8 minute read

Liderazgo en la organización actual

El mundo actual requiere de un líder que sepa conjugar la capacidad de servicio con sus talentos para asumir los retos de un entorno altamente demandante

Por Otro. José Luis García Pérez, Director Senior de Operaciones DHL Supply Chain y Dra. Soraya Reyes Guerrero, Directora de Efectividad Institucional UPAEP.

El liderazgo es un conjunto de habilidades sociales e intelectuales que nos permiten guiar a otros hacia una meta común y explícita. El líder conduce, guía, orienta, da rumbo, integra, crea una visión y diseña estrategias. Imprime un estilo propio al trabajo en equipo. Sus seguidores, dentro del marco de toda su diversidad, son beneficiados por su conducción y visión de cara a los proyectos en sus manos. En ello, el liderazgo puede ser transaccional (basado en incentivos de desempeño), transformacional (impulsado por la innovación y participación creativa), situacional (cambiante acorde a contextos) y participativo (fundamentado en una toma conjunta de decisiones), entre otros.

No debemos confundir liderazgo con talento. El talento es un conjunto de habilidades mentales y emocionales que nos permiten crear conceptos o cosas nuevas, resolver situaciones a partir de ideas o puntos de vista innovadores. Todo ello, en ocasiones, sin que sea necesaria la participación de otras personas para lograrlo.

Por otro lado, liderazgo y autoridad tampoco son lo mismo. La autoridad se desprende de una posición de poder reconocida por la sociedad o la organización que permite al que la posee hacer valer su criterio, puntos de vista o voluntad. Esto podría implicar que el equipo se pliegue a dichos criterios o puntos de vista preservando su propio estatus, bienestar o seguridad laboral, pero sin que necesariamente su aportación o cooperación esté motivada por un compromiso con el logro de la meta.

No obstante lo anterior, es una realidad que hay autoridad ganada no por la posición de poder o jerarquía ocupada. Aún sin tener ésta última, hay quienes cuentan con ascendencia sobre otros. Este reconocimiento puede darse por el carisma, la experiencia y el conocimiento, entre otros factores. Este tipo de autoridad de facto (no formal) tiene gran capacidad de influir en otros, transformándose en un liderazgo natural o tácito. La autoridad no formal es de gran valía y se deben incorporar a quienes la han ganado como un gran compañero de líderes formales que pueden capitalizar su facilidad de influir para ser agentes de cambio.

El liderazgo, sin importar el contexto, el calado de los proyectos, el tamaño de la organización o la brecha generacional, es una pieza fundamental en el logro de metas y el clima organizacional. No obstante, en consonancia con la realidad actual, hay variables como la enorme cantidad de datos e información disponible, la marcada distancia generacional entre los miembros de las organizaciones y una diferente percepción del concepto de autoridad y normas sociales que provocan que hoy haya un mayor rechazo a la autoridad (sea formal o no) y a la comunicación de ideas u objetivos. Por ello, el líder armado con sus propias capacidades debe retomar el marco referencial que estas variables anteponen a cada situación para alcanzar los objetivos. Por ende, talento y liderazgo son una dupla ganadora.

Aunado a lo anterior, la competencia cada vez más feroz y la necesidad de crecer y seguir siendo relevantes, hace que las organizaciones dependan cada vez más de contar con miembros comprometidos, con un alto nivel de educación formal y bien dispuestos a aportar voluntariamente su talento y creatividad para el logro de los objetivos organizacionales. Es decir, las organizaciones precisan de un líder.

Al ser entes dinámicos, las organizaciones se mueven en el tiempo y tienen una rotación laboral natural. Es de reconocer que las nuevas generaciones están dispuestas a participar con las organizaciones de manera entusiasta. Son de su interés aquellas organizaciones que no solamente los remuneren adecuadamente desde la perspectiva económica, sino donde además se identifiquen con los objetivos o políticas sociales de la organización (como el tener un programa de participación activa en la protección del medio ambiente o tener un programa de diversidad y responsabilidad social) y, en adición a lo anterior, hay además un liderazgo con el cual se puedan identificar y comprometer. Esto hace que el verdadero liderazgo sea de forma cada vez más patente un factor crítico en las organizaciones de hoy a todos los niveles.

En la gran mayoría de las organizaciones los niveles ejecutivos y de autoridad están ocupados por personas de las generaciones X o baby boomer, mientras que los niveles operativos y creativos están generalmente ocupados por personas de generaciones más jóvenes. Esto crea una brecha generacional que puede hacer más difícil la interacción entre sus miembros.

La brecha generacional actual en las organizaciones es una realidad que debe ser apreciada y manejada positivamente para conjugar la diversidad de los elementos del equipo y sus talentos en una riqueza en la cual la institución pueda depositar su confianza. Integrar un equipo por sus habilidades es más fructífero que por sus generaciones o edades. La cercanía de las nuevas generaciones con la tecnología y automatización de procesos es un valor que enriquece y complementa el trato directo y cálido con los clientes que las generaciones mayores privilegian al crear redes de colaboración. Ambos enfoques son valiosos y complementarios cuando se trata de alcanzar objetivos y mantenerse relevantes en el mercado.

Obtener resultados extraordinarios en nuestro entorno actual requiere de verdadero trabajo en equipo y los verdaderos equipos requieren de líderes inspiradores, no de simples jefes o supervisores. La competitividad se teje a partir de colaboradores talentosos y comprometidos con una visión compartida.

El liderazgo implica entender y adoptar los objetivos y comunicarlos a los colaboradores (el equipo) de una forma que les permita asumirlos, adoptarlos y estar convencidos de que dichos objetivos son positivos y merecedores de su esfuerzo y compromiso individual y como grupo (visión compartida). Igualmente importante es crear un entorno donde el trabajo se desarrolle de una manera armoniosa y todos los miembros del equipo se sientan valorados y donde su aportación haga una diferencia tanto para el equipo como para la consecución de los objetivos organizacionales.

Esto implica dos cosas extremadamente relevantes. La primera es que el líder debe entender y conocer como personas a los miembros del equipo, sus deseos, motivaciones, intereses personales y profesionales, aspiraciones y problemas. No es posible transmitir objetivos e inspirar a personas a las cuales no se les entiende ni conoce.

La segunda es que el líder debe entender que el estilo de liderazgo desplegado dentro de un equipo va cambiando de acuerdo con el tema o situación en particular que se aborda en un momento dado. El líder no lo sabe todo y no es experto en todo y debe, en ocasiones, compartir el liderazgo con el miembro del equipo que tenga más conocimiento o experiencia sobre el tema a abordar. Esta honestidad o reconocimiento de sus límites transmite un mensaje positivo que el equipo sabrá apreciar.

Reconocer las aportaciones de otros miembros de equipo no implica que el líder pueda transferir o abdicar su responsabilidad ni tampoco que las decisiones se tomen invariablemente de una manera democrática (i. e. por votación o consenso de los miembros). El liderazgo impulsa y valora la participación, más no necesariamente es democrático para toda toma de decisiones. Hay momentos en que todo líder asume la responsabilidad de una decisión o elige un curso de acción sin mediar un consenso previo.

Pudiera parecernos entonces que el liderazgo que requieren ahora las organizaciones es imposible o muy difícil de alcanzar. Sin embargo, hoy como antes, el liderazgo sigue siendo como se define en la literatura tradicional: un valor, una actitud y una virtud. El líder fundamenta su accionar en su vocación de servicio; por ello en sí mismo el liderazgo es un valor.

La apuesta por el servicio aunada a un despliegue de habilidades como la proactividad y el pensamiento crítico hacen que el liderazgo sea una actitud o estilo de vida para quienes lo ejercen. Pero, es también una virtud por la forma en cómo asume con fortaleza y compromiso los riesgos y el control de equipos y proyectos.

En ese sentido, el liderazgo que hoy se requiere en un entorno altamente demandante y diverso debe considerar los parámetros o variables de la realidad organizacional y seguir poniendo su talento al servicio de las causas comunes, los objetivos y la diversidad de interlocutores internos y externos con los que colabora y a quienes atiende.

This article is from: