■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 27 de noviembre de 2016 ■ Núm. 1134 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
C O S Y O U D I V I D N I
D A D E I
CONVIVENCIA E IMPULSO AGRESIVO Mario caMPuzano
Sergio Pitol y la traducción: su otra obra FranciSco Segovia
Entrevista con r ogelio n aranjo
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El peligroso juego de la poesía
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Sergio Pi y la traducc Francisco Segovia
agreSividad oFenSiva vs.
LA VOZ DEL ESCRITOR QUE “ES OTRO”. EL PL
agreSividad deFenSiva
El impulso humano de la agresividad, históricamente “necesario para la supervivencia individual y de la especie”, ha sido pervertido “en pos del afán de poder y dominio, y pone en riesgo esos propósitos fundamentales”: así define Mario Campuzano, a partir de las ideas de Sigmund Freud, Otto Kernberg, Norbert Elias y otros pensadores, el fenómeno de la agresividad humana, entendida desde el punto de vista biológico y también desde la perspectiva sociocultural, tal como se presenta en estos tiempos signados por el narcisismo y la búsqueda de poder. Publicamos además un ensayo de Francisco Segovia sobre Sergio Pitol y el arte de la traducción, así como una entrevista con el recientemente fallecido caricaturista Rogelio Naranjo.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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n sus libros de memorias cuenta Sergio Pitol que a veces viajaba de Europa a México para visitar a sus editores y armarse de traducciones que le permitieran seguir viviendo allá –de freelance, diríamos hoy. Esto podría sugerir que Pitol traducía por necesidad, lo que le encargaran, y a destajo. Sin embargo, una rápida comparación entre la lista de los autores que ha traducido y la de los que él mismo reconoce como sus principales influencias literarias minaría de inmediato esta suposición, pues las coincidencias son muchas. ¿Podría ser, acaso, que los dioses hayan sido tan bondadosos con él que a sus manos sólo llegaran obras que a la larga resultarían fundamentales para su obra como cuentista y novelista? Hay desde luego algo de eso –porque los dioses en efecto le han sonreído siempre–, pero la “historia natural” de esa coincidencia es más terrenal y mundana. Aunque en esas páginas autobiográficas no lo explicita, lo que sin duda ocurría es que muy frecuentemente era él mismo quien proponía los libros al editor, y no al revés. Así puede entenderse que Pitol se haya convertido muy pronto –no ya sólo en el traductor sino– en el promotor de una serie de escritores poco, mal o nada conocidos en español, en especial algunos de la Europa oriental, de lengua eslava, y más particularmente polacos. No, las traducciones de Pitol no dan nunca la impresión de haber sido hechas por obligación y a destajo, a cambio de unos cuantos kópecs, aunque él mismo se lamente alguna vez, en El arte de la fuga, de haber hecho algunas de ese modo, y de las deficiencias que a su juicio eso trajo al resultado. Es una confesión que a sus lectores, desde afuera, nos parece un tanto increíble, pues a nosotros el conjunto de sus traducciones nos parece obra del entusiasmo, la curiosidad y la maravilla. ¿De qué otro modo, si no, explicar la sensación de limpieza y frescura que las caracteriza; o, dicho de otro modo, la “inocencia” casi infantil con que parecen haberse hecho? No digo, desde luego, que haya sido fácil traducir El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, o Lo que Maisie sabía, de Henry James –una obra endiabladamente difícil, según admite él mismo–; lo que digo es que, por más que esas obras exijan de su traductor esfuerzos titánicos, no es el esfuerzo del traductor lo que brilla en las traducciones de Pitol sino, en todo caso, la “naturalidad” con que
parece darse el traslado. Esta “naturalidad” revela una actitud clásica que los teóricos a la moda de su tiempo –como los de la nuestra– habrían condenado, pues no se presenta como anónima ni oculta que es un logro del talento del traductor. Él mismo dice, en una entrevista con El Universal, que sus traducciones de Ungaretti son su Ungaretti, las de Montale son su Montale y las de Quasimodo su Quasimodo. Ésta es una declaración muy seria, donde las haya. Yo no sé si es así como debieran darse siempre las traducciones, pero sí sé que no siempre se
Sergio Pitol en julio de 2002. Foto: José Carlo González/ La Jornada
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Portada: El conflicto de cada día Alburto Burri, Grande Rosso Fuente: vanessawilgeroth.wordpress
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itol ción: su otra OBRA
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LACER Y EL DESEO IMPERAN EN SU LABOR.
dan así. Hay traducciones espléndidas en las que el traductor quiere dejar el menor rastro posible de sí mismo y traducciones en las que la parte del traductor brilla –no tanto por la “naturalidad” del traslado sino– por la erudición que compromete. A estas opciones (la del traductor obliterado y la del traductor académico, erudito), Pitol opone la del traductor gozoso. Porque es su placer y su deseo lo que compromete en cada traducción. Y, si uno quisiera restringir ese placer y ese deseo al mero ámbito literario –porque está claro que el placer y el deseo que un lector se juega en un libro no son meramente literarios, meramente librescos, como supone un prejuicio común–; si uno quisiera restringir ese placer y ese deseo al ámbito de la literatura, digo, entonces tendría que decir que, al traducir, lo que mueve a Pitol es su placer. Pero, sobre todo, su deseo de obra. Me explico. El hecho de que no todos los traductores de literatura sean además escritores muestra que el deseo de obra no es fundamentalmente un deseo de escritor sino, más bien, un deseo de lector. Por eso no es raro que los escritores lo padezcan siempre; porque, antes de ser escritores, son lectores –lectores compulsivos, lectores fascinados. El mismo Pitol lo confiesa así en Una biografía soterrada: “A partir de los veintitrés años –dice– la escritura se entreveró con la lectura.” No son pues el mismo deseo, porque uno precede al otro, pero se entreveran. El lugar de ese entrevero es el deseo de obra. En principio no importa qué clase de obra sea ésta. A los lectores empedernidos, sean o no escritores, no los amilana mucho tener que leer de vez en cuando libros malos, libros desechables o, como dice Zaid, “demasiados libros”: de todas formas quieren más. Que haya los libros que no hay. O, dicho de otro modo, que haya todos los gozos que podría haber... Y digo gozos no porque crea que todos los libros deban ser dichosos sino porque aun los libros desdichados suponen de algún modo un gozo. Porque todo libro –como decía Stendhal de la belleza– es “una promesa de felicidad”; o, por decirlo en su versión modernizada, porque toda obra es “una promesa de sentido”...
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s aquí donde se ve con más claridad el valor de aquella declaración que hacía Pitol al decir que el Ungaretti traducido por él era su Ungaretti. Porque está claro que Ungaretti no es suyo al modo en que son suyos su coche o su casa sino, más bien, al modo en que son suyos sus amores; es decir, de ese extraño modo en que uno es “dueño” –por así decir– de aquello que desea. En la declaración de Pitol ocurre lo mismo que en aquella del niño que dice “La Chiquis es mi novia, pero no se lo digas, porque ella no lo sabe.” Más que una declaración de propiedad es una declaración de deseo. “La Chiquis es mía –podría aclarar el niño– porque está en mi deseo.” Así, el Ungaretti de Pitol
El escritor Sergio Pitol en su casa de Xalapa después de ser notificado de haber ganado el Premio Cervantes de Literatura 2005 Foto: Notimex/Saúl Ramírez/FRE/ACE
es el Ungaretti que está en el deseo de Pitol, como la Ilíada de Reyes es la Ilíada que Reyes deseó. Esto arroja al traductor al temible centro del escenario, pues ningún deseo se expresa sin alguna clase de exhibición, sin una danza de cortejo, sin despliegue del plumaje. Pero que conste que digo que esta aparición en el escenario es sólo cierta clase de exhibición, pues no se me escapa que el niño que declara que la Chiquis es su novia no recibe como respuesta una declaración paralela, donde La Chiquis afirme, a su vez, que él es novio suyo. Y el niño incluso conjura explícitamente esta posibilidad, previniendo a su amigo: “no se lo digas, porque ella no lo sabe”. Se trata, pues, de un noviazgo que ocurre –no entre el niño y La Chiquis sino– sólo en la conversación entre el niño y su confidente. Es un noviazgo virtual, ficticio, de ficción. No me
atreveré a decir que todo este asunto disfraza una declaración de amor al confidente, pero algo hay de eso. Entremezclado en la declaración de amor a La Chiquis, hay un deseo de narración que desea un confidente, un testigo, esa tercera persona que atestigua la declaración y, al hacerlo, valida su sentido. Sí, el deseo del niño por La Chiquis tiene sentido aun más allá del nudo que conforman el sujeto y el objeto del deseo, que no son nunca suficientes para satisfacer el sentido del deseo. El deseo del niño por La Chiquis, ese noviazgo virtual con el que el niño sueña, sólo adquiere pleno sentido en los oídos de su confidente; cuando, rebasando el límite del par, alcanza la mirada de un tercero. Sé que esto que digo puede parecer abstracto y rebuscado, pero es sabiduría popular. Yo lo encuentro muy bien expresado en el siguiente chiste: sigue
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Un avión cae al mar, cerca de una isla desierta, a la que logran llegar a nado los dos únicos sobrevivientes del naufragio: un hombre común y corriente y Claudia Schiffer. Al paso de los días, comienza a pasar entre ellos lo que suele pasar entre un hombre y una mujer. Pero, al paso de las semanas, él se arma de valor y le dice: –Claudia, quisiera pedirte algo un poco raro, pero me da miedo que te rías de mí. –Dime –dice ella. –¿De veras no te vas a burlar? –De veras. –¿Podrías vestirte de hombre, aunque sea sólo un ratito? –¿Qué? Ya decía yo que tenías gustos un poco raros –responde ella sorprendida–. pero no me esperaba que me fueras a salir con que... –No, no. No es eso. ¿Te vistes? Claudia finalmente acepta y, una vez disfrazada, su compañero se sienta junto a ella en un tronco de la playa, le pasa un brazo sobre los hombros y le dice, lleno de emoción: “Óyeme, mi cuate. A que no sabes a quién me estoy tirando”...
Es verdad que este chiste es “muy masculino” –como han dicho algunas de mis amigas–, pero sólo en la medida en que la confesión se toma como una presunción. Si, en cambio, lo vemos como un ejemplo de esa urgencia que nos mueve a todos a contarle a un amigo una experiencia emocionante, entonces el chiste no tiene género. En cualquier caso, lo que quiero mostrar al traerlo a colación aquí es que –aunque suene un poco escandaloso– a Pitol le falta el tiempo para venir corriendo a contarnos sus emocionantes relaciones con Joseph Conrad, con Jane Austen, con Witold Gombrowicz, etcétera, etcétera. Si su entusiasmo no es simple locura (es decir, si no es algo que sólo ocurre en su imaginación febril) es porque también para nosotros ese entusiasmo tiene sentido –aunque tengamos que callarnos la boca y no contárselo a Conrad, a Austen, a Andrzejewski, a Vittorini, a James... porque ellos no lo saben... Como se ve en el chiste, todos sabemos de algún modo que la urgencia narrativa y el noviazgo de ficción tienen sentido (el mismo sentido que tiene a fin de cuentas la literatura), aunque a veces no sepamos que lo sabemos; es decir, aunque no logremos hacerlo explícito. Pero ¿cómo llega esa intuición a la claridad de la conciencia? Lo primero, creo, es reconocer y plantear el problema –o, como dicen los teóricos, tematizarlo. Pitol lo hace, me parece, al tiempo que reflexiona sobre las relaciones entre sus oficios de traductor y escritor. “No conozco mejor enseñanza para estructurar una novela –dice– que la traducción.” Aunque esto se refiere expresamente a las cuestiones técnicas del oficio –a “la carpintería”, dice él–, yo no puedo dejar de ver la sombra que esta frase arroja sobre el terreno más bien vivencial y psicológico del que he estado hablando. En Una autobiografía soterrada dice Pitol que, al revisar sus escritos para hacer el prólogo de sus Obras reunidas, lo sorprendió cómo y cuánto aparece él mismo en ellos. Él, que tanto soñaba con ser invisible, con pasar inadvertido, con no aparecer... Pero déjenme citar los párrafos en que reflexiona sobre este asunto, aunque sólo sea para mostrar de qué forma la memoria, en un libro, retoma la puntada que dejó suelta en otro y se entrevera en él. En Una autobiografía soterrada Pitol reproduce –y son palabras suyas– “un fragmento que aparece en algún lugar de mis Obras reunidas”. Es el siguiente, aunque yo sólo lo citaré parcialmente:
“En mis narraciones
Herman Melville, el que dice, simplemente: “y sólo sobreviví yo para contarlo”.
–dice– soy más bien un
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personaje enmascarado, que se mueve en los corredores, un observador de las tramas para despejar
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a aparición franca de Sergio Pitol como personaje de sus obras es probablemente resultado de esa toma de conciencia que se expresa en la pregunta reiterada de Una autobiografía soterrada: “¿Cómo entonces, de nuevo, sería invisible?” ¿Cómo, en efecto, podría ser invisible un autor cuya obra entera no es sino “una autobiografía soterrada”? La respuesta está implicada en la formulación misma de la pregunta: no podría, no ha podido nunca, ser completamente invi-
las oscuridades de la obra, o encapotarlas más: dejémoslo así.” Soy [...] consciente de que al tratarme como sujeto o como objeto mi escritura queda infectada por una plaga de imprecisiones, errores, desmesuras u omisiones. Persistentemente me convierto en otro. De esas páginas se desprende un corpúsculo de realidad logrado por efectos plásticos, pero rodeado de neblina. Supongo que se trata de un mecanismo de defensa. Me imagino que produzco esa impresión para apaciguar una fantasía que viene de la infancia: un deseo perdurable de ser invisible. Ese sueño de invisibilidad me acompaña desde que tengo memoria y subsiste hasta ahora; anhelo ser invisible y moverme entre otros seres invisibles.
El remate de este párrafo es perturbador. Antes de llegar a él, uno cree que Pitol está hablando de un sueño que todos hemos tenido: el de ver sin ser visto; es decir, el de poder espiar impunemente a los demás, sin influir en sus actos. Después de todo, en eso consiste buena parte del oficio de narrador. Pero la línea final nos desengaña. No, no quiere ser invisible entre personas visibles sino entre personas también invisibles. ¿Será que Pitol quiso introducir aquí uno de esos efectos plásticos rodeados de neblina? Yo creo que sí. Y a sustentarlo me ayuda que, tras citar este párrafo, Pitol reflexiona sobre él y se pregunta cómo puede creer en esa invisibilidad si él mismo ha estado siempre tan presente en sus propias obras. ¿Cómo entonces podría ser invisible? “En mis narraciones –dice– soy más bien un personaje enmascarado, que se mueve en los corredores, un observador de las tramas para despejar las oscuridades de la obra, o encapotarlas más: dejémoslo así.” A riesgo de parecer impertinente, yo no lo dejaré así. Por lo menos no en este momento, en el que me interesa mostrar cómo ese fantasma que recorre los pasillos observando lo que ocurre en los cuartos va poco a poco tomando cuerpo y al final encarna del todo en una obra que lo tiene a él mismo como sujeto y como objeto. Si antes era una aparición –es decir, una manifestación de la ausencia–, ahora es una aparición de aquella aparición –es decir, una manifestación de la presencia–; si antes era un aparecido, ahora es un resucitado. Esto representa un cambio radical de perspectiva narrativa. El viejo narrador era omnisciente, pero fantasmal; el nuevo no es omnisciente, pero ha vivido la historia en carne propia y sólo por eso puede contarla: es “el caballero que viene vencedor de la muerte” –según decía Darío–; o, en los términos más modestos de
Sergio Pitol durant
sible. ¿Por qué no, entonces, hacerse plenamente visible? Es una opción que los escritores suelen tomar pasada ya la madurez, que es cuando redactan sus memorias y autobiografías. Pero a Pitol la opción se le presentó siendo aún muy joven, a los treinta años, cuando en realidad estaba apenas iniciándose en el oficio narrativo. En algunos pasajes recientes parece lamentarse de haber cedido a la tentación de escribir aquella Autobiografía precoz que le encargara don Rafael Gómez Siles para la serie “Nuevos escritores mexicanos del siglo xx presentados por ellos mismos”. No sólo eso: ha reescrito ese librito y lo ha publicado recientemente bajo un título nuevo: Memoria (19331966). Pero ¿se desdice aquí de lo que dijo allá? Creo que no. Lo que hace, más bien, es ampliarlo, incluir cosas que un pudor hoy impertinente le hizo omitir entonces, ahondar en ciertas escenas; en suma, despojarse de una cierta circunspección de juventud y convertir aquella autobiografía precoz en unas memorias de plena madurez. Ha dejado las dudas, las incomodi-
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dades que entonces le producía hablar de sí mismo; y, quizá por eso mismo, ahora habla con más franqueza. Mejor que eso: con más sinceridad. Esto distingue sus memorias de las de otros muchos escritores, para quienes convertirse en un personaje de sus propias obras significa mostrar de qué modo han entrado en la vida pública y de qué manera habrán de llegar a la Rotonda de los hombres ilustres; es decir, para quienes convertirse en personaje es sinónimo de dejar de ser persona. En Pitol ocurre exac tamente lo contrario: su personaje es cada vez más persona, aunque esto sólo sea posible porque, paradójicamente, reconoce que su persona es también una ficción, y no se la cree del todo. No sé si me explico, pero les pondré un ejem-
o, en todo caso, no es vana presunción. Lo que a Pitol le parece vano ahora es tratar de ocultar ese yo y tratar de ser invisible –como querían algunos pintores y escri tores a principios del siglo xx (Cézanne, Rilke, Valéry, Cuesta) y evitar su relato –como querían los autores de Tel Quel y la nouvelle roman française a mediados del mismo siglo. ¿Para qué, diría quizá Pitol, si de cualquier manera el yo es virtual, como son virtuales el novio de La Chiquis para su confidente y Claudia Schiffer para Claudia Schiffer? Cosa extraña: aunque Sergio Pitol es lo más paisano que se puede ser de Jorge Cuesta (y hasta abrevó en su biblioteca, pues era compañero de escuela de Antonio, hijo de Jorge); digo, aunque es lo más paisa-
te la presentación de su libro Obra Reunida, del FCE, en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, 6 de diciembre de 2003. Foto: Carlos Cisneros/ La Jornada
plo. Cuando a Bela Lugosi le dio por creer que era el personaje que representaba en las películas, cuando le dio por creer que era el Conde Drácula, lo metieron al manicomio. Y en el manicomio deberían estar muchos de esos personajes que se creen su personaje –como una buena parte de los políticos mexicanos–, pero no Sergio Pitol. Él sabe que, siendo el que es, representa a ese otro que es él mismo. ¿O no acabamos de oírlo decir: “persistentemente me convierto en otro”? Pero dejemos al autor y retomemos la faceta del traductor. ¿No podría el traductor repetir, acaso con más legitimidad, la frase del autor: “persistentemente me convierto en otro”? Es como si en esta declaración se explayara inconscientemente sobre aquello de que cada autor traducido por él es su autor... y de esa manera apuntara a su persona. Porque también en esta declaración resalta la exhibición del plumaje y la danza de cortejo en que se cifra y expresa su deseo de obra. Pero, como hemos visto antes, el despliegue de ese plumaje no es mera presunción de un yo psicológico;
¿No podría el traductor repetir, acaso con más legitimidad, la frase del autor: “persistentemente me convierto en otro”?
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no que se puede ser de Jorge Cuesta, Sergio Pitol ha llegado a ser, al cabo de los años, lo más opuesto que se puede ser de Jorge Cuesta. La trayectoria de Cuesta va hacia la desaparición y en ella se cumple. La de Pitol, en cambio, en algún momento dio un giro de 180 grados y se dirigió hacia la aparición y la presencia, donde ahora se cumple. Este giro no se dio de golpe, pero ya está completo. Venía dándose desde el principio, como admite el propio Pitol, pero tardó en reconocerlo (o, tal vez, tardó en aceptarlo). El caso es que él –al revés de Cuesta– no ha renunciado al yo sino a ocultar su yo; ha renunciado a considerarlo con demasiado recato, o, si se prefiere exagerar, con franca pudibundez. Con esto no quiero sugerir que la reconciliación de Pitol con su yo de escritor se haya convertido en descaro o cinismo, como temía Cuesta. Lo que digo es que las últimas obras de Pitol muestran abiertamente que el deseo que se expresa en una obra (en una obra original lo mismo que en una traducción) no puede dejar de ser el deseo de alguien, y él no se avergüenza ya en lo más mínimo de que ese alguien que se expresa en sus obras sea él mismo. Cada vez habla menos de su vida en tercera persona y cada vez intercala más su vida en lo que escribe, no importa si se trata de un relato, un ensayo u otra cosa. No, esto no es simple presunción. O, en todo caso, no es vana presunción. Avenirse a juntar y prologar sus Obras reunidas para el Fondo de Cultura Económica, o a reunir bajo su propio nombre, para la Universidad Veracruzana, los libros de los muchos y diversos escritores que ha traducido, puede parecer presuntuoso, un saludo con sombrero ajeno, pero él sabe que negarse a hacerlo sería aún más presuntuoso: una intolerable exhibición de modestia. Por esa misma razón, aunque no busca los premios, tampoco los rechaza. Ésa es su modestia, una modestia verdadera, debida quizá a la soledad y la lejanía en que ha escrito siempre. Quizá sea esa misma lejanía lo que nos produce la impresión de que a Pitol la fama y los premios le llegaron en el mejor momento posible; es decir, tarde. Sí, tarde, pero en un momento en el que él ya no podía vana-gloriarse de ellos; en un momento en el que, reconciliado y a solas con su yo, ninguna gloria suya sería vana, y en el que, por eso, ha decidido ponerse de novio consigo mismo... Pero, shhht, no se lo digan, que él mismo no lo sabe... No interrumpamos esa sabia ignorancia en la que aún le es posible decir que “de la única influencia de la que uno debe defenderse es la de uno mismo”... Porque, a fin de cuentas, su deseo de obra no deja de ser deseo en su sentido más lato; no deja de ser deseo de otro... Y, como dice él mismo –citando a Justo Navarro (en “El oscuro hermano gemelo”)– “escribir es hacerse pasar por otro”. Dejemos que Pitol siga siendo “Iván, niño ruso” –como escribió en su infancia al pie de un cromo que encontró entre las páginas de un libro ruso, con el que se identificó de inmediato y en el que de inmediato se convirtió. Sí, Pitol es ese niño ruso siempre que escribe. Pero es probable que el descubrimiento de ésa, su más profunda identidad, se aclare más fácilmente si se la mira desde su oficio de traductor que desde su oficio de escritor, aunque sólo sea porque desde éste se ve más claramente que la voz de un escritor es siempre la voz de otro; o, mejor dicho, que su voz sólo puede ser de veras suya en ese sentido extraño en que son suyos su deseo y sus amores, su Ungaretti y su Chiquis secreta, su Tibor Déry y su Ford Maddox Ford, su Borís Pilniak y tantos y tantos otros. Suyos, suyísimos, sí, pero sólo porque él, a su vez, es rabiosa, incondicionalmente, de ellos... Suyos porque él es suyo...
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entrevista con Rogelio Naranjo Juan Domingo Argüelles
la caricatura PUBLICADA ORIGINALMENTE EN FEBRERO DE 2010, EN LAS PÁGINAS DE LA REVISTA IBERO, ESTA CONVERSACIÓN MANTIENE, MÁS QUE NUNCA, SU ACTUALIDAD. EN ESE MOMENTO, EL ENORME CARICATURISTA CELEBRABA SUS PRIMEROS CUARENTA Y CINCO AÑOS DE ACTIVIDAD PROFESIONAL. Foto: María Meléndrez Parada/ La Jornada
Nacido en Michoacán en 1937 y muerto en Ciudad de México este mes de noviembre, Rogelio Naranjo fue uno de los mejores caricaturistas mexicanos y uno de los más importantes cartonistas políticos de la prensa nacional. A lo largo de más de cuatro décadas supo combinar su maestría en el dibujo con su profunda conciencia social, constituyéndose en uno de los periodistas gráficos más críticos de nuestro país. Para
-¿C
ómo define su profesión de caricaturista? –Es una profesión que me apasiona. Desde mis inicios, me adapté inmediatamente a lo que deseaba hacer: la caricatura. Después de los primeros quince o veinte años de trabajo práctico, constante, me gané muchos espacios en los periódicos y en las revistas. Nunca he padecido el desempleo como caricaturista, y me ha tocado estar en algunos de los mejores medios: Excélsior, Siempre!, El Universal y, por supuesto, Proceso.
muchos especialistas fue uno de los grandes dibujantes mexicanos y, quizá, el mayor caricaturista político. Fue, también, un retratista ejemplar. Manuel Buendía lo definió como “un artista y un luchador social invencible” y añadió que “pocos son los caricaturistas que, como Naranjo, muestran parejamente un dominio de la técnica, y menos aún los que son capaces de ennoblecerla como instrumento en la creación de rango artístico. Y hay algo más que definitivamente hace de Naranjo el caricaturista político non: su insobornable y permanente compromiso social”. A decir de su colega Magú, a la maestría del trazo y el detalle que consigue Rogelio Naranjo hay que agregar “el
–Además de una crítica social, ¿qué es, para usted, la caricatura? –Es, sobre todo una búsqueda de la verdad. Sería muy poco humilde si creyera que todo lo que hago le está abriendo los ojos a mucha gente. A lo largo de cuarenta y cinco años de trabajo y con alrededor de 20 mil dibujos en toda mi carrera, no creo, ni nunca he pretendido, que todos mis cartones sean excelentes, pero doy mi mayor esfuerzo en cada uno de ellos y si consigo que de cada diez salga uno bueno, con ello cumplo mi cometido. Ha habido épocas que, por las circunstancias políticas del país, se hilan sucesos que impactan o que llaman la atención de un gran público, y entonces he conseguido cartones muy buenos sobre esos temas, casi de manera consecutiva. Es imposible que sea siempre así. Hay épocas de sequía o intrascendencia que corresponden, por supuesto, a la misma realidad del país.
preciosismo de su elegante y fina línea, y su serio, descarnado, ácido, mórbido, feroz y contundente modo de hacer humor”. Por su parte, Carlos Monsiváis celebró y reivindicó “la ferocidad y la lucidez de sus dibujos”. Naranjo colaboró en las más importantes publicaciones periódicas recogió algunos de sus más de veinte mil cartones en libros como Alarmas y distracciones, La escena política, Me vale madre, Elogio de la cordura, Los presidentes en su tinta, Los reyes de la baraja, Qué caso tiene y La rueda del infortunio. Entre otros reconocimientos obtuvo el Premio Nacional de Periodismo, la Bienal Internacional del Humorismo Gráfico, el Premio de Periodismo Manuel Buendía y el Premio de Caricatura La Catrina de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Este gran periodista gráfico realizó estudios de artes pláticas en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y comenzó su carrera de caricaturista profesional en el periódico El Día y en la revista Sucesos en 1965.
–¿Tiene influencia la caricatura política en la conciencia social de los lectores? –En algunos medios, sí. Digamos que en los medios en los que todavía prevalece el decoro y no son meros negocios a los que no les preocupa en absoluto favorecer la conciencia social en la gente. Por fortuna, el siglo xx fue rico en aportaciones periodísticas de gran relieve intelectual y moral. He sido testigo de la honestidad de medios y periodistas a los que quiero y admiro, y confío en que lo que sembraron no se quedará sin frutos. Creo que el periodismo mexicano se está renovando: han surgido jóvenes, tanto reporteros como caricaturistas, que prolongan una tradición crítica muy necesaria en México. –¿Podemos decir, entonces, que hay una conciencia social que perdura en el periodismo mexicano? –Sí, definitivamente. Lo he palpado y he visto cómo se han sucedido los cambios. Cuando yo empecé era imposible simplemente hacer las críticas que hoy se hacen por medio de la caricatura. Lo del ’68 fue un momento de claridad para mucha gente, y algunos seguimos necios en que deben cumplirse las demandas sociales de entonces. Por esas demandas murieron muchos compañeros, y los que les sobrevivimos
tratamos de ser dignos de la lucha por la que ellos perdieron la vida. Por lo demás, esta conciencia social del periodismo nos viene desde fines del siglo xix . Hay obras de grandes caricaturistas muy comprometidos y muchos de ellos sufrieron represión, cárcel y persecución, que era lo menos grave que podían sufrir entonces. Y yo creo que esta tradición crítica continuará, porque en estos momentos el caldo de cultivo es ideal para ello. En esto sí soy optimista. –¿Cómo juzga el presente y el futuro del país, a la luz de la realidad social? –Pues debería decir, como algunos, que ¡mejor me voy para Yucatán! A veces me encuentro muy decepcionado. Desde que empecé a participar activamente en la política, con mi modesta tribuna en los periódicos, abrigaba bastantes esperanzas. Me ha tocado conocer a gente muy valiosa y estar cerca de ella y compartir ideas. Por poner dos ejemplos: Heberto Castillo y Julio Scherer García. Las próximas generaciones tendrán que luchar por lo mismo que luchamos nosotros. Yo ya me siento viejo, muy desencantado de algunas cosas y triste de que mi condición física ya no me ayude demasiado. La caricatura misma me cuesta mucho trabajo, por el temblor de mis manos. Dibujo con muchas dificultades y ya estoy viendo muy cerca mi jubilación. –¿Qué le dicen las palabras Independencia y Revolución, referidas a México? –Tuvimos una Guerra de Independencia respecto del reino español. Los muchos muertos que hubo no pueden indicar lo contrario. Además, el objetivo de echar a los gachupines se cumplió. Pero esto sólo se refiere a una guerra, pues en términos económicos y políticos, la independencia hoy no es para nada palpable. Sabemos que México depende mucho, en su política exterior, de Estados Unidos. Lo que es evidente es que los españoles se fueron y los que se quedaron no lo hicieron en plan de dominio. La guerra independentista de México contó con una gran cantidad de patriotas y formó una conciencia social de gran importancia; a partir de ella se acabó la intervención de España en todos los asuntos de México y se buscó forjar una nación soberana y nueva. En cuanto a la Revolución, ésta dejó mucho más que desear porque se caracterizó por una enorme cantidad de traiciones, que las hubo también, aunque en menor medida, en la Guerra de Independencia. A la fecha no se ven resultados muy halagadores en relación con las demandas que enarboló dicha Revolución. –¿Se han vuelto mitos la Independencia y la Revolución? –Insisto en que la Independencia era un paso que se tenía que dar para conseguir una nación. En esa lucha murieron muchos de nuestros héroes más limpios y
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VOZ INTERROGADA
honestos. Habría que separar eso de lo que vino después. Y en el caso de la Revolución, la principal bandera que era el reparto de la tierra a los campesinos, ya sabemos que fue un fraude. Las figuras más limpias fueron asesinadas y los caudillos que quedaron eran casi todos unos traidores a la patria. No aportaron más que puras penas para el pueblo mexicano.
dad, España no tenía posibilidades de darle a México los satisfactores necesarios, de tal forma que la dependencia había llegado a su fin casi de modo lógico. Para decirlo pronto, España ya no tenía nada que hacer aquí y México tenía el apoyo de potencias como Estados Unidos y otros países que tenían interés en que España perdiera sus colonias.
–¿Qué figuras limpias sobresalen en estas luchas? –Antes que nadie, Morelos, a quien le debemos la primera Constitución, donde se plantearon por escrito muchas de las mejores aspiraciones del pueblo mexicano. Y junto con Morelos otros visionarios que irre mediablemente fueron muertos, del mismo modo que fueron traicionados y asesinados, en la Revolución, Villa y Zapata. Hay que tomar en cuenta que estas
–¿Qué celebramos, entonces? –En México, los gobiernos hacen mucho escándalo de todo aquello que les conviene. Las fechas finalmente para mí no significan nada, y sobre todo cuando parten de algo hueco, sin sustancia. Tanto la Independencia como la Revolución tenían postulados que eran muy valiosos de haberse conservado, y ahora de todo aquello no queda nada. ¿Qué podemos celebrar?
lecimiento de la conciencia crítica de la gente. Hubo épocas que podríamos denominar luminosas, como la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas, a pesar de su declive. También, las luchas sindicales de Demetrio Vallejo y los ferrocarrileros; la limpia lucha de los estudiantes en el ’68, y otras cosas más que resulta muy difícil abarcar en unas cuantas palabras. Una cosa importante que se dio en el siglo xx fue la participación política que acabó con el unipartidismo en un país donde resultaba inimaginable que un candidato que no fuera del Pri ganase siquiera un gobierno municipal. Ahora esto es algo normal en México, aunque, por otra parte, los presidentes de la República emanados del Pan para maldita cosa que han servido, porque los dos, tanto Fox como Calderón, han resultado verdaderos fiascos.
y la búsqueda de la verdad
Rogelio Naranjo en su casa en una entrevista para La Jornada, 3 de noviembre de 2010. Foto: Guillermo Sologuren/ La Jornada
figuras limpias no tuvieron nunca realmente el poder, y los que sí lo tuvieron fueron precisamente quienes los traicionaron y asesinaron. –¿Cómo ha visto Rogelio Naranjo estos episodios en sus cartones? –Como caricaturista he tratado de hacer una semblanza de estos acontecimientos a la luz de la realidad, pues muchos de los motivos de la Revolución y aun de la Independencia siguen vigentes. En México hay muchísimas cosas por corregir. –¿De modo que han pasado cien años de la guerra revolucionaria y aún continúan las mismas demandas sociales, necesidades e injusticias? –Pues yo diría que incluso muchas más. Con excepción del período de Lázaro Cárdenas, a quien debemos el reparto de la tierra a los campesinos, la expropiación petrolera y la instauración de una educación laica, además de otras cosas positivas, los demás regímenes electos después de la Revolución lo único que han mostrado son los intereses personales de cada gobernante. Hay muchos que incluso ignoran la historia y, con ello, el valor de las pocas conquistas revolucionarias que se hicieron realidad. Lo que persiguen es enriquecerse. La no reelección se ha mantenido más o menos, pero no así el sufragio efectivo, casi siempre burlado. –¿Y en el caso de la Independencia, qué pasó? –Hay cosas que son más bien episódicas. En reali-
La realidad en el campo mexicano es terrible y todas nuestras riquezas se venden o malbaratan en el extranjero cuando no se las roban los gobernantes. Insisto en que fuera del sexenio de Lázaro Cárdenas, todo lo demás es mediocre o definitivamente nulo. –¿Cómo define estas conmemoraciones? –Son rituales vacíos. En México, la realidad está todo el tiempo contradiciendo los actos celebratorios de la oficialidad. No hay realmente nada que celebrar. –¿Es, entonces, un contrasentido? –¡Por supuesto! Los actos corren a cargo de un gobierno panista, es decir de los herederos de los conservadores. Si los ancestros de los que gobiernan hoy tomaron parte en la Revolución, sin duda fue en contra. Incluso en contra de la Independencia. Todos los sectores pensantes de México saben esto perfectamente. No nos engañemos o, más bien, no nos dejemos engañar: para lo único que sirven hoy los postulados de la Independencia y la Revolución es para pronunciar discursos vacíos de sentido precisamente por quienes, de manera sistemática, han combatido esos postulados y se han alineado en las filas de la dependencia y la contrarrevolución. –¿Y qué se puede recuperar de los últimos doscientos años? –Ya lo dije: el gobierno de Lázaro Cárdenas. Y de los últimos treinta o cuarenta años, mencionaría el forta-
–Pero tal vez recuerde otros peores. –Bueno, hay mucho de donde escoger. Díaz Ordaz es el ejemplo más nefasto, porque era un salvaje represor. Cualquier político con dos dedos de frente hubiera aprovechado la coyuntura del descontento social, a partir de un movimiento estudiantil muy limpio, para encauzar políticamente esa efervescencia, en lugar de aplastarlo de la forma tan brutal como lo hizo. A lo largo de doscientos años de vida independiente, los políticos mexicanos no han aprendido de la gente; creen que sólo ellos saben lo que hay que hacer. El Pri tuvo un período nefasto en el poder. De Díaz Ordaz pasó a Echeverría, luego a López Portillo y después a De la Madrid, para terminar con un Salinas y un Zedillo, algo de lo más terrible y decadente, de lo peor y más corrupto que le ha sucedido a México. Y me consta que incluso a muchos priistas eso les daba vergüenza. El Pri hiló una serie de presidentes que parecía que los seleccionaba por ineptos y discapacitados para gobernar. Y después de ese desastre, acabamos en dos sexenios del Pan que están oscureciendo las ineptitudes del Pri . Fox y Calderón se creen poseedores de la verdad única, y así nos ha ido. Lo que sí ha cambiado, para bien, es que la historia los juzga ahora con una rapidez impresionante. Ya no tenemos que esperar mucho tiempo para poner a cada quien en su sitio. Gracias a la educa ción política de la gente, que ya no se cree los cuentos de antes, la historia está poniendo a cada quien en su lugar
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Mario Campuzano campuza45@gmail.com
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INDIVIDUO y
convivencia e im
NOCHIXTLÁN, AYOTZINAPA, TANHUATO… EL LISTADO DE LAS ZO EL NARCISISMO Y LA BÚSQUEDA D
a comprensión de la agresión del ser humano contra otros se vuelve un tema urgente en un país como el nuestro, azotado por una violencia generalizada, no sólo la del crimen organizado entre sí y contra las fuerzas armadas gubernamentales y la población, sino la del Estado contra la población que se ha ejercido sobre manifestaciones pacíficas en muchos lugares, incluida Ciudad de México, y ha llegado a extremos terribles como la reciente masacre en Nochixtlán, además de muchas otras matanzas que se han vuelto emblemáticas, como las perpetradas en Ayotzinapa, Tanhuato, Apatzingán, etcétera. Esta violencia, ahora acentuada, ha existido siempre en el hombre y su sociedad. Por eso distintas disciplinas han tomado el desafío de intentar comprender la génesis de la agresión; entre otras el psicoanálisis, con el que iniciaremos un acercamiento al tema.
LA TEORÍA CLÁSICA DE LAS PULSIONES
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Collage digital de Francisco García Noriega
unque es un fenómeno muy visible en la conducta humana, la agresión no es fácilmente comprensible en relación con su origen, que ha sido ubicado en la naturaleza biológica o el ambiente sociocultural por distintas disciplinas y aun dentro de una sola. En sus esfuerzos por comprender la psique humana, Sigmund Freud planteó como elementos motivacionales básicos la existencia de impulsos o pulsiones que orientan al organismo hacia una descarga. Es decir, fuentes energéticas o motoras, asentadas en lo somático, que “empujan” a una finalidad y un objeto de satisfacción que pueden variar. Desde el inicio de sus teorías diferenció los instintos de los impulsos o pulsiones. A los instintos los consideró comportamientos animales característicos de la especie y fijados por la herencia, automáticos e inamovibles. A las pulsiones, propias de los humanos, las concibió como fuentes energéticas impulsoras que buscan un objeto y una finalidad para su descarga y satisfacción. En sus teorizaciones, Freud manejó siempre dualidades en interacción dinámica. Inicialmente opuso las pulsiones sexuales o libidinales a las pulsiones del yo o de autoconservación. A la agresividad, aunque siempre destacada, la consideró consecuencia de la frustración y no le dio un lugar central sino hasta su segunda teoría de las pulsiones, donde opuso pulsión de vida o libidinal a pulsión de muerte y destrucción o tanática. La pulsión libidinal tiende a la “unión” o “ligazón”, que permite construir unidades más amplias y persistir; la pulsión de muerte tiende a la disolución de esos conjuntos. La proyección en el exterior de la pulsión de muerte, que es autodestructiva, produce las tendencias agresivas y destructivas (Daniel Lagache, El psicoanálisis). La concepción de la pulsión de muerte estuvo basada en algunas observaciones clínicas como el sadomasoquismo y el suicidio, y en la evidencia descarnada de la agresividad humana que presenció en la primera guerra mundial, así como en consideraciones teóricas especulativas que hicieron que no fuera aceptada por grupos amplios de psicoanalistas. Esta teoría de la pulsión agresiva como fuente energética ha permitido comprender también su importancia como agresión no destructiva, que permite defenderse en un mundo exterior no siempre amable y poner límites a los
demás en cuanto a impedir abusos o faltas de respeto en el entorno social, así como su papel en la definición de jerarquías en la familia que sustenten la imprescindible autoridad de los padres sobre los hijos, tema tan olvidado y deficiente en muchas familias actuales que tienden al laissez faire o mantienen un autoritarismo tradicional abusivo.
PROPUESTAS ACTUALES EN LA TEORÍA DE LAS PULSIONES
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osteriormente, en versiones contemporáneas de la teoría kleiniana de las relaciones objetales, se estableció que esas pulsiones requieren de modelación, encauzamiento y socialización por el ambiente familiar y cultural. De esa manera, el dilema naturaleza biológica/ambiente sociocultural pasa de ser antitético a complementario. Pero la falta de claridad en estos temas y el dogmatismo han generado varias posiciones sobre las formulaciones freudianas: para muchos psicoanalistas la teoría de la pulsión sigue siendo necesaria, pero no demostrada. Para otros, además, no es suficiente. Para un tercer grupo no es necesaria. En relación con la primera postura, quien ha realizado una propuesta para solucionar los problemas es Otto Kernberg, desde el psicoanálisis y las neurociencias. Él invierte el orden freudiano y hace derivar a las pulsiones de los afectos, demostrados como disposiciones innatas de los seres humanos; las pulsiones son, en su propuesta, los metaorganizadores de los afectos positivos en el caso de la pulsión libidinal, y de los negativos en la pulsión agresiva o tanática. Además introduce conceptos trascendentes sobre las “fuentes” de las pulsiones que complementan los planteamientos naturalistas de Freud, difícilmente demostrables, para proponer un origen interpersonal, intersubjetivo. En esta nueva formulación, las zonas erógenas corporales (oral, anal, fálica, genital), como “fuentes” de la libido, son cargadas afectivamente en las interacciones del bebé y niño con su madre y cuidadores. Y respecto a la pulsión agresiva, precisa: El concepto que propongo también proporciona los eslabones faltantes en la teoría psicoanalítica de las “fuentes” de las interacciones entre infante y madre cargadas agresivamente, las “funciones zonales” del rechazo agresivo de la ingesta oral, el control anal, las luchas directamente físicas de poder asociadas con las rabietas, etc. Son las relaciones objetales cargadas afectivamente las que “energizan” a las zonas fisiológicas (Relaciones amorosas. Normalidad y patología, el subrayado es mío).
Esa madre, así como otros cuidadores del niño, son simultáneamente transmisores de la cultura, transmisores de los significados sociales que son, igualmente, “energizados”. De esta manera se rompe la dicotomía naturaleza/ cultura, individuo/ambiente, factores que pueden dividirse para obtener facilidades en su investigación como disciplinas, pero que no operan divididos en la realidad. En esta perspectiva, las influencias tempranas infantiles-familiares no son las únicas, aunque sí de las más trascendentes. El inconsciente, abierto siempre, es susceptible de nuevas inscripciones, como lo demuestra el
y SOCIEDAD
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mpulso agresivo
ONAS DONDE SE EJERCE VIOLENCIA EXTREMA ES INTERMINABLE. DE PODER GENERAN AGRESIVIDAD. “espíritu de época” que se aprecia en distintas generaciones y que se ha vuelto muy visible en los cambios culturales del modernismo al posmodernismo, así como en las distintas cosmovisiones derivadas del factor género; o de la transculturación por emigración interna o externa, o por ascenso o descenso social; o en los efectos de la propaganda en los medios masivos de difusión. Estos dos niveles, el psicogenético infantil-familiar y las posteriores influencias, no tienen por qué estar escindidos. En las teorías del aprendizaje se considera la influencia de ambos. No tiene por qué ser distinto en el campo del psicoanálisis. Esa es la perspectiva contemporánea que lucha contra los dogmatismos de la tradición. La visión social sobre el tema fue desarrollada por Norbert Elias, sociólogo de la Escuela de Frankfurt, al considerar que la expresión individual de las pulsiones libidinales y agresivas en el medio social, que no es una entidad pasiva sino interactiva, genera que ésta busque establecer un control y canalización de los im pulsos y las emociones individuales para lograr una regulación del comportamiento (El proceso de la civilización. Investigaciones sociogenéticas). Esta regulación es ejercida mediante la coacción social y cada una de estas coacciones se transforma en temores, culpas y normas en el interior de los hombres coaccionados. Esta interiorización genera la estructura intrapsíquica del superyo. La producción y reproducción continua de los miedos, culpas y normas humanas se vuelve, por eso, algo inevitable siempre que los hombres tratan de convivir de una u otra forma, siempre que sus anhelos y sus acciones se interrelacionan, ya sea en la familia, en el trabajo o en la sociedad más amplia. Paralelamente, la interiorización de valores sociales da lugar al desarrollo del ideal del yo como otra estructura del aparato psíquico de mediación individuo-sociedad, así como de control interior. Por ello, el comportamiento humano queda determinado por el interjuego de dos grandes fuerzas: por un lado, las psicocorporales, que dan lugar a la presión de las pulsiones individuales, tanto sexuales como agresivas, que buscan su expresión y satisfacción (nivel o dimensión pulsional), y por el otro, una respuesta de coacción social que genera diversos temores, normas morales e ideales con capacidad de interiorizarse, que buscan la regulación de las pulsiones de los individuos (nivel o dimensión institucional o social). Ambos niveles, el institucional y el pulsional, participan en todo el devenir de la vida humana, que siempre es en sociedad.
APORTES DE LA ETOLOGÍA
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a biología del comportamiento animal ha marcado diferencias y semejanzas entre la agresión instintiva de los animales y las diferencias con el animal humano. La principal diferencia encontrada es que entre los animales no hay lucha abierta entre los miembros de la misma especie y los combates que llegan a darse son pruebas de fuerza ritualizadas, seguidas de separación y pronta retirada de los animales más débiles, de acuerdo con el resumen de datos de J . d . Carthy y F . J . Ebling (Historia natural de la agresión), quienes agregan que la auténtica lucha abierta entre los mamíferos parece darse sólo cuando la
densidad de la población es excesiva para los recursos del medio, de manera que hay grave apiñamiento. El hombre es, claramente, una excepción donde la pérdida del control biológico, propia de los instintos animales, es sustituida por el control individual y social de las pulsiones, con el consecuente desplazamiento de la responsabilidad de su manejo a estas instancias en vez de las orgánicas.
LA DIMENSIÓN INTERPERSONAL DE LA AGRESIÓN
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na perspectiva actualizada de la comprensión psicoanalítica sobre la agresión requiere considerarla en toda su complejidad. Para ello hay que agregar que, si bien el sistema motivacional básico radica en las pulsiones, después se agregan factores internos (subsistemas motivacionales) y factores externos (desencadenantes y coadyuvantes) como mecanismos que producen y sostienen su expresión. En esta área, Hugo Bleichmar (Avances en psicoterapia psicoanalítica) ha hecho aportaciones muy importantes al abordar el problema desde teorías de la complejidad y la intersubjetividad, a partir de las cuales ha podido identificar ciertas condiciones capaces de desencadenar la agresividad. Genéricamente considera que su activación se debe a condiciones de necesidad no satisfecha que causan sufrimiento, algunas muy cercanas a lo biológico, como el hambre, y otras de orden psíquico, como ansiedades persecutorias, sentimientos de culpabilidad o conflictos narcisistas. En todos los casos la expresión defensiva de la agresividad busca reestructurar la representación de sí mismo (por ejemplo, poderoso en lugar de débil) y cambiar la relación con el otro: de poder en vez de temor y sumisión. Agresividad y búsqueda de poder tienen por ello una relación estrecha y por su frecuencia de asociación lleva a que muchos clínicos en esos casos se formulen la pregunta: ¿qué es lo que asusta al sujeto, que le hace recurrir a una agresión defensiva? Otro caso frecuente es el de la rabia narcisista que se desencadena cuando un sujeto se siente incomprendido y tratado injustamente por las personas de su entorno, que no reconocen sus méritos. Es un intento de impugnar o quitarle importancia al otro que no lo comprende, real o imaginariamente. Si los lectores quieren un ejemplo, pueden pensar en las rabietas y venganzas de alguno de nuestros personajes políticos cuando se sienten incomprendidos por los ciudadanos o los periodistas. ¡Incomprendidos por nosotros, cuando ellos deberían tener como centro de sus preocupaciones el comprender las necesidades del país y sus habitantes! Es precisamente a partir de la conjunción de estos dos factores: el narcisismo y la búsqueda de poder mediante la agresividad ofensiva, en vez de defensiva, que se pueden explicar las expresiones conflictivas de la agresión en la sociedad, cuando la búsqueda de dominio sobre otros y del apoderamiento de sus bienes a través de la agresividad, aunada a la búsqueda de satisfacciones narcisistas a costa de lo que sea, llevan a la violencia y la guerra. Es entonces que un impulso como la agresividad, necesario para la supervivencia individual y de la especie, se pervierte en pos del afán de poder y dominio, y pone en riesgo esos propósitos fundamentales
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LEER La formación del sistema político mexicano. De la hegemonía posrevolucionaria a la hegemonía liberal, Víctor López Villafañe, Siglo xxi Editores, México, 2016.
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De sistemas y hegemonías ROLANDO CORDERA CAMPOS sistema capitalista y su sistema político […] [pero] pensamos que al analizar la reforma política se debe poner especial cuidado en la trayectoria histórica de la formación y consolidación del poder político.
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ublicado por primera vez en 1986, La formación del sistema político mexicano. De la hegemonía posrevolucionaria a la hegemonía liberal, de Víctor López Villafañe (egresado de la unam , con estudios de postgrado en Japón; es profesorinvestigador del doctorado en Estudios del Desarrollo de la Universidad Autónoma de Zacatecas y miembro del sin desde 1990), y ahora en su tercera edición, actualizada, es un esfuerzo serio por entender los vectores principales que configuraron el formato del poder político postrevolucionario y su dinámica. Hoy nos invita a preguntarnos de nuevo por su final tantas veces celebrado, lamentado o profetizado y, para ello, este libro es de gran valor y utilidad. Este texto se suma a una serie de libros, ensayos y autores que han hecho del sistema político mexicano su campo privilegiado de estudio. Al recordar sólo a algunos debemos listar no sólo a politólogos, juristas, historiadores (hasta economistas), sino a ensayistas y literatos sobresalientes. Podemos nombrar a Daniel Cossío Villegas, Jesús SilvaHerzog, Jorge Carpizo, Arnaldo Córdova, Gastón García Cantú, Pablo González Casanova, Manuel Moreno Sánchez, Enrique Florescano, así como a José Revueltas, Octavio Paz y Carlos Fuentes, quienes, desde sus muy particulares miradores, se dieron a la tarea de tratar de entender los claroscuros de eso que, de manera genérica, hemos convenido en llamar “el sistema mexicano”, uno de los mecanismos de dominación modernos más debatidos y difíciles de clasificar por su larga duración y, por un buen tiempo, también por su enigmática eficacia. Podría decirse, por ejemplo, que frente a regímenes “fácilmente” calificados como autoritarios o dictatoriales, el mexicano se nutría de sus orígenes revolucionarios que le permitían reclamar una legitimidad sustentada en una representatividad popular metaelectoral o, como diría Carpizo, metaconstitucional. Incluso hay estudiosos que sostienen que “el sistema político postrevolucionario en México tuvo una vena reformista que le permitió ser ‘autoritario, pero incluyente’ ” (Jacqueline Peschard, “De la conducción gubernamental al control parlamentario: 30 años de reformas electorales”). Tal veta fue abierta temprana y audazmente por Arnaldo Córdova y es la senda por la que han transitado con lucidez estudiosos como Víctor. En palabras del autor: “Lo que va a resultar una cuestión decisiva en la conformación del nuevo escenario político es que la revolución mexicana va a articular en un mismo proceso la hegemonía de un nuevo bloque burgués y el desarrollo capitalista en sus etapas industrial y financiera. Éste será el marco donde tomarán asiento las nuevas relaciones políticas.” En 252 páginas y cinco capítulos (El nuevo poder político; El presidencialismo; El Estado y la política obrera y campesina; Los partidos políticos y La transformación del pri -sistema. La nueva hegemonía) nuestro autor despliega sus reflexiones y análisis sobre las características del poder político mexicano desde los primeros acuerdos postrevolucionarios. Para algunos, esta lectu-
ra resultará ser una valiosa “ayuda de memoria”; para otros, una inmejorable ocasión para acercarse a la historia política del país y a muchos más para: “Explicarse, por ejemplo, qué hay detrás (en el terreno de las relaciones económicas) de la dominación de un partido-Estado por más de 50 años o el papel económico que ha desempeñado el centralismo político (expresado fundamentalmente por la figura del presidencialismo).” Varios son, sin duda alguna, los elementos y hechos que llevaron al otrora “sólido e incalificable sistema político mexicano”, que había sido capaz de pasar de las armas a la política; de crear instituciones; de sostener el desarrollo estabilizador, a uno que empezó a demostrar signos de “rigidez” insuperables. “La ola de represión de fines de los años cincuenta y sobre todo en el sexenio del presidente Díaz Ordaz anunció los síntomas de una crisis […] en especial se vio un agotamiento para seguir gobernando con los tradicionales medios políticos. Con ello acabaría el ensueño de la ‘democracia de la revolución mexicana’”. La “democracia peculiar” como algunos la llamaron en los años noventa para compararla con otras como la de Taiwán, Japón, Corea. Prosigue nuestro autor: La liquidación de los principales movimientos […] había sido la garantía de un modelo de crecimiento económico y de la consolidación de grupos sociales beneficiados […] una de las principales consecuencias de este proceso fue la despolitización de todos los niveles de la sociedad […] En cambio, para los grupos empresariales y financieros esa época representó un salto cualitativo en sus pretensiones políticas […] Los hechos más significativos de la crisis del sistema político mexicano se manifestaron en la abstención […] y en la pérdida del carácter arbitral del Estado mexicano sobre las masas y los grupos […] Frente a la crisis político-ideológica del sistema aparece, o forma parte de ella misma, la agudización de la crisis económica […] Ha sido y es todavía tarea difícil hacer el deslinde y la definición de la reforma política en el contexto del
Entre los hechos que han contribuido al cambio de signo Víctor anota: “[…] entre la crisis política –resultante del fraude electoral de 1988– y el regreso del pri a la Presidencia en las elecciones de 2012 […] se ha dado un ciclo en la política mexicana en el que se ha formado un nuevo bloque de poder, cuyos intereses principales han estado encaminados a implantar políticas neoliberales […] este régimen de nueva hegemonía ha arrastrado consigo herencias del pasado y ha amplificado elementos y factores que tenían menor peso en el régimen de lo que llamamos el pri -sistema. La violencia y la impunidad […] son signos inequívocos de decadencia y de enorme descomposición de este régimen […]” Si por sistema político entendemos el conjunto de relaciones de poder que se establecen en una sociedad, es necesario aceptar que estamos ante uno tremendamente vivo y contradictorio. Difícilmente, como nuestro autor lo consigna una y otra vez, podemos señalar un aspecto que de manera lineal o unívoca llevará a una especie de summa “anunciada”. Por esto difiero un tanto de la afirmación: Lo que hemos llamado ‘transición’ en realidad ha significado el paso de una forma de ejercicio del poder de una burocracia política […] a la conformación de un nuevo grupo de intereses en el que se fusionan viejos sectores del antiguo régimen, incluyendo a los panistas […] con el arribo y la consolidación de grupos empresariales nativos […] Esta nueva élite ‘extractiva’ no tiene interés genuino en que impere una genuina democracia ni interés en crear instituciones inclusivas en materia de economía […] Podemos decir que el regreso del pri a la Presidencia de la República no es el regreso del antiguo régimen pero sí la continuación de la dominación de intereses políticos y económicos que se resisten a aceptar la transformación democrática del país y la búsqueda de nuevas alternativas para la solución de los grandes problemas nacionales […].
El enquistamiento de un bloque de intereses nacionales y transnacionales, industriales pero sobre todo financieros, ha marcado el ritmo de la economía política mexicana, o una dirección principal a la “gran transformación” instrumentada a fines de siglo y continuada por los dos gobiernos panistas del principio del actual: Reformas han ido y venido, pero lo que una y otra vez ha quedado de lado, soslayado o pospuesto sine die ha sido la cuestión social, ahora urbanizada y diversificada por la emergencia de una panoplia agresiva de nuevos riesgos sociales.. También es cada día más claro que de la democracia mexicana surgida de la larga transición político-electoral que arrancara en los años setenta, han quedado fuera los términos y relaciones,
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valores y compromisos sobre las formas y mecanismos para el ejercicio del poder que un nuevo orden democrático como el prometido reclamaría para darse por consolidado como tal orden. Esta es, no sobra reiterarlo, una cuestión crucial para el avance democrático del país. Retomo la preocupación tanto de Víctor como de varios otros por darle un sentido moderno a la innegable apertura del sistema político y electoral mexicano que dio lugar a la competitividad y el pluralismo, incluso a la alternancia en el Ejecutivo Federal (festejada por muchos como la cereza en el pastel de la ya larga transición a la democracia). Sin negar los desvíos y las omisiones que han acompañado a la transición, no deja de ser paradójico el hecho de que hayamos sido capaces de construir un sistema político abierto, más o menos abierto y plural, pero insensible a los reclamos del cuerpo social; por ello es que un asunto central para darle un signo diferente a la hegemonía política, para usar los términos de Víctor, es imaginar una renovada conversación entre régimen político y desigualdad, una ecuación que para ser productiva debería resolverse en favor de la igualdad. La formación del sistema político… nos muestra los trazos que ha seguido el sistema mexicano cuyos cambios, zigzagueos y rupturas prácticamente en todos los casos han contribuido a evitar, aunque no en todos los casos haya sido exitoso, que legalidad y legitimidad, prendas de todo sistema político, abierto y democrático, se acerquen y refuercen mutuamente. Sin embargo, en los cálculos de los actores políticos no han tenido lugar ni la desigualdad ni la pobreza como fenómenos centrales que debieran articular la matriz donde se gesta la vida pública y se teje la política democrática. Pero, hay que insistir en el punto, no hay, ni puede haber, régimen político más o menos eficaz que no contemple a la desigualdad como una amenaza central a su estabilidad. Hay que examinar si los problemas no surgieron, justamente, de la pretensión de transformar al régimen político –y los fines del Estado del siglo xx – desde una matriz y una retórica electoralistas sin propiciar así una reforma integral del Estado. En tanto el desarrollo se estanca, se afirma la desigualdad y crece la pobreza y, ahora, la violencia. Sólo a partir de este examen podremos iniciar nuevas rondas de discusiones y deliberaciones en pos de agendas y rutas para fortalecer y legitimar nuestro sistema político que decimos querer democrático y moderno. La “rosa de los vientos” que debería guiar nuestros esfuerzos es aprender de nuestra historia, para desde ahí devolver a la justicia social su carácter constitucional de empresa común. Así, buscaríamos que nuestra Carta Magna, más allá de ser marco jurídico de la vida nacional e institucional, sea un programa de acción cuyos trazos maestros sean, precisamente, atender y entender el mandato constitucional del artículo primero relativo a la primacía y el imperio de los derechos humanos y, dentro de éstos, el cumplimiento y la garantía universal de los derechos económicos y sociales.
Para iluminar estos arduos trabajos con sus días, obras como la de Víctor López Villafañe son un gran acicate y una firme guía para reemprender el rumbo •
Cuentos para no dormir esta noche, Agustín Monsreal Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2016.
FANTASMAS DE LO COTIDIANO ANDREA TIRADO
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uentos para no dormir esta noche lo advierte en su título: su lectura quitará el sueño. Los fantasmas que desfilan en los cuentos de este pequeño volumen no pertenecen al más allá, son fantasmas reales, presentes en el cotidiano, en el día a día; fantasmas que atormentan a la sociedad y que espantan al sueño de la noche. Beatriz Espejo presenta en el prólogo a Agustín Monsreal como uno de los grandes cuentistas mexicanos contemporáneos. Advierte también que, al igual que Jorge Luis Borges, Monsreal es un escritor que nunca se ha enfrentado a la novela. En el cuento acierta en la “concreción, de la palabra justa y de la flecha en el blanco”. El audiolibro contiene tres cuentos, uno perteneciente a Los ángeles enfermos (libro con el cual debuta en la literatura mexicana) y los otros dos a El vientre de la ballena. La línea de continuidad de los tres es el abordaje de conflictos cotidianos, en este caso: las crisis nerviosas, la estratificación social y la violencia callejera. “Fue que me enamoré de la locura…” Así comienza “Fuga”, el primer cuento de este volumen. ¿Fuga de qué? De la realidad. Colapso nervioso o escape de la mente hacia otro lugar en donde sentirse libre de las normas coercitivas. El mundo de la demencia. Monsreal le da voz a su narrador para que éste, en primera persona, relate cómo se enamoró. El enamoramiento se debe a que sólo gracias a la locura, el personaje, prisionero de su realidad esclavizante, puede vivir un breve instante de liberación. Se enamora de ese no acatar las “reglas sociales” y que se denomina “locura”. Paradójicamente, en esa [a]normalidad, en ese “ir en contra de”, y del “qué dirán”, es cuando el personaje se siente más dichoso. Fuga es el traspaso de la línea que separa la “razón” de la “sinrazón”, ese punto de quiebre al que todo ser humano puede llegar cuando sigue estrictamente las reglas establecidas por un sistema incuestionable. Sin embargo la locura podría ser otra, pues: ¿no es una locura vivir autoengañándose, o como “súbdito”, como dice el protagonista y trabajando desenfrenadamente sin nunca emitir una sola queja? El episodio de crisis escrito sin puntos y seguido, pausado únicamente por comas y puntos y comas, resalta el manejo del lenguaje que tiene Monsreal, y la manera en la que la forma se subordina al fondo o viceversa. No es hasta que todo
En nuestro próximo número
GARCÍA LORCA 80 años después Evodio Escalante y Miguel Angel Quemain
vuelve a la normalidad cuando aparece un punto y seguido. El episodio de locura parece una suerte de paréntesis o de tiempo suspendido en la narración de la historia de vida del protagonista. Los otros dos cuentos relatan la historia de dos hombres. El primero, Estampa de familia, comienza por el final: lo inevitable ha sucedido. El c u e n to destaca el pensamiento decimonónico (presente aún hoy en día), en el cual persiste la idea de que las diferencias sociales son insuperables, y las consecuencias de pretender lo contrario son que la justicia se tome por propia mano. Esto se justifica con: “No tuve más remedio. No me dejaste otra salida”. Así es como un rico hacendado argumenta el haber privado a otro del derecho a la vida. El segundo cuento, La última miseria, retoma la narración en tercera persona para hacer partícipe al lector de la (re)acción de la mente humana ante la violencia callejera. Es la historia de Santos, quien por azar o por suerte se encontrará al asesino de su esposa, con el que desarrollará una relación de amistad enfermiza, hasta que un buen día Santos cobra su deuda. Agustín Monsreal advierte al lector sobre distintos problemas que se apoderan de su (nuestra) realidad. Uno de sus logros reside en que no nombra directamente el conflicto, sino que lo escribe para que se lea entre líneas, lo que magnifica su impacto. De esa manera se hace evidente la enfermiza rutina que esclaviza a los personajes, los cuales para ser “normales”, no deberían cuestionar nada, pues si lo hacen pasan a ser [a] normal e s , o b i e n , a e n t r a r e n e l terreno de la llamada locura, sinónimo de marginación y exclusión. Se hace manifiesta, también, la persistencia de un pensamiento clasista y la violencia que acosa el día a día. Los tres cuentos coinciden, además, en la búsqueda de una sensación de libertad, de estar en paz con los actos ejecutados, ya sea a través de la locura, de la justicia propia o del “ojo por ojo, diente por diente”. Los tres personajes buscan, a su manera, sentirse absueltos de los fantasmascondenas que llevan a cuestas. Puede que estos cuentos no sean para dormir pero son útiles para despertar, para alertar a quien lea sobre esa falta de libertad, o bien, sobre las luchas internas y externas que atormentan y que, al final, lo que hacen es sumergirnos en una soledad ineludible •
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
ARTE Y PENSAMIENTO ........
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Naief Yehya
Agustín Ramos
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OMEN EN SERIO A Trump por favorrrr –suplicaba en Televisa (Bot Of Pleises) el exsecretario bilingüe Castañeda durante las recientes elecciones de Estados Unidos. Otro tiranosaurio decía en los noventa del otro siglo que en política los enemigos son de veritas y los amigos de mentiritas. También, la derecha es de verdad y la izquierda de mentira. Y en esta última abundan los analistas que por vergüenza o por no parecer anacrónicos eluden referirse en sus textos a la quiebra capitalista de proporciones similares a la del ‘29 y a la fórmula (neoliberal) que extiende,
Moonlight, de Barry Jenkins Tiempos de desilusión Podríamos decir que ya hemos tenido una dosis sostenida de desilusiones políticas, que somos veteranos de elecciones completamente en contra de nuestras expectativas y de lo que consideramos el bien común. Podríamos pensar que lo hemos visto todo y que tomar muy en serio estas decepciones es absurdo, ya que sabíamos que lo que más podíamos esperar era el menor de los males. Sin embargo, podemos atrevernos a intuir que esta vez Estados Unidos está entrando en un territorio desconocido, o más bien en un territorio que había sido repudiado y abandonado tras décadas de lucha social, activismo y desobediencia civil. El triunfo de Donald Trump representa el regreso a un tiempo en que ser racista, xenofóbico, homofóbico y abusivo es considerado aceptable. El triunfo republicano responde a una violenta revancha de una población rural, obrera, desempleada, asustada, conservadora y profundamente resentida con el partido que los ha traicionado: el demócrata.
Tres eTapas, Tres dramas
disimula y, por amor o por la fuerza, pasa la factura del nuevo crack a las clases subordinadas, mediante elecciones libres, fraudes y golpes parlamentarios como los ocurridos en Argentina, Brasil y México. Pero volviendo, ja, a las elecciones libres, en esos mismos años noventa, ya con el neoliberalismo a toda marcha , Raymond a. Landry señaló, en “Ética y democracia electoral en Canadá”, que entre las condiciones para considerar democráticas unas elecciones, “las campañas se deben realizar con justicia razonable, en el sentido de que ni la ley ni la violencia ni la intimidación deben impedir que los candidatos presenten sus opiniones y calificaciones o impedir que los votantes tomen conocimiento de ellas y las debatan”. Ahora abunda sobre la cuestión electoral otra canadiense, Naomi Klein. Autora de los clásicos No logo. El poder de las marcas y La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, esta belleza escribe el artículo “La clase de Davos selló el destino de Estados Unidos” (The Guardian, traducción de Tania Molina Ramírez) para afirmar que las principales responsables del triunfo de Trump son “las políticas neoliberales de desregulación, privatización, austeridad y comercio empresarial”. Bajo ellas, continúa, “los estándares de vida [de las mayorías votantes] han caído drásticamente. Han perdido sus empleos. Han perdido sus pensiones. Han perdido buena parte de la seguridad social que permitía que estas pérdidas fueran menos aterradoras. Ven un futuro aún peor que su precario presente”. Frente a ello está “la clase de Davos, una ultraconectada red de multimillonarios de los sectores banquero y tecnológico, líderes electos por el voto popular que están terriblemente cómodos con esos intereses, y celebridades de Hollywood que hacen que todo se vea insoportablemente glamoroso.” Por eso, por el enojo y el dolor mayoritarios, explica Klein, se registra el viraje a la derecha. Por eso y por la ausencia de una verdadera izquierda. Y da ejem-
plos de que ésta es posible:“En Canadá comenzamos a construir [una coalición] bajo la bandera de una agenda popular llamada El Manifiesto Dar el Salto, suscrito por más de 220 organizaciones, desde Greenpeace Canadá a Las Vidas Negras Importan–Toronto y algunos de nuestros mayores sindicatos”. Y no es su único ejemplo… ¿Se necesitan, pues, coyunturas electorales para actuar, cuando la imagología mercadotécnica ha desplazado el discurso racional como método proselitista, sustituyéndolo por el otrora repudiado culto a la personalidad propio de regímenes totalitarios como China y la urss , la Italia fascista y la Alemania nazi, de tal manera que el lavado de cerebro deja de ser una condenable herramienta antihumana para transformarse taimadamente en una costumbre propia de la democracia sin adjetivos practicada por el bloque neoliberal de la ocde y sus ratones? ¡Y todavía hay quien se extraña de que hayan fallado las encuestadoras, como si ignorara que éstas han derivado a meras agencias de propaganda! ¡Ítem más! Así, al fraude consustancial que conllevan los comicios, se suman las casi infinitas modalidades de fraude insertas y aclimatadas en tierras de mapaches, alquimistas y demás fauna amoral que se da como tequesquite en tierras de temporal. Concluyo. Ni antes ni después ni durante las elecciones gringas el neoliberalismo se convirtió en la fase buena o menos peor del capitalismo: En tiempos de globalización forzada y de desfiguración bárbara de soberanías, esas elecciones reiteraron lo que todos sabíamos: que en los sistemas de explotación y depredación los comicios son, han sido y serán, exclusivamente, maniobras legitimadoras para los administradores de tales sistemas, aunque las avestruces del intelecto pretendan hacernos ver otra cosa para meternos en el frasco de la guerra contra el Mal, el Peligro y demás populismos/terrorismos que ellas mismas incubaron •
La cinta Moonlight, de Barry Jenkins, aparece en un año sobrecargado de violencia racial en que docenas de jóvenes negros han sido asesinados a manos de la ley, en que ha aparecido el movimiento Black Lives Matter, en que la comunidad lgbt ha logrado importantes conquistas, pero también ha sido objeto de un renovado y violento acoso. La película se estrenó en el Festival de Nueva York, mientras la atmósfera se envilecía con la promesa tóxica de un mítico regreso a un pasado de orden y progreso:“Make America Great Again”, que hizo un candidato que específicamente culpó a los mexicanos y a los musulmanes del terror y la inseguridad. La película, que muchos celebran como lo mejor del cine estadunidense de 2016, cuenta tres episodios en la vida de un hombre negro, nacido en un barrio pobre de Miami, que comienza en los años ochenta. En cada episodio tiene un apodo: en su niñez lo llaman Little (Alex Hibbert), en la adolescencia Chiron (Ashton Sanders) y como adulto Black ( Trevante Rhodes). Little es acosado por sus compañeros, su madre se vuelve adicta al crack y el niño encuentra una imagen paterna en Juan (Mahershala Ali), un vendedor de drogas que reconoce su predicamento y que junto con su novia Paula (Naomie Harris) se convierte en su protector y en una especie de familia alternativa que lo ayuda a sobrevivir. De cualquier manera, Chiron sigue siendo victima de los bullies en la secundaria y de las agresiones de su madre. Cuando por fin decide defenderse, termina en la cárcel y se convierte en un musculoso, ecuánime y nostálgico maleante.
soledad y rechazo Moonlight está basada en la obra de teatro de Tarrell Alvin McCraney, Moonlight Black Boys Look Blue, y es un filme
Escena de Moonlight
extraordinario por la manera elocuente y humana con que presenta la soledad, angustia e inseguridad de un joven gay en un mundo intolerante y hostil. Chiron aprende a esconder sus deseos y a desarrollar una coraza impenetrable. Quizás la principal virtud de la cinematografía de Jenkins es evitar todo melodrama y hacer patente la angustia sin estridencias ni sobresaltos sentimentales. Si, por un lado, Jenkins hace un recuento trágicamente realista de las consecuencias habituales de la vida en los guetos, por la otra se resiste a emplear lugares comunes y a negar la humanidad de sus personajes. Inicialmente parece que Juan manipulará a Little o abusará de él, en cambio le da de comer, le enseña a nadar y, más importante aún, le dice que no debe sentirse avergonzado por su sexualidad. La escena más punzante del filme tiene lugar cuando Black se reencuentra con Kevin (André Holland), el excompañero de la escuela con quien tuvo su primera experiencia erótica y descubrió el deseo amoroso. La conversación, los silencios, las miradas y la tensión de los rostros y gestos crea un apabullante mosaico de emociones a partir de un contexto en gran medida inferido. Es un epílogo desgarrador e intenso a décadas de sufrimiento y represión.
u n nuevo viejo mundo Moonlight es el apropiado y esperanzador contraste en un año en que hasta la nueva versión de Los Cazafantasmas (Paul Feig) fue objeto de ataques violentos de misoginia y racismo. La llegada al poder de Barack Obama en 2008 fue imaginada como el alba de la “America postracial”, como la llegada de una nueva era de apertura, el inicio de un nuevo contrato social. La presidencia del primer presidente negro termina rodeada de violencia racial y con un clima sexista y homofóbico digno del siglo xix . Es claro que el régimen de Obama y su secretaria de Estado Clinton fue intervencionista y contribuyó a la hecatombe bélica que incendia el Medio Oriente. Sin embargo, Obama por lo menos trató de cambiar la narrativa de segregación, despojo y abuso que ha dominado a este país desde sus orígenes. La cinta de Jenkins sirve como una triste despedida a un experimento social fallido, por lo menos por ahora •
JORNADA VIRTUAL
Un solo horror verdadero
TOMAR LA PALABRA
naief.yehya@gmail.com
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........ ARTE Y PENSAMIENTO
Jornada Semanal • Número 1134 • 27 de noviembre de 2016
Alonso Arreola @LabAlonso
Postal de la Habana (i de ii)
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ACE UNAS SEMANAS VIAJÉ a Cuba con un grupo organizado por la galerista Nina Menocal con el fin de asistir al Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, y visitar a destacados artistas contemporáneos en sus estudios. Cubana de nacimiento y nacionalizada mexicana desde temprana edad, Nina Menocal –a través de su galería Ninart– es pionera en la promoción del arte cubano en nuestro país desde 1989, cuando invitó a un grupo de artistas entonces jóvenes a residir y trabajar en México por unos años, experiencia que resultó altamente fructífera y marcó el inicio de un diálogo cultural de ida y vuelta que prevalece
hasta nuestros días. La galería Ninart abrió la brecha al coleccionismo de arte cubano en nuestro terruño cuando todavía no se daban a conocer fuera de la Isla artistas hoy consagrados, como Tomás Sánchez y José Bedia entre muchos otros. Durante nuestra estancia, la galería Ninart inauguró una exposición en la Casa de México, lugar de encuentro de las culturas cubana y mexicana auspiciado por la Oficina del Historiador de La Habana, el imprescindible Dr. Eusebio Leal Spengler. Hoy desde los ochenta es el título de la muestra integrada por veintiséis artistas, en su mayoría pertenecientes a la generación de los ochenta, también conocida como la Década prodigiosa. Estamos hablando de artistas que nacieron con la Revolución y fueron 1 formados en el prestigioso Instituto Superior de Arte (isa) que fue creado en 1961 y del que han egresado numerosos creadores eminentes. La curadora de este proyecto es la Dra. Magaly Espinosa, renombrada especialista en arte cubano contemporáneo, en combinación con la joven historiadora del arte Indira Collazo, y el propósito de la exhibición es ofrecer una mirada a vuelo de pájaro de las prácticas artísticas actuales –pintura, escultura, fotografía, dibujo, vídeo, instalación, obra en proceso, grabado, media art– y su relación con los lenguajes y preocupaciones que se han entretejido a lo largo de las últimas tres décadas. A decir de la curadora, los artistas que han sido reunidos en esta muestra se caracterizan por “el talento, espíritu de renovación, y especialmente, por su arrojada crítica a la ‘utopía’ cubana”, tema candente en el arte cubano actual. Al recorrer esta muestra y tras la visita a un buen número de estudios de artistas variopintos, se comprueba que la creación en la Isla está pasando por un momento de efervescencia en el que se palpa un dinamismo desbordado; se privilegia una tendencia a crear obras autorreferenciales y vinculadas al contexto sociopolítico actual que las dota de un carácter y una personalidad propios y originales, a diferencia de los lenguajes homogéneos que proliferan por el mundo impulsados por el mainstream del mercado del arte global, mismos que resultan en su mayoría repetitivos y aburridísimos. El arte cubano habla con voz propia en creaciones que amalgaman forma y contenido en expresiones multivariadas que van del uso riguroso del di2 bujo clásico a los experimentos transdisciplinarios más sofisticados y atrevidos. Salta a la vista, en la gran mayoría de las creaciones cubanas –cualquiera que sea la técnica o el medio– el empeño que los artistas ponen en mantener el rigor en la factura de las obras. El gusto por la creación “artesanal”, es decir, la intervención directa de la mano del artista que busca despertar en el espectador una experiencia sensorial más allá del mensaje meramente racional, es una de las características que se vislumbran en gran parte del arte cubano, y esto ha quedado patente en las Bienales de La Habana que son el termómetro que revela la elevada calidad estética de las creaciones de la Isla. Al recorrer esta muestra y visitar los estudios de muy diversos artistas, se percibe un hilo conductor que hilvana sutilmente la heterogénea creación cubana contemporánea y es la permanente presencia de un discurso politizado en la gran mayoría de las obras artísticas, como lo expresa Magaly Espinosa: “Tal como ocurre con la genética, aunque lo desees, no te puedes desprender de lo que heredas, porque es parte de tu sustancia personal.” De ahí la insistencia en hablar de la realidad actual que vive la sociedad cubana, con todas sus incertidumbres e incongruencias, y de cuestionar los discursos ya gastados que vienen cargando desde hace más de cinco décadas. Los comentarios críticos que se leen directamente en las obras o entre líneas son ingeniosos y plenos de ironía y sarcasmo: un humor negro y mordaz que a un tiempo sacude e invita a la reflexión • (Continuará…) 1.- Isla atrapada por la muerte, Sandra Ramos 2.- Me quieren congelar pero no pueden, Sandra Ceballos 3.- Pelandruja ii , Niel Reyes
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ARTES VISUALES
Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
Música de mierda
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ÚSICA DE MIERDA. Tal fue el nombre que la notable editorial española Blackie Books escogió para el celebrado libro de Car Wilson editado en 2007 bajo el título Let’s Talk About Love: A Journey To The End Of Taste. Un encomiable ensayo que no sólo reivindica principios insoslayables de la música pop (“la música más ‘sencilla’ puede incluir indicios de reconciliación con el mundo a que nos hemos visto abocados”), sino que penetra el antiguo y olvidado compromiso de quienes investigan y escriben sobre el más inefable de los oficios. Un viaje de honestidad introspectiva que sobrevuela fenómenos culturales, geográficos e
históricos a partir de la aproximación dando los porqués y esqueletos que biográfica propiciada por un disco es- sustentan su esquema antes incluso de pecífico. Dicho llanamente: Música de que culminen en algo nutritivo, Wilson mierda es un zoom lento y divertido ofrece doce apartados –semillas para al exitosísimo álbum Let’s Talk About un diálogo abierto– que cuestionan Love de 1997 –el del emblemático te- lo mismo el esnobismo terco que el ma de la película Titanic– tomando en cariño superficial, pasando por rasgos cuenta la vida y obra de su polémica locales que se vuelven globales, la suintérprete (la cantante canadiense- puesta sensiblería de ciertas compoquebequense Céline Dion), así como siciones, la formación del gusto en las el contexto que cobijó su carrera y la audiencias masivas, el rol de los fanáticos y el surgimiento de lo que llamadel propio autor. ¿Parece una ociosidad? ¿Es ir dema- mos “mal gusto”. Todo ello, además, prosiado lejos escribir un libro entero a logado por Nick Hornby y epilogado propósito de uno de los fenómenos por Manolo Martínez, dos mentes bridiscográficos más tratados de la histo- llantes que bien escoltan a la del autor, ria, o editarlo en español veinte años colaborador en The Globe, Pitchfork y después de que el álbum viera la luz, o The New York Times, entre otras publicapasados diez años de su primer arribo ciones influyentes. Por ello y por el cuidado en el diseño a librerías y en territorios para los que la figura de Dion fue popular pero pa- editorial es que cada vez que nos llega sajera? Ante tales preguntas –hijas de un libro de Blackie Books (www.blacla urgencia del tercer milenio– la res- kiebooks.org) somos niño con juguete puesta es sí y siempre sí. Incluso, gracias. nuevo. Ver juntos algunos de sus volúSe trata de una cátedra que enaltece el menes nos emociona. Verbigracia: El trabajo de plumas comprometidas no mundo de la tarántula, de Pablo Carbosólo con la materia de su estudio, sino nell; Estrategias sobrenaturales para con las dudas, interrogantes y contra- montar un grupo de rock, de Ian Svenonius; Instrumental, de James Rhodes y dicciones de cualquier melómano. Es un texto que supera a profesiona- ahora éste, Música de mierda, de Carl les y estudiantes de periodismo, litera- Wilson. Todos tratados aquí, todos retura o sociología, pues su tono ligero y comendables cuando los tiempos exiprovocador alcanza para tocar a lecto- gen profundizar en lo que amamos. res con “placeres culpables” y que, so- ¿Nos creería si le dijéramos que ayudan bre todo, cuestionen lo que soberbios a entender el mundo y su historia, Brexit escribanos expresamos en periódicos, y Trump incluidos, desde la reflexión revistas, libros, conferencias, clases musical? Lea: “En el presente, sumergiy demás espacios de juicio retórico. Digamos que ayuda a construir una metodología de fusilamiento, componenda o aplauso… “¿Descubriré que llevo dentro un fan de Céline Dion?”, se pregunta Wilson. “Si al final me reconcilio con su música me lo tomaré como una lección. Y si no, seguramente podremos extraer otras”, responde. ¿Niega entonces la validez del comentario sencillo en la cafetería, la fiesta o la banqueta a propósito del éxito con que una canción o cantante nos persigue durante semanas o meses? No. Carl Wilson Lo integra cual componente insoslayable de la cultura pop más dos como estamos en antagonismos inevitable. Lo considera pegamento sociales, y ante el riesgo de que nos tocentral del tándem amor-odio que ino- men por unos muermos y unos hortecula a todo fenómeno de la magnitud ras, nos sentimos menos inclinados a de “My Heart Will Go On”, marco para el ser magnánimos y a escuchar a Céline emblemático momento de proa entre Dion como tal vez la escuchará la historia.” No hay duda: el buen mecanismo Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Así, yendo de lo general a lo particu- intelectual es reutilizable. Buen dominlar, del aborrecimiento al afecto, desnu- go. Buena semana. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
27 de noviembre de 2016 • Número 1134 • Jornada Semanal
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Jorge Moch Ana García Bergua
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
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IEMPRE ESTOY PREOCUPADA porque mi columna no puede ser de actualidad, ya que la escribo con más de una semana de antelación y a últimas fechas suceden tantas cosas y tan rápido siempre que es imposible alcanzarlas. Ahora, por ejemplo, quisiera que, el domingo en que se publique esta columna, la pesadilla de que Donald Trump salió electo como presidente de Estados Unidos no haya sido más que eso, una pesadilla; que, como en la película Volver al futuro, haya sido una especie de capítulo equivocado de la historia, un error pasajero que mantuvo
nuestra respiración en vilo por un pe- cuenta de que ya lo estaba desdendequeño tiempo nada más, pero un suce- nantes) y se convoca a elecciones antiso tan extraordinario como una máqui- cipadas, sólo esperamos que no nos na del tiempo lo corrigió. Quisiera, por caiga Trump luego de su periplo por la ejemplo, que algún lector me regañe estratósfera como el Dr. Evil de Austin por estar tan atrasada de noticias: acuér- Powers. Pero no. La realidad horrenda codate de que hace apenas una semana hubo un tremendo escándalo luego mo un sucio chicle pegado seguirá ahí de que Trump pretendiera convertir la cuando salga mi artículo, los videos de Casa Blanca en hotel lujoso e insistie- rednecks tatuados gritándoles estupira en agarrar el pussy de una serie de deces a aterrados mexicanos del otro mandatarias y funcionarias de la otan y lado de la frontera se verán por todas el fmi, por lo que le quitaron la presiden- partes y el Ku Klux Klan habrá desfilado cia en una ceremonia ominosa y de pe- con antorchas y esos picos ridículos en na ajena donde se descubrió que, deba- la cabeza como los de la Inquisición. jo del berrendo copete, lanzado al aire Espero que la hamburguesa se les atrapor la presión de una ira de horario para gante y los gorros se les incendien, todo público, no había más que deyec- sincerely. ciones de pavo, confeti y centavos. Que los lectores me digan: acuérdate, Ana, cómo el señor Trump, luego de ser de- epílogo puesto, tropezó con un pliegue de la Hace días fui a ponerle gasolina al coalfombra y salió volando por una de las che. Le pregunté a la señora que atenventanas de la Casa Blanca, cómo rebo- día en la gasolinera si ahí aceptaban tó en un arbusto –y los jardineros de cierta tarjeta. Sí, me respondió, pero a variados orígenes que ahí se encon- veces la máquina no la acepta, nunca traban, hicieron como que la Virgen les sabemos si va a funcionar. ¿Y entonces hablaba– y después se elevó converti- qué hago?, le dije, no traigo dinero en do en un globo azul y dorado que desa- efectivo, mejor me voy. No, no, vamos a pareció como un mal sueño, como una ver si funciona esta vez, insistió, empuventosidad que se lanza distraídamen- ñando muy quitada de la pena el dispensador de combustible. ¿Pero y si no te y se pierde en el cielo azul. Quizá, en una semana y media, esta- sirve la tarjeta, qué hacemos? Pues coremos celebrando el prodigio de que, rremos, contestó, muerta de la risa. Por durante una reunión de sus kukuxkla- suerte todo funcionó bien y pude pagar nescos asesores para quemar harto mi gasolina –ya me veía con el mamelupetróleo y carbón festejando el fin de co verde sirviendo a los próximos clienla patraña del cambio climático, un alud tes–, pero no dejaba de ser una curiosa de nieve selectivo y didáctico los aplas- apuesta. Algo así me da la impresión de tó para siempre. Qué feliz seré si esta que hicieron los estadunidenses en sus columna de horror por Trump, con los elecciones. Primero los republicanos: despertares confusos y angustiados de este tipo se puede poner medio loco, estos días, resulta obsoleta, luego de los ¿aceptamos que se lance de candidaprodigios que han llevado a su desapari- to? Vamos a probar, en una de ésas función y que incluyen la elección de una ciona. Y los que votaron por él aun cuanhermana gemela de Michelle Obama co- do no estuvieran del todo de acuerdo mo presidente, pues Hillary se habría con sus ideas (bueno, si se les pueden quedado muda de la sorpresa y ya no llamar así), me temo, pensaron lo mismo. podría gobernar su poderosísimo país. ¿Y si no resulta?, habrá preguntado uno, Y por cierto, me seguirán regañando despertando momentáneamente de la mis actualizados lectores, por escribir metanfetamina. Pues corremos, le hasobre noticias atrasadas, no mencio- brá dicho el otro. Aguas, porque ahí vienen. Les tennaste que nuestro presidente se quedó sordo (o más bien por fin se dieron dremos que dar asilo a todos •
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N LA TELEVISIÓN MEXICANA raramente asoma su verdadera, horrible jeta la realidad cotidiana. Y mucho menos la de marginados y desposeídos, ésos que acaso solamente importan para venderles algo o escatimarles el voto cuando hay elecciones a cambio de migajas, promesas que serán incumplidas o, como ya vimos que pasó en este sexenio nauseabundo, aparatos de televisión en los que nunca verán la mayoría de quienes los recibieron gustosos un atisbo a sus verdaderas vidas. Pero ningún desposeído será ignorado, vilipendiado, asaltado y violentado como los migrantes centroamericanos que tienen el infortunio de
cruzar este valle de lágrimas con la cándida creencia de que una vez cruzado México, si sobreviven, lograrán arrebatarle un pelo al Vellocino de Oro que muchos de ellos siguen creyendo que se esconde en algún lugar del otro lado del cerco fronterizo del norte donde el nuevo emperador, un genuino hijo de puta, quiere emplazar una muralla infranqueable. Estúpido. Hay una muy mexicana realidad oculta, subterránea, vergonzante, macabra, de la que callan detalles mustiamente muchos de quienes la conocen, sobre todo en los medios masivos de comunicación, allí las televisoras, y más, claro, en los distintos niveles del asqueroso desgobierno mexicano que se dice autoridad, empezando por esa pocilga que se llama Secretaría de Gobernación y sus serviles perros de la policía migratoria mexicana. Un atisbo a esa realidad horrenda logró asirlo el poeta Jaime Velasco Luján, autor de Vivos se los llevaron (Trajín, México, 2016), quien en un correo colectivo me hizo llegar esta crónica que, como una oportuna, terrible imagen, dice muchísimo. Al final de un encuentro con sus lectores, donde presentó Vivos…, cuenta Jaime: “Fue presentado, otra vez, Vivos se los llevaron, y temprano, una persona con aspecto africano se me acerca y dice: Soy Tadeo, hondureño, necesito...”, y en un correo subsiguiente, Jaime narra esta breve crónica, que tituló “Un hondureño en Xochimilco” de la que con su permiso reproduzco aquí parte, al menos para compartir la vergüenza: “Aún estábamos fuera del auditorio cuando el moreno me acercó un papel, una fotocopia de una entrevista que le hicieron en el diario Crónica de Ciudad Juárez; después de leer, le dije que tomaría la palabra durante 5 minutos. Transcribo su discurso: –En el año 2010 un hermano mío de veintidós años, profesor con plaza, se vino a México con la intención de cruzar la frontera... un año después no teníamos noticias de él... mi madre vino a buscarlo pero no lo encontró, mi ma-
dre vio tantos casos semejantes al suyo que decidió fundar una organización de búsqueda de los desaparecidos, desgraciadamente, mi madre murió sin encontrar a mi hermano, yo la asistí en su agonía y me hizo prometer que buscaría a mi hermano, así lo hice... después de mucho tiempo, de no contar con ninguna [ayuda de la] autoridad de Veracruz, Sonora, Baja California Norte, Chihuahua y Nuevo León que me ayudara en la búsqueda, llegué a Ciudad Juárez, ahí encontramos una fosa con veintiséis cadáveres, siguiendo el Protocolo de Viena se guardó una muestra de piel: los muertos, todos jóvenes, habían sido diseccionados para quitarle los órganos... Debo regresar a Ciudad Juárez esta noche para seguir con el trámite del regreso de los restos de mi hermano a Honduras, pero no tengo dinero, solicito su colaboración económica... Le pregunté si no sería un gasto inútil, contestó: –No, la tribu a la que pertenezco hace una fiesta cuando alguien se muere, sabíamos que no íbamos a encontrar vivo a mi hermano, y aun así mi mamá vino, yo también ya sabía, él nos lo dijo en una ceremonia de la tribu, ahora debo llevarlo para hacerle su fiesta con la comunidad, nosotros creemos que los muertos nos cuidan, cuidan a la familia. Los asistentes: alumnos de primaria y de secundaria que fueron con sus mamás, algunos profesores y trabajadores le dimos lo que pudimos y Tadeo partió. Sentí pena de quedar incluido entre los mexicanos del norte que no ayudaron, pero más cuando recordé la Inyección Antimexicana: en las fotocopias que leí dice que, en Honduras, cuando una mujer piensa venir a México, va a una farmacia a que le apliquen la Inyección que evitará que durante tres meses quede embarazada porque en México seguramente la violarán...” Eso, eso, es México. No lo que promocionan el enano mental de Los Pinos y sus contlapaches televisivos. Eso. Para vergüenza te todos. Incluidos tú y yo •
CABEZALCUBO
Crónicas que no verás en la tele en México Para Alfredo
PASO A RETIRARME
Cosas que quisiera
........ ARTE Y PENSAMIENTO O
Jornada Semanal • Número 1134 • 27 de noviembre de 2016
Luis Tovar
Juan Domingo Argüelles
Twitter: @luistovars
Los Cabos 5 (ii y última)
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ORGE LUIS BORGES habló y escribió muchas veces sobre el Premio Nobel de Literatura, siempre con ironía. En 1936, en la revista El Hogar, sentenció:“Yo no sé, por ejemplo, si dentro de cien años la República Argentina habrá producido un autor de importancia mundial, pero sé que antes de cien años un autor argentino habrá obtenido el Premio Nobel, por mera rotación de todos los países del atlas.” Borges seguramente llegó a suponer que su predicción hallaría cumplimiento con él. No fue así, y estamos a menos de dos décadas de que su profecía fracase. Y fracasará si antes de 2036 la Academia Sueca no concede el Nobel a un escritor argentino irremediablemente inferior, en calidad literaria, al autor de Ficciones.
Seamos claros: la etiqueta de “grandes escritores” que concede la Academia Sueca con el otorgamiento del Nobel de Literatura a autores más bien mediocres cuando no menores, ha convertido este reconocimiento en una superstición culta. Pensar que un autor es “inmortal” porque recibió el Nobel, después de una deliberación académica en gran medida oportunista y casi siempre política, es darle demasiada importancia a un grupo de personas que lo mismo se decide por un espléndido e irrefutable autor ( t . s .Eliot) que por alguien incluso poco apreciado (con absoluta justicia), en su propio país (José Echegaray). Borges desdeñaba a ciertos autores a los que no quería tener por compañía en ese Olimpo sueco: Rabindranath Tagore y Gabriela Mistral, por ejemplo, galardonados con el Nobel de Literatura en 1913 y en 1951, respectivamente, entre otros más a los que consideraba escritores de brocha gorda. Y sin embargo anheló ese premio, como si fuera su pasaje a la inmortalidad, y se imaginó junto a sus admirados Eugene O’Neill, George Bernard Shaw y William Faulkner que también lo obtuvieron. Cuando, en 1956, la Academia Sueca premió a Juan Ramón Jiménez, su sarcasmo fue devastador: “Primero Gabriela. Ahora Juan Ramón. Qué vergüenza... para Estocolmo. Esos suecos son mejores para inventar la dinamita que para dar premios.” Aun así, siguió imaginándose en Estocolmo en la ceremonia de premiación. Y cuando vio pasar los años sin recibir el telegrama o la llamada telefónica anunciándole la concesión del ansiado Nobel, supo que ese honor, tan cortejado, no sería suyo. Una de sus últimas ironías, en agosto 1984, incluía una súplica: “La Academia Sueca antes premiaba a escritores que eran mundialmente conocidos. Ahora ha cambiado de modus operandi: se dedica a descubrir valores. No lo reprocho, me gustaría ser descubierto.” Menos de dos años después, el 14 de junio de 1986, moriría en Ginebra, Suiza, sin ser “descubierto”.
Contra lo que se piensa, la justicia poética es infrecuente. Un gran escritor que cortejó el galardón no lo obtuvo, y un gran músico popular (no un literato), Bob Dylan, que no se ocupó ni se preocupó de semejante reconocimiento lo obtuvo sin meter las manos... y hasta sinceramente sorprendido. Había razón para sorprenderse. Más allá de que este premio se lo hayan concedido a célebres nulidades literarias e incluso a un gran político (Winston Churchill), que escribió libros muy poco literarios, nunca se había visto que se lo dieran a un músico y cantautor. ¿Poeta? Sí. No hay que demeritarlo, pero escritor literario, no. En nuestro país sería como si a José Alfredo Jiménez (grande él, sin duda) le hubiesen concedido el Premio Nacional de Lingüística y Literatura y no el de Artes y Tradiciones Populares (que, por cierto, tampoco le otorgaron). Más allá de discusiones bizantinas y polémicas viscerales, una cosa es irrefutable: le concedemos demasiada importancia a la “gloria literaria” que concede un puñado de académicos suecos. La culpa es nuestra, no de los académicos. Entre todos los textos que se han escrito respecto del Nobel a Bob Dylan, el de Antonio Lucas, en el diario español El Mundo (18-11-2016) ha dicho, sintéticamente, lo justo y más acertado: “El de Bob Dylan está siendo el Nobel de Literatura menos literario de los últimos años, pero el más divertido de las últimas décadas. El viejo cantante, célula dormida de sí mismo, resuelve que no va a pasar por Estocolmo a recoger el galardón. Alega compromisos adquiridos que no pueden ser desbaratados por un premio. Esto es Dylan. A mí me parece bien así (y del otro modo). Los señores de la Academia Sueca sabían a quién llamaban: a un tipo que tiene por costumbre no coger el teléfono. Y, además, no necesita el Nobel. Es el Nobel quien lo necesitaba a él para darse repercusión, un baño de Twitter. Todos contentos. Dylan le hace una peineta a quien le homenajea y el mundo aún se mantiene en pie.” •
JORNADA DE POESÍA
Bob Dylan, Borges y el Nobel
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UNTO CON OTRAS CUATRO, las siguientes películas formaron parte de la sección México Primero del quinto Festival Internacional de Cine de Los Cabos (ficc5):
los pedazos del Todo Al parecer definitivamente apeado de la propuesta fílmica de su debut en largometraje de ficción, la bien resuelta e interesante A tiro de piedra (2010), los dos filmes más recientes de Sebastián Hiriart –Filosofía natural del amor, presentado en el ficc3, así como Carroña, producido este año– ponen de manifiesto un espíritu disectivo, como de entomólogo, icónicamente literal en el primer caso, y más bien de concepción y forma en el segundo. Definible con esa palabra que al agringado Mediomundo le da por decir y escribir con el anglicismo “deconstrucción” (como si le costara muchísimo incluir la letra “s”), Carroña responde bien, aunque paradójicamente en su perjuicio, no a lo que el título sino más bien la disposición secuencial de la trama pareciera indicar: si la invitación inicial del cineasta/guionista es a tener en mente, mientras corre la película, los trozos de un cuerpo ya muer to y en proceso de descomposición, lo consigue no tanto con escenas explícitas al respecto en una playa que paulatinamente pasa de luminosa a umbrosa, ni con la sugerencia narrativa-retórica de ver en la triada de protagonistas a tres carroñeros metafóricos, sino con un hilado de tensión tan escasa que, como si se tratara de una red cuyos agujeros exceden el tamaño para pescar nada, va diluyendo sin remedio el efecto de una progresión dramática que cuando no trastabilla se precipita, sobre todo en el último tercio del filme y, en particular, en el caso de un remate con aires de homenaje al anacoluto. Añádase que el filme sufre, y no poco, por culpa de la insistencia del coprotagonista Andrés Almeida en trasladar de película en película un personaje cansinamente idéntico a sí mismo.
el Todo a pedazos Si de maestros se trata, los de la provocación en términos artísticos no sólo son bien conocidos sino, como es obvio para cualquiera, también son paradigmáticos. Obvio asimismo, esta última condición es resultado de un hecho bifronte, compuesto a partes iguales por una voluntad consciente que es aplicada a la ruptura de reglas, seguida por una capacidad de futuro –valga la expresión– que vuelva atractiva la búsqueda continua en esa nueva vía, misma que, llegado el momento, a su vez acabará convertida en una regla susceptible de ser violada en aras de una renovación más (piénsese, para no ir más lejos, en
Carroña
el ejemplo clásico de un Andy Warhol artista plástico pero también cineasta). El principal problema de William, el nuevo maestro del judo (2016), segundo largometraje de Ricardo Silva, esta vez en colaboración con Omar Guzmán que debuta, es que parece anhelar lo primero –la provocación rupturista–, pero naufraga estrepitosamente mucho antes de siquiera aproximarse a lo segundo, es decir, la capacidad de proyectarse hacia delante en el tiempo, para no hablar de su nula posibilidad, ya sea en estas o en otras manos, de convertirse en nuevo paradigma de absolutamente nada. De lo contrario, la cinematografía no sólo mexicana sino de cualquier parte del mundo ya estaría inundada con similares colecciones de secuencias tan desarticuladas unas de otras como si fuesen pegotes puestos ahí con una desaprensión que se arrima demasiado a la impericia, pero también padecientes de un descoyuntamiento intrínseco que deja a este filme, como en buena medida dejó a su antecedente Navajazo (2014), en calidad de víctima indefensa de un montajista que hubiera decidido trabajar haciendo bizcos, o de plano con los ojos cerrados. Si el acto estético de provocar, esencialmente concebido como un hecho fructífero y allanador de rutas hasta ese momento inéditas –ahí Duchamp, Ernst y tantos otros–, consistiera en ramplonerías como el simple desaliño formal, en un feísmo iconográfico burdo y esgrimido en calidad de repulsivo más que de revulsivo, en antipatías tan metidas con calzador que no molestan sino nada más aburren, así como en un aire aparentemente deliberado de homemade –dígase así para estar en sintonía con el tijuanismo del filme– hecho a base de costuras más bastas que nudos… Si, en fin, parvulerías por el estilo fuesen artísticamente provocadoras, este William…, maestro de ninguna cosa, sería el colmo de la provocación, pero como se sabe más que de sobra desde Beckett, Ionesco y compañía, el sinsentido y el absurdo son muy otra cosa •
CINEXCUSAS
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ENSAYO
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e habla de poesía bajo cualquier pretexto. Todo es o puede ser poético. La salida de sol, el anochecer, las florecitas que nacen en primavera sobre las ramas de los árboles, la oscuridad de las tinieblas al atardecer del invierno, la aurora, el crepúsculo, el frío, el calor, las vitrinas de las tiendas, las cartas de amor, todo es poesía para las almas sensibles. Y cuando éstas se abandonan al deseo de desahogarse, poetizando el relato de sus emociones íntimas y su corazón transido, debe reconocerse que se nos da a leer a menudo, bajo el nombre de poesía, el más monótono fragmento de la literatura. Una de las frases más conocidas del poeta Friedrich Hölderlin, a menudo citada y comentada, reza: “Es como poeta que el hombre mora sobre esta tierra.” ¿Cómo debe entenderse este aforismo? ¿Es una simple afirmación, una constatación, o bien se trata de un ideal, un sueño que tendría todas las posibilidades de quedar inaccesible? Si se piensa en la propia existencia de Hölderlin, la cuestión se vuelve aún más enigmática. El poeta pasaba por loco para sus contemporáneos. Es cierto que algunas de sus maneras de comportarse podían asombrar a las personas llamadas normales. Algunas veces, por ejemplo, al acompañar a sus visitantes a la puerta, se despedía tratándolos de “Señor Presidente…”, cuando la persona en cuestión no era sino un ciudadano ordinario que no pretendía ninguna especie de presidencia. Hölderlin estaba, pues, loco. Sin embargo, habría sido posible sugerir que la mejor manera de liberarse de un visitante y de recuperar la soledad necesaria a la meditación es, tal vez, cubrirlo de elogios y títulos pomposos para verlo partir, así como es eficaz poner fin al recital de un músico demasiado ruidoso interrumpiéndolo
con una salva de aplausos. Pero esta interpretación debía ser muy sutil para los contemporáneos del poeta y la reacción más frecuente ante una actitud incomprensible es hablar de locura: la palabra “loco” es más expeditiva. Si morar sobre esta tierra como poeta puede acarrear la reputación de estar loco, este extraño beneficio representa un riesgo que pocos poetas parecen dispuestos a correr. Al contrario, pocas personas son tan razonables como los poetas. No sería difícil enumerar una lista bastante larga de poetas que han vivido la más sensata de las existencias y llevado una vida regulada con tanta armonía como los cuartetos de un soneto, sin nunca perderse en caminos peligrosos o mortales.
27 de noviembre de 2016 • Número 1134 • Jornada Semanal
No obstante, el mismo Hölderlin escribe: “La poesía no es más que un juego. El más peligroso de todos los juegos.” ¿De dónde viene el peligro que Hölderlin evoca al hablar de la poesía? Si no se trata más que de un juego, ¿cómo puede ser el más peligroso? “Un buen poeta no es más útil al Estado que un buen jugador de boliche”, escribía Malherbe, considerado por Boileau como el mejor maestro y fundador del clasicismo francés. Ahora bien, ¿cómo el autor de una obra inútil corre el mayor peligro para sí mismo, si no es morir de hambre a causa de la miseria? Evidentemente no es de este peligro del que habla Hölderlin: no se trata de la miseria material sino de un desamparo espiritual que amenaza el destino del infortunado que el azar o los dioses han escogido para franquear la puerta abierta sobre un abismo. Tantos ejemplos atestiguan y prueban que este destino está lejos de ser el de la felicidad, cuando el poeta no se satisface con cantar un himno a las florecitas que renacen cada primavera, que no es quizás necesario citar los nombres de los más célebres, de François Villon a Gérard de Nerval; de Edgar Allan Poe a los beatniks de la lost generation; de Sor Juana a Jorge Cuesta, pues los más trágicos de los destinos son sin duda los que la historia no guardará, así hayan sufrido más allá de cualquier medida de la crueldad de ser poeta como nuestros inolvidables amigos Jaime Reyes, Edison Simons o Ignacio Hernández. En estos días, Christie’s pondrá en venta pública un objeto histórico y peculiar: el revólver con el cual el poeta Paul Verlaine trató de matar a su amigo Arthur Rimbaud. Los expertos estiman que esta rara reliquia, sin duda la más extravagante de toda la literatura, deberá alcanzar en la venta la suma de al menos cincuenta a sesenta mil euros.
El peligroso juego de la poesía Vilma Fuentes
El 10 de julio de 1873, en un cuarto de hotel situado en la calle de los Brasseurs en Bruselas, dos disparos estallan. Mientras su propia madre ocupa la recámara vecina, Verlaine, entonces un joven de apenas veintinueve años de edad, acaba de disparar sobre Rimbaud, su compañero once años más joven que él. Una bala hiere al joven Arthur en la articulación del puño, la otra rebota en una pared contra la chimenea. Rimbaud declara que Verlaine le habría dicho, antes de apoyar dos veces sobre el gatillo: “Mira, voy a enseñarte a querer partir.” Detenido y juzgado, Verlaine es condenado a dos años de cárcel. Este retiro forzoso le inspirará los poemas de Sabiduría. Rimbaud, por su parte, escribe Una estación en el infierno. Los poetas no volverán a verse más que una vez, en Alemania, en Suttgart, donde Rimbaud dará a Verlaine el manuscrito de Iluminaciones. Si es como poeta que el hombre habita esta tierra, según la frase de Hölderlin, es necesario reconocer que la habitación sugerida no es de las más confortables. Los biógrafos y los comentaristas retendrán sobre todo el aspecto homosexual de la relación entre los dos poetas y el drama pasional que se deriva. Sin embargo, la lectura atenta de las páginas de Una estación en el infierno o los poemas de Sabiduría permite ver, en cada palabra, la diferencia que separa a los dos poetas, a propósito de la idea que se hacen de la poesía. Así, tan cercanos como hayan sido durante algún tiempo, no afrontan el mismo destino, no escriben lo mismo. Rimbaud llegará a una conclusión definitiva en forma de adiós a la poesía. Ella le dio una percepción tan aguda y tan violenta de la vida y de los seres que le hizo recibir todo, tomar todo, pero esta visión no se comparte. Queda tiempo para vivir. Y la verdadera vida está en otra parte, concluyó Arthur Rimbaud •
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