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En la tinta de…
Se contaba sobre los sitios donde vivían como el mítico Tlalocan: el lugar siempre verde, el país de las lluvias; “Los dioses de la lluvia mesoamericanos, son los dioses autóctonos por excelencia y, a semejanza de Tláloc, encarnan la Tierra, es decir, el territorio”. En efecto, en la actualidad olvidamos la veneración hacia lo que simbolizaban estos elementos esenciales para la existencia en el planeta.
La Madre Tierra se ha cansado de ser expoliada, maltratada, explotada sin miramiento alguno su venganza la estamos viviendo ya en estos momentos, a causa de la cultura del consumo indiscriminado de todo lo que nos rodea trastocado abruptamente la cadena alimenticia. Las sequías que arrasan a la esfera terrestre, por la contaminación acelerada por el CO2, los incendios de inmensas zonas forestales, la contaminación de los ríos, el secamiento y acidez de la base rocosa de la tierra incluida el manto marítimo; el derretimiento de los casquetes ha provocado que el nivel de mareas aumente apropiándose de extensiones de tierra y la evaporación rápida del líquido y salinización de los suelos inapropiados para agricultura.
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La escasez de agua va a provocar futuras guerras por obtener el vital líquido. Por mencionar algunos de los resultados de nuestra actitud de ecocidio. ¿Podemos revertir el daño? ¿Castigar a los causantes de la expoliación sistemática de estos recursos? ¿Existen otras formas de vivir sin dañar el medio ambiente? Son inquietantes preguntas que nos corresponde como generación resolver. Como indiqué al inicio, desear a que todo vuelva como antes es una falacia, sin embargo la toma de conciencia de grupos ecologistas serios, representados por sectores de la población joven y científica, elaboran propuestas, programas alternativos en fomentar en todos los niveles del quehacer humano una cultura de desarrollo y consumo sustentable y esta visión se ha enriquecido con modelos aplicados por grupos indígenas los cuales han enseñado que puede coexistir un equilibrio entre el ser humano y la Naturaleza y es urgente llevarlo a la práctica y no esperar que la Madre Tierra nos expulse de su seno a otras galaxias y planetas tan lejanos y ajenos a nuestra formas de vida y afectos.