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Flor de Santa María

Al costado del puente marrón nace la flor de Santa María, fresca, de un garbo virginal y aroma enigmático.

Desborda ámbar corona y viste el campo fértil, la lluvia le hace la corte, la tierra roja enjuga su raíz.

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Infinito

Cuando vaya al cielo: quiero tomar aire y abrir los ojos al exhalar. El sol de las seis de la tarde dándole una pátina dorada a las fachadas, a los árboles, a los suelos, a los ojos, ropa y a la piel de la gente. Y a su tierra, su tierra roja.

En el cielo también deseo escuchar: la música de un bolero sonando a través de unas bocinas. Campanadas, seis. Voces que vienen y que van. Autos con música a todo volumen, desde rancheras, hasta gruperas, pop y reguetón.

Lúcido sopor. Parado entre “La de Armas” y “La Morelos”. Camino Jesús Reynoso (la calle de la infancia) hacia el norte, doblo a la izquierda en Lerdo de Tejada (la subidita para ir a casa de mi abuela). Después a la izquierda en 16 de septiembre (por donde un día, siendo el abanderado, desfilé), y luego a la izquierda en Samartín, (ahí adentro hay un escenario donde siempre fui feliz).

Cuando llego a Hidalgo (yéndome por los portales), giro a la derecha, luego a la derecha en Juan José Espinoza, después a la derecha en Esparza y al llegar nuevamente a la intersección de este símbolo infinito, cierro los ojos, tomo aire y los abro al exhalar.

El sol de las seis de la tarde siempre será el sol de las seis de la tarde.

Juan Luis Tovar Tepatitlán de Morelos

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