SUPLEMENTO CULTURAL
No. 82 - 24 DE DICIEMBRE DE 2012 - AÑO 2
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
82
24 DE DICIEMBRE DE 2012 / AÑO 2
I. Georges Bataille fue un escritor, ensayista, antropólogo y pensador francés, que curiosamente rechazaba el calificativo de filósofo. Nació en Billom, Puy-de-Dôme el 10 de septiembre de 1897. De Bataille, Horacio Potel, afirma que “su contacto con la filosofía viene de las lecturas de Nietzsche, realizadas en 1923, y de Hegel en 1929. Su obra, preferentemente literaria -ensayos, suele decirse, que parecen novelas y que no llegan a serlo- entra en el terreno de la filosofía, en el ámbito propio de la corriente posestructuralista francesa, cuyo exponente principal es Derrida, y cuya preocupación central es investigar por qué se vincula la racionalidad con la palabra escrita, y poner en evidencia el trasfondo de irracionalidad que hay en esta creencia y la crítica total al concepto de sujeto. Su obra filosóficamente más importante la forman La experiencia interior (1943), El culpable (1944) y Sobre Nietzsche (1945), libros escritos durante la ocupación alemana, Suma ateológica I (1954), y Suma ateológica II (1961). Son particularmente interesantes sus escritos sobre estética y sobre erotismo. Fundó las revistas Documents (1929-1930) y Critique (1946) y la sociedad secreta Acéphale (1936-1939)”. Bataille falleció en París, el 9 de julio de 1962. A 50 años de su fallecimiento, presentamos una selección de ensayos realizados por un grupo de académicos convocados por Sigifredo Esquivel Marín -ensayista y profesor universitario (Pinos, 1973), doctor en Humanidades y Artes por la Universidad Autónoma de Zacatecas-; a todos ellos manifestamos nuestro agradecimiento sincero por compartir esto cuatros ensayos con los lectores gualdreños. Dejamos este número especial para cerrar con broche de oro las ediciones de este 2012 de La Gualdra, porque después de 82 números ininterrumpidos nos vamos de vacaciones y regresamos el 14 de enero con el número 83. En páginas centrales, compartimos con ustedes las imágenes de la carpeta de grabados realizada en homenaje al poeta zacatecano Roberto Cabral del
Hoyo, de quien estaremos conmemorando el próximo 2013, el primer centenario de su natalicio. Estos 12 grabados, ilustran además la agenda Roberto. 100 Años, que puede adquirir usted en Librería Andre.a. II Y sí, el 2012 está a punto de terminar y muchos han sido los acontecimientos que hemos de recordar de este año; algunos tristes, como el fallecimiento del técnico del Teatro Fernando Calderón, José Ángel Noriega López; del comunicador Carlos Ulises Girón; del pintor Juan Nava; del torero Armando Montes; y del Arq. Raúl Toledo Farías, quien fuera director del Museo Pedro Coronel. Pero también tuvimos noticias que nos llenaron de alegría, como el hecho de que dos colaboradores y queridísimos amigos –Nelson Guzmán Robledo y Armando Haro Márquez- hayan obtenido el Grado de Doctor en Filosofía por la UNAM, ambos con mención honorífica. Tuvimos la oportunidad de realizar entrevistas a gente talentosísima durante esta última parte del año que ya no pudimos publicar pero que serán incluidas en las primeras ediciones del 2013: la de Tryno Maldonado y la de Pablo Arrieta. Hay muchas noticias y grandes expectativas para el siguiente año en el ámbito cultural zacatecano; como adelanto le menciono que se está gestando un proyecto muy importante que sin duda ha de beneficiar a los actores culturales en el Estado; de eso y muchas cosas más estaremos hablando próximamente. Y para finalizar, lo más importante: quiero agradecer a todos los colaboradores de La Gualdra que semana con semana han hecho de este suplemento un espacio libre y gozoso de expresión visual y literaria, cuya continuidad se debe sin duda a su generosa disposición. A todos ellos y a ustedes, queridos lectores, muchas gracias. Y que Dios reparta suerte en este 2013.
Hacia una literatura menor subversiva (Jean Genet y George Bataille) por Sigifredo Esquivel Marín
3 4 Y la oscuridad habló… Bataille, contrafigura de Ortega por Antonio Castilla Cerezo
Galería Roberto 100 años
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El ser y la cópula carnal. A propósito de Georges Bataille por Nelson Guzmán Robledo
8 9 Vida y muerte por Marco A. Jiménez y Ana Ma. Valle
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Carmen Lira Saade / Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas / Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín / Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Sandra Andrade Trinidad / Diseño
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas / Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
24 de diciembre DE 2012
Hacia una literatura menor subversiva
(Jean Genet y George Bataille)
Por Sigifredo Esquivel Marín*
Jean Genet
George Bataille
nación, el nihilismo y la barbarie. El devenir minoritario afirma otro modo de existencia y abre una línea de fuga mucho más revolucionaria e intempestiva que todas las revoluciones sociales. Devenir que designa un movimiento absolutamente activo y creador en pos de otros estilos de vida y de pensamiento. Riesgo excesivo y no cálculo estético, la literatura menor experimenta, más allá de toda pérdida y ganancia. Estilo que refiere un modo de vida, más que una forma de escritura; uso intensivo de las palabras más allá de los códigos del lenguaje que resiste y mina el imperio mayor del lenguaje. Hacer de la fragilidad de un ser mortal su fuerza absoluta no es un asunto retórico sino vital. Por desgracia ahora, el vedetismo oficial queda legitimado por una muchedumbre que exige que se le diga qué pensar, decir, leer y hacer. Frente a una larga estela y pasarela de complacencias neuróticas y narcisistas, la literatura menor constituye una acción clandestina; una experimentación política silenciosa, lejos de los reflectores de la cultura mediática y de la clase dominante. Literatura que
agencia una máquina de guerra contra los poderes establecidos. La experimentación y la transversalidad serían dispositivos de una guerra nómada. Una literatura menor socava la lengua mayor. Desterritorrializa –para decirlo con Deleuze– el idioma. Literatura imposible: imposibilidad de no escribir e imposibilidad de escribir de la misma forma. Según Deleuze y Guattari las tres características de la literatura menor son la desterritorialización, la articulación de lo individual en lo inmediato-político y un dispositivo de enunciación colectiva. Esto implica que menor no es sinónimo de mediocre o literatura chatarra sino que se refiere a los medios de descentramiento que se asumen desde la literatura para crear condiciones revolucionarias de libre autocreación en el seno de cualquier literatura institucionalizada. La literatura menor es una política de los cuerpos, una guerrilla contra la moral nihilista que quiere eliminar las fuerzas salvajes. De ahí que haga del deseo un ejercicio activo de escritura y vida, deseo y poder. La lengua menor hace miles de pedazos la lengua estándar. Frente a un uso del lenguaje
representativo o extensivo cuya función, en todo momento, reterritorializa el lenguaje y codifica la experiencia, la literatura menor activa una máquina de expresión intensiva, proliferante y rizomática que libera una materia viva expresiva reconfigura por completo la subjetividad. La literatura menor experimenta la propia lengua desde la extranjería. Abre en el corazón de lo común, lo popular, lo bajo, lo vulgar, una transgresión más allá de toda apropiación rentable por los medios y médicos de la cultura oficial. En oposición a la mitología del escritor maldito, coincido con Deleuze y Guattari, en que no hacer del margen un nuevo centro, pues no se trata de erigir un contrapoder que sustituya al poder hegemónico, sino descentrarlo, abrirle fisuras, líneas de fuga y quiebre donde la afirmación de la diferencia singular devenga un proceso activo. La literatura menor no pretende erigirse en una minoría aristocrática. Los escritores menores son videntes que viven en el anonimato. Dicha minoría no se opone a la mayoría, sino al poder hegemónico, de ahí que se muestre, ante los ojos de la sociedad –ojo cíclope del panóptico– como disidencia intempestiva. La minoría bien puede ser multitud. El escritor menor es legión: está atravesado por los más diversos estratos, mundos y submundos. Genet: el devenir minoritario de la sexualidad y la moral Leer a Genet es una de las empresas más estimulantes y provocadoras. Leí a Genet a los 17 años, devoré en un par de meses, todas la obras que pude conseguir. Entre el entusiasmo y el arrobo, desde entonces su obra me ha subyugado por su densidad poética singular. Es uno de esos pocos autores que después de leerlo se impone, lo lleva uno en las entrañas y el pensamiento. La vida de Genet ha sido relatada en la biografía novelada Le Journal du Voleur, diario ficticio donde muestra las peripecias de una vagabundo asocial y atípico. Hay garra y fuerza expresivas –que según Charles Bukowski son las características más encomiables de la buena literatura. Por cierto, en su correspondencia con Jack Kerouac, el autor de Factotum había elogiado a Genet por su vitalidad literaria. Tal vez pertenezca a la leyenda el hecho de que Genet, en reciprocidad, habría declarado que Charles Bukowski era uno de los más grandes escritores que ha dado Norteamérica, no
Georges Bataille
Literatura menor y subversión Desde hace mucho tiempo la literatura está herida de muerte. Cadáver maquillado que se mantiene en una lenta agonía con respiración artificial, por lo menos, en sus dos versiones que satisfacen el consumo depredador: está la versión necrófila de la estética alambicada retro que gusta de la musicalidad y la metáfora ingeniosas y se vende en certámenes de belleza como la flor más bella del ejido privatizado o en los arreglos florales bajo el asistencialismo patriarcal de un Estado cada vez más impotente; también está la versión cadavérica de la estética del sentido común oportunista que hace de la literatura una extensión de la cultura del espectáculo, literatura carroñesca, parasitaria y superficial que se alimenta de la moda en sus más diversas manifestaciones y se caracteriza por su sentido del humor políticamente correcto –nada de chistes sobre minorías étnicas ni sexuales. Una versión anhela confeccionar la obra bonsái perfecta, bisutería portátil de buen gusto; y la otra, estar dentro de los tópicos y clichés para aparecer en las listas de las obras más vendidas del mes; la última novedad en las conversaciones de gente in; no faltan variantes que conjuntan ambas tendencias sabedoras de que hay una masa lectora conformista que festina trivialidades insulsas elevadas a sublimas certidumbres. Pese a diferencias, en ambas concepciones de la obra literaria no hay riesgo, no hay excepción ni búsqueda abierta. Ambas versiones cadavéricas y putrefactas se alimentan de narrativas modernas anquilosadas. Una, la obra perfecta y auto-referencial que apela a la sacrosanta autonomía estética del arte quedó neutralizada por la propia heteronomía del mercado y su estética de consumo. La otra, la obra atenta a la moda, y los tópicos ha sido integrada por la lógica de la sociedad de consumo. Ninguna de las dos versiones del cadáver literario confronta, exaspera, problematiza, transforma y resignifica la vida, la convivencia y la subjetividad. Operaciones que considero inherentes a una obra literaria de verdad que arriesga y transgrede. En este sentido creo que la noción de “literatura menor” como subversión crítica y creativa de Gilles Deleuze y Félix Guattari puesta en circulación en Kafka: por una literatura menor (1975) resulta crucial para entender de otras formas la literatura. El concepto de “literatura menor” afirma la vida a contra-corriente de la domi-
LA GUALDRA NO. 82
Georges Bataille
importa mucho, en todo caso es coherente con la idea que ambos tenían de una buena obra literaria. Genet es un maestro de la narración y del detalle preciosistas, pero con la fuerza salvaje de la vida desnuda. En su obra hay un amor a las palabras, a la subversión de la belleza y la bondad, desde la inmundicia y el mal. Una santificación de lo abyecto. Quizá tenga razón Sartre en su canonización de San Genet, comediante y mártir: “la abyección como una conversión metódica implica una vivencia desde el dolor y el orgullo que conmina a la existencia individual en su máxima lucidez”. La escritura de Genet se presenta como reinvención mitológica de una subjetividad alienada, socavada, herida por el sistema hetero-patriarcal. Subversión extrema de todos los valores morales, sociales y políticos que fundan la sociedad. Asocialidad radical. La inversión de la moral y de la legalidad de la violencia legitimada. Hay un profundo odio contra todas las jerarquías (el eurocentrismo, el falocentrismo, el logocentrismo), y a la par, una simpatía profunda con los desheredados, los parias y todos los condenados de la tierra. Su obra constituye una reacción vital, visceral, profundamente afirmativa más que una postura teórica. De ahí que su homosexualidad militante que no buscara la integración de las minorías y los marginados. En Le Condamné à mort se puede encontrar poesía lírica con una manufactura impecable, pocas obras poéticas que sean una apología abierta de la homosexualidad tienen esa belleza, elegancia, refinamiento y derroche de voluptuosidad bajo una obra viva, fresca y llena de libre erotismo. En algunos pasajes de Platón, Kavafis y Abigael Bohórquez se pueden ver estos elementos, pero todos reunidos sólo se encuentran en Genet. Genet es un hombre que estuvo en cruenta lucha contra todos y contra sí, y que no obstante, fue capaz de hacer una obra de gran belleza, hondura metafísica y mística. Sus novelas, más que una reivindicación de homosexuales y asesinos son, al igual que sus obras de teatro, una búsqueda por un estilo literario provocador y verdadero; al respecto cabe destacar de manera ejemplar Notre-Dame-des-Fleurs. Toma de conciencia extrema sobre la extraordinaria seducción del mal, en sus Pompas Fúnebres, se eleva un canto de amor, trágico y a la vez épico, donde se descubre la belleza efímera y agónica de efebos condenados a muerte; nos muestra la libertad sin límites que otorga la cercanía de la muerte, la soberanía de los condenados a muerte –como también lo percibieron Maurice Blanchot y George Bataille. El propio George Bataille –en el lúcido ensayo de La literatura y el mal– ha elogiado esa entrega ilimitada, “dedicación sin reservas”, al mal en Genet. Según Bataille, la dignidad de Genet es
la reivindicación del mal: “Y es que la pretensión a una horrible santidad se une al gusto por una soberanía ridícula. Esta voluntad exasperada del Mal se demuestra al revelar la profunda significación de lo sagrado, que nunca es tan grande como en el derrocamiento”. La soberanía no puede ser otra cosa que no sea el mal. Y el mal no es nunca con mayor certidumbre sino es en el castigo. La santidad de Genet –dice Bataille– le permite introducir el mal en la tierra. La abyección se revela como apertura libre a la santidad. La sustitución del Bien por el Mal no sitúa al escritor en la simple lógica de la inversión –como piensa Sartre; la soberanía del Mal no es el reverso del Bien sino su réplica, impugnación y subversión sin fin. Tenemos en la obra de Genet una de las reflexiones más profundas sobre la condición humana desde su sombra oscura e inquietante. Pero no sólo eso, su aportación renueva los estilos, moldes y géneros de la literatura moderna. Su búsqueda de repensar el estilo desde una situación existencial limítrofe abre posibilidades inéditas de escritura. Bataille: la literatura menor como gratuidad y soberanía Encontré a George Bataille a partir de Genet, La literatura y el mal fue, más que una obra literaria de escritores marginales, una mirilla para revisitar el arte, la literatura y la vida misma. Bataille me llevó a Maurice Blanchot, Michel Foucault, Gilles Deleuze y Pierre Klossowski, y con ellos, se me develó otra forma de leer y experimentar la literatura y el pensamiento. Leer en la juventud la obra de Bataille es un acontecimiento que te marca de por vida, se podría aplicar lo que Rousseau dijo del Divino Marqués: ¡ay de aquella joven doncella que lea a Sade, sus oídos quedarán desvirgados para siempre! Exceso, extravío, tumulto, exasperación, crisis, arrobo, felicidad, angustia, admiración, coraje, piedad: son algunos de los estados, siempre al borde del éxtasis y de la fascinación, que produce la lectura de Bataille. No hay literatura –según Bataille– sin interrogación incesante, y no hay interrogación que no conlleve una perspectiva paradójica de desconcierto y asombro. La obra literaria –en la óptica de Bataille– en el mismo momento en que sirve a “los designios de la sociedad útil” deja de contener una verdad soberana. Todo lo que conlleva el sentido de una sumisión resignada al orden utilitario trastoca el juego libre del hombre: soberanía y tragedia. La insignificancia –lo repite una y otra vez, y de múltiples y diversas formas– es lo único capaz de ponernos en el nivel de la significación. Habría que buscar una escritura que nos entregue y mimetice en el vértigo del olvido donde la frase literaria sea apertura del silencio. Sus Œuvres complètes de Bataille, editadas por Gallimard en doce tomos, constituyen una obra multifor-
me y proteica, donde se abordan los más diversos temas de arte, filosofía, religión, antropología, historia, cultura, sociología, crítica literaria y estética, pero en toda su vasta producción de inicio a fin hay siempre un hilo conductor: la poesía no como género literario sino como un movimiento vital, extático, sacrificial que deja huellas en el lenguaje, la vida y la escritura. De ahí que otras nociones utilizadas para expresar la aventura poética sean el erotismo, lo sagrado, la visión mística, la experiencia imposible y la simple felicidad. La poesía se tiene que elevar desde la impotencia de la poesía, sólo “la bella poesía” no reconoce su propia miseria; la encubre. El movimiento de la poesía conduce a lo desconocido, ronda la locura. La poesía es negación de sí misma. La poesía abre el vacío al exceso de deseo. La poesía ha dejado de ser literatura para convertirse en acontecimiento. Se trata de una literatura menor que está del lado del derroche, de la ausencia de metas definidas, de la pasión que corroe sin otro fin que el mismo acto de corroer. Salvo la literatura concebida como distracción y ornamento (literatura mayor), la obra siempre está en dirección opuesta al juicio moral y al juego del mercado. Avocada a lo desconocido, la obra literaria intenta devolvernos la promesa de anulación del instante de la separación, busca abrir la experiencia de lo continuo y la comunicación profunda de lo incomunicable, a saber, el conocimiento del Mal, pues sólo en el conocimiento del Mal se funda la comunicación intensa; de ahí que una definición recurrente en Bataille sea la literatura como “la infancia por fin recuperada”. El escritor moderno –dice Bataille en una carta a René Char– no puede relacionarse con la sociedad productiva más que exigiéndole una reserva donde el principio de utilidad ya no reine. La autenticidad del escritor reside en el rechazo del servilismo y a las consignas. La soberanía del escritor consiste en exponerse a la ruina y a la pérdida absolutas: “No hay en mí nada soberano salvo la ruina”. La soberanía es indefendible, imposible, trágica. La poesía –no como género sino como escritura descentrada– es el único grito soberano.
La subversión de la literatura menor hoy La literatura menor está ligada directamente a la enunciación, de ahí su carácter transgresor e intempestivo. La expresión transgrede formas, marca rupturas y nuevas ramificaciones y agenciamientos que remiten a regímenes inéditos de signos y de subjetivación, lo cual se podría entender desde la caja de herramientas foucaultiana como micropolítica: una política del deseo que cuestiona de forma subrepticia e imperceptible las instituciones y sus fundamentos. Su minoría es una minoría activa, una vanguardia crítica, política, ética y estética, que lejos de buscar imponer una nueva estética o poética hace una poderosa relectura del presente desde sus abismos, miopías y certidumbres anquilosadas. Literatura menor que exige un lector activo que no se contenta con obras previamente digeridas; reclama un lector atento, inconforme con el estado de cosas existente. Atípico y atópico, el lector de obras menores crea nuevas comunidades visibles-invisibles de soledades comunicantes y resistencias autocreativas. Aquí he propuesto un par de ejemplos que en mi biografía propia han sido paradigmáticos, a los cuales vuelvo una y otra vez, y cuya re-lectura me permiten pensar y sentir la literatura como apertura viviente. Podrían multiplicarse ejemplos singulares que muestran la potencia de la literatura menor, al respecto pienso en las obras enigmáticas, paradójicas e inimitables de Traven, Juan Ortiz, Blanchot, Arlt, Jabés, Gombrowicz, HH, Maria Alzira y Lispector. La soberanía de la literatura reside en una gratuidad vital que hoy implica un juego político anarquista nómada. Una literatura sin conflicto verdadero puede ser arte sublime, pero resulta doblemente falsa: niega la subjetividad singular del escritor, y niega la posibilidad de trastocar el orden de cosas existente. La literatura menor hoy tendría que contribuir a la subversión de las significaciones imaginarias dominantes de un capitalismo en crisis. *Ensayista y profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Zacatecas.
24 de diciembre DE 2012
Y la oscuridad habló
Bataille, contrafigura de Ortega
Por Antonio Castilla Cerezo*
Georges Bataille
Ortega y Gasset gustaba de repetir que la claridad es la cortesía del filósofo; Bataille, por su parte, nos dijo una sola vez, pero con absoluta firmeza, que la oscuridad no miente. Estas dos frases, estrictamente inversas, no son sin embargo opuestas entre sí, lo que significa que cada una de ellas, ubicándose en el punto ciego de la otra, resuena sobre ella y le hace decir su más secreta verdad. Cabe incluso imaginar entre ambas un diálogo, o mejor, un extrañísimo juego de ventriloquia en el que la segunda comenzaría por hacer decir a la primera, por ejemplo, lo que sigue:
• Pero el filósofo, cuando quiere ser cortés, nos miente necesariamente, por más que lo que diga, tomado en su literalidad, contenga algo que pueda ser llamado verdadero. • Y la oscuridad tal vez filosofa –proseguiría la frase de Bataille, igualmente manipulada por la de Ortega– de tal modo que, al hacerlo, se sirve del filósofo como de un simple medio. • El filósofo puede, por lo tanto, no ser cortés, la cortesía no es inherente a su pensamiento y, si se decanta por esa opción, lo hará provisto de un buen fardo de reparos y de precauciones, sabiendo que se adentra en una vía cómoda, impropia de su vocación.
La oscuridad no miente
• El filósofo no puede filosofar sin el lenguaje y éste, si ha de servir de vehículo a la oscuridad, no puede diferenciarse nítidamente de ella. • La cortesía es, además, descortés, ya que su ejercicio no resulta posible a menos que se presuponga cierto desnivel cognoscitivo entre el filósofo y su interlocutor, una jerarquía que, aunque se corresponda con una realidad fáctica, no puede figurar entre los presupuestos del pensamiento. • Nos confundíamos, pues, al hablar del filósofo como de un simple medio. Porque el medio es el mensaje: filósofo, lenguaje y oscuridad no son sino los tres vértices en los que cristaliza la verdad, que de otro modo no podría traducirse...
Abandonemos este diálogo entre los dos Dioscuros que, prolongándose indefinidamente, amenaza con llevarnos demasiado lejos. Dicho de otra manera, regresemos en la medida de lo posible a la cordura. “En la medida de lo posible”, sí, porque retornar del todo a la cordura, habitar nuevamente su plenitud, es algo que sólo está al alcance de quien accede a pagar el precio de dar por completo la espalda a la verdad. Y, para quien esté dispuesto a tal cosa, el diálogo entre las dos frases precedentes no será ya algo que deba ser interrumpido, sino algo siempre ignorado o, peor aún, malentendido. Ortega se convertirá entonces en un fenomenólogo de irritante superficialidad, y Bataille en un pobre infeliz al que, más que compadecer, despreciamos con una altivez apenas contenida. La cordura recobrada se revelará, así, como un diablo que nos hace pagar por ella más de lo que en principio creímos: si nos devuelve a la superficie, es a cambio de hacernos perder, no sólo la profundidad, sino el
sentido de la superficialidad misma. Cuando esto último sucede, cosa que por desgracia es demasiado habitual, incluso el más entusiasta de los homenajes no pasa de ser un flatus vocis, una mera ilusión que se toma pomposamente en serio a sí misma, la muerte no ya en obra (“la mort à l’oeuvre”, dijo Michel Surya para referirse a Bataille), sino en acto, la palabra sin recuerdo, etc. Acaso el único modo legítimo de recordar hoy a Bataille sea ligarlo de este modo imposible a sus contrafiguras (y no a Nietzsche, con quien ya sabemos que se identificó), entre las cuales Ortega ocupa tal vez el lugar más insólito y, por ello mismo, también el más fértil. Pero este vínculo oblicuo, susceptible de desplegarse hasta el infinito, no puede ser sino apuntado aquí y por eso nuestro recuerdo termina señalando sus propios límites, de los que por otra parte no sabría ni querría desprenderse… *Poeta, ensayista y catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona.
La claridad es la cortesía del filósofo
Artes visuales
Galería 2013 Roberto Cabral del Hoyo: 100 Años
LA GUALDRA NO. 82
Juan Carlos Villegas, “Romance de la luna y el rancho”, punta seca, 18 x 18 cm., 2012
Eduardo Arvizu Oliván, “Carta al mineral de Fresnillo”, linóleo, 18 x 18 cm., 2012
Alfonso López Monreal, “Amigo ido”, aguatinta, aguafuerte y mezzotinta, 18 x 18 cm., 2012
Alejandro Nava, “Teosófica”, aguafuerte, impresión digital y coloreado a mano, 18 x 18 cm., 2012
Juan Manuel García Jiménez, “El soneto del insomnio”, xilografía, 18 x 18 cm., 2012
Luis García, “Carta al padre Ponce”, aguafuerte, aguatinta y transfer, 18 x 18 cm., 2012
24 de diciembre DE 2012
Leticia Zubillaga, “El madrigal del viento”, Linóleo, 18 x 18 cm., 2012
Omar Lemus, “Desintegral”, aguatinta y aguafuerte, 18 x 18 cm., 2012
Alberto Ordaz, “Hecha de flor”, litografía y chine-collé, 18 x 18 cm., 2012
Fernando Jiménez Luévano, “Palabra”, linóleo y colografía, 18 x 18 cm., 2012
Manuel Denna, “Bajo la sombra”, linóleo e intaglio, 18 x 18 cm., 2012
Artes visuales
Odín Barrios, “Enajenada”, huecograbado electrolítico, 18 x 18 cm., 2012
LA GUALDRA NO. 82
El ser y la cópula carnal
A propósito de Georges Bataille
Georges Bataille
Por Nelson Guzmán Robledo
Si bien toda escritura posee un punto ciego, un elemento irreductible cuyo sentido queda fuera de toda intelección, cierto es que aquélla que generalmente asociamos con el pensamiento filosófico, casi siempre pugna por hacer creer que el conjunto de significados que pugnan por establecer forma una cadena completa y acabada. Esto sucede siempre que la “verdad” entra en juego y la escritura tiene la pretensión de alcanzar aceptación por el hecho de plantearse a sí misma como la cifra a partir de la cual el mundo y el hombre pueden ser escudriñados y donde la simulación de la verdad, de la justicia o del bien, alcanzan la mayor cumbre de su hipocresía.
Christine Ay Tjoe
Los ornamentos del disimulo pueden ser vastos y contradictorios. Van desde las férreas taras del dogmatismo conservador hasta los proyectos de emancipación más controvertidos. Algo distinto sucede cuando el pensamiento abandona toda subordinación a un emblema enaltecedor y sucumbe a la tentación del pensamiento sin objeto, del pensamiento violento: aquél que hace de sí mismo la expresión de una ironía y de la imposibilidad de su propio discurso, la materia de las aporías que desarrolla. La escritura de Georges Bataille es, al igual que la de otros autores como Nietzsche, Caraco, o Cioran, irreductible a las formulaciones escle-
róticas de cualquier fin trascendente. Su pensamiento, llevado por el impulso de arder sin objeto, nos lleva siempre a una irresolución cuyo único destino es el desasosiego al cual nos vemos llevados con su lectura. Así, frente a la voluntad de sistema, la escritura de Georges Bataille se negó desde sus comienzos a confiar en la unidad del concepto como medio para generar una perspectiva que articule el conjunto general de las cosas. Lo que para él muestra la ingenuidad inherente a la actitud de síntesis estriba en no caer en la cuenta de que cualquier principio puede ser desplazado por otro como punto de partida para interpretar un conjunto de fenómenos o incluso la totalidad de los seres, es decir, que todo principio es por principio arbitrario. Esta reserva frente al sistema es notoria ya desde la redacción de L’annus solaire, uno de los primeros artículos escritos por Bataille en la década de los veinte,1 en el cual denunciaba la arbitrariedad subyacente a la formulación de cualquier fundamento que funja como elemento disolvente del resto de las cosas. Esta arbitrariedad se hace patente cuando tomamos conciencia de que cualquier otro concepto también puede tomarse como punto de partida para interpretar los demás, de tal modo que «el oro, el agua, el ecuador o el crimen pueden ser enunciados indiferentemente como el principio de todas las cosas».2 Un sistema de pensamiento, al situar unos principios antepuestos a los términos que explican, no por lograr abarcar en virtud de su amplitud o flexibilidad un conjunto más amplio
de fenómenos u objetos, impide que otros principios sean postulados en un sistema diferente para ofrecer una interpretación de la realidad que muestre un escorzo distinto de las cosas. En todo caso, los principios que guían cualquier explicación o interpretación del mundo se introducen para desplazar la inmediatez bajo el cual se nos ofrece. Toda interpretación es ya por ello una duplicación de la realidad que interpreta, duplicación por la que unos términos explican a otros ocupando su lugar. Debido a esto, el acto de presentar un fenómeno remitiéndose a otro implica para Bataille el ejercicio de la parodia, la puesta en marcha de un simulacro que desplaza al mundo con la imagen que de él nos ofrece. Pero debe aclararse: el hecho de que toda interpretación aparezca como un juego paródico no disminuye la necesidad del hombre por interpretar las cosas. Y dado que esta necesidad se le muestra como inevitable, inevitable es también que su vida se vea por ello impulsada a la parodia. Más aún, el carácter ineluctable de la parodia se nos ofrece cuando, más allá de la necesidad de interpretación del mundo ínsita en el hombre, consideramos que el mundo mismo es paródico, puesto que al observarlo percibimos cómo las cosas toman siempre el lugar de otras, cuando el devenir pone en juego sus identidades y las transforma. Está claro que el mundo es puramente paródico, es decir, que cada cosa que miramos es la parodia de otra, o incluso la misma cosa bajo una forma engañosa […]. Todo el mundo está consciente de que la vida es paródica y necesita de
24 de diciembre DE 2012
una interpretación. Así, el plomo es la parodia del oro. El aire es la parodia del agua. El cerebro es la parodia del ecuador. El coito es la parodia del crimen.3 Tanto en el tiempo como en el ejercicio del entendimiento, unos seres remplazan a otros y los suceden, razón por la que cada cosa que nos representamos bien puede ser considerada la parodia de otra. La posibilidad de asociar los diversos aspectos u objetos de nuestro pensamiento da cuenta de la facultad de desplazamiento por el que todas las cosas están en el mundo para ser remplazadas. Desde esta perspectiva, un sistema filosófico vendría a ofrecer para Bataille una serie de relaciones que dan cabida a la forma del desplazamiento (de simulacro) más enfática, pues pretende conferir identidad a las diversas cosas que asocia. A través de la identidad se articula un andamiaje cuya cohesión se hace posible mediante la cópula verbal, en la que dos cosas o dos aspectos de una misma son unidas por el lenguaje. Debido quizás a su función de cópula, es que el verbo ser ha tenido un papel privilegiado en la historia del pensamiento, ya que en él se funda la relación de identidad de las cosas en el seno del lenguaje. Desde que las frases circulan en los cerebros ocupados en reflexio-
nar, se ha procedido a una identificación total, ya que con la ayuda de una cópula cada frase liga una cosa con otra; y todo estaría visiblemente ligado si se descubriese con una sola mirada de su totalidad el trazo dejado por un hilo de Ariadna, conduciendo el pensamiento en su propio laberinto.4 Ahora bien, la reflexión que en L’Annus solaire confiere a la parodia una extensión tan amplia no podría tenerse a sí misma sino siendo ella misma paródica. Por ello, esa reflexión sirve de preámbulo que justifica el simulacro que posteriormente ofrece, cuando en las siguientes páginas se ensaya lo que podríamos tener como la parodia de una cosmología. Mediante la asociación caprichosa de la cópula verbal (medio por el que el pensamiento discursivo efectúa la parodia) con la cópula de los cuerpos, el coito se ofrece como la parodia del pensamiento, que vincula las frases como aquél une los cuerpos: «Sin embargo, la cópula de los términos no es menos estimulante que la de los cuerpos. Y cuando grito: SOY EL SOL, me sobreviene una erección completa pues el verbo ser es el vehículo del frenesí amoroso».5 Partiendo de la parodia que la cópula sexual hace de la verbal, Bataille nos ofrece entonces el cuadro de una cosmología, en donde el sistema del
1 Escrito en 1927 y publicado en 1931 por la Galerie Simon con un tiraje de 100 ejemplares, es junto a Sacrifices, uno de los primeros textos escritos por Bataille. Cfr. OC, I, p. 79. 2 Ibíd., p. 81. 3 Ídem. 4 Ídem. 5 Ídem. 6 Ibíd., p. 83. 7 Algunos autores han puesto particular énfasis en la parodia como índice de su interpretación de Bataille. Cfr. François Warin, Nietzsche et Bataille. La Parodie à l’infini, Presses Universitaires de France, 1994, p. 21, passim. V. et, Dennis Hollier, La Prise de la Concorde, Gallimard, Paris, 1993, p. 139.
Universo es descrito como si se tratase de una orgía violenta: el motor del mundo vendría a tener su origen en la transmisión del movimiento circular de rotación terrestre y el movimiento rectilíneo de penetración en el acto sexual (cuya relación compara con el de una locomotora compuesta por pistones y ruedas); ya que todo movimiento, incluso el de los sistema planetarios, «es la figura del amor incapaz de detenerse en un ser particular y pasando rápidamente de un ser a otro.»6 Bajo esa perspectiva, decididamente ficcional y lúdica, los árboles se muestran como falos, las nubes son asociadas con los temperamentos pasionales, la lluvia con la fecundación, la marea con el onanismo, el Sol con la desnudez que el pudor prohíbe a los ojos, etc. Las asociaciones arbitrarias no dejan de ser sistemáticamente atravesadas por la figura continua de unión que nos remite al amor en su más obscena y cruda expresión. La arbitrariedad de las imágenes que se despliegan tomando como punto de partida el coito, que imita al pensamiento discursivo, muestra que la presencia del elemento paródico en su obra está casi siempre ligada con una crítica al pensamiento sistemático.7 Dicha crítica, en tanto se impone a sí misma la ausencia de seriedad, no sólo le dirige un ataque dentro del ámbito del discurso, sino que se propone romper
el marco de sus reglas, como una risotada frente a la seriedad de un orador, que no podría conservar su carácter irrisorio si se la obliga a explicarse.8 La reflexión y el ejercicio de la parodia presentes en L’Annus solaire describen una tendencia general de su obra: la crítica del pensamiento discursivo desde fuera de los límites que sus códigos imponen. Por ello, la miscelánea de estilos y temas en su obra resulta tan amplia, que podemos afirmar con Denis Hollier que el pensamiento de Bataille carece de forma,9 ya que la parodia es ante todo, socavamiento de las formas a través de la mímesis. Si su relación con Nietzsche es menos la de asumir la posición de un intérprete de su obra que de «ser Nietzsche»,10 si se interroga sobre las consecuencias de mimetizar el saber absoluto hegeliano,11 o llega a proyectar una obra titulada el sistema inacabado del no saber,12 es ante todo porque su obra entera está impregnada por el carácter lúdico de la parodia que deliberadamente se desiste al empeño de concebir un mundo subsumido a la identidad o a la síntesis. Así, la obra de Bataille formula una ontología del erotismo, que desplaza la función gramatical y ontológica del ser por la cópula de los cuerpos y su significado en el universo violento que habitamos.
8 El tema de la seriedad y el juego aparece profusamente en la obra de Bataille. Un artículo especialmente dedicado a dicho tema es «¿Sommes-nous là pour jouer ou pour être sérieux?», OC, XII, pp. 100-125. 9 Denis Hollier, Op. cit, p. 54. 10 Cfr. François Warin, Op. cit, pp. 15-16. Bataille, Sur Nietzsche, OC, VI, p. 33, V. et., Denis Hollier «De l’au-dela de Hegel a l’absence de Nietzsche» en Bataille, U.G.E., Paris, 1973, pp. 80-83. 11 Bataille, L’Expérience intérieure, OC, V, p. 127. 12 Bataille, Le Système inachevé du non-savoir, OC, VI, p. 362-363-599.
Georges Bataille
Christine Ay Tjoe
LA GUALDRA NO. 82
III FESTIVAL DE NAVIDAD Invierno 2012
JUEVES 27 Villancicos Acústica Dir. Omar Márquez Pista de hielo Plaza de Armas 19:00 horas
VIERNES 28 Concierto Navideño Cuarteto de Saxofones “Proposición 4” Dir. Ernesto Treto Pista de hielo Plaza de Armas 19:00 horas
SÁBADO 29
La Segunda Escalera se sube al teléferico Desde el 14 de diciembre distintos trabajos de artes gráficas y dibujo realizados por los miembros del colectivo artístico La Segunda Escalera se exhibirán en el bar Teleférico Lounge. Ubicado en el cerro de Bufa, junto a la estación del teleférico, Teleférico Lounge espacio apacible y cordial, con una vista espectacular de la ciudad de Zacatecas que abre sus puertas al arte y llena sus espacio con la obra de Lydia Lozano, Jael Alvarado, Sergio Mayorga, Catarino del Hoyo, Carlos Segura y Juan Carlos Basabe, quienes presentan obras en formado mediano realizadas con técnicas diversas: heliograbado, aguafuerte, acuarela, tinta y procesos fotográficos antiguos. La Segunda Escalera es un grupo formado en el año de 1994, cuyo objetivo es el desarrollo de espacios y oportunidades para la creación y la experimentación artística de sus miembros, de manera individual y colectiva. Además, busca contribuir al desarrollo cultu-
ral de Zacatecas a través de la formación educativa y la producción multidisciplinaria de las artes; la investigación cultural, la divulgación y la formación de públicos. La exhibición está abierta a todo el público hasta el 14 de enero.
Música electrónica en movimiento Dj´s de Zacatecas Adrián Villagrana Erick Nungaray Pista de hielo Plaza de Armas 19:00 horas
DOMINGO 30 Espectáculo de Narración Oral, música y canto Noche de Milagros Compañía de Narración Oral de Zacatecas Dir. María Eugenia Márquez Sánchez Canto y flauta Sara Ortiz e invitados Pista de hielo Plaza de Armas 19:00 horas
Conquistadores
24 DE DICIEMBRE DE 2012
Vida y muerte1 Por Marco A. Jiménez2 y Ana Ma. Valle3
Balthus, La habitación, 1948
de gloria no es nada extraño. Es más común encontrar como antípoda de la gloria al infierno. Aunque también es verdad que la gloria cristiana es asexuada y que en el infierno puede o no haber sexo, desde nuestra tradición cartesiana podríamos atribuir, con razón, a la gloria lo que está ausente de sexo y al infierno lo relativo a los pecados sexuales. Es aquí y precisamente a partir del texto de López Austin, La sexualidad en la tradición mesoamericana, de donde se desprende la búsqueda del erotismo prehispánico. “El erotismo se establece en el placer, en la sensualidad, en la atracción de los sexos, en el cortejo. No es posible apreciarlo plenamente en la antigüedad mesoamericana, a la que nos aproximamos, en buena parte, a través de fuentes duramente condicionadas por la percepción de la cultura conquistadora” (López Austin 2010:35). Acordamos con él cuando plantea las dificultades que desde ciertas concepciones occidentales sobre el erotismo se tienen para abordar el asunto de las culturas mesoamericanas, de manera especial en esta grave confusión que asocia simple y llanamente lo erótico con el placer, con la vida, en una especie de negación, de oppositorumaeternum con el dolor y la muerte, tal y como cierto platonismo lo interpreta.5
Georges Bataille
Si por erotismo entendemos, como dice Bataille, la aprobación de la vida hasta en la muerte, nada mejor para ilustrarlo que los escasos registros del mundo prehispánico, aunque esto último ya entraña una gran complejidad. Y de igual modo, si por Mesoamérica nos referimos a ciertas coordenadas geográficas, antes que a otra cosa, estaremos de acuerdo en que entre las culturas que en esa vasta región se constituyeron hasta nuestros días era posible encontrar mayor diversidad que aquélla que existió entre los indígenas polinesios y los esquimales, por supuesto, antes de la conquista española. En tal sentido, también puede ser útil y funcional el sistema binario para entender las categorías simbólicas de los opuestos complementarios, sin embargo, asalta la duda sobre los resultados que esas parejas de símbolos ofrecen, por ejemplo, dice López Austin “en Mesoamérica estaban los pares calor/frío, fuerza/debilidad, perfume/ fetidez, gloria/sexualidad” (2010:29).4 Digamos que hasta la oposición entre el perfume/fetidez todo quedaba claro, pero cuando se relaciona como opuestos complementarios la gloria y la sexualidad, con honestidad no podemos hacer otra cosa sino extrañarnos. Quizá desde “Occidente” relacionar el placer sexual con cierto tipo
Balthus, Lecciones de guitarra, 1934
Del cuerpo, del corazón y de lo sagrado Por supuesto que no eludimos u olvidamos que erotismo no es sinónimo de sexualidad y mucho menos de genitalidad. No es extraño reconocer que de modo alguno el Marqués de Sade ni la pornografía son lo más emblemático del erotismo, basta una lágrima, una imagen santa, un pie, un cadáver, un animal, un alimento, una flor, un pensamiento, una imagen familiar, una fantasía o cualquier cosa, para desatar la experiencia erótica. El erotismo no tiene necesariamente una finalidad reproductiva, no se trata de descargar una fuerza biológica que nos invade ni de producir otras vidas para perpetuar la especie, como en los animales. El erotismo es una exaltación, es la tensión constante entre conciencia e instinto, una exuberancia extrema de la vida que sólo puede ser posible en su correlato mortificante. Vida/Muerte, más que oposiciones simples, son una misma palabra vidamuerte, por eso engendrar a otro ser, un ser agónico por principio, no deja de representar una actividad erótica, lo humano más humano. En otras palabras, pro-crear es dar vida a
la muerte. La continuidad vital es para nosotros, como seres discontinuos (individuos que morimos de manera singular) mortales, condición necesaria de nuestra existencia. Precisamente el agotamiento del erotismo reside en la separación de la vida y la muerte como del placer y del dolor. El erotismo se asocia a la cultura en el sentido de que irrumpe contra todas las normas y regularidades socialmente establecidas, en esencia es anómico, lo cual no implica que no imponga leyes transitorias a quienes participan de la relación erótica, o que incluso conduzca hasta la locura y la muerte. Toda operación del erotismo tiene como fin alcanzar al ser en lo más íntimo, hasta el punto del desfallecimiento. El paso del estado normal al estado del deseo erótico supone en nosotros una disolución relativa del ser, tal como está constituido en el orden de la discontinuidad. Este término de la disolución corresponde a la expresión corriente de la vida disoluta, que se vincula con la actividad erótica. En el movimiento
Georges Bataille
LA GUALDRA 82 / 24 DE DICIEMBRE DE 2012 de la disolución de los seres, al participante masculino le corresponde, en principio, un papel activo; la parte femenina es pasiva. Y es esencialmente la parte pasiva, femenina, la que es disuelta como ser constituido. Pero para un participante masculino la disolución de la parte pasiva sólo tiene un sentido el de preparar una fusión en la que se mezclan dos seres que, en la situación extrema, llegan los dos juntos al mismo punto de disolución. Toda la operación erótica tiene como principio una destrucción de la estructura de ser cerrado que es, en su estado normal, cada uno de los participantes del juego (Bataille 2003:22).
No es propósito de este ensayo profundizar en las diferentes formas de erotismo como continuidad vital, en un medio de violación y violencia, pero recurriendo a Bataille, podríamos plantear tres formas de erotismo que
sin duda conforman una sola; aquella que refiere a la utilidad, al beneficio que obtenemos de nuestro cuerpo y de otros, ya sea en la autosatisfacción sexual directa, como puede ser la masturbación o en las fantasías singulares, mismas que no excluyen angustia y desdicha, así como el placer/dolor que infringimos a otros cuerpos y que está referido a un goce6 con y para otros. Sin duda, aquello que anima el erotismo es la violencia y la más radical de todas ellas es la muerte, en tal sentido no hay deseo sin un ánimo de dominación, de subyugación del cuerpo del otro, incluso del imperio, de la sumisión que hacemos del propio cuerpo. Del erotismo utilitario de los cuerpos, que no deja de tener algo de siniestro y terrible, pasemos ahora al amoroso, al de los amantes, el de los corazones, como lo llama Bataille. Si bien es cierto que en ocasiones esta forma de erotismo proviene o se vincula a los cuerpos no necesariamente depende de ellos, su materialidad, por así decirlo, se encarna en la fuerza del ethos, de la circunstancia, de la coyuntura, de la costumbre, del gusto, de la
Balthus, Los años dorados, 1948
1 Capítulo extraído del artículo titulado “Lo radicalmente otro, huellas de erotismo prehispánico”. Trabajo inédito. 2 Profesor-investigador de la FES-Acatlán/UNAM y del Posgrado en Humanidades y Ciencias Sociales de la UACM. 3 Profesora-investigadora de la FFyL/UNAM y del posgrado en Pedagogía en la FES-Acatlán/UNAM. 4 Ometeotl es un claro ejemplo del sentido de la divina dualidad. Ometeotl es la pareja divina de la creación. “Dios dos”, “Señor y señora dos”, “Señor y señora de nuestra carne” es la pareja masculinafemenina que reunía todas las oposiciones del universo. Lo masculino es lo alto, ígneo, luminoso, celeste y aéreo; y lo femenino es lo bajo, la materia, la oscuridad, lo terrestre y acuoso. 5 No creemos forzar demasiado nuestra lectura de las Leyes de Platón en donde el dolor y el placer están planteados como contrarios, siendo que para que haya dolor se requiere de placer y viceversa son con-
belleza, de la afinidad y de lo sublime. En tal sentido la pasión sensual puede ser más fuerte que la de los cuerpos, existe en ella un motivo trascedente que irrumpe como violencia sustancial en el quehacer de los amorosos. Se trata de una causa, un propósito, un fin que está más allá de ellos mismos, a tal grado que la felicidad es fácilmente transmutable por el sufrimiento y el dolor, con frecuencia asociados a una utópica promesa de felicidad, de plenitud, pero también en el previo auto-reconocimiento del fracaso, de la imposibilidad. En ambos casos se parte de un como si. Se cree o se siente que se gana, aunque de modo relativo se pierda, pero aun así se juega, o lo contrario, se experimenta la desilusión o la pérdida aunque se gane relativamente, la apuesta es para perder, lo importante, en un caso o en el otro, es participar del juego erótico. El erotismo es una salida a nuestra mortal y discontinua soledad, un atarse al imposible ser amado para confundirse hasta la locura, formar un solo corazón, aunque los dos que lo preceden desaparezcan. En el colmo de la unión vital la muerte particular es inevitable. De tal manera que el espanto, el riesgo y el peligro de una separación definitiva se manifiesta como la conciencia que garantiza los márgenes de cada individualidad. Por eso el deseo de matar, aquello que nos ata a lo público y ordinario, o suicidarse, para poner fin al insoportable dolor de la imposibilidad de la intimidad extraordinaria, como señala Bataille, es, en la unión de los amantes, un efecto de la pasión. En la experiencia erótica los cuerpos se desnudan y las almas se transfunden pero en el sacrificio se da muerte a la víctima. Es verdad que la continuidad de la especie como humanidad no es afectada por la muerte, en el sentido que lo es para un individuo, todo lo opuesto. “Insisto en el hecho de que estando la continuidad del ser en el origen de los seres, la muerte no le afecta; la continuidad del ser es independiente de ella. O incluso al contrario: la muerte la manifiesta” (Bataille 2003: 27). La muerte sacrificial no es un simple asesinato, un accidente o la decrepitud que con el tiempo termina con la vida, se trata de la destrucción de alguien para que la vida fluya. La muerte es un don, significa que el sacrificado sale del juego erótico sólo para permitir, para dar a los otros
la oportunidad de seguir jugando. El muerto en sacrificio dice algo, señala a algún lugar y tiempo, nos revela con su violenta muerte lo sagrado. Lo sagrado es justamente la continuidad del ser revelada a quienes prestan atención, en un rito solemne, a la muerte de un ser discontinuo. Hay como consecuencia de la muerte violenta, una ruptura de la discontinuidad de un ser; lo que subsiste y que, en el silencio que cae, experimentan los espíritus ansiosos, es la continuidad del ser, a la cual se devuelve a la víctima. Sólo una muerte espectacular, operada en las condiciones determinadas por la gravedad y la colectividad de la religión, es susceptible de revelar lo que habitualmente se escapa a nuestra atención. […] Todo nos lleva a creer que esencialmente, lo sagrado de los sacrificios primitivos es análogo a lo divino de las religiones actuales (Bataille 2003:27).
Estas tres formas de erotismo manifiestas en el cuerpo, en el corazón y en lo sagrado están cargadas de tres importantes huellas: la conciencia de la muerte, la fecundidad y lo monstruoso. En la primera se acepta al erotismo como el último instante, el instante sublime de la muerte donde podemos reír y llorar, se afirma lo erótico en la muerte como el único puerto de los tormentos de esta vida. Esta claridad de lo inevitable es conciencia de la muerte. La fecundidad es el fruto de la embriaguez de la vidamuerte porque en el erotismo suena la voz del deseo y el éxtasis de la pequeña muerte que es el orgasmo. Esta exaltación de la vitalidad del órgano es aquello que rompe con la razón dando paso a las entrañas de la voluptuosidad y del delirio por el horror ilimitado. Lo erótico manifiesto en el orgasmo es el deseo incontenible de vida por medio de la muerte, es el acto poético, en tanto creativo y productivo, de la vida desbordada que alcanza la extrema locura. En tal acto poético radica el principio pro-creativo del placer sexual. Y así, lo monstruoso se manifiesta tanto en los cuerpos entrelazados que al quedar suspendidos en el apetito excesivo de vida expresan el intenso dolor de la contienda y el inevitable fallecimiento de las entrañas, como en los horrores del erotismo sagrado y de la muerte sacrificial, donde lo monstruoso es, paradójicamente, la encarnación de lo espantoso en los cuerpos descarnados.
sustanciales, no sólo en términos lógicos sino también corporales. Placer y dolor como vida y muerte están ligados son dos caras de la misma moneda. Podemos, incluso, extrapolar esta interpretación al tema de la homosexualidad que Platón rechaza en las propias Leyes. 6 Por supuesto que por goce no entendemos placer sino aquello que Freud denominó como “más allá del principio del placer”, es decir, el vínculo entre Eros y Tánathos. Referencias consultadas Arqueología mexicana (2010). Editorial Raíces S.A de C.V., México, julio-agosto, Vol. XVIII, número 104. López Austin, Alfredo “La sexualidad en la tradición mesoamericana”. Bataille Georges (2003). El erotismo. Tusquets, México.