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SUPLEMENTO CULTURAL

No. 95 - 8 DE ABRIL DE 2013 - AÑO 2

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Iván Muñoz (A.K.A. Ivanko Moses-Lee), I - B 612 Project, fotografía digital. [Ref. Frida Kahlo. La trenza. (1941)]

El Principito, del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry, cumplió el 6 de abril 70 años de su primera edición. Con motivo de este aniversario, Iván Muñoz realiza su serie fotográfica I–B612 Project, inspirada en diferentes pasajes del libro: 11 imágenes acompañadas de pequeños pero muy significativos fragmentos del mismo. [Lo esencial es invisible a los ojos, pág. 5, 6 y 7]


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I Las imágenes llegaron puntualmente, tal y como lo habíamos convenido desde principios de este año, su autor Iván Muñoz –Samuel Iván Muñoz González, también conocido en Facebook como Ivanko Moses Lee- y yo. En enero de este año, platicando con él sobre sus futuros proyectos, Iván me contaba que estaba trabajando en una nueva serie de fotografías, yo supuse que se trataba de algo relacionado con Ivanka as a virgin, la foto de portada de la Gualdra 84; seguimos conversando sobre planes a futuro y de pronto surgió el tema de que El Principito cumpliría 70 años de haberse publicado por primera vez. Iván tenía ya la foto que aparece en esta edición como portada y de ahí surgió la idea de preparar esta serie de 11 fotografías para su publicación en La Gualdra, mismas que podrá usted ver en las páginas centrales de esta edición. Las imágenes están acompañadas de una selección de textos que él mismo realizó; y además de estar inspiradas en ciertos personajes y pasajes del libro de Antoine de Saint-Exupéry, hacen alusión a varias obras de artistas visuales de diferentes épocas (cuya referencia está al pie de cada foto). Empecé a ver las imágenes en mi computadora y mi sorpresa iba creciendo conforme las abría, una a una parecían estar narrando una historia deconstruida por Iván a partir de un libro que intentó primero leer en su infancia y terminó por gustarle mucho después. Las cosas no son fáciles, dice el Principito: “Las personas mayores nunca son capaces de comprender las cosas por sí mismas, y es muy aburrido para los niños tener que darles una y otra vez explicaciones”, tal vez por eso Iván leyó y releyó (como niño otra vez) esta historia hasta hacerla suya y poder interpretar una realidad que nunca será idéntica a sí misma. “Mis versiones de las imágenes no son tan inocentes”, dice Iván, quien a partir de una relectura no sólo del libro, sino de otras obras visuales -tomadas también como textos susceptibles a una reinterpretación-, crea y recrea historias cargadas de erotismo, energía y plasticidad. Iván Muñoz nació en Río Grande Zacatecas, el 13 de febrero de

1977. Es arquitecto, egresado de del Tecnológico Regional de Zacatecas. Su interés por el arte lo llevó a ingresar primero al taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas, lugar donde permaneció sólo unos meses pues su gusto por la fotografía fue mayor; en esta rama, realizó cursos con los maestros Juan Antonio Sánchez y Gustavo Rivas Medina. Ha participado en varias exposiciones colectivas y sus fotos han sido publicadas en diferentes medios impresos como el nuestro, la Revista Cuartoscuro, la agenda fotográfica Rendija 2008, y el libro Mujeres de Roble –Ed. DEMAC-. El año pasado tuvo su primera exposición individual en la Casa Municipal de Cultura de Zacatecas, La culpa la tiene Felguérez, en el marco del XXVI Festival Cultural Zacatecas 2012. En la pág. 5 encontrará usted “Lo esencial es invisible a los ojos [El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, a 70 años de su publicación]”, escrito por este fotógrafo -a quien le auguramos una carrera profesional exitosa-, en el que narra cómo fue que surgió su amor por la historia del Principito y cómo fue que este proyecto fotográfico, que el día de hoy presentamos a usted, llegó a concretarse.

Nuestra obra por Gabriel Luévano Gurrola

II El Principito, del escritor francés Antoine de Saint-Exupéry (Lyon, 1900), cumplió este 6 de abril 70 años de su primera edición. Apareció primero en Estados Unidos (publicada por Reynal & Hitchcock Editions, en inglés) y posteriormente en Francia, en 1946, justo después de la Segunda Guerra Mundial (publicada por Ediciones Gallimard, en la lengua materna del autor). Esta obra ha sido traducida a 180 idiomas; aunque se le considera un libro para niños, es un clásico recomendable para personas de todas las edades. Su autor falleció en 1944 a bordo de un avión cuando se dirigía a Córcega, sus restos nunca fueron encontrados, seguro se encuentran en el Asteroide B 612. Lea El Principito, si no lo ha hecho aún, le garantizo que lo gozará. Que disfrute su lectura.

Muchos caminos llevan a la lectura por Eduardo Campech Miranda

El tiempo que se extiende en vano por Nelson Guzmán Robledo

Lo esencial es invisible a los ojos [El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, a 70 años de su publicación] por Iván Muñoz

Serie: I–B612 Project por Iván Muñoz

Diario de Mateo por Mateo Estrada Gaviria

MEDI(T)ACIONES CIENTÍFICO-FILOSÓFICAS VI Consecuencias: La fenomenología como campo apriorístico y la multidimensión filosófica por Armando Haro M.

Una mirada a la medicina tradicional en Pinos Tatuaje de playa por Pilar Alba

Tal vez nunca te lo diga por Edgar Khonde Desayuno en Tiffany’s, mon ku por Lluna Llecha y Carlos Belmonte

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Carmen Lira Saade / Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas / Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín / Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Sandra Andrade Trinidad / Diseño

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

3 4 5 6 7 8 9 11 12 Juan Carlos Villegas / Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Nuestra obra Por Gabriel Luévano Gurrola mos marginando a un campo ilusorio e inasible sólo porque no se adapta a nuestra moral. Si una persona, por ejemplo, jamás ha sufrido hambre, o padecido frío, por supuesto que al momento de salir habiendo olvidado el abrigo, considerará milagroso que una familia pueda vivir en casas de cartón. Más no existe milagro alguno, ya que esa concepción estaría justificando la miseria al otorgarle un sentido íntimamente fantasioso. Lo que existe detrás no es magia, sino una lucha y un dolor real que sobrepasa los paliativos morales. La literatura es un refugio, sin lugar a duda, pero en ningún caso es un inválido intento de escapismo. Si todavía se lee es porque se tiene la necesidad de ver con otros ojos el mundo, a donde siempre regresamos para comparar los excesos de la humanidad con el poder curativo y a veces cruel de la poesía, del lenguaje, de las historias marginadas por las corruptelas que hacen de la imaginación un crimen. Quien pretende abandonar el mundo no agarra los libros, porque pueden hacerlo amar la vida y regresar a decirle a todos que hay una salida y no todo está aniquilado. El surrealismo en literatura es un camino. En la vida de carne y hueso y esperanza, puede volverse un dolor que se evade si no se especifica que es un concepto artístico. Es curioso que una canción de Bob Dylan, interpretada por un hombre sentado en las calles de Guanajuato pueda suponer una visión de espectáculo inverosímil y en un país en el que ya nada nos sorprende. Dylan buscó ser cronista de la realidad de su tiempo y sus calles. Si eso nos parece fuera de este mundo, al igual que la pobreza, difícilmente disfrutaremos lo primero y erradicaremos lo segundo. El arte no da la espalda, es como una redención. No existe filtro más allá que el de los ojos. El contraste entre riqueza y pobreza que tanto hace hablar de surrealismo no es otra cosa que el resultado de años de gobiernos tiránicos, incompetentes o serviles, así como de la indiferencia, y por ende, la aquiescencia de una sociedad que se entretiene jugando con su propio cadalso. La pobreza y sus innumerables facetas, los desesperados intentos con que la gente trata de sobrevivir a diario, no devienen del impulso artístico de algún demiurgo oculto entre las nubes. En todo caso, es obra nuestra (palpable), a nuestro pesar.

Literatura

Hay ciudades que, a pesar de los recuerdos, las fotografías, los testimonios inobjetables que las sustentan, en algún momento nos parecen inexistentes, es cierto. Sin embargo, están ahí, guardando exactamente, lo mismo los colores más chillantes que la oscuridad que en el fondo, nos regresa a la matriz grisácea y tétrica, la cual compartimos sin darnos cuenta. Ciudades-reales, sólo es necesario un simple comentario para sacarnos de la conduerma. Hace ya algún tiempo (debió de ser noviembre: comenzaban a doler los huesos), caminaba una tarde por las calles de Guanajuato, acompañado de ciertos amigos. De los leones del Teatro Juárez subimos hasta escuchar, fuera de la iglesia de San Francisco, un hombre que cantaba en inglés: “How does it feel / to be without a home/ like a complete unknown...”. Curiosamente, Guanajuato es un lugar donde la vista puede oscilar perfectamente, aunque resulte a la larga huérfana de una ensoñación abigarrada. La mente entonces, va errabunda y sin comprometerse a pensamiento alguno, incomprensible. De ahí que digamos por decir y andemos porque no quede de otra. El oído me tardó en reaccionar y sincronizarse con los ojos en la figura del hombre en el suelo, con su guitarra, moreno, vestido con humildad, el sombrero a su lado, volteado, esperando el metal, porque el papel no es común. Prontos a seguir caminando, alcancé a oír a un hombre, muy joven, también rodeado de amigos, espetar: “¡No puede ser, Like a rolling stone, de Dylan. Híjole, éste es un país surrealista!”. Es probable que esa persona haya llegado a su casa y expresado con franca alegría lo que vio, lo que descubrió: “la pobreza mamá, la pobreza, y yo que creía que no existía...”. Bajo esa lógica, pongamos que soy el tipo más feliz que los terrenos del amor han visto caminar sobre sí. Entro al hogar y me reciben con un beso. A todos aquéllos que maldicen al amor y sus designios ciegos, diluyéndose borrachos en las cantinas, los llamaré surrealistas. Por el contrario, siendo uno más de esa gente solitaria, el surreal será el amante feliz. Si nunca he tenido que buscar un trabajo debido a que mi padre me legó su puesto y su salario sibarítico, tendré que objetar a los que dicen que el país se está cayendo, que mejor les valdría trabajar para tener un destino ubérrimo como el mío.

Rene Magritte, El Castillo De Los Pirineos, 1959

Habrá personas a las que les resulte estrambótico, surrealista, ver una familia comiendo frijoles negros con tortillas cálidas y elotes tatemados un dos de noviembre sobre la tumba del ser querido. Expresarán su alegría ante semejante descubrimiento o su incertidumbre o desprecio al comprobar lo alejados que están de esas “pobres gentes” (para aludir a la obra de Dostoievski). No obstante, a esa familia le parecerá igual de notable que esas personas que se asombraron por verlos, seguramente comen en una mesa muy ornamentada con flores falsas y manteles maravillosos, frente a su madre, sin dirigirse ni una sola palabra. O bien, que a la hora de encarar a la muerte sean capaces de dejar el llanto en segundo plano para pelearse con un hermano, regateando la compra del féretro.

Es posible que las tentativas por interpretar al mundo puedan ser consideradas una distorsión del mismo, pero dudo que Chéjov sólo al descubrir a una dama con un perrito desde una perspectiva literaria deba ser tachado de surreal. Supera la materialidad del fenómeno, claro, lo vuelve bello, lo transforma, y su origen social se mantiene intacto. Las distintas visiones de mundo no cambian la realidad, la enriquecen y pueden hasta crear orbes nuevos, pero en lo que respecta a ésta, cualquiera que se pinche un dedo con un alfiler, va a sangrar. Regularmente cuando juzgamos lo hacemos desde nuestros parámetros, que suponemos, están sustentados en una racionalidad íntima y bien encauzada. Al nombrar un acontecimiento como surreal lo esta-


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El tiempo que se extiende en vano Por Nelson Guzmán Robledo

Filosofía

calendarios solar y ritual volvían a empatar. Durante este mismo periodo los doscientos sesenta signos del calendario adivinatorio habían pasado por los nemontemi y habían sido “borrados” por ellos. (5 nemontemi anuales x 52 años =260). Al fin de esos periodos cíclicos de cincuenta y dos años, el tiempo se había literalmente acabado, se había consumido por el paso de los días sin destino. Por ello tenía lugar la recreación del tiempo en la celebración del fuego nuevo, la toximmolpia o “atadura de los años”. En los días previos al gran año nuevo, todo era desechado: las vestimentas, los utensilios de cocina, los petates e incluso las figuras de los dioses domésticos eran arrojadas a la laguna, al tiempo que apagaban toda hoguera. Esperaban entonces que un sacerdote encendiera un fuego nuevo que sería después distribuido a los templos y de ahí a los hogares. Tonalpohualli

Ahí, en la coyuntura. En el borde fibroso de la cicatriz cutánea. Ahí, en la línea donde se adhiere el ladrillo al muro y donde el vacío esculpirá el contorno de su ruina. Ahí, en el espacio que distiende las miradas tuya y mía; o en la bifurcación de los caminos donde suele estar el diablo, o en la lenta hora violeta que precede al día. Ahí, en el punto de unión se sitúa casi siempre el punto de ruptura. También el tiempo tiene sus puntos vulnerables de unión, donde el nudo en donde se atan el pasado y el futuro, asume el riesgo de correrse y arrojarnos al abismo de los días desiertos, de las horas inmóviles. Lejos de ser intangible, el tiempo concede su espesura a todo lo que nos envuelve, incluso a la tierra que yace ante nuestro pie. Pero a fuerza de haber perdido con mórbido deleite la ingenuidad que daba al mundo el cariz enigmático de los símbolos, todas las cosas pierden en nuestro pobre mundo habitual aquello que anteriormente las unía. Lo que llamamos “real”, no es sino el conjunto de cosas que hemos abandonado a la dispersión y al aislamiento, unidas tan solo por el frágil tejido de las “ideas”, o de la “función”, que inútilmente los mullidos hilos de la lógica se desgastan en

urdir. Imposible nos resulta por ello dar al universo por medio de la arbitrariedad caprichosa de los símbolos y las metáforas, la adherencia mutua que los hombres de antaño imprimían sobre todas las cosas. En las sociedades antiguas, el tiempo tenía una forma y una sustancia. Incluso el aspecto temible del abismo temporal, que sólo hemos dejado a las vicisitudes del tedio y de la agonía personal que en secreto soportamos, incluso la dimensión temible del tiempo adquiría un lugar preciso en la cuenta de los días. Increíble nos resulta que incluso la vanidad abismal de la ausencia de destino, lo no signado por la palabra o el lugar, ocupe sin embargo con precisión calendárica un sitio determinado, como el que los aztecas asignaban a los días yermos, los días en que los signos eran abolidos, los días llamados nemontemi. Entre los aztecas, el calendario no sólo tenía la función de medir el tiempo, sino también los destinos. En realidad el tiempo era medido por la integración de dos calendarios. El tonalpohualli o calendario ritual de doscientos días (formado por la combinación de veinte signos y trece números) y el xiuhpohualli o calendario solar de

trescientos sesenta días (formado por 18 meses de veinte días). A los trescientos sesenta días de calendario solar se añadían los terribles nemontemi: cinco días que no poseían espacio en el calendario solar y que “destruían” sucesivamente los cinco signos del calendario adivinatorio que se imbricaban con ellos. Fray Bernardino de Sahagún nos dice de ellos: Después desta fiesta, como está dicho, siguíanle los cinco días que llamaban nemontemi, a los cuales tenían por aciagos, y ninguna cosa osaban hacer en ellos, ni aun barrer la casa. […] Guardábanse en estos días de dormir entre día, ni de reñir los unos con los otros, ni de tropezar ni caer, porque decían que si alguna cosa de éstas les acontecían estos días, que siempre les habían de acontecer adelante. [Códice Florentino, II, XXXVIII]

A diferencia de todos los demás días del calendario, durante los nemontemi, no se celebraba ningún tipo de celebración ritual. Sin embargo, la rotación sucesiva de los signos del calendario adivinatorio por los nemontemi, les daba un valor especial en la contabilidad de la rueda de los años, el periodo cíclico de cincuenta y dos años en que los

Venida aquella noche en que habían de hacer y tomar lumbre nueva, todos tenían muy grande miedo y estaban esperando con mucho temor lo que acontecería. Porque decían y tenían esta fábula o creencia entre sí: que si no se pudiese sacar lumbre, que haría fin el linaje humano, y que aquella noche y aquellas tinieblas serán perpetuas, y que el Sol no tornaría a nacer o salir, y que de arriba venían y descendirán los tzitzimitles, que eran figuras feísimas y terribles y que se comerán a los hombres y mujeres, por lo cual todos se subían a las azoteas, y allí se juntaban todos los que eran década casa. [Códice Florentino, VII, X]

Ya no celebramos el final de los tiempos, ni tampoco su recreación, si no es por las irrisorias y pueriles ostentaciones de neurosis colectiva global que anuncia catástrofes que repetidamente se difunden y del mismo modo nunca llegan. Sabemos que el fin de los tiempos no nos está anunciado o desconocemos si algún signo lo encubre. La necesidad de catástrofe inherente al hombre, sabe lamentablemente que ésta será en todo caso accidental. Sabemos que el mundo persistirá aún si no apagamos y encendemos nuevamente todas las hogueras. Sabemos que el tiempo continuará, incluso si el hombre desparece, pero lo que no sabemos es cómo o por qué lo seguirá haciendo.


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Lo esencial es invisible a los ojos [El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, a 70 años de su publicación] Por Iván Muñoz ¿Cómo puede un libro infantil significar tanto después de leerlo?, fue la segunda pregunta que me hice acerca del libro El Principito (Antoine de Saint-Exupéry. 1943). Durante mi infancia recuerdo haber visto esa imagen del niño con el pelo desordenado, estrellas en los hombros y bufanda revoloteando por los aires como si tuviera vida propia; aparecía lo mismo en los tomos de algunas colecciones de libros de historias infantiles o literatura universal que compraron mis padres, que en los libros de texto de primaria. A pesar de ser una imagen muy sencilla, siempre me causó curiosidad, eso me llevó a tratar de saber la historia de ese niño… pero los primeros resultados no fueron positivos, ya que en ese momento no me causó ningún impacto y ni siquiera lo terminé de leer. Sin embargo, la imagen siempre estuvo en mi mente de manera inconsciente. Años más tarde el segundo intento por conocer la historia fue a través de un musical rentado en formato VHS (The Little Prince. Dir. Stanley Donen. 1974) y definitivamente tampoco ayudó a que mejorara mi opinión. Ésos fueron mis primeros intentos por acercarme al Principito. No recuerdo exactamente en qué año fue que nuevamente el Principito reapareció en mi vida, pero ya estaba en mis 20. Una amiga, compañera de universidad y paisana, nos invitó a tomar café a una tía y a mí. Nos sorprendimos bastante porque mi amiga no paraba de hablar acerca del maravilloso libro que acababa de leer: El Principito. La taché –ahora veo que erróneamente- de inmadura (como lo hacemos la mayoría de los adultos) por darle mucha importancia a algo que era considerado para niños. Además, yo ya había tratado de leer el libro y lo había considerado poco atractivo y tedioso. Definitivamente, mi amiga andaba mal de la cabeza. Días después, mi tía llegó a la casa y me da un pequeño libro de las versiones económicas y me dijo: Léelo. Mi cara fue de incredulidad al ver que mi tía había caído en la jugarreta de mi amiga. Como era de es-

perarse, no le di importancia y el librito permaneció en el lugar que lo dejó por varios días. Una tarde de ocio, mi única opción para leer era ese libro, así que no tuve más remedio que comenzar a leerlo; se veía muy fácil y ya era hora de descubrir por qué mi tía y mi amiga habían quedado fascinadas con él. Efectivamente, es un libro pequeño y fácil de leer, no tardé ni una hora en terminarlo, simplemente porque ya no me dejó que lo hiciera a un lado. A partir de ahí nació mi amor por esa historia y los papeles se invirtieron: ahora era yo el loco que no paraba de hablar del libro -lo sigo haciendo todavía-. La primera pregunta que me hice después de leerlo fue ¿cómo puede ser que se le considere un libro sólo para infantes cuando sus enseñanzas son inmensas y probablemente un niño no va a captarlas en su totalidad? Después vinieron muchas más preguntas: ¿será por los “dibujitos” que se le considera para niños? Los dibujitos son hermosos, como el del asteroide B-612 invadido por los baobabs, o aquél de cuando el Principito se desvanece en el desierto… Tal vez todo se explica en palabras del autor, ya que lo dedica a un adulto (Léon Werth) cuando éste era niño. El niño que fui y sigo siendo es el que leyó el libro, y es el mismo que lo ha seguido leyendo desde entonces infinidad de veces, haciéndome sentir las mismas emociones como si cada vez fuera la primera que lo leo. No puedo evitar sentir nostalgia cada que recuerdo la historia del Principito con su zorro (“te vuelves responsable para siempre de aquello que has domesticado”, le advertía el zorro), o cuando se despide del piloto. Siempre que lo leo, termino llorando. Me siento como el piloto narrador, me siento domesticado por esa historia. Es por eso que desde el año 2006 traté de representar los personajes a mi manera, no como el niño interior que leyó el libro. Mis versiones de las imágenes no son tan inocentes. Comencé con bocetos hechos a mano, luego haciendo fotografías, inclusive algunas de ellas fueron publicadas en diversos medios impre-

B612 Project. [Ref. Frida Kahlo. La trenza. (1941)]

“Lo esencial es invisible a los ojos”. [Antoine de Saint-Exupéry, El Principito, Capítulo XXI]

sos. Hasta ahora he podido concretar este proyecto que se publica de manera exclusiva en La Gualdra. Si bien ahora son fotografías más elaboradas, conservan la misma esencia de hace siete años. Es un total de 11 imágenes digitales inspiradas en los pasajes del Principito, que el 6 de abril cumplió 70 años de haberse publicado. Retomo además diferentes obras de arte que me han marcado, creaciones

que admiro de artistas como Frida Kahlo o Caravaggio, fueron retomadas como inspiración para hacer mi propia versión visual. Presento, a continuación, mi visión de algunos personajes en esta serie fotográfica denominada I–B612 Project, con la única intensión de saldar una cuenta pendiente con la historia del Principito y conmigo mismo. La historia de los dos. [Foto-galería en pág. 6 y 7]


Artes visuales

Serie: I–B612 Project [Fotografía digital] Por Iván Muñoz*

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“-Puedo llevarte más lejos que un na

He nacido al mismo tiempo que el sol [Ref. Sandro Botticelli. El nacimiento de Venus. (1483-1484)]

No quería que la viese llorar (con él en el pensamiento). [Ref. Frida Kahlo: Autorretrato con tocado de tehuana (1948) y Diego en mi pensamiento (1943)]

“Pues sí, ¡era muy coqueta! Su misterioso acicalamiento había durado días y días. Y he aquí que una mañana, justo a la hora de salir el sol, se dejó ver”.

“- No te quedes ahí parado, es irritante. Has decidido irte, así que vete”.

[El Principito, Capítulo XVIII]

[El Principito, Capítulo IX]

Y, tendido sobre la

“Se sintió muy desdichado. Su flor l de su especie en todo el universo. ¡Y cidas en un solo jardín!”

El rey. [Ref. Jean Auguste Dominique Ingres. Napoleón en su trono imperial. (1806)]

“El principito buscó con la mirada dónde poder sentarse, pero el planeta estaba completamente tapado por el magnífico manto de armiño”. [El Principito, Capítulo X]

Compláceme. ¡Admírame al menos! [Ref. Antonio Mancini. Old Woman Drinking Tea, c. (1907)]

“Y es que para los vanidosos, los demás hombres son admiradores”. [El Principito, Capítulo XI]

Al que toco lo devuelvo a la tierra de la que salió.

“Entonces fui yo quien bajó los ojos un salto! Allí, erguida hacia el princip amarillas que pueden acabar con un


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avío– dijo la serpiente”. [El Principito, Capítulo XVII]

Regreso a B-612. [Ref. Jacques-Louis David. La muerte de Marat (1793)]

“Se rió de nuevo. Después se puso serio: -Esta noche… sabes… no vengas. -No te dejaré. -Parecerá que me duele… tendré un poco el aspecto de alguien que va a morir. Así son las cosas. No vengas a verlo, no vale la pena… -No te dejaré”.

It´s your own fault. [Ref. Michelangelo Merisi da Caravaggio. Baco. (1595)]

“Y además, mira: ¿ves esos campos de trigo? Yo no como pan. El trigo no me sirve de nada. Los campos de trigo no me dicen nada. ¡Y eso es triste! Pero tú tienes el pelo de color de oro. ¡Así que será maravilloso cuando me hayas domesticado! El trigo, que es dorado, me recordará a ti. Y me gustará el sonido del viento entre el trigo…” [El Principito, Capítulo XXI]

[El Principito, Capítulo XXVI]

hierba, lloró. [Ref. Pierre et Gilles. Los náufragos]

*Samuel Iván Muñoz González (A.K.A. Ivanko MosesLee), nació en Río Grande, Zacatecas el 13 de febrero de 1977. Arquitecto y fotógrafo. Ha participado en varias exposiciones colectivas en diversos foros del país y en Estados Unidos. Sus fotos han sido publicadas en La Gualdra, Revista Cuartoscuro, en el libro Mujeres de Roble –Ed. DEMAC-, y en la Agenda Fotográfica Rendija, 2008. Cuenta con una exposición individual: La culpa la tiene Felguérez, en el XXVI Festival Cultural Zacatecas, 2012.

le había dicho que ella era la única Y he aquí que había cinco mil pare[El Principito, Capítulo XX]

Por favor… ¡Domestícame! (Always supposed to be together). [Ref. Julio Ruelas. La domadora (1897)]

. [Ref. Miguel Ángel. La creación de Adán. (ca. 1511)]

s hasta el pie del muro, ¡y pegué pito, había una de esas serpientes no en treinta segundos”. [El Principito, Capítulo XXVI]

“Claro –dijo el zorro-. Para mí todavía no eres más que un niño parecido a otros cien mil niños. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas a mí. No soy para ti más que un zorro parecido otros cien mil zorros. Pero si me domesticas, nos necesitaremos el uno al otro. Serás para mi único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo…” [El Principito, Capítulo XXI]

Artes visuales

Más poderoso que el dedo de un rey


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Por Mateo Estrada Gaviria Domingo: Ayer llegaron diez cajas con libros. Los recibí temprano. Como en todo relato porno, ilusioné que uno de los cargadores estuviera potable, para tener una aventura. Pero nada. Los estibadores eran adultos sin gracia. Diferente situación tienen los ayudantes del senador P., parecen aspirantes a Andrew Christian. El miércoles, los Castrillón ofrecieron una “comida discreta” para ese político. El banquete lo sirvieron en el salón norte. Eran cuarenta y siete comensales. En cada columna del patio había un guardia. El que me atrajo, estaba frente a la puerta de la biblioteca. Le coqueteé. Obvio: nada. Al concluir la revisión de las cajas, acompañé a Antonio a una reunión. Él lo pidió. Dijo que conocería “un ambiente diferente”. Era diferente por ser en Los Pirules y con sus conocidos del gym. Los juniors hablaron de sus estancias en Canadá y de los antros para las “gatas” de la ciudad. Me fui antes de las once. Iba harto de la discriminación y de los tufos homofóbicos de un pendejo. Coincidencia de noche suelta. Ray habló para venir. Antes del jaleo se bañó. Estuvo espléndido. Hace rato se fue. Por primera vez platicamos de su cicatriz en el rostro… Lunes: El señor Castrillón me puso a prueba. Una de las cajas trae cientos de folletos. Me dio uno y pidió explicar el proceso de clasificación. La coincidencia fue grata. Era el poemario Vaticinios de Jacobo Glantz (1). Hecha la descripción, comenté que la trayectoria de él puede mirarse en el relato autobiográfico Las genealogías (2), de Margo Glantz, su hija. Comenté de la literatura yiddish contemporánea. Llamó Ray. No le contesté. Comí con Antonio. Él invitó. Fuimos a El Chiquito. Delicioso. Una botella de tinto. Esta vez no estuvo pedante. El fin era preguntar de mí. Respondí con un relato bobis: cuasi viudo, amigas con derecho… su coda fue mortal: “pensé que eras joto”. Vino al depa. Para tomar café. (1). Jacobo Glantz, Vaticinios, México, Ed. Pájaro cascabel, 1963, pp. 12 + cubierta. (2). Margo Glantz, Las genealogías, México, Secretaría de Educación y Cultura, Col. Lecturas mexicanas, Segunda Serie, n. 82, 1987 (1981 primera edición), pp. 184 + cubierta.

Muchos caminos llevan a la lectura Por Eduardo Campech Miranda A menudo los padres de familia, de hecho más frecuentemente las madres, acuden a la biblioteca o me abordan por la calle preguntándome ¿cómo hacer que sus hijos lean? Esta inquietud es compartida por docentes y personal bibliotecario. La respuesta inmediata es clara y sencilla y con efecto boomerang: ¿ustedes leen? La mayoría de las ocasiones la respuesta es antecedida por un silencio algo bochornoso: No. Pero en otras, las menos, existe una conducta lectora. En esa búsqueda se presenta una paradoja ocasionalmente, la pregunta por interés o necesidad personal de ¿cómo le hago para que me guste leer? O ¿algún libro que me recomiende para que me guste leer? Es decir, no les gusta leer y piden un libro que les despierte ese placer, pero no un libro de literatura o divulgación, no, lo que desean es un manual que exponga paso por paso el camino hacia la lectura. De tal manera que para el mercado editorial este segmento poblacional es un nicho para explotar. Hay bastantes títulos que buscan satisfacer la ya mencionada preocupación. Uno de ellos es

Albert Anker, Schreibender Knabe

Caminos a la lectura, compilación de Martha Sastrías. Este libro, está estructurado en cuatro apartados, desde los cuales se conjuntan diversas voces que ofrecen el mismo número de visiones, de enfrentamientos y soluciones ante el problema de la formación de lectores. Para el promotor o mediador de lectura avanzado o con algunos cursos, talleres y lecturas, quizá el libro le resulte no del todo novedoso. Sin embargo, para quienes inician su trayecto por el viaje de la promoción de la lectura, será de gran utilidad. En el primer apartado, “La lectura”, encontramos una reconceptualización del acto lector en palabras de Danilo Sánchez Lihón, de igual modo, otras plumas abordan la lectura desde la escuela, el hogar y la biblioteca. El vínculo entre lectura y escritura y la importancia de la literatura infantil en la creatividad. En particular recomiendo los artículos de Roberto Pulido, et. al., de Sánchez Lihón y de Mercedes Falconi. La segunda parte, “Invitación a la lectura”, nos presenta algunas de las herramientas del promotor: la narración oral, lectura en voz alta, expresión corporal, selección

e ilustración de libros infantiles y juveniles. Fundamentales para la consecución de los propósitos del mediador serán los textos de Margarita Heuer, Martha Sartrías (el de lectura en voz alta), Fanuel Hanán Díaz y Sergio Andriacaín. La tercera parte, “Vivencias para compartir”, nos ofrece testimonios de trabajos realizados en diferentes latitudes de nuestro continente y la importancia de poner las palabras al alcance de la mano y de la boca de los asistentes a los talleres. De respetar su voz, escuchando, sin emitir descalificaciones y brindando mucha confianza. El último apartado, “Sortilegios que inducen a la lectura”, es una serie de propuestas de trabajo para detonar el gusto por la lectura, la escritura y la creación. Todas muy sencillas de llevar a la práctica y económicas. De acuerdo a lo expuesto en estas líneas, este libro cumple con los objetivos planteados en la Introducción y es lectura que más de un promotor de lectura debe echar un vistazo. SASTRÍAS, Martha (Comp.): Caminos a la lectura, México, Editorial Pax, 1995, 220 pp.


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MEDI(T)ACIONES CIENTÍFICO-FILOSÓFICAS VI Consecuencias: La fenomenología como campo apriorístico y la multidimensión filosófica

Ciencia y filosofía

Por Armando Haro M.

Esta totalidad del flujo de vivencias, que en cuanto tal es algo cerrado y coherente, se halla excluida toda cosa, es decir, todo objeto real, por de pronto todo el mundo material. El mundo material es, con respecto a la región de las vivencias, lo extraño, lo otro. Esto es algo que se ve en el análisis de cualquier percepción simple.

Martin Heidegger

Octavio Ocampo, La evolución del hombre

Podemos intuir hasta aquí cómo el problema fundamental de la ciencia y más en específico, de la geometría y la matemática, es precisamente la percepción que se ha tenido del espacio, o bien, de la dimensión. Hemos visto junto con Mandelbrot cómo los últimos alcances de estas disciplinas lograron abrir el espacio euclídeo y cartesiano a una percepción del mundo multidimensional, dependiendo del nivel de observación que se tiene de las cosas, lo cual permite a la ciencia poder plantear distintos campos, espacios y dimensiones de acuerdo a la amplitud o reducción que se hace del mismo, jugando entre el plano macrocósmico y el microcósmico. Pero, ¿acaso sucede algo similar con el pensamiento filosófico y especulativo? La cita de Heidegger nos permite comprender que, al parecer, siguiendo a Einstein, efectivamente la filosofía se ha alejado del mundo material y físico en el que la ciencia trabaja efectivamente, más esto no define a toda filosofía dentro de un mismo campo de percepción y comprensión del mundo, sino que, como la misma ciencia, la

filosofía plantea distintos niveles de comprensión desde el punto de vista psicológico y vivencial. Quizás éste sea el diferencial elemental que separa ambos ámbitos del pensamiento, por un lado el ámbito empírico del que parte toda ciencia hacia el análisis del mundo que nos rodea, por otro, el ámbito vivencial en el que se desenvuelve la especulación filosófica en su síntesis perceptiva del mundo. De acuerdo con Heidegger existe una: Triple caracterización del apriori —primero, su alcance universal y su indiferencia frente a la subjetividad; segundo, el modo como se accede a él (aprehender simple, intuición originaria); y tercero, esa anticipación de que la estructura del apriori se vaya a definir en cuanto carácter del ser de lo ente, y no de lo ente mismo— nos permite ver el sentido originario del apriori. […] Tres descubrimientos —la intencionalidad, la intuición categorial y el apriori— tal como ellos mismos se relacionan fundándose en última instancia en el primero de ellos, en

la intencionalidad, lo hacemos con el propósito principal de llegar a entender la fenomenología en cuanto actividad de la investigación.1

Vista así, la fenomenología se plantea —después de amplios, profundos y elevados derroteros— como actividad de la investigación, es decir, como dirá antes de sus Prolegómenos en su Ontología fundamental, la fenomenología entendida como un cómo de la investigación. Un cómo que ya no busca respuesta a un qué sea el ser de lo ente, o de lo ente mismo, sino que plantea distintos modos de ser de la investigación científico-filosófica de acuerdo a sus distintos objetos de estudio. En este sentido Heidegger pone en evidencia el gran malentendido que ha existido entre la investigación filosófica y la científica desde los orígenes mismos del pensamiento fenomenológico, porque cómo dice él: “En todas las disciplinas científicas reina el positivismo, la propensión a lo positivo, entendiéndose por ‘lo positivo’ los hechos, y los hechos en una determinada interpretación de la realidad”. Sin embargo dicho positivismo

1 M. Heidegger: Prolegómenos para una historia del concepto de tiempo. Alianza, Madrid 2005, pp. 102-103.

no es algo de lo cual peque exclusivamente la ciencia, sino también la filosofía, en este hacer historiografía en lugar de una onto-historia-crítica como forma de meditación, como lo expondrá posteriormente. De cualquier manera Heidegger nos da tres planos de comprensión fenomenológica que finalmente también parecen surgir en la investigación científica, es decir, primero la intencionalidad como una forma universal de percepción y aprehensión del mundo, en segundo la intuición categorial como fundamento de toda necesidad de conocer y finalmente el apriori como carácter del ser que se estudia. Así, en la secuencia Euclides, Descartes, Leibniz, Cantor, Peano, Hausdorff, por mencionar algunos, se da una intencionalidad específica en la búsqueda de su conocer el espacio, dando cada uno su intuición categorial y por tanto su apriori, cuando es en Mandelbrot donde encontramos un reducto de dicha secuencialidad que como él lo interpreta da un cambio enorme en la comprensión geométrico-matemática del mundo y el cosmos que encuentra su mayor consecuencia en la Teoría de la relatividad de Einstein y la Historia del tiempo de Hawkins. Asimismo, en la secuencia Platón, Aristóteles, San Agustín, Kant, Nietzsche, Husserl, se dan distintas intencionalidades, intuiciones y aprioris que Heidegger busca esclarecer para dar paso al cambio decisivo del pensamiento filosófico hacia la fenomenología y más tarde a la temporalidad existenciaria de su Ser y tiempo. Finalmente el momentum fundamental se da entre lo que parece ser una línea de pensamiento hermoso, homogéneo y unitario; y otra monstruosa, heterogénea y múltiple, el correlato y la larga discusión dada entre ambas líneas es lo que determina nuestro primer acercamiento a ese diferencial óntico-ontológico, físico-filosófico que hemos estado buscando mediante estas medi(t)aciones.


LA GUALDRA NO. 95

Nuestro Chiquero Personal El Cerdo Por Marco Casillas*

Teatro

“El Choby” se trajo desde su natal Ures, Sonora, la sinceridad norteña, la sencillez de los grandes, sus enormes dones histriónicos y en bonus track, la genialidad de Raymond Coussé, el francés que escribió El Cerdo, y quien terminó por suicidarse dos años después. Jesús Ochoa cautivó a un Teatro Ramón López Velarde, de Zacatecas, cuyo público le aplaudió de pie, luego de 75 minutos en los que Chucho Ochoa, con minimalista escenografía, abre en canal a la audiencia para mostrarnos por dentro de qué materiales estamos hechos. El Cerdo representa un reto cumplido para la calidad actoral de Jesús Ochoa. En un espacio de cuatro por cuatro metros son expuestas las similitudes entre dos seres vivos que encuentran su sentido de vida en la aceptación resignada de la fatalidad de la muerte. El brevísimo espacio porcino es útil para que el cerdo reivindique su naturaleza. No para comprender a la mano que lo alimenta y que irremediablemente también será la que lo asesine para satisfacer las necesidades de los dominantes; a dife-

rencia de los seres humanos que no sólo adulan al látigo que los oprime sino que lo justifican y hasta claman su permanencia. El puerco interpretado por el actor sonorense razona su función en el sistema, entiende que caminar en círculos por el chiquero es indigno, él prefiere la ruta diagonal. A falta del elemento fálico que le brinde estatus y poder, el cerdo encuentra la satisfacción a sus pulsaciones en el rebelde y trascendental ejercicio de la rascada, en el deleite “serio e incomparable” de revolcarse con estiércol y paja, en el orgullo de ser hijo de semental y en la resignación derivada del trato “tú me alimentas y al final yo te alimento”, que se pacta entre el cerdo y el humano. Pues sí. El Cerdo es una exitosa obra, basada en la novela Estrategia para dos jamones, ha sido traducida a doce lenguas distintas, se ha representado en más de veinte países en más de cincuenta montajes diferentes. Este monólogo es una rara joya de la literatura dramática. Extraordinaria, original, provocadora. Rasca con el ímpetu porcino hasta lograr que los fluidos surjan, con naturalidad reveladora.

Jesús Ochoa desborda calidad actoral, en el espacio de “cuatro por cuatro” que representa su espacio vital, aquél de donde –incluso con la puerta abierta- ya no se anima a salir. Es, ciertamente, una zona de confort, pero también una región de reflexión aguda, humorística, desgarradora, en donde cerdo y humano quedan colgados de cabeza exhibidos en vida, pasiones, temores, debilidades, contradicciones. Después de ver a Jesús Ochoa en “Atrapen al Gringo”, “Aquí

entre Nos”, “Quantum Of Solace”, “Voces Inocentes”, “Hombre en Llamas”, “Entre Pancho Villa y una Mujer Desnuda”, o haciendo doblajes magistrales –como en La Era de Hielo-, o participando en videos como el del rapero 50 cent, verlo en su jugo en El Cerdo, es confirmar que la genialidad actoral es su motor, y nuestro disfrutadísimo placer…como rascarse en un chiquero de 4 por 4… *Periodista y escritor duranguense radicado en Zacatecas.


8 DE ABRIL DE 2013

Una mirada a la medicina tradicional en Pinos Redacción/UAZ La doctora Cristina Jáquez, por su parte, dijo al maestro Castañeda Roman: “Su libro representa un gran esfuerzo. Tuvo una gran visión y sensibilidad y creo que esto que hace lo deberían hacer en todos los municipios”. Sugirió incluso que los cronistas deberían invitar a los habitantes de sus localidades a escribir en una libreta todos los remedios tradicionales que conozcan, para preservarlos del olvido. Agregó también que la vuelta a la medicina tradicional es sumamente importante en estos tiempos, en que los seres humanos se sienten de alguna manera incompletos: “las personas, aunque vivan en sociedad, no se sienten parte del colectivo ni se sienten conectados con su entorno, y la medicina tradicional propone una visión holística según la cual la salud tiene que ver con el bienestar social, físico y emocional de los individuos”. “La indicación de la Organización Mundial de la Salud para todos los profesionales de la salud es que ‘eviten el entusiasmo no crítico y el escepticismo no informado’. Es decir, a los que practican la medicina tradicional les sugiere que se preparen, que estudien y escuchen a los científicos. A los que están en el campo de la ciencia, por su parte, les recomienda que escuchen, no sean escépticos, que tengan una opinión equilibrada y justa sobre la medicina tradicional”, señaló la doctora Jáquez. David Castañeda Roman, autor de Entre hierbas y remedios, habló de algunas complicaciones que enfrentó la realización de este libro, entre ellas, que la sequía impidió el crecimiento de algunas plantas cuyos ejemplare no pudieron ser fotografiados para la edición final, y reconoció a sus colaboradores y a los pobladores de Pinos que contribuyeron con sus testimonios para la elaboración de este libro.

Tatuaje de playa Por Pilar Alba Al llegar, el primer impulso animal e irreflexivo fue aventarse al mar y sumergirse en sus aguas… toda las escenas idílicas se le vinieron abajo. El mar la envolvió, la revolcó, la expulsó… se dio cuenta que la playa no es tan bonita como cuentan, el agua es salada, si la tragas te revuelve el estómago, hace vomitar; la arena se mete hasta los calzones, tienes que cuidarte del sol, si no, corres el peligro de quedar achicharrada… Así que decidió quedarse a la orilla, donde el agua no tocara ni siquiera sus pies con el temor de que al tomarla por los tobillos el mar volviera a sumergirla en él y, ahora sí, se la tragara para siempre. Pero tampoco ello le provocó el descanso anhelado, ahí sentada en el camastro bajo la sombra de la palapa comenzó el otro asedio: camarones asados, collares, pulseras, trenzas, viajes en moto acuática y los tatuajes de playa.

Capoteó con cientos de evasivas, no quería que nada interrumpiera su descanso, pero ante tanta insistencia decidió acceder, hacerse un tatuaje, el hombre que se lo ofreció no era feo, tenía el color dorado en la piel y unos ojos que no podían recibir una negativa. La piel se fue manchando con la tinta mientras los cuerpos se llenaban de calor. Se dirigieron a un lugar apartado y sin importar la arena, el sol ni nada más se dejó envolver en esos brazos que la acogieron y la arroparon, a diferencia del mar que de inmediato la expulsó, el hombre de los tatuajes la arropó tiernamente… Se despidieron sin palabras, ella se dirigió al cuarto de hotel a concretar el descanso, de él no supo nada más. El recuerdo que le quedó con el tiempo se fue borrando; a las dos semanas, ya de regreso a casa, se desdibujó como van desapareciendo de la piel los tatuajes de playa.

“Traemos hasta su paladar los sabores del mediterráneo” Juan de Tolosa 104, Centro, Zacatecas, Zac. / 922 67 46 / Frente a la Fuente de los Conquistadores

Río de palabras

Durante la presentación del libro Entre hierbas y remedios: una mirada a la medicina tradicional en Pinos, escrito por el cronista del municipio de Pinos, David Castañeda Román, la doctora Cristina Jáquez Méndez, titular del Consultorio de Medicina Tradicional de la UAZ, habló sobre la importancia social y cultural de las terapias ancestrales para curar los males ocasionados por la vida moderna. Este jueves, como parte del Programa Académico del XXVII Festival Cultural Zacatecas 2013, en las instalaciones del Centro Regional del Patrimonio Mundial en Zacatecas, se dio a conocer el libro, editado gracias al apoyo del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) en su edición 2012 y que está sustentado en una serie de entrevistas que se aplicaron a distintos habitantes de Pinos sobre sus conocimientos de las propiedades curativas de las diversas plantas de la región. Entre hierbas y remedios está dividido en dos partes: la primera trata sobre la flora medicinal y sus usos populares; la descripción de cada planta está acompañada de su foto y una ficha técnica. La segunda parte trata sobre los padecimientos más comunes y su tratamiento según la medicina tradicional. Esta actividad tuvo la presencia del Lic. Adolfo Yáñez Rodríguez, director del Centro Regional del Patrimonio Mundial en Zacatecas; Octavio Guerrero Muñoz, Director del Instituto Municipal de Cultura de Pinos; y los comentaristas del libro, la doctora Cristina Jáquez Méndez y el maestro Veremundo Carrillo Trujillo. Este último presentó a los asistentes algunos tópicos de la medicina tradicional mexicana según pueden leerse en pasajes del Popol Vuh; de la Historia general de las cosas de la Nueva España, de Fray Bernardino de Sahagún; y del Tesoro de medicinas, de Gregorio López.


LA GUALDRA 95 / 8 DE ABRIL DE 2013

Tal vez nunca te lo diga Por Edgar Khonde

Río de palabras

Te escribo como casi siempre, por costumbre, por necesidad, porque quizás es la manera más certera o más aproximada para cifrar exactamente lo que atraviesa mi pensamiento. No sé, ya no estoy seguro de que lenguaje y pensamiento sean dos instantes de un mismo evento, no sé si uno antecede al otro o viceversa. Pero casi es lo único con lo que cuento, con mis palabras y la lengua escrita. Te escribo de la noche que veo a través de la ventanilla, de la ciudad y sus luces y de lo pequeño que uno puede parecer ante los ojos del universo. Tal vez nunca te lo diga, pero ya hace siglos que he sabido que escribir cuentos es para lo que nací ahora, y que además, los callejones decorados con cantera y sonrojados por las luces tardas merecen ser perpetuados en las líneas de los poetas viejos. Te escribo también desde los trenes y sus últimos vagones de pasajeros, en esta tierra que huele a desierto, en donde creo que la gente ya nace anciana. Tal vez nunca te lo diga, pero me gusta admirar tu sueño y tu des-

nudez mientras yo puedo imaginar versos de borrachos que se juegan en cantinas la suerte, un último estertor, un albur con la muerte. Escribo rimas, pasajes que no contempla la biblia. Escribo pensando que podría ser la última vez que lo hago. Tal vez no, tal vez nunca te lo diga, pero la opinión que tengo sobre el mundo es un tanto vacía, qué me puede importar del mundo en general cuando lo que me fascina son sus particularidades. Me gusta salir y mirar a la gente, descubrirles la sonrisa; me gusta detenerme sobre Sullivan y charlar con las prostitutas, después de todo, al menos socializo con quienes son mis vecinas, quienes para los que escribimos representan la idealización de la musa, qué poeta no habrá deseado más de una vez conquistar a una mujer que cobra. Te escribo, ya ves, un poco lejano, como te escribo siempre, sólo para desearte una buena noche y pretender que te arropo cuando te encuentras dormida. Tal vez nunca te lo diga, pero me gustas como para toda la vida.

Odilon Redon, Silencio, 1900

Desayuno en tiffany´s, mon ku Por Lluna Llecha y Carlos Belmonte

Cine

Amor y Turbulencias ¡Qué rico! Una buena comedia romántica francesa. Esta semana decidimos descansar del cine intelectual, literario, denunciador o proselitista para ir a la gran pantalla con el espíritu en completo relajamiento. La primavera ha llegado a Francia, al menos es el mes en que deberíamos comenzar a ver el sol después del largo invierno, pero como aún no aparece nos hemos regalado una hora y media de placer con la segunda comedia del director Alexandre Castagnetti (L’incrusté, 2004). Amour et turbulences, estelarizada por Ludivine Sagnier (8 femmes, 2002) en el papel de escultora incomprendida y novia celosa; y Nicolas Bedos, un rico abogado y playboy parisino. Ubicada en un ambiente fuertemente burgués, lo que permite a los personajes moverse tranquilamente, nos podremos regocijar visitando la Torre Eiffel de noche con acceso privado y descorchar una botella de champagne en lo alto, o frecuentar restaurantes de alta cocina

francesa y deambular por las calles del barrio latino bajo un París abrazado por el sol veraniego. La historia, por demás simple, es el reencuentro de una pareja que terminó por malos entendidos pero al coincidir en un vuelo de Nueva York a París rememorarán su relación para definir si se aman u odian. En realidad, la comedia no presenta nada nuevo a las comedias de referencia hechas por iconos del género como Meg Ryan o Julia Roberts. Lo atractivo está en la frescura para el cine francés calificado habitualmente como “intelectual”. Hace apenas un mes apareció la comedia 20 ans d’écart (David Moreau) que también con la dinámica y fluidez de las historias hollywoodenses pero tamizadas en un París ensoleillé ofrecen una alegría y frescura al género que parecía encasillarse en los tonos del American pie. Los efectos de transición entre escenas –de la cabeza de Sagnier recostada sobre el respaldo del avión en primera clase nos trasladamos a

una almohada en la habitación de Bedos– refuerzan la ligereza del film. Regalarse 90 minutos de fantasía en el mundo del glamour y las parejas modelos es, a veces, una escapatoria a la realidad del cine más comprometido con su función comunicadora y ayuda, a la vez, a recordarnos que es precisamente ése el formato comercial que termina por formar el gusto de la mayoría.

Seguramente son filmes que no aparecerán en cartelera pero que serán fácilmente descargables en las diferentes plataformas de internet. Sagnier y Bedos son una pareja con química que posiblemente conseguirá divertir al público, un film para ver con una botanita en las piernas o en la panza.


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