Rupay Historias de la violencia política en Perú 1980-1984
Luis Rossell - Alfredo Villar - Jesús Cossío
la oveja roja
Fragmento (Primer episodio)
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Chuschi En una sociedad jerárquica como la nuestra, los sentimientos antisociales son en primer lugar una fuerza, y además un artículo de consumo sobre el cual algún líder inescrupuloso puede encaramarse a la fama y convertirse en vocero de la violencia de todos los de abajo. Jacob Bronowski comenzó la guerra? La historia oficial nos remite a una fe¿Cuándo cha: 17 de mayo de 1980. Ese día un grupo armado comenzó el
incendio quemando las actas electorales en el pueblito de Chuschi. Suceso que, en su momento, pasaría desapercibido para los medios, pero que en la memoria senderista se denominó como ILA (Inicio de la Lucha Armada). Pero ¿cuándo comenzó la violencia que generó esta guerra? ¿Cuál fue la chispa que encendió la pradera y llenó de violencia el corazón de miles de ayacuchanos y luego de miles de peruanos? La memoria popular, aquella que no está escrita en libros, pero vive en canciones, artesanías y relatos orales nos lleva al 21 y 22 de junio de 1969. Esos días «a pólvora y dinamita» fueron sofocadas las protestas en defensa de la gratuidad de la enseñanza en Huanta y Huamanga. Campesinos, estudiantes, niños, mujeres y ancianos regaron con su sangre las plazas y calles de aquellas ciudades. La cifra oficial dice que «solamente» hubo 18 muertos pero se dice que al anochecer, bajo la impunidad del estado de sitio militar, decenas de cadáveres más fueron desaparecidos por las fuerzas del orden. Pero el sacrificio de los mártires había conseguido que el gobierno militar retrocediera y derogara el decreto supremo que restringía la enseñanza gratuita. Este hecho de magnitudes por igual heroicas y trágicas, enfureció y radicalizó a la población ayacuchana, sobre todo porque la masacre fue ordenada por un gobierno que se pretendía como «progresista y revolucionario». Para esta población, sobre todo para su juventud estudiantil, el estado burgués les había declarado la guerra y más que reformarlo había que destruirlo. Abimael Guzmán, en aquel entonces dirigente comunista y profesor de filosofía en la prestigiosa Universidad San Cristóbal de Huamanga, atizó esta rabia y hechizó a cientos de estudiantes y profesionales ayacuchanos
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con su prédica revolucionaria. Guzmán fundaría su propio Partido Comunista bajo el lema «por el Sendero Luminoso de José Carlos Mariátegui». Su partido, una pequeña célula escindida del PC Bandera Roja, crecería clandestina pero disciplinadamente durante toda la década de los setenta. El PC de Guzmán captaría su militancia sobre todo en la Facultad de Educación de la UNSCH y en los colegios Guamán Poma que dependían de ésta. Estos militantes adolescentes y juveniles, en gran parte hijos de campesinos, volverían a sus comunidades de origen para organizar «el partido y la revolución». Decenas de escuelas populares serían fundadas en el campo ayacuchano, allí donde nunca antes había llegado el Estado peruano, con el objetivo de crear la base social, «la masa», que lograría la victoria final. La prédica revolucionaria y mesiánica de Guzmán le ofrecía a esta juventud y a este campesinado humillado y ofendido la ilusión de un cambio radical. A diferencia de otros partidos de izquierda que coqueteaban por igual con la lucha armada y con el parlamentarismo, el PC ayacuchano enfatizaba su carácter de partido clandestino y militar. Su objetivo no era entrar en el juego electoral. Su objetivo era encender la llama de la revolución. Una «chispa en la pradera» que terminaría incendiando todo Perú.
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Fragmento del sexto episodio
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Fin del fragmento ‌