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Jardín de llanos repetidos

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Tepatitlán

Tepatitlán

A veces, es solo el llamado, la copla del viento que baña planicies de fuego, entre huizaches espinosos y flores polvorientas en los Altos de Jalisco

Distantes mensajeros, infancias de ríos de leyendas inconclusas, deleite, el furor de la corriente en desviación de los albores del mes octavo

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Secuencias nebulosas, trazos amorfos tornasol al descender la tarde, planos de paisajes de Santa María se siguen renovando las quebradas estaciones, soplan aires bienhechores, que alimentan simientes en surcos horadados Es la tierra roja, de tinte aladrillado, la que traza y adorna las suavísimas mejillas de alteñas sonrojadas Fluye la sangre en un puñado de sapiencia en varones de la misma mata, historias de la tierra, y leyendas de llanos repetidos.

Norte sin fin

Desde el cerro de los antiguos una luz rebelde nace del norte aparecen leyendas de tierra roja, visitamos la iglesia más vieja del pueblo en donde las historias del pasado cincelan las paredes, en la meseta los recuerdos viven en las piedras, la gente de la zona sonríe en el sendero trazan colores en madera crean danzas para los espantos musitan oraciones de bronce, en lo más alto de los altos nos gusta contemplar el destilado onírico de nuestro campo.

María Ausencia Teocaltiche

El rancho de mis abuelos

Me gusta recordar la tierra colorada, en el rancho de mis abuelos, allá en los Altos de Jalisco, en los mágicos terrenos de Arandas.

Ahí donde conservo en mi corazón imágenes, sabores, olores.

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Recuerdo las agrietadas manos de mi abuela, acariciaba las mías, juntos rodeábamos el estanque, y mirábamos el zigzag de los patos que se sumergían en las enlodadas aguas de junio.

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Ha cuarenta años, y aún hoy, al cerrar los ojos, llegan a mí los olores que son entrañables de mi vida. El aroma de la cera derretida de las velas a chocolate en agua caliente, a leche hervida, a jocoque, a nata, a leña encendida, a nixtamal y a tortillas hechas a mano.

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El suspiro de la casa a través de las grietas, el crujir del adobe una tarde lluviosa, el crisol de aromas a estiércol húmedo, a tierra roja remojada, a paja apilada, a aguamiel, a la resina de los encinos, robles y sauces, a yerbabuena y a maíz desgranado-

Cierro los ojos y vienen a mí las imágenes de las telarañas en cada rincón, la huella de la tierra colorada en toda la casa, las noches de invierno, las tardes lluviosas de junio y en el ensueño del mes de marzo.

En la vieja bicicleta oxidada y olvidada en un oscuro rincón en los caminitos de piedra que rodeaban los arbustos, en las deshilachadas sillas que estoicas desafiaban el tiempo.

En el estanque que escondía bajo sus aguas la leyenda de la Chanona.

Iván Alatorre Orozco Zamora, Michoacán

Temporal

Se baña el campo de tierra roja y fértil: crecen maizales.

Mayra Guadalupe Córdoba Gutiérrez Guadalajara

El lienzo

Tierra roja, extensión de cielo cárdeno, tradiciones y costumbres. En la bravura de reflejos y destrezas surgen del deporte nacional. El lienzo tiene vida.

Dignas adelitas precipitadas en el lienzo. La escaramuza convirtió a las amazonas en domadoras de bestias. Sinuosas vestimentas crean olas policromadas, que cobijan las enancas de las yeguas al galope.

Lazos, silla de montar bordada en hilo de pita y plata portan los jinetes, pies en el estribo. El charro jalisciense en peculiar vestimenta luce sombrero y espuelas que denota reciedumbre. Lía con la soga un canto agregado.

Piales en el lienzo, manganas, la faena en el ruedo. Azorados animales, abren sus fauces simulando cráteres volcánicos. En el lienzo está la expectativa. El paso de la muerte y la cala del caballo.

Esto es México, esto es los Altos. Música y folclor en el arte y la fiesta, cascajos de vida que otorga identidad y cultura, legado y usanza.

Romo Pérez San Juan de los Lagos

Cerro de Picachos

Primero fueron la coa y la lluvia, después quedaron las cenizas...

Labriego, qué hubiera sido en la cimera por los holanes cobrizos del barbecho.

Que apañó, que engendró los verdes tallos desparramados bajo el claro, bajo el sol... si esta tierra no fuere bendita.

Cortará la centella por tus sienes y la sémola seguirá en su vientre por tus hijos, y sus hijos sobre tus cenizas y la lluvia con la mano en el arado, con la espiga en tierra roja.

Isidro Mariscal Tepatitlán de Morelos

Cantos de mi tierra

Recuerdo tu sonido de plaza, risa y sueño, me embebo de él como si fuera licor como canto del rojo de buena suerte.

Escucho tu coro de cantera rosa, tu sequía de chicharras al mediodía y tu eterna lluvia de arroyo.

Siémbrame semilla de ti, al amanecer hazme milpa, grito y peñasco.

Tócame tu serenata nubosa en la ventana y agita el sombrero del cielo cuando me veas. Cántame tu olor a verde monte tu cima azul agave y tu tierra roja que me oye.

Y déjame ser lo que soy, el mismísimo canto de tu garganta, partitura tuya.

Yahualica de González Gallo

Mi tierra

Mi tierra, roja como mi sangre de arrebol que surca entre mis caderas tierra que cobija mis sueños de mujer suave pradera que mece mis pasos cuando en su entraña me siente, me encamina, me hace altiva.

No soy flor nacida alteña más su vientre de madre tierra me hizo arder en sus raíces tierra ahora tan mía, mi casa, mi risa, mi imperio.

Abro los ojos al canto de tordos y golondrinas y he de cerrarlos al final de su preludio.

Y cuando la luz de vida sea frágil escucharé tu canto nuevo dulce y suave de madre amorosa entonces descansaré tan serenamente en la llama de tu vientre.

Elisa Villanueva Santos Tampico, Tamaulipas

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