Europa es una loba y otras locuras saludables Era mayo de 2012, y me decidí a pasar un par de días en una especie de monasterio al sur de Portugal, como retiro de oración. Tenía una extraña necesidad de encontrar silencio. Por otro lado, llevaba días teniendo cierto tipo de “intuiciones” que me iban llevando a la lectura de ciertos rituales indígenas, y también una extraña conexión con la naturaleza que nunca antes había tenido. Empecé a tener la sensación de que la tierra es un ser vivo y, como tal, un ser con necesidades. Tengo que decir que, aunque siempre he sentido que el deseo mágico ha habitado en mí, mi mente racional siempre ha tratado de poner freno con un tono de “cordura” que ponía bloqueaba mi intuición. Fue a partir de este momento que me entregué a aquellas llamadas que toda la vida me habían invitado a dejarme llevar por ellas y que, por imposición de la lógica no hacía caso. Como sucede con los libros, que uno te lleva a otro, o como sucede también con las personas, que se convierten en eslabones que te van conectando con quien justamente necesitas, así fueron en aquel otoño conectándose los acontecimientos. Un joven argentino llamado Matías de Stefano hacía, por aquel entonces, un viaje por la tierra abriendo centros energéticos. En una de las ocasiones que lo vi, hablaba de las formas que tienen los países, y cómo estas formas “hablan”. Al poco tiempo de escuchar esto, me vino una imagen de Europa como una gran loba. No me pregunten por qué, pero llegó a mi cabeza algo semejante a esto:
Ahí empezaron a encajar ciertas piezas, a mi entender, con la historia que conocemos y más concretamente con las leyendas. Rómulo y Remo fueron
amamantados, según cuenta la tradición, por una loba. Si vemos en el dibujo a quién le correspondería ser la teta de Europa, es Grecia quien haría esta labor, habiendo tomado Roma gran parte de la influencia de Grecia. Incluso las islas griegas tienen un aspecto lechoso, blanco. De modo que pensé que, quizás, la mitología nos cuenta historias reales hechas metáfora. Roma bebe el influjo cultural, religioso... etc. de Grecia: toma mucho de ella. Busqué entonces qué lugar ocuparía mi ciudad, Ávila, en todo este plano mágico, y encontré que, siendo España la cabeza de la loba (que, por cierto, mira hacia América) Ávila estaría más o menos a la altura de lo que podría ser la glándula pituitaria. (Lo he situado con un círculo en el mapa). Dado que muchas corrientes indígenas, y otras filosóficas y esotéricas estaban insistiendo en la importancia de estos tiempos a nivel de “despertar espiritual”, pensé que quizás la idea de “despertar ese tercer ojo” tendría relación con Ávila. Observé esta ciudad, y vi la gran fortaleza que es, con esas murallas fabulosas que coronan esta cima de más de 1.100 m de altura. Pensé que, quizás, todo tiene su sentido y estas murallas están protegiendo algo que desconocemos. La cuestión es que la sequía empezaba a ser bastante grande, y dado que por aquellas fechas estaba leyendo varios libros sobre rituales indígenas que llaman a la lluvia, pensé que quizás no es tanta locura lo que hace esta gente, pues ellos se conectan de forma mucho más natural que nosotros con la tierra, y tenemos mucho que aprender de ellos con respecto al cuidado y respeto por la naturaleza. Primero de todo, poniendo todo el respeto que podía y mi desconocimiento total sobre estos asuntos, entregué mi inocencia y mis buenas intenciones a la intuición que me había llevado hasta este punto. Entonces, nuevamente me vinieron imágenes, en este caso de las fuentes que rodean la ciudad. Fui recorriendo todas las que pude, y viendo que algunas estaban casi completamente secas. Fue entonces cuando pensé que, quizás, estando tan seco “el tercer ojo” de Europa, debería acudir al “ojo físico” a hacer algún tipo de ritual. Si seguimos el aspecto esotérico de toda esta historia, podríamos interpretar que los seres humanos hemos perdido la capacidad de ver intuitivamente, de utilizar nuestro tercer ojo, dejando únicamente el ojo físico como encargado de la labor de “ver”. Si realmente era éste el momento de comenzar a despertar otro tipo de capacidades, supuse que había que acudir al ojo que había reinado durante todos estos años, a pedirle el “poder de dirigir”. Me pregunté: “¿qué ciudad se corresponderá con el ojo físico? Tiene que ser en Portugal, en línea recta desde Ávila”, y olvidé la pregunta hasta que, al día siguiente, me encuentro con mi querida amiga Laurita que me dice que viene de Portugal, concretamente, de Aveiro. Le pregunto: “¿dónde está eso?”, y me dice: “sigues Ávila todo recto, y la última ciudad de
Portugal, en el mar.” Quedé completamente sorprendida, y me repetí: “tengo que ir”. Entonces recordé, para más señales, que hacía unos días mi querido amigo Florencio me había llevado a la oficina un folleto turístico de una ciudad que desconocía... cuando vuelvo a la oficina, veo que el folleto ¡era de Aveiro!. En fin, que todo parecía indicar que tenía que ir a conocer aquella ciudad, y hacer algo, lo cual no tenía ni la menor idea de qué era. Como en unos días tenía planeado el retiro de oración al sur de Portugal, me dije que, al acabar, tomaría un tren hasta Aveiro y me dejaría llevar por mi intuición. El retiro fue maravilloso. Tengo que decir que estas personas, estos “monjes”, recogen oraciones y cantos de distintas tradiciones: la indígena sudamericana (puesto que la mayoría proceden de allí), la hindú, la tibetana, la cristiana... etc. En algunos momentos me pregunté: “¿para qué servirán estos cánticos?”, pero viendo que cada día me encontraba con mejor ánimo, dejé de preguntármelo. Cuando terminamos el fin de semana, al amanecer encontré este arco iris rodeando completamente el sol cuando miré por la ventana:
Durante el viaje en autobús, había ido hacia Portugal leyendo un libro de Drunvalo Melquisedeck llamado “La serpiente celeste”, en el que cuenta cómo después de hacer un ritual, los indígenas tomaron como señal de que todo estaba hecho correctamente al haber aparecido un arco iris completo alrededor del sol. Le tomé esta fotografía porque quedé muy sorprendida. El encuentro con aquellas personas había sido fortificante, y parecía que lo que habíamos hecho esos dos días, tenía sus efectos; al menos, así lo sentí. Antes de tomar el camino de regreso, yo les comenté a mis tres compañeras de cuarto que tenía intención de subir a Aveiro. Intrigadas, me preguntaron por qué, y les conté toda la historia. Quedaron fascinadas y decidieron acompañarme, así que, me llevaron en coche hasta allí. Cuando llegamos a Aveiro, además de la sorpresa que ofrece la belleza de la ciudad, comprobamos que había muchas salinas, lo cual encajaba perfectamente con la idea de que fuera un ojo físico, por las lágrimas saladas, y también la abundancia de canales en sus calles.
Llegamos a la playa, a pocos kilómetros de la ciudad, e hicimos cada una lo que su intuición le inspiró. Un pequeño ritual con los puntos cardinales, unos cantos y el agradecimiento a la naturaleza fueron los determinantes. En cierto momento quedé sentada frente al mar. La playa estaba vacía. El día hermoso. El sonido del mar en su profundidad era penetrante, fascinante.
Sentí su inmensa fuerza, su energía indescriptible, y en mi cabeza sonaron estas palabras: “El sonido hace visible lo invisible”. Entendí que la respuesta a mi pregunta: ¿para qué cantar?, estaba siendo entregada con el viento de aquella playa. Así aquel sonido tan profundamente misterioso, dejaba constancia de la inmensa fuerza invisible del mar. Volvimos para Ávila y entregamos en una fuente de las que estaban prácticamente secas, el agua que trajimos del mar de Aveiro. Después de estos meses en que no había recordado esta aventura, ahora la entiendo con una nueva perspectiva. La vida me llevó a vivir algo maravilloso que aún no comprendo en su totalidad y que, cada día, toma más sentido.. Entre medias me habré dejado decenas de símbolos más que me fueron indicando el camino, y que no he querido introducir aquí porque no se alargase demasiado; pero ahora, con el tiempo, veo que la magia ha conducido mi vida y que, ahora, empiezo a aceptarlo a pesar de que mi lógica, muchas veces, me diga que la locura está invadiendo mi ser.