■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 19 de junio de 2016 ■ Núm. 1111 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
CUBA cuenta los nuevos narradores de la Isla
Narrativa cubana actual: una mirada
Ana Fernanda Aguilar Alatorre
El vasto universo del cuento cubano
Gustavo Ogarrio
Los Diego de Cuba
José A. Leyva
Cuentos de I ris D ávila y E sther D íaz L anillo
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Julio Travieso: proyectos de felicidad
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A los bien conocidos nombres de José Martí, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Severo Sarduy, Guillermo Cabrera Infante y otros autores emblemáticos de la literatura cubana, se suman las nuevas
En su estudio, Eliseo Diego acompañado por su familia, 1970. Foto: Liborio Noval
generaciones en las cuales destacan Eliseo Diego, Virgilio Piñera y Reinaldo Arenas, por mencionar tres indiscutibles. Como afirma Gustavo Ogarrio, “la tradición literaria del siglo XX cubano es poderosa y sumamente diversa”, y a ella se suman ahora infinidad de nuevos narradores: Julio Travieso Manuel Cofiño, Ena Lucía Portela, Jesús Díaz, Wendy Guerra, Humberto Arenal, Eduardo Heras León, Sergio Chaple, son parte de una verdadera pléyade de autores que, cada uno a su manera, hablan de la realidad individual y colectiva de la entrañable Isla. Los textos de Aguilar Alatorre, Leyva y Ogarrio abordan la naturaleza de la nueva narrativa cubana, y completan el número sendos cuentos de Iris Dávila y Esther Díaz Lanillo.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
José Ángel Leyva JOSEFINA, HIJA DEL POETA ELISEO, SE HA CONVERTIDO EN LA CRONISTA DE LA FAMILIA.
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lama la atención que, en medio de la pobreza de Centro Habana, transitan o se estacionan aparatosas camionetas o lujosos automóviles. “Son los nuevos ricos, aquí hay una franja de empresarios cubanos o gente con influencias que gana mucho dinero, pero la gran mayoría vivimos con muchas limitaciones. La gente viene a ver los cambios, pero nosotros no los vemos”, comenta Eneida, la despachadora de guarapo ante la mirada atenta del hombre que pasa la caña de azúcar por el trapiche y las voces de los clientes en fila. Los de fuera pagamos en cuc (moneda de cambio más o menos a la par del euro), los cubanos en pesos. De un Volvo bastante nuevo, botella termo en la mano, desciende un personaje con ropa de marca y cadena color oro al cuello. Pregunta quién es el último de la cola y pide disculpas por algo que me parece nadie entiende, pero va directamente con Eneida, quien le llena el recipiente con una sonrisa boba. Ni una sola protesta ante la desfachatez del tipo que regresa a repetir la dosis sin formarse. El barrio del Vedado es otra cosa, con sus casas de clase media, sus anchas calles, sus bulevares y la exuberante vegetación que se amalgama a una agradable arquitec tura moderna con aires cosmopolitas. Josefina de Diego, hija de Eliseo Diego y hermana de Constante de Diego o Rapi Diego, y melliza de Eliseo Alberto de Diego o Lichi Diego, me espera ya en la puerta principal del edificio donde vivieron sus padres los últimos años. “Su biblioteca está como la dejó”, me dice apenas cruzamos la puerta del departamento que nos conduce de inmediato a ese espacio en la planta baja con ventanas hacia la calle, por donde se deja sentir de manera intermitente el ruido de los autos, buses y camiones que pasan por allí.
No obstante, domina una atmósfera apacible. Josefina me invita a fisgonear mientras prepara un té. Domina la escena una caricatura de Eliseo Diego –hecha por su hijo–, vestido de pirata, con parche al ojo y pipa humeante, sobre la cubierta de un viejo barco de madera. “Mi padre decía que Rapi, cuyo nombre era Constante, por mi abuelo, venido de Asturias, era la contradicción de su nombre. No estudió ninguna carrera. Pero mira lo que son las cosas, fue un gran dibujante autodidacta, como mi abuelo, que teniendo una educación muy básica llegó a escribir poesía y una novela, Gesto de hidalgo, pues amaba los libros”, afirma Josefina mientras se sienta con la taza de té junto al cartel que le acaba de enviar de México Isa belle Marmasse, viuda de Rapi, con el anuncio: “Homenaje a los hermanos Diego”. Josefina estudió dos años de literatura inglesa y se tituló como economista, fue militante del Partido Comunista Cubano y hoy traduce obras literarias del inglés y dicta conferencias sobre su familia, en la cual se incluyen figuras notables de la intelectualidad cubana, como su tía Fina García Marruz –Premio Reina Sofía, Premio García Lorca y Premio Pablo Neruda–, hermana de su madre Bella, y esposa de Cintio Vitier –Premio Juan Rulfo 2002. “Yo me crie en una familia de músicos, de escritores –abunda Josefina, también conocida por sus amigos y su familia como Fefé–. Vivíamos en una quinta retirada de la ciudad, en Arroyo Naranjo, a donde iban los amigos de mis padres. Recuerdo la presencia de Lezama Lima, del padre Gastélum. Puede pensarse que eran tertulias muy intelectuales, pesadas, pero en realidad eran reuniones muy divertidas en las que se contaban chistes, historias, se hablaba un poco de todo, se bebía cerveza, se comía y se escuchaba música. Mi abuela, la madre de Fina y Bella,
Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo G utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uis T ovar , Edición: F rancisco T orres C ó r d o va , A l e y d a A g u i r r e R o d r í g u e z y R i c a r d o Y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n c i sc o G a r c í a N o r i e g a , Diseño de portada y dossier: M arga P eña , Diseño de Columnas: J uan G abriel P uga , Relaciones públicas: V erónica S ilva ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: A le jandro P avón , Publicidad: E va V argas y R ubén H inojosa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: La Isla y sus tintes Por las calles de la Habana vieja Foto de Carlos Ramos Mamahua/ La Jornada
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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familia Diego de Cuba era pianista, mi madre también, y mis primos hermanos, hijos de Cintio y Fina son compositores, uno toca el piano y otro la guitarra.” Recuerda que Lichi, narrador y guionista, compartió con Rapi, artista gráfico y guionista, su afición por el cine y trabajaron juntos en varias películas. Ambos
se trasladaron a México en los años noventa, invitados por García Márquez para colaborar con él en el cine. Eliseo Diego falleció en México, en marzo de 1994, luego de recibir el Premio Juan Rulfo en diciembre de 1993. Sus hijos murieron también en Ciudad de México. Rapi, en enero de 2006, y Eliseo Alberto, Lichi, en julio de 2011. –¿Qué representa para ti ser parte de una familia de intelectuales católicos fervientes en una sociedad y en una revolución como las de Cuba? –Tuve una formación católica de niña, pero en la adolescencia tomé distancia de esa educación, digamos de la práctica religiosa. Pero mis padres y mis tíos sí mantuvieron una fidelidad a su fe cristiana, en momentos en que el Estado declaró una revolución socialista y atea. Pienso que son excesos de estos movimientos sociales y políticos, pues nada tiene que ver un cambio de las relaciones entre los hombres y los medios de producción con sus creencias religiosas. Pero esto fue así. Recuerdo una charla entre papá y un amigo, un comunista de la vieja guardia, muy culto y exquisito, que concluyó la discusión entre risas diciéndole, mire Eliseo, las diferencias entre usted y yo, socialmente hablando, no son del más acá, sino del más allá.
Eliseo Diego y Bella García-Marruz Fuente: ecured.cu/ Dominio público
–Cuando ocurrió el secuestro de una lancha y concluyó con el fusilamiento de los chicos que lo hicie-
ron para huir de la isla, Cintio Vitier me dijo que al régimen cubano se le enjuiciaría en la historia por sus errores, pero no por horrores cometidos. ¿Qué opinas? –Tengo divergencias con mi tío. Y particularmente en ese caso, porque esos muchachos no debieron ser fusilados. Ellos raptaron una lancha, pero no hirieron a nadie, no mataron a nadie y finalmente se entregaron. Les hicieron un juicio sumarísimo y en 15 días los fusilaron. Fue un exceso grave. Era 2003, muy cerca de la Cuaresma. Lo discutí con mis tíos y para ellos fue una carga moral. Se lo explicaron así, como un error y no como un horror. Creo que ellos, mis tíos, se lo argumentaron así desde el fondo de su corazón, pero les pesó mucho, también por el significado cristiano de esas fechas. –Tu hermano no tuvo esa misma consideración, quizás porque ya vivía fuera de la isla o porque en realidad se planteaba ya una actitud más crítica y frontal ante el régimen, sobre todo con la aparición de Informe contra mí mismo, en 1997, que estaba escrito ya desde 1978. –Ese libro es aún, en estos momentos, un tema muy conflictivo y difícil. Fue un libro que circuló de mano en mano, reproducido en máquina o en computa doras. Todavía hay taxistas, por ejemplo, que me lo comentan cuando descubren quién soy. Es una publi-
JulioTravieso:
proyectos de felicidad ES AUTOR DE LIBROS COMO LLUEVE SOBRE LA HABANA Y EL POLVO Y EL ORO.
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an pasado ya muchos años desde que el Lada ruso de Julio Travieso llegara a La Habana en pleno período especial, justo cuando los barcos de la exUnión Soviética abandonaban la isla poniendo distancia entre el régimen castrista y el gobierno de Boris Yeltsin. La población cubana quedó entonces en el desamparo económico y el consecuente desabasto, el Periodo Especial o “embargo comercial” impuesto por Estados Unidos. Ahora mismo la batería del Lada se agota y no hay recambios en el país, pero la gente se las arregla para reparar lo reparable o para conseguir alguna pieza que sustituya de manera chapucera a otra. Ante la reciente visita del presidente Obama y la del papa Francisco, el escritor Julio Travieso (La Habana, 1940) reflexiona sobre el interés de los jefes de Estado por este bastión tropical, donde la sociedad
Periodistas toman fotos de el nuevo Audi Q2 en la Plaza de la Revolución en La Habana, Cuba, 29 de mayo de 2016. Foto: AP/ Ramón Espinosa
espera cambios, sobre todo económicos, pero la mayoría dice: “No se ven por ningún lado aún.” Obama sólo dejó sentencias como: “He venido a enterrar el último vestigio de la Guerra fría en las Américas”, y una nube de polvo tras su paso, como en el filme de Luis García Berlanga Bienvenido Mister Marshall. De ese período especial aparecieron dos libros de Julio Travieso, uno de cuentos, A lo lejos volaba una gaviota, y la novela Llueve sobre La Habana, que fue publicada en Cuba en el 2004 y en el 2009 en España, traducida además a varios idiomas; luego entraría en litigio con el español José Luis Muñoz, quien publicó una novela con idéntico título e “igual temática y múltiples similitudes de contenido”, en el 2011. Fue un período muy atractivo no sólo para el turismo sexual de Europa, de Canadá y de América Latina, sino también para los escritores que buscaban el exotismo de
esa realidad transida de carencias y de urgencias básicas. Las historias de Julio hablan de esa época, durante la cual él mismo buscó la sobrevivencia en otros países como México. A lo lejos volaba una gaviota es justamente un libro en donde concurren las experiencias habaneras y chilangas, desde “Comprar el ron o leer a Bajtín” y “Hablar con La Habana” o “Dinero para La Habana”. Narra allí la desesperación de los cubanos en el exdf buscando teléfonos “descompuestos” para comunicarse gratis con sus familiares o hallar medios para enviar dólares desde la capital mexicana. Ya antes Travieso había recibido el Premio Mazatlán por su más reconocida novela, El polvo y el oro, con traducciones a idiomas dominantes y poco conven cionales. Una obra que nos narra la historia de Cuba desde el trasiego de barcos negreros, la llegada de miles de españoles en busca de fortuna fácil, el sin sigue
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quier extranjero. Dejó de venir algunos años. No obstante, luego de un accidente grave de mi madre, que ya padecía demencia senil, él pudo viajar cuantas veces quiso, con algunas restricciones, desde luego, pero nunca le negaron el ingreso al país. Mi hermano estaba consciente de las consecuencias de ese libro, no solamente entre los cubanos, sino en otros medios his panoamericanos, pero tenía la obligación ética de expresar lo que pensaba de nuestra realidad.
Eliseo Diego. Fuente: cubanet.org
cación que dice muchas verdades incómodas. Amigos míos han llorado y han confesado que es una obra que les duele, que les hace daño porque desnuda la realidad desde una perspectiva que no deja de reconocer el lado amable del sistema, que lo tiene, pero exhibe también sus errores y sus horrores. Es un libro que habla desde el desencanto, desde la tristeza. Sólo cuando se quiere mucho se pueden escribir esas cosas. Mi hermano sufrió cada línea de ese libro. Lo sé porque me unió a él una complicidad de jimagua, de cuates o gemelos dicen en México. Un periodista le preguntó un día, queriendo una respuesta definitiva. Eliseo, en resumen ¿usted está a favor o en contra?, y mi hermano respondió, yo estoy a favor del derecho de estar en contra. Y sí, sé que también camino por la cuerda floja, porque suscribo línea por línea ese libro. –¿Cómo fue tratada la familia Diego después de esa publicación? –A él le retiraron su estatus migratorio y le notificaron que para entrar a Cuba debía pedir visa, como cual-
cretismo religioso y cultural, el mestizaje, la independencia, la dictadura, la Revolución y finalmente la aparición de brotes de inconformidad ante el proceso revolucionario. Julio no goza del éxito internacional de un autor como Leonardo Padura, que ha pegado un jonrón con su novela El hombre que amaba los perros, aunque ya traía un buen paso con su saga del detective Mario Conde, pero El polvo y el oro es también una novela histórica de gran aliento que desemboca en el conflicto del acoso exterior y las fallas internas. La novela coloca ante el muro de fusilamiento a un disidente que representa el desencanto y el callejón sin salida. Una historia en la que transcurren y se mezclan la santería y la lucha por el poder, el dinero, las causas revolucionarias, la diferencias de clase y de raza, la utopía, sus triunfos y derrotas. Julio Travieso está convencido de que su Lada aún podría ser útil varios años si encontrara refacciones, pero la realidad, sentencia, es que no hay ni siquiera, por ejemplo, baterías. Teme que el auto deje de funcionar por esa causa en cualquier momento y en cualquier sitio. “¿Sabes lo que eso significa en una ciudad tan extendida? Pagar una grúa que, además del elevado costo para un cubano, representa quedar varado en la impotencia”, exclama con tono mesurado. No obstante se atreve a ir en coche con sus amigos mexicanos a algunos sitios de interés turístico. Un policía lo detiene y luego de revisar sus documentos le pregunta si no está haciendo las veces de taxi. Con displicencia, don-
–¿Hubo alguna reacción oficial ante ese libro que perjudicara la imagen de tu padre o de tus tíos? Deduzco que Informe contra mí mismo estaba, si no prohibido, si limitada su circulación en la isla. –Por suerte no, ninguna. Cuando hubo problemas del gobierno cubano con la Iglesia católica, mi padre y mis tíos fueron respetuosos de esa relación, pero nunca renunciaron a manifestarse como creyentes y como practicantes. Tampoco sufrieron represalias por ello. El libro apareció cuando mi padre ya había muerto, pero él sabía de la existencia de dicha obra. Luego del escándalo editorial, algunas personas me esquivaban en la calle, pero nunca sufrí hostilidades por la parte oficial. –¿Cómo fue la relación de ustedes, hijos, con una figura tan notable como la de tu padre y la de tus tíos, miembros principales del grupo Orígenes? Mi padre era una personalidad muy importante en el ámbito cultural cubano, pero al mismo tiempo era una buena persona, un hombre cálido. Mis tíos también. Ellos son las personas más nobles, más bondadosas, más justas, más auténticas y coherentes que he conocido. Papá era en verdad muy bueno, muy divertido, jugaba mucho con nosotros. Rapi le hacía muchas caricaturas irreverentes y él se moría de la risa, como ésa
de se lee incomodidad, Travieso le explica que es es critor, que ha vivido en el extranjero y sólo está atendiendo a sus visitas. Al fondo, desde El Morro, un ocaso naranja y carmesí ilumina la escena. Con su novela Yo soy el enviado, publicada en México por Plaza y Janés, 2010, apuesta a una especie de thriller histórico sobre el mal; éste encuentra su máxima expresión en los días que corren y se centra en los femini-
donde aparece de pirata, la que se usó en la fil de Guadalajara cuando recibió el Premio Juan Rulfo. Mis padres eran sumamente delicados, muy respetuosos de lo que nosotros éramos, pensábamos, decidíamos. Papá era muy bromista y creo que el teatro y el cine perdieron a un gran actor. Aún recuerdo cuando lo venían a ver algunos jóvenes mexicanos, como Dieguito García Elío, se escuchaban las carcajadas en toda la casa. Al mismo tiempo era un hombre melancólico que se refugiaba en su religión. Lichi heredó ese temperamento, iba de la alegría a la depresión con cierta facilidad. –¿Estás decidida a convertirte en la cronista de la familia Diego? –Sí, he preparado ya dos conferencias con fotografías e imágenes diversas para hablar de mi familia. He logrado, por ejemplo, que se incluya a mi madre y a mi abuelita en la tercera edición de Mujeres músicas cubanas; ellas no habían figurado por razones desconocidas, pero merecían estar allí. –Y el futuro, ¿cómo lo ves? –La situación en nuestro país es difícil de pronosticar y de imaginar. La apertura con Estados Unidos puede provocar mejoras económicas, pero no las vemos aún ni las veremos pronto. No obstante, en el plano de la cultura, de los valores, ahora que el mundo está tan deteriorado en esas esferas, tenemos fuertes raíces, principios que harán sobrevivir lo mejor del pueblo cubano, su solidaridad, su noción y respeto del otro, su herencia musical, literaria. No podemos negar que haya robos, crímenes, incluso corrupción, que se denuncia hasta en la tele, pero esos males sociales son insignificantes comparados con el nivel de inseguridad, de violencia, de miedo, de tragedias que se viven en países vecinos, como sucede desafortunadamente en México
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cidios y otros síntomas de la violencia y la descomposición social en México. Ahrimán, dios del mal, pretende imponer la destrucción como forma de purificar y transformar el mundo. El trasunto de la realidad se manifiesta una vez más en pensamiento religioso, en el mito, y en la historia; Julio asume la exigencia de una investigación rigurosa en los asuntos que motivan sus relatos. Sus conocimientos sobre la santería recrean el pensamiento mágico religioso de la tradición yoruba con el sincretismo practicante dentro de una sociedad católica y atea, que incluye a otros países de América Latina. Lo mismo sucede en Yo soy el enviado con desplazamientos transmigratorios en Rusia, Est ados Unidos y México, particularmente en Ciudad Juárez, para situar la encomienda maligna. Y la saga continúa. En su novela más reciente, que verá pronto la luz en Cuba, El cuaderno de los disparates, un loco viaja a México en busca de la Santa Muerte para encontrar proyectos de la felicidad humana. ¿Un homenaje a Cervantes en sus cuatrocientos años luctuosos y los delirios de don Quijote? Los proyectos de la felicidad han concluido en los disparates o en los sueños de Goya, alerta Travieso, pero agrega, mi loco no busca la felicidad en la armonía, sino en la violencia justiciera. Con todo, el humor caricaturiza la realidad. “Como tener un viejo Lada y no encontrar una batería tras la visita del Papa y de Obama.” J.A. LEYVA
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Taxis en La Habana, al fondo una réplica de el Capitolio de EU. Foto: Carlos Ramos Mamahua/ La Jornada
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Crepúsculo Iris Dávila *
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staba en medio de la plazoleta. Las otras quedaban imprecisas, opacas, se y apareciendo, displicentes, pacíficas, inofensivas. Pronto continuaron el viaje. inmersas en una niebla densa y undosa. Se perfilaba gallarda, estable, Un suspiro de alivio distendió los nervios de la mujer . No, nada ni nadie osaría recia, ella , una sola. Era una columna de granito y mármol rosa, jaspeadañar la maravilla augusta. da de jade, lapizlázuli y ónix. Emergía de la tierra, de su tierra, sin pedesHabía un banco a escasos dos metros y lo ocupó. Serena, seráfica, detalló el tal visible, como un tronco de muy vigorosas raíces ocultas. Alta, esbelfuste magnífico, de una tersura juvenil con morbidez de Venus e irisaciones de ta, gentil y severa, delicada y sólida, con el capitel endrino profuso de hojas, gema, y al alzar las pupilas notó que las hojas, palmillas, flores y volutas transforpalmillas, flores y volutas. Ni dórica, ni jónica, ni corintia, ni etrusca, y todas en una. mábanse en una cabeza humana. No era raro. Capiteles similares hubo, quizá aún Prodigioso injerto de estilos, obra de siglos y generaciones. Singular columna, quedarían vestigios, en el templo de Dendera a orillas del Nilo y en las cornisas de ella , la irreprochable, predominando en un panorama urbano de edificios par monumentos romanos. Capiteles como cabezas humanas... duscos y casas herméticas. Predominando, predominando... Folios sueltos de libros de arte le bailaron en la memoria y desaparecieron en Así la percibió la mujer en aquel crepúsculo extraño que sucedió a la espiral ascendente, mientras la figura de allá arriba adoptaba los rasgos tarde tormentosa. Crepúsculo por momentos de una luminoside Juno, y la divina diosa protectora de la mujer y el matrimonio dad grisácea, por momentos rutilante de escarlatas. le sonreía. Inefable sonrisa, íntima, confidencial, a la cual La contempló en el colmo del arrobamiento, sarespondió de modo idéntico, coincidente, como antisfecha de haberse detenido a respirar al borde te un espejo. de un contén después de su fructífera y denoLa brisa, impregnada de fragancias vege dada carrera de cincuenta y tantos años tales, propiciaba el sosiego y el diálogo. No por la vida. Ahora, cuando ya la minaban hizo falta el diálogo. Bastó el monólogo, mil pequeñas fatigas, en este minuto porque Juno y ella tenían una historia de buscar calma y aliento, descubría común y hablaban el mismo lenguaje. y comprobaba inesperadamente la En la fusión del crepúsculo y la belleza, la energía, la paz y el equinoche cubrieron el cielo millares de librio incólumes. lentejuelas. Un centelleo de esSobre el asfalto resbaloso trellas gigantes y cometas de cruzaban como torpedos autos, fúlgidas y largas cabelleras creómnibus, camiones, bicicletas, ció por el poniente. El exceso de rozándole el vestido. Un tropel luz avivó en la quimera destede transeúntes recorría las acellos locos y angustiosos reclaras en distintas direcciones, y mos sonoros. Fue entonces grupos febriles se aglomeraban cuando la mujer vio arañas, avisen las esquinas para escuchar la pas, ratones, pájaros carpinteros, oratoria de curas, adventistas, alacranes y murciélagos adueñardamas benefactoras, rameras ense de la columna, atacarla, herirla, galanadas, demagogos y anuncia embarrarla de excretas, ensañarse dores de radio y circo parapetados en en ella. En el ápice del espanto, incortribunas de carnaval. Con los niños en porándose, lanzó el chal y montones de brazos y los maridos al lado, las hijas de piedras a los destructores inmundos. Huyela mujer , por allá lejos, al resguardo de los ron al fin en turbio remolino, y por las huellas portales, cantaban, abstraídas, dulces canciones palpables de la decadencia femenina rodaron las lágrimas de la mujer confundidas con el llanto de de cuna. Tiendas y oficinas abrían y cerraban chirrianlos ojos huecos del capitel. Y ya no hubo tregua, ni aliento, tes puertas rotatorias. En el parque contiguo un cónclave Parque de la Fraternidad, Habana, Cuba ni esperanza. Se desató enseguida una iracunda tempestad de rede burócratas, coreando salmos, trazaba en el cemento círculos lámpagos, y por una quebradura del firmamento asomaron peñascos de placoncéntricos. Reía a carcajadas la jefa de un negociado que, provista de enormes netoides y meteoritos con brillo de diamantes y resplandor de incendio. De allí bolas de estambre, tejía abrigos, bufandas y estolas de intrigas. Subían como cacayeron saetas de cuarzo y de pirita en implacable descarga de rayos contra ambos maleones los trepadores de los postes de la electricidad, zafaban y encajaban cuerpos abrazados, sintetizados, unívocos. El de la columna se llenó de estrías, el lámparas de neón, provocaban chisporroteos y estampidos, y subsistían aferrados de carne se llenó de arrugas. Un solo grito y un solo sollozo, sin eco, acompañaron sujetos por los garfios. Aquella vorágine también la percibía pero ajena, desasida, el desplome. Al peso de las ruinas tembló apenas la tierra. Llovía. remota, como un tenue hervor de extramuros. Lo ingrato y habitual perdía rea“Hoy al amanecer apareció el cadáver de una anciana al pie de un árbol calcilidad frente al milagro puro de la columna hermosa, la inconmovible, la perenne, nado del Parque de la Fraternidad. No ha sido identificada”, dijo el periódico la vencedora de tumultos e inclemencias. Bramaron truenos en lontananza. Y la columna osciló. ¿Oscilaba? Temerosa de *IRIS DÁVILA (Güines, 1918-Ciudad de La Habana, 2008). Narradora, periodista y escrila estabilidad del objeto de su embeleso y de la suya propia, la mujer se restregó tora de radio y televisión. Publicó el volumen de cuentos Intimidades (Instituto Cubano los párpados. No, no oscilaba. Erecta desafiaba lo por venir. del Libro,1999) y la antología de artículos Delirio de periodista (Ediciones Unión, 2007). Aletearon gaviotas en torno al capitel. ¿Serían capaces de posarse y lesionar la Fue una de las pioneras de la escritura de género en Cuba y estudiosa del fenómeno de majestad impoluta? Quiso espantarlas y acortó el espacio separador, pero no allas telenovelas. A su pluma se deben exitosas obras audiovisuales. canzaba ni siquiera a amagarlas con el chal. Volaban entre nimbos, escondiéndo-
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El vasto universo del
cuento
Gustavo Ogarrio * LAS MUJERES HAN SIDO EXCLUIDAS DE LOS COMPENDIOS NARRATIVOS.
los años, la noción de permanencia estética –de perdu rabilidad artística, digamos– va siendo renovada, o más bien bruñida, en un proceso de contrastaciones naturales.
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ujante a finales del siglo xix , la literatura cubana llegó huérfana al xx . Las prema turas muertes de José Martí, Julián del Casal y de algunos de sus más notables sucesores, así como la dramática situación política del país, frustraron el ímpetu de que había gozado pocos años antes”: con esta idea abre Jorge Fornet su prólogo a la antología Cuento cubano del siglo xx ( fce , 2002) y señala que el primer cuentista cubano moderno, Esteban Borrero Echeverría, escribió también el primer relato que da cuenta de las frustraciones de la nación caribeña ante la emergencia colonizadora de Estados Unidos en 1902, cuando proclamada la República de Cuba, el gobierno estadunidense le impuso la Enmienda Platt: el “derecho” a intervenir en la isla. Este cuento se titula “El ciervo encantado” (1905) y, según el mismo Fornet, inauguró “un estado de ánimo” en la narrativa de la isla: “resumió el sentimiento de impotencia de una generación que vio esfumarse el sueño independentista”. Si bien “El ciervo encantado” al que persiguen los isleños de Borrero es una clara alegoría de Estados Unidos, la isla de Nauja, el lugar evocado “hace más de veinte mil años” en la narración, es también muy fácil de identificar con Cuba; el cuento cierra con una insólita fábula sobre el colonialismo: Todavía hay quien dice que los habitantes autóctonos de aquella isla no pertenecían a nuestra especie, sino que eran, sencillamente, yahous, extraños seres antropoides de que habla en la narración de sus viajes Gulliver, y a quienes vio en el país, de los Houyhanhnms, sirviendo a éstos como esclavos: pero esa circunstancia, por ser tan vieja esta historia, no ha podido puntualizarse como al-
Vida cotidiana en La Habana, 25 de marzo 2016. Foto: Notimex/ Javier Lira
guno quisiera. Y, mejor es así, decimos nosotros: ¡siempre es consolador pensar que pudieron no haber sido hombres como nosotros los cubanos, por ejemplo, los cuasi fabulosos habitantes de Nauja, desatentados perseguidores del Ciervo Encantado!
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a historia del cuento cubano del siglo xx, marcado por esta orfandad con la que emprendería su propia formación artística, así como su modernidad republicana y después revolucionaria, debe a Carlos Montenegro y a Lino Novás Calvo cierta renovación vanguardista. En su versión de esta historia del cuento en Cuba, Alberto Garrandés (“La cuentística cubana del siglo xx ”, en Aires de luz. Cuentos cubanos del siglo xx , Editorial Letras Cubanas, 1998) sostiene que la arti culación posterior entre vanguardias y tradición, así como la “evolución” misma del género, va a estar sostenida por “cuatro vigas”: “ 1) el realismo rural imaginativo (Enrique Labrador Ruiz, Onelio Jorge Cardoso, Lino Novás, Dora Alonso y ciertos relatos de Montenegro, 2) el realismo urbano (Antonio Ortega, Guillermo Cabrera Infante, Calvert Casey, Humberto Arenal), 3) el realismo metafísico (Ezequiel Vieta, Virgilio Piñera, Esther Díaz Llanillo, César López y ciertos cuentos largos de Labrador Ruiz, 4) el realismo mitopoético (Alejo Carpienter, José Lezama Lima y algunos cuentos de Novás Calvo).” Sin duda, la mayor referencia política y cultural de la segunda mitad del siglo xx ha sido la Revolución cubana. Alberto Garrandés resume así la relación entre cuento y Revolución: A fines del decenio de los sesenta empieza a publicarse una cuentística propia de los asuntos y conflictos traídos por la Revolución. Resulta curioso cómo, con el paso de
Qué sobrevive de la llamada “cuentística de la violencia” y de la que, según Garrandés, hay muy pocos textos “salvables”? Los libros canónicos de cuento de esta época son: Los años duros (1966), de Jesús Díaz; Condenados de Condado (1968), de Norberto Fuentes; Tiempo de cambio (1969), de Manuel Cofiño; Los pasos en la hierba (1970), de Eduardo Heras León; Días de guerra (1967), de Julio Travieso; Escambray de sombras (1969), de Arturo Chinea; Ud. sí puede tener un Buick (1969), de Sergio Chaple, y Los perseguidos (1970, de Enrique Cirules). Los temas que marcan este período del cuento cubano en la isla serán: Playa Girón, la lucha contra bandidos, la Campaña de Alfabetización, la vida cotidiana en la isla, todos los cuales “ponen a prueba” la perdurabilidad artística del cuento. Al hablar del cuento cubano contemporáneo en 1993 (El submarino amarillo (Cuento cubano 1966-1991). Breve Antología, uneac / unam ), Leonardo Padura entiende esta tradición narrativa de la isla con la metáfora del péndulo: “La cuentística cubana va de la cumbre al abismo con la persistencia del péndulo.” En la interpretación de Padura, el cuento cubano de los años ochenta del siglo xx se va “elevando” para alcanzar una cima artística similar a la de las décadas de los años cuarenta o los sesenta.
EL GOZO DEL CIEMPIÉS DE LEZAMA
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no de los olvidos patriarcales a la hora de compendiar el cuento cubano del siglo xx ha sido precisamente el de las mujeres. Muchos de los cuentos de escritoras cubanas han encontrado en el espacio de la intimidad o de cierta subjetividad poética y en la literatura fantástica, dos de sus estrategias más eficaces. En 2002, Marilyn Bobes publica una antología titulada Cuentistas cubanas de hoy (Océano) en la que, parafraseando a la ensayista también cubana Nara Araujo, afirma: “Si la épica se asocia al hombre es porque lo masculino ha quedado identificado con la conquista, la actividad pública, la fuerza, el poder. Si el intimismo se identifica con lo femenino es porque el espacio de lo privado ha sido el ambiente natural de la mujer.” En su cuento “El abrevadero de los dinosaurios”, Daína Chaviano narra en un tono impersonal la reaparición de los dinosaurios, sobrevivientes a la guerra atómica, al hambre, al sida. Un “anciano algo excéntrico” es el nuevo descubridor de dinosaurios, en una narración que va de la génesis contemporánea de estos animales supuestamente prehistóricos, a su ubicación en tres zonas misteriosas; un relato con elementos de narración científica, histórica, que termina por transformarse en un cuento que oscila entre la ciencia ficción y la literatura fantástica. Otro par de cuentos llaman la atención por la fuerza fabuladora con la que experimentan expresiones que “van más allá de la lógica”: en “Crepúsculo”, Iris Dávila narra la contemplación estupefacta y epifánica que una mujer tiene de una colum-
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cubano na “gallarda”, “hermosa”, crepuscular; Esther Díaz Lla nillo escribe el cuento titulado “La tía”, un espejo aterrador de la vejez y de la encarnación de los años ajenos que se vuelven propios de la tía y su muerte duplicada en la narradora. Jean Franco ha señalado que la imagen actual de la Revolución cubana va pasando de la vanguardia revolucionaria a una nostalgia por los ideales perdidos. Ángel Guerra registra que la relación de Estados Unidos con Cuba ha mutado de la táctica del bloqueo a la “táctica de la seducción” capitalista. Lo cierto es que Cuba vive un momento de acercamiento y apertura hacia Estados Unidos, pero también de transición económica y política de suma importancia para toda nuestra América y para las posibilidades de una tercera independencia de los países latinoamericanos ante la “suave” amenaza del “Ciervo encantado”. La deuda de una economía plenamente próspera e igualitaria, así como la utopía de una resistencia política y económica al capitalismo, también conviven en la imagen que se debate sobre una nación cubana heterogénea y que enfrenta, a su manera, la actual encrucijada latinoamericana. La narrativa cubana contemporánea también es un enigma: ¿es posible que una segunda orfandad narrativa en Cuba esté esperando el movimiento pendular que produzca los primeros relatos sobre esta época de transición? La tradición literaria del siglo xx cubano es poderosa y sumamente diversa: va de los faros que guían los géneros literarios a la configuración de las herencias, tanto desde la misma isla como desde la disidencia. José Martí, Julián del Casal, Alejo Carpienter, Lezama Lima, Virgilio Piñera; así como Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, Severo Sarduy; sus escritoras más presentes y las más escondidas, el péndulo coral de géneros como el cuento, son la materia prima para fabular las modificaciones y el futuro de esa superstición llamada “canon de literatura nacional”. En la misma antología propuesta por Jorge Fornet, compilada junto con Carlos Espinosa Domínguez, se encuentra un criterio editorial que puede transformarse en la metáfora de una posible literatura cubana del siglo xxi : “reunir a escritores de la isla y de la diáspora, lograr que sus voces se entrelazaran o chocaran y que los lectores pudieran percibir el diálogo o el desacuerdo entre ellos”. O quizás, de modo más enigmático, con palabras del mismo Lezama Lima: “El gozo del ciempiés es la encrucijada.”
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*Ciudad de México. Narrador y ensayista, ha colaborado en La Gaceta del Fondo de Cultura Económica y en las revistas Archipiélago, Tierra Adentro, Crítica y Luvina, entre otras. Es maestro en Estudios Latinoamericanos (UNAM) y profesor de Literatura en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Compilador y coautor de La escritura invisible. Antología de narradores introvertidos (2006) y de Narrar el instante. Antología improbable:
Tomado del documental Sucede en Cuba de Vicente Luján
Latía Esther Díaz Lanillo *
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a tía tenía muchos años. Mirándola de perfil, con su nariz un tanto aguileña, los ojos adormecidos, el labio inferior sobresaliente, el mentón en punta y el cuerpo escuálido, su aspecto rememoraba levemente el de aquellas brujas de la Edad Media que solían pasearse por los bosques tenebrosos de las leyendas. Pero, vista de frente, la tía era simplemente un ángel desvalido, con sus bellas alas partidas bajo la lluvia de la madeja purísima de sus canas. Ambas visiones: la aterradora y la beatífica, eran la tía. Sentada en el sillón de seminválida, trasladándose a cortos pasos con la ayuda de alguien, rogando, pidiendo, exigiendo, imponiendo una imperiosa atención a todos, la tía sin nosotros no existía y nosotros, con ella, no podíamos existir. Sus agudas manos de titiritera nos manejaban como figuras frágiles, estremeciéndonos de un lado al otro de su escenario. Era el derecho respetable y respetado de su ferviente ancianidad. Su ritual de cada día, de cada noche, nos volvía simples acólitos sin más derecho que a esperar. Esperar ¿qué?: su voz, su mando, su ruego, su grito, su horror en la noche, cuando parece que ha llegado el momento de la muerte, su yacer dormida en medio de las sombras, con el huesudo rostro pálido, sereno; los dedos apretados como en una oración, la boca entreabierta, el ronquido estertóreo de la agonía próxima (¿viva?, ¿muerta?), en su lecho. Sin embargo, de día, ella se me aparece: la siento que se mueve ágilmente tras de mí; me vuelvo asustadiza al verla en la cocina: sus apagados ojos tratan de decir algo y su simple presencia es un grito de espanto en medio de la tarde. Pero es falso, la tía está en la sala, la veo sentada en su sillón rodeada de almohadones. Entonces me pregunto: “¿Cuál es este rostro que me mira?, ¿cuál de los dos rostros de la tía?” La tía ha muerto. La enterramos. Lloramos sobre su recuerdo, porque con la liberación llega la ausencia de la tía. La casa está llena de esa ausencia de sus cosas, de su cuerpo que aún parece encontrarse en los rincones habituales. Escondemos su ropa, desplazamos sus muebles. Nuestro alivio aún no puede reconocer esa piadosa ausencia que nos deja sin destino inmediato, desorientados, ¿vivos? Pero no estamos solos. Entonces lo presiento: allí, detrás de mí, en la cocina, ella me mira. Su cuerpo se me acerca, se funde con el mío. Sus manos tan agudas transparentan las mías. Su carne tan estéril se filtra entre mis carnes. Sus ojos ya pesan en mis ojos. La boca desdentada está en mi boca firme. Entonces lo comprendo: ya desde ahora y más aún mañana, cuando pasen los años, yo soy, seré, la tía
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políticas y poéticas de la crónica (2009). Es autor de La mirada de los estropeados (FCE, 2010), de Épicas menores
*Esther Díaz Llanillo (1934), narradora, cultiva la literatura fantástica y dos de sus libros
(UNAM/SCDF/EÓN, 2011) y de Breve historia de la tran-
de cuentos son: El castigo (1966) y Cuentos antes y después del sueño (1999).
sición y el olvido (UNAM, 2013).
Narrativa cubana actual :
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Ana Fernanda Aguilar Alatorre
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una mirada
LAS OBRAS DE AUTORES DIVERSOS DIALOGAN “CON SU ENTORNO POLÍTICO Y SOCIAL”.
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a literatura de un país siempre está dialogando con su entorno político y social. A raíz de la reanudación de las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, la isla se ha vuelto a “poner de moda” y, con ella, su literatura actual, que ya poco tiene que ver con el ideal del intelectual comprometido de los años sesenta. Este acontecimiento histórico constituye un parteaguas y es el producto de un largo proceso que inició con la disolución de la Unión Soviética (1989) y continuó con la profunda crisis económica (el famoso “Período especial”) que padeció el país caribeño al terminar la Guerra fría. Este proceso de desgaste económico fue registrado, desde fines de los años ochenta y principios de los noventa, por la primera generación de escritores nacidos y educados dentro del gobierno de la Revolución (es decir después de 1960); narradores y narradoras, llamados en un inicio los Novísimos, que conforman la tradición literaria cubana del incipiente siglo xxi . Como en todo intento de hacer un compendio de la literatura actual de un país, es preciso enfrentar la di ficultad de elegir sólo algunos ejemplos de una larga lista de autores que pueblan los registros de la uneac (Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba). Premios nacionales de cuento y novela, periodistas que publican regularmente en revistas, páginas electrónicas y periódicos locales, son susceptibles de ser tomados en cuenta. Una revisión exhaustiva de todos los autores del presente siglo abarcaría un libro completo, de manera que la siguiente sólo es una pequeña alusión a algunos escritores que tienen una amplia trayectoria, han aportado un quiebre importante a la literatura actual o han tenido una mayor difusión a nivel internacional. Cabe mencionar, sin embargo, que la mayoría de los escritores que actualmente publican en Cuba tiene alguna participación en medios electrónicos (páginas web o blogs, independientes y oficiales) donde dan a conocer su obra más reciente sin los líos y retrasos de la publicación física.
LA IRRUPCIÓN DE LOS NOVÍSIMOS
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l ambiente bajo el cual se formó esta nueva literatura cubana estuvo marcado por varios cambios, entre ellos las condiciones de ajuste de la “época oscura” (en la década de los setenta), cuando los escritores vivieron sus años educativos y hubo un reforzamiento de cierta censura de las instituciones. Posteriormente –y como pasa con todo conflicto que implica a más de una nación–, el desajuste en la política y la economía mundial que significó el fin de la Guerra fría repercutió en el frágil equilibrio social, político y
económico de la isla, provocando fenómenos que ayudarían a la apertura de las ideas y a la relajación cultural. En los años noventa, los escritores en ciernes fueron testigos de la crisis económica, un creciente cuestionamiento a los postulados políticos oficiales y la guerra de Angola. El cambio en la sensibilidad artística y cultural fue percibido por el gobierno, que comenzó a modificar las políticas editoriales con respecto a los contenidos de las obras que habrían de ser difundidas dentro del país. Así, en la década de 1990 empiezan a ganar los premios Casa de las Américas (la institución cultural más importante de la isla) novelas que algunos años atrás hubieran sido descartadas. La ruptura literaria de los Novísimos sigue alimentando a la literatura cubana actual; autores como Ena Lucía Portela, Pedro Juan Gutiérrez, Leonardo Padura, Antonio José Ponte, Wendy Guerra, Karla Suárez, Ronaldo Menéndez, Alberto Garrandés, Ana Lidia Vega, Ángel Santiesteban Prats, Alberto Garrido, Pedro de Jesús, Mylene Fernández, por sólo mencionar algunos, abrieron, cada uno desde su obra y su estilo particular, un diálogo con la tradición y una aguda crítica a los discursos políticos más desgastados. Un diálogo que se ha transferido a los primeros años del presente siglo y que se ha enriquecido con la narrativa y excelente crítica literaria de escritoras como Mar garita Mateo y Marilyn Bobes.
Otro factor importante, producto de la crisis económica, fue la paralización de la industria editorial, cuya falta de papel provocó que fuera casi imposible pu blicar alguna novela, pues los recursos disponibles se reservaron para los clásicos, premios nacionales y una que otra antología. En consecuencia, los escritores noveles acudieron al relato corto, el cuento, la crónica y el periodismo para dar a conocer su obra. Al mismo tiempo, el gobierno permitió a los escritores buscar con tratos editoriales con casas editoriales extranjeras, las cuales no tenían el menor interés en mantener un contenido ideológica y políticamente “correcto”. Aunado a esto, la importación de libros extranjeros permitió la entrada de las ideas del postmodernismo a la isla; un factor importante que dio a la estética de estos escritores un giro hacia el relativismo, la ironía, la parodia y un aparente nihilismo de los personajes. La sombra del caminante (2001), de Ena Lucía Portela, es paradigmática en este aspecto, pues a lo largo de la obra encontramos burlas y diálogos con todo tipo de discursos que transgreden los límites de la literatura, del género y de la norma, perceptible desde la presentación del personaje principal: Entre ellos, proyectos de ciudadanos prósperos, felices y muy patrióticos, futuros hombres nuevos por ahora igualiticos a sus congéneres de todas las épocas, se en-
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Fotos: Escenas habaneras. Fuente: commons.wikimedia.org/ dominio público
cuentra Lorenzo Lafita. Y, en su mismo espacio, también se encuentra Gabriela Mayo. No se trata de dos personas distintas, ni de una sola con doble personalidad, ni de la metamorfosis de Orlando, ni del misterio de una Trinidad donde el Padre y el Hijo se hubieran confabulado para expulsar a patadas al Espíritu Santo […]. Sólo están ahí, ambos.
La elección de los temas en la nueva literatura constituyó un acto rebelde en sí mismo, pues en los años noventa las obras comenzaron a problematizar ciertos aspectos de la sociedad cubana: sexualidad, homosexualidad, erotismo, daños psicológicos de los soldados en Angola, miseria, hambre, racismo, prostitutas, padrotes, locos, drogas, sida; es decir, el lumpen de esta sociedad sumida en la crisis. El retrato de Pedro de Jesús (Fomento, 1970) es icónico, pues inaugura en esta nueva era literaria el relato de temática gay con una fuerte carga homoerótica que tendría su equivalente femenino en Ena Lucía Portela. A todo esto habría que agregar la particularidad de las y los que, desde su obra, denuncian el machismo de la cultura cubana y ciertas prác ticas de violencia de género.
SER MUJER, ESCRITORA Y CUBANA
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sta denuncia ha provocado que la narrativa de mujeres haya cobrado fuerza en la última década. Escritoras como Portela (La Habana, 1972) y Wendy Guerra (La Habana, 1970), son referentes de esta nueva estética que transgrede el género en todas sus acepciones (sexual, literario y artístico). Así, entre referencias a la literatura y al cine, presencias musicales en el estilo y la recuperación de la cultura popular, de Cuba y el mundo, estas narradoras plasman a un sujeto marginal y fragmentado cubano (casi siempre mujeres) que lucha por sobrevivir en una sociedad que le es hostil económica, moral e ideológicamente. El hambre, la miseria, el racismo, la sexualidad, la violencia de género y la escritura de una voz excluida, son los temas de las novelas de Portela que, con una ironía destructora y un humor finísimo, dota a sus personajes tragicómicos de un profundo carácter universal. Las novelas de Guerra (Todos se van, 2006 y Negra, 2013) hacen énfasis en el discurso femenino que utiliza el
diario íntimo para plasmar las contradicciones de un ser en busca de una nueva identidad alejada de estereotipos: “No sé en qué momento permití que me quitaran todo y me dejaran sola, desnuda, con el Diario en una mano y un carmín en la otra, tratando de colorearme la boca de un rojo que parece demasiado subido para esta edad indefinida.” (Todos se van). Por otro lado Karla Suárez, cuya cuentística gana por knock out (“Un poema para Alicia”), retoma en La Habana año cero (2011, publicado sólo en francés y en portugués) la década de los noventa, época en donde sus personajes deben vivir una realidad cubana que se enfrenta, después de treinta años de relativa estabi lidad, a la apabullante presencia del dinero como fin único para la supervivencia: “Todo ocurrió en 1993, año cero en Cuba. El año de los apagones interminables, cuando La Habana se llenó de bicicletas y las despensas se quedaron vacías. No había de nada. Cero transporte. Cero carne. Cero esperanza.” La representación de la marginalidad como personaje y como espacio vivido es una de las constantes no sólo en la obra de Suárez, sino de toda esta generación de escritores. La Habana, la ciudad como espacio cerrado y más aislado que nunca con la crisis, es el escenario de casi todas las obras de la literatura cubana actual, que han dejado de ver a la capital como el centro de progreso técnico y educativo. En contraste, nos encontramos con una imagen de La Habana en ruinas, desgastada por la humedad, el tiempo, la falta de mantenimiento y su modificación paulatina para albergar a una población en crecimiento constante desde los años sesenta. Esta ciudad mítica para tantas generaciones de escritores “se crece hacia adentro, se torna densa, una colmena, un avispero” (Portela, Cien botellas en una pared, 2002), condición que representa con maestría Antonio José Ponte (uno de los escritores más importantes de los últimos años) en su cuento “El arte de hacer ruinas”. Con la representación del espacio como un texto, Ponte inserta su visión de la ciudad en ruinas en una tradición que pasa por las representantes habaneras de Alejo Carpentier y Guillermo Cabrera Infante. En esa ciudad fragmentada, la novela negra y el relato policial surgen como un género casi natural; Ronaldo Menéndez (La Habana, 1970) y Leonardo Padura (Mantilla, 1955) son dos de las figuras más importantes
de este tipo de relato. Aun cuando no forma parte de los Novísimos, Padura es un escritor que se ha convertido en referente de la literatura de habla hispana y ha sido premiado dentro y fuera de Cuba. Su novela El hombre que amaba a los perros (2009), basada en la vida de Ramón Mercader, asesino de Trotski, tiene la virtud de los inicios memorables al transcribir un fragmento de la declaración del criminal ante la policía me xicana: “Leandro Sánchez Salazar: ¿Él no estaba des confiado?/ Detenido: No. / l .s .s .: ¿No pensó que era un indefenso anciano y que usted estaba obrando con toda cobardía? / d .: Yo no pensaba nada. […] l . s . s .: Inmediatamente después de que le asestaste el golpe, ¿qué hizo este señor? / d.: Saltó como si se hubiera vuelto loco, dio un grito como de loco, el sonido de su grito es una cosa que recordaré toda la vida.”
LA TRADICIÓN DEL PORVENIR
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ucho se ha dicho que la literatura cubana lleva poco más de una década escribiendo el mismo tipo de texto, centrándose en las narraciones de temas escabrosos y dejando de lado la calidad literaria. La afirmación, como todo, tiene varias caras y, aun cuando sí se produzcan textos de poca calidad que encuentran una salida gracias a la demanda del mercado editorial español, que sigue pensando en la isla como el paraíso perdido de la música, el baile y la fiesta, existen obras de un gran valor estético y una profunda ética contenida en el aparente nihilismo de los personajes. Este nuevo canon literario dio cuenta de un proceso histórico de cambio. Con la reanudación de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, nos asomamos a una etapa distinta en la vida política y social cubana, cuyos escritores habrán de registrar con otros temas y problemáticas que formarán, dentro de unos años más, una nueva tradición literaria. Sólo el tiempo dirá si merece o no nuestra atención
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*ANA FERNANDA AGUILAR ALATORRE (Ciudad de México). Egresada del Colegio de Estudios Latinoamericanos de la unam, actualmente concluye la maestría en Letras Latinoa-
mericanas también en la unam. Ha participado en varios coloquios en el país y el extranjero, y la mayor parte de su trabajo está dedicado a la literatura cubana.
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LEER Los de abajo, Mariano Azuela, Fondo de Cultura Económica/ Universidad Autónoma Metropolitana/ El Colegio Nacional, México, 2015.
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En la línea de juego, Jorge Souza, La Otra/Ayuntamiento de Guadalajara, México, 2015.
EN LA LÍNEA DEL POEMA RICARDO VENEGAS
Es tarea de bibliómanos, bibliófilos y bibliotecólogos de toda suerte averiguar cuántas ediciones, reediciones y reimpresiones se han hecho de este clásico de la literatura nacional, cumbre indiscutible de la llamada novela de la Revolución, lectura obligada desde la educación secundaria –al menos para las generaciones hoy cincuentonas– e infaltable también para cualquier conocedor siquiera mediano de nuestra narrativa contemporánea. Con la edición y un estudio introductorio a cargo de Víctor Díaz Arciniega, el fce relanza el número 146 de su insigne colección Letras Mexicanas, en pasta dura, la historia del mítico Demetrio Macías.
La espera de las largas despedidas, Carlos Higuera, Editorial Círculo Rojo, España, 2015.
A Carlos Higuera no le tiembla la voz de la escritura para decir, en los cuentos que componen esta larga espera de las despedidas, cómo es la realidad de un aquí y un ahora traspasado de violencia, de crueldad y de pocas esperanzas que, no obstante, se empeñan en hallar –o en creer con fe pagana que ahí está– alguna luz al final de los días. Monografía del silencio en la que, a manera de regalo de Navidad, es posible oír el sonido de los ríos secos que se encuentran en el camino, en estos cuentos hay fuego pero también ceniza e Higuera describe la miseria pero al mismo tiempo la riqueza de éste que, más que uno, pareciera ser dos mundos raros. Traductor y poeta además de sólido narrador, Higuera sí es –como no lo son varios de los conspicuos promocionados por visibles y lo mismo al revés, pero sin mucho que sustente visibilidad y promoción– una de las voces jóvenes más atendibles en la literatura mexicana contemporánea, pero que lo diga mejor el lector de esta brevísima nota, luego de haber pasado por La espera…
visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
La poesía de Jorge Souza es un mapa por el cual se puede ir a través de un itinerario variopinto con registros a veces imperceptibles. El poeta nos lleva por el camino del padre, en el que aparecen voces refrenciales de poetas como Vicente Gervasi (Mi padre el inmigrante), el gran Jorge Manrique con las Coplas a la muerte de su padre, o bien, Algo sobre la muerte del mayor Sabines, del poeta chiapaneco del mismo apellido. A veces el reclamo al padre, una indagación universal que a todos nos atañe, se deslumbra en los versos de En la línea del juego. Desde el título, el autor deja en claro que el juego es también una apuesta, aquella en la que el sueño y la vigilia van comprometidos. El padre que oprime o libera se asoma en la voz de un Job de nuestro tiempo: “Si estas amargas olas golpean sobre la noche/ Y las oigo sentado en una roca, como un negro animal hipnotizado/ Si mi cuerpo es besado por los nocturnos peces/ Que pulen sus escamas en el brillo insensato de la luna/ Si vírgenes y bestias/ Intentan no encontrarse en laberintos, ¿Cuál es entonces/ Padre, el nombre de este juego?” El cine también es un leit motiv en la poesía de Souza; Terminator y Matrix, dos cintas de ciencia ficción que ya forman parte del imaginario colectivo, rememoran al cyborg de Blade Runner, que con el lenguaje de la poesía se despide del mundo que le dio origen: “He visto cosas que no creerías: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayosc brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia…” Lá máquina de hacer versos de Machado fragua en los poemas de Souza al exterminador; así, el argot del cine resulta en aleación con la poesía: “¿Qué escritura te rige, Terminator?/ ¿Y qué me rige a mí? ¿Qué me ha arrojado/ a este momento ahora, aquí, contigo/ mientras en el silencio tus lentes interiores y tus cámaras/ filman los movimientos de mi mano?” La ciudad y sus calles, el consuelo y el exterminio del tiempo con Mario Bross, el juego como principio bíblico, el Génesis como forma de refundar el mundo, la poesía como búsqueda y como instrumento de investigación emergen de esta voz: “Los sueños que persigo, Terminator, me distinguen de ti/ como un cangrejo aprende a distinguir su sombra, cuando el sol/ la ha estirado y la convierte en tierra.” Jorge Souza es poeta y ensayista. Estudió la licenciatura en filosofía y la maestría en lingüística en la Universidad de Guadalajara. Dirigió el diario Vallarta Opina (1982-1985) y el Diario de la Bahía (1986-1989) en Puerto Vallarta; el Tiempo de Jalisco
matutino (1990-1992), en Guadalajara y el diario Nayarit Opina (1994-1996), en Tepic, Nayarit. Fue editor en el diario Siglo 21 (1996-1997) en Guadalajara; jefe de cierre de Público hasta 2001 y editor de la sección internacional de Milenio hasta febrero de 2004. Desde entonces fue director de literatura de la Secretaría de Cultura de Jalisco y es investigador de la u de g . Ha publicado ensayos en cinco libros colectivos y más de mil artículos periodísticos sobre temas literarios en diarios y revistas de Jalisco. Obtuvo en dos ocasiones el Premio Nacional de Poesía Amado Nervo (1995 y 1998). Es premio Jalisco de Literatura • Gratitud, Oliver Sacks, Anagrama, México, 2016.
UN TRIBUTO A LA VIDA JUAN GERARDO SAMPEDRO
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n uno de sus más significativos ensayos, la escritora estadunidense Flannery O’Connor argumenta que es posible que muchos estén interesados en ser escritores pero no en escribir. Y agrega lo siguiente: no se tiene claro a veces lo que es una historia. Y una historia contiene un significado (Cfr. El negro artificial y otros escritos, Ed. Jus, México, 2005). Enfrentarse cara a cara a su propia historia, logra que Gratitud, de Oliver Sacks (Londres, 1933-Nueva York, 2015), se convierta en un texto memorable. En cuatro breves relatos el autor –neurólogo y escritor británico–, rinde un tributo al sufrimiento, a la naturaleza y a la ciencia médica. Sacks no se alejó nunca de sus dos grandes pasiones: la literatura y la ciencia. Se agregaría que tampoco se olvidó de viajar, de repensar el mundo, de la ciencia, de los viajes o de su afición por las motocicletas. Pero su principio único y definitivo fue el convertir los expedientes hospitalarios en extraordinarias obras literarias. Él lamentaba, y lo manifestaba obsesivamente, que se hubiera perdido esa tan humana costumbre de los trabajadores de la salud del siglo xix que consistía en escribir el testimonio de la enfermedad con la sabiduría de quien observa, interpreta y sabe contar una buena historia, como aconsejaba Flannery O’Connor. En o . Sacks el expediente médico es entonces la historia de una persona que ha padecido algún trastorno neurológico. Él fue constante colaborador de The New York Times y de The New York Review of Books. Productivo y En movimiento como lo fue, es imposible dar cuenta de sus títulos sin omitir uno que otro. Se podrían citar los ya clásicos El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (1987), Despertares (1988), Los ojos de la mente (2011) y Alucinaciones (2013). Gratitud es un volumen que reúne cuatro grandes momentos de su vida, un recuento de quien sabe que morirá al enterarse que se le ha complicado un melanoma en el ojo que había sido diagnosticado en 2005. Anotan Kate Edgar y Bill Hayes en el prefacio
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LEER
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que o . Sacks celebra “las delicias de la vejez sin cerrar los ojos ante la fragilidad del cuerpo y la mente que aquélla conlleva”. Entre lo conceptual y lo perceptivo (lo científico y lo literario) se desplazan los recursos de o . Sacks: en “Mercurio”, la correspondencia del elemento 80 y la edad cronológica. A los once años fue Sodio, explica. A los ochenta la historia es vivida, imposible de percibirlo cuando se es más joven. “De mi propia vida” es un texto sabio y deslumbrante: el diagnóstico de una metástasis en hígado y, como Hume, a escribir sin tregua una pequeña autobiografía: “He recibido mucho y he dado algo a cambio, He mantenido un diálogo con el mundo [...] el que mantienen los escritores y los lectores. “Mi tabla periódica” toca el tema del cerebro, el universo y la conciencia pero vuelve a la muerte: “afrontar la pérdida recurriendo a lo no humano”. Y aparece aquí la Gratitud por ver, en líneas de Milton, el cielo espolvoreado de astros. “Sabbat” es la descripción del ritual y el repaso de su vida casi monacal, solitaria pero satisfactoria. “Sacks deja a sus lectores con una extraordinaria sensación de paz y gratitud” (Heller McAlpin, The Washington Post) • México contemporáneo 1808-2014. Tomo 4. La cultura, Ricardo Pérez Montfort, Fondo de Cultura Económica/Fundación Mapfre/ El Colegio de México, México, 2015.
CULTURA E HISTORIA RICARDO GUZMÁN WOLFFER
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entro del amplio proyecto conmemorativo por los veinticuatro años de colaboración entre el fce y El Colegio de México, formado por varios tomos, el rubro Cultura establece premisas que se han buscado en México desde hace más de un siglo: la educación como una tabla de salvación, entre otras, para un país que en muchos aspectos parece que no logra despegar. Destaca el texto de la doctora María Luna Argudín, “Mexicanizar la cultura, una empresa civilizatoria, 1830-1860”. La premisa inicial del texto es recordar cómo había que construir no sólo un país con sus instituciones, sino también a los ciudadanos, al público del fenómeno cultural, entonces diversificado en periódicos y teatros, pasando por circos ambulantes y otras manifestaciones populares. Pero la premisa subsiste: de qué sirve tener un Premio Nobel de literatura, si millones de mexicanos no sólo no saben leer, ni leen los que saben, sino que las prioridades globales siguen dejando en segundo plano las necesidades culturales, ante la apremiante pobreza que oprime a decenas de millones de compatriotas. Si en el México decimonónico las manifestaciones culturales giraban sobre la liber-
tad individual y la identidad, en la postmodernidad del siglo xxi , donde el descrédito de las instituciones y su ineficacia para que las mayorías tengan las oportunidades mínimas para acceder a lo indispensable, estos temas parecen no ser la principal preocupación oficial. Como en 1830, hoy la educación rural se desarrolla a contracorriente. No hablemos de las dificultades magisteriales para insertarse en su función, por las reformas laboral-educativas: la condición de escuelas y útiles para los alumnos es tan baja que en muchos lugares estamos ante una educación inexistente. Como entonces, hoy es necesario modernizar la educación para hacerla eficaz. Ampliamente documentada, la doctora Luna establece la importancia de las artes escénicas y, entre muchos datos, nos recuerda que la primera ópera montada en México fue “El barbero de Sevilla”. Ineludibles los textos del coordinador Pérez Montfort, especialmente “Entre lo local y lo global. Logros y fracasos de la globalización en la cultura mexicana, 1960-2010” y “Auge y crisis del nacionalismo cultural mexicano, 1930-1960”, en los que hace un recuento de muchas disciplinas, con una profundidad bien planteada que permite una lectura ágil; de algún modo emparentado estilísticamente con la “Tragicomedia” de José Agustín, precisa nombres y actividades principales de esas décadas. Imposible abarcar todas las disciplinas con todos su actuantes, pero Pérez expone a los más representativos. Un texto magnífico para retomar la necesidad impostergable de colocar la cultura como una prioridad en este país. Una muestra de cómo la mirada del académico resulta necesaria, no sólo para recordar de dónde venimos, sino para establecer a dónde quisiéramos llegar •
Autobiografía, Alfonso Reyes, Fondo de Cultura Económica/ Cátedra Alfonso Reyes del Tecnológico de Monterrey/Fundación para las Letras Mexicanas.
México, 2016. Con prólogo a cargo de Alberto Enríquez Perea, este es el número 10 de la colección Capilla Alfonsina, originalmente coordinada por Carlos Fuentes, que la Cátedra del mismo nombre coedita con el fce y la flm, y es un definitivo infaltable en la biblioteca personal de cualquier mexicano –por lo menos y para empezar– que se diga o se quiera escritor, así como una delicia incomparable para los lectores en general. El formato de bolsillo y la impecable, limpia y funcional edición de este volumen son puntos a favor de la difusión de las letras de nuestro polígrafo mayor, poco y mal conocido por las generaciones recientes que oyen hablar de Alfonso Reyes como de un clásico, es decir y por desgracia, de alguien a quien todos mencionan pero casi nadie lee.
Cómo entrevistar a una estrella de rock y no morir en el intento. Crónicas, Fernando García, Jus, México, 2016.
Si hay algo en lo que el querido Juan Villoro está pareciéndose cada vez más al no menos querido –y siempre extrañado– Carlos Monsiváis, es en la autoría prolífica de prólogos a este y aquel libro, como se constata en esta colección de crónicasentrevistas del periodista argentino García, que ha reunido en un volumen dieciséis de los que seguramente han sido decenas y decenas de encuentros con “los monstruos”, como alude a ellos Villoro, entre los que se cuentan nada menos que Paul McCartney aunque sea de coche a coche, David Bowie, que pone a funcionar grabadoras que no andan, Ozzy Osbourne afectado de verborrea, Lou Reed afectado de todo lo contrario, Paul Stanley –vocalista y guitarrista de Kiss– en pose de superstar tomando té, Phil Collins reivindicando su temprana presencia en cierta película de Los Beatles, así como John Lydon –el otrora Johnny Rotten, frontman de Sex Pistols– ya domesticado pero creyendo que todavía no, más otros nueve que parecieran seleccionados como para cubrir un espectro sonoro que va de lo claramente outsider –dígase por ejemplo Los Ramones–, al más suave de los soft imaginable en una galería rocanrolera –y ahí Jon Bon Jovi. A García le importaba mucho, y muchas veces terminó siendo lo más importante, referir cómo tuvieron lugar los encuentros, y no tanto las preguntas que les hizo a sus entrevistados, las cuales, por más que constantemente insista en lo mucho que las preparaba, de tanto en tanto producen la sensación de haber podido ser formuladas por cualquier periodista suficientemente preparado y no por un verdadero especialista, un auténtico fanático del género musical, perseguidor tenaz y viejo conocedor que genera envidia. Sin embargo está lo otro, es decir, la capacidad para hacer de una entrevista –o de su ausencia, por ejemplo con McCartney– la crónica de un encuentro, ése sí envidiable, a partir de una clara capacidad para hacer del periodismo un ejercicio narrativo pleno.
@JornadaSemanal La Jornada Semanal
En nuestro próximo número
LITERATURA Y CULTURA DE ÉPOCA: los amores postmodernos jsemanal@jornada.com.mx
o n a z u p m Mario Ca
ARTE Y PENSAMIENTO ........
19 de junio de 2016 • Número 1111 • Jornada Semanal
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Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes
Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Crepuscular La mesa, crepuscular, como todo lo que me rodea, respira con un soplo del bosque natal. Muy leve; tengo que casi rozarla con la nariz para sentirlo. En unos días, como todo lo que veo en este cuarto, tan lleno de todo lo que fue llegando en la vida, la mesa dormirá con esa pesadez inanimada, desamparada y final con que duermen las cosas que no tienen ninguna mano que las acaricie, que han quedado abandonadas para siempre. Más le valdría que yo la entregara al hacha y al fuego. Pero no tengo tiempo. Lo que debo hacer es terminar la nota. Cada vez me cuesta más trabajo leer lo que escribo, porque van creciendo la niebla, la ceniza, la noche, pero... estoy tan cerca de terminar. Lo releo de memoria. Lo pensé tanto tiempo. Apenas unas líneas, unas palabras. No vale la pena que interrumpa lo que hago. Mis ojos palpan el espejo inútilmente, pues nunca será otro día. Estoy ya muerto. No estoy aquí. Más bien debo apresurarme, llegar al tiro final•
Rogelio Guedea rguedea@hotmail.com @rogelioguedea
AL VUELO Los muertos de Colima Si ponemos en fila a todos los que han asesinado en Colima en los últimos cuatro meses, sería suficiente para lindar toda la geografía del Estado, como si se tratara de una muralla o un contrafuerte. Si los colocáramos de costado a costado podrían servir como un puente que empezara en el puerto de Manzanillo y terminara justo antes de Tonila, lo que nos ahorraría unos cuantos incómodos retenes militares. Si los apiláramos, como apilamos los platos, asidas las manos unas a otras y los pies, sobrepasarían la altura del Nevado o, incluso, nos servirían de escalera para tocar una nube. Si lográramos hacerlos estar de pie por un instante a las afueras de Palacio de Gobierno, aun cuando se tambalearan como los ebrios o los niños que apenas empiezan a caminar, serían sin duda la mayor manifestación que ha tenido Colima en toda la historia de sus manifestaciones, huelgas o protestas. Con la muerte se puede hacer muchas cosas, por lo visto: murallas y contrafuertes, puentes, escaleras, huelgas y protestas. Tal vez por ello nadie haga nada ya por detenerla •
bitácora bifronte
Voz de la memoria
Björk y Ovidio: nostalgia del presente
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n día encontré un enorme libro enterrado en la tierra. Lo abrí pero todas las hojas estaban en blanco. Y, para mi sorpresa, comenzó a escribirse a sí mismo: Un día encontré un enorme libro enterrado en la tierra…” Con estas líneas comienza el conmovedor videoclip (dirigido por Michel Gondry) de la canción “Bachelorette” (escrita por Sjón e interpretada por Björk), en donde se narra la historia de una joven escritora que, al encontrar el libro que se escribe a sí mismo, se hace famosa de la noche a la mañana, sólo para experimentar cómo su vida se publica en un libro para luego ser representada en una obra de teatro dentro de otra obra de teatro (como en un juego de matrioshkas), siendo los personajes actores y espectadores a un mismo tiempo y generando una terrible angustia en los protagonistas, cuyas vidas caen en el escándalo público y en la desgracia personal, hasta que el libro comienza a borrase a sí mismo haciendo que la fama se disipe ante la indiferencia de las masas. ¿La historia nos suena conocida? ¿No habitamos ya un mundo virtual en el que somos protagonistas y espectadores de nuestra propia vida? ¿No son las redes sociales los espacios en el que nuestro ser se desdobla y busca desesperadamente la fama para después caer en el olvido? Las imágenes y las palabras que hoy producimos y consumimos en cantidades tóxicas rápidamente se disuelven en la corriente de lo pasajero. Todo sucede tan rápido que nos quedamos con sed y hambre del instante. Vivir online no es vivir en el ahora, como quieren hacernos creer los publicistas, es vivir en lo que ya pasó y en espera de lo que pasará, bajo los efectos de una eterna ansiedad. Ovidio, en sus Metamorfosis, dice que la Fama habita:“un lugar en medio del orbe entre las tierras y el mar y las regiones celestiales, los confines del triple mundo, desde donde se contempla siempre lo que existe, aunque esté ausente de estas regiones, y cualquier palabra penetra en los cóncavos oídos”. Y más adelante, nos dice que la mansión que ocupa la Fama “de noche y de día está abierta, toda está hecha de resonante bronce, toda ella resuena y trae voces y repite lo que oye. Dentro no hay ningún descanso y el silencio no está en ninguna parte.” Así, en el mundo actual, nuestro interés está centrado en todo lo que se dice y decimos (de nosotros y de los otros) mientras experiencias como la soledad, la quietud, la reflexión o la meditación nos parecen experiencias cada vez más distantes. Nostalgia del presente es el sentimiento que caracteriza a las personas que han encontrado en la virtualidad la manera de existir; quizá internet sea el libro que se escribe y se borra a sí mismo, como en el videoclip de Bachelorette, en donde nuestras vidas (íntimas y públicas) se exponen de manera superficial en la mansión que “de noche y de día está abierta”, para después perderse entre la confusión y el olvido •
Yorguís Kótsiras La historia de la imperceptible e inevitable decadencia humana narra Marcel Proust en su novela.
Manuales de literatura
Confinada la habitación Los muros cubiertos de corcho El piano cerrado Y una sobre otra amontonadas las sillas Se cubrieron con tela todos los espejos Para que no se vieran las grietas La memoria despeñándose en el tiempo Como una llave de agua en un pozo seco– El tiempo nuevo fluye en las ruedas del tiempo viejo Y Marcel lo busca como a un libro perdido Hay un aroma todos los días A ciruela seca asada en el horno– Todos los muros se cubrieron con corcho Para que se oiga más clara la voz de la memoria La chimenea encendida en invierno y verano Y bien cerradas las ventanas con cerrojo Para que no se oigan las voces de la calle Y se queden las viejas voces alegres Para que se oiga más clara la voz de la memoria. Yiorguís Kótsiras (Atenas 1921-1998) estudió leyes y ciencias políticas en la Universidad de Atenas. Notario de profesión, también tradujo poesía, teatro y novela, del francés, español e italiano (La divina comedia, de Dante) al griego moderno. Es autor de doce libros de poesía y recibió el Segundo Premio Estatal de Poesía (1958), el Premio Nacional (1975) y el Premio de la Academia de Atenas (1978). Sus poemas han sido traducidos al inglés, español, francés, alemán, húngaro, polaco, rumano, ruso y árabe. Véase La Jornada Semanal, núm. 987, 2/ ii /2014 Versión de Francisco Torres Córdova
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13 Jornada Semanal • Número 1111• 19 de junio de 2016
Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com
Flavio González Mello y el renacimiento del fantasma
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L HAMLET QUE ADAPTÓ y dirige Flavio González Mello con producción de la unam y que vive sus últimos momentos este fin de semana es, en parte, consecuencia de una larga, congruente y brillante carrera como investigador, dramaturgo y director. Y hombre político y de su tiempo (hay que ver el flamígero programa de mano). Discreto pero no tanto como para pasar inadvertido y dejar de proponer y lanzar de manera permanente desafíos a la ortodoxia, al mercado, a los historiadores de derecha, a los que representan el lado más caricaturesco del teatro. Este Hamlet es un desafío mayor en tanto ha disuelto las fronteras temporales de la obra que aparecen dislocadas y en un concurso narrativo que se aparta de la dramaturgia shakespeareana para colocarse en su aliento, en una relativización de los puntos de vista, de los lugares de anclaje de un texto que ha sido reescrito bajo un orden de la lengua equidistante al original pero profundamente cercano conceptualmente, y fiel a un legado de incertidumbre y misterio literarios. En el programa de mano Flavio González Mello dice que este texto fue escrito y adaptado al pie de las tablas y esa es justamente la estética que impera en este montaje de largo aliento que le debe mucho al cine, a la animación, al mundo de la ilustración y al conjunto de propuestas de riesgo y rigor que hacen del teatro un poderoso instrumento referencial sobre la relatividad de la verdad y el valor del juego. Al pie de las tablas se construye también este trabajo musical tan de largo aliento, no sé si tanto como para escucharlo completo en una tarde de libre albedrío, pero sí una música que es compañera justa de una construcción donde el trabajo en equipo no pasa de ninguna manera
LA OTRA ESCENA inadvertido y se puede ser un testigo imaginario de las directrices de Mario Marín del Río en la escenografía y el vestuario que sitúan la tragedia (¿será una tragedia?) bajo unas luces y claroscuros que elaboró Matías Gorlero en ese crédito que indica: iluminación. Imaginable también el talento de Amanda Schmelz gestando la travesura de aderezar personajes, bajo la figura llamada caracterización. Hamlet en el Foro Sor Juana. Cómo debe construir un universitario su teatro: desde la llaneza de un espacio vacío pero acotado, es una peripecia organizada espacialmente a partir de los niveles con que cuenta el Foro y que hacen que todos los objetos que pueblan ese escenario absoluto nos inoculen un sentido de itinerancia que posee un teatro portátil que en otro lugar dependerá de la pericia para desplegar entre cuatro paredes un espectáculo que se desarrolló en ese poliedro de concreto.
El trabajo actoral es de primer orden y muestra la complicidad, la empatía, el respeto hacia el director, hacia el texto y entre los propios colegas. María Isabel Benet tiene tras de sí ya varias obras que muestran lo lejos que puede llegar una actriz con esa experiencia y esa formación que va mucho más lejos que la que lega una escuela de actuación, por más académica que sea. El trabajo estupendo, nemotécnico, imaginativo, vital, inteligente corporal y espiritual de Pedro de Tavira Egurrola, quien es hijo de dos animales teatrales y muestra en escena lo que significa nacer en el corazón de un teatro. Sobre él hay muchas miradas de envidia tratando de encontrar con lupa los favores que le deben de acercar sus apellidos y ese linaje teatral al que pertenece. Por supuesto que nacer en el teatro deja con muy pocas opciones vocacionales. Aunque podríamos imaginar a Pedro de Tavira como un brillante científico mexicano en Ontario, la verdad es que le espera un largo camino de búsqueda y hallazgos. La naturalidad con la que el texto lo posee y él posee al texto son admirables y conmovedoras. Si bien ese imán que es el apellido De Tavira es poderoso, Flavio González no ha dejado el peso del texto en un solo actor, aunque ese actor represente a Hamlet. El director se adhiere a la posibilidad de que varios actores hagan varios papeles. No se trata de un problema de ahorrar en la producción, se trata de un rito teatral, el ritual más puro: intercambiar personajes que parecen equidistantes pero que están en la lógica de los intercambios que un actor puede sobrellevar sin confundirse porque son personajes o piezas hechas de un material semejante. El elenco es de gran diversidad formativa y de edad. Sería injusto no mencionar ese poder aglutinante de Jorge Ávalos, entre la farsa y la comedia. En fin, una lectura que sorprende por su originalidad y riesgo •
Alonso Arreola @LabAlonso
The Rolling Stones Exhibitionism
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ECTORA, LECTOR: NO IMPORTA si le gustan o no. Es lo de menos. No interesa si creció con su música, si alguno de sus discos o canciones le significan amores o desamores, si han sido banda sonora en la película vital. Tampoco pesa si los ha visto en concierto o no, si admira los bailes de Mick Jagger o si odia los guitarrazos de Keith Richards. Nada de eso importa cuando cruza la puerta de la galería Saatchi, en el Chelsea londinense, para conocer The Rolling Stones Exhibitionism, la imponente instalación con la que el grupo celebra sus cincuenta años de historia. Hablamos de un proyecto millonario –auspiciado por una compañía de mensajería–, que no escatimó en nada para mostrarnos la numeralia, la memorabilia, las entrañas del conjunto. Para conseguirlo, desde luego, los músicos se involucraron y ofrecieron su colaboración y parafernalia completa, gracias a lo cual se construyó una experiencia inigualable. Mick Jagger, Charlie Watts, Keith Richards, Bill Wyman y Brian Jones comenzaron su viaje musical y compartido a inicio de los años sesenta. Inspirados por el blues y el skifle estadunidenses, no les tomó muchos meses electrificarse para componer un grupo de canciones y formar una base de seguidores que llegaban al éxtasis con la personalidad que proyectaban sobre el escenario. Contraparte de los Beatles, los Stones supieron mantenerse vigentes, girando y grabando por medio siglo, incluso tras la muerte de Brian y la renuncia de Wyman (sustituidos por Ron Wood y Darryl Jones, respectivamente). Ello es razón de júbilo en Inglaterra y el mundo, pues son prueba de un sueño adolescente que se hizo realidad para madurar y crecer a escalas inmensurables.
BEMOL SOSTENIDO
Dicho esto, no caeremos en la tentación de describir nuestro recorrido por la Saatchi Gallery. Sólo haremos parada en puntos especiales, como las reconstruidas habitaciones de juventud, allí donde los ceniceros rebosantes, donde la basura acumulada en la cocina, donde el tiradero de ropa por la sala, donde la vieja tornamesa hace sonar a Buddy Guy... O como las vitrinas con sus diarios y cuadernos de notas con las primeras letras de canciones. O como el estudio de grabación, vuelto a erigir con los equipos y cintas originales, con las colecciones personales de guitarras, bajos y baterías. Lo más especial que vimos, empero, fue una gran mesa con audífonos integrados a pantallas táctiles. En ellas había iconos de diferentes canciones. Nada para sorprenderse hasta que elegíamos una y aparecían los controladores de cada instrumento y de la voz, lo que permitía escuchar temas famosos pero a gusto personal. Verbigracia: “Angie”, pero solo voz con batería, o solo bajo con una de las guitarras, o la voz con puro bajo, o la segunda guitarra contra la batería y ya… Un agasajo que permite conocer el estilo de cada músico de manera puntual. Llegamos entonces a la zona de vestuario. Allí nos reciben decenas de maniquíes intervenidos con mucha de la
ropa que sus Satánicas Majestades han usado en vivo, como lo muestran numerosos monitores colocados en forma aleatoria. En este espacio conviven, entre muchas otras, las creaciones de Mr. Fish, Hun On You y Granny Takes a Trip, marcas de diseñadores emblemáticos que han trabajado en los conceptos de cada gira, en las ocurrencias de quienes han sabido producir espectáculos masivos de vanguardia. Tanto así que, en otra habitación, vemos los planos de sus más ambiciosos escenarios. La mayoría fueron diseñados por el gran Mark Fisher y pueden apreciarse en modelos tridimensionales. Lo mismo sucede con los afiches y arte discográfico, cuyos originales se aprecian formando una colorida vorágine proveniente de incontables artistas y países. Para finalizar, but of course, nos hallamos tras bambalinas en una perfecta recreación del backstage. A lo lejos se escucha la masa transformada en grito, coro y aplauso. Un técnico nos da lentes para tercera dimensión y, trasponiendo las puertas, estamos en un foro virtual al “aire libre”, bajo el cielo estrellado. Suena entonces el inconfundible trazo melódico-rítmico de “Satisfaction” y los Rolling Stones se materializan inundando el entorno. No hay mejor manera de terminar la experiencia, pensamos cuando el techo se ilumina con la más nutrida pirotecnia. Por si fuera poco, la tienda de suvenires para esta exhibición ofrece productos (creados ex profeso) de las mayores marcas de ropa, joyería y accesorios ingleses, lo que reafirma el poder del grupo en la cultura pop y el imaginario colectivo. Claro, los precios son así de grandes también. Nos conformamos con el magnífico libro que da fe de la existencia y, ojalá, posible itinerancia de la exposición. (Y sí, lo admitimos: ahora nos gustan un poco más los Rolling Stones.) Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
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tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch
El coco de Papillon
Homofobia
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UANDO TENÍA DIEZ AÑOS leí Papillon, de Henri Chárriere, esa novelesca autobiografía que fue para mí una mezcla del Conde de Montecristo, Robinson Crusoe y Los muros del agua. Mis padres lo compraron apenas salió y lo leyeron. Luego, comentaron cosas espeluznantes y atractivas en la mesa (entre ellos, no conmigo) y lo acomodaron en el librero. Más tardaron ellos en guardarlo que yo en agarrarlo y llevármelo en la mochila. Así leí decenas de libros que no eran para niños y en los que me abismaba en un ensueño de terror, desconcierto y una extraña sensación de superioridad. Los demás niños ignoraban lo que yo sabía. Claro que lo ignoraban, y bien por ellos, pues yo me sentía soñada de día pero me moría de nervios en cuanto me ponía la piyama.
Siempre fui insomne y mis terrores nocturnos no se aliviaron cuando comencé a leer. Incluso la cosa se puso más complicada y oscura porque leía libros para adultos. Es verdad que no los comprendía cabalmente, pero algunas imágenes me calaron tanto que, todavía hoy, reconozco en mi estremecimiento ante la violencia el mismito horror puro que experimentaba de niña ante las fotos de los campos de exterminio. Pero con Papillon, a pesar de los horrores que cuenta, no me pasó eso. Suscitó en mí una admiración incondicional por la combinación de perseverancia y astucia que lo llevaron, por fin, a escapar y que me convirtieron en una devota de los planes bien hechos. Papillon se había fugado tres veces, era buen amigo y había salvado a una niña de morir devorada por tiburones. Todo gracias al coco secreto. El lector me disculpará las equivocaciones, pues sólo recurriré a mi memoria, inventora como todas, en lugar de releer. Sólo así puedo mantener la cohesión de este artículo. Recuerdo que Papillon se las había arreglado para conseguir un coco diario. No tengo presentes los pormenores, pero sí que el coco era muy valioso. Se lo comía, bebía el agua y escondía la cáscara. Gracias a esto conservó los dientes que le hubiera tirado el escorbuto, y una porción de fuerza. Las cáscaras sirvieron para fabricar una balsa y escapar en ella con otro pobre que sí se murió. En esas épocas yo usaba unas botas ortopédicas horrendas, era flaca como un palillo, y ya despuntaban las tendencias erráticas de mi salud. Me prometí que cuando creciera iba a ser como Papillon y tener una especie de coco con el cual mantener la fuerza y ser sanísima. Ignoraba que las botas iban a ser sustituidas por algo más oneroso, pero ahí quedó la idea. El coco era un símbolo de entereza. En el lado opuesto, con atractivos porque siem-
pre le he temido a la enfermedad o a la violencia, estaba el símbolo de la negativa: la muela falsa de los espías. En muchas películas los espías, cuando veían que se acercaba el torturador a sacarles la sopa con algún instrumental atroz (sopletes, pinzas, cables), hacían un gesto que suponía una maniobra habilidosa con la lengua, le quitaban la tapa a una muela falsa llena de arsénico y se morían en un segundo, mientras el torturador les daba cachetadas y se arrancaba los pelos. Con los años, mi balsa de cocos se convirtió en un barco. Luego en un galeón español. Hoy es un verdadero portaaviones que, además, necesita mantenimiento todo el tiempo. Muchas estrategias forman mi embarcación: la escritura, mi marido, mis amigos, el gato, el psicoanálisis, el Lexapro, la buena alimentación, el estudio de las enfermedades que me aquejan, el ejercicio. Aun así, el ss Papillon ha chocado un montón de veces con arrecifes que para qué les cuento; sin embargo, se mantiene a flote. Me alarma que este año haya encallado tres veces, además de que siempre hace agua, debido a, digamos, problemas de fábrica. Soy una piloto muy norteada y mis cartas de navegación están muy lejos de ser un gps. El seguro médico, el equivalente al puerto seguro, es cada vez más difícil de pagar. Yo no sé qué le espera a mi barco de cocos, ni a los barcos de millones de mexicanos. El sistema de salud pública está rebasado, los hospitales privados son guaridas como la Isla Tortuga (llena de piratas, rehenes aterrorizados y oro tirado por todas partes). La tormenta nos arranca las velas y tira los mástiles. Como decía Chesterton, todos vamos en el mismo barco y estamos mareados: echando las tripas por la borda. Y no hay como la náusea para volver atractivo el recuerdo de la muela. Lo bueno es que el dentista también es impagable •
LAS RAYAS DE LA CEBRA
Verónica Murguía
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INCO MUERTOS (se dice que más) a balazos en un club nocturno de Xalapa. Cincuenta más en Orlando. La homofobia es una forma terrible de odio colectivo y de alguna manera ancestral, fogueado en México con el fanatismo católico que trajeron los españoles. Y es junto con el clasismo y el racismo (que no sólo heredamos de España: los aztecas se pintaban solos para el desprecio) lastre social que evita que el pensamiento colectivo y social avancen: se trata de atavismos ruines, insostenibles, que no resisten una mínima argumentación. Son en cambio antagónicos a toda civilización moderna que aspira deontológicamente a formas armónicas en la convivencia diaria. La homofobia es (como la mayor parte de las cosmovisiones religiosas que la concitan, particularmente el cristianismo y el islam) profundamente hipócrita. Un homófobo suele empezar sus alocuciones de odio con un “no es que sea homofóbico, pero…”, o el argumento facilito de “yo no tengo nada contra los gays mientras no se metan conmigo…”. Es como si los varones heterosexuales (y homófobos) nos sintiéramos la última coca del desierto cuando la mayoría somos unos tripones inmundos. Tengo amigos verdaderamente feos que han dicho esa frase deslucidora algunas veces y francamente mueven a risa. Gordo, no me jodas, ni a ti ni a mí nos tira calzón ya nadie. Ni hombre ni mujer, coño. Pero ahí va el gordo con su “el día que un maricón a mí…”, y esa verborrea anticipativa se antoja de pronto una confesión de clóset, y muchos años después bien puede resultar que el gordo se asuma abiertamente gay, y otro día se sincere con uno y le cuente lo mal que la pasó metido en el armario por décadas. Porque hay los peores homófobos precisamente entre algunos homosexuales. Y aquí vamos a ver un ejemplo. La televisora católica María Visión, proyecto mediático del belicoso cardenal en retiro Juan Sandoval, famosa por sus contenidos erróneos, fanatizados y tendenciosos (y narcóticos de tan aburridos sus programas) no ceja en su empeño de condenar a los homosexuales, y cita en su sitio de internet ciertos “estudios” sacados a relucir en el transcurso de lo que llaman el simposio “Adopción homosexual, lo que la ciencia ha descubierto”, presuntamente organizado por el “Instituto mexicano de orientación sexual Renacer” en 2010. Los tales estudios, pondera la televisora de los rezanderos tapatíos, son los realizados por el estadunidense George a. Rekers, a quien la televisora católica pondera como “neuropsiquiatra” y algunas otras monerías. Lo que tramposamente calla María Visión es que George Alan Rekers no es psiquiatra, sino psicólogo (presuntamente conductual o behaviorista), y que antes que científico de la conducta humana es un fanático religioso que suele buscar foros en los que atizar incordios respecto de la comunidad lés-
bico gay y transgénero e intersexual ( lgbti ). Rekers disfraza de estudios serios y ensayos engolados su fanatismo religioso y su irracional odio a los homosexuales… porque al parecer él mismo es homosexual. En ese mismo año (2010) Rekers fue noticia porque apareció en la prensa, a su regreso de diez días de viaje por Europa, con un acompañante que resultó ser un prostituto de veinte años contratado por medio del sitio Rentboy.com y en un principio dijo llamarse Lucien. Luego trascendió su verdadero nombre, JoVanni Roman. Rekers argumentó entonces que era una suerte de maletero, cosa que a Roman no le gustó nada y anduvo despepitando en programas de cotilleo y farándula secretos homosexuales de alcoba del severo señor Rekers a quien, según dijo, le proporcionó todos los días durante los diez que duró el viaje, vigorosos masajes de índole sexual… Lo interesante es que el tan ponderado “neuropsiquiatra”, además de un fiasco científico (aunque tiene estudios de postgrado y fue varias veces “experto” antihomosexual en la corte) es ministro bautista de culto. Es pastor – ordenado– de la recalcitrante Iglesia Bautista del Sur, asociación religiosa estadunidense ligada al espectro político neoconservador, rabiosamente derechista. Y todavía más interesante resulta lo que calla María Visión: como resultado del escándalo sexual de 2010, Rekers fue prácticamente expulsado del Family Research Council (Consejo de Investigación Familiar), del que fue fundador. Tampoco explica la televisora católica por qué tuvo que renunciar asimismo a su sitio en el comité directivo de la polémica Asociación para la Investigación y Terapia de la Homosexualidad (sic; narth , por sus siglas en inglés). Ni coherente, ni compasiva, la homofobia es una de las herramientas del clero beligerante para azuzar feligresías. Al costo que sea. Caiga quien caiga. A menos, claro, que se trate de un cura. O un pastor •
CABEZALCUBO
Jorge Moch
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Jornada Semanal • Número 1111 • 19 de junio de 2016
Luis Tovar
El peso de la vida
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ESDE EL ASESINATO de mi hijo Juan Francisco en marzo de 2011, no he dejado de convivir con lo atroz. La palabra es indefinible en su sustancia porque forma parte de una experiencia indecible. Podemos describir sus manifestaciones, podemos, incluso, escucharlas y mirarlas, como me ha sucedido a mí. Pero ellas en su horror no son lo atroz. Son acaso su envoltura, su brutal revelación. Lo atroz está en la experiencia que las atrocidades nos dejan y que irremediablemente padecemos. En este sentido podemos decir que la literatura que ha intentado abordarlo –pienso, por ejemplo, en el Infierno, de Dante o en Las benévolas, de Jonathan Littell– en realidad describe sitios donde suceden atrocidades. Uno cierra el libro y, al escapar de ellas, escapa también a lo atroz que comienza a surgir de las descripciones.
México, podríamos decir, es un lugar que se volvió infernal, un lugar donde desde hace más de una década no dejan de suceder atrocidades inmensas. Sin embargo, para quienes como yo no podemos escapar de ellas, lo atroz se volvió la temperatura de nuestra vida, de nuestro habitar. No podemos, como pueden hacerlo otros, cerrar el periódico, apagar el noticiero, escuchar distraídos el relato de alguien que lo padece y volver a las zonas de confort del trabajo cotidiano. Lo atroz nos p ersigue en la memor ia de lo que nos sucedió, en el relato de una víctima, en el hallazgo de la atrocidad más reciente. Lo llevamos con nosotros como una segunda realidad paralela a la cotidiana o, mejor, como esa realidad que está allí, mezclada con la de todos los días, pero que los otros se niegan a ver, a sentir, a experimentar. Tal vez la palabra que define a quienes habitamos lo atroz sea una palabra extranjera, para la cual no existe traducción en español: revenant. Esa palabra, que Alejandro González Iñárritu utilizó para titular su más reciente película, no se refiere al sentimiento de venganza, sino a la experiencia de traer lo atroz cosido a nuestra carne, es decir, de traer el mal con uno mismo, como si volviéramos de la muerte y cada parte de nuestra vida estuviera impregnada de ella. Donde quiera que nos encontremos –aun en el centro de la reunión más alegre y distendida–, lo atroz nos persigue para tomarnos de improviso como la angustia. Parecería que lo que sucede diariamente en México se hiciera presente en cada momento de nuestras vidas y nos habitara con la concreta y brutal experiencia que provoca el cuerpo que en este momento en que escribo, o en el que alguien me lee, está siendo torturado, humillado, asfixiado, desmembrado y arrojado a la calle o sepultado como basura en una fosa clandestina.
Sólo quien ha tocado el fondo específico de lo atroz puede saber lo que es y lo que habita en México en la realidad más real. Es algo tan irreductible como el sonido del estruendo del que sólo podemos darle una vaga idea a un sordomudo mediante imágenes y analogías. Pero aún las más terribles o las más precisas descripciones no alcanzan a expresar lo atroz, su irreductible densidad que, poseyendo el alma, descompone la carne y genera algo semejante a un dolor físico, a un desorden biológico, a una enfermedad crónica e imposible de vencer, a un ruido en la carne que aparece de improviso en el silencio de la noche o en el centro de la alegría como una puerta a lo horrendo que nunca termina de cerrarse. Quien mejor ha descrito esa experiencia es, para mí, Primo Levi en su trilogía sobre Auschwitz y Jorge Semprún en su novela testimonial La escritura o la vida. Uno y otro develan, hasta donde es posible develar lo atroz, la sensación de muerte que todo revenant lleva cosida a su vida, y la inmensa lucha que entabla, no para escapar de ella, sino para detenerla o aminorarla en la existencia humana de los otros. En cada hombre y mujer presa de lo atroz –o, para usar un término querido por Simone Weil, de la desdicha o de la derelicción, la palabra acuñada por la teología cristiana para hablar del sufrimiento y la muerte de Cristo–, hay alguien que, aun llevándolo consigo, se rebela para evitarlo en los otros. A veces parece que inútilmente, por desgracia. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, boicotear las elecciones y devolverle su programa a Carmen Aristegui •
CASA SOSEGADA
Lo atroz
N MAYO DEL AÑO pasado, en el número 1053 de este suplemento, bajo el título “Simples brevedades largas” se abordó un largometraje de ficción llamado LuTo (México, 2013), ópera prima de Katina Medina Mora, sobre el cual se vertieron conceptos de ningún modo halagüeños. Dos años más tarde, pues la cinta tiene registro de 2015, Medina Mora propone su segundo largo de ficción: Sabrás qué hacer conmigo, que contó con el apoyo inherente al premio Cabos in Progress 2014, del Festival de cine de Los Cabos. La madurez adquirida por la cineasta entre una producción y otra es evidente, pues lo que en su primer ejercicio luce como una exploración temática y formal sin hallazgos de ningún tipo, ahora da la impresión de ser una búsqueda deliberada, específica y dirigida con la minuciosidad indispensable para, consecuentemente, desembocar en la obtención de buenos resultados. La comparación entre una y otra cintas es pertinente, puesto que el tema de fondo sigue siendo el mismo: los infinitos avatares por los que puede atravesar –y en los hechos siempre atraviesa– una pareja amorosa. A diferencia de LuTo, mera “yuxtaposición secuencial de un presente diegético y un pasado reciente, cuyo propósito es exponer las claras diferencias entre el ahora y el antes en la vida de la pareja protagonista”, como se dijo en este espacio, Sabrás qué hacer conmigo posee una profundidad de la que su antecesora carece, consistente sobre todo en el peso específico de los personajes involucrados que, a diferencia de la pareja de LuTo, tienen volumen, claros antecedentes prediegéticos y, sin redundancia, una personalidad bien definida.
Las circunstancias y el hecho Medina Mora y sus coguionistas Emma Bertrán y Samara Ibrahim dan prueba de habilidad narrativa cuando hacen descansar el grueso de la trama no tanto en el hecho concreto de cómo surge la relación de pareja entre Isabel y Nicolás –Ilse Salas, solvente y de a ratos memorable, y el español Pablo Derqui, eficiente y algo más que eso–, sino en las circunstancias que, lejos de ser sólo un telón de fondo a final de cuentas soslayable por intrascendente, como sucede en infinidad de cintas con tema similar, dichas circunstancias acaban siendo la verdadera miga del filme. En otras palabras, la vida en torno de cada uno, aquello por lo cual están atravesando y en lo que consiste su cotidianidad, es el protagonista último de la historia: treintañera, ella es una suerte de ejecutiva junior o algo por el estilo –poco importa– que no padece problemas económicos, pero que a cambio tiene una existencia más bien solitaria que pretende llenar con salidas al antro y acostones fugaces, un
poco para escapar de la rutina y un mucho para huir, siquiera mentalmente y por un rato, del que lleva más de tres lustros siendo su verdadero centro vital de gravedad: su madre –Rosa María Bianchi, espléndida–, una mujer solitaria, alcohólica, con tendencias suicidas, instalada en un pasado amargo y en el rencor, valga la posible redundancia, de quien Isabel debe hacerse cargo con una mezcla en la que poco a poco parece ir pesando más el cansancio que el afecto. Él, por su parte, es un fotógrafo y profesor de fotografía, reciente cuarentón quizá, también solitario, pero no por imposibilidad emocional sino por decisión voluntaria: su condición de epiléptico lo ha hecho preferir la soledad para evitar que nadie cargue con el peso de soportarlo y atenderlo, y para evitarse a sí mismo el dolor de una ruptura más a consecuencia de su estado físico, como las varias a las que en cierto momento alude. Con tales circunstancias, Isabel y Nicolás parecieran condenados a no hacerla, de manera similar a la de la pareja de LuTo, pero a pesar o tal vez gracias a dicho contexto, o quizás debido al hartazgo de ver que –presas de una inercia que las condena a un ascenso y caída predecible casi milimétricamente– tampoco las cosas del amor funcionan, a fuerza de solidaridad van librándose del peso de sus propias cotidianidades, aligerando sus decisiones y, al hacerlo, sus propias existencias: la metáfora de ese proceso de liviandad ganada es la práctica del buceo, que a él le fascina y que al principio ella no consigue experimentar. Historia de quebrantos e inestabilidades que pueden trocar en sus opuestos en virtud de la voluntad y la capacidad de volcar la mirada en el otro, Sabrás qué hacer conmigo también es una demostración de que en este país puede hacerse una película digna con un tema no sólo recurrente sino hasta manido, siempre que se haga con la suficiente inteligencia y, claro, con sensibilidad •
CINEXCUSAS
@luistovars
Javier Sicilia
19 de junio de 2016 • Número 1111 • Jornada Semanal
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