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■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 29 de Enero de 2017 ■ Núm. 1143

Guillermo

Samperio (1948-2016)

HISTORIA DE UN ESCRITOR REBELDE Antonio VAlle, GustAVo oGArrio y MiGuel ÁnGel QueMAin

ellA hA perdido unA de lAs botAs

Un cuento inédito de G uillerMo s AMperio Entrevista con C ristinA r iVerA G ArzA

El FCE y La Casa de España: una visión sesgada


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Bienaventuranzas Febronio Zataráin “LA CHIRIPA LOS LLENARÁ DE LUZ”. Bienaventurados los que siguen cayendo sin maldecir el segundo en que fueron concebidos porque al tocar fondo se volverán dioses.

Un maestro del cUento mexicano Antologado junto a figuras como

Bienaventurados los que fracasan porque de ellos será el saber. Bienaventurados los que en cada acción ven el absurdo porque tarde o temprano Dios será su roommate.

Borges, Cortázar, García Márquez, Asturias y Galeano, a mediados del pasado mes de diciembre falleció Guillermo Samperio, autor de unas cinco decenas de títulos entre novela, poesía, ensayo y sobre todo cuento, género que el querido Guillóm –como a él le gustaba ser nombrado– cultivó a lo largo de su brillante trayectoria. Cuando el tacto toma la palabra, Fuera del ring, Miedo ambiente, La Gioconda en bicicleta y Lenin en

Bienaventurados los que se han divisado porque tarde o temprano se palparán. Bienaventurados los que sin proponérselo persisten en el error porque de chiripa los bañará la luz. Bienaventurados los feos con ganas porque sin esfuerzo traspasarán el umbral de la muerte. Bienaventurados los insomnes porque vencerán al Tiempo. Bienaventurados los que han recibido sólo besos comprados porque siguen siendo puros. Bienaventurados los que consuelan con mentiras porque se volverán profetas. Bienaventurados los que vieron la atrocidad de la vida a edad temprana porque su entrada en el más allá no los sorprenderá. Bienaventurados los incapaces de dominar sus emociones porque de ellos saldrá la palabra.

el futbol, son algunos de los

maestría patente en “Ella ha perdido una de las botas”, cuento inédito que el propio Guillóm entregara a esta redacción poco antes de su muerte. Acompañan y despiden a este escritor rebelde los textos de Miguel Ángel Quemain, Gustavo Ogarrio y Antonio Valle. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Bienaventurados los cornudos que nunca se enteraron porque descansarán en paz. Bienaventurados los que encontraron a su mujer con el Sancho encima porque dormirán con los ojos abiertos. Bienaventurados quienes aún son vírgenes y no se tocan porque se volverán expertos en los sueños mojados. Bienaventurados los cabrones de espíritu porque el Infierno es otra ilusión. Bienaventurados los artistas que morirán siendo unos desconocidos porque al cruzar el umbral se soñarán Van Gogh. Bienaventurados quienes están a punto de quitarse la vida porque para entretenerse inventarán otro universo. Bienaventurados los torturadores del mundo porque gracias a ellos Dios se carcajea

Van Gogh anunciando un ron inglés

cuentarios que testimonian una

Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , For mación: m a r g a P e ñ a , D i s e ñ o d e C o l u m n a s : J u a n g a b r i e L P u g a , R e l a c i o n e s p ú b l i c a s : V e r ó n i C a S i L V a ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: Imaginar, enseñar a imaginar Cortesía de Olga Carrillo Fotografía

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.


VOZ INTERROGADA

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Neblina, humo y no sé qué: los trabajos de Rulfo LA TAMAULIPECA ES AUTORA DE NADIE ME VERÁ LLORAR, LA MUERTE ME DA Y LOS MUERTOS DÓCILES, ENTRE OTRAS OBRAS LITERARIAS. ES CATEDRÁTICA EN EL COLEGIO DE ARTES LIBERALES Y CIENCIAS SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD DE HOUSTON.

-¿C Foto: Thelmadatter/ CC BY-SA 4.0. Fuente: wikiwand.com

entrevista con Cristina Rivera Garza Adriana Cortés Koloffon Nacida en Tamaulipas, Cristina Rivera Garza es autora, entre muchos otros libros, de Nadie me verá llorar, La muerte me da (Premio Internacional Sor Juana-fil , 2001 y 2009, respectivamente), Ningún reloj cuenta esto, y Los muertos indóciles. Necroescritura y desapropiación. Profesora de estudios hispánicos y escritura creativa en la Universidad de Houston, que le otorgó un Doctorado Honoris Causa, siguió los pasos de Juan Rulfo, recorrió los mismos caminos que el autor de Pedro Páramo y hurgó en los archivos para explorar el vínculo entre su obra y los trabajos a los que se dedicó. Había mucha neblina o humo o no sé qué (Random House) narra sus andanzas por el mundo rulfiano en una mezcla de crónica, ficción, poesía, ensayo y biografía.

uál es tu Rulfo? –Creo que después de muchos años de lectura, de leer lo que se ha escrito sobre Rulfo, después de la investigación en los archivos y de recorrer algunos de los caminos que recorrió en su tiempo por el sur del país, me quedo con un Rulfo muy complejo, con un escritor muy contemporáneo con una sensibilidad para captar los dilemas más punzantes de su época, a mediados del siglo xx , que no por casualidad pienso que siguen siendo los más punzantes de nuestra época y creo que cuando tratamos de investigar sobre la vida y obra de una persona, por más que lo hagamos siempre hay una neblina o humo o no sé qué a su alrededor.

–¿Tristemente contemporáneo? –En las aspiraciones de una elite modernizadora del siglo xx y en lo que creo que es un fracaso serio, generalizado, de esa misma ideología en el siglo xxi . La relación de Rulfo con una institución, su trabajo en la llantera articulado con el desarrollo de la infraestructura del sistema de carreteras en México y el avance del turismo, que es una parte importante del producto interno bruto y, por otra parte, su trabajo en la comisión del Papaloapan, uno de los más ambiciosos proyectos del alemanismo que buscaban abrir para el capital nacional e internacional esta área muy rica en recursos y cuya explotación implicó el muy problemático desalojo, despojo, reacomodo de comunidades enteras del área para construir la presa Miguel Alemán.

presencia del cuerpo femenino en muy distintos ámbitos: el del trabajo de las mujeres, el de la sexualidad y el deseo en varios de sus personajes femeninos en su obra. –¿Por qué te interesa la corporeidad de los personajes femeninos en la obra de Rulfo? –Me interesaba mucho que en ese mundo liminal de murmullos y de sombras hay una carnalidad incuestionable en los personajes masculinos y femeninos, que temas tan tabú incluso ahora, como el aborto o la menstruación, hayan formado parte de la manera en que fue construyendo personajes. Creo que cuando Rulfo escribía, el país vivía una transformación tremenda, hay un cambio de roles de género también importante y una discusión de la que se ha hablado mucho alrededor de la conducta reprobable (por ciertos sectores conservadores) de la llamada chica moderna ubicada también en el campo. No me parece una cosa menor que se siga dejando para análisis académicos; creo que hay traerlo a la discusión de quienes nos acercamos a Rulfo nada más porque nos gusta. –Ya en otras ocasiones te habías referido a la sexualidad de los personajes en Pedro Páramo. –Hago en el libro una anotación sobre la muy interesante escena en que Juan Preciado y Dorotea se encuentran en el ataúd y él le pregunta: “¿tú cómo te llamas?”, y ella contesta: “Dorotea o Doroteo, da lo mismo.” Leyendo eso desde la perspectiva de las teorías de género, de la performatividad de género, creo que esos son los momentos en que Rulfo se abre a nuestro presente de una manera asombrosa.

–Tu obra tiene mucha relación con la fotografía. ¿Cuál fue tu investigación de las imágenes captadas por Rulfo? –Uno de los encuentros para mí más intrigantes se llevó a cabo en el archivo histórico del agua, donde vi fotografías de Rulfo en la muy humilde posición de ilustrar un reporte. Este paso de la fotografía testimonial de un reporte a lo que se ha convertido en una fotografía artística (esas mismas fotos que se han expuesto en museos) siendo lo mismo, es lo que me interesa: cómo las actividades mundanas de sobrevivencia de un escritor se trasminan e informan algo que en otro contexto va a adquirir el status, como en el caso de Rulfo, de una obra clásica.

–Rulfo dijo alguna vez: “Es que yo trabajo”. –Esa frase fue genial. Contestó eso alguna vez que le estaban haciendo una pregunta complicadísima sobre cuestiones de estética y lo resolvió diciendo: “es que yo trabajo” y después habló de muchas otras cosas. Me parece que el gusto o el disgusto por los trabajos que llegó a hacer a lo largo de su vida no son una cosa menor; creo que del contacto que implicó el trabajo con ese México profundo –que así se le llamaba en el siglo xx–, surgen muchos dilemas con los que después va a trabajar en su obra por escrito. El contacto con el mundo rural, indígena de México, especialmente el que a mí me interesó mucho explorar, el de la sierra mixe de Oaxaca.

–¿Qué te dicen los retratos que hizo de las indígenas? –Estamos muy acostumbrados al retrato muy exotizante del indígena visto de lejos. Rulfo utilizaba esas cámaras que no están en el rostro sino en la mitad del cuerpo. Yo creo que por eso vemos mucho a estas personas de perfil y de espaldas, es decir, está tratando de no invadir el campo de la persona a quien retrata. La fotografía de Rulfo se fija en momentos que parecen indicar que hay una

–Tu propia obra también tiene anclajes en una materialidad y no sólo en los libros. –Llevo años peleándome con la imagen del escritor romántico que tiene un don y vive aislado del mundo. Mi idea de la escritura es mucho más colectiva e implica una articulación cercana y corporal con las comunidades donde uno vive. Yo quería poner mi cuerpo donde había estado el otro cuerpo e indagar qué había pasado con las comunidades rurales que Rulfo visitó hace tantos años


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El Fondo de Cultura Econó EN EL LIBRO QUE JAVIER GARCIADIEGO PREPARÓ PARA FESTEJAR EL PENSAMIENTO MEXICANO, EXCLUYE A LÁZARO CÁRDENAS, QUIEN PROPICIÓ LA CREACIÓN DE AMBAS INSTITUCIONES.

Evodio Escalante I

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odo trabajo histórico implica una revaloración. Javier Garciadiego acaba de dar a las prensas un libro que invita a reflexionar acerca de la historia intelectual de nuestro país: El Fondo, La Casa y la introducción del pensamiento moderno en México (México, Fondo de Cultura Económica, 2016). Presentado, de modo inicial, como una conferencia para festejar los ochenta años del Fondo, este texto reconstruye los orígenes de dos instituciones “gemelas” que habrían de jugar (y que siguen jugando) un papel central en la esfera del pensamiento mexicano: el Fondo de Cultura Económica y La Casa de España, convertida pocos años después en El Colegio de México. El Fondo de Cultura Económica, empresa creada por Daniel Cosío Villegas y un grupo de amigos, surgió, como su nombre lo indica, con el propósito de dar a conocer en español algunos de los principales tratados de economía que hacían falta para la enseñanza de esa disciplina en la Universidad; la Casa de España, a cuyo frente se colocó Alfonso Reyes, daría ocupación a un grupo de intelectuales españoles expulsados de la España franquista, con la idea de que impartieran entre nosotros los conocimientos de su especialización. El aspecto “gemelar” de este acontecimiento alude, primero, a que durante sus años mozos ambas instituciones compartieron un mismo techo, en la calle Madero y después en la de Pánuco: Cosío Villegas y Reyes despachaban en oficinas contiguas y mantenían por supuesto una constante comunicación; segundo, a que los profesores contratados por La Casa de España, intelectuales europeos en el pleno sentido de la palabra, conocían el francés, el inglés y el alemán y estaban capacitados no sólo para impartir clases sino para ejercer como traductores en distintas áreas de las humanidades. Coincidiendo con la fecha en que empiezan a llegar los intelectuales “transterrados” de España, el Fondo había empezado a diversificar sus publicaciones; ade-

más de estrictos textos de economía, traducidos al principio por escritores como Salvador Novo y Antonio Castro Leal, el Fondo incluyó en su catálogo libros de historia, de sociología, de filosofía y de psicología. El ramillete de intelectuales españoles estaría abocado a jugar un papel estratégico en esta empresa, cuyo objetivo era el de traducir lo mejor del pensamiento continental pero igualmente de Estados Unidos a nuestra lengua, para hacerlo accesible a nuestros connacionales y, por extensión, a los lectores potenciales de América Latina. Al destacar el papel que jugaron Cosío Villegas y Alfonso Reyes en la consolidación de estas empresas, me extraña que Javier Garciadiego omita la participación estratégica del político que hizo todo esto posible: Lázaro Cárdenas. Girado a la izquierda y con una política exterior que facilitó el asilo en México, no sólo de los refugiados españoles, sino de los alemanes, los austríacos, los checos y personas de otras nacionalidades que venían huyendo de los estragos del nazismo (o del poder soviético, como es el caso de Trotsky), a Cárdenas se debe la creación, primero, en 1938, de La Casa de España, y la transformación de ésta, en octubre de 1940, en lo que hoy conocemos como El Colegio de México. Este cambio en el nombre y en las funciones se debió sin duda a que Cárdenas, que ya estaba por dejar el poder, quería asegurar la permanencia de una institución que era uno de los mejores logros de su sexenio. Su primer director y presidente, Alfonso Reyes, con todos los méritos que sin duda le corresponden, no era sino un alfil al servicio de una política concebida por Cárdenas.

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a traducción, como trasvase del conocimiento y como apropiación y divulgación de los más altos logros intelectuales de otras culturas, ocupa un lugar privilegiado en este libro. Por ello su autor señala que pueden distinguirse claramente dos épocas de nuestra historia en que la traducción jugó un papel primordial. Primero, con la llegada de los españoles al

Continente Americano; segundo, con la llegada del exilio español. En mi época de estudiante, y creo que todavía hoy, a ese primer acontecimiento se le conoce como la Conquista. Como historiador preocupado por lo “políticamente correcto”, Garciadiego prefiere utilizar una voz eufemística. Por eso anota: “Pensando en México, su historia registra dos etapas en las que la traducción fue un elemento decisivo: primero, a lo largo del siglo xVi , cuando se construyó una nueva cultura gracias al trasiego idiomático entre el español, el latín y las varias lenguas prehispánicas; el segundo momento tuvo lugar a mediados del siglo xx , cuando gracias a la llegada de muchos intelectuales españoles, México pudo entrar en contacto con lo mejor de la cultura occidental.” (El subrayado es mío). La sangre vertida y la política de dominio afianzada en la espada y la cruz, la inmensa destrucción cultural operada por lo españoles en esta época, quedan borrados de un solo trazo por el historiador. No creo que nadie tenga problema para aceptar que durante la invasión española y la etapa de la Colonia hubo un trasiego idiomático del que todos nos hemos beneficiado como nación, pero que no se pretenda que este fue un proceso amigable y que no estuvo acompañado de la violencia y el más brutal ejercicio del poder, como sucede en todas las guerras coloniales. ¿Podemos cerrar los ojos ante un hecho histórico de este calibre? Acaso el prolongado imperio del pensamiento neoliberal es el que nos obliga a tener la labia larga y la memoria corta. Menciono este eufemismo (“expresión atenuada de ideas duras o malsonantes”, según define Joan Corominas), porque quizás la segunda parte del párrafo que acabo de citar contiene un sesgo mucho más pernicioso: la idea de que el exilio español nos vino a descubrir el Mediterráneo. Pues bien, esta es la tesis que defiende Javier Garciadiego. Nuestra apertura intelectual de esta época se la debemos a los españoles. Punto. Esta tesis va acompañada de una complementaria: víctima de su revolución y de su ideología nacionalista, México habría es-

Daniel Cosío Villegas, fundador y primer director del FCE. Foto: Hermanos Mayo. Fuente: archivo del FCE


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ómica y La Casa de España: UNA VISIÓN SESGADA

gó a José Gaos (que ya había participado en la traducción de las Investigaciones lógicas en España) el traslado del primer tomo de las Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica, de Edmund Husserl, que aparece en español en 1949. No representa esto, sin embargo, una primicia absoluta. Adalberto García de Mendoza había publicado en 1932 en la editorial Cvltura los dos tomos de una Lógica que tenía el mérito de introducir por vez primera el pensamiento de Husserl en nuestro país, y algo anticipaba ya de lo que avanzaban quienes por esa época se decía que eran sus más aventajados discípulos: Max Scheler y Martin Heidegger. A ello hay que agregar que apenas dos años más tarde, en 1934, Antonio Caso publicaría El acto ideatorio (México, Porrúa) y La filosofía de Husserl (México, unam ). De tal suerte, lo principal del pensamiento fenomenológico alemán ya se conocía de cierto modo en nuestro país en la década de los treinta. Reyes y Cosío en la inaguración de La Casa de España. Foto: Colección Hermanos Mayo

tado cerrado a las influencias del exterior. Al publicar traducciones de algunos de los libros europeos más eminentes, sostiene Garciadiego, “se pretendía actualizar el conocimiento de los mexicanos, propuesta muy oportuna, pues México se había aislado de la producción intelectual occidental a causa de la violencia revolucionaria y del nacionalismo consecuente”. La argumentación del autor llega hasta el ditirambo: “Gracias a la obra de estos traductores, y a su labor como docentes, el nacionalista México se hizo un país plenamente occidental, con acceso desde a los primeros pensadores del mundo grecolatino hasta a los intelectuales protagonistas de su tiempo.” No se detiene aquí la efusividad del historiador, quien agrega ahí mismo: “…gracias al Fondo y a los traductores españoles exiliados México pudo finalmente, como dijera Alfonso Reyes, participar ‘en el banquete de la civilización’.” Precisemos que Reyes acuña la frase en un contexto muy diferente. Aplicada al asunto que trata Garciadiego adquiere un involuntario tono paródico, además de que implica un error de apreciación. Nadie en su sano juicio podría negar las múltiples aportaciones que el exilio español trajo a nuestro país. Desde poetas y hombres de letras como Cernuda, León Felipe, Luis Rius, José Bergamín y Enrique Diez-Canedo padre, hasta filósofos de diverso calibre como Eugenio Ímaz, María Zambrano, Joaquín Xirau, Eduardo Nicol, Juan David García Bacca y José Gaos, para no mencionar a personalidades de otras disciplinas, modificaron para siempre y de modo positivo el clima cultural del país. Pero de esto a señalarlos como el “parteaguas” de nuestra historia, hay un trecho que sólo puede transitarse practicando el olvido y el disimulo. No sólo los exiliados españoles impactaron nuestra cultura; también lo hicieron emigrados de otros tantos países a los que Lázaro Cárdenas abrió generosamente las puertas de nuestra hospitalidad, además de que, por otra parte, es falso que los mexicanos nos hu-

biéramos cerrado a las influencias del exterior debido a los “excesos” del nacionalismo.

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arciadiego presume que el Fondo de Cultura Económica, gracias a las traducciones de Wenceslao Roces, dio a conocer en español en 1944 y en 1946, respectivamente, dos importantes títulos de Karl Marx: la Historia crítica de la teoría de la plusvalía y lo que es sin duda su obra más famosa, El capital. Contra lo que pueda pensarse, no son éstos los primeros libros de Marx que se traducen en México. A principios de 1939, cuando menos seis años antes, una emigrada checoslovaca, Alice Rühle-Gerstel, esposa del diputado de la Bundestag, Otto Rühle, un pedagogo alemán que había venido a México invitado por Cárdenas a trabajar en la Secretaría de Educación, tradujo los Manuscritos económico-filosóficos del joven Marx. Esta edición, hoy del todo olvidada, fue la que leyeron con provecho e imagino que con fruición dos jóvenes escritores que habrían de volverse importantes con el paso del tiempo: Octavio Paz y José Revueltas. Documento lo anterior en el artículo “Conjunciones y disyunciones en Octavio Paz y José Revueltas” que acaba de publicar la revista Literatura Mexicana del Instituto de Investigaciones Filológicas de la unam. Es cierto, como anota Garciadiego, que el Fondo no tradujo a Freud, grave pérdida. En su descargo habría que decir que publicó con creces los libros del psicoanalista alemán Erich Fromm, miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt y exiliado en México para escapar de la persecución nazi. Muchos fueron los bestsellers de este autor, entre ellos, El miedo a la libertad y (el que más recuerdo) Marx y su concepto del hombre. Es igualmente cierto que el Fondo se dio a la tarea de traducir las obras de Wilhelm Dilthey, y que encar-

Una de las primeras imprentas del FCE. Fuente: archivo del FCE

Otro tanto hay que decir acerca de Heidegger y su obra fundamental. Es cierto que la traducción realizada por José Gaos de El ser y el tiempo en 1951 se convirtió en un hito dentro de la lengua española. Con sus virtudes o con sus defectos, esta es la traducción a la que recurrimos dentro y fuera de clase todos aquellos que queríamos saber algo de Heidegger. El mérito de Gaos en este punto es indiscutible. Empero, habría que señalar que el propio Fondo publicó otros dos libros más del autor: Kant y el problema de la metafísica (1954) y Arte y poesía (1958). El primer título en traducción de Greb Ibscher Roth, una emigrada alemana discípula de Werner Jaeger que residía por entonces en Perú, y el segundo, en traducción de uno de nuestros filósofos que habían estudiado en Alemania, Samuel Ramos. En 1951, el mismo año de la aparición de El ser y el tiempo, el mexicano Francisco Larroyo daba a las prensas El existencialismo. Sus fuentes y direcciones, libro en el que expuso con holgura las principales ideas de Heidegger. Pretender que a los españoles y sólo a los españoles debemos el conocimiento de las nuevas teorías que se difundían por entonces en Occidente es, como quiera que se lo vea, un error imperdonable


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Tres jueces:

la ficción como realidad pura ANDREA CAMILLERI, GIANCARLO DEL CATALDO Y CARLO LUCARELLI SON AUTORES ITALIANOS DE NOVELA NEGRA; DEL CATALDO TAMBIÉN ES JUEZ PENAL EN ROMA.

Ricardo Guzmán Wolffer

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n el libro Tres jueces se han reunido los relatos de los italianos Andrea Camilleri, Giancarlo del Cataldo y Carlo Lucarelli sobre sendos jueces. Llama la atención que las cualidades que describen sean compatibles con las que esperamos de los jueces mexicanos. En México, los Consejos de la Judicatura son cuidadosos en no exponer a sus componentes. La reciente muerte del juez federal Vicente Antonio Bermúdez Zacarías nos da una idea de las razones para ello. Así, ante la falta de información institucional, es útil recurrir a la literatura para conocer a esa parte de la administración pública que puede ser determinante para la vida nacional. Camilleri presenta un relato que se vive todos los días en México: el juez que llega al juzgado nuevo. El juez federal puede ser adscrito a cualquier lugar del país, pero incluso dentro del mismo estado las condiciones de un juzgado a otro cambian: la problemática de Nezahualcoyotl difiere a la de Naucalpan, por ejemplo. No sorprende saber que en los juzgados hay elementos perniciosos, pero el juez de Camilleri no sólo se enfrenta al hecho de que más de la mitad del personal de su nuevo juzgado es corrupto y francamente delincuente, también tiene que enfrentar al hampón local, capaz de extraer expedientes del archivo judicial. Con más ingenio que acción física, pero también por el desconocimiento de los códigos locales de comunicación (recibe varias amenazas de muerte, pero no lo comprende y sigue su vida cotidiana: los residentes lo interpretan como actos de valor y reto al criminal), el juez enfrenta al mafioso y vence en un extraño duelo donde las formas son guardadas, con todo y que los delincuentes incendian el juzgado para desaparecer los registros judiciales. El juez se allega otros funcionarios honestos, aquellos que tienen “amor a la justicia”. Pero los criminales no están solos: legisladores y empresarios los apoyan, mayormente por miedo. Cuando el delincuente es derrotado y huye del lugar, esos cómplices se ven afectados. Al final del texto, Camilleri establece que el juez ha ignorado a esa mafia y que con ello la ha anulado y así ha podido administrar justicia. En México, por el contrario, no importa qué tanto cierre los ojos el juez en turno, los empleados ladrones, el crimen organizado y sus obedientes funcionarios públicos seguirán ahí. Se espera que los jueces enfrenten todas las adversidades posibles, pero, más allá de la utilidad de perder la vida a manos de salvajes y corruptos (¿la muerte del citado juez federal realmente cambia el estado de las cosas en su juzgado o de la judicatura en general?), el que se le exija a un juzgador resistir

heroicamente, ¿es razonable por parte de la sociedad o de los otros poderes o del Consejo de la Judicatura correspondiente? Como si esos héroes anónimos fueran el último reducto de una sociedad que cada vez está más lejos de un Estado perdido en la partidocracia. Miles de soldados y policías anónimos y honestos han muerto en la batalla contra la delincuencia y, de nuevo, más allá de la utilidad del sacrificio, ¿era adecuado pedirles perder la vida? Lucarelli plantea las dificultades de la joven juez que es engañada por sus propios compañeros y cómo un policía la protege hasta la muerte. Se habla poco de los choques generacionales al interior de toda la administración pública. El actual sexenio se ha caracterizado por los políticos viejos en puestos de poca pu-

blicidad y de funcionarios jóvenes en lugares muy visibles para aparentar que el Pri se ha renovado y que la sangre nueva dará nuevos bríos a la nación. Eso también sucede en la judicatura, especialmente ante las reformas procesales, como la penal o la mercantil, donde el Consejo de la Judicatura ha apostado por jueces nuevos para los juzgados nuevos. Si bien se hacen concursos de oposición y los mejores calificados son nombrados, no por ello se evita el choque con los policías, ministerios públicos y trabajadores del propio poder judicial de anteriores generaciones. En los tribunales con varios integrantes no es raro ver cómo, por decir lo menos, los magistrados de más edad no encuentran diálogo con los jóvenes recién llegados. Si eso sucede a nivel personal, ya se imaginarán cómo será para dictar cualquier resolución jurisdiccional. Giancarlo presenta un escenario conocido: los jueces contra los ladrones en el gobierno. El funcionario jurídico es compañero de toda la escuela del empresario corrupto que ha llegado a presidir el municipio, y la lucha entre ambos se sesga para cada lado: si el ladrón hace una jugada, el otro hace otra y así va el relato hasta el final, donde la familia le pide al juzgador que acepte su derrota. Simbolizan a esa parte de la sociedad que ve cerradas todas las puertas para erradicar la corrupción. A nadie sorprende cuando se dice que México es uno de los países más corruptos. Muchos sonreímos cuando se anuncian medidas anticorrupción, mientras vemos a exgobernadores retar a los medios por increparlos como defraudadores y culpables de aumentar en miles de millones de pesos la deuda de sus estados. Y en nada se diferencian de la deuda federal: con la actual administración llegaremos a niveles impensados hace apenas unos sexenios (la culpa la tiene el petróleo y Trump, dirán). Giancarlo establece que la judicatura no es ajena al nivel de corrupción estatal. De ningún modo se puede generalizar, pues ciertamente hay jueces que entregan la vida en la función, pero hay muchos que tienen formas soterradas de corrupción: tienen a los parientes de los amigos sin trabajar; intercambian plazas con otros magistrados para que cobren sin laborar a pesar de estar ahí; se acuestan con mecanógrafas y abogadas, especialmente las menos agraciadas; le piden favores a los litigantes (la fiesta de quince años de la hija, tal vez); y muchas más. Los controles internos son fuertes, constantes y minuciosos, pero si de algo nos jactamos los mexicanos es de eludir las obligaciones ciudadanas y laborales. Italianos o mexicanos, los jueces occidentales parecen tener las mismas problemáticas


Samperio

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Guillermo

Gustavo Ogarrio

EL IRÓNICO, EL MORDAZ, EL SEDUCTOR.

y el sueño del cuentista I

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batalla eterna contra los lugares comunes; odavía no sabe si prefería la soledad del narrador que va naufragando al cuentista de fino bigote a su manera entre ironía e ironía, entre que con su voz de moducuento y cuento: “Ahora, se encuentra paralada seducción leía en la do sobre aquel alambre de púas. Espera no Librería de La Avenida en sabe qué. Mira hacia un horizonte que parMorelia, Michoacán, una te en dos la galaxia.” lejana noche de verano sin aguacero El oficio de hacer llorar a los leones. Samde 1998: “Esta era una mujer, una muperio y su abrazo narrativo a una melodía de jer verde, verde de pies a cabeza. No Gato Barbieri. “Los leones también lloran” siempre fue verde. Pero algún día coy cuando lo hacen devoran palabras melanmenzó a serlo. No se crea que siempre cólicas, arrullan con sus rugidos a una ciufue verde por fuera, pero algún día coFoto: Luis Humberto González/ archivo La Jornada dad moribunda que estalla en silencio en la menzó a serlo, hasta que algún día fue penumbra del asfalto: “A ti te parió la leona que canta rock melancólico, la leona verde por dentro y verde también por fuera. Tremenda calamidad para una impávida que de vez en cuando, sonámbula, devora hombres uniformados mujer que en un tiempo lejano no fue verde.” O si las inclinaciones coloríy ruge en el insomnio compañero. Esa misma leona me parió también a mí. Oh, ficas de la Señorita Green y su “hombre violeta”, con su encantador dragón madre escandalosa, torpe, chillona, tienes las piernas plagadas de culpa. Dévioleta, eran menos poéticas que “el tacto tomando la palabra”: “Los ojos janos lamerte las heridas que te ha provocado la ciudad, ponerte una de esas giran, rebotando de una mesa al cuadrito del niño con borrego, para ser canciones que hablan del vidrio y los lirios, del fracaso y del llanto rabioso, de expulsados hacia otro hueco en la sala. Ahí, se hunden hasta la pared del amores cornudos y pequeñas muertes.” bolsillo donde la mirada se desparrama y se introduce momentáneamente Tremenda calamidad para un narrador como Samperio, irónico, mordaz, en las grietas –sexos de la pared–. Se deja ver la madera de cinco y medio seductor, voluptuoso y precoz, ser evocado en su vocación puramente poéescalones que parecen ya muy pisados. Los párpados de ella caen y parece tica: “Déjanos mamar de tu potencia diluida el reconocimiento de las espadas que apagan la luz en cámara lenta.” de madera que todavía hieren, permítenos prendernos a tus pezones de hojaAlgunos prefieren el realismo obrero e irónico de “Lenin en el futbol”, la lucha lata. Madre que musitas rock melancólico, ese rock que dejas escapar mientras de clases en la licuadora del capitalismo benefactor a la mexicana, que desde duermes y que es nuestro sueño y nuestro desayuno y la pócima reconfortante siempre se ha hecho acompañar del lenguaje encubierto, de la ambigüedad en los días de muerte.” ideológica en la que se confunden los extremos, derecha e izquierda, corrupción y conciencia, denuncia y atropello: “Ya ves, el que no se vuelve entrenaII dor, pone su negocio o hace comerciales. No sé si has visto al Reynoso haciendo comerciales para el pan Bimbo, y al Pajarito anunciando relojes contra balonaa última vez que lo vio, el cuentista que nunca fue verde tomaba café en la zos durante un supuesto partido de garra […] Lo estuve pensando mucho tiempo y hasta me leí un libro de Lenin que habla sobre los sindicatos y lo pinche que barra de un café en la avenida Cuauhtémoc y ya no recordaba cierto día son los patrones […] era indispensable crear una organización que nos proque en Querétaro charlaron sobre el arte de borrar: “Los cuentos se emtegiera ahora y en el futuro, que la mejor manera de que lográramos respeto era piezan con la punta del lápiz y se terminan con la goma.” Samperio olvidaba el ésa, un sindicato de futbolistas.” Los arroces quemados de las clases medias, mundo y dormía ya en clave dionisíaca: narraba el sueño de los hongos en una los oficinistas del “milagro mexicano” en plena orgía de hastío burocrático y llanura imaginaria de Oaxaca; en este sueño su cuerpo se elevaba hacia un hode “infidelidades” de mujeres que se congelaban en el tiempo detenido de los yo azul en el firmamento de tinieblas y la maldita paz, la que supuestamente “departamentitos” de la gran ciudad: “arturo, mi arturo, porque no estás ensentirán todos al morir, lo envolvía por el ombligo y lo hacía girar por el cosmos. terado de que una vez restregué estos mismos senos en la boca de mario, el Pensándolo bien, después de casi veinte años de leerlo, también prefería al hijo mayor del portero, sí, el hijo del portero, los restregué en la boca de uno delirante cuentista de cabellos naranja y pulseras de narrador medieval que se de los miembros de los que tú llamas secta de asesinos o taciturnos homicidas quedaba dormido en las butacas de alguna casa de la cultura de provincia. Y que esperan en el recodo de cualquier pasillo…” prefería este final que tampoco lo es del todo, a menos que se piense que GuiPero no faltan los adoradores del oráculo del cuentista: Samperio en la llermo Samperio dejará de danzar en la canasta estelar de las asociaciones escenografía del taller, moviendo la pluma y el bigote para corregir textos, narrativas: “Madre, no te disgustes porque sufrimos desde tu voz afónica, llévahaciendo ironías en escala profunda o de brutal sencillez, mirando el intestinos en tu lomo cuando atravieses, temerosa, las calles a oscuras. No te enojes no grueso de los aspirantes a narradores, las muelas picadas del poeta frusporque somos tus garras y tu canto, no nos quites el dolor feliz, esas lastimadutrado que se refugia sin salvación en la narrativa. Samperio en el cálculo infiras que nos provocan tus ubres. Déjanos morir con estos vestidos, con estos nitesimal de la trama: un comienzo flojo lastima de entrada cualquier cuento, pantalones, con estos cabellos, con estos besos, con esos vidrios y lilas. Permíel tallo de la anécdota debe crecer hasta transformarse en una historia, la tenos escuchar tu sueño, mientras agonizas.”

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Guillermo

Sampe Antonio Valle

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Guillermo Samperio en el Encuentro Internacional de Cuentistas en el marco de las actividades de la 24 Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Diciembre, 2010. © FIL / Ana Karen Reyes A Hernán Lara Zavala

GUILLÓM, EL PERSONAJE

n una presentación fuera de serie, es decir, alejada de los clásicos prólogos eruditos políticamente muy bien escritos, en el libro Maravillas malabares, (Cátedra, colección Letras hispánicas), Javier Fernández nos ofrece un retrato maravilloso de los malabares que Guillermo Samperio experimentó durante sesenta y ocho años de vida. Dicha introducción fue elaborada a partir de las conversaciones que sostuvieron el editor y el autor mientras trabajaban en el proceso de selección de la antología. Aquí, mediante el registro de expresiones absolutamente espontáneas, accedemos a los pensamien-

MARAVILLAS MALABARES: SESENTA Y OCHO AÑOS DE VIDA DE SAMPERIO, PROLOGADOS POR JAVIER FERNÁNDEZ.

tos más auténticos de uno de los maestros contemporáneos de la narrativa mexicana. Fernández dice que “Guillaume” para Guillermo Samperio “es el mejor de sus propios personajes” y tiene toda la razón. Hace algunos meses, mientras Luis Tovar y yo intentábamos acercarnos a un Guillermo Samperio ya muy perdido –o ido– en alguno de sus relatos, y ante la imposibilidad de generar algún tipo de contacto (el maestro ya no lograba reconocernos), nos propusimos escribir un relato en el que el protagonista principal fuera Guillermo.

EL CUENTO QUE TODOS HICIMOS CON EL MAESTRO SAMPERIO

A

l parecer Guillermo Samperio tiene una anécdota –íntima, fantástica, verosímil e incomprobable– con todos los que hemos escrito acerca de él después de su muerte. La verdad (al menos ese tipo de veracidad a la que se refiere Javier Fernández cuando dice: “en un mundo de mentiras y falsas realidades, nada hay más cierto que la ficción”) es que después de que lo vimos protagonizar un breve altercado con alguno de los parroquianos que toman café en el Sturm und Drang –nombre ficticio del establecimiento ubicado en la colonia Narvarte donde

solemos tomar café–, Luis y yo estuvimos de acuerdo en que era el momento de comenzar a escribir una historia fantástica de Guillóm.

EL CAMPUS DE NARVART

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a verdad es que nos quedamos asombrados y fuimos viendo con angustia cómo el gran narrador chilango, nuestro amigo, maestro y colega viandante de la colonia Narvarte (de la que ya puede escribirse una historia de narradores y poetas, entre los que además de Guillóm deberían aparecer Parménides García Saldaña y José Agustín, entre otros rebeldes educados en el Campus de Narvart) se iba borrando bajo una constelación de tatuajes, collares y pulseras hippies, mientras conversaba consigo mismo en la calle de Yácatas, esa hermosa vía poética, arbolada, florida y tan poco transitada que corre paralela a la gran avenida Cuauhtémoc. “Oh, Guillaume, dejaste una historia a medias, seguiremos escribiéndola” –esta fue la frase publicada en Facebook el día que me enteré de su muerte. Guillermo Samperio viene de arrabales tan pobres y es tan consistente su radicalidad, que muchos de sus fúnebres comentaristas ya han cambiado de bando. De lo fantástico pasaron a un realismo vulgar y de la izquierda sesentera se corrieron a una derecha egoísta y

Ilustración de Capanegra

Guillermo Samperio

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iene miedo de regresar a casa ahogado en la borrachera. Además, no sabe en qué parte de la ciudad se encuentra. Su automóvil, un bmw gris platinado, se hace uno con la nieve. Esa noche de miércoles son pocos los automóviles que circulan con la nevada turbulenta. Frederick Lowell ha dado unas dos horas de vueltas perdido en Springfield, bebiendo de una botella de whisky. Cada vez que le sucede esto, al día siguiente comenta con Richard Wrigth, su socio principal, que no es posible perderse en un pueblucho que se aprende de memoria con visitarlo un fin de semana. Tal vez ya ha pasado frente a su casa un par de veces, pero ese tipo de nieve hace idénticas las calles y las casas. Además, pero eso ya no lo recuerda, sabe que esa mañana le ha prometido a su mujer no beber nunca más. Unos amigos de negocios lo invitaron a jugar dominó a media tarde. Se jura que a las ocho se retirará y esta vez llegará a cenar con su esposa y sus hijos. Ella le dijo que prepararía el guiso

Ella

preferido de él al verlo llorar e hincarse, bajo la promesa de que la borrachera de la noche anterior era su despedida del alcohol. Quizás fuera a amanecer y eso sí era terrible. En su celular, que no contesta, tiene acumuladas unas veinte llamadas sonoras de su esposa, cinco de su hijo mayor y una de la menor, de apenas dos años. Toma la decisión en ese momento, cuando piensa que puede amanecer de un momento a otro. Da vuelta en Maine, toma una calle estrecha de nombre Faulkner, pasa un par de cuadras, mira un teléfono público a media calle, frente a un edificio de apartamentos. Acelera y, casi al llegar a la esquina, gira el volante y se estrella contra un paradero de autobuses. El golpe sordo se escucha a dos cuadras de distancia. El cofre del auto retorcido se ha encajado en el rostro de Sharon Stone, semidesnuda, que anuncia unas botas rojas de invierno con cierre al frente. El hombre abre la puerta con dificultad. Se encamina hacia el teléfono público. Lanza su celular entre unos arbustos de un jardín casero. Varios hombres bajan del edificio, lo ven lastimado, quieren auxiliarlo, pero él les pide que muevan el carro mientras llama por teléfono a su esposa. Marca y al fin contesta ella. Frederick Lowell dice que se ha extraviado y que para no atropellar a un anciano, tuvo que estrellar su auto contra el paradero. Le pide a su mujer que llame a su abogado y le da los datos de la calle Faulkner, a unas dos cuadras de Maine. Ella le responde que en ese


erio

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HISTORIA DE UN ESCRITOR REBELDE

posmoderna. Por lo pronto, sigamos con los lugares comunes en torno a su apariencia, locura, tics y a su genuina extravagancia. La verdad es que el maestro cada vez se iba quedando más y más solo, parecía haber generado una estrategia narrativa con la que accedía a una especie de twilight zone desde donde, de vez en cuando, se daba algunas escapaditas para tomar café, fumar y sustentar alguna tesis literaria alucinante. Después de la paulatina (aunque paradójicamente inesperada) desaparición de Guillóm, nos ha sorprendido saber que más de un amigo le había presentado a Guillóm a otro amigo, éste a otro y así sucesivamente. Era como si Guillóm hubiera tejido una red de relaciones en la que varios “residentes” de los Campus de Narvart estábamos secretamente conectados por el tejemaneje narrativo de Guillóm, quien hacía de la vida real y de la vida ficcionada una sola cosa. La verdad es que era un tipo absolutamente auténtico, por lo que a veces su trato resultaba algo áspero. Algunas de sus discípulas dieron cuenta de cómo Guillermo aparecía en la escena cultural golpeado físicamente.

LA TROMPETA Y LA “MAMAZOTA”

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ra como si el vidente de la W (la constelación de Casiopea) tuviera abierto un canal de interacción muy directo con su inconsciente y con el inconsciente colectivo de algunos personajes de colonias y capitales remotas como la ciudad de Mérida, donde lo conocí hará tres o cuatro años, cuando Hernán Lara

Zavala me lo presentó en un congreso de literatura. Aquella tarde, terriblemente calurosa, abordamos una camioneta llena de escritores y maestros de literatura. La travesía resultó tan asfixiante que, cuando estábamos por salir de la ciudad blanca, Guillóm y yo le pedimos al conductor que nos dejara en un paraje desde el cual le llamaría a un amigo para que nos diera un “aventón” al Puerto de Progreso. Mientras llegaba, Guillermo y yo buscamos la sombra de una escuálida palmerita. Ahí, parados de perfil para cubrirnos del bravísimo sol, Guillaume me contó una historia en la que aparecían músicos, criminales, cirqueros y bellísimas mujeres que me recordaron algunos pasajes de la Santa María de Juan Carlos Onetti. En medio del calor alucinante me dijo que hacía muchos años su padre le había comprado una trompeta, instrumento que abandonó para dedicarse a los cuentos, pero que tan pronto llegara a la Big City buscaría el viejo instrumento que lo haría “transportarse”, como el sabio hindú Narada Muni, por el tiempo y por el espacio. Sin embargo, lo más importante de su relato era que antes tenía que encontrar una alumna-maestra. Tal vez su relato, sugestionado por las elevadas temperaturas que esa primavera se registraron en la Península, hizo que Guillóm alucinara un poco de más, así resultaba que mientras él le daba clases de trompeta a una de sus clásicas y exuberantes “mamazotas” (de las que habla Hernán Lara en el material de lectura de la unam que le dedicó a Samperio), al mismo tiempo él recibiría clases en una especie de toma y daca, de solfeo erótico, musical y corporal que sigue

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Samperio en su casa de CDMX Olga Carrillo Fotografía, con autorización de la autora

ha perdido una de las botas mes ha estrellado cuatro carros y que ha salvado la vida de cuatro ancianos. Que la cena se quedará servida para la eternidad. Que si quiere llamar al abogado, lo haga él. Que en ese momento ella y sus hijos se van hacia el este, que no los busque. Pero mi amor, dice él; sólo escucha un clack definitivo. Vuelve a marcar pero no obtiene respuesta. Se busca el celular en todos los bolsillos. Piensa que alguno de esos hombres, los que mueven su carro y lo acomodan de manera correcta para simular que está estacionado, se ha robado su celular. Se acerca a ellos, dice que salvó la vida de un anciano, mete la mano por la ventanilla del copiloto, abre la guantera, saca un pistola 9 milímetros. La mete en su boca, de reojo observa a un negro que esboza una sonrisa. Saca el arma de entre su lengua. El sabor metálico le hace pensar en una lata de anchoas rancia. Se aproxima al negro, a quien le brillan los dientes. “¿Por qué se burla de mí este pinche negro?”, pregunta a los demás hombres y le mete dos tiros en la cabeza. La dentadura del negro vuela y la lengua cae entre las pisadas en la nieve. Los otros hombres corren, pero todavía alcanza a matar a dos: un blanco, de los llamados redneck, y un oriental. “Perdóname, mi amor”, dice en voz alta a la Sharon Stone retorcida. Ella ha perdido una de las botas entre el vapor que sale del automóvil. De pronto se escucha un escopetazo y Frederick Lowell se derrumba de espaldas, resbala un par de metros y queda al lado de la actriz. El fogonazo viene de una ven-

tana del edificio. Todavía brillan cuatro fogonazos más y el cuerpo del muerto se va desmembrando a manera de maniquí, como si quien dispara desde la ventana no quisiera que se le vaya vivo el reno. La sangre baja la banqueta, resbala por la orilla y se junta con el camino de la del negro deslenguado. Allí se forma un charco re negrido. Se oyen sirenas. Las persianas de la ventana de los fogonazos se bajan y apagan la luz. Llegan dos patrullas y dos ambulancias. No se sabe de dónde ha salido tanta gente con abrigos, gorras, bufandas, de diversos colores. Parecen actores contratados para la ocasión y aparentan que actúan bien su papel. Discuten e inventan historias sobre lo ocurrido. Se escucha que el negro sin dientes se apellida Doolittle. Uno de los mayores, también negro, recuerda que a su abuelo le volaron la cabeza de un tajo. “La historia de las familias repite destinos”, sentencia. Prende un cigarrillo y se aleja. A los dos minutos arriba un hombre de civil y se identifica como el abogado del hombre que han confundido con un reno. “Para su mujer –dice el abogado–, va a ser una larga desgracia. Sigue esperándolo para la cena.” Se acomoda unos lentes deportivos de cristal ámbar. “Pero Josephine tiene familia en el este”, dice. Sube a su automóvil Porsche y del escape sale el último vaho de esa madrugada. En ese instante amanece. La luz es borrosa, de tono amarillento pálido. Pasa un autobús rojo sin gente en el lado opuesto al gentío


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Samperio en su casa de la CDMX. Olga Carrillo Fotografía, con autorización de su autora

sostendría con su bellísima alumna. Pronto olvidé aquella trama que no alcancé a comprender del todo, ya que antes de que Guillaume terminara de contarme la historia apareció mi amigo para liberarnos del calor infernal.

SOBRE EL MUERTO LAS CORONAS

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a verdad me costaba mucho imaginarlo como un burócrata cultural. Frente a mi estaba un verdadero rebelde, luciendo una larga cabellera y un tatuaje de John Lennon. Algo había en este hombre ya maduro que lo hacía verse como un joven locuaz y terriblemente inteligente. Ahora que sobre el muerto han caído las coronas, percibo que buena parte de los cronistas, críticos y comentaristas exegéticos que recién han abordado la vida y milagros de Guillermo Samperio, además de señalar que es uno de los más importantes cuentistas, recuerdan (como al paso) los elogios que Guillermo Samperio prodigó sobre tal o cual libro (generalmente una publicación del propio comentarista), lo que podría traducirse como: “Bueno, si ya lo ha dicho el gurú de la narrativa, de aquí en adelante podemos asegurarnos algún enchufe con la burocracia cultural y la consiguiente derrama en especie o en efectivo.” Tengo la impresión de que existen dos tipos de admiradores de Guillóm: aquellos que lo apreciaban y comprendían (con todo y sus insolencias) y quienes súbitamente se han vuelto “pares” del genio creador, amigos del máximo exponente del cuento mexicano contemporáneo.

EL MÁGICO CAMPO DE LOS RELATOS

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n algún lugar dijo Samperio: “Pensé que México debería tener su propia magia, su propia literatura fantástica… y dije, yo voy a poner aquí mi grano de maíz literario en este país para cooperar para una literatura fantástica mexicana.” La verdad es que el grano de maíz literario se convirtió en un campo de historias en el que brilla, como dice Edmundo Valadés,

con un lenguaje “muy personal, muy suyo, muy de un estilo que acabaremos por reconocer como samperiano”; pero sobre todo (con la contundencia de Carlos Monsiváis) que en una época donde “la frustración de las pasiones radicales, destruidas o envilecidas o postergadas por la represión, el abandono individualista, las demostraciones de socialismo real… Samperio, con excelencia y de modo personal reconstruye ese viacrucis sin atenerse a fórmulas”. Notable definición de una narrativa producida gracias, entre otras cosas, a una vida que es tan alucinante como su obra, ya que Guillaume, antes de ser –probablemente– el cuentista más importante de los últimos tiempos en México, ejerció innumerables oficios: fue cargador de víveres en un mercado, ayudante de abarrotero, raterillo, “aprendió a meter el palo en leche o agua antes de que se congelara la paleta”, fue vendedor de huevo y longaniza a domicilio, vendió planchas de pésima calidad, fue office boy (correveidile), gran dibujante, músico y cómico en ciernes, además de funcionario cultural en oficinas de gobierno. Con semejante currículum es natural, siendo, como él mismo decía, que era una suerte de alien o ciudadano que provenía de la constelación en forma de w llamada Casiopea, que alcanzara a visualizar un país de múltiples injusticias y que además tuviera una perspectiva profundamente crítica con el sistema político imperante, ya que en 1968 fue secuestrado, torturado y encarcelado. Fue militante en distintos grupos revolucionarios y dirigente del “espartaquismo integral”, concepto que me hizo recordar ciertos argumentos y pasajes de la novela Los detectives salvajes y su “realvisceralismo”, argumentos que empalidecen hasta volverse nada, no sólo ante la calidad literaria de la obra de Samperio, sino especialmente ante las experiencias de una vida que incursionó con una auténtica radicalidad política, poética y literaria, producto de una pluma notablemente diestra (también si niestra) sumamente sensible, curiosa e inteligente. En ese sentido, la vida de Guillóm puede servir de ejemplo e ilustrar la vida ardua y sinuosa de un buen núme-

ro de escritores y artistas que, a contrapelo, han hecho evolucionar la vida cultural del México contemporáneo. Desde la década de los años setenta y hasta nuestros días la vida, obra y milagros de maestro Samperio se ha dejado sentir de muchas maneras no sólo en el Sturm und Drang de la colonia Narvarte, sino en los grandes y pequeños recintos culturales y literarios de México, Cuba, Italia, Estados Unidos, etcétera, porque además de ser un narrador prolífico, Guillaume fue un verdadero productor y generosísimo consejero de jóvenes escritores que participaron en los talleres que impartió por todo el país, así como con aquellos que leyeron “Cómo se escribe un cuento. 500 tips para nuevos cuentistas del siglo xxi ”.

INSTRUMENTO DEL JUEGO FAVORITO

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e vuelta al Sturm und Drang, frente a dos tazas de café, Luis y yo convenimos en que, a diferencia de Hamlet diciendo: “¿Por qué pensáis que es más fácil hacerme sonar a mí que a una flauta? Llamadme con el nombre del instrumento que queráis: aunque podéis estirarme las cuerdas, no podéis tocar conmigo”, tal vez pueda “tocarse” algo de Guillaume con “La trompeta de Deyá”, texto en el que Mario Vargas Llosa recuerda a Julio Cortázar ante su muerte: “De rato en rato, oigo desafinar una trompeta. No hay nadie por los alrededores. El sonido sale, pues, de ese cartel del fondo de la sala, donde un chiquillo larguirucho y lampiño, con el pelo cortado a lo alemán y una camiseta de mangas cortas –el Julio Cortázar que yo conocí– juega a su juego favorito.” Ante el amenazante vacío que ha dejado el maestro Samperio y la imposibilidad de cerrar el relato que me contó bajo la sombra caliente de una palmera yucateca, pienso que tal vez Guillóm se encuentre tocando el mismo instrumento que toca Julio Cortázar, el escritor que él más admiró y quiso, sólo que el maestro Samperio lo hará apretado a una descomunal “mamazota” brillando en una vecindad ondulante de los Campus de Narvart


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LEER

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Pequeños filósofos GERMÁN IVÁN MARTÍNEZ

Filosofía para niños. La filosofía frente al espejo, José Ezcurdia, Ítaca/unam, México, 2016.

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a filosofía es una forma de concebir la vida y una manera de vivirla. Por ello, pese al desdén que sufre por quienes detentan el poder y la marginación de la que es objeto (incluso en las propias universidades), hoy es más necesaria que nunca, porque su enseñanza y difusión contribuyen a desarrollar el pensamiento reflexivo y crítico, tematizar experiencias vitales y desplegar una conciencia que posibilite afrontar los problemas de nuestro tiempo. En Filosofía para niños. La filosofía frente al espejo, José Ezcurdia da cuenta del trabajo que ha desarrollado con pequeños en diversos lugares de México, como Guanajuato, Morelos y la Sierra Tarahumara. Mediante Talleres de Filosofía busca atraer a los niños a esta materia y fomentar en ellos el arte de preguntar y el gusto por plantear y resolver problemas, exhortándoles a reflexionar sobre sus propias experiencias y vivencias, recuperando la palabra que emerge de su contexto y que nombra, visibiliza y refleja la realidad que viven. Como señala Gabriel Vargas Lozano en el prólogo, se precisa actualmente de “una formación filosófica y humanística sólida” frente a una estrategia educativa tecnocrática y mercantilista. Él mismo asegura que “la enseñanza de filosofía en niños contribuye a que desde la infancia desarrollen formas de investigación, argumentación y diálogo”. Esto ha llevado a Ezcurdia a promover, en esta y otras obras de su autoría, la centralidad que debe tener la filosofía en nuestro sistema educativo, así como a defender la vitalidad y frescura de aquélla, que sólo puede brotar de una praxis filosófica que recupere el pensar y el sentir de los niños, quienes también padecen en carne propia los desafíos de nuestro presente: hambre, explotación, violencia, enfermedad, racismo, migración, deterioro ambiental, pobreza, injusticia, intolerancia… Para nuestro autor, “la filosofía tendría que forjar los conceptos y las categorías para nombrar y ordenar en un proceso creativo, las propias tensiones que nos dan rostro”. Por eso el trabajo que realiza pretende restituir a los niños la voz que les ha sido negada. Sus Talleres de Filoso-

fía son una manera, entre muchas, de hacer filosofía; pero gracias a ellos los pequeños se forman filosóficamente, aprenden a dialogar y debatir sobre las situaciones que viven, e interpelan a los adultos y al mundo que han construido. Gracias a la estructura metodológica de los Talleres (propuesta del tema, preguntas sobre el mismo, debate y polémica, elaboración de un dibujo personal que explique la perspectiva sobre el aspecto de la realidad abordado, nuevo debate y discusión, redacción de un pequeño escrito sobre las conclusiones alcanzadas, socialización de los dibujos y escritos, otra vez debate y polémica) irrumpe una palabra filosófica que nombra una realidad efectiva y cuestiona nuestras formas de ser, conocer, pensar, sentir y actuar. Sócrates, Platón, Bergson, Foucault, Deleuze y Freire, son algunos autores de los que Ezcurdia se vale para sustentar teóricamente la propuesta de trabajar con niños y devolverles la voz que el silenciamiento, la marginación y la opresión les ha arrebatado. Gracias a ello, “sacan a la luz singularidades culturales, complejos psicológicos, gestos peculiares, datos inéditos”, ganan confianza en sí mismos, maduran expresivamente y desarrollan capacidades diversas: razonamiento, lógica, análisis, inducción, deducción, abstracción, generalización, distinción, comparación, clasificación, jerarquización, entre otras. Ezcurdia está convencido de que enseñar a filosofar es enseñar a pensar. Esto no quiere decir que los niños son carentes de razón. Todo lo contrario. Él reconoce que su juicio, creatividad y capacidad reflexiva es impresionante. De esta forma, la mayéutica y dialéctica de las que echa mano para trabajar con ellos, contribuye a forjar su talante filosófico y a que no sólo conciban la filosofía como forma de vida, sino como ejercicio de autoexamen que invita a la investigación del propio ser y la formación del carácter. Mediante el autoconocimiento que promueven los Talleres de Filosofía con Niños, el autor busca “restituir a la filosofía su vocación propiamente filosófica” e impulsar la generación de una ciudadanía reflexiva, lúcida, responsable, participativa y sana. La suya es entonces una empresa antropológica, epistemológica, ética y política. Para él, una ciudadanía cabal es aquella que le otorga dignidad y sentido a la propia vida. Y es capaz, a partir del conocimiento de sí, de entender el ejercicio filosófico como servicio al Otro, conformando con ello una sociedad “menos ciega y abusiva” •

Libro del engaño y del desengaño, Jorge Aulicino, Ediciones Sin Nombre, México, 2016.

Este es uno de los catorce títulos que, hasta la fecha, integran la obra poética de este autor argentino, también traductor al español nada menos que de Dante –su versión de la Comedia apareció apenas en 2015–, así como de Pasolini, Pavese, Fortini y Anedda, entre otros. Con más de tres décadas de labor periodística, así como de editor en publicaciones culturales, Aulicino nutre su poesía de un amplio bagaje compuesto, por decirlo así, de una lectura doble: la diversa y abundantísima en los libros, y la no menos intensa y numerosa fuera de ellos, como puede leerse en este Libro del engaño y del desengaño, breve sólo en cuanto a sus dimensiones materiales.

visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/

En nuestro próximo número

EL TIEMPO REVELADO DE RODRIGO MOYA José Ángel Leyva

@JornadaSemanal

La Jornada Semanal


ARTE Y PENSAMIENTO ........

29 de enero de 2017 • Número 1143 • Jornada Semanal

Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Como una hormiga Años después, cuando escribió su primer poema, el primero que se atrevió a publicar y que había escrito y vuelto a escribir tantas veces, antes de permitir que nadie lo leyera, Fermín recordó algo que la tía Martucha contó en una de aquellas comidas, cuando Toña le apartaba el más grande de los merengues al oporto y él llegaba con patines a la mesa. Aquellas hormigas –dijo Martucha, envuelta en el humo de su cigarro–marchaban en hileras apretadas, con la cabeza vuelta hacia la tierra y los ojos y las antenas y las patas, todos sus diminutos cuerpos alertas, en busca de lo que las hormigas viven buscando. Pero una noche una de ellas volteó a lo alto. Vio las copas de los árboles que la brisa balanceaba contra el último crepúsculo. Vio una rajita de luna y, al lado una estrella y, poco a poco, mientras la oscuridad aumentaba, otras y otras más, hasta que colmaron la amplitud de las tinieblas. Esa hormiga ya no quiso buscar sino estrellas •

Bicicleta El vendedor de bolillo y telera que pasa todas las noches por casa lo hace sobre una bicicleta con una reja amarrada en la parrilla trasera. Es un muchacho bueno, muy humilde, y solícito. Siempre sonríe. Se anuncia con un grito y uno puede escucharlo cómo se acerca desde la distancia. Esta vez no fue la excepción: "¡Boliiiillo, teleeeera!” Mi mujer me pidió que le comprara. El muchacho se detuvo afuera de la casa. No traía la bicicleta. Traía la reja montada sobre un viejo carrito de mandado. ¿Y luego?, pregunté. Me robaron la bicicleta, patrón. Sentí que los huesos se me caían al suelo a pedazos. ¿Cómo? Sí, antes de salir con el pan, ya no estaba. Ah qué caray. Le compré unas teleras y, pese a su resistencia, hice algo (prefiero ser discreto) que le hizo mucho bien a mi corazón. Me despedí y entré en casa, y entonces entendí que algo demasiado humano ya no estaba bien entre nosotros, algo profundo que nos había abandonado, y que era muy probable que como sociedad ya no fuéramos a recuperar. Cerré la puerta tras de mí y me eché sobre el sofa. Las teleras rodaron por el suelo, al fin que ya no tenía ganas de nada •

bitácora bifronte

Contra el lector

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igura idealizada, sombra hipotética o personificación con nombre y apellido, el lector ha ido transformándose en una presencia cada vez más pesada en la labor de los escritores. La soledad que antes cultivaba fielmente el escritor a favor de su trabajo creativo se ha visto amenazada por los nuevos medios de comunicación que fomentan una “convivencia” demasiado riesgosa entre lectores y autores. El escritor que ha encontrado en las redes sociales un foro para expresarse y difundir su obra tiene que lidiar con una gran cantidad de distractores que merman la concentración que exige la creación literaria. El escritor se enfrenta a un diluvio incesante de comentarios que son el resultado de impresiones ingenuas, envidiosas posturas, admiradores obsesivos, simples ocurrencias y malsanos “dimes y diretes” que sus palabras suscitan. Edmund Wilson, antes de la era internet, escribió que hay diferentes clases “de personas hacia las que el autor debe adoptar una actitud sin emociones” y que se dividen en las siguientes categorías:“a) Locos y maniáticos, b) Mujeres solitarias y provincianos aislados (el hecho de que escriban una carta a un escritor demuestra solamente que necesitan comunicarse con alguien y no necesariamente implica un interés por el libro del autor), c) Jóvenes deseosos de que el escritor lea sus manuscritos y, por último, d) Gente que quiere el autógrafo del escritor.” Pero, ¿cuál es la actitud que el escritor contemporáneo asume frente a sus lectores? Quizá el ánimo de diálogo sea una factura demasiado costosa que el autor moderno comienza a pagar. La velocidad y el vértigo que las nuevas tecnologías han desarrollado hacen casi imposible que alguien pueda escribir y mantener correspondencia con sus lectores simultáneamente. El mismo Edmund Wilson sostenía que no se debía distraer a un escritor enviándole manuscritos, ya que éste tiene “demasiado quehacer escribiendo sus libros”. Aquel “Hipócrita lector, mi semejante, mi hermano”, al que Charles Baudelaire se dirigía en el inicio de Las flores del mal, ya no quiere ser solamente lector; desea decir algo, escribirlo (ambiciona ser escritor también) porque tiene derecho (nadie se lo niega) a expresarse, pero las circunstancias están mutando de tal manera que sería prudente recordar las sabias palabras de Ezra Pound, cuando decía que el hecho de que a alguien le guste tocar la guitarra no justifica que grabe un disco. La soledad que el escritor cambia por aplausos impedirá, gradualmente, que emita su visión del mundo, aquello que Raymond Carver señalaba como “el sello particular e inconfundible que el autor imprime a todo lo que crea”. La simple idea de escribir bajo la mirada de un ejército de lectores dispuestos a juzgar (con o sin argumentos) una obra, es un peligroso veneno que puede acabar con cualquiera, despojándolo de su esencia y convirtiéndolo en un títere de lo políticamente correcto•

Los camellos Dimitris Doúkaris

Llegan cadenciosos los camellos del desierto, con sus campanas de madera, con su paso indolente; se van al desierto los camellos cargados, sumisos, confiados – ningún otro desierto se han imaginado.

Dimitris Doúkaris (Atenas 1925-Atenas 1982). En 1944 se hizo miembro del Frente de Liberación Nacional y formó parte del movimiento de resistencia contra la ocupación alemana (1941-1944). Debido a sus actividades políticas, pasó tres años y medio en varios campos de detención y prisiones; en 1951 se afilió a la Unión de la Izquierda Democrática, pero renunció desilusionado cuando Rusia invadió Hungría (1957) y, a partir de entonces, abandonó toda actividad política. En 1958 viajó a África (Ruanda, Congo Belga y Sudáfrica) como supervisor en plantaciones y como periodista. Al regresar a Atenas (1961), trabajó como asesor de la fao y nuevamente como periodista. En 1975 fundó la revista literaria Tomés (Cortes), misma que dirigió hasta su muerte. Es autor de diecinueve libros de poesía y ha sido traducido al inglés, francés, italiano, alemán, búlgaro, húngaro, rumano y polaco.

Véase La Jornada Semanal, núm. 1107, 22/ v /2016 Versión de Francisco Torres Córdova

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Jornada Semanal • Número 1143 • 29 de enero de 2017

Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com

Alba Alonso y Vicenc Mas, las formas de la explo(r)(t)ación erótica

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NA INVESTIGACIÓN PORNOGRÁFICA es un título sugerente y atractivo que promete más de lo cumple. Es un espectáculo que se define como una exploración en el orden del cabaret porque establece un diálogo frontal con un público que, sin estar alcoholizándose en su mesa, puede responder e interactuar desde sus lugares en las bancas que se utilizan en el foro Shakespeare (muy semejantes a las laterales de los peseros o colectivos) a las preguntas, alocuciones e imprecaciones de Alba Alonso, quien actúa, antologa la escena y dirige la puesta, y Vicenc Mas, quien también interviene (no sé si en realidad actúa, o se trata de un acompañamiento comentado musicalmente) y tiene a su cargo la dirección musical. Es un trabajo de equipo que tiene en el vestuario a Ferio Nafreth, quien gracias a la iluminación de Rocío Carrillo logra con una gran economía de recursos ofrecer una atmósfera que va de la mano de una narrativa eficaz, divertida, amena, y con una exposición de personajes que se quiebran en el momento más álgido de sus estereotipos. Esto es posible gracias a una actuación que posee la verdad y la congruencia de un tránsito a través de un manejo diverso y complejo de tonos, gestos, habilidades físicas (el cuerpo delgado y atlético de Alba permite camuflajes que van desde la vamp torneada hasta la afanadora totalmente plana y de apariencia famélica). Me parece muy importante acotar que ambos, Vicenc y Alba, son carismáticos, no hay impostura en lo escénico, fluyen con naturalidad, lo que dicen y hacen está trenzado de tal modo que la obediencia a un libreto parece inexistente y con facilidad crean empatía con el público, aunque por momentos lo hagan a través de lugares comunes como el nombre que reciben los genitales masculinos y femeninos en distintas culturas y contextos lingüísticos, recurso que ya hasta los cómicos de burlesque utilizan.

LA OTRA ESCENA Como parte de la difusión de la obra aparece una serie de preguntas que en realidad no se responden (¿“Puede una violación estar justificada? ¿Qué hay más allá del coito anal?”) pero se comparten con un público que sería irresponsable suponer homogéneo. Sin embargo, la elección de testimonios y textos podría ser muy rica y verdaderamente polémica; mucho más, por ejemplo, que saber que los españoles le dicen pija al pene y paja a una chaqueta. Por lo general hay un público atraído por una programación que presenta (pro)puestas alivianadas, con una carga de rigor académico y una dosis progresista que en-

tona con la ruta Roma/Condesa/Polanco; un público cansado de las propuestas de la momiza televisiva tipo Sergio Corona, Ortiz de Pinedo, Alejandro Camacho, Humberto Zurita y todo lo que pasa por el teatro Virginia Fábregas y el Centro Cultural (jajajá) Telmex. Más que una exploración sobre el porno es una indagación sobre la explotación, el machismo, el narcisismo contemporáneo, el acoso y el comercialismo alrededor de la satisfacción y el erotismo que parecen conducir a escenarios depresivos, neuróticos y enajenantes sobre las políticas de género, la construcción de las identidades, los travestismos en pareja, los voyeurismos y las filias y parafilias sexuales. No deja de ser interesante la idea de mimetizarse con el espectáculo que intenta ofrecer la exprostituta Virginie Despentes (1969), convertida en intelectual de tv 5, que comparativamente con el mundo de la indagación erótica sería como una versión de Paulo Coelho respecto de Cortázar o García Márquez. Su bodrio Viólame (estelarizado por la actriz (jajajá) porno suicida Karen Lancaum,e especializada en sexo anal) y su Teoría King Kong (2007) poco tienen de original, incluso frente a las ya añejas proposiciones de Foucault, Deleuze y Guatari, Lacan, y otras más conmovedoras como las de Butler, Camille Paglia, André Green, Serge André, incluidas las que van de Beauvoir y Dolto, hasta el Buenos Aires de Emilce Dio Bleichmar. Una investigación pornográfica trata de equilibrar el horizonte provocador de un discurso que intenta desmantelar las lógicas del espectador ñoño con textos de Pierre Louÿs, condimentado como las descripciones de Bataille o Sade de los paisajes intestinales de nuestra época, donde los cuerpos han perdido sus órganos y su sentido. Digo “ñoño” aunque esos espectadores se sientan vanguardistas intercambien parejas, hagan tríos, sean poliamorosos, bdsm y coprolálicos, coprófagos y zoofílicos. Sabemos que las conductas no necesariamente indican algún tipo de riesgo intelectual, erótico o espiritual •

Alonso Arreola @LabAlonso

No nos gusta ese Rockdrigo

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O NOS GUSTA ESE Rockdrigo. Nos gusta el otro. El Rodrigo del presente y del futuro. El que no fue. Porque el que nos quedó tras el terremoto que lo mató (sí, el del ’85), ese Rockdrigo en ciernes, nunca nos pareció del todo bueno. Claro, tampoco nos tocó escucharlo en vivo ni sentimos en carne propia las raíces de su furia. No compartimos nada con él. No fue banda sonora para nuestra adolescencia o juventud. No bebimos un tequila ni besamos a una mujer ni pasamos una noche sudando sus rasgueos. Pero nos hubiera gustado conocer al Rodrigo de 2017. Porque el Rockdrigo restante carece de límites, cual promesa incumplida. Ello lo fomentan quienes comúnmente hablan de él: hipócritas o ignorantes que prefirieren el lugar común de adjetivos y elogios en lugar de ser duros con el colega caído. Por eso es que hoy estamos aquí, ocupando nuestra mucha ignorancia tras escucharlo casualmente en la calle, recordando una experiencia que impuso respeto frente al “Rodrigo imposible” a través del “Rockdrigo verdadero”; experiencia gracias a la cual pudimos rescatar frases extraordinarias de sus letras, ésas que luego perdían en la poca dedicación. Lo señalamos porque pudo ser mejor. Porque es inocente de no lograrlo. Porque nos gustaría defenderlo un poco de feligreses que terminan tirando el castillo de naipes elevado sin rigor. En 2003 sucedió que Alfonso Figueroa (amigo y miembro fundador de Santa Sabina) invitó a la banda en que tocábamos a participar en un disco que llamó Ofrenda a Rockdrigo González. El sacerdote del rock y las enseñanzas del profeta del nopal. Al principio la idea no nos entusiasmó mucho (hablo a título personal), pues aunque entendía-

BEMOL SOSTENIDO

mos la importancia social de aquella obra, no compartíamos sus códigos estéticos. Grabado en Zona de Intolerancia, el reto echó raíces como una provocación. Así las cosas, no recordamos cómo elegimos la pieza “Perro en el periférico”, pero no pudo ser mejor. Los demás invitados al disco fueron Rodrigo Levario (“Aventuras en el df”), Los Rastrillos con Iraida Noriega (“Tiempo de híbridos”), Santa Sabina (“Distante instante”), Panteón Rococó (“Los intelectuales”), Los estrambóticos (“Ama de casa un poco triste”), Tex Tex (“El feo”), El Haragán/Santa Sabina (“Rock en vivo”), Qual (“Ratas”), Consumatum Est (“La historia de la no historia”), más el propio Rockdrigo en plan póstumo (“No tengo tiempo”). Diremos entonces que “Perro en el periférico” tiene movimientos armónicos cromáticos, atípicos en aquel repertorio, muy ad hoc para la historia del hombre que crece bajo las convenciones sociales y lo políticamente correcto, finalmente vencido por esa confusión parecida –precisa-

Rockdrigo González

mente– a la de un perro en el periférico (imagen poderosa que ilustra la victoria del entorno y que nos hace testigos culpables de la tragedia por venir).“Sólo era una representación, tan sólo un acto de teatro”, dice Rockdrigo. “Una simple asimilación de aquel tiempo y ese espacio [...] Creció creyendo ser normal, con los botones precisos, superando al animal en el cuarto y quinto incisos. Pero un día voló, y desde arriba él miró el desorden de todo el barullo esférico. Fue entonces que se sintió como un perro en el periférico.” Estableciendo símiles y metáforas de distinta valía, el logro de Rockdrigo se halla en el esfuerzo surrealista de jerga coloquial, sin importarle que luego se vea desatendida en sintaxis y concordancia, como si se arrepintiera de sus momentos “ilustrados”. Así, cuando habla de botones, incisos y barullos esféricos percibimos un afán ecuménico que se debilita con rimas y métricas que lo devuelven a la calle, su calle, ésa desde la cual supo burlarse de intelectuales para engarzar dragones y amas de casa, cantimploras de soledad y nopales automáticos, ranchos eléctricos y selvas cotidianas, ratas y naves cibernéticas. A partir de que hicimos ese arreglo a “Perro en el periférico” agradecimos las pocas Hurbanistorias que nos dejó Rockdrigo González, ya entendidas desde adentro y con todos sus defectos. Así, aunque nos sigue pareciendo un bosquejo de sí mismo, una figura que al pie del risco sueña con sus alas, gustosa y periódicamente nos encargamos de recordar su trayecto artístico a ras de suelo entendiendo que valió la pena. Señalando su rostro más natural y siendo críticos es como podremos celebrar al otro Rodrigo, el que permanecerá en nuestro bosque sonoroso mientras menos mitos cuelguen de sus ramas. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


ARTE Y PENSAMIENTO ........

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tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

Vender –y comprar– el alma

Talento

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DIO LOS CENTROS COMERCIALES. Cuando era niña me gustaban, pero sólo había dos, dos Disneylandias del consumo: Plaza Universidad y Plaza Satélite. Iba con mis compañeros de la escuela a comer helados, a mirar cosas y a perder el tiempo, sin dinero y sin ansiedad. Cuando apareció Perisur en el horizonte, me horroricé confusamente, pero fui, como una borrega, a comprar necedades. Por esos años vi una película que adoro: Historias verdaderas, dirigida y protagonizada por David Byrne, el cantante y compositor, leading man de los Talking Heads. En ella, Byrne dice que el mall es para los gringos como el ágora griega para los ciudadanos de Atenas, pero hombre, la diferencia entre Trump y Pericles está a la vista: no creo que un ciudadano con la sintaxis ridícula de Trump hubiera sido electo para ningún cargo en la Atenas clásica. Ni para espulgar perros, vaya. Pero vuelvo a los centros comerciales: desde hace ya muchos años me provocan una tirria espantosa: repiten incesantemente las mismas tiendas, las mismas ofertas, los mismos restaurantes, la misma ilusión de prosperidad y armonía insípidas. Proliferan por toda la ciudad, quitándole espacio a los parques, las casas, los comercios pequeños. Son horribles y a mucha gente le parecen paradisíacos, pero fíjate lector, cuántos hay entre tu trabajo y tu casa y verás que la cosa es que gastes, aunque no tengas. A diario paso frente a cuatro o seis, dependiendo de mi ruta. Todos tienen una doble fila de señoras en camioneta mirando el celular frente a las puertas y acomodándose el pelo con uñas de medio metro –posando, esforzándose por parecer la encarnación vernácula de Kim Kardashian. Me deprimen. Algo de todo eso es impostado: quizás la explicación radica en que el mall corresponde a un país rico y derrochador, obsesionado con el consumo, explotador y rapaz y ha sido trasplantado a un país pobre, a una ciudad cuyo paisaje cuenta con pocos defensores y que merece otra suerte. El salario mínimo en Estados Unidos es de poco más de 7 dólares la hora, mientras que en Ciudad de México es de ochenta pesos por día, pero la gente llena estos lugares, familias enteras pasan ahí el día, los novios se besuquean en bancas incomodísimas y mujeres y hombres se pasean frente a las vitrinas, llamados por la voz de sirena de las ofertas. Gastar es uno de los signos de nuestros tiempos. Mantiene a la gente aturdida, entretenida y endeudada: un ciclo completo que deshace el entramado de la personalidad, de la colectividad, de la vida. La publicidad ofrece, ni más ni menos, la felicidad. Una felicidad que depende de lo externo e ignora lo espiritual, que carece de ironía, gracia o inteligencia: “Ayer amas de casa, hoy amas del mundo”, dice el lema de un supermercado que ofrece descuentos en las escobas. El otro día me quedé de una pieza frente al bombástico y pretencioso anuncio de la funeraria García López: la foto de una mujer sonriente que contesta el teléfono en la línea 1-800 funeral, y un letrero que decía, palabras más, palabras menos: “Los únicos que hacemos del funeral un

homenaje.” Ese anuncio, en este país de desaparecidos y fosas clandestinas, me pareció una cursilería ofensiva que revela hasta dónde es capaz de meterse la publicidad. Ofrecen video homenaje, servicio de cafetería en la sala y “registro de estrellas”, una serie de cosas que el muerto no puede disfrutar y que pretenden sustituir con una fiestecita idiota el derecho de los deudos a llorar como les plazca. Tuve un ataque de envidia por los rituales judíos que honran a los muertos, por la sombría belleza del Kadish Yatom. Pensé que a lo mejor están menos expuestos que los demás, que, ocupados en sus rituales milenarios, despreciarían justamente a la funeraria García López y sus planes de lujo. Todo ha perdido dignidad y aumentado de precio. Los planes en los hospitales, los seguros médicos, la educación. La publicidad promete experiencias únicas, pero no puede cumplir, pues se ofrece a todos. Creer en esas promesas nos llevará, irremediablemente, a la desilusión. Nada de afuera puede llenar el vacío que llevamos dentro. Es parte de ser una persona, de saber que vamos a morir, de buscarle sentido a la vida. Lo único que puede hacerlo soportable es el vínculo verdadero con el mundo. Con los otros. Buscar lo en las tiendas, creerle a los anuncios, es como intentar hacernos amigos de un maniquí •

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Verónica Murguía

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ACE YA CERCA DE diez años que saltó al aire la primera emisión de un concurso de talentos inglés, Brittain’s Got Talent (Gran Bretaña tiene talento), que impresionó vivamente a las audiencias y sigue teniendo un éxito muy grande. De aquella primera temporada resultó triunfador un tímido cantante de ópera que por entonces vendía teléfonos celulares, Pol Robert Potts, cuyo video de “descubrimiento”, cuando cantó Nessun dorma, de Puccini, es quizá uno de los más vistos en internet. Got Talent, proyecto del productor y cazatalentos inglés Simon Cowell, quien es también alto directivo de Sony Music (rama discográfica del consorcio trasnacional de la electrónica), se convirtió rápidamente en un fenómeno mun-

dial porque la televisión siempre ha mantenido vivo ese hechizo fascinante que causa en los televidentes cuando vemos números musicales. Cualquier productor televisivo sabe ahora que música e imagen al alimón suponen uno de los más grandes ganchos de la pantalla chica. Dígalo si no el espumante éxito de mt v a partir de la década de los ochenta, en que la televisión redefinió el entretenimiento en el mundo moderno casi a la par del cine. La franquicia de Cowell es de alcance global y terminó convertida en empresa multinacional ella misma, replicándose primero en programas que a su vez han sido exportados a muchos rincones del mundo, como fueron: America’s Got Talent (la versión estadunidense), The x Factor, o The Voice. En México, aunque licenciada en términos de franquicia, es de suponerse, por los propietarios de la marca Got Talent, la versión local de México tiene talento es propiedad de t v Azteca y desgraciadamente, como suele suceder con los refritos televisivos de esa empresa, la calidad final del programa terminado deja mucho que desear si se la compara, odiosa pero indefectiblemente, con el programa original que pretende emular: la producción es deficiente, previsible, y está desde luego el hecho chocante de que toda versión “mexicanizada” de un programa exitoso de televisión acaba pasando por el edulcorado, artificial cartabón de los modos de hacer televisión en Televisa o t v Azteca: se siguen arrastrando los mismos gazapos, los mismos vicios de conducción y pésima dicción de sus presentadores o el hecho de que las televisoras del duopolio se han caracterizado desde hace décadas, en su vertiente de productoras musicales, por impulsar solamente música que carece de genuinas propuestas

estilísticas y se contenta con ritmos y estribillos machacones, simplistas, que han ido sustituyendo, en el ideario colectivo del mexicano, la música popular, desde el bolero hasta la canción ranchera, para uniformarlo de pop y ritmos fáciles, como los que proclaman la cumbia o esa abominación del negocio musical que supone el inefable reguetón.También existe The Voice México con resultados harto similares. Actualmente existen programas de concursos de talento escénico –pertenecientes casi todos a las franquicias mediáticas orquestadas por Cowell– en una veintena de países del mundo. Desde Rusia o Tailandia hasta La Voz Perú o Argentina tiene talento. En todos ellos la búsqueda de una próxima “estrella pop” es el denominador común. Y hay destellos de talento, sobre todo en canto y baile, que llegan a grandes alturas en el despliegue de sus recursos vocales o dancísticos, pero también en sus actos de contorsionismo, magia o suertes circenses, como equilibristas y no pocos payasos, voluntarios e involuntarios. Hay acusaciones de algunos concursantes que afirman que no obstante la aparente frescura que logra proyectar en pantalla, al menos las versiones originales, siempre ha habido en los episodios de la franquicia predisposiciones, trucos de cámara, manipulación de audiencia y de los mismos concursantes, para poder ofrecer por ejemplo escenas convincentes de conmoción emotiva, de lágrimas que desbordan, o hasta de concursantes furibundos que insultan a los jueces por demeritar las actuaciones. Pero, ¿qué programa televisivo podría ser producido sin un guión? Al final la televisión es ya más un vehículo de entretenimiento simple que informativo. Por lo menos en este México tan proclive a la enajenación•

CABEZALCUBO

Jorge Moch


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Luis Tovar

Tintero (iii y última)

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T

ESPUÉS DE SIGLOS y siglos de crímenes y de las maneras en que durante el siglo xx y lo que va del xxi –Auschwitz es su símbolo– se les quita a las víctimas cualquier dignidad humana antes y después de asesinarlas, las mejores conciencias teológicas tienden a pensar de manera distinta a Dios. Si Dios, como lo ha enseñado durante dos milenios el judeocristianismo, existe y acompaña a su creación, no puede ser, en el marco de esa evidencia, todopoderoso. Si esto fuera verdad ese Dios tendría la mente de un psicópata y entonces sería mejor dudar de su existencia o, como lo hizo Iván Karamazov, dejar de creer en él: no se puede ser cómplice de un Dios que permite el sufrimiento y el asesinato de los niños. Es mejor darle la espalda o, como lo hizo un grupo de judíos en Auschwitz, juzgarlo y encontrarlo culpable. Pero si lo es, su omnipotencia, contra la idea de poder que tenemos los seres humanos, consistiría en haber renunciado a él. Esto, dicho de una manera muy simplista, es lo que el filósofo Hans Jonas mostró en su conferencia “El concepto de Dios después de Auschwitz” (1984). Su argumento hunde sus raíces en el pensamiento cabalístico de Isaac Luria (1534-1572) y su noción del tsimtsum (retiro, contracción, autolimitación). Según Luria, Dios sólo pudo crear el mundo retirándose. De lo contrario sólo habría Dios. Esta contracción, que e s u n a re n u n c i a a s u p oder para que otras cosas y otros seres existan independientemente de él, tiene, desde el ángulo cristiano, un segundo momento de revelación en la encarnación, es decir, en el acto por el que Dios se vuelve carne y contingencia en Jesucristo, se vacía de sí mismo y se entrega al ser humano en el ser humano. Lo que esa visión muestra es que Dios, como lo devela el Evangelio de San Juan, es amor. Pero también, como lo argumenta Jonas, que Dios es impotente para resolver nada y no tiene, por lo mismo, otra cosa que ofrecer que su compasión. “A Dios –poetiza César Vallejo– debe dolerle mucho el corazón.” Es al ser humano entonces, creado por ese amor, a quien corresponde la responsabilidad de la vida. Dios está así en nosotros como huella, como imagen y semejanzas, y esa huella exige no sólo que el hombre se abstenga de ejercer toda la fuerza que hay en él, es decir, que renuncie a su poder, que en tanto imagen de Dios posee, en favor de la existencia de los otros, sino también la responsabilidad de conservar la vida y el mundo con-

tra quienes enceguecidos se autorizan usar el poder sin subordinarlo, no ya al amor, sino a una exigencia moral. Sólo así Dios está en el mundo y cuida de su imagen en la creación. Pero ¿qué sucede con todos aquellos inocentes asesinados a lo largo de la historia humana, con todos aquellos niños y jóvenes que, escribe Jonas, no tuvieron ni tendrán “tiempo para inscribirse en el Libro de la vida por sus actos, buenos o malos, grandes o modestos, porque la existencia les fue arrebatada antes de que hubiesen tenido la oportunidad de hacerlo”? La luz de su existencia que prometían al mundo no estará y sus manos ya nunca buscarán las nuestras. Incluso sus nombres serán un día olvidados. Llegado allí, Jonas se refugia en la fe y dice poco en el orden de una argumentación teológica. No quiere hacer entrar en ella la noción de reconciliación y de reparación, mucho menos –es un judío– la noción de la resurrección. Esas nociones, de manera semejante a la desesperanza, conducen por lo general a la resignación y a la pérdida de la solidaridad con el dolor de los otros. Su principio de responsabilidad afirma simplemente que hay que pensar y vivir con la certeza de la proximidad del poder, y exigirse a sí mismo lo que lo impide o lo limita. Afirma con ello también que Dios está con nosotros en una proximidad irreductible al poder y a la gloria, en una impotencia que nos pide ser responsables del mundo y de los otros. Frente al inmenso sufrimiento que el poder inflige a la vida sin que Dios o un ángel lo detengan, lo que tal vez le queda a la fe, sin perderse en una ideología teológica infantil, es saber que el amor de Dios nos exige más de lo que su renuncia al poder nos dio. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, devolverle su programa a Carmen Aristegui y abrir las fosas de Jojutla •

CASA SOSEGADA

Una idea distinta de Dios

ITULADO MAQUINARIA PANAMERICANA (México, 2016), el debut en largoficción del oriundo de Ciudad de México Joaquín del Paso se presentó el año pasado, entre otros, en los festivales de Berlín, Guadalajara, la Riviera Maya y Guanajuato y, oficiales o no, en todos obtuvo reconocimientos. Coescrito por el propio director y Lucy Pawlak –quien a su vez colaboró en la dirección de arte con Paulina Sánchez–, coproducido por Jaime Romandía, Susana Bernal y el realizador, quien asimismo tuvo a su cargo tanto el sonido como la edición, el filme demuestra lo bien preparado que puede egresar un estudiante de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba, donde Del Paso cursó dirección y guionismo.

Escena de Maquinaria Panamericana

Lo saben Lugarcomún y Perogrullo: pocas cosas son tan difíciles como hacer una comedia que no incurra en los típicos facilismos del género, en los que por cierto abunda el cine mexicano de comedia actual: cuando no es el recurso a la leperada machacona o a la agresión física en calidad de variantes del viejísimo pastelazo, es el trazo de personajes ya bobos, ya ridiculizados –y aquí, torpemente, más que nada homosexuales y gente con sobrepeso–, invariablemente dibujados cual simples caricaturas unidimensionales, y cuando no es ninguna de las anteriores, o peor, sumado a ellas, está el planteamiento de situaciones absolutamente inverosímiles que, suponen ciertos directores y guionistas, no los mueven a risa sólo a ellos.

AlegoríA NAcioNAl, S.A. El primer acierto de Del Paso fue instalar la historia en un territorio conocido para él: la que cuenta Maquinaria Panamericana transcurre entera en una compañía ficticia de nombre homónimo, dedicada a fabricar equipos para la construcción, y el propio director ha contado que su padre y su abuelo trabajan en una empresa similar. Ese conocimiento de causa le da al filme un buen grado de verosimilitud, que se refleja primero en la dirección de arte, la fotografía y el vestuario, pero va más allá y da en el centro de los personajes y la situación planteada: Maquinaria Panamericana, s . a ., una fábrica de medianas dimensiones, se encuentra en estado terminal económicamente hablando, pero sus trabajadores lo ignoran o, en ciertos y escasos casos, prefieren hacer como si no lo supieran, hasta que la muer te repentina del viejo propietario los obliga a mirar la realidad de frente. Cuando se enteran de que era don Alejandro, el dueño recién fallecido ahí mismo en su oficina, quien a últimas fechas les pagaba los sueldos de su propio bolsillo, de un momento a otro se saben en un desamparo laboral y económico para el que no estaban preparados en absoluto.

La trama de Maquinaria Panamericana consiste en la reacción de los trabajadores de la compañía a dicha situación. Lo más fácil, al mismo tiempo que lo más predecible, habría sido abordar el asunto con un realismo a rajatabla que pusiera de lleno al filme en el género dramático, pero Del Paso se decantó por una comedia de tintes fársicos que, entre otras cosas, le permite un juego metafórico y alegórico desenfadado y eficaz: convertido en microuniverso plausiblemente representativo de la realidad nacional, el súbito encierro –real y simbólico– de los personajes en su recién desahuciado lugar de trabajo saca de ellos lo mejor y lo peor, los mueve primero al miedo y la incertidumbre, más tarde a la revelación y al exceso, y finalmente a formas de catarsis ya lógicas, ya insólitas. Con excelente mano, el cineasta recurrió a un grupo de muy eficientes actores profesionales, poco o nada conocidos. Buena decisión, tratándose como se trata de una historia a coro en la que nadie en lo personal debe destacar. El de Maquinaria Panamericana es un sujeto colectivo que, vale la pena insistir, se parece admirablemente a la sociedad mexicana de la que forma parte: su reacción a un evento adverso puede ir de lo imprevisible a lo tragicómico, y en el ínter se asiste a sus inveteradas dificultades para ponerse de acuerdo hasta en las cosas más sencillas, lo mismo que a su no menos histórica incapacidad para entenderse a sí misma como colectividad, lo quiera o no, forzada a pensar y actuar en conjunto.

lA horA del borrego Mientras una buena película nacional como Maquinaria Panamericana no es exhibida todavía en salas comerciales, a partir de esta semana fue declarada oficialmente abierta la temporada anual de balidos cinematográficos, cortesía de Todosaquellos y su compulsión irrefrenable a ser eco simple de lo que se le dicta. Prepárese usted a encallecer ojos y oídos con “la codiciada estatuilla”, “La Academia” y demás lugares comunes •

CINEXCUSAS

@luistovars

Javier Sicilia


Un paisaje llamado Samperio

RELATO

29 de enero de 2017 • Número 1143 • Jornada Semanal

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Miguel Ángel Quemain

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Para Ainhoa

na de las formas creadoras que adoptaba la mente de Guillermo Samperio era la reinvención constante de sí mismo, en una especie de work in progress que consistía en percibir la anomalía, la paradoja y el lado bufonesco de las cosas para dotarlo de una arquitectura que, esencialmente, transcurría sobre los rieles de una narrativa que arrojaba estructuras poliédricas, es decir de muchas caras, que eran las posibilidades que una narración tenía de ser contada una y otra vez de modos distintos. Lo entrevisté muchas veces, todas con la esperanza de que sus discursos mostraran la sabiduría de lector, tallerista y escritor. Pero no, su conversación como entrevistado es de las más morosas y desorganizadas con las que me he encontrado como periodista. Nuestra amistad y conversación se inició desde esos años de figura expansiva hasta el adelgazado dandy de corbata y su transformación en una especie de Keith Richards mexicano. Con el tiempo entendí que nunca iba a sacar de esos diálogos la palabra prístina de Carlos Fuentes, que siempre emprendía una suerte de dictado donde parecía conocer de antemano la pregunta planteada y la respuesta era un conjunto de ideas previamente ensayadas. En el caso de Guillermo, cualquier cuestionamiento parecía implicarle una reflexión sobre el origen de la literatura, que tardaría mucho en llegar hasta el presente y explicar los mecanismos que articulaban la suya. Pero no pasaba así cuando explicaba los procedimientos que se podían seguir para encontrar las claves de un relato, o para construirlo, o los tratamientos temáticos que implicaban estructuras de facturación muy precisa. Quienes tomaron talleres con él, quienes fueron leídos por su agudeza, a los que les regaló temas e ideas, saben a qué me refiero y saben que hará falta su testimonio para reunir las piezas de ese paisaje llamado Samperio y que difícilmente será objetivado por el mundo académico tan afecto a construir fronteras. La imaginación compartida de Guillermo Samperio con sus amigos ocurría en varias pistas. Tal vez la primera de ellas sea la de la amenidad, las anécdotas, los chistes, el mundo animado, humorístico, que él siempre relacionaba con un padre músico capaz de ver más allá de lo presente para instalarse en la visión poética de los acontecimientos, así como la memoria de su hermana que quería, admiraba y edipícamente presumía por su belleza y talento. En otra pista estaba el Samperio de las entrevistas, lento, persiguiendo las palabras y colocándolas una a una, una tras otra, en ideas que quería organizar con elocuencia pero fracasaba en ese intento tartamudo. En otro escenario estaba el gran promotor y difusor de la cultura, el gran lector que desmenuzaba, ironizaba, desmembraba y también se burlaba sin sadismo de la estupidez, la ineficacia narrativa, la fanfarronería, el mundo institucionalizado de los reconocimientos, los apoyos, las becas. Creó una fundación que no prosperó como hubiera querido, pero que fue uno de los prime-

ros intentos serios de establecer un proyecto independiente. Lo siguió René Avilés Fabila y ambos esfuerzos son bastiones que permiten una gestión autoral anómala en nuestro medio. En otra pista estaba el maestro del cuento, de la narración, el gran lector, el hombre de las ideas compartidas, el ejemplo de generosidad y la antípoda de la rivalidad y la envidia entre escritores, compartiendo ideas, ofreciendo temas. Ese Samperio es justo el que quiero que sea el eje de este comentario sobre la idea de un Samperio work in progress. Ese work in progress es la multiplicidad de formas de transmitir, ejercer y moldear la creación propia y ajena, a través de una enseñanza prescriptiva y otra involuntaria. Creo que las personas cercanas a Guillóm saben en qué consiste esa manera tan particular de enseñar compartiendo o de compartir de tal manera que lo comentado y lo que se muestra se acompañan del ejercicio de intelección que lo explica y entrega con sus claves de elaboración. Juan Villoro lo llama “hombre de laboratorio” y creo que es una de las mejores descripciones. Tanto Silvia Molina como Vicente Quirarte anotan el tema de la extrañeza en Samperio. En Los Universitarios, Silvia Molina escribió que Samperio se sale de “los moldes tradicionales y plantea estructuras formales diferentes; elabora su propia teoría del lenguaje –válida o no– en un nuevo modo, sistemático de narrar.” Como Molina, parte de su generación es Hernán Lara Zavala, quien lo ha considerado “no solamente el escritor más imaginativo y original de nuestra generación, él ha logrado abrir un camino en la narrativa que estaba apenas vislumbrado por escritores de la talla de Efrén Hernández, Julio Torri y Juan José Arreola”. Edmundo Valadés lo consideró dueño “de un estilo que acabaremos por reconocer como samperiano”. Evodio Escalante es definitivo cuando señala que Samperio “ha encontrado el punto en que se equilibran, sin hacerse sombra, tradición y experimentación, rigor de escritura y vértigo imaginario”. Los que han asistido a varios talleres de creación saben de la distancia que muchos maestros toman frente a sus alumnos/clientes, a quienes explican cómo funciona la tradición y cómo se establece la continuidad de un género, incluso al interior de una lengua. Muchos explican lo que se debe hacer o lo que haría tal o cual cuentista, pero pocos como Samperio les señalan que no guarden ases en la manga para sorprender, porque su propio ejercicio reflexivo es el proceso de facturación de la ficción que él hubiera acometido, revelando así las estructuras y procedimientos de su fascinación, los adquiridos y los innatos. Me parece que junto a su antología Sueños de escarabajo ( fce , 2011) y Al fondo se escucha el rumor del Océano (Trama Editorial y EyC, 2013), el libro que más contento le produjo al final de su vida fue Maravillas malabares (Cátedra, 2015), donde prácticamente está reunida su obra más importante con la edición inteligente y amorosa de Javier Fernández. Tres libros imprescindibles para entender a este escritor del pasado mañana • Foto: Monique San Miguel de Miguel


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