■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 28 de junio de 2015 ■ Núm. 1060 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Cómo resistir a las fuerzas del
olvido
John Berger
Billie Holiday, la cumbre y el abismo, A ugusto I sla En tren por el norte de Tailandia,
Xabier F. Coronado
28 de junio de 2015 • Número 1060 • Jornada Semanal
BAZAR DE ASOMBROS LOS ALTOS DE JALISCO
En su breve y espléndido texto, inédito en español, así como en las ilustraciones salidas de su propia mano, John Berger hace una invitación a resistir y a ser solidarios frente a la vorágine de calamidades planetarias del presente y al deplorable uso mediático que suele dársele a las mismas: propone aprender a entender las formas naturales como mensajes, que nos permiten recordar “que la simetría coexiste con el caos, que el ingenio puede burlar las fatalidades, que lo que deseamos nos tranquiliza más que las promesas”. Publicamos además un artículo de Augusto Isla sobre la mítica Billie Holiday en el centenario de su nacimiento, una crónica de viaje en Tailandia de Xabier F. Coronado, una semblanza del narrador y periodista cubano Leonardo Padura, así como un poema de Ricardo Yáñez.
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ás que una posición geográfica, Los Altos de Jalisco son un estado de ánimo,una ac titud ante el mundo, un modo intransfe rible de acercarse al lenguaje, un ritmo especia lísimo para andar por la vida, una existencia ritual y un conjunto de leyendas que trascienden la rea lidad cotidiana. Los Altos entregan al mundo algunos aspectos esenciales de lo que podría ser el rostro de México. De Los Altos son los charros que representan a una clase social que, a pesar de su decadencia, sigue dic tando las normas de la conducta colectiva. El charro es el hacendado, mientras que los campesinos, tan to los ejidatarios como los medieros, hasta hace po co seguían vistiendo sus ropas de manta y se cubrían la cabeza con un sombrero ancho. A últimas fechas ese sombrero está prácticamente desaparecido, pues los campesinos, de regreso de la incansable aventura braseril, se visten al estilo vaquero y se to can con texanas de variada factura. Este bazarista pasó los primeros años de la in fancia en tierras alteñas. En 1937 llegó a Lagos en compañía de la abuela que regresaba a su tierra en condiciones de pobreza. Nos refugiamos en la casa de una tía anciana y con una posición más o menos acomodada. Otros miembros de la familia se refugiaban con la generosa tía. Desde que llega mos, fuimos objeto de la agresión constante de los primos refugiados que nos gritaban ofensas relacio nadas con nuestra pobreza y, en algunas ocasiones, llegaron a aventar estiércol por la ventana abierta. El abuelo, herido de muerte por un cáncer de hígado, declaró que estaba ya cansado y apresuró su final.
Hugo Gutiérrez Vega La abuela, fuerte y luchona, realizaba trabajos de todo tipo y, con la ayuda de mi padre que se había quedado en México, alquiló una pequeña casa. Muy pronto quedaron atrás las ofensas de los primos te rribles y la vida transcurrió con cierta calma, entre una escuela de monjas y las tardes de radio (un Cla rión de gran ojo amarillo) en la casa que se iba amue blando poco a poco con donativos de parientes en mejor situación. Habían terminado las dos cristiadas, pero el am biente espiritual seguía tenso y desasosegado. Al gunas partidas cristeras seguían galopando por la sierra de Comanja y Lauro Rocha preparaba su le vantamiento. Muchas heridas estaban aún abier tas y muchos, como decía mi abuela, se habían que dado con el dedo inquieto. El gobernador González Gallo no se anduvo por las ramas y ordenó que se aplicara la ley fuga a un buen numero de esos pisto leros. Matones como el Ametralladora, el Remington, los Comis (el apellido en realidad era Cummings pe ro se castellanizó) y otros más siguieron asolando la región alteña hasta que el mejor gobernador que tuvo Jalisco, Agustín Yáñez, despistolizó al estado y tranquilizó los ánimos violentados. Las tierras de Los Altos adelgazadas y erosiona das apenas proveían magras cosechas de maíz de generado. Los alteños, emprendedores y valientes, se dedicaron a la avicultura y a otras actividades, algunas de ellas demasiado imaginativas. El traje de charro ya sólo se usaba en las fiestas y en los co leaderos. En su lugar apareció un vestuario de pe lícula de vaqueros y de clara inf luencia texana. Mi tío Luis Anaya, los Barba de Tepatitlán, los Cama rena de Arandas, los Pérez de San Juan de los Lagos, los de Anda de San Julián, los de Alba de Unión de San Antonio, mantuvieron en pie la tradición de la charrería y demostraron, con argumentos irrefuta bles, que para los soles iracundos del altiplano alteño iban mejor los sombreros anchos capaces de cubrir todo el rostro
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Boda charra en Arandas, Jalisco
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Portada: De la naturaleza como texto Collage de Marga Peña
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Décimas de la arenita Ricardo Yáñez
Yo soy como esa arenita que por el mar va rodando y en cada rodar va dando una lección infinita, que en toda cosa palpita, la mayor, la más pequeña, una eternidad que sueña con ser despertada un día al Todo del que confía ser una señal risueña.
Desasido de mí estoy y no ensimismado, en mí, mas como un abismo abrí y hasta su fondo me voy. Ahí todo el tiempo es hoy, pero también marejada, y ostra que era yo, cerrada, dejo entrar una arenita que nácar me solicita para quedar redondeada.
Yo soy como el colibrí y también como el venado y soy un dolor callado que no calla porque sí sino porque canta así muy mejor que si cantara, y soy esa piedra rara que nombran filosofal. Sin embargo soy mortal que a la muerte se prepara.
Desde esa esfera brillante miro el mundo de otro modo, lo que era nada ya es Todo, la eternidad un instante. Ya la arena no anda errante, y bebe en el manantial el venado, y al rosal el colibrí suspendido llega, y oro estremecido es el lagarto ancestral.
Me gusta la soledad y gozo la compañía y mi palabra se guía por el silencio en verdad. No hallo en mí una actividad que no sea contemplativa. Árbol soy, abajo, arriba, axis mundi, puede ser, y oro me puedo volver o bien lagartija esquiva.
Y árbol soy, y cielo y tierra y extensión en sólo un eje. Cosa no hay de que me queje, camino en paz a la guerra. Mi voz a nada se aferra, de todo va desprendida. Al fin, parece, la vida le da a mi vida lugar. Tras de tanto batallar dejo de ser el que yerra.
Pajarito de la suerte soy a veces y otras nudo ciego con quien nadie pudo. La palabra que trasvierte es mi oficio, no mi fuerte –mi debilidad quizá. Pero quién me quitará de ese mester, de tal vía. Dudo si alguno sabría. Yo soy lo que soy y ya.
¿Acierto puntual? No espero milagro tal, tal prodigio. Con no perder el litigio contra mí mismo, il pensiero sull’ali dorate, infiero, a buen puerto llegará, y después, pues Dios dirá. Yo me doy por satisfecho, cual del rocío el helecho cuando la noche se va.
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En tren por el norte de UN MODO DE VIAJE QUE POR DESGRACIA EN NUESTRO PAÍS HA DEJADO DE EXISTIR TRÁNSITO POR UN PAÍS DE APACIBLE RIQUEZA Y APTO PARA LA CONTEMPLACIÓN
Xabier F. Coronado
y nos perdiéramos los misterios del viaje. Fernando Fernán Gómez, El tiempo de los trenes.
l estado tailandés es una monarquía, régimen tradicional en la historia de un país que hasta hace pocos años (1949) se llamaba reino de Siam. La mayoría de la población pertenece a la etnia Thai (“pueblo libre”), que se segregó de China hace dos milenios, por lo que Tailandia se puede traducir como “tierra de los libres”. La riqueza de Tailandia se sustenta sobre tres pilares: la agricultura, es uno de los grandes cosechadores de arroz del planeta; la industria, está entre los mayores productores de wolframio y estaño; y el turismo, décimo país del mundo que recibe más visitantes, tantos como toda Sudamérica. El pib coloca la economía tailan desa en el lugar 24 a nivel mundial. Tan sólo el 12. 6 % de la población está bajo el nivel de pobreza, frente al 52. 3 % en México ( bm , 2012). En el ámbito social y cultural podemos distinguir dos territorios, norte y sur. Bangkok sería la línea divisoria. Al sur está la Tailandia más turística, una franja de tierra continental de pocos kilómetros de ancho que se abre al mar de Andamán en la parte occidental y al mar de la China en el oriente; al sur tiene frontera con Malasia. La costa está cuajada de playas de arena blanca e islas de naturaleza espectacular, bañadas por un agua color turquesa. Este atractivo seduce a la mayoría de los 27 millones de extranjeros que visitan el país cada año. Un turismo de playa, fiestas y alcohol del que es difícil sustraerse. El sur está habitado por etnias de origen malasio e indonesio, de tradición pesquera. En los lugares de explotación turística, las empresas del sector están en manos de extranjeros y la población autóctona trabaja en ellas. El norte de Tailandia es más grande, montañoso y agrícola. Un extenso territorio donde se asentaron culturas antiguas para formar reinos agrupados en torno a ciudades fortificadas. Una región sin costas, pues la salida al mar por el oeste pertenece a la antigua Birmania (Myanmar), con quien también limita al norte; al este el río Mekong marca la frontera con Laos. El norte es la parte menos turística y la más barata, con una realidad social, histórica y cultural diferente a la del sur del país. Diversos pueblos tribales, como los Akha, Karen, Hmong y Lisu, entre otros, viven en pequeñas aldeas en los bosques de las montañas septentrionales de la península indochina.
DE BANGKOK A AYUTTHAYA Una vez en el tren, su vida tomará efectivamente algún rumbo. Juan José Arreola, Confabulario
Decidí recorrer en tren el norte de Tailandia y hacer el viaje por etapas. Existe una línea de ferrocarril que une Bangkok con los territorios del norte. En la primera ciudad, Ayutthaya, se divide en dos ramales: uno que continúa
hasta Chiang Mai y otro que se dirige al este hasta Vientián, la capital de Laos. Una tarde recogí mis cosas del cuarto que me había albergado en la capital y agarré un bus urbano que atravesó el barrio chino hasta la terminal de ferrocarril de Hua Lamphong. Una estación limpia y ordenada, de donde salen más de ciento cincuenta trenes diariamente. El edificio, de estilo neoclásico, construido en 1916, es funcional y de belleza serena. Fue diseñado por dos arquitectos italianos (Mario Tamagno y Aníbal Rigotti) que construyeron varios inmuebles suntuosos en Bangkok a principios del pasado siglo. En el andén la máquina del tren silba anunciando la salida, unos monjes se ajustan el hábito antes de subir al convoy. Dentro de los vagones, pequeños ventiladores mueven el aire caliente. Partimos despacio, atravesando barrios y arrabales. La urbe se queda atrás y comienza la zona agrícola, aparecen los campos de arroz inundados de agua. Cruzamos pueblos que se agrupan a los lados de las vías, es raro ver casas aisladas. El viaje dura casi tres horas que se pasan en un suspiro. Mi primer destino es Ayutthaya, la ciudad más antigua de Tailandia. Entramos en una estación limpia, llena de bancas, adornada con plantas y flores. Hay que cruzar un canal en lancha para llegar al centro de la ciudad. Alquilo un cuarto amplio, en una casa de madera de teca, al borde del río. Tiene una terraza sobre el agua en donde me siento a leer al atardecer, veo desfilar barcazas concatenadas que
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Los diferentes lugares tienen nombres impronunciables, difíciles de recordar pero inolvidables por su belleza como el Wat Ratchaburana, construido al estilo jemer de Angkor.
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Siempre temía que el tren se fuera sin nosotros
Buda en Parque Histórico de Ayutthaya, Tailandia
transportan mercancías y materiales, remolcadas por pequeños barcos. En la otra orilla hay un templo multicolor, decorado con esmaltes y espejos que reflejan las últimas luces de la tarde. Se escucha el pitido de un tren que pasa entre las casas del otro lado, traqueteando sobre las vías. Lirios acuáticos flotan en la corriente, me siento fuera del tiempo, en otro espacio, espectador privilegiado de un documental que se desarrolla ante mí. Allí, en este marco, cuando la noche trae consigo un despertar de luces sobre el agua, me informo sobre la interesante historia de la ciudad. Ayutthaya. Capital de un reino que llegó a dominar el antiguo territorio de Siam, fue fundada en 1350 por el príncipe U-Thong, que se convirtió en el rey Ramathibodi i ; con él se inició un linaje real que gobernó hasta el siglo xviii . En el reino de Ayutthaya convergieron diversas culturas asiáticas (Jemer, Thai, China) y fue un estado próspero que comerció con maderas preciosas, marfil, pieles y azúcar. En su época, se convirtió en uno de los territorios más ricos e importantes de Asia, donde floreció un arte arquitectónico y decorativo que se conoce como el estilo devocional u Tong. En Ayutthaya, que significa “ciudad inexpugnable”, confluyen tres ríos y la parte histórica forma una isla amurallada, rodeada por la corriente del Chao Phraya. Un sistema de canales permite las comunicaciones por la ciudad. Los primeros europeos que llegaron a Ayutthaya –religiosos españoles y franceses, marinos portugueses–, la llamaron la Venecia de Oriente. Su poderío se acabó en 1767 cuando fue invadida por guerreros birmanos que la devastaron, decapitaron las magníficas estatuas de Buda, que eran el símbolo de la ciudad, y secuestraron a la familia real. Así terminaban cuatro siglos de historia de un reino donde se sucedieron treinta y tres monarcas, se construyeron centenares de templos y se esculpieron miles de imágenes de Buda. Las ruinas arqueológicas nos dan una idea del esplendor de Ayutthaya. Me quedo dormido en la terraza, embelesado por figuraciones mentales de aquellos tiempos antiguos. Me despiertan los mosquitos que en pequeños enjambres suben desde el agua. En este río era donde estaban atracadas las falúas reales, decoradas con tallas policromadas, que tanto llamaban la atención de quienes llegaban a Ayutthaya atraídos por su riqueza. Miro las aguas. Entre sombras pasa un remolcador que arrastra con ritmo cansado barcazas rebosantes de carga, el cauce del río se llena de luces tenues, de ondas que van a golpear las dos orillas. Poco a poco se restablece la calma
Monjes en el templo de Wat Phra Si Sanphet
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ailandia
y las siluetas oscuras de los lirios reanudan su lenta procesión flotante. El día siguiente fue intenso, me levanté a las seis de la mañana y alquilé una bicicleta. En el mercado compré fruta y salí ansioso por recorrer los templos antiguos que forman el Parque Histórico de Ayutthaya, declarado por la Unesco Patrimonio de la Humanidad en 1991. Después de recorrer unos kilómetros encontré el primer conjunto de templos, impresionantes construcciones que poseen una magia indefinible. Son más de diez grupos de templos distribuidos por un área de varios kilómetros. Hay estanques y jardines llenos árboles inmensos donde se ven ardillas rayadas y lagartos que viven en el agua. Aún se conserva un espacio que antiguamente era el mercado de elefantes y ahora unos pocos ejemplares esperan con sus cuidadores a que los alquilen. Compruebo que Ayutthaya es un lugar tranquilo que abruma por su belleza, por el desamparo de las estatuas decapitadas, por las líneas quebradas de sus perfiles arquitectónicos. Los canales forman un sistema de parques aislados, unidos por puentes, donde se levantan cons trucciones de un estilo que nunca había contemplado. Pedaleo de un lugar a otro y camino por las ruinas, observo todo, empapándome de lo que veo. Hace calor, al mediodía busco refugio en unos templetes rodeados de flores y agua. En las zonas más visitadas se ven pasar elefantes engalanados que trasportan turistas. En total, paso más de seis horas descubriendo maravillas. Los diferentes lugares tienen nombres impronunciables, difíciles de recordar pero inolvidables por su belleza: el Wat Ratchaburana, construido al estilo jemer de Angkor; el exclusivo Wat Phra Si Sanphet, que era el templo privado de los monarcas; o el impresionante Wat Mahathat, considerado en su día el centro del universo, un recinto con numerosos chedis, estructuras en forma de campana donde se guardaban las reliquias, y un esbelto prang, el palacio donde residía el jerarca supremo. Allí se encuentra la famosa cabeza de Buda incrustada en el tronco de un árbol. En el reino de Ayutthaya se practicaba el budismo theravada,
Tren cruza el mercado de Mae Klong, Thailand
basado en textos de los discursos de Buda (Canon Pali), que promueve el estudio y la introspección frente a la fe ciega, es la escuela más antigua del budismo tradicional y todavía hoy es la religión de la gran mayoría de los tailandeses. Cada día aprendo cosas y me doy cuenta de costumbres que son nuevas para mí. Llama la atención que hay que descalzarse para entrar a los lugares cerrados, no sólo en templos o casas particulares, sino también en tiendas y otros edificios públicos. Al principio uno se olvida e incumple una norma importante de conducta, pero poco a poco se agarra la costumbre.
TREN NOCTURNO A CHIANG MAI La ventana separa/ al mundo de los trenes,/ de los grandes vapores,/ de los hombres a pie,/ del mundo quieto/ de un alma sola. “La ventana”, Manuel Altolaguirre.
Hoy, después de dos días en Ayutthaya, agarré el tren temprano para ir a Lopburi, conocida como “la ciudad de los monos”. En ella destaca el templo Prang Sam Yot, de arquitectura jemer, pero lo más curioso es que los monos son los verdaderos dueños del recinto. Es sorprendente verlos viviendo entre las ruinas arqueológicas o caminando por cualquier lugar de la ciudad entre vehículos y gente. Al atardecer vuelvo a la estación para seguir el viaje hacia el norte. El tren llega a su hora, deja y recoge su carga de pasajeros y vuelve a salir sin demora. Avanzamos rápido, al otro lado de las ventanas está oscuro, la noche se refleja en el agua que inunda los arrozales. Voy en el vagón de tercera clase, soy el único extranjero que viaja en él, los asientos son de madera. La gente es amable, sonríen y me invi-
tan caramelos y cacahuates, algunos me preguntan de dónde soy, intentamos echar plática chapurreando inglés y gesticulando. El vagón va lleno, hace calor, todas las ventanas están abiertas y entran insectos: mosquitos, mariposas nocturnas y hasta chapulines que se acomodan y saltan entre los equipajes. Por el pasillo pasan vendedores de comida, agua, refrescos y frutas, un ambiente que me llevó a recordar los tiempos cuando en México se podía viajar en trenes parecidos, en un escenario similar al que ahora disfruto. Qué pena haberlo perdido; entonces me acuerdo de Zedillo y la Union Pacific Corporation. Cada cierto tiempo paramos en estaciones solitarias. Tengo hambre, compro un plato de arroz con pescado frito, una botella de agua y un helado casero de leche de soja muy sabroso. Todo por 30 bahts, un dólar al cambio. Son muchas horas de viaje pero no me da tiempo de aburrirme, con sólo observar lo que pasa alrededor voy entretenido. Otra de las cosas que me llaman la atención es que para dar las gracias, saludarse y despedirse juntan las manos delante de la cara y luego inclinan la cabeza y los hombros. Es un gesto muy tierno, de humildad y agradecimiento sincero. Al hacerlo te contestan de la misma forma y sientes que se establece un punto de encuentro, de entendimiento. Es casi medianoche, nos detenernos en Phitsanulok, una estación grande donde hay más movimiento. Se bajan los últimos vendedores y los pasajeros intentamos dormir sobre los duros asientos. El tren no descansa y consume en instantes las horas de la noche, me mantengo en un duermevela confuso, recurrente como el sonido de la marcha. De madrugada llueve y refresca el ambiente, sólo el aire cruza los pasillos. A las 5 de la mañana entramos en Chiang Mai, donde termina la ruta norte del ferrocarril, a 700 km. de Bangkok. Chiang Mai es la ciudad más importante del norte de Tailandia y requiere un capítulo aparte. Cuando nos detenemos aún no amanece y recuerdo unos versos de Emilio Prados: “Pasa el tren de la Noche/ sobre sus paralelas/ dejando atrás cosida la puntada/ y tejiendo delante tela nueva.”
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Templo en Wat Chaiwatthanaram, Ayutthaya, Tailandia
Billie
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ACASO LA MÁS ORIGINAL VOZ FEMENINA, EXTÁTICA Y QUEBRADA, DE LA HISTORIA DEL JAZZ. CUARENTA Y CUATRO AÑOS DE
FRAGILIDAD Y ORGULLO, DE TEMPERAMENTO Y CLAUDICACIÓN
Augusto Isla
“A
nda, ponme esa música frívola que te gusta”, me decía un amigo enamorado de Vivaldi, de Brahms, de toda esa seriedad que sonorizaba su elegancia cotidiana. Se refería al jazz: música de burdel, música de negros que, al decir de Herbert Marcuse, revoca la Novena sinfonía y “da al arte una forma sensual, desublimada, de atemorizadora inmediatez, conmoviendo, electrizando el cuerpo y el alma materializada en el cuerpo. La música negra es originalmente música de los oprimidos”. Música que no exige, a veces, saber leer las convenciones de su escritura; pero impone, sí, otras exigencias: cuando Billie Holiday cantaba, obedecía a su sentimiento. “No puedo cantar nada que no siento.” Nunca asistió a una escuela de música, pero tuvo dos inspiraciones ge niales: Louis Armstrong y Bessie Smith, a quienes escuchaba en la atmósfera marginal de su niñez y adolescencia. Con ellos, en compañía de sus alegrías, de sus lamentos, forjó un arte radical, más allá de su destino trágico: violaciones tempranas, prostitución, droga, prisiones. En el canto se buscó y se exigió a sí misma trascender, sin importarle el qué dirán, insumisa, renuente a ser una criada como su pobre madre, madre casi niña. Billie cantante de jazz, original como ninguna otra, con un registro vocal limitado pero poderoso, sin el timbre cristalino de Ella Fitzgerald, los amplios atributos de Sarah Vaughan, la dicción esmerada de Carmen McRae. ¿Cantaba o vivía las canciones? Don’t explain, con letra suya, es el testimonio de un amor indulgente cuando descubre las huellas del lápiz labial en la camisa de Jimmy Monroe, su pareja. “No expliques nada. Me complace que hayas vuelto. Eres mi alegría y mi dolor. Amor.” Otra canción, emblema suyo como “God bless the child”, nace de una frase pronunciada por la madre, fervorosa católica. en un mundo dominado por los blancos, terco en sus po-
líticas segregacionistas que reemplazan a la esclavitud, Billie no parecía encontrar su lugar, ni siquiera la definición de su color: demasiado blanca para los negros, demasiado negra para los blancos; a pesar de su éxito, entraba a los hoteles por la puerta trasera, comía en la cocina si bien le iba. “Humillación” era la palabra que la perseguía; la droga, el recurso para sobrellevar aquella realidad insoportable: era la tentación de otros mundos, de unas gotas de felicidad instantánea.
después de pasear entre las mesas de varios centros noc-
turnos de Harlem o de recorrer largos trayectos como vocalista de bandas como las de Count Basie o Artie Shaw, Billie se mueve a sus anchas en el club Café Society en Washington Square. En una atmósfera liberal promovida por c , aquella negrita herida por tanta discriminación se convierte en una gran estrella. Allí, como lo señalado por Luc Delannoy, se forja la imagen mítica de una Billie con las flores de gardenia sobre la oreja izquierda; allí luce impecablemente vestida, digna y serena; allí también nace “Strange Fruit”, un poema de Lewis Allen, seudónimo de Abel Meespol, que denuncia el racismo y nos habla del cuerpo de un negro que pende de un árbol en aquel territorio sureño enfermo de prejuicios étnicos; cuando Billie estrena esta canción deja estupefacta a una audiencia acostumbrada a escuchar de ella, en la línea del song, canciones de amor, baladas comerciales, por así decirlo, aunque de autores talentosos como Gershwin o Porter que Billie, al igual que Armstrong, transforma con el pathos propio del jazz. Y es que Billie es más que una intérprete: reinventa aquello que canta, lo hace suyo, personalísimo, con un toque de excentricidad, si se quiere, que a veces gustaba y a veces no. Pero fue esto lo que sedujo lo mismo a un John Hammond, su descubridor, que a un Norman Granz, productor de sus últimas grabaciones en Verve, cuando Billie, ya un poco o un mucho marchita, conservaba la identidad de su estilo, sensibilidad melódica, fraseo.
Aunque inclasificable, joachim berendt considera a Billie como la gran cantante del understatement: elegancia, sensibilidad, refinamiento, a veces roto por los arrebatos, como aquello de levantarse el vestido y mostrar los glúteos cuando le disgustaba la reacción del público. Pues Billie, aunque amada por sus oyentes, nunca abandonó su temperamento irritable, crecido con los años cuando descendía de sus paraísos. para el gusto de muchos , los mejores años de Billie fueron
aquellos en los que celebró nupcias musicales con Lester Young, cuando el saxofón de éste, protector, acentúa los valores sonoros de su voz con un swing cadencioso y tranquilo. Cuatro años, de 1937 a 1941, duró la fraternidad de una “realeza” en la que ella pasó a ser Lady Day y éste Prez, el presidente; fraternidad cómplice en la música y en la
Billie Holiday en el Tribunal a finales de 1949, llevada por una disputa de contrato
droga que nos dejó versiones inolvidable de “Man I love”, “Time On My Hands”, “Fine and Mellow,” “I Can’t Get Started”… En el seno de la orquesta de Teddy Wilson, ella alcanza la cima de su arte; una cima que la llevaría a la es cena del Metropolitan Opera de New York en ocasión de un concierto organizado por la revista Esquire, a las páginas centrales de la revista Life, a reconocimientos aquí y allá, como aquel recibido de manos de Jerome Kern. No dudo que, en aquellos días, Billie haya logrado sus mejores frutos; pero, como apunta James Isaacs, la pér dida de aquella exuberancia la compensó, más tarde, en los años cincuenta, con una entrega conmovedora. De suerte que las grabaciones con sus amigos Ben Webster y Benny Carter en el saxofón, Harry Edison en la trompeta, Jimmy Rowles en el piano y Barney Kessel en la guitarra, suenan formidables en baladas como “Prelude to a Kiss”, “I Don’t Want to Cry Anymore”… y a pesar de todo , la insatisfacción, la soledad, los matri-
monios fallidos, los amantes ocasionales, la heroína como
Holiday , la cumbre y el abismo
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Abajo: Billie Holiday con su marido Louis McKay, circa 1952
Billie en el Club Bali con Al Dunn en la batería y Bobby Tucker al piano, Washington dc
la estúpida historia de Estados Unidos. Como todos los iconos de una sociedad promisoria y cruel, Billie sólo sobrevivió con el apoyo del artificio de las drogas en la entraña de una sociedad opulenta y, al propio tiempo, pobre. La redimió el canto; la mató la heroína. en 1956, billie publicó sus memorias bajo el título de Lady
Sings the Blues. Producto de las conversaciones con William Dufty, la narrativa es una mixtura de confesión sincera, fabulación, reflexiones, descripción de atmósferas, anecdotario dudoso, como aquello de pasear con Orson Welles. ¿Cuánto hemos de creerle? Cada lector desprenderá sus conclusiones. ¿Qué pretendió? ¿Sincerarse, obtener un poco de dinero en el tiempo aquel en que Nueva
consuelo, que en 1947 la conduce a prisión. Sociedad puritana y represiva, la estadunidense criminaliza su adicción. La policía, obscenamente dura, como diría Vicente Verdíu, entonces como ahora mismo, pasa por alto el renombre o, tal vez por eso, la persigue, y los médicos nunca comprenderán la raíz de ese drama individual, “nunca llegan tan a fondo como para saber qué es lo que en verdad te corroe el alma”, dice la propia Billie. Cuando sale de prisión al año siguiente ha perdido la licencia para cantar en centros nocturnos neoyorquinos; sólo le quedan el Carnegie Hall y el Teatro Apollo. fortaleza y vulnerabilidad . quien se inventó a sí misma,
se dio una identidad y con sobresaliente intuición pudo encumbrarse, nunca dejó de ser aquella criatura vulne rable maltratada por la prima Ida y, después como mujer, víctima de parejas infieles, de vividores como John Levy, que le administraba hasta el último centavo. Billie lo tuvo todo: la fama, el Cadillac, los visones. Y a la vez careció de lo esencial: una intimidad plena, esa capacidad para vencer la melancolía que produce, casi irremediablemente,
A la edad de 2 años en 1917
York le cerró las puertas, conmover a la opinión pública con un texto explosivo? No importan etiologías. Nos es entrañable de cualquier manera. ¿Su verdadera historia? Tal vez ni ella la conocía. el crepúsculo de su vida fue previsiblemente triste.
Eleonora Fagan –pues tal era el nombre con que fue registrada Billie– muere en un hospital de Nueva York a los cuarenta y cuatro años, en 1959. Vivió entre la Depresión amenazadora y el optimismo de la postguerra en un país que acarició el sueño planetario. ¿Cuál sería el balance de su existencia en el lecho de muerte? ¿Había sido vana o, pese a las adversidades, se sintió plena? Acaso llegó a pensar que su nación no era lugar para la esperanza
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Cómo John Berger La mirada de Berger. Foto: Víctor Camacho/ La Jornada
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ace unas semanas el cuadro Les femmes d’Alger, pintado por Picasso en 1955 (hace sesenta años), se vendió en Christie’s de Nueva York por la suma de 180 millones de dólares. Parte de la decisión de pintarlo fue inspirada por el deseo de anunciar su respaldo al pueblo argelino en su lucha y su guerra contra el colonialismo francés, que comenzara un año antes. Hoy es día de la Ascensión, cuarenta días después de la Pascua. Según los Evangelios, ése fue el día en que Cristo, como lo testimoniaron sus discípulos, ascendió por el aire hacia los cielos. Y en la tierra la gente quedó abandonada a su suerte. La semana pasada estuve dibujando, más que nada flores, motivado por una curiosidad que poco tiene que ver con la botánica o la estética. Me he estado preguntando si las formas naturales –un árbol, una nube, un río, una piedra, una flor– pueden mirarse y ser percibidas como mensajes.
Stone with holes
Mensajes –no hace falta decir más– que nunca pueden verbalizarse, y que no están dirigidos particularmente a nosotros. ¿Es posible “leer” las apariencias naturales como textos? Para mí no hay nada místico en este ejercicio de dibujo. Es un ejercicio gestual cuyo propósito es responder a diferentes ritmos y formas de energía –que me gusta imaginar como textos de un lenguaje que no se nos ofreció para leer. Y no obstante, conforme trazo el texto me identifico físicamente con la cosa que estoy dibujando y con la inconmensurable lengua madre en que está escrita. *** En el orden global totalitario del capitalismo financiero especulativo en el que vivimos, los medios no dejan de bombardearnos con información, pero esta información es casi siempre una diversión planeada, que nos distrae la atención de lo que es cierto, esencial y urgente. Mucha de esa información tiene que ver con lo que alguna vez llamamos política, pero ahora la política fue subsumida por la dictadura global del capitalismo especulativo, con sus comerciantes y grupos bancarios de presión. Los políticos, tanto de derecha como de izquierda, continúan en sus debates, en sus votaciones, en la aprobación de resoluciones, como si no fuera así. El resultado es que su discurso no se refiere a nada. Es inconsecuente. Las palabras y los términos que utilizan y repiten –como terrorismo, democracia, flexibilidad– se vaciaron de cualquier significado. A lo ancho del mundo sus públicos siguen sus cabezas parlantes cual si atisbaran un interminable ejercicio escolar o una clase donde aprendieran retórica. Pura mierda. Otro capítulo de la información con la que nos bombardean se concentra en lo espectacular, en los eventos violentos y chocantes dondequiera que ocurran por el mundo. Asaltos, terremotos, embarcaciones capturadas, insurrecciones, masacres. Una vez mostrados cualquier espectáculo es reemplazado por otro. Casi no existen explicaciones pacientes ni seguimientos. Nos llegan como impactos, no como historias. Son el recordatorio de la impredictibilidad de lo
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La semana pasada estuve dibujando, más que nada flores, motivado por una curiosidad que poco tiene que ver con la botánica o la estética. Me he estado preguntando si las formas naturales –un árbol, una nube, un río, una piedra, una flor– pueden mirarse y ser percibidas como mensajes.
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DE LA NATURALEZA LEÍDA COMO UN TEXTO NO ESCRITO QUE SIN EMBARGO NOS HABLA. DE LA DESHUMANIZACIÓN DEBIDA A LA ABSTRACCIÓN DE LAS CIFRAS, POR EL ESPECTÁCULO IMPACTANTE SIN DESCIFRAMIENTO
que puede ocurrir. Demuestran los factores de riesgo en la vida. Añadamos a esto la práctica lingüística utilizada por los medios en su representación y descripción del mundo. Es muy cercana a la jerga y lógica de los expertos en administración y manejo. Cuantifica todo y casi no hace referencia a la sustancia o a la cualidad. Se ocupa de los porcentajes, de los virajes en las encuestas de opinión, de las cifras del desempleo, las tasas de crecimiento, las crecientes deudas, las estimaciones de dióxido de carbono, etcétera, etcétera. Es una voz que se siente a gusto con los dígitos pero nada tiene que ver con los cuerpos vivos, o con los que sufren. Y no habla ni de remordimientos ni de esperanzas. Entonces, lo que se dice públicamente y el modo en que se dice promueven una especie de amnesia cívica e histórica. La experiencia nos es arrebatada. Los hori-
resistir a las fuerzas del Izquierda: Clematis
28 de junio de 2015 • Número 1060 • Jornada Semanal
olvido
zontes del pasado y el futuro se borronean. Estamos siendo condicionados a vivir en un interminable e incierto presente, reducidos a ser ciudadanos en el Estado del Olvido. Mientras, lo que ocurre a nuestro alrededor va de mal en peor. El planeta se sobrecalienta. La riqueza del planeta está siendo concentrada en menos y menos manos, mientras la mayoría está mal alimentada, no encuentra sino comida chatarra o de plano pasa hambre. Más y más millones de personas están siendo forzadas a emigrar con ínfimas posibilidades de sobrevivir. Las condiciones laborales se tornan más y más inhumanas.
Red rose, Dying camelia y Yellow rose
Foto: Cristina Rodríguez/ La Jornada
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Son textos de la naturaleza, del universo, y nos recuerdan que la simetría coexiste con el caos, que el ingenio puede burlar las fatalidades, que lo que deseamos nos tranquiliza más que las promesas.
Aquellos que están listos para protestar contra lo que ocurre hoy, o resistir ante esas fuerzas, son legión. Pero los medios políticos para hacerlo son por el momento poco claros o están ausentes. Necesitan tiempo para desarrollarse, así que hay que esperar. Pero cómo esperar en tales circunstancias. Cómo esperar en esta condición de olvido. Recordemos que el tiempo, como lo explicaron Einstein y otros físicos, no es lineal sino circular. Nuestras vidas no son puntos en una línea –una línea que hoy es amputada por la voracidad instantánea del orden capitalista global sin precedentes. No somos puntos en una línea, somos los centros de círculos. Tales círculos nos rodean con testamentos dirigidos a nosotros por nuestros predecesores desde la Edad de Piedra, y por textos que no se dirigen a nosotros pero que nosotros presenciamos. Son textos de la naturaleza, del universo, y nos recuerdan que la simetría coexiste con el caos, que el ingenio puede burlar las fatalidades, que lo que deseamos nos tranquiliza más que las promesas. Entonces, sostenidos por lo que heredamos del pasado y por lo que testimoniamos, tendremos el coraje para resistir y continuar resistiendo en circunstancias aún inimaginables. Aprenderemos a esperar en la solidaridad. Y al infinito seguiremos valorando que juremos y maldigamos en todas las lenguas que conocemos
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T raducción de R amón V era H errera
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LEER En presencia de un payaso, Andrés Barba, Anagrama, España, 2014.
DE INTERIORES Y BÚSQUEDAS
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RICARDO GUZMÁN WOLFFER
a historia de un físico que, mitad por casualidad, mitad por hacerle caso a su ayudante, hace un descubrimiento en el laboratorio, es el punto de partida para esta novela del multipremiado madrileño Barba (1975). El ritmo del texto va del monólogo interior a lo analítico (uno de sus premios es de ensayo), para lograr una sostenida trama que habla de individuos, familia y hasta de España como concepto. Con varias líneas temáticas entrelazadas, el punto central es la confusión que el físico tiene para hacer la autosemblanza que le piden en la importante revista científica “yanqui” que publicará la reseña de su descubrimiento. Mientras trata de encontrar una voz para el pequeño texto, nos enteramos de su matrimonio y la infidelidad de la esposa pero, sobre todo, de que su cuñado es el rey de los payasos españoles. A la muerte de la suegra del físico, los dos hijos deben reunirse para resolver qué hacer con los bienes de la madre. Parte del acierto de la trama es establecer que, aunque el cuñado es el rey de los payasos, cualquiera de los personajes puede serlo, en tanto que actúa bajo una máscara: el científico exitoso guarda las vejaciones causadas por la infidelidad de la esposa, por la aparente homosexualidad del padre (lo que podría ser la causa del abandono marital sufrido por éste) y hasta por la aparente imposibilidad de escribir la semblanza. Podría serlo el padre que, luego de una vida marital, advierte cuánto desconoce a su mujer, que lo ha dejado por un feo (dice ella en la carta) y cómo se le dificulta relacionarse con el hijo físico, quien evita ir a la casa paterna a toda costa: hasta que se entera del abandono marital materno. Podría serlo el cuñado payaso, pero no por su trayectoria como verdadero rey de la comedia española, sino por la nueva vida que ha escogido en otro país para escudarse en el anonimato y conseguir una pareja que desconoce por completo la fama del comediante en España. Incluso el payaso del título podría ser España, como concepto: aunque suele engendrar sus payasos “correctos” que usan los estereotipos nacionales para agradar a un público aparentemente incapaz de exigir novedades (¿le suena conocido?) el propio comediante, el cuñado payaso, se torna crítico, ácido y hasta usa extranjerismos para evidenciar por contrapunto el nacionalismo español que en ciertas épocas ha sido inocultable, pero risible: “bastaba con sentarse a observar con paciencia y los propios políticos acababan haciendo de sí mismos personajes cómicos”, (¿le suena?). Habla del humorismo español derivado de la falta de sentido del humor y de “un extraordinario miedo al ridículo”. Empero, en la trama, el payaso es sólo una referencia, pues el personaje se ha transformado y lo que interesa es cómo lo mira su cuñado el físico en su personal proceso, especialmente referenciado al padre y a una vida de desapego. Una novela que confirma al autor como uno de los posicionados en el mercado hispanoparlante.
28 de junio de 2015 • Número 1060 • Jornada Semanal
El canto del aeda. Testimonio de Carlos Montemayor, Pablo Espinosa, Universidad Autónoma de Nuevo León, México, 2015.
CANTAR POR ESCRITO IGNACIO SOLARES Hace ya algunas décadas, varios jóvenes chihuahuenses dejamos nuestras montañas, nuestras planicies, nuestros ríos, nuestras fronteras, para venir a Ciudad de México. No teníamos parientes políticos, ni famosos ni ricos; no teníamos amigos influyentes, ni conocíamos directores de periódicos. Pero comenzamos a reunirnos, convocados por Carlos Montemayor, y a ayudarnos entre nosotros: Víctor Hugo Rascón Banda, Sebastián, Benjamín Domínguez, Joaquín-Armando Chacón, José Vicente Anaya, Carlos y yo mismo. Compartimos trabajos, lecturas y veladas cálidas y a veces interminables, rociadas con vino y en las que al final, por supuesto, Carlos cantaba. Nuestras familias, la de Carlos y la mía, estaban emparentadas, por lo que nos frecuentábamos desde pequeños. Carlos desde niño era como siempre fue. A Pablo Espinosa le conté una escena, que ahora reproduce en El canto del aeda: "Jugábamos a las pistolitas. Carlos se unía al juego vestido de manera muy elegante; a veces traía guantes, procuraba no mancharse de lodo contrario al resto. Un día llegó muy contento con su cinturoncito de funda doble: dos pistolitas doradas pendían de los flancos de su cintura. Bang bang bang. Jugábamos. Desenfundaba, soplaba el humo invisible de la boca del cañoncito, volvía a enfundar. Nosotros mascábamos tranquilamente chicle. Carlos, niño muy educado, quería chicle, pero no quería pronunciar palabra tan “callejera”. Pidió entonces: oigan, ¿no me convidan de esa sustancia masticable que tienen en la boca? Ay, este, pues. Seguro será de grande académico de la lengua, decía yo." Y en efecto: al pasar de los años Carlos fue miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. Ya en la adolescencia estudiábamos la preparatoria en Chihuahua –él en el Instituto y yo en el Regional– y nos veíamos con frecuencia para intercambiar lecturas y dudas sobre Dios y la religión. Coincidimos en la Sierra Tarahumara en un viaje al que nos llevaron nuestros profesores. Luego, al salir de la preparatoria, vinimos a estudiar a Ciudad de México, en la unam , él derecho y yo letras españolas. Alguna vez nos encontramos en uno de los viajes que hacíamos a visitar a nuestras familias en los Autobuses Chihuahuenses. Era sorprendente su capacidad para, en cierto momento, interrumpir una discusión abismal sobre literatura o religión, apagar su luz y decir categórico: “Es hora de dormir”, lo que conseguía enseguida, igual que despertarse cinco o seis horas después –el viaje duraba más de quince– sin padecer algunas de las formas del insomnio o de eso que llamamos duermevela. Él creía que esa capacidad para dormir cuando le viniera en gana tenía que ver de alguna manera con su creencia en lo “mágico primordial”, anterior a los razonamientos y desvíos de nuestra cultura occidental. Le gustaba citar a Paul Éluard: “Hay Otro mundo, pero está en éste.” Carlos Montemayor fue, por sobre todas las cosas, un gran escritor, traductor, maestro, defensor de las
mejores causas de los desprotegidos, apasionado de la música, pero también tuvo un alto concepto de la amistad. Porque la amistad, como en la que creía Carlos, es una fuerza profunda, que afirma y reafirma la vida. La amistad nos hace crecer y nos engrandece. Su secreta urdimbre nos lleva más allá de nuestra pobre soledad individual. El trabajo del amigo nos hace mejores, sus éxitos nos tornan más victoriosos, su talento nos eleva. La amistad es una pasión quizá más fuerte que cualquier otra, que nos hace ser más de lo que somos. Todos los años y en especial algunos de los momentos que compartimos Carlos y yo son ahora uno de los tesoros de mi memoria mejor protegidos. Precisamente este libro de Pablo Espinosa es un testimonio de la amistad que prodigaba Carlos Montemayor. Se trata de un trabajo de cariño y gratitud por parte de su gran amigo y discípulo Pablo, con quien lo unía una de sus más grandes pasiones: la música. El objetivo del libro, nos cuenta Pablo, es que “las nuevas generaciones se enteren de que existió un hombre cuyo trabajo contribuyó a hacer este un mundo mejor, pues no solamente dejó una serie de libros extraordinarios, sino que su ejemplo, la manera como vivió, trabajó y produjo, es un modelo a seguir para quienes nos obstinamos en la utopía”. El libro es un trabajo múltiple, proteico, como la vida del propio Carlos Montemayor y la inquieta pluma de Pablo Espinosa. Se inicia con varios textos testimoniales de un puñado de personas que conocimos y disfrutamos a Carlos —Victoria Montemayor, Susana de la Garza, Natalia Toledo, Mónica Mateos, José Gabriel Ríos Cortés—, que sirven como retrato introductorio de la versátil personalidad de Carlos. Así también incluye una amplia iconografía con fotos de Carlos en las que aparece con amigos escritores, con Fidel Castro durante su viaje a Cuba, en su estudio, con amigos indígenas de las diversas etnias del país, fotos familiares, de su infancia y juventud, con luchadores sociales, y durante sus ensayos y conciertos como tenor. En medio de todo esto se desarrolla propiamente El canto del aeda de Pablo Espinosa, texto en el que se combinan la crónica, el reportaje, la entrevista y el relato memorioso de las andanzas del autor con Carlos Montemayor en una faceta no tan conocida para el gran público, pero que sus amigos disfrutábamos siempre en la intimidad de tertulias inolvidables. “De entre todos sus quehaceres –cuenta Pablo–, además de su vida académica, literaria, de luchador social, la música fue su más grande amor. Nació antes que su amor por las letras.” En efecto, a la edad de nueve años, Carlos vio a un minero tocar la guitarra. “Lo que llamó la atención del niño Carlos fue que de esas manos ásperas, agrietadas, casi fieras, sus uñas duras, negras, quebradas, nacía belleza.” A partir de ese asombro, la pasión por la música nunca lo abandonaría. Casi de inmediato, se enfrascó en el aprendizaje del instrumento con el profesor Rito Jurado, quien le dio clases, durante dos años, de lunes a sábado, entre la una y las dos de la tarde, en numerosas cantinas de Parral, porque a esa hora estaban vacías y tranquilas. “Desde ese momento tengo la idea de que todas las cantinas del mundo son serenas, limpias y pacíficas”, le contó a Pablo. Por las tareas literarias, la vocación musical de Carlos no siempre fue pública, pero nunca dejó de prepararse a fondo con diversos maestros, como Roberto Bañuelas e Inés Rivadeneyra, hasta que se sintió listo para dar conciertos y grabar discos, el primero de ellos titulado El último romántico. Vendría después el álbum doble Canciones napolitanas e italianas, y más adelante Canciones de María Grever. Ya póstumamente aparecerían Zarzuela y cantos de España y Concierto mexicano.
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LEER
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Para Carlos el canto estaba íntimamente ligado a la poesía; no podía entender una sin la otra. Su convicción y fuerza era la siguiente: La voz es el sonido de nuestra especie: así suena el cuerpo humano, así vibra la realidad humana, es la fuerza de la tribu. El canto convoca a toda la especie y esa es toda la gracia del arte vocal en sus distintos momentos, espacios, alturas, fortaleza o suavidad. La música vocal es la que comunica más rápida y profundamente a los humanos. Es la esencia de lo que somos. Pablo Espinosa cuenta el episodio en que, como parte del jurado del Premio Casa de las Américas, Carlos fue a La Habana y conoció a Fidel Castro, con quien compartió una memorable tertulia en la que el Comandante le pregunta sobre los zapatistas que se han levantado en armas en Chiapas: que cómo son los zapatos, los uniformes, las estrategias que usan. Fidel lo acribilla con preguntas. Carlos le responde: “Comandante, los zapatos de la mayoría de los zapatistas son de piel humana; van descalzos; sus rifles son de palo; los paliacates cubren una parte de su rostro e incendian su mirada.” Ya después se pondrán a platicar de literatura y Carlos le dirá a Fidel: “Lo que hicieron los cronistas ágrafos como Homero no fue sino poner la vida en literatura. La intensidad de la vida. La literatura. La realidad. El fluir. Eso nos da la literat u r a , Comandante.” Custodio de esa llama inapagable de nuestras lenguas indígenas, Carlos Montemayor prestó especial atención a los tarahumaras en sus años juveniles y, después, sobre ellos escribió un libro admirable: Pueblo de estrellas y barrancas, del que utilicé estas líneas reveladoras como epígrafe en una de mis novelas: “Los tarahumaras caminan incansablemente hasta situarse como otra estrella en el mundo, al que sostienen con sus ritos y creencias para que viva, para que permanezca.” Es realmente admirable suponer –como suponen ellos mismos– que una comunidad en plena extinción por el hambre y la marginalidad, sea el sostén del mundo, uno de los pilares que le impiden caer en el vacío, con toda la fe y el pensamiento mágico que ello implica. Carlos lo creía realmente y esa creencia marcaría su postura política –con sus excesos, quizás inevitables– y buena parte de su literatura. Suponía que la humanidad empezará verdaderamente a merecer su nombre el día en que haya cesado la explotación del hombre por el hombre. A finales de 1972, entré a trabajar con Octavio Paz en la revista Plural y en mayo de 1973 Paz nos cedió la dirección de la revista a tres jóvenes escritores para hacer un número, precisamente, sobre la joven literatura mexicana: Esther Seligson, Carlos Montemayor y yo. Es un número sintomático, tanto por los que están, como por los que faltan. Carlos eligió a los poetas: Alejandro Aura, Joaquín Xirau, Jaime Reyes, Mario del Valle, Carlos Isla, Carlos Páramo, Ulises Carrión, José Joaquín Blanco, Daniel Leyva… Esther y yo a los prosistas: Luis González de Alba, Federico Campbell, José Agustín, Gustavo Sainz, Hugo Hiriart, Agustín Monsreal, Juan Tovar… Por esas fechas, Esther, Carlos y yo nos fuimos a celebrar al restaurante Cucú, en Insurgentes y Coahuila –era
medio sórdido, pero muy barato– que a Carlos le hubieran dado el Premio Villaurrutia por su libro de cuentos Las llaves de Urgell. Recuerdo que en algún momento nos dijo: “Ningún otro premio que puedan darme será más importante que éste, porque éste me permitió confirmarme en algo que siempre he tenido dudas: que soy escritor por encima de cualquier otra cosa.” Como esos ríos de la sierra de Chihuahua, que se hacen y se deshacen, aparecen y desaparecen, se dispersan en infin i d a d d e a r ro y o s y s e j u n t a n e n l o s barrancos, alisando las rocas, labrando cauces de granito o lamiendo los troncos de los pinos, llenándolo todo con su murmullo cantarino, su grito ronco o su prolongado alarido al caer –como una serpentina de plata– en forma de cascada, así la literatura de Carlos, en especial su poesía, iluminó y transmitió lo mejor de su tierra, de la que siempre fue tan orgulloso. Por eso este libro de Pablo es y será fundamental para conocer en todos sus aspectos a Carlos • Puerta al infierno, Stefan Kiesby, Claudia Cabrera (traductora), Almadía-cnca dgp, 2014.
DONDE SÓLO EL OLVIDO QUEDA HÉCTOR IVÁN GONZÁLEZ
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uerta al infierno, de Stefan Kiesbye (Alemania, 1968), es la crónica fragmentaria de un pueblo fantasma, Hemmersmoor, que pudo ser una ciudad de relevancia, pero que simplemente se quedó en un malogrado pueblo polvoso que trae remembranzas inquietantes. Un poblado donde han tenido lugar varias historias protagonizadas por familias que se van desarrollando conjuntamente. A la manera en que sucede con pequeños villorrios que viven compartiendo anécdotas e historias catastróficas, la trama de los personajes de Puerta al infierno presenta las diferentes perspectivas de jóvenes que vieron la manera en que los destinos se entrecruzaban para dar realidad a experiencias eróticas inaugurales, lo mismo que a desencuentros o muertes trágicas. Con esta novela, Kiesbye rinde un homenaje a clásicos de la literatura norteamericana como Winsburg, Ohio de Sherwood Anderson y sobre todo a Mientras agonizo de William Faulkner. Sin embargo, a diferencia de estos dos autores, Kiesbye ha conseguido impregnar a los personajes de una malicia – casi diría– gótica, pues hay un toque de perversión o de maldad en ellos. Los habitantes se hacen daño entre sí, pero no se trata de esa suerte de daño inocente, como el que ejecuta el padre de los Bundren de Mientras agonizo, quien, con tal de obtener su objetivo, destruye la vida de su progenie; aquí se trata de una maldad deliberada. Incluso cuando los personajes narran sus actos –breves, espontáneos, casi imperceptiblemente–, uno se da cuenta de que había un fin, un objetivo por el cual no podían contenerse de
En nuestro próximo número
dañar. También está presente la figura de lo no terreno, la relación con situaciones que parecieran tener vínculos con el inframundo. Aunque haya una suerte de sugerencia de que se debe a la locura de alguno de los personajes, la intromisión de situaciones paranormales es un ingrediente con el que Kiesbye aumenta la tensión durante la lectura. Al mismo tiempo que la historia va perfilando las biografías de los personajes, que ven todo como si fuera por primera vez, salen a relucir los defectos añejos de la comunidad: la mediocridad de los padres, la sujeción a la familia rica del pueblo, los crímenes de señoras que parecen ser convencionales amas de casa. Asimismo, está presente la forma en que el tiempo lo va arruinando todo. Stefan Kiesbye es un autor de numerosos recursos que parece obsesionado con retomar algunos elementos de la tradición norteamericana y fundirla con la tradición del horror europeo, ya que experimenta narrativamente, al darle voz a personajes femeninos, Anke y Linde, y aborda la sexualidad incluso desde el fenómeno de la violación. Alex me tomó del brazo y él negó con la cabeza. Después puso la mano en mi otro seno. […] Hubiera podido gritar, hubiera podido tratar de abrir la puerta y salir corriendo, pero no quería que Alex me fuera a golpear.
Quizá sea una de las virtudes de Puerta al infierno esta suerte de aproximación a la perspectiva de los personajes, pues trasciende que a veces no se interrumpe una violación para evitar una situación peor: se acepta la violencia sexual por no sufrir el dolor de los golpes. Asimismo, Kiesbye deja entrever la forma en que los mitos, las creencias, pueden permanecer en sociedades donde conviven la hechicería y la industrialización. Empezaron a escucharse rumores de que el espíritu de la limosnera había sido visto a orillas del Droste, y cuando dos semanas después dos chicos sacaron a una niña muerta de las aguas, la atención del pueblo se concentró en ese nuevo y grave peligro. […] Muchos animales habían sido golpeados hasta la muerte para exorcizar el mal espíritu de la limosnera.
De tal suerte que estos personajes, Anke, Linde, Martin, Alex y Christian se van cargando de significado a medida que avanza la historia, ya que, de la imagen inicial, cuando vemos que el protagonista los observa, al presente –ahora que ha vuelto después de muchos años– se concreta la historia de unos personajes de los que “ya nadie se acuerda”. Para quienes buscan en la novela una empresa donde el tiempo sea extendido, las historias se abismen en las diferentes mentes de los personajes, Kiesbye propone una historia de puertas que dirigen a otras puertas para, al final del trayecto, regresar a algo que parece el inicio, pero que no se tiene la certeza de que sea así– •
LOS PAISAJES EMOCIONALES DE GUNTHER GERZSO Germaine Gómez Haro Irlanda, tierra de santos y de sabios
El prodigioso Jean Ray
ARTE Y PENSAMIENTO ........ Agustín Ramos
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Naief Yehya
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A PRIMERA NOVELA DE Fanny Ávila Jiménez (Morelia, 1990) narra la historia de Alicia, oficinista y madre de Paloma. Su asunto es el incendio de la guardería abc el 5 de junio de 2009 en Hermosillo. Organizada en cuatro partes y empleando la forma de diario, Paloma querida comienza así el 5 de mayo de 2009: "A la salida fui por Paloma, que nuevamente me sorprendió con uno de sus dibujitos… Sí, yo sé. Todos los papás deben decir lo mismo de las creaciones de sus hijos, pero los de ella… ¡Caray! Sí que tienen estilo. Se parece tanto a Cristian…" Cristian, pareja de Alicia y padre de Paloma, ha muerto de cáncer dos años atrás. El 24 de mayo de 2009, día en que los suegros han ido a visitar a su nieta, la narradora recuerda: "La noche que me invitaron a cenar por primera vez no pararon de preguntarme cómo nos habíamos conocido, qué quería hacer yo en la vida, quiénes eran mis papás… Fue muy incómodo. Y ni qué decir de su reacción cuando se enteraron de que viviríamos juntos. Aunque aceptaron, les costó trabajo reprimir sus comentarios acerca de la falta de una boda formal… " El 4 de junio de 2009, en la anotación que cierra la primera parte, Alicia escribe: "¿Voy o no voy? ¿Tú qué opinas?... Mañana sabrás la respuesta. Verás si hice mi vida normal o fue un día negro como muchos otros… Paloma me espera, y la estufa con una quesadilla también. Buenas noches. Gracias por tus buenos oídos, querido pedazo de hoja." La segunda parte de la novela comienza con aullidos que sólo el 15 de septiembre conseguirán una coherencia desquiciada, desquiciante: "¡Viva México, cabrones!... ¡Viva Hermosillo! ¡Vivan las guarderías! ¡Vivan las tragedias nacionales! ¡Viva la maldita corrupción!... ¡Viva el honorable presidente de México, Felipe Calderón Hinojosa! ¡Viva el gobernador Eduardo Bours Castelo! ¡Viva la respetable Margarita Zavala!" La ola de ira que tunde al imss , al dif , a la Iglesia pederasta, a la misma protagonista y al diario “pedazo de hoja”, va registrando la demolición de Alicia con balbuceos puntuales, económicos, verosímiles, hasta desembocar en un galimatías donde lo único descifrable son las siglas ab cabcabcabcabc
La tercera parte consiste en un renacer que, con su técnica esencial –si se me permite la paradoja– y con la quemante emoción epidérmica de quien ha padecido trances equiparables, obliga a leer y a vivir un parto agónico, literal. La primera nota de esta etapa, del 23 de julio de 2010, se va alejando del delirio sin librar por completo el alar ido de la memoria ni los reclamos al absurdo: "14 de septiembre de 2010. Cristian… ¿En dónde estás? ¿Por qué permitiste que Paloma se fuera…? […] 11 de octubre de 2010… he visto por casualidad a algunos de los papás que también perdieron a sus hijos en
Decapitaciones y terror: Irak invadida y desgarrada Verdugo en jefe Durante los últimos catorce años, Estados Unidos y sus aliados han lanzando numerosos ataques presuntamente quirúrgicos en contra de líderes de Al Qaeda y otras organizaciones fundamentalistas islámicas en una variedad de países. Estos ataques son promocionados como decapitaciones y parten de la lógica de que al eliminar al líder el grupo se desmorona: cortar la cabeza de la serpiente. Es bastante evidente que la estrategia ha sido un fracaso estruendoso. A esta práctica los extremistas han respondido con su propia campaña de decapitaciones, éstas literales y ampliamente documentadas, que tienen por objetivo provocar terror en el enemigo. Barack Obama llegó a la presidencia en gran medida por su oposición a las guerras e intervenciones de su predecesor. Sin embargo, pronto adoptó la política de las decapitaciones sumarias como un dogma de fe y multiplicó la cuenta de las ejecuciones extrajudiciales. A medida en que nos acercamos al final de su presidencia, Obama no sólo no ha podido cumplir sus promesas electoreras, sino que está a punto de revertir sus paupérrimos logros en el Medio Oriente.
El terror procrea más terror
ese desgraciado lugar… y se ven bien, tranquilos… Un año y cuatro meses después de la tragedia muchos están rehaciendo su vida… Me pregunto cómo le han hecho… Yo no puedo…" ¿Cómo diferenciar un diario literario de un diario común y corriente? ¿Por el carácter ficticio? ¿Por la decisión autoral de recurrir a la estructura de diario para un texto narrativo, como, por ejemplo, Los informes secretos, de Carlos Montemayor? ¿Por el tema, como en La muerte de Virginia, de Leonard Woolf? ¿Porque su autor es un clásico, como Jovellanos sin más o como Goethe utilizando sus reflexiones para Werther? Sin aguardar la respuesta sobre lo que confiere categoría de literatura a un texto, la no-ficción se asienta en las diversas tradiciones modernas. Y Paloma querida se impone como experiencia vital, exclusivamente literaria, que pone a la ficción a denunciar, con la contundencia de una prueba documental incuestionable, con la vehemencia de un testimonio de primera mano y, sobre todo, con la maestría narrativa propia de una estratega consumada. Y mientras intereses obviamente mercantiles posicionan mafiosamente una narrativa más o menos entretenida, más y más desechable, Ávila Juárez renuncia a la comercialización de su sobrecogedora novela Paloma querida (Morelia, 2015, Qvixote Arte Editorial) y la deja en http//ow.ly/NQUcq a entera disposición del lector interesado, bajo condiciones que se pueden consultar en qvixote@mail.com. Hoy se incendia un asilo de ancianos indigentes que operaba sin fines de lucro una ong en Mexicali: la cartografía infernal de la miseria expuesta por Michel Onfray parece un simple espejo frente a nuestra realidad homicida, impune, sin leyes ni vergüenza xyz •
Si bien la guerra más larga en la historia de Estados Unidos es la engendrada por George w. Bush y sus neocones, es claro que los demócratas han sido cómplices entusiastas que han contribuido ampliamente a complicar y extender las consecuencias de la misma. Los ataques del 11 de septiembre y las inexistentes armas de destrucción masiva fueron los pretextos con que Bush, con apoyo bipartidario, lanzó la “guerra contra el terror” y en 2003 la invasión de Irak. Al eliminar a Saddam Hussein y la estructura del partido Baaz, como cualquiera hubiera intuido, se creó un vacío de poder que no podía ser cubierto por un régimen de ocupación ni por títeres impuestos (Nouri al Maliki y Haider al Abadi) para crear condiciones favorables a los intereses de los invasores. La consecuencia fue una guerra sangrienta que ha costado cientos de miles de vidas iraquíes y la aparición de un poder trasnacional que ha logrado aglutinar recursos y milicias con la promesa de un nuevo orden nativo del Medio Oriente, algo que no sucede desde la llegada del imperio otomano. Esta organización es el Estado Islámico o Daesh, una entidad compleja que ha sabido explotar los rencores, la frustración y el miedo de más de una década de ocupación y agresiones, así como las enseñanzas más retrógradas del islam para conquistar un territorio vasto en el Levante donde ha impuesto un reino del terror que, imaginan, se convertirá en un Estado de pureza y vir tud. Para entender la lógica del e i , es apropiado citar a Maximilien Robespierre, un experto en la materia, quien pensaba que: “El terror no es otra cosa que la justicia eficiente, severa, inflexible, es por tanto una emanación de la virtud.” Todos sabemos que Robespierre fue una más de las muchas víctimas del Terror.
Desaires, caos y acusaciones mutuas
Los triunfos y avances recientes de Daesh, especialmente la caída de Ramadi en Irak y Palmira en Siria, pusieron en evidencia la inocultable catástrofe iraquí y el caos de un liderazgo incompetente. El 24 de mayo de 2015, el secretario de la defensa, Ash Carter, declaró que el ejército iraquí no mostró voluntad para pelear. El vicepresidente Biden tuvo que enmendar la ofensa al día siguiente. El 2 de junio Abadi responsabilizó a la coalición por no hacer suficiente para detener al ei y, en una actitud bravucona, anunció que las tribus sunitas apoyarían al gobierno central en su lucha. Para su desgracia, el 4 de junio líderes tribales de la región Ambar declararon que apoyarían al Daesh. El 8 de junio Obama aparentemente desdeñó al primer ministro al Abadi al ignorarlo en la reunión del g7.
El regreso a la ruta del fracaso Ante la ruina de Irak, las opciones de Obama son 1. seguir bombardeando líderes y 2. armar facciones supuestamente moderadas. Dos estrategias que han demostrado ser fallidas. Cuando un blanco valioso es eliminado es reemplazado de inmediato y las balas que un día son repartidas a una milicia aliada terminan en manos enemigas. Obama anunció el 11 de junio pasado que va a enviar cientos de “asesores” militares de regreso a Irak a establecer una nueva red de bases para “apoyar a las fuerzas de seguridad iraquíes en su lucha contra Daesh”. Obama está obligado a mostrar fortaleza y a evitar que vuelva a suceder algo como el ataque al consulado estadunidense de Bengasi en 2012. Las tropas supuestamente no van a combatir (aunque estarán preparadas para hacerlo) pero estarán “cerca del frente”, asesorando, planeando nuevas decapitaciones y distribuyendo más armas para eliminar el terror con otra virtuosa Campaña de Terror •
JORNADA VIRTUAL
ABC literario
TOMAR LA PALABRA
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........ ARTE Y PENSAMIENTO
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola
germaine@casalamm.com.mx
Bienal de la Habana (ii y última)
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A BIENAL DE LA Habana ha seguido dando de qué hablar a lo largo de sus cuatro semanas de intensa actividad. Como se mencionó en la entrega pasada (núm. 1058, 14/ vi /2015), esta duodécima edición estuvo marcada por una atmósfera especialmente festiva que los visitantes percibimos y adjudicamos a los nuevos aires que el pueblo cubano parece estar respirando desde los cambios acaecidos a partir del pasado 17 de diciembre. El arte cubano ha estado siempre impregnado de una connotación política y social, en otras épocas muchas veces censurada, pero en los últimos tiempos claramente evidente, sobre todo en el contexto de las bienales. Llama mi atención que hasta hace pocos años
Proyecto Detrás del muro, Alexander Guerra
el tema de la migración era una de las fuertes constantes en el trabajo de muchos artistas, a tal punto que se volvió un lugar común plasmar en pinturas, esculturas o instalaciones referencias a la imposibilidad del pueblo cubano de viajar libremente, o al hecho dramático de abandonar la Isla en balsas bajo el inminente peligro de perder la vida. Actualmente, se palpan otras tribulaciones en los jóvenes artistas que van en acuerdo con el momento que se vive y con las demandas que no han sido atendidas. Por ejemplo: en la magnífica muestra oficial de arte cubano titulada Zona franca que la Bienal presenta en la Fortaleza de San Carlos de la Cabaña –integrada por 266 artistas de varias generaciones– se perciben denuncias a la censura de la libertad de expresión, a la necesidad de acceso a internet –todavía prohibido en la Isla a la mayor parte de la población– y el cuestionamiento de los jóvenes en cuanto al supuesto “romance” que se está viviendo entre Cuba y Estados Unidos desde el reinicio de las relaciones diplomáticas. Es refrescante ver el ingenio de los cubanos para hacer crítica política con humor negro y un espíritu mordaz, en obras estéticamente atractivas y en las más diversas resoluciones formales y técnicas. Una visita a la Universidad de las Artes (isa) me permitió palpar el nivel de los jóvenes estudiantes de artes visuales que realizan toda suerte de propuestas desde un rigor académico asombroso. La crítica está presente en todo momento, y la esperanza del advenimiento de tiempos mejores se combina con el escepticismo y una cruda desconfianza: entre los claroscuros de su alma, la expresión de los artistas noveles oscila entre la ilusión y la desesperanza, entre el deseo y la frustración. Uno de los mayores atractivos de la Bienal fue la presentación de performances e instalaciones en las calles y en espacios alternativos, como la muestra colectiva Mon-
taña con esquina rota en una fábrica de bicicletas abandonada, o la “escultura sonora” Abatar en la antigua termoeléctrica de Tirapiedra, que consistió en un alucinante concierto de tambores batá. El proyecto Detrás del muro, del curador Juan Delgado, convirtió al malecón habanero en una extensa galería al arte libre, y el reconocido artista Andrés Leyva (Kcho) organizó el Museo Orgánico de Romerillo ( mor ), un proyecto que busca la transformación del entorno social de este barrio marginado en el que meses atrás el artista inauguró el Estudio Romerillo. Laboratorio para el Arte; este espacio cuenta con una sala de exhibición, un taller de grabado y un nutrido programa de proyectos que entreveran la danza, el teatro y la música. Otro espacio recién inaugurado, que causó una gran sorpresa, es la Fábrica de Arte Cubano (fac), un complejo cultural privado gestionado por el controvertido músico x Alfonso, integrado por galerías de arte y diseño (rubro que está creciendo en Cuba con resultados muy afortunados), salas de concierto, cine, cafetería y bar. Ante la imposibilidad de reseñar en dos columnas una Bienal tan amplia, me he concentrado en mencionar sólo unos cuantos proyectos. La diversidad de la población cubana es el centro neurálgico de este magno evento, cuyo mayor logro es la creación de un espacio humano en el que el espectro de las realidades y los sueños se funde en una experiencia artística, antropológica y sociológica que no tiene parangón. El título de la Bienal –Entre la idea y la experiencia– propició prácticas que trascienden el individualismo y abren la brecha a la estética relacional que planteaba Nicolás Bourriaud. Los visitantes experimentamos en La Habana una cultura abierta y viva. La próxima Bienal se desarrollará en un contexto sociopolítico totalmente distinto. La aventura expansiva ya dio inicio •
Sentados al lado de Ornette Coleman
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UE HACE QUINCE AÑOS, en el Anfiteatro del Gesu, cuando transcurría el vigésimo primer aniversario del Festival de Jazz de Montreal (Canadá). Iban a dar las once de la noche, tiempo marcado para el último concierto del cuarto día en nuestra ambiciosa agenda de dos semanas. Con la excitación al tope aguardábamos la aparición del quinteto del saxofonista John Nugent (Ella Fitzgerald, Mel Torme, The Temptations), quien tendría como invitados a Al Foster (batería) y Randy Brecker (trompeta). Estábamos seguros: sería un cuadro pleno de dorados, ámbares, ocres y cobres colisionando a alta velocidad. De pronto, minutos antes de que se abriera el telón, un cuchicheo repentino creció velozmente entre quienes abarrotaban el foro (unas cuatrocientas personas). Todos miraban en nuestra dirección, al centro bajo de las butacas. Desconcertados, recorrimos el entorno inmediato. Cuando íbamos llegando al hombre que ocupaba una butaca de último momento, entreverado con su eco a causa de las muchas voces que lo soplaban, un nombre y un apellido llegaron volando para resolverse en ese rostro negro y serio que quedó de frente al escenario: Ornette Coleman. Efectivamente, el legendario saxofonista se había sentado en la fila posterior, a un par de metros de nosotros. Contrariado por el entusiasmo colectivo, optó por convertirse en cera. Inmutable, esperó que cayera la oscuridad y con ella el imperio de la sombra, cobijo contra el frío de la fama. Para su desventaja portaba una gorra, lo que permitía identificarlo en la penumbra ya con la pupila dilatada. No sabemos si otros melómanos hicieron lo mismo pero, iniciado el concierto, varias veces intentamos ver sus reacciones en medio de un solo particularmente inspirado o al final de un tema rápido y retorcido. Aplaudía pero no mostraba entusiasmo. Seguía sintiéndose observado, él a quien hacía tiempo no le motivaban las multitudes, ésas que lo mismo lo idolatraban que lo abucheaban. Imaginamos entonces –y ahora– lo que le ocurría cráneo adentro: análisis armónicos, juicios melódicos, asociaciones estilísticas, visitas al tiempo en que inventó el free jazz al lado de rebeldes como Don Cherry, Billy Higgins y Charlie Haden, cuando, harto de las tímbricas y discursos convencionales, optó por tocar un saxofón de plástico Grafton –que cuando tuvo dinero reemplazó con un Selmer– y por renunciar a las fuentes escalares que no satisfacían a su espíritu avant-garde. A partir del año 1959 lo suyo sería resquebrajar el temperamento de las progresiones cordales del blues y del rhythm changes a base de tensiones y cromatismos extremos, de cambios de tempo altaneros que sólo de vez en cuando ofrece-
rían melodías clarificadas. Él llamó a su herramienta principal harmolodic (una suerte de disociación entre armonía, movimiento y melodía). Cada vez más desinteresado en los clubes nocturnos, experimentando siempre en el estudio con nuevas tecnologías, desarrolló puentes entre la música, la raza, la política y el lenguaje. Una nota al pie que no es al pie: el artista chino Ai Weiwei dice algo que calza con el pensamiento de Coleman: “Todo es política. Todo es arte.” El caso es que para Ornette el free jazz fue también una reivindicación del be bop y del hard bop, respuestas afroamericanas frente a un establishment preeminentemente blanco. No es gratuito que en la mítica charla que sostuviera con el filósofo Jacques Derrida, padre de la desconstrucción, publicada en la magnífica revista gala Les Inrockuptibles en 1997, Coleman revelara el origen de su composición más conocida, “Lonely Woman”, fruto de la reflexión frente a un cuadro donde una mujer blanca, pintada con toda riqueza material y física, exhibía tristeza y solitud. Superponiendo paradojas, sutilezas agridulces entre las melodías que bailan a dúo y la base rítmica del maravilloso álbum The Shape Of Jazz To Come (título soberbio y agorero), el saxofonista trazó como respuesta un cuadro aéreo novedoso e indeterminado en el que el escucha se perdía si seguía una brújula ordinaria. Se puede hallar la entrevista completa, entre muchos otros textos alrededor de su obra, en el abisal sitio de arte contemporáneo Ubuweb (ubu. com). Allí Coleman le dice a Derrida: “Pienso que el sonido tiene una relación más democrática con la información; no se necesita del alfabeto para entender la música.” Atendiendo a ello y al privilegio que fue escuchar a Randy Brecker a su lado, detenemos estas palabras a pocos días de su muerte y le recomendamos ampliamente que busque, además del disco mencionado, los trabajos: Dancing In Your Head, The Art Of The Improvisers y Free Jazz. Escúchelos como quien mira pinturas con el corazón abierto y el cerebro apagado. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
@LabAlonso
ARTES VISUALES
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ARTE Y PENSAMIENTO ........ Ana García Bergua
28 de junio de 2015 • Número 1060 • Jornada Semanal
Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch
¿Sí? S UN CAMBIO SUTIL. Algo que ha ido sucediendo en los últimos años, o por lo menos hace un par de décadas no era así. La gente preguntaba: ¿me da esto, me da lo otro, vendrá aquí o allá? No anteponía ese “sí”, que es una especie de confirmación de una promesa. ¿Sí me abre la puerta?, me pregunta el señor que trae el botellón del agua, como si antes se lo hubiera prometido. O, ¿sí me paga la compostura?, pregunta el plomero, o ¿sí me dice si vendré el viernes?, o ¿sí me da para comprar refrescos? Antes, en todo caso, se anteponía el no: ¿no me da para tortillas?, ¿no me dice qué horas son, por favor? En unos años, cambiamos un “no”, por un “sí”, una pregunta directa por
una especie de confirmación que viene de otro tiempo inexistente. Será una tontería, pero a mí me inquieta. ¿Será una extensión de nuestra proclividad al eufemismo, cada vez más exagerada mientras, paradójicamente, nuestra realidad se vuelve más brutal, más directa y violenta? Siempre me ha parecido de lo más interesante este deporte que practicamos en el Altiplano, el de poner colchoncito a las palabras, no vayan a caer de cabeza, de lado o en el hígado del interlocutor, una complicada ingeniería de las intenciones que procura nivelar la súplica y la amenaza, a veces con resultados desastrosos y francamente hilarantes: ya he contado aquí cuando una señorita me amenazó por el teléfono con cortarme “lo que era” la línea telefónica. Me imaginé que le pude haber contestado: eso si logra usted accesar a lo que es su casa de usted. Gracias, habría musitado ella, por aquello de “su casa”, y luego continuaría con su intento de intimidación. En general esta forma de la delicadeza, que tiene su lado bueno –ese lado del equilibrio, del juego con la forma que, cuando funciona, echa mano del ingenio con las palabras, para bien o para mal, para el agrado o para el albur, pero que exige cierta destreza–, ha llegado a la caricatura en los últimos tiempos y uno se burla, la verdad. Por ejemplo, no entiendo a quién le pareció elegante el horrible “accesar” en lugar de acceder o, de plano, entrar, pero así somos de delicados, tanto como que decir las cosas por su nombre nos parece muy violento y por eso usamos el puentecito de “lo que es”. Y tampoco sé si alguien más que su servidora (nótese el eufemismo) había notado este “no” que se convirtió en “sí”. Entre ¿no me pasa la sal? (ah, conque no me pasa la sal, pues verá de lo que soy capaz para conseguirla) a ¿sí me pasa la salsa? (usted me prometió, en nuestras anteriores vidas, que me pasaría la salsa siempre y hasta la eternidad, de modo
que ahora no me va a salir con que no me la pasa), hay una pequeña distancia. Hemos transitado (otro eufemismo, nótese) de la amenaza a la súplica, incluso al reproche, con ese pequeño “sí” –no un “si” condicional, sino afirmativo, con acento, aunque la rae se lo quite– que en los últimos tiempos trastoca la conversación corriente. En una novela de Saramago que me gusta mucho, La historia del cerco de Lisboa, anterior a las que escribió después del Nobel, un corrector de estilo que no está de acuerdo con la tesis del libro que está corrigiendo –un libro de historia sobre el episodio al que alude el título– decide introducir un “no” a la mitad de la argumentación, con el cual logra cambiar todo el sentido del texto. Un pequeño monosílabo transforma, en este caso, la historia de un país. En mi memoria, pues hace tiempo que no voy a la Madre Patria (eufemismo no. 14), los camareros españoles se irritaban con estas cosas. En lo que uno decía “no me trae, por favor, si fuera tan amable, un cafecito”, éstos ya habían servido cinco y contestaban unas cosas muy malencaradas, también como parte de lo que llamaríamos (no. 15) su idiosincrasia. Pero la brutalidad de la petición equivale, en ese caso, a la rapidez en el servicio. Aquí necesitamos de la ceremonia, de la amabilidad, de esas cosas. Somos muy fijados, como quien dice (no. 16).Y yo no he podido dejar de fijarme en ese humilde “sí” que no tiene alcances como para cambiar la historia, que quizá se puede utilizar para preguntar a los gobernantes en turno: ¿sí cumplirán sus promesas de campaña? (aunque planteada así, les parezca una pregunta demasiado directa, si no son del norte), pero no para pedir cualquier cosa. En todo caso, ese “sí” apareció, hace no tanto, para que yo me preguntara cuándo, cómo y por qué, y de paso escribiera este artículo. ¿Sí leerán La Jornada Semanal el domingo por la mañana? •
L
A TELEVISORA DEL AJUSCO, como se conoce la que desde su turbia privatización ha sido copia barata, si tal cosa cabe, de la jurásica Televisa, trata de disimular que es barco que ya hizo agua y se podría estar yendo a pique. Financieramente está hundida: su deuda rebasa los doce mil quinientos millones de pesos y apenas reportó ochenta y tres de utilidad el año pasado. Sus activos bursátiles se han desplomado cuarenta por ciento, según versiones periodísticas, al grado de que los indicadores de bolsa que siguen agencias como Bloomberg desaconsejan adquirir títulos de la empresa en proporción de tres a uno. Son muchas las causas de que tv Azteca sea como televisora sinónimo de mediocridad y como negocio, según parece, de fracaso insalvable. La arrogancia del dueño, Ricardo Salinas Pliego; su política absurda de rechazar ciertas temáticas narrativas, sobre todo policíacas como el narcotráfico, y pretender que si no existen en la tele desaparecen de la vida real, pero además con un sello de hipocresía en una televisora que produce programas de calidad ínfima en que se cosifica a la mujer como objeto sexual en multitud de montajes corrientes que adicionalmente no son ideas de un comité creativo propio, sino refritos o vulgares copias de otras producciones que, a menudo, como es el caso de los que copia malamente de Televisa, son a su vez pobre remedo de programas extranjeros. Si las finanzas de la televisora de Ricardo Salinas son un desastre, la creatividad de sus productores es inexistente. En sus primeros años parecía otra cosa. Incluso realizó producciones, al alimón con Argos, que elevaron el común denominador artístico, de suyo deplorable, de un género como la telenovela. Pero posteriores golpes de timón apostaron a lo mismo que Televisa: la tugurización del pópulo. Y están, además, la televisión de paga y la aparición de televisión por internet, que está pegando duro a los medios convencionales. Muy mal debe andar la cosa cuando los programas insignia de una televisora son copias de mala calidad o media docena de subnormales aireando chismes de una farándula compuesta por analfabetas funcionales, que se mantiene en el gusto de una audiencia modelada en la ignorancia y la estupidez porque platican, como si la charla fuera apasionante, de la novia del futbolista que se encamó con otro; del cuerpazo de la socialité de moda que omiten mencionar que se hizo famosa rodando una película porno, o del pseudoartista, a veces un actorcillo de manidas telenovelas, a veces un dizque cantante de géneros de arrabal, que admite públicamente su homosexualidad. Progra-
mas pirata, chismes morbosos de alcoba, argumentos de dramones baratos y, encima, crisis económica: lo único que le queda al dueño de t v Azteca como pretexto para que su bodrio exista es la rebanada de poder político que le reditúe ganancias de otro tipo. Su hija Ninfa, por lo pronto, está en la nómina congresal de una de las peores franquicias del gangsterismo político en México, como senadora del pvem. ¿Se mantiene, trastabillando, de pie la televisora por la manipulación informativa y tendenciosa de sus presuntos noticieros? Quizá. Solamente como instrumento de cabildeo político puede ser “útil” una empresa de telecomunicaciones que pierde dinero a montones. La competencia con Televisa (que en términos de calidad no es en nada mejor) está perdida desde hace mucho. tv Azteca “cacha” apenas poco más del veinte por ciento del nicho de mercado de anunciantes en televisión abierta en México, mientras el consorcio del yúnior Azcárraga controla algo así como el ochenta y tres por ciento. La mayor parte de la publicidad, que supondría el verdadero negocio de una televisora, es de autoconsumo entre las otras empresas de que es dueño el mismo Salinas, como las tiendas Elektra o Banco Azteca. Es cosa sabida que las televisoras tienen una especie de derecho de picaporte en las oficinas de gobierno en México. ¿Justifica entonces la deferencia del gobierno perder dinero? ¿O estamos cerca de ver la venta o la disgregación de los activos de la televisora? Por lo pronto las señales son claras. Ha cancelado las “exclusividades” de muchos de sus “artistas”, es decir, el dinero que les paga mientras no están activos en un programa, con tal de que no se vayan a la competencia y a regañadientes (e interponiendo demandas ridículas contra empresas de medición de audiencia que no le favorecen) ha tenido que reajustar sus tarifas publicitarias. Pero de todos modos pierde. Y como dice el refrán, no hay mal que dure cien años… ni tarugo que los aguante •
CABEZALCUBO
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PASO A RETIRARME
El fosco horizonte de tv Azteca
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Jornada Semanal • Número 1060 • 28 de junio de 2015
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Orlando Ortiz
Luis Tovar @luistovars
Un día en la vida de
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L PASADO 7 DE junio, para andar sin rodeos, el domingo de las elecciones intermedias, me puse a ordenar los discos de 33 1/3 rpm que tengo. Se me ocurrió que debía ordenarlos para, de vez en vez, escuchar alguno. La idea era, en realidad, entretenerme haciendo algo mientras comenzaban a dar los resultados preliminares. Supuse que me pasaría lo mismo que cuando quiero ordenar los libros: después de varias horas no he ordenado ni cuatro entrepaños de un librero, pues al poco de empezar me topo con algún volumen que hojeo, me trae recuerdos, leo más páginas, los subrayados, las notas al margen, etcétera, y lo aparto para luego, cuando tenga un poco de tiempo, leerlo de nuevo. Formo una pila enorme que a los pocos días devuelvo al librero porque me estorban el paso y me
Hay verdades que se esconden bajo la superficie de las palabras. Nick Cave
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ODIRIGIDO POR IAIN FORSYTH y Jane Pollard, el documental 20,000 Days on earth (Veinte mil días en la Tierra) pretende contar la jornada que, correspondiente a dicha cifra, tuvo lugar en la vida del músico, letrista, cantante, escritor y actor australiano Nicholas Edward Cave, nacido el 22 de septiembre de 1957. Es decir, lo que el mejor conocido como Nick Cave pensó, dijo, hizo y dejó de hacer –sin olvidar años bisiestos– ni más ni menos que el 20 de diciembre de 2011, cuando contaba con 54 años y 89 días sobre la faz del planeta. Es perfectamente posible que ese día en particular haya sido uno de los incluidos en el proceso de levantamiento de imágenes pero, naturalmente, la fecha exacta no es una verdad en sentido estricto sino una licencia creativa y, acaso, un juego referencial a las vernianas 20 mil leguas de viaje submarino y, de manera simultánea, a La vuelta al mundo en 80 días, ya que Forsyth y Pollard, codirectores, parecen entender la existencia humana precisamente en el sentido que indican las palabras más usuales para aludir a ella o bien para referirse a su duración: el paso por el mundo, la trayectoria de vida, etcétera.
Juegos del tiempo convenzo de que ese "cuando tenga tiempo" es una ilusión, pues tiempo es lo que cada vez tengo menos. Supuse que con los discos las tentaciones serían menos, pues no iba a ponerme a escuchar los acetatos que fuera encontrando y me trajeran gratos o especiales momentos. Incluso por eso dejé para lo último los discos de música latinoamericana, los de aquellos tiempos de Víctor Jara, Violeta Parra, Atahualpa Yupanqui, José Larralde, Daniel Viglietti, Jorge Cafrune... y muchos otros, protagonistas de la llamada “canción de protesta” o “nueva canción”. No lo niego, muchas de aquellas rolas siguen moviéndome el tapete, por eso no pensaba acercarme a ellos. Sin embargo, por azares del destino, me topé con el volumen 3 del Cancionero popular, de Amparo Ochoa (Doña Amparo), que grabó acompañada por el grupo Zazhil. No lo pude evitar, sus temas me llevaron a la tornamesa. Comencé a escucharlo emocionado, la voz y el sentimiento y la alegría, según los casos, de la señora, hicieron que evocara muchas cosas. De pronto que llega “La calaca”, gusto guerrerense, y pude darme cuenta de que tenía una tremenda actualidad. Inicia con los siguientes versos: “Mucho cuidado señores porque la muerte anda lista/ en el panteón de Dolores ya nos tiene una pocita/ para los compositores y uno que otro periodista/ licenciados y doctores todos están en la lista.” Les sigue el estribillo, que curiosamente cambia según avanza, y lo que se conserva es: “Tukutuku tikitaka, que recanija calaca...”, y en cada estrofa va aludiendo a distintos oficios y condiciones. Transcribiré algunas líneas, guardando mis comentarios para d e s p u é s : “ L a b a l a n z a d e l a v i d a está muy desnivelada/ hay pocos que ganan mucho y muchos no ganan nada/ el trabajo del obrero no tiene compensaciones/ con eso del minisueldo no alcanza ni pa camiones.// Tukutuku Tikitaka, qué recanija calaca./ Si tú conoces al diablo, ruégale que no sea ingrato/ pa que el costo
de la vida se nos vuelva más barato.// Mucho cuidado señores los que ya son votadores/ ahí vienen las elecciones con sus manipuladores/ y cada partido dice que votar por ellos debes/ y que de aquí en adelante nos darán vida de reyes.// Tukutuku tikitaka, qué recanija calaca./ Ahí viene otro presidente, a sonarnos la matraca,/ viene prometiendo mucho, pero dará pura... tukutuku tikitaka.” El disco no está fechado, pero debió ser grabado a fines de los ochenta o los primeros de la siguiente década, pues Doña Amparo falleció, por desgracia, muy joven, en 1994. Debe tener, entonces, alrededor de veinticinco años, por lo menos. Lo jodido es que sigue siendo vigente eso de la desigualdad y los políticos corruptos; cada sexenio hemos escuchado las mismas promesas y las aseveraciones de que los problemas han sido superados o están superándose. En esos años pasamos por los etapas de “apretarnos el cinturón” y de la “administración de la riqueza” e “ingreso al primer mundo”, pero la verdad es muy otra: el número de pobres crece, el desempleo formal está atorado y tal vez se esté reduciendo; las prestaciones de los trabajadores han desaparecido casi en su totalidad, las pensiones más parecen sanciones que lo que deberían ser; el endeudamiento aumenta, los intereses son desmedidos para los deudores pero mínimos para los ahorradores, los partidos son cada vez más y cada vez más iguales; el cinismo de los políticos linda con la desvergüenza y la impunidad para ellos y los grandes (empresarios, industriales, banqueros, etcétera) es evidente. Por la noche, al oír el p r e p , sentí que estaban cambiando muchas cosas pero… para que todo siguiera igual. A los anulistas nos culpan (sin matices) de lo ocurrido: que el pri tenga mayoría en el Congreso, que el Verde tenga más diputados y que el prd haya caído estrepitosamente. ¿Y los votantes, nada tuvieron que ver? •
Puestos a concentrar el foco de atención en ese supuesto día número 20 mil, Forsyth y Pollard arrancan con un collage incesante de imágenes que van dando cuenta de ciertos momentos en la vida de Cave, mientras un contador avanza muy velozmente desde el número uno hasta el 19 mil 999. A continuación, el documental muestra quién y cómo es Nick Cave en ese imaginario domingo de finales de diciembre de hace cuatro años, desde que suena su reloj despertador hasta que vuelve a casa, por la noche. Con esta suerte de Bloomsday cinematográfico, el documental se hace de una estructura narrativa tan eficaz como sencilla, que hace posible abundar o profundizar en cualquier punto, como si de alguna manera estuviese deteniendo el tiempo: convertido así en un Ulises post-postmoderno, el líder de las extintas bandas The Birthday Party y The Bad Seeds es acompañado por la cámara en un desplazamiento constante que lo hace ir, entre otros sitios, con su psicoanalista y después con su socio y amigo Warren Ellis, así como pasar largos lapsos conduciendo su automóvil, yendo incesantemente de un lugar a otro. Paralelamente, de la mano con los recuerdos que va evocando el propio Cave, el espectador puede configurar el trazo geográfico que ha seguido la vida del protagonista, desde su natal Victoria,
en Australia, hasta la costera, lluviosa y sempiternamente gris urbe inglesa de Brighton, al sur de Londres, con el prolongado y significativo recalado de Cave en Berlín. Viaje físico y espiritual, a través de un rompecabezas que poco a poco revela su condición de mapa, el hipotético día 20 mil cumple a la perfección el papel simbólico asignado: la vida humana, hecha a partes iguales de presente y de pasado, de actos cotidianos que dan la impresión de estar condenados a desaparecer casi tan pronto como suceden, mezclados indisolublemente con esos jirones de tiempo que por alguna razón –y tantas ocasiones sin ninguna aparente– se quedan atorados en algún lugar de la mente y son siempre visibles; por instantes, esa vida hecha y deshecha por el tiempo pareciera ser una y la misma sin importar de qué número de día se trate, pero el desplazamiento constante, físico y espiritual, es el que le concede a cada uno condición de diferencia, de parte distinguible dentro del todo –de parte que representa al todo, también–, aunque parecida, irrepetible. De ahí que esté tan vivo, tan presente, por ejemplo, el recuerdo de un viejo concierto con Nina Simone, o que sea tan fácil dar todos los pormenores que explican lo que estaba sucediendo en una vieja fotografía tomada en un co n cierto.
Letra y música de No cabe esperar –y es bueno que así sea– de este documental una biografía entendida de manera ortodoxa: para eso hay libros y, en el mucho peor de los casos, Wikipedia, para que quien ignora los datos esenciales de este compositor y músico los averigüe. Lo que ofrece 20,000 días en la Tierra es, por decirlo de algún modo, el mapa de ruta, o quizá mejor dicho la cartografía de una poética, para mayor claridad en palabras de su propio autor; poética de la cual emanan las letras y la música nada complacientes ni facilonas de Nick Stephen Dedalus Cave, en tantas cosas tan cercano a otros inclasificables como Leonard Cohen, Neil Young y pj Harvey •
CINEXCUSAS
Tukutuku tikitaka
PROSAÍSMOS
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ENSAYO
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espués de recibir la sorpresa del Princesa de Asturias, Leonardo Padura (La Habana, 1955) tuvo un premio adicional, insólito en el medio literario: la felicitación masiva de escritores. En este caso los firmantes son, como él, cubanos y más o menos entrados en la sexta década. En una carta que se apresuraron a redactar el mismo día en que se conoció la decisión del jurado, los amigos y colegas del autor le dijeron: “Has dicho hoy mismo que ‘este premio es un triunfo de la literatura cubana’. Compartimos ese sentido de pertenencia. La cultura cubana, de la que eres parte, debe hacer suyo este Premio y celebrarlo por todo lo alto. Con él también has honrado a nuestra generación y nos has dado una enorme alegría a todos.” Firmaron inicialmente Senel Paz, Arturo Arango, Marilyn Bobes, Francisco López Sacha, Miguel Mejides, Margarita Mateo, Hugo Luis Sánchez, Reynaldo Montero, Jorge Fornet, Laidi Fernández de Juan y Norberto Codina. Pero al día siguiente la lista de suscriptores tuvo que ampliarse, tras el reclamo de algunos que compartían el mensaje y no supieron a tiempo de la iniciativa. Así se sumaron Alex Fleites, Víctor Rodríguez Núñez, Desiderio Navarro, Abilio Estévez, José Pérez Olivares, Rafael Hernández, Edel Morales, Luis Manuel García y Manuel Grillo, además de los mexicanos Hernán Lara Zavala y Andrés Ordóñez, el uruguayo Fernando Butazzoni, el uruguayo Horacio Verzy y el brasileño Doc Comparato. Padura dice que ha ido sumando años al mismo tiempo que su personaje, el detective y escritor frustrado Mario Conde. O quizás sea al revés. El caso es que la generación de Padura-Conde inspira la obra del autor y al mismo tiempo se ve retratada en ella. Son los niños que empezaron a leer y a escribir cuando el conflicto con Estados Unidos escaló hasta la amenaza nuclear; los adolescentes que aclamaron los jonrones de Agustín Marquetti, oyeron furtivamente a Los Beatles y vieron el éxodo de adultos hacia la zafra de los diez millones de toneladas; los jóvenes que fueron o estuvieron muy cerca de los que fueron a Angola; los hombres y mujeres que entre apagones cruzaron ciudades en bicicleta, con la permanente interrogante de qué comer.
28 de junio de 2015 • Número 1060 • Jornada Semanal
En la edad adulta, la generación de CondePadura pasó abruptamente del mejor nivel de vida que hayan alcanzado los cubanos después de la Revolución de 1959 a la crisis más profunda que se haya vivido en el siglo xx en la Isla. De ese período especial de los años noventa transitaron a un ciclo de modestas reformas económicas y al crecimiento de las desigualdades. Este es el hilo que recorre la mayor parte de la obra de las últimas dos décadas del novelista. En La novela de mi vida (2001), Padura e m p re n de su gran asalto a la noción de cubanidad, a partir de la vida del poeta trasterrado José María Heredia. Una de las subtramas de La novela... es el reencuentro en La Habana de un
Leonardo Padura y la generación de Mario Conde Gerardo Arreola
puñado de amigos de la edad que tendría Conde en la época de la crisis. Reunidos en una azotea, en medio de las añosas y destartaladas construcciones del barrio de Centro Habana, los antiguos socios se redescubren, se confiesan lo inconfesable y miran de frente a su generación. Con rudeza confirman que no se puede describir a Cuba a estas alturas con las anteojeras de los años setenta. La realidad es muy distinta y los lleva a preguntarse qué fue lo que en verdad valió la pena de su pasado. Padura suele decir que el drama de su generación recorre su obra. Esta parte de la novela se volvió el guión de la película Regreso a Ítaca, ejecutado a cuatro manos por Padura y el realizador francés Laurent Cantet. La cinta estaba invitada oficialmente al Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de diciembre de 2014, pero luego fue excluida sin explicación. En una carta abierta, un grupo de cineastas reprochó la “imposición” que obligó a la dirección del Festival a retirar el filme. El desenlace del episodio agrega un juego de paradojas de las que aún ha de atestiguar la generación de Mario Conde. Regreso a Ítaca sólo se pudo estrenar en La Habana meses después, en una sala repleta que ovacionó la película, durante un ciclo de cine... francés. Y su distribución masiva corre a cargo del “paquete semanal”, el popular medio de difusión audiovisual que, de manera semiclandestina y a bordo de memorias flash, pasa de mano en mano entre los cubanos •
Leonardo Padura en la Semana de Autor que le dedicó la Casa de las Américas, en noviembre de 2012. Atrás, el Árbol de la Vida de Metepec, que regaló a esa institución Luis Echeverría. Foto: Gerardo Arreola
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