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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 28 de Mayo de 2017 ■ Núm. 1160 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Young 50 años de música,

poesía y contracultura Antonio Valle

Christine Lavant y la

poesía de la miseria Andreas Kurz

Antonio Gamoneda:

transparencia y elogio de la sombra José Ángel Leyva

Carlos Fuentes y

el Reino Unido Una reseña de Andrea Tirado


28 de mayo de 2017 • Número 1160 • Jornada Semanal

poesía

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El tren * Ana Franco

Eso. Que-se-sigue-de-frente-que-no-nos-lleva-es-un-tren. Eso-que-ha-

desaparecido-que-nos-desaparece. Eso-que-no-nos-lleva-pasa-de-largo. Arrea. Cementerio-sin-cruces. Luces. Es-el-viento-el-que-te-tumba.

Tumba. Tumbado. Danza. Dicen-que-no-que-no-que-ya-no-llega-queNeil YouNg: 50 años de música, poesía Y coNtracultura Compositor infatigable, miembro del Salón de la Fama del Rock and Roll, símbolo internacional de la contracultura y el movimiento hippie de los años sesenta… con más de cinco décadas de trayectoria y a la manera de la generación beat, el canadiense Neil Young sigue en el camino, extrayendo su sorprendente vitalidad de la tierra misma y de su compromiso con su entorno y su momento histórico. Antonio Valle habla aquí del sobreviviente de sí mismo, pero también del padre amoroso y del letrista que deplora la política exterior estadunidense lo mismo que habla contra ecocidios neoliberales como el de Monsanto. Completan este número sendos artículos sobre Christine Lavant, una de las poetas más reconocidas y premiadas en lengua alemana, y sobre el español Antonio Gamoneda, Premio Cervantes en 2006.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

ya-no-se-detiene. Se-detiene. Detiene-y-tumba. Cementerio-de-bruces. Agarra-Arriaga-y-danza. Agrieta-y-danza. Sueño

De una pausa (respiro)

Dicen que no que hoy pasa no se detiene Un único Respiro (detenido)

Es-el-trayecto-un-cielo-que-mira-esta-noche-de-abajo. Esta-falta-desueño. Esto. Que-se-sigue-de-frente-que-no-nos-lleva-no-es-un-tren.

Que-han-desaparecido-con-el-viento. Danza. Tumbado-entre-los-rielesdanza. Dicen. Que algo

Que algo solo de mi ruta solo

Que abras una grieta en el cielo que mira

Comisura en la obra

Dicen-que-llega-y-se-detiene-que-hay-que-subir-escaleras-andando.

Que-te-mira-en-los-sueños. Yo. Que-del-clan-que-soy-la-última-pieza.

Que-es-el-viento-la-lluvia-del-cielo-que-nos-mira. Que-ha-agrietado-la-

tierra-que-une-y-separa. Que-nos-lleve-que-no-nos-lleve-nunca. Llueve. Que-deje-que-no-nos-deje-nunca. Tumba. Tumba-tumbado. Tumbando.

Danza. La-pieza-prescindible. Esta-última-pieza-en-el-trayecto-y-danza. Su-sueño-detenido. Sueño-de-pausa-sin-pausa-nunca-que-nunca-se-

detiene. Dice-que-no-que-nos-mira. Que-nunca-se-detiene. Dicen-queno-hay-respiro. Detenido. De-este-cielo-impasible-que-nos-llueve-ynos-tumba. Que-nos-lleva. Tumba-tumbando. Y-danza.

Arriba-de-nosotros. Arriaga-de-nosotros. Éstos-última-pieza-del-clanque-nunca. Pausa. Comisura. Tumbando. No-es-un-tren.

*Este poema forma parte de la exposición Montar-la-Bestia

Directora General: C Armen l irA s AAde , Director: l uis T ovAr , E d ic i ón : F rAnCisCo T orres C órdovA y r iCArdo y Áñez . Coordinador de arte y diseño: F rAnCisCo g ArCíA n oriegA , Formación: m ArgA P eñA , Diseño de Columnas: J uAn g Abriel P ugA , Relaciones públicas:

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Portada: Rebelde legítimo y genuino Foto: Man Alive!, Neil Young, 2012 Fuente: commons.wikimedia.org/ CC BY 2.0

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


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Como en los cuentos de hadas Edith Villanueva Siles

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Al salir del restaurante no nos despedimos oficialmente porque sabíaa primera vez que conversé con María toda mi sangre se aglutinó mos que nos veríamos en una hora a la salida de la escuela. Caminamos debajo de mi ombligo. Mi cuerpo completo temblaba; la coincidenjuntas hasta su coche y yo seguí de largo hasta encontrar el mío. Antes de cia de aquella tarde me tomó por sorpresa, no me imaginé que en arrancar llamé a mi esposo para asegurarme de que no había descubierto una fiesta infantil podría coincidir con una señora a la que le gustaran mi conato de infidelidad. No me dio tiempo de esperar a que contestara, las mujeres también. Ella no me lo dijo directamente pero el juego porque en ese momento sentí una urgencia de usar el baño y regresé al de sus palabras y su lenguaje corporal lo confirmaron, además de que ella tamrestaurante. Cuando entré, el mesero me dijo que María había debién escribía, sí, pero con seudónimo porque no quería que la gente jado su teléfono celular sobre la mesa y me lo entregó. Me que la conocía supiera de su antología. Nuestra plática casi pareció oportuno tener algo de ella en mis manos y, por clandestina provocó que volcara en ella todo mi apetito. un momento, creí en eso que la gente llama destino. No nos propusimos nada en particular, dejamos Esa tarde estaba de suerte y volví a abrigar la que nuestros cuerpos se insinuaran, me paré frenidea de que María y yo estábamos predestinate a su boca y besé cada sílaba que de ella emadas para estar juntas. naba, no respeté ni puntos ni comas, ignoré las Si me ciñera a la teoría freudiana diría que pausas y me colgué de sus labios. No deseael inconsciente de María la traicionó y que lo ba más que seguir escuchando su pugna con que yo había percibido acerca de ella no mi cuerpo muy cercano al de ella para aclaobedecía sólo a mi necesidad de enconrar en silencio el origen de mi filia. trar a una amiga y a una cómplice de mis Después de aquel día pospuse un sedeseos. María me dejó su teléfono porque gundo encuentro por más de una semana. tenía que decirme algo, pero todavía no se Había tenido que racionalizar mis emocioha abierto el espacio y aún no existe el tiemnes para amortiguar esta pasión por María. po para nosotras. Cuando me contestó, escuché del otro lado Cuando María me encontró afuera de la del teléfono una voz aletargada que se limitó escuela se dirigió directamente a mí para a darme su correo electrónico para que le manrecuperar lo suyo, el mesero se lo había dicho. dara la información del taller de escritura que yo Fue poco lo que nos teníamos ya que decir, míimpartía y colgó. Dos días más tarde le envié un nimo. Si acaso, se escuchó el susurro de una breve mensaje al cual respondió que no podía asistir. Antes sonrisa. Nos despedimos sin palabras, sólo cruzamos de perder mi osadía, le respondí que podríamos vernos al la mirada y cada una acudió al encuentro de su destino ya siguiente día para almorzar. Interpreté el sí de María como una Fuente: Proyecto Alegría trazado. correspondencia a mi sentir. En cuanto llegué a casa, encendí el televisor para que mi hija se distrajera. El día del encuentro pensé que finalmente mi dualidad se volvía una y deMe metí a la cama para calmar mi cuerpo porque aún no encontraba la forma jé de sentirme escindida. En el trayecto del trabajo al restaurante mi cuerpo de estar en un mundo incompleto. Para no romper en llanto opté por somatise estremecía en señal de redención. Por fin no tendría que encubrir más mi zar mis ganas de fundirme en el cuerpo de María. Todavía no podía culparla inclinación por las mujeres. Conforme me acercaba al lugar de encuentro, mis porque no le dije nada abiertamente, excepto que escribía novelas eróticas y piernas empezaron a temblar incontrolablemente, mi corazón latía febrilmenque muchas veces me habían preguntado si yo era lesbiana por la facha de mi te y sentí un hueco en el estómago, parecido al que sienten los enamorados. escritura. No me arrepentía de no haberle propuesto nada; es más, ni me acerCuando me senté frente a María mi sonrisa desapareció y mi deseo se ahogó. qué a ella porque tenía miedo de besarla en la boca. Con María tenía ganas Mientras ella ordenaba su cerveza aproveché para preguntarme qué estaba de dejar de ser invisible y descubrir el origen de los deseos, deseaba despohaciendo yo allí. Conforme transcurrió la plática me relajé y hablamos de la jarme del compromiso de la heterosexualidad y aceptar sin paliativos que una escritura y de la vida espiritual. Yo deseaba saber qué escribía María y le pregunmujer puede tener deseos carnales por ambos sexos sin tener que renunciar té sobre sus temas. Ella respondió con una mentira. Dijo que a ella la conocían a ninguno, sin tener que elegir una etiqueta. como mamá y empresaria, no como escritora, y deseaba que eso no cambiara. No puedo acusar a María por su displicencia. Nunca le dije que la tocaría Entonces me di cuenta de que todo lo que yo había fantaseado nada tenía que despacito; es más, que no necesitaba siquiera quitarle la ropa porque enlaver con la realidad, a pesar de que había puesto a mi servicio toda mi intuición, zar nuestros cuerpos no era un acto de primera necesidad, y que llegado el que funciona como si fuera un instrumento de adivinación. Pronto comencé a momento destaparía su cuerpo gradualmente hasta tenerla desnuda frente recoger mi pulso acelerado, mi alegría, mi belleza, mi interés, mi perturbación, a mí; después le daría un tiempo para que se familiarizara con mi presencia mi encantamiento y mi fragilidad, todo esto estaba de más. María me había y sólo entonces adornaría toda su piel con mis besos y nuestra historia tenconcebido de diferente forma en sus escritos y era evidente que yo no era más dría un final feliz, como en los cuentos de hadas que un personaje oponente en sus historias.

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ChristineLavant y la poesía de la miseria Andreas Kurz HIJA DE UN MINERO, ENFERMA Y MARGINADA GRAN PARTE DE SU VIDA, LA OBRA DE LA POETA Y NARRADORA NACIDA EN AUSTRIA EN 1915 ES UN SOBRECOGEDOR TESTIMONIO DEL HORROR DE LA POBREzA. DECLARADA POR SUS DOCTORES “INCAPAz PARA VIVIR”, SU POESíA ENCUENTRA UN PRIMER IMPULSO EN LOS POEMAS DE RAINER MARIA RILkE.

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n The Soul of Man under Socialism (el alma del hombre bajo el socialismo) se encuentra una de las sentencias más devastadoras, injustas e injustificables jamás formuladas por la mente contradictoria, brillante y ponzoñosa de Oscar Wilde. Entre los pobres y desposeídos, se lee en el ensayo, “is no grace of manner, or charm of speech, or civilization, or culture, or refinement in pleasures, or joy of life” (“no hay gracia ni maneras, encanto ni elocuencia, civilización, cultura, placeres refinados o gusto de vivir”). Las verdaderas virtudes de los pobres, sigue Wilde, son el descontento, la desobediencia y la rebelión. Termina el pasaje con una de sus paradojas audaces y voraces: alguien ha de decir a los pobres que son pobres. Traduzco: alguien tiene que callarlos y alejarlos de la vista refinada de los estetas del tipo Oscar Wilde. Estoy consciente de que cito fuera de contexto, pero el contexto no es capaz de suavizar la cita. Wilde sabe de la explotación del proletariado hacia finales del siglo xix, incluso la observa, describe y critica. Sin embargo, sus conclusiones son las de un esteta puro: hay que luchar contra la explotación industrial y comercial porque ella misma es antiestética y burda, mas esta lucha no va de la mano con la liberación de los pobres y un mejoramiento de sus posiciones social y cultural: ellos se encargan, rebeldes que son, de deshacerse de sus explotadores, pero después de la rebelión siguen siendo pobres y, por ende, feos e incultos. Entonces hay que decirles que son pobres para que el gusto refinado de un esteta finisecular no tenga que enfrentarse a espectáculo tan desagradable. Rufus Wainwright, uno de los modelos para su Dorian Gray, posiblemente mató a su cuñada para cobrar un seguro de vida y poder pagar sus deudas de dandy. Wilde prefiere el rumor según el cual la mató porque le disgustaban sus piernas… Pocos años después, en La balada de la cárcel de Reading, el poema sobre su propia cárcel, Wilde cambiará de opinión y comprenderá dolorosamente que hay más estética y grandeza en la miseria que en los cuadros estilizados de un Dante Gabriel Rossetti. En realidad, ya Dorian

Gray, en el momento de contemplar su retrato, se había dado cuenta de que él “and all the souls in pain,/ Who tramped the other ring,/ Forgot if we ourselves had done/ A great or little thing,/ And watched with gaze of dull amaze/ The man who had to swing.” Miseria y pobreza no son un espectáculo que al artista le desagrade: son la última y desnuda representación de la belleza antes de convertirse en oscuridad. ii

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ntre 1915 y 1973, Christine Lavant vivió su existencia en pobreza, incluso cuando ya se había convertido en una de las poetas más reconocidas y premiadas en lengua alemana. Su verdadero nombre es Christine Thonhauser, y después de casarse se convierte en Christine Habernig: en Austria y Alemania con el matrimonio las mujeres pierden el apellido que da identidad, adoptan el del hombre que les debe proporcionar un nuevo ser. En este contexto el pseudónimo es mucho más que un disfraz: es una necesidad vital

que implica inventar y formar a una escritora que siempre será un ser de ficción, hasta cuando escribe de sí misma. El Valle del río Lavant es el nombre de la región de Christine Thonhauser, su lugar de nacimiento que se transforma en su identidad de poeta y cuentista: un disfraz transparente, pero una nueva existencia hermética de la que, durante años, ni siquiera sus familiares más cercanos saben. No deben saber de ella, menos aún sus vecinos del pueblo, ya que Christine Lavant es pobre y la pobreza no armoniza con la belleza de la poesía, ni –mucho menos– con los deberes de una joven nacida para trabajar, ser esclavizada y explotada; para aceptar, en otras palabras, el fatalismo de una vida destinada de antemano a la fealdad y la resignación en el “así debe ser”, “así lo manda Dios”. Los burdos y testarudos campesinos del Valle Lavant, provincia sureña de ese aborto de la primera guerra mundial bautizado con el nombre de Austria, son más consecuentes en este sentido que Oscar Wilde, el esteta ultrasensible que por lo menos sabe que la pobreza tiene un nombre y es un hecho artificial que la sociedad moderna inventa para que una fina élite pueda gozar de la belleza. Para los campesinos del Valle Lavant la pobreza es un estado ontológico del que no hay salida, que ni siquiera denominación tiene porque es lo natural, es biología, es Dios, y Dios no es ni cuestionable ni nombrable. Christine Lavant escribe poesía y narrativa. La hija de un minero (hay ocho hermanos mayores que ella) termina, a lo largo de ocho años, una educación que apenas merece el nombre de primaria. El dolor, la enfermedad, la marginación y la miseria son los fieles compañeros de su niñez. Escrófulas desfiguran todo su cuerpo, se extienden al rostro y Lavant casi enceguece; contrae pulmonías varias veces; en 1919 los doctores la declaran lebensunfähig (incapaz para vivir). La niña sobrevive este infierno, no sabemos cómo, un infierno que incluye las burlas sádicas de sus compañeros de escuela a causa de la deformación facial. La niña sobrevive, incluso recupera por completo su vista y, con ella, obtiene un regalo de su médico: los poemas de Rainer Maria Rilke. Me acuerdo de Leonard Cohen y su “Take


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Fotos: picture alliance / Imagno / Votava. Fuente: www.welt.de

this Waltz”: en un concierto el canadiense relata su encuentro con la obra de García Lorca, el poeta que “ruined my life”. No cabe duda de que Rilke arruinó la vida de Lavant, o los escombros que aún habían quedado de ella, porque los versos de Rilke insuflaron conciencia y anhelo de belleza a la miseria. Lavant escribe, puede ser que hasta una novela que la adolescente ofrece a una editorial. El rechazo previsible la incita a quemar toda su producción, a renunciar a estos intentos soberbios de convertir lo mísero en literatura. A sus veinte años, Lavant intenta el suicidio, fracasa y se interna en una clínica psiquiátrica. Pocos años después la estancia habría sido letal, los nazis habrían puesto punto final a la existencia de la poeta nata. No sabemos si Lavant lleva un diario durante las seis semanas de terapia, sólo que sus Apuntes desde el manicomio se publicaron de manera póstuma en 2001 y que posiblemente fueron redactados en 1946. Por lo menos diez años se extienden entre lo vivido y la escritura, un lapso que impide que los Apuntes... se puedan leer como texto autobiográfico. Lavant no se acuerda, no pretende superar un trauma mediante la escritura; vive el trauma que es su existencia entera una y otra vez, se sumerge en él, se llena de odio, miedo, repulsión, tragedia y fealdad para emerger en medio de unas oraciones que transpiran esa belleza desesperada que es la ultima ratio de Rilke y García Lorca, de los que viven en callejones sin salida, de los perseguidos por demonios internos y externos. iii

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n la clínica, Lavant padece de insomnio. Su terapia son las palabras; ingerirlas:

Estaba acostada, tapadas los ojos y la cara con mis brazos –mucho tiempo y, como siempre, integrando con el pensamiento en mi cuerpo palabras sin sentido, no: sin nexo alguno. Por ejemplo piedra. Se trata de un método de pensar completa y correctamente la palabra piedra hasta que hay algo como pesado en uno. Y cuando se logra que alguna parte en uno se cubra por ella, entonces sigue otra: flor eventualmente.

Lavant llena su cuerpo con palabras, y no se trata de un acto metafórico. Sólo así este cuerpo –rebelde y enfermo, cansado, pero siempre sobre aviso– puede dormir. Duerme, mas no descansa, sino cae en un estado de “tiefster Schlaf und schärfstes Wachen”, un dormir más profundo y velar más agudo. Las palabras son su escudo y, al mismo tiempo, la causa de una persecución que no cederá jamás, ni siquiera con el reconocimiento oficial como poeta, hecho que aun multiplicará a los demonios. Rodeada de enfermos mentales –inofensivos algunos, agresivos y dominantes otros–, Lavant se percata de que la pobreza es el mal mayor, el defecto cuasi genético que ofusca el talento, que ensucia la dicha, imposibilita la amistad, niega el amor y convierte la piedad en blasfemia: Lavant obtiene el privilegio del baño diario, pero a puertas abiertas. No se le concede el privilegio más grande de la intimidad: “¿Será posible pedir estas cosas? No se trata de una nimiedad porque con ello se podría saber si a la gente pobre se le permite recibir una bondad completa y limpia, o si a nosotros, pobres perros, se les echa a perder todo a un grado casi grotesco.” La poeta es ajena incluso en la casa de los enajenados, mal vista hasta en un lugar habitado por los expulsados de unas sociedades de por sí marginadas. La poesía la enajena aún más porque le da una lucidez que no es de este mundo, le permite la locura anhelada, su único deseo expresado a un Dios en el que no cree, esta locura que es la cordura del arte. No hay otro espacio que la poeta, que Lavant inventó para sí misma, podría habitar. En “El imbunche”, un cuento escrito en los años cincuenta, Lavant reinterpreta el sacrificio católico en este sentido: lo raro, una niña retrasada y muda, perseguida porque se cree esclava del demonio, se convierte en lo bello y heroico, pero ha de morir antes de poder vivir ella misma la transformación. El cinismo desesperado de Christine Lavant es obvio. Hay un tabú, un límite infranqueable: un ser mísero y pobre no debe ni puede producir belleza, es “incapaz para vivir”, el diagnóstico que la niña Lavant recibe y que se traduce en “incapaz para sentir un vislumbre de felicidad”. Si el tabú se rompe, si el arte se manifiesta en medio de lo abyecto, su efecto es letal y su letalidad revela la insu-

perable belleza del silencio y de la oscuridad, revela este momento ante el que incluso el esteta arrogante Oscar Wilde no halla paradoja alguna. Lavant paga un precio alto, no cabe duda. iv

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is in die Seele ist mir kalt”. Así termina uno de los poemas más conocidos de Christine Lavant. La función de las declinaciones en alemán entorpece la traducción: “Siento un frío que alcanza la profundidad de mi alma” –es un intento. La poeta se describe como un ser invadido por cansancio, enfermedad, dolor y soledad. Sólo existe un vacío que ni siquiera el lenguaje es capaz de llenar. Quizás anhela sus noches en la clínica psiquiátrica cuando aún podía cubrirse con la pesadez de unas palabras reales, concretas y tangibles. Ahora es el imbunche que sobrevivió su hazaña, su heroísmo. Ahora es la poeta admirada y fotografiada, la loca más allá del enajenamiento. Y nadie contesta y la sensibilidad se petrifica. El poema es el lamento sobre una condena, el castigo que la miseria recibe cuando se rebela: Estoy sentada sobre el banco solitario en una estación de trenes, atacada por una vejez temprana, cansada y enferma y tengo miedo de levantarme. ¿Qué me ha pasado? Esto lo pienso una y otra vez, pero arriba está vacío el lugar que todavía debería saberlo. ¡Cuánto pesa esta cosa en mi pecho, dura y carbonizada! Ayer supe más, era como un cuchillo. Hoy el dolor está mejor y mañana sólo será un alfilerazo. Tendré que dormir ahora. ¿Qué me ha pasado? La luna se hunde apartada en el bosque, hasta la profundidad de mi alma siento el frío.

Nada puedo agregar, excepto una petición: la difusión de Christine Lavant en español es casi nula. Hay algunas pocas traducciones a partir de 2012, por ejemplo, una del relato “La niña”, publicada por Auieo Ediciones. Parece que tuvo poca resonancia, pero Christine Lavant merece ser escuchada, merece unos lectores ansiosos de callar ante el espectáculo silencioso y perturbador de la belleza


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José María Espinasa

El retrato hablado SOBRE LOS LIBROS QUE A TRAVéS DE ENTREVISTAS Y TExTOS CRíTICOS DAN UNA IMAGEN AMPLIA DE UN ESCRITOR Y SU OBRA Y ESTIMULAN UN RASGO ESENCIAL DE LA LITERATURA: LA CONVERSACIóN.

Ilustración de Huidobro

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sta expresión, tomada de la jerga legal, refiere casi siempre en el terreno editorial a libros que forman un mosaico crítico a través de entrevistas, reseñas, notas, ensayos de diverso calado, que buscan dar cuenta de una obra, de un autor o una corriente. Es un tipo de libro ligado al periodismo, casi siempre resultado del trabajo acumulado a lo largo de los años. Pueden ser de un autor o colectivos. El modelo es un nombre genérico, digamos, Juan Rulfo o Carlos Fuentes ante la crítica. Lo practican muchas editoriales, desde las universitarias hasta las privadas (erA , por ejemplo), pero de manera constante y recurrente las independientes, pues es una manera de mostrar el gusto de la propia editorial. Son, pienso, libros muy útiles, pero –lo he comprobado en editorial propia– de poca o nula venta. En Ediciones Sin Nombre se han hecho, entre otros, sobre José Lezama Lima, Tomás Segovia, Juan Antonio Masoliver, Eduardo Lizalde, Víctor Sandoval, la literatura veracruzana o los hermanos Revueltas, entre otros. Una de las vertientes de estos libros es la de la entrevista y en ello me detendré un poco. Recuerdo haberle oído a Monsiváis, como razón para dar por terminada su popular columna “Por mi madre bohemios”, el que los periódicos y revistas ya no publicaban entrevistas. Lo que traía implícito que no aparecieran esos dislates que le daban su jugo a la sección mencionada. Y es verdad, la entrevista es cada vez menos frecuente en el ámbito periodístico y en especial en el cultural. ¿Por qué? No sabría decirlo, pero desde luego cuenta su desplazamiento a la televisión donde da presencia pero se vuelve inocua. En todo caso, la tradición de los Carballo, Poniatowska, Campbell, Peña, prolongada en algunos autores del nuevo periodismo de los setenta cobijados en el primer unomásuno y La Jornada no han encontrado relevo. Y, sin embargo, en el terreno editorial sigue muy presente. Hace un par de años surgió un sello editorial extraño, cobijado bajo el rubro Instituto Literario de Ve-

racruz. Hasta el nombre es extraño porque tiene un tufo oficialista que no le hace nada bien, pero su trabajo es muy interesante y atractivo. Su principal colección –al menos la más vista y vistosa– es Casa de otros, este sí buen título. En estas mismas páginas me ocupé de La brújula y el laberinto, entrevistas con Octavio Paz, de Miguel Ángel Quemain. Ahora el pretexto son dos libros casi paralelos, Conversaciones con Sergio Pitol (edición y selección de Rafael Antúnez) y Salvador Elizondo, el libro de los espejos (compilación de Alberto Sándel y Felipe Barrón). Las características editoriales de la colección son llamativas: tapa dura, bien diseñados, tipografía generosa, con fotografías. Nada que ver con la imagen tradicional de las publicaciones independientes, basadas en una economía de guerra, imagen que hoy ha quedado atrás con los nuevos sellos surgidos en la última década. Las razones para publicar el de Pitol son evidentes. Se trata de uno de los grandes narradores veracruzanos de la segunda mitad del siglo, figura querida y reconocida tanto en México como en el mundo. Pitol ha sido muy entrevistado y tal vez lo publicado no es la mejor selección (al menos yo hubiera hecho algo distinto), pero muestra esa faceta de gran conversador del autor de La guerra conyugal. Cuando las entrevistas se recopilan en libro, tiempo después de haber sido hechas, al perder el nexo con el contexto en que fueron hechas, muestran su verdadero valor literario. Y Pitol es alguien que sabe evitar la declaración de circunstancias sin que por eso su charla se vuelva solemne. El retrato hablado cobra vida en esa escritura dialogada. Algo similar sucede en el libro sobre Elizondo, en el cual no todos los textos son entrevistas. Ambos, Pitol y Elizondo, son parte de una misma generación, central para la literatura del siglo xxi , pues fueron ellos, llamados Generación de la Casa del Lago, los que introdujeron un impulso cosmopolita y moderno en nuestras letras, al traducir y presentar ante los lectores nuevos autores, tanto clásicos

como contemporáneos suyos, y de ámbitos desconocidos en nuestro país. Son además dos escritores muy presentes entre los lectores contemporáneos. Y cumplen el perfil de raros en el marco generacional y en el de la literatura mexicana. Más que comentar los libros, aquí quisiera reflexionar sobre el tipo de libros de la colección. En cierta manera la literatura no deja nunca de crear conversación, puede ser que unas épocas sean más ricas que otras, pero si uno sabe mirar encuentra. Y un buen termómetro cultural es precisamente textos como los incluidos en Casa de otros, pues crean conversación entorno a los textos centrales. Es una buena señal que un lector quiera, además de leer una novela o un libro de poemas, saber qué piensa el autor, como es, que rostro tiene. La boga, hoy parece que en declive, de las biografías literarias, no se correspondió con un entorno activo de carácter más noticioso y coyuntural. De allí el señalamiento de Monsiváis sobre las pocas entrevistas. ¿Por qué los nuevos editores insisten en este tipo de libros? Porque los consideran esenciales para dar densidad al contexto. En México no hubo en los ochenta un equivalente de la revista Quimera en España, incluso se trató de hacer una edición mexicana, si no recuerdo mal, bajo la dirección de Ignacio Trejo, pero no funcionó, y nos quedaba muy lejos la posibilidad de un Le Magazine Littéraire o una Quizaine Littéraire francesas. Para que la literatura esté saludable se debe hablar de ella. Es el mismo papel que juegan las mesas de novedades: permiten orientarse en un universo confuso. Tampoco estas mesas de novedades funcionan hoy en México. En la librería Rosario Castellanos, inmensa, el espacio para novedades no debe llegar al cinco por ciento; en los Péndulos las novedades son casi en su totalidad españolas y a qué precio. En todo caso, la costumbre antes muy frecuente de entrar a una librería “a ver qué se me antoja” es hoy muy rara, y si uno ya sabe qué quiere, la mayoría de las veces no tienen el libro. Pero ese sería motivo para otro texto


Antonio Gamoneda:

transparencia y elogio de la sombra José Ángel Leyva UN ACERCAMIENTO A UN ASPECTO DE LA POESíA DEL PREMIO CERVANTES 2006: LA BELLEzA IMPLíCITA EN EL DOLOR Y LA CARENCIA. GAMONEDA Y TANIzAkI, CADA UNO A SU MODO, SON MAESTROS DE LA SOMBRA Y LA OSCURIDAD EN UN MUNDO QUE ExALTA EL BRILLO Y EL RESPLANDOR EFíMERO DE LAS COSAS.

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ías después de colocar La prisión transparente en el estante y revisitar mentalmente algunos de los poemas de esta edición posterior a Canción errónea, donde Antonio Gamoneda conduce su poesía a un laconismo que semeja la agonía, el estertor de la luz y el movimiento, me encuentro con una obra que me sugiere la presente nota: Elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki. Sentí que, desde las primeras páginas escritas por el japonés, un doble juego, una paradoja, me sumergía con avidez entre sus páginas. Poco a poco y al final de su lectura, en el reposo de las ideas, vino hasta mí la voz castiza de Gamoneda a mostrarme las correspondencias conceptuales de su Prisión transparente (Vaso roto, España, 2016). Nada más alejado del libro de Tanizaki que la poesía de Gamoneda, pero también nada más íntimo con los valores que el primero otorga a la oscuridad. El Premio Cervantes (2006) hace su propio elogio en Un armario lleno de sombra (Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Madrid, 2009), ese extraordinario testimonio autobiográfico en que el poeta descubre y confirma el lado umbrío de la humanidad y la palabra, la dualidad y la paradoja de la existencia, la esencia misma del pensamiento entre la lucidez y la confusión, entre el deseo y la desesperanza. El japonés, por su parte, destaca con delicada prosa el sortilegio de la penumbra, su capacidad reveladora y sublimante ante una modernidad occidental que exalta todo lo que brilla, lo que deslumbra, lo que aparenta luz y enceguece. Tanizaki opone la discreción oriental de su cultura, el espacio arquitectónico que considera el ámbito reposado de la penumbra y el valor del uso de la cosas, la mancha del tiempo y el desgaste. De algún modo nos coloca en la profundidad no sólo de la memoria, sino, y sobre todo, del olvido. El arte de vivir y permanecer, de recordar y resignificar el vacío. Gamoneda, a su modo, también nos coloca ante esa misma valoración de la experiencia humana, no sólo al recuperar de la sombra secretos y misterios, signos y símbolos de su sentimentalidad oscura, sino también al remitirse a los atisbos de la escritura en la musicalidad de la ausencia, en el libro de poemas de su padre y en esa clara situación de quien descubre su principal argumento: Sublevación inmóvil (1960). Cuando se lee al escritor japonés argumentar sobre la emoción contenida en el teatro kabuki y en especial en el teatro No, la representación enérgica y lenta de la danza, el fundamento de la máscara y la gestualidad sensual y violenta de los cuerpos, no puede pasarse de largo el sentido oximorónico del título del primer libro del español, o el de Extravío en la luz, que hiciera con la obra plástica de Juan Carlos Mestre, en 2009. En ambos hay una relación tensa y sublime con la belleza, una manifiesta pasión por lo oculto, por la máscara, y un rechazo a lo evidente. Es decir, transfigurar en sugerencia lo explícito e iluminar lo que parece inerte. Por

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ejemplo, en estos versos del libro referido de Gamoneda: “Nació mi hija con el rostro ensangrentado/ y no me la dejaron ver despacio./ Nació mi hija con el rostro ensangrentado/ pero me la quitaron de las manos./ Mi hija ahora ya va a hacer tres años/ y habla conmigo y ella ve mi rostro./ Mi hija ahora ya va a hacer tres años/ y canta y piensa pero ve mi rostro./ Yo ahora ya no me pregunto/ por qué se ama a un rostro ensangrentado.” (“Blues del nacimiento”). Tanizaki insiste en que lo suyo es la belleza de la sombra, mas no de lo demoníaco y lo macabro como pretendían encasillarlo los críticos de su época. Podríamos decir también que lo de Gamoneda es la oscuridad anímica, la belleza implícita en el dolor y en la carencia, en la sobriedad y en la vergüenza, es decir, en su reconocimiento. Hay un espectro en todo instante que nos impide apartarnos de la inexistencia, un olvido indispensable para arribar con cierta dignidad al fin y ganar la libertad sin miedo, con la sublevación del dolor y la palabra. “Mi corazón sobre la música/ se inclina en paz. Alguien dice/ siempre adiós./ La belleza/ necesita silencio” (“For children. Bela Bartok”). El autor japonés, al mismo tiempo que habla del refinamiento y la pulcritud de los templos y monasterios, de las casas donde domina la luz indirecta y natural, contra la insultante luminosidad de las bombillas eléctricas, apunta a los salones de té y a la cocina de su país. En ese momento podemos reconocerlo en El imperio de los sentidos, de Roland Barthes, porque es justa la descripción sobre la importancia fundamental y complementaria de la vista junto al olfato y el gusto. La cocina es una composición de colores y de formas, un juego de signos que llaman a la belleza y a los significados. La cocina japonesa no es una cosa que se come solamente, sino que se mira; más aún, no sólo se come y se mira, se medita. Y para ello es indispensable un lugar adecuado, silencioso e iluminado de forma sutil, con la estética propia del cine nipón, con juegos de sombras y contrastes. En el caso de Gamoneda se piensa en esa mundanidad virtuosa de Juan de Yépez, a quien el poeta de Oviedo ha leído con especial atención. La carnalidad se vuelve espíritu y el deseo éxtasis de amor universal, el dolor es epifanía y entrega. La prisión transparente es un libro que contiene diversos registros y a la vez una misma poética de ese “entender no entendiendo” y de “un no saber sabiendo”. Esa cárcel nos permite trascender sus barrotes, pero no garantiza que en verdad podamos ver lo que contiene, acaso sentir lo que aprisiona. Transparencia en esos sitios donde dialoga el poeta con interlocutores invisibles y ausentes, como Nezahualcóyotl, Trakl, Helder, Plinio, Dioscórides, Mallarmé. Condensación de la escritura y de la vida: “Estoy cansado”, sílabas solas “No” “sé” “yo”, y el hermetismo dulce de la resolución: “ No/ digo más./ Estoy olvidando.” Pero tal vez Tanizaki vino de la mano de este otro verso: “Adiós ninfas: me voy/ a contemplar la sombra en que os habéis convertido.”

Antonio Gamoneda en León, agosto de 2007 Fuente: es.wikipedia.org/ dominio público


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Antonio VAlle

eil Young nació en Toronto, Ontario, el 12 de noviembre de 1945. Fundó las bandas The Squires y The Mynah Birds antes de crear la mítica Buffalo Springfield al lado de Stephen Stills y Richie Furay. Toca piano, banjo y armónica, además de guitarras eléctricas y acústicas. Cineasta y militante ambientalista, Neil toca indistintamente en grupos o en solitario. Ha vivido diferentes experiencias espirituales de carácter zen:

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Ama a sus padres, hijos, amigos, perros, autos, ferrocarriles, árboles y a sus esposas; incluso dice amar a sus propias enfermedades. Construye y restaura autos, casas, barcos, toda clase de edificios, sistemas de control, sistemas de reproducción de sonido y maquetas de trenes. Lucha por encontrar un sistema digno para difundir la música, un sistema que sea capaz de trascender el deplorable estado de los formatos Cd y mP 3; su proyecto Pure Tone “significa un punto de inflexión en la historia del sonido grabado… de la muy maltrecha industria discográfica… es la creación de un nuevo estándar tecnológico”, ya que con la llegada del Cd la calidad sonora se vio afectada y sólo conserva “un quince por ciento de la grabación original.”

compañeros de ruta, de sus increíbles autos de colección, de instrumentos musicales y de sus seres queridos. Como él mismo dice, buena parte de lo que escribe es sobre sus amigos muertos. En ese sentido, además de ser un artista fuera de serie, es sobreviviente de un mundo propio que se ha desgajado algunas veces. Buena parte de lo que narra podría ser ilustrado con el célebre poema que Bukowsky dedica a los héroes y víctimas culturales de diversas épocas y países. En general su música se divide en dos estilos: el acústico, con canciones folk y country rock, y el eléctrico. Adora a su “Old Black”, una guitarra Gibson Les Paul de 1953 con la que ha grabado buena parte de los grandes éxitos con los que ha ganado muy buena plata. Ha encontrado en el cine el medio adecuado para dar salida a sus constantes impulsos creativos, publicando cintas como Journey Through the Past, Rust Never Sleeps, Human Highway, Greendale y csny Déjà Vu. Ha salido victorioso de peligrosas intervenciones quirúrgicas, sobreviviendo con éxito a enfermedades como la diabetes, poliomielitis y la epilepsia. Con su esposa Pegi fundó The Bridge School, organización educativa para niños con discapacidades psíquicas. En uno de los iniciáticos viajes que emprendió siendo muy joven, observó la situación de miseria en la que vivían algunas comunidades indígenas canadienses y estadunidenses; por eso, en honor al mítico jefe de los Sioux Oglal, llamó Crazy Horse (Tasunka Witko, pronunciado tashúnka uitko, literalmente Su-caballo-es-loco en lengua sioux) a uno de los más emblemáticos grupos de rock de todos los tiempos. Dice que al grupo Crazy Horse lo único que le importaba era “hacer música”, que no le interesaba triunfar ni tenían que estar a la altura de nada; “lo que importaba era el amor y la música y la vida y la juventud.” Crazy Horse ilustra a la perfección la música libre de pensamientos.

Un sobreviviente de sí mismo

el ser en estado pUro

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Siento el gran espíritu en todo cuanto me rodea y me descubro ante su omnisciencia… para mí la luna y el bosque son muy importantes… el mundo natural posee un ritmo con el que me identifico y quizá por eso sea pagano… cerca del mar… esta apacible dosis de contemplación es poco menos que una experiencia mística de resonancias cercanas a la cosmogonía budista, un ejercicio a través del cual he aprendido a aceptar los cambios propios de la naturaleza y del mundo… Acepto el horizonte tal como es… esa es mi religión.

ctualmente Young está casado con una preciosa señora que trabajó como camarera en un restaurante bar. Es un hippie que, teniendo dinero, objetos y propiedades en abundancia, alguna vez usó los baños de gasolineras y restaurantes y comía una vez al día. Aunque fumó, bebió alcohol y consumió drogas, escribió (sin probar ninguna sustancia adictiva) el libro Memorias de Neil Young. El sueño de un hippie, publicado por Malpaso. En esta edición, que supera las cuatrocientas páginas, aparecen fotografías de sus

n el libro biográfico Shakey, Jimmy McDonough, dice: “Si Neil siente que no está siendo fiel a sí mismo, no puede seguir.”“El músico canadiense parece que busca la esencia, esa llama que esconde toda emoción, por triste, alegre o rabiosa que sea” (Fernando Navarro); “esa pureza y ese desafío se muestran en su música, que guarda siempre una especie de entrega física y espiritual, como una lucha interna por mantener una chispa viva.” Y el mismo Neil piensa que “cuando tocaba así estaba como en otra

ra dimensión… me aventu raba por senderos nuevos sin miedo… era mi ser en estado puro”. Sin embargo, el místico hipster canadiense le ha dicho a los jóvenes: “La otra cosa que deben estar dispuestos a hacer, realmente ser capaces de abrazar y aceptar y realmente acoger en sus vidas con los brazos abiertos y una visión muy, muy amplia, es el fracaso. Asegúrense de darle siempre la bienvenida al fracaso… (y) si no tienen miedo y creen en ustedes mismos y se escuchan a ustedes mismos serán los número uno. Todo lo demás está detrás de ustedes... es su vida, su película. A la mierda con todo lo demás.” El fundador de Buffalo Springfield ha tocado todos los palos del rock y publicado cincuenta y dos álbumes. En esa materia sonora, la música popular contemporánea (es decir, la cultura contemporánea más importante de Occidente) no puede explicarse sin su presencia. Es un hippie sobreviviente de un naive “peace and love” quien, atravesando más de cincuenta años de cinismo y violencia, es capaz de decir: “Las canciones, las personas y las emociones de mi niñez todavía me acompañan.” Neil Young nació a mediados de la década de 1940, década signada por la segunda guerra mundial en la que Estados Unidos y la extinta Unión Soviética se convirtieron en las únicas potencias del mundo, pero su hijo Ben Young “es nuestro guía espiritual tetrapléjico”.

las reglas por romper

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oung dice que cuando escuchó cantar How does it feel? por la radio a Bob Dylan, sintió que aquella nueva poesía la cantaba con tanta soltura que se le quedó grabada. Al paso del tiempo pensó que las letras de Dylan eran como parte del paisaje, como el nombre de los países en un mapa. Al reflexionar sobre las pinturas de Dylan dijo: “el mundo del arte está lleno de reglas por romper”, y, pensando acerca del tiempo y la fama, escribió: “cuando eres un desconocido nadie te prejuzga. Ahora mi pasado tiene mucho peso. Todo mundo espera algo de mí”; antes “nadie esperaba nada de mí y no estaba atado al pasado”. El primero de abril de 1966 –escribe– “estábamos eufóricos por haber llegado a Los Ángeles… y aunque la movida de Hollywood nos tenía hechizados… decidimos largarnos a San Francisco, donde los movimientos pacifistas hippies estaban en pleno apogeo… entonces había una camaradería hippie que ya no existe en la cultura actual.” Creo necesario recordar que la palabra hippie proviene de hipster, vocablo usado para representar


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En concierto, estadio de Nottingham, 23 junio de 2009. Fuente: commons.wikimedia.org/ CC BY 2.0

a los beatniks, personajes, artistas y escritores estadunidenses que heredaron algunos valores contraculturales de la generación beat. Por otra parte, de alguna forma también se quería denunciar cómo habían llegado muchas personas a San Francisco con perspectivas limitadas a la fiesta y las drogas, y muy poco alineadas con los valores más profundos en gestación, como la no violencia y la creación de una sociedad alternativa. En algunos casos se dio la llegada de personas adictas a drogas duras como la heroína, y con comportamientos violentos asociados al consumo de éstas. En ese sentido, Young dice que en el festival de Woodstock “nuestra actuación (Crosby, Stills, Nash & Young) fue una puta pena… la cocaína nos había subido los humos de mala manera… era como si la música se estuviera muriendo”. Otro momento importante lo representa la canción “Ohio”, escrita en respuesta a la masacre de la Universidad Estatal de kent, acaecida el 4 de mayo de 1970, en la que cuatro estudiantes fallecieron en el transcurso de una protesta contra la invasión estadunidense en Camboya por disparos de la Guardia Nacional, e interpretada por la banda Crosby, Stills, Nash & Young. Soldados de plomo y viene Nixon, Finalmente estamos por nuestra cuenta. Este verano he oído los tambores, Cuatro muertos en Ohio. “Ohio”

“Tocábamos para ellos. Era nuestro movimiento, nuestra cultura, la generación Woodstock… estábamos muy unidos a los estudiantes, los hippies y los pacifistas… entonces no había represalias… la libertad de expresión se tomaba muy enserio en eu .” “Luego llegaron la fama, las drogas, el dinero y las admiradoras… acabamos regodeándonos en nosotros mismos.”

la mUsa, el caballo y el salmón

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uando Louis Avila le mostró a Neil la finca Broken Arrow Ranch le preguntó: –¿Cómo es posible que un tipo como tú tenga dinero para comprar un sitio como éste? –Por pura suerte, supongo –le respondió. Entonces escribió una canción sobre Louis a la que tituló “Old man”. El canadiense duro y errante dijo en sus memorias: “Mi padre pensó que la compuse pen-

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ROCkERO INDISPENSABLE, HIPPIE, CONSTRUCTOR DE BARCOS, DE MAQUETAS DE TRENES, CINEASTA Y AMBIENTALISTA, ES UNA FIGURA FUNDAMENTAL EN LA CULTURA DE SU PAíS Y DEL MUNDO.

sando en él y nunca le dije la verdad porque las canciones son de quien las reciba.” Old man Viejo, mira mi vida, soy muy parecido a ti. Viejo, mira mi vida, soy como tú eras. Viejo, mira mi vida, veinticuatro años y hay mucho más, viviendo solo en un paraíso, que hace que me lo piense dos veces. Se pierde el amor, vaya pérdida, dame cosas que no se pierdan, como una moneda que no se eche a perder rodando hasta casa hacia ti. Viejo, pégale un vistazo a mi vida, soy como tú. Necesito alguien que me quiera durante todo el día. Ah, un vistazo a mis ojos, y puedes decir que es verdad. Canciones de cuna, mira en mis ojos, corretear por la misma vieja ciudad, no significa tanto para mí, para que te importe tanto a ti. He sido el primero y el último, mira cómo pasa el tiempo, pero por fin estoy completamente solo, rodando hasta casa hacia ti. Viejo, pégale un vistazo a mi vida, soy como tú. Necesito alguien que me quiera durante todo el día. Ah, un vistazo a mis ojos, y puedes decir que es verdad. Viejo, mira mi vida, soy como tú eras. Viejo, mira mi vida, soy como tú eras.

Young reside en Broken Arrow Ranch, en Redwood City, California, y no ha adoptado la nacionalidad estadunidense a pesar de residir en el país desde hace más de cuarenta y cinco años. Estas son algunas de sus definiciones sobre la música: Los videos y la música se pueden compartir y ver en todo el planeta… el único problema es que la música no es así. Es una tormenta de los sentidos, es el clima del alma, insondable e inabarcable. Es más de lo que se ve o escucha.

Es lo que se siente. Es lo que le falta a la tecnología actual, aunque se han creado muchas cosas para sustituir las sensaciones y hacernos olvidar su ausencia. …me apena que hoy los jóvenes se conformen con el mp3… Pensar es el mayor enemigo para componer. .. es como un animal salvaje, un ser viviente. …no hay que asustar al caballo… volverá al establo si se le asusta… los paseos en el caballo no tienen destino… la mejor manera de asustar al caballo es decirle qué hacer y adónde ir… nunca hay que hablarle de manera directa ni mirarle a los ojos hasta haber concluido el paseo… se le puede hablar de manera directa pero respetando a la musa. El caballo y la musa son muy buenos amigos. Si se le falta el respeto a la musa el caballo se cabreará y viceversa. El caballo rehúye los trucos de artificio… El rocanrol no es algo sosegado y tranquilo y no tiene nada que ver con el dinero… es como el viento, la lluvia o el fuego… es burlarse del mundo.

De su amigo David Briggs, productor musical con el que grabó sus mejores discos, apunta y retoma: “Asegúrate de que las grabaciones sean un reflejo de ti mismo. No compliques las cosas. A la gente no le importa una mierda nada más.” Al final de Memorias de Neil Young. El sueño de un hippie, dice: …estoy tratando de reencontrarme y recuperar los valores que tenía al comienzo, compartir el amor por la música, retomar la camaradería… respetar a los demás, identificarme con ellos… ser más fiel a mí mismo y a los demás, y sobre todo, ser digno de Pegi.

Estas líneas sintetizan la posición contracultural y la actitud a contracorriente del maestro Neil Young: “Will to love” es la historia de un salmón que nada río arriba… refleja mis sentimientos de amor y supervivencia , es única en mi repertorio por el estilo audio vérité, una especie de bosquejo en vivo de una obra compleja de la que sólo se muestran los mejores momentos, fragmentos, el sonido del fuego y del agua, recreado con el vibrato. …como un pez del océano remontando el río y evitando redes, anzuelos y osos hambrientos Nado en sueños, sé que no puedo deshacer el camino “Will to love”


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Carlos Fuentes y el Reino Unido, Steven Boldy (coordinador), Fondo de Cultura Económica, México, 2017.

Creando puentes, derribando muros ANDREA TIRADO

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arlos Fuentes y el Reino Unido es producto del coloquio “Carlos Fuentes: coloquio y celebración”, realizado en el marco del año dual MéxicoReino Unido. El título haría suponer que se trata únicamente de la relación del escritor mexicano con el Reino Unido, sin embargo, trata de mucho más. El catedrático británico, Steven Boldy, retomó algunos de los trabajos presentados en el coloquio para reunirlos en el presente volumen. A su vez, Carlos Fuentes y el Reino Unido conforma un solo y gran ensayo que conduce, paso a paso, a la aprehensión de Fuentes en toda su amplitud. Comienza dando las claves para leer al escritor; claves que luego se aplican para analizar sus novelas o cuentos, y finalmente conducir a Fuentes ya no tanto escritor, sino como hombre inmerso en su contexto sociohistórico. Carlos Fuentes y el Reino Unido resulta ser un retrato elaborado pincelada a pincelada, para dar una imagen completa del novelista. El primer eje temático se ocupa de la constitución de la obra de Fuentes, destacando las constantes de su práctica literaria. Se revela el ejercicio de escritura, reescritura, lectura y relectura presente en Fuentes, así como un continuo enriquecimiento del pasado histórico. Julio Ortega destaca la capacidad de los textos fuentianos para que una obra dialogue con su precedente o su posterior, logrando así lecturas cruzadas, y resultando en una cronología atípica: en un desdoblamiento del tiempo. Dicho desdoblamiento implicaría que Fuentes hubiera escrito sus primeros libros en los últimos, y por lo contrario, que sus últimos libros fueran los primeros: “una narrativa cuyo tiempo discurre hacia delante”. Otra clave de lectura es la que propone Olivier al analizar la escritura paródica de Fuentes, más específicamente en El naranjo. Olivier señala las tergiversaciones burlescas que interpretan los relatos de los cronistas de los siglos xv - xvi , liberándolos así de toda afirmación y verdad absoluta de los acontecimientos que describen. El segundo eje aborda directamente los textos de Fuentes: “la exégesis textual”. Se manifiestan las características propias de los textos, o si se prefiere, las temáticas –fetiches– presentes una y otra vez. Mediante el análisis se exponen las principales líneas temáticas: el encierro-cautiverio o laberinto en Carolina Grau y en Cumpleaños; o bien, características de otra índole como el “gótico mexicano”, en el cual Fuentes se sitúa como uno de los iniciadores, según Hernán Lara Zavala. Lara afirma que en el caso de Fuentes, a lo gótico, (tomando como referentes a Goethe, Schelling o Stoker) se le suma la integración de la mitología de personajes y escenarios mexicanos. Lo gótico recorrerá la obra del novelista desde Chac Mool hasta Aura, para culminar con Inquieta compañía, con el cual, según el ensayista, termina su ciclo gótico.

El tercer eje presenta a Fuentes como escritor y como persona, y por tanto, su pensamiento y sentir sobre el mundo que lo rodea. Por ejemplo, Rafael Rojas contextualiza su creación literaria destacando que su producción se realizó, en buena medida, durante la intersección de la Revolución mexicana y la cubana. Rojas destaca que su poética literaria tuvo que ver con una comparación y discernimiento entre ambas revoluciones; menciona también que su interés por la Revolución cubana tuvo más que ver con el efecto revitalizador que percibía Fuentes sobre algunos de los valores tradicionales del nacionalismo mexicano, como el rechazo al intervencionismo de Estados Unidos en América Latina. Se enlaza así la lectura con el penúltimo ensayo: "Íntimos enemigos: Carlos Fuentes y los Estados Unidos". Maarten van Delden es quien retrata la compleja relación de Fuentes con el vecino del norte. Van Delden revela que la discriminación antimexicana en Estados Unidos jugó un papel clave en la construcción de su identidad mexicana. El escritor fue un fuerte crítico de la cultura estadunidense, en ocasiones, sus obras de ficción lo retrataban como un país etnocentrista y desinteresado por el mundo exterior. Aunque no faltó la presencia de Estados Unidos en su obra, no es sino hasta Gringo viejo y La frontera de cristal que, según Van Delden, Fuentes hace de la relación entre ambos países el tema central. Gringo viejo se presenta como una novela esencial hoy en día, la cual aboga por una mejor comprensión entre los dos países: después de haber vivido en México, Harriet declara: “Yo quiero aprender a vivir con México, no quiero salvarlo.” Está por demás decir que en los tiempos actuales dicha afirmación cobra especial relevancia. En el último ensayo, "Fuentes y la ecocrítica", se hace más patente su llamado a la tolerancia y a la convivencia con el otro. Fuentes manifiesta, según Heike Scharm, que debido a su diversidad cultural, México está mejor preparado para el mundo globalizado del siglo xxi , el cual exige la capacidad de vivir con la otredad; desafío vigente, pues todavía no se ha aprendido a convivir con esa otredad. Para Carlos Fuentes la literatura podría ayudar a sobrepasar dichos conflictos dado que ésta cumple la función de antídoto para la creciente violencia en el mundo: implica despertar interés por los demás diferentes y establecer lazos con otras culturas. Más generalmente, Carlos Fuentes propone a la cultura como remedio para el mundo fragmentado: la cultura crea espacios de colaboración y cooperación, no por nada la diplomacia se ha empeñado en ese objetivo. En un mundo en donde cada vez más pesan los muros y, más que físicos, mentales, se debe recurrir a la cultura, a la educación, a la literatura, para aprender a vivir con tolerancia. Se debe (re)valorar la capacidad de entendimiento y cooperación inherente a la cultura para poder construir puentes por encima de los muros que pretenden separarnos •

Los casos de Chelo Gómez, Orlando Ortiz, Editorial Jus, México, 2016.

UNA DETECTIVE INFANTIL RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Chelo Gómez decidió ser detective el día en que se dio cuenta de que su nombre tenía cierta afinidad fonética con Sherlock Holmes. Y no lo hace mal. Chelo cursa el cuarto grado de primaria y su hermano menor, Guayo, va en tercero. Se ayudan y se defienden, platican y se empujan: son unos hermanos regulares, pero amorosos. ¿Cuánta imaginación puede tener Chelo a esa edad? Toda. Por eso logra descifrar los enigmas que se presentan en la escuela y en la casa. Los niños que viven con los padres y los abuelos saben las dificultades que la edad causa en quienes no se cuidan y no siguen las dietas médicas. Así, Chelo debe enterarse cómo le hace su abuelo para tener gomitas, bombones y dulces, a pesar de tenerlos prohibidos por ser diabético; o se las ingenia para encontrar la dentadura perdida del abuelo. También debe resolver el misterio de los objetos que aparecen en la escuela o los cuadernos robados. Incluso llega a ser una peculiar Cupido al investigar la desaparición del dije de porcelana que lleva una de sus amigas, como recuerdo familiar. La virtud de Ortiz, comprobado narrador e historiador, en esta nueva y exitosa incursión en la literatura infantil que se suma a otros títulos previamente publicados por el también columnista de este suplemento, es lograr situar a sus personajes en su edad y darles el léxico y la curiosidad que les corresponden, incluso aceptando Chelo que desconoce muchas palabras que usan sus profesores. Uno de los peligros de la literatura infantil es

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suponer al lector carente de interés literario y hacer personajes exagerados o fuera de contexto. Ortiz resuelve el reto con esta joven detective que usa las herramientas básicas: su ingenio y su perra Llegosola, además de trabajo de campo: sigue a los probables responsables, vigila los lugares p ro b l e m á t i c o s y, c o m o b u e n a s e g u i d o r a d e Holmes, deduce adecuadamente sobre las pistas encontradas y las obtenidas. Las ilustraciones de Raquel Cané redondean este libro infantil con dibujos a una tinta y el fondo cobre. Acordes con el plácido desarrollo de la trama, los niños, animales y abuelos llaman a la imaginación y muestran lo suficiente para recalcar un texto aparentemente sencillo, pero bien construido a partir de esporádicos modismos y un desarrollo eficaz para ese público infantil que está dispuesto a ver los misterios de la vida cotidiana en la escuela, la casa y la colonia. Sobre todo, destaca el hecho de que Chelo y su hermano viven en una familia y una escuela donde el respeto a los demás no se pierde: en cualquier circunstancia, los involucrados saben que hay un orden y es necesario seguirlo. La literatura puede servir para educar divirtiendo: no es necesario adoctrinar sobre las reglas básicas de convivencia, y Chelo las cumple sin mencionarlas. Nada mejor que el ejemplo. Lo mismo sucede con el debido trato a las mascotas. Los casos de Chelo Gómez es un disfrutable texto para aquellos infantes curiosos con ganas de enfrentar las posibilidades de divertimento intelectual que la vida les ofrece en su andar diario • Los niños están locos, Héctor Manjarrez, Ediciones Era, México, 2016.

CEMENTERIO DE MASCOTAS MAYRA INZUNZA

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n libro más de relatos donde los jóvenes son (o fingen ser) mascotas de los adultos, pero nunca dejan de sorprender a sus mayores, escrito con el mismo tono agridulce y esa prosa aparentemente desenfadada mas tan pulcra que caracteriza al autor. El lector duda entre reír o llorar, entre si se identifica con los chicos, los medianos o los mayorcitos, según está dividido el libro. Hay una paleta de coloridos personajes, primariamente estereotipos que tienden al oso bipolar, cuando no a lo esquizoide, perversos polimorfos freudianos. Para nuestra sorpresa, paulatinamente se desdoblan: adquieren un carácter cada vez más complejo, y aquí es donde la apuesta se torna

i n t e re s a n t e , p u e s M a n j a r re z , e n v e z d e u n a Bildungsroman o novela de crecimiento, nos deja sus relatos en mayor o menor sentido abiertos. Veamos: “Virginia y el árbol” resulta por demás previsible; “La hazaña del abuelo” se revela insoportablemente cruenta justo en el brote de ira injusta; “Mariana”, “El Pecado” y “Hacerse hombrecito”, pueden inferirse de literatura decimonónica... Al estrenar hormonas, todos los locos somos otro cosmos, como diría Óscar de la Borbolla en sus célebres Vocales malditas. Así, desfilan una madre histérica, otra de plano psicótica; permea lo pecaminoso y lo mejor, tras tanta amargura cotidiana, el futbol arriba con toda ocasiosu fuerza en estadios donde ocasio verdanalmente podremos apreciar verda deros carnavales bajtinianos como en “Necaxa vs. Atlante” o “El arquero y lo que le sucedió” –incomprensible dadas las circunstancias–, o cuando entre los chicos o a solas se duda de “Encuenla sexualidad (verbigracia, “Encuen tro en Milán”). El caso es que, mientras más se avanza en la lectura, estos relatos van adquiriendo la velocidad que Calvino sugiriere en sus Seis propuestas… No cabe duda de que Manjarrez, si bien maneja géneros como la poesía y el ensayo, en su narrativa deja entrever su maestría cual polifónico: pocos autores sobrellevan los diálogos con la pericia de un dramaturgo sin montarse en el teatro per se, o esa hibridación más cercana al transgénico literario, tan de moda. Porque aquí lo interesante no son los palimpsestos, si bien resuena el tambor de hojalata de Oskar (Grass), aunque hay monólogos tipo Lolo (la cinta quebequense). No, acá resuenan los pensamientos de púberes y adolescentes al ritmo de un transporte público. A dónde: a buscar qué: en cualquier caso resulta fácil perderse porque, como pensó Mafalda, ¿cómo tomar la senda del bien cuando la autopista del mal debiera estar atestada? Obviamente hay que leerle y, si se puede, ver el filme Pet Cematery. Para Manjarrez todos somos niños y estamos locos. No estoy segura de sus parámetros de normalidad pero, cuando menos, su parvulario semeja el mejor perió dico mural para adultos. Goza de un intimismo que atrapa, que recuerda la veta anglosajona de antaño, por lo que resulta un escritor e n r a recido que se destapa y, por lo tanto, deviene interesante. Más que su peninsular portada, por cierto •

Inventar el futuro. Postcapitalismo y un mundo sin trabajo, Nick Srnicek y Alex Williams, Malpaso, España, 2017.

Hace cuatro años, los autores de este libro se hicieron célebres a nivel internacional cuando lanzaron el que se conoció como Manifiesto Aceleracionista, proclama tendiente a revertir buena parte de los males que aquejan al mundo contemporáneo, entre los que destacan el neoliberalismo, el mercantilismo, la banalización de la realidad, la abulia colectiva… Aquí, Srnicek y Williams dan un paso más en el mismo sentido, al trazar las líneas básicas y generales de lo que sería una auténtica utopía: un mundo más allá o después de la era del capitalismo reinante, es decir, la que una mayoría apabullante considera no sólo inamovible sino como el fin de la Historia, el arribo a la meta, la consecución de todo ideal humano. Contra esa idea, claramente errónea, los autores proponen una alternativa a la ya oxidada división ideológica entre derecha e izquierda, entendidas éstas en el sentido más ortodoxo y dogmático, por quienes han medrado a su sombra y esgrimiéndolas, al igual que los sistemas económicos que acaban siendo todos uno solo, como ineludibles. Como bien dicen los editores, “esta es una obra de radical imaginación política y un llamado a inventar el futuro antes de que se nos imponga.”

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En nuestro próximo número

GIOVANNI SARTORI (1924-2017): autoridad moral y cultura democrática

s s u r o L o i z Fabri

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

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A Edgard en su cumple

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OR SUPUESTO QUE LA encontraría. Nos veríamos esa tarde cuando yo saliera de los Estudios Churubusco. Bastaba recorrer la avenida Atletas, doblar a la izquierda en Tlalpan, abordar el Metro dirección Taxqueña y descender en la siguiente estación. Tantas veces me había bastado asomarme, viniendo por la rue de Seine, al arco que da al Quai de Conti… Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa… Llevábamos separados dos años pero volvíamos a pasarla vulnerables –que ni palabra tienen–, sino por un poeta como Alberti:“Cuando tanto se sufre sin sueño y por la sangre/ se escucha que transita solamente la rabia,/ que en los tuétanos tiembla despabilado el odio/ y en las médulas arde continua la venganza,/ las palabras entonces no sirven: son palabras.” Así las cosas, ¿ustedes aceptarían? Sí, les hablo a ustedes. A ustedes que están aquí y ahora, con la vista y el oído en estas líneas, ¿aceptarían comprometerse con una verdaderamente buena voluntad de cambio? ¿Desertarían de sus asuntos urgentes, dejarían el final de su tesis doctoral, abandonarían a la mitad el último capítulo de su libro clave, cambiarían su forma de vida, más o menos estable aunque insatisfactoria, más o menos segura aunque sutilmente aburrida? Dejarían todo o parte de eso por un activismo ni dogmático ni clandestino, sin caudillos ni sectarismos y que no promete otra cosa que congruencia. ¿Cambiarían el tema de las páginas de su diario, su rutina doméstica, sus expectativas de ese futuro inexistente con el que le sacamos la vuelta y le doramos la píldora a la utopía? Por lo que toca a mí, llegué a la estación del Metro más cercana al lugar de la reunión, reunión abierta al distraído silencio de los medios y a la sordera de las izquierdas de membrete. E, igual que ayer, ahora estuve cavilando sobre el compromiso entre dos estaciones y, ni modo, volví a decir que no. Manifiestos, artículos, comentarios, discursos,/ humaredas perdidas, neblinas estampadas./ ¡Qué dolor de papeles que ha de barrer el viento,/ qué tristeza de tinta que ha de borrar el agua!/…/ Ahora sufro lo pobre, lo mezquino, lo triste,/ lo desgraciado y muerto que tiene una garganta/ cuando desde el abismo de su idioma quisiera/ gritar lo que no puede por imposible, y calla./ Balas. Balas./ Siento esta noche heridas de muerte las palabras •

TOMAR LA PALABRA

¿Encontraría a la Maga?

El Quijote en Islandia

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N OCTUBRE, DICEN los poetas, la luna se viste de novia. Y en octubre se incrementan las apuestas en las mesas de juego: ¿qué escritor ganará el Nobel de Literatura este año? Octubre es también el mes en que nació, hace casi ochenta y cinco años, un tal Gudbergur Bergsson, cuyo nombre no resulta más impronunciable que su lugar de nacimiento: Grindavik, Islandia. En España se refieren a él como El Quijote Que Tradujo Don Quijote al Islandés (y tradujo a Borges después…y luego a García Lorca). Su nombre no figura en las quinielas de los casinos, ni en las predicciones de los diletantes, pero sí en el discurso de Milan Kundera, candidato emérito a su vez, cuando le preguntan quién considera que merece semejante distinción. Leyendo al señor Bergsson, cuya escritura posee sin duda un temperamento “kunderiano”, se me ocurre que no alberga un mínimo interés por la codiciada presea. Percibo entre líneas que no ha dejado de ser el niño que se crió en una aldea de pescadores, hijo de padres analfabetos, para quienes los golpes eran el lenguaje en que se entendían con sus hijos, tal como cuenta en la densa pero entrañable novela La magia de la niñez (2004), donde la violencia pareciera que reafirma el amor, sentimiento que se confunde con debilidad y produce vergüenza entre la gente callosa. Hay algo bruto en su escritura, en el sentido más neto. Una filosofía erigida y sustentada sobre la experiencia personal, y sobre esa base me atrevería a calificar a Bergsson como un “escatólogo” –y es posible que se trate de un neologismo– en el más amplio sentido: la obsesión por los dogmas religiosos, desde una visión agnóstica pero, sobre todo, por la muerte y la decadencia. Todas sus novelas, sin excepción, son tratados escatológicos con trasfondo autobiográfico que van directo a la yugular de la experiencia humana, sin importar credo, nacionalidad o cultura. Bergsson posee la temeridad quevediana para confrontar el propio deterioro físico y moral –y el de quienes le rodean– con una crudeza que linda la pornografía pero florece en gélida y espléndida prosa poética. Amor duro (1999) es una novela que rebasa la simple honestidad. Construida sobre una sólida base de disquisiciones filosóficas, no encaminadas a justificar los actos de los protagonistas (dos hombres casados que mantienen una relación clandestina –el término homosexual es tabú… mejor dicho: es tabú toda obviedad y etiquetación–), sino a postular una especie de sociología del amor; un constructo del Amor en tanto tal, sin intermediarios. Ni el narrador ni su amante –cuyos nombres también se omiten; también son tabú– se asumen o actúan como homosexuales: son solo hombres que se aman; sujeto y objeto, contrincantes en una partida de ajedrez que se resuelve en la cama, pero también en el ejercicio del poder, esa otra clase de lucha que suele involucrar a los amantes. Los amantes de

Gudbergur Bergsson

Amor duro también parecen obsesionados con la decadencia y su inevitable desenlace, pese a ser hombres de mediana edad (no más de cuarenta y cinco años) y la obsesión se incrementa conforme avanza la relación, como si el “sexo duro” a puñetazos, palabrotas y eyaculaciones los consumiera tanto física como mental y moralmente, pero sin reclamos de conciencia. Esas mismas inquietudes, que no “temores”, se concretan en la novela breve Pérdida (2012), cuyo narrador es un octogenario que empieza a tomar control de la soledad tras la reciente desaparición de su esposa, que amaneció muerta a su lado. Antes que derramar una lágrima, el hombre mordisquea un frío pezón de su mujer, como para convencerse de que se ha ido, o como metafórica –y definitiva– despedida de la sexualidad. La vida del narrador parece no tener otro objetivo más que un resignado conteo de sus pérdidas, al tiempo que las recupera a través de la memoria y las recrea con una visión crítica y poética a la vez; otorgándole a episodios trascendentes de la juventud el desencanto y cinismo de la vejez. Gudbergur Bergsson, como se ha dicho, mantiene una relación cercana y entrañable con nuestra lengua y nuestros autores. A mediados de los años cincuenta del siglo pasado, vivió en Barcelona, en cuya universidad se doctoró en Literatura en Lengua Española y estrechó lazos de amistad, entre otros, con el poeta Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral y Jaime Ferreter. Ha escrito también libros para niños. En 2004 obtuvo el Premio Nórdico de la Academia Sueca. Sus pocas obras traducidas al español se encuentran en editorial Tusquets •

BIBLIOTECA FANTASMA

Eve Gil

Agustín Ramos

juntos cada tanto y como cuando éramos novios nos despedíamos sin compromiso ni promesas a la mañana siguiente. Ella convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente que se da citas precisas etcétera. Pero esos encuentros “casuales” me dolían más que un anglicismo y salía de ellos como estopa de mecánico pitando directo a la chingada. Ella ignoraba esto último, así que aquella vez se quedó esperando porque, ya en el andén, llorando como dicen que lloran los valientes, tomé el tren en dirección contraria, a Tacuba. ¿Ha’ta allá?, diría un cubano que ignorara mi drama y la entonces última estación de la línea azul del Metro. Resistí hasta la estación Ermita sin jalar la palanca de emergencia y regresarme (el letrero “Todo abuso será sancionado” confirmó que el loco no traga lumbre). Y así andé en los anduves de Ermita y Anaya, o al revés, y al derecho, empapándolos de un llanto que, a diferencia del tren, ya no se detuvo en ninguna estación. Aunque, como diría Cortázar, envilezca mi fracaso en esta-historia-basada-en-hechos-reales “llamándolo rodeo”, rodearé por el ahora, cuando todo se derrumba y los trozos de ladrillo, los fragmentos de explosión, los disparos y las salpicaduras nos pasan rozando cada vez más cerca y a las fechas de los crímenes de Estado se les sobrepone el sello de lo impune. Tiene razón el siguiente predicado: “Siembran terror con el fin de paralizar.” La doctrina militar del Shock and Awe consiste precisamente en aprovechar o montar un escenario ad hoc para los estrenos permanentes del apocalipsis capitalista. ¿O es mera coincidencia que el Shock and Awe sólo se aplique en países militarizados como México? Sin embargo, el predicado de Pérez Esquivel y Piedad Córdoba no tiene sujeto ni describe una conjura; es la impotencia estatal ante los efectos de su propio terrorismo, expresado no por los más

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Jornada Semanal • Número 1160 • 28 de mayo de 2017

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

germainegh@casalamm.com.mx

A HISTORIA DE JUANA es especial, como ella. A sus sesenta y cuatro años, exhibe por vez primera su trabajo la galería nina menocal, con curaduría de Paloma Porraz y Nancy Ramírez. La noche de la inauguración conquistó al público con su sonrisa luminosa; es una mujer que irradia una intensa luz interior. Juana nació con un don y su sensibilidad la llevó a encontrar un camino insospechado hacia la creación artística. En la soledad de su habitación, en la casa donde trabajaba como empleada doméstica, Juana construyó un universo de sueños y fantasías donde poco a poco se fue gestando una obra artística que nunca contempló ver colgada en los

muros de un espacio público. Ella sentía la necesidad de crear objetos bellos con los materiales que tenía a la mano, sin ninguna pretensión más allá del hecho de crear. Cuando pienso en la frescura de su oficio, me viene a la mente Jean Dubuffet, el artista paradigmático del siglo pasado que acuñó el término Art brut para referirse a las obras “creadas desde la soledad y a partir de puros y auténticos impulsos creativos –donde la preocupación por la competencia, el reconocimiento y la promoción social no interfieren– y, a causa de estos factores, son más valiosas que las producciones de los profesionales”. Hoy podemos admirar el arte de Juana gracias a la sensibilidad de quienes palparon en su obra la belleza y la sofisticación que la caracteriza. El primero fue el 1 empresario Manuel Arango, filántropo y coleccionista de sensibilidad exquisita, quien comparte su testimonio para La Jornada: “En los muchos años de conocer a Juana por su cercano trabajo con la familia, jamás sospeché la vena artística que la impulsaba a trabajar calladamente por las noches sacrificando horas de merecido descanso. Su carácter y calidad humana eran notorios y apreciados, por lo que sentimos mucho cuando nos anunció que nos dejaba. Para despedirse me obsequió una de sus insospechadas obras que me sorprendió por su original técnica, colorido e imaginación abstracta. Desde ese instante me propuse ayudarla, pero ella pidió tiempo para desarrollar en la soledad de su remota vivienda rural la gran creatividad llena de energía interior. Tres años más tarde me buscó, y desde ese día sentí querer mostrar la genialidad de su arte. Así me acerqué a mi buena amiga Nina Menocal, quien gratamente impresionada hoy la exhibe en su galería.” Siguiendo la fina intuición de Manuel Arango, Nina Menocal visitó a Juana en el Rancho Las Águilas, remoto paraje enclavado en la región montañosa del noreste del estado de Michoacán, donde vive y trabaja inmersa en el silencio y la soledad. Así lo expresa la galerista: “Fue extraordinariamente emocionante entrar en aquel cuarto en medio del campo, en ningún lugar del mundo. Por la puerta abierta veíamos la casita de Juana, sus gallinas y perros jugando, el burro solitario mucho más lejos, las montañas atrás. Se respiraba el aura de esa mujer voluntariosa, ambiciosa, que se hizo artista.” Vemos esa atmósfera intangible en el video realizado por Nancy Ramírez y la videasta Anabel Becerril que se muestra en el marco de la exposición en la galería. En ese video, Juana expresa que comenzó haciendo estos trabajos para ella pero que ahora se congratula de “hacerlos para el mundo”. Nancy Ramírez me explica cómo Juana comenzó tiempo atrás secando las flores de los arreglos de la casa de los Arango: “Veía que eran colores hermosos y sentía pena que terminaran en la 2 basura. Así que intentaba rescatarlos y hacer algo nuevo con ellos. Pegaba aquel polvo de flores en sus primeras obras, pero al poco tiempo se dio cuenta que el color se perdía cuando se secaban.” Fue entonces cuando recurrió a rescatar otros materiales de deshecho:“Yo no lo llamo basura –dice Juana–; es material para hacer arte: un sobre, una bolsa de papel, una revista…” A partir de entonces comenzó a desarrollar su universo fantástico, valiéndose de pequeños trozos de papel recortado con extrema delicadeza que va pegando con un palillo y resistol blanco en superficies de madera o lienzos; utiliza el mismo proceso para cubrir ollas y platones de barro. Sus composiciones abstractas fascinan por la libertad de sus formas y por la increíble armonía que consigue en la audaz combinación de colores, estridentes en unos, y por la elegancia de la monocromía, en otros.“Lo primero que me llega es el título –comenta Juana– y después viene la obra. Nunca sé cómo me va a quedar…” De ahí la frescura y la inmediatez de su creación. Juana da rienda suelta a su imaginación y sigue el ritmo de su voz interior que le susurra la sutil combinación de los colores. Su espíritu noble y honesto queda plasmado en la alegría que reflejan sus obras • 1. Pensamiento, cuerpo y alma 2. Bienvenida 3. Como es arriba, así es abajo, Como es adentro, así es afuera

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Cornell iluminado

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ASADOS DIEZ DÍAS de su fallecimiento, enfriado el asunto en el refrigerador mental y luego de revisar mucho repertorio, deseamos decir algunas cosas sobre Chris Cornell. Claro, nosotros fuimos de ésos que se sorprendieron con el advenimiento de Soundgarden a finales de los ochenta, cuando el polémico género grunge vio la luz. Algunos dicen que lo único que unió a las bandas catapultadas por el éxito posterior de Nirvana fue la geografía, pues en realidad no se parecían en nada. Otros creemos que si bien se trata de una etiqueta de mercado débil, sí representó el regreso de un rock clásico a la radio, y que la coalición de aquellos músicos resultó benéfica frente al mainstream. Debemos precisar, contra lo que muchos piensan, que si Soundgarden, Mudhoney, Alice In Chains y Pearl Jam surgieron en Seattle, otras agrupaciones como Nir vana, Stone Temple Pilots y posteriores como Hole, l 7, Smashing Pumpkins y Everclear, sumaron a músicos de muy diferentes latitudes. Dicho esto, ¿cuál es la relevancia de Chris Cornell en el rock anglosajón? Influenciado por los tríos de los sesenta, el punk de los setenta y el metal subyacente en los ochenta, Cornell fue pionero en un movimiento distorsionado que, superando la rebeldía tímbrica, se interesó en la calidad interpretativa. Cantante superdotado (como ninguno de su generación), a eso se añadió una personalidad escénica avasallante cuya seriedad mantenía a las palabras en el centro de todo. Letrista prolífico, además de su trabajo con Soundgarden y Audioslave –los proyectos más reconocidos de su carrera–, escribió cinco discos como solista y tuvo una histórica participación en Temple of the Dog, agrupación señera cuyo único disco celebró veinticinco años en 2016 (tour incluido). Éxitos como “Black Hole Sun” y “Like a Stone” (una de Soundgarden, otra de Audioslave), dan fe de su facilidad para convertir la oscuridad en luz incandescente, lo que afianzó su figura alrededor del mundo y le dio credibilidad, pues nunca tomó el camino de la condescendencia. Así lo creemos mientras escuchamos sus creaciones con Tom Morello (colega en Audioslave y exRage Against The Machine), con quien alcanzó enorme altura y poderío. De allí que tras su muerte el guitarrista y amigo plasmara su dolor en un poema en el que le dice:“You’re twilight and star burn and shade […] You’re a brush fire, you’re caged, you’re free.” Ahora bien, no podemos escribir sobre Chris Cornell sin señalar abordajes mayúsculos a canciones ajenas, atrevimientos que muchos criticaron y que nosotros celebramos de pie. Entre los más impresionantes están “Billie Jean”, de Michael Jackson, allí donde el legendario ritmo de 4/4 se convierte en máquina terciaria, base para un blues que

disloca la semántica de su historia. Encomiable de verdad. O “Imagine”, de John Lennon, en una versión dolorosa y replicante; otro acierto que reevalúa la esperanza original del exBeatle en el mundo contemporáneo. Tributo a Prince, “Nothing Compares 2U”, famosa en los ochenta gracias a la voz y rostro de Sinead O’Connor, es monumento que Cornell cincela desde el capricho personal, exaltando su vena poética. De entre estos préstamos, empero, sin duda el más extravagante es el que fusiona la música de “One”, original de u 2 en el álbum Achtung Baby, con la letra de “One” (mismo nombre, sí), pero perteneciente al disco And Justice for All, de Metallica. Una genialidad lúdica que en su garganta fluye con naturalidad y belleza. Mención aparte merece “Thank You”, de Led Zeppelin, uno de sus más queridos grupos. Transparente sobre la guitarra acústica, se instala en un folk nítido, cuna de un procedimiento imperativo para Cornell: la “canción de fogata”, ésa que resiste y brilla en el minimalismo para luego, si se quiere, guarecerse en cualquier instrumentación posible: “If the sun refused to shine, I would still be loving you.” Esto nos recuerda que la última pieza que cantara en su vida (en el Fox Theatre de Detroit), horas antes de suicidarse, fue “In My Time Of Dying”, precisamente de Zeppelin. ¿Coincidencia? Nunca lo sabremos. Lo cierto es que no pudo haber mejor despedida:“In my time of dying, I want nobody to mourn. All I want for you to do is take my body home.” Mucho se habló de su atractivo físico, además. Y sí, era un galán, el prototipo perfecto de la bestia rockera. Pero su talento fue tan grande que las superficialidades sobran este domingo. Así que hágase un favor y busque, antes que otra cosa, el concierto acústico en Suecia grabado en 2011, Songbook. Allí conocerá su canto diáfano, su compromiso literario. Luego escúchelo con Temple of the Dog, Soundgarden y Audioslave, en ese orden. Luego valore si teníamos o no razones para sufrir su pérdida en un mundo de carencias sentimentales. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

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ARTES VISUALES

Los paisajes sensoriales de Juana

@LabAlonso


ARTE Y PENSAMIENTO ........

28 de mayo de 2017 • Número 1160 • Jornada Semanal

Ana García Bergua

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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

Huir del show de Trump N LOS ÚLTIMOS MESES me he dedicado a seguir en la prensa y la televisión la telenovela que se podría llamar Absurda elevación y deseable caída del magnate Donald Trump. Así, mientras en nuestro triste país la gente desaparece, los periodistas son asesinados, los políticos se sirven con la cuchara grande y sin el menor escrúpulo, y la desazón planea como una sombra por todas partes, uno ve las llamas del escándalo (¿qué tal la imagen, eh?) cercar al desagradable imbécil que los gringos se autoimpusieron como presidente.

La verdad es muy doloroso ser testigo de cómo allá en el norte las tales llamas se alimentan y se propagan y se arman interrogatorios, y juicios y comités de senadores que exigen esto y lo otro, y hay alcaldes y jueces que se niegan a acatar leyes absurdas, y hay ciudades que defienden a los indocumentados y los periódicos rastrean hasta el último movimiento de la camarilla de Trump, y él mete la pata a cada twitter que garrapatea y todo se le investiga al muy despreciable, al punto de que estamos ciertos de que tarde o temprano lo vamos a ver vencido y avergonzado. Y eso que nos daría un enorme gusto a la gente corriente de buena parte del globo es paradójicamente muy doloroso, decía, porque aquí hemos tenido escándalos de todos tipos –uno, muy serio, que involucra al propio presidente, el cual hizo lo mismo que está haciendo Trump, es decir designó al cuate que lo iba a investigar–, además de las masacres y los asesinatos y los gobernadores y las fosas y el desastre y las leyes de todos los colores y no pasa nada, nada de nada que nos haga sentir que alguien en los gobiernos o las cámaras o los juzgados o las secretarías pugna y avanza y cerca como las llamas antedichas para remediar esta situación. Hablo de los gobiernos donde están los m e dios para lograr cosas, no de la sociedad civil, donde sé que muchos grupos luchan admirablemente para cambiar las cosas. Pero las voces parecen caer quiénsabedónde y mientras tanto, en el estado de derecho (una provincia que no sabemos dónde queda, si junto al estado de Coahuila o al de Yucatan), todo son cálculos y patadas y despensas para elecciones deprimentes. Y pues veo a los medios estadunidenses burlarse de Trump, a John Oliver, a los excelentes cómicos del Saturday Night Live (¡qué admirable es la cultura de nuestros vecinos, la verdad!) y me lleno de envidia porque sé que eso, tarde o temprano, llegará al puerto en el que Trump no sea más presidente del país más poderoso de la tierra –bueno, eso dicen–, la tierra del hotdog y del helado, y siento como si viera una serie de Netflix (otra) un poco tortuosa y aterradora (en especial cuando salen a relucir los norcoreanos y las ojivas nucleares), pero que terminará bien, o por lo menos aterrizará suavemente en algo emocionante antes del fin de la primera temporada. Así me siento, como una espectadora de televisión que presencia el espectáculo más patético del mundo, impresionantemente patético, mientras la casa se le incendia y a sus compatriotas se los traga un hoyo –y Trump

deporta a más compatriotas a que se los trague el hoyo– y no hay ley aquí que valga o dé una esperanza, ni comité ni artículo ni protesta que sirva de una chingada (con perdón) aunque sean del mismo tamaño o más grandes. Hoy que escribo este artículo, martes 16 de mayo de 2017, nos desayunamos con la noticia del cobarde asesinato de Javier Valdez, el periodista de esta casa editorial y de Ríodoce allá en Culiacán. Este periodista tan querido en el medio llevaba años documentando la vida de las víctimas del narco, la secuela de impunidad y falta de justicia que deja esa guerra en todo el país. Y lo peor de todo es que es más probable que el domingo 28 de mayo, cuando si me va bien este artículo tendrá el privilegio de ver la luz a un lado de vuestros desayunos, Donald Trump haya sido destituido, que aclarado el artero crimen de este periodista y tantos otros que han ido sucumbiendo a lo largo de todo el país en los últimos años por haber informado del horror a sus compatriotas. Lo más seguro es que no habrá ocurrido ninguna de las dos cosas, pero en Estados Unidos hay un estado de derecho, extraño si queremos, que vuelve siquiera posible el envío de Trump al salón nauseabundo y dorado del que nunca debió haber salido, o incluso a una cárcel, y esto de aquí funciona, en las partes en las que funciona, de milagro. De verdad que es triste •

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I ES TAN MALO. Posiblemente son peores en su perversa maldad los mefíticos delincuentes y los arrastrados políticos mexicanos que los sirven y los hacen sus socios y compadres. A lo mejor ni siquiera es diablo, Satanás, pata de chivo, sino una especie de moho, de hongo parasitario interestelar, de alien. De bacteria. Pero con agenda propia. Orientada hacia algo que, según se dice, habrá de llamarse “La gran fusión”. Y supondría la extinción de la raza humana en beneficio de esa otra… cosa. Que se apropia de cuerpos humanos, que cambia a la gente y la hace menos… humana, algo cruel, pero también más unida en su crueldad, más solidaria consigo misma, especie de híbrido de humano y parásito, una vez que el huésped se hace con el control del anfitrión. Que, por cierto, se volverá más fuerte, más ágil y más preciso, pero habrá de enfermar y morir en poco tiempo porque el precio de la posesión es doble: lo paga el poseído, sí, pero también lo paga el invasor. Esa es la premisa narrativa de una serie televisiva estadunidense de suspenso que está revolucionando el género de terror, trucando al tradicional demonio de todas las historias de miedo, desde el Antiguo Testamento hasta El Exorcista, de diablo con cuernos a monstruo silente, amorfo, que solamente tiene rostro –de crueldad, de indiferencia al dolor, de burla ante el sufrimiento ajeno– cuando se adueña de una persona: Outcast, que podríamos traducir como El Paria, obra del extraordinario dibujante y escritor de novelas gráficas, Robert Kirkman, sí, el mismo que ya había agitado las aguas del medio con su postapocalíptica Fear the Walking Dead, que sí, que también fue cómic antes de ser la serie de televisión que les robó el rating a todas las demás. Y la serie, hay que decirlo, es mejor q u e e l c ó m i c. Fu n d a m e nt a l m e nte porque la encarnación que hace Patrick Fugit (quien ya desde chamaco se reveló como un estupendo actor cuando lo conocimos en el cine, en Almost famous de 2000, dirigida por Cameron Crowe) es perfectamente creíble. Fugit es Kyle Barnes, un hombre atormentado porque es una especie de imán para demonios o criaturas de otro mundo que pugnan por entrar en éste y desplazarnos, despojarnos precisamente de nuestro mundo para apropiárselo porque el suyo ha colapsado, dicen. La pequeña ciudad de Rome en Virginia del Oeste, en Estados Unidos, donde vive Barnes con su mujer y su peque-

ña hija, parece ser el epicentro de una migración masiva de esos “otros”, que a ratos hacen creer al espectador que son efectivamente demonios salidos del infierno con la misión de dislocar la vida en nuestra dimensión y tiempo, pero de pronto se antojan simples colonos, desesperados por encontrar un mundo para ellos y su descendencia. Se trata entonces, también, de un éxodo desesperado, una última oportunidad para toda una forma de vida organizada y pensante. Pero el hombre es esencialmente una criatura egoísta y competitiva y el asunto se complica porque Barnes, como algunos otros humanos, descubre que tiene en contraparte, además del irresistible poder de atraerlos involuntariamente, el de exorcizarlos, expulsarlos del cuerpo de sus víctimas-anfitriones-humanos en forma de un fluido negro y espeso que sin embargo, segundos después de ser expuesto, se disipa, se convierte en humo y tenues restos de ceniza: el “faro”, como le llaman los poseídos, tiene así también un poder de enorme destrucción para la integridad de los demonios o parásitos o extraterrestres o lo que sean. Pero lo que no cambia es el pavor. La serie ha tenido varios directores, pero se mantiene fiel a las atmósferas opresivas y oscuras, muy noir, del cómic de Kirkman gracias a los guiones adaptados de Jeff Vlamming, de larguísima trayectoria en el medio como escritor y productor de series televisivas de bastante éxito como Battlestar Galactica o Xena, Warrior Princess. Parte de esa nueva generación de series televisivas que compiten en calidad de producción con el cine, Outcast ofrece una manera novedosa de interpretar el mal. Que es finalmente algo tan, pero tan humano •

CABEZALCUBO

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PASO A RETIRARME

El diablo no es como lo pintan


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1160 • 28 de mayo de 2017

Orlando Ortiz

Luis Tovar @luistovars

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RAÍZ DE “Las cuentas de la militarización”, artículo de Laura Atuesta publicado en la revista Nexos de marzo, no pude evitar algunas reflexiones. Reconozco que el artículo de esta autora es extraordinario, pues en pocas páginas hace un recuento objetivo, tomando como apoyo la base de datos del Programa de Política de Drogas del cide. La base de datos está elaborada con cifras proporcionadas por el inegi , y también con otras no oficiales que les entregaron de manera anónima hace tres años.

El artículo confronta la posición de quienes señalan con índice de fuego al Ejército Mexicano y las fuerzas armadas como causantes del incremento de la violencia en el país, y la de quienes acotan dicho incremento apuntando un vínculo de causalidad entre los operativos militares y la violencia. La autora sostiene que la guerra contra las drogas “instrumentada desde hace más de 10 años ha generado resultados nefastos en términos de violencia y violaciones de derechos humanos. Independientemente de cuál sea la razón para argumentar en contra o a favor de los operativos militares en el país, lo cierto es que la evidencia sí está mezclada y hoy en día no tenemos claro si la política de seguridad implementada por el gobierno de Felipe Calderón produjo realmente resultados negativos en términos de incremento de la violencia”. Apoya su análisis con cuadros y mapas, para concluir:“Sabemos que la militarización en temas de seguridad pública, acompañada con el prohibicionismo de las drogas ilícitas, es el peor escenario posible. Esta combinación genera la situación perfecta para que la delincuencia organizada crezca, evolucione y sea cada vez más difícil de controlar.” Conclusión demoledora, a la que añadiré algunas inquietudes: 1. La ineficacia, por no decir complicidad de las policías locales era más que evidente; cualquier “medida” para depurarlas era inútil y no inmediata. Hacía falta un cuerpo más sólido. 2. Quiero inferir que los estrategas de este plan supusieron que anunciar la participación del Ejército asustaría a los narcos y el cultivo y tráfico desparecería en pocos meses. Entonces las tropas regresarían a los cuarteles. Olvidaron que atrás había muchos miles de millones de dólares, y una situación económica y social propicia para que no faltara quienes pensaran que es mejor vivir en grande (alcohol del bueno, viejas, etcétera) unos cuantos años que vivir hasta los ochenta pasando hambres y enfermo. 3. La preparación militar no es para ejercer como policía de ninguna clase; responde a la de operar para vencer a un

enemigo que tiene una jerarquía con espíritu militar. Desde siempre, la eliminación de las cabezas de un ejército provoca la derrota. Desde la perspectiva policial, la eliminación de las cabezas de una pandilla o cártel no significa derrota de los maleantes, sino dispersión y acaso lucha entre ellos para conservar plazas o atraer elementos con experiencia. No hay sicario que no lleve en su corazoncito el anhelo de llegar a número 1, a ser capo de capos; en cambio, los soldados rasos, clases y hasta algunos oficiales saben que nunca podrán llegar a generales. La estrategia falló, en parte, porque se dirigió a eliminar a los cabecillas, propiciando así la atomización, que redundó en la multiplicación de la violencia, porque muchos de ellos carecían de los contactos y medios para permanecer en el mundo del tráfico de drogas, pero sí tenían con qué secuestrar, asaltar,“brindar protección”, asesinar, etcétera. 4. Si hubiera prevalecido una perspectiva militar, creo que los mandos habrían dispuesto cortar las líneas de abastecimiento (de dinero y armas), pero no se hizo porque ahí deben estar los delincuentes de cuello blanco y con altos puestos políticos. 5. Lo que con frecuencia olvidamos es que entre los miles de muertos hay “inocentes”, pero también delincuentes, soldados, militares, marinos, policías federales, y a ese número de víctimas habría que sumarle el de sus familiares, de los cuales es posible que un buen número haya quedado sin recursos. 6. ¿Retirar de buenas a primera al Ejército es la solución para reducir o eliminar la violencia en el país? Lo dudo mucho. Muchísimo. He tenido oportunidad (tamaulipeco al fin) de escuchar a paisanos que aseguran que de no ser por el Ejército ya estarían muertos, si no por una bala, de hambre, pues hay pueblos en los que la violencia les impedía salir de sus casas a trabajar o adquirir víveres; únicamente lo hacían cuando el Ejército patrullaba las calles. 7. Por último. Es sospechoso que el Congreso siga dándole largas a la ley contra la inseguridad. ¿Tantos intereses hay en ese nivel? •

La inminencia del ápice

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O ES COMO el célebre instante al que Goethe pidió que no se fuera, pues era tan hermoso, sino quizá exactamente lo contrario: ni bello ni fugaz, mejor dicho, demasiado parecido a un tiempo que parece que se estanca, hora y minuto que dilatan sus fronteras como queriendo para sí todo el espacio y acaban ocupándolo, no sólo en los términos dictados por la física sino en esos otros que no por ser de nebulosa definición son menos decisivos: los que corresponden al tiempo interno, el que cada quien percibe no en las cosas sino en uno mismo.

No es tampoco el ocio entendido como saldo, recompensa o resultado de labores previas, ése que una vez ganado se utiliza, o al menos es propicio para la contemplación pausada del mundo y de sus cosas, de la gente y sus asuntos, de uno mismo y sus pensares, si los tiene, y si no los tiene precisamente entonces, en el ocio, es que los concibe y les da forma. No es por cierto el silencio igualmente bien ganado, sin el cual ninguna posibilidad hay de escuchar la voz de adentro, ésa que habla de lo único importante y lo hace en un lenguaje intraducible para todo aquel que no sea uno, porque a fin de cuentas sólo uno sabe de lo que habla cuando no habla y el discurso, elocuentísimo, corre a cargo del silencio y no de uno. No es finalmente la soledad completa, ésa que, además de no admitir la presencia de ninguno salvo uno, es impracticable y hasta se convierte en todo lo contrario si alguien más anda por ahí queriendo también sentirse y saberse solitario: a la hora de necesitar la soledad intensa, basta con que uno más esté presente para que dé la impresión de hallarse en medio de una multitud, y es paradoja deleznable, pues ya se sabe que de las soledades apiñadas no se hace ninguna compañía.

El ocio dEl instantE silEncioso Es como para preguntarse cuánto dura un instante, o como querer averiguar la dimensión de un ápice, o cuándo puede realmente decirse que algo es inminente. Si por ejemplo el primero dura lo que dura una jornada de trabajo entera, ¿puede seguir siendo llamado de ese modo, instante? Si en el ápice consiste el todo, ¿es válido considerarlo sólo en tanto parte? Y si aquello que habrá de suceder, que se supone que siempre está a punto de, jamás sucede pero se tiene que estar listo para cuando por fin llegue, ¿puede hablarse de inminencia? Es entonces el tiempo mismo como representación perfecta del vacío, algo así como una oquedad con manecillas, un abismo dividido en veinticuatro par-

Escena de Almacenados

tes, o por lo menos las ocho que dura el horario de trabajo: instante afectado de gigantismo y peor aún, dispuesto a renacer al otro día y al siguiente. Es, por lo tanto, el ocio como variante o sinónimo del tedio, y para que no tenga tanto parecido con la muerte, habrá que disfrazar esa quietud como se pueda: tomar la escoba, medir el piso, cumplir con los horarios, fingir un estado alerta para cuando llegue un Godot que ni siquiera sería de carne y hueso sino, se supone, un cargamento de astabanderas por almacenar. Es, y sin remedio, un silencio mendaz porque se vale de palabras, pero huecas, para sostenerse y sostener al que las dice pues el otro, el silencio de a de veras, de seguro sería insostenible: entre uno que habla para no escuchar lo que su propia voz le dice adentro, y otro que responde apenas para que no interrumpan el diálogo consigo mismo que tanto tiempo lleva sosteniendo, aquello no es diálogo ni monólogo con pausas; mucho menos es silencio. Es, en consecuencia, la soledad al cubo como la definió Francisco Hernández: una que, por partida doble, aísla más a los que se la han hallado en suerte o quién sabe, tal vez se la han buscado y ahora que la tienen, uno de salida y otro comenzando, la consideran incanjeable, inalterable, interminable, ni más ni menos que como el ápice de eternidad oculto en el instante detenido, igual que el ocio disfrazado de trabajo, idéntica al estruendo agazapado en el silencio. Perfecto en su contradicción, el almacén vacío adonde nunca llegará nada ni nadie que no sean los propios encargados de recibir un cargamento que se sabe inexistente, los resume y representa: su existencia es exactamente ésa, la de un almacén condenado desde siempre a estar vacío, sólo soportable gracias al engaño, dulcísimo y amargo, de que es inminente el instante en el que un ápice de sentido llegue a justificar la espera. Almacenados, Jack Zagha, México, 2015 •

CINEXCUSAS

Números vemos, certidumbre no tenemos

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

28 de mayo de 2017 • Número 1160 • Jornada Semanal

Andy Oakes y la novela negra: de China para el mundo Ricardo Guzmán Wolffer

E

l género policíaco representa desde sus orígenes una crítica social. Detrás de las grandes novelas de Hammet, Cosecha roja y muchas más, por ejemplo, se habla de una corrupción generalizada de la sociedad que encarna en el detective la aspiración al orden que no debe perderse. Así, este género se ha mantenido gracias a las variantes emergentes: el narcopolicíaco en nuestro país inició como una vertiente secundaria y ahora se ha instalado, incluso con autores foráneos, para formar su peculiar corriente. Con su novela Ojo de dragón, Andy Oakes (Londres, 1952) evidencia que el regreso a lo básico puede funcionar mientras esté bien escrito. Situada en Shangai, República Popular China, inicia con el necesario crimen que distingue al género. Claro, en el siglo xxi ya no puede tratarse de un solo cadáver; así, el investigador Sun Piao se topa con ocho cuerpos encadenados, tirados en el lodo. Conforme los van sacando puede advertirse que han sido torturados, luego se verá que han sido despojados, en vida y sin anestesia, de órganos útiles para ser trasplantados. La historia que inicia como una variante del subgénero de asesinos seriales vuelve a l o b á s i c o : l o s f o re n s e s o f i c i a l e s n o quieren saber nada de los cuerpos, y Piao debe buscar dónde hacer las autopsias. Los diálogos iniciales ante los cadáveres enlodados evidencian que el partido oficial tiene interés en que no se investiguen esas muertes. De ahí en adelante, Piao deberá luchar a contracorriente, evidenciando una red de corrupción oficial que tiene ramificaciones argumentales eficaces: por ejemplo, uno de los muertos es gringo y su madre es una alta funcionaria de Washington, por lo que viaja a China para saber qué ha pasado con su hijo. El presupuesto de la novela negra, la corrupción oficial, con el abuso de altos funcionarios, complica la trama, pero la hace cercana a la realidad mexicana. En estos tiempos de gobernadores perseguidos, de ningún modo gratuitamente, es de suponerse que ellos apenas son la punta del iceberg y que si alguien quisiera enfrentar esa corrupción tendría que pasárselas negras, como Piao, a quien disparan, atropellan, le matan amigos, lo incriminan como asesino de uno de los pocos funcionarios que decide seguirlo para mejorar al país, lo dejan en coma, le hacen un trasplante con un órgano infectado de sida, le quitan a la esposa, le quitan a la novia gringa; en fin, le dan con todo. Pero él

no cesa, así tenga que pactar con los altos mandos para castigar, al menos, a unos cuantos. ¿Cómo entender ese género policíaco en un país como el nuestro, donde parece no haber políticos limpios, donde es noticia que una funcionaria renuncie porque, se dice, hizo un desvío de recursos –ínfimo comparado con lo que se supone robó Duarte– para una fiesta? En otras latitudes no sólo se esperaría que renunciara, sino que fuera procesada. Aquí es la excepción que eso suceda. Al inicio de la captura del Duarte veracruzano, se destacaba la falta de proceso contra la esposa: impunidad concertada. Así, Piao está dispuesto a luchar con todo, incluso con mínimos recursos materiales, para dar con los asesinos; al principio por pudor profesional, luego como algo personal por sus amigos sacrificados. Pero llega a un grado de corrupción

donde sólo queda pactar: asesinará al inglés encargado de orquestar la red internacional de trasplantes humanos, formada alrededor de las legales ejecuciones de reos. Legalmente, le dice un médico a Piao, los cuerpos de los reos son del Estado: “podemos hacer con ellos lo que beneficie al país”. Pero, en ese mar de abusos, el doctor inglés ha descuidado el negocio y ha enviado a Estados Unidos órganos contaminados que han terminado por infectar no sólo a los receptores. Así, Piao deberá solucionar el proble-

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ma y aprovechará para tomar venganza del mejor modo imaginable: mandando al inglés a la sala de operaciones para que le extraigan los órganos útiles, pero sin anestesia. Tal y como él hizo con el gringo. Esta novela bien escrita recuerda por momentos al maestro Carlos Montemayor con su Guerra en el paraíso, por las inserciones poéticas en el desarrollo de una trama cruda y sin retoques. Pero no sólo es el estilo lo que catapulta la acción, son los diálogos con el poder por parte de Piao, un policía soñador que está dispuesto a todo para hacer un poco de justicia en un país plagado de abusos. Se plantean estructuras paralelas oficiales que compiten para mantener los desmedidos

En estos tiempos de gobernadores perseguidos, de ningún modo gratuitamente, es de suponerse que ellos apenas son la punta del iceberg y que si alguien quisiera enfrentar esa corrupción tendría que pasárselas negras…

privilegios, incluso a costa de los propios burócratas de menor rango. Ni se diga de la ciudadanía. De cierto nivel para arriba se puede acceder a coches, a casas veraniegas de ensueño en lugares donde no es posible llegar en transporte público, a insumos alimenticios reservados para ciertos extranjeros: los altos mandos viven otra realidad y no les importa sacrificar a nadie para seguir así. ¿Suena conocido? En el negocio de los trasplantes, le explica Piao a la gringa, se escoge a los reos por los órganos útiles para ser vendidos; valdrán más si son por encargo y en estos casos se buscará a la persona con el mismo tipo de sangre y, si es necesario, le inventarán un crimen para juzgarla y ejecutarla sumariamente. La imposibilidad del cambio estructural permea incluso al final, donde un renovado Piao que ha sufrido el encierro, la operación y el acoso oficial, es encomendado para matar al inglés. Lo hace con gusto y obtiene un ascenso, un coche oficial y más, pero se siente redimido por la venganza de los cientos de ejecutados, muchos con salvajismo extremo por los guardaespaldas de uno de los secretarios del Partido. Ojo de dragón es una novela que renueva este género, además, por llevarnos a un país que parecería ajeno al “México democrático”, donde los mecanismos electorales están basados en mantener la partidocracia como negocio y fuente de poder. Pronto se ve, entre persecuciones automovilísticas, asesinatos, burocratismo capaz de negar y “ocultar” la verdad a los extranjeros mediante juicios trucados, espionaje y mucha impunidad, que esa China novelada parece reflejar una parte de nuestro país de la que no se habla, pero sí se percibe • Ilustración de Juan Gabriel Puga


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