POEMARIO
Limerick. Zoo Loco. ¿Saben qué le sucede a esa Lombriz que se siente infeliz, muy infeliz? Pues no le pasa nada, sólo que está resfriada y no puede sonarse la nariz. ¿Saben por qué la Garza colorada sobre una sola pata está apoyada? Porque le gusta más, y piensa que, quizás, si levanta las dos se cae sentada. Siempre de frac y con zapatos finos, No parece que fueran argentinos. ¿Por qué, por qué será que no usan chiripá ni poncho ni alpargatas los Pingüinos? Una Hormiga podrá tener barriga que a nadie desconcierta ni fatiga. Lo que a toda la gente le parece indecente es tener una Hormiga en la barriga. Un pajarito que se llama Blas, que tiene pico largo y para atrás, nadie lo ha visto aún pues parece que es un Pajarito que no existió jamás. Un Sapo médico, en Cala muchita, cobra veinte centavos la visita. Su única receta ordena estar a dieta de chupetín de remolacha frita. En Tucumán vivía una Tortuga viejísima, pero sin una arruga, porque en toda ocasión tuvo la precaución de comer bien planchada la lechuga. Si alguna vez conocen una Trucha que en un árbol muy alto hizo la cucha, que solamente nada en agua no mojada, señores, esa Trucha está enfermucha.
La Llama, pobre, es un animalito Poco apreciado en la ciudad de Quito, Porque en el Ecuador Hace tanto calor Que quien llama a las Llamas, estĂĄ frito. (MÂŞ Elena Walsh)
El otoño El otoño llega en su tren oscuro de viento y niebla. Con su larga mano, arranca una a una las hojas del árbol: de todos los árboles, de todos los bosques, de todos los parques. Descalzo, pasea oyendo el ruido de las hojas secas y se marcha luego en su tren oscuro de niebla y de viento. (Carlos Murciano)
La nube más blanca La nube más blanca sale de paseo. Parece una oveja, parece un cordero, parece un caballo sin su caballero. Se estira, y parece un ancho pañuelo. Se encoge, y parece tan sólo un recuerdo. (Carlos Murciano)
La fiera corrupia La fiera corrupia es verde con rayas, en ascuas los ojos, la cola enroscada. Corre, corre, corre, corre que te alcanza. Pablito la ha visto pelando la pava y le dijo: ÂĄMauu! con voz desusada. Corre, corre, corre, corre que te alcanza Es verde, muy verde, con algunas rayas, y en las piedras lisas sus uĂąas clavaba. Corre, corre, corre, corre que te alcanza. Sentada en un canto de piedra labrada, se afila los dientes con una navaja. Corre, corre, corre, corre que te alcanza. (Fernando VillalĂłn)
Cizaña Amiga cigüeña se puso a la greña con amiga araña: que si pedigüeña, que si mala entraña, que si una castaña, que si un haz de leña, que si por trigueña, que si por extraña, que si aquella seña, que si una patraña, que si tan tacaña, que si tan pequeña, ¡que si una alimaña! Amiga cigüeña con amiga araña. (Mirta Aguirre)
En medio del puerto En medio del puerto, con velas y flores, navega un velero de muchos colores. Diviso a una niña sentada en la popa: su cara es de lino, de fresa, su boca. Por más que la miro, y sigo mirando, no sé si sus ojos son verdes o pardos. En medio del puerto, con velas y flores, se aleja un velero de muchos colores. (Antonio García Teijeiro)
En un trozo de papel En un trozo de papel con un simple lapicero, yo tracé una escalerita, tachonada de luceros. Hermosas estrellas de oro. De plata no había ninguna. Yo quería una escalera para subir a la Luna. Para subir a la Luna y secarle sus ojitos, no me valen los luceros, como humildes peldañitos. ¿Será porque son dorados en un cielo azul añil? Sólo sé que no me sirven para llegar hasta allí. Estrellitas y luceros, pintados con mucho amor, ¡quiero subir a la Luna y llenarla de color! (Antonio García Teijeiro)
De ola en ola De ola en ola, de rama en rama, el viento silba cada mañana. De sol a sol, de luna a luna, la madre mece, mece la cuna. Esté en la playa o esté en el puerto, la barca mía la lleva el viento
(Antonio García Teijeiro)
A LA RUEDA A la rueda, a la rueda de la patata, el que quiera, el que pueda, salte a una pata. El pequeño canguro saltaba a dos. Huy, el pobre, qué apuro, le dio la tos. La pequeña cangura no corre: llora. Así y todo asegura que es vencedora. A la rueda, a la rueda de la fortuna, el que juegue, el que pueda, no falle una. (Antonio Gómez Yebra)
No me pises Niña de ojos azules. Niña de ojos castaños. Quita tu pie de mi pie que me estás haciendo daño. Yo te quiero, con locura. Yo te amo, con tesón. Si no levantas el pie te devuelvo el pisotón. (Miliki) Pensando en una nube Nube que tapas el sol y después sigues de largo. La verdad, no me hago cargo ni le encuentro la razón. Si te fueras a quedar, lo comprendo, no porfío. Mas si solo es fastidiar, no lo tapes que hace frío… (Miliki) Amapola vergonzosa Una amapola encontré en el campo, estaba sola. La miré, le dije “hola” y se volvió del revés. Yo le pregunté: ¿Por qué te escondes de mi mirada? Y me dijo: ¿No lo ves que me pongo colorada? (Miliki)
PESADILLA !Qué espantosa pesadilla, vaya trola, en sueños fui pescadilla que se mordía la cola! Vaya una broma pesada, vaya agüero, la pescadilla enroscada no es otra que un cero! Y ser un cero a la izquierda, !qué derrota! pues todo el mundo recuerda que no existe peor nota. Fui pescadilla, fui churro, rodaja de calamar, ¿me han de crecer, como a un burro, las orejas sin parar? (A. Gómez Yebra)
EL CHUCHO DE CHICHO Chicho tiene un largo chucho que se ducha alguna noche, y como no chilla mucho suele llevarlo en el coche. Es un perrito salchicha, chachi, con chispa y muy macho, que salta lleno de dicha y se acuesta en un capacho. Déjame tu chucho, Chicho, y te invitaré a bizcocho, pues es un chollo este bicho y va más chulo que un ocho.
(A. Gómez Yebra)
Romance sonámbulo Verde que te quiero verde. Verde viento.Verdes ramas, El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura, ella sueña en la baranda, verde carne,pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana. Las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas. Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias. ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde…? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga. (Federico García Lorca)
Mariposa Mariposa del aire, qué hermosa eres, mariposa del aire dorada y verde. Mariposa del aire, ¡quédate ahí, ahí, ahí!... No te quieres parar, pararte no quieres. Mariposa del aire dorada y verde. Luz de candil, mariposa del aire, ¡quédate ahí, ahí, ahí!... ¡Quédate ahí! Mariposa, ¿estás ahí? (Federico García Lorca)
Balada amarilla En lo alto de aquel monte hay un arbolito verde. Pastor que vas, pastor que vienes. Olivares soñolientos bajan al llano caliente. Pastor que vas, pastor que vienes. Ni ovejas blancas, ni perro, ni cayado,ni amor tienes. Pastor que vas, como una sombra de oro en el trigal te disuelvas. Pastor que vienes. (Federico García Lorca)
Balada del caracol negro Caracoles negros. Los niños sentados escuchan un cuento. El río traía coronas de viento y una gran serpiente desde un tronco viejo miraba las nubes redondas del cielo. Niño mío chico ¿donde estás? Te siento en el corazón y no es verdad.Lejos esperas que yo saque tu alma del silencio Caracoles grandes. Caracoles negros (Federico García Lorca)
La guitarra Empieza el canto de la guitarra. Se rompen las copas de la madrugada. Empieza el llanto de la guitarra. Es inútil callarla, es imposible callarla. Llora monótona como llora el agua, como llora el viento sobre la nevada. Es imposible callarla. Llora por cosas lejanas. Arena del sur caliente que pide camelias blancas. Llora flecha sin blanco, la tarde sin mañana, y el primer pájaro muerto sobre la rama. ¡Oh,guitarra! corazón malherido por cinco espadas. (Federico García Lorca)
El lagarto está llorando El lagarto está llorando. La lagarta está llorando. El lagarto y la lagarta con delantalitos blancos. Han perdido sin querer su anillo de desposados. ¡Ay, su anillito de plomo, ay, su anillito plomado! Un cielo grande y sin gente monta en su globo a los pájaros. El sol, capitán redondo, lleva un chaleco de raso. ¡Miradlos qué viejos son! ¡Qué viejos son los lagartos! ¡Ay cómo lloran y lloran, ¡ay!, ¡ ay!, cómo están llorando! (Federico García Lorca)
La niña que se va al mar ¡Qué blanca lleva la falda la niña que se va al mar! ¡Ay niña, no te la manche la tinta del calamar! ¡Qué blancas tus manos, niña, que te vas sin suspirar! ¡Ay niña, no te la manche la tinta del calamar! ¡Qué blanco tu corazón y que blanco tu mirar! ¡Ay niña, no te la manche la tinta del calamar! (Rafael Alberti)
Enanitos Cuando está la luna sobre el horizonte muchos enanitos juegan en el monte. A las esquinitas y a la rueda,rueda, juegan los enanos bajo la arboleda. Muy blanca la barba, muy rojo el vestido, los enanos juegan sin hacer ruido. Y así, como blandos ovillos de lana, por el campo corren hacia la montaña. (Germán Berdiales)
DE CUENTOS En mi cuento había un rey muy gracioso a quien le encantaba vestirse de oso y una reina flaca loca por las motos que nunca llevaba vestidos lujosos, sino camisetas, pantalón vaquero, botas militares y chupa de cuero. En mi cuento, niños, estaban también las princesas Iria, Irene e Inés. Iria, la mayor, era una princesa (puedo segurarlo) de pies a cabeza Vestía con telas siempre delicadas y estaba atendida por muchas criadas. La segunda, Irene, sólo era feliz con un libro abierto frente a su nariz. En la biblioteca se pasaba el día leyendo y leyendo los libros que había Inés, la tercera, amaba el teatro e iba por palacio siempre interpretando... Podíamos verla recitando versos o frente a un espejo ensayando gestos.
Todos en mi cuento eran muy felices y seguramente comĂan perdices... (Alicia BorrĂĄs)
ENCANTO DE LUNA Y AGUA La luna pesca en el charco con sus anzuelos de plata. El sapo canta en la yerba, la rana sueña en el agua. Y el cuco afila la voz y el pico contra las ramas. Con su gesto de esmeralda, la rana, soltera y sola, desnuda al borde del agua. La luna, quieta y redonda. Cucú, cuclillo, Rabiquín de escoba. ¿Cuántos años faltan para tu boda? Habló el cuco desde el árbol: Rana pelona, Chata y fondona, si quieres maridar, rana pelona, fofa y buchona, habrás de saber cantar... Cantar y bailar y llevar la luna del agua en tu ajuar. Estaba la rana con la boca abierta; le cayó la luna como una moneda. Chapuzón y al charco... ¡Hoy cantó la rana un cantar tan blanco! Dijo la rana: ¡Qué linda canción! Dijo el sapo: De luna y amor. Dijo la rana: De amor sin marido... Dijo el sapo: Yo caso contigo. Dijo la rana: Prendada me quedo. Dijo el sapo: De gran caballero. La rana tuvo un lucero... ¡Mi Dios, cómo lo besaba! Todas las mañanas viene a verlo la luz del alba.
¿Cuánto me das, lucerito, por que te saque del agua? Yo no quiero que me saques, ni ser estrella de plata, que yo tengo sangre verde de yerbas y de espadañas. ¡Ay, mi casita de juncos, ay, mi casita del agua, ay, con macetas de luna, ay, con barandales de algas!... La rana tiene pañales y el sapo toca la flauta.
(Alejandro Casona)
Soy la araña Soy la araña de España que ni pica ni araña, bailo flamenco en la pestaña. Bailo con todas mis patas. -¡Tacatá, tacatá! Me columpio en mi escenario, entre flores y canarios en mi tela de cristal. -¡Tacatá, tacatá! Y se me olvida cazar; si se cae mosquita o mosquito a verme bailar invito. - ¡Tacatá, tacatá! Soy la araña de España, que ni pica ni araña. Soy la araña andaluza y taco taconeo si mira la lechuza. -¡Tacatá. Tacatá! Soy la araña de España, bailo flamenco en la caña. -¡Tacatá, tacatá! Se me ha roto la tela de tanto bailar. (Gloria Fuertes)
Gatos constipados
Somos dos gatos, Rosquito y Ros, estamos malitos, tenemos tos. Tose Rosquito y toso yo. Y por la noche, cuando dan las dos, nos da la tos a los dos. Sale la dueña con un escobón, nos echa a la calle sin preocupación. Sin leche caliente, doy diente con diente, sin lumbre ni manta, el frío me espanta. Nos tiembla el bigote, nieve en el cogote. -¡No lo entiendo! -dijo Rosquito apenado-. Hasta que se nos pase el resfriado, tenemos que dormir en el tejado. Tirita Rosquito. Tirita Ros; de ver a los gatos, tirito yo. (Gloria Fuertes)
En las mañanicas En las mañanicas del mes de mayo cantan los ruiseñores, retumba el campo. En las mañanicas, como son frescas, cubren los ruiseñores las alamedas. Ríense las fuentes tirando perlas a las florecillas que están más cerca. Vístense las plantas de varias sedas que sacar colores poco les cuesta. Los campos alegran tapetes varios, cantan los ruiseñores, retumba el campo. (Lope de Vega)
“Pues andáis en las palmas…”
[...] Pues andáis en las palmas, Ángeles santos, que se duerme mi niño, tened los ramos. Palmas de Belén que mueven airados los furiosos vientos que suenan tanto. No le hagáis ruido, corred más paso, que se duerme mi niño, tened los ramos. El niño divino, que está cansado de llorar en la tierra por su descanso, sosegar quiere un poco del tierno llanto, que se duerme mi niño, tened los ramos. Rigurosos hielos le están cercando, ya veis que no tengo con qué guardarlo. Ángeles divinos que vais volando, que se duerme mi niño, tened los ramos. (Lope de Vega)
Sonatina
La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? Los suspiros se escapan de su boca de fresa, que ha perdido la risa, que ha perdido el color. La princesa está pálida en su silla de oro, está mudo el teclado de su clave sonoro, y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor. El jardín puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la dueña dice cosas banales, y vestido de rojo piruetea el bufón. La princesa no ríe, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la libélula vaga de una vaga ilusión. […] ¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa quiere ser golondrina, quiere ser mariposa, tener alas ligeras, bajo el cielo volar; ir al sol por la escala luminosa de un rayo, saludar a los lirios con los versos de mayo o perderse en el viento sobre el trueno del mar. Ya no quiere el palacio, ni la rueca de plata, ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata, ni los cisnes unánimes en el lago de azur. Y están tristes las flores por la flor de la corte, los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte, de Occidente las dalias y las rosas del Sur. ¡Pobrecita princesa de los ojos azules! Está presa en sus oros, está presa en sus tules, en la jaula de mármol del palacio real; el palacio soberbio que vigilan los guardas, que custodian cien negros con sus cien alabardas, un lebrel que no duerme y un dragón colosal. […] «Calla, calla, princesa, dice el hada madrina; en caballo, con alas, hacia acá se encamina, en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte, y que llega de lejos, vencedor de la Muerte, a encenderte los labios con un beso de amor». (Rubén Darío)
A Margatira Debayle Margarita está linda la mar, y el viento, lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar; tu acento: Margarita, te voy a contar un cuento: Esto era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes, un kiosko de malaquita, un gran manto de tisú, y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita, como tú. Una tarde, la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger. La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla y una pluma y una flor. Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así. Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar. Y siguió camino arriba, por la luna y más allá;
mas lo malo es que ella iba sin permiso de papá. Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un dulce resplandor. Y el rey dijo: —«¿Qué te has hecho? te he buscado y no te hallé; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?». La princesa no mentía. Y así, dijo la verdad: —«Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad». Y el rey clama: —«¿No te he dicho que el azul no hay que cortar?. ¡Qué locura!, ¡Qué capricho!... El Señor se va a enojar». Y ella dice: —«No hubo intento; yo me fui no sé por qué. Por las olas por el viento fui a la estrella y la corté». Y el papá dice enojado: —«Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado vas ahora a devolver». La princesa se entristece por su dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el Buen Jesús. Y así dice: —«En mis campiñas esa rosa le ofrecí; son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí». Viste el rey pompas brillantes, y luego hace desfilar
cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar. La princesita está bella, pues ya tiene el prendedor en que lucen, con la estrella, verso, perla, pluma y flor. *** Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar: tu aliento. Ya que lejos de mí vas a estar, guarda, niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento. (Rubén Darío)
Los olores de bosque Huele el bosque esta tarde a tomillo y a jara, huele a hierba y resina, huele a romero y malvas. Huele a historias antiguas, huele a tierras lejanas. Huele a duendes y a lobo, y a princesa encantada. Huele a ogros y a brujas y a madrastras malvadas. Huele a Caperucitas… Huele a cuentos de hadas. (Carlos Reviejo)
Canción para dormir al bosque El sueño ha venido al salir la Luna, y el bosque no duerme, pues no tiene cuna. Los brazos del aire cuna le han traído, y, al instante, el bosque se quedó dormido. Al llegar el alba se calló la nana. El sueño se ha ido y vendrá mañana. (Carlos Reviejo)
Hay una escuela en el bosque En la escuela del bosque el profesor Tejón, sobre un tronco sentado, explica la lección. — ¿En qué lugar vivís? —a todos preguntó. — En una ratonera —el búho respondió. — Pues yo vivo en un nido —chilló el viejo ratón. — Yo en una madriguera —explicó el caracol. — Mi casa es una concha —el zorro contestó. — ¡Sois unos animales! —se enfadó don Tejón. Y castigó a los cuatro sin postre en un rincón. (Carlos Reviejo)
Fabulilla del pez que se tragó el anzuelo En las aguas de un arroyo, un pez nadaba tranquilo y de pronto vio a su lado algo colgando de un hilo. “!Oh, qué hermoso gusanito!”, muy alegre pensó el pez. Y abriendo mucho la boca, se lo tragó de una vez. En lugar de un gran festín, allí comenzó su duelo, pues además del gusano, también se tragó el anzuelo. Lo que le pasó a este pez, también te puede pasar si antes de hacer una cosa, no te paras a pensar. (Carlos Reviejo)
El cuco y la cuca Cu-co, cu-co, cu-co, el cuco cantaba, en un viejo roble subido en la rama. Cu-co, cu-co, cu-co, le contestan lejos, desde una enramada. Cu-co, cu-co, cu-co. Es tarde de mayo y el viento estรก en calma. Cu-co, cu-co, cu-co. El cuco y la cuca su amor se declaran. Cu-co, cu-co, cu-co. (Carlos Reviejo)
Primavera bordadora Ya llegรณ la primavera con colores en su bolsa, y va repartiendo flores por los llanos y las lomas. ยกCรณmo presumen los campos con su capa verde y roja! Sobre sus vestidos pardos, la florida bordadora, sin aguja ni dedal, les bordรณ mil amapolas. (Carlos Reviejo)
Por culpa del tiempo La Sombrilla Rosa y el Paraguas Negro se han enamorado en un paragüero. Mas, qué mala suerte, ay, qué desconsuelo, pues juntos no pueden salir de paseo: él solo lo hace cuando está lloviendo, y ella, pobrecita, con el sol luciendo. La Sombrilla Rosa y el Paraguas Negro suspiran de pena en el paragüero. (Carlos Reviejo)
Acuarela preotoñal Cerca del río tiemblan los chopos en la ribera y, poco a poco, sus hojas verdes se vuelven pardas. Por el poniente, dulce arrebol, el día se achica, se encoge el sol. Otoño anuncia ya su llegada con días cortos y noches largas. (Carlos Reviejo)
El sapo y la luna Con un cortejo de estrellas la noche viene soùando. Los grillos tocan sin prisa violines con sus arcos y la brisa se adormece en las aguas del remanso. Por un amor imposible, triste se lamenta el sapo, y, entre los juncos oculto, pasa las noches cantando. Se enamoró de la Luna‌ ¥Pobre sapo enamorado! Y la Luna, indiferente, perfila su anillo blanco, y, entre risas y temblores, se dibuja sobre el charco. (Carlos Reviejo)
Galería de monstruos, mitos y asustadores ¡Pasen rápido, señores —-grita fuerte el dragonguía-, si me acompañan ustedes, verán nuestra galería! ¡Podrán encontrar en ella, en cera, lienzo o cartón, los seres que, en otros tiempos, creó la imaginación! Aquí vemos al Centauro arrogante y caradura, que en lugar de saludarnos, nos muestra sus herraduras. Mitad mujer, mitad pez, esta Sirena tan fina, no quiere que la confundan con su prima la sardina. A este hombre tan peludo, hombrelobo le llamaban, y no dejaba de aullar cuando la luna asomaba. A Frankenstein le formaron con retales y tornillos, y el pobre, tan torpe estaba, que los perdía en los pasillos. Míster Hyde y el Doctor Jekill son la cara y el reverso: son los dos el mismo hombre, uno es bueno, otro perverso. Éste al que Drácula llaman, muy mala fama tenía, pues de día descansaba y por la noche bebía. Miren al pobre Fantasma (de Canterville) con su sábana y cadena; ayer daba mucho miedo, y hoy tan solo nos da pena. Antes los padres decían: ¡Cállate que viene el Coco! pero los niños de hoy,
con él se asustan muy poco. El cruel Sacamantecas tuvo su fama y su historia; pero el tiempo lo borró del cuento y de la memoria. Mira al Hombre-de-la-bolsa, corriendo con mucha prisa; de esa manera vestido, en vez de miedo, da risa. En el cuento el Ogro era un tragón y un "comeniños" pero los tiempos que corren le han dejado sin oficio. Pobre Bruja…¡qué disgusto! Está a base de aspirinas; con la escoba que volaba, ahora barre las cocinas. ¿Pueden los Trolls causar miedo, estos pobres infelices, con esos enormes mocos, colgando de sus narices? Enanos, genios y trasgos…… ¡Ni siquiera el feroz lobo! Ya si algún niño se asusta, los otros le llaman bobo. Se acabaron ya los sustos, se acabaron los horrores…… Hoy los monstruos nos divierten en cromos y ordenadores. Y aquí termina, señores, nuestra gran exposición. Queda al servicio de ustedes, este, su humilde dragón. (Carlos Reviejo)
CADA VEZ QUE MUERE UN SUEÑO El lobo mata al cordero y a la gacela el león. Mata la araña a la mosca y a la paloma el halcón. El lince mata al conejo y el gato mata al ratón. Al hombre le mata el hombre, pero… ¿quien mata al dragón? Cuando se renuncia a un sueño, o a la magia o la ilusión, cada vez que esto sucede, entonces, muere un dragón. (Carlos Reviejo)
Este Picasso es un caso ¡Qué divertido es Picasso! Es pintor rompecabezas que al cuerpo rompe en mil piezas y pone el rostro en los pies. ¡Todo lo pinta al revés! ¡Este Picasso es un caso! Es un puro disparate. No es que te hiera o te mate, pero en lugar de dos cejas él te pone dos orejas. ¡Vaya caso el de Picasso! Te deja que es una pena: te trastoca y desordena, te pone pies en las manos y en vez de dedos, gusanos. ¡Si es que Picasso es un caso! En la boca pone un ojo, y te lo pinta de rojo. Si se trata de un bigote, te lo pondrá en el cogote. ¡Menudo caso es Picasso! ¿Eso es hombre o bicicleta? ¡Si es que ya nada respeta....! Esos ojos que tú dices, no son ojos...¡son narices! ¿No es un caso este Picasso? Todo lo tuerce y disloca: las piernas, brazos y boca. No es verdad lo que tu ves. ¡Él pinta el mundo al revés! ¡Qué Picasso es este caso! (Carlos Reviejo)
Colores ¡Qué hermosos están los cielos! ¡Qué bonita la mañana! ¡Cuánta frescura en el campo! ¡Cuánta alegría en el agua! Corre, corre, mi caballo, por la veredita blanca, que bien sabes el camino donde te guían mis ansias. No te pares junto al bosque, ni en las frescas enramadas, hijas del arroyo claro que de la colina baja. Sigue, sigue por la senda que a los dos lados derrama campos verdes con adornos de amapolas coloradas. Ya pasas los olivares… Ya la vereda se acaba… Ya entre las hojas tejidas de lejos se ve la casa. ¡Qué hermosos están los cielos! ¡Qué bonita la mañana! ¡Cuánta frescura en el campo! ¡Cuánta alegría en el agua! (Manuel Machado)
Niño en el Zaire Yo no sé tu nombre, ni el viento lo sabe, ni la selva virgen ni la estrella grande. Yo no sé tu nombre, que lo sabe el hambre, la bala perdida, la guerra y la sangre. No encuentran establo para refugiarte, ni buey, ni burrito ni paz que te cante. Sólo el villancico del gritar de un tanque se rompe en tu llanto mi niño del Zaire. Beso sobre beso, silencio de madre, inciertos los sueños del hijo que nace. Yo desde esta orilla te mando mi tarde de besos perdidos: quisiera acunarte. No nació en Belén: el Dios de la aves: nació de la sombra del niño del Zaire. Que nieve la nieve sonrisas de panes: que Dios y los niños todos son iguales. (José González Torices)
Árbol de pan La niña plantó en su huerto un arbolito de pan. — ¿Crecerá, no crecerá? Lo regó con mermelada, con zumo de naranjal. El Sol le daba su aliento, el viento, todo el cantar, la nieve su harina blanca, la playa, todo su mar. — ¿Crecerá, no crecerá? El árbol se ha hecho gigante, va de ciudad en ciudad, y sus ramitas de trigo nievan sueños de cristal. Al arbolito encantado (¿será verdad, lo será?) suben los niños más pobres a dormir y a merendar. (José González Torices)
Luna enferma La Luna está enferma, metida en la cama. Tose por las noches y está constipada. Estornuda nieve, nieve azul y blanca. El Sol la calienta, la nube la tapa, el viento la acuna y el gorrión le canta, y un rosal de rosas su aroma le manda. La Luna está enferma, metida en la cama: le pican los ojos, los pies, la garganta… (Limón y jarabe, limón y bufanda) El ratón más sabio, desde su ventana, gritaba a los humos que echaba la fábrica: — ¡No ensuciéis el aire, la Luna está mala! Se detuvo el humo, se cerró la fábrica, se curó la Luna… (A todos, mil gracias) (José González Torices)
Iba tocando mi flauta Iba tocando mi flauta a lo largo de la orilla; y la orilla era un reguero de amarillas margaritas. El campo cristaleaba tras el temblor de la brisa; para escucharme mejor el agua se detenía. Notas van y notas vienen, la tarde fragante y lírica iba, a compás de mi música, dorando sus fantasías, Y a mi alrededor volaba, en el agua y en la brisa, un enjambre doble de mariposas amarillas. La ladera era de miel, de oro encendido la viña, de oro vago el raso leve del jaral de flores níveas; Allá donde el claro arroyo da en el río, se entreabría un ocaso de esplendores sobre el agua vespertina... Mi flauta con sol lloraba a lo largo de la orilla; atrás quedaba un reguero de amarillas margaritas... (Juan Ramón Jiménez)
Mucha y poco Ésta es Mucha; es una chucha chiquitilla y muy flacucha que duerme en una babucha. Ni tiene padre, ni madre, ni perrito que le ladre. Vive sola, pasa frío; pero no dice ni pío. Éste es Poco, es un chucho desgarbado y larguirucho que ladra y se rasca mucho. Ni tiene amo, ni dueño, ni cojín pa echar un sueño. Tiene las patas de alambre, vive solo y pasa hambre. Poco por Mucha se ha vuelto loco; Y anda malucha Mucha por Poco. Poco quiere mucho a Mucha Mucha quiere mucho a Poco, aunque es un chucho muy loco. Y sin bodas ni perdices, juntitos son muy felices. (Carmen Gil)
El hechizo de los colores Sábana de avena con canto de grillo, todo lo que miro se vuelve amarillo. Hojas del otoño, lluvia en el balcón, todo lo que miro se vuelve marrón. Mirada de niño, nieve en el barranco, todo lo que miro se me vuelve blanco. Autopista, humo, invierno, adoquín, todo lo que miro se me vuelve gris. Grajo, golondrina, nubarrón y cuervo, todo lo que miro se me vuelve negro. Monte con llovizna, ternero que muerde, todo lo que miro se me vuelve verde Colibrí del día, palacio del alba, todo lo que miro se me vuelve malva. Navaja de monte, tiro de escopeta, todo lo que miro se vuelve violeta. Cárabo volando, viento del oeste, todo lo que miro se vuelve celeste. Botón de cereza, pelo de raposa, todo lo que miro se me vuelve rosa.
El sol del ocaso sobre la ventana, todo lo que miro se me vuelve grana. Y cierro los ojos con tantos colores, que veo la vida llenita de flores. (Rosa DĂaz)
La bruja gordita Come empanadillas rellenas de crema y en un santiamén se hace la cena. Conjura en la taba un buen solomillo, duda si es asado o el que va al ajillo. ¿La trucha o el mero? ¿El mero o la trucha? Lo deja a su suerte mientras que se ducha. Luego no le entra ningún pantalón y le queda chico cualquier cinturón. Pero ella se ríe, que dice su abuela que bruja canija ni sabe ni vuela. (Rosa Díaz)
Romance de Tico-tico Había una vez un perro y había una vez un niño. Ni tenía dueño el perro ni tenía perro el niño. Tampoco tenía hermanos, aunque sí unos cuantos primos, pero vivían muy lejos, al otro lado del río. El niño, no lo hemos dicho, se llamaba Federico, un nombre no sé si raro, pero sí sé que bonito. Del perro, no se sabía ni el nombre ni el apellido, igual ladraba por chucho que atendía por perrillo. A la puerta de su casa esperaba a Federico y al verle movía el rabo y pegaba un par de brincos dándole los buenos días, a su manera, a ladridos. Corrían hasta el colegio como dos buenos amigos y en la calle se quedaba el perro, y entraba el niño, que se despedía dándole un trozo de bocadillo y acariciándole el lomo con muchísimo cariño. Y por la tarde, al salir, volvía a estar el perrillo y juntos iban a casa a diario perro y niño. Y por fin le puso nombre al perrillo, Federico; le rascó entre las orejas y le llamó Tico-tico. Federico y Tico-tico, Tico-tico y Federico se hicieron buenos amigos y acabaron siendo íntimos. (Jesús Munárriz)
Son playero Ahí va la jaiba en la arena, la jaiba de pinzas duras; cómo destella en la playa el brillo de su armadura. Ahí va la jaiba a buen paso, anfibio tanque a la vista con sus ojillos saltones no hay nadie que se resista. Va la jaiba y me pregunta si el mar con su oleaje terso borra en la arena los pasos con los que escribe sus versos. Ahí va la jaiba, la jaiba, por el mar –barba y mostacho-; uno, dos, atrás, delante arrastra su caparacho. Ahí va la jaiba en la arena, ahí va la jaiba a buen paso, a la jaiba el mar regala sus pañuelos de sargazo. (Ramón Suárez)
Son de arpa a ocho brazos Con qué humor de tinta negra el pulpo escribe su fuga, lo atestigua la tortuga que en su castillo se alegra. El pulpo me pide un arpa con que cantar su congoja: -tinta negra, tinta rojael corazón es quien zarpa. “Es mejor llegar a viejo”, escribió con negra tinta, un regalo de ocho cintas, el pulpo nos da consejo. Alguien viene –y eso es malocon terribles intenciones; no acabaré mis canciones en los dientes de un escualo. Es preferible la vida, ya me voy a mi galeón, cierro con negro telón: esta fue mi despedida. (Ramón Suárez)
Canción de las hojas Si su color pierde, hoja que no es verde sigue siendo hoja. ¿Será que se enoja la hoja que es roja? Está enamorada la hora morada. A la hoja amarilla llevan en camilla. Remoja su pie la hoja café. Verdad o mentira, si muy bien se mira, repasa su tul una hoja azul. Con la hoja negra la luna se alegra. ¿Cuál corto primero?, porque lo que quiero es la blanca hoja que mi lapiz muerde. Decídase, escoja: Hoja que no es verde sigue siendo hoja. (Ramón Suárez)
Romance de la blanca dama Dale el aire al laurel, se le secó la rama y no pudo florecer. Cuentan que hubo una dama más hermosa que el sol argentada de amores desdicha y aflicción. Vencida de tristeza por culpa de un amor: un soldado del rey galán y rondador. En Cerralbo la dama con pasión se prendó de aquel mozo gallardo y juncal amador. Dale el aire al laurel se le secó la rama y no pudo florecer. En una noche clara -la luna en un alcora la orilla del agua le dio su corazón. Llegan nuevas muy graves del rey nuestro señor, que sus soldados partan antes que brille el sol. De nostalgia la dama en Cerralbo enfermó: el alma lancinada y ajeno el corazón Dale el aire al laurel se le secó la rama y no pudo florecer. (Ramón García Mateos)
Nana del potrillo blanco Entre las retamas entre los olivos de luz el caballo: duérmete mi niño. Galopa, galopa, veloz caballito que el niño se duerme soñando contigo. Con la luna luna que te quiere ver vienen las estrellas y el sueño también. Eres una rosa, eres un clavel, eres un espejo, yo mi miro en él. Duérmete mi vida, duérmete mi bien, flor de la mañana, luz de amanecer. Mañanita blanca, mañanita fría, mi niño en su grupa, la luz sonreía. Por verdes veredas, por campos de encinas: ya se durmió el niño, amanece el día. (Ramón García Mateos)
De mar y de menta Aire que me lleva el aire en tu risa volandera tu risa de niña blanca aire que el aire me lleva. Donde amanece la noche donde el silencio es amor tu risa cabalga el viento al compás de una canción. Entre la estrella del norte y el cantar triste del agua mi verso recuerda ahora el calor de tu mirada. Aire que me lleva el aire tus ojos de mar y menta tus ojos de niña blanca aire que el aire me lleva. (Ramón García Mateos)
Una casa de libro He diseñado mi casa en un libro de hojas blancas. La vieja hiedra de versos cubre la puerta de entrada para que esté camuflada. Cestas de mimbre, canela y manzanas reinas de amor pongo en el recibidor. Una jaima en el salón, alfombras de seda y cielo, muchos cuentos, siete velos… En la cocina un herbario: azafrán, cilantro, menta… ¡Un jardín extraordinario! Mi habitación en las nubes: sueños, poesía, canción… nanas para el corazón… En el baño las burbujas de sabia rosa mosqueta y los versos del poeta. Cuando vayas a marchar y comiences a salir sé que querrás regresar. ¡Pon migas al porvenir! He decorado mi casa con libros. ¡A ver si pasas! (Mª Rosa Serdio)
Es la primavera Entra por los ojos, pasa por las puertas, es la hiedra nueva que se despereza y trepa a mi rostro y juega en mis manos y rodea los troncos más viejos, cansados. Entra por el alma y tú sí la sientes en tus pensamientos, tus sueños, tus fuentes. Y por los arroyos, de tus ojos claros, por entre tu pelo y sueños trenzados. Llega sigilosa, como una gacela que solo las dulces flores ramonea. Ojos de esperanza trae cada año. También esta vez espera tu abrazo. Baja de la luna que mengua y acierta a hacerse una cuna donde el amor crezca. (Mª Rosa Serdio)
Simón el Bobito Simón el Bobito llamó al pastelero: "¡A ver los pasteles! ¡los quiero probar!" Sí, repuso el otro, pero antes yo quiero ver ese cuartillo con que has de pagar. Buscó en los bolsillos el buen Simoncito y dijo: ¡De veras! no tengo ni unito. A Simón Bobito le gusta el pescado y quiere volverse también pescador, y pasa las horas sentado, sentado, pescando en el balde de mamá Leonor. Hizo Simoncito un pastel de nieve y a asar en las brasas hambriento lo echó, pero el pastelito se deshizo en breve, y apagó las brasas y nada comió. Simón vio unos cardos cargando ciruelas y dijo: ¡Qué bueno! las voy a coger. Pero peor que agujas y puntas de espuelas le hicieron brincar y silbar y morder. Se lavó con negro de embolar zapatos porque su mamita no le dio jabón, y cuando cazaban ratones los gatos espantaba al gato gritando: “¡ratón!” Ordeñando un día la vaca pintada le apretó la cola en vez del pezón; y ¡aquí la vaca! le dio tal patada que comió un trompito bailó con Simón. Y cayó montado sobre la ternera y doña ternera se enojó también, y ahí va otro brinco y otra pateadera u dos revolcadas en un santiamén. Se montó en un burro que halló en el mercado y a cazar venados alegre partió, voló por las calles sin ver un venado, rodó por las piedras y el asno se huyó. A comprar un lomo lo envió taita Lucio, y él lo trajo a casa con gran precaución colgado del rabo de un caballo rucio para que llegase limpio y sabrosón.
Empezando a apenas a cuajarse el hielo Simón el Bobito se fue a patinar, cuando de repente se el rompre el suelo y grita :¡Me ahogo! ¡vénganme a sacar! Trepándose a un árbol a robarse un nido, la pobre casita de un mirlo cantor... desgájase el árbol, Simón da un chillido, y cayó en un pozo de pésimo olor. Ve un pato, le apunta, descarga el trabuco; y volviendose a casa le dijo al papá: “Taita, yo no puedo matar pajaruco porque cuando tiro se espanta y se va”. Viendo una salsera llena de mostaza, se tomó un buen trago creyéndola miel, y estuvo rabiando y echando babaza con tamaña lengua y ojos de clavel. Vio un monton de tierra que estorbaba el paso, y unos preguntaban: “¿Qué haremos aquí?” “¡Bobos!” -dijo el niño resolviendo el caso-; ¡Que abran un grande hoyo y la echen allí”. Lo enviaron por agua, y él fué volandito llevando el cedazo para echarla en él: Así que la traiga el buen Simoncito seguirá su historia pintoreca y fiel. (Rafael Pombo)
La pobre viejecita Érase una viejecita Sin nadita que comer Sino carnes, frutas, dulces, Tortas, huevos, pan y pez. Bebía caldo, chocolate, Leche, vino, té y café, Y la pobre no encontraba Qué comer ni qué beber. Y esta vieja no tenía Ni un ranchito en que vivir Fuera de una casa grande Con su huerta y su jardín. Nadie, nadie la cuidaba Sino Andrés y Juan y Gil Y ocho criados y dos pajes De librea y corbatín Nunca tuvo en qué sentarse Sino sillas y sofás Con banquitos y cojines Y resorte al espaldar Ni otra cama que una grande Más dorada que un altar, Con colchón de blanda pluma, Mucha seda y mucho olán. Y esta pobre viejecita Cada año, hasta su fin, Tuvo un año más de vieja Y uno menos que vivir. Y al mirarse en el espejo La espantaba siempre allí Otra vieja de antiparras, Papalina y peluquín. Y esta pobre viejecita No tenía qué vestir Sino trajes de mil cortes Y de telas mil y mil. Y a no ser por sus zapatos, Chanclas, botas y escarpín, Descalcita por el suelo
Anduviera la infeliz. Apetito nunca tuvo Acabando de comer, Ni gozó salud completa Cuando no se hallaba bien. Se murió del mal de arrugas, Ya encorvada como un tres, Y jamás volvió a quejarse Ni de hambre ni de sed. Y esta pobre viejecita Al morir no dejó más Que onzas, joyas, tierras, casas, Ocho gatos y un turpial. Duerma en paz, y Dios permita Que logremos disfrutar Las pobrezas de esa pobre Y morir del mismo mal. (Rafael Pombo)
Canción del pirata Con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín. Bajel pirata que llaman, por su bravura, el Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar rïela, en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Stambul: «Navega, velero mío, sin temor, que ni enemigo navío ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor. Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés, y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar. Allá muevan feroz guerra ciegos reyes por un palmo más de tierra; que yo aquí tengo por mío cuanto abarca el mar bravío, a quien nadie impuso leyes. Y no hay playa, sea cualquiera, ni bandera de esplendor, que no sienta mi derecho
y dé pecho a mi valor. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar. A la voz de «¡barco viene!» es de ver cómo vira y se previene a todo trapo a escapar; que yo soy el rey del mar, y mi furia es de temer. En las presas yo divido lo cogido por igual; sólo quiero por riqueza la belleza sin rival. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar. ¡Sentenciado estoy a muerte! Yo me río; no me abandone la suerte, y al mismo que me condena, colgaré de alguna entena, quizá en su propio navío. Y si caigo, ¿qué es la vida? Por perdida ya la di, cuando el yugo del esclavo, como un bravo, sacudí. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar. Son mi música mejor aquilones, el estrépito y temblor de los cables sacudidos, del negro mar los bramidos y el rugir de mis cañones.
Y del trueno al son violento, y del viento al rebramar, yo me duermo sosegado, arrullado por el mar. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi Ăşnica patria, la mar.Âť
(JosĂŠ de Espronceda)