SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 28 DE ABRIL DE 2019 NÚMERO 1260
FESTIVAL INTERNACIONAL DE LA IMAGEN 2019 Cartel, fotografía, video y más
• Dr. Alderete • Yolanda Andrade • René Azcuy • Marcos López • Adam Magyar • Cristina Paoli • Tatiana Parcero • Antonio Pérez, Ñiko • Gonzalo Tassier
LA JORNADA SEMANAL
Fotografías de Adam Magyar
2 28 de abril de 2019 // Número 1260
FESTIVAL INTERNACIONAL DE LA IMAGEN 2019. CARTEL, FOTOGRAFÍA, VIDEO Y MÁS Por noveno año consecutivo se celebra en México el Festival Internacional de la Imagen (FINI), cuya relevancia queda de manifiesto en la elevada calidad profesional de los fotógrafos, diseñadores y artistas visuales que ha convocado en casi una década, entre quienes se cuentan Oliverio Toscani, Kimiko Yoshida, Michal Batori, Alex Webb y Marcus Beasdale. Con la presencia de los internacionalmente célebres Joan Fontcuberta, Marcos López y Adam Magyar, en este 2019 el FINI se consolida como una cita imperdible para tomarle el pulso al universo de la imagen en todas sus vertientes.
Festival Internacional de la Imagen (FINI 2019) Vanguardia en cartel, fotografía y diseño La novena edición del Festival Internacional de la Imagen se enriquece este año al sumar la categoría de Cartel a sus actividades como una de las expresiones del diseño con mayor auge en el mundo.
Giovanni Troconi* |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Rosario Mateo Calderón FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga LABORATORIO DE FOTO: Jorge García Báez, Ricardo Flores, Jesús Díaz y Felipe Carrasco PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción
Carteles de Dr. Alderete
E
l Festival Internacional de la Imagen 2019 impulsa por quinto año consecutivo al Cartel como una categoría independiente, lo cual complementa y consolida la esencia multidisciplinaria de nuestro festival y promueve a los profesionales y amateurs del diseño gráfico en el Concurso Internacional de la Imagen. Hoy por hoy, el Cartel se consolida como una de las expresiones más populares entre los artistas del mundo y obtiene el segundo lugar del número total de registros: a todos los participantes les manifestamos nuestro reconocimiento a su labor y dedicación. El FINI ha evolucionado y celebra a los creadores de una disciplina artística que es fuente inagotable de fuerza visual y comunicación gráfica, con el propósito de congregar diferentes expresiones en un espacio en favor de la creación y la reflexión. El festival complementa su acervo artístico ofreciendo una plataforma de calidad y difusión internacional en beneficio de la retroalimentación y la colaboración entre los creadores. En este contexto, el Cartel como categoría complementa a la imagen fija, es decir, a la fotografía;
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a la imagen en movimiento, es decir, al video documental; y a la imagen como resultado del uso de procesos alternativos de experimentación gráfica, es decir, las técnicas alternativas. De esta manera, los jóvenes encuentran un espacio para mostrar su talento en uno de los géneros preferidos por las nuevas generaciones, sin dejar de lado a los profesionales que nos acompañan en esta ocasión. Por ello, es un honor presentar al público un Jurado de clase mundial, pues contamos con la participación de tres protagonistas del diseño contemporáneo de reconocida trayectoria internacional: la mexicana Cristina Paoli; el argentino Jorge Alderete, Dr. Alderete; y el cubano Antonio Pérez, Ñiko.
Dr. Alderete “SOY DISEÑADOR GRÁFICO, ilustrador, a veces artista, a veces fotógrafo, a veces músico. Llegué con mi esposa en 1998 y me quedé a vivir en Ciudad de México, que está llena de estímulos, para bien y para mal. Siempre he dibujado, todos los niños dibujan, sólo que yo elegí seguir este camino cuando crecí […] El diseño para mí está íntimamente ligado al rock, no porque buscara trabajo en ese ámbito, sino porque amo la música”, expresa Jorge Alderete, quien ha diseñado más de 150 artes para discos de grupos de distintas partes del mundo, entre los que se encuentran Los Fabulosos Cadillacs, Andrés Calamaro, Lost Acapulco y Daniel Melero, así como carteles para distintas presentaciones en lugares emblemáticos como el Foro Multicultural Alicia. En 2000 creó el sello discográfico Isotonic Records con Juan Moragues, donde lanzaron el reconocido Mexican Madness, una compilación de bandas de la escena de rock y surf de la capital. En 2018 trabajó con un equipo creativo la identidad gráfica para uno de los eventos de diseño más importantes a nivel internacional: AGI Open, donde destaca una colección de máscaras con características mexicanas distintivas que remiten a personajes de la cultura prehispánica, la cultura popular y a los diseños que Eduardo Terrazas y Lance Wyman hicieron para los Juegos Olímpicos de 1968. Dr. Alderete forma parte de la agrupación musical Sonido Gallo Negro desde 2010, donde toca el theremir y realiza ilustraciones en vivo durante las presentaciones. Alderete impartirá una Clase Magistral sobre Ilustración y se presentará una exposición de su trabajo en el género del Cartel. Informes e inscripciones en la página web y el Programa de Actividades FINI 2019.
ejecución de la serie Folios MUAc, en 2014. Destaca su exposición Rótulos México: el auge de la letra hecha a mano, proyecto inaugurado en 2017 en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM, donde rescata un oficio transmitido de generación en generación que ha aportado mucho al diseño gráfico mexicano, desde tipografías hasta composiciones gráficas más complejas, conformando una iconografía que es parte del paisaje y el imaginario nacional.
Antonio Pérez, Ñiko “COMENCÉ A TRABAJAR en una agencia de publicidad cuando Cuba era capitalista, como mensajero, a los dieciséis años. Después pasé al departamento de diseño, pegando la tipografía; así se decía. El dibujo me encantaba y tuve la oportunidad de trabajar en anuncios de prensa y revistas. La falta de recursos bibliográficos y la praxis que ejercía del oficio me obligaron a cultivar la imaginación y la creatividad. Luego trabajé para el ICAI, donde lo que me interesaba era hacer cartel y donde habré hecho unos cuatrocientos carteles para diferentes películas”, rememora el célebre diseñador Antonio Pérez, Ñiko, uno de
Cristina Paoli “EL DISEÑO EN MÉXICO está pasando por un momento bastante vibrante, en donde la gente joven está produciendo un diseño interesante que responde a los retos actuales de la comunicación. Somos un país tercermundista con enormes retos de desigualdad social y los diseñadores de este país tenemos la oportunidad de producir diseño que aporte en cerrar esa brecha... No importa en qué rincón del planeta se encuentre uno, el abrir los ojos al diseño que se produce en un lugar nos da muchísima información acerca de cómo es esa cultura y siempre es apasionante descubrir las soluciones de diseño que emanan de ella”, afirma la mexicana Cristina Paoli, una de las figuras más reconocidas del diseño gráfico emergente. Con una sólida y reconocida trayectoria, la fundadora de Perfieria –estudio especializado en diseño gráfico y editorial– fue condecorada con la Mención Honorífica en la categoría de Colección del Primer Premio Latinoamericano al Diseño Editorial, en Argentina, por la
Arriba: Carteles de Cristina Paoli Derecha: Carteles de Antonio Pérez, Ñiko
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los máximos exponentes del género en América Latina y el mundo. Entre sus piezas más significativos se encuentran: El hombre de Maisinicú, El gran golpe, El triangulito, Un tren a la estación cielo, Alicia, Mundial de pesas, Luanda ya no es de San Pablo, Nos amamos tanto, Soy tímido… pero me defiendo, El danzón, Semana de cine cubano en Colombia, y el inigualable Che hoy y siempre. Es miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y Fundador Honorario de la Asociación de Diseñadores Gráficos “Amarillo”, Centro de Diseño, Xalapa, Veracruz, donde actualmente reside. Entre sus reconocimientos se encuentran: Selección del Cartel “Día de la Tierra”, Colección Permanente del Museo de Arte Moderno, Denver, Estados Unidos 1995; y Homenaje a 4 Diseñadores Cubanos. Poesía y Diseño, Instituto Cultural de Aguascalientes, 2003. Antonio Pérez, Ñiko, inaugura una exposición de sus diseños en cartel durante las actividades del FINI 2019 ● * (México, 1960). Artista visual, diseñador gráfico, docente e investigador. En 2011 publicó el libro Diseño gráfico en México. 100 años, editado por Artes de México. Actualmente se desempeña como Director de Arte del FINI, entre otros proyectos.
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El mapa-laberinto de
TATIANA PARCERO Obras de Tatiana Parcero
Breve y útil mapa para acercarse a la obra de una original artista que construye “mapas -metáforas/ rituales”, sobre su cuerpo, para llegar a sí misma en cuerpo y alma, y al mundo exterior; es también psicóloga, fotógrafa, feminista y activista del ambiente. A diferencia del tatuaje, lo mío no es permanente. Yo no me tatuó el cuerpo, pero al estar trabajando con él es como si esa parte lo estuviera. Es una forma reflexionar. Tatiana Parcero
A
veces uno no sabe lo que ve y a mí me pasa, seguido. Era a finales de los ochenta, caminaba por la ciudad buscando librerías de viejo cuando en una esquina un grupo de albañiles, unos jóvenes y algunos policías, se enfrentaban a golpes frente al hermoso pero viejo Edificio Balmori (en proceso de demolición para construir un comercio), justo en la esquina de Álvaro Obregón y Orizaba, en el entonces llamado Distrito Federal. Luego me enteré de que los jóvenes formaron un grupo de creadores para “tomar” el edificio y transformarlo en un espacio artístico, un acto de protesta contra el deterioro arquitectónico e histórico de la capital. Tiempo después lo llenaron de colores y le dieron vida. Pude observar desde la acera que en una de las ventanas del primer piso aparecían ocho
Germán Griste* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
fotografías en dos columnas, cada una colocada sobre el espacio del cristal. Parecía un rompecabezas con segmentos faltantes donde las imágenes no se correspondían entre ellas ni formaban un todo. Eran los fragmentos de un mensaje y el mensaje era el fragmento: piel, plantas, manos, torso, pies… Fue la primera vez que vi la obra de Tatiana Parcero. Y no lo sabía. “Jugar con la proporción del cuerpo y de las plantas le daba a la pieza completa movimiento y la gente desde abajo las veía durante unos minutos mientras trataba de unir las piezas”, dijo Tatiana Parcero sobre aquella colaboración para el Primer Museo al Aire Libre en la capital, en el Edificio Balmori. En algunos ángulos no se distinguía si las plantas eran sombras u hojas, si la piel era una planta, si la sombra era piel; tampoco si estaban fuera o dentro de la imagen. Era inquietante observarlas demasiado tiempo. Y no es por casualidad. Obsesionada con las posibilidades expresivas del cuerpo y la formación de la identidad (tiene estudios avanzados en psicología), Parcero desarrolló una técnica artística propia al yuxtaponer fotos en blanco y negro impresas en acetatos sobre fotografías a color: “A través de la combinación de imágenes de fragmentos y de diagramas de anatomía y códices antiguos construyo mapas -metáforas/rituales– y reinvento mi historia. Exploro espacios internos y externos guiados por el mapa como punto de partida, para establecer así una conexión entre mi yo y el mundo exterior. Con estas imágenes, intento ver a través de la memoria del cuerpo aquello que traspasa los límites de la piel”, explica Tatiana sobre su aclamada serie Cartografías. El mapa es una herramienta para no perderse, un aliado ante la locura del mundo y una esperanza de libertad a partir del reconocimiento de la propia individualidad, de la conquista de la propia vida. Sus fotografías no fueron creadas para la contemplación indiferente y vacía sino para atreverse a vivir un frenesí silencioso ante lo inconmensurable
del Universo, de las pistas que ha dejado en los astros la creación, de las estrellas brillantes que, además, guían a los caminantes inquietos. Aún no contamos con una brújula de tal alcance ni con una cartografía de tal inmensidad, pero su obra contribuye a reconocer la transformación de todas las cosas, los fragmentos donde todo se une, se disuelve y se vuelve a formar. Este proceso de transformación la define y la acompaña. Actualmente, Parcero dirige sus inquietudes creativas hacia la vida natural, el escenario donde es posible la existencia. Natura et Corporis, naturaleza y cuerpo, es uno de sus últimos trabajos donde realiza un ejercicio de meditación visual sobre el impacto del cambio climático en el mundo. Como artista no puede permanecer ajena al peligro de la extinción de nuestro hábitat, de nuestro espacio, de la posibilidad misma de la vida. Y como mujer ha llevado esta postura estética hacia sí misma y su obra: es una tenaz observadora de los movimientos feministas en América, particularmente en Argentina y México, de los cuales lleva un extraordinario registro fotográfico. Somos, también, lo que hacemos. Tatiana Parcero construye y reconstruye su espacio a partir de la multiplicidad de imágenes en una sola imagen, una y otra vez. Ha creado un inmenso Laberinto donde cada fotografía es una invitación a recorrerlo, una promesa en la que te puedes extraviar o encontrar porque, como la Utopía, no existe ese lugar. La única estrategia posible es adentrarse sin hilos entre los dedos y observar. No importa si uno no sabe lo que ve. Tatiana Parcero realizará una presentación de su proceso creativo y su obra artística en el Instituto de Artes de la UAEH como parte de las actividades del Festival Internacional de la Imagen FINI2019. *(México, 1983). Ilustrador egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM. Realizó un postgrado en Historia del Arte en la Universidad Complutense de Madrid y trabaja como traductor y cronista urbano ●
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CÓMPLICESDELAMETÁFORA:
ELCARTEL CUBANO Y(1939-2019) RENÉAZCUY Semblanza de un gran diseñador cubano, miembro de la Escuela Cubana del Cartel Cinematográfico, autor del famoso Besos robados para la película de François Truffaut. Tras muchos avatares, Azcuy formó a toda una generación en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla con su técnica de la “metáfora visual”. 1 En 1977, cuando estudiaba diseño gráfico en la Scuola del Libro, en Milán, Italia, tuve oportunidad de ver por primera vez el trabajo de René Azcuy. En el Parque Lambro, uno de los más grandes y hermosos de aquella ciudad, celebraban la Festa de l’Unità, un festival con música en vivo, conferencias, exposiciones, bailes y juegos, convocado por L’Unità, el diario del Partido Comunista Italiano. El puesto levantado por la representación de Cuba ofrecía carteles impresos en serigrafía de los grandes diseñadores de la Isla, entre ellos Azcuy, que por entonces tenía poco más de treinta y ocho años de edad. Adquirí el cartel hecho para difundir la película Puerto Rico, de Fernando Pérez y Jesús Díaz, largometraje a favor de la lucha por la independencia de Puerto Rico. Desde la técnica combativa que acentúa la utilización del alto contraste, este iconoclasta cartel es consecuente con la idea de la rebeldía, entrega un mensaje visual instantáneo: la bandera estadunidense es una atadura sobre el cuerpo de Puerto Rico: hay que zafarse de ese nudo. Entonces yo aún no conocía El arte en la Revolución, Cuba y Castro, 1959-1970 (McGraw-Hill, 1970), libro en gran formato en el que Susan Sontag colaboraba con un gran estudio crítico sobre cartel
cubano, una obra fundacional para entender ese momento tan importante de la gráfica a través del cartel cinematográfico. Entre los movimientos artísticos modernos de los años sesenta y setenta, el cartel cubano figuraba como una de las máximas expresiones visuales, congruentes con su tiempo. Si el pop-art estadunidense se difundía en todo el mundo a través de reproducciones en libros y revistas, impulsado por las galerías y museos de Nueva York, el cartel cubano lo hacía desde la magistral eficacia de su economía de medios. Ocho años después, en 1985, conocería al autor de ese cartel en las instalaciones de la Imprenta Madero, lugar en el que trabajé durante diez años. Un día llegó acompañado de Rafael López Castro, ya desde entonces figura central del diseño gráfico en México. Fuimos a comer al célebre Salón Berlín, una agradable cantina del barrio de Ermita Iztapalapa. De ahí viajamos en trolebús hacia Mixcoac a la casa de Rafael, donde la plática se prolongó por varias horas. Nos volvimos a encontrar en 1987, en la Habana, cuando tuve la suerte de presentar una exposición de mi trabajo en el Centro de Arte 23 y 12. René tuvo la gentileza de llevarme a conocer a las leyendas del cartel cubano: Eduardo Muñoz Bachs, Antonio Pérez González, Ñiko y Raúl Martínez, entre otros. Todos ellos altos representantes de la llamada Escuela Cubana del Cartel Cinematográfico. René Azcuy fue un hombre generoso al que yo siempre saludaba usando una expresión cubanísima: “¡acere!”, palabra que denota mucha confianza entre amigos.
2 A principios de los años noventa, René llegó a México para vivir entre nosotros. De inmediato inició un diálogo con algo que para él significaba el sueño de oro de los diseñadores: la síntesis de imagen, anclada siempre al poder de la metáfora. Sabía que la chispa que provocaría todo su coloquio radicaría en la forma en que Jorge Luis Borges describe a la metáfora: dos cosas diferentes que van en la misma dirección. Esa fórmula la tenía muy clara para así fabricar sus imágenes, casi todas monocromáticas o, si acaso, acompañadas algunas veces por un leve, singular, poderoso detalle de color, como el que aparece en su cartel más reconocido: Besos robados, sin duda el
mejor cartel que se hiciera a propósito de la conocida cinta de François Truffaut. Su apuesta unicolor tiene un fundamento notable y muy inteligente cuando se piensa que fue decidida desde una impuesta economía de medios. Alguna vez me comentó que para poder obtener el color negro juntaba los sobrantes de los otros colores para mezclarlos y así obtener su color insignia. Toda una revelación propia de las carencias de aquel momento. Sin embargo, un artista real sabe siempre convertir su limitación en virtud y todo resultó en su favor. Fue así como la obra de René desarrolló su sello distintivo. En ese momento el cartel cinematográfico que se hacía en la Habana fue el representante del arte moderno en el reglón del diseño. Conceptualmente encontramos tesoros con ecuaciones visuales sostenidas en lo simbólico. La pulcritud del trabajo de Azcuy está sostenida por la elegancia de sus masas negras, que propician la metáfora. La estética de su trabajo también corresponde al recurso de la trama: amplifica una imagen desde su origen y así obtiene un grano muy grande, efecto hermano de la gráfica de los años sesenta. Este sistema tiene su origen en la técnica del entramado aplicado a las imágenes desde el siglo XX por Benjamin Henry Day Jr. Las propiedades visuales del trabajo de René radican también en su sobriedad tipográfica, sus imágenes casi siempre estuvieron acompañadas de una tipografía Sans Serif, Univers. Ese rasgo, muy de la escuela suiza, fortalecía aún más sus metáforas visuales: la prerrogativa era para el símbolo. No hacía concesiones a los guiños tipográficos. La suya era la versión contraria de la tipografía plástica del cartel polaco. Azcuy fue un gran maestro en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. Sus clases estaban siempre abarrotadas. Ahí sembró la semilla de su depurada gramática: la picardía del mensaje está en la metáfora. Hoy podemos hablar de la generación Azcuy: Julio Parra, Julio Broca, Obed Meza, Elmer Soza, Oswaldo Gaona, Chepe Hernández, José Luis Coyotl, destacados diseñadores gráficos de Puebla a los que su maestro incitaba desde lo visual a la transgresión.
3 El pasado 25 de marzo la metáfora le construyó una escalera de oro al negro Azcuy ●
Germán Montalvo ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Carteles de René Azcuy
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ADAM MAGYAR: LA URBE, EL CUERPO Y LA REINVENCIÓN DE LO COTIDIANO
Una certera mirada al contexto, los antecedentes y la estética de la obra fotográfica de uno de sus artistas contemporáneos más reconocidos, nacido en Hungría en 1972 y autor de obras como Squares (20072008) y Urban Flow (2009), capaz de combinar varios formatos que le permiten expresar “la identidad y el paso del tiempo en la urbe”.
Iván Ruiz* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Considero que todos los logros científicos del hombre son una parte integral de la evolución humana […] Para mí, la ciudad no es un entorno natural distinto a la selva. Adam Magyar
U
na de las definiciones más conocidas de la fotografía consiste en que es el rastro de algo que permaneció frente a la cámara. Se trata por lo tanto de una huella y, posteriormente, de una representación proveniente de la mediación con la luz y con otras materias sensibles que conlleva procedimientos de tipo técnico-racional y otros más de orden subjetivo, ya sea que se trate, salvando las respectivas diferencias, del formato analógico o digital. Pero de lo que no tenemos certeza plena –pues es ahí donde se fragua la relación entre arte y tecnología– es cómo se produce ese instante alquímico donde la realidad cede paso al universo de las formas simbólicas, para ratificar el vínculo con el exterior a través de un lenguaje arraigado mayormente en la objetividad, como en el caso del fotoperiodismo o del documental, para erosionarlo a través de una ficción, o bien para intensificar su condición artística a través de una reverberación simbólica. Pero es precisamente en ese umbral de incertidumbre donde la fotografía puede expandir su potencia simbólica, como lo ha hecho durante los últimos años Adam Magyar (Debrecen, 1972), un artista húngaro que, formado a partir de una experiencia proveniente de travesías alrededor del mundo, trabaja con diferentes tecnologías y es actualmente uno de los fotógrafos más relevantes de la escena internacional.
Con un sorprendente dominio técnico que involucra herramientas y estrategias de fotografía aérea, fotografía callejera, cinematografía, video y arte de instalación, Magyar se ha ocupado sistemáticamente de documentar y representar espacios de concentración, indiferencia y ocio; espacios cotidianos donde el otro se encuentra desdibujado por el propio flujo de la masa humana o bien por el hecho de ser presa de la muchedumbre, tal y como ocurre en las plazas públicas o en los sistemas de transporte subterráneo, respectivamente. Si en Squares (2007-2008) Magyar, a través de fotos aéreas falsas, fabricó una serie de lugares inexistentes referidos a grandes urbes como Hong Kong o Tokio en donde los cuerpos de los peatones son direccionados y minimizados hasta su eventual uniformidad, en Urban Flow (2009) el uso del formato panorámico le permitió producir vistas apaisadas en donde se contienen micronarrativas urbanas: pequeñas historias que, a la luz de imponentes paisajes, reformulan la noción de grandes relatos en los escenarios urbanos. Se trata de dos tipos de estrategias en donde Magyar evoca series significativas de la fotografía contemporánea en torno a la identidad y el paso del tiempo en la urbe. En primer lugar, la referencia obligada al trabajo del artista visual suizo Beat Streuli (Altdorf, 1957), quien también ha transformado a la calle en su set de trabajo y fundamentalmente a los rostros de los peatones como una materia de expresión. Con un trabajo mixto de fotografía, video e instalación de gran formato, la mirada voyerística de Streuli, el color vibrante y los altos contrastes que emplea,
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Fotografías de Adam Magyar
ofrecen un paisaje más humano de un cotidiano indiferente que tiende cada vez más al anonimato y al desdibujamiento corporal. Como otro antecedente evidente, la fotografía callejera de los años noventa de Philip-Lorca DiCorcia (Nueva York, 1953), tomada en diferentes ciudades, como Nueva York, Roma, Hong Kong o París, ya posee la clave de singularidad facial que más adelante concentró a partir de un dramático claroscuro en su serie emblemática Heads (1999-2001). Ahora bien, dentro de esta genealogía de fotografía contemporánea hay un elemento en particular que destaca del trabajo de Magyar, referido a la desconstrucción de una concepción tradicional de pose fotográfica y, por supuesto, a la oposición entre imagen fija e imagen en movimiento.
Inoxidables retratos móviles EN SU CÉLEBRE ensayo La cámara lúcida, Roland Barthes afirma: “lo que fundamenta la naturaleza de la fotografía es la pose”, y en tal medida entendemos que la esencia fotográfica se concentra en ese gesto de descanso, de pausa o de intervalo (pose proviene del latín pausare), el cual pone en relación a la cámara con el sujeto a fotografiar, el objetivo o blanco. Magyar documentó desde el interior de vagones del Metro los rostros de los usuarios de la Gran Estación Central de Nueva York y la estación U2 Alexanderplatz del suburbano de Berlín: en esos lugares rodó un metraje a cámara superlenta, consiguiendo transformar los 12 segundos de la llegada del tren en una película de 12 minutos. El título de esta serie –Stainless
Magyar involucra herramientas y estrategias de fotografía aérea, fotografía callejera, cinematografía, video y arte de instalación.
(2011)– remite a un giro mecánico sobre el movimiento industrial: aquello que, a pesar de permanecer paralizado o en pose fotográfica, no se oxida debido al lento movimiento que lo contiene. Hay aquí un giro evidente que reactiva, por principio, la tradición de la fuerza psicológica proveniente del retrato frontal posado o congelado: desde la fotografía de identificación neutra de los retratos del alemán Thomas Ruff (Zell am Harmersbach, 1958), pasando por los cuerpos hasta cierto punto asexuados de la holandesa Rineke Dijkstra (Países Bajos, 1959), hasta las composiciones pictorialistas, y en clave claroscuro, del francés Pierre Gonnord (Cholet, 1963). E incluso también podríamos pensar, más próximo a una reminiscencia escultórica, en las escenografías masivas con cuerpos desnudos de Spencer Tunick (Middletown, 1967), en particular cuando Magyar congela los cuerpos y los sumerge de uno u otro modo en una atmósfera surreal.
Pero hay otra clase de retrato que pone en tensión la relación entre imagen fija e imagen en movimiento y que, en buena medida, logra esquivar el disparo; como resultado de ello, se pierde la concentración del centro del cuadro y se produce así una mirada inquietante, pues no es serena, no desafía y, por lo mismo, no encara al espectador. Para su serie Moving Portraits (2013-2014), Adam Wiseman (Ciudad de México, 1970) invitó a un grupo de conocidos para realizar retratos fotográficos; lo que ellos no sabían es que durante el tiempo de preparación de la toma fueron filmados durante un minuto; el fotógrafo analiza la luz, escoge un lugar, coloca la cámara sobre un trípode, prepara el encuadre y de pronto dice: “Creo que voy a cambiar de lente. ¿Me esperas un minuto?” Es entonces cuando el sujeto del retrato se queda solo ante una cámara que él imagina inerte, cuando en realidad está siendo filmado. A su manera, en trabajos como Stainless, Magyar también recurre a esta clase de estrategias que, más que destacar el engaño o el ocultamiento, introducen una variación entre el instante congelado y el movimiento: lo que debería ser cristalizado por la cámara irrumpe en un tempo lento; la evidente desaceleración permite ver el detalle y, simultáneamente, el conjunto. Se trata de un tipo de percepción sobre lo cotidiano que es anómala en términos convencionales, pero excepcional en su alcance estético ● * (México, 1979), doctor en Historia del Arte y director del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIE-UNAM). Es investigador de tiempo completo en el área de arte contemporáneo. Es autor del celebrado libro Docufricción: prácticas artísticas en un México convulso.
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YOLANDA IMÁGENES DE LA CULTURA ANDRADE POPULAR
Nacida en la cálida y tropical Villahermosa (México, 1950), Yolanda Andrade inició su carrera en 1976, luego de complementar su formación fotográfica en el Visual Studies Workshop, de Nueva York, Estados Unidos; regresó a México a finales de aquella década y se incorpó al recién formado Consejo Mexicano de Fotografía. Es entonces cuando participa en sus primeras exposiciones.
Claudio Flores Zelvez* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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olanda Andrade es parte de una tradición estética en el ámbito de la fotografía directa en blanco y negro, sin realizar ningún tipo de intervención, planeación o puesta en escena: “Durante los 70 y hasta el año 2003 trabajé con película blanco y negro, en todo ese periodo creativo realicé un proyecto sobre la vida en las calles de la Ciudad de México desde un punto de vista personal. El resultado de este extenso proyecto se concretó en la publicación de los libros Los velos transparentes. Las transparencias veladas, de 1988; y Pasión mexicana, de 2002”, recuerda la fotógrafa de estos ambiciosos proyectos, que le mereció ser galardonada con la prestigiada beca de la John Simon Guggenheim Foundation. Desde sus primeras presentaciones hasta su consolidación como una de las más talentosas fotógrafas contemporáneas reconocidas internacionalmente, la obra de Yolanda Andrade ha merecido el elogio tanto de la crítica especializada como del público, quien ha explorado las posibilidades testimoniales de la fotografía, cuyo lenguaje se basa en la subjetividad urbana y la potencia expresiva del imaginario colectivo. Ya en el siglo XXI, con la irrupción de la tecnología en el tratamiento de las imágenes, Andrade experimentó una sacudida estética y la oportunidad de replantearse los medios y los fines de la labor del fotógrafo como testigo de nuestra historia, de nuestro tiempo, de nuestra realidad. Esta transformación tecnológica también la transformó a ella:
“Fue al principio, en el ámbito de la tecnología digital, que empecé a descubrir el color. Me gustó mucho, abrió nuevas posibilidades pues yo, lo reconozco, no lo sabía ver. Cada vez me gustó más. Así que tomé fotos de temas que siempre me habían atraído, por ejemplo, las luces de neón. Me encantó el resultado de la combinación entre el formato digital y el color. Ahí me dejé seducir y lo exploré cada vez más. Finalmente, llegó el momento en que empecé a ver todo en color. Descubrí, en ese tránsito, que no me gustaba tanto la presencia del ser humano en el color, sino más bien sus huellas, sus sobras, lo que iba dejando en su camino, y es lo que he estado trabajando hasta ahora. Estoy en un aprendizaje continuo, es un terreno donde cada día hay algo nuevo, es muy estimulante; todos los días aprendo. Ahora soy como una estudiante permanente de fotografía”. En 2009 vuelve a impactar con la publicación de dos de sus más celebrados libros: Visiones paralelas y A través del cristal. Apasionada del testimonio y la creación del documento visual, Yolanda Andrade, detiene su mirada atenta y aguda en la relación de las personas y su entorno, la prisa cotidiana, el viaje, la memoria y el paisaje en ciudades como París, México, Nueva Delhi, Varanasi y Nueva York, por mencionar algunas. Una ciudad en particular la impresionó a tal grado que convirtió una pequeña serie en uno de sus trabajos más icónicos y en un libro imprescindible, Las Vegas: artificio y neón, publicado en 2013.
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Fotografías de Yolanda Andrade
El trabajo creativo de Yolanda Andrade parte de una concepción de estéticas cromáticas que incide en la alteración de la veracidad documental. Concebidas ya no como la representación de la realidad, sino como el soporte icónico para desarrollar una idea sobre lo que nos rodea, utiliza las tomas directas como un esbozo para proyectar múltiples visiones: la que mira, la que documenta, la que inventa. Elaborada a partir de las posibilidades emotivas y seductoras del color, la fotografía de Yolanda Andrade oscila entre la verdad, la ficción y la simulación. “En su obra el tiempo se detiene, las imágenes congeladas vibran a partir del color que les imprime. Las ciudades se entremezclan y las realidades se confrontan en donde allá es aquí y ahora. Su perspectiva íntima y, por otro lado, omnisciente tras su lente fotográfica, fascina a la gente, pues les permite entrar en esos mundos que siempre giran”, expresa de su obra la galerista Patricia Conde. La mirada de Andrade se interrumpe ante las múltiples expresiones de la ciudad, el pulso de los habitantes de los barrios periféricos, las manifestaciones religiosas, la dureza del trabajo, los animales que deambulan por las calles, la sensación de pertenecer a un entorno que, a la vez, nos pertenece. Su obra se encuentra en las colecciones de museos e instituciones de México y el mundo, entre los que se encuentran el Visual Studies
Workshop, Nueva York; California Museum of Photography, California; Museum of Fine Arts, Texas; Instituto Nacional de Bellas Artes, Ciudad de México; Museo de Arte de Guangdong, China; Museo de Arte Moderno-Instituto Nacional de Bellas Artes, Ciudad de México; J. Paul Getty Museum, Los Ángeles; Santa Barbara Museum of Art, California; Museo de El Barrio, Nueva York; Museum of Contemporary Photography, Chicago, entre otras.
La mirada de Andrade se interrumpe ante las múltiples expresiones de la ciudad, el pulso de los habitantes de los barrios periféricos, las manifestaciones religiosas, la dureza del trabajo, los animales que deambulan por las calles.
Artista Invitada del Festival Internacional de la Imagen 2019, Yolanda Andrade recibirá un reconocimiento por su destacada trayectoria profesional y artística; como parte de las actividades del festival, también presentará su exposición “Imágenes de la cultura popular”, donde reúne una selección de iconografías sobre de un tema que, confiesa, es una de sus obsesiones: “Dos elementos han sido fundamentales en mi obra fotográfica, el arte y la cultura popular, tanto en blanco y negro como en color. En mi trabajo más reciente he estado investigando la relación entre el color y la cultura popular, así como la influencia de esta última sobre las expresiones del arte llamado culto. También me he interesado en los cambios que diversas disciplinas como la pintura, el cine, la literatura, así como la influencia que los medios de comunicación masiva ejercen sobre las diferentes manifestaciones de la cultura. Descubro, a través de la cámara, cómo los mismos habitantes de una ciudad, de un barrio, de una región, crean su propia cultura visual; soy testigo de la forma en que el habitante común y corriente de las ciudades crea su propia visión del mundo a través de un sinfín de elementos, como los exvotos, las pinturas, los rótulos, la calle misma, el vestido, la religiosidad, los grafitis, entre otros” ● * (México, 1988) Fotógrafo egresado de la Escuela Activa de Fotografía, se ha especializado en historia de la fotografía en México.
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El recuerdo es de miedo. La fiesta como siempre se tiñe de amargura. Marcos López, Introducción al Manifiesto de Caracas, 1998
EL POP LATINO DE
MARCOS LÓPEZ Ágil e inteligente retrato de un fotógrafo, cineasta, con algo de pintor y teatrero, que “celebra y cultiva la conexión entre cuerpo y foto, cuerpo y ojo”, trabaja con sentido político y se mueve por el mundo con Latinoamérica en el alma; autor de Retratos, en blanco y negro, y Pop Latino, a todo color, entre otras muchas obras.
Annuska Angulo* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
E
n el verano de 2011, en una salida matutina para correr en Algorta, mi pueblo natal (Getxco, País Vasco), vi con enorme sorpresa que, del muro del muelle, en vez de las habituales pintas de ETA colgaba una foto semisumergida de un hombre joven y guapo a escala real. La marea estaba bajando, y al regresar corriendo por el mismo camino, el hombre estaba totalmente descubierto y resultó ser un sireno con su cola de pez. La imagen (Sireno del Río de la Plata, 2002, de la serie Sub-realismo Criollo) me acercó súbitamente a la maravillosa desidia que desde 2001 forma parte de mi vida cotidiana en Ciudad de México y que me hace sentir tan extranjera en Getxo. La ausencia de pintas políticas y el sireno eran, pensé yo esa mañana mientras corría de regreso a la casa de mi madre, la señal inequívoca de que algo había cambiado de manera fundamental en mi pueblo. Las heridas que abrió ETA –una banda armada que a su vez surgió (no lo olvidemos) por otras heridas, las causadas por el franquismo– estaban empezando, tal vez, a sanar. “Ahora podemos ocuparnos de otros asuntos urgentes”, pensé. Y el sireno entró a formar parte y a ser símbolo de ese cambio en mi imaginario. Ocho años más tarde, el sireno, un remanente del Getxophoto, sigue allí. Y yo no estoy segura de que ninguna herida haya sanado. Pero en fin… Disculpen la digresión, que viene al caso porque el trabajo de Marcos López nunca le deja a uno impasible y hace reflexionar más allá de lo puramente estético. Decía Virginia Woolf que un artista siempre quiere “hacer algo en el mundo, y no sólo enhebrar palabras bellas”. No sé si sea por esa primera impresión, pero incluso después de conocer mejor su obra pienso que el trabajo de López es (entre muchas otras cosas) principalmente político, en el sentido de que hay una intención de hacer ver una realidad en toda su crudeza, y de cambiarla. Para intentar buscar respuestas (buena suerte) sobre las intenciones del trabajo de Marcos López, cualquiera puede pasar un buen rato en su página web o seguirle en Facebook, donde es muy activo. La página de Marcos López es un lugar muy entretenido. Ahí, en ese archivo digital abigarrado, un poco caótico e incoherente, se hace evidente la profusión de un artista que se mueve entre diferentes soportes, principalmente la foto, el cine y la pintura. Chorrea comunicación y es un trabajador diligente: textos, imágenes, videos, pinturas, dibujos, collage, teatro, lo que sea que le
sirva en ese momento para seguir con su práctica. Persiste, aunque a veces, como a todos, le entre la angustia de no saber si todo lo que uno hace es en realidad inútil. Foto, dibujo, pintura y cine son los soportes principales para su política. Su poesía es la anónima de la calle, la de los pobres, los jodidos, la de la tienda de plásticos y chunches, la poesía de las canciones del pueblo, del folclor latinoamericano. Tiene buen oído y eso se percibe en sus imágenes. Así como tiene buen oído, el cuerpo es una parte muy importante de su proceso. En sus talleres los participantes bailan, cantan y se disfrazan. Parece taller de teatro, de expresión corporal. López celebra y cultiva la conexión entre cuerpo y foto, cuerpo y ojo. En vez de intelectualizar y teorizar, arma una fiesta en sus talleres y a ver qué sale. Creo también que tiene algo de filósofo. Sus imágenes quieren responder a la pregunta: ¿quién –carajos, coño, mierda– somos, soy, somos? López nació en un pueblito de la región argentina de Santa Fe en 1958. En su propia narrativa biográfica, cuenta que estaba destinado a ser ingeniero, como su padre. Dio con el arte a los veinte años, más o menos, cuando estudiaba ingeniería y empezó a tomar fotos después de inscribirse a un taller intensivo de fotografía. Nunca lo dejó. Como él mismo dijo en alguna entrevista, se agarró a la foto “como un huérfano al hábito de una monja”, con la fuerza y la desesperación de alguien que necesita decir. A principios de los años ochenta formó parte de la escena artística de Buenos Aires, donde participó en la creación del grupo Núcleo de Autores Fotográficos. En 1987 fue becado para estudiar cine en Cuba. Allí vivió por un año y medio como estudiante de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. En 1993 publica su primer libro de fotos, Retratos, una serie de imágenes en blanco y negro en las que ya se anuncian señales de su lenguaje fotográfico: esos rostros serios, impávidos, los entornos cuidadosamente escogidos, los contrastes entre unas fotos y otras, yuxtaposiciones: su madre, su prima y un personaje friki con una ristra de morcillas al cuello. Después empezó a tomar fotos a color, a guiar su ojo ya no sólo por encuadre, sujeto y escena, luz y sombra, sino también por la búsqueda de una combinación salvaje de colores que después de años de práctica ha llegado a ser la peculiaridad más obvia de su lenguaje plástico. Es el color de su serie Pop Latino, que tendrá una exposición de sus trabajos más relevantes en México durante las actividades del Festival Internacional de la Imagen FINI 2019.
En la miscelánea y en la Bienal Marcos López, como uno de los artistas argentinos más reconocidos de su generación, está presente
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Imágenes de Marcos López
en los festivales de foto importantes, en las galerías y los principales museos del mundo; también en las ferias de pueblo y las terrazas de Buenos Aires. Sus obras forman parte de la colección del Reina Sofía y además cuelgan de las paredes de la tienda de ultramarinos en su barrio. Creo que, de hecho, se siente más cómodo en la tiendita de su barrio que en la Bienal de Venecia, donde su mirada se detiene en lo que ve fuera del Arsenale y las galerías: el contraste entre el yate de Román Abramóvich y los muchachos africanos que venden fayuca en el muelle veneciano. Trabaja desde el amor por su entorno argentino, latinoamericano, y se ríe pero también llora. Aunque esté en Riga, encuentra imágenes que son Latinoamérica, un estado mental y una mirada que tienen que ver con el mantel de hule, el restaurantito de comida rápida, el icono patrio de escayola, y cómo no, con el asado y la fiesta en la azotea. Escenifica sus fotos con atrezos encontrados en tiendas de segunda mano, con actores que son sus amigos, sus asistentes, su familia o personas que encuentra por la calle; arma escenas que revisan clásicos del ayer y hoy (La última cena, San Sebastián, la naturaleza muerta, el memento mori, el surrealismo, el arte pop), pero siempre con su propio acento que tiene más que ver con las imágenes poéticas y oscuras de Gregory Crewdson que con las de David LaChapelle (fotógrafos que, como López, escenifican sus fotos), aunque en aparien-
cia parezca lo contrario. Es como si Martin Parr escenificara sus imágenes. A través de convenciones del teatro y el tableau vivant, la humanidad irrumpe en sus imágenes como una cubeta de agua fría, como una cubeta de Inca Kola, con esa alegría y esa violencia de un carnaval que termina en tiroteo. Es esa actitud –también muy mexicana– de celebrar lo que sea en medio de la tragedia, de tirar la casa por la ventana en la fiesta del bautizo cuando no se tiene suficiente para comer al día siguiente: el país se cae a pedazos, brindemos. A través de su mirada, por lo tanto, lo que se proyecta –sutilmente– es algo muy cercano a la realidad, una realidad que, pese a su colorido y sabor tropical, es un lugar desolado, estropeado y de una profunda tristeza. Sin embargo, frente a la desesperanza no queda más que seguir haciendo. Tal vez lo más interesante de todo esto sean sus procesos juguetones. “No me exijan coherencia”, dice López, citando en uno de sus textos al cineasta brasileño Glauber Rocha. Pues no, pero a estas alturas del juego, a sus sesenta años, si se mira en conjunto sí hay una cierta coherencia en todo esto. Hay una contundencia. Regreso al sireno de Getxo, que llegó directo del Río de la Plata a este otro puerto desde donde salieron conquistadores y después colonos que aquí llamamos “indianos”, que se mezclaron allá con colonos italianos y alemanes y de todas las
esquinas del mundo, en ese caldero soñado que es Argentina. La generosa Latinoamérica nos regresa el sireno con su look sexy y su porte altivo, sentado sobre los detritos industriales, una sirena tergiversada de la lotería mexicana con mucha gracia y pelos en el pecho. En 2013 el sireno fue secuestrado al más auténtico estilo terrorista vasco. En un comunicado filmado que ahora se puede ver en Youtube, una mujer con la cabeza envuelta como momia de primaria hace una declaración de las condiciones para la devolución del secuestrado, mientras detrás de ella dos muchachos sujetan amenazantes sendas ametralladoras de plástico. Exigen el replanteamiento y revisión de un nuevo Plan General de Ordenación Urbana de Getxo. Defienden su territorio de la canibalización capitalista, del desarrollo desmedido y feo. El pobre sireno descansa en posición horizontal tras ellos. El secuestro iba en serio, estos chicos se estaban arriesgando años de cárcel por robar una obra de arte pública. Si fue una puesta en escena, lo fue en el sentido de que cualquier acto subversivo es una puesta en escena. Como las fotos de López ● * (Bilbao, 1971). Escritora y editora independiente, estudió Danza con Merce Cunningham y Artes Plásticas en el Hunter College, ambos en Nueva York. Es licenciada en Letras Inglesas por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
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AMOR Y CONQUISTA Vilma Fuentes
Aquí se subraya la imposibilidad de plantearnos la pregunta sobre la identidad sin que se involucre de inmediato la lengua materna, pues su aprendizaje nos marca en lo más profundo, nos da infancia y en consecuencia nación y, diría Freud, destino.
A la atención de Mario Vargas Llosa QUIÉNES SOMOS? Esta cuestión, que resurge en estos días a causa de la controversia desatada por la historia de la Conquista y el destino de las poblaciones originarias de Tenochtitlan, es del mismo orden que la interrogación planteada por Hamlet: “To be or not to be.” Shakespeare no la inventó. Pregunta más antigua, anterior a su época, puesto que ya podía ser escuchada en los cantos de Homero: “¿Quién eres tú, extranjero?” Tal es la primera palabra del diálogo homérico cuando dos personajes se encuentran, se observan, se hacen frente. ¿Quién soy? Son las primeras palabras con las cuales algunos autores abren su obra. Montaigne no se planteaba otra cuestión: sus famosos Essais prolongan y repercuten la misma interrogación página tras página. Es también la primera frase de André Breton, quien abre el relato de Nadja con esta brutal interpelación: “Qui suis-je?” Aún más cercano a nosotros, El laberinto de la soledad, de Octavio Paz no es acaso sino la angustiante búsqueda de una respuesta al enigma planteado. Ser alguno, ser alguien, es acaso poseer una identidad. El escritor Mario Vargas Llosa, en su
reciente intervención durante el octavo Congreso Internacional de la Lengua Española en Argentina, reconoce una evidencia: desde su infancia habla español y escribe sus libros en este idioma, a pesar de no haber nacido en Madrid o Valencia, sino en una tierra lejana a España, al otro lado del Atlántico, donde la lengua española se impuso y se propagó después de la Conquista. En otras palabras, reconoce que existe para cada individuo eso que, en lenguaje corriente, se llama una lengua materna. Esta relación con la maternidad, por compleja o dolorosa que pueda ser, como señala Octavio Paz cuando describe la figura de la Malinche, cuya sombra ilumina con sus palabras, lazo tan fuerte como el de la sangre, marca la identidad de cada ser humano. Somos la lengua que hablamos. Hablamos la lengua que oímos hablar a mamá desde que pudimos escucharla de su boca. No hay dejo alguno de desprecio hacia quienes hablan otra lengua que pueda oscurecer o ensuciar esta identidad radical. Menos aún podría verse pervertida por el mínimo asomo de racismo. Ser mexicano, español, francés, ruso o inglés, importa poco. Lo que nos da una identidad no es un pasaporte, ni el color de la piel, es la lengua que cada quien habla o escribe. ¿El mexicano habla todavía la lengua azteca o la maya? Podría responderse que aún existen grupos indígenas, así sean minoritarios, que hablan sus lenguas originarias. Pero desde el triunfo de Hernán Cortés y la Conquista, los vencedores impusieron su idioma a la mayoría. Nadie mejor que Fernando Benítez podía contar “La ruta de Cortés” y las peripecias de la guerra de conquista, tal como tuvo la generosidad de hacer el relato a Jacques Bellefroid en regalo de bienvenida a México y de amistad entre espíritus fraternales. El “hermanito”, con que se dirigía a sus amigos, Fernando lo tradujo para Jacques canturreando “petit frère Jacques, dormez vous?, sonnez les
matines! Ding dang, dong”, celebrando con una gran sonrisa su hallazgo musical. José Emilio Pacheco se expresaba en español para platicar con Bellefroid, mientras su amistoso interlocutor le respondía en francés. Se comprendían muy bien en esta forma. José Emilio escribió algunas bellas páginas publicadas en la revista Proceso sobre Le voleur du temps (El ladrón del tiempo), novela de Jacques traducida al español, y Bellefroid tradujo y publicó en francés Las batallas en el desierto. Sin duda alguna, el intercambio es más valioso que la conquista. Pero la Historia es trágica, y no son los poetas los más responsables. En cuanto a los jefes de Estado, son sin duda dignos de su función sólo quienes comprenden que el intercambio es superior a la guerra. El español hablado en España, ¿es el mismo español que se habla en México o en Argentina? Sí y no. El mismo y otro. A semejanza de las pinturas en las iglesias de nuestras tierras, donde surgen los rostros de los viejos ídolos entre los rasgos de los santos católicos, en el español del continente americano sopla otro espíritu. Eso que se conoce como el espíritu de la lengua. Su esencia. La que corresponde a la realidad de donde surge. ¿Pedro Páramo habría podido ser escrito en el español de España? No, Pedro Páramo está escrito en el español mexicano. Acaso sucede con la conquista como con el amor o la amistad. Experimentar estos sentimientos no es quizás sino sentir atracción por una persona distinta a uno. Esta forma de conquista y unión es sin duda la más bella inventada por la especie humana. Al contrario, la que pasa por el combate y la victoria de un campo sobre otro divide al mundo en vencedores y vencidos, en opresores y oprimidos. Quizás, última trampa del destino, el gran peligro de ver también vencidos a los vencedores entre los sobrevivientes. Es lo trágico de la Historia. Desde sus principios. ¿Y hasta cuándo? ●
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
FEMINISMOS CONTEMPORÁNEOS: inclusión total y otros pendientes Entrevista con Nancy Fraser
Arte y pensamiento
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Artes visuales/ Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
Bosco Sodi y la Fundación Casa Wabi (I de II) EN LA ENTREGA pasada (domingo 14 de abril) se esbozó el proyecto de la Fundación Casa Wabi, una asociación civil sin fines de lucro “que busca impulsar la colaboración y el compromiso social a través de las artes”. El artista visual Bosco Sodi es el creador y mecenas de este loable proyecto que incluye tres sedes: Casa Wabi Oaxaca, Casa Santa María en Ciudad de México y Casa Nano en Japón. Las actividades que se generan en las instalaciones de Casa Wabi Oaxaca son concebidas en función del diálogo y aportación cultural entre artistas invitados a participar en residencias y las comunidades de la región. Durante mi visita a la sede oaxaqueña tuve la oportunidad de presenciar algunos de los trabajos de los artistas residentes. El compositor Marcelo Ruano (Ecuador, 1962) desarrolló un proyecto con los chicos de la banda de música Piedra del Pacífico del poblado de San Pedro Mixtepec. El objetivo
Marcelo Ruano y la Banda de San Pedro Mixtepec
principal del ecuatoriano fue hacer una composición nueva para el repertorio de la banda y otra más en colaboración con el dúo Nohbords (Diego Mur y Mauricio Rico, Ciudad de México), pareja de bailarines de danza contemporánea, también residentes, que montaron una coreografía con el grupo de danza folclórica de la Casa de Cultura de Río Grande. El número dancístico-musical se presentó al término del taller en las instalaciones de la Fundación. Fue muy emotivo constatar el entusiasmo de los jóvenes durante las sesiones de ensayo a las que acudí, en las que se palpaba el interés y el gusto de los muchachos por aprender nuevos medios de expresión artística y corporal. En Casa Wabi también se cuenta con un espléndido espacio de exhibición de 460 metros cuadrados destinado a presentar exposiciones de artistas de renombre internacional. Han pasado por ahí algunos de los creadores conceptuales europeos más aclamados: Daniel Buren (Francia), Michel François (Bélgica), y Jannis Kounellis (Grecia-Italia). Durante mi visita me tocó ver el proyecto que llevó a cabo Ugo Rondinone con un grupo de niños de una comunidad vecina, titulado your age and my age and the age of the sun (“tu edad y mi edad y la edad del sol”). El artista suizo invitó a los niños a pintar libremente su interpretación del sol, como metáfora del lenguaje de los símbolos de la naturaleza. Se seleccionó uno de los quinientos dibujos para ser plasmado en un tapiz de lana tejido por los artesanos de Teotitlán del Valle. Este año inició con la presentación del artista japonés Izumi Kato, cuya estética, a decir del curador Alberto Ríos de la Rosa, oscila “entre lo etnográfico y lo onírico, creando una multiplicidad de referencias visuales correspondientes al surrealismo, al sintoísmo japonés, e inclusive al arte tribal africano”. La galería es visitada por los niños y jóvenes de los colegios que participan en los talleres de barro, por los miembros de las comunidades aledañas y por los turistas que acuden a conocer las instalaciones en visitas programadas.
Proyecto de Ugo Rondinone
Otra de las actividades que me parece de gran trascendencia es la Biblioteca Móvil de la Costa, proyecto que tiene como objetivo fomentar la lectura en las comunidades. Una camioneta perfectamente equipada con libros para niños, jóvenes y adultos, visita los poblados cercanos a Casa Wabi y los promotores Wilmer y Ricardo realizan lecturas en voz alta en escuelas y espacios abiertos, así como préstamo de libros y otras actividades. Este programa se lleva a cabo en colaboración con la Fundación Alfredo Harp Helú. En las instalaciones de la casa se cuenta también con una sala de proyección donde se ofrece una programación gratuita de películas nacionales e internacionales, y se brinda apoyo a la producción de documentales sobre la región de la costa de Oaxaca o realizados por miembros de la comunidad. Con el impulso de Bosco Sodi, por Casa Wabi ha pasado una pléyade de creadores multidisciplinarios, cada uno de ellos sembrando una semilla en campo fértil, cuyos frutos comenzarán a brotar en esas tierras un tanto abandonadas que reciben estas oportunidades con entusiasmo y agradecimiento ● (Continuará…)
Biblioteca Móvil de la Costa
Bitácora bifronte/ Jair Cortés jair_cm@hotmail.com twitter: @jaircortes
Derrota de mar, de Marco Antonio Murillo EN DERROTA DE MAR, Marco Antonio Murillo se lanza al agua de la poesía como lo que deja, en su salto, toda certidumbre para convertirse en un marinero que sobrevive al naufragio de la soledad. De esta experiencia poética, que tiene mucho de suicida, nace este libro, cuya intensidad nos conmueve y nos seduce: la página es un abismo y las palabras son esas sílabas, esquirlas de agua, que salpican y humedecen la conciencia humana. La poética de Marco Antonio Murillo, quien nació en Mérida, Yucatán, en 1986, se rige por un ritmo muy similar al de las mareas: en su punto más alto, intensifica su visión hasta que un anzuelo de sentido nos atraviesa, y en su punto más bajo se vuelve
un poeta reflexivo que nombra al mundo desde la calma y la contemplación. Por ese motivo puede ir del verso breve a la prosa, pasando por el versículo, siempre consciente de que la musicalidad dicta, como las brisas o ventarrones del verano frente a la playa, el grado de emoción en cada poema. Es este libro un recorrido lleno de amenazas y desventuras pero nutrido por la emoción de la sorpresa y el hallazgo poético que se aprecia, por ejemplo, en su maravilloso poema “Discurso sobre las ballenas”: “[…] no quema este ancho mar, no quema la espuma que brota de la espalda,/ busca sin embargo el silbo el canto el olfato el atisbo y luego el incendio bajo las aguas: así es su amor […]”. Marco Antonio Murillo es un joven y brillante poeta, consciente de la tradición, que antes ha publicado los poemarios Muerte de Catulo (2011) y La luz que no se cumple (2014) y que, con Derrota de mar (Jaguar ediciones, 2019) demuestra una temprana madurez poética al escribir una bitácora, cuya estructura permite al lector con-
templar la totalidad del viaje, en la que se registran paisajes mentales y geográficos, naufragios íntimos e históricos, meticulosos estudios sobre el vuelo, extraños oficios y tragedias imborrables ●
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Arte y pensamiento
Tomar la palabra/ Agustín Ramos
Desmantelamientos (III y última) EL DESMANTELAMIENTO de las instituciones del Estado para la cultura comenzó con la instauración del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y su fondo de financiamiento, hoy ascendidos a Secretaría y Sistema. Admitamos, simulacros y agujeros legales aparte, que el sistema en cuestión es defendible debido, primero, a que sus beneficios están al alcance de todo creador cuya obra cumpla con requisitos establecidos previa y claramente y, segundo, a que su estructura orgánica lo hace patrimonio de los creadores. Mejor, imposible. Sin embargo, toda institución se puede perfeccionar. O empeorar. Sobre todo si la política cultural del Estado y su presupuesto se basan en prioridades. Porque la desigualdad, la inseguridad y la corrupción son desafíos a la sobrevivencia, y ello antes que aminorar aumenta la urgencia de una política cultural democrática, incluyente y pública (no privatizable), pues la que se aplicó desde el auge de la hegemonía postrevolucionaria hasta su debacle marchó casi exactamente en sentido inverso: con prioridades clientelares, en beneficio de un sector más resonante que crítico y al gusto e interés del gobernante en turno. Su arranque, empero, es de aciertos. Los institutos nacionales de Antropología e Historia y de Bellas Artes nacen como dependencias de la Secretaría de Educación Pública atendiendo las necesidades vitales
de profundizar en el conocimiento de la sociedad mexicana, sistematizar la preservación del patrimonio cultural nacional y fomentar las expresiones artísticas. Problemas como el reparto de tierras, la pacificación, la industrialización, la instrucción superior y el desarrollo económico, gravitan en la política cultural sin regirla. Luego, en vez de impulso, el INAH, el INBA y otras dependencias de la SEP vinculadas a la cultura, sufren degradación, suplantación y sometimiento. La indispensable descentralización de servicios culturales culmina en una aberración, el Centro Nacional de las Artes, con réplicas serviles en las capitales estatales. Y los privilegios embozados prohíjan un fondo de financiamiento patrimonialista, excluyente e inequitativo, que comienza como desfile alegórico engalanado y disimulado con celebridades. Un sistema justo de becas, sea para la investigación, el desempleo, la vulnerabilidad o la creación, no se organiza sólo a conveniencia de sectores, grupos o comunidades. Tampoco obedece a voluntades
caudillistas y/o caciquiles. Menos aún se funda en concepciones oportunistas ni en poderes fácticos, intelectuales, académicos, empresariales, partidistas. Emana de una política cultural convergente con las restantes políticas de Estado. Su fin último es mejorar la calidad de vida de toda la ciudadanía. Sus servicios tienen como primer beneficiario a la población en general y, como intermediarios, a promotores, divulgadores, bibliotecarios, archivistas, museógrafos, animadores y demás operarios del sector cultural. Para evitar el desmantelamiento de las instituciones culturales, las existentes necesitan replantear sus propósitos y restaurar las funciones sustraídas y suplantadas a las originales, dotar a estas últimas de autonomía y desarrollar nuevos institutos acordes con la realidad contemporánea, por ejemplo de Difusión (que comprenda bibliotecas, editoriales y medios de comunicación), de Descentralización, de Educación Artística y, por supuesto, un mecanismo de financiamiento transparente y sólo operativo, al mando de servidores públicos genuinos, ya no del fantoche o la marioneta. Concluyo sin que los funcionarios responsables de La Transparencia atiendan mi solicitud de hace más de un mes. El recorte presupuestal al rubro de cultura resultará más o menos justificable cuanto más o menos pública se haga, sin eufemismos ni complicidad, la corrupción con cargo a la cultura. También debe precisarse si tal ahorro equivale al monto recortado y si iguala el porcentaje mínimo del PIB convenido con la Unesco. Lo demás… ●
Biblioteca fantasma/ Eve Gil
Bellas durmientes GINA BERRIAULT, nacida en Long Beach, California en 1926, muerta en 1999, es de esas preciosas reliquias femeninas recién desenterradas del olvido, y prometo revisitarla en forma extensa y pormenorizada. Fecunda narradora, ganadora de los más prestigiados premios concedidos en su país, el Pen Faulkner o el National Book Award, debuta en nuestra lengua con su colección de relatos Mujeres en la cama (Jus, México, 2018). Aunque no todos los relatos tienen relación con el título –y uno de éstos, “La búsqueda de J. Kruper”, posiblemente el mejor– la mayoría cuenta con un personaje femenino que languidece en su cama. Desde la asociación obvia entre ésta y el sexo, pasando por la camarefugio, depositaria de insomnios derivados de secretos y tribulaciones; vinculada a Tánatos en igual medida que Eros; escenario de placer y antesala de la muerte. Convalecientes en psiquiátricos, hospitales u hospicios… y ya sabemos que, por su condición femenina, se les percibe como seres más vulnerables, con mucha mayor proclividad al abandono y a la, a veces, grosera condescendencia de otras mujeres que cuidan de ellas por obligación. Lugar de recreo donde se lee, se escribe, se fantasea y se recortan revistas perfumadas. Donde se cae en cuenta del daño que hacen los estereotipos. Cama. Lecho.
Tálamo. Camastro. Trinchera. ¿Tiene algo de raro que el monumento a Colette parezca una cama? “Muerte de un hombre insignificante”, que abre la colección, es una reflexión sobre la libertad femenina; concepto más embrollado tratándose de una mujer casada que sólo anhela tiempo para ella misma. Claudia es una bella joven que ha dejado atrás –no tanto– su sueño de conocer a Albert Camus, por quien parece sentir algo más que admiración y a quien infructuosamente buscó en París. Se ha consagrado, como buena chica estadunidense y clasemediera, a un matrimonio que no le deja otra satisfacción que los ratos libres que le conceden las continuas parrandas de su esposo. Pasea su larga cabellera rubia por las calles, visita librerías, lee periódicos extranjeros, almuerza en bonitos cafés, hasta que algo amenaza esos momentos robados a las obligaciones domésticas: un súbito quebranto en la salud de su marido –que se rehúsa a abandonar su estilo de vida– aparejado con la sensación de que un hombre perverso la sigue en sus paseos matinales, amenaza esos inocentes placeres. Algunos de los relatos de este
volumen tienen este enfoque que pudiéramos calificar como “sutilmente feminista”; “El diario de K.W.”, en que una mujer soltera –y rebelde– de sesenta y tres años reflexiona sobre el significado de envejecer en una sociedad de consumo donde la mujer parece ser un producto más: “Los años me dejan fuera de juego, los años están llenos de opinión pública”; “El abrigo” aborda asimismo cómo la sociedad cataloga –y estigmatiza– a las mujeres por su edad, a través de una mujer casada que cumple cuarenta años, lejos de su esposo. El relato que cierra el libro y lleva exactamente el mismo título del mismo, “Mujeres en la cama”, tiene por protagonista a una encantadora actriz callejera que, como parte de una compañía ambulante, acude a un hospital a ofrecer una especie de “risoterapia” a los pacientes, y a ella se le asigna el pabellón psiquiátrico de mujeres, donde la risa cobra un sentido diferente. Varios relatos de Mujeres en la cama aluden a México; lugares que nos son conocidos, familiares… entrañables en algunos casos (¡Mazatlán!), y que Gina Berriault describe con precisión equiparable a una tarjeta postal, pero realzada por elementos emotivos. “La búsqueda de J. Kruper”, el relato más largo –y mi favorito– transcurre en nuestro país, aunque saltando de un lugar a otro. Un afamado escritor estadunidense se da a la búsqueda de un misterioso autor, alrededor del cual se cuentan todo tipo de leyendas, y que vive –¿se esconde? – en algún pueblito de Guerrero, resuelto a escribir su biografía. Juraría que se trata de un tributo a B. Traven, o Bruno Traven, sobre el que siguen barajándose historias que podrían ser fruto de la invención popular ● Gina Berriault
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Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso
Mauricio de Cera / Jaime Sideral HACE UNAS SEMANAS pasó por la casa Mauricio Sotelo. Quería compartir sus últimas huellas sonorosas. Colega a quien conocemos desde hace más de veinte años, junto a su hermano Francisco ha mantenido viva una de las agrupaciones más interesantes del progresivo y la experimentación mexicana: Cabezas de Cera. Creativos en la música y también en la invención de instrumentos –preeminentemente de metal–, hoy se dan la oportunidad de presentar un disco en vivo y de tomar distancia para trabajar en proyectos individuales. Tal es el caso de Envés, un álbum que muestra el otro lado de un artista –Mauricio– que no sólo gusta de la formalidad mecánica sino también de las improvisaciones, la generación de paisajes y texturas espontáneas que giran con la ayuda de efectos y procesadores de repetición (loops). El resultado es interesante y harto agradable. Si bien ofrece momentos de densidad expectante, su corpus general fluye con frescura líquida. Hay el choque de metales que se atreve a lo contemporáneo; hay voces que cantan y no; hay dulzura melódica y necedad estructural... Lo mejor es que, de manera un tanto misteriosa, consigue unidad pese a provenir de muy distintos ánimos, tiempos y contextos. Ejemplo es la composición número siete, “Rey milagro”, que forma parte del cortometraje homónimo del director Roberto Adame producido en 2016. La explicación a ese balance se debe, probablemente, a que Mauricio
es un ejecutante dotado y con un lenguaje característico en cualquiera de los objetos que tañe. Hablamos del bicéfono, la jarana prisma, el tricordio, la guitarra de doce cuerdas y sí, el Stick Railboard, tal vez el instrumento por el que más se le reconoce en su carrera al frente de Cabezas de Cera. Hablando sobre el disco en vivo de Cabezas de Cera, precisamente, diremos que fue grabado en el Foro Alicia, cuna misma del conjunto. Se llama Contigo y en directo. En él suenan ocho piezas –algunas bien conocidas en su repertorio–, con el añadido de Leticia Servín para “Arte de extranjería”. En general es un buen reflejo del oficio de los hermanos Sotelo sobre el tinglado, así como del carácter sónico de ese pequeño e histórico espacio de avenida Cuauhtémoc en la colonia Roma. Sin embargo, también debemos decirlo, la captura de algunos timbres no fue la más adecuada y su postproducción pudo quedar mejor, pues en vivo consiguen un dinamismo y explosividad particulares que no se exhiben del todo en la grabación. Como sea, es un gran documento que los muestra saludables y poderosos.
Mauricio Sotelo
Por otro lado, hace tiempo deseábamos conversar sobre Arrullo sideral, esfuerzo titánico del cantautor Jaime Ades, quien tuvo que reaprender su ritmo vital orbitando este difícil alumbramiento. Hablamos de una década en la que –nunca mejor dicho– consideraba música, letras, estudios de grabación, músicos, formatos, ilustradores y, por supuesto, demonios e inseguridades... Recuerde nuestra lectora, nuestro lector, que la palabra considerar se relaciona, precisamente, con lo sideral; momento en que los antiguos astrólogos consultaban a las estrellas desde las atalayas. Así, la consideración podía traer aciertos o fracasos, pero sobre todo pausa y reflexión. Tal como este álbum. Con un tamaño cercano al vinilo (nosotros lo tenemos en CD), Arrullo sideral tiene altas dosis de honestidad, así como una belleza en ciernes que se yergue tomando fuerza de la duda y la fragilidad. Hablamos de una docena de piezas cargadas de melancolía en las que destacan arreglos y ejecuciones de invitados notables. Susurrante, Jaime conoce los límites de su voz, por lo que canta al oído compartiendo el mundo en que vive y cree. Es así como su disco/ libro se vuelve crónica gráfica, viaje onírico, álbum fotográfico… representación diáfana de él mismo, lo que no muchos autores pueden presumir hoy en día. Quienes lo conocemos entendemos la necesidad de retardar este trabajo, tal como pasa a la bola de nieve que crece mientras desciende. Celebramos su logro. Déjese arrullar por este trazo que finalmente existe y se extiende, generosamente. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos ●
Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars
No del todo ficción UBICADO EN ALGUNA calle de la eternamente paupérrima zona oriental del Centro Histórico de Ciudad de México, el hotel es viejo, inhóspito, sucio, maloliente, oscuro… y no se debe al ejercicio chocante de un cliché cinematográfico miserabilista, como ése tan caro a ciertos realizadores en cuyas películas cabe deplorar una falsísima pobreza de cartón, evidentemente producida, que ya de entrada estropea la intención –es de suponerse– de generar empatía con la precariedad económica y sus padecientes. Por el contrario, con todo y que alguna modificación fílmica debió sufrir, el hotel donde Aurelio y Citlali se conocen luce tan real que sus puertas ajadas de polilla, sus paredes lamparosas, mínimas ventanas empañadas, camas vencidas por el uso artero, buroes desvencijados y focos mondos, transmiten a los personajes –interpretados con alta eficacia por Noé Hernández y Daniela Schmidt, respectivamente– una verosimilitud que los convierte de inmediato en partes de ese todo, de manera que son ellos, Aurelio y Citlali, los ajados, lamparosos, empañados, vencidos y desvencijados, mondos… Es así, con la fortuna dándoles la espalda, como al principio cada uno por su lado y después juntos, intentarán torcerle la mano a sus destinos: el de Citlali, una
inmigrante ilegal que ha huido no sólo de la toxicidad de un vínculo pernicioso sino del riesgo latente de ser asesinada y que necesita conseguir papeles de identidad para recuperar a su hija, es un destino que pareciera condenarla a la soledad entre los muchos, la prostitución extorsionada, el silencio interno que ensordece; el de Aurelio, un trabajador de bajísimos ingresos, sin educación ni perspectivas de mejoría, cuyo hijo ha sido asesinado a plena luz del día, es algo así como un futuro sin puertas de acceso al que es imposible abrirle siquiera una fisura, en el que parece no haber de otra que seguir sobreviviendo exactamente como se ha vivido hasta este punto, es decir explotado en lo económico, ignorado en lo civil, inexistente en lo humano. Reflejo irreprochable de la realidad que le da contexto, Ocho de cada diez (Sergio Umansky, México, 2018) no exagera un ápice argumental en la historia que cuenta, dicho sintéticamente, la de una búsqueda de justicia que de antemano se sabe tan cuesta arriba que resulta imposible de cumplimentar por las vías que establece la legalidad. El título del filme alude precisamente a la
Ocho de cada diez
estadística nacional en materia de impartición de justicia: de cada diez asesinatos que se cometen, ocho tienen garantizada la impunidad debido a que no son siquiera investigados, y como bien se sabe, muchas veces el veinte por ciento restante también acaba por engrosar la cifra de criminalidad impune. Esos dos fenómenos forman parte sustantiva de la trama: por un lado, el exasperante viacrucis de Aurelio en una oficina del Ministerio Público saturada de indolencia, poco profesionalismo y total ausencia de solidaridad, adonde acude reiteradamente para conseguir lo que se supone es su derecho inalienable, es decir, el otorgamiento de justicia “plena, pronta y expedita”, hasta ser convencido por el peso de la propia realidad de que sólo saltándose las trancas legales podrá, y eso tal vez, conseguir algo. Por otro lado, y de manera subrepticia aunque paradójicamente dé la sensación de ser también ficción, el filme incorpora escenas auténticas de asesinatos perpetrados a lo largo de todo el país, captados por cámaras de seguridad. De la carencia se sacó virtud: en entrevista, Umansky confió que por principio habían pensado en producir dichas escenas criminales, pero las limitantes presupuestales condujeron a la decisión de tomar material verídico. A propósito de su propio trabajo, afirma el realizador que “esto no es del todo una ficción”. Tiene razón, para infortunio colectivo: herencia podrida de las décadas recién pasadas, la impunidad criminal, la insuficiencia institucional y la descomposición social continúan vigentes ●
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LA JORNADA SEMANAL 28 de abril de 2019 // Número 1260
Ensayo/ Bruno Newman*
Gonzalo Tassier o el arte de la creatividad, la risa y el diseño Ilustración de Gonzalo Tassier
Gonzalo Tassier
Entrañable semblanza de un diseñador que mucho sabe y comparte su oficio de publicista, editor y artista plástico, muy reconocido en el medio, merecedor del Premio Quórum, del Consejo de Diseñadores de México AC, el Premio Internacional a! Diseño y The Sir Misha Black Medal Awards, otorgado en Londres, Reino Unido.
C
onocí a Gonzalo Tassier de la Maza hace cincuenta y siete años y no conozco a nadie más creativo, generoso, divertido, disperso y dedicado como él. A lo largo de estos años hemos vivido un sinfín de experiencias profesionales y personales; además, compartimos el gusto por coleccionar objetos que eventualmente nos regalamos y, cuando por fin los intercambiamos, nos divertimos a lo grande. Gonzalo es siempre afable, con ese buen sentido del humor, tan peculiar en él; y esos dibujos, sus inigualables trazos y letras que lo hacen un artista único y especial. Es por ello que, además de compartir un poco de mis experiencias y vivencias con este hombre que, más que amigo considero mi hermano, cito brevemente lo que han escrito colegas, amistades y alumnos que lo conocen, lo aprecian y le agradecen su Tassierés, si me permiten la expresión. Jorge Cejudo: Lo llevo en mi mente, en mi corazón y en cada trazo que hago.
Carmen Cordera: Ente otras cosas, me enseñó a confiar en mí misma, demostrándome que como diseñadora industrial podía hacer diseño gráfico y hacerlo bien; también me enseñó a usar el pincel de aire, aunque esa no era su materia; dibujábamos chiles jalapeños a las doce de la noche en su maravilloso estudio, lleno de miles de cosas. Francisco Hernández: Su firma, por ejemplo, siempre me ha parecido un aguacero de minúsculos objetos no identificados o el humo horizontal de una chimenea custodiada por un soldadito de plomo. Francisco Teuscher: Mente y corazón prodigiosos, creador fecundo y libre, los objetos que Gonzalo ha atesorado son una semblanza de su paso por el planeta. Como compañero de vida, afición y profesión me siento afortunado de haber recorrido una parte del camino a lado de este personaje indiscutible de la creación y el diseño, mi amigo Gonzalo Tassier. Mónica Zacarías: Gonzalo me enseñó a amar las ideas y a respetar el trabajo de otros. Es encantadoramente divertido. Hace que las cosas parezcan tan fáciles de hacer que sientes que estás a sólo unos pocos trazos de ser el mejor diseñador de este mundo. Podría continuar la lista, pues es una persona muy querida y reconocida en el medio del diseño. Destaco su bonhomía, su buen humor, su creatividad, su pasión por el color y algo que ha hecho siempre: compartir sus conocimientos y experiencias. Buen hombre, buen padre, gran diseñador y buen amigo, en el mejor sentido de la palabra “bueno”. Gonzalo es todo eso y más, por lo tanto, todo lo que yo diga o exprese tiene ese agudo, profundo y amoroso sesgo, de ayer, de hoy y de siempre.
¿Quién es Gonzalo Tassier? Pionero del diseño gráfico en México, publicista, editor, artista plástico, apasionado de la filosofía (se matriculó en la carrera, en Ciudad Universitaria) y un comprometido autodidacta en diversas áreas del conocimiento, Gonzalo Tassier (México, 1941) ha consolidado una trayectoria que abarca ya seis
décadas en el ámbito de la comunicación. Realizó sus estudios en la Facultad de Arquitectura de la UNAM y dirige el prestigiado estudio Retorno Tassier, que fundó en 1995 (el nombre del estudio tiene su origen en la filosofía del eterno retorno, del pensador alemán Friedrich Nietzsche, cuya obra siempre le ha apasionado). Para Gonzalo Tassier se trata de una postura ante la vida, una forma de existir: es un regreso a los principios del arte y la comunicación para universalizar el pensamiento. “Estudié comunicación, me he dedicado a ello toda la vida, a diferencia de muchos de los amigos que estudiaron conmigo. Estuve en el sector público para probar, no me gustó. Estuve en una empresa trasnacional grande, donde aprendí muchas cosas; también en el sector servicios y después de tener toda esta experiencia, entendí que nadie sabía lo que se puede hacer en materia de comunicación. Decidí, a los treinta y seis años, abrir mi negocio. La idea era crear un grupo de empresas en el campo de la comunicación. No existía nada parecido”, expresa Tassier. Junto a su socio y amigo Bruno Newman, fundó la editorial La Gunilla Editores, cuya misión está orientada a investigar y difundir los aspectos más relevantes que giran en torno a la comunicación y el diseño, así como a las manifestaciones artísticas periféricas, como el grafiti. En 2002 fue reconocido con el Premio Quórum, del Consejo de Diseñadores de México AC, y dos años después fue condecorado con el Premio Internacional a! Diseño. Su labor como mentor y profesor le mereció ser reconocido con el The Sir Misha Black Medal Awards, otorgado en Londres, Reino Unido, en 2008 ●
* Editor, fotógrafo, coleccionista empedernido, empresario y fundador del Museo Objeto del Objeto (MODO), dedicado al diseño y la comunicación. Egresado de la licenciatura en Comunicación por la universidad Iberoamericana, es fundador y director de Zimat Consultores. Destaca su libro El banquete de las banquetas, una serie fotográfica sobre las particularidades de las aceras en París, Francia.