LEONARDO DA VINCI 500 años del gran inasible Alejandra Ortiz Castañares
El mundo según Magallanes: a medio milenio del primer viaje Alberto Saladino García
Joaquín Diez-Canedo, el editor inolvidable Marco Antonio Campos
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 29 DE DICIEMBRE DE 2019 NÚMERO 1295
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón
2 29 de diciembre de 2019 // Número 1295
LEONARDO DA VINCI: 500 AÑOS DEL GRAN INASIBLE “El retrato de Leonardo como ‘genio del nuevo milenio’, encarnación del misántropo incomprendido, alienado de su tiempo, receloso de sus proyectos, superhombre precursor de todas las ciencias e invenciones de la modernidad, desde el submarino hasta los tanques de guerra, es simplista”. Así lo afirma la historiadora Alejandra Ortiz Castañares, y en su artículo revisa estudios recientes “para encontrar al Leonardo más veraz, el de los documentos científicos que muestran cuánto sigue siendo inasible”. Con este minucioso texto nos sumamos, desde una perspectiva crítica, a la conmemoración por los quinientos años de la muerte de quien ha pasado a la historia como uno de los mitos más grandes y duraderos pero también –y de manera innegable pese al simplismo aludido y al lugar común– como el símbolo perfecto del hombre renacentista, de cualquier época: aquel que busca la incesante expansión del conocimiento.
EL MUNDO SEGÚN MAGALLANES: A MEDIO MILENIO DEL PRIMER VIAJE DE CIRCUNNAVEGACIÓN Un viaje de casi tres años –del 20 de septiembre de 1519 al 6 de septiembre de 1522– en cinco naves –la Trinidad, la San Antonio, la Concepción, la Victoria y la Santiago– con 265 personas a bordo entre españoles, portugueses, franceses, italianos, flamencos e ingleses, de los cuales sólo dieciocho de los tripulantes originales lo terminaron, cambió el mundo de maneras tan radicales y profundas que, a casi quinientos años, sin él no podríamos explicarnos la ciencia, la filosofía, la economía y la cultura actuales. En este espléndido ensayo se trata de cinco de esos aspectos y se da contexto y perspectiva a la primera circunnavegación del planeta.
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Alberto Saladino García* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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onmemorar medio milenio del inicio de la hazaña naval de Fernando de Magallanes (1480-1521) resulta históricamente significativo por haber sido él quien emprendió el primer viaje marítimo alrededor de nuestro planeta. Magallanes se echó a la mar al frente de cinco naves, en las que distribuyó una tripulación de 265 personas –la circunnavegación la culminó Juan Sebastián Elcano (1476-1526) con sólo dieciocho de los tripulantes originales. Esa aventura tuvo una duración en los océanos de casi tres años, del 20 de septiembre de 1519 al 6 de septiembre de 1522. Fue una arriesgada y fascinante empresa marítima, posible por concitar el apoyo del emperador Carlos V (1500-1558). A decir del historiador Jean Favier, sus embarcaciones fueron: … la nao almirante, la Trinidad, fuerte navío de 110 toneladas… la San Antonio de 120 toneladas, y tres barcos más pequeños, la Concepción (90 toneladas), la Victoria (85 toneladas) y la Santiago (75 toneladas)… [con una de] las tripulaciones más heteróclitas que puedan verse: españoles y portugueses, pero también franceses, italianos, flamencos e ingleses. Se embarcaron incluso algunos prisioneros: ganarán su libertad asumiendo las misiones peligrosas entre los indígenas. El esclavo Henrique forma por supuesto parte del viaje.
De manera que esta proeza europea, respaldada por la principal potencia de la época, sería producto de la conjunción de distintos factores y en ella colaboraron personajes de diversas sociedades. La crónica del viaje estuvo a cargo del italiano Antonio Pigafetta (1480-1534). Tan trascendente hecho histórico fue consecuencia de la emergencia del modo de producción capitalista, pues no se puede perder de vista que el propósito principal consistió en abrir una ruta comercial de España hacia y desde las islas asiáticas de las especias por el oeste, bajo la creencia sustentada de encontrar un paso entre el Océano Atlántico y el Mar del Sur. En el plano económico debe considerarse como principal consecuencia del viaje de circunnavegación la creación de las condiciones materiales forjadoras de la primera mundialización, prohijada por el modo de producción capitalista; a partir de entonces se establecería como razón de toda empresa la obtención de beneficios monetarios mediante los procesos de conquista y colonización, especialmente, en el Nuevo Mundo, que dejaría de ser para los españoles un verdadero obstáculo geográfico, casi infranqueable, en su empeño por acortar su ruta hacia India.
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Obviamente existieron otras causas y generaron diversos impactos que trascenderían las cuestiones económicas y alcanzarían los ámbitos culturales, políticos, religiosos, sociales, etcétera. Centraré mi exposición en inventariar su trascendencia gnoseológica e intelectual, específicamente las de carácter científico y filosófico. Para el efecto, abordaré cinco puntos: la consolidación de los valores renacentistas, la generación de la revolución mental, el cambio de concepción acerca de la naturaleza, la redenominación lingüística y, a manera de epílogo, tareas para la ciencia y la filosofía.
Consolidación de los valores renacentistas Al fortalecer el movimiento humanista orientado a reivindicar y otorgar prioridad al ser humano, se permitiría el énfasis del culto al individualismo, lo cual llevaría a poner en entredicho la cultura escolástica a partir del siglo xvi, con la recuperación de otros filósofos griegos, lo que explica, por ejemplo, la emergencia del neoplatonismo. Un representante de esa posición será sin duda Juan Luis Vives (1492-1540) quien, cansado de la retórica escolástica, decidió profundizar su formación en los estudios del griego y latín y pluralizar el cultivo de variados campos del saber, coadyuvando a la práctica de la psicología y la pedagogía moderna. Por ende, puede afirmarse que ese cuestionamiento a la cultura escolástica debe apreciarse como el inicio del proceso de deslinde entre los tópicos de la
razón y los asuntos de la fe, lo cual respaldaría la génesis de las bases de la modernidad occidental. Asimismo, esa epopeya marítima vino a confirmar los planteamientos de los sabios griegos relativos a la esfericidad de la Tierra que había formulado Eudoxio de Cnido (390-337 ac), alumno y uno de los principales personajes en dar lustre a la Academia, fundada por Platón (429-347 ac), con la creación de la teoría astronómica de las dos esferas y paralelamente por los estudios de Aristóteles (384-322 ac) que le otorgó su fundamento físico. Tan importante acontecimiento histórico removió la conciencia europea hacia la recuperación de los valores de las culturas grecolatinas de la Antigüedad, por lo que se sentarían las bases con las cuales, más tarde, los historiadores –en los siglos xviii y xix– identificarán a esta etapa cultural europea como Renacimiento, por haber concientizado la reivindicación de valores de la Antigüedad clásica.
Génesis de revolución mental Este acontecimiento contribuyó a cambiar al ser humano de la cabeza a los pies. Debe destacarse al respecto que el larguísimo viaje aportó un cúmulo de experiencias con las cuales se revalora a la facultad de la razón como principal recurso del ser humano para enfrentar cualquier problema o situación de la realidad, por complicada que sea. Comprobaron que no bastaban las invocaciones divinas ni los actos de fe.
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La multicitada epopeya naval constituyó un hecho con impacto revolucionario, para los campos gnoseológicos relacionados con los conocimientos científicos y filosóficos, pues vino a incrementar sus problemas, a enriquecer sus tópicos, a motivar otras metodologías, lo cual desembocó en la generación de nuevas explicaciones e interpretaciones. En el ámbito de la ciencia propició el ambiente para que los estudios astronómicos llevados a cabo por Nicolás Copérnico (1473-1543) pudieran asimilarse, particularmente su cuestionamiento a la complejidad tolemaica creciente e inútil acerca del geocentrismo y su declarada adscripción al heliocentrismo con base en los planteamientos de Aristarco de Samos (310-230 ac). El contenido de su libro –si bien publicado hasta 1543 –, parece concebido en la segunda década del siglo xvi; en tanto el título, Revoluciones del orden celeste, da pauta para poner de manifiesto su nueva interpretación propulsora de toda una época, signada por los cambios, de gran movilidad, a la cual vino a coronar el viaje que conmemoramos. Así, el conocimiento científico se responsabilizaba de aportar certeza a la nueva concepción del mundo. Con respecto al campo filosófico han de enfatizarse dos aspectos: el respaldo a la libertad de pensamiento como el desafío cambiante de la imagen del mundo. Sobre la primera cuestión cito un caso sui generis, el de Erasmo de Rotterdam (1466-1536), quien buscó mayor libertad intelectual acudiendo a la lectura de los escritores clásicos griegos y latinos, como reacción evidente contra el principio de / PASA A LA PÁGINA 4
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autoridad, verdadero axioma y fundamento de la pedagogía escolástica. Justamente, esa concepción y praxis de la libertad que anticipó llevó a convertir este valor en insignia de la modernidad, por obra y gracia de los filósofos de la Ilustración, de los pensadores liberales y de los anarquistas. Respecto al desafío cambiante de la imagen del mundo, la hazaña de Magallanes y Elcano consistió en aportar experiencias, datos e informaciones, que sirvieron para sustentar el rechazo a la visión tricontinental del planeta, hasta entonces integrada sólo por Europa, Asia y África, al corroborar la existencia del cuarto continente, América, un territorio larguísimo, extendido del Polo Norte al Polo Sur. Pero no sólo ayudó a la reformulación relativa de la geografía de nuestro planeta, sino a apoyar la idea copernicana de que no era el centro del universo, lo cual dio pauta para cuestionar y descartar la concepción cosmológica dominante y en su lugar pensar en la existencia no sólo de un Sol –que se redujo a estrella–, sino de varios, como lo propondrá en la segunda mitad del siglo xvi Giordano Bruno (15481600). De esta manera inicia el proceso de pensar la infinitud de mundos, amén de la posibilidad de existencia de vida en otras partes del universo. Se pasó de la concepción de un universo cerrado a pensar la existencia de universos infinitos. En fin, la experiencia de la empresa de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano tuvo repercusión revolucionaria en los ámbitos científicos y filosóficos. Acerca de la primera
Magallanes rodea la tierra de fuego dando su nombre al estrecho que comunica los océanos Atlántico y Pacífico.
Los seres humanos recuperaron e intensificaron desde el siglo xv la movilidad entre diversidad de grupos sociales; a partir de entonces la migración se convirtió en el rasgo más importante de interacción humana dentro del modo de producción capitalista.
coadyuvó a forjar las bases de la ciencia nueva y con respecto a la segunda aportó reflexiones y fundamentos de la filosofía moderna.
Cambios en la concepción de la naturaleza Una de las mayores repercusiones de las experiencias proporcionadas por los expedicionarios del primer viaje marítimo que circuló nuestro planeta lo constituyó, también, el cambio de la concepción acerca de la naturaleza, pues pasó de ser identificada y trastocada de maravillosa creación divina, a portentosa y casi ilimitada fuente de recursos a explotar para beneficio y disfrute de los seres humanos, pues desde entonces muchos de los lugares marítimos y terrestres visitados fueron expoliados. Con base en tales experiencias y percepciones, se empezó a conformar la concepción de la naturaleza como laboratorio para comprobar o realizar nuevos conocimientos enmarcados por el interés de facilitar la explotación de sus supuestos recursos inagotables en el imaginario renacentista. Así, los científicos y los filósofos que dieron origen a la llamada Revolución científica (1450-1700) vincularon y promovieron el conocimiento de la naturaleza como requisito y condición para su dominio, empezó el
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largo y voraz camino capitalista para la extracción de riquezas que hoy nos tiene al borde del mayor desastre ecológico generado por el ser humano.
La redenominación lingüística Como consecuencia del primer viaje de circunnavegación se impuso la concepción eurocéntrica del mundo, con el uso de su lenguaje para asignar nombres a cualquier expresión de la naturaleza, ignota para ellos hasta entonces; así fueron renombrados territorios y todo espacio que les pareció útil o necesario. Este proceso de conquista lingüística había empezado con las primeras expediciones trasatlánticas. Dos ejemplos me parecen pertinentes remembrar. Primer ejemplo: la labor de reconocimiento de costas continentales de los territorios anticipados por Cristóbal Colón (1451-1506), por parte de Américo Vespucio (1554-1512), consciente de que delataban la existencia de un nuevo continente, lo cual lo llevó a publicar la Carta de América Vespucio de las islas recién encontradas en sus viajes, en Florencia, 1506, cuya traducción al latín, al año siguiente, añadió una introducción debida a la pluma del cosmógrafo alemán Martín Hylacomylus Waldseemüller (1470-1520), quien bautizó el nuevo continente con el nombre de América, como reconocimiento a la labor de su supuesto descubridor, de modo que a partir de entonces en Europa se asimiló el relato de identificar el Mundus novus como Continente Americano. Segundo ejemplo: la denominación sugestiva para mostrar la expansión y el legado de la concepción eurocéntrica. Vasco Núñez de Balboa (circa 1475-1519) asumió como propio el descubrimiento del gran mar localizado al occidente del Nuevo Mundo y lo bautizó como Mar del Sur. En tanto la tripulación del viaje comandado por Fernando de Magallanes lo redenominará, a partir de las vivencias de la tripulación que comandaba en su travesía por la tranquilidad de sus aguas, como Océano Pacífico, nombre que se impondrá y se posicionará como otro de sus legados a la posteridad. Entonces, Europa, a partir del viaje histórico iniciado en 1519, se convirtió en el continente hegemónico porque, de acuerdo con Jacques Attali, en su ensayo titulado 1492:
...después de haber alcanzado tres continentes, Europa se apropió de ellos. Ante todo, bautizó lugares y habitantes con sus palabras y prejuicios. Después, los representó en un mapa, y por último, los ocupó. Ciertamente, cada uno de distinta manera. En el Nuevo Mundo, sus monarcas repartieron tierras y minas, hombres y riquezas. En África, sus mercaderes se contentaron con llevarse el oro y los hombres, sin establecer otra cosa que factorías costeras. En ambos casos desaparecieron pueblos enteros, Estados, imperios y civilizaciones. En Asia, sus sacerdotes fueron a convertir, sustituidos luego por mercaderes, que se limitaron a comerciar; los Estados orientales supieron hacerse respetar, por lo menos de momento, intimidándoles, evidentemente, con su demografía. Así comenzó a instalarse la “civilización” por la esclavitud, el “progreso” por el genocidio… La Historia enseña que un pueblo puede liberarse de sus tiranos, pero no de su lengua, de sus ejércitos, pero no de sus mercancías (Jacques Attali, 1492).
Si se toma como referencia a los habitantes del Nuevo Mundo, los del Continente Americano, con base en esa interpretación de Jacques Attali, puede explicarse la persistencia de las denominaciones europeas y la hegemonía capitalista, procesos históricos productos de la conquista y colonización europeas.
La mundialización del fenómeno migratorio Naturalmente otras muchas enseñanzas pueden extraerse del primer viaje marítimo que dio la vuelta a la Tierra. Terminan estas líneas con la identificación de dos lecciones más: una referida a las tareas asignadas sobre la determinación del huso horario, para la ciencia, y otra acerca de la interpretación de la esencia viajera del hombre, para la filosofía. Ambas problemáticas entendibles por la inherente curiosidad intelectual del ser humano. Relata Jean Favier que Juan Sebastián Elcano –a quien apellida del Caño– que en las islas de Cabo Verde, a punto de concluir el viaje, hizo un descubrimiento insólito, no advertido antes por ningún cosmógrafo –de Eratóstenes (276-194 ac) a Colón. Creía que el día de su atisbo era miércoles, sin embargo, relata el cronista Antonio Pigafetta:
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Izquierda: Vasco Núñez de Balboa Derecha: Representación de Américo Vespucio encontrando la constelación de la Cruz del Sur con un "astrolabio". Tomada de: https://commons. wikimedia.org/wiki/File:Vespucci_finding_the_ Southern_Cross.jpg
Se le contestó que para los portugueses era jueves, de lo que se asombraron porque para nosotros era miércoles. Y no sabíamos cómo nos habíamos equivocado pues todos los días yo, que siempre estaba sano, había escrito sin ninguna interrupción cada día. Pero, como se nos dijo después, no había falta. Pues habíamos hecho nuestro viaje siempre por el occidente y habíamos regresado al mismo lugar de partida, como hace el sol.
El tema de ganar o perder horas o un día en viajes al Occidente o al Oriente fue incomprendido en 1522, pero quedó como tarea para los científicos explicarlo en los siglos posteriores. Respecto a la segunda lección de los viajes de navegación intercontinental a partir de Cristóbal Colón y fortalecidos con la expedición de Fernando de Magallanes, fue que los seres humanos recuperaron e intensificaron desde el siglo xv la movilidad entre diversidad de grupos sociales; a partir de entonces la migración se convirtió en el rasgo más importante de interacción humana dentro del modo de producción capitalista. Así quedó restablecida la idea y práctica del nomadismo a nivel planetario. El fenómeno de la migración se mundializó. Justo ese fenómeno social se ha convertido en uno de los grandes problemas actuales para el continente que lo promovió. Ante el drama que padecen los migrantes para acceder al bienestar de la civilización prohijada por el mundo occidental, las interpretaciones filosóficas deben esclarecer los fundamentos, interpretar las problemáticas y plantear alternativas para mostrar que otro mundo es posible, con justicia para todos, libertario, igualitario y de respeto a la naturaleza, sustentable l *Doctor en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. De 1986 a 1990 dirigió la Facultad de Humanidades de la UAEM. Investigador de tiempo completo, pertenece al Sistema Nacional de Investigadores
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JOAQUÍN DÍEZ-CANEDO
EL EDITOR INOLVIDABLE En esta crónica de una vocación literaria, que recorre cuarenta y cuatro años, se hace el elogio lleno de admiración y afecto de uno de sus mentores, el gran editor Joaquín Díez-Canedo, “laborioso y estricto, claridoso y seco, desconfiado de sentimentalismos y firme en sus afectos”, como lo describió a su vez José Luis Martínez, y la importancia de la famosa editorial a su mando en la difusión de la literatura mexicana del siglo xx, así como del generoso apoyo que prestó a los jóvenes escritores de entonces.
Marco Antonio Campos ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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uando llegué a ver a don Joaquín DíezCanedo una mañana de 1975 a la editorial Joaquín Mortiz, que estaba en Tabasco 106, él no sabía lo importante que habían sido para mí un buen número de los libros que había publicado. Fue una de las editoriales básicas, junto con las argentinas Losada, Sudamericana y emecé, para mi formación literaria. Los precios de los libros entonces estaban al alcance de los estudiantes. De los mexicanos me fueron fundamentales libros de ensayo, de narrativa y de poesía, entre otros, de Octavio Paz (Cuadrivio, Conjunciones y disyunciones, Blanco), de Carlos Fuentes (Cantar de ciegos, Nueva literatura hispanoamericana, Tiempo mexicano), de Elena Garro (Los recuerdos del porvenir), de Augusto Monterroso (La oveja negra y Movimiento perpetuo), de José Emilio Pacheco (Morirás lejos y No me preguntes cómo pasa el tiempo), de Rafael Bernal (El complot mongol), de Salvador Elizondo (Farabeuf), los maravillosos cinco libros con la obra de Juan José Arreola, la poesía reunida de Efraín Huerta y de Jaime Sabines y libros de los premiados en el concurso nacional de Aguascalientes. Leí provechosamente asimismo los libros políticos de Daniel Cosío Villegas. Qué tino de don Joaquín para haber publicado entonces –me digo– autores extranjeros como Günther Grass, William Styron, Samuel Beckett, Herbert Marcuse y Susan Sontag. Cuando llegué a la editorial esa mañana de 1975 iba también mi amigo Luis Chumacero, a quien le pedí que me acompañara para que don Joaquín me asociara con su padre Alí. Llevaba en las manos el manuscrito de mi primer libro en prosa, La desaparición de Fabricio Montesco, que reunía cuentos, poemas en prosa y ensayos en primera persona. Desde luego nos recibió sin hacer antesala. Nunca fue su estilo. Don Joaquín, afable, siempre con la pipa, raspando frases que yo apenas entendía, lo recibió y me dijo que lo iba a revisar, que tenía muchos manuscritos, pero que si lo llevaba un amigo de sus amigos (en concreto se refería a Alí a través de Luis), le era muy difícil negarse, sin embargo, debía esperar al menos dos años, y yo le repuse que no había problema, porque para el caso podía seguir corrigiéndolo, y sí, así fue, y cuando en 1977 me informó que lo mandaba a imprenta, le entregué
el manuscrito con las correcciones finales, y el libro se publicó, y bueno, fue toda una emoción verlo a fines de año impreso en las ediciones bellísimas de la colección Nueva Narrativa Hispánica. Desde entonces empecé a tener una relación muy cordial y afectuosa con don Joaquín y con su sobrino y mano derecha Bernardo Giner de los Ríos, con quien comía a menudo, y quien nunca me dejó pagar una cuenta. Cuando llegué a ver a don Joaquín esa mañana de 1975, nunca imaginé que en los años posteriores, cuando le llevé mis dos primeras novelas (Que la carne es hierba y Hemos perdido el reino) y mi segundo libro de cuentos (No pasará el invierno) los publicaría de inmediato. Cuatro libros de narrativa en diez años en Joaquín Mortiz para un joven como yo es para agradecerlo desde entonces y para siempre, ante todo porque don Joaquín apostaba por alguien que sólo con uno de los libros llegó a la segunda edición, es decir, con alguien con quien perdía dinero, como perdía con muchos autores mexicanos, aunque yo creí entonces, con ingenuidad e ilusión sinceras, que mis novelas por el tema –el ’68 y el terremoto de 1985– iban a venderse bien. Ambas novelas las había limado línea a línea, pero el trabajo a veces no es todo, y en estos casos desde luego no lo fue. Y sin embargo, don Joaquín y el entrañable Bernardo Giner me vieron pronto, o al menos me lo hicieron sentir, como gente de la casa. “Laborioso y estricto, claridoso y seco, desconfiado de sentimentalismos y firme en sus afectos”, escribió José Luis Martínez alguna vez para definir el temperamento de su compadre Joaquín Díez-Canedo. Quisiera recordar una anécdota que demuestra el espíritu de sacrificio que tuvo por los autores mexicanos. En una comida, en la cual también estaba Bernardo Giner, con impertinencia, comenté que por qué publicaba a un novelista político muy exitoso que no era muy apreciado por la crítica literaria. “Claridoso y seco”, como diría José Luis Martínez, don Joaquín me repuso: –Porque si no lo publico a él no podría publicar a gente como a usted. Fue un golpe seco, toda una lección, pero véase bien el trasfondo de esa respuesta. La gran mayoría de los editores comerciales no dirían nunca esto, fuera el autor excelente, bueno o malo, por-
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que piensan ante todo en la ganancia: vende o no vende. Difícilmente dirían a un autor que tal vez a la larga pudiera valer la pena: me arriesgo a publicarlo a usted porque tengo otros autores que sí venden. No sólo conmigo, sino que la mano abierta de don Joaquín para un buen número de autores mexicanos que no eran redituables, influyó mucho para que quebrara la editorial y la acabara vendiendo a Planeta. Recuerdo que hubo una cena al promediar los años ochenta en el restaurante San Ángel Inn con motivo de la integración de Mortiz a Planeta, donde nos reunieron a los autores de Mortiz, y con ilusión e inocencia oía comentarse en los corrillos: “Qué desgracia que venda don Joaquín, pero qué bueno que lo compre Planeta porque así seremos leídos en el extranjero” (algo que, por cierto, también pensaba don Joaquín). A nadie se le ocurrió en ese momento que los únicos autores que se quedarían serían, sí, exactamente… los muy pocos que vendían, y los muy pocos que quedaron eran novelistas, a los que Planeta agregó, como otras editoriales, periodistas que trataban temas políticos que consideraban de candente actualidad. Quienes escribían cuento, ensayo literario y sobre todo poesía fueron desplazados. Para eso –recomendaban– podíamos ir con nuestros manuscritos a las editoriales universitarias o a las editoriales independientes. O como dijo con elegancia Alberto Ruy Sánchez en una conversación que sosteníamos con un directivo de Planeta en la Feria del Libro de Guadalajara
Joaquín DíezCanedo fue el mejor editor de literatura mexicana en el siglo xx , el editor inolvidable, un auténtico caballero, en fin y ante todo, un gran hombre de bien. Él y Arnaldo Orfila son en México los dos editores de leyenda.
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hace unos diez años: “Ustedes creyeron –dijo Alberto– que la gran mayoría de los autores de Mortiz podíamos ser prescindibles.” El funcionario hizo una mueca de enfado y se fue. Esa cena en el restaurante San Ángel Inn, como hemos dicho en muchas ocasiones, fue un punto de inflexión en las grandes editoriales. El valor del libro se volvió, primero, un asunto crematístico, y en segundo término, de calidad, y si se podían reunir ambas cosas, pues qué bueno para la editorial. Si alguno de ustedes no lo cree, entre a una librería grande o pequeña o a cualquier Sanborns, y vean los libros que se ponen a la venta sobre las mesas. Desde luego hay editoriales grandes que cuidan muy bien la calidad de su catálogo, pero son las excepciones. En honor de la gente de Planeta debe decirse que siempre trataron con todo respeto a don Joaquín, le dieron una pequeña oficina y después aceptaron que llegaran a trabajar con él sus magníficos hijos Joaquín y Aurora, que mucho aprendieron del oficio. Quien no aguantó a los nuevos encargados fue Bernardo Giner, a quien los primeros españoles que llegaron a Planeta, por su trato áspero, lo descomponían y lo ponían colérico. Pero contra lo que se diga, la editorial Joaquín Mortiz se fue empequeñeciendo y nunca volvió a ser ni la sombra de lo que fue. No sé si ocurrió en 1987 o 1988 cuando le llevé a don Joaquín el manuscrito de La ceniza en la frente, el libro de poemas que le había dedicado, a las oficinas de Planeta en Insurgentes, frente al Parque Hundido. La siguiente vez que lo vi, me dijo que le había gustado mucho y lo quería publicar. Le dije que sólo quería que lo viera porque el libro lo editaría Fernando Tola en Premià y no era correcto que un libro dedicado a él saliera en Mortiz. Desde luego, cuando se publicó en 1989, el primer ejemplar de La ceniza en la frente fue para él. Estoy casi seguro de que a don Joaquín lo que verdaderamente le gustaba de mi trabajo literario era la poesía. Seguí visitando de vez en cuando a don Joaquín. Cada vez era más afable y afectuoso conmigo. En un párrafo que escribió Vicente Leñero, como los sabía hacer tan bien Vicente, lo recuerda en su breve oficina y de paso al personal de Planeta con el que entonces convivía: “Veo y siempre tendré en la mente, en la memoria, la imagen de Joaquín Díez-Canedo detrás de su mesa repleta de papeles. En cualquier parte parece la misma, sin antesalas: la de la callecita de Guaymas 33; la del edificio de Tabasco 106, con la geometría de Vicente Rojo detrás; el cuchitril de Planeta [estaba] envuelto en burocracias y socios funcionarios que poco saben de la pasión por el proyecto de un libro.” Don Joaquín, dijo muy bien Leñero, fue de los que “tendió la mano a los solitarios y sin grupo.” Me acuerdo de nuevo de aquella mañana de 1975 cuando fui a verlo a la editorial llevando en las manos mi primer libro en prosa. Han pasado de eso cuarenta y cuatro años y han pasado treinta y dos años del último libro que publiqué en Mortiz. Cuando hablo acerca de don Joaquín o detallo lo que hizo por mi trabajo literario, sin poner nunca un reparo, le gustara menos o más lo que escribía, me conmueve su recuerdo hasta la raíz del alma. Sin duda, fue el mejor editor de literatura mexicana en el siglo xx, el editor inolvidable, un auténtico caballero, en fin y ante todo, un gran hombre de bien. Él y Arnaldo Orfila son en México los dos editores de leyenda l
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LEONA
500 años En la celebración de los quinientos años de la muerte del enorme y multifacético pintor, ingeniero, inventor y mucho más, sin duda un emblema del arte universal, aquí se trata de los mitos, equívocos y errores que han envuelto, casi atrapado, su figura a través de los siglos, y se puntualizan algunas verdades que han quedado ya muy establecidas por la investigación moderna de su vida y de su obra a la luz de nuevos hallazgos.
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scribir sobre Leonardo da Vinci (l) representa una tarea innoble para cualquiera. Los miles de libros, ensayos, artículos, películas, programas, etcétera sobre él y su obra resultan abrumadores y lo hacen particularmente difícil. He considerado por lo tanto que para recordar a l en el v centenario de su muerte a un paso de su conclusión, había que revisar los estudios más recientes para encontrar al l más veraz, el de los documentos científicos que muestran cuánto sigue siendo inasible. El retrato de l como “genio del nuevo milenio”, encarnación del misántropo incomprendido, alieno de su tiempo, receloso de sus proyectos, superhombre precursor de todas las ciencias e invenciones de la modernidad, desde el submarino hasta los tanques de guerra y el avión, es simplista. No depende de la superficialidad, ni de la codicia de la mercadotecnia propias de la contemporaneidad, sino de una historia circunstancial que inicia con su muerte misma hace quinientos años, ocurrida un 2 de mayo de 1519 en el castillo de Cloux en Amboise, Francia.
El drama de la dispersión de su mayor patrimonio: los manuscritos L REALIZÓ SU TESTAMENTO diez días antes de morir y dejó sus bienes más valiosos, empezando por sus manuscritos y por sus libros, a su discípulo predilecto: el joven Francesco Melzi, letrado y de origen noble que lo había acompañado a su exilio voluntario en Francia al servicio del rey Francisco i. Las pinturas que tenía consigo (Gioconda, Santa Ana, San Juan Bautista) las vendió poco antes al mismo rey. Melzi atesoró los bienes con celo en su residencia de Vaprio d’Adda (cerca de Milán) hasta su muerte en 1570, heredándolos –sin pensar en una mejor tutela– a su hijo, el médico Horacio Melzi, quien no los valoró. Con ello se inicia el drama de la dispersión (y de la pérdida parcial) de un patrimonio inestimable, diseminado entonces en Italia y en Europa, inaccesible por siglos. Se creó así una discrepancia entre su herencia escrita –que permaneció prácticamente desconocida hasta finales del siglo xviii– y la artística, que se mantuvo en vida. Ello gracias a las pocas obras visibles, al registro escrito del Vasari (cita La Mona Lisa, Santa Ana, San Juan), a la tradición oral que permaneció por siglos y por la influencia que ejerció en incontables discípulos y seguidores. El manuscrito dedicado a la pintura titulado: Tratado de la pintura, fue por voluntad explícita de l a
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ARDO DA VINCI: del gran inasible
expresada Francesco Melzi, no fue publicado hasta 1651 en París (con dibujos de Nicolas Poussin).
Leonardo, un artista intelectual LAS FUENTES DEL siglo xv que trataron sobre l (Giorgio Vasari, Anonimo Gaddiano, Giovanni Paolo Lomazzo) escritas después de su muerte, lo alabaron y mitificaron, transmitiendo noticias fundamentales (aportadas por el mismo Francesco Melzi), pero también erróneas y de color literario, que influenciaron el imaginario colectivo por siglos y que sólo la investigación moderna ha ido depurando. La primera generación de investigadores surgió con el invento de la litografía que dio pie a las iniciales reproducciones de los manuscritos de l en facsímil. Los estudios iniciales de los códices, considerados fuentes inestimables de conocimiento, fueron interpretados como producto de un genio autodidacta. l frecuentó únicamente la escuela primaria por un breve período, llamada entonces abbaco, donde se enseñaban las matemáticas básicas (aritmética y geometría), así como a leer y a escribir. l decidió dedicarse a la carrera artística y entró en el famoso taller de Andrea del Verrocchio en Florencia (un notable escultor y pintor) a quien consideró su maestro. En 1870 se descubre por primera vez una lista de libros de l en el Códice Atlántico, si bien puso en guardia a la teoría del genio inculto, no sería sino hasta el fundamental escrito de Carlo Dionisotti, Leonardo omo sanza lettere (1962) que se derribaría tal perspectiva. El extraordinario descubrimiento
de dos códices de l en Madrid en 1967, terminó por confirmarlo. Ahí se encontró también una lista aun mayor de sus libros que darían pie a una serie de publicaciones, donde emergió la figura de l como un gran intelectual, un lector inquisitivo que poseyó más de doscientos libros de ciencia, tecnología, religión y literatura, además de diccionarios y libros de gramática con los que aprendió el latín a los cuarenta años. L, por lo tanto, no fue un hombre aislado sino del todo incorporado a la cultura de su tiempo, alimentándose de las mentes más brillantes, creativas y poderosas de su tiempo a quienes también influyó. Su biblioteca fue “comparable con la de Petrarca o a la de Montaigne” (Carlo Vecce, La biblioteca perdura).
Nace una estrella PARA CONOCER LAS primeras y muy escasas noticias biográficas de l, deberá esperarse a los años treinta del siglo xx, cuando se obtiene un dato tan fundamental como la fecha correcta de su nacimiento: 15 de abril del 1452. A diferencia de un artista como Miguel Ángel, l no dejó material epistolar, ni contó con un biógrafo que transmitiese noticias personales. Ello / PASA A LA PÁGINA 10 Izquierda: La Gioconda. Centro: Santa Ana. Abajo: Página del Códice Atlántico, Leonardo Da Vinci.
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VIENE DE LA PÁGINA 9/ LEONARDO DA VINCI...
provocó en el mismo siglo xix la divinización de l influenciada por la exaltación de los primeros escritores come Lomazzo, quien lo comparó con Hermes o con Prometeo, juicios que se volvieron pan para la literatura decadentista, que ideó una historia novelada del artista. El erróneo y tendencioso análisis de Freud para explicar el origen de la presunta homosexualidad de l (Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci, 1910) que, analizando cinco de sus obras, interpreta como la ausencia de la figura paterna en su vida, en estudios recientes se demostró del todo erróneo, y era citado con frecuencia como un ejemplo paradigmático de la historia mitificada creada por grandes intelectuales atraídos por la figura de l. El mito de l iniciado en el siglo xvi, atizado tres siglos después y perpetuado por la cultura de masa del siglo xx (en particular a partir del robo de la Gioconda en 1911; una noticia que fue cubierta por los medios de todo el mundo), llega hasta nuestro tiempo con historias de ficción como el Códice Da Vinci, de Dan Brown, que sin demonizarlas deben tomarse como ejercicios de fantasía. Tales productos y las grandes exposiciones del siglo xx, y las más recientes como la de la National Gallery de Londres (2011-2012) y del Louvre (en curso hasta el 24 de febrero 2020), han contribuido a aumentar exponencialmente la fama del artista, y a estimular a su vez los estudios científicos, centrados todavía hoy en los más de veinte manuscritos y las 7 mil paginas escritas por el artista. La Virgen de las Rocas, Leonardo Da Vinci
Leonardo y las atribuciones de su obra EL HIRSUTO DESTINO de los manuscritos de l no difiere demasiado de la historia de su obra pictórica, mucha de ella perdida y la mayoría fruto de atribuciones. El catálogo razonado de Frank Zöllner (Leonardo the complete paintings and drawings, Taschen, 2019), reúne treinta y dos obras, únicamente la mitad de las cuales son reconocidas por la mayoría de la comunidad científica como autógrafas. Las restantes están recopiladas como registro visual de obras documentadas pero perdidas, que se pueden conocer parcialmente por las copias de sus discípulos o por dibujos del mismo artista. Un ejemplo es la Leda y el cisne, la única obra de tema mitológico conocida que tuvo una enorme fortuna en su tiempo. En muchos casos las atribuciones han sido equivocadas y no han procedido en la autenticación, como es el caso de la Madonna Litta (c.1490) del Hermitage en San Petersburgo. Existen en cambio obras centrales cuya atribución no fue aceptada sino hasta el siglo xx, como la Madonna con el clavel, el Retrato de Ginevra de Benci e incluso la afamada Dama del armiño; la obra de l que más viajó en el siglo xx en exposiciones. Las atribuciones más recientes han dividido fuertemente a la comunidad científica empezando por la Bella princesa (realizada sobre pergamino) y en particular el Salvator Mundi. Se sabe también qué l realizó diversos retratos y cuadros de vírgenes, pero también obras insólitas como un “dragón” y una “medusa”, citados por Vasari. La razón de la dispersión y la dificultad de individuar la obra de l se deben en buena medida a que fue poco visible en su tiempo. Las únicas dos obras asequibles al público estaban en Milán y eran La Virgen de las Rocas y La última cena. Tam-
poco circularon grabados de sus cuadros como era común entre los grandes artistas, a excepción de algunos de sus dibujos y estudios científicos. La obra de l ha creado también problemas en la identificación de los personajes retratados a partir de La belle ferronière (c. 1490-1495) del Louvre, el Retrato de músico (c. 1485) de la Pinacoteca Ambrosiana de Milán (Frank Zöllner es de los pocos que siguen cuestionando su autenticidad) e incluso La Mona Lisa (1503-1506 y después 1511?), a pesar de ser “la pintura más famosa del mundo (ver el libro homónimo de Donald Sassoon, 2004; un libro referencial en la historia del cuadro) y “una de las ejecuciones pictóricas más finas de l” (Zöllner). La identidad de Lisa Gherardini anotada por Vasari, fue cuestionada después del robo del cuadro en 1911. Desde entonces se ha abierto una disputa que ha producido una nutrida bibliografía y las hipótesis más disparatadas sobre la verdadera identidad de la también llamada Gioconda. El reciente estudio de Martin Kemp –uno de los mayores expertos de l en el mundo– y el archivista Giuseppe Pallanti (La Mona Lisa, The people and the painting), asuela la controversia, concluyendo que según sus estudios la retratada es efectivamente Lisa Gherardini esposa de Francesco del Giocondo, un rico mercader de seda florentino. Los misterios de La Mona Lisa se extienden al descubrimiento de una copia del cuadro aparecida en 2012 en el Museo del Prado en Madrid; probablemente realizada por alguno de sus discípulos a partir del original, como era muy común. Existe también la llamada Monna Vanna, que es una variante de La Mona Lisa pero desnuda, realizado en carboncillo y cuya autoría es aún motivo de disputa. Los autores además confirman la ascendencia humilde de la madre de l, y desmienten la hipótesis de que era una esclava árabe, como había circulado recientemente entre
los académicos. Afirman además que l no creció con la madre sino con el abuelo paterno que, como el padre, era un notario de linaje. Niegan por lo tanto que la casa natal de l sea la que hoy se reconoce como tal y en donde existe incluso el llamado Museo Casa Natale (ubicado Anchiano, en las afueras de Vinci) que atrae a multitudes de turistas anualmente y en donde niegan la residencia misma de la madre. De l en realidad no se sabe prácticamente nada hasta sus veinte años, cuando figura en 1472 en el gremio de pintores (San Lucas). Otra de las características de l fue su falta de sistematicidad y la única reprimenda de sus primeros biógrafos fue la incapacidad de concluir muchas de sus obras; no sólo pictóricas sino también libros. El primer ejemplo inacabado fue el San Jerónimo (1480-1482) de la Pinacoteca Vaticana, donde se descubre apenas en el 1827. l lo dejó en un estado prácticamente de bosquejo, probablemente para realizar La adoración de los magos (1481-82) de los Uffizi de mayor prestigio, misma que a su vez dejó sin terminar cuando abandonó Florencia para ir a Milán en 1482. Ambas son obras que concluyen con la fase temprana de actividad en Florencia, iniciada realizando cuadros en conjunto al Verrocchio como en el Tobías y el ángel (c. 1470- 1472, atribución no unánime), El bautismo de Cristo (c. 1470-72 y 1475) y La Anunciación (1473-1475); el mencionado Retrato de músico y sobre todo La batalla de Anghiari. El año leonardiano ha traído a la luz diversas publicaciones que ponen al día los estudios de los mayores especialistas, a partir del trabajo enciclopédico de Carmen c. Bambach (Leonardo da Vinci rediscovered), tres libros de Martin Kemp (Leonardo by Leonardo, Leonardo Da Vinci’s Codex Leicester y 50 anni con Leonardo. Lucidità e follie attorno all’opera di un genio) y el ya citado catálogo razonado de Frank Zöllner l
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LAREVOLUCIÓNENPERMANENCIA La filosofía de la revolución en permanencia de Marx en nuestros días, Raya Dunayevskaya, Juan Pablos, México, 2019.
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eón Trotsky es justamente famoso por la teoría de la revolución permanente –que la revolución podría ocurrir en un país tecnológicamente subdesarrollado antes que en uno capitalista avanzado–, la cual él desarrolló por primera vez con un colega, Alexander Parvus. Fue un brillante pronóstico de los sucesos en Rusia. Sin embargo, no es de la teoría de Trotsky sobre la revolución permanente de lo que se ocupa esta compilación recién publicada de escritos selectos de Raya Dunayevskaya. Los ensayos, presentaciones y cartas en La filosofía de la revolución en permanencia de Marx en nuestros días están centrados en este concepto de Marx y en su significado para nuestra época. Los autores que hablan sobre Marx que sí mencionan sus escritos sobre la revolución permanente, a menudo se centran exclusivamente en un llamado a la “revolución permanente” en su mensaje de junio de 1850 a la Liga Comunista, analizándolo frecuentemente como un exhorto supuestamente táctico/estratégico de Marx a seguir la revolución después de la derrota de las revoluciones de 1848-1849 en Europa, en donde Marx estaría “equivocado” por pensar que la revolución podía continuar. Sin embargo, Dunayevskaya tenía algo bastante distinto en mente cuando se ocupó del concepto de Marx de revolución permanente. De hecho, ella llamó a Marx el “filósofo de la revolución permanente”. ¿Qué quería decir con esto? Primero, Dunayevskaya rastreó el uso de Marx de dicho término. Su expresión inicial del concepto ocurrió en 1843: La emancipación política es, en efecto, un gran progreso; aunque no sea la última forma de la emancipación humana, lo es en el actual orden del mundo […] Pero no hay que engañarse sobre los límites de la emancipación política. […] constituirse como la vida real y coherente de los hombres a nivel de especie. Esto, sin embargo, no puede conseguirlo más que contradiciendo violentamente la base de su propia vida, es decir declarando la revolución como permanente […] Sólo cuando el hombre real, individual, reabsorba en sí mismo al abstracto ciudadano y, como hombre individual, exista a nivel de especie en su vida empírica, en su trabajo individual, en
Eugene Gogol |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
sus relaciones individuales; sólo cuando, habiendo reconocido y organizado sus “fuerzas propias” como fuerzas sociales, ya no separe de sí la fuerza social en forma de fuerza política; sólo entonces, se habrá cumplido la emancipación humana.
Así, para el joven Marx, su primera mención de la revolución permanente estaba íntimamente ligada a la emancipación humana. De hecho –y esto es lo que Dunayevskaya argumentaba con fuerza– uno podría afirmar convincentemente que las siguientes cuatro décadas en el pensamiento y la acción de Marx fueron el desarrollo de una praxis de la revolución en permanencia como vía hacia la plenitud de la emancipación humana. Ese camino implicaba encontrar a los sujetos vivos de la transformación social de raíz. Ciertamente, el proletariado, pero Dunayevskaya también señaló el interés de Marx en otros actores: en sus Apuntes etnológicos, Marx escribió sobre las mujeres iroquesas en norteamérica, así como sobre el aborigen australiano, a quien Marx llamó “el negro inteligente”. Marx estudió la comuna campesina rusa, el mir, como posible origen para que Rusia evadiera las vicisitudes del capitalismo. Pero la revolución era necesaria para lograr esto: “Para salvar la comunidad rusa hace falta una revolución rusa.” La actividad de las mujeres en la Primera Internacional también fue mencionada por Marx. La revolución permanente como vía hacia la emancipación humana estaba igualmente arraigada en la dialéctica –la revolución de la filosofía hegeliana–, la cual Marx estudió-criticó-recreó como una filosofía de la revolución. Este libro contiene varios escritos de Dunayevskaya sobre la dialéctica hegeliana y marxista, los cuales muestran la deuda de Marx con Hegel, pero también su separación de él. El concepto de revolución permanente de Marx fue igualmente desarrollado en su obra maestra El capital. El análisis de Dunayevskaya de esta obra sostenía que su contenido puede ser captado de la manera más amplia trazando cómo el humanismo y la dialéctica forman la base de esta obra económica. Además de buscar el origen de la revolución permanente en Marx en la forma de sujetos de revolución, así como pensamiento y práctica dialécticos, Dunayevskaya escribió sobre Marx y la organización revolucionaria: de la Liga Comunista a la Primera Internacional, y hasta los escritos de Marx sobre la Comuna de París y su incisiva crítica a la así llamada organización revolucionaria en su Crítica al Programa de Gotha. Dunayevskaya veía a Marx buscando organizaciones espontáneas desde abajo, ayudando a crear organizaciones revolucionarias en varios momentos históricos y construyendo una organización que reflejaría y proyectaría un cuerpo emancipador de ideas, todo ello en tanto formas organizativas de la revolución permanente. Estos escritos selectos de Dunayevskaya no son sólo una exploración de la construcción multidimensional de Marx de la revolución en
permanencia, sino que también incluyen una importante batalla de ideas: la crítica a varios marxistas postMarx, de quienes Dunayevskaya argumentaba que no comprendían la totalidad del marxismo de Marx. Se incluyen aquí ensayos críticos sobre pensadores tales como Eric Hobsbawn, Maximillian Rubel, Roman Rodolski y Theodor Adorno. Finalmente, una amplia sección se ocupa de la cuestión de Marx como filósofo de la revolución en permanencia: leyendo a Marx para nuestros días. Aquí, los escritos de Dunayevskaya abarcan la liberación afro y el internacionalismo, la liberación de las mujeres y la dialéctica de la revolución, y la dialéctica de la organización y la filosofía. El título del libro se centra en la filosofía de la revolución de Marx en nuestros días. Así, uno está impulsado a preguntar: ¿hay alguna relevancia, algún significado de la filosofía de Marx de la revolución permanente para América Latina? De ser así, ¿cuál es? Aquí yo argumentaría que el concepto de Marx y Dunayevskaya de la revolución en permanencia puede de hecho hablarle a América Latina. El marxismo de Marx y el humanismo marxista de Dunayevskaya se sostienen sobre una visión filosófico-revolucionaria no dogmática de la emancipación humana, en la cual los sujetos de revolución y la filosofía emancipadora son lo primero y principal. ¿Qué podría ser más relevante para América Latina, para México, que la actividad emancipadora permanente de los pueblos originarios, de las mujeres que luchan por su liberación a lo largo del continente, de los jóvenes que exigen una existencia libre en nuestra América? Tal como lo hace notar el editorial de un número reciente de Ojarasca. La Jornada, se trata de la “revolución permanente de los pueblos originarios” (núm. 270) l
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HISTORIASDEPÉRDIDAYRUPTURA Desierto sonoro, Valeria Luiselli, Sexto Piso, México, 2019.
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esierto sonoro, tercera novela de Valeria Luiselli (traducida del inglés original por la propia Luiselli y el novelista Daniel Saldaña París), luce, a simple vista, como un diálogo entre sus dos mejores libros a la fecha: Los ingrávidos (2011), que inspiró en un crítico estadunidense la categorización “supranaturalismo melancólico”, y Los niños perdidos (2016), suerte de ensayo periodístico (o reportaje literario), que se empareja a los hechos que suscitan indignación mundial de arrestos de miles de niños inmigrantes que el gobierno de Trump trata como a bestias infecciosas. La familia que protagoniza esta road roman que atraviesa el territorio más novelesco de Estados Unidos, bien podría ser la misma que aparece en Los ingrávidos, aunque Luiselli la modifica ligeramente: el niño de diez años es hijo biológico del padre, un documentalista-sonorista (que insiste en autonombrarse documentólogo) y la niña de cinco, lo es de la madre, que no tiene inconveniente en ser simplemente eso: documentalista, y se desempeña también como periodista radiofónica. No obstante, existe entre ambos niños el afecto y la confianza propias de una larga convivencia fraternal. La historia arranca como una aventura, un viaje en auto desde Nueva York – escenario de los libros arriba mencionados– hasta Arizona, durante el que los adultos contemplan grabar los sonidos del trayecto hacia el territorio apache. Pero ese es el proyecto del padre. La madre tiene una idea completamente distinta, obsesión, más bien: seguir el rastro de las dos hijas perdidas de una inmigrante de nombre Manuela, a la que conoció durante un recorrido por los tribunales donde se efectúan juicios de niños indocumentados, por lo que, se infiere, se trata de la misma narradora de Los niños perdidos. A estas niñas no sólo se les niega la permanencia en el “país de la oportunidades” tras una arriesgada aventura por el desierto, sino que jamás llegan a
Eve Gil |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
su destino de origen tras su deportación. A través de estas niñas sin nombre ni nacionalidad definidos, la narradora parece totalmente centrada en documentar la diáspora de niños que logran llegar a Estados Unidos huyendo de situaciones verdaderamente terribles, no sólo del hambre y la pobreza. Asimismo, este viaje apasionante, en que la familia se detiene a descansar en diversos moteles, cabañas o casas acondicionadas para recibir viajeros, y se topa con infinitos personajes en sitios de recreo, restaurantes, gasolineras, estancias varias y lecturas múltiples, entre las que destaca la de un libro, al parecer ficticio, titulado Elegía por los niños perdidos, de Ella Camposanto, traducido del italiano original por Sergio Pitol, pareciera la alegoría de un deterioro familiar en que la imposibilidad de reconciliar los intereses antagónicos de la pareja protagónica, la total indiferencia del padre hacia las preocupaciones profesionales y existenciales de la madre, que sin embargo se ha desvivido por hacer suyas las de él, afectará directamente a los niños que viajan en el asiento trasero donde escenifican los conflictos de sus padres a través de canciones, fragmentos de libros (los audiolibros conviven con la música durante el trayecto) y juegos de rol que involucran los intereses de uno y otra. No obstante lo anterior, la algarabía reinante en el asiento trasero va dando lugar a la melancolía, al tiempo que el silencio se instala, insidiosamente, entre la pareja que ocupa el delantero, y esto no pasa inadvertido para el niño, inteligente y sensible, que empieza a albergar temores nada infundados de ser apartado de su querida hermanita. Desierto sonoro es, en realidad, tres novelas con una misma meta. Está la primera, narrada por la madre, que también es una mujer y una profesionista apabullada por su esposo, el que lleva el mando (el Volante) y la aparta cada vez más de su misión. La segunda, La elegía de los niños perdidos, se va “leyendo” y “grabando” a través de las más de cuatrocientas páginas del libro, en voz de la madre y luego del niño, exponiendo con asombrosa vividez los pormenores de un grupo de niños, cada vez más reducido, que intenta cruzar la frontera a bordo de un tren denominado La Bestia, y también a pie. La tercera, la narración del niño quien, ante lo que percibe como la inminente ruptura de su familia, ya cerca de la meta del viaje, le propone a su hermanita jugar a “los niños perdidos” y se van apartando poco a poco del lugar donde han pernoctado para descansar hasta perderse en el desierto. Luiselli asume con
Valeria Luiselli. Foto: La Jornada / Luis Castillo.
gran pericia la voz infantil para recorrer el trecho más doloroso de esta novela, que podría definirse como una gran épica postmoderna de la pérdida, en más de un sentido, complementada con una serie de fotografías polaroid incluidas al final, previamente descritas y atribuidas al niño que las ha tomado con una cámara que le ha obsequiado la documentalista, a la que él llama “mamá”. Ya desde Los ingrávidos, Valeria Luiselli hizo de la cotidianidad doméstica colmada de asombros y de la autoficción un sello personal l
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En nuestro próximo número
SEMANAL LOS LIBROS TRISTES DE AMOS OZ SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA
Arte y pensamiento
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Las rayas de la cebra/ Verónica Murguía
La lista de 2019 EN LOS ÚLTIMOS años, por influencia de mi esposo, me he convertido en una persona que hace listas. Antes de dormir me aseguro de que en el buró haya lápiz y papel, por si me acuerdo de algo urgente. Hago la lista de pendientes y la dejo ahí. Soy el tipo de persona a la que le da taquicardia si a las cuatro de la mañana despierta y recuerda que se acabó el Suavitel, pero que tres horas después, cuando se levanta, ya ha olvidado la falta de suavizante, que ya no hay calcetines limpios y que si no lleva las toallas a la lavandería tendrá que usar los trapos de la cocina para secarse. Ahora, a las cuatro garrapateo: Suavitel. Y me acuerdo. Cada mes redacto la lista de los libros que he leído, lo cual me ha permitido constatar que soy adicta a las novelas policíacas. También anoto cuáles me gustaría leer: llevo casi diez años tratando de leer José y sus hermanos y no he podido. Hasta he releído otros libros de Thomas Mann. Creo que lo sacaré de la lista y quizás baste con eso para animarme. También hago listas de cosas que me gustaría hacer y que se van volviendo más largas con los años: bordar el forro de un abrigo, diseñar un juego de té en el que la tetera tenga forma de dragón y las tazas de huevo, pintar un mural en la pared de mi estudio, ordenar las fotos, etcétera. Supongo que estas listas no deberían alargarse, sino al contrario, pero padezco una suerte de optimismo secreto que me hace planear, desear. Quiero, aunque estoy consciente de que no será pronto, volver a caminar por los Viveros, nadar de mariposa (a qué le tiras, etcétera), tomar ¡clases de canto! y cosas por el estilo. Lo que me apabulla un poco redactar, por aquello de lo que se queda fuera, son las listas con lo mejor y lo peor que he leído, comido, escuchado. Ahora que se termina el año es casi obligatorio, pero me niego. No me gusta. Además, las listas ajenas me inquietan porque me hacen sentir que no tengo la más remota idea de lo que está sucediendo en este mundo: me apena confesar que hoy leí la lista con las cincuenta y cuatro mejores canciones de 2019 según los críticos del New York Times y sólo había escuchado una. Una, de Nick Cave. Luego me asomé a la de los mejores libros. La cosa mejoró, pero no lo suficiente como para sentir que ando al día. El ánimo se me apachurró cuando leí la de las mejores películas, porque este año apenas fui al cine y bueno, por lo visto en 2019 me la pasé en Babia. Además, no cumplí más que tres de mis propósitos, y no eran los importantes. Antes guardaba mis agendas, lo que me hubiera permitido darme cuenta de si cumplí algún proyecto a lo largo de estos nueve años, pero una serie de infortunios me obligaron a desechar esa costumbre que me hubiera deprimido, pues sospecho que fui más incumplida que disciplinada. Lo que puedo decir, sin listas que me auxilien, es que estos años me tuvieron con el Jesús en la boca, porque veo que hay una serie de problemas ante nuestras narices que tenemos que resolver o no habrá plan que los solucione. Primero, entre 2010 y 2019 las garras de la violencia se cerraron sobre este pobre país y los horrores gestados en 2006 por Felipe Calderón han alcanzado proporciones pesadillescas. Latinoamérica entera parece entrar en una de esas temporadas infernales de dolor y represión, de la mano de gobernantes como Bolsonaro, Áñez, Piñera y, cómo no, Maduro. La crisis ambiental ya comenzó y los gobiernos que la pueden detener: China, Estados Unidos, Rusia y Canadá, se hacen de la vista gorda. Los migrantes y desplazados en el mundo entero alcanzaron en esta década cifras récord. Sugiero que hagamos una lista de asuntos urgentes y colectivos y que, como nunca, tratemos de participar en las decisiones. Otra asunto que postergué fue averiguar quién es el diputado o diputada que me representa, pero ahora ya no me puedo hacer para ninguna parte, porque otra década como ésta nadie la aguanta. Y el planeta tampoco l
La otra escena/ Miguel Ángel Quemain
Luis de Tavira: en escena la ciencia de la puesta LUIS DE TAVIRA es un hombre de ideas. Parece simple la afirmación, tal vez tendría que añadir: ideas propias, porque lo más generalizado en las comunidades culturales como la que habitamos es que las ideas que se presentan como propias sean de otros. Claro que las ideas propias de este director no son sólo suyas, hay un conjunto de apropiaciones que no merman su originalidad porque su arte es del diálogo y es en la conversación artística donde se cocina lo nuevo. En su historia artística hay muchas ideas teatrales, en general artísticas, pues vienen del cine, la literatura, la plástica, la danza, que se conforman en los vínculos con quienes le han abierto su mundo y él ha ofrecido el suyo, tentado por demiurgos ajenos que evidentemente le fascinan (hasta los traductores lo seducen) con la puesta en escena en nuestra lengua de las seducciones que lo atraen tanto en la lengua extranjera (sobre todo la alemana) que atraviesa la literatura que momentáneamente lo colma. Quiero presentar aquí un conjunto de ideas que expresan la relación de Luis de Tavira con el teatro. Si bien hay una variedad de textos de dimensiones y profundidad distintas, las cuatro sesiones de Grandes maestros UNAM (https://www. youtube.com/watch?v=ORcr8_k7MeY) ofrecen un paisaje de ideas que vale la pena anotar. Opto por ese documento porque es accesible para cualquier espectador interesado; es una herramienta conceptual, una postura ética y estética sobre el teatro. Dejo para otra entrega el comentario sobre el Teatro reunido que publicó el Fondo de Cultura Económica, buen ejemplo de las transformaciones que han tenido estos textos a la luz de la puesta en escena (de ordinario siguen el camino inverso, del texto a la escena) y evidentemente de las correcciones y adendas que pueden tener de su edición original. Es una edición que reúne siete obras, todas presentadas con un prólogo de José Ramón Enriquez, director, docente, dra-
maturgo, ensayista y uno de los interlocutores más interesantes de Luis de Tavira. Prácticamente todo lo reunido en este tomo ha transitado la escena: La pasión de Pentesilea (inspirada en una idea de Heinrich von Kleist), La conspiración de la Cucaña (Homenaje teatral a Alfonso Reyes), La séptima morada, Ventajas de la epiqueya (Comedia de intriga), Otra dama boba, El director de teatro (texto inspirado en Der Schauspieldirektor de Johann Gottlieb Stephane, el Joven, y en algunas ideas dramáticas de Wolfgang Amadeus Mozart) y Citerea (tragicomedia en catorce escenas). A lo largo de estas siete piezas hay varias perspectivas que valdría la pena desglosar: las mujeres múltiples, la feminidad y los discursos anticipatorios, visionarios sobre la masculinidad, una teoría permanente de la actuación, del actor, del éste y su valor para el director, para el dramaturgo, y las distinciones permanentes entre el actor y el personaje. Las dimensiones que De Tavira insufla en el arte de la acotación son ejemplares porque pone de manifiesto su encantamiento por las múltiples dimensiones retóricas y poéticas del texto, su compromiso político, su perspectiva espacial y las profundidades interpretativas frente a lo que representa el mismo personaje, frente a sí mismo, ante los demás personajes y, en su momento, en esa convocatoria permanente al aquí y ahora de todo el proceso teatral. Estas obras muestran incluso presupuestalmente a Luis de Tavira. Las acotaciones también son una especie de síntoma frente a lo económico, un modo de imaginar con naturalidad la fastuosidad a la que puede llegar una propuesta escénica. Hay algo de enormidad, de grandiosidad en algunos planteamientos que permiten un disfrute visual y escenográfico, en la lectura de la obra. Se trata de obras que nacen vestidas con un ropaje escénico ambicioso. No es la desnudez de Bergman, Grotowski o Barba. Pero primero vayamos a las ideas l
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14 29 de diciembre de 2019 // Número 1295
Arte y pensamiento
Casa sossegada/ Javier Sicilia
Camino privado (fragmento 1) Odysseas Elytys
El poeta en tiempos de miseria
Para Daniel Goldin, por lo que ambos sabemos
VIVIMOS UN TIEMPO oscuro, un tiempo de tinieblas, de barbarie, un tiempo donde el sentido, que a lo largo de la tradición han detentado los poetas, ha quedado sumergido en la oscuridad y el caos. Aunque ellos continúan escribiendo, su decir ya no reúne, como en el mundo de la Antigüedad griega o en la Israel bíblica, a los seres humanos en torno al sentido en el que la vida de una comunidad se estructura. Esta época, que Hölderlin anunció en su elegía “Pan y vino”, es un tiempo tan indigente que, dice Heidegger al analizar el poema, ya no es capaz siquiera de sentir la ausencia del sentido como ausencia. En un tiempo así, Hölderlin hace una pregunta terrible, una pregunta que debe interpelar a los poetas: “¿Para qué poetas en tiempos de penuria?” ¿Para qué decir el sentido en la noche del tiempo? Independientemente del silencio en el que Hölderlin se sumió hasta su muerte, cuatro años después de escribir la elegía –un silencio que habría que entender como una respuesta del poeta que, de cara al abismo, lo soporta en espera de ver emerger el sentido de su oscuridad más honda–, Hölderlin responde, inmediatamente después de la pregunta, por boca de su amigo el escritor Wilhelm Heinse, a quien está dedicada la elegía y dirigida la pregunta: “Pero [los poetas], me dices, son como los sagrados sacerdotes del dios del vino,/ que de tierra en tierra peregrinan en la noche sagrada.” Imposibilitados para capturar el sentido en la noche del tiempo, los poetas perciben, en una especie de ebriedad, aún su huella, su rastro y, siguiéndolo, “señalan –según Heidegger– a sus hermanos mortales el camino hacia el cambio”, hacia la refundación del sentido. No sé si el poema, en estos tiempos miserables, en los que la noche entrevista por Hölderlin se ha vuelto monstruosa, siga siendo el vehículo adecuado para señalar el camino. Pero es evidente que
la función de los poetas –en la medida en que, en medio de la ebriedad en la que transitan en la noche del tiempo, aún perciben las huellas “del dios”, del daimon, de la musa, etcétera– es decir el sentido, balbucirlo. Con ello, los poetas no lo rehacen pero mantienen su presencia como huella, como trazo, como una pobre vela encendida en medio de la oscuridad y la intemperie, y preparan, como en la noche de Belén, un lugar para su morada. Sin eso las tinieblas serían absolutas. “A pesar de la inconmensurable necesidad –dice Hölderlin por la pluma de Heidegger–, a pesar de todos los sufrimientos, a pesar de un dolor sin nombre, a pesar de una ausencia de paz en constante progreso, a pesar de la creciente confusión”, el poeta, aún en el silencio con que mira el abismo, tiene la esperanza –una esperanza teológica, sin rostro en la realidad– de que la noche no es absoluta. Por eso mantiene el sentido en lo poco que puede. Así, en su himno inconcluso “Mnemosyne” –la madre de las musas, la diosa en cuyas aguas los muertos dejan sus recuerdos–, escrito poco tiempo después de la elegía, Hölderlin escribe en relación con el destino de los poetas en épocas miserables: “[…] No todo lo/ pueden los celestes. Pues antes alcanzan/ el abismo los mortales. Así cambian las cosas/ con ellos./ Largo es/ el tiempo, pero acontece/ lo verdadero.” El sentido –es la esperanza del poeta– aparecerá cuando a partir de mantener su huella, de seguir su rastro, de decirlo, los seres humanos hagan posible que su presencia emerja de la profundidad de la noche, una esperanza que sólo surge cuando en medio de la noche el poeta ha aprendido a desesperar de todo y ha alcanzado el fondo que las tinieblas del tiempo ocultan. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a Morelos l
LO QUE Me gusta también es mi soledad. Nadie se acerca. Años hace que paso horas en compañía de algunos grandes frescos medio borrados; imágenes viejas, pero todavía recientes por los labios de aquellas que las veneraron; mujeres taciturnas de túnica corta que guardan la caja con las joyas del océano. Nadie se acerca. Si no tuviera algo muy fuerte e inocente a la vez que me sostiene, como las mentas y las verbenas que prosperan en mi balcón, me habría muerto de hambre. Tan lejos me encuentro de las cosas, tan cerca de su pulso secreto. De noche despierto inquieto por algún matiz del violeta, pero nunca por lo que pueda ocurrir en los comercios del Agora. En verdad no tengo idea. Dicen que las lágrimas y los suspiros (las copias, no los originales) tienen siempre vigencia, como las fluctuaciones del dólar, la inflación, las transacciones de los partidos —faltaba más. La soledad, como el fango a las quillas de las barcas, me ha consumido. Y pasan los años. A los setenta y tres años Galba ejercitaba a sus tropas, y yo continuaba saliendo de entre las olas con el consabido cansancio en las rodillas que provoca la resistencia del agua —y gotas doradas brillando en las pestañas— listo para la lucha. Sólo que mi Nerón, igual de loco, no se doblega con nada, el infame. No hablo del que provoca incendios al mismo tiempo en el Líbano o en Angola; que corrompe conciencias en Camboya, en Chile, en Irán. Ese a todos nos pertenece y lo hemos provisto de por vida. Hablo del otro, el de «uso privado», el que apenas logro algo puro me lo profana, a mí, que la cosa más humilde, si la amo, sueño que alcance la perfección de un capitel. ¿Quién es entonces el que hunde en la razón de los devotos la duda; en el rendimiento de los atletas los anabolizantes y en la mente de los poetas la dulzura de la derrota? ¿Cómo y por qué ha logrado volver lo claro, lo no turbio de la vida casi invisible para los demás? ¿Por qué y cómo los convence de no hacer siquiera un movimiento simple, un giro de la cabeza, que podría significar también un giro del mundo entero? En la poca Grecia que nos queda, lo único que aún puedes hacer es implorar a tus dioses. ¿Qué dioses? ¡Ah! Son muchos. Casi tantos como la población del país. Velan dos metros bajo tierra o sobre el descascarado muro vecino. Con la nariz rota, cortado uno de los brazos, el manto verdoso por el tiempo, o un rojo cereza en los hombros y una mirada que sólo se tiende sin deterioros en ti. Parecen pensativos e inclinados, como si sujetaran sedales que son los hilos mismos de nuestra vida. Y todo eso en una atmósfera de víspera de grandes acontecimientos que no sabes si ocurrirán jamás. Es como si amaneciera un segundo día en el día. Entonces, aquello que poco antes adquiría particular gravedad en tu vida, lo ves contraerse, aligerarse, desaparecer, quedando en su lugar sólo una muchacha que apenas toca el suelo, que lleva una cesta de flores y avanza hacia ti sin alcanzarte nunca. ¿Qué puede simbolizar una aparición como esa, completamente desprendida del interés cotidiano? Si la clave que uso es correcta, quiere decir: «En buena hora fuiste creado, Hombre, sin ninguna razón». O, mejor dicho: «La razón por la que fuiste creado, Hombre, es precisamente ésta: que demuestres también tú con tu vida y tu obra, que todo puede y debe suceder sin ninguna razón, para consumarse así, como se consuma toda la creación». Sólo que para entender eso, tienes que ir lejos. Versión de Francisco Torres Córdova
Arte y pensamiento Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso
Movimiento… Educación… Belleza… (iii y última) EN SEMANAS ANTERIORES hablamos de movimiento y educación artística para la consecución de la belleza (asunto de hoy). Aunque a ratos nos fuimos por las ramas, creemos que las elucubraciones académicas deben acercarse a la base, derramarse desde la punta de la pirámide para amplificar las posibilidades de una sociedad mejor. Esto implica que la inteligencia de quienes cuestionan y reestructuran procesos de aprendizaje también se sensibilice, que parta de la otredad y la alteridad poniéndose en una balanza que incluso parezca traicionar sus creencias sobre el arte mismo: ¿Qué es mejor? ¿Una artesanía asequible como primera semilla que después crezca y se refine, o una sofisticación clasista que reduzca las posibilidades de que la mayoría escale montañas de belleza? Haremos el esfuerzo de ser más claros. Dijimos antes que los mecanismos internos de las artes pueden aprovecharse en la inter, multi y transdisciplina, pero eso no debe rechazar la idea de que el arte mismo sea visto como actividad paralela, colateral a programas de estudio abocados a carreras más técnicas o científicas. Con ello, si bien no estaremos en la formación de artistas o profesionales del arte, sí haremos surcos para un sembradío que tendrá una inteligencia emocional y una educación sentimental diferente, allí donde los andamios artísticos incrementen el bienestar social con procesos de autoaprendizaje. Hablamos de “aprender a aprender” a través de análisis, cuestionamientos y comparaciones para privilegiar la deducción y la inferencia… Todo en pos de la belleza. ¿Somos ingenuos? En diferentes momentos hemos citado aquí a autores como Bob Riemen: “La educación de hoy ya no está dirigida a formar el carácter de las personas para ayudarlas a vivir y crear belleza, a permitir que la justicia se lleve a cabo y a transmitir cierta sabiduría.” O como François Chen: “La unicidad transforma cada ser en presencia, y ésta, a semejanza de una flor o de un árbol, tiende constantemente en el tiempo, a la plenitud de su esplendor, que es la definición misma de belleza.” O como María Zambrano: “Entiendo por utopía la belleza irrenunciable… más vale condescender ante la imposibilidad, que andar errante, perdido en los infiernos de la luz.” No es romanticismo. Si nos perdemos en esos infiernos del “conocimiento” que deja de lado lo humano, estaremos lejos de la felicidad colectiva. La música es un camino posible, sí, pero sin el movimiento de educación artística constante quedaremos varados, pues ni el exceso de profesionalismo ni el exceso de pensamiento duro alcanzan para capturar a la belleza del mundo. Porque hay bellezas que deben flotar propiciando estímulos sin ser diseccionadas y, sobre todo, sin ser juzgadas en una tabula rasa. Claro, no hablamos de la belleza que intenta estandarizar al mundo con estereotipos, sino de aquella que adquiere relevancia por la pregunta que responde y la singular manera como la responde. En su intento honesto, el autor puede cumplir algo que aporte brotes nuevos a nuestra realidad, aunque su llamamiento inicial sea la pura atracción, la sospecha, la intuición o el cumplimiento de un canon. En el stardom system, por el contrario, la belleza se ha rebajado al servicio del entretenimiento. Volviendo a François Chen: “Cierta forma del mal procede precisamente del uso terriblemente pervertido de la belleza.” En fin. Con las artes podemos propiciar un estado emocional que aprecie la belleza; cuestionar la homogeneidad y estandarización de una globalización hija del capitalismo y del poder económico. De tal suerte que nuestro deseo de Año Nuevo es el movimiento para la gente buena, el convencimiento de los políticos sobre la importancia de la educación artística en todo momento de la vida y, de paso, crear un poco de belleza. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos l
LA JORNADA SEMANAL 29 de diciembre de 2019 // Número 1295
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Cinexcusas/ Luis Tovar
Recuento 2019 (II y última) RESULTADO DIRECTO DEL apabullamiento mercadotécnico y publicitario del que suelen valerse los blockbusters gringos –así como los equivalentes de petatiux– para que se asista a verlos antes que a cualquier otra cosa, la percepción colectiva del estado y la naturaleza del cine nacional suele ser reduccionista, y quienes gustan de hacer tentóps findeañeros –no es el caso de este juntapalabras– lo saben bien, pues sin mayor sorpresa descubren que el público al que se dirigen desconoce la mayoría de los filmes que mencionan, sobre todo cuando son encomiados, y en cambio ese público sólo llegó a enterarse –haberlos visto ya es otro asunto– de lo que aquellos recuenteros de fin de ciclo deploran. Así las cosas, al final de este 2019, que concluye pasado mañana, Mediomundo cerrará el año con la firme pero equivocada idea de que el cine mexicano consistió casi por completo de miasmas como los mencionados aquí la semana pasada, verbigracia No manches Frida 2, Tod@s caen, Mirreyes contra Godínez, Como novio de pueblo, Solteras, así como otras cosas lamentables estilo Mentada de padre y Muerte al verano. Por fortuna no es verdad, pues entre las decenas de filmes mexicanos estrenados en 2019 también se cuentan las ya mencionadas La camarista y Las niñas bien, a las que se sumaron varias producciones más cuyos distintivos no fueron la complacencia, el facilismo, la estulticia, la torpeza ni el autoengaño consistente en creer que su película sería una de dos o ambas cosas: un taquillazo y un buen filme. En esa condición están El ombligo de Guie'dani, Cómprame un revólver, El guardián de la memoria, Familia de medianoche, Mano de obra, Noches de Julio, Asfixia, Huachicolero, Todas las pecas del mundo, Ya no estoy aquí, Luciérnagas, Niña sola y Antes del olvido, entre otras. Un escalón más abajo, es decir, en el de cintas a las que algo les faltó o les sobró para ser del todo redondas, pero cuya factura e intenciones no alcanzaron a tirarlas por completo, cuente usted Polvo, ¿Conoces a Tomás?, Sonora, Guadalupe Reyes, El complot mongol, Sanctorum y Cindy la regia, entre las más destacadas. Más cerca del sótano, si bien uno diferente al de la basura taquillera martahigaredesca, quedaron pretensiones, actos fallidos, excesos y deficiencias varias del tipo que puede verse en La caótica vida de Nada Kadic, Esto no es Berlín, La paloma y el lobo, Olimpia, Chicuarotes, Placa de acero y El paraíso de la serpiente. Más de una de las cintas arriba mencionadas no se ha estrenado comercialmente sino sólo en festivales, de modo que se verifica una vez más la distorsión aludida al principio, que es la causante directa del no-estreno de filmes cuya
espera será demasiado larga, como suele suceder año tras año. Y si eso le pasa al cine de ficción, al género documental siempre le va peor; ahí están Oblatos, Disparos y Poetas del cielo, por mencionar solamente tres películas sobresalientes, tanto en el orden temático como en su factura, que merecerían haber sido vistos masivamente desde que fueron terminados.
El problema mayor A PROPÓSITO DE lo anterior, en cuestión de estrenos la Canacine dio una cifra diametralmente distinta de la que proporciona el Imcine: ciento dieciséis contra sesenta y siete. Más allá de esa diferencia notable, ya sea que las películas resulten buenas, regulares o de las otras, la obviedad se impone: el chiste es que sea posible verlas, lo cual conduce al ya viejísimo quid del asunto, es decir las distorsiones en la exhibición cinematográfica comercial. Lo dijo la productora Mónica Lozano, flamante presidenta de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC): “Hace veinte años la pelea era mejorar las condiciones para producir; eso lo hemos conquistado. Ahora hay que reflexionar: ¿qué estamos realizando?, ¿para qué? y ¿cómo? Pero sobre todo es lograr que la mayoría de la población de México tenga acceso al cine.” Ese es, desde hace décadas, el mayor problema al que se enfrenta una cinematografía bastante más diversa, rica e interesante de lo que suele creerse l
LA JORNADA SEMANAL
16 29 de diciembre de 2019 // Número 1295
Ricardo Guzmán Wolffer
Alan Sillitoe y la rebeldía del obrero Glosa de la novela Sábado por la noche y domingo por la mañana, de Alan Sillitoe, que retrata y critica con acierto histórico y una dosis de humor cáustico, dadas las características de su personaje principal –“un hombre incapaz de comprender su existencia”–, a la clase obrera inglesa de la postguerra y ese período de transición política y social que dio origen a la modernidad.
A
lan Sillitoe (Inglaterra, 1928-2010) es ubicado dentro del movimiento de los “jóvenes airados” que se da en Inglaterra en los años cincuenta, donde se muestran las dificultades cotidianas de la clase obrera. El protagonista de la novela Sábado por la noche y domingo por la mañana es Arthur Seaton, obrero hijo de obrero, que habita en las viviendas dadas a los obreros y cuya familia, luego de la segunda guerra mundial, se ha estabilizado gracias a los empleos de él y su padre en la misma fábrica. Arthur tiene veintiún años, le gusta beber (incluso hasta vomitar a los demás parroquianos de los pubs a los que asiste fielmente cada fin de semana), tiene relaciones con dos hermanas, ambas casadas (una con un compañero de trabajo), se cree más listo que sus supervisores laborales y se siente redimido al apoyar a su familia, especialmente a su madre, quien ha sufrido con gallardía las limitaciones de la guerra y las dificultades que la fábrica conlleva. Y termina por recibir su merecido: el esposo de una de las mujeres le da una golpiza. Paralelamente inicia relaciones con una joven, con la que terminará por casarse, según concluye la novela. No sólo estamos en una variante de las novelas sobre vividores, pues el protagonista cree que domina su vida por encima de los demás. A pesar de sus jornadas laborales, calcula con precisión cómo obtener la producción mínima requerida y cómo recibir los bonos que necesita por aumentar su producto. Se burla de su compañero de trabajo, mientras se acuesta con la esposa, y supone estar por encima de los problemas de su edad, sexo y condición social. Pero la realidad lo alcanza, en parte debido a su resentimiento social: no tolera que su supervisor, salido del mismo nicho social que él, tenga mejor casa y automóvil. Ese resentimiento se generaliza por su autoasumida cualidad para calar a la gente con una mirada. Basta un instante para saber si la persona o el mundo desea su extinción. Este personaje central se asume como rebelde ante el sistema que lo limita a un trabajo manual, pero del que obtiene comida, bebida y habitación, todo lo cual acepta con ese extraño resentimiento que le impide buscar una mejoría económica o académica: es mejor la libertad acotada que el esfuerzo permanente, forma de pensar que extrapola a la clasificación de las mujeres (“las casadas eran las mejores”, para seducirlas), de los maridos (los que cuidan a sus esposas y los que no), de sus superiores (a quién engañar y de quién cuidarse) y, lo que más le interesa, qué mujeres se dejan
cuidar y querer, “aunque también era verdad que había algunas que no te dejaban ser agradables con ellas, mujeres con cara de pocos amigos y corazones tan duros como clavos que te amenazan con el puño”. Su cortedad de vistas terminará por pasarle la factura, ante la persistencia de vivir sólo el momento, sin preocupaciones mínimas sobre el futuro y las consecuencias de sus actos. La novedad de la televisión en las casas de los obreros es destacada por el autor. La nueva diversión se vuelve la adicción de padre, a quien le recomienda evitar la tv antes de perder la vista, pero es presentada como muestra del progreso en la clase obrera. Contrasta con la feria anual local, único medio de diversión en esa pequeña comunidad, adonde las mujeres acuden con el novio para ser vistas como futuras casaderas y no como olvidadas solteronas a los veinte o veinticinco años. Los méritos de Alan Sillitoe no se limitan a la exposición literaria de esa clase obrera que sufrió la guerra y que, fiel al mandato estatal, persistió en el trabajo y obtuvo claros logros en el nivel de vida de una generación a otra: también muestra aspectos laborales que llaman a reflexión, como los bonos según la productividad, el desdén por el ahorro, cierto de que ese empleo o cualquier otro le garantizará una vejez cómoda, como ha sucedido con sus padres, y la distribución familiar de bonos en una peculiar cooperativa. La certeza del bienestar social, incluso siendo un obrero, es fondo para las aventuras más que logradas de este tunante capaz de llevarse a las hermanas al campo, a la mitad de la noche, para yacer con ellas. Además, incluso ese obrero con aparente nula instrucción académica, tiene presente el papel de los estadunidenses en el orden mundial de la postguerra: “no vale la pena ahorrar año tras año. Es algo de tontos: el dinero vale cada vez menos, y, en cualquier caso, nunca sabes si los yanquis van a hacer alguna tontería de las suyas como tirar la bomba h sobre Moscú”. El tratamiento de la obra no pretende ser humorístico, pero lo es ante los engaños de Arthur y cómo se le revierten sus mejores planes. Más que por ser obrero, por tratarse de un hombre incapaz de comprender su existencia, lo cual lo acerca al clown conceptual y al bufón que supone decir la verdad, pero cuya precariedad intelectual en sus planes lo regresa al punto de partida. Una novela eficaz sobre los obreros de otras latitudes, fechas y circunstancias, pero que funciona ante el intemporal iluso, incluso cuando se ha insertado en todo aquello que desdeñaba, asumido como mejor a su circunstancia y sus contemporáneos l