su mejor impresiรณn
Alejandro medina. saltillo, coahuila / El fulgor de la Incertidumbre
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La Negra Plata
surge por la necesidad de crear un espacio irreverente y lúdico. Pretendemos crear lectores y consumidores de arte y literatura. Respetamos la solemnidad, mas pensamos —éste no es ningún hilo negro— que si existe una crisis en la lectura, es porque hay una crisis en la escritura. No pretendemos alejar al lector y/o espectador de la obra, al contrario, queremos revolcarnos con todos aquellos que pongan sus ojos en nuestras hojas y que la dialéctica surja dentro y fuera de las páginas. Creemos necesario que la nueva generación de artistas, ilustradores, pintores, periodistas, magos, escritores, intelectuales, pensadores, poetas, antipoetas, chamanes y demás dicharacheros a los que se tenga alcance comiencen a responder a la realidad en espacios independientes, libres y menos convencionales. Los temas que se tratarán en cada edición son pensados de acuerdo al contexto y sus fenómenos. Dentro de la revista se encontrarán diversas perspectivas que, al final, el lector deberá cuestionar y elegir para dónde masca su iguana. Los autores son libres de abordar el tema como se le hinche la neurona, siempre y cuando los cimientos de sus opiniones sean sólidos y originales. Las puertas de La Negra Plata están abiertas a todo aquel que, con argumentos y fundamentos, piense que tiene algo que decir y mostrar. Creemos que uno de los objetivos de la expresión artística es provocar en el espectador una visión crítica de este mundo y todos los demás, a través de la reflexión. Te pedimos que compartas esta revista y no la lleves a un librero, lugar en donde mueren los libros. Puedes hacer lo que quieras con el contenido ya que, a partir de ser publicadas las creaciones, le pertenecen al Universo.
Esta edición es dedicada al movimiento. Esta vez no tenemos justificación filosófica. Hemos estado bastante ocupados tratando de encontrar dinero para seguir moviéndonos. Sí, somos unas ratas capitalistas. Lo sentimos mucho, chairada, aún no sabemos cómo convertir el agua en vino. Bienvenida toda crítica constructiva y destructiva, aunque se cree —y estamos completamente seguros— que la crítica ideal es a través de crear un espacio similar a éste. Salud y que viva el arte. Christian Martínez Director editorial
Encuentra el cerebro / Rafael Ruvalcaba
CORRE Y SE VA CORRIENDO:
Colaboraciones visuales y literarias / Los de corazón generoso / Directorio de artistas y productores
DIRECCIÓN EDITORIAL Christian Martínez Luna Edición / Literatura Natalia Alejandrina Blanco Diseño editorial / Artes visuales CONSEJO EDITORIAL Antonio Olvera / José Gerardo Sánchez Magallanes Alejandro Aguirre / Miguel Hidalgo y Costilla José María Morelos /cuatro de los niños heroes. Portada: Margallate de plantas por Natalia Alejandrina Blanco Contraportada: Viaje Mental por Gabo G.
Colaboraciones: negraplata@gmail.com Publicidad y patrocinio: natalia.alejandrina@gmail.com chimalluna24@gmail.com
La Negra Plata se publicará de manera trimestral [registro en trámite]. Los puntos de vista expresados en las publicaciones no deben de ser entendidos necesariamente como representativos de la opinión de los editores de La Negra Plata y quedan bajo responsabilidad de los autores. Impreso en los talleres gráficos de Fotograbado de Saltillo e Imagen en Saltillo Coahuila, México. Fecha de aparición: agosto 2016. Tiraje: 1000 ejemplares. Distribución gratuita.
La Negra Plata issuu.com/lanegraplata lanegraplata.wordpress.com
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erotismo y el porno
CIUDAD Y ALONDRA Paltrinieri Fissore Antonella (Córdoba, Argentina)
Ciudad
Alondra
Ciudad
A veces
agitás tu frasquito
se me llena la sombra de azules,
cuando cae la noche
los brazos, de humo dulce.
estalla tu sonrisa de clown.
Titilan lamparitas verdes entre mis piernas
Arriba el telón de terciopelo,
tiemblo
herida gigante en el cuerpo
de mí
tajeado de calles y pasajes.
a veces.
No me engañás con tus persianas de insomnio:
Agua me vuelvo.
yo sé de tus vericuetos cuando viene la noche,
A veces
sé dónde buscar lo que busco,
me estiro y me estiro y me estiro,
dónde ponerme la piel animal.
cruzo mi dedo por tu espalda
Piso tu sismo con pisada de aceite
te invoco
resbalo, cuerpo a tierra,
gran serpiente amarilla,
corazón contra el suelo.
sostienes el mundo, atenta. A veces despierto y soy una alondra. Puro grito me vuelvo, cabeza hacia atrás, vibran las cosas del otro mundo. Encajo mi lengua en tu silencio, el tiempo no es más que la ilusión de hacernos líneas cuando somos restos: textura de tu mano en mi mano, sabor a trigal fuego.
BAILA WEPA / José Boone C. / Tinta / Saltillo México
RILKE ES UN ÁNGEL CON CARA DE PÁJARO J a v i e r J o sé R odrí g u ez Va l lej o Rainer María Rilke nació en Praga, en el año de 1875 (antiguo Imperio austrohúngaro) y es considerado un importante poeta, en idioma alemán. Observaba el mundo con fascinación. Fue uno de los protagonistas de la poesía del siglo XX. El oficio de escritor le permitió vivir de forma digna. Nació para escribir y murió haciéndolo. Tuvo una vida errante pues amaba viajar y conocer otras culturas. Crea y se construye en su propia poesía. Su prosa está impregnada de historias hebreas y egipcias. Es un poeta enamorado de la vida. Duino es una ciudad localizada al noreste de Italia, cerca de la ciudad de Venecia, en la costa adriática. Su principal atractivo es el Castillo de Duino, visitado por turistas de todo el mundo. Rilke encontró en Duino una fuente de inspiración. Elegías de Duino, de Rilke, en la versión de Juan Rulfo editado por Sexto Piso, es un libro melancólico. Al hojear sus páginas leerás versos dedicados a la muerte y al dolor; simbólicamente cargados de luz y oscuridad; con momentos y sensaciones placenteras y ambivalentes; situaciones polémicas que motivan al diálogo entre colegas. En el sentido metamórfico y lúdico, Rilke es un ángel con cara de pájaro, sus ojos son dos avizores de la noche. Sus palabras intentan llegar al corazón humano. Hablar de Rilke es sumergirse en las aguas profundas de
la poesía que aspira a la eternidad. Mi consejo es que la numismática debería de acuñar monedas en su honor. Fue un constructor de la poesía universal que se ganaba la vida trabajando como escritor. Lo imagino sentado en una banca cerca del castillo de Duino, con un diccionario en su mesa, meditando y encontrando las palabras apropiadas para redactar sus elegías. Escribía desde la tristeza; encontró en ella su mayor caudal. Rilke buscaba los mejores paisajes y eligió a Duino para procrear sus cantos desahuciados. Ahí el bardo, rodeado por jardines y árboles, escribía en la noche cerca del mar escuchando el sonido de las olas y contemplando las estrellas. En su poema número tres, da la impresión que evoca a Neptuno (deidad romana del mar). En sus ojos hay mitología y en su pensamientos imágenes donde Neptuno cabalga con las sirenas cargando su poderoso tridente. Me gustó la elegía número diez, poema dedicado a la cultura egipcia con una lírica que te traslada al mundo de los faraones. Es un canto nostálgico hacia las pirámides. Evoca las tumbas egipcias; se adentra en los ojos del faraón; imagina a las lechuzas volando por el Nilo; evoca el juicio de Osiris (deidad egipcia de los muertos), habla del pschent (corona del faraón, símbolo de poder en las dos tierras de Seth y Horus) y sus Elegías son el viaje al inframundo.
BLANCA Iveth Luna Mira el cielo, elije una nube, no trates de adivinar qué forma tiene o a qué se parece, sólo selecciónala y mírala. Piensa un nombre para ella o para él porque si bien, nube es un sustantivo de género femenino, tú puedes asignarle el que desees. ¿Quieres llamarla Rafael, Gilberto, Mariana o Lucía? Ahora ya tienes el nombre de tu nube, llevas varios minutos observándola, nota que comienza a cambiar de forma, va estirándose, está lentamente desapareciendo. ¿Cuánto tiempo pasará hasta que se vuelva invisible por completo? ¿Se unirá tu nube, a la que has decidido llamar Blanca, a otras nubes? ¿Querrá Blanca volver con su mamá nube, sus hermanos, querrá ella volver a casa? Mira a Blanca, a quien has decidido apodarle Blanquita, le estás tomando cariño. Mira cómo se marcha, se está yendo y tú sientes una opresión en el pecho y tú comienzas a sentir pesados los hombros, la nuca te duele, claro, llevas muchos minutos con la cabeza levantada, mirando al cielo. Hasta que Blanquita se va, ha desaparecido, ya jamás la volverás a ver, nunca verás otra nube igual a ella, el cielo se ha despejado, Blanca, Blanquita se ha ido finalmente y te ha dejado como estabas al principio: solo.
LOS ESCRITORES NO TENEMOS CASA Jorge Barragán “Una cosa se transforma en otra”, decía. Se tomaba una lata de Jack Daniels. Se quitaba y se ponía los lentes. Tan poco seductor como lo son la mayoría de los escritores. Aquel pobre hombre sudaba a borbotones tratando de mantener cierta tensión a partir de su plática. Más tarde iría con su señora y su perro, probablemente pequeño, un schnauzer o un chihuahua… en fin. Este hombre hablaba de distintos niveles del lenguaje que suscitan al momento de narrar algo, lo que sea. Con cada conclusión se sacaba de la manga un ejemplo que le diera la razón, generalmente de la Guerra de las Galaxias ¿¡Qué carajos!? El hijo pródigo de esta triste ciudad pataleando como un bebito en las tinieblas, tratando de valerse de palabras, sus palabras, aunque éstas nunca aparecían del todo: sus palabras dándole la espalda. Y los ademanes como salvavidas, en un mar pesado por ser apático. “La narración y lo narrable”, como la carne y el espíritu, como el lobo y su presa; igual al cinismo que se agranda con cada par de orejas, con cada mirada que atiende a este tipo que habla con vehemencia, hay que decirlo. El tipo que es dueño de un secreto que muchos en esta sala buscan con desesperación ¿Y el calor? ¿Qué carajos? ¿Y el ruido proveniente de la calle que araña esta burbuja que nos hemos inventado? Este club que parece terapia ¿Y los escritores más
norteños de Latinoamérica, los chicos empolvados y soñadores que esperamos con paciencia nuestro turno para dar el brinco, qué? Por mi parte, he venido a mamarme el calor a este taller literario impartido por Julián Herbert y de paso, sacarme la pereza que me apesta la vida, y de paso, seducir a una nena, si se puede. Cuando se tienen pretensiones de escritor nadie te dice que hay que chutarse el trago amargo de socializar la literatura: asunto suicida desde el origen. Yo preferiría largarme al monte, tronarme un carrujo y ponerme a escribir; mandar los trabajos por correo y sanseacabó. Una actitud tan cliché como tabú. Pero no todo está perdido. Volteo a mi derecha y miro a una chica con un rebozo naranja, exquisita. Más adelante otra de ajustados jeans; ambas, suspirando de aburrimiento esperando un rescate. Siento venir la típica tensión de un hombre deseoso que mira de lejos ese bizcochito que sabe no puede mirar. No con tanto detenimiento, al menos. “La elipsis es una figura mucho más fina y precisa de lo que parece”, interrumpía el viejo, el hombre importante ¡Bang! Así nomás, rompiendo mis ensoñaciones ubicadas siempre en el terreno gris de la misantropía. Después viene otra frase genial, después otra y otra más. Otro sorbo al Jack Daniels, otro suspiro de los chiquillos y el avance de los minutos en este miércoles. Si tan sólo se pudiera fumar o hacer un break para escabullirme en la plática de aquella nena que me intriga.
¡Carajo, cuándo vas a tener una vida! ¡Concéntrate, cabrón!, las palabras de este güey pueden servirte de algo si te aplicas poquito. “Los estructuralistas, lo digo con fe ciega, pensaban que toda la mímesis partía a través del diálogo…” ¿Qué carajos es mímesis? Si lo supieras, probablemente sabrías cómo hacer buenos diálogos. Tal vez así sabrías cómo cotorrearte a una nena… conseguir un trabajo decente, ¡carajo! “¡La pinche ciudad!”, grita de pronto el hombre mirándome a los ojos: el big man que parece darse cuenta de la paja mental que me chuto de pe a pa. Yo alcanzo a balbucear algo, pero antes de articular lo que sea, don Julián prosigue su perorata y posa sus ojos en alguien más, probablemente alguien que está ahí, al borde de la punta de su lengua a la espera de la siguiente epifanía. Una fuente de epifanías; este señor es una fuente de epifanías, ¡carajo! No sé por qué me cuesta tanto concentrarme, aprovechar algo, ¡carajo!; ¿y las nenas? No he conseguido que ninguna note mi presencia. Bueno, esto pinta para fracaso, ¡carajo! Tengo que decir tantas veces “carajo”, además, ¿Qué tiene que ver el compartimento superior de un barco (carajo) con la desdicha humana? chingado. Concéntrate, Pablo… repasemos: •Stephen King •Gareth •Ernest Hemingway •Fitzgerald •Guerra de las Galaxias Parece que este cuate está muy clavado con la cultura pop, a excepción de Gareth. La verdad, apenas si entiendo nada.
TARDE DE LLUVIA / Andrea Badillo / Saltillo, Coahuila
Eso sí, me cae que esto parece una clase de esnobismo. Chingado, otra vez mis actitudes de culero ¡Vamos, concéntrate! “Y les aseguro que Hemingway tenía un vocabulario más corto que el mío…” alcanzo a escuchar. Todos ríen. Todo es simpatía y yo me quedo fuera de la jugada otra vez. Pero en este punto me doy cuenta que no soy solo yo, descubro a varios marginados. Los escritorzuelos, entes periféricos: los que no llegan puntuales, los que no hacen las tareas, a los que no les interesa llenar el ego de este cabrón: el caudillo intelectual de nuestro rancho. En este punto, rumbo al final de la clase, me llega mi epifanía personal y no puedo evitar suspirar y sonreír. Todos somos rezagados, marginados y esta misma condición nos salva y nos incluye, también. Todos, desde el big man hasta el que apenas lleva tres párrafos escritos en su vida, somos obsoletos. Y q u e e s t a re a l i d a d y t a n t a s m á s q u e n o s c u b re n e n n u e s t ro h a l o d e ñ o ñ a s a b i d u r í a
más que un arma, una espada o una pluma, si se quiere, es un escudo que nos cubre, y que muchas veces no nos deja ver. No nos deja ver que ya nadie lee, que en estos talleres no se puede encontrar el tiempo presente, porque éste no es un taller de diseño gráfico, ventas o alimentación vegana autosustentable. Me da la sensación de no estar aquí, de que nadie está aquí. De que somos almas viejas que alimentan un “ahora”, hace tiempo fugado. Con todo y todo no cambiaría esto por nada. Elijo venir a escuchar a Herbert y no a un barbón afeminado que hable de las tendencias de Internet. Y que este oficio, que más parece resistencia que otra cosa, tiene la virtud de volver medianamente bueno a un culero como yo ¿Nada descabellado, eh? Suena la campana o Julián anuncia el término de la sesión, que es lo mismo, y todos se levantan de sus lugares rumbo a casa, y yo me pregunto ¿Cuál casa? los escritores no tenemos casa.
EL CLAVADISTA Fotografía digital Kikke Gámez Mazatlán, Sinaloa
SIN CAMARÓN
Adriana Cabrera González
Yo nací en un pueblo cercano al mar. Un doctor le dijo a mi madre que yo venía sentado. Hoy sigo sentado: tengo una licenciatura en letras hispánicas y soy cajero en una tienda comercial. En mi pueblo, donde yo nací, todavía se comen a las hormigas: las fríen o hacen salsa de chicatanas, huelen a orín y cuando se las comen fritas truenan como cacahuates entre los dientes. Mi pueblo se llama Camarón y a los camarones les llaman burritos de río. Los burritos de río viven debajo de las piedras y esas piedras debajo del agua. Mi padre es pescador. Olfatea los burritos. Por las noches cuenta que en el día los burritos miran su sombra aunque estén debajo de las piedras. La sombra nos sigue por las noches.
A mi padre lo sigue de día porque él es pescador. Mi papá también es veterano del ejército pero antes y después ha sido pescador. Nació también ahí, en Camarón. Se fue para el norte cuando era joven para hacerse soldado. Ahí mismo se hizo hojalatero, ya después él dijo que más bien era soldador. Le gusta el aguardiente o el licor de caña, pero no cualquier caña, la caña de su labor, la de su tiempo de zafra. A veces también cuenta historias de aparecidos porque se siente muy solo. Él sabe historias de franceses y el motivo del festival del 30 de abril en nuestro pueblo; cosa que muchos celebran pero pocos conocen. ¡Lástima que ya ninguna historia la cuente bien. El aguardiente le ha trastornado la sintaxis!
Extraño Camarón. Extraño la rotonda central aunque mis amigos digan que ya no es la misma. Nació también ahí, en todos los domingos, un montón de viejas chismosas al salir de misa, dejan caer sus traseros en las bancas de la plaza para criticar a las más prestigiosas familias: se oye de los Parissi, de los Alarcón, los Chazzarini y los Covarrubias, algunos apellidos son italianos y eso retumba por los alrededores de Camarón. Mi abuelo decía que los Italianos llegaron ahí hace muchos años para explotar la tierra, pero como no les gustó nada, sólo dejaron los apellidos y una mancha de sangre. De verdad extraño mi pueblo; los tiempos de lluvia que echan hacia el centro de las calles, sin pavimentar, a los micro-sapos que la gente aplasta
sin sentir. Echo de menos los paisajes de Camarón, los ciruelos pomposos, el chirriar de las chicharras sin dormir y el coro de las sabaneras al andar; la dulzura de la ilama y la pitahaya y hasta la amargura del jobo verde. Extraño a mi gente, su voz en melodía grotesca, las curaciones de mi abuela con albahaca y acuyo, la ausencia de invierno en diciembre y el bochornoso noviembre. Me faltan las creencias de mi gente. Me asfixia el esmog, la basura y la ciudad. Me entristece no escuchar la sinfonía de los grillos sonámbulos antes de la canícula. Me devasta la ausencia de verdor. Me falta la vida sin Camarón.
La calle donde vivo se llama Santa Rosalía
LA SANTITA ¿Quién se encarga de poner los nombres a las calles? La única vecina amigable discute contra los perros QUE “¡tú a mí no me vas a ladrar!” DISCUTE La ventana es una pista de baile. Un día compartimos asiento en el camión y me contó sobre su familia. CONTRA Ella iba hacia el psiquiatra LOS yo hacia la facultad. CÍNICOS patrona protectora ante las enfermedades infecciosas y la peste.
Ahora que lo pienso no sé cuál sea el nombre de la vecina amigable tal vez habría que volver a bautizarle le nombraría Rosa Lilia
Kika Luna
“la santita que discute contra los cínicos”. Admiro la certeza con la cual mis vecinos recorren las calles. No hay mayor certeza que un paseo ballenato taladrando a las nueve de la mañana.
La invitación FOTOGRAFÍA DIGITAL
La duda es un bote para naufragar en el tiempo y después regresar a casa. Ventana, soledad concreta Milagro de la La Santuzza Caminan los uniformes con sus respectivos niños Angélica ya no es la muchachita de caderas deliciosas ahora prepara la comida y tira los escombros en el terreno baldío. Rosalía de Palermo Rosalía promovida por los Benedictinos Tú tan europea y nosotros tan nosotros. A dos cuadras una mujer te masturba por cincuenta pesos y a varios kilómetros por varios millones. Ventana astral Santuzza benedictina Las calles son las cicatrices del mundo. Alguien me mira desde la otra ventana y de seguro tiene otro poema.
CRISS POULAIN
DIARIO DE UN PAR DE LAGARTOS Christian Martínez Ilustración de
NATALIA alejandrina blanco Toqué la puerta. Un tipo alto con texana negra, lentes oscuros y la nariz manchada de sangre, abrió. Antes, acordamos con el cantinero don Manuel ir a colocar a La lagarta en una de las paredes de El Bandido. —¿Qué pasó, compa? —¿Se encuentra Don Manuel?—pregunté mientras tapaba los rayos del sol con una mano. —¿Quién lo busca? —dijo con ese tonito parte madres utilizado en ocasiones por nosotros los norteños. —Vengo a poner… —¿Eres el del “diseño”? —Sí. —Pásale. En la acera de enfrente Natalia me esperaba bajo la sombra. La del “diseño” era ella, yo únicamente entraba a las cantinas a pedir permiso. En realidad ese “diseño” era una pegatina de una botella de tequila con una mujer lagarto dentro; Nata la había pintado hace un año inspirada en uno de mis
cuentos: nunca imaginé que algo tan lindo pudiera salir de aquello. Tiempo después, seleccionaron la fotografía de la intervención para la exposición Femme Fatale en la facultad de artes plásticas organizada por Charlie García. El sol pegaba directamente a la fachada adornada con anuncios de Carta Blanca y las frases Botana diaria gratis y No se permiten mujeres. Entré. Cerró la puerta. Yo no dejaba de mirar su nariz. “Tú agarra la pared que quieras… de preferencia ésa”, señaló la cercana a la entrada, “que se vea mamalón. Haz lo que tengas que hacer, nosotros estamos allá atrás poniendo un techo”, dijo el hombre. “¿¡Poniendo un techo!? ¿¡Y por qué sangras de la nariz y estás tan eufórico, hijo de puta!?”, pensé. Una vez fui a un vaciado y les aseguro que ese tipo de trabajo no produce euforia. De inmediato, imaginé a un grupo de caballeros en pleno domingo conectando la cruda a las dos de la tarde, en una “esnifadera” grupal. Solo un imprudente tendría la desfachatez de interrumpir tal regocijo de alegría. Yo no arriesgaría a Nata, y además ¿Qué tal si no invitan? Hubiese sido interesante permanecer y escribir la experiencia de compartir una tarde de júbilo con un grupo de adultos cocainómanos, pero había trabajo pendiente. Nos quedamos sin cantina en medio del centro histórico con 30 grados escupiéndonos en la cara, una pegatina de dos metros en las manos y una mochila que pesaba 5 kilos. Buscaríamos otro lugar. Entramos a La Chimenea, tugurio gay en una de las calles principales del Centro. La música era demasiado alta para sólo dos personas sentadas. Casi gritando, nos dirigimos al cantinero —¡Buenas tardes! —¡Si! estaba en la comprensible hora de la comida. Al pronunciar ese “sí” masticaba un buen bocado de atún; un trozo salió disparado de la boca y casi se incrusta en el ojo derecho de Nata. Ella lo esquivó con esa agilidad tan distintiva para evadir trozos de comida. Le tratamos de explicar con gritos nuestro plan y al final resultó que él no tomaba las decisiones. Por fin decidimos dejarlo para después. Antes de llegar a nuestro destino, bajamos del camión; llegaríamos al Bar Monclova a intentarlo una última vez. Es un lugar en la colonia Gonzáles cercano a la antigua zona de tolerancia inaugurada en los años setenta y teniendo como protagonistas a Doña Meche y a la Mexicana; la primera, según los vecinos del lugar, era morena de trenza larga y regalaba galletas de animalitos con café a los impúberes después de ser despachados, y la segunda, rubia de ojos borrados y siempre con una fila de caballeros esperando a bailar con la dama. Entré al bar; decenas de hidalgos se resguardaban del calor. La caguama estaba a cuarenta. En las bocinas sonaba, “Creo que ya es tiempo de ir con el psiquiatra” cantaba Gloria Trevi “¿Cuál de todos estos respetables habrá elegido esa canción?”, me pregunté. Detrás de la barra estaba Nelly, morena, ancha y con una rosa negra tatuada en el hombro izquierdo, y Nancy, rubia, de caderas deliciosas y ojos azules. Era como si doña Meche y le Mexicana siguieran trabajando en el lugar
—Buenas tardes —me dirigí a Nelly, la encargada— Estamos buscando un lugar como éste para poner esta pegatina —desenrollé el pergamino en la barra. Nancy, después de mirarme de arriba abajo, se acercó. —¿Tiene algún costo? —No. —Sí, no hay problema. Fui por Natalia para comenzar. Todas las miradas estaban sobre nosotros. “Con los ojos cerrado siempre lo amaré, con los ojos cerrados yo le quiero creer… ¡le voy a creer!”, la Trevi seguía en la bocinas. Comenzamos a pegar. Los caballeros miraban desconfiados. Tardamos aproximadamente 40 minutos. La lagarta por fin quedó en un lugar que la merece. Varios curiosos se acercaron a mirar. Sólo uno dijo “buenas tardes”. Repartimos revistas entre los comensales y nos despedimos de Nelly y Nancy. Esta publicación cumple un año y cada vez entiendo más a los desertores. A parte de lidiar con el ¿Cómo? se debe lidiar con el ¿Para qué? y como si no fuese suficiente también se debe tener en la cabeza el ¿Para quién? además de cargar con ese sabor de absurdo que siempre se debe de ignorar o al menos sobrellevar. Si nos lees por primera vez, nos presentamos. Y si nos sigues desde el inicio, te agradecemos la paciencia. ¡Salud y que viva el arte!
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