Prólogo a Nuestro Marx

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Prólogo

Ni la verdad ni la razón se abren camino solas Belén Gopegui

Preparar el ánimo de quien lea este libro, para eso han de servir, dicen, los prólogos y así lo procuraré porque es un libro luminoso en un país incierto, en unos tiempos oscuros de sabiduría y locura. Hace unos años, aquí, cada vez que un texto de, digamos, izquierdas, ya fuera ensayo, novela, o incluso un medio de comunicación, decía su palabra era casi obligado referirse a dos extraños subconjuntos: el de los convencidos y las convencidas, frente al de los no convencidos y las no convencidas. ¿Para quién es este libro, a cuál de los dos subconjuntos se dirige? Hace unos años, aquí no parecía posible dirigirse a ambos al mismo tiempo, ni tampoco romper la barrera entre ellos. Pero vivimos tiempos de luz y tinieblas, de sabiduría y locura en los que sí cabe pensar que un libro con propósitos revolucionarios circule entre los colectivos militantes que trabajan y estudian a Marx porque piensan que es necesario para sus luchas, tanto como entre colectivos y personas que pertenecen a tradiciones distintas, que nunca se acercaron al marxismo o lo hicieron en otras circunstancias y lo dejaron a un lado y ahora buscan nuevamente instrumentos que sirvan para comprender. Considero importante contar quién es Néstor Kohan, no sólo porque pasaremos seiscientas páginas de tiempo en su compañía sino porque Nuestro Marx lleva a cabo, en cierto modo, un acto de devolución, devuelve el sujeto al centro del marxismo, recuerda que son los cuerpos y sus sueños los que mueven la historia. El sujeto para Kohan, como para Marx, no será el yo, el típico «sujeto libre», propietario burgués de mercancías, que firma contratos y toma decisiones absolutamente soberanas y autoconscientes, no es, en fin, una ficción jurídica. «El sujeto interpelado por el marxismo», escribe Kohan «es principalmente un sujeto colectivo que se constituye como tal (incorporando las múltiples individualidades e identidades de grupo) en la lucha contra su enemigo histórico». Durante la lectura de cualquier libro, siempre cabe preguntarse qué hacía su autor o autora en los intervalos entre un tramo de escritura y otro: ¿iba a un trabajo enrarecido?, ¿se asomaba a la terraza de un hotel junto al mar?, ¿compraba en tiendas de ultramarinos?, ¿se reunía con otros y otras para organizar una resistencia ofensiva?, ¿cambiaba pañales?, ¿trabajaba y combatía y compraba en tiendas de ultramarinos, cuidaba a sus mayores y jugaba al futbolín? Habrá quien diga que ese tiempo es otro distinto, que no se cruza ni toca ni añade o quita nada a un texto autónomo 15


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