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Lobo negro

Lobo negro

La terapia de juego es una metodología de interacción en la cual el niño actúa e improvisa, pone a prueba el mundo y aprende de él. El juego permite el desarrollo mental, físico y social; aplicado como terapia sirve para que el infante pueda resolver confusiones y conflictos, es un espacio seguro, una zona de confort en la que pueden ensayarse, a modo de actuación, nuevas formas de ser.

Para Oaklander (2001 – p. 160) el juego también es una forma de lenguaje para los niños, es un espacio simbólico en el que pueden expresar vivencias que aún no pueden estructurar mediante las palabras, «usa el juego para formular y asimilar lo que experimenta.» En cuanto a la observación de la situación de juego, lo ideal es que el profesional no intervenga o lo haga de manera sutil, debe observar su proceso, observar el contenido del juego, vigilar las aptitudes de contacto del niño, entre otras cosas. Es un guía que no debe interrumpir el flujo natural del juego. No se debe interrumpir, pero si se deben imponer límites desde su posición de poder, como límites de tiempo (duración de la sesión) y normas de comportamiento para el uso de los elementos y la sala o consultorio, siempre creando una atmósfera de confianza y aceptación. La importancia de la terapia de juego es que la diversión contribuye a nutrir la relación entre el infante y el terapeuta, y ayuda a reducir o eliminar la resistencia y el temor a la terapia. Es un elemento adecuado de detección con el cual se puede observar en el infante la madurez, inteligencia, imaginación, percepción de la realidad, atención, destrezas, etc.

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Al momento de proponer actividades o plantear un momento de lectura, se pretenden generar situaciones que contribuyan en la formación del pensamiento flexible. Los elementos lúdicos deben ser fáciles de usar, divertidos, deben comunicar, estimular la imaginación y no hacer daño.

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