Los Ideales de Vida Reiki

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“Kyo dake wa”/ “Sólo por hoy...” 1. Aplicación al pensamiento:

“Sólo por hoy...” sí; ¿y si aderezamos este plato con algo más?, con un presente, con un instante, con este mismo momento, que es el único que existe más allá de nuestra mente...

Lo que acaba de pasar ya no está, lo que va a suceder aún no existe; todo queda en el recuerdo o en la imaginación. Sin embargo, el presente, este mismo momento en el que estás leyendo estas palabras, es lo único que puedes vivir.

Podemos hacer el ejercicio a cada momento, no es necesario activar ningún estado de espera, hacer ninguna solicitud, o dejarlo para más tarde. Siempre es momento, en cada instante. Ahora mismo, si ejercitas la atención presente, siendo consciente de tus ojos, que están leyendo; de tus párpados, que están pestañeando; de tus manos, que están sosteniendo el libro, la tablet ..., consciente de tu respiración, de todo lo que escuchas sonando a tu alrededor..., estarás ampliando tu recepción, estarás


abriendo el camino hacia una mejor comprensión de tu momento vital y, por tanto, de ti mismo.

La implicación total de nuestra conciencia en el instante mismo en que vivimos, nos proporciona una apertura, un mayor acceso a la información que nos rodea y que, por desidia, no conseguimos ver. En un breve ejemplo, podemos decir: si estoy prestando atención a un programa de televisión, quizás me pierda la oportunidad de ver a mi hijo dando sus primeros pasos unos metros más allá del salón. No ser conscientes de hechos que suceden justamente a nuestro lado, no nos da derecho a creer que no están sucediendo. Por esto mismo, cuanto más implicados estemos en el presente, más fácil nos resultará ampliar nuestra conciencia, nuestra percepción a todo lo que sucede a nuestro alrededor.

Por otra parte, cuando decimos “Sólo por hoy...” estamos poniéndonos un plazo de tiempo, breve, algo que a la mente le permite no caer en esas decisiones de las que se huye porque creemos que van a ser eternas, y eso hace que creamos que no las vamos a conseguir. Por ejemplo, si nos proponemos dejar de fumar, puede resultar una tarea tan sumamente ardua que, dada


la magnitud de la cuestión, muy probablemente desistamos antes de intentarlo. Sin embargo, si decidimos dejar de fumar “Sólo por hoy...” quizás no nos resulte tan difícil, ¡es sólo un día! ¡puedo conseguirlo!.

De esta manera, amoldamos a la mente para conseguir nuestras metas interiores. El hombre está provisto de una mente que puede servir como herramienta útil o como impedimento para conseguir nuestros objetivos. Hemos de aprender a utilizarla a nuestro favor, de modo que no nos impida actuar sino que, por el contrario, nos abra paso hacia un sendero de luz sobre el que poder caminar con nuestro Ser.

Por esto, sabemos que los Ideales de Reiki son empresas harto difíciles de conseguir que, de no ser precedidas por este “Sólo por hoy...” en muchos casos nos echaríamos atrás antes de llevarlas a cabo, por el simple hecho de estar convencidos de que no podemos lograr su consecución de modo permanente.

Nos preguntamos entonces: “¿una sucesión de días consiguiendo lo que me he propuesto, convierte en permanente el resultado?” Bien, entramos aquí en una discusión casi


perteneciente al método científico; es decir, no se trata de comprobar si el resultado que estamos obteniendo es, como en el caso de la ciencia, algo permanente para lo que añadirle una ecuación; el ser humano no es una ciencia, por tanto, no podemos decir que por hacer algo determinado durante mil veces lo haremos permanentemente, porque nuestra capacidad de elección, nuestra libertad, convierte nuestras vidas en algo totalmente imprevisible. De hecho, cuanto más previsibles nos convertimos, más mecánicos son nuestros actos, más repetimos las mismas conductas; estamos cediéndole paso al automatismo por encima de la libertad.

No es intención de los Ideales de Reiki convertir a la mente en una ejercitadora de este automatismo, sino más bien lo que pretende es serenarla, tranquilizarla, liberarla de ataduras y tensiones, como veremos más adelante, y para ello utiliza estos sistemas en los que trata de sorprender al pensamiento “esperado”, al “previsible”, para actuar así de un modo al que no estamos acostumbrado, y sacarnos de esa rueda mecánica en la que vivimos.


La cuestión más importante aquí es que, a pesar de conocer nuestro carácter imperecedero, nuestra volatilidad, actuamos como si fuéramos a habitar la Tierra eternamente, como si estuviésemos “permanentizando” (inventemos el vocablo) nuestras vidas en aras de un apego que nos resulta ya tan cotidiano que ni siquiera somos capaces de percibirlo.

¿Por qué vivir como si fuéramos eternos? Buscamos “estabilidad”, la buscamos constantemente, en cada segundo de nuestras vidas: en el trabajo, en el hogar, en la pareja, en los hijos... etc. Esta “estabilidad” no es más que una máscara que trata de ocultar el abismo que representa la volatilidad de la vida y que tanto terror nos da. Los anuncios de televisión nos bombardean constantemente con seguros de vida, de hogar, de automóvil, de salud... etc. Las hipotecas se constituyen a treinta, treinta y cinco, cuarenta o incluso cincuenta años... Estudiamos una oposición para conseguir un trabajo “totalmente seguro”, en el que nadie pueda despedirnos y con el que podamos vivir tranquilos el resto de nuestras vidas. Actuamos así ignorando todo lo que no represente una estabilidad. Imponemos la estabilidad como principal interés, e incluso, establecemos todo nuestro mundo en función de dicha estabilidad. Ni


siquiera nos paramos a pensar en lo ilógico del asunto. No nos preguntamos qué es lo que realmente anhelo, lo que ansío, mis metas más profundas. De este modo, la mente recibe un mensaje de mando que se imprime fuertemente en ella: “busca la estabilidad”, y fundamentamos toda nuestra vida en este mensaje, dejando a un lado el resto de pretensiones que en un principio vibran dentro de nosotros: nuestros talentos.

Rechazamos lo imprevisible, y así convertimos nuestras vidas en una sucesión de días monótonos en los que esperamos que el próximo sea, al menos, igual que el anterior, para no tener que enfrentarnos con el abismo de algo nuevo, o de algo que pueda cambiar nuestras vidas.

Una mente cuya máxima es la “estabilidad”, no puede ser una mente despierta. ¿Por qué digo esto? Porque la mente, para estar activa, necesita hacerse preguntas, responderlas, buscar, elegir, moverse, inquietud... todo esto necesita la mente para estar activa. Si la dirigimos y la enfocamos hacia una única pregunta: “¿Cómo puedo encontrar la estabilidad?”, estamos eliminando de raíz todo el resto de elecciones y posibilidades que puede tener. De modo que, acostumbrándola a un único


ejercicio, estamos adormeciéndola, eludiendo todo el campo infinito vital que tenemos ante nosotros, reduciéndolo a una única elección que consideramos como la más acertada.

Aceptamos que la estabilidad es lo mejor, pero ¿por qué?, ¿por qué no es mejor la movilidad?, ¿quién decide de qué modo voy a ser feliz?, ¿un empleo fijo me hará más feliz?. Hemos aceptado todas estas creencias sin plantearnos su veracidad. Nos vienen impuestas socialmente desde cientos de años atrás y, como si de un chip insertado en nuestro cerebro se tratara, las repetimos automáticamente, de padres a hijos, con la intención de darles lo mejor a las generaciones futuras.

El legado de una mente dormida: esa es la herencia que se viene ejecutando generación tras generación. ¿Quién se atreve a enseñarles a sus hijos que tienen que pensar por sí mismos?, ¿quién educa a sus hijos ofreciéndoles su propia arma para pensar, en lugar de decirle lo que tiene que elegir en cada momento? Pocos son los que se lanzan en este tortuoso camino que es el de la libertad, el de la elección de la propia vida de cada uno, el del planteamiento de las preguntas acerca de su


propia existencia, no respondiéndolas con lo que se nos ha dicho, sino desde lo más profundo de nuestro Ser.

Por todo esto, comenzamos con los Ideales de vida Reiki de este modo, “Sólo por hoy...”, porque Reiki es el motor de vida del Universo; representa esa libre elección, esa volatilidad, esa vibración constante. Reiki es alimento para la mente despierta, choca ruidosamente contra la mente dormida, zarandeándola para despertarla. Reiki sigue el camino de la libertad, frente al automatismo. Por todo esto, los Ideales que propone se convierten en una herramienta para entrar en ese tortuoso camino que es el de aquellos valientes que se lanzan a preguntarse por sí mismos, y que no aceptan a ciegas las respuestas de otros.

Pero, ¿por qué ahora?, “Ahora mismo no tengo tiempo”, así es como suele funcionar el pensamiento. Nunca tenemos tiempo para intensificar nuestra atención, para dedicarle voluntad a la observación de lo que nos rodea. Estamos demasiado ocupados con las tareas diarias como para pensar en nosotros mismos. Sin embargo, todas esas tareas diarias son el resultado de pensamientos pasados, y hasta que no nos detengamos a


observarlas, a conocer cómo funcionan, nuestra vida seguirá siendo dirigida por una especie de “buena o mala suerte” sobre la que nos resulta imposible ejercer ninguna determinación. Los pensamientos que ahora mismo pueblan nuestra mente, son las semillas que irán gestando nuestro futuro. Por eso mismo es tan sumamente importante conocerlos, ser conscientes de ellos, atenderlos: conocer el mecanismo con el que funciona la mente.

Habitualmente nos enfrentamos a los “problemas” sin saber qué hacer. El mecanismo del pensamiento se activa de forma irremediable; primero llega el enfrentamiento, la negación: “no puede ser que me esté pasando esto a mi”; después se activan las quejas: “¿por qué soy tan desdichado?”; más tarde se activará el mecanismo de elegir un culpable... y finalmente, intentaremos buscar una solución, perdida entre un manojo de sentimientos encontrados, donde nos es muy complicado navegar; por tanto, dejamos al destino toda la responsabilidad de resolver nuestras desdichas: “¡ójala me toque la lotería!”.

¿Qué podemos hacer para vencer esta forma de vivir en la que somos barcos a la deriva de un destino incierto?


2. Aplicación a la práctica diaria:

Vamos a realizar un ejercicio sencillo: escribe en el centro de un papel tu nombre, rodeado de un círculo. Alrededor de éste puedes escribir tus preocupaciones más importantes.

Piensa en qué puedes hacer para solucionar tus mayores problemas. Es posible que la mayor parte de ellos ni siquiera estén de tu mano, porque requerirán de una intervención “externa” para que puedan resolverse como tú esperas. (Y algunos, incluso, requerirán, en tu opinión, de “intervención divina”, ¡de milagros!...)

Bien, aquí no estamos tratando de esperar milagros, ni de enfocar nuestra vida hacia la mano del “destino”; sino que, lo que intentamos, es descubrir de qué forma puedo intervenir directamente en mi propia vida, ser el principal director de mis elecciones. En resumen, incrementar mi libertad.

Si tengo un problema laboral, seguramente, éste no vendrá solo. Puede ser que me encuentre en una situación incómoda en el


trabajo. Es posible que no disfrute de lo que hago; sin embargo, necesito el dinero para mantener a mi familia, que dependen totalmente de mí. Es decir, que nuestros problemas se interrelacionan unos con otros, y al observarlos de esta forma cada vez se hace más difícil encontrar una solución. La salida al problema laboral sería sencilla: dejar el trabajo; pero si añado los temas familiares, la salida se ve estancada. En este caso estamos abordando nuestra vida desde fuera hacia dentro. Es decir, estoy buscando la forma externa de solucionar mi conflicto con el mundo.

Vamos a plantearlo a la inversa. ¿Por qué no resolver el conflicto que existe dentro de mí y observar fuera los resultados de mis cambios? Sí, hemos escuchado muchas veces este planteamiento: de la mano de maestros espirituales, de técnicas de meditación... etc. Sin embargo, no sabemos por dónde empezar. No terminamos de creernos que meditando voy a resolver mi desidia por el trabajo, o mi dolor porque mi pareja me ha dejado. ¿Cómo ir hacia dentro? ¿por dónde puedo empezar?


El primer paso que vamos a dar es detenernos. Parar es el comienzo. Frenar es el inicio. ¿Dónde estoy situado/a?, ¿en qué consiste mi vida?, ¿qué me incomoda?. El planteamiento acerca de uno mismo es absolutamente imprescindible para poder continuar, ahora sí, con una energía renovada y encauzando nuestra vida de una forma más acorde con aquello que realmente somos. ¿Qué personas son las que tengo más cercanas?, ¿cómo son?, ¿cómo se plantean sus vidas?, ¿qué carencias tienen?, ¿qué facultades poseen?

Todo aquello que observamos en aquellos que nos rodean es, al mismo tiempo, un reflejo de lo que somos nosotros. Esto es muy importante. Podemos “creerlo” sin más; o podemos practicarlo, examinarlo y comprobarlo con nuestra propia experiencia, como si se tratase de un juego. Si aceptamos estas palabras sin vivenciarlas, probablemente nos veremos sumidos en un galimatías incomprensible. Si observo el mundo y veo la destrucción, la violencia y las guerras, no voy a comprender con mi mente que todo eso está dentro de mí. Por eso queremos jugar con otra opción que no parte más que de la duda, de dejar una puerta abierta a una posibilidad. No podemos obligar a la mente a que se crea que lo externo es producto de ella. No es


necesario. Es más, podría ser contraproducente y crear un conflicto aún mayor. Lo que pretende nuestro ejercicio es, simplemente, observar en aquellos que tenemos más cerca, qué me disgusta y qué me agrada de aquellos a quienes más quiero.

Por ejemplo, en las parejas se puede comprobar de forma evidente el espejo que ejercemos los unos en los otros. Es posible que te hayas hecho muchas veces esta pregunta: “¿por qué siempre me toca el mismo tipo de hombre, o de mujer?” Como ya hemos explicado, la mente, en estos casos, ejerce su propio mecanismo: la queja, la culpa... etc. Sin embargo, ¿qué sucede si hacemos la observación a la inversa?: “¿qué tengo yo, que ese tipo de hombre, o mujer, siempre viene a mí?” “¿Es posible que, cambiando yo, deje de atraer a las mismas personas?”, “¿qué tienen en común todos ellos?”. Hagamos el ejercicio de comprobar cuáles son las características que se repiten una y otra vez en nuestras vidas. No es una mala intención del destino, o de un “dios” que elegimos como una malvada fuerza que nos lleva una y otra vez al mismo sufrimiento.


Como decía Montaigne: “A nadie le va mal durante mucho tiempo, sin que él mismo tenga la culpa.” Planteemonos si es posible que sea yo quien esté atrayendo un tipo concreto de energía y qué debo cambiar en mí para que no se vuelva a repetir una determinada situación. Para eso es imprescindible detenerse. Simplemente observar aquello que me molesta, observar el conflicto con mi pareja, con mi hermano, con mi madre... ¿qué sensación me produce? ¿qué sentimientos muestro?... etc. Solamente observar. No tratemos de solucionar el problema, porque justamente en ese movimiento, en esa intención de resolverlo, nos estamos olvidando de observar aquello que nos molesta, y en esa observación hay un tesoro, en la emoción que nos desagrada hay oro.

“Sólo por hoy...”, decimos, ahora mismo, en este mismo instante me detengo, para poder sanar el error. Con mi cambio interior estaré dando los primeros pasos hacia el cambio que se producirá alrededor. La importancia de mis pensamientos, mi planteamiento vital, mi forma de actuar, es total, puesto que todo lo que compone lo que me rodea, es producto de las elecciones que he ido tomando en el pasado. Si no tengo tiempo para


detenerme, mi vida continuará de la misma forma. Puedo seguir diciéndome a mí mismo que mañana todo cambiará, que puedo seguir esperando a que la economía se arregle, a que mi jefe cambie, a que me toque la lotería... y entonces estaré dejando mis decisiones en manos del azar.

Una transformación profunda en el momento presente, y solo en este momento, es la que puede generar el cambio. Ahora están conmigo todos los conflictos que me preocupan, habitan en mi mente. A veces en la parte consciente, a veces laten en el inconsciente. Observa los pensamientos que llevan dentro de sí los conflictos. Observa cómo se mueven en tu mente. No entres en ellos, simplemente obsérvalos con cierta distancia. Solo así aprenderemos a conocerlos.

Hazlo “sólo por hoy”....

3. Aplicación a la meditación:

Como ya anunciamos en la Introducción, hemos creado una serie de posturas y ejercicios corporales que nos pueden ser muy útiles en la aplicación cotidiana de los Ideales de Vida Reiki.


En en el caso de las posturas, la intención es que, si queremos pronunciar el Ideal en japonés (sonaría de este modo: “Kyo dake wa”), la posición nos recuerde el significado que guarda. Si te resulta más sencillo interiorizarlo en tu idioma original, como siempre, utiliza lo que más te facilite la práctica. Tómate unos minutos para ti. Al comenzar el día puede ser lo más efectivo, puesto que estamos cargando las pilas para iniciar la jornada. Siéntate con las piernas cruzadas, en un lugar agradable y tranquilo. Toma esta postura:


Con ella estamos tratando de darle información a la mente para que se centre en el momento presente, y para que seamos conscientes del devenir del pasado y del futuro, que tanto daño nos provoca a través de las preocupaciones, de la culpa, o de las ilusiones incumplidas.

Cuando hayamos conocido todos los Ideales de Vida Reiki, los practicaremos juntos en un solo ejercicio pero, de momento, comencemos por el primero, por la sensación de iniciarnos a disfrutar del momento.

La práctica de este ejercicio nos hará más conscientes de cómo el pensamiento se pasea por el pasado y por el futuro acompañado de sus miedos, de sus preocupaciones, de sus quejas... etc. Estamos aprendiendo a observar sin caer en este río ponzoñoso. Solo observando podremos aprender de él. Si nos bañamos en sus aguas, solamente saldremos sucios.

Solo unos minutos diarios serán necesarios para ir tomando consciencia de la importancia de abrirnos al momento presente.


Disfrútalo.... “Solo por hoy...”

4. Aplicación al ejercicio corporal (danza):

Debido a la dificultad que entraña explicar una danza con palabras, lo que haremos en estas secciones será hablar del significado integral y de la intención que planteamos en la misma, e intentaremos dar un pequeño esbozo gráfico del ejercicio en sí.

EL ORIGEN DE LA DANZA UNKIDO:

Estas danzas son el producto de un trabajo intenso que intenta englobar mente, cuerpo y espíritu en un ejercicio dinámico. El origen de las mismas procede de las dificultades que nos hemos encontrado con la práctica de la meditación. El hecho de pretender que las mentes occidentales se adentren en un mundo completamente desconocido y muy lejano para nosotros, implica, en muchas ocasiones, que el alumno se sienta disperso y no consiga nada proponiéndose la experiencia de meditar.


Con el trabajo en uno mismo, uno se puede ir dando cuenta de que la meditación es mucho más que la imagen que tenemos sobre ella. Meditar va mucho más allá de encontrar un lugar relajado y pretender “no pensar”. En el momento en el que intentamos que el pensamiento se detenga, solo conseguimos más agitación, sobre todo aquellos que hemos sido educados en una cultura tan abarrotada de ruido.

Nuestra cultura posee también múltiples características que la hacen valedera de prácticas meditativas; sin embargo, últimamente se ha desatado una “moda” que asocia la espiritualidad con todo lo referente a Oriente. ¿Por qué no unir, en lugar de dividir? ¿Por qué no ampliar, en lugar de disminuir? En base a este pensamiento que parte de la experiencia personal, y de la comprensión del lugar y el tiempo en el que hemos nacido, han surgido estas danzas.

Dado que nos hemos encontrado con muchos alumnos en esta situación, pensamos en la posibilidad de iniciar una meditación a través de la danza, enlazando así el movimiento con una forma más dinámica de centrar el pensamiento en lo que uno desea y calmarlo. De esta forma, acrecentamos nuestra libertad, nuestras


posibilidades de dirigir las imágenes hacia el lugar concreto en el que esperamos que se mantengan.

Si uno quiere sentir la sensación del “Solo por hoy...”, y al sentarse a meditar se encuentra con el problema inicial de la dispersión, puede comenzar por actuar con el movimiento.

Bailar es una de las prácticas más saludables que podemos realizar con nuestro cuerpo; no sólo por los beneficios que el mismo ejercicio realiza, sino también por las connotaciones positivas que la música provoca en nosotros, la vibración con el arte y el disfrute por el simple movimiento.

La inmersión en la elegancia y en la magia de la música, consigue que nuestra mente fluya en el pensamiento que nosotros queremos transmitirle, y no se apegue a los pensamientos negativos y enredos que a sí misma se propone constantemente.

El sonido, la música, la danza... son medios que utilizaban los humanos antiguos para comunicarse con la tierra, con el sol, y con el entorno. La vibración sonora está en todas partes,


incluidos nosotros mismos. Activar esta vibración nos hace más partícipes del entorno que nos rodea, y nos “re-comunica” con aquello que los antiguos tenían tan en contacto.

Añadiremos también aquí que los estudios científicos nos aportan que la memoria se activa más fácilmente con el movimiento corporal. Por todo ello, la práctica de la danza confluirá, de esta manera, en mejorar la concentración y en activar el recuerdo de lo que estamos haciendo “Solo por hoy...” : ahora.

LA DANZA “SOLO POR HOY”:

La danza del “Solo por hoy...”, transmite los movimientos necesarios para que podamos centrarnos en el profundo significado que imprime el Ideal de Vida.

Los pies se mueven alternativamente en secuencias de cuatro pasos cada una: * Pie derecho hacia delante * Pie izquierdo alcanza al derecho


* Pie derecho retrocede la mitad de lo que avanzó * Pie izquierdo avanza por encima del nivel con el que comenzó el derecho. * Ahora el pie derecho es el que alcanza al izquierdo, y éste, retrocede la mitad de lo que avanzó.

Esta secuencia se va repitiendo hasta que conseguimos mecanizar el movimiento. Iremos danzando en círculos amplios. Por este motivo, es conveniente que elijamos un lugar lo suficientemente espacioso para realizar la danza.

Los brazos: La primera rueda que hagamos, acompañamos los brazos con un movimiento horizontal, recto, de derecha a izquierda y viceversa.

Todo este movimiento nos está recordando el presente. Con los pies recordamos que la vida es un proceso de avance, en el que a veces parece que damos un paso atrás pero que, sin embargo, siempre estamos evolucionando, siempre vamos hacia delante. Las dificultades (representadas con el medio paso atrás) son parte de la vida, y por tanto, con la danza estamos expresando que las aceptamos como pruebas para aprender. Son impulsos


para seguir el camino, sin desistir, y con toda nuestra energía puesta siempre en avanzar.

Por otra parte, el movimiento habitual de caminar es un movimiento de “dos dimensiones”, por así decirlo; mientras que la danza “Solo por hoy...” está entrando en una especie de “3D”, está añadiendo la pequeña dificultad como una oportunidad más, está detectando el fluir de la vida con el “volumen” que le entregamos en el nuevo paso.

En la segunda ronda movemos ahora los brazos haciendo el signo de infinito, también de izquierda a derecha. Las manos, por su parte, irán una palma hacia arriba y otra hacia abajo. Este movimiento implica que siempre estamos tomando energía y también entregándola. Con ello estamos expresando que estamos entrando en el fluir de la vida, con confianza, dejándonos llevar por el momento presente, en ese camino por el que nos dirige una especie de “mano invisible” y en el que nos sentimos como flotando en el río.

Todo el simbolismo de la danza intenta que tomemos conciencia del instante, que la mente, durante el momento en el que


estamos danzando, esté concentrada en esta misma idea: “Solo por hoy...”.


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