En el bosque

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CUENTO ORIGINAL EN EL BOSQUE Ryunosuke Akutagawa Declaración del leñador interrogado por el oficial de investigaciones de la Kebushi -Yo confirmo, señor oficial, mi declaración. Fui yo el que descubrió el cadáver. Esta mañana, como lo hago siempre, fui al otro lado de la montaña para hachar abetos. El cadáver estaba en un bosque al pie de la montaña. ¿El lugar exacto? A cuatro o cinco cho, me parece, del camino del apeadero de Yamashina. Es un paraje silvestre, donde crecen el bambú y algunas coníferas raquíticas. El muerto estaba tirado de espaldas. Vestía ropa de cazador de color celeste y llevaba un eboshi de color gris, al estilo de la capital. Sólo se veía una herida en el cuerpo, pero era una herida profunda en la parte superior del pecho. Las hojas secas de bambú caídas en su alrededor estaban como teñidas de suho. No, ya no corría sangre de la herida, cuyos bordes parecían secos y sobre la cual, bien lo recuerdo, estaba tan agarrado un gran tábano que ni siquiera escuchó que yo me acercaba. ¿Si encontré una espada o algo ajeno? No. Absolutamente nada. Solamente encontré, al pie de un abeto vecino, una cuerda, y también un peine. Eso es todo lo que encontré alrededor, pero las hierbas y las hojas muertas de bambú estaban holladas en todos los sentidos; la victima, antes de ser asesinada, debió oponer fuerte resistencia. ¿Si no observé un caballo? No, señor oficial. No es ese un lugar al que pueda llegar un caballo. Una infranqueable espesura separa ese paraje de la carretera. Declaración del monje budista interrogado por el mismo oficial -Puedo asegurarle, señor oficial, que yo había visto ayer al que encontraron muerto hoy. Sí, fue hacia el mediodía, según creo; a mitad de camino entre Sekiyama y Yamashina. Él marchaba en dirección a Sekiyama, acompañado por una mujer montada a caballo. La mujer estaba velada, de manera que no pude distinguir su rostro. Me fijé solamente en su kimono, que era de color violeta. En cuanto al caballo, me parece que era un alazán con las crines cortadas. ¿Las medidas? Tal vez cuatro shaku cuatro sun1, me parece; soy un religioso y no entiendo mucho de ese asunto. ¿El hombre? Iba bien armado. Portaba sable, arco y flechas. Sí, recuerdo más que nada esa aljaba laqueada de negro donde llevaba una veintena de flechas, la recuerdo muy bien. ¿Cómo podía adivinar yo el destino que le esperaba? En verdad la vida humana es como el rocío o como un relámpago... Lo lamento... no encuentro palabras para expresarlo... Declaración del soplón interrogado por el mismo oficial -¿El hombre al que agarré? Es el famoso bandolero llamado Tajomaru, sin duda. Pero cuando lo apresé estaba caído sobre el puente de Awataguchi, gimiendo. Parecía haber caído del caballo. ¿La hora? Hacia la primera del Kong, ayer al caer la noche. La otra vez, cuando se me escapó por poco, llevaba puesto el mismo kimono azul y el mismo sable largo. Esta vez, señor oficial, como usted pudo comprobar, llevaba también


arco y flechas. ¿Que la víctima tenía las mismas armas? Entonces no hay dudas. Tajomaru es el asesino. Porque el arco enfundado en cuero, la aljaba laqueada en negro, diecisiete flechas con plumas de halcón, todo lo tenía con él. También el caballo era, como usted dijo, un alazán con las crines cortadas. Ser atrapado gracias a este animal era su destino. Con sus largas riendas arrastrándose, el caballo estaba mordisqueando hierbas cerca del puente de piedra, en el borde de la carretera. De todos los ladrones que rondan por los caminos de la capital, este Tajomaru es conocido como el más mujeriego. En el otoño del año pasado fueron halladas muertas en la capilla de Pindola del templo Toribe, una dama que venía en peregrinación y la joven sirvienta que la acompañaba. Los rumores atribuyeron ese crimen a Tajomaru. Si es él quien mató a este hombre, es fácil suponer qué hizo de la mujer que venía a caballo. No quiero entrometerme donde no me corresponde, señor oficial, pero este aspecto merece ser aclarado. Declaración de una anciana interrogada por el mismo oficial -Sí, es el cadáver de mi yerno. Él no era de la capital; era funcionario del gobierno de la provincia de Wakasa. Se llamaba Takehito Kanazawa. Tenía veintiséis años. No. Era un hombre de buen carácter, no podía tener enemigos. ¿Mi hija? Se llama Masago. Tiene diecinueve años. Es una muchacha valiente, tan intrépida como un hombre. No conoció a otro hombre que a Takehiro. Tiene cutis moreno y un lunar cerca del ángulo externo del ojo izquierdo. Su rostro es pequeño y ovalado. Takehiro había partido ayer con mi hija hacia Wakasa. ¡Quién iba a imaginar que lo esperaba este destino! ¿Dónde está mi hija? Debo resignarme a aceptar la suerte corrida por su marido, pero no puedo evitar sentirme inquieta por la de ella. Se lo suplica una pobre anciana, señor oficial: investigue, se lo ruego, qué fue de mi hija, aunque tenga que arrancar hierba por hierba para encontrarla. Y ese bandolero... ¿Cómo se llama? ¡Ah, sí, Tajomaru! ¡Lo odio! No solamente mató a mi yerno, sino que... (Los sollozos ahogaron sus palabras.) Confesión de Tajomaru Sí, yo maté a ese hombre. Pero no a la mujer. ¿Que dónde está ella entonces? Yo no sé nada. ¿Qué quieren de mí? ¡Escuchen! Ustedes no podrían arrancarme por medio de torturas, por muy atroces que fueran, lo que ignoro. Y como nada tengo que perder, nada oculto. Ayer, pasado el mediodía, encontré a la pareja. El velo agitado por un golpe de viento descubrió el rostro de la mujer. Sí, sólo por un instante... Un segundo después ya no lo veía. La brevedad de esta visión fue causa, tal vez, de que esa cara me pareciese tan hermosa como la de Bosatsu. Repentinamente decidí apoderarme de la mujer, aunque tuviese que matar a su acompañante. ¿Qué? Matar a un hombre no es cosa tan importante como ustedes creen. El rapto de una mujer implica necesariamente la muerte de su compañero. Yo solamente mato mediante el sable que llevo en mi cintura, mientras ustedes matan por medio del poder, del dinero y hasta de una palabra aparentemente benévola. Cuando matan ustedes, la sangre no corre, la víctima continúa viviendo. ¡Pero no la han matado menos! Desde el


punto de vista de la gravedad de la falta me pregunto quién es más criminal. (Sonrisa irónica.) Pero mucho mejor es tener a la mujer sin matar a hombre. Mi humor del momento me indujo a tratar de hacerme de la mujer sin atentar, en lo posible, contra la vida del hombre. Sin embargo, como no podía hacerlo en el concurrido camino a Yamashina, me arreglé para llevar a la pareja a la montaña. Resultó muy fácil. Haciéndome pasar por otro viajero, les conté que allá, en la montaña, había una vieja tumba, y que en ella yo había descubierto gran cantidad de espejos y de sables. Para ocultarlos de la mirada de los envidiosos los había enterrado en un bosque al pie de la montaña. Yo buscaba a un comprador para ese tesoro, que ofrecía a precio vil. El hombre se interesó visiblemente por la historia... Luego... ¡Es terrible la avaricia! Antes de media hora, la pareja había tomado conmigo el camino de la montaña. Cuando llegamos ante el bosque, dije a la pareja que los tesoros estaban enterrados allá, y les pedí que me siguieran para verlos. Enceguecido por la codicia, el hombre no encontró motivos para dudar, mientras la mujer prefirió esperar montada en el caballo. Comprendí muy bien su reacción ante la cerrada espesura; era precisamente la actitud que yo esperaba. De modo que, dejando sola a la mujer, penetré en el bosque seguido por el hombre. Al comienzo, sólo había bambúes. Después de marchar durante un rato, llegamos a un pequeño claro junto al cual se alzaban unos abetos... Era el lugar ideal para poner en práctica mi plan. Abriéndome paso entre la maleza, lo engañé diciéndole con aire sincero que los tesoros estaban bajo esos abetos. El hombre se dirigió sin vacilar un instante hacia esos árboles enclenques. Los bambúes iban raleando, y llegamos al pequeño claro. Y apenas llegamos, me lancé sobre él y lo derribé. Era un hombre armado y parecía robusto, pero no esperaba ser atacado. En un abrir y cerrar de ojos estuvo atado al pie de un abeto. ¿La cuerda? Soy ladrón, siempre llevo una atada a mi cintura, para saltar un cerco, o cosas por el estilo. Para impedirle gritar, tuve que llenarle la boca de hojas secas de bambú. Cuando lo tuve bien atado, regresé en busca de la mujer, y le dije que viniera conmigo, con el pretexto de que su marido había sufrido un ataque de alguna enfermedad. De más está decir que me creyó. Se desembarazó de su ichimegasa y se internó en el bosque tomada de mi mano. Pero cuando advirtió al hombre atado al pie del abeto, extrajo un puñal que había escondido, no sé cuándo, entre su ropa. Nunca vi una mujer tan intrépida. La menor distracción me habría costado la vida; me hubiera clavado el puñal en el vientre. Aun reaccionando con presteza fue difícil para mí eludir tan furioso ataque. Pero por algo soy el famoso Tajomaru: conseguí desarmarla, sin tener que usar mi arma. Y desarmada, por inflexible que se haya mostrado, nada podía hacer. Obtuve lo que quería sin cometer un asesinato. Sí, sin cometer un asesinato, yo no tenía motivo alguno para matar a ese hombre. Ya estaba por abandonar el bosque, dejando a la mujer bañada en lágrimas, cuando ella se arrojó a mis brazos como una loca. Y la escuché decir, entrecortadamente, que ella deseaba mi muerte o la de su marido, que no podía soportar la vergüenza ante dos hombres vivos, que eso era peor que la muerte. Esto no era todo. Ella se uniría al que sobreviviera, agregó jadeando. En aquel momento, sentí el violento deseo de matar a ese hombre. (Una oscura emoción produjo en Tajomaru un escalofrío.)


Al escuchar lo que les cuento pueden creer que soy un hombre más cruel que ustedes. Pero ustedes no vieron la cara de esa mujer; no vieron, especialmente, el fuego que brillaba en sus ojos cuando me lo suplicó. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí el deseo de que fuera mi mujer, aunque el cielo me fulminara. Y no fue, lo juro, a causa de la lascivia vil y licenciosa que ustedes pueden imaginar. Si en aquel momento decisivo yo me hubiera guiado sólo por el instinto, me habría alejado después de deshacerme de ella con un puntapié. Y no habría manchado mi espada con la sangre de ese hombre. Pero entonces, cuando miré a la mujer en la penumbra del bosque, decidí no abandonar el lugar sin haber matado a su marido. Pero aunque había tomado esa decisión, yo no lo iba a matar indefenso. Desaté la cuerda y lo desafié. (Ustedes habrán encontrado esa cuerda al pie del abeto, yo olvidé llevármela.) Hecho una furia, el hombre desenvainó su espada y, sin decir palabra alguna, se precipitó sobre mí. No hay nada que contar, ya conocen el resultado. En el vigésimo tercer asalto mi espada le perforó el pecho. ¡En el vigésimo tercer asalto! Sentí admiración por él, nadie me había resistido más de veinte... (Sereno suspiro.) Mientras el hombre se desangraba, me volví hacia la mujer, empuñando todavía el arma ensangrentada. ¡Había desaparecido! ¿Para qué lado había tomado? La busqué entre los abetos. El suelo cubierto de hojas secas de bambú no ofrecía rastros. Mi oído no percibió otro sonido que el de los estertores del hombre que agonizaba. Tal vez al comenzar el combate la mujer había huido a través del bosque en busca de socorro. Ahora ustedes deben tener en cuenta que lo que estaba en juego era mi vida: apoderándome de las armas del muerto retomé el camino hacia la carretera. ¿Qué sucedió después? No vale la pena contarlo. Diré apenas que antes de entrar en la capital vendí la espada. Tarde o temprano sería colgado, siempre lo supe. Condénenme a morir. (Gesto de arrogancia.) Confesión de una mujer que fue al templo de Kiyomizu -Después de violarme, el hombre del kimono azul miró burlonamente a mi esposo, que estaba atado. ¡Oh, cuánto odio debió sentir mi esposo! Pero sus contorsiones no hacían más que clavar en su carne la cuerda que lo sujetaba. Instintivamente corrí, mejor dicho, quise correr hacia él. Pero el bandido no me dio tiempo, y arrojándome un puntapié me hizo caer. En ese instante, vi un extraño resplandor en los ojos de mi marido... un resplandor verdaderamente extraño... Cada vez que pienso en esa mirada, me estremezco. Imposibilitado de hablar, mi esposo expresaba por medio de sus ojos lo que sentía. Y eso que destellaba en sus ojos no era cólera ni tristeza. No era otra cosa que un frío desprecio hacia mí. Más anonadada por ese sentimiento que por el golpe del bandido, grité alguna cosa y caí desvanecida. No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que recuperé la conciencia El bandido había desaparecido y mi marido seguía atado al pie del abeto. Incorporándome penosamente sobre las hojas secas, miré a mi esposo: su expresión era la misma de antes: una mezcla de desprecio y de odio glacial. ¿Vergüenza? ¿Tristeza? ¿Furia? ¿Cómo calificar a lo que sentía en ese momento? Terminé de incorporarme, vacilante; me aproximé a mi marido y le dije: -Takehiro, después de lo que he sufrido y en esta situación horrible en que me encuentro, ya no podré seguir contigo. ¡No me queda otra cosa que matarme aquí mismo! ¡Pero también exijo tu muerte! Has sido testigo de mi vergüenza! ¡No puedo permitir que me sobrevivas!


Se lo dije gritando. Pero él, inmóvil, seguía mirándome como antes, despectivamente. Conteniendo los latidos de mi corazón, busqué la espada de mi esposo. El bandido debió llevársela, porque no pude encontrarla entre la maleza. El arco y las flechas tampoco estaban. Por casualidad, encontré cerca mi puñal. Lo tomé, y levantándolo sobre Takehiro, repetí: -Te pido tu vida. Yo te seguiré. Entonces, por fin movió los labios. Las hojas secas de bambú que le llenaban la boca le impedían hacerse escuchar. Pero un movimiento de sus labios casi imperceptible me dio a entender lo que deseaba. Sin dejar de despreciarme, me estaba diciendo: «Mátame». Semiconsciente, hundí el puñal en su pecho, a través de su kimono. Y volví a caer desvanecida. Cuando desperté, miré a mi alrededor. Mi marido, siempre atado, estaba muerto desde hacía tiempo. Sobre su rostro lívido, los rayos del sol poniente, atravesando los bambúes que se entremezclaban con las ramas de los abetos, acariciaban su cadáver. Después... ¿qué me pasó? No tengo fuerzas para contarlo. No logré matarme. Apliqué el cuchillo contra mi garganta, me arrojé a una laguna en el valle... ¡Todo lo probé! Pero, puesto que sigo con vida, no tengo ningún motivo para jactarme. (Triste sonrisa.) Tal vez hasta la infinitamente misericorde Bosatsu abandonaría a una mujer como yo. Pero yo, una mujer que mató a su esposo, que fue violada por un bandido... qué podía hacer. Aunque yo... yo... (Estalla en sollozos.) Lo que narró el espíritu por labios de una bruja -El salteador, una vez logrado su fin, se sentó junto a mi mujer y trató de consolarla por todos los medios. Naturalmente, a mí me resultaba imposible decir nada; estaba atado al pie del abeto. Pero la miraba a ella significativamente, tratando de decirle: «No lo escuches, todo lo que dice es mentira». Eso es lo que yo quería hacerle comprender. Pero ella, sentada lánguidamente sobre las hojas muertas de bambú, miraba con fijeza sus rodillas. Daba la impresión de que prestaba oídos a lo que decía el bandido. Al menos, eso es lo que me parecía a mí. El bandido, por su parte, escogía las palabras con habilidad. Me sentí torturado y enceguecido por los celos. Él le decía: «Ahora que tu cuerpo fue mancillado tu marido no querrá saber nada de ti. ¿No quieres abandonarlo y ser mi esposa? Fue a causa del amor que me inspiraste que yo actué de esta manera». Y repetía una y otra vez semejantes argumentos. Ante tal discurso, mi mujer alzó la cabeza como extasiada. Yo mismo no la había visto nunca con expresión tan bella. ¡Y qué piensan ustedes que mi tan bella mujer respondió al ladrón delante de su marido maniatado! Le dijo: «Llévame donde quieras». (Aquí, un largo silencio.) Pero la traición de mi mujer fue aún mayor. ¡Si no fuera por esto, yo no sufriría tanto en la negrura de esta noche! Cuando, tomada de la mano del bandolero, estaba a punto de abandonar el lugar, se dirigió hacia mí con el rostro pálido, y señalándome con el dedo a mí, que estaba atado al pie del árbol, dijo: «¡Mata a ese hombre! ¡Si queda vivo no podré vivir contigo!». Y gritó una y otra vez como una loca: «¡Mátalo! ¡Acaba con él!». Estas palabras, sonando a coro, me siguen persiguiendo en la eternidad. ¡Acaso pudo salir alguna vez de labios humanos una expresión de deseos tan horrible! ¡Escuchó o ha oído alguno palabras tan malignas! Palabras que... (Se interrumpe, riendo extrañamente.) Al escucharlas hasta el bandido empalideció. «¡Acaba con este hombre!». Repitiendo esto, mi mujer se aferraba a su brazo. El bandido, mirándola fijamente, no le contestó. Y de inmediato la arrojó de una patada sobre las hojas secas. (Estalla otra vez en


carcajadas.) Y mientras se cruzaba lentamente de brazos, el bandido me preguntó: «¿Qué quieres que haga? ¿Quieres que la mate o que la perdone? No tienes que hacer otra cosa que mover la cabeza. ¿Quieres que la mate?...» Solamente por esa actitud, yo habría perdonado a ese hombre. (Silencio.) Mientras yo vacilaba, mi esposa gritó y se escapó, internándose en el bosque. El hombre, sin perder un segundo, se lanzó tras ella, sin poder alcanzarla. Yo contemplaba inmóvil esa pesadilla. Cuando mi mujer se escapó, el bandido se apoderó de mis armas, y cortó la cuerda que me sujetaba en un solo punto. Y mientras desaparecía en el bosque, pude escuchar que murmuraba: «Esta vez me toca a mí». Tras su desaparición, todo volvió a la calma. Pero no. «¿Alguien llora?», me pregunté. Mientras me liberaba, presté atención: eran mis propios sollozos los que había oído. (La voz calla, por tercera vez, haciendo una larga pausa.) Por fin, bajo el abeto, liberé completamente mi cuerpo dolorido. Delante mío relucía el puñal que mi esposa había dejado caer. Asiéndolo, lo clavé de un golpe en mi pecho. Sentí un borbotón acre y tibio subir por mi garganta, pero nada me dolió. A medida que mi pecho se entumecía, el silencio se profundizaba. ¡Ah, ese silencio! Ni siquiera cantaba un pájaro en el cielo de aquel bosque. Sólo caía, a través de los bambúes y los abetos, un último rayo de sol que desaparecía... Luego ya no vi bambúes ni abetos. Tendido en tierra, fui envuelto por un denso silencio. En aquel momento, unos pasos furtivos se me acercaron. Traté de volver la cabeza, pero ya me envolvía una difusa oscuridad. Una mano invisible retiraba dulcemente el puñal de mi pecho. La sangre volvió a llenarme la boca. Ese fue el fin. Me hundí en la noche eterna para no regresar...

(Adaptación para el corto.) EN EL BOSQUE Instrucción del superior a su nuevo policía. Como usted sabrá, aquí sobra el trabajo, así que espero que esté listo su para su primer caso, en la oficina lo esperan algunos testigos, vaya a donde necesite, pero resuelva el caso. Espero su informe con lo ocurrido y con el asesino, lo más pronto posible sobre mi escritorio. Declaración del sembrador interrogado por el oficial de investigaciones del CAI -Yo descubrí un cadáver esta mañana, cuando fui a sembrar unos árboles. El cadáver estaba debajo de los abetos y cerca a los bambús, a unos 8 metros del sendero que da a la carretera de Yamashina. Vestía un traje negro con rojo de cazador. Sólo se veía una herida en el cuerpo, pero era una herida profunda en la parte superior del pecho de la que ya no salía sangre, es más, los bordes estaban secos, lo recuerdo bien, incluso había un tábano tan grande que ni siquiera escuchó que yo me acercaba. Por lo demás solo encontré, al pie de un abeto vecino, una cuerda y alrededor del cuerpo muchas hojas.


Declaración del monje budista interrogado por el mismo oficial -sí, yo lo ví ayer, a mitad de camino entre Sekiyama y Yamashina. Iban 2 hombres y una mujer con un velo que le cubría la cara y un kimono violeta en un caballo café con las crines cortadas. Yo no entiendo bien de esas cosas, pero el hombre Iba bien armado, llevaba una espada, arco y creo que unas 20 flechas en un aljaba negro. Declaración del policía infiltrado que capturo al bandolero. -Yo agarré a Tajomaru, al caer la noche, cuando lo agarré estaba acostado en el puente de Awataguchi, gimiendo. Parecía haberse caído del caballo. La otra que se me escapó, llevaba puesto el mismo kimono azul y el mismo sable largo, pero esta vez llevaba además arco y casi 17 flechas con plumas de halcón. Si la víctima tenía las mismas armas entonces no hay dudas. Tajomaru fué el asesino. Por cierto, había un caballo que estaba cerca mordisqueando la hierba era, un alazán n las crines cortadas. -No sabe cuánto me alegro de haberlo capturado, Tajomaru es el más temido y mujeriego de todos los ladrones que rondan por los caminos de la capital. Se acuerda que ¿el año del año pasado encontraron muertas a las 3 jóvenes en el templo Toribe? ¡Es un criminal atroz! En fin, ¡suerte con el caso amarada!. Declaración voluntaria de una anciana -El cadáver que reconocí hace unas horas es el de mi yerno. Se llamaba Takehiro Kanazawa. Tenía veintiséis años, era un hombre de buen humor, una buena persona, no podía tener enemigos. Mi hija se llama Masago, tiene diecinueve años, es una muchacha valiente, tan intrépida como un hombre, tiene cutis moreno y un lunar cerca del ángulo externo del ojo izquierdo. Su rostro es pequeño y ovalado. Ayer almorzaron en mi casa, y partieron a la 1 ¡Quién iba a imaginar que lo esperaba este destino!, por favor busque a mi hija, Se lo suplica una pobre anciana, investigue, se lo ruego, ¿qué fue de mi hija? Busquela aunque tenga que arrancar hierba por hierba para encontrarla. Confesión de Tajomaru Mire, usted no me puede obligar a decir lo que desconozco, si, yo maté a un hombre. Pero la mujer no, es más, yo también quiero saber ¿dónde está? Le contaré lo que ocurrió. Ayer pasado el mediodía, encontré a una pareja. El velo agitado por un golpe de viento descubrió el rostro de una mujer hermosa, un instante después volvió a cubrir su rostro con un velo, y fue justamente la brevedad de esta visión la que me hizo desear apoderarme de la mujer aunque tuviese que matar a su acompañante. Generalmente, para estar con una mujer en necesario matar a su compañero, pero mucho mejor que eso es tener a la mujer sin matar a nadie, por eso decidí tratar de acceder a la mujer sin atentar, contra la vida del hombre, pero como no podía hacerlo en la carretera tenía que llevarlos al bosque y fue muy sencillo: Haciéndome pasar por otro viajero y les conté que por el camino, había una vieja tumba, y que en ella yo había descubierto gran cantidad de monedas, pero para ocultarlas de la mirada de los envidiosos las había enterrado en un bosque al pie de la


montaña y que las quería sacar, pero necesitaba ayuda de algún otro hombre para cavar. El hombre se interesó mucho, ¡Es terrible la avaricia! Y antes de lo que se imaginan ya habían tomado el camino hacia el bosque, con el acuerdo de repartirnos por mitades. Cuando llegamos le dije a la pareja que estaban enterradas un poco más adentro del bosque, que me siguieran. Enceguecido por la codicia, él ni lo dudo y mientras que la mujer prefirió esperar montada en el caballo en el sendero que llevaba hacia la carretera, que era exactamente lo que yo quería, así que dejándola a ella sola nos adentramos en el bosque. Después de marchar durante un rato, llegamos a un pequeño claro con unos abetos. Le dije que ese era el lugar, él se dirigió sin vacilar hacia los árboles y en un momento me lancé sobre él y lo ate al pie de un árbol y cómo no dejaba de gritar, le llene la boca de hojas. Cuando lo tuve bien atado, regresé en busca de la mujer, y le dije que viniera conmigo, con el pretexto de que su marido había sufrido un ataque de alguna enfermedad. Se quito el velo y se internó en el bosque tomada de mi mano. Cuando se dio cuenta de que su pareja estaba amarrada, saco un puñal. Nunca había visto una mujer tan ágil y tan agresiva, casi me clava el puñal en el vientre, pero por algo soy el famoso Tajomaru: conseguí desarmarla, y obtuve lo que quería sin cometer un asesinato. Y ya estaba abandonando el bosque, cuando ella bañada en lágrimas se arrojó a mis brazos como una loca y me dijo que deseaba mi muerte o la de su marido, porque no soportaba la vergüenza ante tantas personas, que se quedaría con el hombre que sobreviviera, y en ese momento, sentí el más grande deseo de matar a ese hombre. Yo no soy un hombre cruel. Usted ni se imagina la cara de esa mujer; no vieron, el fuego que brillaba en sus ojos cuando me lo suplicó. Cuando nuestras miradas se cruzaron, sentí el deseo de que fuera mi mujer, aunque el cielo me fulminara. Debí seguir mi instinto e irme tras haberle pegado una patada. Pero lo cierto fue que decidí matar al hombre antes de marcharme. Pero cómo era un hombre indefenso y no era culpable de nada, desaté la cuerda (de hecho estoy casi seguro de que la olvide al lado de un abeto) y lo desafié. El hombre hecho una furia, saco su espada y peleo conmigo. En el vigésimo tercer salto mi espada le perforó el pecho. Sentí admiración por él, ¡jamás nadie había aguantado más de 10! Mientras el hombre se desangraba, me volví hacia la mujer, empuñando todavía el arma ensangrentada, pero ¡Había desaparecido! La busqué entre los abetos, pero no habi ningún rastro de ella, lo único que escuchaba eran los sonidos del hombre que agonizaba. Pensé que quizá huyo en busca de ayuda. Así que me subí al caballo y al llegar al puente vendí la espada. Siempre supe que sería colgado. Condénenme a morir. Confesión de una mujer que fue al templo de Kiyomizu -Después de violarme, el hombre del kimono azul miró a mi esposo, que estaba amarrado a un árbol. ¡Cuánto odio debió sentir mi esposo! Sus contorsiones no hacían más que clavar en su carne la cuerda que lo sujetaba. Salí corriendo hacia él, pero el bandido me arrojó de una patada.


En ese instante, vi un extraño resplandor en los ojos de mi marido... Imposibilitado para hablar, mi esposo expresaba por medio de sus ojos lo que sentía. Y eso que destellaba no era cólera ni tristeza, era un frío desprecio hacia mí. Más anonadada por ese sentimiento que por el golpe, le grité alguna cosa y caí desvanecida. No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que recuperé la conciencia pero el bandido había desaparecido y mi marido seguía atado al pie del abeto. Incorporándome penosamente sobre las hojas secas, miré a mi esposo: su expresión era la misma de antes: una mezcla de desprecio y de odio. ¿Vergüenza? ¿Tristeza? ¿Furia? ¿Cómo calificar a lo que sentía en ese momento? Me levante, me aproximé a mi marido y le dije gritando: Takehiro, después de lo que he sufrido y en esta situación horrible en que me encuentro, ya no podré seguir contigo. ¡No me queda otra cosa que matarme aquí mismo! ¡Pero también exijo tu muerte! Has sido testigo de mi vergüenza! ¡No puedo permitir que me sobrevivas! Él, inmóvil, seguía mirándome como antes. Conteniendo los latidos de mi corazón, busqué la espada de mi esposo pero el bandido debió llevársela, porque no pude encontrarla y no tampoco su arco y sus flechas. Por casualidad, encontré cerca de unos árboles mi puñal. Lo tomé, y levantándolo sobre Takehiro, repetí: -Te pido tu vida. Entonces, por fin movió los labios. Las hojas secas de bambú que le llenaban la boca le impedían hacerse escuchar. Pero por un movimiento de sus labios comprendí que me dijo: «Mátame». Semiconsciente, hundí el puñal en su pecho, a través de su kimono. Y volví a caer desvanecida. Cuando desperté, miré a mí alrededor. Mi marido, siempre atado, estaba muerto desde hacía tiempo. Salí corriendo e intente matarme de todas las formas posibles puse el cuchillo contra mi garganta, me arrojé a una laguna en el valle e intente colgarme de un árbol, pero no tuve el valor, ¿Qué puedo hacer? Bondadosa Bosatsu? Lo que narró el espíritu por labios de una bruja -El bandido, después de violar a mi esposa, se sentó junto a ella y trató de consolarla por todos los medios. Yo no podía hacer nada, por eso la miraba tratando de decirle: « Te amo, no lo escuches, todo lo que dice es mentira». Pero ella, sentada lánguidamente, miraba sus rodillas. Daba la impresión de que prestaba atención al bandido que escogía las palabras con habilidad. Me sentí torturado y enceguecido por los celos. Él le decía: «Ahora que tu cuerpo fue mancillado tu marido no querrá saber nada de ti. ¿No quieres abandonarlo y ser mi esposa? Fue a causa del amor que me inspiraste que yo actué de esta manera». Y repetía una y otra vez las palabras y mi mujer alzó la cabeza como extasiada, yo mismo no la había visto nunca con expresión tan bella. ¡Y qué piensan ustedes que mi tan bella mujer respondió al ladrón delante de su marido maniatado! Le dijo: «Llévame donde quieras». Pero la traición de mi mujer fue mayor. Cuando, tomada de la mano del bandolero, estaba a punto de abandonar el lugar, se dirigió hacia mí con el rostro pálido, y señalándome con el dedo a mí, que estaba atado al pie del árbol, dijo: «¡Mata a ese hombre! ¡Si queda vivo no podré vivir contigo!». Y gritó una y otra vez como una loca: «¡Mátalo! ¡Acaba con él!» y agarraba al bandido del brazo. Estas palabras, me persiguen en la eternidad. ¿Cómo pueden salir palabras tan horribles de su boca?


Hasta el bandido se sorprendió al escucharlas, la miro y la arrojó de una patada sobre las hojas secas. El bandido se acerco y me preguntó ¿Quieres que la mate o que la perdone? Solo mueve la cabeza… solo por esa actitud, yo habría perdonado a ese hombre. Pero mientras yo vacilaba, mi esposa gritó y se escapó, internándose en el bosque, y el bandolero se fue a perseguirla. Tiempo después volvió y se apoderó de mis armas, cortó la cuerda que me sujetaba en un solo punto y desapareció diciendo «Esta vez me toca a mí». Después todo volvió a la calma, empecé a escuchar que alguien lloraba, eran mis propios sollozos. Logré liberarme, a pesar de lo adolorido que estaba. Ví el puñal que mi esposa había dejado caer, lo tomé y lo enterré en mi pecho. Sentí subir la sangre por mi garganta, pero nada me dolió. Poco a poco, fui envuelto por un denso silencio. Tiempo después escuche unos pasos. Traté de volver la cabeza, pero ya no podía ver nada. Sentí que alguien retiraba el puñal de mi pecho. La sangre me lleno la boca. Ese fue el fin. Me hundí en la noche eterna para no regresar...

ESCALETA Suceso Encuadre R Sonido Instrucción del superior a su nuevo policía. (Paratexto) Ruptura de la cuarta pared: El comandante va a pedirle a su nuevo oficial, (el espectador) que resuelva un caso.

Travelling lateral a in: Del cuadro de una pistola hacia la cara del comandante

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Fotografía: Foco selectivo comandante con la boca cerrada

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[Sonido In: (dialogo) a fuera de campo.] Como usted sabrá, aquí sobra el trabajo, así que espero que esté listo su para su primer caso, en la oficina lo esperan algunos testigos, vaya a donde necesite, pero resuelva el caso. Espero su informe con lo ocurrido y con el asesino, lo más pronto posible.

Tiempo

3 Fotografía: Foco selectivo comandante con la boca abierta Declaración del sembrador interrogado por el oficial de investigaciones de la estación de policía (Paratexto) Fotografía: 4 [Sonido In: (dialogo) a fuera Sembrador boca de campo.] abierta Yo descubrí un cadáver esta Fotografía: 5 mañana, cuando fui a Sembrador boca sembrar unos árboles al El sembrador cerrada bosque. que encontró Fotografía: 6 el cuerpo está [sonido de pájaros Sembrador ojos haciendo su (Encabalgamiento)] cerrados declaración. 7 El cadáver estaba debajo de Travelling: los abetos. A lo lejos se ve un cuerpo, después se 8 a unos 8 metros del sendero observa un sendero que da a la carretera de y se llega a la Yamashina.


carretera donde aparece el letrero “carretera de Yamashina” 9 Traveling: De los zapatos a la cabeza, plano cenital del cuerpo completo con la sangre en el pecho y el tabano.

Vestía un traje negro con rojo. Sólo se veía una herida en el cuerpo, pero era una herida profunda en la parte superior del pecho de la que ya no salía sangre, es más, los bordes estaban secos, lo recuerdo bien, incluso había un tábano tan grande que ni siquiera escuchó que yo me acercaba.

Fotografía: 10 Cuerda a los pies de Por lo demás solo encontré, al un árbol. pie de un abeto vecino, una Fotografía: 11 cuerda y alrededor del cuerpo muchas hojas rotas. Muchas hojas rotas alrededor. Declaración del monje budista interrogado por el mismo oficial (Paratexto) Fotografía: 12 [Sonido In: (dialogo) a fuera Monje boca abierta de campo.] 13 Sí, yo lo ví ayer, a mitad de Fotografía: camino entre Sekiyama y Monje boca cerrada Yamashina. Fotografía: 14 Iban 2 hombres y una mujer -Plano general corto con un velo que le cubría la Un monje esta -plano de conjunto cara y un kimono violeta en un declarando -plano medio caballo café con las crines haberlos visto caballo cortadas. por el camino. - plano medio mujer. Travelling in P. 15 posterior: Yo no entiendo bien de esas De un plano total de cosas, pero el hombre Iba takehiro a un primer bien armado, llevaba una plano de la espada espada, arco y creo que unas y el arco y las 20 flechas en un aljaba negro. flechas. Declaración del policía infiltrado que capturo al temido Tajomaru (Paratexto) 16 [(dialogo) Sonido fuera de Otro oficial campo a sonido in ] está haciendo Paneo: Yo agarré a Tajomaru al caer una muy Tajumaru caído la noche, cuando lo agarré, orgullosa debajo de un estaba acostado en el puente declaración puente a caballo de Awataguchi gimiendo. sobre su comiendo pasto. (lloriqueos) captura a Parecía haberse caído del Tajomaru caballo. quien al parecer fue el Fotografía: 17 La otra vez que se me escapó, asesino de Tojomaru, con llevaba puesto el mismo Takehiro. kimono azul preso, y kimono azul y el mismo sable


a su lado el sable, el arco y las flechas.

largo, pero esta vez llevaba además arco y casi 17 flechas con plumas de halcón. Si la víctima tenía las mismas armas, entonces no hay duda. Tajomaru fué el asesino. Por cierto, había un caballo que estaba cerca mordisqueando la hierba era, un alazán con las crines cortadas. 18

Fotografía: Foto de “se busca” Tajumaru.

-No sabe cuánto me alegro de haberlo capturado, Tajomaru es el más temido y mujeriego de todos los ladrones que rondan por los caminos de la capital.

Fotografía: 19 Infiltrado boca ¿Se acuerda que el año del abierta año pasado encontró a 3 Fotografía: 20 jóvenes asesinadas en el infiltrado boca templo Toribe? ¡Es un criminal cerrada atroz! En fin, ¡suerte con el caso Fotografía: 21 amarada!. infiltrado ojos cerrados Declaración voluntaria de una anciana (Paratexto) Fotografía: 22 [Sonido In: (dialogo) a fuera Anciana boca de campo.] abierta ojos abiertos. El cadáver que reconocí hace Fotografía: 23 unas horas es el de mi yerno. Se llamaba Takehiro Anciana ojos y boca Kanazawa. entrecerrados 24 Tenía veintiséis años, era un Fotografía: hombre fuerte, de buen Takehiro sonriendo Declaración humor, una buena persona, cumpliendo 26 años. de la mamá no podía tener enemigos. de mujer 25 Mi hija se llama Masago, tiene violada: La diecinueve años, es una esposa del Fotografía: muchacha valiente, tan Takehiro Rostro de Masago. intrépida como un hombre, tiene grandes ojos negros… Fotografía: 26 Ayer almorzaron en mi casa y Anciana boca partieron a la 1 ¡Quién iba a abierta ojos abiertos. imaginar!, Fotografía: 27 Por favor busque a mi hija, ¡se Anciana llorando en lo ruego, búsquela! el despacho. Confesión de Tajomaru (Paratexto)


Fotografía: boca abierta en la jefatura Fotografía: bocaentreabierta

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Fotografía: boca cerrada. en la jefatura

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Fundido a negro Fotografía: Takehiro y Masago en la carretera en la jefatural. Fotografía: Masago con velo en la carretera

Declaración del ladrón capturado.

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Vera,

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Fotografía: boca entre abierta

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Fotografía: boca cerrada. en la jefatura. Travelling In: plano de conjunto cercano entre takehiro y Tajomaru, hasta llegar al rostro de Tajomaru.

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Fotografía: boca entreabierta en la carretera

Ayer pasado el mediodía, encontré a una pareja en el camino.

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Fotografía: Masago sin velo en la carretera Fotografía: Masago con velo en la carretera Fotografía: boca abierta en la jefatura

Fotografía: boca abierta en la carretera

Yo sé que me van a condenar a muerte, por haber matado a ese y a tantos oros hombres. Pero quiero aclarar que fue por amor.

34

El velo agitado por un golpe de viento descubrió el rostro de una mujer muy hermosa, fue tan rápido y perturbador, que desee profundamente apoderarme de la mujer.

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Casi siempre el hombre muere, pero es mucho mejor acceder a una mujer sin tener que matar a nadie. Pesando en esto inventé un plan para sacarlos de la carretera. Haciéndome pasar por otro viajero y les conté que por el camino, había una vieja tumba, y que en ella yo había descubierto gran cantidad de oro y piedras preciosas que había tenido que ocultar de ladrones, en un bosque cercano. Les comenté que necesitaba ayuda para desenterrarlo y que a cambio serian bien remunerados. El

hombre

debía

ser

muy


41 Fotografía: boca cerrada. en la carretera. Fotografía: plano detalle de Tajomarú diciendo hacia donde es el camino.

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43 Fotografía: Masago, a caballo en la entrada el bosque.

avaricioso porque no dudo ni por un instante en seguirme. Cuando llegamos al sendero le dije a la pareja que debíamos internarnos más en el bosque.

La mujer, tal y como yo lo supuse, prefirió esperarlo en el sedero que llevaba al bosque. Mientras el hombre y yo, caminamos hasta llegar a unos abetos.

Fotografía: Posterior de los dos hombres entrando en el bosque.

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Fotografía: Plano detalle en foco selectivo del árbol. Fotografía: Plano de conjunto cercano de perfil. Takehiro delante de Tajomaru.

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Fotografía: Plano detalle de manos de Takehiro amarradas. Fotografía: Plano general de Takehiro amarrado y con la boca llena de hojas. Fotografía: Takehiro saliendo del bosque Fotografía: Tajomaru acercándose a Masago (perfil) Fotografía: Los dos entrando al bosque.

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Yo le indiqué el lugar, y mientras él caminaba me lancé sobre él y lo ate al pie de un árbol y cómo no dejaba de gritar, le llene la boca de hojas.

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Después regresé en busca de la mujer, y le dije que su marido había sufrido un ataque de alguna enfermedad. Y ella me siguió.


Fotografía: Plano detalle de Ojos de Masago Fotografía: Plano detalle mano con puñal. Fotografía: Plano detalle de perfil, puñal apuntando al estomago de Tajomaru. Fotografía: Plano detalle. Puñal rosando la cintura de Tajomaru. Fotografía: El puñal atravesando una hoja. Fundido a negro (largo.) Fotografía: Foco selectivo, en posterior de Tajomaru. Fotografía: Masago con el vestido roto. Fotografía: Contrapicado Masago agarrando el brazo de Tajomaru Fotografía: Contrapicado, plano detalle de rostro de Masago Fotografía: boca abierta en la jefatura

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Fotografía: bocaentreabierta

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Fotografía: boca cerrada. en la jefatura.

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Takehiro con espada en la mano.

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Fotografía: 5 tomas de golpes de espadas

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Cuando se dio cuenta de que su pareja estaba amarrada, saco un puñal, Nunca había visto una mujer tan ágil y tan agresiva, casi me clava el puñal en el vientre, pero por algo soy el famoso Tajomaru: conseguí desarmarla, y obtuve lo que quería. (Grito de violación.)

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Ya estaba partiendo cuando ella bañada en lágrimas se arrojó a mis brazos como una loca y me dijo – Mata a mi marido o matate tu, porque no puedo soportar la vergüenza ante tantas personas. Te prometo que me quedaré con el que sobreviva.

-En ese momento, sentí el más grande deseo de matar a ese hombre, para que se quedara conmigo. Debí apartarla con un puntapié, pero decidí luchar por su amor, así que desate al hombre indefenso, y lo desafié. El hombre hecho una furia, saco su espada y peleo conmigo fuertemente, hasta que en el 23º salto mi espada le perforó el pecho. Sentí admiración por él, ¡jamás


Fotografía: Plano detalle de espada y pecho de takehiro Fotografía: Transpaso de la espada de Tajomarú Fotografía: Foco selectivo (borroso Tajumaru) en posterior americano, en el bosque. Fotografía: boca abierta en la jefatura

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nadie había aguantado más de 10!

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Mientras el hombre se desangraba, busque a la mujer para partir con ella, pero ¡Había desaparecido!

Fotografía: boca entreabierta

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69 Supuse que habia huido en busca de ayuda, así que decepcionado, robe las armas que vendí llegado al puente y me subí al caballo.

Fotografía: boca 71 cerrada. en la jefatura Plano detalle de la 72 Eso es todo, Condénenme a cuerda amoratando morir sus manos. Confesión de una mujer que fue al templo de Kiyomizu, (letrero a fuera de la Iglesia) Fotografía: Takehiro 73 Después de violarme, el amarrado hombre del kimono azul miró a 74 Fotografía: Ojos de mi esposo, que estaba Takehiro amarrado a un árbol y luchaba con todas sus fuerzas 75 Fotografía: Ojos por soltarse. llorando de Masago. Fotografía: Masago 76 en el piso. Salí corriendo hacia él, pero el (Fundido a negro) bandido me arrojó de una 77 patada. Fotografía:Takehiro amarrado Confesion de 78 la esposa del Imposibilitado para hablar, mi asesinado a esposo expresaba por medio Bozatsu, en el Fotografía: Masago de sus ojos lo que sentía, no templo de de pie era cólera ni tristeza, era un Kiyomizu frío desprecio hacia mí. Fotografía: Masago cera de su esposo arrodillada Fotografía: Masago boca abierta. Fotografía: Masago en el suelo.

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Más anonadada por ese sentimiento que por el golpe, le grité alguna cosa y caí desvanecida. No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que recuperé la conciencia pero el bandido


82 Fotografía: Masago de pie Fotografía: Masago boca abierta Fotografía: Masago boca acerrada

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85 Fotografía: Takehiro amarrado mirándola

Fotografía: Plano italiano de Takehiro

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Fotografía: Suelo vacio, plano general largo

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Fotografía: Puñal en el suelo plano detalle

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Fotografía: Masago con el puñal encima de Takehiro.

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Fotografía: Takehiro boca abierta con hojas en la boca

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Fotografía: Takehro con la boca mediocerrada llena de hojas

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Fundido a negro y se escucha el matame Fotografía: Masago en el suelo con ojos cerrados. Fundido anegro En fondo negro Fotografía: Masago con puñal

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había desaparecido y mi marido seguía atado al pie del abeto. Me levante, me aproximé a mi marido y le dije gritando:

Takehiro, después de lo que he sufrido y en esta situación horrible en que me encuentro, ya no podré seguir contigo. ¡No me queda otra cosa que matarme aquí mismo! ¡Pero también exijo tu muerte! Has sido testigo de mi vergüenza! ¡No puedo permitir que me sobrevivas! Él, inmóvil, seguía mirándome como antes. Conteniendo los latidos de mi corazón, (Sonido del latido del corazón) Busqué la espada de mi esposo pero el bandido debió llevársela, porque no pude encontrarla ni tampoco su arco y sus flechas. Por casualidad, encontré cerca de unos árboles mi puñal. Lo tomé, y levantándolo sobre Takehiro, repetí: -Te pido tu vida. Entonces, por fin movió los labios. Las hojas secas de bambú que le llenaban la boca le impedían hacerse escuchar. Pero por un movimiento de sus labios comprendí que me dijo: «Mátame».

Semiconsciente, hundí el puñal en su pecho, a través de su kimono. Y volví a caer desvanecida. Cuando desperté, miré a mí alrededor. Mi marido, siempre atado, estaba muerto desde hacía tiempo. Salí corriendo e


en la garganta

intente matarme de todas las formas posibles puse el cuchillo contra mi garganta, Fotografía: 95 me arrojé a una laguna en el Masago Con cuerda valle e intente colgarme de un en el cuello árbol, pero no tuve el valor, 96 Fotografía: ¿Qué puedo hacer? Masago en el agua. Bondadosa Bosatsu? Lo que narró el espíritu por labios de una bruja (confesión de Takehiro) intertìtulo Fotografía: 97 La bruja con una -El bandido, después de canica, espacio violar a mi esposa, negro con grises Fotografía: Plano de conjunto cercano frontal, Tajomaru cogiendo de la mano a Masago

98 se sentó junto a ella y trató de consolarla por todos los medios. 99

Yo no podía hacer nada, por eso la miraba tratando de decirle: « Te amo, no lo escuches, todo lo que dice es mentira».

100

Pero ella, sentada lánguidamente, miraba sus rodillas. Daba la impresión de que prestaba atención al bandido que escogía las palabras con habilidad. Me sentí torturado y enceguecido por los celos. Él le decía: «Ahora que tu cuerpo fue mancillado tu marido no querrá saber nada de ti. ¿No quieres abandonarlo y ser mi esposa? Fue a causa del amor que me inspiraste que yo actué de esta manera». Y repetía una y otra vez las palabras y

Fotografía: Plano de rostro

Confesión de el cadáver a través de una bruja.

Fotografía: Masago mirándose las rodillas.

Fotografía: Plano detalle de los ojos con fuego

101

102 Fotografía: Tajumaru hablando con ella

103 Fotografía: Masago plano de rostro contrapicado

mi mujer alzó la cabeza como extasiada, yo mismo no la había visto nunca con expresión tan bella. ¡Y qué piensan ustedes que mi tan bella mujer respondió al ladrón delante de su marido maniatado! Le dijo:


Fotografía: Plano general de Tajumaru y Masago cogidos de la mano. Fotografía: plano detalle de sus manos unidas, ¿contraluz?

104

«Llévame donde quieras».

105

Pero la traición de mi mujer fue mayor. Cuando, tomada de la mano del bandolero, estaba a punto de abandonar el lugar,

106 Fotografía Masago devolviendose Fotografía: Primer plano de la mano y el dedo señalando al esposo

107

Fotografía Masago agarrada al brazo de Tajumaru

108

Fotografía: Pie de Tajomaru empujando a Masago.

109

Fotografía: Tajumaru mirando a Takehiro

110

Fotografía: Tajomaru cerca de Takehiro boca abierta.

111

Fotografía: Takehiro rostro mirando el piso Fotografía: Tajomaru se gira, Foco selectivo.

112 113

Después el bandido se acerco y me preguntó ¿Quieres que la mate o que la perdone? Solo mueve la cabeza… solo por esa actitud, yo perdono a ese hombre. Pero mientras yo vacilaba, mi esposa gritó y se escapó, internándose en el bosque, y el bandolero se fue a perseguirla.

114

Tiempo después volvió y se apoderó de mis armas, cortó la cuerda que me sujetaba en un solo punto y desapareció diciendo «Esta vez me toca a mí».

115

A pesar de lo adolorido que estaba logré liberarme.

116

Ví el puñal que mi esposa había dejado caer,

Fotografía: Tajumaru cortando la cuerda.

Fotografía: Takehiro libre con expresión de dolor. Fotografía: Puñal entre el pasto.

Se dirigió hacia mí con el rostro pálido, y señalándome con el dedo a mí, que estaba atado al pie del árbol, dijo: «¡Mata a ese hombre! ¡Si queda vivo no podré vivir contigo!». Y gritó una y otra vez como una loca: «¡Mátalo! ¡Acaba con él!» y agarraba al bandido del brazo. Estas palabras, me persiguen en la eternidad. ¿Cómo pueden salir palabras tan horribles de su boca? Hasta el bandido se sorprendió al escucharlas, la miro y la arrojó de una patada sobre las hojas secas.


Fotografía: El puñal en la mano. Fotografía: Puñal enterrado en el pecho.

117

Fotografía: Boca sale sangre plano total Fundido a negro

119

lo tomé

118 y lo enterré en mi pecho.

120 Color: negro

Fotografía: La bola de cristal y la bruja

121

Se observa una hoja en el escritorio con el título ¿Quién asesino a Takehiro? Fundido a negro

122

Créditos en plastilina

123

Sentí subir la sangre por mi garganta, pero nada me dolió. Poco a poco, fui envuelto por un denso silencio. Tiempo después escuche unos pasos. Traté de volver la cabeza, pero ya no podía ver nada. Sentí que alguien retiraba el puñal de mi pecho. La sangre me lleno la boca. Ese fue el fin. Me hundí en la noche eterna para no regresar...

Epilogo

créditos

Diálogos para la grabación.

Una canción con estilo de policía


DESCRIPCION

VOZ

TIEMPO

Como usted sabrá, aquí sobra el trabajo, así que espero que esté listo su para su primer caso, en la oficina lo esperan algunos testigos, vaya a donde necesite, pero resuelva el caso. Espero su informe con lo ocurrido y con el asesino, lo más pronto posible.

1-3

Capitán. Estricto, creído y retador

Sembrador Humilde, preocupado por la situación.

Yo descubrí el cadáver esta mañana, cuando fui a sembrar unos árboles al bosque.

4-11

El cadáver estaba debajo de los abetos. A unos 8 metros del sendero que da a la carretera de Yamashina. Vestía un traje negro con rojo. Sólo se veía una herida en el cuerpo, pero era una herida profunda en la parte superior del pecho de la que ya no salía sangre, es más, los bordes estaban secos, lo recuerdo bien, incluso había un tábano tan grande que ni siquiera escuchó que yo me acercaba. Por lo demás solo encontré, al pie de un abeto vecino, una cuerda y alrededor del cuerpo muchas hojas rotas. Monje Budista Sí, yo lo ví ayer, a mitad de camino entre Sekiyama y Yamashina.

12-15

Iban 2 hombres y una mujer con un velo que le cubría la cara y un kimono violeta en un caballo café con las crines cortadas. Yo no entiendo bien de esas cosas, pero el hombre Iba bien armado, llevaba una espada, arco y creo que unas 20 flechas en un aljaba negro. ¿Quién podría imaginar un destino como ese? Camarada infiltrado que capturo a tajomaru Orgulloso, intentando solucionar el caso él.

Yo agarré a Tajomaru al caer la noche, cuando lo agarré, estaba acostado en el puente de Awataguchi gimiendo. (lloriqueos) Parecía haberse caído del caballo. La otra vez que se me escapó, llevaba puesto el mismo kimono azul y el mismo

16-21

IMÁGENES


sable largo, pero esta vez llevaba además arco y casi 17 flechas con plumas de halcón. Si la víctima tenía las mismas armas, entonces no hay duda. Tajomaru fué el asesino. Por cierto, había un caballo que estaba cerca mordisqueando la hierba era, un alazán con las crines cortadas. -No sabe cuánto me alegro de haberlo capturado, Tajomaru es el más temido y mujeriego de todos los ladrones que rondan por los caminos de la capital. ¿Se acuerda que el año del año pasado encontró a 3 jóvenes asesinadas en el templo Toribe? ¡Es un criminal atroz! En fin, ¡suerte con el caso amarada!. Mamá de Masago 22-27 Sí, yo lo ví ayer, a mitad de camino entre Sekiyama y Yamashina. Iban 2 hombres y una mujer con un velo que le cubría la cara y un kimono violeta en un caballo café con las crines cortadas. Yo no entiendo bien de esas cosas, pero el hombre Iba bien armado, llevaba una espada, arco y creo que unas 20 flechas en un aljaba negro. El cadáver que reconocí hace unas horas es el de mi yerno. Se llamaba Takehiro Kanazawa. Tenía veintiséis años, era un hombre fuerte, de buen humor, una buena persona, no podía tener enemigos. Mi hija se llama Masago, tiene diecinueve años, es una muchacha valiente, tan intrépida como un hombre, tiene grandes ojos negros… Ayer almorzaron en mi casa y partieron a la 1 ¡Quién iba a imaginar!, Por favor busque a mi hija, ¡se lo ruego, búsquela! Tajomaru Yo sé que me van a condenar a muerte, por haber matado a ese y a tantos oros hombres. Pero quiero aclarar que fue por amor.

28-72


Vera, ayer pasado el mediodía, encontré a una pareja en el camino. El velo agitado por un golpe de viento descubrió el rostro de una mujer muy hermosa, fue tan rápido y perturbador, que desee profundamente apoderarme de la mujer. Casi siempre el hombre muere, pero es mucho mejor acceder a una mujer sin tener que matar a nadie. Pesando en esto inventé un plan para sacarlos de la carretera. Haciéndome pasar por otro viajero y les conté que por el camino, había una vieja tumba, y que en ella yo había descubierto gran cantidad de oro y piedras preciosas que había tenido que ocultar de ladrones, en un bosque cercano. Les comenté que necesitaba ayuda para desenterrarlo y que a cambio serian bien remunerados. El hombre debía ser muy avaricioso porque no dudo ni por un instante en seguirme. Cuando llegamos al sendero le dije a la pareja que debíamos internarnos más en el bosque. La mujer, tal y como yo lo supuse, prefirió esperarlo en el sedero que llevaba al bosque. Mientras el hombre y yo, caminamos hasta llegar a unos abetos. Yo le indiqué el lugar, y mientras él caminaba me lancé sobre él y lo ate al pie de un árbol y cómo no dejaba de gritar, le llene la boca de hojas. Después regresé en busca de la mujer, y le dije que su marido había sufrido un ataque de alguna enfermedad. Y ella me siguió. Cuando se dio cuenta de que su pareja estaba amarrada, saco un


puñal, Nunca había visto una mujer tan ágil y tan agresiva, casi me clava el puñal en el vientre, pero por algo soy el famoso Tajomaru: conseguí desarmarla, y obtuve lo que quería. Ya estaba partiendo cuando ella bañada en lágrimas se arrojó a mis brazos como una loca y me dijo – Mata a mi marido o matate tu, porque no puedo soportar la vergüenza ante tantas personas. Te prometo que me quedaré con el que sobreviva. -En ese momento, sentí el más grande deseo de matar a ese hombre, para que se quedara conmigo. Debí apartarla con un puntapié, pero decidí luchar por su amor, así que desate al hombre indefenso, y lo desafié. El hombre hecho una furia, saco su espada y peleo conmigo fuertemente, hasta que en el 23º salto mi espada le perforó el pecho. Sentí admiración por él, ¡jamás nadie había aguantado más de 10! Mientras el hombre se desangraba, busque a la mujer para partir con ella, pero ¡Había desaparecido! Supuse que había huido en busca de ayuda, así que decepcionado, robe las armas que vendí llegado al puente y me subí al caballo. Eso es todo, Condénenme a morir Masago Después de violarme, el hombre del kimono azul miró a mi esposo, que estaba amarrado a un árbol y luchaba con todas sus fuerzas por soltarse. Salí corriendo hacia él, pero el bandido me arrojó de una patada. Imposibilitado para hablar, mi esposo expresaba por medio de sus ojos lo que sentía, no era cólera ni tristeza, era un frío desprecio hacia mí.

73-96


Más anonadada por ese sentimiento que por el golpe, le grité alguna cosa y caí desvanecida. No sé cuánto tiempo transcurrió hasta que recuperé la conciencia pero el bandido había desaparecido y mi marido seguía atado al pie del abeto. Me levante, me aproximé a mi marido y le dije gritando: Takehiro, después de lo que he sufrido y en esta situación horrible en que me encuentro, ya no podré seguir contigo. ¡No me queda otra cosa que matarme aquí mismo! ¡Pero también exijo tu muerte! Has sido testigo de mi vergüenza! ¡No puedo permitir que me sobrevivas! Él, inmóvil, seguía mirándome como antes. Conteniendo los latidos de mi corazón, Busqué la espada de mi esposo pero el bandido debió llevársela, porque no pude encontrarla ni tampoco su arco y sus flechas. Por casualidad, encontré cerca de unos árboles mi puñal. Lo tomé, y levantándolo sobre Takehiro, repetí: -Te pido tu vida. Entonces, por fin movió los labios. Las hojas secas de bambú que le llenaban la boca le impedían hacerse escuchar. Pero por un movimiento de sus labios comprendí que me dijo: «Mátame». Semiconsciente, hundí el puñal en su pecho, a través de su kimono. Y volví a caer desvanecida. Cuando desperté, miré a mí alrededor. Mi marido, siempre atado, estaba muerto desde hacía tiempo. Salí corriendo e intente matarme de todas las formas posibles puse el cuchillo contra mi garganta, me arrojé a una laguna en el valle e intente colgarme de un árbol, pero no tuve el valor, ¿Qué puedo hacer? Bondadosa Bosatsu?


¡Mata a ese hombre! ¡Si queda vivo no podré vivir contigo!». Y gritó una y otra vez como una loca: «¡Mátalo! ¡Acaba con él!»

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Takehiro (Bruja) 97-122 -El bandido, después de violar a mi esposa, se sentó junto a ella y trató de consolarla por todos los medios. Yo no podía hacer nada, por eso la miraba tratando de decirle: « Te amo, no lo escuches, todo lo que dice es mentira». Pero ella, sentada lánguidamente, miraba sus rodillas. Daba la impresión de que prestaba atención al bandido que escogía las palabras con habilidad. Me sentí torturado y enceguecido por los celos. Él le decía: «Ahora que tu cuerpo fue mancillado tu marido no querrá saber nada de ti. ¿No quieres abandonarlo y ser mi esposa? Fue a causa del amor que me inspiraste que yo actué de esta manera». Y repetía una y otra vez las palabras y mi mujer alzó la cabeza como extasiada, yo mismo no la había visto nunca con expresión tan bella. ¡Y qué piensan ustedes que mi tan bella mujer respondió al ladrón delante de su marido maniatado! Le dijo: «Llévame donde quieras». Pero la traición de mi mujer fue mayor. Cuando, tomada de la mano del bandolero, estaba a punto de abandonar el lugar, Se dirigió hacia mí con el rostro pálido, y señalándome con el dedo a mí, que estaba atado al pie del árbol, dijo: y agarraba al bandido del brazo. Estas palabras, me persiguen en la eternidad. ¿Cómo pueden salir palabras tan horribles de su boca? Hasta el bandido se sorprendió al


escucharlas, la miro y la arrojó de una patada sobre las hojas secas. Después el bandido se acerco y me preguntó ¿Quieres que la mate o que la perdone? Solo mueve la cabeza… solo por esa actitud, yo perdono a ese hombre. Pero mientras yo vacilaba, mi esposa gritó y se escapó, internándose en el bosque, y el bandolero se fue a perseguirla. Tiempo después volvió y se apoderó de mis armas, cortó la cuerda que me sujetaba en un solo punto y desapareció diciendo «Esta vez me toca a mí». A pesar de lo adolorido que estaba logré liberarme. Ví el puñal que mi esposa había dejado caer, lo tomé y lo enterré en mi pecho. Sentí subir la sangre por mi garganta, pero nada me dolió. Poco a poco, fui envuelto por un denso silencio. Tiempo después escuche unos pasos. Traté de volver la cabeza, pero ya no podía ver nada. Sentí que alguien retiraba el puñal de mi pecho. La sangre me lleno la boca. Ese fue el fin. Me hundí en la noche eterna para no regresar...


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