Amedeo Modigliani o el hechizo de la belleza humana Xavier Guzmán Urbiola
La canción endurecida de Giorgio Caprioni
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 27 DE JUNIO DE 2021 NÚMERO 1373
MECENAZGO, CREATIVIDAD Y ARTE
Eve Gil
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Retrato de Gertrude Stein, Pablo Picasso, 1906.
2 27 de junio de 2021 // Número 1373
GERTRUDE STEIN: MECENAZGO, CREATIVIDAD Y ARTE Tanto para la literatura como para las artes plásticas, las primeras cuatro décadas del siglo xx tuvieron un innegable epicentro en el número 27 de la parisina Rue de Fleurus: ahí, cada sábado por la noche, entre muchas otras figuras notables, se daban cita Pablo Picasso, Ezra Pound, Henri Matisse, Guillaume Apollinaire, Paul Cézanne, Ernest Hemingway, René Crevel, Paul Bowles, Sherwood Anderson y todo aquel creador en busca de orientación, consejo y apoyo, a veces creativo, otras incluso material, para la conformación de sus respectivas obras. La convocante era Gertrude Stein, una oriunda de Pensilvania avecindada en París, cuya fama de mecenas sería mayor a la de escritora, si bien en ambas fue notable. Junto con Alice b. Toklas, su compañera de vida –homenajeada en las memorias de Stein–, la autora del concepto de la “generación perdida”, aun relativamente relegada de la memoria colectiva, fue la principal artífice del gran mundo cultural del siglo pasado que, hasta nuestros días, no ha tenido parangón.
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN: Rosario Mateo Calderón LABORATORIO DE FOTO: Adrián García Báez, Israel Benítez Delgadillo, Jesús Díaz, y Ricardo Flores. PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520.
UN DOMINGO DE MILAGROS PROUSTIANOS E
scribo a la vuelta de la votación y, si bien es cierto que mi mente estaba ocupada en ello, de pronto tuve uno de esos milagros proustianos que reviven con intensidad escenas, sitios, atmósferas del pasado. Serían alrededor de las diez de la mañana, el clima era agradable, pero al aproximarme al sitio vi una fila bastante larga; así pues, cubrebocas de por medio, me aproximé con rapidez a la puerta de entrada de la escuela sede. Les dije a los jóvenes organizadores algo así como “¿Podrían mis ochenta y tres años agilizar el trámite?” De las dos filas de votantes y de los mismos muchachos se escucharon voces diversas comentando entre ellos con asombro: “Increíble, qué bien se ve...” No, no remojé una magdalena en la taza de té, ni vi las torres de Martinville, pero volvieron a mí con gran fuerza voces juveniles lanzándome piropos en la adolescencia: “Paso a la belleza.” “Te espero y me caso contigo.” “Mangos de Manila”, o silbando “Fiu, fiu”. Y yo, tímida como he sido siempre, me crecía por dentro con las exclamaciones. Claro, también las había soeces. Poco a poco se fueron espaciando hasta desaparecer hace ya muchas décadas. Pero hoy, y por razones contrarias, me sentí bien. Entonces, empuñé firmemente la pluma y crucé las papeletas.
La vigilancia crece al observar los rasgos de mi pluma. Temo tropiezos que la edad dejó en las mujeres de mi sangre. Lentamente se deshizo la firma de mi abuela frágil como telaraña. Y mi madre la contempló impaciente. Pasó el tiempo y su propia letra se desvaneció con la misma evanescencia insoportable. Hoy observo mis trazos anticipando ese momento que vendrá sin duda. Mis hijas ‒entonces‒ serán testigos de mi ruina. Yo me esforzaré como aquellas viejas y me hundiré como ellas.
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
Caligrafía*
La impaciencia de mis hijas repetirá el ciclo al temblarme el pulso y la cabeza.
Aline Petterson ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
*De Ya era tarde, Fondo de Cultura Económica, 2013.
Cuento
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Cuatro minificciones Edgar Aguilar
Cambio de look
Sideral
Una mujer entró al salón de belleza. Quedó muy satisfecha de su nuevo corte. Al llegar a su casa, se desprendió la peluca.
Empezó como una insignificante, tímida rasgadura en la vieja cubierta del colchón, atribuible sobre todo a lo gastado de la tela (llevábamos varios años con ella sin poder comprar un juego de sábanas nuevas). Pero a cada movimiento de mi mujer por las noches, en los últimos días, hizo que la rasgadura se fuera convirtiendo, lenta e inexorablemente, en un cada vez más grande (y profundo) hoyo. Un hoyo sideral, quizá como los hoyos negros que habitan el espacio y que succionan los cuerpos celestes. Hoy por la mañana desperté sin mi mujer. El hoyo la había tragado.
Olvido Iba yo caminando por la banqueta. Era una mañana soleada. De pronto, un perro callejero se me acercó. Pensé que me atacaría. Aunque el perro estaba bien flaco, por si acaso, salí corriendo. Cuando llegué a mi casa, recordé que no era un perro callejero sino mi propio perro. Saqué a pasear a mi perro por la mañana, y lo había olvidado…
Felicidad Hermoso el jardín, revoloteaban las alondras; bellos rayos de sol iluminaban las mesas de los invitados. Todos estábamos muy contentos. Bailaban los novios un agradable vals. Pero poco a poco empezaba a nublarse. Corrió un fuerte viento. Como un mal presagio, a una señora se le cayó el sombrero con el ventarrón. Las carpas volaron. De pronto, comenzó a llover. Todos corrimos a guarecernos de la lluvia en el espacioso pórtico de la casa principal. Desde allí, observamos cómo los novios continuaban bailando felices el vals en medio de la tormenta. Todos nos sentimos regocijados. A un chistoso, ya pasado de copas, se le ocurrió decir que estaban preparándose para lo que sería el matrimonio…
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Sin duda, la obra de Amadeo Modigliani (1884-1920) es y será de gran trascendencia en la historia de la pintura de todos los tiempos. Este artículo le rinde un sencillo pero emocionado homenaje a algunas de sus obras que pudieron admirase en el Palacio de Bellas Artes hasta el 18 de abril del año pasado, en una exposición llena avatares debido a la pandemia, y a la vez se reconoce la importante labor de los curadores, restauradores y del equipo técnico comandado por Salvador Salcedo que recibió, cuidó, resguardó, montó y desmontó la obra.
Xavier Guzmán Urbiola ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
AMEDEO MODIGLIANI o el hechizo de la belleza humana
D
urante febrero de 2020 llegó a Ciudad de México una veintena de cajas con las obras de Amedeo Modigliani (Livorno, 1884-París, 1920), que se exhibirían en el Museo del Palacio de Bellas Artes del inba. Nadie imaginó que la muestra no abriría en la fecha señalada, el 26 de marzo siguiente, y menos aún que permanecerían un año en el país. El cargamento se completó con otros envíos de los trabajos contextuales que acompañaron al del italiano. Fue hasta agosto de 2020 que aquel conjunto pudo montarse en las salas, con un éxito enorme de púbico virtual. Un mes después, el 7 de septiembre, logró abrirse la exposición a los visitantes presencialmente y el domingo 18 de abril de 2021 fue el último día en que la muestra pudo admirarse. Un periplo sin duda sui generis de conjunto de óleos, dibujos, bocetos y esculturas. Los artistas poseen una mirada singular sobre su realidad y desarrollan un enfoque no menos propio en torno a sus experiencias, mismas que plasman en sus obras. Lo anterior en el caso de Modigliani es claro. Producto de su amor y estudio por la escultura africana y de su ejercitación en el dibujo lineal, se concentró en la representa-
ción de la figura humana. Así, alargó los cuellos y rostros que fijó en sus lienzos y vació casi siempre las cuencas de los ojos de sus modelos. No le interesaban los escenarios, menos aún las naturalezas muertas o los paisajes, y ni qué decir del arte abstracto, aunque plasmó en sus trabajos arquetipos de personas. Lo suyo fueron los rostros, los retratos, los desnudos y los ropajes, o la falta de ellos, que se avenían bien con cada personaje que llamó su atención. Nadie puede ver uno de sus lienzos sin dejar de reconocer su lenguaje, o su manera de representar al ser humano. Lo anterior se complementa con la enorme ternura que casi todos sus cuadros reflejan; a veces el erotismo es también grande, pero el afecto empático que él experimentó es evidente. Y sorprende que su obra provoque tan absoluto consenso: a todos gusta y atrae, interesa y emociona. Ha sido para más de un niño la puerta de entrada a la gran pintura. Afincado en París entre 1906 y 1920, su vida de excesos, su final trágico y prematuro, incluso alcanzó a su mujer. Ello no hace hoy sino acrecentar su leyenda e imantar su obra. Tuve la fortuna de ser convidado a presenciar el inicio del desmontaje de la exposición de Modi-
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La enorme ternura que casi todos sus cuadros reflejan; a veces el erotismo es también grande, pero el afecto empático que él experimentó es evidente. Y sorprende que su obra provoque tan absoluto consenso: a todos gusta y atrae, interesa y emociona. Ha sido para más de un niño la puerta de entrada a la gran pintura. Afincado en París entre 1906 y 1920, su vida de excesos, su final trágico y prematuro, incluso alcanzó a su mujer. Ello no hace hoy sino acrecentar su leyenda e imantar su obra.
gliani. Es tan singular admirar un montaje, como su retiro, y éste en especial por el extraño periplo descrito que vivió en México. Gracias a la generosidad del director del Museo del Palacio de Bellas Artes, Miguel Fernández Félix, pude contemplar de cerca y sin prisas La niña vestida de azul, (1918) y me conmovió el afecto que desborda. Logré extasiarme distinguiendo las pinceladas de la frente y aquellas para lograr las ojeras de la Joven pelirroja (1918). Me sorprendió el trazo seguro del Joven con gorra (1918) y viéndolo recordé a Herman Melville, cuando reflexionó: “hacer algo con frialdad es hacerlo con elegancia”. El dibujo del Desnudo con gato (1911) es admirable no sólo por sus líneas precisas, sino por su filiación con Gustav Klimt. La Cariátide azul (1913) y la Cariátide roja (1914) son densos estudios de masas y volúmenes a pesar de su bidimensionalidad. Sonreí sin prisas y feliz imaginando el humor de Frida Kahlo, celosa, modificando la dedicatoria que Maud Dale escribió a Diego Rivera en un libro sobre Modigliani, misma que ella consideró demasiado afectuosa, por lo que le añadió chistes crípticos y hasta un cohete en la cola del perro que caracterizaba el logotipo de la editorial. Sin embargo, de aquella experiencia inolvidable en las salas Nacional y Diego Rivera del Museo del Palacio de Bellas Artes destaco algo que también llamó mi atención porque no suele documentarse: el enorme profesionalismo y cuidado de los curadores, restauradores, y el personal del equipo técnico comandado por Salvador Salcedo Aguilar, Chava, quienes ese día y las semanas siguientes, con cariño y sin imposturas, ante mis ojos, desmontaron La poetisa (1917), de Ángel Zárraga; Mañana de pueblo (1922), de Francisco Díaz de León; Retrato de Gaby (1914), de Carlos Mérida, y Joven en la ventana (1922), de Benjamín Coria. Marc Restellini, curador de la colección Modigliani, continuó la faena de sus pares mexicanos al encargarse de la obra del italiano. Chava, José Alfredo Banda, José Luis Marín, Gregorio
Perdomo, Juan Márquez, y tantos más, saben lo que traen entre manos. Ellos han desmontado, montado o apoyado a los curadores a colgar, descolgar, desembalar, embalar (y he tenido la fortuna de ser testigo) desde maquetas de Vladimir Tatlin, el boceto de La virgen de las Rocas y el Libro de vuelo, de Leonardo da Vinci, los dibujos eróticos de Sergei Eisenstein, hasta los descarnados dibujos y óleos de Otto Dix. Siempre me ha sorprendido la ecuanimidad de Salvador. No se exalta, al menos en apariencia, ante las masas de Chillida ni frente al colorido de un Kandinski. Hace su trabajo, se detiene cuando el restaurador debe intervenir para revisar el borde del marco, el estado de los soportes; entonces ellos entran con sus lupas y cuentahílos, mientras él y su gente se retiran y observan. Hacen bromas. Salvador es un hombre digno y colaborador. Organiza las labores siempre con una estrategia. Tiene los ojos llenos de alegría y respeto, algo de bondad y distancia que le aporta su madurez le hace indicarme una pincelada, me cuenta alguna anécdota de un coleccionista, rememora sus más de treinta años en el inba. La labor silenciosa y anónima de estos trabajadores hace posible que admiremos los tesoros que pasan por sus manos enguantadas, y a la vez los mantiene intactos. Su dedicación preservó estas piezas durante su inesperado pasmo de un año. Sólo a personas así se les confía, a lo largo de una pandemia, objetos artísticos de tal importancia. Ellos, a cambio, han recibido la posesión temporal e invaluable que les significó tener contacto directo con unas joyas, su dedicación ha moldeado su carácter y, en este singular caso específico, los ha habilitado para contar con un mejor estado de ánimo para dar paso a una normalidad con esperanza, una vuelta a la vida que, a veces, resulta demasiado conocida y que sus esmeros, sin duda reivindican, contagiándonos su ecuanimidad y dignidad debido a su cercanía con tanta vida y belleza l
Página anterior: izquierda, Amedeo Modigliani. Derecha, La Cariátide azul, 1913. Arriba izquierda: Joven pelirroja, 1918. Arriba derecha: Joven con gorra, 1918. Abajo: La niña vestida de azul, 1918.
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YO BAILÉ CON DON PORFIRIO:
NOSTALGIAS Y EVOCACIONES DE LA BELLE ÉPOQUE MEXICANA
Rafael Aviña ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
En las primeras épocas del cine mexicano, allá por el año 1897, se realizaron varias obras que en conjunto representan una espacie de belle époque de nuestra cinematografía, signadas por la atmósfera del porfiriato, gobierno de un hombre que “para bien o para mal, transformó la fisonomía del país”. Un breve recuento de las obras más representativas de esa “nostalgia” es el eje de este artículo.
E
l cine llegaba a México el 6 de agosto de 1896 a la residencia oficial del presidente Porfirio Díaz, quien recibía en el Castillo de Chapultepec a los franceses Gabriel Veyre, farmacéutico de 25 años convertido en operador de cámara,y Claude Ferdinand Bon Bernard, enviados de los hermanos Louis y Auguste Lumière, portadores de un nuevo aparato óptico llamado Cinematógrafo Lumière, que competía con el del estadunidense Vitascopio de Thomas Alva Edison. Veyre y Bon Bernard fueron recibidos con viandas francesas y mexicanas, preparadas con productos obtenidos en los mercados de La Merced y Jamaica, y de las patisserie de las calles de Plateros y La Profesa. Los visitantes traen consigo, además, cámaras toma vistas con las que, en breve, mostrarán la vida política y cotidiana de ese país en transición que se abría de cara al siglo xx: sus costumbres, folclor, miedos, errores, aciertos y aspiraciones. El anecdotario social, político y cultural de una nación dirigida por un hombre que se percata del impacto masivo de aquel aparato y, por ello, se hace filmar en sus recorridos y paseos… Pocos meses después, en 1897, un joven de dieciocho años nacido en Anenecuilco, Morelos, de ojos negros y profundos y largo bigote, es arrestado por participar en una protesta por el robo de tierras a campesinos. Emiliano, de apellido Zapata, es forzado a integrarse al 9° Regimiento del ejército, bajo el mando de Ignacio de la Torre, en breve protagonista de un escándalo durante un baile en la colonia Tabacalera y yerno del
presidente Porfirio Díaz, hombre fascinado con el poder y el cine y que, para bien o para mal, transformó la fisonomía del país.
¡Ay qué tiempos, don Simón, don Susanito! ASÍ COMO EXISTEN múltiples filmes que intentaron mostrar los excesos del poder durante la dictadura de Porfirio Díaz, antes y después se plantearon exaltaciones porfirianas que nuestro cine exploró en tono de comedia ligera apoyada en bailes, canciones y coreografías, así como una visión romántica de una supuesta Ciudad de México inmaculada y sin pobreza. Evocaciones de una suerte de belle époque mexicana, en la que caben relatos como En tiempos de Don Porfirio/Melodía de antaño (1939), de Juan Bustillo Oro, con Fernando Soler como Francisco, tahúr y bohemio que, a finales del siglo xix, pierde dinero en el juego y olvida su boda con Carlota (Aurora Walker), enviada a Europa para tener a la hija de aquél. Años después, regresa a México y su hija Carmen (Marina Tamayo) le tiene afecto a Francisco sin saber que es su padre, y se enamora del ahijado de éste, Fernando (Emilio Tuero), aunque su madre desea casarla con el viejo ridículo que encarna Joaquín Pardavé. En ¡Ay qué tiempos señor don Simón! (Julio Bracho, 1941), situada en 1900 en Ciudad de México, Inés (Mapy Cortés), una joven viuda, descubre que su novio Miguel (Arturo de Córdova), le es infiel con una tiple de teatro (María Luisa Carbajal) y por ello rompe su compromiso. Inés coquetea con don Simón (Joaquín Pardavé), para darle celos a Miguel; éste cree que Inés y el avejentado don Simón se fugarán, por lo que lo reta a duelo. El mismo Bracho dirigió, en 1946, Don Simón de Lira, ambientada en ese mismo año de 1900. La hermosa Blanquita (Elsa Aguirre), esposa de El Cuervo (Raúl Castell), coquetea con el viejo Don Simón de Lira (Pardavé) –cuya enamorada es Cristina (Consuelo Guerrero de Luna)– y con el Capitán Bernardo (Carlos Navarro) y es que El Cuervo pretende heredar al carcamán… Yo bailé con Don Porfirio (1942), de Gilberto Martínez Solares, se ambienta al inicio del siglo xx: el provinciano Don Severo de los Ríos (Joaquín Pardavé), su mujer Leonor (Consuelo Guerrero de Luna) y su hija Rosa (Mapy Cortés), visitan en Ciudad de México a la gemela de ésta, Violeta, que
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Página anterior: México de mis recuerdos, de Juan Bustillo Oro, 1943. Izquierda: Sobre las olas, de Ismael Rodríguez, 1950. Derecha: ¡Ay qué tiempos señor don Simón!, de Julio Bracho, 1941. Abajo: El baile de los 41, de David Pablos, 2020.
Neira), hija de un diplomático que le inspira el vals homónimo, su paso por el ejército, su encuentro con Ángela Peralta, “El ruiseñor mexicano” (Berta Lomelí) y con el presidente Porfirio Díaz (Antonio r. Frausto), a cuya esposa Carmen le escribe un vals, su boda obligada, su frustración al darse cuenta que no lo reconocen autor de “Sobre las olas”, la muerte de su mujer y la suya propia, a través de un flashback…
Los 41: la mirada oblicua
debuta como vedette en una obra musical que dirige el compositor Alberto (Emilio Tuero). En una fiesta en honor a don Porfirio, Alberto confunde a Violeta con Rosa y a Violeta la toma por Rosa el seductor Rodolfo (Jorge Reyes), con lo cual se arma un lío tremendo. Entre los extras en la escena del baile puede verse a Leticia Palma y a Roberto Cañedo. En 1899, Salvador Toscano filmó al excéntrico Joaquín de la Cantolla en su globo aerostático en el corto Ascensión en globo de don Joaquín de la Cantolla y Rico. Cuarenta y cuatro años más tarde, el mismo Martínez Solares dirigió otra evocación porfiriana sobre dicho personaje en El globo de Cantolla (1943), con Agustín Isunza como Joaquín, que narra las aventuras de tres bohemios que conocen a tres hermanas, cuya madre desea casarlas con jóvenes de la sociedad porfiriana y cuyo marido es admirador de los globos de Cantolla y Rico. México de mis recuerdos (1943), de Juan Bustillo Oro, presenta al enorme personaje Susanito Peñafiel y Somellera, encarnado por Joaquín Pardavé, a quien el presidente Porfirio Díaz (Antonio r. Frausto) le encarga que busque al compositor Chucho Flores para regalarle un piano, ya que ha compuesto el vals “Carmelita”, dedicado a su esposa. Don Susanito encuentra a Chucho (Fernando Soler), un bohemio borrachín. Son extraordinarias las escenas donde Pardavé baila y canta algunas zarzuelas, acompañado de la bella Sofía Álvarez. En 1963, Bustillo Oro realizó una nueva versión con Fernando Soto Mantequilla en el papel de Pardavé, Ernestina Garfias y Fernando Soler, y en 1965 dirigió otra remembranza porfirista con Garfias y Soler: Los valses venían de Viena y los niños de París.
Olas nostálgicas porfirianas SI ME VIERA don Porfirio/Rancho de la discordia (1950), dirigida por Fernando Cortés, con canciones de Tata Nacho, intentaba aportar otros elementos a los relatos de añoranza porfiriana. Aquí se insertan imágenes del verdadero presidente Díaz –quizá tomadas por Salvador Toscano o los hermanos Alva–, durante una exposición ganadera en Coyoacán en 1905, como parte de la trama. El licenciado Aníbal Delgado (Ángel Garasa), hablador y trinquetero, llega a un pueblo donde reina la enemistad de dos familias que viven en sus respectivos ranchos: la de doña Martirio (Sara García) y la de don Prudencio (Domingo Soler), quienes fueron novios en su juventud. A diferencia de las anteriores, Sobre las olas (1950), de Ismael Rodríguez, resulta otra añoranza porfiriana en tono melodramático sobre la vida del compositor guanajuatense José Juventino Policarpo Rosas Cárdenas, nacido en 1868 y fallecido en La Habana, Cuba, en 1894 a los veintiséis años, pobre y alcohólico, que vendió los derechos de su afamado vals “Sobre las olas” a la Casa Wagner & Lieven en tan sólo 45 pesos. Pedro Infante interpreta a Juventino, llevado antes a la pantalla en el filme homónimo de 1932, dirigido por Miguel Zacarías, con Adolfo Girón, Carmen Guerrero, René Cardona y Emma Roldán. Ambas son evocaciones porfirianas excesivas y acartonadas, adornadas con los valses “Carmen”, “Dolores” y “Sobre las olas”, compuestos por Juventino Rosas. El argumento versa sobre sus problemas económicos, su talento para el violín, sus escapadas alcohólicas, su anciana mecenas Doña Calixta (Prudencia Grifell), su encuentro con Dolores (Alicia
POR ÚLTIMO, OTRA oblicua invocación del porfiriato que resulta una antítesis de las añoranzas del régimen vistas con anterioridad es la reciente cinta de David Pablos, El baile de los 41 (2020), escrita por Monika Revilla, inspirada en los intrigantes sucesos ocurridos en noviembre de 1901 en una vivienda de la Colonia Tabacalera en Ciudad de México. La policía “descubrió” una escandalosa reunión-orgía llevada a cabo por cuarenta y dos hombres, la mitad de ellos travestidos con ropas femeninas. El gobierno del presidente Díaz intentó, en apariencia, silenciar el incidente; no obstante, la prensa informó del caso ya que los participantes pertenecían a las altas esferas de la sociedad, incluido el yerno de Porfirio Díaz (Fernando Becerril), Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera), casado con Amada Díaz (Mabel Cadena), hija del presidente y enamorado del joven gay Evaristo Rivas (Emiliano Zurita). Era la primera vez que se discutía de forma abierta sobre la homosexualidad en los medios mexicanos, y eso tendría un impacto duradero en la cultura mexicana. De hecho, Díaz consiguió desaparecer momentáneamente a su yerno, de ahí que sólo se hablara de cuarenta y un individuos y no de los cuarenta y dos originales. No sólo eso: a partir de ese momento, el número 41 quedaría ligado a un comentario homofóbico para designar a un homosexual. Pese a la elegancia de la puesta en escena a cargo de un sensible realizador como David Pablos (La vida después, Las elegidas), El baile de los 41 es un relato gélido, distante e incluso tieso en cuanto a su narrativa. Una obra que parece más orientada a escandalizar con el tema y a replantear desde el pasado una visión del empoderamiento femenino de hoy y las proclamas de diversidad sexual recientes. De ahí que el personaje de Amada parezca más una feminista radical que la posible mujer sumisa que era, hija de un hombre tan dominante como Porfirio Díaz, o que otro hijo de éste: Félix (Rodrigo Virago) actúe como un acosador homofóbico, en esta nueva evocación de una nostalgia sin regreso l
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GERTRUDE STEIN: M La fuerte personalidad de la escritora estadunidense Gertrude Stein (1874-1946), forjada en sus viajes desde muy joven, su intensa relación con la que fuera amiga inseparable, Alice B. Toklas, las legendarias reuniones en su casa de París a las que asistieron grandes plumas de la literatura occidental, pero también su peculiar estilo narrativo, por ejemplo en Ser norteamericanos, son el asunto de este breve pero puntual ensayo.
E
l que Gertrude Stein escriba una Autobiografía de Alice b Toklas, y a su vez la supuesta Alice se limite a narrar la vida de Gertrude, exhibe el extraño sentido del humor que caracterizó a esta autora estadunidense, como también hasta qué punto Alice era apéndice de Gertrude. Frederic Prokosch (1908-1989), escritor estadunidense de origen austriaco que menciona a Gertrude como “Sólo veía sus espaldas, la de Gertrude ancha e imponente, la de Alice, muy estrecha, ansiosa y vulnerable.” En su libro póstumo, París es una fiesta, Ernest Hemingway, pupilo predilecto de Miss Gertie, revela algo de la relación entre estas singulares mujeres. Todos los días recibían visitantes en su casa, en el número 27 de la Rue de Fleurus, en su mayoría, escritores en ciernes buscando los consejos de Miss Stein, entre otros, William Faulkner, Thorton Wilder y, un poco tardíamente, Paul Bowles, a quien financió su viaje por Tánger. Ocasionalmente, y como fue el caso de Hemingway, quien acudió la primera vez acompañado por su primera esposa, Miss Stein atraía al visitante a un rincón discreto mientras Alice se encargaba de “entretener” a las esposas de los escritores: “Miss Stein era muy voluminosa, pero no alta, de arquitectura maciza como una labriega. Tenía unos ojos hermosos y unas facciones rudas, que eran de judía alemana, pero hubieran podido muy bien ser friulanas, y yo tenía la impresión de ver a una campesina del norte de Italia cuando la miraba con su cara expresiva y su fascinador, copioso y vívido cabello de inmigrante, peinado en un moño alto que seguramente no había cambiado desde que era una muchacha ...”
Una virgen cruda
Nacida en Pennsylvania, el 3 de febrero de 1874, Stein fue eje de las grandes obras de la novelística estadunidense de la postguerra, incluidas las propias –menos reconocidas que las de sus
Eve Gil ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Retrato de Gertrude Stein, de Félix Vallotton, 1907.
protegidos–, así como del auge del arte cubista que influyó en su escritura como sobre ninguna otra: nada de lo leído hasta ahora se parece a la escritura de Miss Stein. Hija pequeña de un ejecutivo ferroviario de origen judeoalemán de clase trabajadora, Daniel Stein, que terminaría amasando una enorme fortuna, y de Amelia, ama de casa, viajó mucho desde los tres años de edad gracias a los negocios paternos, llegando a radicar en Viena y en París, adonde retornaría en la adultez. Contemplo una escena cotidiana en el idílico retrato de la familia Stein: el padre lee como de reojo un libro que parece de contabilidad. Bertha, la mayor de las dos hijas, cabellera recogida en agobiante moño, ensimismada en un libro
que pudiera ser un cuento de hadas. De los tres varones, perfectamente acicalados, el segundo parece a punto de ejecutar una melodía con el violín mientras analiza una partitura. Detrás de Bertha, Leo, lápiz en mano, mira titubeante a la cámara, como deseando desaparecer. A los pies de la madre, que mira con cierto fastidio hacia el lente, la pequeña Gertrude, ¡inconfundible!, gordita, pelada como un chiquillo bravucón, denota ya autosuficiencia y hermetismo. En 1878 se asentarían en Oakland. Con apenas catorce años de edad, moriría su madre y, apenas dos años más tarde, el padre. Michael, el hermano mayor, tomó control de los negocios paternos y envió a sus hermanas, Gertrude y Bertha, al hogar de sus abuelos maternos, en Baltimore. Ya entonces, la fornida y sanota muchacha dio muestras de gran carácter, además de una inteligencia voraz que la
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MECENAZGO, CREATIVIDAD Y ARTE llevaría en andas hasta el exigente Radcliffe Hall, donde estudió psicología bajo la tutela de William James (1842-1910), de quien, según se advierte en la sorprendente penetración psicológica de sus textos, aprendió mucho. Poco después ingresaría a la facultad de medicina de la Universidad Johns Hopkins, pues le interesaba estudiar las circunvoluciones del cerebro. Su estancia allí, hace suponer la propia Gertrude, estuvo llena de camaradería y bromas pesadas, sus condiscípulos veían en ella a un chico más. Nunca aprendió a ser discreta, no en el sentido en que, dice en Ser norteamericanos, debe serlo una chica americana. Era, dicho con sus propias palabras, una virgen cruda. No escribió sobre su etapa de estudiante, pero sí de la miserable existencia de su criada de entonces, Leda (prácticamente inmortalizó a todas sus criadas en diversos relatos), protagonista de la primera historia de su libro Tres vidas (1909), el cual, según declaración de la propia Gertrude, escribió bajo la influencia de Trois contes, de Flaubert, que acababa de traducir al inglés. Llegó a asistir varios partos, especialmente de mujeres de color a las que nadie quería atender. Una de sus pacientes le inspira el personaje del segundo relato de este mismo libro: Melanchta Herbert. Con esta historia, a decir de Autobiografía…, iniciaría su revolucionaria técnica.
En el 27 de la Rue de Fleurus NUNCA CONCLUYÓ SUS estudios en medicina porque se le presentó la oportunidad de regresar al lugar donde más feliz se sentía, París, acompañada de su hermano Leo (1827-1947), el único de
los Stein, junto con ella, con sensibilidad artística y que terminaría siendo un prestigiado crítico de arte. Diez años después de sentar su residencia en París, Gertrude conocería a Alice b. Toklas, californiana, cocinera consumada, descendiente de gitanos, tres años menor que ella. Fue su secretaria, escritora ella misma (escribió, como en su falsa autobiografía, acerca de su vida en común con Gertrude) y dicen que también amante, aunque en el libro que nos ocupa no se menciona una relación de esa naturaleza. Fue, ante todo, la mejor amiga de esta mujer que se caracterizó por tener un millón de amigos. Gertrude, Leo y Alice deciden unir talentos (Gertrude, la conversadora; Leo, experto en arte; Alice, la mejor cocinera del mundo) y convertir su casa del 27 en la Rue de Fleurus, muy cerca de los Jardines de Luxemburgo, en un lugar de reunión para artistas. Su residencia parisina llegó a ser un auténtico museo. Asimismo, financió a algunos jóvenes escritores, detalle que omite en su autobiografía encubierta. Tampoco se ahonda en aquel primer encuentro que debió ser decisivo para las dos mujeres y tuvo lugar en la casa de la escritora, hasta donde Leo llevó a Alice. Simplemente Alice no volvió a salir de ahí. A pesar de codearse con la gente más crochable, Gertrude nunca dejó de ser la típica estadunidense que gusta de la ropa cómoda y holgada. No se explicaba el gusto de las mujeres por comprar vestidos. Consideraba, incluso, que los escritores no debieran casarse porque se gastaba demasiado dinero en vestir a las esposas. Hablaba un francés con mucho acento, pero prefería mil veces Europa a su propio continente. Fue una
La tierra natal (fragmento)* Gertrude Stein
S
iempre he querido escribir sobre cómo un estado difiere del otro. Es tan extraño que los límites sean líneas marcadas en papel, nunca pude dejar de regocijarme por la manera en que las líneas marcadas en el papel separan un estado de otro. Ohio de Indiana Kansas de Nebraska Tennessee de Alabama, siempre me da un estremecimiento de placer el mapa norteamericano y sus líneas rectas y lo comparo con cualquier otro en la manera en que están trazados nada nítido claro y limpio como los mapas de los Estados Unidos. Bueno esa es la forma en que la tierra se me apareció mientras volábamos a Chicago. Todos vinieron y me hablaron los pilotos y las azafatas y luego yo fui al lugar del piloto y hablé con ellos y me senté en uno de sus asientos e hice mover un poco el volante y todo era asunto agradable pero sobre todo al mirar hacia abajo y encontrar la verdadera América. Líneas rectas y secciones marcadas, y las líneas montañosas de Pensilvania muy derechas, me dio
la razón que yo siempre haya estado con el cubismo y todo lo que siguió después. Nada hay que yo haya jamás visto u oído en Europa tan romántico para mí como cuando en Oakland California cuando yo era joven íbamos a la estación de ferrocarril sólo para tomar un tren local ordinario y el hombre decía en voz alta no a nosotros sino a un montón de otros por aquí se va a todos los puntos del este. Es para mí todavía un romance el partir para todos los puntos del este o del oeste o del sur o del norte y cada uno de ellos una ciudad diferente y un estado diferente y todos ellos americanos Nos dijeron que los modernos edificios altos habían sido inventados en Chicago y no en Nueva York. Esto es interesante. Es interesante que lo hicieran donde había mucho terreno para construir y no Nueva York en donde es estrecho y así debe ser alto por necesidad. Elegir es siempre / PASA A LA PÁGINA 10
gran escritora, pero mejor lectora. Según cuenta, leía tanto que temía agotar de pronto todas las lecturas del mundo. Detestaba las máquinas de escribir. Escribía en libretas económicas y Alice se encargaba de transcribir los manuscritos en una imponente Smith Premier, y era la única persona a quien Gertrude le permitía participar de la corrección de sus textos, aunque Hemigway afirma haberle metido mano a Ser norteamericanos. Hace alusión al estilo “formidable”, pero
/ PASA A LA PÁGINA 10
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actúa respecto a él con la misma ingratitud con que ha sido tratada por las mujeres de su entorno, que en el fondo envidian su belleza, su inteligencia –“vagaba al borde de la sabiduría”– y su libertad.
Con Alice hasta el final
Alice b. Toklas y Gertrude Stein en el escritorio. Foto: Man Ray.
VIENE DE LA PÁGINA 9 / GERTRUDE STEIN...
prolijo y cargado de repeticiones, “que un escritor más concienzudo y menos gandul hubiera tirado a la papelera” y se refiere en particular al relato de Melanchta, extraordinario experimento de estilo que magnificaría con Ser norteamericanos. Leído en voz alta, el texto adquiere el ritmo y la velocidad de un rap. Gertrude se compenetra, sin duda, con la naturaleza de su protagonista, una negra “casi blanca” llamada Melanchta, cuyo temperamento autosuficiente y libre recuerda en mucho al de la blanca “casi negra” Gertrude Stein. Melanchta vive para los demás, como en cierto modo vivió la propia Gertrude. Es una amiga leal, que renuncia a sus propios intereses para cuidar de su madre y de amigas que nunca aprecian su sacrificio. Paradójicamente, al enamorarse de un joven médico que le corresponde, Melanchta
Stein fue eje de las grandes obras de la novelística estadunidense de la postguerra, incluidas las propias –menos reconocidas que las de sus protegidos–, así como del auge del arte cubista que influyó en su escritura como sobre ninguna otra: nada de lo leído hasta ahora se parece a la escritura de Miss Stein.
LA ESTRUCTURA DE Ser norteamericanos remite inevitablemente a la de la Biblia, aunque en la biblia steiniana se restringe a un Génesis interminable que intenta explicar cómo se conformó el país que desde entonces fue llamado “América”, quizá porque, desde siempre, sus ocupantes han permanecido ajenos al resto del continente (el título original es Making americans, “haciendo americanos”). Por momentos, el vocabulario pareciera restringirse a unas cuantas palabras clave para entender el proceso mediante el cual los emigrantes edifican su identidad híbrida, “americana”: naturaleza (algo en lo que los personajes creen devotamente), repetición (que se manifiesta en la repetición incesante de las historias que empiezan y concluyen una y otra vez), impaciencia, ajeno, individualidad, importancia. Tal y como señalaba Prokosch, la autora empieza a contar una misma historia, una y otra vez; la deja suspendida y, al retomarla, la termina abruptamente. Así, entonces, Gertrude inicia una y otra y otra vez las historias de diversas familias relacionadas entre sí, la relación entre familias de la clase acomodada y sus sirvientes, institutrices y modistas, y a través de la vinculación entre “superiores” e “inferiores” se van creando jerarquías entre personajes que llegaron a esa tierra en idénticas condiciones. Gertrude elaboró Autobiografía de Alice b. Toklas prácticamente desde su lecho de muerte, aunque, a decir de Alice, ni siquiera entonces dejó de reír pese a la agonía que debió significar un cáncer estomacal. Junto con Alice recorrió frenéticamente Europa en busca de un refugio durante la primera guerra mundial, para retornar al punto de partida: el 27 de la Rue de Fleurus, donde habría de morir, a los setenta y dos años de edad, el 27 de julio de 1946. Alice sobrevivió veintiún años a su entrañable compañera l
VIENE DE LA PÁGINA 9 / LA TIERRA NATAL...
más agradable que cualquier cosa necesaria. Yo no tenía idea de que arrojaran tan hermosa luz gris y oscura en la ciudad de noche pero lo hacen. Quiero decir las luces. La iluminación de los edificios en Chicago es muy interesante y además me gustó el anuncio de danza que tenían al fin del comienzo de todo tenían una pieza y figuras que bailaban solemnemente bailando y de día era el día y de noche era la noche y yo nunca me cansé de verlos. La sombría luz gris de los edificios y las simples solemnes figuras mecánicas bailando, había otras cosas que me gustaban pero eso fue lo que más me gustó. Chicago puede haber pensado primero pero Nueva York los hizo más altos y más largos. Fue el Rockefeller Center que me agradó más y estaban construyendo el tercer pedazo cuando partimos de Nueva York tan tranquilamente tan silenciosamente y tan rápidamente, y cuando regresamos ya era tanto más alto que no les había llevado ni un minuto terminarlo prontamente. No es que sean delicados, los rascacielos, ni ligeros ni finos sino que es algo que hace la existencia algo real no existente. Alice Toklas dijo que no es la
manera en que irrumpen en el aire sino la manera en que surgen de la tierra es lo que cuenta. Los edificios europeos se asientan en la tierra pero los americanos salen de la tierra. Lo que me gustó más fue ir a la región de Salt Lake, era como ir al fondo del océano sin ninguna agua y yo estuve muy satisfecha después de todo es bueno saber la diferencia entre el océano con agua y el océano sin agua. Después de todo es una satisfacción saber que un océano es interesante aunque no tenga agua en su océano, como alguien que Alice Toklas solía conocer y solía decir Lizzie tú sabes Lizzie lo que quiero decir. Pero eso fue lo que no me gustó y además la barrera en donde termina y además las planicies las altas planicies para el ganado de las que siempre nos cuentan en las historias de vaqueros y además gradualmente bajando, no había mucho pasto allí pero así pasa con los Estados Unidos resultan tan interesantes sin agua o con demasiada agua o sin océano o sin pasto allí, eso es lo que me gusta de los Estados Unidos. …no parecía haber ningún habitante en Virginia. Era el único lugar de los Estados Unidos en donde
no había casas ni gente para ver, había colinas y bosques y la tierra roja con la que estaban hechos y no había ni casas ni gente para ver. Por supuesto, cuando lucharon allí lo habían llamado wilderness, el inmenso desierto, la campaña del desierto, pero no me había dado cuenta de que casi toda Virginia era así, después de todo las novelas la hacen parecer habitada, las historias de ella la hacen resonar habitada pero hubo por supuesto los días y los días de lucha en el desierto y yo nunca había pensado en esto. Y entonces me preguntaban qué pensaba yo de Virginia y dije que pensaba que estaba deshabitada, y todos ellos escribieron sobre esto que si yo quería decir espíritus de otros o si quería decir algo más y yo no quería decir nada sino que estaba deshabitada. El resto de los Estados Unidos había estado muy habitado mucho más de lo que esperaba, caminos y campos estaban habitados en la forma en que se veía el país tan habitado pero no en Virginia pero no en Virginia l * Editorial Novaro, México, 1966, traducción de Luis Guillermo Piazza.
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UNA RELECTURA DE EMILIO CARBALLIDO E Tema y Variaciones de Literatura, número 55, Universidad Autónoma Metropilitana Azcapotzalco, México, 2020.
Miguel Ángel Quemain |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
milio Carballido, el narrador, el dramaturgo es el epicentro de las reflexiones de un conjunto de académicos y críticos convocados por la revista Tema y Variaciones número 55, de la uam Azcapotzalco, coordinada y presentada por Alejandro Bullé Goyri y Vicente Francisco Torres. Aunque pareciera que el dramaturgo ha opacado su voz de narrador, este número demuestra lo contrario. Incluso las referencias a su trabajo como guionista cinematográfico abren una veta, esa sí inexplorada y que ofrecería la posibilidad de entender una emboscadura literaria en el cine nacional tan catalogado, pero todavía carente de una mayor acometida crítica. Alejandro Bullé Goyri es una presencia singular en el mundo académico teatral. Es un académico que posee un patrimonio cultural muy amplio lo cual le permite una mirada sobre el teatro donde lo escénico es un fenómeno total y no queda paralizado ni en la dramaturgia ni en el recuento memorioso de unos cuantos montajes. Esas cualidades le permiten pasar revista a la crítica precedente, reconocer y homenajear el trabajo crítico y documental de Socorro Merlín, que es importante reconocer y agradecer por su hondura y rigor, y la autoridad enorme de Armando Partida para ubicar la convergencia de los múltiples legados de Carballido. Es un número novedoso por su expresión de gratitud y capacidad de reconocer el trabajo crítico que lo precede, comentarlo, reinterpretarlo y poner al alcance fuentes que no deben ni obviarse ni olvidarse. Bullé Goyri pone bajo la lupa las posibilidades de reinterpretación teórica de las visiones de y sobre Carballido, que se complementan con las estupendas aportaciones de Socorro Merlín y Armando Partida, pero también siembran aspectos polémicos con la aportación de Domingo Adame sobre Carballido y la 4t y la aportación de Itzel v. Camarillo, que lo libera de las etiquetas del costumbrismo para colocar su teatro en una dimensión política y documental que se le había regateado.
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Varios de los colaboradores tienen lazos primordiales entre dramaturgia y narrativa (Tomás Bernal Alanís y Javier Galindo Ulloa, de la uam), pero es importante diferenciar al teatro de otras disciplinas literarias bajo la lupa académica. Quien conozca el trabajo de Bullé Goyri sabrá que sus clases y sus orientaciones tienen el poder modelador y estimulante de un taller donde no sólo se estudia el teatro, también se vive a través de la lectura en voz alta, que termina por convertir el teatro en adoratorio. Y ese es un mirador también de este número. Sería muy parcial no reconocer una pasión de orden y manifestaciones distintas en Vicente Francisco Torres. Sin embargo, hay otra expresión de la inteligencia y la serenidad diferente en el caso del análisis de la narrativa. La aproximación que hace aquí de Carballido también es una convocatoria a su relectura y su reedición. Tema y Variaciones número 55 (Semestre ii, juliodiciembre 2020, uam Azcapotzalco División de Ciencias Sociales y Humanidades), enfrentó un retraso significativo a causa de la pandemia, que de por sí caracteriza a la mayoría (no exagero, de verdad) de las publicaciones académicas fuera de las fechas de portada. Sin embargo, no es tan grave como los peligros que ha enfrentado en los últimos años amenazada con la posibilidad de no ver la luz en papel. Tema y Variaciones este año cumplirá tres décadas de existencia y es una de las publicaciones críticas y literarias más importantes en nuestra lengua. El primer número, coordinado por Antonio Marquet, integrado por presencias entrañables, la mayoría ya ausentes, tiene al teatro como carta de presentación. Margarita Villaseñor abre el primer número con un texto al que Bullé Goyri le da crédito treinta años después: “El teatro en México en la década de 1950”. Un número que tiene dos presencias: el teatro, con Beckett, y la narrativa, con Graham Greene. En fin, merecería mayores apoyos y la celebración continúa de sus páginas con todo y ese tiraje tacaño de qunientos ejemplares. Carballido regresó (en Navidad, el fce puso en línea un cuento suyo) y saluda al 2021 l
Emilio Carballido, marzo de 2005. Foto: La Jornada / María Luisa Severiano.
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12 27 de junio de 2021 // Número 1373
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CUENTOS DE UNA VERDAD EXTRAÑA Tipos de interés, José Cenizo Jiménez, Vitrubio, España, 2021.
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n libro llegó a la época de pandemia en 2020 bajo el título de Tipos de interés, aunque apareció en 2021. Se trata de unos cuentos breves de una magia extraña, atípica, sonora, luminosa, que crea una atmósfera en la que los personajes viven en un mundo trepidante y con intensidad inusitada. Este libro de relatos es del flamencólogo, profesor, poeta y narrador José Cenizo Jiménez, sevillano de Paradas, y uno de esos creadores que han mitificado la escritura y siempre que acceden al acto productivo de la creación lo hacen con magia y respeto, como si las palabras fueran objeto de sacralización. Su prologuista, Rodríguez Almodóvar, uno de los mejores escritores españoles de cuentos y de literatura infantil y juvenil, dice que percibe en los personajes de José Cenizo que lo raro es vivir. Y es verdad, el milagro de la vida da unos resultados insólitos y ahí radica la magia de la literatura, en esos personajes atraídos por una verdad extraña, la suya, que es única e intransferible. Cada personaje posee una calidad de vida extraordinaria. Por ejemplo, la niña de “El tren de los jueves” es un evento milagroso, coherente, es un juego construido con muy pocas palabras que alcanza dimensiones grandiosas. Y El hombre que miraba la fotografía y preveía la muerte cuando desaparecían las imágenes de esa persona, o la del Condenado a muerte que pidió como último deseo que le dieran tiempo para leer veinticinco páginas que le faltaban para terminar un libro, u otra, la del
libro que se comió al abuelo. También me interesó mucho la historia de El huérfano, la de Un tipo normal y las de El hombre que no se podía enamorar o El señor de los pájaros. José Cenizo ha publicado su libro recientemente en Vitrubio, de la mano de José Méndez, un editor inteligente y sensible, que sabe de literatura. Estamos ante un género difícil y poco comercial, pues el público no ama la literatura sino los libros comerciales del tipo cómo hacerse millonario en una semana o cómo ser feliz en quince días. La literatura que llena los escaparates de las librerías es de autoayuda, de espadachines, de romanticismo huero, pero los clásicos están ausentes siempre. Y ésos precisamente son los que nos ayudan a sobrevivir, aunque la gente no lo sepa. El libro Tipos de interés es de los que nos asisten en la vida, sobre todo por su calidad, por su originalidad y por su buen gusto. Enhorabuena a José Cenizo. Ya esperamos su próximo libro l
Antonio Rodríguez Jiménez |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
En nuestro próximo número
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA
EL PORVENIR DE
LA DANZA EN MÉXICO
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 27 de junio de 2021 // Número 1373
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Las rayas de la cebra / Verónica Murguía
Mala fama SIEMPRE, DESDE NIÑA, me ha parecido raro e incómodo cuando la gente vuelve del extranjero y dice cosas como: “En Francia [o cualquier país] quieren mucho a México”, como si México, con sus casi dos millones de kilómetros cuadrados e inabarcable variedad humana, fuera un amable señor de bigotito, sombrero charro, voz de Pedro Infante e ingenio cantinflesco. A ese señor, que no existe, lo quieren en todo el mundo, desde los talibanes hasta los suecos, desde Rusia hasta Ciudad del Cabo. Simplemente, no sé por qué se dice o se repite y tampoco sé por qué me avergüenza. Tal vez porque sospecho que esas mentiras son una parte sustancial de lo que nos impide vernos con claridad en el espejo y tratar de corregir el rumbo. Esa idea de que a “México lo quieren…” tiene su lugar entre otras igualmente fantasiosas como: “El Himno Nacional mexicano es el segundo más bello después de la Marsellesa”, pues nadie jamás hizo el concurso en el que el himno habría obtenido la medalla de plata y, la otra, que afirma que “la comida mexicana es la tercera más sabrosa del mundo, después de la francesa y la china”. Cualquiera que se aventure en las aguas pestilentes de internet, aun en los remansos más apacibles y potables, encontrará declaraciones absolutamente absurdas acerca del lugar que ocupa México en el planeta. Si un día alguien desea comprobarlo puede asomarse, por decir algo, a un concierto de Juan Gabriel. En los comentarios leerá las posturas más temerarias: “¡El mejor músico de la Historia, viva méxico!”, “¡Mejor que Queen, que acdc, viva méxico!” Todas desbordantes de un injustificado sentimiento de superioridad. Somos los mejores para parrandear, bailar, comer, hacer el amor, beber habanero en licuado y mentar madres. Nadie se burla de la muerte como nosotros (una revisión rápida de las mitologías del mundo desmentirá esto ipso facto); nadie es más hospitalario que nosotros (que le pregunten a los migrantes que atraviesan este país padeciendo a diario los maltratos más crueles); nadie es más que nosotros y, de nuevo, viva méxico. En abierta oposición con este optimismo, me temo que he leído, en los últimos meses, una cantidad de novelas y relatos en los que este país es visto con auténtico horror. En China, el inspector Lu Fei (el libro se titula Ladrón de almas) al enfrentarse a un feminicidio especialmente horrible, comenta que es un crimen tan brutal como los que suceden en México. En el libro Cristales que caen, de Adrian MacKinty, el villano, un ruso de las fuerzas especiales que peleó en Chechenia, no puede vivir en el mundo normal. Es adicto a la adrenalina, a la violencia, a la crueldad. ¿Dónde se siente a gusto este señor? Pues matando mexicanos en México a las órdenes de un jefe. Fuera de ciertos errores en las descripciones, como la noción de que en cualquier parte del país se puede destilar mezcal, se puede asegurar sin sombra de duda que el autor sabe de qué habla cuando describe las masacres. En la página de McKinty en Audible, hay un comentario de una persona que, al escuchar la escena mexicana, abandonó el libro. En el improbable Bangok Buckaroo (El vaquero de Bangok), de Steve Rosse, el dueño de un bar sin seguridad ni cadeneros responde, cuando le preguntan cómo le hace para que no los asalten, que el cantante del trío que ameniza las noches era guardia personal de el Chapo. Que la fama de la maldad de los narcos mexicanos en Asia es muy grande y que no hace falta más. Esto sólo en la ficción de detectives. En libros más serios, la fama de nuestro país es aún más triste. Y aquí seguimos, con un gobierno que prefiere resaltar los comentarios en contra del presidente, que escuchar a las víctimas de la violencia, que en los dos años del cambio que esperábamos han crecido de forma vertiginosa. Puedo afirmar, contrita y avergonzada, que en el mundo ya no quieren mucho a México. Más bien, se le teme y con razón. Pobres de nosotros l
Derecha: portada de Paso de Gato (núm. 51). Izquierda: imagen del cartel de Hombruna.
La otra escena / Miguel Ángel Quemain
Una vía láctea llamada Richard Viqueira BOZAL ES UNA obra que resulta de una larga gestación cuyas metamorfosis equivalen al desarrollo de un capullo, por sus complejas metamorfosis. Pero no sólo es la ingravidez, pues tiene la fuerza flexible del bambú, que parece uno de los signos de identidad de este director y dramaturgo, intenso y poderosamente seductor. No se pueden correr tantos riesgos si el aura de Richard Viqueira no hiciera sentir protegida y cómoda, llena de promesas, a esa tribu (Kraken incluido) que parecen conformar sus cruzados, sean en un pequeño grupo como en Bozal o en un monólogo que bordó sobre el cuerpo de su amada, hasta virilizarlo en una androginia tan convincente y poderosa que provocó la compasión más profunda y un terror sin nombre gracias a ese transformer en el que (se) convirtió Valentina Garibay, en Hombruna, otra astronauta en la vía láctea de Viqueira. Si estuviera en una latitud más salvaje, la obra ya hubiera perdido a algunos espectadores por desperfectos en los columpios que suben y bajan para contemplar una escena que se aleja, se acerca y cambia de perspectiva mientras bajan y suben esos balancines asépticos y seguros que “no debes oscilar”, según te prescriben más en un tono de advertencia que de sugerencia los atentos asistentes, que le han arrebatado su función a los acomodadores del recinto, quienes observan desde lejos la belleza de ese cosmos de maqueta que tanto ha fascinado a los fotógrafos de la obra. Me imagino que el Viqueira niño (por más que hubiera estado influido por El principito y la ternura a la que invitó el astronauta Neri Vela, quien convocó a que arte y ciencia vayan de la mano o perseguir nuestros sueños; sólo faltó que nos aconsejara: nunca dejen de ser
niños) tenía en la mente este universo que ha ido construyendo. No se puede tener una mente edificante y construir esos abismos, ese dolor animal y ese vértigo que logra, acompañado de un conjunto de actores premiados con una dirección arriesgada que los pone en vilo y al filo de sí mismos, y ha dejado atrás el impecable Bozal poético que estrenó en papel en Paso de Gato (núm. 51). A un actor lo despoja y a otro lo inocula. Es el arte de Viqueira: colocar contenidos en el interior de un actor y también exhibir su interioridad, poniéndola de cara a su propio pudor, que es el suyo y el nuestro. Uno completamente enclaustrado en su inútil traje de astronauta, el otro prácticamente desnudo, vestido con unos tirantes de cuero y rodilleras émulos del bdsm, capturado al modo del shibari, que en medio de las ataduras exhibe y crea un close up de sus genitales. Un sexo necesario en el concierto, que en perspectiva siempre aparecerá disminuido, como la memoria que guardaremos de ese pene retraído que empequeñece su escroto ennegrecido, abultado y apretado en un trasero simiesco a lo Jodorwsky. Un núcleo actoral (Omar Adair, David Blanco y Ángel Luna) que es una constelación inolvidable. Dos viajeros en el tiempo y en el espacio de sus recuerdos y sus imaginaciones aparecen sometidos por el azar del accidente al encontrarse en ese desencuentro cósmico, atávico, primordial, en el que han sido brutalmente colocados como el astronauta ingenuo que se la pasa con su guitarra jugando a la ingravidez, con los pies bien puestos en el piso, compartiendo nuestra certeza: cuando acabe la función descenderemos y la esperanza de que alguien nos deje olvidados allá arriba sea la desilusión de nuestra noche l
LA JORNADA SEMANAL
14 27 de junio de 2021 // Número 1373
Arte y pensamiento
Galería / Guadalupe Calzada Gutiérrez
Marguerite Yourcenar, la sirena y el laberinto “YOURCENAR” ES UN anagrama de Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislaine Cleenewerck de Crayencour. Ella es una de las pocas mujeres que han abordado la literatura griega con tanta belleza y precisión. Con trazos delicados y fina escritura, Yourcenar emerge de la inmensidad del tiempo para envolverse en el vértigo del conocimiento. Desde muy pequeña ingresó al estudio de los clásicos griegos, que se convirtieron en su pasión, además de viajar y escribir. Poeta, novelista, ensayista, traductora y gran humanista, nos muestra, a través de sus obras “el hondo color del agua de la tarde”, para escuchar el canto de las sirenas en el silencio del mar. “Me acosté lentamente en la playa de arena/ donde el mundo se gasta con áridas dulzuras/ y a la hora asombrada en que los astros nacen/ del nácar de sus sueños sobre sus cuerpos largos/ vi venir hacia mí mis hermanas Sirenas…” Su primer volumen de poemas fue El jardín de las quimeras (1921); al siguiente año publicó otra colección titulada Los dioses no han muerto y posteriormente Fuegos. Aunque su poesía no es tan conocida como sus novelas, en ella pone de manifiesto su amplio conocimiento de los mitos griegos. Su primera novela fue publicada en 1929: Alexis o el tratado del inútil combate. En esta obra, Yourcenar aborda con maestría un tema tabú: la homosexualidad. Polémica e innovadora, es el retrato de una voz, la de Alexis, que confiesa en una carta a su esposa, su inclinación sexual: “Si es difícil vivir; es aún mucho más penoso explicar nuestra vida.” Indudablemente, la novela por la que es más conocida es Memorias de Adriano, donde relata la vida y la muerte del emperador romano (siglo II aC). Con frases precisas y profundas, la autora reflexiona acerca de la política, la vida y la muerte, la sociedad y el amor. Así, pone en boca del emperador las memorias, dedicadas a su nieto Marco Aurelio: “El frote de dos parcelas de carne no define el fenómeno del amor así como la cuerda rozada por el dedo no explica el milagro infinito de los sonidos” o cuando expresa: “Nuestro gran error es intentar obtener de cada uno en particular las virtudes que no tiene, y desdeñar el cultivo de las que posee.” De este modo, “un hombre que lee, que piensa o que calcula, pertenece a la especie y no al sexo; en sus mejores momentos llega a escapar de lo humano”. En la novela Opus nigrum narra la vida de un médico y alquimista del siglo XVI, de nombre Zenón. Como en Memorias de Adriano, narra con maestría una historia de estilo clásico, ubicada entre en la Edad Media y el Renacimiento. Muestra al lector los dilemas y angustias que debe superar un hombre sabio, humano y libre, como el filósofo Campanella, tal vez Giordano Bruno o Paracelso, grandes estudiosos de la alquimia y perseguidos por sus ideas tan adelantadas a su época. También se ha dicho que Yourcenar creó el personaje de Zenón pensando en su padre, Michel-René Clenewerck de Crayencour, hombre aristocrático y culto, quien le enseñó latín y griego clásico. Escribió teatro y tradujo obras de Virginia Woolf, Henry James y Constantino Cavafis. Es muy conocido el ensayo Mishima o la visión del vacío, fruto de las extensas lecturas de la obra del escritor japonés Yukio Mishima. Considerada una escritora clásica, se adentra en el laberinto de la vida para colmar su oquedad y encontrar “a lo oscuro, por lo más oscuro; a lo desconocido, por lo más desconocido”. Marguerite Yourcenar murió el 17 de diciembre de 1987, pero sigue viva en sus obras. “El amor inmortal –canta como en un epitafio para sí misma- corre en la lejanía/ de la sangre, y no turbaré con mi alegría/ la cita infinita de la tierra y la muerte” l
De vuelta en la caverna Yolanda Pégkli
Ni siquiera ciega exijo rozar con la mano el espacio que me toca al caer y caer aquí, o porque nací bajo la constelación del luto creer que así como al abrir la puerta se aplastan las veinticuatro horas de mi día y mi casa así como arrastra Cristo la voz sobre mi cama de su garganta salga a tomar aliento la petunia y si no duermo con un ojo abierto algún astuto (salvaje, mundo salvaje) encima me roba los zapatos
tengo derecho a circular aire clandestino envenenado a no confiar más que en la inclinación del suelo cuando mucho en una vela de sebo, o anulando los trayectos dentro de la ciudad refugiarme en la naturaleza con las serpientes aladas
dragón de segunda clase
que no asusta ni a los niños
Yolanda Pégkli (Atenas, 1934) es autora de catorce libros de poesía, traductora, crítica literaria y ensayista. Ha recibido numerosa distinciones, entre ellas, el Premio de Poesía de la Universidad de Atenas (1971), el ii Premio Estatal de Poesía (1972), y el Premio Kostas y Eleni Ouranis de la Academia de Atenas (2002). Es miembro de la Sociedad Griega de Escritores y poemas suyos han sido traducidos a nueve lenguas. Versión de Francisco Torres Córdova
Arte y pensamiento Bemol sostenido / Alonso Arreola
t : @LabAlonso / ig : @AlonsoArreolaEscribajista
Nos han regalado una colección de discos NO ES LA primera vez que llega a nuestras manos la colección de vinilos que alguien deja atrás, sea por llegar a una casa en la que ya no habrá tocadiscos; sea por herencia o por simple abandono. ¡Incluso hemos recibido algunos de nuestros lectores en este espacio! Uno envió varios del compositor y director italiano Ritz Ortolani (casi todos firmados y dedicados); otro nos dio algunos de tango en pasta para nuestro gramófono. En todos los casos, ciertamente, se ha apoderado de nosotros un pudor extraño pues nos sentimos usufructuando una particular intimidad. No pasa lo mismo cuando los compramos en algún tiradero, tienda de antigüedades o bazar de viejo. Allí se han mezclado y olvidado de sus dueños. Cuando te alcanzan agrupados, sin embargo; cuando vienen juntos por el dedicado esfuerzo de alguien, entonces los discos nos parecen un grupo de huérfanos soñando buenos padres. La responsabilidad nos embarga y prometemos no separar a los hermanos, incluso si alguno padece alguna enfermedad rítmica desagradable. Dicho eso, la colección que tenemos enfrente es de lo más interesante. Su variedad denota gustos variopintos adquiridos en etapas diferenciadas de la vida, en viajes, complicidades de importancia, amores, cine y literatura. ¿Usted cree que todo gusto se construye de la misma manera? No es así, lectora, lector. Hay colecciones que provienen del cariño que se le tiene a otras personas, verbigracia. Hay objetos que se acumulan por puro impulso (mentiras que le decimos a quien deseamos ser). Los hay coyunturales, apegados a una moda pasajera. Pero hay acumulaciones harto diferentes. Las colecciones que se desarrollan como un tumor solitario, siguiendo un mismo patrón, creciendo como una madeja de obsesivo estambre, son lineales. Esas terminan con numerosos títulos de un mismo perfil, acomodados en orden alfabético, cada uno protegido por una funda especial. Casi sin uso. Pero no. Esta colección de la que hablamos exhibe momentos inusuales. Hay el suficiente maltrato en los cartones, algunos importados, otros nacionales, otros venidos del fondo del Mediterráneo. ¿Podemos equivocarnos? Sí. Pero divierte reconstruir personas con su banda sonora. La ventaja es que conocemos bien al tipo que nos la dio. Luego le preguntaremos bajo qué circunstancia, si lo recuerda, fue que llegó a sus manos esa legendaria edición del Köln Concert, de Keith Jarret; o los grandes hits del Flaco de Oro, Agustín Lara, cuyo disco se encontraba entre dos álbumes de The Police: Synchronicity y Zenyatta Mondatta. ¿Acaso fue por una cruda vestida de melancolía ‒o por la complicidad de alguien con quien cohabitó‒ que llegó a su estantería la magia de Los Panchos? ¿Qué hay de la Estudiantina de la Universidad de Guanajuato? ¡Eso no lo esperábamos! Entendemos la presencia de Pink Floyd (Wish You Were Here), Dire Straits (Brothers in Arms), Dylan (Real Live), Yes (Close to the Edge), Emerson, Lake & Palmer (Tarkus), Bruce Springsteen (Born in the usa) y Cat Stevens (Cat Stevens). También celebramos la presencia de Vangelis, Pat Metheny, Charlie Parker y Dave Brubeck (claro, el Take Five), así como numerosas piezas de la Deutsche Grammophon con directores como Karajan y Solti. Empero, dado su oficio de poeta, quisiéramos saber más sobre su gusto por Serrat, Sinatra, Manzanero y Carrillo, así como por las maravillas que para bailar giraron en su tornamesa desaparecido: danzoneras y cha cha cha. Finalmente, lo que más nos intriga ‒le preguntaremos también‒ son tres discos del Cuarteto Da Capo dedicados a la música contemporánea y editados por la Universidad Metropolitana (dos aún sin abrir). En ellos suena la obra de Lavista, Halffter, Ibarra, Muench y varios más. Estamos por escucharlos justo ahora, agradecidos por la oportunidad de revivirlos mientras imaginamos cuándo nos tocará a nosotros deshacernos de ellos para oídos del mañana. Mientras tanto los cuidaremos. Haga lo mismo si puede, pues lo digital no se mira, ni se huele, ni se palpa. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana l
LA JORNADA SEMANAL 27 de junio de 2021 // Número 1373
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Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
De cine complaciente y cosas peores (i de ii) QUIENES EN DÍAS recientes se hayan asomado a este espacio, de seguro advirtieron que los filmes abordados presentan, entre otras, una constante: Ahí te encargo, (Salvador Espinosa Orozco) Sin hijos (Roberto Fiesco) y Dime cuándo tú (Gerardo Gatica) –todas producidas en 2020–, por mencionar sólo un trío, adolecen de uno de los peores males que pueden aquejar a una película que, más allá de generarle ganancias a sus cometedores, también tenga la intención de valer la pena: son complacientes hasta la náusea. Innegable, deliberada y, en más de un caso, monumental, dicha postura complaciente pareciera ser mucho más que un recurso guionístico, argumental, para levantarse hasta la altura de una conceptualización; en este caso, de la vida cotidiana, los deseos, las aspiraciones, gustos, preferencias y postura vital de esa porción de la sociedad conocida –con sus más y sus menos— como clase media. Apelando al sentido estricto de los términos “complaciente” y “conceptualización”, vistos en conjunto filmes como los antes mencionados, a los que bien pueden sumarse Solteras (Luis Javier Henaine) y Lady Rancho (Rafael Montero) –ambas de 2019, de las que se hablará más adelante en este espacio–, puede afirmarse que los cinco tienen en común el hecho de ser conceptualizaciones audiovisuales, representaciones fílmicas de una idea tan abstracta, interpretable, discutible y, en fin, inaprehensible como es “bienestar”; sólo que, en razón de la necesidad narrativa de completar un relato en el lapso relativamente breve que va de una hora y media a dos, como promedio, el concepto de “bienestar” es reducido –quizá sea más preciso decir cercenado– a la simple insistencia en postular, argumentalmente, la eliminación progresiva, casi mágica de tan forzosa, de su antónimo: el malestar.
La inexistente realidad EXPRESADO DEL modo más sintético posible, vale sostener que Ahí te encargo, Sin hijos, Dime cuándo tú, Solteras y Lady Rancho tienen como tema de fondo el deseo: en la primera, el protagonista quiere tener un hijo; en la segunda, la coprotagonista quiere una pareja sin hijos; en la tercera, el protagonista quiere una novia; en la cuarta, la protagonista quiere un marido y, finalmente, en la quinta la protagonista no lo sabía, pero cuando por fin lo obtiene se da cuenta de que en el fondo lo que quería era un novio. Deseo, pues, pero expuesto tal como si dicha pulsión vital no pudiera sino ceñirse al circuito psicológico-emocional de la vida sin pareja –el malestar– que, por indeseable,
mueve a los protagonistas a hacer cuanto esté a su alcance para instalarse en la vida con pareja –es decir, el bienestar objeto de su deseo. Respecto a la perspectiva complaciente desde la cual dichas historias son desarrolladas, es preciso señalar un aspecto de obviedad –o naturalidad– sólo aparente que, en el fondo, opera como elemento distorsionante de la realidad a la que, se supone, busca re-presentar: el mundo en el que viven, desean y actúan los personajes de estas cintas, el contexto en el que se desenvuelven, es invariablemente una suerte de Paraíso Terrenal del que toda preocupación material ha sido desterrada y, si alguna profesión u oficio desempeñan, resulta poco menos que intrascendente para efectos de su asedio único: dejar de estar/sentirse solos en virtud de la obtención de una pareja de vida. Tan lejos como si de otra galaxia se tratara queda el entorno social: no hay aquí, ni siquiera a modo de alusión, ya no se diga de elemento condicionante, nada que recuerde aspecto alguno de la realidad económica, cultural, ¿política? –quién sabe qué será eso. Los personajes no lo dicen, pero los demiurgos de sus universos de ficción les han conferido una postura vital tácita que los hace hablar y comportarse de tal modo que, de ellos, sólo puede pensarse que son de un egoísmo gigantesco y sin fisuras: si algo no afecta a mis propósitos, no sólo no importa sino ni siquiera existe. (Continuará.)
LA JORNADA SEMANAL
16 27 de junio de 2021 // Número 1373
La canción endurecida de Giorgio Caproni Giorgio Caproni (Livorno, Italia, 1912-1990) es una de las figuras centrales de la poesía italiana del siglo xx, autor, entre otros, de los libros Il muro della terra (1975) y Il franco cacciatore (1982). A los diez años se trasladó con sus padres a Génova, donde estudió música y aprendió a tocar el violín. El interés por la música no lo abandonó nunca, hasta el punto de convertirse en una característica fundamental de su producción poética, de la que llegó a decir que era “como una canción endurecida”. Caproni tradujo del francés a Louis-Ferdinand Céline, Charles Baudelaire y a Paul Verlaine. Al mismo tiempo, mantuvo una relación cercana con los poetas Mario Luzi, Eugenio Montale, Piere Paolo Pasolini y, sobre todo, con Camillo Sbarbaro, de quien heredó toda su correspondencia.
Hojas Cuántos se fueron… Cuántos. ¿Qué quedó? Ni siquiera el aire. Ni siquiera el rasguño del rencor o el mordisco de la presencia. Todos se fueron sin dejar rastro. Como no deja rastro el viento en el mármol por donde pasa. Como no deja huella la sombra en el concreto. Todos desaparecidos en el polverío confuso de los ojos. Un murmullo de voces afónicas, casi de hojas respirando detrás de los cristales. Hojas que sólo el corazón ve y que la mente no cree.
El gibón Para Rina No, este no es mi país. Aquí ‒entre tanta gente que viene y tanta gente que va‒ yo estoy lejano y solo (extranjero) como ángel en la iglesia donde no hay Dios. Como gibón en el zoológico. En mis huesos hay una ciudad que me consume. Allá está. La he perdido. Ciudad gris de día y, de noche,
Giorgio Caproni.
todo un destello de fuego ‒una lumbre para cada vivo, como aquí en el cementerio, una lumbre para cada muerto. Ciudad que nada, ni siquiera la muerte, me devolverá.
Condición Un hombre solo, encerrado en su habitación. Con todas sus reflexiones. Con todos sus tropiezos. Solo ‒con los muertos‒ en una habitación vacía de conversación.
¿Para qué continuar? Por la noche me siento en esta piedra, y espero. No sé con certeza qué, pero espero. Quizá el sueño. Yo diría que la muerte ‒sí, a ella la espero desde hace mucho tiempo, y no sé si se marchó de estos lugares.
Generalización Todos recibimos un regalo. Después, no recordamos más de quién, ni qué cosa era. Sólo conservamos ‒punzante y sin absolución‒ la espina de la nostalgia. Versiones de Roberto Bernal.