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Memorias de aguamiel

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Rojizo

Rojizo

A Tepatitlán en su 139 aniversario

I

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Voy a remendar la mirada antes de pronunciar tu nombre antes de tomarte entre las manos y deshojar palabras de nostalgia.

Debo preguntar a la piedra, cuándo el hierro en su entraña se hizo gris, y cuándo sus calles se volvieron un mar de concreto y desesperanza.

Llego tarde. Debo preguntar al verano dónde sofoca el petricor, dónde dejó las llaves de la infancia para jugar en tus calles, para brincar el agua de tus charcos y entonar mi canto de añoranza.

Ii

Quiero llenar mis maletas con estampas de otra vida. Y beberme el tiempo como agua de jarro. Que mi lengua palpe el sabor del pulque, y embriague mi recuerdo con memorias de aguamiel.

Y precisamente ahora, desempolvo las estrofas, del poeta Gutiérrez Medrano, y sus “Perfumes de otro tiempo” entonan un himno de bendiciones, y un verso de despedida, al adobe de tus añejas fincas y casonas.

Llego tarde. Y no encuentro la libreta donde anoté la dirección de las flores silvestres ni los caminos empedrados donde crecían las maravillas, la siempreviva y la santamaría. Y aún tengo que ordenar las sombras antes de abrir tu historia y deshojarla.

Iii

Cada cierto tiempo me sigo preguntando dónde estarán las llaves. Por cuál recóndito agujero escaparon los sueños, si los tenía maniatados entre los pasos de un peregrino y la mirada apacible del Señor de la Misericordia. La única mirada que dejé grabada en mi válvula mitral.

Ahora voy a incendiar el vientre de esta tierra, y mandarla a parir campos de agave, hileras de maizales e ínfimas perlas de chía.

En el archivo de las heridas tengo escrita la fecha de tu último cumpleaños. Ciento treinta y nueve ciclos de verano.

El pespunte que atraviesa tu edad se ha deshilachado y se te escapa un suspiro, una estampa decolorada, una copia escultórica de otras latitudes. IV

Ya no tienes el alma pueblerina, se han ensanchado tus calles y ahora llevan el nombre de avenidas. Se han manchado de sangre tus banquetas y tus calles antes limpias y gentiles tienen la marca de la violencia.

Qué diferentes son tus aires de gran ciudad, qué sonrientes continúan tus iglesias, templos y santuarios.

Y a pesar de todo, tu hijo ausente sueña su regreso.

Rusbelina Castellanos Tepatitlán de Morelos

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