desconocida para muchos occidentales, sino para enriquecer a la humanidad misma. Bajo la fluida pluma del periodista capaz de resumir hechos e influencias, surge la preocupación por ese legado intangible que representan los libros. Primero como objeto valioso por su antigüedad y conservación, luego por su contenido. Este es un reportaje novelado magnífico para adentrarse en lugares lejanos y en la épica del valor de los libros
Arte y pensamiento
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La otra escena Miguel Ángel Quemain
El teatro antes y después de la 4a transformación La colonia de los mataderos Eleni Vakaló
En aquella ciudad que no conocía y sentí espantoso el lugar al que llegué sin que nada se oyera Las cabezas de los animales me pareció que veía embrujadas A la altura de los animales que en el pasado fueron en el momento de tornarse lobos Y apenas de rodillas alguien arrastrarse podía para pasar Y tal como vi así todos hacían en aquella colonia Pero aún más terrible fríos estaban terrible –amarillos– Cómo decirlo Sus cuerpos empezando por el final de su cuello Por el cadáver que eran Pellejos eran en que se habían raspado partes de carne Y una piel grande de animal blanca si era –pálida era– Moviéndose ya ligeramente subía y cubría La Colonia de los Mataderos
Eleni Vakaló (Constantinopla 1921-Atenas 2001), estudió Arqueología en la Universidad de Atenas y luego Historia del Arte en la Sorbona. La crítica la considera miembro de la Primera Generación de Postguerra y, más ampliamente, del postsurrealismo. Es autora de dieciséis libros de poesía y de seis libros de crítica e historia del arte. En 1991 recibió el Primer Premio de Poesía Estatal y, en 1997, el Premio de la Academia; el doctorado Honoris causa por la Universidad de Salónica, en 1998, y el de la Universidad de Derby, en 2000.
LA TRANSICIÓN MÁS clara y a la mano es la sucedida en Ciudad de México, con la Secretaría de Cultura en un proceso que ya se advertía en entregas anteriores, al comentar la vasta cartelera que generó el Sistema de Teatros de Ciudad de México, con un programa de gran alcance que logró un diálogo con creadores y ciudadanía, resultado de una larga tradición creativa en la capital del país, el cual finalmente consiguió asimilar una institución que materializó ese ideal difícil de alcanzar: la gobernanza en una experiencia colectiva con el menor sesgo de favoritismos y caprichos, que han marcado la historia cultural de la ciudad. En esta transición, cargada de nombres y señas de identidad, es importante señalar que el cambio de estafeta fue signado por un reconocimiento que permitirá la continuidad en el rubro teatral. El conocimiento del actual secretario de Cultura, Alfonso Suárez del Real, de las políticas culturales de más de tres décadas atrás, permitió reconocer el trabajo cultural (Eduardo Vázquez ha sido tal vez el funcionario cultural con mayor aceptación en las últimas décadas) en una administración sumamente cuestionada en lo político y con graves errores en la conducción de la ciudad. Esa manera de recibir la ciudad permitirá que, a pesar de la reiterada advertencia de que estamos frente a un cambio de régimen, no sólo ante una transición de gobierno, el trabajo de seis años pueda ampliar los horizontes de lo teatral a lo que su titular Ángel Ancona considera las artes escénicas, incluidas expresiones a las que se les había negado una carta de ciudadanía teatral y escénica, como es el circo, el arte del clown, el cabaret en sus más diversas modalidades musicales, histriónicas y performativas. Una coyuntura institucional permitió mostrar la solidez del proyecto a través de la actividad teatral más importante de 2018: la Muestra Nacional de Teatro. Si bien hay que reconocer que Ancona materializa el logro, también debe decirse que supo encarnar la tradición
Véase La Jornada Semanal, núm. 1115, 17/vii/2016 Versión de Francisco Torres Córdova
Andares
de un conjunto de teatristas nacidos en los años cincuenta y sesenta, que son el motor del teatro de hoy y, en su mayoría, recogen la mejor tradición heredada de los hombres del medio siglo que le dieron la consistencia y la fuerza que tiene hoy, tanto en la dramaturgia como en la dirección. No seríamos nada sin los maestros y promotores culturales que permitieron que progresara una manera de pensar el teatro para una ciudad que también es capaz de recibir el trabajo realizado en otras entidades, materializado por hacedores en condiciones semejantes, ventajosas y desventajosas, académicas y de autorías que se consolidan en el ejercicio diario de la puesta en escena, los análisis y lecturas de textos. La programación merece múltiples comentarios y, afortunadamente, los tuvo gracias al espacio crítico que se abrió como resultado de pensar e incluir el periodismo cultural y la crítica como uno de los ejes y columna vertebral de la difusión y análisis de los fenómenos artísticos. Merecerá mención especial cuando de crítica se hable, pero sí es importante decir que Luz Emilia Aguilar Zinser fue quien se encargo de extender hasta 2018 los esfuerzos de dos años atrás para hacer posible un Laboratorio de Crítica, labor tan denostada, con tan pocos espacios para otros ámbitos escénicos como la danza, la ópera y el performance, en los diarios y revistas nacionales. La mayor sorpresa fue el trabajo de Héctor Flores Kumitsu, director de Andares, nombre de la compañía transitoria y de la puesta en escena que, a partir de hoy, muestra una manera de concebir la tradición, lo indígena y la presencia de la multiplicidad lingüística en nuestro teatro. También hay que reconocer, como ya lo hicimos en este espacio, el otorgamiento de la medalla Xavier Villaurrutia a Raquel Araujo Madera, quien no sólo dejó huella de su trabajo teatral en esta capital sino también en Mérida, donde hoy tiene su sede uno de los proyectos teatrales más fecundos: La Rendija
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Arte y pensamiento
La casa sosegada Javier Sicilia
El hueco del amor UNA DE LAS APORÍAS del amor es la frustración de la fusión que el deseo de la posesión del ser amado nos promete. Ya sea en la imposibilidad de la posesión o en la posesión más íntima, el amor jamás nos satisface. De allí la dura frase de Lucrecio: “Después del coito el ser humano es un animal triste”: ha sido devuelto a su soledad, al desvanecimiento de la fusión prometida por el deseo. Querían ser uno y allí están más que nunca dos, arrojados a su soledad. El problema radica en que, en estricto sentido, el amor no es plenitud, sino, dice André Comte-Sponville, ausencia, carencia, falta; búsqueda, no fusión. En ese hueco en donde el ser amado se nos escapa siempre y siempre nos falta, está el amor. El hueco en el amor no es un hambre que pueda satisfacerse, sino una aproximación cuyo objeto nos elude siempre. Allí, en ese saber que el otro, aún en la intimidad más íntima, siempre se nos escapa, siempre nos falta, que jamás podemos hacerlo plenamente nuestro, radica, dice Alain Finkielkraut, la maravilla inasible de la alteridad: el otro es alguien que nos sobrepasa siempre: es más que la unión plena y total cuando lo poseemos y menos que la distancia que nos separa de él cuando
no lo poseemos. Presente o ausente, el otro es siempre Otro que, como Dios, es nuestro semejante, nuestro prójimo, pero que también, como Dios, nos sobrepasa en su proximidad y por ello está siempre por venir, como si se tratara de una cita constantemente diferida; de una plenitud que ya es, pero todavía no. Esa ausencia de fusión que nos mantiene siempre sin reposo es la verdad del amor. Cuando dejamos de amar en ese hueco y lo sustituimos por la fusión que promete el deseo de posesión, por el retorno de un tiempo paradisíaco en donde –dice la poesía del deseo– teníamos una patria común con el Otro; de un tiempo donde vivíamos una fusión que conjuraba la disimetría entre el yo y el ser amado, lo único que queda es la frustración que deriva en reclamos, rupturas, depresiones, golpes e incluso suicidios y asesinatos. Esta reducción del amor al deseo de fusión está también en las utopías sociales: realizar en la vida colectiva una comunión tan perfecta como la que sueña el deseo en los enamorados. En esa búsqueda se termina también por cometer crímenes semejantes. Contra la monotonía de lo atroz que provoca el fracaso del deseo por llegar a la fusión que promete, se yergue el vacío mismo, la incompletud, el ya pero aún no del amor que, al aceptar la alteridad, no busca la imposible y siempre frustrada felicidad de la fusión donde el Otro se convertirá en camarada –etimológicamente, el que está encerrado conmigo–, sino el estar simplemente con y a su servicio.
Los verdaderos amantes, como los verdaderos revolucionarios, son aquellos que, sabiéndolo, no persiguen esa felicidad. Poniéndose a disposición del Otro o de los Otros en el hueco que nos dejan, quitan al amor no el deseo sino su ilusión, permitiendo la existencia de la alteridad en el vacío mismo que nos produce su presencia siempre inasible, siempre irreductible al yo. El misterio de la Navidad, que en estos días celebramos, habla de ello. Dios en ella no busca nuestro sometimiento, nuestra fusión con él. Por el contrario, se entrega a nuestra alteridad en espera de que hagamos lo mismo. El verdadero amor, dice la encarnación, no puede prescindir de la áspera y maravillosa presencia de los Otros; los ama en su diferencia, siempre irreductible a la fusión que promete la ilusión del deseo. Un mundo sin los Otros, es decir, un mundo que quiere reducir a los Otros a sí mismo, es un mundo infernal, un mundo de violencia, un mundo sin Dios, un mundo en el que Cristo es siempre asesinado. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el ine ●
Las rayas de la cebra Verónica Murguía
Servicio compañera 1. HACE TIEMPO tuve una vecina que se ponía muy brava cuando bebía y bebía todas las semanas de jueves a domingo. Cuando ya estaba borracha se asomaba a la ventana y gritaba: “¡Silencio!” a todo pulmón o “¡Cállate!” Ignoro a quién callaba de forma tan enérgica: a veces había ruido, pero otras el único escándalo era el que ella misma producía. Solía tranquilizarse después de tres o cuatro alaridos, pero también podía irse encolerizando ella solita hasta que se le acababa la voz. Me irritaba muchísimo. Una tarde, conversando con otra vecina me quejé: “¿No estás harta de x? ¿De que grite como una loca por la ventana y azote la puerta?” “Claro que me molesta –me respondió tranquilamente–. Pero imagínate que fuera hombre. ¡Qué miedo!” Nunca más me enojé con la bebedora. 2. Hace unos días, en el gimnasio quedé al lado de un par de muchachos que repasaban sus hazañas sexuales del fin de semana en voz alta. Para dar fe se mostraban mutuamente selfies que se habían tomado en plena faena. Debido a la disposición de los aparatos para hacer ejercicio, no me quedaba de otra sino escucharlos. Mientras más privados los detalles de la conversación, más subían ellos la voz, más coloridos se ponían los adjetivos y más me avergonzaba yo.
Finalmente huí, con la misma sensación de cuando, de chica, atestigüé cómo un tipo se bajó el pantalón frente a un grupo de niñas de primaria entre las que me contaba yo. Me pregunto si la conversación tenía como fin espantarme. O si cierto tipo de persona es incapaz de entender que su vida sexual no es un asunto de interés para todo el mundo. 3. Gracias a la sobrepoblación en Ciudad de México es muy difícil no escuchar todo lo que ocurre en los departamentos vecinos o aledaños. Esto nos obliga a participar de forma involuntaria en discusiones conyugales, borracheras, regaños, fiestas, relaciones sexuales, etcétera. Hay un tipo cerca de mi estudio –sé que es tipo porque le habla a la esposa desde el excusado– a quien le da flojera cerrar la puerta del baño. Oírlo es un incordio. Tiene una digestión infame. Me dan ganas de gritarle que “cuando coma cucarachas les quite las antenas” chiste muy socorrido en la escuela donde cursé la secundaria. Debería existir una ley contra ese tipo de exhibicionismo, no importa que sea nomás auditivo.
4. ¿Por qué hay hombres en perfecto estado de salud que se suben en los vagones de Metro o Metrobús reservados para las mujeres y se apoderan de los asientos con cara de reto o de falsa distracción? Lo mismo sucede en China, otro país que se distingue por el machismo de su cultura y donde también existen los vagones rosas, invadidos de forma constante por hombres a los que les importa un rábano ser un poco bestias. 5. En la mano tengo un boleto de ado que compré para ir a un viaje a una ciudad cercana. En la parte de abajo del boleto hay un letrero que dice: “Venta de servicio Compañera de viaje.” Esto significa que por una módica cantidad, la línea de autobuses me garantiza que la persona que irá a mi lado será una mujer. Como en el viaje anterior a la misma ciudad me tocó ir junto a un hombre que iba furioso porque no se había hecho una entrega de una mercancía y se la pasó insultando por teléfono a quien debía hacerlo, pagué. Me tocó una chica muy agradable, quien me contó que había decidido pagar el servicio “Compañerade viaje” porque recién le había tocado un entusiasta de la pornografía que traía su dotación de imágenes xxx en el teléfono y no había dejado de mirarlas –y escucharlas– un segundo. 6. Ocupar el espacio físico, auditivo, visual como si no hubiera nadie más, es una variante de la agresión. El espacio que ocupamos las mujeres en el mundo es más pequeño y frágil. Mirar pornografía al lado de una desconocida es un gesto consciente, vagamente hostil. Habrá quien lea esto y piense que soy una pacata. A quien lo haga le pido que imagine que lo escribió un hombre. ¿Ah, verdad? ●
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 16 de diciembre de 2018 // Número 1241
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Bemol sostenido Alonso Arreola
@LabAlonso
Silencio GRIETA EN EL TIEMPO, el silencio no es vacío ni espacio en que la nada ensaya sus divertimentos. Paréntesis entre dos energías, la mudez momentánea del bosque o del desierto claudica siempre al paso de la araña o del viento. Es un lienzo involuntario en que comulgan durante instantes breves las voces de los elementos. No es ese tipo de silencio el que nos llama hoy a la escritura. El silencio en la música es catapulta, resorte, tensión y contrapeso. Es promesa cantada por una muerte aniñada que se sabe efímera, sitiada entre sonidos vivos. En una canción, el silencio no es Coma, ni Punto y Seguido, ni Punto y Coma. Es Final de Título, Punto y Aparte o Punto Final. Articula motivos y secciones insuflando pulmones invisibles por los que respira el compositor, sacando la cabeza a la realidad. Mesa en que la cena aterriza, disminuye, se mueve y agoniza, también es el negativo de fotografías aéreas. Es un abismo necesario que arrastra a las notas haciéndolas elásticas, llevándolas al olvido individual mas sin perturbar la huella colectiva. Porque una cosa es la pisada que se aísla y desvanece en arenas movedizas y otra la que dura encadenándose en la melodía. Aunque al final desaparezca, su eco se extiende en la memoria. De eso también está hecho el silencio de la música. De memoria. De inercia desgastada que resuena piel adentro, allí donde ya no existe el rema-
nente de ningún instrumento construido por el hombre. El silencio en tal sentido es, entonces, caja en que vibra el eco de ideas, sentimientos y aromas, residuos lejanos al retumbo. Y su enemigo, lectora, lector, no es el ruido sino la materia organizada en un tiempo lleno de poleas, transitado por el habla de los dioses. Dicho esto. El silencio en la música se puede dividir en tres diferentes tipos determinados por los momentos en que ocurren. Uno es el anterior, el que la precede antes de que algo suene. Lleno de expectativa, es el que capta la mayor de las atenciones. Otro sucede dentro de un fluir de río, justiciero. Es el silencio escrito, planeado como sus hermanas, fusas y semifusas que chisporrotean en distintas voces. Y uno más pasa al final, cuando el cuerpo de la música ha atravesado el ojo de la aguja dando sitio al desenlace. Este último, claro, puede transformarse en el primero nuevamente, fundiéndose entre dos canciones. Hay silencios inolvidables. El más extremo de todos, sin lugar a dudas, fue obra de un artista sin parangón en la experimentación contemporánea. Hablamos de
la pieza “4’33” del estadunidense John Cage, cuya partitura muestra, precisamente, cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencios escritos. Hecha para que la audiencia participe desde sus butacas, cuando se presenta en vivo exhibe a un pianista que se sienta, abre el instrumento, toma el tiempo y, pasado el lapso mentado, se pone en pie y agradece. Muchos creerían que es una tomadura de pelo, pero no. Se trata de una reflexión honesta sobre el sentido del silencio. Otro momento de mutis inolvidable es el de “Never Tear Us Apart”, clásico de los australianos de inxs, cuando tras el vals arreglado entre cuerdas de orquesta todo se petrifica gracias a un poderoso silencio, auténtico llamado al nuevo orden, poco antes del arpegio de guitarra y los crescendos de batería. En el final de la “Séptima sinfonía” de Beethoven, por ejemplo, también suceden silencios monumentales en los que se ahoga la jauría de la orquesta que llega a su clímax grandilocuente. Finalmente, valga el recordatorio de una oda al silencio que, curiosamente, no se detiene ni un instante. “Enjoy the Silence”, de Depeche Mode es, probablemente, la más explícita canción del pop que apela al valor de cerrar los labios, pues: “Todo lo que siempre busqué, todo lo que necesité está aquí en mis brazos; las palabras son muy innecesarias, sólo pueden hacer daño.” Introspectiva y melancólica, esa letra enaltece la hermosa posibilidad que siempre late y nunca nace en el silencio. Callémonos pues. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos ●
está solo; cuántas muertes reales o fingidas caben en una calle un 10 de junio, o entre el lavadero y el tinaco; cuántas vidas aprietan su racimo en el cine o en una tarde interminable. Marcel Proust en una calle de la Roma: tras del zaguán salta el perro de la casa, el patio minado con su mierda y Cleo, la mixteca silenciosa, inclusive la tarea ingrata de levantar caca del suelo la lleva a cabo delicadamente, como dulce y exquisita es –y no ser consciente evita reducirlo a pose, y sin que la mueva nada más que la ternura– para mirar de frente y amorosa a un sujeto que, orillado por un hambre que no sólo es de comida y así usado por otros para propósitos indignos, acabará después por demostrar que no merece ser llamado hombre; antípoda de Cleo, que cuenta con amor de sobra para cantar cada mañana, muy quedito y al oído, una canción de cuna; para pedir, a la señora de la casa o al gandul que se entrena como bestia criminal, aquello a lo que tiene derecho, en ambos casos con delicadísimas maneras pero con opuestos resultados; para ensimismarse, icono vivo, mientras piensa no se sabe qué, antes de volver a subir las escaleras, Sísifo con faldas.
La cámara de cine lo ve todo, es decir, todo lo muestra: no sólo aquellos actos que de modo palmario hacen que la historia avance, no nada más al personaje, su gesto y su actitud y sus reacciones, sino el entorno inmediato y el contexto entero, para quien sepa verlo: al final de la jornada, ya en su cuarto –separado del resto de la casa por ese patio/ágora del pequeño pero fundamental drama cotidiano–, a oscuras Cleo hace abdominales, la cámara no la mira entera sino lo que ella mira: la punta de sus pies pequeños, y en menos de un minuto se dijeron muchas cosas: que Cleo quisiera ser esbelta, que tal vez piensa en gustarle más al mequetrefe que habrá de embarazarla –“estoy de encargo”, le dirá, también a oscuras porque sin teorías Cleo sabe que los asuntos personales exigen el recato–; que, bajo una discreción mal entendida por algunos que la consideran apocamiento, amor propio menguado, inferioridad, hay un mundo personal cuya riqueza no necesita el altavoz del aspaviento para existir y, aún más, para brindarse entero cada día y desdoblarse, ya sea lavando brasieres y calzones que no habrá de ponerse; ya descubriendo alianzas de oro ajenas, abandonadas en el fondo de un cajón; ya siendo testigo involuntario de agresiones grandes y pequeñas –un machismo que se siente con derecho de pernada ante una mujer sola, un asesinato a quemarropa que será antesala de una más y muchas otras muertes–; ya rescatándose a sí misma pero sin pensar en ella, consiguiendo su renacimiento al emerger de un océano que a poco estuvo de arrebatarle la única razón de vida que aún tiene ● (Continuará.)
Cinexcusas Luis Tovar
@luistovars
Retrato de familia (ii de iii) EN TÉRMINOS ICÓNICOS, a Roma la constituye un oxímoron de verificación escasa en cualquier filmografía: vorágine pausada o sucesión incesante pero capaz de grabar en la pupila incluso el más leve detalle, Cuarón apela, revisitándolas y reconstruyéndolas con la mano de un orfebre obsesionado por la precisión, a visiones de su propia niñez que tienen como punto de partida la nostalgia, pero van mucho más allá del riesgo solipsista en que se balancea todo ejercicio de memoria; imágenes que se enfrentan al olvido venturosamente y rescatan, de entre aquello perteneciente sólo a uno, lo que es de todos: difícil de aprehender porque no está hecho de materia, el espíritu es primero y, aunque permea cada objeto y cada instante –o tal vez por eso, porque en todo está–, de entrada no se le percibe, pero es cuestión de parar un poco, sacudirse las prisas de La Prisa y entonces las pistolas de juguete, la almohada, el chocolate en polvo, el tendedero, la azotea y todo el resto recuperan su sentido telúrico, el inaugural: así y ahí –en familia, en el patio o en la sala–, con eso y con aquello –“nieve” de granizo, radio de transistores, Gansitos en el refri–, aprendimos los actos esenciales, los que duran para siempre: cómo se mira, cómo se escucha y se imagina; de qué manera se comparte el tiempo y de qué modo se
Roma
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LA JORNADA SEMANAL 16 de diciembre de 2018 // Número 1241
Ensayo Mayra Inzunza
Ruby Gloom: de lo cómico macabro Sobre la serie animada que con humor y cierta ironía, en una atmósfera gótica “pero del lado claro de la oscuridad”, juega con la angustia y la soledad de sus personajes, entre los cuales hay un cuervo que se llama Poe, una niña constantemente deprimida que en la versión en español se llama Desgracia, y la protagonista, Ruby, que padece esquizofrenia…
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uby Gloom es una animación canadiense que comenzó a transmitirse en octubre de 2006. Se trata de una historieta gótica con elementos de todos los grandes: el papá de Chico Calavera es un verdadero Frankenstein, y abundan referencias a Wells, Conan Doyle, Gernback, Huxley, Orwell, Stoker y Lovecraft; uno de los personajes principales es un cuervo llamado Poe, mientras que los escenarios y la mansión misma rinden homenaje a Walpole. A pesar de que la trama es un invento y que los nombres de los personajes son imaginarios, esta obra se basa en la realidad. La acción es indudablemente puesta en escena en un castillo auténtico. A menudo el autor parece describir, sin proponérselo, lugares en particular. “La cámara –dice– a la derecha”; “la puerta a la izquierda”; “la distancia entre la capilla y el aposento de Conrad”. Estos y otros pasajes permiten suponer que el autor tenía cierta edificación en mente. Y aquí cabe señalar el diseño de la mansión de Gloomsville, sus habitaciones, el sótano, los pasadizos, en fin, el cuidado en cada detalle nos hace recordar el romanticismo del gótico, pero también la importancia de los subgéneros, pues dentro de la misma animación hay cine, teatro y literatura. Ruby Gloom trata de las aventuras de una niña homónima, entre los nueve y los doce años de edad, con sus amigos: Doom (su gata), Iris (su mejor amiga, que era una cíclope), Misery (una chica deprimida), Skull Boy (un niño esqueleto), Frank y Len (dos hermanos unidos por el cuerpo), Poe (un cuervo “culto”), Scary Bat (un murciélago muy asustadizo), Boo Boo (un niño fantasma) y Mr. Buns (un muñeco de trapo). Aquí viene la leyenda, fragmentada en la web: se habla de notas halladas en un libro o diario, en una vieja mansión a las afueras de Pensilvania. Alrededor de la década de los ochenta vivía una familia, considerada rica por muchos, apellidada Gloom, que tenía una hermosa hija llamada Ruby, que padecía de esquizofrenia. Cuando Ruby tenía nueve años, sus padres y su familia entera quedaron en bancarrota. Un día, Ruby volvió de la escuela y vio a sus padres muertos (aunque en su diario dice que estaban dormidos), y con mucho esfuerzo los arrastró uno por uno a sus habitaciones, los subió a su cama y los arropó. Los pocos vecinos que tenían no se preocuparon, ya que veían a Ruby entrar y salir de la casa. A continuación se muestran notas que describen a los amigos de Ruby, que sirvieron para crear a los personajes de la serie.
“Iris: ¡Mi mejor amiga Iris, es un cíclope! Sólo tiene un ojo, aunque a ella por alguna razón no le gusta que la llame así...” “Mary: ¡Mary es muy leal! Ella me dice que no tiene ni papá ni mamá, pero probablemente se hayan quedado dormidos, como los míos. Mary siempre, siempre llora.” (Murió ahogada; posiblemente inspiró a Misery). “Stan: ¡Stan es genial! Es el mejor amigo, realmente. Su cabeza no tiene piel y es muy tímido...” Inspiración para Skull Boy, Stan fue asesinado y despellejado cerca de la mansión de los Gloom; Ruby lo encontró y lo guardó en su sótano. “Frank y Len: La familia Rocky vive al lado de mi casa. La señora Rocky estaba embarazada, pero por alguna razón ¡los bebés nacieron juntos! Tienen dos cabezas, es algo extraño.” “Boo Boo: ¡Boo Boo es un gran amigo! ¡Siempre intenta asustarme, pero nunca lo consigue! Yo lo veo, pero nadie más lo hace, y no me creen...” Los demás personajes fueron creados sólo para generar la atmósfera gótica. Finalmente, Ruby falleció de desnutrición. Los vecinos se alarmaron cuando se dieron cuenta del terrible olor que había cerca de la residencia, así que llamaron al 911. La policía llegó al lugar y forzó la puerta para encontrarse con el cuerpo de Ruby en el suelo y el de los padres en su habitación, muertos por sobredosis. Hay un humor negro de tonalidad triste, incluso lúgubre, pero es más tipo Los locos Addams. Se observa un erotismo larvado, amor por lo decadente y ruinoso; como diría Baudelaire, es una obra diabólica, en el sentido de cómica, felizmente erótica, con un toque alegre, vitalista, gozoso. Hay una vuelta de tuerca del gótico a lo James, donde la protagonista es, en apariencia y con cierta inocencia, gótica pero “en el lado claro de la oscuridad”… Los personajes llevan su angustia, soledad y enfermiza depresión a una exaltación de lo ruinoso y lo macabro. Ocurre como cuando Van Helsing, en Drácula, se burló de aquellas pretensiones de Lugosi diciendo que parecía algo sacado de Había una vez dos héroes, en referencia al disparatado filme cómico protagonizado por Stan Laurel y Oliver Hardy. Este estilo de comedia es un homenaje a Tim Burton, pero sin lo grotesco del creador de Beetlejuice. Aquí hay gárgolas que sonríen, una luna que es una falacia patética (traducción del sentir de los personajes), velas que más tienen de romántico que de lúgubre… Ruby Gloom es una joya de historias, música, imágenes y arte en general ●