Apuntes

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APUNTES


Serie Literatura dominicana Antonio Zaglul Apuntes Incluye notas de Orlando Inoa [páginas 16-17, 42-43, 124-129] © Portada de Orlando Inoa Fotografía de portada: Getty Images Fotografía de Antonio Zaglul en págin: Archivo de Josefina Záiter © Todos los derechos reservados. Queda hecho el depósito que previene la ley. Esta publicación no puede ser reproducida sin la autorización escrita de los titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes dominicanas. Este libro fue impreso en Santo Domingo en papel libre de ácidos provenientes de árboles ecológicamente amigables y su proceso de impresión cumple con las exigencias requeridas para garantizar su permanencia y durabilidad.

Santo Domingo 2021


Antonio Zaglul Apuntes


A mis padres, extranjeros que hicieron de Dominicana su verdadera patria. A mi mujer y mis hijos. A mis hermanos. A Miguelina Galán, Manuel Mora Serrano, Rafael Kasse Acta, Mario Álvarez Dugan, Carmenchu Brusiloff, José Israel Cuello, Tony Prats, Rosa María García, Fabiola Catrain: Amigos queridos que me estimulan a escribir. Al pueblo dominicano.

Dibujo de Antonio Prats Ventós realizado especialmente para la primera edición de Apuntes de Antonio Zaglul. Original en la colección de Josefina Záiter.


Apuntes sobre los Apuntes

Dentro de tu noche solitaria de un llanto de cuatrocientos años. Franklin Mieses Burgos

En este libro se recogen artículos publicados en la prensa nacional desde el año 1968 hasta finales de 1974. El tema: La caracterología del dominicano y dos variantes sobre el mismo tema; dominicano y dominicanidad. Ninguno de los artículos tiene carácter científico, ni tampoco puedo decir que mantengan entre ellos una ilación. Pero todos tienen un denominador común. He escuchado muchas críticas acerca de mis opiniones y en relación al tema. Todas las acepto como buenas y válidas, pero mi experiencia, mis vivencias y mi criterio personal me han hecho un convencido de lo que sostengo. Puede que esté errado, y puede que no lo esté. Únicamente el lector, cuando haya leído y meditado cada parte de este libro, se convertirá en juez, flexible o inflexible, de cuanto sustento. De cualquier forma, soy un médico con algún conocimiento de psicología y psiquiatría, y nociones bastante elementales de sociología, ciencias políticas, historia, antropo7


logía y muchas otras ramas del saber humano. Por eso, pido disculpas a mis lectores. Muchas personas, entre ellas algunos colegas, piensan, y así lo han externado en diferentes oportunidades, que yo juzgo, o mejor dicho, diagnostico, que el nuestro es un pueblo de locos, y que los trabajos que aquí publico no son más que una continuación de mi libro Mis 500 locos. Nada más falso. En ningún momento he utilizado a mis pacientes como medios o sujetos de experimentación para llegar a un diagnóstico psiquiátrico, sino más bien, me apoyo en mis años de experiencia, en mis estudios y en mis criterios para realizar aunque sea este somero estudio de caracterología psicológica y social. No obstante, mis años de práctica al frente del Hospital de Psiquiatría me permiten dar fe, a nivel científico, de la gran abundancia de casos de esquizofrenias paranoides entre nuestra población. Sin embargo, en ningún momento utilizo este material en mis trabajos. Cuando inicié la recopilación de estos Apuntes siempre tuve presente que estaba levantando un edificio con puertas y ventanas de vidrio. Luego, al comentar la idea de editar este libro, un viejo amigo me hizo ver que el edificio entero era de vidrio, y me aconsejó que tratara de conseguir vidrio irrompible… pero no creo que cuando de psicología colectiva se trate pueda obtenerse siquiera vidrio de seguridad. He trabajado con muy pocas herramientas. Esta idea comenzó a germinar en mí en la época de la dictadura trujillista, y entonces el grado de represión era tal que anulaba cualquier intento de plasmar algo serio e imparcial. 8


Por otra parte, sé de sobra que mi trabajo expuesto en este libro es muy subjetivo y plagado de generalizaciones. Sin embargo, muchos se empeñan en recordármelo todos los días. El concepto de carácter nacional es un hecho natural cuya existencia se halla generalmente admitida. Salvador de Madariaga se preguntaba: «¿Por qué Inglaterra produce ingleses y China produce chinos…?». Las respuestas a esta y otras preguntas parecidas preguntas son muchas, positivas unas y negativas las otras. La antropóloga norteamericana Margaret Mead decía que admitir que un pueblo es paranoico es una simpleza, pero sin embargo acepta el «carácter nacional», cuando afirma en una de sus obras: «Los estudios del carácter nacional, como todos los estudios de la personalidad y de la cultura, se concentran sobre el modo en el que los seres humanos representan la cultura en la que se han educado o a la que han emigrado». López Ibor, psiquiatra español, admite que hay un «carácter nacional» a través de una trama histórica, cuando expone: «Un pueblo, a través de su historia va realizándose. Las realizaciones forman un ámbito espiritual, o si se quiere, una cultura. Una estructura histórica, una estructura psíquica, tienen siempre cierto sentido». En mis artículos, que constituyen la base y fundamento de mi criterio, afirmo que, caracterológicamente, el dominicano es un individuo depresivo con tintes de paranoico. Para ser cabalmente comprendido, tengo que aclarar a continuación una serie de conceptos acerca de lo que es «depresión» y lo que es «paranoia». Básicamente, depresión es tristeza y a esta tristeza se agregan a veces infravaloración del «yo» y otros síntomas. 9


La infravaloración del «yo» significa que el deprimido se cree mucho menos de lo que realmente es, y menosprecia sus cualidades y aptitudes. De ahí ese criterio de minusvalía que resalta en todas nuestras cosas, como nación y como dominicanos. Nos repetimos incansablemente que todo lo que tenemos es malo, que nuestros productos son malos, que somos «negros come coco» (aunque descubrimos el piñonate, que aparte de ser muy sabroso es una fuente de ingresos para miles de personas), que si somos descendientes de árabes (como es mi caso) somos «come yerbas» y muchos otros conceptos, estereotipados y absurdos todos. En síntesis, que nos creemos muy poca cosa, y le echamos la culpa al negro, al árabe o al español. El asunto es infravalorarnos, y esta tendencia, que más que tendencia parece leit motiv de nuestra existencia, hace mucho daño. Inclusive, yo debo de admitir que en ocasiones me siento muy inclinado a encasillarme dentro de este molde de lamentable minusvalía, y esa tendencia puede ser observada por el lector en algunos de los capítulos de este libro. Por otra parte, el concepto psiquiátrico de «paranoia» es mucho más difícil de explicar. Mayer Gross define la pequeña paranoia con una corta frase, corta pero muy elocuente: «Paranoia es la sensación que alguien experimenta cuando entra a un restaurant y piensa que todos han dejado de comer para mirarlo». El mismo Gross confiesa que, gracias a la paranoia, el ser humano ha podido subsistir sobre la faz de la tierra enfrentándose a los problemas de la naturaleza, a los animales salvajes y, finalmente, al mismo hombre. 10


Nosotros como nación tenemos razones de sobra para ser paranoicos. Al principio, los indios caribes reprimieron a los taínos, después los españoles reprimieron a los taínos y a los caribes, y acabaron con ellos. Después, nos abandonaron a nuestra suerte, nos trasladaron en masa de un lugar a otro, arrasando con casas, siembras y pertenencias, y por azares del destino, los haitianos nos sometieron a su férula, y cuando al fin se alcanza la independencia y comienza la época republicana, los gobiernos son todos represivos, y los fusilamientos están a la orden del día. Para mayor frustración, nos anexan de nuevo a España, y después de la Restauración, vuelve la represión con gobiernos como el de Buenaventura Báez y el de Ulises Heureaux, para no mencionar los últimos regímenes, también represivos. Es decir, toda nuestra historia está caracterizada por la frustración y la agresión del poderoso mandamás sobre las clases económicamente pobres y no pobres, creó y sigue creando un concepto de idea persecutoria que también es parte de la paranoia. El problema, el gran problema, es que a veces es muy difícil deslindar el delirio persecutorio de la persecución real. Todo ello trae como consecuencia una actitud de inhibición muy generalizada en nuestro pueblo que nos hace mantenernos «chivos», «broncos», para no caer en un «gancho». Gobierno que reprime, gobierno que no dialoga. Y el diálogo es tan difícil entre nosotros que los gobiernos siempre reprimen. 11


Como se sabe, las fuentes de conocimiento son muy diversas; proverbios, mitos, folklore, generalizaciones, artes, literatura, experiencias personales y conocimientos científicos. De todas ellas, confieso una y mil veces, que no pretendo darle a este libro un carácter científico, porque comparto firmemente lo dicho por el gran maestro de la psicología norteamericana Gordon W. Allport, quien resaltó que «el defecto más grande del psicólogo es su incapacidad para probar lo que tiene la certeza de saber». Ese, precisamente, es mi problema. Lo que yo creo, sostengo y sostendré, conceptos arraigados en mí a base de mis experiencias como profesional, no lo puedo probar. Por eso mis trabajos no pasan de ser artículos periodísticos. Una experiencia científica, es decir, tratar de probar una teoría haciendo uso de la metodología científica requiere tiempo, capacidad y dinero, y yo no tengo tiempo, capacidad y mucho menos dinero para emprender la tarea. Finalmente, quisiera explicar cuál es la idea de este libro. Creo que la infravaloración del dominicano nos hace mucho daño y nos atrasa y ata, obligándonos a buscar en todo lo extranjero la solución de nuestros problemas. Se me puede acusar de nacionalista ramplón, pero si algo quiero de verdad es a mi pueblo, y para él quiero lo mejor, y creo que haciendo conciencia de una falla de personalidad adquirida a través de una historia traumatizante, podemos mejorarnos cambiando el criterio depresivo de nosotros mismos. Ojalá este libro sirva de algo.

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Brevísima y traumatizante historia de un pueblo

Antes del descubrimiento de la isla, existían graves problemas entre los indios caribe y los taínos. Los primeros practicaban el canibalismo y entre sus platos favoritos figuraban los segundos. Con la llegada de colón, ya los caribes constituían parte de los habitantes de la isla. Caonabo, indio caribe, era cacique y había casado con Anacaona, taína y hermana de Bohechío. Matanza del Santo Cerro, matanza de Jaragua, muerte de Caonabo y ahorcamiento de Anacaona. Depresiones colectivas en los indígenas que se suicidan ingiriendo yuca amarga, otros preferían el ahorcamiento. Los españoles descubren en la isla un curioso perro que no ladra, ejemplo para las generaciones venideras de los dominicanos; no hablan y si lo hacen son muy parcos. Comienza la historia del miedo. Paranoia. Los indígenas casi desaparecen en su totalidad, a los que quedan en su mayoría se les han cortado las orejas y la nariz. Juan de Esquivel desbarriga a todos los habitantes de la isla Saona. Se descubre tierra Firme y la isla, de codiciada pasa a la categoría de abandonada. 1605. Un gobernador, una típica personalidad psicopática, de nombre Antonio Osorio, por la simple excusa de 13


que entraban biblias protestantes, hace las despoblaciones de la costa norte de la isla. Primer genocidio en las nuevas tierras descubiertas. No hay una idea precisa de la cantidad de muertos. Período de la España Boba, abandono absoluto de la parte española de la isla. Por tratados internacionales, se dona, se vende o se alquila un pedazo de isla. Núñez de Cáceres intenta unirse a la Gran Colombia y fracasa. Como resultado obtenemos una ocupación haitiana que dura nada más y nada menos que 22 años. Un joven idealista, el más importante personaje de nuestra historia: Juan Pablo Duarte, funda La Trinitaria y después de gloriosa lucha, logra la libertad de nuestra patria. Como pago a tan hermosa obra, se pasa las tres cuartas partes de su vida en el destierro. Francisco del Rosario Sánchez, compañero de Duarte, en las luchas libertarias es premiado justo al primer aniversario de nuestra independencia con el fusilamiento de su tía y colaboradora en la lucha por una patria libre, María Trinidad Sánchez. Un patán, peleador y traidor, se sirve de la mesa preparada por los trinitarios y gobierna el país desde el momento en que se logra nuestra independencia. Su nombre: Pedro Santana. No solamente se conformó con fusilar a María Trinidad Sánchez. Fusiló también a numerosos miembros del grupo de Duarte, entre ellos al general Puello y a Gabino, su hermano. Por miedo y sorna fue llamado «El Libertador». Dictador por largo tiempo, terminó anexionando la república a España. Tras bambalinas, en los gobiernos del señor Santana, se movía uno de los camaleones humanos con más caracte14


Imágenes LG

Ulises Heureaux

rísticas de reptil que el mismo camaleón. Su nombre: Buenaventura Báez, y fue la malaventura de nuestro país por muchos años. Por miedo y sorna fue llamado Gran Ciudadano. En orden de traumas, llegamos a Ulises Heureaux, más conocido como Lilís. Dispuso del país como si fuera su propio hogar. Fusiló a su antojo a amigos y enemigos. Dispuso de las arcas del tesoro para comprar conciencias y para gastos superfluos. Armó a un país que no tenía enemigos. A su muerte dejó en total bancarrota económica y moral a su patria. Por miedo y sorna fue llamado «El Pacificador». El comienzo de siglo nos sorprende con numerosas luchas intestinas y una deuda pública que sigue creciendo. 15


Antes de terminar la segunda década, un acreedor poderoso nos ocupa militarmente durante cerca de ocho años. El concepto de nacionalidad crece y hasta el mar se hace nuestro aliado hundiéndole uno de sus mejores barcos de guerra. Al fin se cansan de ocuparnos, desarman el país y preparan un hombre antes de marcharse: Trujillo 31 años de tiranía como jamás la soñó un pueblo. Es la culminación de todos los traumas psíquicos de nuestra historia. Por miedo y sorna fue llamado «Benefactor de la Patria». Hasta aquí, una brevísima y traumatizante historia de la República Dominicana.

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Apuntes para la etnografía dominicana

¿Cómo está constituido nuestro conglomerado étnico? Generalmente nos clasificamos en blancos, negros, mulatos y otras razas minoritarias, sin especificar a cuáles grupos culturales pertenecemos y qué constituyen nuestro pueblo. A la llegada de los españoles a nuestra isla encontraron indios y, después de una ardua labor de decantación, descubrieron numerosos grupos étnicos indígenas: arahuacos, taínos y ciguayos. Su número es imposible de calcular, pues las opiniones disímiles van de cincuenta mil al medio millón, y esto nos hace pensar en enormes errores de apreciación de los historiadores de la época. Que nuestros indios desaparecieron en su totalidad sin dejar huellas, es un criterio erróneo. Si en nuestra tierra tuviéramos antropólogos calificados, nos informarían del gran número de dominicanos con rasgos indígenas. Solo se necesita ser un buen observador y notar el rostro de los habitantes de San juan de la Maguana y sus alrededores, donde se pueden apreciar típicos rasgos de nuestra aparentemente desaparecida raza. A nuestro grupo racial mayoritario, que se constituyó con los negros esclavos, simplemente le decimos negros, con un desconocimiento absoluto del elemento geocultural africano. 17


A nuestro país y a toda América, llegaron cuatro importantes grupos culturales procedentes del África, geográficamente muy distantes uno del otro y culturalmente diferentes: los congos, originarios de la región del mismo nombre; los carabalíes; los ñáñigos, posiblemente los de mayor cultura, y otros grupos no determinados que incluso pudieron estar constituidos por mulatos y blancos del norte de África. Todos estos grupos étnicos sacralizaron sus culturas en una sola. ¿Cuál fue la aportación de cada uno de estos grupos de indios y negros en nuestra tierra? No lo sabemos, y jamás lo sabremos. En el año 1958 asistí a un Congreso de Psiquiatría transcultural en Barcelona, y quise ayudar a los grupos que trabajaban con gran empeño en desbrozar estas culturas, y fui rechazado cortésmente. ¿La razón? En Santo Domingo había desaparecido la pureza racial negra, que para esa época solo se conservaba en Brasil, Cuba y Haití. En los primeros grupos blancos españoles tiene importancia la cultura regional, a la cual nunca o casi nunca le damos importancia. Los primeros conquistadores fueron extremeños, andaluces y castellanos y, posteriormente, la gran inmigración hispana se nutrió de Galicia, Asturias, las Islas Canarias y las Baleares. Durante toda nuestra historia la inmigración blanca española ha sido permanente y en ocasiones con oscilaciones masivas: época de la Anexión, la llegada de los republicanos españoles a fines de la década del 1930 y los grupos de Constanza y San Juan de la Maguana en la era de Trujillo, que procedían de Valencia. De los otros grupos europeos de importancia, por su cantidad figura la inmigración húngara a San Cristóbal, en su mayoría obreros especializados que casaron con dominicanas. 18


También hubo un pequeño núcleo de familias alemanas que se ubicaron en los campos de Moca en el gobierno de Horacio Vásquez; grupo que retornó a su tierra. Alemanes que residieron en Puerto Plata, San Pedro de Macorís y Santo Domingo, que formaron familias dominicanas y murieron en nuestro país. Los italianos, en su primera inmigración, procedían del norte y más tarde afluyeron napolitanos y de otras partes del sur de Italia, formando hogares dominicanos. Hubo un núcleo importante en Azua, aparte de las otras ciudades nuestras. La inmigración árabe de fines del siglo pasado hasta nuestros días: libaneses, sirios, palestinos, jordanos, armenios. No se sabe el número exacto de los que llegaron y actualmente sería una labor difícil, pues muchos castellanizaron sus nombres. Los árabes, en su inicio, crearon un grupo étnico cerrado por la hostilidad del ambiente y luego lo abrieron para confundirse con los otros grupos étnicos. Los judíos sefarditas llegaron a nuestras tierras procedentes de Curazao, Aruba, Surinam y Saint Thomas, y actualmente solo de su raza conservan el apellido. El núcleo judío de Sosúa disminuyó notablemente con la partida hacia Estados unidos de la gran mayoría. Los pocos que quedan han hecho un grupo étnico abierto y muchos están casados con dominicanas. A mediados del siglo pasado, los españoles llevaron a Puerto Rico a miles de chinos y filipinos para utilizarlos como obreros de la construcción de carreteras y vías férreas. Una parte numerosa se desplazó a la República Dominicana y, no sé la razón, fueron a vivir a la provincia Duarte. Este 19


Árabes en Santo Domingo

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por Orlando Inoa

Familia árabe: Nemén M. Terc y Rosa Risk; sus hijos: Nicolás, Rosa y Miguel José. [Kassim Elhimani, Santo Domingo de ayer y hoy. Santo Domingo. L & S, Printing Co., [New York], 1934, p. 300].

«Con anterioridad al año 1885, probablemente ningún árabe de los que pretendían emigrar hacia América tenía noción de dónde quedaba la República Dominicana. Esto nos indica que la República Dominicana no era la meta deseada por esa ola de inmigrantes, como lo fue por ejemplo los Estados Unidos. En el año 1882 el Ministerio de lo Interior y Policía de la República Dominicana realizó un registro de extranjeros radicados en el país, en el cual se analizaron los principales grupos de inmigrantes que habían llegado para esa época, y no se consignó la presencia de algún árabe en suelo dominicano.1 1.  José del Castillo, «La emigración y su aporte a la cultura dominicana», Eme Eme: Estudios Dominicanos, Vol. VIII, núm. 45, 1979. También se refiere a este registro,

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No pasaría mucho tiempo desde que se realizó ese inventario, para que se empezara a notar la presencia de árabes en el país. Ya sea por equivocación o por causas fortuitas, antes de terminar el siglo los árabes empezaron a poner a la República Dominicana en su itinerario migratorio. Roberto Marte, citando una obra de Pedro O. Haché del año 1936, dice que «hacia 1886 desembarcó en tierra dominicana el primer grupo de inmigrantes árabes».2 Esta información coincide con los cálculos del Dr. Antonio Zaglul acerca de la llegada de su tío Salomón, quien presume llegó alrededor del año 1886. Probablemente algunos árabes habían llegado para 1884 o quizás 1883. En el año 1886, cuando apenas tenía 17 años, Nacif P. Haché fundó en Puerto Plata una compañía que llevaba su nombre y que más tarde se conocería como la Casa Haché. Si bien es cierto que esa compañía no necesitó de un capital sólido en sus inicios, Nacif había llegado a Puerto Plata sin capital de trabajo y fue allí donde ahorró para la instalación de esa empresa. A Santiago los árabes llegaron un poco más tarde. Harry Hoetink, citando a Arturo Bueno, afirma que los primeros árabes llegaron a Santiago en 1897.3 Los árabes llegaron a la República Dominicana en un momento en que la sociedad iniciaba un proceso acelerado de modernización y desarrollo. La dictadura de Ulises Heureaux (1884-1899), a pesar de sus errores financieros y su represión política, fue escenario de grandes procesos de desarrollo en el país: el cable submarino, el alumbrado eléctrico, el ferrocarril, etc. En la década anterior a la instalación de la dictadura de Heureaux, el país removió su base económica con la instalación de modernos centrales azucareros, los cuales se expandieron bajo el régimen de Lilís. Para esa misma fecha, ya estaba sembrada la semilla de la enseñanza hostosiana, de tanta incidencia en el desarrollo educativo y cultural de la República Dominicana». [Orlando Inoa, Azúcar. Árabes, cocolos y haitianos. haitianos Santo Domingo, Editora Cole/Flacso, 1999, pp. 50-51].

Roberto Marte, Cuba y la República Dominicana. Transición económica en el Caribe del siglo XIX. Santo Domingo, Universidad APEC, 1988[?], 164. 2.  Roberto Marte, Cuba y la República Dominicana, 65. 3.  Harry Hoetink, El pueblo dominicano. Santiago, Editora UCMM, 1971: 67.

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grupo étnico desapareció mezclándose con blancos, negros y mulatos. La segunda inmigración china se inició a comienzos de siglo; por lo general se dedicaban a la agricultura (hortalizas), y trabajos de lavandería: Actualmente poseen comercios de comestibles. Este grupo de cantoneses casa con chinas; es un grupo étnico cerrado. Los hijos de chinos con dominicanos hacen esfuerzos para convertirlo en un grupo étnico abierto. Después de la abolición de la esclavitud, se suspendió por breve tiempo la entrada de negros a nuestro país. Junto con el plan de enviar negros norteamericanos a la nueva República de Liberia, llegaron a la península de Samaná numerosos negros procedentes del sur de Estados unidos. Todavía conservan costumbres norteamericanas, y celebran el Día de Acción de Gracias, según información verbal del doctor Jorge Martínez Lavandier. Con el inicio de la industria azucarera en nuestra patria, llegaron a las costas del Este los negros barloventinos (cocolos), y constituyeron grupos étnicos cerrados hasta hace corto tiempo. Conjuntamente llegaron a Puerto Plata negros procedentes de las Islas Turcas, grupo abierto, y solo quedan de ellos los apellidos. A la región del Este arribaron también grupos numerosos de puertorriqueños de clase media, empleados de ingenios y comerciantes. La inmigración haitiana siempre es permanente, con ciclos de aumento en los períodos de zafra azucarera, quedando en nuestro país un alto promedio. Se calcula en varios cientos de miles los haitianos que viven en nuestro país. Su influencia cultural es nula. Por último, el grupo japonés llegado en la Era de Trujillo, es un grupo laborioso y todavía es un núcleo cerrado. 22


Al través de nuestra historia hemos tenido grandes emigraciones, generalmente de familias blancas de origen hispánico y debido a los vaivenes de nuestra política, Cuba, Puerto Rico, Venezuela y México han sido sus destinos. Familias acomodadas y con preparación intelectual que dieron brillo a los países en los cuales vivieron. De todas estas emigraciones nuestras, la más reciente ha sido la mayor. A fines de la tiranía, dominicanos de todas las razas y niveles sociales han marchado a territorio norteamericano en busca de mejoría económica; se calcula en 200 mil el número de compatriotas localizados en Nueva York, Miami, Chicago y Puerto Rico, según informes oficiales. Teniendo en cuenta la cantidad enorme que ingresa por la vía de la clandestinidad, presumimos que el número es mucho mayor. Un detalle interesante de la inmigración a nuestro país y a muchos países de América exceptuando USA, es que el emigrante europeo viene a «hacer América» y luego regresa o utiliza nuestra media isla como trampolín para saltar al gran país del Norte. Como chiste cruel se cuenta de una cantidad de extranjeros que fijaron su residencia en nuestro país después de los fracasos económicos del circo o de la compañía de teatro que los trajo. Este tipo de inmigración es real pero de muy poca monta. Que sea este capítulo el inicio de otros acerca del problema de nuestra etnografía. Los numerosos huecos que he dejado por ignorancia deben ser llenados por nuestros historiadores y etnógrafos, a fin de lograr un mejor conocimiento de nuestro ámbito cultural al través de las influencias de los grupos étnicos que en nuestra patria sentaron sus plantas.

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«El gancho»:

La paranoia del dominicano ¿Se ha sentido usted, alguna vez, paranoico? ¿Sabe usted lo que es una paranoia? Cuando usted entra en un restaurant y cree que todo el mundo lo mira; cuando usted cree que es perseguido; cuando interpreta, a su manera, la información radial, periodística o televisada; cuando interpreta, también a su manera, lo que le ha dicho un amigo o cualquier otra persona; cuando cree que el amigo o el desconocido con quien conversa «le está poniendo un gancho», son síntomas leves y algunas veces graves de una enfermedad mental que se llama Paranoia. En mis veinte y cinco años en el ejercicio de mi profesión de psiquiatra, he llegado a la conclusión de que los dominicanos, en su mayoría, tenemos alguno que otro síntoma de esta enfermedad, no enfermedad propiamente dicha, sino síntoma como parte de la estructura de nuestra personalidad. ¿Las causas? Diversas. Básicamente, nuestra historia, nuestros hombres. Desde Santana hasta Trujillo. Los españoles, haitianos, franceses, ingleses, norteamericanos. Todos han colaborado para crear un tipo de personalidad latinoamericano, muy diferente del resto: el dominicano. Nuestra historia ha sido brutal. Un traidor como Santana debe haber creado cuadros mentales de tipo paranoide 24


en los dominicanos; así lo hicieron también Báez, Lilís y, como culminación, Trujillo. Había delirio de persecución, pero también había persecución sin delirio. El resultado de este concepto de las cosas, de todas estas vivencias anormales, es una personalidad depresiva con marcados rasgos paranoides. La mayoría de nosotros pensamos en el «gancho». Si alguien habla, dice, escribe, o lo que sea, va a pasar por el filtro cerebral de nuestra desconfianza. «Nos están poniendo un gancho», es la socorrida expresión. En una ocasión le pedía a un obrero de construcción la definición del gancho. Me contestó: —Cuando voy a un sitio a trabajar por primera vez y dejan dinero en cualquier parte, para ver si me lo cojo, o si una persona que no conozco me habla de política, me pongo bronco, porque me están poniendo un gancho. ¿Podría esta situación ser igual con nuestros antepasados indios? A veces lo trágico se hace cómico. Veamos, por ejemplo, la lectura de un periódico por un dominicano. La noticia dice: Fulano se ahogó. Pero él piensa: lo ahogaron. Perencejo se ahorca. Él piensa: lo ahorcaron. En fin, todas las muertes trágicas en nuestro país, suicidio, accidentes automovilísticos, etc., son asesinatos, hasta que se demuestre lo contrario. Entre la verdad y el error media un trecho, y en ese trecho nos ubicamos. Hay desconfianza y delirio de interpretación. 25


El dominicano desconfía hasta de su sombra. Y no la considero una posición totalmente negativa en todas las ocasiones. Muchas veces es positiva. Que nuestra forma de ser nos desajusta del resto de los mortales, creo que sí, pero no en un grado que nos haga anormales. Me contaba un distinguido médico dominicano, profesor de una universidad norteamericana, acerca del problema de los compatriotas recién llegados. Había que desdominicanizarlos. Él llama desdominicanizar a quitarle los rasgos paranoides. Estos rasgos consisten en una extremada desconfianza por todo y por todos. Desde los profesores hasta el obrero que limpia los pisos. A los pocos meses toda esta sintomatología va desapareciendo hasta ver las cosas desde el punto de vista de una persona normal. Durante la época de Trujillo, fui director del manicomio durante cinco años. Había la versión muy socorrida de que solo los locos hablaban mal del tirano. Les puedo asegurar que en ese tiempo pasaron por el psiquiátrico alrededor de cinco mil enfermos mentales, de los cuales solo dos, en algunas ocasiones, hablaban de política y mal del gobierno. Habían ingresado antes del año 1930. ¿Por qué? Porque eran dominicanos, aunque tuviesen la mente perdida en las tinieblas de su locura. En mis experiencias personales, fuera de mi consulta psiquiátrica, puedo comprobar continuamente esa aseveración. ¿Ha ido usted a una oficina pública en busca de algo? El empleado trata de saber quién es usted. Él piensa que usted 26


puede ser policía, reformista, perredeísta, comunista o tal vez un calié. Usted piensa de él que trata de «macutearlo», y montones de cosas más. Conversan, pero siempre desconfiando uno del otro. Alguno de los dos piensa que el otro le pone «un gancho»; y, en fin, pueden hasta resultar ser familia, pero la desconfianza de los primeros momentos es el eje de la situación. ¿Quiere hacer usted una prueba? Haga una encuesta entre sus vecinos acerca del por qué de los apagones y de la escasez de agua. Tendrá usted tantas respuestas como personas interrogadas. Y todavía es más interesante el contenido de las respuestas. En los años que viví en Puerto Rico y en Nueva York, en las postrimerías de la tiranía, tuve serios problemas con mis compatriotas amigos. Estos veían caliés hasta en la sopa. Cualquier norteamericano que tomara el subway en la misma estación y saliera en la estación igual a la de un dominicano, corría el riesgo de un pescozón o algo más. Cualquier mirada de soslayo de algún boricua a cualquier desterrado dominicano, significaba un pasaporte de espía. En mi consulta he visto graves explosiones de locura paranoide en personas que al ingresar a Estados unidos los empleados de inmigración les han hecho las preguntas de rutina. Creo muy difícil desarraigar esa forma de ser nuestra. La paranoia de Nicolás de Ovando, de Osorio, Santana y la de Trujillo, en un lapsus de cuatro siglos, han creado un tipo de persona que bajo protesta inconsciente vive en una di27


vidida isla, que tiene estructurada su personalidad ancestral a través de atropellos, humillaciones, delaciones y muertes; que lucha por malvivir en un medio que le es hostil o que se cree así y hace que desconfíe de todo y de todos. Desde Osorio con las devastaciones de la costa Norte hasta Bobadilla, que hizo preso a Colón, más que por razones verdaderas, por su paranoia, hasta Trujillo, el gran desconfiado que hizo germinar más la desconfianza en sus gobernados que en sí mismo; desde la llegada de los españoles hasta la llegada de los inmigrantes libaneses, todas las personas nacidas y criadas en esta tierra sufren de este mal. Hatuey prefirió el infierno por su paranoia. Su desconfianza no le iba a permitir vivir feliz en el cielo con los españoles. El que escribe estas líneas, hijo de libaneses, es tan paranoico como cualesquiera de sus compatriotas, con el mismo temor «al gancho» como cualquier dominicano, aun siendo psiquiatra.

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