EL CANTO A MÉXICO DE
ERNESTO CARDENAL Marco Antonio Campos
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 19 DE ENERO DE 2020 NÚMERO 1298
Entrevista con Ernesto Cardenal Ricardo Venegas
Juan Tovar (1941-2019): el oficio de dramaturgo y la censura Silvia Peláez
Los migrantes de barro de Alejandro Santiago Eduardo Vázquez Martín
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón
2 19 de enero de 2020 // Número 1298
EL CANTO A MÉXICO DE ERNESTO CARDENAL “Mi poesía es de una grandeza pequeña, relativa. Y lo es por razones extraliterarias: por los temas que trata, por ser para los pobres y por la justicia social. Para mejorar el mundo.” Tiene y no tiene razón el poeta, escultor, sacerdote y teólogo y traductor nicaragüense Ernesto Cardenal, cuando se refiere en estos términos a su propia escritura: verdaderas obsesiones, sus temas han sido siempre la justicia y la reivindicación de los oprimidos, y efectivamente sus obras han contribuido a mejorar el mundo; que lo diga si no el también enorme José Mujica, sempiterno lector del nicaragüense, con quien coincidió recientemente en nuestro país. Alguna vez residente en esta tierra, Cardenal presentó Canto a México, su más reciente poemario, y por su trayectoria recibió un merecidísimo homenaje al que nos sumamos, un día antes del cumpleaños número noventa y cinco de este autor latinoamericano esencial. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN: Rosario Mateo Calderón LABORATORIO DE FOTO: Jorge García Báez, Ricardo Flores, Jesús Díaz y Felipe Carrasco PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
LOS MIGRANTES DE BARRO DE ALEJANDRO SANTIAGO Con motivo de la exposición, en el Colegio de San Ildefonso, de 501 piezas de la espléndida y poderosa obra 2501 migrantes del artista oaxaqueño Alejandro Santiago, cada una con rasgos e historia particulares, aquí se comenta la terrible realidad de la migración en nuestro país y en el mundo.
El maestro Santiago se formó en el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo, a quien conoció, y luego en el Taller Libre de Artes Gráficas dirigido por el maestro Juan Alcázar. Le dio tiempo en la vida de ir a París y volver a Teocucuilco, en su tierra, viajar a Tijuana y ser ilegal en EU, y llevar a cabo esta obra monumental que nos atañe a todos. Murió en 2013 a los cincuenta años de edad.
Eduardo Vázquez Martín ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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lejandro Santiago nace en San Pedro Teococuilco, hoy de Marcos Pérez, Oaxaca, en 1964, y muere antes de cumplir los cincuenta años en la ciudad de Oaxaca en 2013; cuentan quienes lo conocieron que vivió la infancia en el campo, en tierras zapotecas, donde hablaba la lengua de su pueblo y recorría gozoso los caminos de tierra. A este niño, hijo de Isabel y el maestro Juan, la infancia lo enseñó a jugar y el juego le enseñó a ser niño toda la vida. Narra el escritor Braulio Aguilar Orihuela –amigo, colaborador y biógrafo del maestro Santiago– que tras su paso por Bellas Artes ingresó al Taller de Artes Plásticas “Rufino Tamayo”, donde conoce al maestro Rufino, y más adelante aparece en el Taller Libre de Gráfica Oaxaqueña, dirigido por el maestro Juan Alcázar, donde se encuentra con Zoila López, su compañera de vida y madre de sus dos hijos: Lucio y Alejandra. En su primera exposición, con poco más de veinte años, vende toda la obra; con esa buena estrella y los recursos reunidos se lanza a conocer ciudades, a visitar museos y ver el mundo. En 1998, junto a Zoila y su hijo Lucio, se va a vivir a París. Dos años después, en 2000, la familia Santiago regresa a Oaxaca, y en Teococuilco el artista experimenta la desolación de un pueblo donde la migración se ha llevado a casi todos, donde son muchas más las ausencias que las presencias. Impulsado por la necesidad de entender el destino de los suyos, Alejandro Santiago emprende un viaje a Tijuana donde contacta con los polleros que lo harán cruzar la línea para seguir el paso de tantos otros mexicanos y migrantes del mundo. En Estados Unidos asume la condición de ilegal y experimenta en carne propia la vida de los migrantes.
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Cierto día mira un mar de cruces en la frontera y alguien le asegura: “Son dos mil quinientas.” A su regreso a Oaxaca el maestro Santiago decide erigir 2 mil 501 cuerpos, cada uno distinto, con su historia particular, con carne y alma propia; como los primeros seres creados por las deidades progenitoras del Popol Vuh, que anteceden a los hombres de maíz, los migrantes de Santiago son de barro. Se trata de repoblar el vacío dejado por los que emigraron, se trata de las sombras cocidas en barro que proyectan los ausentes en el espacio y en el corazón de quienes los recuerdan y echan de menos: se trata también de fantasmas que, como Pedro Páramo, no dejan de morar su tierra y permanecen entre nosotros. Este acto de transformación, de tránsito entre el mundo de los vivos y los muertos, de restauración
y sanación, digno del nieto de una abuela curandera, de una “bruja” zapoteca, se convierte en un proceso de trabajo colectivo que llega a involucrar a toda su familia y alrededor de cuarenta jóvenes y vecinos de Teococuilco. En un rancho que adquiere para este fin y que bautiza como “Donde danza el Zopilote”, aquella pequeña comunidad creada en torno al proyecto escultórico de Santiago se dedicará a amasar, como aquellos dioses antiguos, los cuerpos de estos nuevos pobladores, al tiempo que el artista diseña los hornos idóneos para quemar las piezas y define los pigmentos y pinturas que le darán color a las pieles de la tribu. Con el machete, las manos –y hasta los dientes– el artista interviene cuerpos antes de cocerse: les inflige dolores, les deja cicatrices, los marca con las huellas de la vida.
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Rostros de ojos desencajados, caras cubiertas del blanco polvo del desierto, senos de madres y de abuelas exhaustos de alimentar la descendencia, hombres curtidos por el sol y la intemperie, mujeres que recorren el mundo descalzas y con los hijos a cuestas, embarazada alguna, todos y todas con los cuerpos desnudos y el sexo expuesto, pura fragilidad que resiste y persevera, cada uno con los brazos cruzados en el pecho, como los muertos, y con la expresión de sed, hambre, miedo, deseo y esperanza, que tienen los vivos. Familias y seres solitarios, adultos e infantes que viven su destino trashumante y buscan nuevas rutas para encontrarse con nosotros, que nos miran cada vez que los miramos y nos responden cuando nos dirigimos a ellos, que preguntan por los que quedaron atrás, por los que se han perdido en el camino mientras en silencio cuentan su historia, que es la de la gran odisea de una humanidad desterrada pero de pie frente a todas las adversidades, dispuesta a volver a los caminos por peligrosos que estos sean, en busca de horizontes mejores. Si se observa con atención, si aguzamos el oído, es posible escucharlos, se trata de un murmullo y de un canto lejano: es el eco callado de quienes tuvieron que marcharse. 2501 migrantes es, a pesar de su densidad demográfica, una reivindicación de los testimonios particulares que la estadística borra. Al mismo tiempo que la obra reivindica a los millones de seres humanos que todos los días dejan la tierra en que nacieron empujados por el hambre que padecen, por la violencia que los amenaza y sacrifica y la falta de oportunidades que nuestras sociedades nos imponen, las dramáticas expresiones de cada pieza le regresan a cada migrante su rostro humano, único e irrepetible. El Colegio de San Ildefonso presenta 2501 Migrantes con una muestra de 501 piezas en el marco del 30 aniversario del Centro de Investigaciones sobre América del Norte de la UNAM, cuya misión es la generación de conocimientos enfocados a comprender los problemas nacionales y
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globales con la intención de responder a los retos que el mundo contemporáneo plantea a una humanidad donde los capitales y las mercancías circulan prácticamente sin obstáculos, pero los seres humanos padecen cada día fronteras más rígidas y muros más altos. Sin duda, las piezas que conforman esta muestra constituyen una aportación, desde la subjetividad y empatía del artista, a la construcción de una visión urgente, humanista y solidaria, con quienes todos los días dejan sus casas, se echan a los caminos y mares del mundo, y cruzan las fronteras con la tierra de origen pegada a la piel pero con los ojos puestos en un nuevo mundo. En una reflexión sobre esta obra, la poeta Natalia Toledo nos recordaba que Alejandro Santiago es, como todo zapoteco, descendiente de las nubes, y que por lo tanto su naturaleza no se acomoda a las fronteras políticas que abajo trazan las naciones, sino al flujo de los vientos que sucede en los cielos. Como tanta cosmogonía indígena, las metáforas zapotecas pueden ser también entendidas como imágenes universales, por lo que decir que el artista es zapoteco puede ser también otra manera de decir que es humano, que como todos forma parte del ciclo del agua que recorre el planeta entero y que nos constituye como seres vivos, hechos de las nubes que al precipitarse nos dan de beber, alimentan los ríos y riegan la tierra donde germinan los frutos, de la misma forma que le suministran a las manos de los alfareros la sustancia que hace posible moldear la arcilla l
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LA VOZ DEL SILENCIO Collage: Rho Mateo
Si hubiera que llamarlo de un modo, éste es el tiempo del estruendo, la estridencia, del barullo y el escándalo ensordecedor que aplastan y cancelan el silencio, esa materia imprescindible para que ocurra el pensamiento y la mirada que se reconoce a sí misma y al otro. En este texto se piensa el silencio desde el silencio.
Vilma Fuentes ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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n la guerra, antes sorda y ahora ensordecedora, que se libra entre el silencio y el ruido, el estrépito de las armas del griterío parece ganar la batalla sobre el misterio del sigilo donde aparece el pensamiento. Como si la sociedad contemporánea, que presume de modernidad y último grito de la moda tan rápidamente envejecida, lo hundiera en un bullicio permanente con que oculta su miedo a la soledad. Su temor a pensar. La consigna parece dictarnos a gritos la clausura de cualquier resquicio por donde pudiese introducirse en secreto, sigilosa, la voz del silencio. Nuestra propia y olvidada voz. El alboroto es la ley a quienes todos deben obedecer. Nada más peligroso, para el mundo de consumo, la conducta correcta, conforme y uniforme, la imposición del orden único, que el silencio. Sospechoso, si no condenable y maldito, quien no expresa con carcajadas mecánicas su entusiasmo por la vida, quien no se aturde con el ruido de televisores a todo volumen y radios portátiles conectados directamente al oído, quien no se extravía en su propia algarabía sin sentido, en el fragor de la calle por donde corren automóviles y motocicletas rugientes, ensordecido y aplastado por las bombas de decibeles de los millares de máquinas para lavar, secar, regar, podar, aserrar, volar, despertarse o matar, hasta quedar sordo y terminar por no escuchar los latidos del tiempo ni su tictac agonizante, sin oír ya nada. Nada sino ruido y furor. ¿No escribió Shakespeare: “La vida es una historia contada por un idiota, llena de ruido y furor, y no significa nada”? En ese mismo siglo VI, nacido dos años antes en 1562 en España, Lope de Vega escribía: “A mis soledades voy,/ a mis soledades vengo,/ porque para andar conmigo/ me bastan mis pensamientos.” La soledad fecunda del silencio donde pueden brotar las meditaciones en los monasterios y elevarse al cielo las voces de los monjes que rezan el canto gregoriano. Música hecha de silencios en la perfecta armonía del sigilo y el sonido. No hay lucha, hay concordia en la verdadera música, ésa que celebra la epifanía y hace susurrar a Rilke: “delante de la luz cantan los pájaros”. Segundos fugaces del parpadeo al despertar, cuando los pajarillos brincotean sobre el pentagrama de la luz y gorjean gotas de cristal antes del alba. Después, escucho el ruido de los basureros arrastrados a la calle por un desmañanado portero, los pasos en la escalera que se tropiezan en su prisa matutina, el radio del vecino, el rumor de la calle, los ladridos de un perro, los graznidos de un cuervo, los martillazos de un albañil.
¿Cómo recogerse en silencio cuando se está envuelto en el fragor de una ciudad como París? ¿Existen aún espacios sigilosos propicios a la meditación sin verse obligado a tapizar las paredes de corcho? Sin aspirar al silencio de las profundidades del mar ni al del vacío interestelar, ése del que Blaise Pascal confiesa: “el silencio eterno de esos espacios infinitos me espanta”, un paseante puede encontrar un oasis de paz durante las mañanas heladas del invierno cuando la nieve cae sobre los vivos y los muertos, y amortigua los pasos en los corredores de un cementerio. El Père-Lachaise o el de Montparnasse. El frío hace huir a la gente hacia interiores más tibios. Es posible caminar en calma y dejarse deslizar hacia los pensamientos que llegan en la estela del silencio. Escuchar, entonces, para deleite del alma, cuando “la noche sosegada/ en par de los levantes de la aurora/ la música callada/ la soledad sonora” de los cantos espirituales de San Juan de la Cruz. Escuchar también las voces de las sombras fulgurantes de los muertos. Camino entre las tumbas nevadas del cementerio y escucho. ¿Qué? El silencio. Habla a veces más fuerte que las palabras dichas o gritadas por los seres vivos siempre tan urgidos de dar libre curso a su palabrerío. Los mejores músicos saben que los acordes que inventan preceden o siguen al silencio central de su inspiración. Los verdaderos poetas juegan la misma apuesta: el más arriesgado porque lanza el desafío de algunas palabras arrojadas al alcance del silencio infinito. Hamlet habla mucho. Sin embargo, su última frase es: “el resto es silencio”. Escribir, hablar, es correr el riesgo de romper el silencio y ello debería alertar siempre a quienes deciden arriesgarse a ese peligro. En lugar de burlarse, sería más prudente respetar a los tímidos, a los tartamudos, a quienes farfullan sus palabras, a todos aquellos que se sienten turbados cuando deben hablar. Quizá son ellos los más cercanos a la verdad del lenguaje: su peligro. Los animales se plantean menos cuestiones: su lenguaje es el más verdadero de todos pues no mienten nunca. Rodeada por el silencio entre las tumbas, escucho en mi cabeza las voces acompasadas, en un murmullo sigiloso, de Omara Portuondo e Ibrahim Ferrer cantar un viejo bolero del portorriqueño Rafael Hernández Marín: Silencio, que están durmiendo los nardos y las azucenas. No quiero que oigan mis penas porque, si me ven llorando, morirán l
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JUAN TOVAR (1941-2019):
EL OFICIO DE DRAMATURGO Y LA CENSURA
El pasado 22 de diciembre, Juan Tovar –el más célebre habitante de Huitzilac, ese pueblo imaginado por él– murió en Tepoztlán, Morelos, donde vivía y siguió escribiendo desde hace varios años. Nacido en Puebla en 1941, Tovar fue dramaturgo, cuentista, ensayista, guionista y traductor, y dejó una huella profunda y franca en la dramaturgia de nuestro país por sus obras sobre la historia mexicana, desde una perspectiva irónica e imaginativa, para transformar críticamente la realidad. En su memoria, reproducimos un fragmento de la entrevista que Silvia Peláez le hiciera en 2000, publicada en Oficio de dramaturgo.
Entrevista con Juan Tovar ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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uedamos para un martes antes de su clase en El Foro Teatro Contemporáneo en la colonia Roma. Nos sentamos uno frente al otro en la cafetería desierta, como actores en un escenario. Juan bebe agua mientras me comparte recuerdos de infancia hasta llegar a un tema que le molesta y le duele: la censura, pasando por anécdotas de cómo surgieron sus obras y cómo llegaron a la escena. Sus manos tiemblan por la contrariedad apasionada del recuerdo. Mueve sus largos dedos frente a su rostro, como quien retira sutiles telarañas, para enfatizar sus ideas y se muestra esperanzado de volver a los escenarios de la UNAM con una obra suya.
-¿Cómo te recuerdas cuando eras niño? -Tenía alrededor de diez años. Pensaba en cómo pasa el tiempo, y en cómo sería yo en el futuro. Que lograría un trabajo y me casaría y tendría hijos, y me moriría. Me quedé pensando y dije: “me gustaría llegar al año 2000”. Y eso ya se cumplió. Pensaba en el año 2000 como algo muy especial porque iba a ser otro mundo. -¿Qué lugar es entrañable para ti? -Cuando era chico, el cine era mi lugar favorito. Llegué a faltar tres meses a la escuela para irme al cine. Como me iba en un camión urbano, me era muy fácil desviarme al cine. Hacía muchos trucos para que no me descubrieran. Me descubrieron, pero no dejé de escaparme. En Puebla había matinés. Y de miércoles a sábado había función corrida. Esto lo conté en mi novela El mar bajo tierra. Además, no me gustaba el Colegio Alemán. Me sentía como extranjero y muy acosado. En sexto año, yo, que siempre había tenido el primer lugar en mi escuelita de barrio, el primer mes tuve el sitio 54. Entonces, las escapadas al cine empezaron. Dije: “Al diablo. No tengo por qué volver a este lugar que no me gusta.” Esa fue mi aventura épica.
Silvia Peláez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
-¿Cómo era para ti el teatro en esa época? -No había mucho teatro en Puebla. En sexto año actué en El violín mágico. Yo era el violinista. Fue la primera vez que pisé un escenario. Y luego hasta la universidad. Ahí dirigía un grupo el maestro Ignacio Ibarra. Me incorporé a la primera oportunidad. Aquí surgieron mis ganas de escribir teatro. De niño me daba por escribir porque me daba por leer, y uno tiende a leer lo que le
gusta. Pero yo no era buen dibujante para las historietas. Entonces escribí cuentos policíacos. Logré terminar un cuento después de mucho trabajo y de pasarlo a máquina en un escritorio público. Y lo mandé al concurso mensual de la revista Aventura y misterio de Editorial Novaro. No gané ninguno de los tres premios, pero años después el cuento se publicó y me pagaron cien de aquellos pesos. Orgulloso, le llevé el cheque a mi papá. Él dijo: “Bueno, ¿entonces, se gana dinero con esto?” Mi papá era un técnico textil, tenía una fábrica y no le interesaba la escritura. Y cuando le dije que me iba a México a estudiar Letras me dijo: “No, para eso no te financio. Estudia una carrera técnica aquí en Puebla.” Y me quedé a estudiar ingeniería química, aunque trabajé más en el teatro. -¿Cómo te volcaste en la dramaturgia? -Quise escribir teatro muy pronto y se me hizo fácil. Empecé una obra que abría con una parodia de la escena del cementerio de Hamlet, el diálogo de los sepultureros que hablan de que van a enterrar a un hombre mediocre, típico. Ya había yo leído a Chéjov gracias a mi maestro Ibarra, y dejé lo policíaco. De hecho, mi primer libro, Hombre en la oscuridad, es mucho fórmula Chéjov. El hombre mediocre y la toma de conciencia de su vida. -Cuando escribes, ¿bebes café, fumas, escuchas música o prefieres el silencio? -Suelo poner música. Escribo mejor de noche, aunque trabajo todo el día. Y, por desgracia, fumo mucho siempre que escribo. Fumo a mi antiguo ritmo. Ahora bebo té de cuachalalate. En mis buenos tiempos bebía vino tinto. -¿Y la traducción? -Cuando llegué a México, busqué a Emilio Carballido y me consiguió algún trabajo de traducción, con el Güero Castillón Bracho, para traducir cine y novela. También traduje un par de obras en el teatro universitario de Puebla. Pero yo quería escribir teatro y no me salía. A Carballido le daba pena comentarme cuando llevaba textos dramáticos. Me decía: “No manito. Tu teatro no marcha. En tus cuentos tienes muy buen diálogo, pero en tu teatro no. Síguele con tus cuentos.” Pero yo tenía un espíritu de teatro. Ahora pienso que era un exceso de introversión, y que para el teatro se necesita extroversión. -¿Cuál fue la primera de tus obras de teatro que sentiste que “marchaba? -La madrugada. Esa anécdota me la regaló Óscar Villegas. Cierto día me visitó Óscar, que era mi amigo, y mostró el plan de una obra que me pareció muy buena. Me dijo: “¿Te gusta? Te lo regalo. A
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a ser víctima de la censura. Yo creo que el teatro universitario ya se acabó como un espacio para la libertad, de crítica, de análisis de la historia, de nuestra patria, de libre pensamiento, de libre expresión. Fui la primera víctima de esto. Me remonto a 1992. Por esos años escribí una obra sobre Victoriano Huerta, y resultó que no se podía hablar bien de Huerta. En un texto que titulé Piedra de escándalo, prólogo para una obra censurada, cuento toda la historia. -¿Qué es para ti la censura? -Mi obra El trato, sobre las relaciones MéxicoEstados Unidos, el primer intento del TLC, en el siglo XIX, con Miguel Lerdo de Tejada y el embajador John Forsyth. Cuando se la leí a José Fuentes Mares pensé que era una obra para los dos lados de la frontera. Y pedimos el apoyo del Fideicomiso para la Cultura México-Estados Unidos. Nos lo otorgaron y Joe Martin tradujo la obra al inglés. Y aquí viene la censura. Esta obra se leyó en El Foro. Vinieron representantes del Fideicomiso. Todos encantados, divertidísimos. Y David Olguín me dijo: “Luis Mario Moncada está ahora en Teatro y Danza y quiere poner obras del siglo XIX. Esta le va a gustar.” Se firma contrato con la UNAM, pero sale Luis Mario y nos dice que ya no hay dinero. Se recortó tanto el presupuesto original que David Olguín desistió. Y la respuesta de la UNAM fue: “Qué lástima. Hubiera usted conseguido una coproducción.” Ahí empecé a sentir el estrangulamiento de la UNAM. -¿Cuál consideras como tu mejor obra? -Dato mis comienzos con La madrugada. Es un pueblo de campesinos muertos de hambre que se quejan de la situación. Puse la casa de seguridad en un pueblo campesino fantasma. Los secuestradores llegan ahí para encerrar a su víctima. Con Las adoraciones descubrí que escribir como la gente habla es lo más difícil de todo. Manejar retórica dramática es lo más fácil. Un ejercicio a la Pinter. Hasta que llegó a sonar. Entonces digo que esta es mi mejor obra nomás por el trabajo que me ha costado. mí me choca la Revolución mexicana.” Conseguí el libro Yo maté a Villa de Víctor Ceja, y escribí. Mandé la obra a un concurso en que era jurado mi maestra Luisa Josefina Hernández. No ganó. Luisa no se hizo guaje. Me dijo: “Juan, leí su texto Muera Villa. Es una obra sobre gente que se esconde, acechan a otra y la matan. Y ya. Nada más se trata de eso.” Me puse a escribir una segunda versión algo metafísica. Está publicada, gracias a Carballido, en la antología de teatro de la Revolución mexicana de Editorial Aguilar. El planteamiento es que Villa juzga a sus asesinos. Aquí está todo el chiste: la muerte de Villa significa la muerte de la Revolución agraria. Los campesinos, como coro trágico, al principio salen quejándose de la muerte del campo. Ya no iba por la metafísica. Ahora pasaba algo. La obra tuvo director antes de estar terminada. Llegó José Caballero a mi casa por un libro, y leyó la escena. Me dijo: “Juan, yo quiero dirigir esta obra.” “Pero no está terminada”. “No me importa. Nadie ha hablado así de la Revolución mexicana”. “Pues órale. Ok. Deja que la termine.” Así empezó mi carrera de dramaturgo, de autor universitario, que duró hasta que llegó la censura de la UNAM. -¿Cómo fue tu experiencia con la UNAM? -Mi experiencia más directa fue en la universidad. Una trayectoria que va de un principio triunfal
Yo creo que el teatro universitario ya se acabó como un espacio para la libertad, de crítica, de análisis de la historia, de nuestra patria, de libre pensamiento, de libre expresión.
-¿Existe alguna fórmula para ser dramaturgo? -Lo principal es poder manejar por lo menos dos personajes. La mentalidad dramática tiene que poder sostener dos puntos de vista simultáneamente. Eso es básico. En mi experiencia, eso es lo que me faltó muchos años. Estudié y di clases de teatro como para preparar el terreno. Escribí como veinte guiones de cine. Se habrán filmado cinco. La historia de la frustración cinematográfica. -¿Y qué me dices de Huaxiland? -Otra vez estamos en el terreno de la censura. Huaxiland tampoco se llevó a escena en la UNAM, porque la están asesinando a patadas. Todavía no se muere y le dan otra patada. Está tremendo. Huaxiland es una obra que escribí a raíz de los sucesos del ’94, cuando de repente se revolvió todo. Me puse a escribir porque no entendía qué pasaba. Situé la obra en un país imaginario que bauticé como Huaxiland. Con caricaturas muy obvias de políticos de la época, traté tres sucesos principales: las elecciones, el asesinato y el levantamiento. La publicó Editorial El Milagro. Me gustaría escribir las crónicas de Huaxiland: la última etapa del México revolucionario inaugurada con el 2 de octubre de 1968 y el nutrido sacrificio en la Plaza de las Tres Culturas. Desde el ’68 nos hemos estado haciendo guajes. Hasta ahí llegó la Revolución. Así que vámonos haciendo guajes l
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EL CANTO A MÉXICO DE ERNESTO CARDENAL E Presentación del famoso y extenso poema del entrañable, controvertido, original y genial poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, en el que se comenta con acierto la triple perspectiva que siguió el autor para la realización de la obra y su completa asimilación de los cantos nahuas, por mencionar sólo dos aspectos en los que son evidentes, además de su gran talento, su dedicación y amor a nuestro país.
Marco Antonio Campos ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
mpecé a leer a Ernesto Cardenal desde fines de los años sesenta y me gustaron mucho sus Epigramas y La hora cero y fui uno de los tantos que repetía como una plegaria rota su “Oración por Marilyn Monroe”. Por esos años leí y oí en los discos de Voz Viva de América Latina de la UNAM su poema “Mayapán” y empecé a entender su apego a México. Cuando en 1978 publicó en Siglo XXI su Nueva antología poética lo entrevisté para la revista Proceso, gracias a la mediación de mi querido maestro Ernesto Mejía Sánchez, amigo de Cardenal desde los años juveniles (ambos estudiaron en México en Mascarones), y escribí una reseña sobre dicha antología. Es sorprendente y conmovedor el fervor de Cardenal por México, lo cual se ve muy particularmente en esta reunión de poemas sobre nuestro país publicada por el FCE (Canto a México). Diría que en un principio el libro se dividiría en dos grandes partes. Una, los poemas que son variaciones y adaptaciones de la poesía de los antiguos mexicanos, y la segunda, poemas directamente vividos por él mismo en la zona maya de Tabasco, Chiapas, Yucatán, o, por otro lado, en Michoacán y Morelos. Para los poemas del México antiguo, In xochitl in cuícatl, la flor y el canto, Cardenal leyó muy bien los Cantares Mexicanos y los Romances de los Señores de la Nueva España, y en prosa los Discursos de los ancianos, que son también poesía, como los hemos leído todos, es decir, en las traducciones de Ángel María Garibay y Miguel León-Portilla. Cardenal revisó asimismo códices o libros de pinturas y leyó de los cronistas del siglo XVI a Fray Bernardino de Sahagún, entre otros. Para escribir los poemas lo hizo desde una triple perspectiva: la primera, como si fuera uno más de los poetas del altiplano mexicano y se reuniera, por ejemplo, con Ayocuan, Tecayehuatzin o el desdichado Cuacuauhtzin; la segunda, utilizando imágenes y metáforas de la poesía náhuatl para describir una situación del siglo XX y el siglo presente, y una tercera, la más breve, escrita desde una perspectiva puramente actual. Debe recordarse que en el México antiguo para la
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Ilustración: Rho Mateo
perduración de la poesía eran primordiales el oído y la memoria, o si se quiere, el forjador de cantos memorizaba su poema, los decía ante los demás, alguien o algunos lo aprendían de memoria y luego esos poemas se repetían en el Calmécac, para que sirvieran al desarrollo de la sensibilidad y la imaginación, o por otra vía, para el aprendizaje de la religión, la historia y las costumbres de los nobles nahuas. El recado implícito en las bellas versiones y adaptaciones de los poemas por parte de Ernesto Cardenal es que en esta tierra donde nos toca vivir aquello que debe prevalecer es la paz y no la guerra y que el trabajado conocimiento debe oponerse a la ignorancia. En eso las figuras más exaltadas y representativas para Cardenal, son Quetzalcóatl, como dios benefactor, y Nezahualcóyotl, como hombre. Incluso tiene un poema largo para cada uno. Quetzálcoatl, estrella matinal y vespertina, dios y hombre, que nos dio el maíz, creó las artes, inventó el calendario, propagó el conocimiento, y Nezahualcóyotl, el mayor equivalente del artista italiano del Renacimiento, insigne como poeta, gobernante, legislador, urbanista, ingeniero y arquitecto. A Nezahualcóyotl el nicaragüense Cardenal también lo llama con otro de sus nombres (Yoyontzin), al señorío de Tezxcoco como Acolhuacan y a los tezcocanos como acolhuas. Los otros protagonistas exaltados por Cardenal, además de Quetzalcóatl y Nezahualcóyotl, son, en general, los poetas, los que forjan los cantos, y los tlamatinimes, los maestros del conocimiento, quienes “hacen sabios nuestros rostros”. En algunos códices, pintados con tinta roja y negra, hechos en papel amate, papel de maguey o piel de venado, se podía hacer cantar las pinturas. En suma, para Cardenal, con la paz, la sabiduría y el arte el mundo sería menos desdichado. Una aclaración: no hay nada que pruebe que entre el asesinato de su padre por parte de los tepanecas de Azcapozalco, en 1418, y la derrota y aniquilación de los tepanecas en 1428 por la llamada Triple Alianza (México-Tenochtitlan, Tezcoco y Tlacopan) haya realizado acciones de lo que ahora llamamos guerrilla. Nezahualcóyotl fue hombre de paz pero también un magnífico guerrero, y las extensiones del señorío de Texcoco llegaban hasta lo que es hoy Tuxpan, Veracruz, o sea, la parte del imperio que le tocaba como miembro de la alianza. Por lo demás, recuérdese que mandó matar al poeta Cuacuauhtzin, para quedarse con Azcaxóchitl, la prometida de éste, y madre de sus dos hijos legales: Tezauhpizintli, a quien mataron los aztecas y los tlacopenses supuestamente por ambicioso, y Nezahualpilli, quien heredó el señorío de Tezcoco y fue un hábil gobernante. Los grandes personajes también tienen sus grandes sombras. Los aztecas, desde luego, se llevaban del imperio la tajada del león y hasta la llegada de los españoles no dejaron de aumentar su imperio, incluso hasta lo que es hoy El Salvador. Existe un poema de Nezahualcóyotl que está lleno de alusiones cristianas, donde se centra en el Dios único, pero parece dictado mucho más por los misioneros franciscanos, que en Tlatelolco en 1528 hicieron transcribir al náhuatl los poemas del México Antiguo a nobles que estudiaron en el Cálmecac. El gran Señor de Texcoco, muerto en 1472, casi cincuenta años antes de la conquista, si queremos aproximarnos a la verdad, nunca parece haber creído en ese Dios verdadero. Los pueblos del México antiguo no dejaron de ser politeístas y cada pueblo tenía su dios tutelar. / PASA A LA PÁGINA 10
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El oficio de la resurrección Ricardo Venegas Entrevista con Ernesto Cardenal Breve conversación con el emblemático poeta de múltiples y variadas luchas sociales que han tenido su correlato en una extensa obra, y en la que es notoria su sencillez y coherencia a pesar de la fama, los reconocimientos y los premios. La “brevedad de la vida y la presencia del más allá”, afirma, son temas axiales en su poesía. Para Andrea J. Venegas
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eacio a las entrevistas, es de dominio público que Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 20 de enero de 1925) prefiere mantener una distancia razonable con los medios. Por conducto de la poeta mexicana Lina Zerón, fue posible entrevistar en exclusiva para La Jornada Semanal al legendario bardo. Este mes el poeta nicaragüense cumple noventa y cinco años y el mundo latinoamericano lo celebra por tratarse de uno de sus poetas más emblemáticos. En 1994 el papa Juan Pablo II le aplicó la sanción A Divinis, con la cual le prohibía a Cardenal ejercer el sacerdocio junto a otros tres curas sandinistas. En febrero de 2019 el poeta fue hospitalizado por una grave infección renal y el papa Francisco le conmutó el castigo vigente durante treita y cinco años, ese mismo día ofició misa desde su lecho de convalecencia. En palabras de Lina Zerón “Ernesto Cardenal resucitó cuando Bergoglio anuló la sanción, resurgió de las cenizas”. -Su nuevo libro Canto a México es un gran tributo a un país, a su pasado prehispánico y a su cultura, ¿qué impresión tuvo de México en su más reciente visita a finales de 2019? -Se me hizo un gran recibimiento en México, tal vez más de lo merecido y lo agradezco mucho. Se me brindó el desplazamiento en el difícil tráfico de Ciudad de México, casi como a un Jefe de Estado. Todo ello de parte de la Cancillería. Y los únicos invitados de honor éramos el legendario guerrillero tupamaro (y expresidente) Pepe Mujica y yo. -Algunos temas de la poesía prehispánica mexicana son la brevedad de la vida, el sufrimiento del hombre sobre la tierra, el valor, el honor, la belleza del mundo y la presencia de un más allá, ¿con cuáles se identifica más Ernesto Cardenal? -La brevedad de la vida y la presencia de un más allá son los dos grandes temas de la poesía prehispánica mexicana y lo han sido también, en gran parte, de mi poesía. / PASA A LA PÁGINA 10
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VIENE DE LA PÁGINA 10/EL OFICIO DE...
-El expresidente de Uruguay, José Alberto Mujica, ha confesado que en los peores momentos la poesía de Ernesto Cardenal le ayudó a continuar con su vida, ¿cómo aprecia esto? -Gratamente me sorprende ese juicio de un gran personaje de la historia latinoamericana como Mujica, a quien yo admiro mucho. Y por mi parte le diré que en la conversación de largas horas que tuve con él, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, pude apreciar que es un hombre humilde, cariñoso y tierno, lleno de perdón, sin ninguna amargura por las prisiones que ha sufrido. Entre las cosas que me contó fue sobre una de sus prisiones en la que estuvo en una celda por ocho años sin un solo libro que leer, lo que pudo superar tratando de recordar todo lo que había leído anteriormente en su vida. Eso él lo contaba con naturalidad, pero a la noche yo no podía dormir impresionado por lo que le había oído contar.
El poeta Ernesto Cardenal. Foto: La Jornada / Roberto García Ortiz.
VIENE DE LA PÁGINA 10/ EL CANTO A...
La poesía de lengua náhuatl, que se hablaba en el valle de Anáhuac, tenía un código lingüístico, como en los siglos XII y XIII que tuvieron en Francia los trovadores, en Italia los rimadores del Dolce Stil Nuovo y en Alemania los Minnesänger. En ese código se repetían imágenes, metáforas, palabras, giros… La poesía venía del interior del cielo, la daba el canto del pájaro –por ejemplo el zacuán o el azulejo–, que hablaba por dios, y los poetas eran una flor del dios, o como adapta muy bien Cardenal, eran la flauta del dios. Los cantos se acompañaban del baile y del sonido de los tambores y las flautas. Cardenal utiliza muy bellamente las metáforas de la poesía náhuatl, para hacer sentir los temas principales: la fugacidad de la vida, la vida como préstamo, la otra vida que quizá sea la verdadera, las bellezas de la amistad y la hermandad de los poetas, la poesía como un puente para que hable por nosotros el Señor del Cerca y del Junto… Como si Cardenal escribiera también su parte en el solo poema de la poesía del México antiguo, crea, a partir de los poemas de los Cantares mexicanos y los Romances de los señores de la Nueva España, variaciones bellísimas. Leamos algunos versos a los que da Cardenal su sensibilidad y su toque: “Como con manto de quetzal yo me visto de cantos” (…), o cuando habla de Tlalocan: “Aquí tan sólo el sueño./ Se está despierto allá:/ Donde las flores son verdaderas./ ése es el sitio de la vida./ Donde se unen el azul del cielo y el azul del mar es su mansión”. O estos dos: “Las muchachas son prestadas. Mi atabal de tristeza” (…) “Los códices en que pintamos nuestros sueños ¿quedarán?” Sin embargo, en ese juego de integraciones del México antiguo y la realidad actual, me resulta
El recado implícito en las bellas versiones y adaptaciones de los poemas por parte de Ernesto Cardenal es que en esta tierra donde nos toca vivir aquello que debe prevalecer es la paz y no la guerra.
desproporcionado de su parte llamar al dios del sol de los aztecas Huiztilopochtli-nazi, porque en ese caso nazis serían también Tezcatlipoca y XipeTótec. En eso está muy cerca de pensarse, como lo hicieron los españoles del siglo XVI, que todos los dioses del México antiguo eran demonios, incluyendo Quetzalcóatl y Tláloc. Es difícil aceptar, por lo excesiva, la equiparación de Tata Vasco con Fidel Castro, o de mal gusto llamar a Azcaxóchitl, la esposa de Nezahualcóyotl, como flor pop-corn. Si Octavio Paz en los poemas en prosa de Águila o sol y Rubén Bonifaz Nuño en Fuego de pobres son los poetas que, a mi juicio, habían asimilado mejor los cantos nahuas, me parece que en las versiones y adaptaciones de Cardenal Canto a México hay una auténtica y completa integración. Y por eso, por su gran amor a nuestro país, por los años en los que estudió y vivió aquí, le damos las gracias y lo sentimos como uno de los nuestros, alguien que pertenece a nuestra hermandad de poetas y que en este libro nos habla o nos responde con flores y cantos l
-Se dice que a mediados de los años sesenta fundó en la isla de Solentiname, en el Lago de Nicaragua, una comunidad artística y campesina inspirada en el cristianismo primitivo, ¿cómo se gestó ese proyecto? -Fundé una pequeña, pequeñísima comunidad semi-monástica en el Lago de Nicaragua con algunos campesinos y algunas otras personas más, y allí estuvimos unos doce años hasta el triunfo de la Revolución Sandinista. En ella se desarrolló la pintura primitiva campesina de Solentiname, la numerosa artesanía, la poesía campesina y los comentarios al Evangelio recopilados en el libro El Evangelio en Solentiname, inspirados en la Teología de la Liberación. Algunos muchachos en Solentiname y también muchachas participaron en la lucha armada de liberación, y algunos murieron en la lucha. Esto fue la experiencia modesta de Solentiname, pero ya no existe esa comunidad de hace unos cincuenta años, tan sólo el recuerdo de ello. -¿Podría referirse al período en que el Valle de Cuernavaca, donde el monasterio fue un centro de actividades intelectuales con personalidades como Erick Fromm, Sergio Méndez Arceo, Gregorio Lemercier e Iván Ilich, ese momento del boom de la Teología de la Liberación? -Todo eso importante hubo en Cuernavaca, pero yo no participé en ello, pues era un simple huésped del convento benedictino. A Ilich, gran persona, lo conocí hasta después, en Londres, y a Méndez Arceo, grandísima persona también, lo traté en Cuba. -¿Usted eligió el sacerdocio o el sacerdocio lo eligió a usted? -Yo elegí el sacerdocio para fundar aquella comunidad, no por el deseo de ser sacerdote. -Los poetas de los antiguos mexicanos consideraban que lo esencial en la vida eran la flor y el canto, por encima de los bienes materiales, ¿los premios equilibran la balanza actualmente? –No creo que los poetas sólo busquen eso, pero me parece legítimo que lo busquen, pues de algo tienen que vivir ellos l
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Canto a México (fragmento) Ernesto Cardenal Prefacio No soy mexicano, pero soy de los muchos no mexicanos que aman mucho a México. Conocí a México desde mi temprana juventud y he vivido mucho en México y como muchos otros no mexicanos de México he sentido a México como mi patria.
La pelota de caucho sube y baja, y va y viene y los hombres debemos jugar con esta pelota. La muerte y la vida: la tinta negra y roja la doble tinta con que pintan sus códices los poetas. El lago de Texcoco y de Tenochtitlan
Cantares mexicanos I Las plumas de quetzal se secan los mosaicos de plumas de colibrí se descoloran como las flores los mosaicos de turquesa, de jade, de obsidiana y de nácar caen como flores. Los collares de caracoles y de jades se desgranan como sartas de flores de cacao… Las vasijas blancas como hojas de códice con las figuras en rojo claro y rojo oscuro amarillo y verde turquesa las vasijas de barro rojo color de chile rojo y las de barro rojo de Oaxaca como frutas maduras o anaranjadas como fuego se marchitan y se quiebran. Si es pirámide se desmorona. Las plumas de quetzal empalidecen ¡y están llenas de polvo! ¡Oíd las lamentaciones que hago yo, el Rey Netzahualcóyotl! El universo es un juego de pelota en él jugamos con dos pelotas: el Sol y la Luna contra los poderes infernales y no sabemos quién ganará (el que pierda morirá). Y ved el signo del Sol en el centro del Calendario —el signo del Sol está en el centro— por la mañana es Tonatiuh (“el Águila que asciende”) porque es como un águila que sube al nopal por la mañana estrujando las rojas tunas de los corazones humanos y es Cuauhtémoc a la tarde (“el Águila que baja”)
(“el lago de la Luna”) que es como un espejo de obsidiana a la luz de la luna y a la luz del sol, azul-verdoso de tranquila turquesa esmeralda y oro lago de aguas de flores, donde nada el ánade y va y viene nadando y vuela graznando y moviendo la cola llena de sol se secará también un día como se secan las flores. El lago de Texcoco y de Tenochtitlan (“el lago de la Luna”) será como un sueño que tuvimos una noche de luna. Y que en el día se evapora. Y en su lugar se levantarán polvaredas. Por eso mi canción es triste y la acompaña con un son triste el teponaztli ¡No preguntéis por qué el teponaztli tiene tan triste son! Sólo venimos a soñar aquí en la tierra y dejar unos manuscritos iluminados como sueños. La cerámica de los toltecas está bajo la tierra esparcida como pétalos de flores.
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Leer
TRESCUENTISTASMEXIQUENSES E Cuerpos pánicos, Juan Luis Nutte, Ediciones de autor, Interiores, Enrique Montañez, El corazón y los confines, Malviajes, Dán Lee, Centro toluqueño de escritores, México, 2019.
Ricardo Guzmán Wolffer |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
n el panorama nacional del cuento, el Estado de México es una opción destacada con varios sellos editoriales. Bajo tres distintos, Juan Luis Nutte (1972), Enrique Montañez (1973) y Dán Lee (1978) presentan sus más recientes compilaciones de cuentos Cuerpos pánicos, Interiores y Malviajes. Los tres autores cuentan con varias publicaciones. Lee tiene premios nacionales de cuento y Nutte ha obtenido tres años el estímulo para creadores por el Estado de México. Montañez ha fungido como editor y sus textos se han publicado en varios estados del país. No son improvisados. Además de afines generacionalmente, también los une la visión de un mundo donde la tranquilidad apenas existe. Muchas causas pueden rastrearse en sus textos, pero el mundo distorsionado parece irreversible. No hay datos de que sea una visión exclusiva de los mexiquenses, pero parece no haber lugar seguro en sus cuentos. Lo mismo un manicomio es una extrapolación de mitos ancestrales y salvajismos contemporáneos, como el hogar puede ser visitado por un extraño ser capaz de dejar sus extremidades para que los habitantes desahoguen sus miedos en ellos, mientras ese ente los encierra por siempre en sus dolores y frustraciones; la violencia y el feminicidio llegan al extremo de plantearlo como una cacería donde las víctimas son ofrecidas con un catálogo y el trofeo es sólo la grabación del asesinato. El cuento mexicano tiene muchas variantes en su elaboración. Estos autores pueden insertarse en el cuento mínimo, con una oración, o una extensión regular. Mientras Lee apuesta por la aparente sencillez, con un lenguaje accesible a cualquier lector (lo cual no significa de ningún modo que estemos ante planteamientos simples ni desenlaces previsibles), Nutte va a la complejidad en la adjetivación y el planteamiento de largo alcance, cerrando sus textos con eficaz contundencia, Montañez logra un sorprendente ritmo con oraciones vigorosas para formar textos de muchas lecturas: en “Acting out” se entrelazan las referencias de dioses ancestrales para justificar la existencia de un bebé capaz de despertar a todos los habitantes del edificio con sus llantos, o de anclar al marido con la mujer que invoca y se asume como bruja, hasta que los vecinos irrumpen para evidenciar que no hay niño y, rápidamente, tampoco lengua que permita a la mujer hacer esos gritos que podrían salir de su dolor por la maternidad inexistente. Ante cuentos tan concluyentes, el humor llega a filtrarse en los textos de Lee, con canarios vampiros para contrarrestar a los
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SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA
luminosos canarios capaces de dar sentido al mundo; o con el mismísimo Jehová, quien decide hacer el mundo en siete días luego de haber sido rechazado en la convocatoria de “jóvenes creadores” bajo el argumento de que su propuesta (el universo completo) tiene fallas estructurales por su falta de oficio; o con la bella durmiente del cuento infantil, tomada lascivamente por el príncipe, quien tiene especial cuidado en no besarla para abusar de ella con calma, sin despertarla, luego de luchar con el dragón; o con la esposa que quisiera desaparecer al marido en los trucos del mago para irse con éste a viajar como su amante, pero es frustrada por el “menso” de su esposo que regresa en la caja del ilusionista. Quizá los textos de Nutte encierren un peculiar humor: en “Irina” el hombre llega tarde con la mujer, quien literalmente envejece por cada segundo que ha debido esperarlo. Más como un planteamiento conceptual, puede leerse como una ironía sobre esas mujeres que exigen puntualidad absoluta, como si en ello les fuera la vida misma. En “Kari”, el hombre nacido diminuto y sobrellevando una vida de escarnio (apenas ayudado con la literatura como refugio), ya como adulto descubre que su cuerpo puede abrirse como valija, sacarle vísceras y huesos, alargarlo y moldearlo. De nuevo la metáfora (el crecimiento personal) puede interpretarse como un texto fantástico, plagado de detalles cientificistas. Los eficaces libros de estos tres autores también son una llamada para recordar que el centralismo cultural es más una apreciación burocrática que una realidad. Hay creadores de primera calidad fuera de CDMX. Falta plantear los mecanismos para lograr la distribución de libros de autores para que sean leídos fuera de su entidad. El esfuerzo editorial puede diluirse ante la imposibilidad de poner al alcance de los lectores las obras, sin establecer que la producción regional debe consumirse sólo en esa localidad. Sobre todo, estos libros confirman que el cuento en México sigue vivo. Bastará mirar con detenimiento en cada estado para confirmarlol
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LA VIDA QUÍMICA DE FRANK ZAPPA GUSTAVO OGARRIO
Arte y pensamiento
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Artes visuales Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
El Museo de Arte Moderno de Nueva York ataca de nuevo (I de II)
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l pasado 21 de octubre reabrió sus puertas el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) tras la mayor intervención arquitectónica realizada desde su primera sede inaugurada en 1939, una década después de que la institución fuera fundada por Abby Aldrich Rockefeller (esposa de John D. Rockefeller Jr.) y un par de amigas que donaron ocho grabados y un dibujo para iniciar la colección que hoy se cuenta entre las más cotizadas del mundo, con cerca de 200 mil obras. El edificio original diseñado por los arquitectos Philip L. Goodwin y Edward Durell Stone ha sufrido varias intervenciones a lo largo de sus ocho décadas de existencia –Philip Johnson (1964), César Pelli (1984), Yoshio Taniguchi (2004)–, esta última aumentó el treinta por ciento de su superficie expositiva con unos 5 mil m2. La ambiciosa y millonaria ampliación ($450 millones de dólares) tuvo lugar por etapas a lo largo de tres años de intenso trabajo dirigido por la prestigiada firma Diller Scofidio + Renfro/Gensler, también autores de otros destacados desarrollos en Manhattan, como el High Line y el complejo cultural The Shed en el barrio de Hudson Yards. Considerado el museo de arte moderno más importante a nivel global, el MoMA apuesta con esta monumental reestructuración por una forma más abierta de contar la historia del arte, más allá del discurso cronológico o histórico en un sentido estricto; en un cartel se lee: loosely chronological order, “orden cronológico holgado”, para poner en alerta a los visitantes que esperan un recorrido convencional. Las salas permanentes en las que se presentan las obras de la colección están ahora organizadas por temas, lugares o autores, y los objetos exhibidos han aumentado de unos mil a 2 mil 400. Resulta fascinante la magistral tarea de enlazar orgánicamente los espacios del edificio anterior y las veinticuatro nuevas galerías para conformar un conjunto de impecable armonía visual: “Fue un trabajo digno de cirujanos, que continuó sucesivas ampliaciones. Pero supieron muy bien dónde cortar y dónde dejar las cosas como estaban”, expresa Glenn Lowry, el flamante director de la institución, y agrega: “Todo fue llevado al límite. No sólo para lograr la unión interna del nuevo edificio, sino también para ampliar su conexión con la ciudad.” Esto se
Izquierda: Amy Sillman, The Shape of Shape. Derecha: David Tudor, Rainforest V. Abajo: MoMA, fachada exterior.
Siguiendo la visión original del creador de esta institución en 1929 –el legendario Alfred H. Barr– de ser un museo experimental, el nuevo MoMA cuenta ahora con un estudio de tecnología de punta en el corazón del recinto, un innovador laboratorio de creatividad, y la sala bautizada “Artist´s Choice” (“Elección de Artista”) dedicada a curadurías realizadas por artistas contemporáneos que tendrán toda la libertad de jugar con las miles de piezas que descansan en las bodegas. En esta ocasión, la elegida fue Amy Sillman (EU, 1955), quien reunió setenta y cuatro obras de distintos medios, movimientos y épocas para plantear una reflexión sobre el poder de la forma en el arte moderno en su instalación The Shape of Shape” (“La Forma de la Forma”) l (Continuará…)
refiere a la nueva entrada principal que ostenta una imponente fachada de cristal transparente que inunda de luz el interior, toda vez que conecta dos de las nuevas galerías con el exterior, con el fin de propiciar el acercamiento de los transeúntes de la calle 53 e invitarlos a accesar de manera directa y gratuita a estas salas, donde actualmente se presenta una exposición de diseño y una de pintura del artista de origen keniano Michael Armitage (1984). “Hello. Again” (Hola. De nuevo) reza un enorme letrero en el lobby de entrada que se ha vuelto el fondo obligado para los fanáticos de las selfies. Contrario a lo que muchos se imaginan, no es un simple anuncio de bienvenida; se trata de una obra del artista conceptual de origen palestino y nacionalizado estadunidense Haim Steinbach (1944) quien, junto con otros cuatro creadores, fue comisionado para realizar piezas ex profeso para intervenir el recinto. El visitante acucioso las irá descubriendo en su recorrido.
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14 19 de enero de 2020 // Número 1298
Arte y pensamiento
Tomar la palabra/ Agustín Ramos
Desde el lado oscuro: Primo Mendoza (III y última)
PRIMO MENDOZA HA llegado a la luz desde el lado oscuro fundiendo la palabra del [compa]ñero efe[ctivo], pescando la densidad de la vida del barrio en un idioma nuevo y maduro, matrimoniando al lenguaje utilitario con el lenguaje elaborado “en poemas de un amor distinto, al que jamás había oído mencionar, habitado por mujeres, hombres y niños de colonias hechizas y paisajes urbanos de tianguis y tacos de cabeza y tepache anaranjado en bolsas de plástico con popote y de bandas trasnochadas gritándole a la luna desde la caja de una destartalada guitarra de cuerdas vivas”. Su propuesta artística, acorde con una tradición de resistencia cultural marginada, cristaliza en el título de dos libros propios, Nezahualcóyotl de los últimos días y Territorios, y uno colectivo Netamorfosis. Para él, territorio “no es sólo un espacio geográfico”, sino también, “a veces, un cuerpo, parte de una utopía”. Y como poeta es proveedor ubicuo y atemporal de identidad que unifica tanto al grupo como al territorio mismo. “Tepito, Neza, la ciudad toda, el paisito que se nos escapa de la mano; el corazón en condominio, la venta de garaje de ilusiones usadas, la perestroika del pueblito.” Por ser nómada el territorio es sombra del personaje que va “tristeando entre las oscuras veredas de los filds de Rosarito o de San Ysidro. No se sabe. A veces la vida elige cuerpos más que lugares”. Ese territorio impulsa y retiene al narrador: “Ay Callao, carajo, cómo me hubiera gustado que vieras este amanecer de Minezota, desde el Bronx del Agua Azul. Andar por estos lares de bardas pintadas por cholos y punketos… Te decían El Callao porque nada más te quedabas mirando, como si no te alcanzara la razón para descubrir el origen de las diferencias de aquellos que llegaban acompañados por la jefa con sus tortas y besos y sus frutas pal recreo.” El territorio, edén o averno, merecido o involuntario, es frontera entre lo propio, lo ajeno, lo expulsado y lo deseado:
“Alguna vez pensaste en serio que la vida debía ser más que eso: el dinero cotidiano que todos hurtaban a todos, el desayuno sin variantes de café con canela y el sabor a centavo, pocillos de peltre y plástico, las moronas disputadas por las moscas, los días de fiesta sin motivos aparentes donde el amor fluía irreverente y solidario… Butiveces, carnal, chingo de veces que me he dejado ir colgado de los vagones. A visitar, tú sabes, a los vales de otros campamentos. Lo mismo en Ixtacala, en Vallejo que en Ixtapaluca. Conozco los más efes…, desde donde miras, en algún oscuro rincón de tu memoria ecológica, tu pretérito mundo te jalonea.” En los territorios de Primo Mendoza las almas, los espacios y los tiempos se universalizan. Como el lector habrá visto, en los textos de arriba se fusionan lo directo de la voz común con la mira y el disparo del cazador. Esta fusión de ritmos del habla popular y figuras retóricas, de neologismos y códigos aceptados a regañadientes en el diccionario, adensa las palabras del territorio para expresar en crónicas-ensayoscuentos-poesía lo que el juglar siente y sabe. “¿Que qué más? ¡Ah, sí! Pus crucé Reforma buscando la Ciudadela y ahí tuve de nuevo las ganas de hablarle y sopesarla de cuerpo entero con la mirada. Así, beber cervezas es chelear un rato, arroparte en la noche del chante descubriendo tiernos paisajes sensoriales de un reino alejado de este mundo.” Así, la bebida en envases grandes nacidos con la marca Caguama se abrevia en wama y se conjuga como “Wameábamos en la esquina, con un gotear inmenso de palabras que a la larga se conjuntó con el canto de los gallos, el bramar del aeropuerto y el zurear mañanero de las tórtolas”. Así, las derivas sin fin nacen de un apócope entre cariñoso y brusco: lo apodan el Guarache y le dicen el Wara, la tocada es el “toquín onde el Sonido Vagaundo, El Forastero… más que los madrazos tronando en las costillas y las patadas mecas y el apañe de la greña y el rodillazo…” l
Biblioteca fantasma / Eve Gil
Donde hubo fuego... KATIE KITAMURA, HIJA de inmigrantes japoneses, nació en California en 1979, está casada con otra autora, la inglesa de origen indio Hari Kunzru, y radica en Londres desde que se doctoró en la Universidad de Princeton. Pese a contar sólo con tres libros de ficción y un par sobre cultura japonesa, es una de las autoras más fascinantes de la reciente literatura en lengua inglesa. En 2013, la editorial mexicana Sexto Piso le publicó una real joya, En el bosque, su segunda novela, pero la tercera, Una separación, publicada por Penguin Random House (2018), restringió su distribución para España. Actualmente se realiza su versión fílmica protagonizada por la joven actriz británica Katherine Waterston. Una separación no es menos fascinante que En el bosque, y sin embargo no pueden ser más distintas. Mientras la segunda transcurre en una época que parece fusionar pasado y presente, y recrea un mundo colonial, Una separación es una novela rabiosamente contemporánea… digo rabiosamente pese a la admirable ecuanimidad de su protagonista narradora, sin nombre, de la que sólo sabemos, gracias a un comentario desdeñoso de su suegra, que es “una extranjera”, que se encuentra tramitando su divorcio de Christopher Wallace y que incluso ha empezado a vivir con otro hombre. Isabella, la suegra, ignora este detalle y la llama para pedirle que viaje a Grecia en busca de su hijo, del que no sabe nada desde hace varios días. La narradora, quien ha acordado con su todavía esposo no mencionar nada del divorcio ante los padres de él, no tiene más remedio que aceptar. De paso, piensa, le llevará a Christopher los papeles de divorcio recién llegados, para que los firme. La suegra paga el viaje redondo y el hospedaje en el mismo hotel donde se encuentra Christopher, y que resulta ser un refugio de ensueño para enamorados, bordeado por un paisaje yermo, humeante, casi apocalíptico, devorado por una serie de incendios al parecer provocados. Desde el preciso instante en que la esposa se aproxima a la recepción para indicar que tiene una reservación a nombre de “la señora Wallace”, advierte que la guapa recepcionista la trata con contenida brusquedad, y en el acto surge la duda de si Maria –la chica griega– estará teniendo alguna aventura con su esposo, cosa que no le extrañaría en lo absoluto. Tras un par de días sin noticias de Christopher –ella no parece preocupada: su esposo tiende a obedecer a sus impulsos, es capaz de desaparecer por días si algo captura su atención– el gerente le pide que desaloje la suite ocupada por él porque ha sido alquilada por una pareja que desea celebrar su aniversario de bodas. ¿Qué hace Christopher en una suite nupcial? Sus objetos personales están intactos. Están su computadora y su material de investigación. La mujer opta por permanecer alojada en el mismo hotel hasta que reaparezca el hombre que ha venido a buscar, y en el ínter adquiere, casi sin buscarla, información sobre cómo es percibido quien ha sido su esposo por cinco años –sin contar los tres de noviazgo– por diversas personas, en especial a través de Maria. Empieza a conocer a un Christopher que es, a un tiempo, el que conoce, del que se enamoró, pero también otro que podría ser mucho mejor (o peor). Llega el punto en que ella decide que ha llegado el momento de regresar a Londres, pero no será posible: al fin tiene noticias de Christopher, no precisamente gratas. Habrá de hacerse cargo del espantoso problema. Es como si, en vez de terminar, las cosas entre ella y su todavía marido recomenzaran en un plano opuesto al del amor. La contraportada de Una separación nos la vende como “suspense psicológico”. Algo hay de eso, pero muy poco. Mi personal lectura es la de una historia de amor narrada desde el conocimiento absoluto del ser idealizado. En todo caso es un “thriller emocional” donde la mujer ha de seguir una serie de pistas y sacar provecho de su intuición y gran inteligencia para definir, de una vez por todas, quién diablos es el hombre con quien compartió los años decisivos de su vida y a quien sin embargo le cuesta reconocer l
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 19 de enero de 2020 // Número 1298
Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso
Cinexcusas/ Luis Tovar
Ha muerto Neil Peart
El insustituible Jaime Humberto
LLEVAMOS DÍAS EVADIENDO la responsabilidad de escribir esta columna. La noticia nos tomó por sorpresa, como a todo el mundo, por la enorme discreción con la que este hombre vivió su vida, tan llena de tragedias familiares y, hoy lo sabemos, de una enfermedad propia y muerte terribles. Estábamos fuera de México. Era de noche. Acabábamos de soltar una buena carcajada, lo recordamos bien. Algo nos dijeron que culminaba con cierre dorado el día memorable. Entonces comenzaron a entrar los mensajes. Las caritas tristes y los corazones partidos; las frases entrecortadas de viejos amigos con quienes la complicidad musical se halla en la primera línea de fuego. “Se murió Neil Peart”, anunciaban. Aun ahora, mientras escribimos la frase, nos parece imposible asimilarla. “Se murió Neil Peart”… y tecleándola tratamos de entender el porqué de esta negación, la más fuerte que hayamos sentido tratándose de alguien a quien no conocimos personalmente. Y perdone el sobreentendido, lectora, lector: Neil Peart fue el baterista del trío de rock canadiense llamado Rush, probablemente el más popular y longevo grupo –con una misma alineación– en la historia del género. Allí este artista reinventó el discurso de su instrumento acústico combinándolo con toda posibilidad tecnológica, pero también con esa enorme e incomparable conciencia poética. Porque sí, además de motor rítmico Neil Peart fue el letrista del conjunto en más de veinte álbumes (casi treinta, entre estudio y en vivo); una obra titánica y sin parangón, pues ningún otro encargado de tambores ha dado tanta literatura al aire. Por otro lado, Neil escribió varios libros de viaje en los que narraba sus experiencias como ciclista y motociclista en los cinco continentes, pues allí donde Rush se presentaba él se desprendía de la caravana para llenarse ojos y cabeza con paisajes que fueran dejando a un lado el dolor que lo inundara tras el accidente fatal de una hija adolescente y el deceso posterior de su primera esposa. Golpes que lo convirtieron en un fantasma errante en la búsqueda de sí mismo, sobreponiéndose luego a la artritis que lo asedió en las últimas giras y, finalmente, sucumbiendo a un cáncer de cerebro que lo disminuyó hasta extinguirlo a lo largo de tres años. Miembro del Salón de la Fama del Rock and Roll en una ceremonia emotiva que lleva rato haciéndonos llorar, la muerte de el Profesor –como tantos colegas le decían– causó un terremoto pocas veces visto en el ánimo global. Y es que debemos decirlo: además de que Rush era banda legendaria, él en parti-
Neil Peart. Foto tomada de: https://www.facebook.com/neil.peart.1650
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EL PASADO LUNES 13 de enero murió Jaime Humberto Hermosillo y, con él, se fue uno de los realizadores más relevantes de la cinematografía mexicana de los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado. Nacido en Aguascalientes en 1942 –estaba a punto de cumplir setenta y ocho años– pero avecindado en Guadalajara, Hermosillo formó parte de las primeras generaciones del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos –el exCUEC, hoy ENAC– y, paralelamente a su prolongada trayectoria como cineasta, fue también catedrático en la Escuela de Artes Audiovisuales de la Universidad de Guadalajara. Apenas dos años después de fundado el CUEC, Hermosillo dirigió su primer cortometraje de ficción, titulado Homesick (1965), del cual también fue guionista. Esa sería la tónica que mantuvo a lo largo de una nutrida filmografía, compuesta por unas cuatro decenas de títulos entre cortos y largos: siempre prefirió ser el autor de las historias que dirigía, fue un ocasional adaptador, por ejemplo, de García Márquez o de Luis González de Alba, muchas veces fungió también como editor, y por lo regular participaba de manera significativa en la producción de sus filmes, sobre todo en los tiempos recientes, cuando por cuestiones en un principio económicas más que técnicas, migró al formato digital.
El transgresor cular fue el responsable de que incontables de los más destacados bateristas del planeta se dedicaran a la música desde una perspectiva nueva, sin miedo, allí donde podían convivir la energía adolescente de Keith Moon (The Who), con la primitiva creatividad de John Bonham (Led Zeppelin), con el atrevimiento de Stewart Copeland (The Police), con la elegancia y elocuencia de Gene Krupa más, por supuesto, un abordaje absolutamente personal en el que cabía el África entera, la música clásica europea, el reggae caribeño y cualquier pájaro caliente que visitara la jaula de su cabeza mientras se abría al entorno que lo contuviera. Alejado permanentemente de los medios, era el único del trío que no daba entrevistas, el único que no se sentía a gusto rodeado por sus fanáticos, el único que se sabía feliz descansando anónimamente en un lago europeo o dentro de la Catedral de Ciudad de México, allí donde leía y pensaba –según dijo alguna vez– en la capacidad humana para sintetizar sabiduría. Así pues, destrozados como estamos por su partida y cumpliendo pobremente con este adiós escrito, le pedimos a quien nos lee que busque el video de “Leave That Thing Alone” en vivo para que, a partir de allí, abra la ventana poderosa de Rush y vuele toda una noche sin detenerse. Así le dirá adiós a un rey que permanecerá inmóvil en el tiempo, entre relojes, flechas y dos aliados de inigualable estirpe. Buen domingo. Buena semana. Buen viaje querido, respetado, inolvidable Neil Peart l
CONSIDERANDO LAS CIRCUNSTANCIAS de tiempo y lugar, a Hermosillo le tocó no sólo vivir sino más bien sufrir un entorno sociocultural pacato, moralino e hipócrita, poco o nada dispuesto a “tolerar” de buen grado la presencia, propuesta y voz de un cineasta declaradamente gay. La obra temprana de Hermosillo no refleja de manera palmaria su orientación sexual; sin embargo, la naturaleza transgresora de su mirada ya está presente, al menos, desde su debut largometrajista, La verdadera vocación de Magdalena, filmada en un 1971 pleno de machismo, conservadurismo y otros prejuicios. Apenas cuatro años y dos largos después, Hermosillo entregaría la que para muchos significa su irrupción como cineasta insoslayable: además de significar su primer Premio Ariel, La pasión según Berenice (1975) contiene muchas de las constantes argumentales del cineasta: provincianismo en tela de juicio –ya sea geográfico o espiritual–, un espíritu libre en busca de romper las ataduras sociales que lo sujetan, así como una infinita variedad de “castigos” al transgresor, quien algunas veces resulta vencedor y otras vencido pero que, invariablemente, alcanza un elevado nivel de empatía con el espectador. Con Las apariencias engañan (1983), un Hermosillo bien maduro se consolida en tanto cineasta más que capaz, talentoso, osado y transgresor: la trama del filme incluye ambiciones económicas, miseria moral, suplantación de identidades, homosexualismo reprimido, transexualismo revelado y otros tabúes, que lo ubican acaso como el más incómodo de los directores a la sazón activos. Tan sólo un año después, con Doña Herlinda y su hijo (1984), rubricaría ese talante añadiéndole una vocación festiva seguramente más provocadora todavía, misma que, un lustro más tarde, bien puede calificarse de auténtica fiesta: Intimidades de un cuarto de baño y El aprendiz de pornógrafo, ambas de 1989, así como su célebre La tarea (1990) –con su derivación La tarea prohibida (1992)–, son la rienda suelta a los intereses, las preocupaciones, las pulsiones y las posturas más personales de quien, para ese entonces, ya era considerado como “el cineasta mexicano gay” por excelencia. Quizá la causa sea una disminución en los niveles de doble moral colectiva, o una morigeración del propio director en su discurso, pero el último tramo de su carrera es claramente menos luminosa que su rutilante irrupción en un medio que, gracias a él en grandísima medida, se deshizo de una capacidad de autocensura todavía hoy mucho muy capaz de patalear. No importa. La relevancia de Jaime Humberto Hermosillo para la cinematografía mexicana es de todo punto innegable l
LA JORNADA SEMANAL
16 19 de enero de 2020 // Número 1298
Antonio Rodríguez Jiménez
Nuevo año, idioma y pensamiento crítico
Sobre los propósitos para el año que inicia, que al final nos resultan un tanto ajenos debido a una idea falsa de salud y felicidad que nos creemos sin esfuerzo, y sobre la ausencia cada vez más lamentable de pensamiento crítico en todo, por ejemplo en nuestra lengua, ante el avance generalizado de la estulticia, lo trivial y la indolencia, versa esta breve y sincera diatriba.
M
e he levantado con la idea, que ya fragüé hace mucho tiempo, de iniciar el año 2020 con la escritura de unas memorias literarias y de vida. Siempre iniciamos los años con la obsesión de volver a la academia de inglés, apuntarnos al gimnasio, bailar zamba, hacer yoga, realizar el viaje de nuestros sueños y dar largos paseos que combatan los criminales fragmentitos de colesterol que se instalan en la sangre y pueden producir un trombo para asesinarnos. Los cardiólogos están obstinados en que caminemos cada día diez mil pasos como única forma de sobrevivir. Nos venden píldoras caras para la presión arterial y toneladas de aspirinitas para seguir. El otro médico, don Pablo, nos ayuda con su terapia celular a mantenernos relativamente jóvenes y escribe libros magníficos sobre el tema, aunque los milagros no existen a pesar de Nicolás Flamel y de Paracelso. El que logre comercializar el elíxir de la vida eterna y de la juventud permanente conseguirá todos los Nobel del universo. Laura, mi psicóloga, escarba en mi cerebro para indagar en el centro de mis problemas y solucionarlos. La realidad es otra cosa: perfil bajo, mediocridad permanente. Si criticas a un tipo en lo profesional y le muestras que en el texto que pensaba enviar a una revista indexada hay cincuenta y ocho faltas de ortografía, problemas de sintaxis y de gramática, se ataca y dice que no está de acuerdo contigo, cuando en realidad no está de acuerdo con la gramática española. Ahora se ha puesto de moda faltarle el
respecto al texto sagrado que acoge a la sintaxis, pues la gente en lugar de aprenderla y aplicarla se jacta de poner faltas de ortografía y dice que su libertad y sabiduría se lo permite. Pues nada, tírese por la borda todo lo aprendido y que la intelectualidad sea un galimatías babélico, repleto de imperfecciones expresivas. Si la mente no se pone de acuerdo con la expresión y no respeta las reglas de una de las lenguas más ricas del planeta, esto se convertirá en el caos más profundo. Pero la ignorancia es osada y está empeñada en confundir el género con la estupidez. Pero bueno, yo no quería hablar de la corrección de la lengua sino de los buenos propósitos. Todo lo que dije antes: viajes, actividades, incansables, jornadas de trabajo de quince horas, mantenernos ocupados y ofrecernos ese paquete como una receta de la felicidad es un invento del Sistema Económico, el dueño del mundo, el que dirige los destinos de Trump y de Putin, aunque ellos se crean muy poderosos. Nos venden una idea de felicidad tan falsa y verosímil que nos la creemos. De ahí que intenten eliminar el pensamiento crítico que cada ser humano debería utilizar. Si no saben lo que es habrá que inculcárselo en las mentes. La gente debería empezar el año con la idea de pensar correctamente, de estudiar a fondo el arte de pensar como una herramienta para ser ellos mismos. Y se pierden los estultos en darle patadas al lenguaje para mostrarnos su incompetencia comunicativa y su ignorancia l