■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 24 de agosto de 2014 ■ Núm. 1016 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
1914-1984
EsthEr AndrAdi, X A b iE r F. CoronAdo y A n to n io VAllE
A cien años de la Gran guerra, AnnunziAtA rossi
24 de agosto de 2014 • Número 1016 • Jornada Semanal
bazar de asombros Hugo Gutiérrez Vega
DISCURSO EN LAGOS DE MORENO
Entre los centenarios insoslayables del presente año está, por supuesto, el de Julio Cortázar, de quien además se conmemoran tres décadas de su muerte física, y conviene subrayar esto último pues, a despecho de algunos que han querido relativizar o ver disminuidas la influencia y la vigencia de la escritura cortazariana, el querido Julio no ha dejado de ser Alguien que anda por ahí, mientras lo más seguro es que sus nuevos detractores –los cuales le sobraron en vida al autor de la inmortal Rayuela– muy pronto pasen al dulce olvido, Cortázar dixit. Los textos de Andradi, Coronado y Valle celebran, desde tres diferentes puntos de vista, este primer siglo del Cronopio. Publicamos además un ensayo de Annunziata Rossi en conmemoración de otro centenario cumplido este año: el del inicio de la segunda guerra mundial, conocida también como la Gran guerra. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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agos de Moreno fue para mí el viento nuevo de la infancia; el descubrimiento de los alimentos terrenales; el inicio de la educación sentimen tal en la adolescencia; una realidad embellecida por la distancia y por el paradójico deseo de que todo siguiera igual y, al mismo tiempo, el anhelo de crecer en todos sentidos. Por estas razones, la gran dis tinción que el honorable Cabildo me hace hoy tie ne para mí un especialísimo contenido espiritual, y me da una clara sensación de pertenencia a una hermosa ciudad, a sus campos labrantíos y a las obras, no por cotidianas menos milagrosas, como el perfecto durazno del verano, la anatomía irrepe tible del membrillo, o la extensión de los campos de maíz y el verde poderoso de los chilares. Mucho es lo que esta ciudad ha dado al mundo y a su caudal artístico: el espíritu de justicia y el avan zado pensamiento del licenciado Primo de Verdad y Ramos; la entrañable fabulística de José Rosas Mo reno y su esfuerzo por recuperar la vida y la obra de Sor Juana Inés de la Cruz, manifiesto en su obra tea tral Décima Musa; la prosa titánica del primer no velista de la Revolución mexicana, Mariano Azuela, y su obra emblemática Los de abajo que, unida a su novela experimental La luciérnaga, escrita en los inicios de su vejez, constituyen un ciclo novelístico de valor incalculable. Francisco González León, el poeta de la vibración del color y de las iluminacio nes cotidianas, complejo y novedoso, se unió a Ló pez Velarde en la tarea de iniciar la poesía moder na de México. Ayer oí dos veces sus campanas de la tarde y vinieron a mi memoria las paradojas místicas de San Juan de la Cruz: “la música callada”, “la sole dad sonora”. La caudalosa sabiduría y el honesto pensamiento político del canónigo Agustín Rivera y San Román, historiador fundamental de la etapa del virreinato, gran prosista y ejemplo de coheren cia entre las ideas y la praxis. El ordenador de la his toria de nuestra literatura, Carlos González Peña, también novelista y catedrático distinguido. El entusiasta promotor de la cultura local Antonio Moreno y Oviedo y sus contertulios: Bernardo Reina, el malogrado poeta José Bece
rra; Federico Carlos Regel y su novela pionera, La hacienda; Vicente Veloz González, memorialista que fue el último encargado de la legación de México en la Rusia zarista, y Agustín Padilla, ejemplo de bonho mía y de prosa irónica y directa. Todos ellos viviendo y trabajando con la mente puesta en el padre Miguel Leandro Guerra, como fundador de uno de los más ilustres liceos de Jalisco que, años más tarde, a pesar de las crisis políticas y económicas, mantuvo encen dida la llama de la cultura artística y académica. Siguen los nombres de José Pérez Moreno, Moisés Vega Kegel, Alfonso de Alba, Adalberto Navarro Sán chez, y los nuevos poetas antologados por Dante Ve lázquez. Irma Guerra y Sergio López Mena con su la bor crítica, y tantas muchachas y muchachos que en este momento escriben e inician su carrera literaria. Quiero felicitar a los ganadores y a los participan tes en estos juegos florales y hacer memoria de dos personajes geniales de los otros campos artísticos: el pintor Manuel González Serrano, el tormentoso Hechicero y Antonio Gómez Anda, músico formado en Europa que debe ser estudiado a fondo e inter pretado con mayor frecuencia. Mucho les agradezco este nombramiento. Me están haciendo un gran favor: permitirme recupe rar un reino perdido: el de la infancia de todos y de todo
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Portada: Instantánea intervenida Ilustración de Gabriela Podestá
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Sema nal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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entrevista con Iván Vergara Edgar Aguilar
Entre muchas otras cosas, Iván Vergara es poeta, músico, editor, periodista y gestor cultural, además de actor y director de teatro, director de cortometrajes y locutor de radio. Nacido en Ciudad de México (1979) y afincado desde hace poco más de una década en Sevilla, España, ha desarrollado una intensa actividad artística en aquella región. Desde 2006 dirige la Plataforma de Artistas Chilango Andaluces ( placa ), proyecto que difunde la cultura mexicana y española al crear conexiones y puentes que acercan a artistas, poetas y creadores de ambas culturas, interactuando con otras artes como pintura, performance, instala ciones visuales, fotografía y teatro. Iván Vergara es fundador de la editorial Cangrejo Pistolero, y es también creador y coordina dor del Recital Chilango Andaluz ( rca ), que hasta la fecha lleva ocho ediciones y se realiza cada año en Sevilla, Ciudad de México y otras ciudades andaluzas. Es autor de los poemarios Montañas de Aurelia (2011) y Era Hombre Era Mito Era Bestia (2013). Preparó, entre otras, la antología Las noches del Cangrejo (2008), una selección de poesía joven andaluza. Colabora periódi camente en publicaciones de México y España y en medios digitales, y escribe en el blog La firma del caracol. Su más reciente proyecto vinculado al mundo del libro “artesanal” es la creación en 2009 de Editorial Ultramarina Cartonera & Digital, de la cual funge como editor de poesía.
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VOZ INTERROGADA
libro artesanal y su valor humano -¿C ómo funciona Editorial Ultramarina? –Ultramarina C&D es una red de colaboradores de diversas áreas: ilustra ilustración, diseño, corrección, autores, librerías y sedes culturales. Somos una editorial, pero quiero creer que ante todo es una idea de cómo originar un proyecto editorial desde cero, con una inversión total de trabajo, esmero y colaboración. Es importante mencionar que este proyecto funciona acorde a la situación económica y social de España, por lo que tenemos que reinventarnos constantemente.
–¿En qué se diferencia su producción editorial de otras editoriales ya sea independientes o comerciales? –Las herramientas para la producción son las mismas pero los precios no lo son. Nos resulta increíble que el mejor precio de impresión digital de un libro lo hayamos encontrado en el norte de España, mucho más económico que en México. En México sería muy complicado poder llevar a cabo este proyecto. Las diferencias deben encontrarse en que tomamos un poco de ambos mundos: el independiente con todas las ventajas que da la libertad de acción, y por el otro, el mundo más tradicional de la edición: nos gusta que nuestros libros sean fácilmente reconocibles por sus particularidades que los hacen únicos. Creo que una diferencia importante es que nos movemos en terreno de nadie. Ni nos ponemos la etiqueta de independientes o comerciales: somos Ultramarina C&D y listo. A final de cuentas, la idea que nos sostiene es la de tender y crear puentes, y en ese aspecto, creo que estamos cumpliendo nuestra labor. –¿Cuál es el puente fundamental que tu proyecto editorial está tendiendo con un país como México? –Si hay algo que puede identificar a ambas regiones es el desconocimiento mutuo que tiene una respecto a la otra. Hemos querido acercar voces, que la gente lea y conozca lo que se hace en la otra orilla; el rCa (Recital Chilango Andaluz) ha sido nuestro principal evento para poder hacerlo (en ocho ediciones, casi quinientos poetas de diversos países); fruto de ello son las cuatro antologías de poesía con poetas participantes en este recital que oscila entre dos orillas, y un montón de selecciones de poetas publicadas en medios españoles y mexicanos. Sobre Ultramarina C&D: lo propuesto desde un inicio fue que cada ejemplar de la editorial llevara de regalo una pla quette; si el autor del libro es europeo, obligadamente la plaquette sería de un autor de la otra orilla. En este momento hemos publicado a los siguientes autores mexicanos: Alberto Chimal, Armando Vega-Gil, Adriana Tafoya,
Fotos: www.editorialultramarina.com
Eric Uribares, Judith Santopietro, Jean Karen, Bruno Ríos y Adrián Soto. –Como editor de poesía, ¿qué clase de poetas jóvenes te parecen más interesantes? –Complicada pregunta. Por un lado, intentamos alejarnos de los poetas jóvenes que escriben para sí mismos, o que al hacerlo conciben la poesía sólo como un medio de volcar sus miedos. Por otro lado, intento no mirar las diferencias entre los poetas jóvenes y los mayores, pero están ahí todo el tiempo: cada etapa en la vida creativa de una persona tiene su propio valor. Creo que la idea de juventud está sobrevalorada y vendida de muy mala manera. En México parece que si no has publicado antes de los treinta estás más que perdido, cuando los libros de poesía que la mayoría de nosotros tenemos de cabecera han sido escritos en la madurez del poeta. Parece que urge más vender la idea de “lo nuevo”, más allá de lo que hace que un texto soporte la crítica más veraz: el tiempo. –¿Cuál es el sentido de crear libros “artesanales” en esta época de predominio virtual? –Pensemos cuál es el valor real de las cosas: ¿cuál es el precio de una réplica clónica y el de un objeto único? Somos de la idea de que la revolución industrial nos ha engañado. El libro artesano tiene un valor humano: no es idéntico a ninguno, es único; el precio de un libro clónico debería ser menor de la mitad. Por otro lado, nosotros tenemos una vertiente digital, solamente que en ella nuestros libros son gratuitos, los cartoneros sí tienen un precio; la idea es vender libros impresos únicos y, si en la red no podemos hacerlo de la misma manera los daremos gratis. Ambas herramientas nos parecen increíbles, pero sin un sentido orgánico, seguramente no vemos todas sus posibilidades. Hay que poner de nuevo en lo más alto el valor y el trabajo humano
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México en las cartas de Cortázar
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uinientas cincuenta y tres veces se menciona a México y/o a los mexicanos en la correspondencia de Cortázar, y el espacio de un artículo es deveras insuficiente para lo que, con clamorosa evidencia, está pidiendo un ensayo. Pero un artículo sí ofrece espacio bastante como para aproximarnos al tema con un par de buenos ejemplos. El primero de ellos, y el primero de todos, se encuentra en una carta del 14/Vi/1952, desde París, a su mejor amigo, Eduardo Jonquières, en Buenos Aires. En ella le platica que acaba de escribir dos cuentos, uno de ellos el más mexicano de todos los suyos, “Axolotl”. Luego le refiere que acudió a una exposición de Tesoros de la Edad Media en Italia, donde descubrió un Cristo de Andrea Pisano con “los brazos en alto y la cruz también: Y. Aquello adquiere un ímpetu de vuelo casi terrible.”Y que le dijo a Sergio, un amigo común: “Si yo fuera pintor o escultor, iría más allá: ¿por qué no tallar un Cristo que sea a la vez su propia cruz? [...] Cuatro días después entro en una inconcebible exposición de arte mexicano en el subsuelo del Musée d’Art Moderne. En una sala de obras coloniales veo mi idea realizada por un imaginero indio: una terrible cabeza de Cristo que se continúa por la cruz en sí. Créeme que tuve casi miedo.” Dos años más tarde, en una carta a Damián Bayón, crítico de arte e historiador argentino, fechada también en París, 20/ Vii /1954, le pregunta: “¿Vas a escribirnos desde México? México es uno de los países que están en mi lista, pero pasan los años sin que me llegue la hora de ir a verlo. Si por casualidad conoces o ves a Orfila Reynal, dale muchos saludos míos. Y lo mismo a Octavio Paz, que es un muchacho simplemente extraordinario, y todo un poeta.” Al final se despide así: “Hasta siempre, Damián, y escríbenos desde algún rinconcito mexicano, entre dos chamales (no sé lo que son pero suena a mexicano).” Dos meses después, siempre desde París, el 27/ix/1954, le escribe a Alfonso Reyes: “Muy querido maestro: Emma Susana Speratti Piñero y Ana María Barrenechea me han enviado la carta que Don Alejandro Quijano remitió a usted el 7 del corriente, y la cual consiente en otorgarme una credencial como colaborador de Novedades. No me será fácil encontrar las palabras para darle a usted las gracias por su generosa intervención en este asunto, cuyo buen éxito habrá de permitirme continuar residiendo en París. Ahora más que nunca siento de veras no haber tenido el gusto de conocer a usted personalmente, pues me hubiera sido más fácil decirle hoy por carta lo que valoro su gesto, y todo lo que representa para mí. En los días que usted
vivía en Buenos Aires yo era demasiado joven para acercarme en otra forma que a través de sus libros. Y hoy me separan muchas aguas y muchas tierras de su mano que, sin embargo, se ha tendido hacia la mía y que estrecho con tanto cariño y tanta admiración. De todos modos Emma y Ana María que me conocen bien, sabrán decirle mucho más de lo que hallará usted en estas malas líneas. Delego en ellas la forma viva y presente de mi gratitud y mi amistad. Acepte el gran abrazo de quien lo admira y lo quiere, Julio Cortázar.” A Eduardo Hugo Castagnino, 15/ Vii /1955: “Espero la aparición de un libro [Final del juego, Los Presentes, 1956], que me están editando en México, donde de golpe han aparecido unos admiradores que se han hecho cargo de la edición, con particular regocijo por mi parte. Ya tendrás un ejemplar, si no me despierto antes y descubro que era un sueño.” A Eduardo Jonquières, 27/ V /1956: “El libro de cuentos está por salir en México; me prometen ejemplares para este mes o el que viene. (Los relojes aztecas son tan blandos como los de Dalí, y sus calendarios deben responder a la teoría de la expansión del universo).”
Cartas de un hombre en París A Paul Blackburn, 20/ iV /1958: “Lo único que se me ha escapado de tu traducción es ‘una caballeriza llena de mexicanos’. Sé que los mexicanos aman mucho a los caballos, como los argentinos, pero un establo lleno de mexicanos es demasiado para mí. Me he quedado muy perplejo.” A Carlos Fuentes el 7/ ix/1958 sobre La región más trans parente: “No siendo mexicano, ignorándolo todo del ambiente que suscita y refleja a la vez una novela como la suya, tengo ventajas y desventajas igualmente peligrosas con respecto a los lectores de allá. Las desventajas son obvias, [...] pero, en cambio, creo tener alguna ventaja que quizá falte allá: en primer lugar la falta de compromiso con esa realidad en que usted está comprometido y, dentro del mismo juego, todos los lectores mexicanos. Puedo leer el libro como si fuera una novela de, digamos, Joyce Cary o Boris Pasternak; ¡qué diferencia cuando me llega de Buenos Aires alguna tentativa de explicación o crítica de los problemas argentinos!” A Amparo Dávila, 25/i /1964: “Me maravilló la película Memorias de un mexicano, que sin duda conoces; jamás me hubiera imaginado que existían tantos documentos gráficos de la revolución, y que algunos fueran tan hermosos.”
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“Cada vez que pensamos en esta temporada en México nos parece todavía más hermosa.”
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Ricardo Bada
A Paco Porrúa, 19/v/1964: “¿Conocés a un crítico de Excélsior, de México, llamado Francisco Zendejas? Se mandó tres artículos seguidos sobre Rayuela, a cual más delirante, y acabó diciendo que el libro era la declaración de independencia de la literatura latinoamericana. Pues mira, mano, cómo vamos mero mero...” Y al mismo corresponsal, el 4/ iV /1966: “Un mexicano quiere filmar Rayuela. ¿Locura, hongos halucinógenos [sic] o sonso nada más?” A Julio Silva, 23/Viii /1966: “Trabajo mucho en La vuelta al día en 80 mundos, que así se llamará el libro-collage que saldrá en México el año que viene. Nada me haría más feliz que contar con tu consejo y ayuda para la diagramación de ese libro, que será una especie de almanaque de textos cortos y muy diversos, un libro para cronopios. El editor me da bastante carta blanca para meter viñetas, mapas, galletitas secas, gatos disecados, etc. Además me propone cajas fabulosas, incluida una de 24 x 20, que es una exageración.” A Francisco de la Maza, 4/Vi /1967: “Quiero agradecerle su hermoso Antinoo, que acabo de leer en estos días. Desde luego, un libro a tal punto exhaustivo es de por sí un documento de un valor fuera de lo común; pero en su caso, afortunadamente, hay mucho más que eso, hay la presencia continua de un escritor y un artista, de alguien para quien el tema resulta evidentemente consustancial.”
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A Paco Porrúa, el 26/ Vii /1967, le habla de la editorial Siglo xxi , que va a publicarle La vuelta al día en 80 mundos: “Parece muy dinámica, y en todo caso ha hecho todo lo posible por demostrarme que hasta mis zapatos viejos pueden ser editados ventajosamente en México.” Y el 21/ i /1968, al mismo corresponsal: “Me alegró lo que me decís de La vuelta al día, que está muy lejos de ser un libro ‘importante’ pero en cambio tiene, creo, muchas páginas divertidas. En México y en Cuba el libro es una especie de explosión, y me dicen que también en la Argentina. En todo caso yo tengo aquí ríos de cartas con toda clase de comentarios, desde el amor hasta el insulto.” A Roberto Fernández Retamar, desde París, 20/ i /1968: “Octavio Paz renunció a su cargo de embajador después de la masacre de México. Me manda un poema y una carta que explica y da su terrible y hermoso sentido al poema.” Y el mismo día, a Omar del Carlo: “Hiciste bien en divertirte con lo que llamas mi malhumor subterráneo, porque en todo caso no estaba dirigido contra vos ni mucho menos. Estos son tiempos de malhumor metafísico, histérico, lo que quieras: Biafra, México, Vietnam, las opciones son diversas. En todo caso, perdoname la posible brusquedad; te repito que nada tiene que ver con vos.” A Paul Blackburn, 19/xi /1968: “Como recibo más dinero que antes, de México, la Argentina y ahora de los Estados Unidos, confío en poder trabajar menos en la Unesco y otras mierdas.” A Eduardo Jonquières, 1/ Viii /1969: “Maduro despacito la idea de irme a México el año que viene; de golpe tengo tanta libertad entre las manos que casi me da miedo.” A Lezama Lima, 16/Viii /1970: “Sí, conocí al poeta [José Carlos] Becerra en Londres, me lo presentó Vargas Llosa, y era tan tímido que llevaba su libro para mí, ya dedicado, y no se animó a sacarlo del bolsillo aunque pasamos una velada juntos; lo dejó en manos de Mario, que me lo entregó más tarde. Su muerte me ha dolido profundamente, y he pensado en la extraña paradoja de que haya encontrado las Tijeras por manejar de noche su automóvil, cosa que no había hecho jamás pues era muy distraído y sus amigos le suplicaban que solamente guiara de día para no perder demasiado el rumbo. Curioso, sí, que el poeta, ese licántropo, no haya podido llegar al fin de la etapa en la oscuridad, que unos faros o una sombra de álamo lo hayan desviado hacia el barranco donde había de matarse.” A Félix Grande, 15/ ii /1971: “Pues no, viejo, no tengo ningún domicilio de Octavio en México, pero pienso que si le escribes al Colegio de México, en el cual como quizá sabes tiene que hacer un curso este año, la carta le llegará sin problema. La otra solución es escribirle c/o Mortiz. Vi apenas de paso a Octavio cuando vino unos días a París, pues yo estaba ya yéndome a La Habana y todo se redujo a unos tragos y un abrazo.” A Evelyn Picón Garfield, el 15/ x /1973: “¿Te acuerdas de esa parte en que te cuento que un señor mexicano, en casa de Allende, juró haberme visto en la tV mexicana,
Ilustraciones de Gabriela Podestá
entrevistado por una muchacha rubia? Era en febrero de este año. Pues bien, hace una semana, y por primera vez en mi vida, acepté dejarme entrevistar por la televisión, pues me daba la oportunidad de atacar a la Junta militar de Chile, hablar de Pablo Neruda, y definir mi idea de la revolución en América Latina. Me filmaron aquí, en París, hace seis días. La persona que me entrevistó se llama Silvia Lemus, y es una muchacha rubia. Y me entrevistó para la televisión de México.” A Ana María Hernández, 21/i /1975: “Hubiera sido muy hermoso encontrarnos en París o en otro lado durante tus vacaciones, pero la frase anterior te estará diciendo ya que no será posible esta vez. En febrero (dentro de tres semanas más o menos) tengo que ir a México por la reunión del Tribunal de Helsinki, que se reúne para ocuparse de Chile. Me lo pidieron la Tencha Allende y Carlos Altamirano cuando nos vimos en Bruselas; también estará García Márquez, y no me puedo negar.” A Rosario Santos, 31/ iii /1975: “En México, después de una semana agotadora de trabajo, pude escaparme en un auto y recorrer todo el país, quedándome en los pueblitos, hablando con la gente y conociendo todo lo que no puede dar la capital.” A Ángel Rama, 16/ ix /1975: “Cristina Peri Rossi está en unos líos terribles en España, y tendrá que irse en algún momento porque no le renovaron el pasaporte. Yo le voy a buscar colaboraciones en diarios de México, y te pido que si hay una chance en Caracas, me lo digas. Cristina tiene una cantidad de cuentos y poemas inéditos, y además ha escrito notas periodísticas, reseñas, etc. Sus calidades vos las conocés mejor que yo. Gracias por ella y por mí de antemano.” A Evelyn Picón Garfield, 24/Viii/1976: “Lamento que los puritanismos mexicanos te hayan malogrado un poco las vacaciones; esa gente es en verdad muy extraña y yo no termino de comprenderla. Cada vez que he ido a México, he esperado una especie de revelación sobre su carácter, pero es inútil, me vuelvo a París con la misma ignorancia.” A Ofelia Cortázar, desde Zihuatanejo, el 13/ Vii /1980: “Estamos en una playa bastante solitaria, pasando nuestras vacaciones con el hijito de Carol. El lugar es bellísimo y el mar azul y caliente, de modo que es perfecto para descansar y tostarse; falta nos hacía después de tantos viajes y tanto trabajo en París.“ Y una semana más tarde, desde el mismo lugar, le cuenta a Luis Tomasello maravillas de la playa y el sol y el descanso que están teniendo allá. En los mismos términos se expresa en cartas a su madre, el 18/ Viii /1980, desde Zihuatanejo, y luego desde San Francisco, el 23/ix/1980: “Nuestro viaje final por México fue muy her-
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“... esa gente es en verdad muy extraña y yo no termino de comprenderla. Cada vez que he ido a México, he esperado una especie de revelación sobre su carácter, pero es inútil, me vuelvo a París con la misma ignorancia.”
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moso. Combinamos autos alquilados con aviones locales para recorrer diversas partes del territorio, y así en dos semanas pudimos ver una gran cantidad de cosas hermosas. Yo ya conocía parte de eso, pero Carol era la primera vez que venía a México, de modo que fue muy agradable mostrarle ciudades, ruinas y paisajes; luego fuimos a otros lugares que yo no conocía, y entonces el placer fue todavía más grande.” Un mes después, 23/x /1980, y asimismo desde San Francisco (donde Cortázar ha ido para dictar un curso de literatura en Berkeley), vuelve a decirle a su madre: “Cada vez que pensamos en esta temporada en México nos parece todavía más hermosa.” Last but not least, remataremos esta cosecha de citas con la de una carta a Jaime Salinas, también desde Berkeley y también el 23/ x /1980: “Me gustaría mucho que me acusaras recibo de la llegada de este envío, pues aunque el correo de aquí es seguro (el de México me llevó casi al harakiri), lo mismo prefiero estar seguro de que no te has quedado esperando sin que yo lo sepa.”
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CUENTO
Eldíaenquemen Antonio Valle
Todo se hizo sombra y acuario ardiente. Arthur Rimbaud Espiaban algo, un remoto señorío aniquilado,
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un tiempo de libertad… Julio Cortázar
unque el visitante muchas veces lo intentó no logró olvidarla. Ahora se sentía confundido porque no sabía si habían pasado algunos años o si sólo fue un instante el que la criatura necesitó para volver. Entre los destellos púrpuras que salían del espejo y el sax de Gato Barbieri, le echó una última mirada al lienzo de Rodolfo Nieto. Mientras cruzaba la frontera en llamas, imaginó a la criatura con la que un lejano día, bajo otro diluvio de agua y fuego, soñó haber escapado de París, de la ciudad amada donde, después de una larga vida sin amor, finalmente había regresado al acuario para huir encadenado a ella, feliz y loco, para consumar la fantástica travesía que lo llevó hasta la casa del jardín perfecto, al corazón de un laberinto de agua y flores donde le leía poemas de Rimbaud a la criatura. Se convenció de la nueva vida que llevaba, realmente sin mayores sobresaltos, resguardado en el viejo arrabal lacustre de Ciudad de México. Hasta que una noche enemiga –que oscilaba entre el 12 y el 13 de febrero de 1984– se enteró por la radio de que Julio Cortázar había muerto. Antes del amanecer, cuando al fin logró cerrar los ojos –y sin que le importara más la historia de la ninfa– decidió abandonar la casa, para (como el maestro de las trenzas negras) encontrarase “consigo mismo” en la pureza del desierto. Si era capaz de descubrir el secreto que mantenía vivos a Julio y al vidente, también él lograría sobrevivir al exilio de la tierra yerma. Así, junto a un xolotl sensitivo que adoptó en Oaxaca, pasó una larga temporada en la mixteca, hasta que una madrugada, cuando el xolotl escuincle olfateó a la belleza que cimbreaba el umbral del rancho miserable, descubrió los abismos de azul y pozos de fuego que tanto había buscado. Gracias al éxtasis que le provocó la visita inesperada, le vino a la mente una copla argentina y, con ella, una alegría insoportable. Si estás mirando el amanecer hay una niña en el alba, la ves y con la niña en el alba estoy yo y el día empieza otra vez.
La belleza del desierto lo hizo recordar –con una culpa sin fondo– que la criatura debería seguir con vida en la casa del jardín perfecto; y hasta pudo verla flotando en la pecera, justo donde la olvidó, entre la pintura de Rodolfo Nieto y el libro de su hermano Carlos, el poeta. Entonces, cuando relampagueó en sus ojos el acuario ardiente, por la libre asociación y el espanto, otra vez sintió la tristeza y la vergüenza que le provocaba la primera estrofa del poema: “Qué madre/ que puta madre nos dejó escarbando/ para salirnos de esta tierra de iguanas y de brujas,/ de esta tierra ardiendo/ como sueño promiscuo/ de mujer caliente,/ como sueño de agua/ que escurre en la cantera verde…”
Aquellos versos eran el pretexto perfecto que necesitaba el déja vu para que una yegua altanera volviera a lesionar con sus horribles modos el lienzo de Oaxaca. Entonces, si es que iba a moverse el eclipse invertido, el visitante tenía que dominar a la bestia azulada, pero se daba por vencido cuando, después de tres días de insomnio, injurias, sexo y aguardiente, le reventaban unas horribles llagas en los ojos y en la lengua. Sin embargo, por el estrabismo que le causaba la embriaguez, lograba escapar por un paso furtivo, sólo concebible en un delirium tremens, que daba a un viejo salón de París donde seguían respirando auténticos abismos azulados. En ese mundo fresco (antípoda del nuevo mundo árido y abstracto de Carlos y Rodolfo) volvía a abrirse el acuario con todo y peces de colores exhalando miríadas de burbujas. Pero justo cuando su sistema respiratorio parecía adaptarse a la sustancia onírica, se retiraba la riada milagrosa para dar paso a la vieja opresión sagrada y roja. Entonces le subía por el esófago una bola incandescente que lo obligaba a vomitar sangre. Así, doblado por el dolor, aparecía en el lienzo de Oaxaca donde la taquicardia le anunciaba otra revuelta. Mientras tanto, al otro lado del cristal, la infanta miraba cómo esa fuerza de atracción descomunal volvía a fijar al visitante en el espejo, en esa superficie –ahora de cristal cortado– donde se retorcía recordando a los queridos argentinos que algunos aviones de la muerte arrojaron al Río de la Plata. Luego permanecía ungido a la bola del hipnotizador, hasta que el solo de Gato volvía para llevárselo con una nueva esperanza del vidente: “…cada ser merecía muchas otras vidas”. Al darse cuenta de su decisión mortal –y como desconocía el miedo a la muerte–, la ninfa desenrollaba su lengua delicada para deslizarse por su oído hasta que le tocaba el plexo. El revés debió ocurrir temprano, antes de que el día fuera declarado un espejismo; cuando las palabras de la afrenta ya habían sido atemperadas con aceite de linaza y copitas de mezcal minero, cuando el visitante –dominando como pudo el miedo– se montó sobre la yegua azulina y escapó de aquella circunstancia buscando una sombra verde. Entonces, gracias a la abierta exposición de las palabras del vidente en el paisaje, comenzó a sentir la transfiguración con la certeza de que Dios nunca iba a morir y una profunda calma comenzó a inundarlo mientras las palabras de Julio y el vidente se apagaban en un fade profundo. Pero cuando el sol se levantó en su plexo sintió una sed insoportable, buscó un trago de agua –o por lo menos una vasija con orines– antes de que volviera la mano de Rodolfo para hundirlo en otra fuente prodigiosa. Bajo la sombra movediza de una piedra guardó silencio para protegerse de la solarización y de la temible versión de El último tango en París que volvía de las profundidades. Entonces, de la nada, como en otras ocasiones, el sax de Gato le escindió en dos la mente. En ese momento la criatura se acercó para darle una manita; sin embargo, como el visitante no lograba desprenderse de su máscara cuajada de luceros, la criatura alzó los ojos y vio unas aves carroñeras que miraban fijamente sus pupilas. Levantó una uña, aguda y larga como la espina de un huizache, y la hundió hasta el fondo del espejismo hu-
Zbignie
meante. Entre el dolor que le provocó el glaucoma reventado, el visitante logró ver por una pequeña grieta descarnada la faz redonda, sonriente y coronada de ramitas. En un estado ya cercano a la disolución, el visitante se resbaló por la pecera como una gota de mercurio y se desplomó en un cauce. Era la barranca donde una y otra vez moría y se hacía carne el neutle. Gracias a la bebida sagrada y espumosa, alzó la mirada para ver –a través de la ventana– a la muchacha de Oaxaca que venía a cerrar el sínodo de Venus. El visitante le dio un largo trago a la bebida alucinógena y aceptó el comercio que le proponía –de cuerpo, lengua y alma– la jovencita humilde y deslumbrante. Esa voz le recordó algunos giros delicados del idioma en el que Julio lo inició en el territorio de Rodolfo Nieto; y mientras escupía huesos, cartílagos y espinas, miró el último tramo de la ruta que lo había traído hasta el lienzo, cuando entre diluvios de oro despertó en el códice contemporáneo. Entonces intentó traducir el fragmento huidizo –ahora en tercera dimensión– con un verso del vidente: “Llegada de siempre, te irás por todas partes.” Gracias a la joven de la heredad –y a su jícara derramando cantos incomprensibles y magníficos–, al fin cedió la solarización extrema.
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nosnosesperan sólo hasta cierto punto son previsibles –y aunque los brotes psicóticos se volvieron cada vez más esporádicos–, algunas veces se dejaba tentar por el recuerdo de la ninfa y por una melancolía imposible de enmascarar. Decidió abrir su doble vida, su escenario más profundo, a una psicoanalista experta que lo convenció de que la criatura, además de grotesca, era inexistente. Durante años el visitante volvió a vivir en paz; hasta que una madrugada la chica de Oaxaca, increíblemente perseverante y bipolar, morena y pelirroja, enfundada en un vestido sexi, se acercó bogando por el canal que confluía en el jardín perfecto. El visitante se entretenía escuchando por la radio que habían encontrado en el Caribe a una jovencita llamada Naia. La reseña daba cuenta de que la muchacha había emigrado miles de años antes desde un país repleto de dragones. Como la noticia le detonó una libre asociación inexorable, el visitante prófugo apagó la radio, conectó su memoria usb y le subió el volumen a El último tango en París. Entre la pintura de Rodolfo Nieto y el pequeño cementerio marino, observó la encrucijada que había formado su retrato hablado con los versos del vidente. Comprendió por qué, años antes, dijo que “estábamos vinculados, que algo infinitamente perdido y distante seguía sin embargo uniéndonos”. Mientras, afuera del espejo –más allá de la ficción–, entre los nenúfares y los floripondios limonados del jardín perfecto, se acercaba la muchacha de Oaxaca.
añoS anteS – o deSPuéS – , el visitante se miró en el espejo.
No lograba establecer por qué le habían nacido unos rombos purulentos en la piel. Parecían quincunces o diminutas mariposas de obsidiana que le recordaban los ojos de un antiguo dios enfermo. Entonces, antes de que el visitante reventara cubierto de llagas y atravesado por insondables conejeras, decidió cortar por lo sano y olvidarse para siempre de la historia maligna de las criaturas y sus capítulos absurdos. Por esos días llegó a sus manos un informe sobre la incompetencia biológica (y hasta mítica) de la especie en extinción a la que al parecer pertenecía la criatura. Como no era un documento apócrifo, y gracias a la objetividad profesional de aquella tesis, logró establecer que el dios envenenado sólo era otra ficción y por eso le retiró sus ojos infectados de la piel. Por fin llegó el día en que, mientras esperaba un vuelo en el aeropuerto de Oaxaca, probó un caballito de mezcal de punta y un verso de León Felipe: “Lo importante no es llegar antes y solo / sino todos juntos y a tiempo.” Con esa hermosa línea podía concluir la historia de amor del visitante tránsfuga y la dama abisal. Mas la vida, como la literatura, que
“
Hasta que una noche enemiga –que oscilaba entre el 12 y el 13 de febrero de 1984– se enteró por la radio de que Julio Cortázar había muerto.
“
ew Dlubak, serie Esticulaciones, 1970-78. Fuente: Fundación Zbigniew Dlubak ©
Se veía tranquila, jugando con el filo de plata que bullía entre sus manos. El visitante observó ese destello mortal casi amistosamente, porque el destello sobrenatural le recordaba las iluminaciones, los días inmortales que vivió con la muchacha en el rancho miserable, cuando al fin pudo comprender, como el vidente de Ardennes, que sólo el sol podía purificarle el alma y los huesos. Pensó con ironía: “Voy a liberar a esta alma en pena para siempre.” Y aprovechando el último recurso del vidente, dijo: “Lle gada de siempre, te irás por todas partes.” En todo caso –sonrió raspándose la barba con las uñas afiladas, tan “minuciosamente humanas” – la ruptura con la vita nuova podría sobrevenir si la niña de Oaxaca al fin se aventurara por la ventana colorida; si acaso se le ocurriera a la criatura saltar desde esa laja en llamas. En ese momento el sax de Gato alcanzó una vibración salvaje y abrió una fisura apenas perceptible en el espejo. Cuando el visitante vio la grieta que progresaba sobre la cinta de plata, recordó la laminita que se desprendió de la fotografía donde aparecía con la chica; era la misma hendidura del espejo que, por un efecto del agua mezclada con el fuego, ahora parecía descender desde su oído izquierdo y perderse en su garganta. Entonces, mientras observaba atónito el último destello de Venus en el cielo, vio la primera ramita de sangre que brotaba por su cuello. El visitante alcanzó a escuchar ya sin aliento la voz lejana que decía: “O cuando alguien necesita de nosotros, el día en que menos nos esperan.”
Cortázar trompetista. Foto: Alberto Jonquiéres
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La dimensión poé
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Xabier F
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En nuestro tiempo se concibe la obra literaria como una
manifestación poética total, que abraza simultáneamente formas aparentes como el poema, el teatro y la narración. Julio Cortázar
a literatura es un arte que mantiene en su seno familiar íntimas relaciones fraternales. Hay poesía en la novela y narrativa en muchos poemas; en el teatro hay fábula y algunos dramas están escritos en verso. Generalmente los narradores muestran una vena lírica, aunque no sea su inclinación manifiesta, y los poetas dejan su huella en cada línea que escriben sea el formato que sea. En definitiva, muchas veces es la estructura lo que determina, pero el texto literario cultiva en sí mismo todos los géneros. Un poema se puede percibir como la narración de una historia, por ejemplo estos versos de Bukowski que, al leerlos, se convierten en relato: “Hoy/ conocí a un genio en el tren/ como de 6 años de edad;/ se sentó a mi lado y/ mientras el tren/ avanzaba a lo largo de la costa,/ llegamos hasta el océano./ Entonces él me miró y dijo:/ ‘no es hermoso’./ Fue la primera vez/ que me percaté/ de ello.” A su vez, también podemos declamar un texto en prosa y los oyentes apreciarlo en hechura de estrofas y versos. Es interesante hacer la prueba con el famosísimo capítulo 7 de Rayuela: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta ce-
rrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas.” Rara vez un escritor se limita a cultivar un solo género literario, aunque casi siempre hay una faceta de su trabajo que lo identifica. Todos reconocemos a Cortázar por esa portentosa construcción multiforme que es Rayuela; muchos, por sus inquietantes cuentos donde los límites se diluyen dentro de un marco esférico, inestable y perfecto; los menos lo aprecian por sus poemas formales y su poesía amorosa, inquieta y expresiva. Lo cierto es que si leemos los cientos de páginas del volumen iV de sus obras completas, Poesía y poé tica (Barcelona, 2005), no nos quedarán dudas sobre su indiscutible condición de poeta. Porque desde su infancia Cortázar escribía poemas; sin embargo, de los veinticinco libros que publicó apenas cuatro eran de versos. El primero de todos estaba lleno de sonetos y el último es una recopilación de poemas; en medio, una obra literaria singular y heterogénea donde nos fue filtrando su poesía de diversas maneras.
VIDa y obra Escribir y respirar no son dos ritmos diferentes. Julio Cortázar
Cortázar tuvo una particular relación con los géneros literarios. De niño la poesía le fluía como lenguaje propio: “Una
facilidad inquietante (no para mí, para mi madre que imaginaba plagios disimulados) a la hora de escribir poemas perfectamente medidos y de impecables rimas”; y a pesar de que poseía esa esencia lírica, casi siempre encubrió su dimensión de poeta. De la etapa argentina nos queda un libro de sonetos, Presencia (1938), que el autor firmó con el seudónimo de Julio Denis. En Europa publicó dos poemarios en diferentes épocas: Pameos y meopas (Barcelona, 1971), Le ragioni della collera (Roma, 1982), pero incluyó poemas en muchos otros libros donde también gustaba de escribir prosa poética, lo que llamaba prosemas. Lo curioso es que Cortázar guardó durante décadas escritos y apuntes tomados aquí y allá: “Poemas de bolsillo, de rato libre en el café, de avión en plena noche, de hoteles incontables.” Al final de su vida nos los dejó como regalo de despedida, recopilados en un volumen cuajado de poemas, Salvo el crepúsculo (México, 1984), que toma su nombre de un haikú de Matsuo Basho: “Este camino/ ya nadie lo recorre/ salvo el crepúsculo.” Este libro no es una autobiografía en formato de antología poética –“recelo de lo autobiográfico, de lo antológico”–; se trata del último experimento de Cortázar, “un discurso del no método” sobre su manera de hacer poesía; una obra elaborada y organizada siguiendo la intuición y la certeza que dieron al escritor sus años de experiencia: “No aceptar otro orden que el de las afinidades, otra cronología que la del corazón, otro horario que el de los encuentros a deshora, los verdaderos.” El resultado es un volumen imprescindible para conocer a Cortázar, donde los versos se alternan con textos en prosa que son comentarios sobre su forma de construir el libro y las sensaciones que, después del tiempo, le transmiten sus poemas; y a pesar de que un amigo le decía, “todo plan de alternar poemas con prosas es suicida”, el autor nos confiesa: “Sigo tercamente convencido que poesía y prosa se potencian recíprocamente y que lecturas alternadas no las agreden o derogan.” De esta manera Cortázar trazó el círculo de su obra literaria con comienzo y final poético. Una narrativa que recorre su camino a fuerza de lenguaje, de palabras que abren y cierran eslabones de historias y personajes que se concatenan; literatura pura, inquieta en su forma, exploradora de territorios vírgenes, repleta de búsquedas y encuentros, trasgresora y pionera. Julio Cortázar también fue circular en su itinerario vital: nació en 1914 Bruselas, en plena guerra europea: “Mi nacimiento fue un producto del turismo y la diplomacia”; después de pasar por Suiza y permanecer unos meses en Barcelona llegó con cuatro años a Argentina. Vive su infancia y juventud en Buenos Aires, a los treinta y siete años regresa a Europa y reside en París hasta su muerte, en 1984. De niño fue un lector compulsivo que intentó componer un poema épico que relatara la historia del hombre sobre la Tierra. Maestro y profesor de literatura en ciudades de provincia, a los veinticuatro años publicó el ya referido poemario Presencia, y después sus primeros cuentos: “Llama al teléfono, Delia” (El despertar, octubre 1941) y “La bruja” (Correo Literario, 1944). En Los Anales de Buenos Aires, revista literaria dirigida por Borges, aparecieron dos
Cortázar
ética de
F. Coronado
relatos: “Casa tomada”, ilustrado por Norah Borges en 1946, y “Bestiario” (1947), que tiempo después daría título a su primer libro de cuentos. También publicó ensayos literarios, entre ellos un artículo sobre Rimbaud en la revista Huella (1941); otro titulado “La urna griega en la poesía de John Keats” (Revista de Estudios Clásicos de la Universidad de Cuyo, 1946) y “Teoría del túnel”, un interesante trabajo donde manifiesta que la narrativa debe fundir el surrealismo con el existencialismo y la poesía con la prosa: “Una novela comportará la simbiosis de los modos enunciativos y poéticos del idioma.” En 1948 obtuvo el título de traductor público de inglés y francés, y escribió dos novelas que no serían editadas hasta después de su muerte: Divertimento y El examen (1986). En 1949 publicó Los reyes, un poema dramático concebido como obra de teatro, que pasó desapercibido en su época. En 1951 se instala en París, donde trabaja como intérprete para la Unesco. Sus traducciones de obras literarias, entre ellas textos de Poe, Gide y Chesterton, tienen la solvencia del profesional y del escritor; esa maestría se comprueba tanto en el Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, como en las inolvidables Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar: “La traducción me parece fascinante como trabajo paraliterario o literario en segundo grado.” Julio Cortázar fue un escritor prolífico y audaz. En su obra destacan los libros de relatos: Bestiario (1951), ocho cuentos que contienen el germen de su mundo narrativo, donde “por primera vez me sentí realmente seguro de lo que quería decir”. En Final del juego (1956) encontramos un Cortázar “más maduro y exigente”, que ya llevaba cinco años de vida en París; Las armas secretas (1959) incluye relatos como “El perseguidor”, un homenaje al saxofonista Charly Parker, que es uno de los momentos cruciales de su narrativa, y “Las babas del diablo”, que sirvió de base a Antonioni para su película BlowUp (1966). Siguieron Todos los fuegos el fuego (1966), Casa tomada (1969), Octaedro (1974) y Alguien que anda por ahí (1977), que contiene “Apocalipsis en Solentiname”, relato de su encuentro clandestino en Nicaragua con Ernesto Cardenal y Sergio Ramírez. Con Queremos tanto a Glenda (1980)
y Deshoras (1982) concluye una de sus facetas más geniales, la de cuentista. Son bien conocidas las novelas que Cortázar publicó en vida: Los premios (1960), que fue escrita durante un viaje en barco de Europa a América; Rayuela (1963) y sus derivados, 62 Modelo para armar (1968), un experimento literario que tiene como eje articular un poema (“En la ciudad”) y La casilla de los Morelli (1973); por último, El libro de Manuel (1973), que desarrolla temas políticos y humanistas. La obra de Cortázar nos sorprende con libros experimentales, auténticas misceláneas que incluyen textos de todos los géneros, imágenes fotográficas, pinturas y dibujos, que dejan constancia de su lucha incansable por ensanchar la literatura, donde trasgresión e innovación son punta de lanza. Entre otros podemos citar: Historias de cronopios y de famas (1962); La vuelta al día en ochenta mundos (1967); Ceremonias (1968); Último round (1969); Viaje alrededor de una mesa (1970); Prosa del observatorio (1972); Fantomas contra los vampiros multinacionales, historieta publicada en el periódico Excélsior (1975); Sil valandia, con textos inspirados en dibujos de Julio Silva
“Toco tu
boca... “
Ilustraciones de Gabriela Podestá
(1975); y Un tal Lucas (1979), conjunto de notas, poemas y apuntes de un alter ego del autor.
La resPonsabILIDaD DeL Poeta Hablo de la responsabilidad del poeta, ese irresponsable por derecho propio, ese anarquista enamorado de un orden solar y jamás del nuevo orden. Julio Cortázar
Julio Cortázar es un agitador literario que creó un género propio lleno de experimentación y cargado de oficio. Según su criterio, el escritor debe ser un explorador, una persona que va delante abriendo brecha: “escritores que entiendan y vivan su tarea como las máscaras de proa,/ adelantadas en la carrera de la nave, recibiendo/ todo el viento y la sal de las espumas”; que ejerce de investigador imaginativo y artesano del lenguaje, porque el verbo, además de ser la materia que integra el cuerpo de la literatura, también es la herramienta con la que hay que explorar y construir el universo literario: “Ser escritor/ poeta/ novelista/ narrador/ es decir ficcionante, imaginante, delirante,/ …/ quiere decir en primerísimo lugar/ que el lenguaje es un medio, como siempre,/ pero este medio es más que medio,/ es como mínimo tres cuartos./…/ y hay otra cosa, simple y grave:/ no se conocen límites a la imaginación/ como no sean los del verbo,/ lenguaje e invención son enemigos fraternales/ y de esa lucha nace la literatura.” (Un tal Lucas) Desde Presencia, su primer libro, Cortázar comienza un camino literario donde late una dimensión poética que mantiene el pulso a lo largo de un trayecto que culmina con la publicación de Salvo el crepúsculo. El recorrido intermedio es el viaje vital de un poeta comprometido, consigo mismo y con los demás, como creador literario y persona social: “Para mí la poesía es una piedra de afilar, prepara siempre alguna cosa para el combate de adentro o de afuera.” Un camino que transita por estaciones que tomaron forma de libro y no se sujetaron a un diseño establecido sino que asumieron el riesgo de experimentar y construir. El resultado es una serie de edificios únicos, en los que la arquitectura literaria se reinventa gracias a la magia del maestro que domina a la perfección el uso singular de las palabras. En su obra siempre se vislumbra al poeta en busca de versos que funcionen como puente entre realidades diversas, para ir más allá de la percepción unívoca y hacer un mestizaje de lo evidente con lo mágico, de lo rígido con lo voluble. En el centenario de su nacimiento, Cortázar se mantiene a la vanguardia porque sus textos son visiones que se cuelan en la estructura lineal del mundo previsible, por un hueco que permite otros enfoques. Una apuesta clara por lo natural frente a lo retórico, por lo marginal como anverso de lo estrictamente profesional, por la improvisación y la ruptura frente al aburrimiento de los esquemas comunes. En definitiva, la escritura con factor de riesgo, un peligro real para la continuidad del orden establecido
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A cien años de la
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Annunziata Rossi
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ste año, para ser precisos el 28 de julio, se cumplió el primer centenario de la declaración de guerra de Austria a Serbia, hecha esta última responsable del asesinato del príncipe heredero del Imperio Austrohúngaro, que dio lugar a la primera guerra mundial. De ser una guerra-relámpago, según las intenciones de los imperios centrales, el conflicto se prolongó cuatro años, propagándose por toda Europa y determinando, en l917, la intervención de Estados Unidos, decisiva para la derrota de los imperios centrales y la Finis del Imperio Austrohúngaro. La afirmación de que la Gran guerra, como se le llama todavía a la primera guerra mundial, cayó de manera inesperada en el mundo europeo, se ha vuelto un lugar común. Sin embargo, no es así. El golpe de revólver disparado por un estudiante anarconacionalista, que en l914 truncó en Sarajevo la vida del príncipe Francisco Fernando, último de la dinastía Habsburgo, no podía ser una sorpresa, ya que en 1908 la anexión autoritaria de Bosnia y Herzegovina por parte de Austria había intensificado la rebelión del movimiento nacionalista de los países balcánicos. Es cierto también que los decenios anteriores a la primera guerra no fueron los del “mundo seguro” presentado por Benedetto Croce o Stefan Zweig. Al contrario, en el panorama de finales del siglo xix, en el que se conoció el triunfo del imperialismo, Europa vivió años de convulsión y de conflictos entre sus naciones, sobre todo entre Alemania, que practicaba libremente el dumping, y el Reino Unido, rivales por la hegemonía económica y política dentro del continente y la conquista de los mercados mundiales. No obstante, durante los cuarenta años que antecedieron a la guerra, Europa había gozado de una larga paz interna, iniciada exactamente a partir de la guerra franco-prusiana de 1870-1871, que terminó con la derrota de Francia y su pérdida de Alsacia y Lorena. En todos esos decenios el equilibrio político europeo se mantuvo siempre en la cuerda floja, entre alianzas, pactos, rivalidades y discordias; era un equilibrio amenazado, además, por el pangermanismo de Guillermo ii y la creciente militarización de Prusia, así como por el movimiento anarquista que se ensañaba dondequiera en el continente, con sus atentados que dejaron víctimas entre gobernantes y políticos (para dar ejemplos, el asesinato del presidente francés Sadi Carnot en 1894, y del socialista Jean Jaurès en 1914). Hay que añadir las huelgas, las revueltas y las consiguientes masacres cometidas por los gobiernos, sin olvidar el exterminio entre 1893 y 1896 de trecientos mil armenios perpetrado por Turquía, seguido, en 1915, por otro de más de setecientos mil, el primer genocidio del siglo xx . Por último, y no menos importante, a caballo entre los dos siglos, el affaire Dreyfus –proceso y condena del inocente judío Dreyfus– que dividió en dos a Francia, entre dreyfusardos y antidreyfusardos, y encendió el nacionalismo ya latente. Mientras tanto, continuaba sin solución el problema social que impulsó las emigraciones en masa –un verdadero éxodo– de las clases desheredadas hacia América. Que la situación de esos decenios fuera peligrosa lo presintió la narrativa de aquel tiempo, en la que profundiza Philippe Chardin en su libro Le roman de la conscience malheureuse. Estas narraciones no se limitan a ser un “espejo del tiempo”, muchas de ellas van más allá: son anticipaciones e incluso una prefiguración de la tragedia que vivirá Europa en la primera mitad del siglo xx . Ejemplo: La montaña mágica, escrita entre 1912 y 1924, de la que su
autor Thomas Mann afirma que “probablemente los hombres del futuro vislumbrarán en ella un documento de la psicología moderna y de los problemas espirituales del siglo xx ”. Lo mismo afirmará Ernst Cassirer en su Antro pología filosófica: la literatura es la mejor revelación de la vida interior de la humanidad, y las obras literarias los mejores documentos para conocer al hombre. Estos decenios que hemos visto, tan inquietantes desde el punto de vista social, político y también humano, conocieron, sin embargo, un florecimiento artístico y cultural asombroso: descubrimientos científicos –como la teoría de la relatividad de Albert Einstein o el psicoanálisis de Freud– e innovaciones técnicas que aumentaron el nivel de la vida en general. Dentro del campo del arte y de la literatura nace un gran interés hacia la urbanística y géneros nuevos, así como medios de comunicación, por ejemplo, el teléfono, el metro subterráneo, el avión, el automóvil, el fonógrafo, el cine, la fotografía y el diseño gráfico e industrial. Además, en los dos primeros decenios del siglo xx se alternan las vanguardias históricas que rompen con el pasado y la tradición clásica: el futurismo de Tommaso Marinetti con su culto del mundo de las máquinas, el cubismo de Picasso y Bracque, la influencia de
soldados británicos de la 55 división afectados por el gas, 1918. Fuente: wikiwand.com la escultura negra y de las artes ”primitivas”; luego, el surrealismo y el expresionisProust para su barón Charlus. La exaltación por las invenmo. En la creación de este enorme patrimonio, variado y ciones a rienda suelta de la ciencia, que aumentaban el deslumbrante, participa toda Europa, norte y sur, unániconfort y los placeres de la clase media y alta, la mantenían me para superar la antinomia entre Espíritu clásico y Esen constante efervescencia. La guerra borró de golpe las píritu romántico, para crear un arte europeo. Faro y capital ilusiones de esa vie en rose y reveló, detrás de la fachafue la espléndida París. da efímera de la Belle Époque –de esa “superficie lisa como La Primera guerra mundiaL estalló en un bello día de veaceite”, como la llama Robert Musil–, los problemas que rano de 1914, poniendo fin a los años febriles de euforia minaban las sociedades europeas. de la Belle Époque, con su can can y su intensa vida nocLa primera tuvo un impacto psicológico mayor que la turna inmortalizada por Toulouse Lautrec en el célebre segunda guerra mundial (1939-1945), y perdura todacartel Moulin Rouge, los ballets de Diaguilev en Paris, les vía en el imaginario colectivo como la Gran guerra. Fue jeunes filles en fleur y las sofisticadas damas, los persouna guerra sui generis, una guerra “de posición” con resnajes excéntricos y los dandis como Robert de Montespecto a las anteriores y tradicionales de “movimiento”, en quieu (retratado por el italiano Giovanni Boldini en un las que los ejércitos se enfrentaban en campo abierto. No célebre cuadro, Retrato en gris), quien sirvió de modelo a fue sólo la nueva estrategia la que la hizo única, sino la Huysmans para su protagonista Des Esseintes, y a Marcel introducción de nuevos instrumentos bélicos: gases as-
Gran guerra “probablemente los hombres del futuro vislumbrarán en ella un documento de la psicología moderna y de los problemas espirituales del siglo ”.
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tuvo unidos, en el bien y en el mal, también en los decenios sucesivos. La guerra fue, en fin, la superación del yo en nombre de los sentimientos colectivos. De hecho, terminada la guerra y después de la desmovilización del ejército, muchas fueron las agrupaciones de excombatientes que continuaron luchando juntas, por ejemplo los Arditi e Irredentisti en Italia (con D’Annunzio), y los Free Korps en Alemania (de cuyas filas surgirán muchos nazis con cargos importantes, como Heinrich Himmler y Rudolf Höss). La tendencia al agrupamiento llevará a la formación de una masa pasional (Julien Benda) y, con ella, a la participación de los intelectuales en la pugna que agitará a Europa entre liberalismo y totalitarismo. Al finalizar la guerra, una ráfaga autoritaria sacudió a todo el continente europeo, lo mismo a vencedores que a vencidos. La primera posguerra será, como dice Julien Benda (La trahison des clercs), la edad de las grandes pasiones políticas, que llegarán a un nivel de fanatismo nunca antes conocido. “Hoy –escribe el escritor francés en 1927– podemos decir que no hay alma que no esté tocada por una pasión o de raza, o de clase, o de nación, y a menudo por los tres.” Luego concluye: “El patriotismo es hoy la afirmación de una forma de alma contra otras formas de alma.” En pocas palabras, el nacionalismo como xenofobia. En este clima triunfa, en 1922, el fascismo en Italia y, a la distancia de once años, el nacionalsocialismo en Alemania, cuyas guerras dejarán el continente europeo en ruinas
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thomas Mann tropas británicas durante la batalla del somme, con más de un millón de muertes en cinco meses. Frente occidental de Francia, 1916 Foto © Getty Images, fuente: www.bl.uk
fixiantes, lanzallamas, submarinos y bombardeos aéreos. De guerra-relámpago de unas cuantas semanas, se tornó en guerra agotadora de resistencia que duró más de cuatro años. Fue una guerra combatida desde las trincheras: largas excavaciones en la tierra donde los soldados vivían amontonados en el lodo, expuestos día tras día, y durante años, a la furia de la lluvia y a la inclemencia del sol, atormentados por los piojos, las chinches y las ratas, acompañados por los cadáveres en putrefacción de sus compañeros, en condiciones higiénicas que propiciaban frecuentes epidemias. De frente, a una distancia de cien a cuatrocientos metros o mil, se extendían las trincheras enemigas. Para dar una idea de sus dimensiones, Alemania llegó a excavar una trinchera de alrededor de 765 kilómetros que, desde el Mar del Norte, pasando por los países neutrales ocupados, se prolongaba hasta Francia. Fue también una guerra de desgaste que inauguró la edad de las masacres y conoció la primera muerte masiva organizada por el Estado: trece millones de muertos. La guerra de Napoleón contra Rusia, que había sido la más
cruenta hasta 1914, había costado 400 mil muertos, y sólo en la batalla de Verdún, de l916, hubo un millón de muertos. La conflagración de la primera guerra mundial, según el eminente estudioso del nazismo George L. Mosse, indujo en los decenios posteriores una “brutalización” generalizada en la vida europea. Sin embargo, con el paso del tiempo surgió en torno a ella un halo romántico. En su libro Las guerras mundiales, Mosse explica cómo el mito de esa terrible experiencia entró en la esfera de lo sagrado e influyó en la memoria y en las posiciones políticas de la mayoría de los pueblos europeos. La guerra desde las trincheras generó otro fenómeno nuevo, que repercutió en los acontecimientos sociopolíticos de la posguerra: un fenómeno que podemos llamar de “ligación afectiva” que une a la masa: un fuerte sentimiento de camaradería, fraternidad y afecto entre los soldados, quienes compartían los mismos sufrimientos, y que a diario veían caer muertos a sus compañeros. La guerra los unió con un sentimiento que borró las divisiones de clase que siempre habían existido en el ejército y los man-
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eseo agradecer la publicación del artículo “El retrato del siglo. Gisèle Freund (1908-2000)”, de Esther Andradi (La Jornada Semanal, 10/ VIII/14), y agregarle dos comentarios:
A invitación de Alfonso Reyes, Freund realizó su primer viaje a México en 1948 con la misión de impartir conferencias sobre literatura por cuenta del servicio cultural del Ministerio de Asuntos Extranjeros de Francia. Se quedó a vivir dos años, durante los cuales se dedicó no sólo al retrato, sino a la fotografía arqueológica y etnográfica que ilustra el álbum Mexique précolombien (Ides et Calendes, Neuchâtel, 1954). Volvería en 1964, en la comitiva de la visita oficial del pre sidente De Gaulle, y en 1978, para intervenir en el Primer Coloquio de Fotografía, organizado por Pedro Meyer. Sergio Ugalde Quintana la recopiló en Un cierto encanto goethiano. Correspondencia alemana de Alfonso Reyes (19141959), El Colegio de México/Juan Pablos, 2013. El Museo de Arte Moderno de Ciudad de México presentará a partir de abril 2015 una gran exposición en torno a la obra europea y mexicana de Gisèle Freund. sylvia navarrete bouzard Directora del Museo de Arte Moderno
en nuestro próximo número:
El Marruecos de ELLAS:
siete poetas contemporáneas
Al Aktar, El Amrani, Meskini, Morchid, Talbi y Zahra Bennis Juventino Rosas sobre las olas
La Jornada semanal @Jornadasemanal jsemanal@jornada.com.mx
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
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Naief Yehya
Ricardo Guzmán Wolffer
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N EL NÚM. 121 (primavera, 1983) de la imperecedera revista Diógenes, publicada en la unam, Jean Fourastié habla del “decaimiento de la risa” y refuta el célebre libro La risa de Henry Bergson (ver La Jornada Semanal núm. 607, octubre de 2006). Es cierto: como dice Fourastié, resulta objetable la técnica de Bergson de separar el fenómeno de la causa, al no mencionar la necesidad social e individual de reír, ya como regodeo, ya como forma de comunicación. Aunque Fourastié no abarca todos los temas del libro de Bergson, rebate el inicial y a partir de ahí propone. La principal diferencia entre ambos autores reside en el
Jean Fourastié
enfoque: Bergson es más filosófico mientras Fourastié es más psicológico, por momentos sociológico. No importa. El tema de la risa supone tantas aristas como se le busquen. El “puto” de los hinchas mexicanos en el mundial de futbol, más allá de la discusión de filología, llama al humor desde la perspectiva mexicana, por el solo hecho de darle importancia a una palabra a la que apenas se le estudia (salvo para rebatir a la tramposa fifa ), a pesar de su uso y variantes de significado. La risa como parte del bienestar laboral, bien destaca Fourastié, ha ido desapareciendo.“No se ría, son horas de trabajo”, me decían. Y esa es la postura en muchos lugares. En el siglo xix las ruidosas máquinas industriales impidieron esas sanas risas en el trabajo. Como si el trabajo entre risas no fuera más placentero: se le toma como una “distracción”, sin considerar los beneficios físicos para el trabajador, y el hecho que reitera convincentemente el autor es que esa risa cambia, para bien, al que la da y al que la recibe. Se han perdido “las conversaciones placenteras que antaño acompañaban a todo trabajo humano, inclusive el de los esclavos y aun el de los soldados”. Desde hace décadas, los minuciosos críticos de las criticables reformas laborales, presas de la solemnidad que limita, han dejado de mencionar la risa como parte de un trabajo más eficaz, como parte de los derechos humanos laborales. Lo que para el intelectual son “abstracciones”, para el hombre regular son parte del ejercicio cotidiano del sentido común. En la vida diaria, la risa restaura el orden que lo sorpresivo invade. Restablece la confianza y la seguridad después de un alerta o un incidente. La incomprensible violencia que ha hecho cotidiana la vista de la tortura y los cadáveres, del bullying asesino, lleva a niveles sorprendentes esa capacidad de la risa. Cuando lo común es lo extraordinario la risa se descontrola, pero ancla en la realidad interior. La risa lleva esa tragedia al nivel
mental del juego: los procedimientos cerebrales de observación y racionalidad se despliegan con la risa para lograr una comunicación de crítica constructiva (opone su versión a la que acaba de escuchar: inventa, formula y debe hacer reír) que en otras condiciones sería difícil de lograr. Máxime si esa risa tiene implícita la reposición indefinida de la energía cerebral que permite el esfuerzo: la energía mental se puede prolongar más allá de la física. La única manera de hacer reír, incluso en los temas más dolorosos, es comprendiendo el fenómeno para replantearlo; de ahí la eficacia de ciertos caricaturistas, que en unos trazos resumen y replantean la realidad: cuando el usuario de la risa “crea” es recompensado con más risa. Ahí se da una apertura de comprensiones y percepciones que magnifican la posibilidad creativa, pero también interpretativa de cualquier fenómeno objetivo o interno; en consecuencia, magnifican también la aceptación. La risa entraña una amplitud de espíritu que es difícil lograr por otros caminos; es un ejercicio que produce energía al tiempo que la consume. El practicante queda menos cansado después de una sesión de risa que después de un partido de futbol. Fourastié refuta la mecanicidad bergsoniana bajo el supuesto de la ruptura del determinismo: se logra una nueva previsión que resulta tranquilizadora. Si el niño es acostumbrado a los fuegos artificiales, superará el inicial susto para beneficiarse con los colores y formas en el cielo y disfrutará el espectáculo, como los adultos que él observa. Mediante la risa se domina, tras prever, un proceso antes desconocido y alarmante. La risa como motor de la vida humana no debe desatenderse. Más allá de las funciones catárticas que se le asocian, las reflexiones de Fourastié demuestran qué poco se le ha estudiado, para lo mucho que significa y ayuda a individuos y sociedades •
La propaganda de los muertos reales y los “telegénicos” en Gaza (i de ii) La guerra de Los niños El tema dominante de la más reciente masacre en Gaza son los niños, niños muertos, mutilados, secuestrados, traumatizados y en permanente peligro. El motivo por el que supuestamente comenzaron o recomenzaron las hostilidades fue el secuestro y asesinato de tres adolescentes judíos en territorios ocupados y el posterior secuestro e inmolación, en venganza, de un muchacho palestino. Sin duda el máximo catalizador de la opinión pública mundial ha sido el asesinato de trescientos niños (desde recién nacidos hasta de dieciséis años de edad) por las bombas y municiones israelíes en cuatro semanas de conflicto. La matanza de cuatro niños palestinos que jugaban en la playa el 16 de julio fue ampliamente documentada y ningún pretexto oficial logró desviar la atención de la negligencia o el deliberado deseo de causar daño por parte del ejército de Israel. Nada ha resultado más perjudicial para las relaciones públicas del régimen de Netanyahu que las matanzas de niños que dormían en tres escuelas y refugios de la onu (por las cuales Israel trató de responsabilizar a Hamas). Por su parte, la campaña de Hamas de lanzar misiles en contra de Israel tampoco le ha ganado muchos adeptos, ya que en esencia es una provocación desesperada y una invitación a la represalia.
Historia de mentiras Si algo caracteriza a las guerras modernas es que la opinión pública tiene cierta importancia, de ahí el interés de “vender” la causa al presentarla en términos maniqueos. Los contendientes, especialmente las naciones democráticas o que pretenden serlo, dedican grandes esfuerzos a manipular las percepciones del público nacional (exaltando valores patrióticos) e internacional (presentando la guerra como defensiva e inevitable). La historia de la propaganda está hecha de recuentos estridentes, desde el libelo de sangre medieval que afirmaba que los judíos usaban en sus rituales la sangre de niños cristianos secuestrados, hasta el cuento de que en su invasión los soldados iraquíes sacaban a los bebés de las incubadoras kuwaitíes para dejarlos morir en el piso frío. Las grotescas acusaciones antisemitas han sido expuestas como mentiras y ridiculizadas infinidad de veces y, sin embargo, hay quienes aún creen en ellas, en silencio o de manera vociferante. De modo semejante la generalización de que todos los musulmanes son fanáticos, terroristas y antisemitas es una simplificación racista y grosera que se ha popularizado desde los ataques del 11 de septiembre. Si algo tienen en común las narrativas de Israel y Hamas es que ambas están protagonizadas principalmente por niños árabes muertos.
niños inocentes y padres cuLpabLes La tragedia de los niños muertos en cualquier guerra pone el énfasis en que sus padres no pudieron protegerlos. Es claro que hay situaciones extremas de violencia y barbarie en las que no es po-
sible defender a los hijos ni salvar a los más frágiles. ¿Qué clase de ignorante reprocharía a los padres judíos y de las otras víctimas del Holocausto nazi de no haber protegido a sus hijos de la wehrmacht, de haber marchado dócilmente hacia los campos de la muerte sosteniendo la mano de sus pequeños? Si bien es obvia la obscenidad de semejante afirmación, los propagandistas y su cámara de eco mediático repiten ahora la acusación de que los palestinos, y en particular los habitantes de Gaza, no sólo no pueden proteger a sus hijos, sino que los usan como escudos humanos o bien los adoctrinan en un culto al martirio para convertirlos en terroristas suicidas. Deshumanizar al hijo del enemigo, señalarlo como si fuera un enemigo potencial o daño colateral aceptable, o simplemente reducirlo a argumento de debate, es un método fundamental para el funcionamiento de la propaganda.
teLegénicamente Cuando Netanyahu habló de los “palestinos telegénicamente muertos”, empleó una crudeza digna de Goebbels, quien sabía que el cinismo brutal era mejor que ser puesto en evidencia. Denigrar a los muertos civiles del enemigo era una mala estrategia; sin embargo, ante la urgencia de “silenciar el clamor internacional”, valía la pena tratar de convertir una tragedia en una campaña de explotación mediática. Pero la cantidad de niños muertos ha seguido aumentando a ritmo vertiginoso y las justificaciones y descalificaciones resultan cada vez menos convincentes. Así Netanyahu se convirtió en el eco del genocida Radovan Karadzic cuando éste declaró que los muertos bosnios en el bombazo del mercado Markale de Sarajevo, el 5 de febrero de 1994, tenían aún hielo en las orejas, porque los musulmanes los acababan de sacar de una morgue para montar un show para Occidente • (Continuará.)
JORNADA VIRTUAL
Fourastié vs. Bergson: sobre la risa y sus contrariedades
GALERÍA
naief.yehya@gmail.com
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola @LabAlonso
germaine@pegaso.net
El Greco: el artista más antiguo de los modernos
S
E DICE QUE ES el primer pintor moderno avant la lettre que desafió los cánones formales de su época con sus figuras alargadas e ingrávidas, inmersas en un complejo y enigmático universo. Se dice también que es el maestro antiguo que ejerció mayor influencia en el arte de las vanguardias. Doménikos Theotokópoulos –mejor conocido como El Greco– es el creador por excelencia que trasciende las barreras del tiempo y escapa de cualquier categoría estilística y formal. Nacido en Candia, en 1541, la actual Heraklio, capital de Creta, ha sido sujeto este año de fastuosas celebraciones en España con
motivo del cuarto centenario de su fallecimiento, acaecido en Toledo en 1614. El pintor cretense está siendo revisitado a conciencia y las recientes investigaciones en torno a su vida otrora llena de claroscuros han arrojado nuevas luces que bosquejan con mayor claridad al inasible personaje. Fernando Marías, autor de la gran obra moderna sobre el artista, recién ampliada y reeditada, El Greco. Historia de un pintor extravagante, señala: “Hemos hecho un Greco español hasta las cachas, pero él juega a otra cosa. Firma sus cuadros en griego y se presenta como un pintor de Grecia que además está a la última porque se ha modernizado en Italia. Se considera un hombre extravagante, distinto. Por eso su pintura tiene que ser distinta.” Esa personalidad excéntrica y fulgurante que imprimió a su vida y a su obra hizo que cayera en el olvido durante los tres siglos posteriores a su muerte. Su pintura dejó de interesarle a sus contemporáneos, horrorizó a los clasicistas del siglo xviii por su exacerbado manierismo, despertó interés en los románticos del xix que se encargaron de desempolvarlo y deslumbró a los vanguardistas del xx . Es precisamente éste el tema de la espléndida exhibición que se presenta actualmente en el Museo del Prado en Madrid: El Greco y la pintura moderna. A cuatrocientos años de su muerte, vemos con claridad la huella del Greco en la gestación y desarrollo de la vanguardia internacional del siglo xx. Manet y Cézanne, artistas renovadores de su época, fueron sus principales impulsores, así como el vasco Ignacio Zuloaga, que poseyó La visión de San Juan en su estudio de París donde la vio Picasso, para quien el cretense fue una obsesión que lo persiguió toda su vida. Esta obra tuvo un gran peso en el nacimiento del cubismo, y en su difusión a través del orfismo de Robert Delaunay, y de las obras de André Derain, Modigliani, la vanguardia checa, e inclusive Diego Rivera, cuya magnífica pintura Adoración a la Virgen y niño
forma parte de la muestra, junto con Vista de Toledo, ambas obras maestras del cubismo riveriano. Los expresionistas de Europa Central vieron en Berlín y Munich el portentoso Laocoonte, del Greco, cuyo dramatismo les pareció la imagen viva del desgar ra m i e n to e x i s te n c i a l q u e b u s c a b a n plasmar, como se vislumbra en las obras de Hans Beckmann, August Macke, Lovis Corinth, Oskar Kokoshka, Karl Hofer, Jacob Steinhardt y Adriaan Korteweg. También fue importante para los artistas de la Escuela de París como Chaïm Soutine y Marc Chagall, y la aparente irrealidad de sus figuras místicas evocó a los surrealistas André Masson y Óscar Domínguez. El Greco también aparece vinculado a la configuración de la pintura moderna en América, con ejemplos de los estadunidenses Thomas Hart Benton, Charles Demuth y Jackson Pollock; José Clemente Orozco lo tuvo presente en la realización de su Prometeo y el chileno Roberto Matta también lo contempló en su camino hacia la abstracción. Me hubiese gustado ver aquí a Alberto Gironella, quien desarrolló una soberbia serie inspirada en El entierro del conde de Orgaz, en la que despliega su maestría estilística, que va de la figuración a la abstracción. La presencia del Greco persiste en las figuraciones expresivas de la postguerra europea, como se palpa en las obras estilizadísimas de Giacometti, la carnalidad de Francis Bacon y los retratos imaginarios de Felipe ii de Antonio Saura. ¿Qué fue lo que cautivó del Greco a sus seguidores? El descubrimiento de una pintura intensa y original que inauguró una nueva construcción formal de un singular vigor colorístico y compositivo, con escorzos inverosímiles, actitudes extravagantes y atmósferas que entreveran lo místico y lo sublime. Así lo resume Fernando Marías: “El Greco inventó nuevas formas, mejores que las de la tierra, para pintar lo invisible y nos legó un mundo personal que no se había llegado a experimentar” •
El caballero de la mano en el pecho, El Greco; der: Paul Alexander ante una vidriera, Amadeo Modigliani
Disección de las Flucturas
C
RIS VAN BEUREN ES un guitarrista, compositor y educador de curriculum musculoso; pero sobre todo es un tipo paciente. Ya llovió “harto” desde que nos dio su último disco para encontrar eco en estas páginas dominicales. Es Flucturas, suyo y de Juan Pablo Villa, otro talento de la vanguardia mexicana abocado a explorar posibilidades ignotas de la voz. Hoy nos disponemos a escucharlo junto a quien nos lee. Su empaque es prometedor, agorero (Anders Boltjes). Describiremos su contenido mientras rueda. Lo diseccionaremos torpemente, a vue-
lapluma y sin retorno, sabiendo que tendrá pocos asideros y hartos precipicios. Damos play. La primera composición es “Mar”, una bella y breve introducción que aceita el oído planteando el uso de guitarras y armonizaciones de voz con texturas ligeras. Sí, reconocemos la personalidad de cada músico. Su segunda ocurrencia, sin embargo, presenta una grieta absurda, casi agresiva (no lo decimos peyorativamente). Es “Impro 1 (¿por qué ya nadie me habla?)”, cuyo cometido, creemos, rompe con el confort que se formaba bajo los pies. Para la tercera,“Muros”, volvemos al aura delicada del inicio. Nos preguntamos entonces si se trata de un diálogo esquizofrénico entre dos discos entreverados para ser uno solo, y que rebotan pieza tras pieza. Arpegios de guitarra, nuevas armonizaciones de voz que ahora se complementan con tímbricas irreconocibles nos abandonan en “Impro 2 (lo que Pedro Infante trataba de ocultar)”, nueva locura y provocación que nos traslada a “Bajo el baobab”, tan calmada y hermosa como un atardecer en el desierto. Sí, se ha dicho que este disco tiene un halo melancólico, pero podríamos agregar una bipolaridad rampante que lo vuelve duelo singular. No lo decimos en un sentido negativo, repetimos. Al contrario, nos parece una apuesta pocas veces intentada y que genera maniqueísmos sónicos de mucho valor. Lo mismo va para quien goza del conservadurismo jazzístico que para el más radical buscador del ruido. En él la saudade/paranoia de Van Beuren y Villa negocia con el tímpano recordándonos el fluir del Tao que “no busca brillar y por eso resplandece”. La sexta canción es “Impro 3 (mi tío Anselmo no encuentra sus pantuflas)”. Pese a su libertad, se siente menos onírica que las anteriores improvisaciones. Ello funciona antes de “Retiro”, cuadro en el que Villa explota uno de sus mejores recursos: la bifonía (dos voces saliendo en tiempo real de una misma garganta). “Nubes” parece la respuesta del guitarrista. Con ella se rompe la dualidad que se había establecido para los tracks pares (2, 4 y 6). Los desgarramientos vocales de Villa parecen ahora vencidos por la hipnosis de Van Beuren, quien combina escalas comunes con simétricas cual dedicado alquimista.“Prados i”, novena en el disco, es la primera en entregarse a un ritmo estable. Aún así, cada que avanza reduce su velocidad curvando el horizonte. Es bella. Nos haJuan Pablo Villa
ce lamentar su fugacidad. Porque sí, lectora, lector, este álbum tiene diecisiete composiciones, pero todas cortas y efímeras. “Impro 4 (bebé Satán va a Chapultepec)”, nos devuelve a la insalubridad. Sus 49 segundos logran un cisma para la entrada de “Prados ii”, que otra vez inyecta puntualidad al trabajo. Para “Impro 5 (ah, ya sé)”, el dúo regala nuevos colores. La guitarra distorsionada de Van Beuren se combina con los jadeos y erupciones sibilantes de Villa luego permutados en cascada para que llegue “Colores 7”. Gran trabajo vocal y armónico, nueva unión de antípodas. Escuchándola volvemos a la idea toral: la falta de unidad de este disco lo dota de unidad, pero gracias a que el discurso aislado de los dos artistas se mantiene diáfano, bien delimitado. “Noticias am ”, radiofónica como su nombre, es otra estampa bien balanceada. Comienza con la entropía de quien busca algo en un cuadrante radio/vocal para perderse en una suerte de reflexión matutina. “Impro 6 (que qué onda sweety)”, es apenas introducción al penúltimo ofrecimiento:“La red”, un crescendo con ostinato de guitarra que, por supuesto, culmina torcidamente en la garganta de Villa. Tiene aire, pero sufriendo entre rendijas. Presenta, digamos, una “calma chicha” que finalmente desemboca en “Whale-llaby”, canción de cuna –a la manera de la española Fátima Miranda– que concluye con vibratos vocales tipo Antony and the Johnsons. Su aire folk es perfecto para entender las posibilidades de este extraño binomio que vale la pena tener en la fonoteca de nuestra casa. Postdata. Irresponsables como somos al describir un disco (éste y cualquier otro), creemos que hablar biográficamente de sus conocidos autores resulta peor. Ahora olvide lo dicho hasta ahora y, simplemente, visite esta liga para fascinarse con los inefables caminos de Heráclito en las Flucturas, de Cris Van Beuren y Juan Pablo Villa: http:// vimeo.com/86334925. Buen domingo. Buena semana. Buen fluir •
BEMOL SOSTENIDO
Jornada Semanal • Número 1016 • 24 de agosto de 2014
ARTES VISUALES
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
24 de agosto de 2014 • Número 1016 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Ana García Bergua
“I
MAGÍNATE: EL CUERPO ESTÁ cambiando constantemente: los tejidos no cesan de transformarse. Si en este instante parpadeas, el ojo sufre cambios bioquímicos, y lo abres y ya es otro organismo diferente…Sí. Y lo que veías, ha cambiado también. La energía no es más que cambio: lo que vemos es una nube, una ilusión de átomos, una explosión eterna. Y nuestros ojos que parpadearon, no volverán a ser los mismos. Entonces… Lo que vemos, todo, es una especie de fantasía. No es cierto de que esté quieto, ni que así sea. Cualquier cosa que vemos, es como el mar.” Esta cita es de Fotografía en la playa, la obra de don Emilio Carballido en la que participé hace muchos años, cuando estudiaba escenografía. A la escenógrafa y art director –ella sí– Gloria Carrasco y a su servidora, jóvenes estudiantes del cut , nuestro maestro Alejandro Luna nos ofreció asistirlo en esta obra que iba a montar la directora de origen chileno Alejandra Gutiérrez, así como diseñar y conseguir el vestuario. Se montó en la Casa de la Paz en agosto de 1983 y Braulio Peralta, en un artículo en la Revista de la Universidad, evoca este montaje como memorable y a Fotografía… como una de las mejores de Carballido. Para mí el recuerdo de esta puesta en escena es muy entrañable por muchísimas razones: la pasión de todos los actores, muchos de ellos grandes, como Ernesto López Rojas, Águeda Incháustegui, Carmelita González, Diego Jáuregui, Álvaro Guerrero, Emilio Echeverría, Norma Angélica, Ángeles Castro Gurría, entre otros, cómo nos involucramos con las historias de esta familia que se reúne en la casona de la abuela en Veracruz, y en medio de la fugacidad del tiempo pone a jugar el drama, la hipocresía y la esperanza de sus vidas. A don Emilio le gustó mucho el montaje: el trazo limpio y la dirección de actores de Alejandra Gutiérrez, la escenografía casi minimalista de Alejandro Luna, con un ciclorama en el que se proyectaban nubes, en correspondencia con el texto. Rebuscamos nuestro vestuario en toda clase de locales de ropas que entonces ya eran anticuadas –la obra está situada en los años sesenta– y revivían con los personajes. Recuerdo también que el estreno coincidió con el cumpleaños del autor, por lo cual fuimos a montar la obra al precioso teatro de su natal Córdoba –sé que Córdoba y Xalapa se lo pelean– y el reestreno ahí, al que acudió el maestro, fue también emocionante. La experiencia tuvo su lado jocoso y muy de la época, pues para organizar el montaje, Gloria y yo debimos esperar un ratito a
Emilio Carballido
que terminara un concurso de imitadores de Miguel Bosé: todo Córdoba estaba ahí y todo Córdoba regresó en la noche a ovacionar a Carballido. Releo Fotografía en la playa y sí, concuerdo con que es magnífica: en dos escenarios prácticamente vacíos –el patio de la casa, la playa–, casi como en una nube o una explosión eterna, los distintos miembros de la familia entrelazan y deshacen sus conflictos, en una especie de desfile natural en el que la vida parece encontrarse al aire, transformarse constantemente. Cualquier cosa que vemos es como el mar, que es una y otra cosa y nunca es ninguna. Carballido logra que todos sus personajes expresen frente al mar lo que son y lo que sienten frente a la vida: la abuela que ya todo lo ha visto y sabe sin necesidad de que se lo digan; Celia, la madre melodramática, que ansía tener a sus hijos alrededor de ella; su hija Constanza, la que se quedó a cuidar a la madre y a la abuela; Adrián, el hijo que se casó con una mujer rica y fue a parar a la cárcel por fraude; Agustín, el marido de la mujer sacrificada que le ha dado todo. Y una nueva época simbolizada por Héctor, el hijo escritor y gay de aquellas épocas, llenas de disimulo y represión, Nelly su alumna, una chica que se va a estudiar fuera, que quiere vivir plenamente y lucha contra el convencionalismo de su novio Jorge, sobrino de Héctor y nieto de Celia. Hay en estos personajes –y creo que la puesta en escena lo reflejó fielmente– una profunda verdad humana y a la vez una frescura muy conmovedora. Ahí están, en Fotografía en la playa, el quiebre generacional de los sesenta, la liberación femenina y la crítica al statu quo, la lucha contra las convenciones sociales, la posibilidad de asumir una ruptura y el miedo a liberar los verdaderos deseos, todo ello en medio del tiempo mudable que trastoca las cosas y cambia su forma constantemente, como la arena o el mar, que nunca es el mismo. Ojalá y se reedite pronto •
Ingrata Ingrata, no me digas que me quieres tú desprecias mis palabras Café Tacvba
N
O ES CARACTERÍSTICO DE la maquinaria televisiva el agradecimiento como no sea de dientes para afuera, por efecto, para el homenaje insulso, de “alfombra roja” y paparazzi. Ni siquiera con sus más entregados personeros, ni con sus cabilderos políticos, a los que tanto debe, ni con aquellos trabajadores que desde
la anonimia colectiva la echan a andar, la mantienen funcionando: los barones de los medios masivos no comparten su fortuna, pagan “lo que marca la ley” y nomás. Poco pueden esperar de los consorcios televisivos, como no sea dinero en corto o alguna posterior, eventual chambita, los presuntos legisladores que protegieron los intereses corporativos de las empresas en lugar de ver por el bien público cuando con las leyes secundarias en materia de telecomunicaciones recién traicionaron flagrantemente sus propias investiduras y responsabilidades (aunque poco debe importarles, conocida que es en la mayoría de los casos la calaña que los agrupa, su anemia moral). Aquellos que construyen la televisión en México no la tienen mejor como no sea, otra vez, en la retribución inmediata. Después les esperan traiciones, vetos o un deliberado olvido alimentado por una indiferencia cruelmente administrada a sus respectivas carreras como actores, productores o guionistas. Es cosa sabida entre quienes trabajan o han trabajado para las televisoras en México que en su seno se cocinan las grillas más encarnizadas, los pleitos escandalosos, rencillas de cicatrización imposible. Es legendario el rencor que Televisa o t v A zteca dedican a aquellos que contravienen sus designios de señor feudal. Fundamentada en el modelo empresarial estadunidense que solamente ratifica su conveniencia en función del lucro –a diferencia del que fue el modelo inglés, en el que la televisión era vista primordialmente como un medio de interés público aunque adicionara el atractivo comercial– la televisión suele exprimirle el jugo a la gente para ir dejando detrás un reguero de cáscaras. Si hace gala de agradecimientos es porque forman parte del decorado. Son de utilería. La paradoja es que siendo un medio que construye leyendas, éstas son apenas virtuales. Personalidades, personajes e historias que parecen a veces monolitos inamovibles del mundo moderno y que fueron sensacionalmente forjados en la televisión, son en realidad de sustancia volátil y efímera, casi siempre carentes de materia más
allá del truco imaginativo. Y olvidables. Programas que fueron hitos occidentales de la cultura pop hoy apenas son recordados por unos pocos –claro, están las brechas generacionales, pero en otros ámbitos como la música, el cine o la literatura la perdurabilidad es inherente a los iconos. Escarbar en estos ejemplos de cómo se vuelve intrascendente lo que parecía magnífico, que parecía que siempre estaría allí o que creó modas y furores, es un poco morboso, pero útil para nutrir el ejemplo: El Agente de c -Pol, La Familia Partridge o Los Polivoces se esfumaron igual que Paco Malgesto o el mismísimo Jacobo Zabludowsky cuya vocería gubernamental era prácticamente ley. De quienes parecían apuntalados líderes de opinión en la comentocracia televisiva, como el categórico Agustín Barrios Gómez, no queda ni siquiera su muletilla, aquella con la que rubricaba cada cápsula: “Usted… ¿qué opina?” Ni siquiera quedan más que deslavadas, sosas ocasionales copias de los famosos comentaristas del futbol televisivo, gran negocio de los consorcios que han hecho de los equipos y el deporte una vasta franquicia – allí el ejemplo impepinable de Televisa, el América y el Estadio Azteca– como Ángel Fernández, sangrón pero de inigualables pulmones, o aquel arrogante Fernando Marcos que, guste o no el deporte de las pelotitas, hicieron escuela en locución narrativa. En un medio que se pretende capaz de adaptarse a las necesidades y cambios de la sociedad solamente prevalecen, sin embargo, algunos de sus rasgos menos amables. Uno es su proverbial estupidez, su aparente repulsa a la inteligencia. Otra es su vocación servil con el tartufo en turno, persiguiendo de modo evidente pero taimado el poder detrás del trono –hoy más evidente que nunca– y sobre todo, su inocultable vocación de acumular riqueza y hacer de gente sin grandes méritos personales, como son los dueños de las televisoras –uno por cabildeos turbios en la adquisición de un medio nacional durante la fiebre privatizadora del salinismo y el otro por simple herencia al morir el padre– crasos arrogantes que se creen dueños de la nación •
CABEZALCUBO
Recuerdos alrededor de una fotografía
PASO A RETIRARME
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Orlando Ortiz
¿Y ahora es distinto?
E
NTRE LOS MUCHOS ARTÍCULOS, crónicas, ensayos y en general textos de carácter periodístico, Ignacio m. Altamirano escribió uno titulado “Honra y provecho de un autor de libros en México”. Calculo que data de fines del siglo xix . La ironía y el humor de este autor, vena que ha sido estudiada muy poco, campea a lo largo del texto. Inicia contándonos que un su amigo, afecto a escribir y publicar libros, le expuso en cierta ocasión que en México ya había pasado el tiempo en que los escritores tenían que ser poco menos que esclavos de editores y periódicos; al haber paz y una situación social y política estable, los escritores podrían publicar ellos mismos sus libros; ya no habría necesidad de enviarlos a España o Francia, o de entregar sus infolios a editores que jamás retribuían de manera justa al autor. En ese momento, exponía el hombre amigo de Altamirano, el escritor podría publicar sus novelas o libros de ciencias e historia en el país, y venderlos a mejor precio que los editores, y con ello se fomentaría la lectura y la venta de libros, cosa que repercutiría en un buen ingreso para los escritores. ¡Llegaron los tiempos de auge para los pendolistas! No se podía decir que fuera a hacerse rico –como Pérez Escrich, en España, o el historiador Prescott, en Estados Unidos– pero sí ganaría lo suficiente para vivir con dignidad y cómodamente. Y lo mejor era que terminarían los tiempos en que los autores estaban sometidos a los abusos de impresores, editores o libreros. Le expuso su plan, le habló de costos y precios y los resultados serían increíbles. ”Ya habían pasado los tiempos en que Cardoso, Ramírez y Payno escribían por veinticinco pesos en casa de Cumplido y en que los poetas pobres y novelistas […] se imponían privaciones horrorosas a fin de ver publicados en tomos sus versos o sus novelas que, por supuesto, no les traían provecho ninguno fuera del gusto de ser leídos”, puntualizó aquel autor. Al despedirse rebozaba de entusiasmo. Altamirano quedó pensativo. La idea parecía convincente y aunque algo le decía que eran números alegres los que hacía su amigo, no dejaba de entusiasmarlo el hecho de que finalmente un escritor mexicano pudiera vivir del producto de sus libros. (Supongo que los 25 pesos que el editor e impresor más destacado del siglo xix , Ignacio Cumplido, pagaba a Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, era mensualmente, no por artículo o crónica que le entregaran.) Pasaron los meses y Altamirano recibió un libro del susodicho. Pensó en presentarle personalmente su agradecimiento y de pasada preguntarle los pasos a dar para publicar un libro de historia de México que pensaba le redituaría algún beneficio. Fue recibido con entusiasmo hasta que se le ocurrió hacer las preguntas, recordándole previamente los buenos augurios para los escritores que le había planteado en ocasión anterior. Entonces, el autor puso cara de circunstancia y con voz grave le respondió que se había equivocado. El experi-
mento había sido un fracaso, pues “los editores tienen secretos que nosotros no poseemos. La suerte es una coqueta que no sonríe sino a los dueños de imprenta”. En seguida le narró las peripecias realizadas y costo pagado para preparar el manuscrito, mismo que posteriormente llevó a un impresor, sólo para comparar con lo que él iba a invertir. El impresor evaluó el manuscrito, hizo algunos cálculos y concluyó que era un libro muy caro y no le convenía, ni a él ni a su autor imprimir. Protestó, pero el impresor lo calló de la siguiente manera:“¿Cuántos ejemplares cree usted que vendió el ilustre Orozco y Berra de su Geografía de las lenguas de México, obra preciosa y única en su género? ¡Pues en el espacio de diez años vendió trece!” Él, empecinado, a pesar de la advertencia lo publicó por su cuenta e hizo un tiraje de mil ejemplares. Entonces se topó con el siguiente problema: los libreros no se los compraban y todos, amigos y enemigos, conocidos y desconocidos querían un ejemplar, pero regalado. El caso es que de lo invertido en la publicación, virtualmente no recuperó nada. Altamirano, ante el panorama pintado por su amigo decidió quedarse con su manuscrito, a lo cual comentó el aludido: “Bien hecho; algún día en el siglo xxv valdrá algún dinero, como el manuscrito de Cuautitlán.” El texto vino a mi memoria porque, para mí, el oficio –profesión, arte o lo que sea– del escritor en México sigue siendo una tarea poco o nada redituable. Ya en alguna parte Rubem Fonseca escribió que tal vez lleguen a terminarse los lectores, pero siempre habrá masoquistas… perdón, quise decir quien escriba •
Luis Tovar Twitter: @luistovars
La intolerancia y la dicha
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XCEDE CON HOLGURA LOS límites del espacio disponible aquí, pero valdría la pena intentar así sea un mero esbozo en torno a tres ideas que son hechos que son situaciones, todo a la vez: en primer lugar que, si alguna vez lo ha sido, continúa siendo verdad que narrativamente es más difícil y –puede que por eso mismo– escaso el relato de la felicidad; en segundo lugar que fama, celebridad, perdurabilidad y memoria puede llegar a parecerle a Masdeuno que son, si no sinónimos, sí ideas afines, pero en el fondo no lo son; y en tercer lugar que, sin que importe si se
James Broughton
le mide en lapsos más largos o más cortos –digamos siglos, generaciones, décadas, o lo que dura un movimiento cultural desde su aparición hasta su relativa desaparición–, hay lecciones de humanidad que parecieran no aprenderse nunca, o no del todo o sólo de manera insuficiente; tan apenas que más tarde, en cada presente, sucede que el estado de las cosas ha vuelto al punto cero. Hay algo profundo entrelazando los anteriores tres conceptos, a manera quizá de vasos comunicantes porque parecieran alimentar indiscriminadamente cada uno al resto, y en ese vínculo secreto da la impresión de estar cifrada una porción importante de uno de los rasgos atávicos humanos más esenciales, poderosos y, por ende, perdurables: el rechazo a la diferencia o, dicho mejor, a todo aquello que, por diferente y, en tanto ajeno a lo que Uno es, al parecer no puede mirarse sino bajo la forma de amenaza, por supuesto sin que necesariamente lo sea y, de hecho, sin que la mayoría de las veces lo sea en absoluto. Por ahí puede transitar, entre varias otras vías, la reflexión suscitada por el documental biográfico Big Joy: las aventuras de James Broughton (Big Joy: the Adventures of James Broughton, eu , 2013), codirigido por Stephen Silha, Eric Slade y Dawn Logdson. La dicha inmensa del poeta cineasta performancero beatnik hippie fundacional que vivió la vida como si se tratara de una celebración interminable, debió saberle a peligro a más de uno, quizá precisamente por dicha y por inmensa, pero también –y en tiempo y territorio de suyo mal dispuestos a nada que se aleje “demasiado” de la norma y de la gris cordura– por ajenas, inmensidad y dicha. A la excentricidad, nombre dado a uno de los rostros más visibles de la diferencia en libertad o la libertad en diferencia, le ocurre siempre que los muchos, los iguales, primero la miren extrañados; luego, por lo regular la ven hacer sus cosas acaso algo sonrientes, como quien le festeja, desde lejecitos, las gracias a un niño o una mascota pero sólo un rato, para volver a ocupar-
se –Cortázar centenario dixit– de Hasuntos Himportantes; pero más tarde y de manera invariable, acaban por impacientarse y mandan callar, para lo cual cuentan con una gama de variantes que sin problemas alcanzan la represión pura y dura, pasan desde luego por el ejercicio de la siempre hipócrita censura y también se hacen servir del ostracismo, el soslayamiento y el para ellos conveniente olvido. Hay una parte de Big Joy que no debería ser notable y, aun en estos tiempos y lamentablemente, necesaria: es aquella que pormenoriza, da contexto y de a ratos hasta “justifica” la soberana, privada, personalísima decisión de Broughton de vivir, como dijera Carlos Pellicer, que también formó parte de los Universales e Inatacables Cuarenta y Uno,“ese amor que es de otro modo”. Las preguntas respectivas surgen sin necesidad de esforzarse demasiado: si James no hubiera ganado nada en Cannes en aquellos años de una ruptura y apertura que él precisamente contribuyó con mucho a inaugurar, ¿importaría si era gay, si un día de su casi vejez salió del clóset para literal escándalo de propios y extraños? ¿Tendría sentido mencionarlo?¿O lo tiene si y sólo si el aludido –aquí Broughton, cualquier otro a lo largo de la historia– vivió ese tránsito desde una celebridad poco después periclitada por razones ajenas a su preferencia sexual? ¿O acaso ésta, la celebridad, aminoró en desvirtud de una condición excéntrica que no era tolerable como sí podían ser las otras, las artísticas y estéticas estrictamente, ceñidas rajatablamente al ámbito espaciotemporal del evento en sí –película premiada, poema festejado, performance bienvenido–, pero nunca prolongadas al ejercicio de la vida cotidiana y, menos que menos, puestas a la orden de esa dicha que supo ser inmensa? ¿O, en fin, será que una felicidad como la de Broughton, sin permisos que pedir y sin fisuras que vuelvan más interesante su relato, una dicha de ese tipo, integral y vivida minuto por minuto, responde mal y poco a los cánones tácitos de la exhibición pública de la intimidad? •
CINEXCUSAS
Jornada Semanal • Número 1016 • 24 de agosto de 2014
PROSAÍSMOS
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ensayo
24 de agosto de 2014 • Número 1016 • Jornada Semanal
M
i francés no es bueno. Mejor dicho mi pronunciación es desastrosa. Cuando camino por este boulevard y pregunto por el Cimetière de Montparnasse comiéndome varias vocales y pronunciando el resto con desgano como se habla francés, nadie me entiende. Pero si formulo la misma pregunta en español me responden “tout droit” con convicción. Así que sigo derecho hasta encontrar el cementerio de Montparnasse. En el Parnaso donde la muerte se vive con gloria.
Es el centenario de Julio Cortázar y el Salon du Livre, la feria del libro más importante de Francia, le rinde homenaje a este argentino que nació en Bruselas y murió en París, y que dedicó su vida a inventar nuevas categorías humanas como cronopios y famas, a escribir Rayuela, la novela que dibujó una nueva estructura para llegar de la tierra al cielo, y a publicar cuentos inolvidables e instrucciones absolutamente imprescindibles para dar cuerda a los relojes y subir escaleras. También yo llego a esta fiesta de los libros en París, donde por todas partes circula gente portando bolsas de plástico con esa foto del rostro de Julio y su cigarrillo en la boca, a la manera de un Jean Paul Belmondo, pero buen mozo. Y quiero visitar la tumba de Julio y Carol Dunlop en Montparnasse, el cementerio de ilustres difuntos de las artes y las letras y con más de un millar de árboles en pleno centro de la ciudad, según anuncia el plano en la entrada principal. Soy bastante torpe para leer mapas de cualquier tipo, pero llegar a la tumba del autor de Rayuela no es complicado. Sobre todo porque cuando voy encarando hacia la División 3 donde se encuentra, siento la misma ansiedad de cuando era niña y podía descubrir sin mirar los escondites donde los adultos ocultaban aquello que yo buscaba. La morada de Julio y Carol está custodiada por un caballo memorable, obra del escultor César Baldaccini, que reposa a un salto de allí, y por la tumba de los ositos que, por un momento de despiste, casi creí que era la de ellos, pero no. La de los ositos no tiene nombre. Aunque este cimetière, fundado en 1824, es de notables, así que toda tumba tiene su historia. Acá descansan las glorias de Francia y de México, de Perú, de Argentina... Gente del cine y las letras, del arte y las ciencias, la política y la filosofía se disputan palmo a palmo cada centímetro de cemento. Quiero decir de tierra esculpida. Porque los árboles de Montparnase, que figura como espacio verde del Distrito 14 de París, flanquean las avenidas que llevan a las secciones de las tumbas. Después todo es cemento. Acá se lucen los escultores en la eternidad. La tumba de Carol y Julio está llena de flores, piedras de colores, un ejemplar de una revista de poesía, el dibujo de una rayuela donde alguien escribió “lo peor es que me hubiera salido perfecta”. Está bien, me digo, cuando la encuentro, y converso con Julio mientras salto una rayuela mental en busca del cielo al que no llego. Pero me quedan varias piedritas en los bolsillos para ir regando por las tumbas que tengo previsto visitar. Verdad que podría pasarme toda la mañana entre
Una cita en Montparnasse Esther Andradi
estas eternidades, pero debo correr al Salon du Livre que se inaugura hoy jueves, así que sólo un par de visitas más: el poeta César Vallejo, Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre. Y después partir, como dice el tango. Llegar hasta Sartre y Simone es un paseo, ahí nomás a la derecha del ingreso. Varias mujeres se sacan una foto con Simone. Aprovecho un instante de luz para acercarme y, mientras acaricio la piedra, pido soberanía, firmeza y alegría a la dama que alumbró con El segundo sexo mis veinte en plena militancia y durante mi primer embarazo. Ahora parto en busca de César Vallejo, para saludar al gran poeta peruano antes de decir adiós al Parnaso y volver a los vivos con los libros. El sitio está claramente indicado en el plano y me dirijo hacia él: División 12, tumba número 91, casi en la intersección de avenidas. Llego al lugar y nada. No encuentro a César Vallejo. Comienzo a caminar, a leer las inscripciones, a adivinar las posibles decoraciones, un libro, una flor, un pan saliendo del horno. Mientras rastreo a César, encuentro a Saúl Yurkiévich, el poeta argentino albacea de Julio Cortázar hasta que en 2005 la muerte lo sorprende en una carretera en la niebla. Salud, Saúl. Susan Sontag también se muestra acá, su nombre emergiendo desde un mármol negro, como el negativo de una foto. Y Joris Ivens, chapeau gran maestro del cine. Tropiezo con Gisèle Freund, la fotógrafa que nació en 1908, frente a mi casa en Berlín, que huyó de los nazis a Francia en 1933, y de París a México desde donde recorrió Sudamérica, fotografió a Evita, fue amiga de Frida Kahlo y Diego Rivera... Y más allá m e t o p o c o n S a m u e l B e c k e t t y J e a n S e b e rg . ¿Pero Vallejo, dónde estás que te estoy buscando? No me resigno. Vuelvo a recepción con la esperanza de que haya un error de imprenta en mi plano. Pero no, he leído bien. Y el encargado se ocupa de dibujar con su lapicero el lugar exacto donde debo mirar para encontrar la tumba que está ahí, pero no en la primera fila sino... Regreso. Y en el camino, ya decidida a encontrarlo, llego sin saberlo a Carlos Fuentes, que aún no figura en el plano por ser una tumba reciente. Como tampoco está registrada la tumba de Stefan Hessel, el más joven de los nonagenarios, enterrado aquí hace apenas un año, el autor intelectual de los indignados... y ya no miro más. Frente a mí se yergue la estatua de un mártir de la revolución de 1848, y la leyenda anuncia que representa a todos los muertos en esa insurrección donde los obreros de París inventaron la primavera. Dejo las piedras de mis bolsillos junto al mártir porque ahora sé. Vallejo, el poeta generoso, ha escondido su lápida para llevarme de la mano a descubrir Montparnasse. Su tumba es incierta porque trabaja como lazarillo de los peregrinos que van en su busca. Seductor el poeta detrás de esa mirada tan triste, que anunció que moriría en París, con aguacero y un jueves de otoño. Pero no hay peligro. Hoy brilla el sol, la primavera estalla en brotes y no hay amenaza de lluvia por ninguna parte. Aunque sea jueves •
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