Cómo atravesar el fuego de José Gonzalo

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Publicado por: L.U.P.I. (La Única Puerta a la Izquierda) PRIMERA EDICIÓN: Junio 2016

De los textos: José Gonzalo De la presentación del autor: Rocío Álvarez Albizuri

Derechos exclusivos de esta edición: A. C. La Única Puerta a la Izquierda Colección: Luna de impares Diseño y maquetación: Sergio Verdú · www.elencargado.com Fotografía del autor: Carlotta Cánovas Cúneo Coordinación de la colección: Hipólito García Fernández, Bolo ISBN: 978-84-945148-2-1 DEPÓSITO LEGAL: BI-593-2016 Impresión y encuadernación: Reprográficas Malpe, S.A.

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CÓMO ATRAVESAR EL FUEGO JOSÉ GONZALO



A Carlotta, los dos sabemos por quĂŠ.



PRÓLOGO



Siempre que nos encontramos nos damos un fuerte abrazo. José Gonzalo es de los que te aprieta y cierra los ojos. De los que busca sacar lo máximo de cada gesto, de cada mirada. José Gonzalo es de esos escritores que adora a su pequeño recién nacido con todo, por lo que prologar esta obra no es más que un auténtico regalo. Cogí el libro, y emigré (literalmente) varios cientos de kilómetros con él como único equipaje. “Cómo atravesar el fuego”, y yo. Van cinco veces, cinco lecturas, todas diferentes, cada una un encuentro fortuito y espontáneo, radical, suave, tenaz y agridulce; cada vez distinto. Este nuevo poemario es una gran atmósfera de descubrimiento, de rabia, de pasos hacia delante y años de mirar atrás. Es un libro que puede golpear y tornear con suavidad los dedos sobre la cara. Es un libro que remueve desde las vísceras, con la fuerza de su autor, que ya, viendo lo escrito, ni espera, ni tiene dudas. Un mundo azul, gris, visitado y concurrido por monjas, aves, niños, investigaciones callejeras e instintos salvajes, impregnado del aroma de los bares de Madrid y de los campos de Palencia. Aires que juegan y rebuscan en las manos de Gonzalo desde hace años, el tiempo que lleva digiriendo y pasando a limpio (o a sucio) cada una de estas puras y animales sensaciones que ha estampado sin remilgos, ni miedos sobre el papel.


Según he avanzado la lectura, he ido descubriendo asuntos, que no por evidentes odados por hecho en la poesía son menos emocionantes y sorprendentes de encontrar hoy en día en un poemario. Lo que esconde el poeta, lo que muestra,lo que la poesía calla y el lector encuentra, lo que el lector desea y el poema lebrinda, los silencios no escritos, los escritos, las palabras volcadas y remolcadas por el autor, las ganas que no cesan y la página que se agota frente a un goteo constante y a veces agitado del escritor. Lo miro, lo recojo de nuevo entre mis manos y lo abro, otra vez, y es que pienso, (si es que pensar puede tener que ver con sentir y con rescatar cabos sueltos en la mente) que la poesía lo es todo, y no existe a la vez; punto en el que coincido siempre con el autor de este nuevo libro, que pronto dejará de serlo par dar paso a otro y a otro más. Pienso que Gonzalo, nuestro José Gonzalo, siempre de oscuro, siempre tenue y calmo, siempre optimista, ha reventado. Sin escrúpulos, pero con mucha elegancia, encima de un trozo blanco y terso de papel, y no ha dejado nada para más tarde. Como debe ser. Las palabras de Cómo atravesar el fuego pueden y podrán culminar en la lectura de personas diferentes en sitios distintos, rodeadas de vidas coloridas o tristes, entre animales, rocas u oficinas, pero siempre, inevitablemente, harán su efecto sanador y poético; y transformarán a su paso, por obra y gracia de este norteño, todo lo que se les cruce. Eso sólo pasa con la poesía honesta, la de verdad, la que no busca beneplácitos,


ni premios, ni seguir a la manada, la que va por libre y canta sola. De eso va escribir. Un modo de supervivencia, la única manera de alcanzar la realidad de ser. Sin más. Lo logró. Dejó de lado todo e hizo poesía su mundo. Para todos nosotros. Rocío Álvarez Albizuri. Octubre 2015.



Pequeño pájaro madrugador Dicen que mi hermano es ahora feliz con su nueva familia. Aquí hay sangre, y heces. Son frescas. Y el camino va directo hacia nuestra comida. Sólo pido un respeto a la fiebre. Al instinto mamífero y a su sombra. Pequeño pájaro madrugador, reúne a los ancianos en la montaña. Es una orden. Tenemos que hablar.

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Misántropo de buen corazón· Rafael Carvajal

La edad de oro Túmbate. Relaja tu bigote de marica. Enséñanos de una vez cómo crecen tus hijos en esta huelga suicida. Descansa, ocupa el dormitorio conyugal. Ofrece tu tercera vida animal a los grandes poderes sanadores. Entrégate a los principios masculinos. El enano sin corona puede más como primera esposa que como erudito egipcio. Prefiere torturar animales a gobernar su reino. Tú, que has sido tantas mujeres a lo largo de la historia. Es hora de lanzarte al fuego. Es hora de dejar el camino por el que todas estas bestias cruzan sedientas el centro comercial.

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Tal vez Que la variedad egipcia, (a la hora de tratar la muerte), nos de fuerzas para seguir el rastro del ciervo cojo entre las luces. De noche. A solas. En privado. Paseando por las descripciones atmosféricas del cementerio. Hasta las cruces del norte se irritan al pensar en el poder que tienen las monjas durmiendo en la playa. Una cotidiana perturbación sin imágenes. Cerca de mi hogar hay edificios invadidos por palomas. Ratas voladoras que defecan en camas, donde antes dormían niños.

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Misántropo de buen corazón· Rafael Carvajal

Con esa necesidad continua de estar siempre en movimiento. Como todos esos poetas que se pasean por los bares, disfrazados de macarras, a punto de romper a llorar. Naranjo y traición. Es hora de dejar la escuela. Y yo que creía saber algo más. Y Yo que creía saber mucho más.

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Misántropo de buen corazón· Rafael Carvajal

El peligro del retorno Ese payaso vacilante, desconectado del reino. Que lleva en la frente una corona de soles negros. La barcas judías pulverizan al elefante que tiene olfato de niño. Cucarachas azul marino que vigilan como rocas el cáncer de mi amor. Aceitunas sin hueso bailando sobre su nuca. Ese payaso vacilante, recién llegado, se retuerce por el reíno del cóndor sin saber quién es. Sigue bebiendo y recibiendo escupitajos durante años. No tiene claro si subirse a la noria o pedir una ambulancia. Los ojos fijos en ultramar. El centelleo de la primera estrella. La madre de los dos menores está ya encarcelada. Puedes creerlo, o no. La vida merece la pena.

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Miedo El miedo no es pensar que vas perdiendo poco a poco el blanco de tus dientes. O notar que Ăşltimamente ni siquiera haces bien la digestiĂłn. El miedo es darte cuenta de que viajas en coche con un muerto disfrazado de castor.

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