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pPor Los Rucos de la Terraza
CRÓNICA DE UNA ENTREVISTA FALLIDA Por Los Rucos de la Terraza
(Hace unos años, Los Rucos de la Terraza compartimos la crónica de una entrevista que nunca llegó a realizarse. Hoy volvemos a compartirla como testimonio de nuestra horrible trayectoria en el subterráneo musical. No incluye vaselina).
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Eran las 4:30 de la tarde del 25 de noviembre. Los Rucos de la Terraza nos dirigíamos al hotel Nueva Galicia, ubicado en una de las zonas más sórdidas de Guadalajara, cerca de la Calzada Independencia, donde abundan los bares y bules de mala muerte. Seríamos entrevistados por Reyna, para una revista on line. Desde hace tiempo Los Rucos de la Terraza hemos recurrido a los medios independientes de internet, pues la prensa escrita y la radio comercial han decidido mandarnos a la verga de manera rotunda.
Ese día dos de los integrantes de Los Rucos faltamos al trabajo para acudir a la entrevista. Llegamos vestidos de civil a las inmediaciones del hotel y nos estacionamos frente a unas bodegas abandonadas. El hotel estaba rodeado de patrullas de la Policía Federal y bajo la mirada de un montón de cuicos comenzamos con la rutina de siempre: quitarse la ropa, pintarse de puta, vestirse de mujer, pintarse de payaso... "hoy le pedí esta falda a mi mamá" dijo el bajista. El vestuario olía a puerco y sangre... todo dentro de la normalidad. Los vestidos de mujer te permiten sentir la brisa en los güevos, el pito también se siente más libre. Nos sentía-
mos en casa.
Cruzamos la acera para dirigirnos al lobby del hotel y los chiflidos no se hicieron esperar. De un camión nos aventaros dos pesos y nos gritaron "¡mamacitas!". Los cuicos murmuraban. Alguien dijo "yo sí le daba a la barbona". El olor a camarón invadía el ambiente.
En el lobby del hotel esperamos más de una hora. Los clientes nos miraban con sorpresa y subían al elevador cagándose de la risa. Algunas señoras movían la cabeza de lado a lado, mostrándose inconformes con nuestra presencia, "pinches payasos" dijo una de ellas. Los cuicos entraban y salían del hotel a mirarnos: nos habíamos convertido en atracción de zoológico. Todo lo soportamos mientras nos tomábamos una cagüama clandestinamente. Entonces, los güevos del vocalista dejaron una marca de sudor en el sillón y nos dimos cuenta que ya era tarde.
Por fin llegó una mujer. Pensamos que era la reportera, escondimos la cagüama y nos incorporamos para decir obscenidades, pero antes de que pudiéramos mencionar algo nos dijo -"¿Ustedes son Los Rucos?, dijo Reyna que ya les había avisado que la entrevista se cambiaría de fecha..." -"Reyna nos avisó más que pura verga", contestamos cortésmente. Nos levantamos molestos y salimos del hotel con cara de pendejos: nos habían dejado vestidas y alborotadas.
Nueva rechifla al cruzar la acera, nuevos gritos, miradas de cuicos. Dos policías se frotaban el pito mientras pasábamos. La brisa fría en los güevos calaba más que nunca y nos dimos cuenta que las erecciones son difíciles de disimular cuando se trae falda. Nos desvestimos en la calle mientras una mujer nos observaba desde el comedor del hotel. Subimos al coche aún con
maquillaje en el rostro y alguien dijo "ni la maquillada...", a lo que el puto del bajista contestó "así es la vida del payaso, esto no es cosa de un día". Parecía un profeta de la postmodernidad... aunque lo cierto es que andaba marigüano.
La nueva cita para la entrevista se acordó una semana después a la misma hora. Llegamos 15 minutos tarde. Nuevamente habíamos faltado al trabajo para acudir a la entrevista. Ahora nos estacionamos frente a una construcción donde trabajaban un putero de albañiles; los miramos desde abajo, estaban a contraluz entre las varillas y el concreto. Sabíamos que nos gritarían chingaderas.
Esta vez nos vestimos más rápido: misma rutina, mismo vestuario. Tuvimos la misma sensación de frescura en los tanates, nuestro escroto había sido nuevamente liberado y el sudor de los güevos comenzó a evaporarse rápidamente. En eso, unos veinte albañiles nos gritaron desde las alturas. Uno de ellos simuló masturbar a una varilla y el vocalista le mandó besos con la gracia de un puto niño teletón.
Entre los gritos de la gente cruzamos la acera y el pendejo del vocalista seguía mandándole besos a los albañiles. Llevábamos medio litro de pulque para empedarnos en el hotel sin hacer placa. Otra vez las patrullas de la Policía Federal, otra vez los cuicos murmurando, otra vez los pendejos del lobby, otra vez los pinches clientes, otra vez los güevos dejando una marca de sudor en el plástico de los sillones. Habían pasado 45 minutos y llegó la misma mujer de la ocasión anterior. No dijimos nada. Nos miró con vergüenza y dijo con tono de lástima "...que dijo Reyna que ella ya les había avisado que siempre no se iba a hacer la entrevista...". Nadie mencionó media palabra, pero todos pensamos lo mismo "...pinche pendeja". Nos levantamos en silen-
cio y le dimos las gracias a los empleados del hotel.
Reyna no nos dijo nada. Ni siquiera preguntamos la razón de la negativa a entrevistarnos. Ya nos había sucedido con anterioridad que los medios independientes que se jactan de difundir las propuestas del underground tapatío se reserven el derecho de admisión. Las radios por internet y las revistas en línea están adquiriendo un patrón cada vez más elitista y mocho. Son varios los espacios alternativos que no quieren involucrarse con Los Rucos de la Terraza. Decenas de entrevistas canceladas en los últimos seis meses.
Finalmente salimos del hotel y vestidos de putas decidimos recorrer el barrio. Saludamos a los albañiles y les enseñamos las nalgas (peludas y largas), nos tomamos fotos con unos lavacoches que se atizaban un churrote en la calle, fuimos acosados sexualmente por un bolero bien cachondo que no dejaba de agarrarse el bulto y entramos a un bar de mala muerte porque afuera había un letrero que decía "se solicitan meseras". En cuanto entramos el dueño del congal nos dijo "¡bienvenidas puchachas!". En el transcurso de la tarde nos abrasaron un chingo de borrachos, gritamos las canciones de la rocola, bailamos en un tubo improvisado y auténticas putas aplaudían nuestras mamadas.
Una señora desbordante con vestido rabón nos dijo mientras nos servía las últimas cervezas "no estén tristes ni melancólicos muchachos... el problema se llama juventud". Pensamos que era una gran filósofa, pero lo cierto es que ya andábamos bien pedos. Salimos de ahí cuando ya había anochecido, seguros de que esa era la verdadera escena subterránea y no mamadas de pinches revistas on line de mierda.