■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 22 de Enero de 2017 ■ Núm. 1142 ■ Directora General: Carmen Lira Saade
Ricardo
Piglia
(1941-2017):
La identidad y eL derecho a La paLabra
EsthEr AndrAdi y GustAvo oGArrio
Los retrocesos de la posmodernidad: la Nueva Edad Antigua
Fabrizio andreella Ramón Xirau y sor Juana Inés de la Cruz
José María espinasa
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22 de enero de 2017 • Número 1142 • Jornada Semanal
Shadi Rohana
Piglia, el lector y el escritor
El México de las pantallas LOS NEGROS, LOS ÁRABES Y LOS LATINOAMERICANOS, EXCLUIDOS DE LAS PELÍCULAS.
El pasado 6 de enero murió, a los sesenta y cinco años de edad, el narrador, catedrático, ensayista y crítico literario argentino Ricardo Piglia, autor de las novelas Respiración artificial, La ciudad ausente, Plata quemada, Blanco nocturno y El camino de ida, de los libros de cuento Jaulario, Nombre falso, Prisión perpetua, Cuentos morales y El pianista, así como de los ensayos
Y
a me he acostumbrado a ver al México de los blancos en las pantallas. No, no tengo televisión en la casa, Dios no lo quiera. Todo lo contrario: Llevo cuatro años de maestrante en Estudios latinoamericanos en la unam (es que me falta la tesis, ya saben), y sólo leo La Jornada. Mi único contacto con la televisión mexicana es cuando veo, por mi propia voluntad, la tV unam o Rompeviento en mi máquina. Como muchos, decidí vivir sin televisión. Mi único pecado es que viajo en camiones a lo largo y ancho del país, y ahí te obligan a mirar otras cosas: o películas gringas mal dobladas, o al México de los blancos.
Crítica y ficción, Formas breves, Diccionario de la novela de Macedonio Fernández, El último lector, Teoría del complot, La forma inicial y Las tres vanguardias. Entre otros reconocimientos, obtuvo el Premio Planeta Argentina 1997 por Plata quemada, el Iberoamericano de Letras José Donoso 2005, el español Premio de la Crítica 2010, el Rómulo Gallegos 2011, el Internacional de Novela Dashiell Hammet 2011 y el Casa de las Américas de Narrativa José María Arguedas 2012, todos por Blanco
En el México de los blancos todos son blancos y ricos, y todo ocurre dentro de sus casas, coches y baños (¿Por qué tendrán tantos baños las casas ricas mexicanas?). Sólo vi una película de blancos en que existen los morenos. La vi tantas veces. Una vez la vi dos veces en un mismo día: camino de Tlaxcala a Ciudad de México, y de la ciudad a Ixtapan de la Sal. En ésta, una blanca termina, por equivocación, en la selva de Tabasco y ahí conoce la vida de los indios. Ahí también conoce a otro blanco, un médico que se dedica a salvar la vida de los indios, y se enamoran. En el contacto con los indios, ambos blancos recuperan su sentido de la realidad. Hay que ver el momento en que la chica blanca decide ponerse el huipil de los mayas. ¡Qué emoción! ¡Qué real!
de mis amores. No la vi completa porque como suele pasar el camión llega a su destino antes de que acabe la película. Se trata de la historia de dos parejas de blancos mexicanos, a punto casarse, y cuyos amores se mezclan entre la Ciudad de México y la capital española, Madrid. La trama se desenvuelve en ambas ciudades en paralelo. En Amor de mis amores, vemos a Madrid en todo su esplendor de ciudad moderna: las plazas, los cafés, el Metro, la estación Rubén Darío, el shopping, la espontaneidad de los citadinos… ¿Y Ciudad de México? Otra vez las casas, coches y baños de blancos y ricos. Ciudad de México sólo aparece una vez, cuando se oye el gpS dentro de un coche, como un lapsus freudiano, indicando que el coche está pasando por Paseo de la Reforma esquina con Bucareli. El único “espacio público” de Ciudad de México que aparece es el banco, donde los terminan asaltando y robando bajo el liderazgo de Itatí Cantoral. Pensándolo ahora, tampoco en el Madrid de Amor de mis amores aparecieron los negros, los árabes, los latinoamericanos, los españoles morenos –es decir, los moros de esa ciudad. Otra vez lo que te salva son los audífonos: tapar los ojos y los oídos
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Camino del aeropuerto a Toluca, en un camión de Caminante, tenía el honor de mirar la película mexicana Amor
nocturno. Sin embargo, en México no ha gozado del prestigio y la amplia lectoría que merece su obra, una de las más importantes de las letras latinoamericanas contemporáneas. Los textos de Andradi y Ogarrio en este número dan testimonio de la elevada estatura literaria de Piglia y son una invitación al goce absoluto de leerlo. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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Portada: Repensar la escritura Foto de Juan Barreto/ AFP
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CREACIÓN
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Arkadi Averchenko
El mexicano
Arkadi Averchenko (1881-1925), humorista de altos vuelos, es uno de los escritores más joviales de la literatura rusa. Autor prolífico, sus cuentos fueron recogidos en varios volúmenes. En 1920 emigró al extranjero, vivió en Constantinopla, París, Sofía, Belgrado y Praga, donde murió. Lenin se refirió a su libro Una docena de cuchillos en la espalda de la revolución, como una obra llena de ingenio y afirmó que había que estimular a talentos como Averchenko. Sin embargo, el escritor siguió escribiendo lejos de su patria. Aquí presentamos nuestra versión de su relato “El mexicano”, publicado en 1914. Jorge buStamante garcía
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n un banco de un jardín concurrido, cubierto por la sombra transparente de las hojas de los tilos, estaba una hermosa mujer. Al pasar a su lado, volví la cabeza, vi a esa belleza y me detuve. De inmediato simulé que estaba medio muerto de cansancio y a duras penas me arrastré al banco y me senté a su lado. Decidí que podría inventar algún pretexto, comenzar a hablarle y conocerla. Su perfil terso se dibujaba dulce y tiernamente sobre la verdura de los arbustos. Sus ojos medio inclinados se deslizaban perezosamente por la punta de sus botitas. Aspiré como pude la mayor cantidad de aire posible y dije un trabalenguas: –¡No entiendo a esos mexicanos!… ¿Por qué, se pregunta uno, pelean, arman revoluciones, derrocan a los viejos presidentes, escogen nuevos? La sangre fluye como un río sin parar. No logro entenderlo. Me parece que cada ciudadano tiene derecho a una vida tranquila. ¿Qué piensa usted? Su mirada límpida, imperturbable, comenzó a deslizarse por los senderos del jardín. Hicimos silencio. –Allá casi a diario corre la sangre, el pueblo es el que sufre. La bella callaba. –En realidad creo que es el pueblo el que pierde. ¿No es verdad? Nada cambió en su rostro. “Es de piedra –pensé–. No se espabila con nada.” Levantando los ojos al cielo, dije soñadoramente: –¿Dónde estará mi querida mamá ahora? ¿Qué hará? ¿Se acordará de mí?
Mauricio Garcés, arquetípico Don Juan-Casanova mexicano
¿y AhorA, como yA borró todo dE su cAbEzA , ponE dE nuEvo En movimiEnto EstA AborrEciblE rEtAhílA ? Y le pregunté a la bella: ¿no le molesta el cigarro? Por lo visto, ella tenía la costumbre de contestar solamente a las preguntas hechas con hincapié. –No –dijo, cerrando de nuevo su rosada boquita. –No me molestaría fumar un buen cigarro, sí, pero al venir para acá olvidé comprar. Qué puedo hacer con mi memoria, no sé verdaderamente. ¡Al menos llorar!… Ni modo. ¿Dígame, ese árbol es un tilo? –Sí, un tilo. –Merci. La botánica es mi pasión. También la zoología. La ciencia de algún modo…vivifica, ¿no es verdad? Ella parecía dormitar. –De Moscú han dejado de escribirme –me quejé. Es terrible, cuando no te escriben. Imagínese: ¡tres meses sin recibir una sola carta! Ni una palabra. ¿Es usted moscovita? Despacio, suavemente, volteó hacia mí su rostro como si echara centellas. –¡Oiga! A mí no me indigna de usted que entable conversación de la manera más impertinente con una mujer solitaria. Es un fenómeno frecuente. Lo que me indigna es que usted eleve este deporte a una ocupa-
ción diaria regular y, probablemente, ahora mismo ya haya olvidado los motivos de su locuacidad. ¡A qué se debe esa desidia abominable! ¿De veras usted olvidó que ya nos conocíamos? Hace tres meses me importunó en un tranvía, y yo fui tan pusilánime que le permití conocernos. Incluso me acompañó un rato … ¿Y ahora, como ya borró todo de su cabeza, pone de nuevo en movimiento esta aborrecible retahíla? Me levanté bruscamente, respetuosamente me quité el sombrero y dije: –Estoy muy contento, de que usted me haya reconocido… Confieso, ahora me he comportado tan descomedido, porque tenía miedo… –¿De qué? –preguntó ella tristemente. –De que me hubiese usted olvidado por completo. ¿Que fui yo el que olvidé? Perdóneme, ¿acaso es posible olvidar esos instantes maravillosos? Recuerdo, todavía, que estaba usted sentada en el tranvía, en la parte derecha… –Izquierda. –Claro, a la izquierda en dirección de movimiento del tranvía y a la derecha, si consideramos la dirección contraria. Usted llevaba puesto un sombrero, ¿cierto? –Tal vez… –Sí, por supuesto. No recuerda que el conductor, cuando recibía el dinero, gritaba: “no hay lugares, no hay lugares”. Recuerdo que nos dio a cada uno un boleto, a usted y a mi… Sí, a usted y a mí. Extenuado, me volteé hacia ella y esperé su réplica. –Con que esas tenemos –dijo ella, levantándose, tomando el paraguas y el libro–. La verdad es que la tontería y el don de los dioses lo acompañan, pues se ve que los dioses lo han tratado a usted de manera especialmente atenta y generosa. ¡Escuche! No nos conocimos en ningún tranvía, yo a usted lo veo por primera vez en la vida. Sólo quería cerciorarme si recuerda todos sus encuentros casuales, las relaciones efímeras que entabla, sus ligues. Resulta que son tantos (¡una fábrica entera!) que ya usted no recuerda nada sobre cada persona en particular… ¡Qué vergüenza! Me voy, y mientras tanto quédese aquí, cavile sobre el disparatado destino de México, pero también sobre el propio destino suyo, aún más descabellado. ¡Adiós… mexicano! La joven se marchó… Me quedé sentado un poco más, luego me levanté, comencé a silbar y caminé lentamente al banco siguiente, en el que estaba una dama de sombrero negro. Fingiendo otra vez cansancio, me senté en el banco y dije: –Hay personas que todavía creen en las ciencias ocultas. Yo esos devaneos no los comparto. Por supuesto, usted puede objetar que no es posible negar la presencia de fuerzas misteriosas en la naturaleza. Sin embargo, le pregunto, ¿por qué los médiums cayeron en una serie entera de estafas? Si tales fuerzas existen, ¿a quién le hacía falta eso? Claro, usted me responderá que…
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Traducción de Jorge BusTamanTe garcía
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La escritura como acto profético Milo de Angelis UNA LLAMADA CON EL ROSTRO DE LA POESÍA.
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e niño no lograba contar nada de mi vida. No lograba contar nada. Si me preguntaban lo que había sucedido el día anterior, no sabía por dónde empezar. Aparecía algún fragmento aislado del resto. Quienes me escuchaban, perplejos, no percibían una historia, la sucesión de los acontecimientos, un ritmo narrativo. Esos jirones no lograban ponerse en sintonía. O bien era una escena sobre la que me detenía demasiado tiempo, encarnizadamente, con un apasionamiento fuera de lugar. Como en algunas películas de terror, fijaba la lente en un detalle, me detenía allí, creaba un clima de suspenso. Quienes me escuchaban terminaban por perder el hilo, o se exasperaban. Advertían una sensación de urgencia, que algo estaba por cuajar, en el sentido de una inminencia crucial, de un hecho decisivo. Pero el hecho, en lo mejor del asunto, desaparecía. Se hacía un silencio. El silencio me acompañó durante toda mi juventud. En silencio fantaseaba, recordaba, preparaba encuentros y situaciones, partidos de futbol y juegos temerarios. Llegar del silencio a la palabra significaba recorrer un largo camino, un camino lleno de obstáculos, arenas movedizas, fosos. La palabra estaba allí, inminente pero inalcanzable, tan inminente que se volvía remota. La energía que debía desembocar en ella se recogía en sí misma, no encontraba un desarrollo, no se explicaba. Pero, en realidad, toda esa presión, esa fuerza contenida y tempestuosa, ese universo enmudecido buscaba su camino. Su camino era la poesía. Sin lugar a dudas, era la poesía. Pero no se presentó de inmediato. Iban a pasar años. Hubo antes una larga gestación, a partir de la escuela primaria, una época de preparativos subterráneos. Una vez la definí como la época de las redacciones en la escuela. Me preparaba para escribir mi redacción como uno se prepara para un encuentro amoroso. Esperaba ese momento con ansiedad, con palpitaciones de felicidad, un éxtasis total de mi pequeño ser. Por supuesto, seguía haciendo las cosas de todos los días. Jugaba a la pelota, cuidaba a mis gatos, leía. Pero todo confluía allí, en el acontecimiento supremo, en la hoja que me esperaba sobre el banco y llenaba el día. Y también la noche. La duermevela se poblaba de frases, episodios, rostros y calles que haría renacer en la redacción. Cuando llegaba el bendito día, sentía que de esa redacción dependía mi vida entera y también la de quien me leía, el maestro Bruno Piccoli, mi primera vía de acceso: a través de él me dirigía al mundo entero. Me encontraba frente a una puerta. Esa hoja a rayas, esa hoja convencional, rectangular y blanca, era realmente una puerta. Era preciso atravesarla para entrar en la verdadera vida. Y hacer la redacción era un acto profético. Eso que estábamos por escribir en clase era los que después íbamos a encontrar entre los hombres: era un anticipo de nuestros amores, dolores, soledades, un mapa de nuestro viaje, un Ilustración de Huidobro
mapa mudo que debíamos llenar con la máxima precisión, un salvoconducto esencial para nuestra salvación. Terminados mis estudios secundarios empieza la época de los maestros. Los maestros, tanto los famosos como los desconocidos, en quienes los versos de un solitario como yo encontraban una historia y un entorno. ¿Quiénes fueron? Ya nombré a algunos muchas veces, pero sin duda debo volver a hacerlo: Giovanni Raboni, y su oído infalible, capaz de observaciones sutilísimas acerca de un verso; Mario Luzi, absorto y nocturno en su casa florentina; Piero Bigongiari, caballero de lecturas desmesuradas, de luminosa esencia; Franco Fortini, que se adentraba con ímpetu y con furia en cada página, pero también con una perfecta sabiduría, como si de ese poema dependiese la vida eterna; Giorgio Colli, con quien pasé tantas horas hablando de nuestro amado Friedrich Nietzsche; Angelo Maria Ripellino, que fue el primero que me sugirió la lectura de Marina Tsvietáieva, ya en 1971. Estos son los maestros que seguramente pertenecen a la historia. Pero también están los maestros que no tienen un nombre, todos los que me acompañaron en algún tramo del camino y después tomaron otros rumbos. Jóvenes que tenían algunos años más que yo, que me hicieron alguna indicación acerca de un verso, o me aconsejaron la lectura de algún autor. Amigos por breves temporadas, compañeros de la escuela o de la vida que encontraron después otras metas o tal vez se perdieron de manera dramática. Son muchos y fueron para mí fundamentales en los años setenta, la época de mi primer libro: a menudo los recuerdo; todavía me hablan con el mismo tono de voz, a la salida de un bar o de una presentación, me hacen regresar a ese breve trecho que recorrimos juntos. Recuerdo una llamada telefónica, en 1974, a una poeta de mi generación. No era tan fácil como ahora. No había celulares ni correo electrónico. Existía sólo el teléfono fijo. Y como yo vivía aún con mi familia, no quería llamar desde mi casa, quería estar solo para ese diálogo acerca de la poesía. Entonces llamé desde un bar, bien provisto de fichas, y empezamos a hablar. A cierto punto, mientras discutíamos unos versos, me di cuenta de que esa situación constituía el emblema mismo de la poesía. Estábamos allí, pendientes de la caída de una ficha telefónica, en medio del tráfago del mundo, intentando ser breves y hacerlo entrar todo en un último minuto: esa llamada telefónica, esa ficha telefónica que nos quedaba, tenían exactamente el rostro de la poesía
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Traducción del iTaliano de maría Julia de ruschi
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José María Espinasa
Ramón Xirau en entrevista para La Jornada, el 10 de abril de 2004. Foto: María Luisa Severiano/ La Jornada
ramón Xirau
y sor Juana Inés de la Cruz EL POETA, EL FILÓSOFO O “EL HOMBRE PUENTE”.
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a bibliografía acumulada a lo largo de los años sobre la monja jerónima es enorme, no por nada es nuestra mayor figura virreinal y el referente inevitable para reflexionar sobre una especificidad del barroco americano y sobre la futura identidad de una literatura nacional. La lista de exégetas de la obra del fénix americano son legión. ¿Qué lugar tienen en ese panorama las páginas que Ramón Xirau ha dedicado a la monja jerónima y que hoy vemos reunidas en una edición de El Colegio Nacional? Si en el terreno de la reflexión poética Xirau se vio atraído por esa discusión propuesta hace ya un siglo por el abate Bremond sobre la poesía pura, condición que sabemos imposible pues la poesía está hecha de impurezas, sí se puede creer, yo al menos lo creo, en la existencia de un lector puro, si entendemos el calificativo como una entrega sin prejuicios al texto que se lee, y ese lector tiene nombre: Ramón Xirau. Xirau siempre parte de una actitud desprevenida, no de la soberbia o autosuficiencia del especialista, sino la de quien se enfrenta al texto para ser seducido por él, para dejarse llevar por ese mismo texto a sus terrenos y en ellos disfrutar de la lectura, sea San Juan, sor Juana o Juan de Mairena, lee como cualquier Juan, o mejor dicho, como cualquier Ramón, y busca compartir su entusiasmo con otros lectores. Genio y figura de sor Juana Inés de la Cruz lo advierte desde el principio: se trata de un texto y antología con carácter de divulgación, que no busca sino eso, no encontrar documentos históricos o formular originales interpretaciones, sino leer al texto, convivir con él, hacerlo motivo de conversación, compartir entusiasmos y placeres. Xirau nos dice que la primera edición del libro –una antología con un prólogo fue solicitada por José Bianco, a sugerencia de Octavio Paz, para una serie de divulgación que se publicaría en Argentina en 1967. La empatía con sor Juana le viene a Xirau de manera natural: filósofo por profesión y vocación, poeta por necesidad y lector por elección. Ramón percibía además vivo el sentido a la vez religioso y cortesano de esa escritura, entendía el camino que va de la mística española a una religiosidad vuelta forma y vivencia cotidiana, sentido visto además desde un catolicismo moderno, influido –a diferencia del padre Méndez
Plancarte, gran editor de las obras de la monja– por la filosofía existencialista y las nuevas corrientes de la crítica, como el estructuralismo. Véase la paradoja: Ramón Xirau es un lector puro porque es un hombre bien enterado, conocedor de sus herramientas y sus métodos. Y es que la pureza es un asunto de actitud ante el texto, de disposición a recibirlo y dejarlo hablar, no de querer hablar uno a través suyo, error que se suele cometer con demasiada frecuencia la academia. Así que si me preguntaran qué aportaba en aquellos, lejanos ya, años sesenta del siglo pasado la lectura de Xirau de sor Juana, yo diría que justamente eso, una actitud. Lejos de querer decir la última palabra, o de apropiarse de ella, busca que tenga muchos más lectores, en un gesto parecido al que realiza Amado Nervo cincuenta años antes con su libro sobre la monja, titulado Juana de Asbaje. Xirau viene por herencia intelectual y sanguínea de la actitud de Ortega y Gasset: hablar de filosofía en términos llanos, ponerla –se dijo entonces– otra vez en la calle. Y Xirau ha hecho eso con la poesía. Me interesa destacar el asunto de la relación con su amigo Octavio Paz: no considero descabellado que el texto que a través suyo solicita Bianco a Ramón para la colección Ge-
nio y figura, esté en el origen o haya contribuido al interés que tuvo el autor de El arco y la lira para una década después escribir su monumental Sor Juana y las trampas de la fe. El nexo entre los tres es muy evidente y Paz había escrito por aquellos años Blanco, que es entre sus textos y a pesar de la limpieza de trazo, el que más cerca está de una idea (incluso visual) del barroco. En los años setenta Paz daría sus ya legendarias conferencias sobre el poema extenso en El Colegio Nacional y el Sueño de sor Juana era inevitablemente un referente. El barroco fue, a pesar de las diferencias formales, una manera de llevar al extremo el pensar en verso, es decir, desde la poesía el mundo circundante. Por eso es natural que Las trampas de la fe provocara en el poeta mexicano-catalán una extensa reseña reflexiva, que se suma al libro en esta edición. La continuidad de ese sistema de puentes y canales que conforman una tradición literaria es evidente en esa conjunción, en esa convergencia de las búsquedas paralelas y de los senderos que se bifurcan. Para nadie es un secreto la estrecha amistad entre ambos escritores. Hoy que tenemos, gracias a los esfuerzos de El Colegio Nacional, las Obras, de Xirau, hasta el momento van cinco tomos, y pueden dialogar con las Obras, de Paz, como en vida del autor de La estación violenta dialogaron las personas con esos nombres. Y es un diálogo muy fructífero. Por ejemplo, esa noción tan importante para la generación de Xirau: la presencia. De alguna manera puedo imaginar que a Paz la obra de la monja jerónima le atrajo tanto por su estatura histórica como estética, pero que en su lectura se mezclaron dos elementos: la tentación hermética, tan fascinante para la poesía moderna, así fuera falsa o incluso tomadura de pelo –como los esoterismos al uso a fines del siglo xix, de Madame Blavatsky en adelante–, y que en sor Juana estaban presentes gracias a la moda barroca de Hermes Trismegisto. Paz necesitaba, ante esa tentación, un contrapeso que leyera a sor Juana no tanto desde la historia del catolicismo novohispano, sino desde la experiencia religiosa cristiana, y creo que encontró ese contrapeso en el pensamiento de Xirau. Ese hombre puente, como lo llamó Paz, fue sobre todo puente para el propio Paz, entre un pensamiento deseoso de la experiencia de lo divino pero distanciado de lo religioso como vivencia cotidiana
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Los retrocesos de la pos Fabrizio Andreella fabrizio108@yahoo.com
La Nueva edad LA CULTURA Y LA MODA: INSTRUMENTOS DE MANIPULACIÓN DE LAS CONCIENCIAS.
No te asuste naufragar que el tesoro que buscamos, capitán, no está en el seno del puerto sino en el fondo del mar
ción de la identidad a través de un miedo a lo ajeno). Así nos olvidamos por un rato de las preguntas existenciales que nos persiguen, reivindicando un sentido real para nuestra felicidad y nuestro sufrimiento.
León Felipe
LA PROLE DE UNA TRAICIÓN EL MARCO ENGAÑOSO DE LAS DEFINICIONES
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ostmodernidad es la expresión que más suerte ha tenido para describir la sociedad actual y se ha convertido en un neologismo muy conocido y utilizado. Es una definición que, por su vaguedad, puede asignarse a cualquier cosa poniéndole un “post” como antesala de su significación. Sin embargo, parte de su popularidad depende de su capacidad de esconder bajo la alfombra léxica todo lo que no es estable y clasificable. En el tianguis de abundancias baratas y confusas que es nuestra época, esta posibilidad es muy cómoda, pero revela que el mundo globalizado está empantanado en la agonía de la modernidad, a la que no sabe sobrepasar sino con un “post”.
FRACASOS Y PLACEBOS
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a palabra “postmodernidad” camufla la liquidación del mundo nacido con el humanismo renacentista que, para bien y para mal, ha interpretado hasta el siglo xx la ambición de poner al ser humano, sus valores y sus derechos en el centro del mundo. Una aspiración que surge, se realiza y se agota a lo largo de quinientos años, cuando sus conocimientos le indican al hombre que: 1. en el cosmos la Tierra es sólo un planeta de una estrella pequeñita; 2. el género humano es sólo una ramificación en la evolución de la vida y no una creación divina directa; 3. el individuo no es el dueño absoluto de su vida, dado que su interioridad está sujeta al albedrío del subconsciente; 4. la transformación del mundo no está en las manos del hombre sino en las del aparato técnico acéfalo que lo gobierna y considera al ser humano como un simple medio para incrementar la fuerza y la difusión de la técnica. Con el fracaso de las grandes utopías modernas (desafortunadamente hay que actualizar el catálogo con el Estado social, la emancipación de la pobreza, la democracia real, el trabajo para todos, el derecho a la cultura, la diplomacia como sustitución de la guerra y mucho más), la postmodernidad ha tratado de ofrecer a los individuos, huérfanos de sus maravillosos y ambiciosos sueños colectivos, sentidos de pertenencia convenientes y de fácil acceso. Un equipo de futbol, un grupo étnico o social privilegiado, una celebridad por venerar, una marca de ropa, una agregación de palabras, imágenes y emoticones en una pantalla irreflexiva. Esas cofradías nos permiten aliviar la pesadumbre de la soledad, integrándonos en una tribu (satisfacción de un deseo de pertenencia) y estableciendo una otredad (alimenta-
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in embargo, esos paliativos no pueden aliviar un presente que se manifiesta siempre más claramente como una subasta pública, falsamente exclusiva, de futuros abrillantados, y al mismo tiempo como una enorme venta de liquidación de un pasado momificado. Allí, después de nuestras compras, si sólo levantáramos la mirada de los objetos que nos consuelan, veríamos la pareja conflictiva de fundamentalismo y relativismo, los hijos litigiosos nacidos de la traición del humanismo que dejan en el aire el olor de una desorientada iracundia. Fundamentalismos económicos, políticos y religiosos –eso es evidente– que esparcen sus semillas en la cotidianidad de todo mundo, con éxtasis tecnológicos, quitapesares químicos, triquiñuelas eróticas, obsesiones alimentarias, indignaciones sulfuradas. Relativismos culturales –eso también es evidente– que generan la inmovilidad e impotencia del mundo académico con respecto a la situación del mundo real, pero que se reflejan también en la sensación común de que la corrupción es un aspecto inextirpable de la administración, que la justicia ya no es un valor alcanzable, que la ética ya no tiene un papel social y la verdad, si es que existe, nunca la vamos a conocer.
LA PARADOJA DE LA SERPIENTE
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esta realidad aturdida hay que agregar que el control social ya no es tarea de un cuerpo policíaco sino, más bien, de la cooperación entre
“mirAmos El prEsEntE A trAvés dE un EspEjo rEtrovisor ” McLuhan
economía, tecnología y comunicación. Juntas son los artífices que recogen las reivindicaciones sociales y las desactivan, convirtiéndolas en poses atractivas o productos adquiribles, y por ende integrados y compatibles con el Statu quo. La mercantilización de la rebeldía social y de la innovación cultural (el rap en la música, el feminismo en la política, la sharing economy en lo que Ivan Illich llamaba convivencialidad) son la nueva policía que patrulla los comportamientos socialmente desviados, bohemios o peligrosos. Ahora bien, ¿a dónde nos lleva esta realidad que se esconde bajo el mantel de la postmodernidad? A la paradoja: a lo que precede a la modernidad. Por lo menos en la estructura psíquica, que es curiosamente similar a la anterior al Renacimiento y a la galaxia Gutenberg. Aceptarlo no es fácil, porque nos gusta creer que vivimos siempre en una frontera tecnológicamente profética y que “miramos el presente a través de un espejo retrovisor” (McLuhan). No sobra, entonces, registrar algunos aspectos reveladores de este retorno a una condición existencial típica de una época anterior al humanismo renacentista que inauguró la modernidad.
UN NUEVO ESTATUS PARA EL OCIO
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esde la rectitud del monástico ora et labora al horror hitleriano del arbeit macht frei (“el trabajo libera”), desde la virtud comunista del estajanovismo al self-made man del capitalismo, desde el trabajo como derecho constitucional a la producción en cadena, el trabajo ha encontrado en la modernidad la sociedad que, para dignificar o explotar a las masas, lo ha honrado con su atención más que cualquier otra época, canalizando el destino del ser humano en su actividad productiva. Sin embargo, ahora el trabajo ya no está en el centro de la economía, ya que la automatización y la digitalización, junto con la explotación esclavista de la mano de obra más barata en los países sin derechos laborales, lo han marginado, generando un desempleo estructural. El trabajo como identidad y derecho se vuelve esclavitud necesaria para las masas empobrecidas, o privilegio de unos cuantos que hacen lo que más disfrutan. Cuando concluyan todas las tentativas de revivir el consumo, repartir el trabajo, disminuir la semana laboral e inventar otras ocupaciones, es probable, y hasta deseable, que nos encontremos en una cultura donde el ocio tendrá mayor prestigio que el trabajo. Un elemento típico de la Antigüedad y del mundo del Ancien régime.
EL CONFORMISMO DE LA MANADA
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a necesidad de pertenecer a una manada para no perderse en un mundo sin una dirección clara y conocida, hace de fenómenos sociales como la moda y la cultura pop, los instrumentos de manipulación de las conciencias que, a través del miedo al juicio
smodernidad:
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aNtigua ajeno y a la exclusión social, logran el conformismo de las conductas. El miedo como forma de control social es una peculiaridad que la modernidad consideró, tal vez con altanería injustificada, muy medieval. Paralela a esta situación donde a las masas se le ofrece información útil para consumir los productos del entretenimiento pop, está la marginalización de la cultura reflexiva en un elitismo forzoso que no interactúa con la realidad social. Exactamente como los frailes medievales encerrados en sus monasterios.
EL PARÉNTESIS ESCRITO
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espués de la maravillosa aventura en la selva de papel de la cultura libresca, la postmodernidad nos está indicando una luz deslumbrante que pregona un espacio sin vegetación pero lleno de colores: el mundo audiovisual. No es que la palabra escrita desaparezca bajo la luz de las imágenes digitales, pero ya no tiene muchos adeptos la idea de que para ser inteligentes y respetados, para tener un papel incisivo en la sociedad y una vida llena de sentido, es necesario construirse una cultura y una identidad a través de las páginas leídas. La decisión de otorgar el Premio Nobel de literatura a Bob Dylan evidencia que el libro escrito es simplemente un medio como otros para instrumentar el mensaje literario. Y el éxito, inclusive entre los intelectuales, de las series de televisión –que son como el romanfeuilleton en el siglo xix –, certifica que hay elementos de la narración que ya no son monopolio de la literatura tradicional y que la estructura psíquica actual (más rápida, icónica y emocional que la anterior) a menudo prefiere el medio audiovisual para su entretenimiento. Gregorio Magno consideraba las imágenes como los libros de los iletrados. Era el siglo Vi .
Imagen: Capi Vidal. Fuente: reflexionesdesdeanarres.blogspot
GrEGorio mAGno considErAbA lAs imáGEnEs como los libros dE los ilEtrAdos . E rA El siGlo vi .
erótica en un preadolescente que se acerca por primera vez al misterio del cuerpo ajeno con la mente llena del imaginario pornográfico adulto? Esa falta de consideración y protección de la edad más frágil es otra característica de un mundo pre-humanista.
EL CUERPO COMO LENGUAJE EXTREMO
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l desarrollo de los medios de comunicación masiva audiovisual ha llevado al cuerpo a tener un papel siempre más evidente en la emisión de mensajes individuales y mediáticos. Lo podemos ver en la recuperación de lenguajes antiguos come el tatuaje y el piercing, el maquillaje y los peinados que tratan de asombrar más que embellecer, en el kimkardashanismo que promueve quien, por no saber hacer nada, habla con sus nalgas afásicas. La irresponsable ligereza con la cual exponemos a los preadolescentes –a menudo antes de que tengan su propia y real experiencia sexual– al libre acceso y a la participación de una pornografía violenta, alucinada y sin sonrisa, es también parte de este abandono de la reflexión ética que la palabra escrita alimentaba y que el mundo audiovisual no contempla. Un adulto puede consumir ese tipo de pornografía pesada como ejercicio de su libertad, pero ¿qué va a ser de la experiencia de la complicidad y espontaneidad
LA VIOLENCIA COMO ESPECTÁCULO
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a necesidad de articular mensajes cada vez más impactantes para que sean divulgados por los medios, ha obligado a los políticos a gritar más fuerte y a los grupos terroristas a subir el nivel de crueldad exhibida. Los videos de ejecuciones publicados en la red por el sedicente Estado Islámico como terrorífico espectáculo pedagógico, son la natural consecuencia del irresponsable sistema de comunicación emocional masiva que, persiguiendo solamente la máxima cuota de pantalla, incentiva este tipo de exhibición de crueldad. No estamos muy distantes de la pena capital ejecutada en la plaza del pueblo en la época medieval. Junto a esta domesticación que acostumbra al terror, está la convivencia pasiva con el horror. A todos nos golpeó la imagen de Aylan, el niño sirio que apareció muerto en una playa turca hace más de un año. Pero otros horrores han sepultado ese cadáver y nuestro
espacio mental y emocional se ve obligado a la inercia, como la pantalla del cine que carga las imágenes proyectadas en ella.
LA ARGOLLA Y LA VERGÜENZA
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tro aspecto del retorno a un mundo pre-moderno es el uso de la argolla pública como entretenimiento de las masas. Hoy, esos momentos que recuerdan mucho el panem et circenses romano, se dan constantemente con el gossip para los famosos y con la dramatización de las vergüenzas de la vida en la telerrealidad para los anónimos. Esta exposición de la mezquindad celebra un mundo que, a final de cuentas, repudia la intimidad como lugar donde el sujeto descubre y desarrolla su identidad. Una situación social que la modernidad había sobrepasado con la valoración del ser humano como individuo.
NAUFRAGIOS Y TESOROS
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onsiderando que estos aspectos de la condición postmoderna nos remiten a una realidad premoderna, desde un punto de vista humanista la recesión actual no es solamente económica: también es la recesión de la realidad. ¿No será entonces que, detrás de su fachada liberal y vanguardista, la postmodernidad esconde una realidad neoantigua? Para los amantes de aztecas y romanos sería apasionante. Siempre y cuando no les toque la condición de esclavo
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Pigl
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Ricardo Gustavo Ogarrio
EL ESCRITOR Y CRÍTICO LITERARIO “ENCONTRÓ EN LA FICCIÓN DEL SIGLO XIX UN ORIGEN INDIRECTO, DESVIADO, DE LA LITERATURA ARGENTINA Y LATINOAMERICANA”.
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ómo colocarse ante la obra de un “clásico contemporáneo”? ¿Cómo leer textos que estable cen una estrecha relación con el acto mismo de leer y que po litizan al máximo el vínculo en tre literatura y política? Textos narrativos que ensayan ideas; conceptos de teo ría literaria que se narran: las ficciones y los ensa yos de Piglia no dejan de cumplir con un viejo sueño del romanticismo americano: el cruce estraté gico de géneros literarios, la lectura como una acción política contra los poderes cristalizados. Quizá la dificultad más grande para leer a un autor como Ricardo Piglia radique en ese efecto aislante que genera la estrategia mercantil para vender sus libros en Europa: “clásico rebelde”, “espec tacular desembarco”, por ejemplo, son expresiones que de cierto modo desvinculan a Piglia de aque llas tradiciones narrativas latinoamericanas, polí ticas y culturales, que le dan mayor complejidad a la originalidad de su escritura. De alguna manera, Ricardo Piglia es un autor “imperfecto” para satis facer una lectura puramente cosmopolita de la li teratura latinoamericana. Al igual que Borges, en Piglia se han sobrestimado ciertos elementos “uni versales”, europeizantes, que impiden una lectura más compleja de su relación con los procesos de formación política y cultural de las sociedades la tinoamericanas en el siglo XiX , o con un registro problemático en su escritura de la cultura popular, la oralidad, ciertos mitos decimonónicos sobre el tiempo y espacio latinoamericanos y su sistema de relaciones y tensiones con la cultura letrada, por ejemplo. La celebración descontextualizada y acrí tica de cierto “relato paranoico” a la Kafka o de la figura del escritorhistoriador como detective o del fin de la “experiencia” en las sociedades de ma sas, de alguna manera simplifican parte del legado narrativo de Piglia. En Piglia hay una relectura del siglo XiX latino americano, una articulación, casi natural pero profundamente marginal –y, por lo tanto, casi es candalosamente libertaria–, de nuestras tradicio nes de lectura con las literaturas europea y estadu nidense, un uso narrativo de cierto pensamiento crítico “occidental”. Además, su obra no siempre es vista como una “crítica violentísima” a cierta su perstición de modernidad en América Latina, que no sólo se juega en una pura discursividad, sino en ficciones y narrativas tanto sociales y artísticas, como del mismo Estado, que se enmarcan en una “maquinaria” estructural que produce una violen cia material, concreta, en las sociedades latinoa mericanas.
LECTURAS IMPERFECTAS EN MUNDOS PARALELOS
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ué lector somos? ¿De dónde vienen las fuerzas que nos empujan a leer de un modo determinado tanto los textos como la realidad misma? ¿Qué relación hay entre la lectura y la producción de sentido de lo real, entre ficción y verdad? En su relato “Prisión perpetua”, Ricardo Piglia hace evidente la fractura moderna entre la lectura especializada, la crítica literaria, por ejemplo, y la literatura, esto mediante una ironía, la del gran teórico de la lin güística que desprecia al narrador puro: La situación actual de la literatura se sintetizaba, según Steve, en una opinión de Roman Jakobson. Cuando lo consultaron para darle un puesto de profesor de Harvard a Valdimir Nabokov, dijo: “Señores, respeto el talento li terario del señor Nabokov ¿pero a quién se le ocurre invitar a un elefante a dictar clases de zoología…?” La estúpida y siniestra concepción de Jakobson es la ex presión sincera de una conciencia de gran crítico y gran lingüista y gran profesor que supone que cualquiera está más capacitado para hablar del arte de la prosa que el mayor novelista del siglo. La autoridad de Jakobson le permite enunciar lo que todos sus colegas piensan y no se animan a decir. Se trata de una reivindicación gremial: los escritores no deben hablar de literatura para no qui tarles el trabajo a los críticos y profesores.
La lectura especializada ha hegemonizado casi todos los ámbitos de la lectura: no sólo se constituye en la máxima autoridad para fijar y negociar el valor artís tico e histórico de los textos, también intenta despo jar al lector ampliado, no culto o no especializado, de su capacidad para violentar el significado de los tex tos literarios mediante su infinita heterogeneidad: producir intrigas, sentidos y tonos que escapen al control de la crítica literaria, un “manejo irreverente” de la misma tradición de lectura. Digamos que Piglia emprende un ataque contra la tiranía del lector ilus trado, trabaja contra el síndrome de autoridad de Jakobson y plantea la figura de un “lector imperfec to”, lejano a la relación directa entre lectura y verdad. ¿Cuál será el porvenir de la lectura? Quizás es una pregunta que exige modos diferentes de entender la relación entre ficción y verdad, entre las tramas so ciales que propone la literatura y el despotismo ilus trado con que el mercado editorial intenta modelar a los lectores no especializados mediante la crítica li teraria más fanática de la autoridad de la cuarta de forros. Nunca como en nuestros días se habían edita do tantos libros, pero tampoco nunca como en nues tros días se había hablado tanto del fin de la lectura,
y nunca como ahora habían tenido tanto poder de mercado los lectores especializados. “¿Qué es un lector?”, se pregunta Piglia en su me ditación sobre el acto mismo de leer en uno de sus libros más entrañables, y que lleva el sugerente títu lo de El último lector. Piglia afirma: “un lector es tam bién el que lee mal, distorsiona, percibe confusamen te. En la clínica del arte de leer, no siempre el que tiene la mejor vista lee mejor”. Esto último Piglia lo dice pensando en Borges, quien ya casi ciego busca ba descifrar los signos en el papel y uno de los “últi mos lectores” que lleva hasta sus últimas consecuen cias el acto de leer: “Ésta podría ser la primera imagen del último lector, el que ha pasado la vida leyendo, el que ha quemado sus ojos a la luz de la lámpara.” En su contraépica de la lectura, Piglia se desmar ca de un modelo enciclopédico e ilustrado: leer no es sinónimo de iluminación, ni de un dominio letrado sobre el que no lee. A Piglia le interesaba lo que él mismo llamaba “los usos desviados de la lectura”: leer para descifrar, para llegar indirectamente a la ver dad, para destronar al lector especializado y al “escri tor” como las figuras principales del sistema solar de la literatura y así modificar la definición misma de lo literario: “La pregunta ¿qué es un lector? es, en defi nitiva, la pregunta de la literatura. Esa pregunta la constituye, no es externa en sí misma, es su condición de existencia. Y su respuesta –para beneficio de todos nosotros, lectores imperfectos pero reales– es un re lato: inquietante, singular y siempre distinto.” De al gún modo, todos somos lectores trágicos, quizás no tan privados como lo quiere dejar ver el mismo Piglia, pero sí como sujetos escindidos que “viven en un mundo paralelo y que a veces imaginan que ese mun do entra en la realidad”.
FICCIÓN, VIOLENCIA Y PODER: UNA LECTURA DEL SIGLO XIX LATINOAMERICANO
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icardo Piglia encuentra en la ficción del siglo XiX un origen indirecto, desviado, de la litera tura argentina y latinoamericana. Su modo de leer este siglo implica romper con una concep ción “etapista” de la historia de la literatura; no como una sucesión de temas y corrientes, sino como “la his toria de los estilos”, muy cercana a una descripción de cómo se formaron los grandes géneros literarios en América Latina, la novela y el cuento, en su conflictiva relación con el poder político y con la violencia de las sociedades latinoamericanas. Asevera Piglia sobre el cuento “El matadero”, de Esteban Echeverría, del libro La Argentina en pedazos: “Una historia de la violencia argentina a través de la ficción. ¿Qué historia es ésa? La reconstrucción de una trama donde se pueden cifrar o imaginar los rastros que dejan en la literatura las re
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lia (1941-2017)
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La identidad y el derecho a la palabra
laciones de poder, las formas de la violencia. Marcas en el cuerpo y en el lenguaje, antes que nada, que per miten reconstruir la figura del país que alucinan los escritores. Esta historia debe leerse a contraluz de la historia ‘verdadera’ y como su pesadilla.” La historia de la literatura argentina moderna co mienza, para Piglia, con dos textos: “El matadero”, de Esteban Echeverría, y el Facundo, de Domingo f. Sar miento. Este comienzo obliga a Piglia a reformular la dicotomía romántica de civilizaciónbarbarie. Rompe con el esencialismo de identificar a sectores sociales y políticos con algún tipo de comportamiento, ya sea civilizado o bárbaro, unitarios o federales, y más bien los identifica como dos modos de narrar la violencia y su relación con la verdad: Echeverría escribe una fic ción letrada que abre la puerta al “enemigo”, al “mundo de los bárbaros”, para “darles un lugar y hacerlos ha blar”.En el Facundo, su vocación de relato verdadero con tonos populares sobre ese cacique de La Rioja, el Tigre de los Llanos, el Facundo, escrito por Sarmiento desde el exilio; antes de huir, Sarmiento escribe en francés una consigna pública que los “bárbaros” no podrán comprender: “On ne tue point les idées.” ¿Cuál es para Piglia la actualidad de esta tradición de intriga, ficción y violencia? Una abierta confrontación entre na rrativas: la literatura –que narra indirectamente la realidad de la violencia en las sociedades lati noamericanas– y las narrativas del Estado, en su función de en cubrir, reprimir y desaparecer: “el Estado también construye ficciones: el Estado narra, y el Es tado argentino es también la his toria de esas historias. No sólo la historia de la violencia sobre los cuerpos, sino también la historia de las historias que se cuentan para ocultar esa violencia sobre los cuerpos.” Piglia se refiere concretamente a la metáfora médica con la que la dictadura argen tina en 1976 alegorizaba la represión y la desaparición: la Argentina esta ba enferma de gravedad y había que intervenirla quirúrgicamente para salvarla, “operar sin anestesia”. Otros modelos de la narración social, de las tramas políticas actuales: el com plot, la conspiración, la maquina ción, el error, la equivocación, estos dos últimos de raigambre kafkiana. ¿Cuál es la estrategia narrativa del neoliberalismo? Para Piglia, el giro neo conservador implicaría “adaptarse”; es Ilustración de Gabriela Podestá
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un relato sobre la urgencia del pragmatismo, de la política como pura práctica, “institucionalizarse” para salvar los aspectos “positivos” del poder; un sujeto que “dialoga con el Estado” y que estigmati za a cualquier amenaza revolucionaria de romper con el orden establecido. Afirma Piglia en Crítica y ficción: “A menudo lo fundamental reside en aceitar la propia conciencia. Pasar de la tradición de los ven cidos a la tradición de los vencedores. Adaptarse al retro conservador, a la elegancia cínica, a la defensa del orden, a la muerte de las vanguardias. En Argen tina, eso produce un híbrido muy divertido: el pro gresista escéptico.”
Hay algo de romántico en la concepción que Piglia tiene tanto de la lectura como de la ficción: ambas conforman un horizonte trágico. Al referirse a la rela ción entre literatura y psicoanálisis, Piglia habla de una “épica de la subjetividad”. Esa “herida narcisis ta” que Freud había dejado en la condición humana del siglo XX , para Piglia va a significar una alternati va de sentido narrativo ante la “crisis generalizada de la experiencia”, que puede servir para comprender su a veces encubierta utopía, tanto de la lectura como del papel de la ficción en el mundo secular y trivial de nuestras sociedades, de las narrativas, sociales y ar tísticas, ante el poder de destrucción del Estado con temporáneo: “Somos lo que somos, pero también somos otros, más crueles y más atentos a los signos del destino. El psicoanálisis nos convoca a todos co mo sujetos trágicos: nos dice que hay un lugar en el que somos sujetos extraordinarios, tenemos deseos extraordinarios, luchamos contra tensiones y dra mas profundísimos… De modo que el psicoanálisis, como bien dice Freud, genera resistencia y es un arte de la resistencia y de la negociación, pero tam bién es un arte de la guerra y de la representación teatral, intensa y única.”
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LEER Cuentos completos, Ezequiel Martínez Estrada, Fondo de Cultura Económica, México, 2015.
POETA, ENSAYISTA Y NARRADOR ORLANDO ORTIZ
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l nombre de Ezequiel Martínez Estrada se asocia de inmediato a su Radiografía de la pampa, ensayos de carácter sociológico y antropológico en los que se evidencia la vena poética del autor. Se percibe en ellos una gran sensibilidad y una mirada capaz de encontrar lo que para otros no está. Es una voz que se atreve a cuestionar dogmas nacionales y paradigmas. Tal vez ese aliento poético fue lo que atrajo a los intelectuales que publicaron en Argentina la revista Sur, dirigida por la legendaria Victoria Ocampo (y territorio de Borges y Bioy Casares), para invitar a colaborar. El nivel de sus escritos lo llevó a unirse al grupo, pero posteriormente se vería que no comulgaba con el en todo y que sus convicciones eran muy otras. Por la vertiente ensayística su obra es rica y variada, y seduce desde el título: Muerte y transfiguración de Martín Fierro, La cabeza de Goliath, El mundo maravilloso de Guillermo Enrique Hudson, Los invariantes históricos en el Facundo... entre otros, así como también varios volúmenes de crítica literaria, entre l o s q u e d e s t a c a n t re s d e d i c a d o s a José Martí. El Martínez Estrada ensayista es el más conocido, incluso el poeta, pero su faceta de narrador ha pasado bastante inadvertida, inexplicablemente, pues la calidad de sus cuentos y relatos es extraordinaria. Una posible explicación es que las ediciones príncipes aparecieron en editoriales casi marginales, y su ruptura con el clan de Sur debió crearle un vacío en el mundo de las letras argentinas. ¿Motivo de la ruptura? declaró abiertamente sus simpatías por la Revolución cubana e incluso se fue a vivir en la isla, donde lo nombraron director del Centro de Estudios Latinoamericanos en Casa de las Américas. Salió de Cuba (declaró: “desde afuera puedo ayudar más a la revolución que desde dentro”) y regresó a Bahía Blanca, donde había nacido, para morir poco después. Este volumen (parte de la “Serie del recienvenido”, dirigida por el lamentablemente recién fallecido Ricardo Piglia) contiene veinte relatos, todos ellos espléndidos, en los cuales se pone de relieve la increíble capacidad del autor para contar sus historias. Insisto: sus historias, porque no son historias ordinarias, tienen algo de fantásticas pero no es literatura fantástica, no las extrae del mundo de lo feérico; él crea sus propios m u n d o s c o n l a re a l i d a d c o t i d i a n a y, h a s t a podríamos decir, ordinaria. También es admirable la forma en la que maneja sus historias: la tensión surge desde el inicio y crece a un ritmo casi invisible, con fluidez líquida y atravesando por circunstancias insólitas, creadas por el mismo eme para vitalizar el desarrollo y llevarlo a una conclusión que no es final. Con esto quiero decir que su habilidad es tal que maneja una tensión gradual y creciente que no llega a un final sorpresivo, o mejor dicho, que podría calificarse de
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sorpresivo precisamente porque no es sorpresivo, pues queda aparentemente abierto. Me explicaré. Un final abierto en cierta manera concluye abriendo las posibilidades de resolución, según quien lea el relato; pero las historias de eme no quedan abiertas, más bien apuntan a que continúan pero se perdieron las páginas siguientes, porque la historia es infinita y de alguna manera siempre la misma pero con incidentes sorpresivos que ya no veremos. Otro aspecto interesante es que el espacio y el tiempo los maneja con singularidad. Por lo general inicia en un espacio abierto, ordinario, hasta realista, podríamos decir, y gradualmente lo va reduciendo a una estrechez asfixiante. El tiempo también se inicia con matices realistas pero en un momento dado parece llegar a un estanque sin dejar de fluir, en espiral. Una espiral que va de la periferia hacia el centro. Fluye sin avanzar. Esa especial confluencia de tiempo y espacio es desquiciante y puede ser que remita a Kafka, pero es diferente. ¿Cuál es la diferencia? Que eme recoge en sus relatos, en muchos de ellos, circunstancias extraídas de momentos históricos o de situaciones características de la sociedad latinoamericana. Y tales temas los aborda con humor amargo, con ironía lacerante y regocijante a la vez. La similitud con Kafka es mucha, pero también con Alfred Jarry, y las diferencias no son menos, pues no recurre a paisajes o países europeos o extraños; lo argentino está ahí siempre, o cuando mucho se extravasa a espacios comunes de los países y conductas latinoamericanas. De igual manera sorprende que sus historias se desarrollen con soltura tanto en espacios urbanos como rurales, y en cada lugar, con lenguajes que no desentonan y con extremada eficacia. Se percibe que conocía muy bien las características, paisajes y lenguajes de ambos mundos. Los protagonistas de sus historias se desplazan como receptores de los hechos y viven situaciones dramáticas o complejas, laberínticas; sin embargo, en ningún momento se sienten víctimas trágicas, solamente viven en ese mundo poblado de otros individuos, a veces grupos exóticos y monótonos, estereotipos que utiliza como resortes para internarse todavía más en la complejidad del entorno y la historia, e incrementar la tensión narrativa. En efecto, eme es una maestro de la tensión y un verdadero artista en la construcción de t ra m a s complejas y al mismo tiempo atractivas. La complejidad se ve como algo cotidiano y fatal, algo que debe suceder, aunque en realidad nunca llegamos a saber si sucede, o sucederá. Por otra parte, la complejidad de sus relatos se inicia con un incidente mínimo que se tensa circularmente, en una espiral, como ya dije, y no en una tensión vertical. La mayoría de sus cuentos se apoyan en una anécdota pequeña y cotidiana, sin mayor importancia, o quizás en una situación sólita (la muerte del marido o una cosecha insospechada en ciernes), y no obstante gradualmente se va transformando y adquiriendo sentido. Un sentido en el que aparecen detalles anacrónicos o absurdos, así como críticas a usos y costumbres burocráticas. Es en estos pasajes donde se incrementa la acidez de su ironía y el sabor amargo de su humor. Por la extensión y la ausencia de “final inesperado”, algún purista del género o “académico serio” podría argumentar que no se trata de cuentos, sino de relatos o novelas cortas. Pero ese es otro asunto y no le resta valor literario a los magníficos textos de Ezequiel Martínez Estrada •
Los atacantes, Alberto Chimal, Páginas de Espuma, México, 2015.
EL CONSUELO DE LOS MONSTRUOS EDUARDO CERDÁN
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l mexiquense Alberto Chimal (1970) es una de las voces más celebradas de su generación y uno de los principales promotores del cuento y de la literatura fantástica. Su último cuentario, Los atacantes, consta de siete relatos largos en los que vertió sus principales obsesiones: la dinámica de las relaciones de poder, los despropósitos del tradicionalismo, el miedo, el humor y, por supuesto, lo fantástico. En el libro aparecen un stalker, zombies, extraterrestres, un secuestrador asesino al modo de las creepypastas, el fin del mundo, algo como una posesión fantasmagórica y una vampiresa. Ese sería el resumen más burdo de los siete relatos que integran el volumen. Son, como podemos notar, cuentos de un alto riesgo creativo del que Alberto salió muy bien librado. Ocupó figuras que están, digamos, muy manoseadas, pero eso no le impidió crear cuentos sorprendentes que logran fijarse en la memoria, lo cual –según Amparo Dávila– hace que un cuento sea bueno. Comprendemos por qué Los atacantes es tan poderoso cuando l e e m o s u n a s l í n e a s d e l re l a t o “Aquí sí se entiende todo”, en donde un personaje, luego de ver el video de una prank viralizada por internet (la de los payasos asesinos), explica que “los monstruos gustan no sólo porque entretienen, sino también porque en el fondo son un consuelo. A sus víctimas siempre se les ve de lejos, siempre les va peor que a uno, y además uno puede entender lo que les pasó, cómo se pusieron en peligro, qué error cometieron.” Por su lado, el cuento “Arte”: abismado, dispuesto fragmentariamente y articulado de forma caleidoscópica, funciona como una alegoría y es un reflejo de lo que el autor piensa sobre el quehacer artístico y su recepción. Al principio se nos cuenta una versión del fin del mundo y hasta el final nos enteramos de que todo era un show, sobre el que unos personajes opinan: –No le encontré el mensaje –se queja un espectador, en otro lugar. –No me parece que diga nada relevante sobre la actualidad –agrega otro. –Estas cosas son para que te diviertas y descanse la mente –dice un tercero, según él para defender la obra, que ninguno recordará mañana.
La crítica aquí es evidente. Con su libro, Chimal confirma una vez más que este subgénero narrativo no sólo sirve para hablar de “chifladuras”: lo fantástico puede ser profundamente contestatario y, por su carácter transgresor, es capaz de incidir en nosotros de maneras que la literatura realista no lograría. En el cuento “Connie Mulligan” –por ejemplo–, que es quizá el mejor del volumen, la trama de suspenso con extraterrestres le sirve a
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LEER
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Chimal para desnudar el machismo y el sistema burocrático mexicanos, pues el protagonista pertenece a un grupo de misóginos godínez (“oficinistas”) que, por cierto, se reúnen a menudo para comer salchichas, lo cual me parece un guiño irónico genial, por la alusión fálica. No digo más para no estropear la lectura. Teñido con este tono también se lee “Los salvajes”, en donde el hijo de un capo, como tiene el poder y los recursos para hacer lo que le dé la gana, opta por dedicarse a la literatura y manda revivir a un renombrado escritor, que comienza una epidemia zombie. De nuevo, lo fantástico y el humor son útiles para exponer el modo retorcido en que funciona el poder. “Tú sabes quién eres”, “Él escribe su nombre” y “Gente buena” son los tres relatos sostenidos por el terror. En el primero de ellos, un agonista misterioso desarrolla una obsesión mórbida y a través de internet se convierte en una presencia ominosa y temible. “Él escribe su nombre”, que destaca por ser el cuento más sutil de todos, se logra a través de uno de las situaciones paradigmáticas de lo que Freud denominó Das Unheimliche (lo siniestro), pues su fuerza y su contundencia se basan en la “repetición de lo semejante”. En “Gente buena” el núcleo está en lo que la tradición nos ha enseñado que es un vampiro: a través de una mujer que ejerce una fuerza hipnótica y sobrenatural sobre quienes la rodean, Chimal logra una atmósfera terrorífica que, dicho sea de paso, recuerda algunas escenas donde aparece Kilgrave, el villano de Jessica Jones, una serie televisiva de Marvel. Es Los atacantes un compendio afortunado con una notable y bien planeada unidad temática. Sobresale que el autor anclara sus historias en la sociedad mexicana de hoy: la que socializa por internet, la que convive a diario con las historias del narcotráfico, la que se ha acostumbrado a ver horrores a través de un monitor. Con este libro, Alberto Chimal se reafirma como uno de los mejores cuentistas mexicanos contemporáneos • El maestro sin recetas. El desafío de enseñar en un mundo cambiante, Paulo Freire, Siglo xxi Editores,
REINVENTAR A PAULO FREIRE GERMÁN IVÁN MARTÍNEZ
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l maestro sin recetas. El desafío de enseñar en un mundo cambiante, es el segundo volumen del libro Pedagogia dos sonhos possíveis que publicó la editorial brasileña Paz e Terra y tradujo, para los lectores de habla hispana, Siglo xxi Editores. En él se incluyen diálogos y conferencias dictadas por Paulo Freire, educador pernambucano que, en mayo próximo, cumplirá veinte años de haber dejado este mundo que amó tanto y por el que luchó incansablemente para hacerlo más humano.
En este texto el autor enfatiza una idea que permea todos sus escritos: el ser humano es inacabado y esta incompletud lo fuerza a ser más. La educabilidad humana atiende esta vocación que, además de ser ontológica, es histórica e implica apertura y posibilidad. Por esta razón, al invitar al hombre a leer y escribir el mundo (antes de leer y escribir la palabra), Freire entendió la educación como actividad sustantivamente política y adjetivamente pedagógica. Para él, la alfabetización no se centra en conocer y dominar la descodificación (proceso que tiene ver con las capacidades de cifrar y descifrar mensajes); consiste más bien en conocer la realidad para comprenderla y transformarla. De ahí la vigencia de su pensamiento en “un mundo sin rumbo, sin ética, sin coraje para enfrentar sus problemas”, como sostiene Ana María Araújo Freire en la presentación del escrito. Capitalismo a ultranza, democracia fugitiva, violencia diversificada (e intensificada), corrupción, terrorismo, hambre, pobreza, analfabetismo, ignorancia, marginación, fanatismo, delincuencia, irracionalidad, banalización del saber, servilismo, ultraje, dolor, rapacidad, ecocidio, barbarie, nuevas y sutiles formas de dependencia y esclavitud, indolencia, indiferencia… Todas son las caras de un mismo rostro: una humanidad deshumanizada que sufre las consecuencias de un colapso moral. Pero, dice Freire, de esos “sueños ro t o s , pero no deshechos, podemos hacer renacer en nosotros la esperanza de una sociedad nueva”. Freire estaba convencido de que es posible un mañana mejor. Pero también estaba seguro de que éste no llegará solo; es necesario luchar por él. Por eso se negó rotundamente a concebir la educación como actividad neutra y defendió la naturaleza política de la educación, así como la necesidad de una ética liberadora y humanista. Y precisó: “Es necesario reconocer que la educación, aunque no es la llave, la palanca de la transformación social, como tanto se viene pregonando, es sin embargo indispensable para la transformación social.” Para nuestro autor, la educación oscila entre dos ingenuidades: la primera es creer que aquélla lo puede todo; la segunda, negarle toda potencialidad. Para el educador brasileño, si bien la educación no lo puede todo, sí puede algunas cosas. Por eso defiende una que sea para la libertad y la liberación; educación seria y rigurosa que sea, al mismo tiempo, alegre y curiosa. Educación valiente que aliente la duda y mantenga vivo el asombro; que haga del conocimiento una aventura, reconozca la identidad cultural de los estudiantes, respete su lenguaje y parta de su contexto para regresar a él transfigurándolo. Para Freire, “educación es formación y no entrenamiento”. Por ello luchó por una preparación profesional, científica y tecnológica de los maestros, a quienes les exige claridad ética y una cabal comprensión del papel que desempeñan en el mundo. Mundo que no es sino que está siendo.
Mundo que no es así por designio divino ni fatalidad del destino; mundo que es posible (y preciso) cambiar. Esta es la “comprensión amorosa de la vida”: que la entiende como proceso que acontece y no como algo paralizado y petrificado. En este texto, el lector encontrará temas diversos: el papel de la escuela, la alfabetización desde la perspectiva de la educación popular, el rol del maestro, la ciudadanía como derecho de asumir la historia personal y social, la educación como socialización, la ética y estética que este acto entrañan, la historicidad e incompletud del saber, la importancia del error en el proceso pedagógico, la necesidad de restituir el vínculo entre sociedad y naturaleza, la imposibilidad de enseñar sin aprender (y viceversa), la modernidad y la postmodernidad, el constructivismo, el condicionamiento (y no la determinación), la defensa de la escuela pública y la calidad educativa, el optimismo (y pesimismo) pedagógicos como trampas, la alfabetización en ciencias, la cultura como intervención del hombre en un mundo que no hizo y la política como una forma de cambiar el mundo que hemos hecho… En estos diálogos y conferencias, el lector hallará la convicción de Freire de que “el docente debe ser un educador” y la suya, una tarea liberadora. Así, estimular la construcción del conocimiento y pugnar por la autonomía de los estudiantes; “no matar los valores solidarios” que hacen posible el diálogo, la convivencia y democracia; respetar al Otro luchando contra todo sistema (social, político, cultural, ideológico, económico) que le prohíba ser y oponerse a toda forma de discriminación, son ideas de un autor que pide a sus lectores que lo analicen (y actualicen) constante y críticamente. En este sentido, cuestiona a los educadores que idealizan sus ideas y a quienes pretenden hallar en su propuesta teórica elementos que les permitan resolver problemas técnicos. Los llama “turistas” y “fundamentalistas freireanos”. Exige por el contrario ser leído con ojos bien abiertos para poder ser reinventado. Por ello convoca a reescribir su texto dialogando con él, en un ejercicio que permitirá resignificar el potencial de sus ideas y reaprender, a su lado, a tener sueños diurnos y entender la utopía como sueño posible •
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
En nuestro próximo número
GUILLERMO SAMPERIO (1948-2016) historia de un escritor rebelde
Miguel Ángel Quemain y Antonio Valle
ARTE Y PENSAMIENTO ........
22 de enero de 2017 • Número 1142 • Jornada Semanal
Naief Yehya
Agustín Ramos
¿Cuándo un cadáver es histórico? ¿Cuántos años se necesitan para hacer romántica la matanza? Peter Brook
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EL 12 DE DICIEMBRE al 6 de enero campea la holgazanería santurrona del Estado mexicano actual, conformado en primer término por los mentirosos, ladrones y asesinos impunes que en dos domingos encabezarán, como Porfirio Díaz, un centenario. Abril y mayo son en el calendario cívico meses de hueva
medio laica y medio confesional, seguidos por la temporada patriotera en la que ya no queda nada para festejar. Pero antes de que esta última pase, llegará el 26 de septiembre y luego vendrá el 2 de octubre y diremos, con el Día de Muertos, que el tiempo se va volando, aunque sólo sea eso, tiempo, lo que sopla –y en contra nuestra, porque seguirá vigente y creciente la barbarie política y económica para aplastar a la población civil y a las mejores armas de ésta, la educación pública, gratuita y laica, las riquezas naturales, la fuerza de trabajo, la independencia organizativa, la memoria colectiva, la textura social... 26 de septiembre. La guerra contra las escuelas normales seguirá como desde hace treinta y cinco años. Porque es ahí donde, a pesar de carencias y defectos, se gesta y desarrolla una identidad que, a partir de las necesidades propias del entorno, vincula al educando con otras realidades enriqueciéndolas, enriqueciéndose, intercambiando bienes y saberes en libertad y con conciencia. El 26 de septiembre de 2014 –a despecho de la consigna de los dueños de la palabra ladrada como verdad histórica, hecha a base de falsedades, omisiones y torturas, para eximir de responsabilidad a los federales, a los soldados y demás instancias de esferas ajenas a la municipal–, las principales fuerzas represivas del Estado mexicano intervinieron a sangre fría para resguardar un cargamento de heroína destinado a Estados Unidos con anuencia de autoridades que poco a poco quedarán al descubierto. Habrá que repetir esto cuantas veces sea necesario, y sin embozos, porque las investigaciones irán restando estridencia a lo que hoy podría parecer denuncia delirante. 2 de octubre. Asimismo, seguirá la política de terror propia de un Estado empeñado, desde 1968 y aun antes, tanto en la infiltración de paramilitares y provocadores a sueldo como en masacres y desapariciones forzadas. Y seguirá, qué duda cabe, la campaña mediática para infundir miedo y propagar la ignorancia mientras se apuesta por el
olvido que es injusticia, que es impunidad, que es muerte, que es un autoritarismo cada vez menos disimulado. El ejército, erigido en protagonista por el usurpador Felipe Calderón, no se presentó primero a escena para enfrentar al narco sino para dar el banderazo de salida a un régimen que facilitara la maximización de la entrega de la soberanía nacional, de la corrupción oficial y de la represión del consiguiente descontento. Hay que recordar, por si hace falta, que fueron miembros del Colegio Militar quienes primero entregaron la banda presidencial a Calderón en una ceremonia nocturna televisada, y que el acto de gobierno inicial de ese especimen fue, por un lado, aumentar en cuarenta por ciento el salario de la soldadesca y, por otro, subir el precio de la tortilla de maíz. 5 de febrero. Cuando estas líneas aparezcan, o sea mucho antes de que ciertas fechas repiquen en la memoria de quienes necesitan más desangramientos y causas redituables, la Bestia habrá asumido el trono. Ese pasado se veía venir, porque la historia no es capitulación ante la nostalgia sino insistencia en un pasado que continúa mostrándonos, para mal y para bien, las infinitas posibilidades del futuro. Y el nuestro nos hallará con una soberanía a la defensiva, gobernados por lacayos que medran en el intervencionismo depredador; inermes ante un Po d e r J u d i c i a l e n c u b r i d o r d e l o s mayores saqueos, la principales matanzas y las mentiras más grandes; rehenes del cretinismo parlamentario q u e co n s u s p a c to s s o c ava , e nt re otras cosas, la realidad del sufragio efectivo y del gobierno civil. Estamos, pues, a dos semanas del centenario de una construcción épica que o bien hace un guiño coqueto o bien exhala un suspiro de último momento: La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno… He ahí la palabra, la última palabra •
Rogue One. Una historia de la guerra de las galaxias, de Gareth Edwards
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NA NACIÓN QUE SE desentiende de la historia depende de los mitos para dar sentido al presente e imaginar el futuro. El cine hollywoodense, a veces deliberadamente, otras por accidente, va más allá de ser un espejo de la Zeitgeist para ser imaginado como oráculo, altar y confesionario. Aunque paradójicamente no sustituye a las religiones organizadas, a veces enfatiza sus prejuicios y otras los contradice. Y en el panteón de las mitologías cinematográficas pocas obras son motivo de mayor reverencia que la serie de La guerra de las galaxias, una franqui-
cia estrenada hace cuarenta años, que y precuelas. De hecho, la escena optiva de lo genial a lo pavorosamente mista final en la que se muestra el oriinefable, pasando por numerosos ico- gen de la “Nueva esperanza” (como dice nos, lugares comunes y pastiches. Las el título de la primera película de la senarrativas presentan la confrontación rie) adquirió un inesperado tono de nosentre el bien y el mal representados por talgia y tristeza por la aparición de una una nobleza parlamentaria subversiva joven princesa Leia. Este tono de pesiy una dictadura represiva. Así, tiene lu- mismo es muy poco común en esta segar una guerra entre el autoritarismo rie y más en una película de Disney. Imposible ver un filme cuyo tema militarista del Imperio, que evoca al Tercer Reich, y la Alianza Rebelde, inspi- central es el intento por destruir a la rada por los gallardos y desparpajados estrella de la muerte, cuyos efectos papilotos británicos y estadunidenses recen aquí una versión descomunal de que lucharon contra los nazis.Todo una bomba atómica, sin pensar en el esto puntuado por el culto místico y angustiante clima político que se vive religioso de la Fuerza. Lo único que se en eu y el mundo, porque un presidente, ofrece para entender la historia es: rentista y personaje de reality show ha guerra, oligarquía y religión. (Siguen declarado su deseo de usar armas atóspoilers.) micas y reiniciar una guerra armamenRogue One, de Gareth Edwards se tista. El gabinete de multimillonarios, inserta en la serie como una historia militaristas belicosos, racistas, enemilateral, aunque fundamental en la épi- gos de los derechos civiles y de la proca. Se trata de un filme de combate y tección del ambiente no tiene preceacción con un atrevido asalto militar dente y no es difícil imaginarlos como al estilo de las aventuras suicidas de funcionarios del Imperio. De hacer vála segunda guerra mundial. Los pro- lidas sus promesas de campaña (y no tagonistas principales, liderados por hay la menor razón para suponer que Jyn Erso (Felicity Jones) y Cassian An- no lo hará) el régimen de Trump persedor (Diego Luna) deciden, al margen guirá a mexicanos, musulmanes, inde la dirección rebelde, llevar a cabo documentados y miembros de la couna peligrosa misión sabiendo que las munidad lgbt . Cuesta trabajo en este posibilidades de éxito son mínimas. Ga- momento creer en las palabras desalen Erso (Mads Mikkelsen), el ingeniero fiantes que pronuncia Jyn antes de que armamentista (una especie de Oppen- el burocrático y temeroso liderazgo de heimer espacial), ha escapado del Im- la Alianza rechace su atrevida propuesperio para no seguir colaborando en la ta de lanzar un asalto contra el imperio: construcción de un arma planeticida. “Las revoluciones se construyen sobre Eventualmente es encontrado, su espo- la esperanza.” sa es asesinada y él obligado a concluir Rogue One tiene un tono retro, tanto el proyecto de su vida: la estrella de la por el tema y la música (una serie de muerte. Mientras, su hija, Jyn, se ocul- paráfrasis a John WIlliams hechas al ta hasta ser rescatada por Saw Gerre- vapor por Michael Giacchino que rera (Forest Whitaker), un líder rebelde sultan estridentes y envejecidas), code una facción extremista que antago- mo por la fotografía de Greig Fraser, en niza con la Alianza misma. gran medida oscura y lóbrega. Pero a Jyn es una heroína en el molde de la fin de cuentas es una pieza de un romprincesa Leia (Carrie Fisher) y de Rey pecabezas, situada entre las precue(Daisy Ridley), pero a diferencia de las y la serie original, que indepenellas, su legado será borrado junto con d i e nte m e nte d e s u s m é r i to s s e r á su heroica misión. Aquí los personajes inevitablemente juzgada como un inprincipales parten de la desesperanza genioso parche. La guerra de las gay terminan condenados a morir en una laxias en teoría glorifica la insurrección hecatombe planetaria (el desenlace en contra de los tiranos, y desde hace fue reescrito para darle un giro más sór- algunos años promueve la diversidad, dido), sin que su sacrificio deje huella pero a final de cuentas es un mito que en las anteriores-posteriores secuelas celebra la pasividad y el consumo •
Escena de Rogue one
JORNADA VIRTUAL
La última palabra
TOMAR LA PALABRA
naief.yehya@gmail.com
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........ ARTE Y PENSAMIENTO
Jornada Semanal • Número 1142 • 22 de enero de 2017
Alonso Arreola @LabAlonso
El circo millonario del arte
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L ARTE CONTEMPORÁNEO ha sufrido en las últimas décadas cambios vertiginosos en su producción, difusión y consumo, alcanzando niveles de extravagancia insospechados. Casi a diario aparecen noticias en la prensa sobre sucesos espectaculares que nos dejan boquiabiertos: sumas millonarias que se pagan por obra de algunos artistas vivos (Jeff Koons, Damien Hirst, Gerhard Richter, Zeng Fanzhi, entre otros), esto merced a oscuras manipulaciones ejercidas por especuladores frívolos y sin escrúpulos que colocan a los artistas (que se dejan) en burbujas virtuales, para convertirlos en un dos por tres en estrellas fulgurantes que
difícilmente conservarán con el tiempo su luminosidad impostada. Desde épocas memoriales, el creador artístico ha necesitado la ayuda de cómplices para difundir su trabajo y colocarlo en el mapa del arte de su tiempo. Los marchantes y los mecenas se han ocupado de la ardua labor de cuidar, guiar, promover y colocar a sus artistas en las colecciones idóneas. La historia del arte cuenta con numerosos ejemplos de esta “complicidad” bien avenida entre el artista, el marchante y el coleccionista. Pero en la actualidad esta relación originalmente fundada en la admiración y pasión por la obra de arte y el respeto a su creador, ha devenido en no pocas ocasiones en una especie de mafia siniestra que orquesta las estrategias más escabrosas con el único fin del lucro desmedido. Aquí entran también las otras figuras clave que protagonizan el actual circo millonario del arte: las casas de subasta, los curadocurado res, los críticos y los directores de los museos, bienales y ferias importantes del mundo. El control es la pieza que mueve el mecanismo: más allá del valor estético y simbólico de la obra, lo que importa es el poder de quien la promueve y cómo ejecuta ese poder. Y es que el arte se ha convertido en un bien de lujo, en un símbolo de estatus que se maneja como una acción bursátil o una propiedad inmobiliaria, sujeto a los caprichos laberínticos de la especulación. El mundo del arte contemporáneo es lo que el escritor Tom Wolfe llama una “estatusfera”. Lejos quedaron los tiempos en los que el arte se apreciaba como la manifestación inequívoca del espíritu. La mayoría de los artistas actuales han perdido su esencia –si es que en algún momento la tuvieron– por la desenfrenada obsesión por vender. Y para vender, hay que ceñirse a los estereotipos de la moda, regida por el poder de la dictadura del mercado. Por fortuna, todavía hay algunos “despistados” que se salvan de este contagio masivo y dirigen su propia orquesta sin atender al canto de las sirenas de la cultura del espectáculo. Estas reflexiones vienen a colación a partir de la lectura de dos libros de no tan reciente aparición, pero que han tenido poca circulación en nuestro país. Se trata de Siete días en el mundo del arte y 33 artistas en 3 actos, ambas publicaciones de Edhasa, de la autoría de Sarah Thornton, quien fuera redactora en jefe de arte contemporáneo en el diario The Economist, y colaboradora en prestigiosas publicaciones como Artforum, The New Yorker y The Art Newspaper. Historiadora del arte con un doctorado en sociología, Thornton se aventura en lo que ella llama una “etnografía cultural” y se lanza a un intenso trabajo de campo para realizar una radiografía del complejo universo del arte contemporáneo a través de sus protagonistas. Con una prosa amena y un lenguaje claro, salpicado de matices irónicos, en Siete días en el mundo del arte Thornton hace un recorrido por siete territorios afines al desarrollo del arte: la subasta, la crit (un seminario en el Instituto Californiano de Arte donde los alumnos son reunidos para hacer críticas a sus trabajos), la Feria Art Basel en Suiza, el Premio Turner en Inglaterra, la revista Artforum, la visita al estudio del célebre pintor Murakami, y la Bienal de Venecia. En 33 artistas en 3 actos aborda el quehacer de la jet set artística que gravita en torno a los artistas más famosos del orbe, los cuales son prepre sentados a través de divertidas y bien funfun damentadas entrevistas narradas. La leclec tura de ambos libros ofrece una visión panorámica de cómo se entreveran los intereses y las pasiones de los diferentes protagonistas de este enjambre de oro que es el mundo del arte contemporáneo globalizado. La mirada aguda de Thornton y los testimonios de algunos de los entreentre vistados apuntan a que, en esta sociedad metalizada y dominada por la banalibanali dad, la especulación es un mal necesario que, al final del día, terminará por cortarcortar le la cabeza a los oportunistas. En este circo quedan varias pistas por verse •
ARTES VISUALES
Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
Björk no tiene la culpa
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S LO MISMO que el dólar suba a que el peso baje? La distancia es engañosa y más que una cuestión de enfoques. Podemos tener razón al mirar a un lado y sacar conclusiones, mas el panorama entero completa cuadro. ¿A qué vamos? A que investigar los porqués del precio de un concierto resulta estéril si, además de considerar la matemática que implica presentar a un artista, ignoramos aquello que disminuye nuestra capacidad de compra. No es tan sencillo como decir “qué caro”. A veces el árbol mantiene su tamaño y somos nosotros quienes bajamos. Allí la inflación. Esto es importante porque gracias a la “incertidumbre” provocada por
inversionistas y especuladores, a la bocaza de Trump y, más que nada, a la codicia y corrupción de quienes nos gobiernan, la separación entre estas y otras monedas se ve reflejada en el abismo que crece entre la cultura y la mayoría de la gente. En México somos muchos y estamos polarizados. Ello alcanza para que una campaña promocional bien dirigida cause éxito de taquilla en conciertos como, verbigracia, el que dará Björk en el Auditorio Nacional. Hablamos de doce mil butacas que, al precio que fuere, se ocuparían no matter what dejando fuera ya no sólo a los de siempre sino a muchos que antes podían pagarlas. Algunos argumentan que las compañías productoras de conciertos son entes privados abocados a hacer negocios y que no les corresponde cumplir responsabilidades del Estado. Es cierto; sin embargo, y como pasa con tantas empresas alrededor del mundo, podrían mostrarse creativas en proyectos de responsabilidad social que establecieran una comunicación distinta con sus clientes (y más cuando el gobierno ha delegado en ellas buena parte de sus funciones). Aquí algunas preguntas. ¿Le han comunicado a las agencias de contratación extranjeras cuál será nuestra situación en los años por venir? ¿Habrán tenido el valor de decirles “o bajan los precios o se acaban los negocios”? ¿Habrán intentado que los propios artistas conozcan nuestra realidad? (Muchos son sensibles a causas sociales.) ¿Intentaron ya vincularlos no sólo con la paga por subirse al escenario, sino con proyectos educativos durante sus visitas (como ha hecho la Lincoln Center Jazz Orchestra)? ¿Tienen pensado desarrollar eventos de beneficencia, o conciertos gratuitos desvinculados de gobiernos locales, o han pensado siquiera en la rebaja de precios para grupos vulnerables, tal como sucede en otros países? ¿Quisieran involucrarse con instituciones y organizaciones probadas en el desarrollo y mejoramiento común? ¿De verdad trabajan sólo para quien paga sin miramientos, o también para quienes sacrifican mucho por un boleto o aspi-
ran a tenerlo algún día? Ojalá que haya alguien en esas oficinas pensando en esto. De lo contrario, ¿se quedarán los foros vacíos? Pasará primero que se reduzca dramáticamente el número de eventos y que, ante la incapacidad de adaptarse a nuevas condiciones económicas, las compañías productoras de conciertos y artes escénicas se vayan debilitando o desapareciendo, o que la vida cultural y de esparcimiento se vaya limitando a festivales impulsados por grandes marcas. De hecho –como hemos dicho anteriormente– eso ya viene sucediendo. Hoy muchos melómanos se ausentan del desarrollo cotidiano de foros y espacios de barrio fundamentales para la industria y cultura locales, sea por ignorancia inculcada, por desinterés o por pura carencia económica. Digamos que destinan su restringido presupuesto a un cierto número de shows cada año y que estos suelen ser los más “llamativos” o los provenientes del extranjero. Así, aunque tengamos más lugares para la música original que en el pasado, sucede algo grave: no se quiere pagar boleto por bandas nacionales. Recordemos: una situación negativa como país es tierra fértil para el malinchismo. Entonces, aunque nosotros podríamos comprar un boleto para ver a Björk (dolorosamente), algo nos mueve a preguntarnos si la diatriba contra esta realidad oprobiosa debiera manifestarse también por otras vías, además del reclamo público en torno a temas prioritarios. Una de ellas, tal vez, sea la de solidarizarnos con quienes funden en su ánimo golpeado los altos precios y el recordatorio del bolsillo agujereado, vacío, perennemente insultado por ladrones y gasolinazos. O sea: renunciar a ciertos consumos a manera de mensaje. Dicho esto, está claro que la culpa no es de Björk (acaso debiera informarse más) sino de Peña Nieto y tantos presidentes y políticos y empresarios que eternizaron el mal sistémico de levantarse cada mañana para, luego de desayunar opíparamente, vivir sin pensar en los demás. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
22 de enero de 2017 • Número 1142 • Jornada Semanal
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Jorge Moch Ana García Bergua
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
AR MALAS NOTICIAS es todo un arte. Desde los tradicionales “respira” y “mejor siéntate en el sofá”, hasta el popular “tenemos que hablar”, hay muchas maneras de preparar a la persona que va a recibir el golpe, para que anticipe que algo duro se le va a decir. Algo que sentirá, desde luego, algo que será una especie de puñetazo o balde de agua fría, según la naturaleza de la noticia; quien se atreva a darlo deberá sobarlo después con abrazos, palabras de consuelo y hasta bebidas calientes. Hay quien no se tienta el corazón y suelta las palabras terribles sin esparadrapo; esa gente no debería dar malas noticias, deberían dejar el encargo a otros que por
Agustín Carstens
lo menos puedan anticipar el dolor, el pinta de urracas enjoyadas, luego de miedo o la ira de quien las va a recibir. anunciar que van a dar otro mensaje más Los médicos, por ejemplo, estudian a la población y ya sin que nadie nos lo grandes documentos que los prepa- pida nos sentamos en el sofá y respiraran para anunciarnos de la manera más mos profundo como si nos hubieran indolora, con frases de anestesia y ex- dicho “tenemos que hablar”. Yo nada presiones de Rivotril, las desgracias que más los veo y me dan ganas de correr a veces nos oculta el cuerpo, y un médi- por el Tafil, las sales y la bomba de oxíco que no sabe dar malas noticias, aun- geno. ¿El peso ya llegó a la pesadillesca que sea excelente clínico o cirujano, era en la que todos fuimos millonarios, pierde nuestra confianza. Y es terrible pues hasta un jabón costaba millones que le toque a uno en suerte el horren- de pesos?, ¿inventaron los novísimos do papel; la muerte o la enfermedad se pesos?, ¿la gasolina se cotiza ya como personifican en el mensajero. A veces el Veuve Clicquot?, ¿estarán buscanlo matan por ello, dice Shakespeare, sin do al señor Duarte en la camita de la que sirva de nada, pero se entienden pobre Paulette?, ¿se murió alguien más?, ¿el inefable señor Trump decidió las ganas. A últimas fechas, tengo la impresión pintar de dorado la Casa Blanca y de pade que nuestros gobernantes se dedi- so el muro que rodeará a los estadunican a poco más que dar malas noticias. denses como un cinturón de pureza?, Se perfuman, se peinan, se trajean y sa- ¿habrá un golpe militar, habrá una relen ante las cámaras con gesto de em- volución, habrá una guerra? Al final, pleados de funeraria para contarnos cuando uno está al borde del infarto y que la gasolina tuvo que subir al cielo, buscando el teléfono para estrenar el pero el peso descendió a las criptas más flamante 911, nos dicen que no es tan profundas y todo ello era inevitable. terrible y, antes que nada, debemos esMe hacen extrañar al inabarcable señor tar unidos. Van ustedes a fallecer con Carstens con sus catarritos y demás imá- estertores de órdago pero, antes que genes poéticas, ése sabía dar malas no- nada, no olviden taparse bien y tomar ticias con cierto ingenio, lo cual no es muchos líquidos. Informes, discursos, que hable bien de él. Pero estos, con su noticias, explicaciones, todo pareaspecto de urracas enjoyadas, parecen ciera emparentarse, a últimas fechas, entrenarse para darnos el pésame de la con aquellos “golpes como del odio peor manera, con explicaciones vanas y de Dios”. Se supone que los políticos domia veces enloquecidas. De hecho, no hacen sino salir frente a las cámaras y decir nan la palabra y la negociación (eso dique eso que tanto habían prometido y cen) y que con sus esmerados discursos tantos votos les valió total no se pudo, que alguien siempre les escribe reciben que lo que iba mal se va a poner peor y el apoyo del pueblo. Yo le quiero decir al todas esas cosas que hemos estado es- honorable colega que le escribe los discuchando en las pasadas semanas, cada cursos al presidente, sus adláteres y vez más aterrorizados. Las anuncian tan aquellos que parecen estar adelante mal, las justifican tan torpemente, nos y encima de él: seguro ya juntaste unos dan a sospechar tantas cosas truculen- buenos ahorros en lo que va del sexenio, tas y terribles, que ellos mismos son ya mejor dedícate a la poesía o a la novela, una mala noticia. Sus trajes oscuros, sus porque de verdad es inútil. Estos no tiecorbatas, copetes, barbas y bigotes pa- nen llenadera y no va a haber modo de recieran ser el atuendo del destino fatal, que justifiquen con palabras tanta barde los heraldos negros que diría Vallejo. baridad, de veras. Yo de plano aventaba Uno los ve llegar a las pantallas con esa la lira, no tienen remedio •
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I, COMO SOSTENEMOS ALGUNOS, México es un país sumido en una guerra civil mediática, el régimen del corruptísimo Enrique Peña Nieto debe estar acusando con retortijones la reaparición de nuestra querida Carmen Aristegui en el espacio de la discusión pública, tan esperada por muchos mexicanos hartos de las campañas de propaganda gobiernista, falsaria, cínica y además onerosísima, tan cara que supone en sí misma un verdadero dispendio criminal, siempre encaminado, además, a seguir enriqueciendo a algunos de los peores compinches de ese grupo de delincuentes que lleva demasiado tiempo ya enquistado en el go-
bierno de México, como son las principales televisoras del duopolio nocivo cuyas devotas demostraciones de amor por el poder y el dinero ya conocemos hasta la náusea. Carmen Aristegui ha sido golpeada por la censura en México varias veces porque su quehacer periodístico, sus estupendos reportajes de denuncia de las peores corruptelas de los últimos años y su constante documentación del amasiato asqueroso entre políticos y empresarios que ha dado pie a algunos de los peores escándalos de corrupción política en este país la sitúan en obvia ruta de colisión con los poderes fácticos nacionales, desde las altas esferas de la política y la clase empresarial hasta el macabro falansterio de la pederastia clerical (recordemos que fue Carmen Aristegui quien destapó la infame doble vida de Marcial Maciel y no pocos de sus legionarios prevaricadores); desde su afortunado desencuentro con ese remedo de periodista que es Pedro Ferriz de Con hasta el choque de trenes con el gobierno que supuso primero el excelente reportaje que Carmen y su equipo de Investigaciones Especiales realizaron sobre la cuestionable dádiva de la casa blanca de Las Lomas, propiedad de uno de los empresarios contratistas favoritos de Peña desde que era gobernador del Edomex, Juan Francisco Hinojosa Cantú y su inefable Grupo Higa, sinónimo hoy de amiguismos y compadrazgos que se traducen en miles de millones de pesos en negocios turbios, hasta la salida injusta del aire de Carmen y sus colaboradores en la radiodifusora mvs , propiedad de un Joaquín Vargas que entonces exhibió vergonzante obediencia y sumisión lamentable ante un coletazo de vulgar autoritarismo: correr a la conductora y periodista porque su trabajo le resultaba terriblemente incómodo al corrupto papanatas de Los Pinos. Como incómoda debió resultarle la nueva pieza de periodismo de investigación que marcó el regreso de Aristegui a la palestra pública, el lunes 16 de enero,
en que el equipo de Aristegui, en el que destacan Juan Omar Fierro, Sebastián Barragán y desde luego Rafael Cabrera, descubre nuevos tejemanejes cenagosos del señor Hinojosa Cantú con el gobierno, ahora en la proyección y construcción del nuevo hangar presidencial, el que hubo de ser levantado para albergar el avionsote más caro del mundo, de suyo pieza primordial en el escándalo brutal de dispendio criminal en un país con decenas de millones de gente en situación de pobreza extrema. También volvieron junto con Carmen los Niñonautas, espacio informativo para niños creado por Kirén Miret que abundó, porque no podría ser de otro modo, acerca del concepto de libertad y la subsecuente responsabilidad que lleva implícita. Hacia el final de la primera emisión de esta nueva, plausible, fresca y muy de agradecer reaparición de Carmen y su equipo al aire, el cierre estuvo a cargo de Héctor Suárez, quien con una sutileza exquisita en un sketch estupendo le dijo a Peña Nieto todas sus verdades, empezando por el que es ya clamor nacional: que se vaya. Que, por favor, se lo suplicamos los mexicanos: renuncie, por turbio, por opaco. Por corrupto. Hace un año y diez meses el régimen priista más corrupto y defenestrado de los últimos cincuenta años logró callar momentáneamente a una de las periodistas más importantes, honestas y coherentes que ha conocido el gremio en México. Durante el tiempo que duró la mordaza, Carmen ha sido laureada con premios internacionales al periodismo y la libertad de expresión mientras el régimen se sigue hundiendo en el berenjenal de su propio descrédito. Hoy ese mismo régimen tuvo que tragar amargo. Bravo, Carmen. Bravísimo. Como tú misma dijiste, Carmen querida, que no quede duda: aquí se trata de preservar y rescatar la libertad de expresión de los mexicanos. ¡Albricias! •
CABEZALCUBO
D
El esperado regreso de Carmen
PASO A RETIRARME
Malas noticias
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Jornada Semanal • Número 1142 • 22 de enero de 2017
Luis Tovar
Juan Domingo Argüelles
Twitter: @luistovars
Tintero (ii de iii)
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OS GOBERNANTES Y FUNCIONARIOS mexicanos se han dedicado, como pocas veces, a la creación lírica de altos vuelos. El retorno del pri al poder despertó las dormidas vocaciones líricas en este instituto, y ha dado frutos opimos de retórica insuperable, en las voces lo mismo del presidente de la República que de sus secretarios y adláteres. He aquí unas pocas muestras de este ingenio lírico, digno de figurar en la mejor poesía burlesca.
poemínimo: La corrupción es un asunto cultural. Enrique Peña Nieto, presidente de México. Explicación poética: El recurso retórico se llama evidencia. La intención es reivindicativa como en el viejo eslogan “la rumba es cultura”. El presidente de la República sabe de lo que habla. Desde el presidente mismo hasta el lustrabotas, pasando por los gobernadores, los presidentes municipales y los demás altos y bajos funcionarios, todos somos muy cultos, y algunos, como Javier Duarte de Ochoa, más que cultos, cultísimos. Prodigio cultural hecho en el pri . Somos un país de gran cultura. Poesía concentrada, aguda y autorreferencial como es toda la poesía. Poesía es biografía, como dijo Rilke. poemínimo: Es inaceptable tapar el sol con un dedo, debemos reaccionar. Lo peor es el silencio. Enrique Ochoa Reza, presidente del pri. Explicación poética: El recurso retórico se llama intertextualidad. (Algunos le dicen plagio.) Lo propio del poeta es el enunciado “debemos reaccionar”; lo demás pertenece al arte de la glosa.“No quieras tapar el sol con un dedo” dice el refrán. El poeta introduce el matiz de que ello “es inaceptable”. En cuanto al remate “lo peor es el silencio”, ¿quién no recuerda las últimas palabras de Hamlet, príncipe de Dinamarca, a su amigo Horacio, en la obra homónima de Shakespeare:“The rest is silence”/ “Lo demás es silencio”? Bajo esta influencia lírica, el autor se toma la licencia de glosar al gran dramaturgo:“Lo peor es el silencio.” Por eso él habla, y habla fuerte. Y habla porque tiene boca. poemínimo: No se espanten. José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Hacienda. Explicación poética: ¡Espántense! El recurso retórico se llama sarcasmo, y el lírico secretario de Hacienda lo utiliza con gran habilidad y destreza y con conocimiento de la paradoja. Nos trae a la
JORNADA DE POESÍA
Poesía oficial de altos vuelos
memoria el viejo refrán “el burro por delante, para que no se espante”. Es fácil adivinar quién es el burro. poemínimo: Con el “gasolinazo” ganarán nuestros hijos. José Antonio Meade Kuribreña, secretario de Hacienda. Explicación poética: El recurso retórico se llama ironía, refinamiento intelectual de la burla. El autor otra vez exhibe sus dotes líricas al estilo sentencioso paradójico del sarcastiricón ateniense Petronio que dijo: “Nos va a llevar la chingada... a todos ustedes.” La glosa, la lectura entre líneas, es la siguiente: “Lo que digo es que con el aumento del precio a las gasolinas ganarán nuestros hijos, o sea los nuestros, los de nosotros, no los de ustedes.” No nos engaña. Nos dice la verdad. Poetazo este señor. poemínimo: Aquí les pregunto: ¿Qué hubieran hecho ustedes? Enrique Peña Nieto, presidente de México. Explicación poética: El recurso se llama énfasis mediante interrogación retórica. Dice el manual: “Se enuncia una pregunta, no para recibir respuesta, sino para dar más fuerza al pensamiento.” ¡Y vaya pensamiento! Se increpa al oyente para que se ponga en los zapatos del preguntador y se mueva a compasión (empatía inversa). Hay influencia ilustre, de Kipling ni más ni menos cuando en Viaje al Japón pregunta sin esperar respuesta:“Pero ¿qué hubieran hecho ustedes de haber visto lo que yo vi?” Sublime. Catedralicio. Quedará para la historia. El poema coral no tiene desperdicio. Helo aquí: La corrupción es un asunto cultural. Es inaceptable tapar el sol con un dedo, debemos reaccionar. Lo peor es el silencio. No se espanten. Con el “gasolinazo” ganarán nuestros hijos. Aquí les pregunto: ¿Qué hubieran hecho ustedes? • Escena de La carga
El dEfEcto dE sEr bonito Si tuvo estreno comercial a este juntapalabras le pasó de noche, pero al menos en la edición 31 del Festival de Cine de Guadalajara, celebrado hace poco menos de un año, fue exhibida La carga (2015), coproducción México/España en la que consistió el segundo largometraje dirigido por Alan Jonsson Gavica, quien asimismo figura en calidad de coguionista con Arturo Ruiz Serrano, así como principal productor en compañía de Luis Ángel Ramírez Pérez. Escaso en extremo como ha sido desde siempre, el cine mexicano que se ocupa de la historia nacional y, más específicamente, el que aborda los períodos prehispánico y colonial, suele incurrir en el defecto, de suyo bastante feo, del embonitamiento: por causas cuyas raíces quizá se afianzan en algún problema idiosincrásico ni siquiera reconocido, menos asumido, a los guionistas y cineastas que incursionan en esta vertiente particular del cine histórico les da por proponer una visión bastante inverosímil, por bucólica, de un período que fue muchas cosas y pudo ser muchas otras, menos eso que plantean en la pantalla. Exceptuando a la estupenda Epitafio (2016), de Yulene Olaizola y Rubén Imaz, o mucho antes Cabeza de Vaca (1991), de Nicolás Echevarría, ejercicios como Ave María (1999), de Eduardo Rossoff, y ahora La carga, parecen particularmente preocupados por cuestiones de escenografía y vestuario, así como por plasmar sin pausa un preciosismo paisajista que, quieran o no, sugiere ideas de idos tiempos míticos y paraísos perdidos. Desde luego, el esmero en dichos rubros de la producción no es un defecto en sí –y desde luego también, los dos filmes citados al principio no desmerecen un ápice al respecto–, pero el exceso de atención en estos aspectos, el hecho de ponerlos hasta arriba en la lista de prioridades, definitivamente va en detrimento de la calidad de un filme visto en conjunto –como por fuerza se le debe considerar–, sobre todo cuando esa preocupación estética parece haber recibido mucha mayor atención que la trama a desarrollar, de todos modos en línea con el referido bonitismo que, a pesar de los retruécanos que haya podido imponer el guión, deriva en un facilismo que vuelve todo, si cabe, todavía más inverosímil. Eso sucede con La carga, y es de lamentar porque el tema vale muchísimo la pena; a saber, las dificultades sufridas por las primeras personas, sobre todo miembros de la clerecía como bien se sabe, que en la época de la Colonia trataron de defender a la población, la cosmovisión, la lengua y en general a la
cultura indígena, del total avasallamiento del que pretendían –y en buena medida lograron– hacerlas víctimas los conquistadores españoles. En el filme sí se ve lo anterior pero sólo en parte, opacado –cuándo no– por una trama simplona de amores contrariados y persecuciones que, también cuándo no, se sabe perfectamente que no serán exitosas para que “el bien triunfe”, por un lado, y por otro haya “algo qué contar”, como si no bastara con la fuerza temática citada. Eso sí, extraña que a pesar de estar hecha siguiendo esa fórmula manida, tan acostumbrada y tan digerible para públicos masivos, la cinta no haya sido estrenada comercialmente o, si lo fue, no haya tenido cierto rebumbio.
simpatía por El gordo Debut largoficcionista del cececero Alejandro Guzmán, Distancias cortas (2015) no es, en contraposición al abordado líneas arriba, un filme que pueda suscitar entusiasmo taquillero alguno. Concebido desde el intimismo, lo que busca es contar –y lo hace bien, por lo demás– una historia sencilla de discriminación no racial y solidaridad, plasmada en la vida cotidiana de un hombre de mediana edad cuyo epicentro físico, emocional y psicológico radica en un tremendo sobrepeso, que lo incapacita incluso para las tareas más ordinarias y lo constriñe a una rutina de soledad casi absoluta. De voluntad amable, el relato no se complace en hacer escarnio de su protagonista; muy al contrario, lo que busca es inspirar simpatía por él y lo consigue por medio de los personajes secundarios: el cuñado de Fede, que así se llama el gordísimo personaje principal, y un adolescente darketo tan solitario como aquél. Cuento de minorías culturalmente estereotipadas, vueltas víctima permanente de una exclusión social multiforme y, en estos tiempos, sobre todo víctimas del igualmente multifacético bullying, Distancias cortas puede valer como alegato a favor de la inclusión sin reservas o, al menos, de una deseable morigeración del prejuicio • (Continuará.)
CINEXCUSAS
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ENSAYO
22 de enero de 2017 • Número 1142 • Jornada Semanal
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Ricardo Piglia: de lenguas y géneros literarios Esther Andradi
Ilustración de Juan G. Puga
S
e ha dicho que era el escritor que enseñaba a leer, una máquina de escritura, el crítico irreemplazable, el maestro de maestros, el que da vuelta al libro que estamos leyendo para que entendamos de qué va, el que comenzó a leer para impresionar a una chica, el que introducía la literatura estadunidense en español con Faulkner, Salinger y compañía, mientras América Latina se ufanaba con los escritores del Boom: Ricardo Piglia, el hombre que se internó en el misterio de la escritura haciendo crítica como ficción y viceversa, acaba de morir en Buenos Aires. No tuve la suerte de conocerlo personalmente, jamás nos encontramos, pero su lectura inspiró mi libro Vivir en otra lengua. “Vivir en otra lengua, se ha dicho, es la experiencia de la literatura moderna”, escribió Ricardo Piglia en sus Formas breves. Y añadió, refiriéndose a Witold Gombrowicz: “La novela argentina sería una novela polaca. Traducida a un español futuro, en un café de BsAs, por una banda de conspiradores liderada por un conde apócrifo.” Dos palabras para alumbrar la historia. Witold Gombrowicz, escritor polaco, emprende un viaje por el mundo a sus treinta y cinco años, y el barco que lo lleva toca puerto en BsAs en 1939, cuando Hitler invade Polonia. Desembarca Gombrowicz en un exilio involuntario y se queda en Argentina casi veinticuatro años. Allí publica la traducción al español de Ferdydurke, su novela satírica y experimental que ya había editado en su país. La traducción fue todo un performance: realizada al alimón por un grupo de parroquianos habitué de los billares de un bar de la calle Corrientes que desconocían el idioma polaco, junto a su autor, que hablaba un castellano elemental, estuvo dirigida por un cubano, el gran Virgilio Piñera. La novela argentina, ¿una novela polaca? Más allá de la provocación a ese nacionalismo que nos concierne, Piglia lanza su piedra desde la orilla, cuestionando lo que somos, nuestra tradición, las lenguas que nos atraviesan. “El castellano
de Gombrowicz es el idioma de la desposesión. Gombrowicz aprendió el español en Retiro, en los bares del puerto, con los muchachos, con los obreros, los marineros que frecuentaba; una lengua que está cerca de la circulación sexual y del intercambio con desconocidos, en los bares de mala vida”, cuenta Piglia. ¿Por qué Gombrowicz, que también sabía francés, eligió expresarse en un idioma incompleto? “Algo que nos incumbe a todos nosotros y a nuestra tradición literaria está en la historia de la relación de Gombrowicz con la lengua argentina”, afirma Piglia. Para él, en esa orilla desde donde escribe el polaco desterrado, se encuentra con nuestro subdesarrollo, una estética de la periferia, un devenir incierto. Somos la identidad que añora una identidad. La identidad desposeída que es un cruce de identidades. Y es allí donde Ricardo, el Piglia que acabamos de perder, nos traduce, y nos explica, y nos nutre con otra versión, no ya de lo que somos, sino de los caminos que fueron escribiendo quienes viven este cruce de lenguas, que es la literatura del continente y más allá de él, en este mundo, donde la literatura fue global antes que las finanzas. Nacido en 1941, en Adrogué, provincia de Buenos Aires, su padre, un médico peronista víctima del antiperonismo en 1956, decide cambiar de lugar. La familia se muda a Mar del Plata en 1957. Horror para el adolescente de dieciséis años que no quiere perder a sus amigos. Y se refugia en la escritura del Diario. Estudió Historia, trabajó en editoriales, publicó revistas, leyó como un poseso. En los setenta se exilió por un breve tiempo, y a su regreso escribió la novela Respiración artificial. En los noventa enseñó en Princenton y siguió publicando ficción y libros de crítica que se leen como novela o autobiografía. En 2011 regresó a Buenos Aires y decidió publicar los Diarios de Renzi, que escribió desde su juventud. Había que pasarlos en limpio. En ese trance se enfermó. Cuando ya no pudo escribir, dictó sus textos. Tenía la esperanza de encontrarlo en el
Salón du Livre de París en 2014, pero ya no llegó. La enfermedad se lo impidió, ésa que él nunca nombró. “Estoy un poco embromado –decía–, tengo dificultades para moverme.” Hasta el último momento estuvo vinculado a la reedición, aspecto que consideraba decisivo para la construcción de una tradición literaria. Recuperar voces olvidadas para la nueva generación de lectores. En eso andaba, buscando los derechos de Nira Etchenique, escritora argentina de su generación, que ansiaba reeditar en esa aventura que se llamó la “Serie del Recienvenido”. Decidió cerrar la colección antes de que la enfermedad lo consumiera. Recibió casi todos los premios importantes del idioma, pero el Cervantes quedó en deuda con él. Dicen que su pasión por la literatura comenzó en Mar del Plata, en un bar restaurante llamado Ambos Mundos. Porque eran dos. Al ingreso estaban los borrachines y, en la parte trasera, el restaurante para las familias. Ambos Mundos es lo que define la escritura de Ricardo Piglia, que exploró como nadie el ir y venir de las lenguas. El acento del extranjero en Roberto Arlt. La lengua de Macedonio Fernández, contando historias insondables mientras tomaba mate en una pensión desolada. El idioma de Jorge Luis Borges, que leyó a Cervantes en inglés, y al releer el Quijote en castellano creyó que era una “mala traducción”. Y con Grombowicz, todas las lenguas de la resistencia, imperfectas, despojadas de lo que debe ser, de cómo hay que escribir. En estos tiempos, donde las mayorías son deslenguadas y las reglas del mercado se imponen a la gramática, vale afirmar con Ricardo Piglia que somos una novela polaca experimental. Defendamos el derecho a traducirla a nuestra lengua. Gracias, Piglia, por esa mirada, esa lucidez, esa provocación que devuelve a los desposeídos, migrantes, refugiados, excluidos, el imperturbable derecho a decir. La necesidad de la palabra. La legitimidad de una lengua. La propia •