SIMULACRO Mag | ISSUE 01

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MARZO

2019

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ISSUE

NO.

01

SIMULACRO

"MAKE 'EM LAUGH!" EDICIÓN

DE

HOMENAJE

A

STANLEY

DONEN


QUERIDO STANLEY DONEN:

Se nos fue Stanley Donen, y nos dejó una serie de películas que parecerían ingenuas para el ojo cínico de hoy en día. Sin embargo son un regalo de los que reviven muertos. Coreografías complejas, secuencias de montaje exhorbitantes, escenarios explosivos, y muchos más adjetivos que se enumerarían en vano. El cine de Donen siempre es perfecto en algún sentido, aún no lo sea en todos. Sus películas están envueltas como un regalo, y claro, siempre se corre el riesgo de que el regalo guste o no. En todo caso, a Stanley Donen hay que verlo, y hay que verlo con el corazón abierto. Quién sabe, quizás de ahí se salga con el alma un poco más suave.

Julia Scrive-Loyer

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Índice 04 On The Town Una diálogo entre el amor y la modernidad.

07 Singin' In The Rain ¿Qué significa ser digno en un mundo de apariencias?

10 Seven Brides for Seven Brothers ¿Quién es más protagonista: el que lucha por el cambio, o el que cambia?

13 Funny Face Perfección visual y sonora. ¿Y la empatía pa' cuándo? SIMULACRO | 03


On The Town (1949)

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El dispositivo de esta película es un cuento viejo: un marinero desembarca en Nueva York y tiene un día para romper corazones. En Follow The Fleet (1936), Fred Astaire y Ginger Rogers juegan a ese juego. Él la enamora, ella se deja llevar. Sin embargo en On The Town (1949), nuestros hambrientos e ingenuos protagonistas tienen tres acercamientos muy distintos al amor. En una ciudad de movimiento y cambios constantes, la inocencia de estos marineros será el canal perfecto para hablar de modernidad, de amor y para cantar un montón de canciones. La modernidad. Una película con una trama como ésta se apoya en un uso de los contrastes.

Desde el inicio se nos deja claro que hay una distancia enorme entre el entusiasmo de nuestros tres marineros y el cansancio de un trabajador portuario que preferiría seguir durmiendo. Hay por lo tanto un contraste en cuanto al ritmo. Sin embargo un poco más tarde en la película sucede lo contrario: en la estación de metro todo se mueve a millón, los trenes no esperan, las personas no tienen tiempo para hablar, y si lo tienen no se escucha lo que dicen. Los personajes se tienen que acoplar al movimiento desenfrenado de una gran ciudad que no se detiene por nadie.


Este mismo ritmo se traduce también en los cambios perpetuos de Nueva York. Chip carga de arriba a abajo una pequeña guía turística que le regaló su abuelo, impresa en 1905. Él sigue cada instrucción y recomendación al pie de la letra, pero pronto se dará cuenta de que muchos de los lugares señalados ya no existen. Brunhilde, la taxista le dice: "¿No te das cuenta que una gran ciudad como ésta cambia todo el tiempo?" Y miremos un poco los intereses amorosos de los dos personajes secundarios: una taxista mujer, una antropóloga ninfómana. No sé qué más moderno que eso se puede pensar en el 1949. Y va más allá de sus profesiones, se traduce sobre todo en la posición que tienen en esa relación. Tanto Brunhilde como Claire son las que dan los primeros pasos al abordar a Chip y a Ozzie. Ellas son las que insisten, las que dan argumentos. Si los hombres están hambrientos, ellas lo están el triple y además saben cómo conseguir lo que quieren. Claro, luego viene el cariño y demás cosas que se parecen al amor, pero realmente esta película no nos está hablando de amor (por lo menos no en la trama de Chip y Ozzie), si no de sexo. Así de sencillo. Las “sutiles” referencias salpimientan los diálogos de una forma u otra, por sonidos onomatopéyicos, por gestos y por inteligentes eufemismos. ¿Y por qué el sexo? Bueno, porque como bien dice Brunhilde cuando declara que todo cambia en una gran ciudad: "Pero hay cosas que no cambian, así que vámonos para mi apartamento." Brunhilde no tiene pudor alguno en decir esto. Sobre todo porque ella tiene bien claro que Chic no sólo es ingenuo, si no que se va pronto y no le va a traer el tipo de complicaciones que le podría traer un hombre moderno de la gran ciudad. Y Claire, ella es grande. Su psicólogo le dice que para combatir su (no mencionada como tal) ninfomanía, se meta a antropóloga, y quizás eso la ayudaría a desmotivarse del sexo masculino. Sin embargo, cae por Ozzie, que le recuerda exactamente a un espécimen prehistórico. De hecho menciona en su canción en el museo cuánto le aburre el “hombre moderno”. Coreografía muy políticamente incorrecta, de hecho, pero recordemos siempre que esta película fue hecha en el 1949. Gracias.

Parece que dejamos a Gene Kelly de lado, pero no. Nunca jamás. La trama de Gabey viene siendo la más “romántica” por excelencia. La que se necesita en películas como estas. En las pelis de los Hermanos Marx, la trama de amor era siempre la más aburrida. Por eso se la dejaban al hermano soso. Sin embargo aquí se la dan a Gene Kelly, que la eleva. ¿Cómo la eleva? Eso le veremos a continuación. Primero sigamos analizando por qué nos entusiasma esta trama y en qué se relaciona con las otras. De las tres mujeres, el personaje de Ivy es tal vez el más ingenuo, y la razón es muy simple: ella también viene del campo. ¡Anjá! Entonces tiene un secreto. Una doble identidad que le dará el tono de comedia clásica (literalmente clásica, del teatro de la época del Clasicismo) - alguien que se hace pasar otro, y otro que se enamora de esa “falsa identidad”. Ya esto crea tensión e intriga, y con ese pequeño detalle, ya nos engancharon a la trama romanticona de la peli. Sin embargo ¿cómo se relaciona este juego a todo ese tema de la modernidad del que tanto hablamos? Ivy es una chica de campo, pero en la ciudad quiere ser famosa. Quiere hablar como newyorkina, quiere tener familia y pretendientes, quiere bailar y pintar, quiere ser delicada y deportiva. Quiere ser una mujer moderna, y además ser reconocida por eso. Entonces claro, cuando un marinero con cara de Gene Kelly dice que lleva todo el día buscándola y que la admira profundamente, ella no puede no sentirse realizada. Sin embargo está el detalle de la falsa identidad. Y esto se pone en juego cuando Gabey le toca una tecla sensible: es del mismo pueblo que ella. Ábranle paso al conflicto. Nada más hay que ver cómo le brillan los ojos cuando Gabey le canta cómo es la vida en el pueblo. Si la modernidad implica cambio, entonces Ivy tal vez no sea tan moderna como ella lo quiere. Pero eso no quita que se haya esforzado mucho por lograrlo. Tal vez su primer paso hacia el cambio sea aceptar de dónde viene y quién es realmente: tan sensible y frágil como trabajadora y perseverante. Y sobre todo, gran bailarina. Hay que serlo para que te pongan de pareja de baile de Gene Kelly, supongo.

"Hay cosas que no cambian, vamos a mi apartamento."

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Y ya para terminar, algunos apuntes de elementos admirables y entrañables de la peli: - Hace un rato mencionamos que Gene Kelly elevaba la trama romántica. ¿Cómo? Con el toque Gene Kelly, claro está. Hay algo en lo que hemos sido injustos al presentar la película, y es que no mencionamos a Kelly como co-director. Sin embargo su aporte es esencial, como de costumbre. Esta peli, como tantas otras en las que aparece él, cuentan con ese famoso tipo de secuencia enteramente coreografiado por él, que sirve como una especie de resumen simbólico de la historia. Colores vivos, sombras, química irremediable entre Kelly y Vera-Ellen. - Vale la pena mencionar también en cuanto a coreografía el lindo guiño que se le hace a la dinámica de baile entre Fred Astaire y Ginger Rogers, durante la canción en la que Gabey le cuenta a Ivy cómo es la vida en su pueblo. - Hay que darle una atención especial a la química entre Frank Sinatra, Gene Kelly y Jules Munshin. Aunque sus líneas se separan a menudo en la película, es un regalo ver a Kelly y a Munshin ilustrando sus técnicas de coqueteo, a Frank Sinatra aguantándose la risa durante la coreografía de la canción “New York, New York” y a los tres vestidos de belly dancers bailando para un grupo de policías. ----

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S I N G I N '

I N

Un periodista le preguntó una vez a Stanley Donen si le molestaba que solamente lo recordaran por Singin’ In The Rain, y Donen respondió que no, que era feliz de que se acordaran de algo. Qué ternura este hombre. Hay miles de razones por las que esta película es un referente en su carrera (y en la historia del cine). Hoy en día la historia parece simple, como deben ser los musicales, e incluso ingenua, como muchas películas de la post-guerra. Pero la verdad es que el sentimiento de alegría que nos deja ha superado la prueba del tiempo. Pero es también mucho más que eso; es el cine dentro del cine, es el retrato de un momento crucial en la historia del séptimo arte, es una construcción de escenarios complejos y de momentos de pura comedia y de puro amor.

T H E

R A I N

( 1 9 5 2 )

Empecemos por lo más visible: la estética. Si hay algo que se destaque en las grandes películas es cómo la forma se adapta perfectamente al contenido. Singin’ In The Rain no es una excepción y Stanley Donen sabe muy bien qué mostrar y dónde poner la cámara (un abrazo también a su fotógrafo, Harold Rosson). Y no sólo eso, si no también que se permite licencias poéticas en otra gran secuencia de montaje de Gene Kelley. Ahí, como de costumbre, la coreografía y escenografía resumen perfectamente la historia de Don Lockwood, y de paso hace el retrato de una industria que no perdona y que por más que dé éxito y genere admiración, no regala obligatoriamente amor.

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Singin’ In The Rain es una película de multitudes. Estamos en Hollywood, estamos en uno de los estudios más importantes de la época (tanto en la ficción como en la realidad), estamos literalmente en el mundo de las apariencias. Esto se expone sin pudor en la composición de algunos planos y en el montaje: el momento al final en el que vemos a Lina cantando en escena y a Kathy cantando detrás del telón, cuando Kathy está cantando la canción de la película y cortamos y vemos a Lina cantándola, el momento en el que Don cuenta su historia de vida al inicio de la película mientras vemos cómo fue realmente a través de un flashback, cuando Don lleva a Kathy a un set vacío y setea el mood para decirle que la quiere, etc. Luego veremos cómo este mismo juego se retrata en la construcción de los personajes, pero lo que estamos recalcando aquí es que nada en esta película se le deja completamente a la palabra. Hay que hacer énfasis también en todos los planos en los que el cine se ve reflejado dentro del cine. La cantidad de momentos en los que la cámara abre y revela boom, cámara, equipo completo. Esto también le sirve a Donen para jugar con el tema de la apariencia. Los escenarios, el montaje y los movimientos de cámara nunca están puestos ahí por el capricho de ser hermoso y espectacular, están ahí justamente para levantar el telón y exponer. Y es esa distancia entre la realidad y la fantasía la que afecta a los personajes. Por eso le cuesta a tanto a Lina asumir que el romance que tiene con Don no es más que un chisme de revista. Y sobre todo, por eso le duele tanto a Don cuando Kathy le dice: "No eres más que una sombra. Una sombra en celuloide." Ahora, yo creo que de las cosas que hacen a esta película inmortal son sus personajes, y sobre todo los actores elegidos para cada papel. Cada uno, incluso Lina, es una pieza fundamental e inolvidable (sobre todo Lina). En los primeros minutos, Don Lockwood explica que en su vida él siempre ha vivido bajo el mismo lema: “Dignity, always dignity”. Mientras dice esto, nosotros los espectadores vemos los inicios de su carrera, tal vez “indignos” para algunos, pero sin duda realistas. ¿Ser indigno significa vivir en la realidad? ¿El estrellato te hace digno? Todos los personajes más importantes de la peli luchan por su dignidad de una manera u otra. Si asumimos a Monumental Pictures como un personaje, encarnado por su dueño R. F. Simpson (Millard Mitchell), sería el primero en luchar por su dignidad, siendo directamente afectado por la transición del cine silente al cine hablado. Su recorrido es más macro, e involucra a todos los otros personajes. La dignidad de un estudio a fin de cuentas es hacer películas que no sólo vendan, si no que sean relevantes para el público y para la época.

" N O

E R E S

M Á S

Q U E

Luego tenemos a Lina Lamont, personaje tan detestado como imborrable de nuestras memorias. Ella también empieza en una zona de comfort, siendo una actriz amada por su público y viviendo la fantasía de que Don y ella tienen un romance - cosa que en este juego de apariencias está remotamente alejado de la realidad. Su conflicto, si es que ella se da cuenta de que tiene uno, está directamente relacionado a Monumental Pictures y por lo tanto a los cambios en el público. Su voz es terrible pero se aprovecha de la voz de Kathy para seguir manteniendo su dignidad. Sin embargo, siendo un personaje “villano”, por llamarla de alguna manera, es castigada y es la única que pierde la dignidad, ya que ésta se basaba justamente en las apariencias. Si no eres sincera mi amor, te me bajas del escenario. Cosmo Brown. Si hay un ángel en esta película, es Donald O’Connor. Me enamoré de él desde la primera vez que lo vi. El clásico personaje que sirve de alivio cómico, la mano derecha del protagonista, el ayudante en todos los sentidos, Cosmo Brown es todo carisma, todo pluma. Cosmo tiene muy claro el juego de apariencias necesario en este mundo del espectáculo, “the show must go on!” le declara a Don, y luego se lo ilustra en su extenuante coreografía y canción “Make ‘Em Laugh”. Claro, no importa cuán triste estés en la vida, tienes que seguir dándolo todo en la pantalla, por más destruido que termines. Aquí le está hablando claramente a Don, pero tampoco es que Cosmo tenga la vida fácil - aunque es verdad que siempre anda sonriendo. Cosmo es inteligente y rápido. Podría ser mucho más que un pequeño músico de acompañamiento. La transición a las películas habladas lo deja a él en una muy buena posición, convirtiéndose en la cabeza del departamento de música. Es el primero que logra adquirir cierta dignidad, claro, el guionista se lo sacó rápido de encima. Hacía falta alguien que estuviera tranquilo para ayudar a los otros a cumplir sus objetivos. Pasemos a Don Lockwood, porque no lo voy a dejar de último. Don empieza la película también en zona de comfort, pero no sin tensión: vemos desde el inicio que es víctima de la apariencia. Se le presenta justamente en esa dualidad; en el estreno de la última película en la que actuó es que él cuenta su vida y sucede eso que ya mencionamos. Es ahí también que lo vemos intentando convencer una vez más a Lina de que no tienen un romance. Sin embargo lo que realmente plantea un conflicto en él no es la demanda del público por películas habladas, si no lo que le dice Kathy en su primer encuentro. Ella le destruye el ego que ha venido construyendo diciéndole que las películas no son nada y que él no es más que una sombra en celuloide. La muerte del cine mudo es más una respuesta a ese conflicto. Por primera vez va a poder “actuar” de verdad, recuperar su dignidad no para el público, sino hacia para él mismo (y para Kathy, de paso).

U N A

C E L U L O I D E "

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S O M B R A

E N


Y por fin tenemos a Kathy Selden. Debbie Reynolds ilumina la pantalla cada vez que aparece. El recorrido de Kathy vendría siendo el contrario al de Lina Lamont. Ella empieza en una supuesta zona de comfort; se busca la vida cantando y bailando junto con otras chicas. La primera vez que conoce a Don, le miente y le dice que es actriz de teatro. Eso nos da una pista de su verdadera vocación - ser una artista “seria”, con dignidad. Otro juego de apariencias. En su caso, la llegada de las películas habladas le sirve de ayudante. Se quita lo que no funciona y lo que no tiene corazón, para poner lo que es íntegro tanto por dentro y por fuera. Un verdadero ejemplo de dignidad. Kathy se siente muy mal cuando levantan el telón y la descubren a ella cantando por Lina. Ella quiere reconocimiento, pero no quiere hacerlo poniendo en ridículo a nadie. Quiere tener su reconocimiento propio, por eso lo más importante en esta película no es la historia de amor entre Don y Kathy, si no ese momento en el que Don la señala y la presenta al público como la verdadera estrella.

En conclusión, no hemos hablado nada de la historia de amor. Eso está ahí porque ¿qué sería un musical de esa época sin romance? Y claro, nos regala canciones y coreografías inolvidables. Aunque nunca he estado muy segura si cuando Gene Kelly canta bajo la lluvia es por amor o porque le encontró solución a su carrera. En cualquier cosa, es icónico, la película es icónica, a la vez que juega con el concepto del ícono. Nada dura para siempre - “you’ve seen a movie you’ve seen them all”. Sin embargo Singin’ In The Rain sigue entre nosotros, en una época dónde los cambios tecnológicos se hacen y se asimilan cada vez más rápido. ----

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SEVEN BRIDES FOR SEVEN BROTHERS (1954) Esta es una de esas películas que hoy en día no se podrían hacer sin sufrir fuertes acusaciones de parte del clan de lo políticamente correcto. Posiblemente en su época haya chocado justamente por lo contrario. Justamente, estas ambigüedades la convierten en una película interesante de analizar hoy en día. En cuanto al discurso, es posiblemente de las películas de Stanley Donen que más ha envejecido. Pero hablemos de lo que nos sigue dando: malinterpretaciones de la biblia, una mirada proto-feminista, y escenarios idílicos.

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En My Fair Lady, película hecha diez años después de ésta, Rex Harrison convierte a la inculta Audrey Hepburn en toda una dama, después de mucho sudor y esfuerzo. El profesor no se enamora de Eliza antes de que por lo menos muestre un asomo de civilización. Sin embargo, en Seven Brides for Seven Brothers, Milly es una verdadera heroína. Se enamora de Adam a primera vista, y convierte a siete pelirrojos salvajes en siete hombres casi decentes - lo más decente que pueda ser un hombre en ese contexto y en esa época. La película está ambientada en el año 1850, y fue hecha en el 1954, por lo tanto no se le puede pedir un discurso político muy maduro. Sin embargo, con todo y todo, propone cosas que no están tan lejos.


Comencemos con los hermanos. Las referencias bíblicas afloran (casi literalmente) en esta peli, como por ejemplo en los nombres de los siete hermanos. Cada uno tiene un nombre bíblico, excepto uno, yendo de la A a la G. De Adam, el mayor, hablaremos más tarde. Cuando Milly llega a la casa, lo que se encuentra son seis animales semi-domésticos. De hecho los llama cerdos casi al momento de conocerlos. Son hombres que resuelven todo entrándose a golpes y que nunca han visto a una mujer en sus vidas que no sea su madre. Los primeros atisbos de cambio en ellos son referentes a la educación doméstica. Aprenden a comer como la gente, a que tienen que lavar su ropa. Poco a poco aprenden también a no pelear, las cosas se pueden resolver de otra manera. Aunque esto nunca se borra completamente. Pero lo más importante que aprenden es a tener sentimientos, y a saber expresarlos. Milly les enseña cómo tratar a las mujeres, con delicadeza y con cariño. Les enseña que los hombres también pueden bailar, ¡y ellos incluso bailan juntos! Para mí, uno de los momentos más hermosos en la película es el de la canción “Lonesome Polecat”. Los hermanos acaban de volver del pueblo enamorados, pero están lejos de las chicas que aman. Entonces mientras trabajan bajo la nieve, con hachas y sierras, cantan y armonizan juntos un lamento. Finalmente el cambio en ellos no es radical. Se matiza su actitud y se exalta su sensibilidad. Pero ese exceso de sensibilidad es también lo que los hace cometer el error al secuestrar a las mujeres. La lección no es totalmente aprendida, por ellas se terminan enamorando, tal y como lo predecía Adam (biblia en mano). Pero por lo menos aprenderán a dar cariño y a no comer con las manos. El personaje de Milly no cambia como tal a lo largo de la película. Pero sí tiene un conflicto. Cuando Adam la ve en el pueblo, ella trabaja en una especie de cantina repleta de hombres hambrientos. Hay que tener en cuenta que en este universo, visiblemente lo único que la gente quiere es casarse, tanto las mujeres como los hombres. Cuando Milly se casa con Adam, ella explica que ya le habían propuesto matrimonio muchas veces, pero que ésta fue la única vez en la que realmente sintió amor. Las razones por las que Milly se enamora de Adam en un principio son un misterio. Claro, es un tipo alto, fuerte, pelirrojo y con una voz de barítono inigualable, pero todo en ese inicio sucede tan rápido, y se menciona tantas veces a lo largo de película lo del amor a primera vista, que la pregunta se queda flotando en el aire.

A lo que íbamos: los cambios en Milly son cambios externos, que le producen en un principio un conflicto que luego se convierte más bien en un objetivo. Cuando Milly se da cuenta de que Adam se casó con ella por razones puramente prácticas, y que ambos tienen visiones muy distintas del amor, Milly se siente como una tonta. Cantó corriendo por el pasto con las montañas en el fondo sobre lo maravilloso y distinto que sería todo para ella de ahora en adelante, y termina como en su mundo ordinario: cocinando para un paquete de hombres. Entonces toma las riendas muy rápidamente, le deja las cosas claras a Adam (si soy tu sirvienta entonces no duermo contigo como esposa) y se dedica a educar a los seis hermanos. Su rol en la película podría ser tan protagónico como de mentora. Analizándolo desde una estructura clásica, me pregunto si se puede ser las dos cosas. Si de acuerdo al paradigma clásico un protagonista es alguien con un objetivo que se mueve activamente hacia él, entonces Milly entraría en ese renglón. Repito, sus conflictos le vienen de factores externos, ella no se siente contrariada consigo misma en ningún momento. Es lo que le da el poder de educar a los otros. En esto es en lo que veo a una mentora. La vida le cambia, sí, pero termina teniendo lo que ella deseaba en un inicio - aunque de otra manera. Sus objetivos cambian dependiendo de lo que hagan los otros. Le piden matrimonio, su objetivo de tener una familia se hace más palpable. Descubre la realidad de con quién se ha casado, se aleja de su objetivo de tener una familia, pero consigue un nuevo objetivo que es darle orden a la familia que ya existe; transformar la realidad para así poder adaptarse a ella. Finalmente logra tener una macro familia, pero también una micro, con un hombre más sensible y más consciente. Y esto nos lleva a Adam. Aquí viene la pregunta que le haría hoy en día a mi profesor de estructura: si Adam es el personaje que realmente cambia en la película, ¿eso lo convierte en el protagonista? Repito, de acuerdo al modelo clásico. Adam empieza con un objetivo clarísimo desde los primeros minutos de la película. Don Barítono entra a una tienda que se denomina literalmente “General Store” y tras comprar varios utensilios para labor campestre, anuncia que está también buscando una esposa. Ahora, este mismo hombre al final de la película le dice a Milly que está enamorado de ella, le da la manito a su hija recién nacida y admite que estuvo completamente errado haber secuestrado a esas mujeres.

"Vine a buscar una esposa."

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Si el objetivo de Milly a lo largo de la película es transformarlo todo, el objetivo de Adam es mantener el status quo. Esta es una de las diferencias que hacen de este espontáneo matrimonio el desastre que todo el pueblo se esperaba. Pero la mayor distancia la pone la sensibilidad. Milly sueña con un esposo que le dé cariño, Adam sueña con una esposa que sea tan fuerte como él para trabajar en el campo. Milly demuestra que tiene la capacidad de cumplir con su parte del trato desde antes de incluso conocerlo. Pero Adam, aunque sentimos en su torpeza hacia recién esposa que podría eventualmente ser más sensible, tiene que esperar toda la película para demostrar que es digno de Milly. De hecho en gran parte de la primera parte de la película tampoco es que esté tan terrible. No avanza con tanto entusiasmo como los otros, pero parece divertirse con toda la situación. Su punto más bajo es cuando, basándose en la biblia, convence a todos sus hermanos de secuestrar a las chicas de las que se enamoraron. Milly barre el piso con él y por orgullo, Adam decide irse y no volver hasta que la nieve se haya derretido en el camino hacia el pueblo.

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Claro, hoy en día su argumento para volverse más consciente sería anticuado, pero me imagino que en la época fue importante. Lo que lo hace realmente cambiar no es su hermano menor dándole un puñetazo en la cara, ni todos los otros haciendo frente para no devolver a las mujeres. Tampoco lo hace cambiar Milly directamente. Lo que lo hace cambiar es haber tenido una niña. Pensar en ella, y pensar que ella podría ser secuestrada por alguien en el futuro, le da un miedo y una rabia atroz. En ese momento entiende entonces todo lo que le ha venido Milly desde el inicio de la película, y puede exponerse ante ella como alguien que admite haberse equivocado, y como alguien que admite que la ama. Para cerrar, dos apuntes: - No hablamos aquí con detenimiento de los personajes de las chicas, porque realmente las más esquemáticas y funcionales de la película. Es una pena porque es justamente lo que más ablanda el discurso. - Cuando vean, o vuelvan a ver la peli, pongan mucha atención por favor a la complejidad de los decorados en el campo y de camino al campo. Una mezcla de fondo muy evidentemente pintado con elementos realistas en primer y segundo plano. Cuando lo ves en su conjunto se ve hermoso y orgánico. Igual que en Singin’ In The Rain, la forma dialoga directamente con el contenido. Más allá de cuestiones logísticas y de estética, ese paisaje compite con el Edén en cuanto a ingenuidad, ilusiones y mujeres que llegan supuestamente a dar compañía y terminan transformándolo todo. ----


FUNNY FACE (1957)

Hay grandes combinaciones en la filmografía de Stanley Donen, pero Funny Face es probablemente una de las más perfectas en términos visuales, musicales y actorales. La primera de una serie de películas en las que Donen colaboró con Audrey Hepburn, se le une además la delicadeza de Fred Astaire, ya maduro pero igual de ágil y encantador. La fuerza, el humor, pero sobre todo el pizzazz de Kay Thompson. La música de George y Ira Gershwin, junto con la influencia visual de Richard Avedon, completan esta obra y la elevan.

Dejando un poco de lado el terreno de lo estético, veamos el tema. La cantidad de películas donde Audrey Hepburn tiene que pasar por una transformación (muchas veces física, pero sobre todo mental), me deja muy preocupada. Si ella tiene un “funny face”, ¿qué adjetivos nos quedan a nosotros los mortales? Pero bueno, en esta peli aunque obvio hay una cierta transformación física - más de estilo que de otra cosa -, la transformación más significativa es a nivel mental. Y esto es un cambio que se hace de ambos lados. Tenemos dos mundos supuestamente opuestos: el mundo de la moda y el mundo de lo intelectual. Por un lado se quiere calidad, por otro se quiere “empatía”. Sin embargo ambos se quedan cortos y no logran transitar más allá del terreno de lo superficial. Sólo hay un elemento que logra transgredir ambos espacios y encontrar un terreno común: el amor (¡obvio!)

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Podría pasármela poniendo una cantidad espeluznante de fotogramas. Hay realmente demasiados que valen la pena. Si no es por la cara de Audrey Hepburn es por composición, y si no es por composición es por color. Porque ese color, esos colores. Funny Face es una de esas raras películas a color que te recuerdan por qué el color existe. Y no me refiero al “por qué” en el sentido Hitchcockiano del concepto de color (te quiero Hitchcock), si no en el sentido de puro placer del color. Es una película bella de ver, literalmente. No me digan que ese fotograma de Fred Astaire y Audrey Hepburn, seguidos por ese ejercito preocupante de palomas blancas relucientes no parece dibujado por Disney. Y no es la calidad del video, porque está en muy buena calidad, no se me equivoquen. Hay dos momentos en la película en este lugar, y ambos son así, como vistos desde tras un velo de vaselina. Y así la película va jugando con los estilos. Hay momentos en los que la influencia de Richard Avedon es súper evidente - toda la secuencia de la canción “Think Pink”. Hay que tener en cuenta que el personaje de Fred Astaire está inspirado en Avedon, y que éste mismo diseñó los créditos de inicio de la peli. Ahí está la respuesta a por qué había escalado tan rápido a tu top 5 de secuencias de créditos. Los guiños a Avedon se encuentran sobre todo al inicio de la película, dónde las fotos que está haciendo Dick, son muy similares en cuanto a estilo (y de hecho es una modelo que trabajó con Avedon, Dovima). Sin embargo cuando viene la parte de las fotos que le hace Dick a Jo cuando están en París, el estilo cambia. Los colores se vuelven fundamentales, vivos, y aquí se juego con el estilo también a nivel de montaje, deteniendo cada foto en el momento del click, y transformándola ahí mismo en pantalla. Cuando estamos en el café el estilo es totalmente otro. Es otra atmósfera, otra música, otros colores, todo más apagado, subterráneo. Sin embargo cuando estamos en la calle, sentimos la presencia de los colores, los azules y los verdes que se mezclan con tonos más rosados. Muy a lo Paraguas de Cherburgo. Si en Singin’ In The Rain y en Seven Brides for Seven Brothers, la forma dialoga directamente con el contenido temático, aquí también, pero de otra manera. En estas otras películas mencionadas hay una homogeneidad a fin de cuentas, más en la segunda que en la primera, pero en Singin’ también hay, sólo que se hiperboliza.

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Aquí tenemos diferentes estilos, porque tenemos diferentes mundos, diferentes corrientes de pensamiento, diferentes vibras. Pero al final, todos estos lugares, no son nada más que estética, maquillaje, cliché. Donen está jugando con esto. Se burla tanto de las modelos como de los “empaticalistas” en el café. Todos son ridículos. Ahora, lo único que no es ridículo es el amor. Concentrémonos ahora en la historia a través de los tres personajes principales, otra gran triada clásica de Stanley Donen. Tenemos entonces a Jo, la “intelectual”; Dick, el fotógrafo que tiene talento artístico, pero lo usa para lo comercial; y Maggie, la “frívola”. Entonces tenemos a dos mujeres en los dos polos, y a un hombre en el medio que está cómodo tanto con su talento como con su trabajo. El problema realmente lo plantea Jo, a quien deciden elegir como “Quality Girl”, la chica que encarne todos los ideales de la revista Quality. Tiene carácter, es distinta, es hermosa (obvio, aunque por alguna MUY misteriosa razón, ¿Maggie no lo nota en un inicio?). Tiene capacidad de ser tan “bella” como “inteligente”. La película empieza con Maggie, divinamente actuada por Kay Thompson. En un inicio Maggie está filmada y presentada como una especie de dictadora de la moda. Su personaje entra en la película con algo incluso muy parecido a un tambor militar. Por la manera en que la saludan sus empleadas, nada más les falta decirle “mi capitán”. Ella en un principio no cree que haya una posibilidad con Jo, a la que no se encuentra tan linda pero que sobre todo le parece insoportable. Sin embargo, ella asimila rápido la presencia de Jo y sobre todo asume que es la chica perfecta para representar a la revista. Esa presentación que ella tiene al inicio se suaviza mucho a lo largo de la película. Y claro, si siguiera con esa actitud tan fuerte, el polo de conflicto más importante sería seguramente entre ella y Jo, y Dick se vería olvidado. Lo que sí se mantiene es su “frialdad”. Frialdad que al parecer hay que tener en el mundo de la moda. Ella es una mujer que piensa, no que siente. En ese sentido, es igual a lo que Jo intenta ser en un inicio. Pero por más fría que sea, es la primera de los tres en entender lo que es la empatía.


Luego tenemos a Dick Avery. Dick cae bastante bien desde el inicio de la película. Nos lo presentan frustrado intentando sacarle algo a Dovima para que elevar un poco la sesión de fotos, pero no lo logra. Está cansado de tener que fotografiar mujeres que saben posar pero no pensar. Cosa que se ve perfectamente más tarde en la película cuando está fotografiando a Jo, y a nivel de pose tiene que decirle par de cosas, pero a nivel de pensamiento y de emoción esas dos cabezas van a mil y están perfectamente conectadas. Antes de que lleguen a este estadio en su relación, Dick demuestra algo que no demuestran los otros del crew cuando dejan la librería hecha un desastre. Dick demuestra empatía, aunque no lo entienda en ese momento y aunque Jo esté demasiado ocupada quejándose para darse cuenta. Pero en ese momento en el que se queda recogiendo los libros junto con ella, realmente se puso en su lugar. Y claro, luego la besa. Tienen que pasar las cosas rápido en estas películas. Uno puede preguntarse si le gusta Jo desde el principio, o si en un inicio esos primeros acercamientos y cumplidos no son más que parte de su oficio. Eso lo entraría más fácilmente en la dualidad temática de los otros dos personajes: todo bien por arriba, todo vacío por abajo. Dick es el que realmente parte estando entre las dos aguas y por eso es el que puede mediar más fácilmente entre Maggie y Jo. De alguna manera, es también el más “normal” en cuanto a sus emociones. No es frío como Maggie, ni “frío” como Jo. Él siente, cuando lo siente eventualmente lo dice, y cuando se pone celoso también. Si hay algo en lo que Dick tiene que aprender a ser empático sería entonces en esta área. Él de hecho se da cuenta de que fue impulsivo al día siguiente de que Jo y él pelearan. Él es consciente de lo que tiene que mejorar, pero el cambio no le viene a él de adentro, si no de encontrarse con el profesor de quien estaba celoso. Al ver que lo que él sentía por dentro no tenía sentido, decide entonces ir a buscar a Jo.

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Finalmente tenemos a Jo. Ella es obviamente la que más cambia en la película porque pasa de ser una chica que trabaja en una librería y no tiene tiempo mental para besar a nadie, a convertirse en un “ave del paraíso”, Quality Girl, enamorada perdidamente de un hombre que se llama literalmente “Dick” (pero que es Fred Astaire, entonces no importa). ¿Qué es lo que sucede entonces para que todo esto no se sienta precipitado e imposible? Bueno, imposible nos suena a todos los mortales. Pero estamos hablando aquí de la lógica interna de la película. Jo es una chica que evidentemente nunca se ha enamorado en su vida. Posiblemente se habrá dado par de besitos con alguien, pero nada que la saque del estadio. Esto lo sabemos porque ella queda totalmente desubicada después del beso que le da Dick en la librería. La canción que ella canta justo después de eso “How Long Has This Been Going On”, explica todo lo que estamos intentando decir en este párrafo de manera sencilla y clara. Jo se ha pasado una gran parte de su vida metida en los libros y soñando con ir a París para conocer al Profesor Flostre, ícono de la corriente de pensamiento del “empaticalismo” que suena más a una especie de fórmula de auto ayuda que una corriente filosófica en sí. El principio de esta corriente es que a partir de conectar con los otros, uno conecta con uno mismo. Sin embargo, Jo es una persona que no tiene ni la más remota idea de lo que puede significar conectar con ella misma, porque a su manera, al igual que Maggie, ella también es fría. O por lo menos distante. Tiene carácter y es explosiva - tiene muchas emociones sobre todo negativas a flor de piel. Pero nunca antes de ese beso había conectado con esa parte emotiva eufórica. En su lista de prioridades después de que acepta irse a París está: 1. Conocer al Profesor Flostre. 2. Que Dick la vuelva a besar. Hay evidentemente un problema en el orden de esta lista. Sobre todo porque el segundo viene antes que el primero, lo que ya te da un indicio de que algo va a salir mal. Segundo porque una vez que conoce a Flostre, se da cuenta de que está hablando con un hombre y no con un filósofo. Pero cae en la trampa antes de darse cuenta. Y ya Dick está celoso, ya dañó toda la presentación de Quality - LA razón por la que fue a París, y para la que Dick le pidió un mínimo de empatía y entendiera el grado de responsabilidad que tiene el trabajo para con los demás. Una cosa a notar es que no es lo mismo un beso robado de Dick a un beso robado de Flostre. Un beso robado de Flostre es una decepción y sobre todo una traición. No se suponía que alguien así tuviese ese tipo de emociones. Ambos besos le sirven a Jo para despertarse, pero es ese beso del profesor el que la despierta ya completa y la saca de ese limbo empático. Entonces así, en ningún momento se trata de una película de gente intelectual volviéndose superficial. Se trata de gente que vive en la superficie y que aprende a bucear hacia dentro. Por allá abajo se dan cuenta de que tienen un corazón, y de que vale la pena compartirlo, ya sea entregándose al romance, o abriéndose a la amistad. -----

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FINALE

Se acabó, y ahora se siente que Stanley Donen se nos fue por segunda vez. Terminamos con esta foto no para celebrar el Oscar, si no la actitud y la ternura. Porque así lo habríamos abrazado nosotros a él. Buen viaje, amigo.

P.s. En esta semana sólo vimos algunas de las películas musicales de Donen. Pero queremos recomendar también dos de sus películas no musicales: - Charade (por su exquisito guion) - Two For The Road (por la madurez en la actuación de Audrey Hepburn y en el retrato de una pareja disfuncional.

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