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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 23 de agosto de 2015 ■ Núm. 1068 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

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Flannery o’Connor, la parábola y la escritura, edGar aGuilar Quimera o vida: n erval y d umas , v ilma F uentes • El viandante y los escritores, J orGe B ustamante


23 de agosto de 2015 • Número 1068 • Jornada Semanal

BAZAR DE ASOMBROS EL TRAPECIO DE JUAN MANZ ( i de ii ) El melodrama, “modelo de sensibilidad conservador” y al mismo tiempo “un importante receptor de lenguajes, expresiones y sensibilidades provenientes de lo popular”, es el género literario más favorecido desde el romanticismo, en detrimento de la tragedia pero, sobre todo, en menoscabo de una expresión popular que, a través de la ficción, haga un auténtico extrañamiento del poder dominante. Así lo afirman Antonio Candido, Martín Barbero y otros especialistas, y a partir de ellos Gustavo Ogarrio desentraña algunas de las claves más importantes para entender el alcance y la naturaleza de las funciones sociales del melodrama en el mundo y en Latinoamérica en particular. Publicamos además textos sobre Nerval y Dumas, Flannery O’Connor y Max Aub, así como un breve artículo acerca de la traducción y una evocación de Sylvia Tirado de la Hiroshima bombardeada hace setenta años.

Comentarios y opiniones:

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Portada: La modernidad del héroe Collage digital de Marga Peña

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n la fosforescencia del insomnio y en su exten­ sión desértica de repente aparece un trapecio hechizado. Ese milagro temblando bajo la luz de una luna pálida es una manera surrealista de describir a la poesía. Así lo hace Juan Manz en un volumen que contiene una amplia selección de su ya larga y meri­ toria tarea de escribir poesía que saldrá a la luz el año próximo. Les propongo que recorramos a grandes pasos esta trayectoria poética que se entrevera con la vida y sus trabajos. Paso por paso nos asomaremos a algunos de sus libros y, mientras lo hagamos, el tra­ pecio seguirá mecién dose lentamente en el silencio nocturno, mientras la luna ilumina débil pero cons­ tantemente las meditaciones y las cavilaciones. Los primeros pasos serán en los Poemas al margen, en los que aparece una voz que busca, a veces no encuentra, pero regresa y poco a poco va reconociendo su propio sonido y va afinando sus métodos y sus formas de expresión: “¿has oído cantar el trigo seco/ cuando el viento en sus manos lo estremece?”, así ini­ cia su estrecha relación entre poesía y vida, pues su labor agrícola, que re­ cuerda a Camilo, y el amor por la tierra del que nos habla don Jorge Manri­ que, están detrás de su búsqueda de palabras para expresar la grandeza del trabajo y la belleza de ver crecer lo que se planta. Así, Juan establece su código vegetal en el que brillan los frutos y las estaciones nos van entregando las distin­ tas caras del mundo y de la vida. De repen­ te Juan se detiene para reflexionar sobre las razones de su trabajo poético: “pero a cambio puedo dejarles crecer el pelo a sus metáforas/ e insistir en su calvicie y estar solo”. El homenaje a los frutos de la tierra en­ cuentra su expresión mayor en la Balada de tierra adentro. Sus cantos buscan nombrar las cosas y las bellas criaturas de la naturaleza para actualizarlas o, tal vez, como decía Montale, para cumplir el delirio de nombrarlas y dejar en el paladar los distintos sa­ bores de los frutos de la tierra. El trigo del Valle del Yaqui, los prodigiosos frutos del desierto, el duro mezquite a quien llama “Ave Fénix del desierto” y los bailes rituales de los Yaquis son para Juan la “luna de mi luz primera/ y mi primera canción”. La sonata de tierra adentro lleva un epígrafe de Juan Ramón Jiménez en el que aparece con premura el deseo de andar. Esta voluntad caminera tiene su

Hugo Gutiérrez Vega mejor momento en el canto tercero en donde se su­ ceden los caminos que, como decía Machado, se van haciendo mientras caminamos, las misteriosas luces nocturnas que brotan de hogueras apagadas, y la voluntad de ir tierra adentro descubriendo y descu­ briéndonos a nosotros mismos. Por eso el oro de Juan es un oro verde. Un oro que crece en la noche cuando la tierra madura sus frutos y los entrega con genero­ sidad que se ve a veces impedida por las catástrofes. Este oro está dedicado al padre del poeta que fue un hombre pegado a la tierra, un agricultor conscien­ te del alto nivel poético de su trato con las espigas. “La espiga seca ya está a punto /a mitad de la mañana.” En Con un rumor de canción hay un interludio amo­ roso. El poeta regresa a la escritura y así lo confiesa: “estoy en marcha, de nuevo a la palabra”. En ese poemario se canta a la belleza del cuerpo y, sobre todo, a la necesidad im­ periosa de aferrarse al trapecio de la poe­ sía. El poeta vacila, busca y retoma su trato con las palabras ahora renovadas por el aliento amoroso: “esa memoria del cuerpo, / este crecer demasiado”. Las canciones celebratorias son la sus­ tancia de este retorno a la palabra que encuentra su posible meta en Para repasar el círculo, en donde el tono meditativo se profundiza, se multi­ plican las preguntas que no siempre obtienen respuesta. Nuevamente se reflexiona sobre poesía y coti­ dianidad y se apuesta por la mú­ sica del poema. Hay una serie de pequeñas suble­ vaciones interiores : “intento un salto entre la maleza/ y no consigo lograr el claro./ Me reconozco en revolución”. Esta revolución lo lleva a descubrir que la poesía es, como el mezquite, un ave fénix, y que puede brotar de todos los momentos, de todas las angustias y todas las glorias de la existencia. Los intentos de fuga llegan afortunadamente a los te­ rrenos de la plenitud: “a plenitud, sin resistencia, abandonados, / mente y cuerpo nos transportan al delirio”. Hay ya en este libro nuevos motivos para reflexionar sobre la tarea poética y su relación con el amor, el olvido, el desencuentro y el encuentro. En esta sección el personaje central es la esperanza vista como un sol rojo que estalla innumerable: “A cambio de mi ocaso/ habrá una veta en flor.”

(Continuará.) jornadasem@jornada.com.mx

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Mural en el Colegio Max Aub en Valencia, España Fuente: commons.wikimedia.org

El regreso a España de ESCRIBIR UN LIBRO ACERCA DE LUIS BUÑUEL LO HIZO ROMPER EL EXILIO. VIVIÓ TREINTA AÑOS FUERA DE SU PAÍS.

Max Aub Yolanda Rinaldi

A Federico Álvarez

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unque el exilio es una condena, hay hombres signados por él; incluso parecería una vocación. Tal fue el caso del multiciudadano escritor Max Aub. Independientemente de sus valores estéticos, origen e ideología, Aub llegó a convertirse en el primer novelista de la Guerra civil española, al hacer gala de una prosa en la que combinaba sencillez y rebuscamiento, con metáforas provenientes de la tradición de Góngora, Quevedo o Lope. Aub tendía puentes entre las diferentes disciplinas que dominaba, escribió una amplia y muy diversa obra donde expresó su sentido de pertenencia a España, como la saga de Campos, Luis Álvarez Petreña, Las buenas intenciones, Jusep Torres Campalans (pintor cubista catalán, primero personaje de su novela y luego coautor de esa joya de texto y dibujo que es Juego de cartas). Pertenece, igual que Unamuno, Galdós o Machado a la historia de la literatura española, no obstante que sus pares, y los no tanto, en la Península y en el exilio republicano, le regateaban valor y lo desacreditaban con ferocidad. El compromiso de escribir un libro acerca de Luis Buñuel echó por tierra su juramento largamente cantado: “No tengo por qué volver a España.” Volvió en 1969, luego de treinta años de no pisar esa tierra. El viaje propició su reflexión, en perspectiva, de su patria adoptiva y de lo español; su marcha forzada; su paso por Francia; los años duros en las cárceles de Vernete y Djelfa (Argelia) y México, en 1942. ¿Cómo explicar el impacto de esa vuelta? La gallina ciega (Joaquín Mortiz, 1971), fue el resultado de esa huella, donde con maligno apego escribe: “Pese a la ignorancia –sudario– que recubre España seguimos [los exiliados] creyendo en la libertad, en el hombre, en el arte, en la posibilidad de justicia.” Y, frustrado, contaba: “Me hirvió la sangre ante su indiferencia… les tiene sin cuidado cómo fue aquéllo: nadie me preguntó por Paulino Macip, ni por Rafael (AlFoto tomada durante su efímera visita a Madrid en 1969

berti)… detalles sobre la muerte de Luis Cernuda… Tampoco de las obras artísticas más importantes que se produjeron durante la Guerra civil: Guernica o Sierra de Teruel” (en 1938 trabajó con André Malraux en la realización de la película, basada en L’ Espoir). El viaje le permitió constatar que los españoles padecían hambre de expresión individual: “No existen en España críticos a la altura y al nivel de los tiempos que corren… que puedan también trazar o aventurar, sugerir caminos por los que debería deslizarse la cultura. [Al español de la calle] lo mismo le da lo moral o lo inmoral, el buen gusto o el malo, lo hermoso o lo feo, el amor o el desprecio, pero, sobre todo, no quiere oír hablar ni de justicia ni de solidaridad.” Mordaz, retrata: “Los españoles han perdido la idea de libertad… los jóvenes lo único que quieren es viajar […] beben, fuman mariguana, hacen el amor… ya dije que los Beatles son los padres de la Iglesia de nuestro tiempo y John Lennon su profeta.” Puesto en el callejón sin salida de la historia, como decía Paz, Aub sopesaba in situ: “¿Qué haría aquí? Morirme. Eso se hace en cualquier sitio, en cualquier esquina, de cualquier manera. Sobra tierra. No me puedo quedar. ¡Qué más quisiera! Sería la evidencia de que todo había cambiado.” Con esa mezcla de orgullo y ternura, Max cumplió sin querer el verso del inolvidable poeta Pedro Garfias: “Con España presente en el recuerdo/ con México presente en la esperanza.” No terminó el libro sobre Buñuel. La muerte lo alcanzó en el proceso y fue su yerno Federico Álvarez quien lo concluyó. Aub había nacido el 2 de junio de 1903 en París, de padre alemán y madre francesa, ambos judíos, que al estallar la primera guerra mundial se trasladan a Valencia. Con una existencia marcada por el estigma del exilio y la identidad, Max Aub murió en México en 1972 con la ciudadanía mexicana, que el gobierno le concedió


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En Hiroshima, después de la explosión, algunas sombras permanecieron fijas en las paredes y pavimentos, como efecto de la desintegración de la materia Fuente: Lessons From The Shadows of Hiroshima/ youtube.com

Hiroshima

Hora exacta del estadillo de la bomba en Hiroshima

Hace diez años largos he muerto en Hiroshima pero sigo teniendo siete años . Los niños muertos dejan de crecer. Nazim Hikmet, La niña muerta, poemas desde la cárcel

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ste año se cumplen setenta de la destrucción de dos ciudades japonesas. Hiroshima y Nagasaki y todavía resuena en mis oídos los gritos de mi hermana anunciando el fin de la guerra: –¡Ya terminó la guerra! ¡Ya se acabó la guerra! –grita mi hermana Marcia al entrar a la enfermería donde estoy aislada con otras compañeras porque tenemos sarampión. Casi al mismo tiempo nos sentamos en la cama y preguntamos: ¿La guerra? –Sí, la guerra con Japón, los gringos les echaron una bomba, miles de personas murieron, destruyó completamente una ciudad y tuvieron que rendirse; la directora nos adelantó la salida para festejar la paz con nuestra familia. Su excitación nos contagió y sonreímos felices, inconscientes de la tragedia de ese pueblo: ir a casa después de esos días que nos parecieron meses, volver a ver la luz del sol y olvidarnos de las sombras, como fantasmas, que proyectaba en la pared el foco forrado con papel celofán rojo, dizque para que su resplandor no nos lastimara los ojos. –Ustedes no van a salir porque el doctor no les da permiso pero yo me quiero contagiar para quedarme en la casa –decía, mientras restregaba su brazo contra el mío. En ese momento entró la enfermera y la sacó del cuarto, no sin antes amenazarla con llevarla a la Dirección. Después de la sorpresa y la tristeza que nos causaron las noticias de Marcia, la decepción nos invadió y cada una

se encerró en sí misma. Yo tenía sentimientos contradictorios, por un lado sentía mucha pena por tanta gente que había muerto y al mismo tiempo estaba triste porque no iba a ir a mi casa. Pensaba que no era justo que mientras mi hermana se encontraba en la casa yo estaba ahí, con los fantasmas y los quejidos de mis compañeras que se unían a los míos. Nos habían internado en ese colegio, hasta Tlalpan, porque ella era muy traviesa y la habían expulsado de una escuelita que estaba a dos cuadras de la casa. Aunque yo me portaba más o menos bien mi mamá decidió que teníamos que estar juntas. Siempre sucedía lo mismo: nos compraban lo mismo, nos vestían iguales y nos castigaban a las dos cuando ella hacía travesuras, no me gustaba ser chismosa y yo esperaba que ella dijera la verdad pero casi nunca lo hacía. Unos días después Miss Lolita –ella cuidaba a las chicas y a las medianas– nos dijo: –Niñas. Los estadunidenses arrojaron bombas de un poder devastador sobre dos ciudades japonesas: Hiroshima y Nagasaki, para terminar con la guerra. Murieron miles de personas. No se sabe el número exacto, pero fallecieron miles de niños que ya estaban en clases y otros camino a sus escuelas. Así que rezaremos el rosario durante un mes por el alma de esos niños que murieron de una forma atroz sin saber por qué. Cuando ustedes se alivien iremos todos los días a oír misa. Además ofreceremos nuestras buenas acciones por la salvación de las almas de todos los que ahí fallecieron. Sin saber qué pensar de lo que dijo Miss Lolita, más asustadas que tristes pasaron los días en una semiinconsciencia agravada por los medicamentos que nos daban para calmar la comezón. Una noche, la enfermera escu-

Sylvia Tirado Bazán

chaba las noticias en su radio; a pesar de que el volumen estaba muy bajo nos enteramos que el 6 de agosto de ese año de 1945, a las 8:15 de la mañana un avión estadunidense había lanzado la bomba atómica sobre Hiroshima y tres días después otra más potente sobre Nagasaki, carbonizando personas y edificios. Ambas ciudades fueron destruidas. Día tras día la gente moría, algunas por las terribles quemaduras que les produjo la bomba, otras de una diarrea interminable o por hemorragias subcutáneas que se extendían conforme el tiempo pasaba, y personas que aparentemente no tenían nada también morían víctimas de la radiación. Escuchar ese noticiero me llenó de angustia, de temor y de dudas pero no podía preguntar lo que no entendía ni siquiera con mis compañeras, porque la enfermera siempre estaba ahí; además se suponía que estábamos durmiendo. Quería ir a mi casa, dormir con mi mamá como cuando tenía pesadillas. Quería visitar a mi amiga Carmen. Ella había nacido en México pero como sus padres eran diplomáticos, era japonesa por nacimiento, según me dijo. Vivía en la misma cuadra que nosotras y, antes de que nos internaran, pasábamos por su casa cuando íbamos al otro colegio y siempre estaba sola jugando en su jardín: un día que saltaba la cuerda, me acerqué y le pregunté: “¿Quieres que te eche la cuerda?” Ella asintió y desde ese momento nos hicimos amigas. A veces ella venía a mi casa y jugábamos a “las comiditas” con mi hermana. El menú no era muy variado: hojas de trébol combinadas con hojas de geranio aliñadas con pétalos de rosa. Nos diver-


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tíamos mucho. Así que en cuanto me dieron de alta y fui a mi casa, corrí a buscar a Carmen. Me sorprendió ver las ventanas con las persianas cerradas, toqué varias veces el timbre y la puerta hasta que la vecina de al lado salió y me dijo con un tono de voz como si estuviera a punto de llorar: –Tu amiguita no está, deportaron a toda la familia al Japón. Me quedé sin entender lo que decía: “deportaron” ¿Qué es “deportaron”? Probablemente mi cara reflejó mi estupor porque la señora me explicó que los habían regresado a su país porque Alemania, aliada de Japón, había hundido dos barcos mexicanos que transportaban petróleo a Estados Unidos: el Potrero del Llano y el Faja de Oro y cuatro buques más, por lo tanto México se vio obligado a entrar a la guerra y envió unos pilotos del Escuadrón 201 a bombardear instalaciones japonesas: hablaba de prisa, yo trataba de comprender su relato pero sin lograrlo por más que me esforzaba. ¿Entiendes por qué no hay posibilidad de que tu amiga regrese? Todo lo que decía era tan incomprensible, lo único que mi mente entendía era que no volvería ver a Carmen y me solté llorando. No podía contener el llanto; indirectamente, la guerra también me había alcanzado, me arrancó de tajo a mi mejor amiga, el daño quedaría grabado en mi corazón y cada 6 de agosto recordaría esa fecha y mi dolor se uniría a todo el sufrimiento de aquellas madres que perdieron a sus hijos, a esos miles de personas que murieron sin saber para qué ni por qué. Era como si Carmen también hubiera muerto en un acto solidario con su gente. Rememoro esos días y revivo el momento en que regresé al colegio y me uní a mis compañeras y maestras para rezar el rosario por las almas de los niños que murieron ese día. Visualizo el pasillo con grandes arcos que dejan ver el jardín en penumbra y, más allá, la resbaladilla, el volantín, un sube y baja, y los columpios que tanto me gustaban, los observo con deseo de estar ahí columpiándome, me veo de rodillas aguantando el dolor que me causan los pequeños mosaicos que forman figuras, las cuales he pisado tantas veces; mi mente divaga. No pongo atención y no sé qué contestar cuando apenas escucho un coro que parece decir: Dios te salve, María… pero el recuerdo de esos niños que murieron camino a su escuela, unos, otros ya en su salón de clases, me regresan a la oración: llena eres de gracia…de pronto claramente oigo el ruido del avión que durante un mes sobrevoló la ciudad de Hiroshima, veo a esos niños que ya no pueden jugar, saludando al piloto que los mataría un día de agosto. Santa María, llena eres de gracia…

Triciclo derretido por el efecto de la bomba Hiroshima Peace Memorial Museum

Fidelidad al plural Valerio Magrelli LAS “BELLAS INFELICES” DE GILLES MÉNAGE: LO COMPLEJO A LA HORA DE TRADUCIR

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l debate moderno en torno a la traducción involucra, desde su origen, una insalvable contradicción. “Bellas infieles” es la fórmula que acuñó Gilles Ménage en el siglo xVii para distinguir entre aquellas traducciones que respetaban el original y aquellas que, debido a un malinterpretado sentido de literalidad, terminaban deformándolo. Mediante una mezcla de lenguaje y erotismo, Ménage se plantea la imposibilidad de una versión ideal, capaz de ser una esposa-amante al mismo tiempo devota y seductora. Esta similitud tan celebrada es en realidad insidiosa, e intentaré demostrar por qué. Belleza y/o fidelidad: de estos dos términos, es en el segundo donde se esconde el engaño, pues la noción de fidelidad embiste el problema teórico con un potente aire antropomórfico. Decimos “fiel a una persona”, “a una promesa”, “a la palabra”, y en todos esos casos es la singularidad del vínculo lo que garantiza la fuerza. Somos, pues, fieles a una y sólo a una persona, promesa o palabra. De ahí la expresión “no tengo más que una palabra”. La idea de tener fe en la palabra del texto, sin embargo, es profundamente ingenua, pues no remite a un simple término, sino a un complejo sistema de relaciones. Quien habla de fidelidad al confrontar un texto, apela a una evidente hipostatización, y con ello reduce indebidamente lo múltiple a lo único. ¿Cómo pensar en ser fiel a algo que se define justamente sobre la base de una pluralidad constitutiva? Un texto literario (tanto más si es llevado a su máximo grado de codificación, como es el caso de la poesía) no es un objeto estático, sino un proceso dinámico, un concurso de fuerzas contrapuestas, un conjunto de fuerzas en equilibrio. Ésta, y no otra, es la dantesca “cosa armonizada por unión de mosaicos”. Cada obra se presenta como un nudo de información sintáctica, lexical, retórica, eventualmente métrica, rimada, etcétera. De hecho, para decirlo mejor, responde a este nudo y no a las diferentes cabezas que lo forman, al igual que una trenza no precede al gesto que la cierra, aunque en ese gesto consista. En consecuencia, el traductor podrá aspirar, en el mejor de los casos, a ser fiel a uno de estos elementos, pero no a ellos en su totalidad. Aquí la cuestión se invierte: elegir a qué ser fiel significa, al mismo tiempo, decidir a qué no serlo. Y aquí podemos traer la regla según la cual, en cada traducción, la fidelidad a un criterio compositivo implica siempre la infidelidad a otros. En otras palabras, traducir significa reorganizar el texto con base en un restringido número de prioridades. Tras todas estas consideraciones, la idea general de fidelidad de la que partimos luce bastante alterada: el problema sustancial no será más cómo, sino qué se traduce. Concluiré, por lo tanto, con una máxima del abad Galiani: “Al rendir una profunda reverencia a alguien, se le da la espalda a otro.” He aquí a qué llevan nuestras “bellas infieles”. De una noción errada del texto en cuanto totalizante, pasamos a una visión basada en la necesidad de delimitar la esfera de adecuación privilegiada. La imagen inicial se ha quebrado, el cuadro metafórico es otro. Frente a la avasalladora riqueza de la página, el traductor no podrá más que ilusionarse con practicar una vaga, somera profesión de fidelidad. Al elegir a qué rendirá honores, tendrá que elegir también, irremediablemente, qué ha de ignorar

Traducción del iTaliano de iván García y GeorGina Mejía


Dumas

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Quimera o vida:

Nerval y

EL CASAMIENTO DE DOS FIRMAS LITERARIAS DISÍMILES.

Vilma Fuentes

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e los cientos de títulos que forman la obra de Alejandro Dumas, diez de esos volúmenes son menos conocidos que Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo y tantos otros libros donde el autor sabe producir una alquimia, que algo tiene de magia, entre personajes históricos y criaturas ficticias, protagonistas reales y héroes imaginarios. Estos escritos menos conocidos son sus “Memorias”, relato de las peripecias de una vida excepcional: su traslado de su provincia a París alimentándose con los conejos que caza, sus primicias en esta ciudad, su amistad con Nodier, pontífice de la vida artística con su salón literario. Anécdotas de diversos órdenes: cómo salta de un balcón de teatro para castigar a un grupo que insulta a su maestro y amigo, Charles Nodier. Su primer empleo como secretario del duque de Orleans, futuro rey de Francia. Sus exitosos feuilletons, sus piezas de teatro (como una de ellas duraba tres días con sus noches, el público llevaba sus provisiones y sus almohadas), su amistad con Victor Hugo y Balzac, actores y actrices (algunas fueron sus amantes e incluso sus esposas), aventuras amorosas pero también guerreras como la ayuda que llevó a Garibaldi en una expedición marítima a bordo de un barco de su propiedad y dirigido por él mismo. Sus réplicas inolvidables en la vida diaria y no sólo en sus escritos. El rostro de Alejandro Dumas tenía algunos rasgos negroides pues su padre, el general de Imperio Thomas Alexandre Davy de la Pailleterie, era un gigante mulato (modelo de Porthos), hijo él mismo del marqués que lleva ese nombre y de una esclava negra, Marie-Zezette Dumas. Así, su condición de mulato lo hizo sufrir a veces observaciones racistas. Por fortuna para su obra como para su vida, Dumas poseía un agudo sentido de la réplica. A un insolente que le había dicho: “Usted conoce bien a los negros”, el autor de Montecristo contestó: “Mi padre era mulato, mi abuelo era negro, mi bisabuelo era un chango. Usted puede ver que mi vida comienza donde termina la suya.”

Uno de los encuentros más significativos de su vida fue el que tuvo con Gérard de Nerval. Unidos por la amistad, colaboraron en la escritura de algunos libros firmados por ambos, aparte el trabajo de escritor fantasma que el poeta hizo para el novelista y dramaturgo. Queda un testimonio asombroso donde, texto capital para la comprensión del sistema mental de un poeta, Nerval escribe a Dumas en un intento de explicarse el fenómeno particular de su imaginación creativa. Se sabe que Nerval sufría con frecuencia alucinaciones, y fue incluso tratado a causa de un diagnóstico de locura, antes de terminar por ahorcarse. Nerval escribe a Dumas: “Hace algunos años, me creyeron muerto y Jules Janin escribió mi biografía. Hace algunos días, me creyeron loco, y usted consagró algunas de sus líneas más encantadoras al epitafio de mi espíritu… Usted escribió: De vez en cuando, a causa de un trabajo cualquiera que lo ha fuer­ temente preocupado, la imaginación, esa loca de la casa, expulsa de manera momentánea la razón que es la due­ ña del lugar… Voy a tratar de explicarle, mi querido Dumas, el fenómeno… Algunos narradores no pueden inventar sin identificarse con los personajes de su imaginación… Nuestro viejo amigo Nodier contaba cómo tuvo la desgracia de ser guillotinado durante la época de la Revolución. El realismo de su narración era tan persuasivo que no faltaba quien se preguntase cómo había logrado pegar de nuevo su cabeza al tronco… Usted comprende que el entrenamiento de un relato pueda producir un efecto parecido… Usted ha tenido la imprudencia de citar uno de los sonetos compuestos en ese estado de ensoñación supra-naturalista… La última locura que me quedará sin duda será la de creerme poeta: toca a la crítica curarme.” La modestia de Nerval es igual a la clarividencia de su inteligencia. No sólo con la palabra “super-naturalista” anuncia lo que aparecerá más tarde bajo el nombre de surrealismo, sino que también se interroga, a partir de la experiencia vivida, y dolorosamente vivida por él, a pro-

Alejandro Dumas. Foto: Nadar, 1855. © Dominio público, fuente: wikipedia.org

pósito del fundamento de todo poema, de todo relato. ¿Cuál es la parte de lo verdadero, cuál la de lo falso? ¿En qué momento lo que es inventado es más verdadero que lo denominado real? ¿Qué riesgo corre quien se aventura en este juego? Viene a la memoria la frase de Hölderlin: “La poesía no es sino un juego. El más peligroso de todos los juegos.” Aunque amigo de Nerval, Dumas poseía un temperamento muy diferente. Gran gastrónomo, algo glotón, gigante corpulento, a veces rico, a veces arruinado –al extremo de verse obligado a huir a Bruselas, donde Hugo residía con otros disidentes al régimen de “Napoleón le petit”, antes de partir a Jersey. Dumas responde, a quienes preguntan si huye de Francia a causa de sus opiniones políticas, que es perseguido por sus acreedores a causa de sus deudas. A diferencia de Nerval, Dumas prefería ver cumplirse sus sueños en el mundo real. Fue así como hizo construir cerca de París, en una etapa de su vida en que gozaba de una verdadera fortuna, una propiedad suntuosa: un castillo que llamó el Castillo de Montecristo. Acaso, también él, Alejandro Dumas, debía, como su héroe, encerrado en la fortaleza prisión de If, tomar su revancha. Algunos amigos tuvimos la curiosidad de visitar ese castillo, ya que existe a pesar de los ultrajes del tiempo. Es un monumento nacido de la imaginación de Dumas. Balzac, menos adinerado, pues sus feuilletons se vendían menos y todo su dinero se iba en pagar deudas (costumbre que Dumas no tenía, considerándola poco aristocrática), relata sus paseos para admirar el “castillo” de Dumas no sin cierta envidia. Construcción a la vez gótica, barroca, desproporcionada, fuera de cualquier regla de la arquitectura, corresponde más bien a la desmesura de un espíritu que no se inquieta por el “buen gusto” y obedece a las órdenes de sus deseos, incluso si éstos pueden parecer infantiles. Se encuentran ahí las audacias de este creador. Donde Nerval o Nodier soñaban quimeras, Dumas construyó sueños


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Flannery O’Connor: la parábola y la escritura

LA NOVELISTA Y CUENTISTA CATÓLICA NACIÓ EN GEORGIA, ESTADOS UNIDOS. MUJER FRÁGIL DE PLUMA FULMINANTE.

ra manifestarle en toda su complejidad el sentido trascendente de nuestros actos, derivado de una verdad que se funda en los secretos de la fe, aun y sobre todo, de una fe erróneamente entendida de sus personajes. Un claro ejemplo de lo anterior es el estupendo relato “Un hombre bueno es difícil de encontrar”. Una tradicional familia del sur de Estados Unidos decide emprender una excursión por carretera a Florida. La familia se compone de la abuela, su hijo Bailey, la esposa de éste y los hijos del matrimonio (una niña, un niño y un pequeño de brazos). Además, una gata irá escondida en la cesta de la abuela. A lo largo del recorrido, la abuela irá contando anécdotas en apariencia triviales. Los niños se comportarán como niños (pelearán entre ellos, impacientes por “lo aburrido” del viaje) y los padres como los adultos que son.

Relacionaba su modo de sentir el catolicismo con su forma de hacer literatura, es decir, de contemplar el misterio de la vida.

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ué escritora tan particular es Flannery O’Connor (1925-1964). Su vocación católica la hace una autora única para su época y su entorno: el llamado “cinturón bíblico” del sur de Estados Unidos, de raíz fuertemente protestante. Menuda y sonriente, O’Connor creó en sus cuentos y novelas un singular universo –no exento de humor– que se verá transgredido, en el que sus personajes reciben a cuenta de sus actos, en apariencia nimios, una tremenda lección de vida; lección que, sin embargo, se tornará reveladora. Ferviente lectora de Santo Tomás de Aquino y criadora de pavorreales en su apacible hogar de Georgia los últimos años de su corta existencia, Flannery O’Connor relacionaba su modo de sentir el catolicismo con su forma de hacer literatura, es decir, de contemplar el misterio de la vida: “El cristianismo no es un conjunto de reglas que fija lo que se ve en el mundo. Fundamentalmente afecta a la escritura garantizando el respeto por el misterio”, discurría respecto a su obra. O’Connor era una mujer de constitución frágil –padeció una enfermedad degenerativa–, mas fulminante en su escritura. Su novela Sangre sabia (1952) es, en este sentido, contundente. Hazel Motes, el protagonista, es un extraño y sombrío predicador que busca fundar la Iglesia sin Cristo. Su locura es llevada a sus últimas consecuencias: se abrasará los ojos con cal viva. Pero al quedar ciego, se salvará. La contradicción, si la hay, obedece a un orden espiritual que guarda su razón en los Evangelios: el “probo” será rechazado, acaso reprendido, y el blasfemo, al descubrir a Cristo en su interior, obtendrá su re­ compensa, esto es, la vida eterna. Es inquietante la idea que, en boca del predicador, la autora deseaba transmitir: al suprimir a Cristo, una renovada o nueva noción de redención habrá de transformar al individuo común; de allí la necesidad de un nuevo Jesús –como Hazel Motes clamará más adelante–, un nuevo redentor que nos haga ver otra vez, ya que hemos dejado de percibirlo, que su misión en la Tierra es salvar a los pecadores y no a los justos. De hecho, en sus cuentos, los “justos” tendrán una nueva oportunidad de ser redimidos, aunque esto los conduzca al oprobio, el vacío existencial o incluso la muerte. Así, este ser “íntegro” (blanco protestante), constatará en carne propia y en una suerte de terrible revelación lo absurdo de sus pretensiones como practicante del cristianismo. De aquí que O’Connor emplee de diversas maneras, pero casi invariablemente en sus relatos, una versión personalísima de la parábola bíblica, no con el fin de aleccionar al lector sino pa-

Edgar Aguilar

Durante un punto del trayecto, la abuela sugerirá desviarse del camino para realizar una rápida inspección a una antigua finca que asegura alguna vez visitó de joven. Su hijo Bailey, a regañadientes y ante la insistencia de sus hijos por un supuesto pasaje secreto –invento de la abuela–, accede. El auto en el que viajan se introduce por un sendero pedregoso e irregular y, al no lograr sortear un montículo, dará una “vuelta de campana”. Tras el accidente, al salir sus ocupantes ilesos del auto, otro auto se aproximará colina arriba. En él van un sujeto que se hace llamar el Desequilibrado –o el Inadaptado– y dos de sus secuaces. La abuela, al recordar haberlo visto en el periódico como un criminal acabado de darse a la fuga, lo reconoce y se lo dice. Esto provocará la perdición de todos, más la insólita revelación que tendrá la abuela poco antes de morir. El final del cuento es sencillamente perturbador. La abuela es el vivo retrato de una ciega mentalidad, de un tipo muy distinto a la ceguera real de Hazel Motes, que pretende comportarse y hablar en cualquier situación, por penosa que sea, de manera “cristiana”. El diálogo que sostendrá con el Inadaptado –el símbolo del pecador– para salvar el pellejo es de un patetismo sorprendente. El único hombre que puede en ese instante ayudar a la familia “en apuros”, y que en un primer momento da la impresión de querer hacerlo, lo que nos remite al “buen samaritano”, al ser señalado e identificado por la abuela, se mostrará tal cual, es decir, como un asesino, lejos de ese “buen hombre” que creerá ver y en el que insistirá ridículamente la abuela. La parábola escritural de Flannery O’Connor parece actuar desde una interpretación más profunda, menos literal que lo que dicta el Evangelio, pero a la vez íntimamente apegada a él en su significación más generosa y humana. En su libro de ensayos Mystery and Manners, al abordar este cuento aclaró su autora: “la abuela está siempre sola ante el Inadaptado. […] Se da cuenta de que está ligada a él por lazos de misericordia que tienen sus raíces en la profundidad del misterio”. Y en una carta fechada en 1960 no dejó de advertir: “En la versión protestante, gracia y naturaleza no tienen nada que ver, por eso la señora hipócrita, banal y sin humanidad no puede ser un médium de la gracia. Sin embargo, yo veo las cosas de otro modo, yo soy una escritora católica.” Quizá por ello sus cuentos nos resulten tan fuertes y desconcertantes, aunque no dudará en concederle a sus personajes un final tan dramático como imprevisiblemente revelador


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El nacimiento del

melod

y la m

Gustavo Ogarrio

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I

i concedemos que es en el siglo xix donde se encuentra uno de los orígenes de cierta sensibilidad melodramática en América Latina, es necesario profundizar en los modos en que el melodrama adquirió formas narrativas y culturales para expresarse. Por lo tanto, no sólo es indispensable reconocer la dimensión política e ideológica del melodrama, es decir, su dominio a través de la creación de un ámbito de la sensibilidad en el campo cultural europeo y latinoamericano, es necesario también registrar su fuerza como mediación cultural en el proceso de configuración de formas literarias específicas.

¿Cuál ha sido el proceso de formación de lo melodramático? ¿Qué fuerzas empujan la creación de la unidad cultural del melodrama? ¿Qué muerte se encuentra detrás del nacimiento del melodrama? En un libro por demás sugerente, La muerte de la tra­ gedia, George Steiner reconstruye el proceso de desintegración de la tragedia, género dramático, artístico y político por excelencia en la Antigüedad griega, que experimentó mutaciones de lo más diversas para posteriormente consumirse en un cansancio moderno y emprender así su transfiguración más radical. Steiner nos coloca ante tres maneras de enfrentar el cansancio de la tragedia, advirtiéndonos que no hay soluciones categóricas ante su disolución o posible muerte como forma artística: “Los tres episodios que voy a relatar coinciden con la triple posibilidad de nuestro tema: que la tragedia está en verdad muerta; que se prolonga en su tradición fundamental pese a cambios de forma técnica; o, por último, que el teatro trágico podría resucitar.” Si decidiéramos entrar en el ámbito de este agotamiento a través de la segunda alternativa planteada por Steiner, al asumir esta prolongación de la tragedia mediada por su transformación técnica, es posible preguntar: ¿Qué caminos sigue esta transformación? ¿Qué formas artísticas y culturales se expresan en la fragmentación de la tragedia? Steiner afirma que la tragedia “calla en el teatro”, interrumpe su actualidad sostenida en la tragedia griega, en el teatro isabelino, español y francés, para insertarse en el horizonte del Romanticismo: “En los orígenes del movimiento romántico se halla un intento explícito por infundir nueva vida a las principales formas de la tragedia. De hecho, el romanticismo comenzó como una crítica al siglo xViii por su incapacidad para prolongar las tradiciones del teatro isabelino y barroco.” Además, en la misma latitud romántica ya se expresan las consecuencias de la movilidad social desatadas por la época de las revoluciones; el empuje de la reorganización social exige la entrada en escena de las clases y grupos que disputan los poderes político y cultural a las aristocracias y monarquías europeas. Jesús Martín-Barbero entiende este proceso como otro de los orígenes del melodrama y sitúa su matriz cultural en la transformación social del teatro y de sus recursos formales. Martín-Barbero afirma que en 1790, en Inglaterra y Francia, se le va a llamar melodrama a “un espectáculo popular que es

Mosaico del siglo II ac , con representación de máscaras de tragedia y co

mucho menos y mucho más que teatro. Porque lo que ahí llega y toma la forma-teatro, más que con una tradición estrictamente teatral tiene que ver con las formas y modos de los espectáculos de feria y con los temas de los relatos que vienen de la literatura oral” (De los medios a las mediaciones). El melodrama irrumpe también en el contexto de la Revolución francesa y sus primeras manifestaciones tienen un carácter político explícito; es parte de la escenografía de una gran transformación en donde las clases populares ponen en escena sus emociones, sus anhelos de poder y sus rechazos culturales, y logra fijar la primera gran imagen unificada de lo popular. Al mismo tiempo, esta gran escenografía logra también borrar la pluralidad del “pueblo”, para decantar en los temas propios del romanticismo novelado: “la búsqueda individual del éxito”


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drama

muerte de la

tragedia LITERATURA DECISIVA EN LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL LATINOAMERICANA.

y realidades que constantemente hacen violencia a nuestras previsiones morales. El mecanismo de un oportuno remordimiento o redención a través del amor, le permite al héroe romántico participar en la emoción del mal sin pagar el precio que corresponde. ‘Casi-tragedia’ es, en realidad, otro modo de decir melodrama.” II

omedia en la Villa Adriana, Tivoli, Italia. © Dominio público, fuente: wikipedia.org

se impone como el tema dominante en la narrativa y los relatos donde se cruzarán el melodrama y lo trágico. Este cruce es anunciado también por Steiner, al tiempo que delimita los recursos y alcances del melodrama romántico y de la tragedia clásica: “Pero lo que hallamos en la mayor parte de los dramas románticos así como en la ópera wagneriana no es tragedia. Los dramas de remordimiento no pueden, en última instancia, ser trágicos. La fórmula que siguen es la de ‘casi tragedia’. .. ‘Casi tragedia’ es, precisamente, la transacción propia de una época que no creía en el carácter definitivo del mal. Representa el deseo de los románticos de gozar los privilegios de grandeza y sentimiento intenso asociados al teatro trágico sin pagar por ellos todo el precio. Este precio es la aceptación del hecho de que hay en el mundo misterios de injusticia, desastres que rebasan la culpa

Es en la novela donde se expresa con mayor nitidez la tensión entre la muerte de la tragedia, la desintegración y actualización de lo trágico y el melodrama como una forma de representación de lo popular. Antonio Candido señala esta tensión de manera particular en una de las obras más representativas del Romanticismo: El Conde de Montecristo, de Alexander Dumas. En esta obra, los temas propios del romanticismo novelado adquieren forma artística y se engloban alrededor del protagonista, Edmundo Dantés, para dirigir la fuerza de la narración hacia los territorios de la venganza. Antonio Candido afirma que esta novela puede ser vista como un “retrato completo de la venganza personal”. La obra de Dumas se ciñe a varios recorridos, a distintas rutas que tendrán como telón de fondo la tensión permanente entre lo trágico y lo melodramático. Existe, por ejemplo, una ruta desplegada a través de las tres ciudades donde la venganza toma cuerpo y significación: Marsella, Roma y París. La novela también conjuga parte de los ideales del racionalismo –representados en la preparación intelectual de Dantés en la prisión, en manos del abate Faria, que le entrega en dos años los principios de la sabiduría necesaria para enfrentar el mundo–, con

Máscara de teatro griego antiguo

el despliegue de un individualismo activo y con el tema de la riqueza obtenida gracias a un efecto mágico. La figura de Dantés parte de un perfil melodramático; es un “joven honesto, buen profesional, buen trabajador, buen hijo, buen novio, buen amigo”, en una “situación de equilibrio”; pertenece inicialmente a ese orden moral y racional que tanto detesta el Romanticismo frenético y que es también el punto preciso para el inicio de su movilidad, de la representación de la peripecia y del descenso al infierno de la venganza. Dantés emprende con su encarcelamiento, con la ruptura de su estado de gracia melodramático, el camino hacia el triple desdoblamiento que sostiene la trama de la obra. Saber, querer y poder serán los motivos de la transformación luciferina del personaje. Antonio Candido encuentra en el Conde “los principios de la competencia y la apoteosis del éxito personal, nuevas formas del derecho del más fuerte y fundamentos sigue

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éticos de la era capitalista. Edmundo Dantés (arribista como Rastignac y bonapartista como Julien Sorel) es uno de los muchos jóvenes que la literatura romántica tomó, en el siglo xix , para ilustrar la nueva fase de conquista de la posición social mediante la selección del talento y de la habilidad”. Esta tensión entre lo trágico y lo melodramático expresa también, a través del folletín, la prolijidad propia de la novela romántica europea, hace “rendir a la forma” hasta el agotamiento, para finalmente rematar la trama con los recursos de la casi tragedia: “El Conde se cansa” y se niega a ir al fondo de lo trágico para refugiarse en los poderes redentores del arrepentimiento y conquistar así la imagen final del triunfo de lo melodramático. Afirma el Conde, en la carta que le da sentido al desenlace sentimental de la novela: “Sólo el que ha probado el extremo del infortunio puede sentir la felicidad suprema... Vivan, pues, y sean felices, hijos quedos de mi corazón, y no olviden nunca que, hasta el día en que Dios se digne desvelar el futuro del hombre, toda la sabiduría humana estará en estas dos palabras. Esperar y confiar.” Esta “evasión de lo trágico” es decisiva también, según Steiner, en obras como el Fausto, de Goethe, y en otros relatos que sufren los embates profundos del melodrama: “La noción de ‘final feliz’ está explícita en los primeros bosquejos de un drama fáustico que trazó el joven Goethe en 1770. El Fausto de Marlowe es una tragedia; el de Goethe un melodrama sublime... Esta propensión a lo ‘casi trágico’ rige el teatro romántico, incluso cuando el tema parece prestarse menos para un desenlace feliz.” Esta cualidad melodramática sigue el faro de una dialéctica entre el bien y el mal, recoge de lo bajo y lo alto –de la cultura popular y la alta cultura, de la oralidad y de las formas artísticas cultas– los recursos formales de su expresión y se resuelve en una política de la textualidad que conjugará la contención de lo trágico con los desenlaces melodramáticos. La muerte de la tragedia como género literario y político significó el traslado de una dimensión narrativa de lo trágico a las formas nacientes del melodrama, formas que también accedieron de manera indirecta al horizonte político, pero que lograron concentrar una fuerza considerable como forma de representación de lo social y que a su modo atrajeron parte del mapa de valores del alma cristiana, como el arrepentimiento y la culpa. Para Martín-Barbero, la formación del melodrama se expresa en la interacción de cuatro géneros: novela negra, epopeya, tragedia y comedia. Este cruce da como resultado cuatro sentimientos básicos: miedo, entusiasmo, lástima y risa; con cuatro tipos de situaciones y sensaciones: terribles, excitantes, tiernas y burlescas. Finalmente, son cuatro los personajes-símbolo en los que desemboca este cruce: el Traidor, el Justiciero, la Víctima y el Bobo. El melodrama produce con estos recursos dos tipos de operaciones textuales: la esquematización y la polarización. Martín-Barbero ve en el melodrama no sólo un modelo de sensibilidad conservador, sobre su narrativa y sus metáforas pasa también un proceso de apertura que nombra los conflictos ocultados por las clases y la sensibilidad dominantes, además de constituirse en un importante receptor de lenguajes, expresiones y sensibilidades provenientes de lo popular. Sin embargo, esta fuerza de la cultura popular no alcanza a configurar en el melodrama un proceso de extrañamiento del poder dominante, al encontrar su límite en la evasión de lo trágico: “truncando la tragedia, ese final feliz acerca el melodrama al cuento de hadas”.

Para Martín-Barbero, la formación del melodrama se expresa en la interacción de cuatro géneros: novela negra, epopeya, tragedia y comedia.

ENSAYO

© Dominio público, fuente: wikipedia.org

III Pero ¿cómo se puede entender en América Latina esta tensión entre lo melodramático y lo trágico? Si la fuerza de la tragedia se despliega primordialmente en el horizonte europeo ¿cómo se arma esta inserción de lo trágico en el alma melodramática de América Latina? Una tendencia de interpretación de la literatura latinoamericana del siglo xix nos dice que ésta se distingue por su ausencia de acción, por la renuncia de la novela a las definiciones propiamente novelescas. Sin embargo, la novela latinoamericana en las etapas de emergencia y consolidación del romanticismo enfrentó esta tensión entre lo trágico y lo melodramático con otros recursos literarios y colocó en escena otros elementos de su propio contexto. Por ejemplo, las novelas históricas se distin-

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guieron, según Jorge Ruedas de la Serna, por su vehemente crítica a los “vicios de la Colonia y en particular a las atrocidades de la Inquisición”, recrearon literariamente la “injusticia a que era sometido el criollo por parte de las autoridades virreinales y de los prósperos peninsulares venidos a América”. Afirma Ruedas de la Serna: “Esta literatura está signada por el deseo de instruir y adoctrinar.” Además, todo este proceso, aunado a la “falta de movilidad en una sociedad fuertemente tradicional, indiferente a la crisis profunda de valores morales y sociales que tenía lugar en Europa”, vincula a la literatura de la época con las “aspiraciones ilustradas del siglo anterior”. No obstante, la tensión entre lo trágico y lo melodramático se manifiesta en la construcción de los procedimientos narrativos de la novela romántica en América Latina, es decir, expresa su lugar en un contexto decimonónico enfundado en las dicotomías propias del subcontinente –como la de civilización-barbarie o la de liberales-conservadores– y pone en escena conflictos religiosos y señoriales propios de las oligarquías latinoamericanas. Las novelas de amores contrariados que se escenifican dentro de este contexto y durante la etapa de consolidación del romanticismo forman una sólida tradición, en la que se distinguen obras como Soledad, de Bartolomé Mitre, Esther, de Miguel Cané, la célebre Cecilia Valdés, del cubano Cirilo Villaverde, Cuman­ dá, del ecuatoriano Juan León Mera, Manuela, del colombiano Eugenio Díaz. Françoise Perus conceptualiza este movimiento de la novela romántica a través de la poética narrativa de Jorge Isaacs (De selvas y selváticos. Ficción autobiográfica y poética na­ rrativa en Jorge Isaacs y José Eustasio Rivera). El ámbito sentimental es representado en la novela María como idilio y Perus registra el modo en que el protagonista de la novela, Efraín, conquista paulatinamente su función de narrador e incluso logra desplazar desde este espacio de enunciación a María, la otra protagonista. Esta perspectiva del narrador, denominada por Perus como “ficción autobiográfica”, es profundamente idealista, nostálgica, y anuncia ya uno de los rasgos melodramáticos de la narrativa latinoamericana de la segunda mitad del siglo xix . La evasión de lo trágico se expresa en una cerrazón del marco de interpretación de la novela, que “no logra abrirse a otros mundos ni a otros puntos de vista, ni muchos menos confrontarse abiertamente con ellos”. Finalmente, la presencia narrativa de lo trágico en María tampoco logra ir hasta sus últimas consecuencias: “A la plenitud del idilio y a su exaltación lírica, sólo responden lo trágico de un acento que proviene de la fractura insalvable entre el vacío presente y el recuerdo del paraíso perdido, sin ninguna posibilidad de evolución interna”, concluye Perus. La ruta sentimental del final feliz y del idilio produce un campo de dominio novelesco durante gran parte del siglo xix latinoamericano, mientras las tragedias ameri­ canas de esta época –la herencia colonial, despótica y sistemáticamente excluyente de las sociedades latinoamericanas y de otras sensibilidades, así como la violencia política y cultural– se vinculan sólo marginalmente con los momentos de esplendor del melodrama. Lo trágico y lo melodramático son matrices culturales configuradas también en el horizonte textual y político del romanticismo latinoamericano, modos de escritura que intervendrán de manera muy activa en la educación sentimental de América Latina

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LEER

Jornada Semanal • Número 1068 • 23 de agosto de 2015

Compás de cuatro tiempos, Ignacio Ortiz Monasterio, Claudio Isaac (ilustraciones), Cosa de Muñecas Editorial/Ediciones La Rana, México, 2015.

SOBRE EL SER QUE SE ES JUAN DOMINGO ARGÜELLES

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omo es bien sabido, Marcel Proust reprochó a la crítica esquemática de Sainte-Beuve el “no haber percibido el abismo que separa al escritor del hombre de mundo” y el no haber concebido la literatura de manera auténticamente profunda en ningún momento de su vida, limitaciones que lo llevaron a desdeñar a Stendhal y a no comprender a Balzac y a otros grandes escritores, por lo mismo que no entendió jamás (gran verdad proustiana) que “el yo del escritor sólo se muestra en sus libros” y que todo lo demás (sus vínculos, sus intereses, su ideología; sus simpatías, diferencias y prejuicios) es absolutamente accesorio. Por todo ello, Sainte-Beuve y los críticos seguidores de su escuela son incapaces de comprender que toda literatura, incluida la fantástica, es sin contradicción y en esencia autobiográfica. Y uno recuerda todo lo anterior, justamente al leer los relatos del libro Compás de cuatro tiempos (Cosa de Muñecas Editorial, 2015), de Ignacio Ortiz Monasterio (Ciudad de México, 1972), pues la materia prima memorable de sus narraciones tiene que ver con la intensidad de algunos instantes de la vida cotidiana, pero que él transforma en excelente literatura porque su yo literario evade, con destreza y maestría, la crónica primaria del acontecer sin más. Bien leídos y asimilados su Montaigne y su Borges, Ignacio Ortiz Monasterio sabe contar historias; historias que son a un tiempo cuentos y crónicas familiares; ensayos narrativos intimistas por momentos, a veces con gran sentido del humor, otras con nostalgia o melancolía, pero siempre con sensibilidad literaria y con profundidad artística. Volviendo a Proust, tendríamos que decir, con él, que Ortiz Monasterio sabe que “las cosas hermosas que escribiremos si poseemos talento están en nosotros, difusas, como el recuerdo de una melodía que nos cautiva sin que podamos alcanzar su contorno”, pero que ya alcanzado nos da la clave y el tono para hacer, con los materiales de los instantes cotidianos, inolvidables y entrañables páginas literarias. Los cuatro relatos que integran este librito (ilustrados hermosamente por Claudio Isaac) son estupendos, llenos de reflexión sobre el ser que se es (el yo del escritor), plenos de guiños irónicos y con una sutilidad retratística que convierte la biografía y la autobiografía en un género de fusión. Nadie tendría por qué saber siquiera si lo que el autor refiere es realidad o fantasía, pues al cabo toda la literatura

(incluso la realista) es ficción, porque la literatura exige una decantación de los materiales primigenios y define una forma, una estructura y una expresión que están más allá de la realidad elemental. En los textos de Ignacio Ortiz Monasterio todo es posible porque todo es real, pero también porque todo es fantástico. Lo mismo el relato sobre un viejo automóvil desvencijado, unido a la memoria por afectos, percances y colisiones, que la crónica intimista del aislamiento en ciudad y en país extraños, que conduce a la reflexión, al pensamiento filosófico existencial producto de una soledad que puede incluso palparse en sus orillas. Así también el relato sobre un canino amado y conmovedor que se humaniza para integrarse al microuniverso familiar; e igual el cuarto y último relato (“Un colibrí en casa”), que tiene la delicadeza, la sutil construcción (que va con el tono de la fragilidad del ave) de esas piezas inolvidables que nos recuerdan las levedades de los mejores relatos de, por ejemplo, un Truman Capote: el Truman Capote más íntimo, el de Un árbol de noche, el de Música para camaleones. Además, una de las mayores virtudes de los relatos de Ignacio Ortiz Monasterio es no caer jamás en la refeautoindulgencia. Los refe rentes culturales y el guiño irónico están dejados caer en desgaila narración como al desgai erudire, no para ostentar erudi ción o sabiduría, sino como puntos de apoyo necesarios para que lo que cuenta cobre impulso. Quiero decir con ello que en los textos de este autor no hay lastres de origipedantería retórica. La origi autenticinalidad está en la autentici dad: en escribir, antes que nada, para uno mismo y no principalprincipal mente para los demás. Es bien sabido que todos los escritores que en sus libros no dicen nada a nadie, es por haber querido decir algo a todos. Esto último solía afirmarlo el gran cuentista y memorialista peruano Julio Ramón Ribeyro, a quien debemos también una concisa definición del cuento: “Siempre he dicho que un buen cuento es aquel que reúne observación, ironía, buen gusto, estilo, trascendencia, originalidad y poesía.” Todos estos elementos los encontrará el lector, perfectamente integrados, armónicamente ensamblados, en los cuatro relatos de Compás de cuatro tiempos; cuatro relatos entrañables que constituyen la carta de presentación de este escritor que, con seguridad, habrá de darnos las otras páginas que, con estas excelentes expectativas, quedaremos esperando •

La Jornada Semanal

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 En nuestro próximo número

FRANCISCO HERNÁNDEZ: uno más de esos demonios Asbesto: un asesino en casa Un inédito de Francisco Hernández Edgar Aguilar


ARTE Y PENSAMIENTO ........

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Agustín Ramos

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Naief Yehya

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AS PALABRAS. EN EL poemario Morgue (1975-1976), José Vicente Anaya dice que el primer ser en cantar fue un poeta sin palabras que reivindicó el misterio. La literatura. Según la voz narradora de Las horas vivas (Mónica de Neymet, 1986), las palabras adquieren realidad al pronunciarse, ganan vida cuando se escriben, cobran estabilidad en los libros y se eternizan en la literatura, porque en ella “los personajes se conservan, viven, son vividos muchas veces, tantas como los lectores los encuentren”. La lectura. Coetzee, aludiendo a Dostoievsky, pide al lector ser “el brazo y ser el hacha y ser el cráneo que se parte; la lectura es entregarse, rendirse, no mantenerse distante ni burlón…” No estoy seguro de que esta consigna valga para la narrativa, que puede atrapar y seducir al lector con trucos, pero sin duda sirve para la lectura de poesía. Jalando una fábrica pasa mi padre con una lentitud que enreda nudos en las piernas y renqueando, cayendo en hoyos cada rato, un periódico de sudor entre las manos o una cajita negra de muerto para llevar sus alimentos/ Híkuri es la transcripción poética de un ritual cuyo oficiante se empeña en transustanciar actos, objetos y palabras. El cantor de Híkuri se exige visionario y, sabiéndolo o no, se convierte en sacerdote de un oficio cuyo destino consiste en vincular al uno con el otro, lo temporal con lo permanente, lo decible con lo indecible.

Abro ventanas que limitan órbitas y busco la ciega luz que yo genero en este lugar deshabitado en que estoy

Híkuri comporta riesgos, es exigente para el oficiante y para quien concluye la obra al iniciarla, al iniciarse. Sus contemplaciones, morosas, obsesivas, dilatadas –a veces hasta la complacencia–, nunca evitan contemplar el infierno, los infiernos de Vallejo, Ginsberg, Hölderlin, Rimbaud; tampoco renuncian a ser, ellas mismas, infiernos de amor, furia, desolación, ternura... Cuando tocas el agua desde tus manos va creciendo el mar sin embargo ( hay muerte ) La lectura de Híkuri comporta riesgo. Su rebeldía suena tanto a estallido de alma carnal como a vibración de pedernales que buscan ser fuego. El afán libertario y transgresor de su sintaxis, siendo un rechazo rotundo, intransigente, necesita empero de cómplices que se sitúen dentro del ámbito verbal de su violencia y reaccionen ante su puntuación provocadora.

TorTuradores y sicólogos Poco después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, la American Phsycological Association (apa) ofreció sus servicios de asesoría en materia de psicología al Pentágono y a la cia en la “guerra contra el terror”. Muy pronto, en este interminable conflicto, miembros de apa , así como de otras asociaciones médicas, participaron en interrogatorios clandestinos. Cuando los medios informativos revelaron esta complicidad, la Asociación Médica Americana y la Asociación Psiquiátrica Americana se manifestaron en contra de la participación de sus miembros en estas

¿Podrá decirse lo mismo de otros poemarios del mismo autor? Sin duda. Y hasta de otros autores: es múltiple el poeta y escasa la poesía contemporánea que obliga, que pervierte certidumbres y desautomatiza la voz común. los vidrios no tenemos puertas cerradas La de José Vicente Anaya ha sido una poesía sabia para vincularse con la ofensa del dolor, con el alcance de la rabia, con causas olvidables, con historias silenciadas y tesoros hundidos que sólo se invocan para fines de conquista y expoliación, con almas llagadas, despojadas de la elemental fortuna de la queja o la protesta y aun de la sentencia de anunciar: se avecinan los tiempos de artistas contra el sonido casa de dolores fuego al dormitorio de sus hijos carne de acero

Esto es una verdad que repite el rito del Híkuri (biznaga poderosa del todo, del bien-mal) que enseña el Sipiádame, quien aparece en la vereda por la que estoy buscando la salida en Basíware/ En las aglomeraciones de gente y casas nadie conoce a nadie/ Todos los aparatos electrónicos controlan la vida ajena/

Psicólogos sin fronteras… morales

Quizás en cantos como éste, esculpidos con gritos, esté la clave con la cual el resentimiento llega a transmutarse en rebeldía y la pesadilla del torturado en visión profética. En palabras que hacen caber todo dentro del puño en el instante de la crispación: todo, desde el fruto de la tierra llamado pan de dios, hasta la primera, decantada, inasible flor del mal. Está oscuro/ Esto sucede en el cuarto donde duermo, que es la casa de todos/ mi madre mete unos panes en la cajita que se llevará su esposo/ mañana le quitaré esa comida tosca, y en su lugar le pondré unas margaritas que me puedo robar del cementerio/ E n 1 9 7 8 l a U n i ve r s i d a d Au t ó n o m a d e Pu e b l a p u b l i c ó p o r p r i m e r a vez Híkuri de José Vicente Anaya. E n 2010, José Reyes González Flores a f i r ma: “Si la sociedad niega al homb r e, Híkuri lo reivindica; si el canon n i e ga a Híkuri, los otros, los lectores, caminan por Híkuri…” En 2015, con la edición de Malpaís en la colección Archivo Negro de la Poesía Mexicana, Híkuri alcanza 18 mil ejemplares de celebración impresa

Viñeta de Juan Puga

actividades. En cambio la apa creó el Grupo de Trabajo Presidencial para la Ética Psicológica y la Seguridad Nacional, el cual sirvió para dar un barniz de legitimidad a su conclusión de que los psicólogos eran fundamentales en los interrogatorios, ya que podían vigilar que estos procedimientos fueran siempre “seguros, legales, éticos y efectivos”. Esta validación fue aprovechada por la administración Bush para seguir adelante con su programa de interrogatorios “aumentados” (enhanced), argumentando que expertos en ese campo declaraban que lo que hacían no era tortura. Entonces, el gobierno comenzó a emplear casi exclusivamente psicólogos en estos programas, así como a ofrecer fondos para investigación y empleos como asesores, instructores y psicólogos operativos en Guantánamo, Bagram, Abu Ghraib y otras prisiones (convencionales y “negras” o clandestinas) donde trabajaban al lado de militares y contratistas privados. Finalmente, en diciembre de 2014 el Comité de Inteligencia del Senado realizó un reporte en el que aceptó que el programa de interrogatorios era cruel, abusivo e inefectivo.

respuesTa a la crisis El escándalo de las revelaciones de tortura en Abu Ghraib puso al gobierno de Bush en aprietos. De acuerdo con el artículo de James Risen en el New York Times (1/v/2015), en junio de 2004, mientras el mundo condenaba las condiciones inhumanas en que los presos eran interrogados y humillados, la apa convocó a una reunión privada a un grupo selecto de psicólogos y científicos del comportamiento humano para discutir la crisis y el papel que debían seguir los psicólogos en los interrogatorios. En julio de ese año miembros de la apa se reunieron con psicólogos de la cia y otras agencias, y para inicios de 2015 declararon que los miembros de esta asociación podían participar en el programa de interrogatorios.

el reporTe Hoffman El 10 de julio pasado se publicó el reporte de una investigación dirigida por el abogado David Hoffman, en el que se recogen, entre otras cosas, testimonios de psicólogos de la cia que desde 2002 se oponían al programa de tortura pero

que fueron silenciados por algunos directivos de la apa , incluyendo el director de asuntos éticos de la asociación, quien estaba a cargo de redactar la posición oficial de la asociación y aparentemente en recompensa recibió un contrato para entrenar interrogadores. Entre sus conclusiones señalaban que privar del sueño a una persona no constituía una tortura y un miembro de la apa que pertenecía al consejo consultivo de la cia hizo las siguientes declaraciones: “Un psicólogo tiene una obligación con un grupo de individuos, que puede ser la nación” y “el código ético debe ser flexible y aplicado a las circunstancias inmediatas”. La apa finalmente ha condenado y renunciado a sus directivas éticas de 2005; no obstante, como escribe Spencer Ackerman en The Guardian (2/ viii /15), al interior de la apa el reporte de Hoffman fue visto por muchos como una estrategia “antigobierno y antimilitar políticamente motivada”, otros lo acusaron de estar lleno de “mentiras intencionales” y una “clara difamación e insulto al ejército”. Diez años de colaboración con prácticas de tortura brutales han envilecido la mentalidad de muchos miembros de la apa , especialmente a los que se acostumbraron a los beneficios de trabajar con el Pentágono.

casTigos exTremos Mientras tanto, el Parlamento israelí aprobó una ley que permite alimentar a la fuerza a los prisioneros palestinos que se pongan en huelga de hambre, como en las prisiones militares estadunidenses. La Asociación Médica Israelí se opuso categóricamente a esta medida cruel, señalando que equivale a violar al preso. El hecho de que el régimen de Netanyahu quiera castigar una forma de protesta no violenta, hace pensar en los incesantes ataques mediáticos y políticos en contra de otra campaña pacífica internacional, la de Boicot, Desinversiones y Sanciones ( bds ) que tiene como objetivo ejercer presión económica contra el gobierno israelí de manera semejante a la que se llevó a cabo en contra del régimen sudafricano del tiempo el apartheid. Ojalá que estas estrategias sancionadas por un gobierno democrático en contra de la dignidad humana terminen pronto en el basurero de la historia •

JORNADA VIRTUAL

Celebración permanente

TOMAR LA PALABRA

naief.yehya@gmail.com


Jornada Semanal • Número 1068 • 23 de agosto de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germaine@casalamm.com.mx

Leonardo da Vinci: el dibujo del mundo (ii y última)

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N LA ENTREGA PASADA de esta columna (núm. 1066, 9/ viii/ 2015) se reseñó la exposición de Leonardo da Vinci que recién concluyó en Milán, la exhibición más ambiciosa jamás realizada del artista en Italia. Se mencionó el privilegio de poder admirar en México una selecta muestra de dibujos del creador florentino que no tiene parangón, evento que ha batido el récord de asistencia en el Museo del Palacio de Bellas Artes y que hoy concluye. No es exagerado afirmar que Leonardo es el mayor genio de todos los tiempos, tomando en cuenta la diversidad de disciplinas en las que incursionó con una maestría inigualable: pintor, escultor, dibujante, anatomista, arquitecto, urbanista, científico,

filósofo humanista, ingeniero militar, músico, poeta… Leonardo es el símbolo del Hombre del Renacimiento, solamente equiparable a su coterráneo también presente actualmente en Bellas Artes y hasta finales de septiembre, Miguel Ángel Buonarroti, a quien su biógrafo y admirador –el también artista Giorgio Vasari– apodó Il Divino. La muestra de Bellas Artes, titulada Leonardo da Vinci y la idea de la belleza, está integrada por once dibujos originales–incluyendo el Códice del vuelo de las aves y otras materias– y cuatro de su círculo, entre ellos dos piezas probablemente elaboradas al alimón con su discípulo Cesare da Sesto, y un dibujo de otro alumno, Giovanni Antonio Boltraffio. Habrá quienes consideren una muestra demasiado pequeña para el impacto que ha generado, pero más allá del volumen hay que valorar la calidad de las obras. Se ha acostumbrado al público a impresionarse con las grandes muestras blockbuster de artistas contemporáneos que en muchas ocasiones “crecen” de acuerdo con el despliegue mediático y el atractivo de sus obras visualmente impactantes (el caso Kusama, por ejemplo), en tanto que admirar un dibujo sobre papel de escasos 10 o 15 centímetros resulta un ejercicio casi imposible en esta era de implacable contaminación visual en la que sobresalen los grandes formatos pletóricos de colores, texturas y formas exuberantes (a lo Jeff Koons). Nada más alejado a eso que las excelsas piezas provenientes de la Biblioteca Real de Turín que resguarda un valioso acervo de dibujos del Renacimiento. Acercarse a estos dibujos implica detenerse en el tiempo a escudriñar la perfección de las líneas puras y gráciles que en trazos apenas perceptibles conforman la barba rizada de un hombre de gesto severo, las líneas marcadas en el rostro de un anciano ensimismado, los músculos palpitantes en los muslos y la grupa de unos caballos en movimiento, los rollitos carnosos y la tierna sonrisa del niño Jesús, los trazos firmes y sueltos de los estudios científicos del vuelo, las alas translúcidas de una libélula y el caparazón geométrico de un escarabajo. Detenerse frente al Estudio para el ángel de la Virgen de las Rocas significa aprehender la belleza sublime lograda con unos cuantos trazos realizados en punta de plata, al vuelo, de una sola intención, y sentir la emoción que provoca la expresión de pureza en el rostro de la joven madonna. Esta obra maestra ha sido considerada “el dibujo más hermoso del mundo” y su importancia radica también en que es el único boceto preparatorio de la Virgen que se conoce para la realización de las dos versiones de las portentosas pinturas que se encuentran en el Louvre y en la National Gallery de Londres. Mi acompañante en el recorrido se sintió decepcionada al ver que

Estudio para el Ángel de la Virgen de las Rosas

de los dieciocho folios que integran el celebérrimo Códice se pueden apreciar sólo las dos páginas que han quedado abiertas en la exhibición; obviamente no puede ser de otra forma, y me pareció acertada la manera de presentar el contenido al público mediante un video de 4 minutos en el que el códice es hojeado virtualmente y se explica el estudio científico del vuelo que fue una de las investigaciones más notables de Leonardo. “El pintor debe pintar respetando las reglas de un cuerpo natural, que debe presentar proporciones exactas”, escribió Leonardo. Sus innumerables dibujos son muestra de esa obsesión por dominar la proporción. A través de ellos, Leonardo consiguió la perfección, pero más allá de eso, logró imprimirles un hálito de vida que hace vibrar al espectador y le proporciona una experiencia metafísica •

Estudio para Jesús niño bendiciendo

Natalia y Wilfrido toman café en Grecia

A

L MOMENTO DE ESCRIBIRSE estas líneas, la chelista Natalia Pérez Turner y el flautista Wilfrido Terrazas, destacadísimos en la música contemporánea mexicana, se están tomando un café al lado de la Acrópolis de Atenas. Han llegado a Grecia para celebrar la obra del poeta Dionysios Solomós (1798-1857), conocido por haber compuesto el texto Imnos eis tin Eleftherían (Himno a la Libertad), más tarde incorporado al himno nacional de aquel país. En la foto se les ve alegres, conscientes de una aventura estética que recién comienza. Sospechamos que el proceso para llegar allí no ha sido fácil, pues en nuestro país importa menos lo que

merezca un planteamiento artístico que la habilidad para sortear laberintos y minotauros de cuello blanco. Así, salvo lo que nos comparta y corrija luego el amigo y experto en poesía griega que habita las páginas de este suplemento (Francisco Torres Córdova) a propósito de la relevancia en la obra de Solomós durante los siglos xix y xx , querida lectora, lector, pensamos que la incursión de Wilfrido y Natalia en aquellos lares no debe pasar desapercibida en México. Ambos son prolíficos e inquietos; ambos son necesarios para completar el panorama sonoro de una sociedad que requiere nuevas formas de escucharse a sí misma. De allí nuestras palabras de este kiriakí (domingo). El proyecto que llevan se llama The Lights of Zakynthos (“Las luces de Zante”, isla del Jónico donde nació Solomós), una propuesta de Terrazas para el Ionion Center for the Culture and the Arts, institución en la que ya hizo residencia durante 2012 con apoyo del Fonca y el Conacyt. Su idea es estrenar un conjunto de obras inspiradas en la poesía de Solomós, compuestas para la ocasión por los autores Thanos Chrysakis y Nickos Harizanos, así como por él mismo. Las presentaciones ocurrirán justo en estos días en Cefalonia (sede del Ionion Center), Zákynthos (sede del museo que honra al vate griego) y Atenas, ciudad en donde además realizarán talleres y colaboraciones con otros artistas locales por invitación del Centro Griego para la Investigación de la Música Contemporánea (ksyme). Antecedente importante es que Wilfrido y Natalia son miembros del colectivo chilango Generación Espontánea,“antibanda de improvisación libre”, con el que han realizado múltiples presentaciones en foros de muy diversa índole (del Centro Nacional de las Artes a Bucareli 69, pasando por museos y espacios atípicos que audazmente invitan a una “escucha activa”). Él también es miembro del grupo Liminar y ha estrenado cerca de trescientas obras para flauta, una cifra encomiable que nos dice lo respetado que es

su trabajo dentro y fuera de México. Por ello se ha presentado en Estados Unidos, Sudamérica y Europa y ha sido invitado a dar clases en el Conservatorio de las Rosas de Morelia y en el área de música experimental de la Escuela Superior de Música en el df , donde impulsa al ensamble Sonidero 13. Tiene tres discos como solista (Open Cages, Bóreas y Bug/ge/d) y más de veinte como invitado. Natalia, por su lado, ha sabido navegar con el chelo por una gran cantidad de géneros. Lo mismo se le ha visto improvisando en una galería, integrada ella misma a una exhibición (“La cellista es una instalación”), que tocando en los jardines de la Casa del Lago o bluseando al lado de Betsy Pecanins. Ha sido becaria del Fonca y miembro de diversos ensambles de música contemporánea, lo que la ha llevado a sonar en el Foro Internacional de Música Nueva Manuel Enríquez, en el Festival Cervantino y en el Festival Música y Escena, entre otros. Además, trabaja habitualmente con artistas de otras disciplinas (teatro, danza, poesía, cine y video). En 2011 viajó a Francia y se presentó en Reencontres de Theatre Papier, con Cocinando con Leonardo, obra donde no sólo estuvo a cargo de la música sino de la que es coautora. Ese mismo año se presentó en el Centro Pompidou de París con la poeta Rocío Cerón. ¿Cuál fue su paso por la Academia? Estudió en el Centro de Investigación y Estudios Musicales (ciem), en el Conservatorio Nacional de Música y en la Escuela de Perfeccionamiento Ollin Yoliztli, así como la Universidad Carnegie Mellon de Pittsburgh y en la Guildhall School of Music de Londres. Dicho esto, esperamos que el viaje de Natalia y Wilfrido tenga un efecto dialéctico y duradero entre México y Grecia, dos países afectados por distintas formas de violencia extrema. Y ojalá que el café que hoy beben en la Acrópolis sea envión para que, como dijera Odysseas Elytis, les amanezca “un segundo día en el día”. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

@LabAlonso

ARTES VISUALES

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

23 de agosto de 2015 • Número 1068 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

fanTasma Hace días vi un documental de la bbc que me impresionó. Se llama El rapto de Europa, como en el mito griego, y trata del saqueo de obras de arte que realizaron los nazis en la Europa destruida por la guerra. Arrasaron con museos y colecciones particulares, especialmente de las familias judías a las que asesinaron, para formar sus propias, sangrientas colecciones. El documental muestra cómo el siniestro Goering fue transformando su casa en un enorme museo, y cómo Hitler inauguró un museo nacional con las obras de las que se había apropiado, junto con otras que representaban su chabacano gusto, y habla de la famosa exhibición de arte “degenerado”, muchas de cuyas obras fueron quemadas en las llamas de la estupidez –la estupidez del mal, peor que cualquier otra–, como tantas otras veces en la historia de la humanidad. Vemos también a Hitler entrar a París, a la que perdonó después de reducir Varsovia a escombros, y recorrerla como un pequeño turista pasmado. Los directivos y trabajadores del Museo de Louvre habían logrado vaciar sus salas y poner a salvo obras emblemáticas, entre ellas La mona Lisa, enviándolas al sur de Francia, pero muchos hogares de judíos fueron saqueados por los nazis, que poseían una enorme bodega en el centro de la ciudad con los muebles y objetos hurtados para llevarse a sus casas en Alemania. Entre los empleados que cuidaban esa bodega, había un chico judío, cuya familia había sido asesinada en los campos de concentración, que se salvó de ser enviado a ellos merced a ese trabajo. En el documental aparece este hombre, ya mayor pues logró sobrevivir, relatando su experiencia y contando cómo en un momento descubrió, apilados en la bodega, los muebles y cuadros de su propia casa, que debía cuidar como algo ajeno, ser el guardián de su despojo. No sé por qué me impresionó tanto este detalle: quizá porque el muchacho se ha de haber sentido una especie de fantasma, muerto en vida, mirando a su familia y su pasado a través de un cristal. Por lo menos vivió para contarlo.

El fantasma dE la libErtad No sé qué resultará de la investigación del crimen cometido hace unas semanas en la colonia Narvarte. Lo digo de manera preventiva, pues este artículo saldrá publicado dentro de dos domingos y, a la velocidad con que suceden las cosas en nuestro país en las últimas fechas, cualquier cosa puede resultar, la creamos o no. Sin embargo, no he dejado de pensar en El fantasma de la libertad, de Luis Buñuel. En una de las pequeñas historias con que se arma esta película extraordina-

ria, cómica a ratos y muy inquietante, un hombre denuncia a la policía que su hija ha desaparecido; muy formal da aviso y cumple con todos los trámites policíacos. Mientras lo hace, la niña siempre está ahí, a su lado, e incluso en algún momento le da la mano, pero él continúa con su asunto de la desaparición, sin hacerle caso. Dos de las víctimas del crimen horrendo de la Narvarte, el periodista Rubén Espinosa y la joven activista Nadia Vera (y digo los nombres de las tres víctimas restantes, pues no debemos olvidarlas: Yesenia Quiroz, Mile Virginia Martín y Alejandra Negrete), avisaron que las habían amenazado de muerte; es más, se encontraban en Ciudad de México por causa de esas amenazas, pero la última pista que siguió la policía era ésa, igual que el personaje de El fantasma de la libertad. Repito que estas letras son una apuesta, pues no sé qué resultará del caso, menos a dos semanas de publicarlas, pero no deja de llamar la atención el empeño por negar lo más patente, como el personaje de la película surrealista.

una miscelánea Los antiguos alumnos del Centro Activo Freire recordamos la pequeña miscelánea La Cabaña, a la vuelta de donde se encontraba nuestra escuela en la colonia Florida, de donde cruzábamos la calle para comprar nuestros proverbiales chuchulucos. Pues resulta que los nuevos vecinos de la colonia Florida la quieren cerrar porque no la consideran “digna” de una zona residencial. No así los vecinos de siempre, ni la gente que trabajará en las dignas casas. ¿Pues qué tienda sería digna de tal zona? Perdónenme, pero a mí me parece más classy una tienda con tradición y antigüedad que una franquicia, por más que la fachada esté amoladita, además de que La Cabaña ha dado sustento a una familia por ni más ni menos que cien años. Como sugerencia a esos vecinos tan avergonzados, bien podrían cooperarse para darle una resanadita a La Cabaña, en lugar de cerrarla, ¿no creen? •

El Partido Verde Ecologista, que no es ni verde ni ecologista, sino guarida de ladrones y posiblemente donde se confecciona el gran próximo fraude electoral de México, violó sistemáticamente las leyes; se pasó por los destos al Instituto Nacional Electoral y se mofó de sus consejeros y de la sociedad. A cambio, recibió algunas sanciones económicas inmediatamente desactivadas por las mismas autoridades que debieron sentar un precedente primordial de castigo a delincuentes electorales como los que habitan ese falansterio criminal de yúniors: no pasó nada. El ine se confiesa incapaz de quitarle el registro aunque hay leyes específicas que así

sancionan mucho menos de todo lo que ese partido ni verde ni ecologista se atrevió a hacer poniéndose de gorro a la máxima autoridad electoral. Allí siguen, tranquilos y campantes. Francisco Javier Rodríguez Borgio es uno de los responsables de esa colección de trácalas que es la empresa Oceanografía. Dueño también de Grupo Gasolinero México, vinculado con robo de hidrocarburos a pemex; está prófugo y es buscado por la pgr y la Interpol con ficha roja en al menos 180 países. Pero lejos de pisar la cárcel, apareció hace poco en una fotografía “tras bambalinas” en España con el cantante Alejandro Fernández… y Angélica Rivera, la todavía mujer de Enrique Peña Nieto y sus hijas, en otra de las muchas “giras artísticas” posiblemente pagadas con dinero del erario. Ni tan buscado ni tan perseguido como se creería, Rodríguez Borgio tiene amigos poderosos y allí sigue, tranquilo y campante. Manlio Fabio Beltrones, quien fuera duramente cuestionado por pasar cerca de tres horas en el avión en el que fue transportado el presunto asesino solitario de su compadre Luis Donaldo Colosio en 1993 (larga entrevista o interrogatorio o sesión de adoctrinamiento de la que seguimos sin saber nada) fue acusado por la dea de fuertes nexos con el narcotráfico. Veintidós años después, sigue ocupando puestos públicos y es uno de los hombres políticamente más poderosos. Ha colocado a su hija en puestos políticos de relevancia y se apresta a dirigir el p r i aunque ello signifique los peores atrasos en materia de limpieza electoral (por lo pronto ya ha anunciado que demolerá la sana distancia, que en los hechos nunca ha existido, entre su monolítico partido y las instituciones gubernamentales). Nunca ha respondido por su indebida pero explicable fortuna y nunca rindió cuentas fiables respecto de los señalamientos que desde 1997 realizaron periodistas del New York Times que lo exhiben como protector del narcotraficante Amado Carrillo Fuentes, conocido como el se-

ñor de los cielos. Se lo señala también como el responsable de negociar con Felipe Calderón que éste pudiera ser insaculado como presidente (cuando entró por la puertita trasera al Congreso) a pesar de las muchas evidencias del fraude electoral de 2006. Beltrones, a quien se conoce en el argot periodístico como Don Beltrone, en alusión a su pertenecía a la mafia política, allí sigue, tranquilo y campante. Alejandro Iglesias Rebollo es un proxeneta, narcotraficante y asesino que ha sido además señalado como responsable de la muerte de muchas personas en los tugurios de su propiedad, quizá el más sonado el bar Lobohombo que se incendió en Ciudad de México y donde perdieron la vida decenas de personas. Es además señalado como dueño de centros nocturnos que en realidad son prostíbulos donde se esclaviza mujeres, como el infame bar Cadillac. Hay acusaciones directas que lo hacen responsable de asesinatos y violaciones. Sus víctimas lo identificaron a cabalidad. Hoy sigue prófugo. Tranquilo y campante. En 2009 el cura católico Rafael Muñiz López, radicado en Xalapa, Veracruz, fue aprehendido en posesión de una enorme cantidad de pornografía infantil y como operador de una vasta red de depredadores sexuales. Lejos de enfrentar a la justicia, fue protegido por el arzobispo de Xalapa, Hipólito Reyes Larios y por un agente del ministerio público, Fernando Perea Escamilla, quien en 2011 fue insaculado como presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos. Por esa fecha Muñiz López desapareció y allí debe seguir, tranquilo y campante. Como sus protectores. Y como estos “casos aislados” de perfectos perversos hay cientos o miles en el país. Mientras los mexicanos acá seguimos, tranquilos, campantes y enajenados con la porquería televisiva, el futbol y el fanatismo religioso, oyendo reguetones y tamboras de narco, felices e idiotas. Viendo tele. Papando moscas •

CABEZALCUBO

Asquerosos impunes

PASO A RETIRARME

Misceláneas

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Jornada Semanal • Número 1068 • 23 de agosto de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Orlando Ortiz

Luis Tovar @luistovars

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N LA COLUMNA ANTERIOR me referí superficialmente al intercambio epistolar como recurso narrativo: novelas completas escritas como cartas. También aludí a la existencia de volúmenes integrados con este tipo de intercambio pero auténtico, entre personajes de la vida cultural, política o histórica con sus pares, o con simples amigos, familiares o seres amados. Estos libros, para mí, son interesantísimos. Muestran el lado oculto de sus autores, sus preocupaciones, sus dimensiones intelectuales y también sus gustos, las facetas de su carácter, sus sentimientos, sus intimidades y hasta sus perversiones –si las tienen–, en pocas palabras: su dimensión humana. Es decir, en tales líneas descubrimos a sus autores como eran –o son– en realidad y no como nos han dicho que eran o nos imaginamos que fueron por sus obras y hechos. Ernst Hartung ordenó y anotó la correspondencia íntima de j. w. Goethe en un volumen que tituló Alrededor del amor. Si bien en algunas de sus cartas detectamos el temperamento del genio –así lo consideran muchos–, en otras nos deja ver su desmesurada pasión, como paradigma que fue del Sturm un Drag. En una de sus primeras cartas, siendo adolescente escribió: “Uno de mis defectos importantes es que soy algo violento. Usted conocerá los temperamentos coléricos; sin embargo, nadie olvida tan rápidamente como yo cualquier ofensa...” Calculo que alrededor de la mitad de estas misivas están dirigidas a la señora Von Stein, que fue uno (tal vez el mayor) de sus amores; relación complicada y difícil, pues ella era casada y también lo amaba, por eso le escribe:“¡Por qué te tengo que atormentar a ti! ¡Mi más querido ser! ¡Por qué engañarme a mí y atormentarte a ti, y así sucesivamente!... No podemos ser nada el uno para el otro y, sin embargo, somos demasiado...!” Y alrededor de once años más tarde:“Tú no sabes qué violencia he tenido que emplear y empleo, para vencerme a mí mismo, y que la idea de no poder poseerte, me consume y carcome en el fondo.” Las líneas transcritas son pocas pero confirman la idea que uno pudo haberse hecho del autor de Werther y del Fausto, pero contrasta con la idea del estudioso de las ciencias naturales que estudió medicina, química y se vio atraído por la mineralogía y la botánica. Se sabe que escribió más de 14 mil cartas –las del libro sólo son unas cuantas–, y en la última, dirigida a Humboldt, puede leerse: “El más grande genio es aquel que acoge todo en sí, que sabe adaptarse a todo, sin hacer la menor violencia a ese fondo particular que se llama carácter, antes, por el contrario, exaltándole y mejor á n dole.” También cuantioso fue el intercambio epistolar de James Joyce. Por la introducción de Bernardo Ruiz a la edición de las Cartas de amor a Nora Barnacle,sabemos que son tres los volúmenes que recogen las misivas, pero son sólo sesenta y cuatro las dirigidas a su esposa Nora. En ellas siente uno estar entrometiéndose

Viñeta de Juan Puga

demasiado en la intimidad de esta pareja y se va del desconcierto al asombro en torno a la personalidad de este genial autor, pues es difícil imaginar a Joyce escribir: “Mi querida pequeña Lindos Zapatos Marrones...” a la mujer amada, misma a la que le escribe, en la última de este racimo de epístolas, fechada cinco años después: “Mi dulce pícara Nora, recibí esta noche tu ardiente carta y he tratado de imaginarte frotándote el coño en el clóset.” Las alusiones eróticas y escatológicas menudean en el texto, desde la primera línea hasta más o menos la mitad. Pero no todas las cartas siguen el mismo rumbo. Las hay en las que a más de reiterar su amor a Nora le cuenta de sus problemas económicos, de sus neurosis, de su fidelidad a ella, de sus planes, etcétera. Incluso le cuenta que adquirió unas hojas de pergamino en las cuales está escribiendo sus poemas con tinta china para luego encuadernarlos como a él le gusta y regalarle a ella ese único ejemplar. Lo interesante es que estas páginas rebosan de espontaneidad y sinceridad, incluso campea en muchas de ellas la ironía y el humor. Por ejemplo, en una de las misivas, en la que está concertando una cita, le pide a Nora –supongo que aún no estaban casados– que se quite el corsé porque no le gusta abrazar un buzón. De nuevo siento que me quedé en la epidermis del tema. Aunque en realidad desde el inicio mi propósito es señalar que ya nadie escribe cartas. El telégrafo no hizo desaparecer esta costumbre, es más, la llegada del teléfono sí hizo temblar el género, sin embargo, sobrevivió. Hubiera sido interesante que las llamadas telefónicas de estos hombres y mujeres hubieran quedado registradas de alguna manera •

M

ÁS QUE FUNCIONAR POR sí misma, la cinta Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando (México, 2015), bien puede fungir como muestra de cierto cine mexicano cuyo claro afán, de suyo loable pero de cualquier manera jamás del todo conseguido, es la muy pedregosa conquista de la taquilla. Protagonizado por Cecilia Suárez y Luis Gerardo Méndez, se trata del tercer largometraje de ficción dirigido y escrito por el mexicano Manuel Caro, nacido en la ciudad de Guadalajara hace tres décadas y que prefiere ser llamado Manolo. Antes de ésta, el tapatío dirigió Amor de mis amores y No sé si cortarme las venas o dejármelas largas,

ambas el año pasado. Previamente, Caro había realizado tres cortometrajes, de los cuales el más conocido se titula Gente bien... atascada, en 2007. En el ínter, este desertor de la carrera de arquitectura en el Tecnológico de Monterrey se convirtió en creativo publicitario y, eventualmente, en empleado de Televisa, que lo contrató para la maquila de algo que llaman web serie, es decir, una historia dividida en una decena o poco más de capítulos, cuya salida no será en televisión abierta ni restringida, sino en internet.

daría mi vida pero la estoy usando sea tan evidentemente un filme cuyo propósito fundamental, si no único, consiste en convertirse en éxito de taquilla, y la segunda, que de los ámbitos de la realización televisiva y comercial pueden emanar lo mismo maná que miasma. Si se toman filme y autor como muestras de análisis, se concluye que la combinación puede ser letal: el que no se desembaraza de los más típicos vicios, tanto de concepción como de realización, que son santo y seña de la televisión y la publicidad, sencillamente los

ni Todos ni siempre Hay pruebas concretas de que la cinematografía mexicana se ha beneficiado de la incursión de realizadores con un perfil similar al de Caro, es decir, que en algún momento han trabajado, o siguen haciéndolo, en el medio publicitario, así como en la televisión. De hecho, no son pocos los directores cinematográficos que en buena medida obtienen de esas fuentes la mayor parte de sus ingresos económicos –o lo que es lo mismo, que no ganan haciendo cine lo que necesitarían para vivir–, alternando una y otra vías creativas. Pero si bien dicha promiscuidad mediática ha podido generar casos afortunados, como innegablemente es el del paradigmático Alejandro González Iñárritu, por señalar sólo un ejemplo, eso desde luego no significa que suceda lo mismo de manera invariable. En otras palabras, no todos los que primero han sido directores de cine salen indemnes –algunos más bien ya nunca salen– del chapuzón televisivo-publicitario, del mismo modo que no todos los otrora publicistas y maquileros televisivos tienen la capacidad de tomar de esos ámbitos la nuez y desechar la escoria. Añádase lo que Caro sostuvo en una entrevista que le hizo la revista Quién; en la que, según dice, estudió “en Madrid con Juan Carlos Corazza. Hice el seminario de profesionales y me dejó entrar como oyente”; asimismo, informa que “me especialicé en la dirección de actores”.

el conflicTo sin problema (y al revés) Se hace el recuento de la breve, aunque mediáticamente algo sonada, trayectoria de Caro, así como de sus antecedentes y/o “credenciales” fílmicas, para entender mejor dos cuestiones arriba mencionadas: la primera, que Elvira, te

traslada de manera directa y absoluta al cine que luego quiere hacer. Así se vio en No sé si cortarme las venas... y así se ve en Elvira, te daría... –cuyos títulos, por cierto, poco favor le hacen a los filmes, por estorbosamente largos y fallidamente “chistosos”. Algo similar sucede en sus anteriores filmes, pero hablando particularmente del más reciente, da la impresión de que a Caro le parece que la vida es como se ve en los anuncios publicitarios y en las series de televisión mexicanas, llamadas o no telenovelas: sin importar si se trata de penurias económicas, abandonos familiares o crisis existenciales... cualquier cosa que pudiera significar un conflicto, en el fondo pareciera cualquier cosa menos eso, un problema, puesto que su solución se presenta tan sencilla como superficial fue el planteamiento de principio a fin. Entre el epitelio narrativo y dramático, el chiste que se pretende socarrón desde los títulos y un despilfarro histriónico digno de historias mejores por contar y contadas de mejor manera, Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando sólo abona a ese cinekleenex, nacional y sobre todo extranjero, del que suele padecerse de más en cartelera •

CINEXCUSAS

El cine-kleenex

¿Género en vías de extinción? (ii de iii)

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

D

e joven, cada vez que podía, asistía a charlas de escritores: Carlos Fuentes disertando sobre su novela Cristóbal Nonato, cuando la estaba gestando; Salvador Elizondo, con su peculiar voz gangosa, se explayaba en los escritores franceses; Rubén Bonifaz Nuño hablaba con discreción de sus traducciones de Catulo, Virgilio y Propercio; Salazar Mallén, marginal y contradictorio, presentaba por allá en 1983 Las putas también van al cielo, del colombiano Jaime Álvarez Gutiérrez, en un café librería ubicado al frente de Excélsior en Reforma; Juan de la Cabada charlaba con Fedro Guillén a la salida de un concierto, paso a un lado y se me pega un trozo de la conversación; sería 1984. A Pita Amor y Juan José Arreola se los topaba uno con frecuencia en los años ochenta caminando por la Zona Rosa de Ciudad de México. Siempre los veía de lejos, nunca me atreví a acercarme. Merodeaban ellos y yo por los alrededores de la librería Robredo, que ya no existe, sobre Reforma. Un día me encontraba en la mesa de novedades, entró de repente una mujer ya vieja vestida como una colegiala coqueta, con dos trencitas que caían por detrás de las orejas y unas gafas de grueso marco blanco. Se dirigió directamente a mí con unas hojas en las manos y casi a gritos me ordenó ante la mirada sorprendida de la dependiente: ‒A ver, joven, léame aquí ‒estiró con insolencia una hoja. La tomé y empecé a leer. Parecía un poema. Iba todo bien hasta que de pronto leí “desbastado” en lugar de “devastado”, fue mi error visual, dije una palabra por otra, pero la mujer saltó, me arrancó el papel de las manos y gritó a todo pulmón mientras se disponía a salir del local: “Estos jóvenes de ahora no saben ni leer, cómo puede leer desbastado en vez de devastado, qué horror, es como confundir pulir, con arruinar.” Me sentí impotente, encogido, ahora sí devastado. Los demás clientes me miraban con cierto desconcierto, la dependiente cercana a la caja apenas movió la cabeza y como compadeciéndome manifestó: “No se preocupe, es Pita Amor, siempre hace lo mismo.” Después, cada que me la encontraba en la Zona Rosa le rehuía, me apartaba con un leve escalofrío, me parapetaba en algún lugar seguro, la veía a distancia acercarse a un desprevenido transeúnte; le estiraba una hoja, le hacía leer y luego ofrecía vendérselo por un módico precio. El pobre viandante tal vez no alcanzaba a apreciar lo que estaba ahí escrito, aturdido sacaba un billete y se quedaba con el papel mientras la avasalladora vendedora de poemas se marchaba en pos de otro cliente potencial. Muy cerca de la librería Robredo también me topaba con Juan José Arreola, enfundado en una capa negra en pleno mediodía, a veces con sombrero

23 de agosto de 2015 • Número 1068 • Jornada Semanal

hongo negro, siempre muy elegante de corbata o corbatín, con una melena esponjada que hacía pensar en algunos retratos de Beethoven. Siempre estaba acompañado, todavía eran los años en que un escritor conocido caminaba por las calles, la gente se le acercaba o lo miraba pasar, algunos se aproximaban para hablar con él. Hoy ya no sucede nada parecido. La gente anda ocupada en Facebook, se reconoce en las redes, no le importa quién

El viandante y los escritores

Jorge Bustamante García

ande por las calles. Al pasar a su lado me gustaba escuchar la peculiar voz de Arreola, su manera de decir emanaba invariablemente un cierto misterio, hablase de lo que hablase. Yo había escuchado del escritor desde el bachillerato en Zipaquirá. Nuestro maestro de literatura tenía un especial afecto por su obra, nos leía sus relatos, tal vez “El guardagujas”, “El faro”, nos adentraba en la obra de ese remoto mexicano, y por eso cuando lo veía ahí en alguna esquina de Reforma se me alborotaba la memoria, me llegaba la imagen de esa clase, los condiscípulos, el profesor, me sentía todo un privilegiado al percibir cerca la vibra, la presencia del escritor. En una ocasión, al pasar por el Museo Nacional de Arte, en la calle de Tacuba, un póster en la entrada invitaba a una charla de Arreola sobre el cuentista Felisberto Hernández. Esa tarde debía viajar a Jalisco por asuntos de trabajo, pero al ver anunciado ese festín decidí quedarme aunque me echaran del empleo. Esperé unas cinco horas dando vueltas por el centro histórico. Hay veces que valen la pena esas decisiones: eventualidades así pueden modificar la vida. Regresé a las siete de la tarde; el salón en el segundo piso del palacio ya estaba repleto, me colé como pude y alcancé una silla que milagrosamente no estaba ocupada. Algo parecido me había sucedido a finales de 1978, en una charla de Borges en la Biblioteca Nacional de Bogotá. De pronto apareció Arreola. Alguien lo acompañaba en la mesa. Desde el primer momento le imprimió una gran tensión al tema que empezó a desgranar con soberbia habilidad. No llevaba un solo apunte, ni un papel; recurría a su memoria, a su imaginación, al conocimiento maleable y plástico de la obra y vida del escritor uruguayo. Mencionaba un relato, lo tocaba, lo abría y se iba por él como por un río; así habló con pasión, casi con furor, de “El caballo perdido”, de “Nadie encendía las lámparas”, de “El balcón”, de “La casa inundada”. Parecía un mago, brincaba entre las palabras, las difuminaba, se desaparecían y al instante regresaban para instalarse saltarinas en las cabezas cautivas de los oyentes. Hechicero del verbo, parecía hablar además con las manos, los dedos iban y venían conformando figuras en el aire que después de cada movimiento aparentaban quedarse estáticas por un instante en el entorno. Fueron casi dos horas de un ceremonial pagano y frenético, donde el ilusionista se adentraba en el bosque felisbertiano para regresar transformado y caudaloso a lidiar con las miserias de la realidad. Al salir adquirí los relatos, me fui a Jalisco leyéndolos; hoy los sigo leyendo. Eso fue lo que me quedó de esa tarde memorable. Mi hogar está ahora hecho de esas palabras, mi país también, y mis días que, como los de todos, se han ido rompiendo sin remedio •

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