■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 24 de septiembre de 2017 ■ Núm. 1177 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
: el sector cultural , situación futuro y desafíos
e d u a r d o C r u z , p at r i C i a C h av e r o , s i lv i a i s a b e l G á m e z , J o s u l a n d a U n g ra n d i b u j a n t e l l a m a d o H é c t o r X av i e r Marco antonio caMpos
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Silvia Isabel Gámez *
La secretaría de Dos hechos actuales ponen de relieve la necesidad, quizá
RECUENTO CUIDADOSO DE LOS PRESUPUESTOS CULTURALES OFICIALES EN LOS ÚLTIMOS TRES SEXENIOS, ATINOS Y DESATINOS, ASÍ COMO PROMESAS CUMPLIDAS E INCUMPLIDAS. LA ELOCUENCIA DE LAS CIFRAS ES INDISCUTIBLE Y NO SIEMPRE ALENTADORA.
mejor dicho la urgencia, de revisar a fondo el estado de las cosas y los desafíos que enfrenta el sector cultural mexicano: por un lado, la renegociación en trámite del Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México es probablemente la única oportunidad para hacer bien lo que hace más de dos décadas se hizo muy mal en el ámbito de la cultura, y por otro la insoslayable cercanía de los tiempos políticos que en nuestro país lo rigen todo, y de los que depende mucho de la suerte del sector. Los textos de Eduardo Cruz, Silvia Isabel Gámez y Patricia Chavero, especialistas en la materia en su calidad de miembros del Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura (GRECU) de la Universidad Autónoma Metropolitana, aportan elementos esenciales y puntos de vista insoslayables para dicha tarea. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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uando Rafael Tovar y de Teresa se convirtió en el primer secretario de Cultura federal, la nueva dependencia ya presagiaba ser un dulce envenenado. Enfrentaba para 2016 una reducción superior a mil 500 millones de pesos con respecto al presupuesto ejercido en 2013, el primer año del regreso del Pri al poder. Para 2017, las alarmas saltaron ante una reducción aún mayor. Se aprobaron 12 mil 786.6 millones de pesos, casi veinticinco por ciento menos que cuando Tovar y de Teresa inició su tercer período al frente del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Tras su fallecimiento, el 10 de diciembre de 2016, su sucesora, María Cristina García Cepeda, optó por una política de bajo perfil. La funcionaria apostó al continuismo, lo que confirma la distribución de los recursos: desde 2014, cerca de la mitad del presupuesto, cuarenta y siete por ciento, se destina a la promoción de actividades artísticas y culturales, mientras que en 2013, la mayor parte, el treinta y dos por ciento, se asignó a la preservación y difusión del patrimonio y la diversidad cultural, según consignan los informes presidenciales. Una de las partidas más castigadas ha sido la dotación de infraestructura cultural, que en 2013 recibió el dieciocho por ciento de los recursos, y en el último año el cinco por ciento. El Programa de Apoyo a la Infraestructura Cultural de los Estados ( PaiCe ), que en 2014 presumía una inversión de 583.1 millones de pesos destinados a 130 proyectos, en 2017 contará únicamente con 100 millones de pesos con los que se apoyarán veinte proyectos, como el Museo de Sitio del Bosque de Chapultepec, el Archivo General del Estado de Oaxaca y el Museo de Arte Contemporáneo de Querétaro. Los indicadores incluidos en el Programa Especial de Cultura y Arte (PeCa ) 2014-2018 permiten medir el avance de algunos de sus objetivos. Esta administración, que destina la mayor parte de sus recursos a la promoción y difusión de la cultura, se propuso aumentar el porcentaje de participación de la población en actividades artísticas de 40.7 por ciento en 2013, a 42.2 por ciento en 2018. Menos de dos puntos porcentuales. Según datos oficiales, en 2015 la población beneficiada sumó 55.9 por ciento, cifra muy por arriba de la meta sexenal. Esto significaría que casi la mitad de la población, a pesar del avance logrado, aún no goza del derecho constitucional de acceso a la cultura, por lo menos en lo que respecta a las actividades organizadas por la Secretaría.
El quinto informe presidencial incluye un dato al parecer equivocado, pues señala que, a junio de 2017, las actividades culturales y artísticas promovidas por el sector alcanzaron a 17.4 por ciento de la población. Este dato, que no ha sido desmentido por la Secretaría, no coincide con las cifras antes mencionadas, ni con las 812 mil actividades que se reportan de septiembre de 2016 a junio de 2017, cantidad muy superior a las 475 mil 901 actividades anuales que se propusieron alcanzar para 2018. No se aclara cuáles fueron las actividades que crecieron, pues disminuyó, por ejemplo, el número de exposiciones temporales e itinerantes, de 888, de septiembre de 2015 a agosto de 2016, a 701, de septiembre de 2016 a junio de 2017, al igual que las actividades de promoción y difusión del patrimonio, que se redujeron de 11 mil 480 a 9 mil 835 en los mismos períodos. Otro indicador es el número de actividades en las zonas establecidas por el Programa Nacional para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia, y la Cruzada Nacional contra el Hambre, entre las que figuran las incluidas en el programa México, Cultura para la Armonía, lanzado en 2014. La meta para 2018 es realizar 2 mil 680 actividades, pero las contabilizadas en el quinto informe por la Secretaría suman apenas una tercera parte de su objetivo.
CONSTANTES Y PENDIENTES
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l hacer una revisión de los programas de cultura desde la creación del Conaculta en 1988 es posible advertir las constantes del Estado mexicano en política cultural. La conservación y difusión del patrimonio, el apoyo a la creación artística, la difusión de la cultura y el fomento de la lectura son objetivos que se mantienen. Hay pocas variantes, como el programa de descentralización de bienes y servicios culturales introducido en el sexenio de Zedillo, los ejes de infraestructura cultural e industrias culturales en el de Calderón, y el acceso a la cultura mediante la tecnología digital en el de Peña Nieto. También es posible advertir proyectos que no llegaron a realizarse. Desde 1995 se planteó diversificar el sistema de premios literarios, reconsiderando su número y la participación de estados e instituciones; Tovar y de Teresa, de regreso al Conaculta, lo incluyó de nuevo en su programa, ampliando su alcance, al proponer reorganizar los premios, concursos y estímulos a la creación
Directora General: C armen L ira S aade , Director: L uiS T ovar , E d ic i ón : F ranCiSCo T orreS C órdova y r iCardo y áñez . Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo G arCía n orieGa , Formación: m arGa P eña , Diseño de Columnas: J uan G abrieL P uGa , Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a L e J a n d r o P av ó n , Publicidad: e va v a r G a S y r u b é n H i n o J o S a , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: Cultivar el árbol Ilustración de Francisco García Noriega
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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cuLtura:
ser más que un nuevo Conaculta artística y cultural “para privilegiar la excelencia sobre la cantidad de proyectos aprobados” e incluir disciplinas artísticas que no habían sido atendidas. Aunque lo anunció públicamente, no llegó a concretarlo. El Programa Nacional de Cultura 2007-2012 estableció la creación del Museo Nacional del Cine, que terminó convertido en una sala de exposiciones abierta en 2015 en la Cineteca Nacional, mientras que un recinto anunciado para cubrir una ausencia en la oferta museística no llegaría a inaugurarse: el Museo Nacional de la Indumentaria y el Diseño Textil en el exConvento de la Merced. Con relación a este último proyecto, a quienes diseñen la política cultural del siguiente sexenio les interesará conocer las preferencias artísticas de los ciudadanos. Entre las cinco exposiciones más vistas en México desde 2013 hasta junio de 2017 figuran Caminos de luz. Universos hui choles, en el Museo Nacional de Antropología, con 386 mil visitantes, e Hilos de historia. Colec ción de Indumentaria del Museo Nacional de His toria, en el Museo Nacional de Historia del Castillo de Chapultepec, con 352 mil visitantes. Ambas incluían diseño textil. Una cifra aún lejana, es cierto, de los 681 mil visitantes que lograron las exposiciones Leonardo da Vinci y la idea de la belleza y Miguel Ángel Buonarro ti. Un artista entre dos mundos, presentadas en el Museo del Palacio de Bellas Artes. A pesar de las propuestas fallidas, la mayoría de las administraciones gusta de presumir un proyecto cultural emblemático. Mientras que el sexenio salinista concluyó con la inauguración del Centro Nacional de las Artes, el foxismo propuso en su primer año la “megabiblioteca”. La Biblioteca José Vasconcelos, cuyo séptimo piso se inundaba hasta 2016 en cada temporada de lluvias, no llegó a albergar el cerebro digital que interconectaría a las bibliotecas públicas del país y es difícil que llegue a alcanzar los 4.5 millones de visitantes anuales previstos, ya que al cumplir su primera década, hace un año, se reportó un total de 14 millones de visitantes. La Ciudad de los Libros y la Imagen en La Ciudadela, inaugurada parcialmente unos días antes del final de aquella administración, el 21 de noviembre de 2012, ya que el Centro de la Imagen se reabriría hasta 2015; la remodelación de la Cineteca Nacional y la construcción de los nuevos Estudios Churubusco constituyeron lo que Consuelo Sáizar, siendo presidenta del Conaculta, denominó “el proyecto cultural del siglo xxi mexicano”. Terminado el sexenio, tras tomar posesión del cargo, Tovar y de Teresa calculó que las obras tenían un avance del sesenta por ciento. Tocó a esta administración concluirlas. Desde su reapertura, la Cineteca ha ido ganando público, hasta sumar 1.1 millones de personas entre septiembre de 2016 y junio de 2017. Los Estudios Churubusco aún no han sido concluidos, pero existe
Remodelación de la Cineteca Nacional
inaH en materia turística con los tres niveles de
Biblioteca José Vasconcelos, cuyo séptimo piso se inundaba hasta 2016 en cada temporada de lluvias
la promesa de que serán entregados en esta administración. Al tiempo que muestran constantes, los programas de cultura reflejan temas pendientes. Las exposiciones de arte prehispánico han sido señaladas como el principal instrumento de la diplomacia cultural, a las que se han agregado las de artistas contemporáneos como Frida Kahlo y Diego Rivera. Ya hace diez años se advertía sobre la necesidad de potenciar la presencia del arte virreinal y decimonónico en las exposiciones internacionales, sin que esto haya ocurrido. De acuerdo con cifras oficiales, de 2013 a junio de 2017 se han presentado cincuenta y una exposiciones nacionales en el extranjero. La marca artística de México en el exterior tiene los rasgos de Frida, pues las cinco exposiciones más visitadas durante ese período incluyen su obra, ocupando el primer lugar Frida Kahlo. Conexiones entre mujeres surrealistas en México, que fue vista en el Instituto Tomie Ohtake de Sao Paulo por medio millón de personas.
¿Y EL TURISMO CULTURAL?
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os diagnósticos de los planes de cultura han coincidido en señalar la necesidad de impulsar el turismo cultural como un factor de desarrollo económico. En 2007 se estableció que la coordinación del
gobierno había sido “errática, parcial e insuficiente”, al considerar que su papel debería orientarse a normar los usos de la riqueza patrimonial partiendo de la premisa de que se trata de recursos no renovables. Existen aún posturas enfrentadas entre los propios investigadores del inaH respecto a espectáculos de luz y sonido en zonas arqueológicas, y una tensión con los empresarios turísticos de algunos estados. De acuerdo con cifras de la Secretaría de Turismo de mayo de 2016, el turismo cultural representa una derrama económica superior a los 184 mil millones de pesos. La Red Nacional de Bibliotecas Públicas, considerada la mayor infraestructura cultural del país, se amplió en esta administración con sesenta y cuatro nuevos espacios, para sumar 7 mil 427 bibliotecas públicas. La automatización de los servicios, mediante la instalación del programa Prometeo v , avanza con lentitud. Este último año se equipó únicamente a 20 recintos, la mitad que el año anterior, para sumar 553, menos del diez por ciento del total. A las acciones de la Agenda Digital de Cultura es destinada la menor cantidad del presupuesto, cuatro por ciento, alrededor de 510 millones de pesos en 2017. Incluye las plataformas LibrosMéxico.mx, con “el catálogo más amplio de libros hechos en México”, y lanzada en 2016, diGiTaLee , que ofrece en préstamo más de 5 mil libros digitales. Se prevé que nada cambie hasta 2018. La cultura nunca ha sido una prioridad para los políticos, pero ahora que se trata de la Secretaría de Estado número 18 quizá genere alguna vaga ambición y asuma el liderazgo alguien con vocación y capacidad para dotar al sector de un proyecto innovador que convenza de que la dependencia es algo más que una nueva versión del Conaculta, con sus mismas inercias y cada vez menos presupuesto
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*Miembro del grecu (Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura), y reportera cultural freelance.
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Patricia Chavero *
el devenir Cultural en Ciudad de México
Instalación dedicada al migrante, de la artista plástica Betsabeé Romero en el FARO de Oriente. Foto: Jesús Villaseca/ La Jornada
UNA REVISIÓN AL DESARROLLO DE LA POLÍTICA CULTURAL EN CIUDAD DE MÉXICO, DESDE LA CREACIÓN DEL INSTITUTO DE CULTURA HASTA LA ACTUAL SECRETARÍA DE CULTURA CAPITALINA. LA FÁBRICA DE ARTES Y OFICIOS DE ORIENTE (FARO), FUNDADA HACE 17 AÑOS POR ALEJANDRO AURA PARA DESCENTRALIZAR LA ACTIVIDAD CULTURAL EN LA CIUDAD, FUE UN GRAN ACIERTO. ACTUALMENTE HAY UNA RED DE CINCO FAROS DISTRIBUIDOS EN LA METRÓPOLI.
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la expectativa de cambio generada en la primera elección para Jefe de Gobierno de Ciudad de México, se sumaron varios agentes culturales que hicieron oír su voz en más de 130 foros organizados durante la campaña. El diagnóstico sobre el devenir cultural en la ciudad durante las últimas administraciones como Departamento del Ejecutivo Federal, reveló el abandono a la infraestructura cultural, la desorganización y trato clientelar de los funcionarios para con los artistas. En general, la actividad cultural en la ciudad se caracterizaba en 1996 por la falta de precisión en facultades y funciones de los órganos e instituciones culturales, duplicidad de programas entre las instancias federales y locales, así como la falta de continuidad en los programas. Si bien se ha avanzado a lo largo de cuatro administraciones perredistas en el gobierno de la ciudad, no podemos dejar de anotar que estas problemáticas prevalecen hasta el día de hoy.
LA CREACIÓN DEL INSTITUTO DE CULTURA DE LA CIUDAD DE MÉXICO ( ICCM )
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n la construcción de una “Ciudad de todos y para todos” el gobierno del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas otorgó un papel importante al campo cultural, hecho relevante ya que a la vez que la política cultural capitalina dejó de ser competencia del gobierno federal, con la creación del iCCm el mes de julio de 1998, el primer Jefe de Gobierno, mientras cumplía un compromiso de campaña, hacía efectiva la autonomía
del campo sentando las bases sobre las cuales construir una nueva institucionalidad del sector. En su operación, las acciones del Instituto estuvieron dirigidas a “llevar la cultura a todos los ciudadanos”, con el “objetivo de compensar el abandono en que amplios sectores sociales han vivido en materia cultural”. El programa de cultura puso énfasis en la descentralización y en la cobertura universal de las actividades culturales. Siguiendo un modelo de democracia participativa promovió un Consejo Directivo integrado por especialistas en la materia, con el fin de que propusieran las políticas generales, definir las prioridades, así como establecer los lineamientos del iCCm . El equipo de trabajo de esta administración, encabezado por Alejandro Aura, estuvo integrado por artistas y personas vinculadas al medio cultural. En el período de julio de 1998 a diciembre del año 2000, cabe destacar la realización de 40 mil 510 actividades, 257 conciertos, 113 funciones de Teatro en Atril y 10 mil 363 representaciones literarias, así como la creación de mil Libro Clubes. Para desarrollar el programa del iCCm , el poeta Aura gestionó y se valió de todas las estrategias administrativas para crecer tres veces el presupuesto a cultura: de 119 millones que recibió en 1997, llegó a 330 millones en 2000, situación que al final de la administración sirvió para intentar responsabilizarlo de irregularidades en las cuentas públicas del instituto que después se concluyó que no existieron. Son los primeros años de una fuerza política distinta y los golpes de los adversarios se dejan sentir pronto.
El sello de la primera administración en cultura de la ciudad quedó en la Fábrica de Artes y Oficios, FARO de Oriente, proyecto que se creó en el marco del programa “La calle es de todos”, en el que estuvo al frente Eduardo Vázquez Martín, actual titular de la Secretaría de Cultura. El Consejo Directivo del organismo se disolvió en la siguiente administración, en parte por la carga que representó dar una estructura administrativa al instituto y por la agenda de cada uno de sus integrantes.
LA CULTURA EN LA “CIUDAD DE LA ESPERANZA”
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n las elecciones de 2000 se rompe la hegemonía del Pri en el gobierno de México. A nivel federal Vicente Fox Quezada, candidato del Pan , gana la elección presidencial mientras el Prd conserva la jefatura del gobierno capitalino, de tal manera que el campo cultural enfrenta en el período 2001-2006 un contexto adverso en los dos niveles de gobierno. Mediáticamente se dio mayor cobertura a los diversos embates entre la comunidad cultural y Conaculta, lo que dejó en segundo término el acontecer cultural en el Distrito Federal, sometido al cumplimiento de una agenda política. La administración inicia con una reducción al presupuesto a cultura y la descentralización del gasto a las delegaciones políticas, a lo que se sumó la reasignación de recursos a otras áreas de gobierno, como obras públicas.
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En el programa de gobierno de este período no quedó expresado un plan en materia cultural, lo cual se va a hacer patente en varios momentos. Primero se anuncia la creación de la Secretaría de Cultura del Gobierno del dF (SCGdF ) sólo después de que Alejandro Aura como encargado del iCCm presentara su renuncia, y detrás de él la de la mayoría de sus colaboradores, ante la imposibilidad de desarrollar un programa después de la reducción presupuestal que alcanzó el ochenta y tres por ciento. Durante los cuatro primeros meses desaparecieron siete de los doce programas del instituto, a consecuencia de las disposiciones de racionalidad y austeridad en las que “las exposiciones, seminarios y espec táculos culturales [debían] reducirse al mínimo indispensable”, mismas actividades que debían contar con la autorización expresa del Jefe de Gobierno (“En defensa de la cultura”, Eduardo Vázquez Martín, suplemento El Ángel de Reforma, 29/iv /2001). Si bien en esta administración se avanzó en la institucionalidad del sector cultural, en su operación enfrentó la tensión que implicó crear el nuevo órgano en medio de la “austeridad republicana”, que marcó todas las acciones de la dependencia: tipo de contratación, escuelas y centros quedaron como órganos desconcentrados, a la vez se abrió la vía para recibir aportaciones del sector privado, una política cultural seguida por el gobierno federal. Sobre la creación de una manifestación cultural que diera cuenta del proceso democrático que se vivía en la ciudad, el titular, Enrique Semo, ofrece argumentos, incluso perfila una línea más vinculada a la cultura cívica; sin embargo, la mayor parte del tiempo de su administración lo absorbió el proceso jurídico administrativo que implicó la creación de la Secretaría de Cultura. Si bien el Prd conservó el gobierno de la ciudad, se decidió romper con lo realizado por la administración del ingeniero Cárdenas. En esta ruptura se trató al campo cultural sólo como un ramo que absorbe presupuesto, omitiendo su dimensión social y económica. De forma reactiva se dieron varios llamados de la comunidad cultural para cambiar el rumbo de la política cultural, sin éxito. De los proyectos realizados en esta administración continúan la Feria del Libro del Zócalo, inicia la exposición abierta en el Bosque de Chapultepec y, al cierre de la administración, se inaugura la escuela de música “Del Rock a la palabra”. El Faro de Oriente adoptó un carácter autogestivo y desarrolló un programa que durante el período obtuvo el reconocimiento y apoyo de instancias internacionales. Tal es el éxito del modelo que cuando el doctor Semo expone su plan de cultura el año 2004, ofrece crear un Faro en la Colonia Doctores (resultó en el Centro Cultural Indianilla, en el que finalmente participó la iniciativa privada, una asociación civil, la Secretaría de Finanzas y la Delegación Cuauhtémoc). Un contrasentido más se dio en noviembre de 2003, cuando se presenta una iniciativa de Ley para fusionar a la SCGdF con una futura Secretaría de Educación. Leonel Maciel, subdirector de Artes Escénicas, cuestiona la propuesta y logra detener la medida, pero se solicita el cese del funcionario pues rompió con un acuerdo tácito de la administración pública, donde se sobreentiende que no se arremete contra la institución en la que se trabaja. El capítulo cultura de esta administración cierra con la renuncia de Enrique Semo en febrero de 2005. Lo sustituye Raquel Sosa, quien había estado al frente de la Secretaría de Desarrollo Social; Víctor Hugo Rascón Banda dirige un extrañamiento al Jefe de Gobierno. Sin embargo, el mes de julio, López Obrador deja el gobierno de la ciudad para contender en la elección presidencial de 2006. En estos primeros años vemos cómo el avance en la autonomía orgánico-administrativa cul-
tural en la ciudad y su consecuente autonomía, rápidamente se vieron subordinados al campo político.
AGENDA POLÍTICA-AGENDA CULTURAL
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on Marcelo Ebrard al frente del gobierno de la ciudad, se empata la agenda política con una agenda cultural. En este período el gobierno capitalino dio especial importancia a la cooperación internacional; en materia ambiental adoptó los com promisos de la Agenda xxi del Medio Ambiente, preámbulo para que en 2010 se celebrara la Cumbre Mundial de Gobiernos Locales y regionales (CGLu), en la que se firmó el acuerdo del Pacto Climático Global de Ciudades, “Pacto de la Ciudad de México”, y fue aprobado el documento de posición política llamado “La cultura es el cuarto pilar del desarrollo sostenible”, marco en el que Ciudad de México fue nombrada Capital Cultural Iberoamericana. Estas acciones anteceden la adhesión de la ciudad en 2011 a la Agenda 21 de la Cultura. En este contexto, la administración de Ebrard se propuso dotar a Ciudad de México de un sello distintivo, aprovechando las ventajas competitivas que ofrecen las características de la capital, posicionándola a la vez como destino turístico. Al frente de la Secretaría de Cultura estuvo Elena Cepeda, quien continúa con la construcción del andamiaje administrativo y operativo de la dependencia. Se crea el Sistema de Teatros, en el que se establecen los marcos normativos para su funcionamiento, y hasta 2007 se pública el manual administrativo. Se dio continuidad a los proyectos de la dependencia y se fortaleció la Muestra de Artes Escénicas ( mae ), actividad de fomento que se extendió a toda la ciudad. En 2012 se publica el Libro verde, que es un informe de cultura. Dicha muestra se constituyó en la vía a través de la cual mostrar los principios de convivencia de la ciudad, plasmados en la Agenda 21 de la Cultura. En parte se revirtió el letargo cultural de la anterior administración, aunque quedó como asignatura pendiente dotar a la Secretaría de una estructura que le permita llegar a ser una coordinación rectora.
el proGrama de Cultura puso énfasis en la desCentralizaCión y en la Cobertura universal de las aCtividades Culturales . Biblioteca del FARO de Oriente. Foto: Jesús Villaseca/ La Jornada
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DERECHO A UNA CULTURA PROPIA
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iguel Ángel Mancera nombró al frente de la Secretaría de Cultura a Lucía García Noriega, quien planteó reorganizar la dependencia para que funcionará a nivel de Secretaría, “no como un instituto”. En este ordenamiento varios programas, grupos artísticos, trabajadores y actividades desaparecieron y se cancelaron, con el argumento de que no existían legalmente –como parte de la dependencia–, y aunque se argumentó la falta de recursos para realizar las actividades, en marzo de 2013 se contrataron 16 pantallas a un costo de 4.8 millones para realizar el programa Teatro en plazas públicas. En esta ocasión, la comunidad teatral se manifestó logrando cancelar el programa por “falta de solidaridad del sector”, expresó García Noriega. Para octubre del mismo año, los organizadores de la Feria Internacional del Libro del Zócalo se enteraron, en el transcurso de la rueda de prensa previa a su realización, que su instalación se retrasaría. Por esta y otras acciones, ciudadanos, artistas, músicos, actores, productores, gestores y trabajadores de la cultura conformaron una petición en la página Change.org solicitando al mandatario capitalino la destitución de la funcionaria, preocupados por “el rumbo que lleva la política cultural en el df bajo la dirección de García Noriega”. La propuesta fue respaldada por trabajadores de la dependencia y el presidente de la Comisión de Cultura de la Asamblea Legislativa, y aunque otro grupo de artistas firmó una carta de apoyo exaltando su capacidad de organizar y poner orden a instituciones que han sido descuidadas y burocratizadas, la secre taria presenta su renuncia en diciembre. Se llamó a Eduardo Vázquez Martín para asumir la titularidad de la secretaría. En sus primeras declaraciones expresó la relevancia de cada uno de los programas y actividades que desarrolla la dependencia y se pronunció a favor de la Feria del Libro, así como de todas las organizaciones y programas que habían sufrido retrasos, despidos o enfrentado conflictos. En adelante, el Jefe de Gobierno se ha limitado a acompañar el devenir cultural en Ciudad de México, de tal manera que Vázquez Martín contó con un margen amplio de acción para llevar a cabo un programa cultural en la ciudad. Debido a su regreso, le tocó celebrar los quince años del Faro de Oriente, creado como respuesta a la necesidad de descentralizar la infraestructura cultural de la ciudad, concentrada en el sur de la capital. Concebidas como espacios abiertos para todos, de carácter incluyente y accesible, las Fábricas de Artes y Oficios se constituyeron en un modelo de desarrollo comunitario. Actualmente se cuenta con una red compuesta por cinco FaroS . En el caso del Faro de Oriente, alcanzó un nivel de autogestión que le permitió sobrellevar los golpes y el ánimo de las distintas administraciones culturales en la ciudad. Los talleres, colectivos y artistas formados en el esquema del faro de Oriente gozan del reconocimiento internacional. Para cerrar, podemos observar que continúan propuestas de participación público-privada en materia cultural; sin embargo, éstas se han canalizado a la Secretaría de Turismo. Será necesario observar su desarrollo y que los recursos públicos no sean dirigidos a iniciativas estrictamente privadas. Retomando los “consejos” –líneas de acción– que diera Carlos Monsiváis a Alejandro Aura en su papel de primer titular de cultura: “no promuevas lo que no necesita promoción”, en palabras de Vázquez Martín esta es “una idea buena y funcional”
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*Miembro del grecu (Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura), e investigadora en el Centro de Investigación Teatral Rodolfo Usigli del inba.
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La expresión
Josu Landa
latinoaMericana; una exhortación a la congruencia
LA ACTIVIDAD CIENTÍFICA, HUMANISTA Y CULTURAL DE LA UNAM EN MÉXICO Y A LA VEZ PROYECTADA A TODA LATINOAMÉRICA ES FUNDAMENTAL. INTELECTUALES COMO ALFONSO REYES, CARLOS PELLICER, GILBERTO OWEN, JAIME TORRES BODET, EL MISMO VASCONCELOS, JOSÉ GOROSTIZA, OCTAVIO PAZ Y CARLOS FUENTES, TODOS VINCULADOS A NUESTRA UNIVERSIDAD, DAN CUENTA CABAL DE ELLO. AQUÍ SE REALIZA UN EJERCICIO CRÍTICO MUY BIEN FUNDAMENTADO SOBRE LA NECESIDAD DE RECONOCER Y REFORMULAR LA IMPORTANCIA DE LA MÁXIMA CASA DE ESTUDIOS EN LA COYUNTURA POLÍTICA ACTUAL QUE AFECTA A TODO EL HEMISFERIO. SUS FUNCIONARIOS HABRÁN DE ESTAR A LA ALTURA DE SUS RESPONSABILIDADES.
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l principio fue una provocación. Hoy, casi una declaración de principios. América Latina ya no existe. O sólo existe en la medida en que se organizan congresos literarios, sociales, políticos y artísticos –aunque, eso sí, nunca científicos [¡!]– sobre América Latina.” Nadie, en sus cabales, puede tomarse en serio una arbitrariedad como ésta, destinada tal vez a espantar a algún despistado, en la abigarrada y vacua noosfera urdida por los medios, la industria cultural, las redes sociales y la mercadotecnia. La cosa cambia cuando se sabe que son las palabras con las que el escritor Jorge Volpi comienza la conferencia “Sin nostalgia de la utopía: la literatura en América Latina a principios del siglo xxi”, leída en Las Palmas de Gran Canaria, en marzo de 2011. Y todo toma otra coloratura cuando se tiene en cuenta que Volpi es, ahora, el coordinador de Difusión Cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México. Como persona y como escritor, Volpi tiene todo el derecho a pensar lo que quiera y a expresarlo como le convenga. Por lo menos, desde 2002-2004, Volpi ha evidenciado una obsesión por leer el curso de la literatura posterior al boom, en América Latina, como una extinción de la literatura latinoamericana misma [pirueta (anti)lógica 1], premisa subsidiaria que –tras apelar acaso a un ignoto uso del verbo “existir” y poner en apuros al clásico principio de no contradicción– parece haberle dado el arrojo necesario para proclamar la inexistencia de la propia América Latina [pirueta (anti) lógica 2]. Cabría inferir que, en la curiosa ontología de Volpi, sólo existen los factores y productos hegemónicos en el mercado cultural global. Lo demás ni siquiera es literatura, sino pura nada. No es éste el lugar para un desmontaje puntual de la andanada dóxica de Volpi sobre el asunto en diversos artículos, entrevistas, conferencias y, sobre todo, en el libro El insomnio de Bolívar. Cuatro consideraciones intempestivas sobre América Latina en el siglo xxi . Tampoco para ofrecer una evaluación general a ese respecto. Para decirlo pronto, lo que me interesa aquí y ahora es tratar de entender cómo la mente que habrá de manejar el aparato cultural del más relevante centro educativo del país y, según algunos informes, también –vaya, qué sorpresa– de América Latina, es la misma que poco tiempo atrás fue capaz de engendrar “tesis” como que “la Operación Cóndor es una idea auténticamente latinoamericana” (J . Volpi, “Sin nostalgia de la utopía: la Jorge Volpi. Foto: Cristina Rodríguez/ La Jornada
literatura en América Latina a principios del siglo xxi ”, en Latinoamérica, laboratorio mundial) o que el escudo que la originaria Universidad Nacional de México aceptó como su representación icónica oficial, en 1921, resultó de una “bravata” de su “atrabiliario” rector, José Vasconcelos ( J . Volpi, El insomnio de Bolívar...) Y, claro, me hago la pregunta desde mi sencilla condición de universitario, poeta y filósofo que lo que tiene de universal le viene del suelo cultural compartido con sor Juana Inés de la Cruz, Simón Rodríguez, Andrés Bello, José Martí, José Lezama Lima, José Carlos Mariátegui, Octavio Paz, Luis Villoro y tantos otros grandes latinoamericanos universales, ante los que guardo la debida distancia respetuosa. No parece creíble que a alguien con la perspicacia de Volpi se le escape la evidencia de que la labor educativa fundacional de Justo Sierra –que incluye la constitución y puesta en marcha de lo que hoy es la unam – se guió por un genuino universal-nacionalismo, que tomó a la cultura latinoamericana como referencia de base ante la constante y agresiva presión imperial estadunidense. Para poder vertebrarse como EstadoNación, México se las tuvo que ver siempre con un vecino expansionista insaciable, después de haberse liberado del dominio y el asedio de los imperios europeos. La “América mexicana”, como Morelos y los demás insurgentes que fraguaron la Constitución de Apatzingán llamaban a nuestro país, se forjó en el enfrentamiento permanente contra una potencia no sólo económica y militar, sino también “espiritual” y cultural. Después de haber perdido medio país ante ésta, tras evitar a muy duras penas que se hiciera con la otra mitad, es comprensible que para buena parte de
la intelectualidad liberal-positivista y de la que, en su momento, anima el Ateneo de la Juventud y a la Revolución mexicana, los referentes ideológicos preponderantes se hallaran en lo más granado de la producción cultural europea y latinoamericana. Las ideas de Vasconcelos sobre la “raza cósmica” y sobre una noción tan problemática como “espíritu” son pasibles de examen crítico –como cualquier otra teoría– y se parecen poco a las que predominan en la atmósfera intelectual del presente, pero resulta obvio que tenían la anuencia de los sectores más influyentes de la intelectualidad mexicana y latinoamericana de su tiempo, sobre todo, después de la larga y opresiva hegemonía del positivismo. El escudo de la unam pretende ser la síntesis simbólica de todo eso.
AFRONTAR EL MARASMO NEOLIBERAL
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l reciente artículo de Juan Villoro, “Se hace camino al hablar” (El País, 10/ii /2017), escrito al socaire de un libro de Pablo Yankelevich, le refresca a uno la memoria del sesgo latinoamericano de la diplomacia mexicana, cuando menos desde los tiempos de Carranza, con su innegable repercusión en la mayoría
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de los países al sur del Suchiate. Acaso los momentos más brillantes de la geopolítica mexicana se deben a la presencia, en la región, de intelectuales vinculados de muchos modos con la unam : Alfonso Reyes, Carlos Pellicer, Gilberto Owen, Jaime Torres Bodet... lista a la que cabría agregar los nombres del propio Vasconcelos, José Gorostiza, Octavio Paz, Carlos Fuentes... implicados, desde otros destinos, con esa idea de la proyección del país en América Latina. Desde sus inicios, la unam ha mostrado un claro compromiso con los referentes universales, latinoamericanos y mexicanos de su actividad científica, humanística y creativa. En esto, la unam viene a sintetizar el modo de ser en el mundo de aquellos a quienes nos ha tocado en suerte existir en el ancho solar cultural y el bullente melting pot, que se proyecta incluso en Estados Unidos, desde las naciones sitas al sur del Río Bravo, incluyendo Brasil y el Caribe. Los argumentos esgrimidos por Volpi para cuestionar esta singular unidadde-lo-diverso en el plano geopolítico y cultural, me parecen en extremo endebles, pero no viene al caso discutirlos aquí. Por ley –y por tratarse, así, de un ideal universitario reflejado en la norma–, nuestra universidad asume entre sus tres cometidos esenciales el de la difusión de la cultura. Es de esperarse que quien dirija las estructuras e instancias concernientes a esa función concuerde sin ambages con el sentido general de la institución y subordine sus inclinaciones y opiniones personales a los intereses inherentes a su alta misión. Si la unam ha demostrado siempre ser universalista, es porque una comunidad universitaria inevitablemente mexicana y latinoamericana da continuidad, resignifica y enriquece con su labor creativa y pedagógica los más eminentes procesos de generación de los valores humanos más relevantes. Sería inconcebible que cualquier funcionario universitario del nivel que fuere se sintiera ajeno a esa dinámica que concreta, con pequeños y grandes logros cotidianos, el sentido general de la unam .
Si Volpi cree de veras en sus aserciones sobre la inexistencia de América Latina –no he tenido noticias de autocrítica alguna–, no puede pretender dirigir la principal instancia cultural de una universidad latinoamericana, que se caracteriza por ser más universal a fuer de generar e impulsar valores culturales universal-latinoamericanos (por lo demás, concordantes con los producidos en los órdenes culturales más importantes de todo el mundo). Ahora bien, si todo se reduce a una cadena de boutades y liviandades al son de urgencias y estratagemas mercadotécnicas o a simples cálculos de figuración tremendista en medios nacionales y extranjeros o a inercias ideológicas a tono con la fatua perspectiva del “perfecto idiota latinoamericano” –tan cara a cierta pseudoaristocracia del intelecto, a la postre, tan “latinoamericana”– o a cualquier otra deriva de un ánima y un ánimo sin rumbo claro, se diría que le ha llegado a Volpi la hora de la revisión interior que, con los correctivos y virajes del caso, sustente su alta responsabilidad universitaria. Ahora que el sector más cerril, miserable y decadente de la élite estadunidense, encabezado por el inefable Donald Trump –junto con sus aliados canadienses–, ha “puesto” a México en su lugar, es decir: fuera de Norteamérica, en Centroamérica y, así, en Latinoamérica, salta a la vista, con nitidez fulgurante, la enorme responsabilidad de la unam en una perentoria redefinición del proyecto mexicano de nación. Esa labor tendrá que efectuarse a contracorriente de las expectativas de la aturdida y vacua oligarquía mexicana –empeñada en entregar el país a sus abusivos socios del norte, con tal de ser admitidos como miembros de segunda en el club donde aquéllos mandan–, con base en una reconsideración del sentido de las humanidades y las ciencias del presente, con la mira puesta en los avances posibles en una integración latinoamericana –Brasil y el Caribe incluidos– conforme con una nueva globalización de los valores humanos más relevantes (más allá del puro despliegue internacional de los negocios), sin hacer concesiones a provincianismos identitarios
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ni a populismos culturales, pero tampoco a los factores hegemónicos que sostienen y promueven lo que se pretende una “cultura realmente existente”, de acuerdo con las reglas del mercado absoluto y la manipulación mediática de un sujeto cultural reducido a la condición de ignaro consumidor potencial. En el encuadre trazado por las líneas precedentes, es justo y necesario que la comunidad universitaria demande congruencia ideológica a los funcionarios elevados a los más altos cargos. En lo personal, me repugna la idea de exigir la destitución de nadie, por confusiones como las aquí impugnadas. No deseo la dimisión de Volpi ni, menos aún, aspiro a que eso suceda. Me limito a reclamar, tanto a él como al rector Enrique Graue, quien le asignó la encomienda de encabezar la principal instancia cultural de la unam , la amplitud de miras y el coraje universitario indispensables para afrontar el marasmo ideológico, cultural y educativo que sucede al fracaso de la globalización financiera neoliberal. Acaso sea el momento de ir articulando, en nuestra universidad, un movimiento amplio y plural en pro de la reconcepción y el redimensionamiento de su misión en el plano epistémico, pedagógico y cultural y, con ello, en el de sus compromisos con su comunidad y con su entorno social, político y económico de referencia, dentro y fuera del país. Urge activar nuevos flujos de relación político-cultural con el extenso ámbito de la educación superior mexicano, latinoamericano y mundial. No me parece descabellado instar al doctor Graue y a su coordinador de Difusión Cultural, Jorge Volpi –entre otras autoridades y funcionarios– a que generen las condiciones de un proceso así, que a lo mejor habría de desembocar en un fecundo y decisivo congreso universitario. El trauma de México, al encarar los peligros y potencialidades que le depara la “era Trump”, exige esa altura de miras, de forma que seamos capaces de dar cauce a una nueva paideia y de activar una nueva conciencia crítica universitaria y nacional, al tiempo que, más allá de Lezama Lima, fijemos los cimientos de un nuevo avatar de “la expresión latinoamericana”
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el sector, cultural: situación futuro y desafíos
Eduardo Cruz Vázquez *
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LOS RITUALES DEL TERRITORIO
stamos en el reino de la reinvención. Cada seis años nos lo impone el periplo presidencial. La inmensa minoría cree en esfuerzos prospectivos. Piensa en corto y acer tarás. En largo suena a albur. El elogio de la inminencia palpita en el desarrollo de la nación. Allá los que se adelanten a parir del 7. Cúlpese al sistema métrico sexenal. Así es nuestra democracia. Por ello cada campaña de sucesión presidencial es un relicario. No me pregunten lo que incumplirá Enrique Peña Nieto. Si es menos o más que Calderón, Fox, Zedillo o Salinas. Cosa de numerólogos que el 6 define la idiosincrasia mexicana. En el vasto escenario de la intervención gubernamental, las actividades simbólicas y productivas de la cultura tienen su 6 en la frente. Con ceniza le ponen a la cultura su 6 en los foros de los candidatos. Se lo imprimen en las plataformas electorales. Lo salivan en los discursos. Es súplica en artículos, reportajes, cartas, desplegados y pliegos a los abanderados. El ungido lo redimensiona en otras audiciones que se convierten en Plan Nacional de Desarrollo. Despuesito, sin prisa, nace el programa sectorial que guiará al conglomerado de instituciones. De ahí, caramba, no se haga, con placer se lo ajusto a un año. No pida planear por más de 52 semanas. Si no llega el dinero, a ustedes les consta. Los recortes. Cúlpese a Hacienda. Lo que en doce meses no sucede, reinicia en enero si bien le va. Así venimos desde que se inventó el sexenio postrevolucionario. Entre la prospectiva y la futurología, quizá la Divina Providencia. En septiembre de 2018 vaya a saber qué ocaso sexenal. Tras las fiestas patrias, de cara al otoño, el fulgor del electo(a). En la mira del sector cultural, el siguiente secretario(a) de Cultura. Pum. Jíjole. Secretario. Jefazo(a) de Despacho. El tercero (salvo que disponga otra cosa el Pri de la señora García Cepeda). Con sus planes, listos y arranquen que el 2024 llegará también como el 2018: marchito.
EL SECTOR ESTÁ AHÍ
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nsuperable la justa de planear más allá de 6 años, el sexteto que viene hace una diferencia radical con respecto al historial pretérito. El primer desafío de
ANTE EL CERCANO FIN DEL SEXENIO EN 2018, SE PROPONEN AQUÍ LOS DESAFÍOS QUE HABRÁ DE ENFRENTAR EL SECTOR CULTURAL BAJO LA BATUTA DEL NUEVO EJECUTIVO. TIEMPO PARA SUEÑOS GUAJIROS TAL VEZ, PERO TAMBIÉN PARA UNA REVISIÓN ÚTIL DE LAS POLÍTICAS Y PRESUPUESTOS CULTURALES EN NUESTRO PAÍS. ES IMPERIOSA LA NECESIDAD DE RECONOCER SU VITAL IMPORTANCIA.
la administración por venir consiste en reconocer plenamente el sector cultural. Que cualquier política pública no puede soslayar su razón de ser en la economía nacional. La Cuenta Satélite de Cultura, en su actualización a 2015, fija el Pib cultural en 2.9 %, una suma cercana a los 500 mil millones de pesos a precios básicos, con más de un millón de empleos directos. Quienes más aportan a la economía cultural son empresas (de todo tamaño), con el 2.1 %. El 0.8 se lo dividen el gasto público (0.1) y el trabajo en los hogares (0.7). Si desagregamos el Pib por áreas generales y específicas, la producción cultural de los hogares y la fabricación de artesanías y juguetes tradicionales, representan el 21.5% y 19.7%, respectivamente; el comercio de productos culturales el 16.7%; los medios audiovisuales 15.5%; el diseño y servicios creativos 6.9%; las artes escénicas y espectáculos 6.7%; los libros, impresiones y prensa 6.6%; la gestión pública en actividades culturales 3.6%; el patrimonio material y natural 1.1%; la música y conciertos, junto con las artes plásticas y fotografía, aportan el 1.7 %. Así lo dice el ineGi. La Cuenta Satélite de Cultura (vale reiterar, es nacional) ofrece estas y mucho más lecturas que permiten conocer a detalle el comportamiento del sector, una posibilidad que en el ciclo anterior, en 2012, no existía. En suma, los miembros de la comunidad cultural, los de la cultura, los creadores, artistas, intelectuales, los gestores culturales, los emprendedores, los comerciantes y demás de la familia tenemos representación en las cuentas nacionales. Además, el ineGi nos permite hacer comparaciones odiosas. Muy útiles en estos meses de batalla campal por el TLCan. El Pib cultural de Estados Unidos es de 4.2% (a 2013) y el de Canadá de 3.1% (a 2010). Simplemente, en 2017 la economía creativa del estado de California superará los 406 mil millones de dólares de producción. Entre otras razones, por eso México vive abrumado por la industria cultural estadunidense. Somos súperclientazos. Un paraíso en todos los sentidos. De ahí que pase lo que ocurra con el Tratado, nuestro mercado cultural requiere mejores condiciones para su propio crecimiento y para fortalecer las capacidades exportadoras. Medidas que podrían permitir aprovechar las clientelas canadienses, tan abandonadas por los bienes, servicios y productos culturales mexicanos. Somos apenas el séptimo país para sus importaciones y el treceavo para sus exportaciones en este campo.
Un segundo desafío que genera esta visión sectorial tiene que ver con el verdadero avispero de intereses que tienen lugar. La cultura y lo cultural se involucran en muy diversos campos del acontecer. Al nuevo Presidente(a) de la República le corresponde inaugurar el abordaje integral del sector. Una dimensión de equilibrios de las políticas públicas. Ver por la política cultural y las instituciones del gobierno, como por la política económica para el empresariado cultural en todos sus niveles. Con pesos y contrapesos, le corresponde agudeza para las relaciones con los estados y municipios, como con las organizaciones filantrópicas y de la sociedad civil, con el iFeTeL , la Comisión de Competencia Económica, la Canacine o las comisiones de derechos humanos. Para los seis años del mandatario(a), con su cargada de planes y programas vía su secretario(a) del ramo, le toca entrarle por igual a lo que se necesita en la política fiscal, que en la laboral o la de desarrollo social, indígena, ambiental y urbano. Esta última es un caldero por los intereses inmobiliarios siempre dispuestos a arrasar con el patrimonio histórico y natural. No queda ahí este segundo desafío. Se extiende al Congreso. El tianguis del pluripartidismo. La agenda de asuntos es abundante. Hay sendas comisiones en las cámaras. En tiempos recientes, la de diputados lleva tres presidencias bajo el Pan. La del Senado una del Prd y la que culminará por el Pri. Los amarres del Ejecutivo son primordiales para ver por esas comisiones. Ello perfila los cabildeos y decisiones del presupuesto anual. También para la Ley de Ingresos. Pero ante todo, para armar bien una tarea legislativa, sobre todo ahora que habrá reelecciones de legisladores. De tantos pendientes por atacar, habrá que hacer lista para 6 años. Sin duda en los primeros lugares se encuentra arreglar los defectos de nacimiento de la Secreculta, que no son pocos y más de uno es grave; atraer a la secretaría funciones y organismos aún dispersos en otras áreas, así como modificar la recién aprobada Ley General de Cultura y Derechos Culturales. El documento del peor es nada que contiene la medida insostenible por inviable, del vale para vulnerables. Y meter mano a la Ley de Monumentos que rige al inaH e inba. Eso es chamba de a devis. Como no es de a mentis una estrategia con el Poder Judicial. Que también se note que hay ministros para la cultura. Dirán a estas lecturas que se trata de sueños guajiros. Alucine sucesorial. Amarradito San Judas para que
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Ilustración de Francisco García Noriega
u na visión inteGral de seCtor impone estos y más desafíos . e l seCtor está ahí . s us inteGrantes se pueden Contar en millones de seres . e n miles de familias . e n pesos , dólares y euros .
y de negocios. Hablamos de política exterior y de política cultural para el exterior. Nuestra diplomacia tiene el titánico reto de intentar revertir y poner en relieve el rostro más generoso del país. Una labor articuladora con los organismos internacionales, que no pocos demandan que México revise su sentido de pertenencia. Una visión integral de sector impone estos y más desafíos. El sector está ahí. Sus integrantes se pueden contar en millones de seres. En miles de familias. En pesos, dólares y euros. Los intereses son de todos: simbólicos, creativos, institucionales, de innovación, de competencia, ideológicos, partidistas, financieros, de responsabilidad social, de apuesta al futuro. El país que heredará el nuevo gobierno, con frente democrático, coalición, segunda o tercera vuelta, es un México cuyo modelo de desarrollo cultural también está en jaque.
LA REFORMA CULTURAL mis candidato(a)s se sienten en Los Pinos y en la casona de Arenal, en Chimalistac. Pues ahí van más. Un tercer desafío está en la arena terráquea. La diplomacia cultural. La cooperación internacional. La imagen de México. La “marca país” (ash, aunque sea chocante). Cancillería/Agencia de Cooperación donde todo es para replantear. El indispensable Instituto de México con sus sedes en cada nación. Con agregados culturales
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urante décadas, el imaginario colectivo viene identificando el ejercicio de la política cultural con el gobierno. Lo que un vasto andamiaje institucional realiza en los distintos niveles de la administración gubernamental. Políticas públicas en cultura en la federación, los estados y municipios. Ocurre lo mismo con el gasto. El presupuesto es de los organismos. Punto. Nada mal, pero desde hace tiem-
po esa visualización es insuficiente. Justo el tener cuentas de un sector permite apreciar los orígenes e impacto de los flujos económicos. Y contar con una clasificación industrial (imperfecta, mejorable) facilita identificar la amplia gama de actores que a diario contribuyen a dar sentido a una suerte de ecosistema de políticas culturales. Dicho en palabras más socorridas, lo que hoy se entiende por cultura mexicana lo es gracias a la intervención de participantes de los ámbitos público, social y privado. Todos ponen, en efectivo, en simbólico, en especie. Cierto, cuentan y queremos que sigan con tando. Para darle sentido al conjunto de transformaciones que requiere el sector al que pertenecemos, desde hace tiempo venimos hablando de la necesidad de una reforma cultural. No alego paternidades, pero sí puntualizo mi trabajo en este sentido. Y desde hace años. A quien guste le paso las fuentes. Esta reforma es coincidente con el sentido que impone toda reforma de raíz. Con todo ajuste de paradigma. De formas de estructura. De revolcón. Cambio a fondo. Si los siguientes gobernantes y legisladores se la toman en serio, si la familia cultural quiere que todo mejore, a los grandes males conocidos, a los magníficos acervos existentes en el medio cultural, le tocan acciones en paquete. Una rCTi (Reforma Cultural Todo Incluido). ¿Quién puede levantar el veto a la prospectiva? ¿A la planeación para resolver los desafíos? ¿A dar el golpe de timón? Quiero pensar (no maltraten mi inspiración, no sólo los artistas tienen motivaciones metafísicas) que en la República Mexicana hay para esto y más. De Mérida a Ensenada, como si nada. Por citar ejemplos, están entre las 5 mil instituciones de educación superior (públicas y privadas), entre los más de 17 mil integrantes del Sistema Nacional de Investigadores, entre los más de 50 mil trabajadores (sindicalizados y de confianza de las instituciones), entre el más de millón de trabajadores en empresas, entre los 2 millones de voluntarios en instituciones sin fines de lucro, entre los miles de estudiantes que ven en la cultura la razón más pura de su existencia; se encuentran entre los intelectuales y artistas que quieren más apetitosas becas, seguridad social, etcétera. Si no es así y de una vez, ¿nos preparamos mejor para las elecciones del 2024?
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*Miembro del grecu (Grupo de Reflexión sobre Economía y Cultura).
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Salsipuedes, José María Espinasa
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Daniel Catán
ES EXTRAÑA, COMPLEJA Y CONFLICTIVA LA RELACIÓN ENTRE VOZ Y MÚSICA, SE AFIRMA EN ESTA RESEÑA DE UNA ÓPERA MEXICANA.
L
os pasados 15 y 16 de julio, en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario, en Texcoco, Salsipuedes se estrenó en México, bajo la dirección musical de Manuel Flores y la dirección escénica de Iván Ávila Dueñas. Es uno de los trabajos más inspirados del compositor Daniel Catán, fallecido en 2011. La ópera se basa en un libreto de los escritores Eliseo Alberto y Francisco Hinojosa, y es una arriesgada apuesta de mezclas musicales afroantillanas y tropicales con referencias anecdóticas fácilmente reconocibles en la región del Caribe, con un trasfondo histórico mínimo que consigue conjugar momentos de humor con momentos de alto grado dramático, cuadros escénicos con una multitud en escena a la vez que notables duetos y arias. El diseño narrativo de la obra es ciertamente, como suele ocurrir en la ópera como género, poco fluido narrativamente y la elección de un constante juego de telones como resolución escenográfica resultó poco afor tunada. Fue en cambio notable el resultado musical, con la Orquesta Sinfónica Mexiquense y el Coro de la Orquesta Sinfónica del Estado de México, y la con junción de cantantes ya reconocidos con voces jóvenes de notable calidad. Ya se ocuparán los especialistas en ópera de valorar la importancia de la obra en el conjunto de la obra de Catán y de la música mexicana. En este texto me gustaría plantear más bien esa extraña, conflictiva y compleja relación entre voz y música, y el sentido de la lengua en que se canta. El libreto en español muestra las virtudes, similares pero distintas, de Diego e Hinojosa, con sabor literario y gracia lírica, con humor no reñido con la voluntad de intensidad. Los profanos en el género nos preguntamos con frecuencia si lo cantado se puede o se debe entender. En este caso, y más allá de que se hizo uso del titulaje electrónico, lo que cantan se entiende y eso le da un mayor contenido teatral. Y permite apreciar el sabor de los juegos verbales en combinación con la música de Catán. La voz y la música nacieron hermanas y en algún momento comenzaron su distanciamiento, primero a causa de la aparición de la escritura y luego –mucho después– por la imprenta. Tuvieron en los cancioneros medievales y renacentistas un momento sublime y luego, en los siglos xviii y xix , un momento dorado en el crecimiento de la burguesía. Podríamos –si no fuera porque la falta de perspectiva y la relación emocional nos hacen pensar que es ridículo afirmarlo– decir que con el rock and roll esa relación tuvo otro momento privilegiado. No obstante, lo que sí se puede afirmar con más o menos convencimiento y razones es que en ella la música ha ocupado un lugar protagónico, relegando al texto a un lugar secundario y orillando a la voz al sinsentido de lo ininteligible o a la condescendencia de lo simple. Por eso, digamos, el lugar secundario de Lorenzo da Ponte frente a Mozart. Por eso la poesía, ofendida, se ha olvidado de la mú-
sica. La ópera mexicana surgida en los años ochenta buscó reconciliar a la literatura con la música. Joaquín Gutiérrez Heras, Julio Estrada, Mario Lavista, Manuel Enríquez, Federico Ibarra y Marcela Rodríguez buscaron un camino para el texto cantado, fuera la ópera o el lieder. También, de una manera muy particular, Catán, desde sus primeras composiciones –baste recordar Mariposa de obsidiana (pieza basada en el poema de Octavio Paz) o Tierra final (basada en un texto de Jorge Ruiz Dueñas). No se optó por textos ligeros y, además de Paz y Ruiz Dueñas, autores como Juan Rulfo, Carlos Fuentes, Inés Arredondo o José Ramón Enríquez sirvieron ya de libretistas, ya de soporte literario. Daniel Catán se asomó a esa faceta literaria de la música en la que no tiene sentido decir que los sonidos son abstracciones como los números en las matemáticas, y buscó entender el uso de la palabra “significado” al referirse a una frase musical, a una melodía, a un acorde. Y quiso recorrer, a la inversa y para comprenderlo, el camino que llevó a la separación entre música y voz. Por eso, a diferencia de sus compañeros de aventura musical en México, Catán buscó soportes anecdóticos bien definidos y buscó cómplices en esa búsqueda entre los escritores, como en el caso de Eliseo Alberto y Francisco Hinojosa. En esa vía, Catán fue a contracorriente del minimalismo presente en otros músicos y si bien fue innovador en su uso de melodías, fue mucho más clásico en el concepto global de las obras. Por eso puede decir, en entrevista con José Noé Mercado: “Necesito tener personajes que me entusiasmen. Necesito amar a esos personajes. Si no es así, no escucho su música. Hay compositores que se entusiasman con conceptos: el bien, el mal, la tentación, la pureza. Yo no.” Esa necesidad anecdótica también le permitía oír el ritmo en las frases, escuchar el canto en el cuento. En general, la generación mencionada fue particularmente cercana a la literatura. No sólo habían leído las obras mayores de nuestro canon sino que conocían de cerca la literatura contemporánea y disfrutaban de ella como lectores. Muchos de ellos incluso escribieron ensayos musicales que bordean la literatura (el caso de Julio Estrada con Los sonidos de Rulfo y de Catán con Partitura inacaba da y Don Giovanni). En el caso del compositor que nos ocupa, urge hacer una reedición de sus libros y una publicación con los ensayos inéditos. Catán desarrollo las últimas décadas de su vida su carrera musical en Estados Unidos, por eso es natural que los estrenos de sus óperas, y muchas de las grabaciones con las que se cuenta, varias disponibles en la red, sean hechas en el vecino país, pero poco a poco también va recuperando el papel central que le corresponde en nuestra historia musical y cultural. Responder a la relación entre voz y música, entre sentido y silencio, encontrará en sus composiciones un espacio de reflexión idóneo
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Jornada Semanal • Número 1177 • 24 de septiembre de 2017
Mamá duerme sola esta noche, Agustín Monsreal, jus , México, 2016.
Un recuento sonoro indispensable Antonio Soria
T
raducido por Miquel Izquierdo, este libro responde bien al adjetivo clásico –y muchas veces usado impropiamente– de “monumental”, no sólo por su volumen, que por muy poco no alcanza los mil folios, sino sobre todo por sus ambiciones y los alcances efectivamente logrados: imagine usted acometer lo que dice el subtítulo, una historia de la canción de protesta. Para empezar, y valga el juego de palabras, ¿por dónde comenzar? ¿Basta con observar un orden cronológico tan a pie juntillas como sea practicable? Más allá de los protagonistas de inclusión obvia –y anote usted aquí, sin ningún orden particular, a Bob Dylan, Joan Baez, Víctor Jara, Nina Simone…–, ¿quiénes deben, quiénes pueden figurar en la lista? ¿Bastaría, también, con la consignación de los autores e intérpretes claramente identificados con el género, o habría que atender más a la producción musical en sí, en virtud de lo cual un compositor, un músico, un cantante o una banda a los que nadie incluiría en una hipotética lista de cantantes “de protesta”, en algún momento compusieron una o más piezas que no podrían faltar en un igualmente hipotético canon? Para Lynskey, la solución al problema arriba planteado es la inclusión, pero razonada, y como consecuencia es posible constatar que, sobre todo en los dos últimos capítulos –la cuarta y la quinta partes, correspondientes a los períodos 1977-1987 y 1989-2008, respectivamente–, incluye a bandas claramente mainstream como sin duda son u 2 y la extinta r . e . m ., pero lo hace justificado por piezas específicas: la bien conocida “Pride (In the Name of Love)”, en el primer caso, así como “Exhuming McCarthy” en el segundo. El mismo criterio es empleado en la mencionada quinta parte, donde figuran “Sleep Now in the Fire”, de Rage Against the Machine y la igualmente famosa “American Idiot", de Green Day; bandas, estas dos últimas, en activo hasta el día de hoy y que, supone uno, difícilmente sus seguidores de hueso colorado –eso que los medios farandulescos inevitablemente llaman fans– considerarían como grupos “de protesta”. En lo anterior radica una de las principales cualidades de este libro monumental de Lynskey, columnista habitual en The Guardian que también ha ejercido labores periodísticas de crítica musical en varios medios electrónicos e impresos. No es exhaustivo –y en su descargo es fuerza decir que para serlo habría requerido indudablemente la ayuda de todo un equipo de trabajo–, pero digamos
Más de siete décadas, casi todas ellas a 33 revoluciones por minuto –obviamente, por el formato en el que tanto tiempo se distribuía para su venta la música; formato que, por cierto y no sin ironía, vuelve en la época actual–, para una revisión que no puede pasar por alto ningún melómano que se respete, pero tampoco ningún sociólogo serio ni un analista cultural verdaderamente preocupado por entender a cabalidad los tiempos que se viven
que estas 33 revoluciones por minuto incluyen lo infaltable, lo imperdonable y lo previsible, pero también lo imprevisible, lo sorpresivo y lo susceptible de polémica y desacuerdo. Otra de las virtudes del grueso volumen no tiene que ver con cantidades, inclusiones y posibles exclusiones, sino con puntos de vista y propósitos: Lynskey no es un mero recopilador ni tampoco solamente alguien interesado en hacer la crónica histórica de quién/quiénes, dónde y cuándo, y lo pone de manifiesto desde el arranque mismo de la obra, al abordar el contexto en el que este o aquel autor o grupo comenzó su trayectoria; un contexto lo mismo político –por supuesto inevitable e insoslayable, tratándose de lo que se trata–, que sociológico y cultural, en virtud de los cuales dicha obra se explica, se entiende y es posible aprehenderla en su dimensión completa. Desde una perspectiva como la antedicha, es perfectamente comprensible que “Strange Fruit”, en la voz incomparable de Billy Holliday, pueda ser considerada por el autor como una auténtica canción de protesta o, si se quiere, como un germen inesperado pero inocultable para el ulterior desarrollo de aquélla; o qué decir de la claramente germinal, al respecto, de otro inmortal como Woody Guthrie, titulada “This Land is Your Land”. El panorama musical retratado por la pluma de Lynskey, de suyo inabarcable, va de finales de la década de los años treinta del pasado siglo, hasta finales de la primera década del siglo que vivimos.
In memoriam René Drucker Colín (1937-2017)
@JornadaSemanal La Jornada Semanal
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En nuestro próximo número
ALMA Y BELLEZA DE LA HABANA VIEJA Germaine Gómez Haro
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24 de septiembre de 2017 • Número 1177 • Jornada Semanal
33 revoluciones por minuto. Historia de la canción de protesta, Dorian Lynskey, Malpaso, España, 2015.
Una aventura singular Orlando Ortiz
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n nuestro país –tal vez también en otros– hay autores cuya calidad es indiscutible y pasan inadvertidos; más todavía si por azares del destino se han dedicado a la formación y a la promoción de lectores y autores en lugar de buscar “la fama” y el favor de críticos y editoriales importantes en el mundo del libro. Uno de esos paladines de las letras mexicanas es Agustín Monsreal, cuya trayectoria es loable y, no obstante, se desliza calladamente por las márgenes del cauce literario de nuestro país, que cada vez cuenta con más escritores favorecidos por la editoriales trasnacionales y cuya obra todavía está por verse en el futuro. Una golondrina no hace verano, dice la gente, y un libro no hace a un autor. Hay excepciones, pero son eso, excepciones, subrayo, porque seguramente serán muchos los que brinquen esgrimiendo como flamígera espada a Juan Rulfo. Narrador y poeta, Monsreal destaca –y los buenos lectores así lo ubican– como cuentista por excelencia desde que en 1979 obtuvo el Premio Nacional de Cuento San Luis Potosí con Los ángeles enfermos. De entonces a la fecha son numerosos los cuentarios y poemarios que ha publicado, independientemente de su actividad como editor, promotor cultural y coordinador de talleres literarios. Entre sus más recientes publicaciones está Mamá duerme sola esta noche, volumen que llama poderosamente El regreso, Hisham Matar, traducción de Javier Guerrero, Ediciones Salamandra, España, 2017.
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la atención porque en la tapa se enuncia como novela y en la portadilla se lee: “Mamá duerme sola esta noche. Un cuento largo, muy largo, precedido de Reencarnación, un cuento corto, muy corto.” Este libro, me parece, sintetiza en gran medida la trayectoria como narrador de Agustín, pues por un lado comprende una muestra de la maestría que ha alcanzado en el cultivo del cuento corto, él que ha sido un incansable promotor de ese género, y por otro se aventura en un cuento largo muy largo que es eso, un cuento, y adentrándose en el ámbito de la experimentación con el lenguaje, pues si algo lo distingue ha sido su inquietud formal en el género cuentístico. Por algo Emmanuel Carballo, si mal no recuerdo, lo señaló como el cuentista más original de su generación y, yo me atrevería a puntualizar: y de las siguientes. Lo asombroso con el texto de Mamá duerme sola esta noche, es que a partir de una anécdota mínima, y con cuatro personajes lúmpenes (perdón por término anacrónico, dirían algunos) nos cuenta (algunos olvidan que los cuentos cuentan) las vicisitudes por las que atraviesan la noche anterior al día de las madres, como preámbulo para llevar mañanitas a sus “jefecitas”, aspiración atávica de todo buen hijo mexicano, dicen. Se prevén los lugares que visitan la víspera, cierto (antros de mala muerte, prostitutas baratas, Garibaldi, etcé-
tera), pero lo original no es esa “aventura nocturna” sino el manejo del lenguaje, pues Monsreal lo inventa sin abandonar para nada los rasgos característicos de esa habla popular, arrabalera y urbana. Puede decirse que retuerce las palabras, “las hace chillar”, diría Octavio Paz, pero como las haría o las hacen chillar ese tipo de personajes. Son neologismos lúmpenes, no “cultos”, no a la Joyce, sino a la Pedro de Urdimalas o Chava Flores. En pocas palabras, es un libro que se sale con mucho del actual canon y las modas narrativas. Es un libro que arriesga, que desafía, y consigue su propósito
Descifrar la pérdida
a dictadura de Muammar Gadafi ha sido uno de los períodos más cruentos que ha atravesado Libia. Uno de sus más férreos opositores, el empresario y activista Jaballa Matar, fue desaparecido por el régimen, aunque ya llevaba décadas como prisionero. Hasta la fecha se ignora su destino. El regreso, novela de Hisham Matar, es un testimonio estremecedor. Una bitácora de la desolación pero, también, una valiente denuncia de la tiranía. El autor, nacido neoyorkino y con ciudadanía británica, ha recibido por esta obra los premios Pulitzer para Biografía o Autobiografía, Folio y pen America Jean Stein Book Award.
Elena Méndez
Hisham viajó a su natal Libia en 2012, junto con su madre y su esposa. Llevaba treinta y tres años fuera del país. Jamás había cedido en su búsqueda del padre, encerrado en la monstruosa Abu Salim en 1990 y sin dar señales de vida desde hacía varios años. ¿Por qué Jaballa le resultaba tan peligroso al tirano? El propio autor lo explica: “sus recursos económicos estaban a la altura de su compromiso político. Era un líder. Sabía cómo controlar y organizar un movimiento […] también tenía un don para obtener grandes donaciones y viajaba por el mundo convenciendo a exiliados libios ricos para que apoyaran su organización”. Era el único recluso que “cada noche, cuando la prisión se quedaba en silencio, recitaba poesía en la oscuridad”. También era el único que tenía la entereza de sugerirle a los compañeros que serían sometidos a desquiciantes interrogatorios que, de ser necesario, lo culparan a él. Tras entrevistarse en 2009 con un exrecluso que asegura haber visto a Jaballa siete años antes –lo cual significaría que éste había sobrevivido a la masacre carcelaria de 1996–, Hisham retoma con mayor esperanza su búsqueda. La trascendencia que cobra el caso es innegable. “El embajador gritaba: ‘¿De dónde demonios ha salido este Hisham Matar?’” Acude a personajes relevantes como Nelson Mandela, quien declina apoyarlo, pues
se siente muy comprometido con Gadafi, que lo había respaldado en su lucha contra el apartheid. “Me convertí en la espina del costado de los gobiernos libio y británico”, revela Hisham. Ambos gobiernos habían establecido estrechísimas relaciones por aquel entonces. Logra ser atendido por Seif el Islam, hijo de Gadafi, que pretende convencer a Hisham y a su hermano Ziad de establecerse de nuevo en Libia, pero ellos ponen sus condiciones para acceder. Sólo parcialmente se les conceden. Seif, sin embargo, pronto habrá de d e s e n mascararse. Tras la brutal represión de la disidencia, amenaza por televisión al pueblo: “Correrán ríos de sangre […] Este país nos pertenece.” Pero subestimó la voluntad inquebrantable de opositores como el clan Matar, que no sólo había padecido la ausencia de Jaballa sino también el confinamiento de otros familiares, quienes estaban hartos de que “la dictadura libia, como un amante celoso y desquiciado, se infiltraba en cada aspecto de la vida pública y privada”. “Uno escribe de lo que conoce. Las novelas descansan en la capacidad de tu corazón”, declaró alguna vez Hisham Matar, quien reconstruye su propia historia con el corazón, con las vísceras, con dolor y con rabia, pero también, con lucidez y valentía, descifra la pérdida, lucha contra el olvido, abraza el poder de la memoria y de la libertad. Reinstaura la patria forzosamente abandonada
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Arte y pensamiento
MONÓLOGOS COMPARTIDOS francisco torres córdova
LA OTRA ESCENA miguel ángel quemain quemainmx@gmail.com
ftorrescordova@gmail.com
OTTO MINERA Y AMOS OZ: LA ESTÉTICA DEL DERRUMBE
PLEGARIA DEL NIÑO DE LA DEUDA
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fuerza la espalda. La curva de mis vértebras de leche sometida a la cosecha. A fuerza el silencio y las fresas, la tos y el jitomate, la papa y la fiebre, a ras de suelo siempre la mirada y el cielo arriba ciego hasta la tarde que desborda sus
orillas. A fuerza las horas, a punta de palos y gritos cada una, hundidas las agujas del polvo y el vapor insecticida en los pulmones, su sabor calado en el aliento, su sed prendida a la garganta y a la lengua. A fuerza las rodillas en la grava indiferente de la mina, abriendo piedras con las piedras para hurgarles el secreto, la pepita desprendida de la vena grande del metal, dispersa por el marro, el pico o el taladro, el trascabo o la pólvora nerviosa, ahí de lado y al fondo de las grietas y fisuras donde nadie cabe más que yo en solitario, metido desnudo y sin cordón en la tripa de la tierra a romper su cascarón de roca y sacarle los oritos olvidados, las verdes lagrimitas de berilo, los quilates de la luz en esa inmensa oscuridad a mi medida. También a fuerza las manos, los nudillos hechos nudo con los hilos de la alfombra, el rebozo, el sari o el tapete, uno tras otro y otro más y otro en la punta de los dedos, la cuchilla, el gancho y las tijeras oxidadas en esta habitación perenne, su foco macilento, su propio día sin horarios y su noche con cerrojo, prohibido por el fuete el más suave cabeceo a mitad de una faena interminable apenas pausada en un camastro de trapos sudorosos. A fuerza la edad torcida de su tiempo, apartada de los años que serían de la infancia de haber nacido otro en otra parte sin los dados cargados que le llaman del azar, los pesados y eficientes engranajes que lo mueven, que me muerden, me procesan, me negocian. A fuerza los cortes de machete en los tobillos, los codos y los hombros que acumulan las jornadas, los amplios moretones de patadas en el vientre y los costados; a fuerza el uso del cuerpo que me queda en sótanos, pasillos y banquetas, y el chancro en las ingles, la sarna en la cintura, el sarpullido en las plantas de los pies y las axilas, la ponzoña de los surcos industriales en la sangre, la fractura de los huesos en el alma, mondas las encías, rota la estatura y magullado el pensamiento y tartamuda la esperanza si la hubiera. Todo gratis, sin costo ni cargo ni carga ni acuerdo ni recibo ni remedio; sin carta de derechos o reclamos, sin nombre, domicilio o paradero, aturdida la memoria del origen y sin rastro posible de destino, sólo casta de basura, niña o niño de la deuda que me dicen, sin más historia que mi compra, mi venta o mi secuestro. Y entonces te digo mira ahí donde no miras. A fuerza la fuerza de mis manos está en la seda, el algodón o el lino que te viste, camisas, corbatas, calzones y calcetas; en los zapatos que caminas, en los fuegos y estallidos de tus fiestas, en el arroz que te salva y en el jade y los diamante que te alumbran; en el té que te sosiega y en las sales que te curan; en los ladrillos de tu casa, en los clavos de tus muebles; en la alegría renovada que te baja por la boca a las entrañas el poder del chocolate, en los juguetes de tus hijos, en la losa blanca que será de tu sepulcro… Mira te digo, de mi deuda y los oficios que me fuerza no hay escapatoria. Tampoco de la tuya conmigo aun si no te atreves, no me miras y me niegas
Zaide Silvia Gutiérrez
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ASTA LA CHINA FUERON a dar mis mechas con el ventarrón (basado en el cuento My curls have Blown all the way to China, 2015), de Amos Oz (Jerusalén, 1939), traducido al mexicano universal por la poderosa voz de dramaturgo de Otto Minera (Monterrey, nl , 1948), quien también lo dirige y lo conduce en la anatomía emocional de esa actriz polifónica, dúctil, creativa, incansable llamada Zaide Silvia Gutiérrez (df, 1959), quien monologa con su pasado, con sus objetos, con su credulidad, con la feminidad que le ha sido construida y que se agita en el interior de esa especie de útero estéril que es la casa que fue de la pareja y que hoy es del abandono y la ruptura. Quien conoce la obra de Amos Oz y sus dolorosas convicciones, sabe que la estética de la comedia, el humor, la poesía, la melodía de la soledad atraviesa geografías y no parece hoy ser una cuestión de latitud sino que está personalizada en los hábitos de una globalización añeja, de valores y formas que también han modelado una pareja de barro que tarde o temprano se hará añicos o terminará devorada por sus ambiciones y promesas incumplidas. La pareja cerrada, bifóbica, homofóbica, misógina y heteronormada, modelada en la sagrada familia, termina por mostrar sus fracturas de origen y tarde o temprano aparecen las sospechas retrospectivas que son resultado de un fatal descubrimiento persecutor, o casual, o emanado de una confesión de un valiente que concluye su prisión conyugal con un ya no te quiero, creo que nunca te quise. Lo digo en femenino porque en este constructo la crédula, la abandonada y fiel es la esposa que se la pasó cambiando pañales y atendiendo el guardarropa y el estómago del marido, hasta que se envalentonó y le declaró el desamor anunciado en este monólogo preciso, luminoso y altamente expresivo que pronuncia con ironía, sarcasmo y mucho dolor Zaide Silvia Gutiérrez, en intensos recorridos en ese espacio vacío que la luz amuebla y que dibuja corredores, espacios domésticos deshabitados que sólo guardan el eco de una voz que rememora. Otto Minera se deja guiar por dos epígrafes que muestran que todo es cambio, que nada permanece ni dura. Uno de James Baldwin (“el mar no cesa de desgastar las rocas” y otro por supuesto del amo de la movilidad discursiva, Heráclito, quien sostuvo en sus aforismos (eternos, ésos sí) que todo fluye y nada permanece, que nada queda ni se mantiene fijo ni inmóvil. Señala el programa que “a Toña la vida se la ha puesto difícil… ¿Por qué pasó?, ¿Fue culpa suya?, Qué hizo mal? Anonadada, brota de ella un borbotón de palabras: recuento, dudas, sospechas, confesiones, atrevimientos… En un torbellino de inquietudes, entra y sale de su casa, se pierde en un centro comercial, pierde el tiempo en la banca de un parque… casi lo que sea con tal de no resignarse y con tal de seguir ¿cuerda?, ¿viva?” Esta es la idea de una mujer que de pronto se da cuenta de que lo ha perdido todo, o que lo fue perdiendo, o que en realidad nunca tuvo todo lo que pensó que tenía, o que sólo tenía una ilusión y un ideal de que podía poseer eso que deseaba y aquello que alguien un día, su marido, le dijo que era de ambos, hasta que se encontró con otra, tomó sus cosas y se fue desatando el mundo de sospechas y develando la cadena de mentiras que el marido sostuvo antes de atreverse a su brutal adiós. El escenario de La Gruta (habitado con la imaginación escenográfica y lumínica de Jorge Kuri) es un espacio prácticamente desnudo, tan despojado como la casa de Toña, donde los objetos han cobrado una materialidad inestable porque están como suspendidos (aunque están sobre el piso) en un círculo alrededor del personaje que tiene como centro de su espacio y de su memoria una silla que le regaló su esposo como un recuerdo de Acapulco. Gran parte de las evocaciones amorosas de la segunda parte del siglo xx empiezan en Acapulco, sin importar si fueron Richard Burton y Liz Taylor o el señor Gutierritos y la señora Godínez. En ese centro hay lámparas, abrigos, revistas, en fin, todos los pretextos que detonan una historia, un recuerdo de su vida como el ama de casa feliz que está ensimismada en su espera y credulidad en un hombre que trabaja, que tiene horas extras que se extienden hasta el fin de semana y que ella acepta porque aprendió a ponerse al margen de la vida profesional y laboral de su esposo. Es una historia de todos los días, pero que en estos tiempos nos violenta aún más por todas las incertidumbres que propone, porque las promesas de amor eterno nadie las puede cumplir
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CASA SOSEGADA javier sicilia
EL TERRITORIO DE LA ÉTICA
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A ÉTICA –ESA PALABRA que de tanto repetirse muestra su ausencia entre nosotros– es algo que se enseña con el ejemplo. Es también algo que sólo puede florecer o, mejor, encarnar, cuando existen condiciones para ello. Un monje o una monja, por ejemplo, pueden sostener la virtud de la castidad porque existe un monasterio donde habitan sólo hombres o mujeres, y llevan una vida de austeridad reglamentada por la oración, el trabajo y el estudio. Si al más virtuoso de ellos lo arrancaran del monasterio y lo metieran en el centro de una orgía, su castidad quedaría, en menos de unas horas, hecha añicos, a pesar de su heroicidad para mantenerla. Las virtudes por las que tanto clamamos en México –honestidad, justicia, paz–no pueden florecer en un territorio como en el que vivimos. No basta que haya hombres y mujeres que heroicamente intenten vivirlas. La estructura misma del país no lo permite. Cuando el sistema educativo está basado en la competencia y el éxito, cuando el centro de la vida es el dinero y la adquisición de bienes, cuando la radio, la televisión e internet están llenos de anuncios comerciales hechos para estimular el deseo sin fin del consumo, y de cada diez películas que pasan en el cine o en la televisión, ocho son de violencia o terror; cuando los videojuegos son cada vez más apegados a la realidad en la simulación de la violencia; cuando las viviendas son sólo garajes para acumular enseres y hacer reposar por las noches a la fuerza de trabajo, no hay manera de que el mexicano pueda escapar al estado de anomia en el que vivimos. En esas condiciones, la honestidad, la justicia y la paz que tanto añoramos quedan como un buen deseo, como una ilusión, como un horizonte cada vez más lejano hacia el que caminamos como si lo hiciéramos en una banda mecánica.
Aun cuando en esas condiciones hay hombres y mujeres que, con una honestidad heroica, viven y tratan de hacer la justicia y la paz en donde están, la anomia de la sociedad los devora. Son como gotas de agua caídas en un mar salobre, como pequeñas velas encendidas en una inmensa y profunda oscuridad. Para que esas virtudes (potencia para el bien), mal llamadas valores –una categoría económica y utilitaria–, pudieran algún día florecer en nuestro país, necesitaríamos una transformación radical en la manera de relacionarnos, una transformación basada, como lo vieron con claridad los griegos, en los límites: no el progreso, el dinero y la producción de bienes, sino la proporción, el servicio y el decrecimiento económico; no el monopolio del conocimiento basado en la competencia y el éxito de la currícula, sino la democratización del saber en el sentido en que lo propone Iván Illich en La sociedad desescolarizada;
no la economía global, sino el fortalecimiento y el consumo de las economías locales; no la riqueza que genera miseria, sino la pobreza que permite la inventiva y la solidaridad; no el cine de violencia y horror, sino el que estimula el sentido de lo humano y de las profundidades de lo sobrenatural. Sólo en un territorio así, las virtudes a las que me he referido y casi todas –las virtudes que, dice, Comte-Sponville, son “la forma de ser y de actuar humanamente, es decir, de actuar bien”– pueden florecer, actuarse, vivirse. Esto, evidentemente, no es fácil y no puede imponerse –cuando se impone termina en la frustración y el fracaso. Construir un suelo para que la ética pueda florecer es una tarea tan difícil como ejercitarla. Implica, antes que nada, una profunda pedagogía por parte de quienes quieren gobernar, una pedagogía que, como lo mostró Gandhi y lo exige cualquier ética, se predica con el ejemplo y, en un suelo tan poco propicio para ello como el nuestro, con actos heroicos. La gran pregunta es, llegados a los grados de desmesura y de anomia a los que se ha llevado a México, si podría realizarse. Parece imposible. Sin embargo, como en todos los grandes momentos en que la anomia se ha instalado en las sociedades, las periferias, como en el caso del zapatismo, han logrado reconstruir un suelo donde la ética florece. Esas periferias, como sucedió con la caída del imperio romano y la emergencia del monacato, son las que un día pueden rehacer el mundo y recuperar la cultura. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el ine
RAYAS DE LA CEBRA verónica murguía REITERADA DEFENSA DE LA MEMORIA
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s verdad que cuando éramos chicos los maestros nos obligaban a aprender las cosas de memoria. Y también es verdad que esas recitaciones no siempre eran comprendidas, ni útiles. Ya he contado aquí cómo todos los niños de la escuela primaria a la que acudí gritábamos “el acero apestad y el bidón”, sin la menor intención de burlarnos cuando cantábamos el Himno Nacional. Que yo rezaba unas plegarias incomprensibles, en las que pedía perdón por pecar mucho de “pensamiento, obra (que suponía con albañiles, revolvedoras y sacos de cemento) palabras o misión”. Lo rezaba con tranquilidad, aunque ignoraba absolutamente cuál era esa misión en la que había fallado. Supongo que la niña que fui pensaba que un ángel le revelaría, tarde o temprano, de qué se trataba la cosa. Puros malentendidos. Pero nada de eso, que permanece en mi memoria, fue obstáculo para que aprendiera. Al contrario. Más tarde, al darme cuenta de que estaba repitiendo como perico, quise corregir mi error y abrí el diccionario. Punto. Esa es una de mis objeciones a la reforma educativa, objeto de disputas horrorosas y a la que le encuentro poco de didáctico. En estos últimos tiempos no sólo nos hemos enterado –sin sorpresa– de que somos un país corrupto donde se cometen todos los crímenes imaginables sin que se castigue a nadie. También supimos que, según la prueba pisa no sabemos sumar, dividir, conjugar, mirar un mapa, interpretar los signos ortográficos y, aunque de esto no son responsables los niños, vivir en sociedad. La educación, y esto lo saben hasta aquellos a los que no les interesa, es la solución más urgente y segura para los problemas que nos aquejan. Un joven sin educación es una persona que anda a tientas por el mundo, con pocos letreros que señalen por dónde anda y menos oportuni-
dades para llegar a puerto seguro. Es una desventaja que expone al individuo a la confusión, la vulnerabilidad, la depresión. No me refiero a abstracciones, sino a hechos evidentes: una persona que no está educada no puede expresar bien lo que siente, ni en el ánimo, ni en el cuerpo. Imagine el lector ir al médico y no poder expresar los síntomas. Buscar trabajo sin saber escribir. Escuchar la radio y no poder separar la verdad o partes de la verdad, de la pura mentira. Necesitamos educar. Ejercitar la memoria es parte de esta educación. La tabla periódica de los elementos; los hechos que, como dicen los políticos, “nos dieron patria”; las capitales de los estados; las reglas ortográficas, todo eso es asunto de la memoria.
Yo tengo buena memoria. La tuve magnífica, casi circense. Los años y los medicamentos han hecho su labor y la han allanado y despojado. Ahora tengo una memoria promedio que me impacienta. Es como si mi mente hubiera sido un espléndido zoco marroquí atestado de especias raras, historias, joyas, manjares, magia, personas de todo el mundo y se hubiera convertido en un Waldo’s lleno de champú caduco, dulces pegajosos y encendedores chinos. Se han ido libros, escenas, música, paisajes, diálogos, saberes: el primer beso, el primer baile, yo que sé. Pero persisto y leo y releo y memorizo y siento un placer físico cada vez que atrapo al pecesito plateado del recuerdo. En Cien años de soledad recordará el lector la plaga del olvido que cae sobre Macondo y lleva a los habitantes a un estado de vulnerabilidad absoluta. Nadie se acordaba de nada y dice García Márquez que “… continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita”. Cada vez que releo este hermoso párrafo, siento que esa realidad elusiva es la que me rodea. Ya la letra escrita se ha convertido en una jerigonza de emoticones y signos ortográficos usados como quien echa sal a la sopa; los lectores quieren libros que sean como espejos donde se vean reflejados –incapaces de sentir curiosidad por el otro–, que “se vayan rapidito” y no tengan palabras domingueras; los verbos mal conjugados llenan la radio, la tele, los espectaculares de las calles. La labor de deseducar ha sido muy eficaz: la tele y sus contenidos reinan en este país. Es una reina muy deslucida: tarada, vulgar y cruel. Ejercita la memoria, lector. No se nos vaya a olvidar quiénes, además de los perpetradores, de la mano armada y bruta, son responsables de lo que pasa en el país
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Arte y pensamiento
BEMOL SOSTENIDO Alonso Arreola @LabAlonso
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MUJERES MARCHANDO, MUJERES CANTANDO
l domingo pasado miles de mujeres marcharon en México por el asesinato de la joven xalapeña Mara Castilla. Su tragedia fue símbolo –uno más– porque pudimos seguir de cerca lo acontecido. Porque durante algunos días tuvimos la esperanza de que apareciera con vida. Porque se repitió la historia de tantas que han sido secuestradas, abusadas y muertas sin que ninguna autoridad pudiera o quisiera impedirlo. Porque se comprobó que ni los medios con su comunicación, ni los maestros con su educación, ni los padres con su preocupación, ni los curas con su religión, ni los artistas con su creación, ni los gobernantes con su chora interminable –ninguno– están llegando a la conciencia o corazón de quienes rinden culto al odio. Se confirmó un mundo negro traslapándose con nuestra realidad más cotidiana, dominándola incluso. En ese sitio la vida vale nada y, si es de mujer, vale menos que nada. Ese mismo domingo, en el auditorio de la Guelaguetza de Oaxaca, otras mujeres sumaron sus voces para ayudar al Istmo de Tehuantepec, azotado durante el terremoto por todos conocido. Ellas fueron acompañadas por la Banda de Música del Estado de Oaxaca, dirigida por el maestro Eliseo Martínez, institución que está por llegar a los 150 años de vida. Hablamos de Eugenia León, Geo Meneses, Filippa Giordano, Tania Libertad, Susana Harp, Lila Downs, Alejandra Robledo, Ana Díaz y Aída Cuevas. Con ellas cantó el tenor Toño Cisneros, único solista varón de la noche. También participaron el grupo Raíces y la poeta Natalia Toledo, entre otros presentadores. La primera pieza fue “Pinotepa”, esfuerzo colectivo que sirvió para templar los ánimos de quienes multiplicados por once mil atestaron el recinto. La taquilla fue destinada a ayuda humanitaria y a la reconstrucción de Juchitán y demás ciudades heridas.
La primera que salió en solitario fue Eugenia León. Antes de abordar “La paloma” tuvo el acierto de citar estas décimas de Frino, publicadas en el libro Cortando rábanos: “Cantar es prenderle fuego/ al árbol de la memoria,/ incendiar la propia historia,/ poner en llamas el ego./ Pero el canto es también juego/ de palabras que hipnotiza;/ canta el Fénix y exorciza/ el sufrimiento y el llanto,/ y le permite su canto/ renacer de sus cenizas.” La siguió Geo Meneses con “El jinete” y “El cascabel”. De voz profunda e interpretación honesta, su presencia mandó la noche a una dirección menos transitada. Sumándose a las amigas de su segunda patria, la italiana Filippa Giordano eligió “No me platiques más” y una virtuosa “Ave María”. Entonces apareció Natalia Toledo para recitar dos poemas –en español y zapoteco– que remató con un verso dedicado a las oaxaqueñas, pasado el daño por el temblor: “De sus fisuras brotó el corazón de las mujeres.” Sonó entonces el grupo sonero Raíces con “El toro Zacamandú” y “La bamba”. Lo siguió Toño Cisneros quien con gran técnica entonó “Mujer oaxaqueña” y el clásico “Méxi-
co lindo y querido”. Luego fue turno de Ana Díaz, con sus “Arrecifes de coral” y “Las amarillas”. Su voz educada dio paso a Tania Libertad, leyenda querida por la audiencia y primera en cantar en zapoteco (“La última palabra”), para después recordar a José Alfredo (“Vámonos”). Fue en ese momento que en Oaxaca se sintió México entero, justo antes de que todas compartieran “La llorona”. Con la orquesta funcionando cada vez mejor (¡qué melancolía la de los alientos istmeños!), Alejandra Robles mostró su plétora física y vocal dramatizando “La bruja”, punto más aterciopelado de la tarde, dejando a la audiencia en vilo para la potencia de Aída Cuevas –la mejor cantante vernácula de México–, quien flotó sobre “La noche y tú” y la dificilísima “El pastor”. Tras una larguísima ovación, Aída presentó con generosidad a Natalia Cruz, una joven sorpresa que con vibrato antiguo echó luz diáfana sobre la música juchiteca del Porvenir. Maravillosa. Primero cantó a capela en zapoteco para luego triunfar con una “Tardecita” danzoneada y una magistral “Totopera” en cumbia ruda. Terminaron Susana Harp (“El feo”, “Naela”) y Lila Downs (“Mezcalito”), antes del esperado final con todos cantando “Dios nunca muere”,“La cumbia del mole” y “Canción mixteca”. Así fueron las cosas el domingo pasado, decíamos, cuando las mujeres de México –una vez más– reactivaron la posibilidad del futuro. Marchando y cantando se hicieron una y, como pasa en las cárceles, hospitales y allí donde acontece una tragedia, apostaron por la bondad tras una atrocidad mayormente masculina. Sirva este espacio dominguero para amplificar su voz en lo individual y en lo colectivo, así como para señalar un cancionero con paisajes, comidas y personajes necesarios en tiempos de oscuridad. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos
CINEXCUSAS Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com
UNA CARTA Travis:
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se no es tu verdadero nombre, pero estoy seguro de que no ha de serte molesta la deliberada (con) fusión con el personaje al que le diste vida. Estas líneas iban a ser muy distintas, querido Travis; de lo único que pretendían hablar es de la reciente partida física de Harry Dean Stanton, es decir de ti, o más precisamente del hombre de carne y hueso, el actor que te prestó su voz y su silueta, pero sobre todo su mirada de intensidad y largueza infinitas. Pero no puede ser, y también estoy seguro de que tú lo entenderías. Las ves aquí hoy domingo 24 de septiembre pero estas líneas son garabateadas el miércoles 20, por lo cual no pueden sino contarte algo que quizá ya sepas, en esa dimensión aparte que sólo habitan los seres como tú. Si así fuera, perdona que no me circunscriba a hablar aquí de cine, como se supone que debe ser, pero lo otro, eso de lo que quiero hablarte, es tan importante y tan grave que no puedo simplemente tomar la pluma o el teclado como si no hubiese sucedido y estuviese sucediendo y ponerme a hablar alegremente de esta película o aquella o, en este caso, hablar de Harry y de ti con tristeza. La clave es esa última palabra, Travis, y yo sé que tú sabes muy bien qué significa la tristeza. Trataré de explicarme: ayer, martes 19 de septiembre de 2017, conmemoramos en México el trigésimo segundo aniversario del terremoto que, en 1985, devastó gran parte de la ciudad capital. En aquel tiempo se habló, oficialmente, de diez mil personas muertas bajo los escombros de innumerables edificios que se vinieron abajo a partir de las 7 horas y 19 minutos de la mañana. Naturalmente, esa cifra no convenció ni convence a nadie y todos estamos seguros de que los fallecidos debieron ser muchos, muchísimos más.
A diferencia de aquel entonces, hoy contamos en Ciudad de México, antes llamada df , con una alerta sísmica que, para decirte la verdad, a veces funciona y a veces no, y como nunca puede saberse si sonará a tiempo o a destiempo, para muchos es como si en realidad no existiera. El caso es que ayer esa alarma sonó a las 11 de la mañana, pero a manera de conmemoración por el terremoto del ‘85 y al mismo tiempo como simulacro. Fueron escasos quienes, ignorando que se trataba de algo programado, se asustaron o se apresuraron a ponerse a buen resguardo. Pasados unos minutos, todo mundo siguió en lo suyo y, también para decirte la verdad, estoy casi seguro de que a la mayoría el asunto se le borró de la cabeza de inmediato. Al respecto, muchos hablamos de inconsciencia, de indolencia y otros defectos, y por desgracia no nos falta razón (si bien, por otro lado, podría intentar explicarte que hasta cierto punto entiendo esa suerte de amnesia voluntaria:
soy capitalino, viví la tragedia del ‘85, me tocó mover escombros a mano limpia y ser testigo de cómo la muerte se multiplicaba debajo de cada plancha de cemento venida abajo, fui testigo de muchos futuros cancelados y puedo asegurarte que, aun si no lo quiere uno, algo en la cabeza te obliga a no pensar de tiempo completo en aquello, te hace buscar pausas y respiros tan largos como sea posible, te propone islas mentales en las que el piso no se mueve nunca y los edificios están siempre de pie). Te decía que no nos falta razón, Travis querido, y ayer mismo la Tierra nos puso una prueba que no deberíamos necesitar: pasadas poco más de dos horas tras el simulacro, exactamente treinta y dos años, cinco horas y cincuenta y cinco minutos después, un nuevo terremoto nos sacudió, literalmente, desde la raíz. Y volvió el pasado: gritos, llanto, rezos, edificios de cualquier tamaño que colapsaron en un segundo, nubes de polvo que vistas desde lo alto daban la impresión de una ciudad bombardeada… Y volvió la gente: volvimos, otra vez nosotros, los de a pie, los que no salimos en la tele ni en ninguna parte, a mover varillas retorcidas y plastas de concreto, a llevar y traer agua y alimento, a organizar refugios, a escarbar la tierra con los dientes si es preciso, para sacar al que quedó atrapado, aun si muerto ya, o si la fortuna es mucha todavía vivo. Porque nos resistimos a morir, querido Travis. A nuestro entrañable Harry le cupo la fortuna de una muerte que podríamos llamar apacible comparada con el horror acá, en este México en el que te refugiaste durante años después de tu terremoto personal. Quién sabe si durante tu estancia habrá temblado pero, antes de que nos toque alcanzarte donde estés, sólo quería contarte todo esto y decirte que esta película ya la hemos visto y que sabemos cómo acaba
ENSAYO
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Un gran dibujante llamado Héctor Xavier Marco Antonio Campos
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n noviembre del 2016 se publicó Héctor Javier, los trazos de la línea y los silencios, el cual se debe ante todo a la devoción filial, y en general, a la devoción familiar. Felicitemos a Dabi Hernández Kaiser, hija del dibujante, y a la periodista Angélica Abelleyra, por la paciencia ardiente para llevar a cabo este bellísimo libro donde se combinan dibujos, iconografía y textos. Por diversos motivos es un libro tardío y se tuvo que hacer con el material que se tenía al alcance, porque, como se sabe, uno de los hijos de Héctor Xavier, en un acto incomprensible –de locura o de rencor o de venganza–, desapareció hace más de veinte años con gran parte de la obra. Se me hizo muy extraño porque a menudo veía a Ivar junto al padre, fiel, callado, receptivo, y parecía no matar ni media hormiga. Felicitemos asimismo a la Universidad Veracruzana y al Instituto Veracruzano, que en un milagro de astucia editorial hayan podido editarlo, porque al menos ese dinero no se lo robaron Javier Duarte, Karime Macías o Moisés Mansur. Debo haber conocido de casualidad a Héctor Xavier en 1982 o 1983 en el pequeño restaurante Valzaretti, en la colonia San José Insurgentes, situado en la esquina de Perpetua y avenida Insurgentes. Era la propietaria una señora frondosa, atractiva, no sé si de origen italiano. Yo vivía muy cerca del restaurante y a veces iba, porque no me gustaba comer en casa. Desde el principio hasta el último, tengo la impresión, hubo entre ambos una gran empatía. Héctor Xavier tenía un humor raro. Conversábamos de todo, porque si Héctor tenía un riguroso orden en su trabajo artístico, en la conversación era tal vez más digresivo que yo. Saltábamos de un tema a otro, a veces, claro, haciendo chistes, y una de nuestras principales cabezas de turco era Juan Pablo ii , Traveller superstar. Por demás, recordábamos que el susodicho religioso había pasado varias veces en el papamóvil por esa esquina cuando vino a pasear en 1979 a México. A Héctor Xavier le gustaba recordar la época de la Galería Prisse, de principios de los cincuenta, que fundó con Esteban Echeverría, Alberto Gironella y Vlady. A diferencia de Diego Rivera, Siqueiros y Cuevas, como señala René Avilés Fabila en sus páginas de recuerdos, Héctor Xavier vivió fuera de los escándalos. Aún más: no le gustaba vender sus cuadros. Yo le acepté alguno de regalo, pero me negué a aceptar otros, entre ellos un retrato que me hizo, porque sentía que era un robo. De eso vivía y por el dibujo vivía. Ese retrato exasperado lo dibujó en el departamento del edificio de Holbein donde habitaba, en el barrio de la Nochebuena, Mixcoac, y donde me di cuenta de inmediato que furiosamente me había sacado del rostro furioso los demonios. José María Espinasa utilizó el retrato cuando publicó en Difusión Cultural de la uam un poema mío sobre el movimiento estudiantil del ’68 (“Un recuerdo por la bandera de utopía”). Un añadido: es una obligación moral y artística rescatar y editar en libro las ilustraciones que Héctor Xavier hizo en los suplementos literarios El Búho de Excélsior y Sábado de unomásuno. Héctor Xavier era de Tuxpan, Veracruz. En una entrevista que le hice en 1988 me dijo lo importante que había sido el viento del mar de su infancia para su trabajo artístico. Una suerte de tacto corporal. El objetivo del artista era estar dentro del dibujo y no sólo delinearlo desde fuera. Héctor Xavier utilizó en sus dibujos primordialmente la tinta y la punta de plata. No hay casi crítico de arte que, de una u otra manera, no haya lo destacado al llamarlo “maestro de un solo trazo”. Podría decirse que en la obra de Héctor Xavier hubo tres períodos que caracterizaron su estilo (en algunos momentos los períodos pudieron confundirse): uno, en el que dominan la delicadeza, la suavidad y la alta precisión en el trazo, y es el que prefiero; otro, que es como fuego negro, y donde, como dijo Antonio Rodríguez, domina la pincelada violenta, y un tercero, en el que, como escribió Pilar Rioja, hace una figura con unos cuantos trazos y deja lo demás a la imaginación.
Es imposible no recordar aquí el inolvidable bestiario que llevó a cabo al alimón con Juan José Arreola (Punta de plata). Es una obra maestra de ambos y el mejor libro que unifica ilustración y texto en la literatura mexicana. Es gracioso cómo Miriam Kaiser, la viuda de Héctor Xavier, relata las vicisitudes para que “el inatrapable Arreola” pudiera ser llevado algunas veces al zoológico a que viera a los animales. Pero ante todo las fábulas nacieron de los dibujos del propio Héctor Xavier. Como es fama, Arreola dictó los textos a José Emilio Pacheco en una semana de vértigo. Me duele, me entristece escribirlo por lo mucho que lo aprecié como amigo y lo mucho que lo admiré como artista: Héctor Xavier merecía mucho más reconocimiento que el que obtuvo en vida (percibía en su rostro una lejana tristeza cuando se lo comentaba) y merecía también una situación económica mucho mejor. Con la falta de multitud de dibujos, que sustrajo su hijo Ivar desde hace más de veinte años, ha sido ésa la más perfecta y cruel forma de matarlo artísticamente. Es decir, Héctor Xavier ha muerto dos veces: una, corporal; otra, artísticamente. Es una injusticia sin límite. Este libro-objeto bellísimo rehace al menos en algo la memoria de Héctor Xavier. En las páginas del libro hay un buen número de colaboradores de primera línea que lo abordan –en persona o en obra– desde distintos ángulos: críticos de arte, pintores, poetas, escritores, galeristas, curadores, bailarinas y periodistas. Baste citar algunos nombres: Gilberto Aceves Navarro, René Avilés Fabila, Huberto Batis, Michel Descombey, Felipe Ehrenberg, Jaime Labastida, Jorge Alberto Manrique, María Luisa Mendoza, José Emilio Pacheco, Tomás Parra, Pilar Rioja, Raquel Tibol, y claro, la familia Xavier-Kaiser. Un acto de justicia dentro de tanta injusticia